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Dosier módulo III

Módulo III

Diciembre de 2014
Introducción 3

Unidad I: Conceptos fundamentales de la sociedad, la política y el poder

Política 5

Unidad II: Estructuras del Estado y formas de gobierno

La teoría del Estado y del poder en Antonio Gramsci: Claves para 18


descifrar la dicotomía dominación-liberación

Unidad III: La difícil constitución del Estado en Centroamérica y El Salvador.


Formas de gobierno, procesos políticos y poder desde el siglo XV I hasta
principios del siglo XX

La marcha de una nueva estrategia 39

Unidad IV: Militarismo y poder político en El Salvador 1931-1979. El cambio del


régimen o transición política (1979-1992). Los Acuerdos de paz. El Sistema
político salvadoreño en la actualidad: ¿Elitismo competitivo y/o la
democratización del régimen?

El Salvador, el largo camino de la revolución 67


Elitismo competitivo y la democratización del régimen 75

Referencias documentales 86
Este módulo hace un estudio de conceptos fundamentales de la teoría y
la ciencia política con la finalidad de construir un andamiaje conceptual
que posibilite el abordaje de la realidad socio-histórica de El Salvador, a
partir del análisis de los procesos políticos, desde la conquista, la
independencia hasta la postguerra en la actualidad. Además, propone,
con el objeto de fortalecer la comprensión de las ciencias sociales, el
debate sobre el estatuto de la ciencia política, en su relación con la
filosofía política y la teoría política. En cuanto a la historia de El Salvador,
el estudio se enfoca en procesos políticos claves; en tal sentido, no hay
una secuencia cronológica, sino un análisis de casos con potencial
explicativo. Se estudian en su orden: el sistema indiano, la
independencia, la construcción del Estado salvadoreño en el siglo XIX y
las relaciones políticas que lo soportaron, el militarismo, en sus variantes
conservadoras y reformistas, la crisis que llevó al conflicto civil de los
años ochenta, los acuerdos de paz y la dinámica política de postguerra.

Para cada unidad, se recomienda una o dos lecturas importantes para


facilitar la comprensión del tema. Cada lectura está acompañada de una
breve explicación de la razón por la que ha sido seleccionada y se le da
prioridad a lecturas relacionadas con la historia política salvadoreña.
Conceptos fundamentales de la sociedad, la
política y el poder

Fuentes bibliográficas:

Lectura 1: Sartori, Giovanni (2005) Elementos de teoría política. Madrid: Alianza Editorial.

El capítulo 10 del libro de Sartori es importante porque da cuenta del concepto de política en la
época clásica y cómo este evoluciona en un largo recorrido hasta llegar a la modernidad. Esta
evolución conlleva un cambio radical, donde se observa la separación entre política y moral que
eran inseparables en la época clásica, y una reducción del ámbito en que opera la política
debido igualmente a la separación entre política y sociedad. Finalmente, Sartori aborda el tema
de la identidad de la política y las posibilidades de autonomía en la sociedad actual.
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Estructuras del Estado y formas de
gobierno

Fuente bibliográfica:

Lectura: Noguera Fernández, Albert (2011). La teoría del Estado y del poder en Antonio Gramsci:
Claves para descifrar la dicotomía dominación-liberación. Revista Nómadas.

Esta lectura hace una introducción a los aportes que hace Gamsci a la concepción del Estado
dentro del marxismo, donde matiza la concepción del Estado como una forma de dominación
de una clase sobre otra, equilibrándola con los aspectos positivos del Estado que le dan
legitimidad. Analiza el importante de hegemonía por medio del cual, diferentes sectores de
interés se disputan el dominio del Estado, donde los intelectuales juegan un papel importante.

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http://dx.doi.org/10.5209/rev_NOMA.2011.v29.n1.26799

LA TEORÍA DEL ESTADO Y DEL PODER EN ANTONIO


GRAMSCI: CLAVES PARA DESCIFRAR LA DICOTOMÍA
DOMINACIÓN-LIBERACIÓN
Albert Noguera Fernández
Universidad de Extremadura

Resumen.- Antonio Gramsci murió en la cárcel el 27 de abril de 1937 después de ser detenido
en 1926 por la policía fascista de manera ilegal, puesto que era diputado del Partido Comunista
Italiano (PCI), y condenado por el Tribunal especial por la defensa del Estado a veinte años de
cárcel. Detrás quedaba una vida marcada por la lucha y el compromiso, por delante se
levantaba el reto de interpretar una herencia teórica rica y compleja. Este artículo pretende
recuperar y presentar el legado teórico de Gramsci, sus aportes a la teoría marxista que
durante años, ahogada en el esquematismo y el dogmatismo, se había visto incapaz de
entender la estructuración del Estado moderno, así como destacar la validez e importancia de
su contribución teórica para la actual teoría del Estado y el poder.

Palabras clave.- Hegemonía, cultura, sociedad civil, intelectual orgánico, crisis orgánica,
guerra de posiciones.

Abstract.- After being illegally arrested by the fascist police in 1926 -he was an Italian Comunist
Party member of parliament- and condemned to twenty years of preason by the Special
th
Tribunal for the State Defense, Antonio Gramsci died in jail on 27 april 1937. Behind his dead
remained a life characterized by the commitment and fight, in front of it the challenge to interpret
a rich and difficult theoretical legacy. This article try to recover and present the theoretical
legacy of Gramsci, his contributions to the marxist theory witch one during a lot of years,
drowned in the schematism and dogmatism, it was unable to understand the structure of the
modern state, and at the end too, emphasize validity and importance of his theoretical
contribution for the now a days State and Power theory.

Keywords.- Hegemony, culture, civil society, organic intellectual, organic crisis, positions war.

1. Introducción

Uno de los principales aportes teóricos de Gramsci fue, como veremos a


continuación, la caracterización de la dominación en las sociedades modernas,
no sólo como un fenómeno económico, sino también y, sobretodo, como un
fenómeno subjetivo o cultural, señalando, precisamente, aquel elemento de su
teoría, que mantiene mayor actualidad: su interpretación de la cultura como
dimensión esencial de estructuración y desarrollo de la dominación en las
sociedades estatales modernas.

Sobre el concepto de cultura se ha escrito desde muchas disciplinas, la ciencia


política, la psicología social (ej. Kuper 1999; Ratner 2000; Morris y Fu 2000).

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Ahora bien, partiendo de la antropología, podemos definir la cultura como un


sistema vivo generado por agentes colectivos socialmente definidos que en
unas precisas coordenadas socio-históricas y físicas, dan lugar a producciones
materiales, simbólicas e ideacionales de todo tipo, a la vez que son constituidos
por ellas.

Dichas producciones generan el sentido de mismisidad (identidad) de las


distintas colectividades humanas. Y esa, permite a los agentes sentirse
provenientes y reproductores de sí mismos, herederos, transmisores y actores
de una determinada manera de identificar el mundo y de modificarlo 1. Permite,
en consecuencia, aquello que Bourdieu y Wacquant denominaron
“reflexibilidad”2, capacidad de los agentes sociales de pensar su acción y las
propias estructuras en que ella se enmarca, capacidad de comprensión de su
realidad, y por tanto, capacidad para incidir en ella de forma intencional cuando
se produce la amenaza de sustitución de su coherencia interna, tanto cultural
como identitaria, por nuevas formas de organización socio-política más acorde
a los intereses de sectores dominantes (dicotomía dominación/liberación).

Lo que Gramsci retoma es el valor de los hechos culturales como


conformadores del hombre en la creación de su propia historia.

De acuerdo con todo esto, la tesis que se defiende en este trabajo es que ante
el proceso “esencialización” del concepto de cultura que, en nuestras
sociedades, se ha producido con la mundialización (la cultura se ha convertido
en una esencia fija o muerta, desconectada de los procesos económicos y
socio-políticos, a la que, independientemente de su vida diaria, los ciudadanos
se adaptan o amoldan determinados días al año para sentirse más mexicanos,
españoles o japones -folklore-) y, en consecuencia, ante el proceso de
desactivación del concepto de cultura como válido para entender (y actuar
frente a) la globalización capitalista como un proceso de subordinación de las
diversas culturas ante la cultura de la fracción social dominante (dominación),
la recuperación del legado teórico y de la concepción ampliada de cultura de
Antonio Gramsci se presenta, en la actualidad, como un factor imprescindible
para los sujetos subalternos (individuos y pueblos) a la hora de construir los
términos y estructuración de la liberación (comprensión-acción). La dominación
es un fenómeno cultural y sólo comprendiendo el concepto de cultura en toda
su amplitud, sus mecanismos de funcionamiento y su fenomenología, se puede
llegar a entender los procesos de dominación.

Nos detendremos en los próximos puntos, en el análisis que Gramsci hizo del
Estado y del poder o hegemonía, en el tratamiento de los cuales el autor hace

1
Esta definición de cultura e identidad ha sido tomada de PIQUERAS, A. La identidad. En DE
LA CRUZ, I. (coord.). Introducción a la antropología para la intervención social. Ed. Tirant lo
Blanch. Valencia. 2002.
2
Véase BOURDIEU, P. y WACQUANT, L. Respuestas. Por una antropología reflexiva. Ed.
Grijalbo. México. 1995.

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constantemente referencia a la cultura como dimensión básica para la creación


de situaciones de consenso o subversión.

2. El Estado en la modernidad: poder y autoridad

Existen dos elementos absolutamente necesarios para la existencia y


reproducción de un Estado: el poder y la autoridad.

Por poder entendemos la capacidad o la fuerza de hacer alguna cosa. El poder


es en el “nosotros” -en un individuo, un Estado, etc.- en relación con el
“vosotros”, sobre los que ejercemos nuestro poder. Poder equivaldría pues, a
coerción.

Por autoridad entendemos, tal y como define Max Weber en Economía y


Sociedad (1922), aquello que, al contrario del poder, me es dado, reconocido,
conferido por otros. A alguien se le confiere autoridad porque inspira respeto y
confianza. Podríamos entonces traducir la autoridad como persuasión.3

Consecuentemente, estos se conforman como los dos elementos necesarios


para la salud del Estado. No obstante, la articulación de esta fórmula coerción-
persuasión se ha expresado de manera distinta a lo largo de la historia.

No es hasta la modernidad que podemos identificar el segundo de los


elementos, el elemento consensual, como una categoría asociada al Estado. El
análisis teórico del Estado pre-moderno redujo éste a la noción de poder, en
este período, la creación de autoridad estatal, la formulación de preceptos y
reglas de conducta actuantes como prácticas de subjetivización que generaban
las actitudes de cohesión voluntaria del individuo entorno al Estado, era una
tarea que corresponde no al Estado sino a la religión. Desde el origen de la
primera forma de Estado conocida en occidente, la primera gran monarquía
medieval aparecida en la segunda mitad del siglo XII hasta terminado el
proceso de revoluciones burguesas, la religión es el factor moralizador de la
vida social. Ésta es el principal instrumento de control social. El Estado se
identifica sólo a una simple estructura jurídico-política que es complementada,
o a la que se le solapa, la acción de sujeción de la religión, garantizándole la
eficacia de su dominio y la integración del hombre a su estructura.

Con la explosión revolucionaria mediante la cual la burguesía logró apoderarse


de las riendas del poder e instaurar el Estado burgués moderno, se inicia un
proceso socio-histórico de secularización o laicización del Estado. Cada vez
menos, los individuos interpretan la vida personal y colectiva en base a
cosmovisiones religiosas. Desde una perspectiva histórica, la modernidad
supone que por primera vez, las explicaciones y legitimaciones religiosas del
mundo pierden su plausibilidad para gran parte de la población y, en
consecuencia, la legitimidad de lo político deja de pasar por lo trascendente o

3
Véase WEBER, M. Economía y Sociedad. Ed. Fondo de Cultura Económica. México. 1944.
V.I. Pág. 221.

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religioso. Por lo tanto, el nuevo reto que esta situación plantea al Estado
moderno, es la necesidad para su supervivencia, como dice M. Calvo en La
teoría de las pasiones y el dominio del hombre. Genealogía de la hermenéutica
moderna del control social (1989), de “reconstruir los mecanismos de control
social de la religión sin la religión”4.

La función de la religión como mecanismo de control social, deben ser


desarrolladas ahora, por un entramado nuevo de las formas del poder en el que
se conjuguen, los contenidos de una ética social secularizada y las formas y
prácticas de subjetivización, que hagan posible conectar los adentros
psicológicos del hombre con los imperativos del orden social5. El Estado
burgués debe superar su interpretación histórica como mero conjunto de
instrumentos de coerción, para pasar a interpretarse a si mismo, también como
sistema de instrumentos de producción de liderazgo intelectual y de consenso.
Debe pues, expandirse molecularmente, redimensionar su morfología de
manera que le permita incorporar junto al elemento Estado-fuerza, una función
educadora o de socialización.

Asistimos a una ampliación en la concepción del Estado, los aparatos


ideológicos pasan a formar parte, como establecerán Nikos Poulantzas en
Fascismo y Dictadura (1970) o Louis Althusser en Ideología y Aparatos
Ideológicos de Estado (1970), de los aparatos de Estado. En su nueva
significación integral éste abarcará:

1) el elemento de reconocimiento o de legitimidad, que se da cuando los


individuos reconocen un orden como legítimo. Este elemento representará en
la modernidad, el elemento interno de caracterización del concepto Estado; y,
2) el elemento coacción, que actúan en el nivel de las “garantías” de la
legitimidad y de la eficacia del orden estatal. La coactividad aparece ya no
como elemento constitutivo, sino como una característica exterior del orden
válido;

Tal complementariedad entre las condiciones externas del poder y las formas
de subjetivización del mismo, son resumidas en la definición de Estado hecha
por D. Grissoni y R. Magiori en su obra Leer a Gramsci (trad. 1974), partiendo
como no, de la obra de Gramsci.6

4
CALVO, M. La teoría de las pasiones y el dominio del hombre. Genealogía de la
hermenéutica moderna del control social. Ed. Universidad de Zaragoza, Prensas Universitarias.
1989. Pág. 100.
5
Idem. Pág. 117.
6
Grissoni y Magiori definen el Estado de la siguiente manera: “El Estado es el conjunto de
organismos por medio de los cuales se ejerce la hegemonía y la coerción de la clase dirigente
sobre las clases subalternas, no con la mera intención de preservar, defender y consolidar sus
intereses económico-políticos, sino también para elaborar una acción educativa de conformidad
del conjunto del cuerpo social, de manera que los objetivos e intereses de la clase dominante
aparezcan como datos y valores universales”. (GRISSONI, D. y MAGIORI, R. Leer a Gramsci.
Ed. Zero. Madrid. 1974. Pág. 167).

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Los grandes aportes del autor italiano a la teoría marxista de la época que,
hundida en el economicismo dogmático se mostraba totalmente incapaz de
entender el Estado en toda su complejidad, giran, como es sabido, entorno a la
dictadura de clase y su contenido de “hegemonía”, es decir, en el sentido del
“consenso” con el que llega a contar la clase en el poder. Mediante sus
escritos, Gramsci planteó un conjunto de ideas inéditas para la teoría del
Estado y el poder, marxista y no marxista, existente hasta entonces y que,
revolucionaron este campo de estudio. Ideas que prefiguran muchas de las
que, varios decenios después de la redacción de Los Cuadernos, serían
presentadas -como resultado independiente de sus propias reflexiones- por
Michel Foucault7. Detengámonos pero ahora en la teoría de Gramsci.

3. La obra de Gramsci. Dificultades para leerla

Existen varias razones que hacen de la obra de Gramsci una obra de difícil
lectura. Algunas de éstas son:

- Gramsci había sido fundador del PCI y durante la dictadura de Mussolini, era
uno de sus máximos dirigentes, hecho que lo llevó a la cárcel. Es en
condiciones de encarcelamiento (1926-1937) y, por tanto, de censura -a
Gramsci le entregaban un cuaderno, cuando lo terminaba se lo revisaban y de
pasar la censura le entregaban otro para que continuara-, que escribe la mayor
parte de su obra, Los cuadernos de la cárcel. Por este motivo, tiene que usar
códigos en su escritura, utilizando términos que encubrieran el tratamiento de
temas que pudieran provocar se le retirara el privilegio de poder escribir, para
referirse a Marx y Engels habla “del uno y del otro”, para hacerlo de Lenin dice
“Ilici”, para decir filosofía marxista dice “filosofía de la praxis”, etc.;

- El carácter desordenado, fragmentado y en ocasiones inconcluso de sus


escritos. Gramsci escribía sobre un tema, de repente lo hacía sobre otro para

7
Al igual que Gramsci, Foucault alertó del carácter difuso de las redes de relaciones que
afianzan la dominación, e insistió que el poder de la clase dominante no se apoya sólo, ni
esencialmente, en el control de las estructuras públicas institucionalizadas (Estado), sino en su
capacidad de regular los procesos de producción cultural. La tesis fundamental de Foucault es
que no existe una instancia puntual de poder. El estatuto ontológico del poder no es el de un
“ente-objeto” concentrado en las instituciones públicas y desde donde se controla todo, sino
que el poder es una compleja red de relaciones que se expande transversalmente en la
sociedad a través de todo el conjunto de organismos e instituciones sociales (micropoderes).
Si bien Foucault coincidia con Gramsci en que el poder se basa en la producción de
subjetividad o cultura, la gran crítica que autores como Perry Anderson, Anthony Giddens, Alain
Tourain o Jürgen Haberlas, hicieron a la obra de Foucault, fue su excesiva “ontologización” del
poder. El haber absolutizado tanto la capacidad abarcadora y el efecto homogeneizador del
poder que lo convertían en algo de lo que era imposible escapar (las estructuras sociales
predeterminan la actividad y el pensar de los sujetos, al margen de su voluntad y sin que este
pueda hacer nada. El sujeto como “idiota cultural”) y, por tanto, en su teoría no había espacio
para la resistencia y la subversión. (Véase FOUCAULT, M. Vigilar y castigar. Ed. Siglo XXI.
México. 1986; TOURAIN, A. Crítica a la modernidad. Ed. Temas de hoy. Madrid. 1993;
GIDDENS, A. Política y sociología en Max Weber. Ed. Alianza. Madrid. 1995).

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volver después al primero y así sucesivamente, llegando a encontrar incluso


fragmentos que se contradicen abiertamente;

- La dificultad para encontrar su obra. Después de la muerte de Gramsci, su


cuñada consiguió llevarse los originales a la Unión Soviética, donde tuvieron
que esperar hasta el final de la II Guerra Mundial para poder pensarse en su
publicación. En 1948 por primera vez, el PCI publica unos volúmenes
agrupando la obra de Gramsci por temáticas, ésta no obstante, no sigue el
orden cronológico que le dio el autor. Más tarde en 1975 se publicó la famosa
Edición crítica que son los cuadernos publicados tal y como los escribió el
autor. La publicación a otros idiomas de esta obra también ha tenido una
historia complicada, hasta mediados de los 80 no se dispuso de una traducción
no ya completa, sino confiable, de los cuadernos de cárcel en alemán. En
español, empiezan a aparecer a finales de los 50 en Argentina algunos textos
traducidos, pero no es hasta el año 2000, que la editorial Era, de México, ha
consiguió completar la edición integra y crítica de los Cuadernos; y,

- La bibliografía pasiva. Durante muchos años Gramsci ha sido silenciado por el


propio marxismo dogmático oficial o soviético. La instrumentalización que a lo
largo de su historia, ha hecho el PCI y otros intelectuales de la obra de
Gramsci, para justificar públicamente su apuesta por la moderación y el
reformismo (eurocomunismo, “el compromiso histórico”, etc.)8, llevó al rechazo
de Gramsci por parte del resto de los Partidos Comunistas y a la eliminación de
este en los estudios sobre marxismo. En la República Democrática Alemana,
en la década del 80, se incluyó el estudio de Gramsci para los estudiantes de la
carrera de filosofía en algunas universidades, pero en ninguno de los países
del campo socialista europeo se utilizó su obra en la enseñanza de la filosofía
marxista a los estudiantes de otras carreras. En Cuba, durante la década de
1960 en las selecciones de lecturas para los estudiantes publicadas por el
Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana se incluyeron
fragmentos de El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce y
Gramsci estaba incluido en la enseñanza de la filosofía en todas las carreras
universitarias, a partir de 1971 pero, con la apropiación de toda la esfera
académica y de la enseñanza cubana por parte del marxismo dogmático, este
desaparece de los programas y no es recuperado hasta finales de los 80.9

8
Uno de las principales autores, que difundió una interpretación instrumentalizada y errónea
de Gramsci fue Norberto Bobbio. En el Congreso sobre Gramsci celebrado en Cagliari en 1967,
Bobbio presentó la ponencia “Gramsci y la concepción de la Sociedad Civil”, en la que se
despoja todo el pensamiento gramsciano de su contenido revolucionario. (Véase BOBBIO, N.
Gramsci y la concepción de la sociedad civil. Ed. Avante. Barcelona. 1977).
9
Sobre la recepción de Gramsci en Cuba véase VV.AA. Hablar de Gramsci. Ed. Centro de
Investigación de la Cultura Cubana Juan Marinello / Cátedra de Estudios Antonio Gramsci. La
Habana. 2003. Pág. 75-171.

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4. El concepto de hegemonía y el lugar de su constitución: la sociedad


civil

El concepto de Hegemonía fue usado por primera vez en 1919 por Lenin y
Plejanov en su sentido etimológico de “conducir” o “ser guía”, para indicar la
misión del proletariado como dirigente del resto de las clases sociales. Esta
concepción hay que contextualizarla en el enfrentamiento que durante la
llamada fase democrático-burguesa de la Revolución soviética mantienen los
sectores bolchevique y menchevique respeto el papel que había de jugar el
proletariado en el interior de la alianza de la clases que había hecho triunfar la
revolución. El concepto de Hegemonía usado primeramente por Lenin y
Plejanov surge pues, para referirse al papel central o “hegemónico” que juega
una clase social en una alianza de clases.

La elaboración posterior efectuada por Gramsci es, sin embargo, la que ha


terminado imponiéndose en las Ciencias Sociales como una nueva visión del
poder. El desarrollo del concepto de Hegemonía que Gramsci realiza, movido
por un interés político-práctico de entender los mecanismos de conformación y
consolidación de la dominación y la estrategia a seguir por la revolución para
subvertirlos, nace de la observación del fascismo en la Italia y la Europa de su
época. La pregunta: ¿Cómo es posible que el fascismo pueda asimilar y
obtener el apoyo voluntario de las masas, incluida la clase obrera?; y el análisis
de esta causa: uso de mecanismos complejos de movilización ideológica, el
constituirse como un movimiento de masas, la utilización del poder carismático,
la estetización de la política (la política como expresión estética), la
implementación de políticas sociales (aumento salarios, construcción de
viviendas, etc.), el corporativismo o crítica al parlamentarismo liberal por su
incapacidad de representar a las masas, el recurso a la irracionalidad y el
repudio a la racionalidad, etc.; es lo que lleva al autor italiano a empezar a
reflexionar sobre el poder y a plantearse aquello político, no como un fenómeno
puramente económico de acuerdo con lo que concebía el marxismo oficial de la
III Internacional, representado por Bujarin, el cual pensaba que la crisis
económica en la devastada Europa de posguerra llevaría a la crisis política del
capitalismo, sino como alguna cosa que se mueve en el campo de lo espiritual,
en la esfera de la gnoseología. La dominación no es algo objetivo y separado
del hombre, sino también algo que existe en el hombre, los hombres
“obedecen” o “desobedecen” impulsados por un sentido de moralidad, por creer
que unas normas son “buenas-malas”, “justas-injustas”.

Aunque no aparece en la obra de Gramsci una definición formal del concepto


hegemonía, puede entretejerse de su conjunto una definición de lo que el autor
entiende por ello. Uno de los trazos característicos de las sociedades
capitalistas, dice, es la existencia en períodos de normalidad (cuando no se
agudiza la amenaza o el estallido de algún tipo de crisis) de un consenso
generalizado -activo o pasivo- por parte de las diferentes clases sociales hacia
la dirección que otra clase ejerce sobre el conjunto de la formación social. La
existencia de este consenso generalizado, obtenido gracias a un determinado
control-dirección de índole ideológica ejercida por una clase, significa que esa
clase es hegemónica.

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Ahora bien, tal dominación de carácter consensualista, el control-dirección de


índole ideológica, este “hacer hacer” -conseguir que los individuos produzcan
unas y no otras conductas de manera totalmente voluntaria-, la clase
hegemónica consigue llevarla a cabo no por la capacidad de convicción de su
discurso, de su fraseología, por tener capacidad de pronunciar un conjunto de
palabras que crean el frenesí en las masas, sino porque es capaz de
estructurar la construcción ideológica de la sociedad alrededor de un sistema
cultural. La Hegemonía para Gramsci, como afirmábamos al inicio, es una
producción cultural.

La construcción de la dominación capitalista, establece, tiene sus fundamentos


en un proceso histórico de deconstrucción-construcción de lo social, de
creación de un sistema de relaciones sociales, legitimador y reproductor de la
dominación burguesa, que aparece ante nosotros como natural y necesario
cuando en realidad no es más que cultural y artificial. Como escribió Georg
Jellinek en su Teoría General del Estado (1900): “el origen de la creencia de
que existen relaciones normales, procede de una determinada actitud del
hombre, psicológicamente condicionada, ante los hechos. El hombre ve lo que
constantemente le rodea, lo que sin cesar percibe y sin interrupción ejecuta, no
sólo como un hecho, sino también como una norma de juicio, a la que intenta
hacer que se conformen y adecuen los hechos heterogéneos y
discordantes”10.11 “Una realidad histórica objetiva -dice Eric Weil en Hegel e lo
Stato e altri scritti hegeliani (1988)- es necesaria no por sí misma, sino porque
el hombre ha creado una esfera de la necesidad”12. Así pues, la construcción
de una cotidianidad o realidad de vida cotidiana -relación de las personas entre
ellas, con las instituciones y estructuras sociales, la producción simbólica, la
naturaleza y el mundo de objetos materiales- donde modos de prodecer ideo-
lógicos establecidos por la clase dominante se convierten en modos de
proceder lógicos de y para todos (la repetebilidad deviene normalidad), es el
elemento básico para la construcción de la Hegemonía política. En este sentido
Gramsci define el “sentido común”, que describe como la “conciencia
cotidiana”, como la “filosofía de los no filósofos”, como un instrumento de

10
JELLINEK, G. Teoría General del Estado. Ed. Librería General de Victoriano Suarez.
Madrid. 1914. T.I. Pág. 428.
11
Georg Jellinek conjuntamente con Eugene Ehrlich fueron los máximos representantes de la
llamada concepción psicologista del Derecho, la cual afirmaba que los hombres obedecen o
desobedecen las normas impulsados o motivados por un sentido de moralidad, por creer que
estas son “buenas” o “malas”, “justas” o “injustas” (idea expresada ya previamente en 1984 por
Rudolf Bierling en Juristische Prinzipienlehre (véase BIERLING, E.R. Juristische
Prinzipienlehre. T.I. friburgo de Besgovia/Leipzig. 1894. Citado por ALEXY, R. Concepto y
validez del Derecho. Ed. Gedisa. Barcelona. 1994. Pág. 23). Pero ¿quien o qué determina este
sentido de moralidad?, ¿qué determina lo que los hombres creen como bueno o malo?. Tanto
el propio Jellinek, como Ehrlich, afirman que tal sentido de moralidad es modelado y
determinado, en gran parte, no por principios de justicia absolutos y universales como
establece la interpretación iusnaturalista, sino por el poder del hábito, por lo que llaman, la
fuerza normativa de lo real. (Véase JELLINEK, G. Ob. Cit. y EHRLICH, E. Metodología de la
ciencia del derecho.Ed. Ariel. Barcelona. 1980).
12
WEIL, E. Hegel e lo Stato e altri scritti hegeliani. Ed. Guerini. Milán. 1988. pág. 258-259.

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dominación de clase. “Lo que hace que el poder se sostenga, que sea
aceptado, -dirá Foucault años más tarde- es sencillamente que no pesa sólo
como potencia que dice no, sino que cala de hecho, produce cosas, induce
placer, forma saber, produce discursos; hay que considerarlo como una red
productiva que pasa a través de todo el cuerpo social en lugar de cómo una
instancia negativa que tiene por función reprimir”13.

Es por ello que Gramsci se refiere a la necesidad para toda clase social que
quiera tomar el poder e instaurar un orden favorable a sus intereses, de
promover primero, una transición o adaptación de la realidad social hacía su
ideología-cultura: “La supremacia de un grupo social se manifiesta de dos
modos, como dominio y como dirección intelectual y moral. Un grupo social es
dominante respecto de los grupos adversarios que tiende a liquidar o a
someter incluso con la fuerza armada, y es dirigente de los grupos afines y
aliados. Un grupo social puede y hasta tiene que ser dirigente ya antes de
conquistar el poder gubernativo (esta es una de las condiciones principales
para la conquista del poder); luego, cuando ejerce el poder y aunque lo tenga
firmemente en las manos, se hace dominante pero tiene que seguir siendo
también dirigente. (...) debe haber una actividad hegemónica incluso antes de
llegar al poder, no se tiene que contar sólo con la fuerza material que da el
poder para ejercer una dirección eficaz”14. A este proceso previo de
transformación de las relaciones sociales por parte de una clase, es lo que
Gramsci, tomando un concepto que había sido utilizado por Vicenzo Couco
(1770-1823) para referirse a la revolución napolitana de 1799, llama una
“revolución pasiva” o “revolución sin revolución”.

Sobre esta cuestión, Max Weber en La ética protestante y el espíritu del


capitalismo (1905), explicó de forma brillante como la expansión durante los
siglos XVI y XVII del protestantismo ascético de impronta calvinista-puritana, el
cual anclaba su ética en la “teoría de la predestinación”15, permitió a la
burguesía -el mapa de consolidación de la reforma viene a coincidir con las
áreas del mundo francogermano y flamenco donde existe mayor desarrollo
comercial- empezar a desarrollar en la población, una “mentalidad capitalista”
ya antes de las revoluciones con las que más tarde conquistarían el poder. La

13
FOUCAULT, M. Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Ed. Tecnos. Madrid.
1981. Pág. 137.
14
GRAMSCI, A. Antología. Ed. Siglo XXI.México. 1977. Pág. 486.
15
Ésta teoría parte de los siguientes principios: Dios ha decidido desde la eternidad condenar
a una parte de la humanidad y salvar la otra, sin que los hombres puedan hacer nada para
alterar este designio divino. A la cuestión que este axioma genera inmediatamente en cada
uno de los creyente: ¿soy yo un elegido? ¿cómo puedo estar seguro de esta elección?, los
calvinistas predican a sus creyentes que tienen la obligación de sentirse elegidos y rechazar
cualquier duda como “tentación del demonio”, pues si faltaba esa seguridad era señal de una
fe insuficiente. La manera de estar seguros de su elección es un trabajo profesional
permanente e infatigable, solo llevando una vida orientada sistemáticamente al trabajo
profesional como medio para la glorificación de Dios, se puede tener la certeza subjetiva de
ser un elegido. El trabajo sin descanso, no sirve para “conquistar” la salvación, pero sí para
liberar al creyente del miedo acerca de su salvación.

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Reforma protestante, mediante su teoría de la predestinación, desarrolló en los


creyentes calvinistas un modo de vida caracterizado por la sistematización y
por la organización completa de la vida entorno al trabajo. Si antes, el trabajo
era un medio, el hombre trabajaba para conseguir el dinero necesario con que
satisfacer sus necesidades materiales y en caso de disponer de alguna riqueza
evitaba trabajar, ahora el trabajo se convierte en un fin en su mismo (surge la
idea de “profesión”), el hombre queda referido a la idea de trabajar y ganar
dinero como el objetivo de su vida. Se crea el “hombre económico” moderno16.
En palabras de Gramsci: “toda revolución ha sido precedida por un intenso
trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas”17.

En resumen, cuando una clase social o alianza de clases consigue el control a


la vez, de los medios de producción (infraestructura económica) y el control de
la dirección ideológica de la sociedad (superestructura político-ideológica),
Gramsci dice que esa clase crea un Bloque Histórico: “la estructura y las
superestructuras forman un bloque histórico, o sea, que el conjunto complejo,
contradictorio y discorde de las superestructuras es el reflejo de las relaciones
sociales de producción”18, y por tanto es hegemónica, como dice M.A.
Macciocchi: “estos dos conceptos -hegemonía y bloque histórico- son
inseparables puesto que, según Gramsci, es en el interior de un bloque
histórico donde se realiza una hegemonía determinada”19.

Como he señalado anteriormente, para que una clase se haga con el control-
dirección de índole ideológica, ésta ha de conseguir estructurar la construcción
ideológica de la sociedad alrededor de un sistema cultural o de relaciones
sociales, de ahí la importancia que en Gramsci tendrá el concepto de
“Sociedad Civil”.

Sobre el concepto de Sociedad Civil se desarrolla gran parte del sistema


conceptual gramsciano. La Sociedad Civil, dice Gramsci, es el espacio de la
ideología, el marco donde se produce la Hegemonía, no entiende por Sociedad
Civil pero, ni en el sentido actual (Sociedad Civil como todo aquello que no es
Estado o como espacio de libre asociatividad) ni en el sentido que lo hicieron
Marx y Engels en La Ideología Alemana (1845-46) (identifican Sociedad Civil
con infraestructura económica, pues consideran la primera como el conjunto de
las relaciones materiales de los individuos en una etapa a la que corresponde
un determinando desarrollo de las fuerzas productivas) 20, sino como

16
Véase WEBER, M. La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Ed. Alianza. Madrid.
2001.
17
GRAMSCI, A. Antología. Ed. Ciencias Sociales. La Habana. 1973. Pág. 16.
18
GRAMSCI, A. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Ed. Nueva
Visión. Buenos Aires. 1971. Pág. 49.
19
MACCIOCCHI, M.A. Pour Gramsci. Editions du Seuil. Paris. 1974. Pág. 161.
20
Por tal motivo afirma Norberto Bobbio que el rescate gramsciano del concepto no es lo que
le asocia a Marx sino lo que le distancia de él. (BOBBIO, N. Gramsci y la concepción de la
Sociedad Civil. 1968. Pág. 149. Citado por ALONSO, A. El contexto de Sociedad Civil en el

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“organización social”, como institución con unas normas sociales, Sociedad


Civil como opuesto a Sociedad Natural o Salvaje. A Gramsci le interesa
destacar la Sociedad Civil no como un espacio donde hay determinadas cosas,
sino como una organización o sistema de relaciones sociales con unas normas
en funcionamiento, englobantes y asimilantes que encarrilan la actividad y el
pensar de los sujetos, que los definen y constituyen a todos por igual como
miembros de una misma cultura.

En este sentido, Gramsci divide el Estado en dos grandes planos


superestructurales: la Sociedad Civil, que constituye el momento de la
hegemonía o del consenso, y la Sociedad Política21, que constituye el momento
de la fuerza, de la coerción y dominación considerada en su sentido estricto y
de acuerdo con la concepción tradicional del Estado como máquina para la
opresión de una clase sobre las otras.22 El Estado es igual a Sociedad Civil
más Sociedad Política, que equivale a decir, “Hegemonía revestida de
coerción”23 o “Hegemonía más dictadura”24. Tal división le costo a Gramsci una

debate contemporáneo. En Revista Internacional Marx Ahora. Núm. 2. La Habana. 1996.


Pág.122.)
21
No hay que confundir “dirección política” con “Sociedad Política”. La Sociedad Política es en
Gramsci el lugar correspondiente a la función de dominio directo, pero la dirección política es
un aspecto de la hegemonía y no se identifica con la fuerza. El ejercicio de control-dirección
ideológica de una clase sobre las otras, mediante la cual la primera se hace hegemónica,
engloba dos tipos de dirección:
- la dirección intelectual-moral: ésta es la dirección ideológica propiamente dicha, entendiendo
ideología en tanto hecho cultural, es decir como la unión de una concepción del mundo con
unas normas de conducta que se desprenden de ella. Esto es, la elaboración-difusión de la
concepción del mundo que, propia de una clase, llega a generalizarse en toda la formación
social, extendiéndose hasta tal punto entre las otras clases que éstas llegan a actuar y pensar
según los valores y principios inculcados por aquella. De esta manera se legitima todo un
sistema de relaciones sociales cristalizado en el Estado y, en consecuencia, se legitima
indirectamente al Estado; y,
- la dirección política: la constituyen el conjunto de organismos que más tarde han sido
llamados Aparato Ideológico del Estado Político o Aparato Ideológico Político, y que engloba en
general el aparato de régimen de democracia parlamentaria propio de países occidentales, es
decir: parlamento, sufragios, partidos, etc., a través de los cuales se elabora y difunde una
concepción que presenta el Estado como algo con carácter universal, como representante del
interés general del pueblo-nación, con todo lo cual se legitima directamente al Estado;
En consecuencia, Dirección Política ejercida en la Sociedad Civil, no es igual a dominación
política, ejercida en la Sociedad Política.
22
“... Se pueden fijar dos grandes planos superestructurales -dice Gramsci-: el que puede
llamarse de la Sociedad Civil, es decir, el conjunto de organismos vulgarmente llamados
privados, y el de la Sociedad Política o Estado, que corresponden a la función de hegemonía
ejercida por el grupo dominante en toda la sociedad y a la función de dominio directo o de
mando que se expresa en el Estado y en el gobierno jurídico”. (GRAMSCI, A. Cultura y
Literatura. Ed. Península. Barcelona. 1972. Pág. 35).
23
GRAMSCI, A. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado Moderno. Ed.
Nueva Visión. Buenos Aires. 1972. Pág. 158.
24
GRAMSCI, A. Passato e Presente. Editori Riuniti. Roma. 1971. Pág. 104.

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dura crítica por parte de Nicos Poulantzas (1936-1979) en Hegemonía y


dominación en el estado moderno (trad. 1969).25

Ahora bien, en su función de espacio de elaboración-difusión de la ideología, la


Sociedad Civil puede abordarse, según Gramsci, desde dos perspectivas:

1) abajo-arriba. Sociedad Civil como “disgregación” del sistema hegemónico


(subversión); o,

2) arriba-abajo. Sociedad Civil como “contenido ético” de Estado (dominación).


La principal diferencia entre estos dos momentos está en la inexistencia en el
primer caso, y existencia en el segundo, de un nexo, en palabras de Gramsci
“orgánico”, entre Sociedad Civil y Sociedad Política, entre sociedad y Estado.
La adhesión de cualquier teoría social de clase a la primera o segunda de
estas dos concepciones de Sociedad Civil (dominación-subverción), variará en
función de si su posición en la jerarquía social del poder se ubica arriba o
abajo.

Como describe Jorge Luis Acanda hace en su libro Sociedad Civil y


hegemonía (2002), en el liberalismo temprano del siglo XVII, en un contexto
histórico de lucha liberal por el tránsito del feudalismo al capitalismo y, por
tanto, desde una posición de oprimidos (abajo), “cuestionando los poderes de
las monarquías despóticas y sus pretensiones de sanción divina, el liberalismo
pretendío restringir los poderes del Estado y definir una esfera privada
especial, independiente de la acción del Estado”26, la Sociedad Civil, donde
pudiera auto-desarrollarse como clase.

Aquí, ésta era entendida como el espacio donde los individuos propietarios
desplegaban su actividad mercantil, como espacio público de intercambio e

25
La crítica que en este sentido, formuló sobre él, Nicos Poulantzas en Hegemonía y
dominación en el Estado moderno, fue, el haber querido restringir el concepto de hegemonía y
de distinguir en principio, en las estructuras de dominación y de explotación de la sociedad
moderna, entre poder directo de dominación -fuerza y coerción- ejercido por el Estado y el
gobierno “jurídico” (o sea por la Sociedad Política, término empleado no el sentido marxista del
Estado político sino en el que asume en la ciencia política en general) y poder indirecto de
dirección intelectual y moral y de organización-hegemonía, ejercido por la clase hegemónica
en la Sociedad Civil por medio del conjunto de las organizaciones habitualmente consideradas
como “privadas” (iglesia, enseñanza, instituciones culturales, etc.). Gramsci -dice Poulantzas-
sólo pudo concebir esos dos aspectos del poder como manteniendo relaciones de
complementariedad: “el más grande teórico moderno de la filosofía de la praxis -nos dice
Gramsci de Lenin- en el terreno de la lucha y la organización política revaluó, en oposición a
las diversas tendencias economistas, el frente de la lucha cultural y elaboró la teoría de la
hegemonía como complemento de la teoría del Estado-fuerza”, pero no como una unidad
contradictoria de dirección-violencia, organización-coerción, etc. A pesar de esta crítica de
Poulantzas, no cabe duda que si Gramsci se hubiera detenido más en lo jurídico, en
congruencia consigo mismo, hubiera reconocido junto al carácter represivo, el carácter positivo
o movilizador del Derecho, como dos caras de un mismo fenómeno. (POULANTZAS, N.
Hegemonía y dominación en el Estado moderno. Ed. pasado y presente. Córdoba. Argentina.
1969. Pág. 77 y 78).
26
HELD, D. Modelos de democracia. Ed. Alianza. Madrid. 1991. Pág. 58.

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interacción económica. El desarrollo de tal Sociedad Civil, en estrecha


interrelación con las nociones de individuo (entendido como varón propietario)
y razón (transfigurada en razón instrumental, como expresión sublimada de las
leyes del funcionamiento del mercado), fueron los tres elementos básicos y
consustanciales a la revolución efectuada por la burguesía y constituyó una
arma fundamental para la disolución de la sociedad feudal y creación de la
modernidad.

La concepción liberal-temprana de la Sociedad Civil implicó pues, la


“autonomización” de lo social con respecto a lo político y lo estatal 27, la
separación entre Sociedad Civil y Sociedad Política y la constitución de la
Sociedad Civil como espacio de disgregación de la hegemonía feudal.

También Marx, y partiendo de esta primera interpretación de la Sociedad Civil,


en La guerra civil en Francia (1871), donde aporta ideas de carácter
estratégico para los proyectos socialistas ulteriores, señala, particularmente en
el capítulo tercero, la Sociedad Civil -ejemplificada mediante la Comuna de
París- como el espacio desde donde articular la organización de los
trabajadores y el proceso revolucionario enfilado contra la burguesía y el
capitalismo.28

Por el contrario, esta concepción cambia cuando la Sociedad Civil se analiza


desde “arriba”. Una vez situada en el poder, la burguesía se esforzó por
neutralizar la carga o el contenido originalmente crítico de la Sociedad Civil, y
articular el enlace Estado-Sociedad Civil, convirtiendo a ésta en espacio no de
rebelión sino de socialización. La nueva concepción de Sociedad Civil como
“contenido ético” de Estado va conformandose de manera progresiva.

En contra del planteamiento inicial del liberalismo -Estado no interventor-


(ruptura individuo-comunidad) Georg W. F. Hegel (1770-1831) planteó la
necesidad para conseguir la adhesión de los ciudadanos entorno al Estado, de
crear unos valores éticos comunes -Sittlichkeit- (diferencia entre interés público
y privado), haciendo que el hombre dejara de concebirse como un simple
sujeto individual y se apropiara “en si” del ciudadano abstracto del Estado, que
en su calidad de hombre individual devenga también ser genérico. Si bien el
aporte de Hegel no rompió todavía la separación entre Sociedad Política y
Sociedad Civil, sí fue el primero que concibió estas dos esferas no ya como
contrapuestas, sino como profundamente interrelacionadas por nexos de
exterioridad.

El proceso de fusión completa entre Sociedad Política y Civil se produce, como


describió brillantemente Gramsci, a partir de 1848. La fuerte y creciente

27
Véase ACANDA, J. L. Sociedad Civil y Hegemonía. Ed. Centro de Investigación y Desarrollo
de la Cultura Cubana Juan Marinello. La Habana. 2002. Pág. 133-135.
28
Véase MARX, K. La Guerra Civil en Francia. En MARX, K. y ENGELS, F. Obras escogidas
en dos tomos. Ediciones en lenguas extranjeras. Ed. Progreso. Moscú. 1955. T.I. Pág. 539-
555.

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organización de la clase obrera en diversas formas asociativas y sus


demandas entorno a los “derechos de ciudadanía”, hacía aparecer a ésta
como un verdadero peligro para el poder burgués. Tal situación arrancó al
liberalismo un cambio en el sentido de fortalecimiento del Estado, de
intervencionismo o garantía de derechos a los ciudadanos, se pasa de la
concepción del Estado garante -de la individualidad- a la del Estado gerente.
Ahora bien, “el Estado burgués no sólo reforzó su presencia en la economía,
sino que el liberalismo legitimó su intrusión en la propia esfera de lo civil, para
que regulara los espacios de asociatividad de forma tal que lograra impedir o
limitar la constitución de entes colectivos capaces de desafiar el dominio del
capital”29. Todo aquel conjunto de organismos o instituciones sociales que
hasta el momento eran considerados como privados (escuela, universidad,
asociaciones culturales, etc.) pasan ahora a ser públicas, del Estado -
politización de la Sociedad Civil-. Gramsci señala: “además de la escuela en
sus diversos grados (...) se debe hacer una lista de las instituciones que han
de considerarse de utilidad para la instrucción y la cultura públicas y que, como
tales se consideran, de hecho, en una serie de Estados; estas instituciones no
serían accesibles al gran público -y es evidente que por razones nacionales
han de ser accesibles- sin una intervención estatal”30.

“Surgieron las formas modernas de dominación, basadas en lo que puede


denominarse expansión molecular del Estado, en un redimensionamiento de
su morfología. El Estado capitalista se reestructuró por medio de un proceso
que asimiló el desarrollo complejo de la Sociedad Civil a la estructura general
de la dominación -la politización de lo social implicó la socialización de la
política-”31. El sujeto ya no es considerado al nivel de sus actos, sino de sus
virtualidades, se entra en lo que Michel Foucault, en Vigilar y castigar (1975),
partiendo de la teoría del “panoptismo”, de la “sociedad panóptica”, de Jeremy
Bentham, llamó la época de la ortopedia social o sociedad disciplinaria32. Se
trata de una forma de poder basada en la conversión de los diferentes
espacios de lo civil en productores de reglas capaces de “pre-encauzar” las
conductas de los individuos hacia lo considerado “socialmente bueno” por las
clases dominantes. Una organización social a partir y en el espacio de la cual
emergen determinados tipos de saber y conocimientos que reproducen la
dominación.

Sociedad Civil y Sociedad Política pues, se fusionan, este giro influye en la


creación de una nueva concepción de Sociedad Civil, la de ésta como
“contenido ético de Estado”.

29
ACANDA, J.L. Sociedad Civil y Hegemonía. Ob. Cit. Pág. 237.
30
GRAMSCI, A. Cultura y literatura. Ed. Península. Barcelona. 1972. Pág. 82-83.
31
Idem. Pág. 241.
32
Véase FOUCAULT, M. Vigilar y castigar. Ob. Cit. Pág. 199-232.

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5. Los intelectuales y la organización de la hegemonía

Si al analizar su lugar de constitución hemos podido acercarnos al


funcionamiento de la Hegemonía, nos falta, para acabar de comprender este
funcionamiento, examinar de que manera se realiza su organización y quienes
son los agentes encargados de llevarla a cabo. En Gramsci, ésta corre a cargo
de los intelectuales en tanto que categoría social. Conjuntamente con el de
Sociedad Civil, el concepto de intelectual ha sido considerado como uno de los
conceptos clave de la teoría gramsciana de la Hegemonía. Pero, ¿Qué son
para Gramsci los intelectuales?.

La importancia del concepto viene dada, en su misma definición, por el hecho


de que ésta no toma como punto de partida: ni, 1) la tradicional distinción entre
trabajo manual y intelectual. El criterio que permite distinguir la actividad de los
intelectuales de las restantes actividades de los otros grupos, no puede -dice
Gramsci- buscarse en las características intrínsecas de dicha actividad, dado
que “ en cualquier trabajo físico, incluso el más mecánico y degradado, existe
un mínimo de calificación técnica, es decir, un mínimo de actividad intelectual
creadora (...), la intervención intelectual no puede excluirse de ninguna
actividad humana, el homo faver no se puede separar del homo sapiens”33.34;
ni, 2) la visión común, de carácter idealista, que concibe a los intelectuales
como un grupo que existe por encima y por fuera de las relaciones de
producción, esto es, como una elite que monopoliza las distintas formas
culturales de conocimiento, creación y expresión. Al contrario, Gramsci habla
de una profunda inserción de este grupo en la producción y reproducción del
modo de producción;

Frente a estas concepciones, Gramsci plantea un nuevo criterio de


diferenciación, lo que permite distinguir los intelectuales de los otros grupos, no
es la actividad en si misma que realizan sino la “función” que dentro del sistema
de relaciones sociales dicha actividad ejerce. Por intelectuales ha de
entenderse todos aquellos que mediante su actividad transmiten valores,

33
GRAMSCI, A. Cultura y Literatura. Ed. Península. Barcelona. 1972. Pág. 31.
34
De acuerdo con esta distinción, el marxismo oficial interpretaba la intelectualidad
exclusivamente desde un punto de vista economicista, teniendo en cuenta sólo su tipo de
actividad laboral y su relación de propiedad con los medios de producción, y la presentada
como un sector o grupo intermedio y ambivalente, que oscilaba entre la burguesía y la clase
obrera. Explotada por la primera, se inclina a alinearse con el proletariado, pero condenada al
individualismo por las propias características del trabajo que realiza, era considerada como
portadora de vicios e inclinaciones pequeñoburguesas; Además, esta concepción concluía con
una diferenciación entre intelectualidad científico-técnica, responsabilizada de con el desarrollo
de las fuerzas productivas -y, por ende, muy importante para la construcción de un socialismo
que se entendía desde una visión cosificada, y que supuestamente realiza una actividad s
contenido ideológico-, y la intelectualidad humanista, que no contribuye al desarrollo de las
fuerzas productivas, por lo que es menos importante que los ingenieros o los químicos y que,
para justificar su existencia en el socialismo, debían devenir propagandistas de la línea del
partido, reflejar en sus poemas, pinturas, novelas o esculturas los ideales del realismo
socialista y apoyar las directivas del Partido con sus investigaciones y monografías. (ACANDA,
J.L. El malestar de los intelectuales. En Revista TEMAS. No. 29. La Habana. Abril-junio
2002. pág. 12).

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racionalidades, modos de vida, principios de organización del espacio, modos


de actividad, etc. contributivos a la reafirmación o reproducción de las
normas de la cultura cotidiana legitimadora de las relaciones sociales (muchas
veces incluso de manera inconsciente e independientemente de su voluntad,
pues en ocasiones la legitimación viene determinada no por los mismos
intelectuales sino por las estructuras des de las que actúan, como puede ser el
caso de los miembros de un parlamento o de los partidos políticos) o a la
subversión de las mismas. En tanto el poder se estructura, existe y se ejerce,
como hemos dicho, en todos los actos o normas del sistema de relaciones
sociales o de la cotidianidad -el capitalismo se perpetua gracias al desempeño
de poderes que se ejercen por todo el cuerpo social, decía Foucault- y la
hegemonía de la clase dominante se enraíza en ellos, los intelectuales que de
acuerdo con esta concepción son ahora un fenómeno de masa (“intelectual
masa”) -hay miles, ya no son unos pocos, los profesores, los locutores de radio
y televisión, los artistas, los policías, los militares, los cineastas, etc.- serán los
encargados del funcionamiento del aparato hegemónico -Gramsci les llama
“intelectuales orgánicos”, en tanto son parte orgánica del proceso de
reproducción del sistema de relaciones sociales o de la cultura dominante- o de
la construcción de espacios contrahegemónicos. “El modo de ser del nuevo
intelectual -escribe el autor italiano- ya no puede consistir en la elocuencia
motora, exterior y momentánea, de los afectos y de las pasiones, sino que el
intelectual a aparece insertado activamente en la vida práctica, como
constructor, organizador, persuasivo permanente, no como simple orador”35.
Así pues, esta concepción gramsciana de la intelectualidad tiene mucho que
ver con su interpretación de la Hegemonía. Los intelectuales son los agentes
sociales de afianzamiento u organización de la Hegemonía.

6. Disolución de la hegemonía. La crisis orgánica como crisis hegemónica

En palabras de Gramsci, una de las condiciones para la disolución del sistema


hegemónico de la clase dominante es que se produzca una crisis orgánica, que
no es más que una ruptura del nexo orgánico entre infraestructura económica y
superestructura político-ideológica, esto es, una “crisis de autoridad” de la clase
dirigente, una pérdida de su capacidad de control-dirección moral e intelectual
o, lo que es lo mismo, del consenso: “una crisis orgánica es la ruptura del nexo
orgánico entre infraestructura y superestructura, con lo cual el bloque histórico
comienza a disgregarse. Una ruptura de tal índole supone que las
orientaciones dadas por la clase dominante ya no encuentran justificación
ideológica frente a otras clases”36. “Si la clase dominante ha perdido el
consenso, ya no es dirigente sino únicamente dominante, detentadora de la

35
GRAMSCI, A. Los intelectuales y la organización de la cultura. Ed. Lautaro. Buenos
Aires. 1960. Pág. 15.
36
GRAMSCI, A. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Ed.
Nueva Visión. Buenos Aires. 1972. Pág. 62.

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fuerza coercitiva, esto significa que las grandes masas se han separado de la
ideología tradicional, ya no creen en lo que antes creyeron”37.

La pregunta que surge aquí será entonces, ¿Por qué la clase dirigente ya no
obtiene el consenso?. Ésta deja de tenerlo cuando pierde el control de la
producción cultural, cuando ya no puede hacer aparecer sus intereses como
intereses generales, esto es, cuando la sociedad civil ya no actúa como
espacio de socialización o sujeción sino como espació de rebelión, cuando
aparecen en el si de la sociedad civil, en sus distintas instituciones sociales,
proyectos concretos de organización-funcionamiento económico, participativo,
etc. de tipo contra-hegemónico (con una dinámica interna y leyes de
funcionamiento, finalidades, etc. transformada) que, al estar en contacto directo
con el empleo del tiempo cotidiano, dispensando una normatividad-disciplina
fruto de sus propios códigos autorreguladores, se integran de manera
absolutamente anónima en la cotidianidad de los individuos y, por tanto,
desarrollan y expanden en ellos lógicas, racionalidades, dinámicas sociales o
reglas de civilidad específicas contradictorias con el orden socio-económico
formal. La expansión y desarrollo progresivo de proyectos micro de este tipo
tiene como consecuencia a largo plazo que, al confundirse y determinar la
actividad práctica de los individuos en su interior y por lo tanto, prolongarse
también después, transversalmente al conjunto de las relaciones sociales,
crearía en la sociedad una situación de conflicto entre ordenes cultural-
normativos, donde el orden económico, político y social formal no realizaría las
aspiraciones sociales.38 La disolución del bloque histórico sienta en
consecuencia, la posibilidad de un nuevo bloque que va constituyéndose
entorno a una hegemonía opuesta a la hegemonía que entra en crisis. La
hegemonía de la clase dominante sólo puede destruirse si se instaura un nuevo
modo de producción social, que permita una apropiación desajenante de la
realidad. Es en este sentido que Gramsci afirma que la construcción de una
nueva hegemonía liberadora implica la realización de una reforma39 intelectual

37
GRAMSCI, A. Passato e presente. Editori Reuniti. Roma. 1971. Pág. 62.
38
John Lewis Gillin en su obra Introduction to Sociology (1942), describe este momento de
desajustes entre los varios elementos en la configuración total de la cultura que interfiere
seriamente en el mantenimiento del consenso, como una situación de patología social. Ahora
bien, cuando el desorden que se produce es de tipo constructivo, aquel en que la ruptura de las
normas establecidas se produce con el ideal o finalidad, no de crear el desorden puro, el
desorden por el desorden, sino para instaurar normas nuevas y reformar instituciones
inadecuadas, nada hay de patológico en semejante proceso, por el contrario, es una
manifestación de vitalidad, de vida social dinámica. A este tipo de transformación social es a lo
que, propiamente y sin tergiversaciones, llamamos “revolución”. (Véase GILLIN, J.L.
Introduction to Sociology. New York. 1942. Citado por BUSTAMANTE, A.S. Sociología
Jurídica. Ed. Facultad de Derecho. Departamento de publicaciones Universidad de La Habana.
T.II. La Habana. 1942. Pág. 44-47).
39
“No es casual que Gramsci utilizara en los Cuadernos el concepto de reforma cultural en vez
de el de revolución cultural, mas común en el vocabulario marxista. Esto está relacionado con
la valoración que hizo de la Reforma religiosa del siglo XVI en Europa (véase la obra de M.
Weber citada anteriormente: La ética protestante y el espíritu del capitalismo), en
contraposición al Renacimiento. La Reforma devino paradigma en su representación del
cambio social, pues encarnaba un modelo de lo que significaba el desarrollo de una nueva
hegemonía cultural. Gramsci estableció una comparación entre el Renacimiento y la Reforma;

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y moral que sea capaz de crear una nueva cosmovisión e ideología en el


pueblo.

Esta es una concepción que se diferencia de la visión economicista,


mecanicista y estrechamente estatalista y juridicista de los procesos de
transición hacia una sociedad anticapitalista defendida por el marxismo
dogmático. La subversión de la sociedad capitalista era entendida por este
último, simplemente como la toma del control estatal y la eliminación de la
propiedad privada mediante un acto de violencia ejercido por el nuevo Estado,
por medio de la formulación y ejecución de instrumentos jurídicos creados al
efecto. La tesis gramsciana concibe la revolución no como un simple golpe de
fuerza sino como un proceso. La toma del poder por la fuerza era necesario,
según Gramsci, pero como eslabón último de la implantación del nuevo poder,
previamente hacía falta llevar a cabo una revolución en la esfera gnoseológica.
El dominio de una clase sobre la economía y la política no puede sostenerse,
sólo que por la coacción, sino hay también, a priori, una apropiación por parte
de esta clase de los paradigmas racional-subjetivos generales legitimadores del
modelo social, la emancipación político-económica de las clases populares es
imposible sin su emancipación cultural.

De ahí que el autor de los Cuadernos usando el vocabulario militar, común en


sus escritos, se refiera a la “guerra de posición” -en tanto contrario de la “guerra
de maniobras”- como el tipo peculiar de ataque sobre la sociedad capitalista
para construir un proyecto hegemónico. En el caso de las sociedades de
capitalismo avanzado, a las que él denomina “Occidente”, su hegemonía se
basa en la dirección intelectual y moral de la sociedad, en la impregnación
ideológica de todo el sistema social, por eso, el asalto del poder solo puede
triunfar si hay primero un proceso de disgregación de la sociedad civil como
instrumento de sujeción para convertirla en instrumento de socialización de la
rebelión, la revolución debe entenderse en primer lugar como un “hecho
filosófico”, como un “acto pedagógico” capaz de dotar a las masas de un
pensamiento crítico que logre liberarse de los dogmas y mitos recurrentes en el
sentido común, las revoluciones centro-europeas de 1919-1921 fracasaron por
que no hubo este proceso previo, establece el autor sardo. La situación es
radicalmente diferente en otros países, en terminología de los Cuadernos de
“Oriente”, donde, debido a la incompleta difusión de las relaciones capitalistas,
la sociedad civil es “primitiva y gelatinosa”40, siendo posible construir un
sistema hegemónico directamente mediante un asalto violento del poder o
“guerra de maniobra”. Como establece Gramsci: “me parece que Ilici -se refiere
a Lenin- había comprendido que se necesitaba un cambio de guerra de

el primero origino el surgimiento de grandes intelectuales, pero no provocó transformación


efectiva alguna en la cultura popular. La Reforma, por el contrario, significó un cambio cultural
profundo y radical, que se expresó en la transformación de los modos de vida, los valores y las
concepciones de los estratos intelectuales inferiores, de los simples. De la misma manera, la
construcción de la hegemonía liberadora significa un cambio tan radical como aquel ”.
(ACANDA, J.L. Sociedad Civil y Hegemonía. Ob. Cit. Pág. 297-298).
40
GRAMSCI, A. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Ob. Cit.
Pág. 95.

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maniobra, aplicada victoriosamente en Oriente en el 17, a la guerra de posición


que era la único posible en Occidente”41.

7. Conclusiones

Hasta aquí he realizado una aproximación a la teoría gramsciana. Su estudio


nos da la base para poder realizar las siguientes conclusiones que nos
permiten refrendar la tesis afirmada al inicio:

 Entendemos por cultura la unión de una concepción del mundo


(cosmovisión) con una forma de organización social y unas normas de
conducta que se desprenden de ella.
 La identidad es la conciencia de compartir una serie de rasgos o
características, lo que implica formar alguna especie de comunidad, y
que estos rasgos son lo que diferencian al grupo frente a “los otros”.
 Una clase social hegemónica consigue crear un modelo de dominación
de carácter consensualista porque es capaz de estructurar la
construcción ideológica de la sociedad alrededor de un sistema cultural.
La Hegemonía una producción cultural.
 A la vez, los hechos de cultura son susceptibles de actuar como hechos
de identidad (auto-conciencia de la propia cultura), pudiéndose plasmar
su incremento en el diseño de proyectos sociales y en la elaboración de
ideología -se convierte en identidad política- (componente cognoscitivo o
“reflexivo” de la identidad) que activan en los individuos una potencial
capacidad de replantearse la sociedad “dada” -naturalizada-
(dominación/hegemonía) para dar paso a la construcción de nuevas
“comunidades” (liberación/contra-hegemonía).
 Concominante con el desarrollo de la mundialización capitalista se ha
producido una decapitación teórica del concepto de cultura. Se impone
una noción esencialista de la cultura (ajena a las cambiantes
condiciones de vida -“ente externo” convertido en variable
independiente-), y consecuente con ello, su aprensión como de si una
cosa se tratara (cosificación).
 Al separarse la cultura de las relaciones materiales de los hombres, del
proceso social en curso. La vinculación de la identidad con esas
relaciones se pierden en la conciencia, dando paso a formas
generalizadas de alienación con respecto a la propia cultura cotidiana (la
que se vive y genera cada día), y con ella, la hegemonización de un
nuevo sistema cultural de relaciones sociales externo (mercantilizado) y
la pérdida de la capacidad de las poblaciones de “decidir” o identificar su
cultura-identidad, que es tanto como decir, su realidad42 (surgimiento de
una ciudadanía liberal acríticamente asumida).
41
GRAMSCI, A. Quaderni del carcere. Einaudi. Turín. Pág. 866. (Citado por ACANDA, J.L.
Sociedad Civil y Hegemonía. Ob. Cit. Pág. 283-284).
42
Sobre ello véase HOLLOWAY, J. Change the World Without Taking Power. Pluto Press.
Sterling. 2002; y, PIQUERAS, A. La identidad. En DE LA CRUZ, I. (coord.) Introducción a la
antropología para la intervención social. Ob. Cit.

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 La recuperación y revisión de todo el legado teórico de Gramsci aquí


explicado permite, y es fundamental en la actualidad, para la
reconstrucción o el “rearme” de un concepto ampliado o “completo” de
cultura que nos permita comprender las formas modernas de
dominación, consiguiendo una “socialización de la reflexibilidad” que
lleve a emprender en las distintas comunidades re-elaboraciones
culturales e identitarias tendentes a desorganizar las relaciones y
posiciones sociales dominantes y no propias.

En consecuencia, no cabe duda, tal como afirmaba al inicio del artículo, que la
obra de Gramsci se constituye como un instrumento teórico fundamental en la
actualidad para enfrentar eficazmente los problemas complejos y urgentes de
la dominación y la liberación.

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La difícil constitución del estado en
Centroamérica y El Salvador. Formas de
gobierno, procesos políticos y poder desde
el siglo XVI hasta principios del siglo XX.

Fuente bibliográfica:

Lectura: Turcios, Roberto. Autoritarismo y modernización: El Salvador 1950-1960.

Es el estudio más completo sobre el tema. Hace un análisis del proyecto reformista impulsado
en la década de 1950, considerando el liderazgo del proyecto, la gestión política del PRUD, los
procesos electorales y las libertades políticas. Muy importante el estudio sobre la reorientación
de la acción del Estado en el marco de la constitución de 1950.

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Militarismo y poder político en El Salvador 1931-
1979. El cambio del régimen o transición política
(1979-1992). Los Acuerdos de paz. El Sistema
político salvadoreño en la actualidad: ¿Elitismo
competitivo y/o la democratización del régimen?

Fuente bibliográfica:

Lectura 1: Torres Rivas, Edelberto. El Salvador, el largo camino de la revolución.

Torres Rivas analiza de manera muy sintética los factores que condicionaron la crisis política que
condujo a la guerra civil en El Salvador, el descontento por la violación de las libertades
políticas, la eclosión de organizaciones sociales y el surgimiento de las organizaciones político-
militares que optaron por la vía armada para hacer la revolución. Por razones de espacio se
elimina la lectura de Knut Walter.

Lectura 2: Artiga, Álvaro (2015). Elitismo competitivo y la democratización del régimen. San
Salvador: PNUD/Cooperación española/UCA.

Esta selección del libro es importante porque el autor sostiene que el "régimen político
prevaleciente entre 1994 y 2014 se puede categorizar como elitismo competitivo", ya que "una
cultura política autoritaria compartida por las élites del gobierno y el FMLN, operaría en
detrimento de la instauración e institucionalización de un régimen democrático". Se adjunta en
el correo la sección 2.4 sobre elitismo competitivo de Artiga.

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EL SALVADOR, EL LARGO CAMINO DE LA
REVOLUCIÓN*
Torres Rivas, Edelberto. "El Salvador, el largo
camino de la revolución." Observatorio EDELBERTO TORRES RIVAS**
Latinoamericano, no. 9 (2011): 106-16.
El genio salvadoreño produjo, lo que John Foran, el más reciente estudioso de las revoluciones
en el mundo, reconoce como “… probablemente la más intensa experiencia revolucionaria en la
historia de la humanidad, que falló en la tomar el poder” (Foran, 2005: 206). Contra todo pronóstico,
de no ser la abierta intervención norteamericana el Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN) habría tomado el poder hacia 1987/88. Documentos del Departamento de Estado
concluyen que sin “la ayuda militar norteamericana, material y técnica, el régimen no se habría
sostenido” (Byrne, 1996: 56).
Esta “situación” particular, fue el resultado de la prolongada crisis política que produjo el
fracaso de las luchas por la democracia (1944/48, 1960/62), que fueron las formas como se
expresaba el repudio contra la oligarquía y sus gobiernos militares, su ethos cultural, en suma, contra
su Estado. En Guatemala fue la opción jacobina la que se frustró hacia 1954 por la intervención
norteamericana. En El Salvador, fue, menos que la debilidad de los movimientos populares, la fuerza
de oligarquía lo que impidió que se alcanzaran los cambios modernizadores.
El malestar popular continuó profundizándose hasta llegar a 1972, fecha donde la historia se
quiebra y da inicio a una década (1972/1981) en que las luchas sociales y políticas de clase y partido,
definen a los actores del conflicto final: la guerra civil. Ello se analiza en tres etapas, en la primera se
observan la radicalización y al aumento del accionar destructivo y sangriento, ascendente en cada
vuelta del remolino que condujo a la guerra. Ese es un ciclo de fachada política electoral, en que de nuevo
el sufragio sólo sirvió para deslegitimar el poder; sus actores son los militares, los partidos políticos, y
algunos demócratas que todavía creían en las elecciones.
Cuando el descontento popular se expande, la energía de las masas conduce a la creación de
nuevos canales de protesta, nuevas formas de organización. Sus actores son agrupamientos sociales,
sindicatos, las organizaciones político-militares, destacamentos campesinos, y aquellos ciudadanos
que dejaron de creer en las elecciones. La segunda etapa hace referencia a la construcción de la
opción político-militar como la vía exclusiva para resolver la crisis, y por último, la etapa de la opción
política para establecer la paz.

Primera etapa:

El Ciclo de la fachada político-electoral


Con el desarrollo de la crisis se definió mejor el espacio común conflictivo entre los intereses
políticos y los económicos; eran dos planos de poder, el de los militares y el de la burguesía
oligárquica, aliados pero no fundidos, distantes pero juntos en lo que siempre fue como un
“matrimonio de la mano izquierda”.1 Esta dualidad tuvo su fuerza y sus contradicciones, pero en ese

* Es este el Capítulo V, con modificaciones, del libro Revoluciones sin Cambio Revolucionario, F&G Editores,
Guatemala, 2012.
** El autor es un reconocido intelectual guatemalteco. Actualmente se desempeña como investigador en

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).


1 Se llama “de la mano izquierda” el matrimonio contraído entre un noble y una mujer de linaje inferior, o

viceversa, en el cual cada cónyuge conservaba su condición anterior. Llámase así porque en la ceremonia
nupcial el esposo daba a la esposa la mano izquierda. En otra parte lo calificamos como un matrimonio
morganático, que viene a ser lo mismo.

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casi medio siglo los militares no lograron consolidar el control del Estado y la oligarquía tampoco
pudo construir un poder legítimo de base democrática.
E. Baloyra, conocedor de la historia del país afirmó que durante varias décadas los militares
controlaron la sociedad sin llegar a dominarla. “No lograron convertirse en el actor hegemónico que
podría reemplazar a la oligarquía (…) Los militares, en su experimento político de 1948 a 1972
fracasaron puesto que fueron incapaces de formar un pacto social duradero que legitimara su
gobierno…” (Baloyra, 1987: 36). El gobierno fue siempre militar, y por ello, los soldados fueron los
guardianes del orden oligárquico, pero no los sirvientes de los “barones” del café.
En este sentido era un Estado débil porque retuvieron simbólicamente el poder pero no el
gobierno, se hicieron obedecer pero no siempre respetar. La relación de mando no fue de una sola
vía. Hubo desencuentros como en toda pareja mal avenida. La crisis política que se fue
constituyendo al impulso de la protesta popular, se desencadenó en los setentas cuando ocurre la
división del locus político dual, la alianza entre “grupo dirigente/fuerza dominante” se desequilibró
por la irrupción del nuevo actor en el interior del pacto oligárquico: el sujeto popular revolucionario.
La constitución de la crisis salvadoreña no se comprende sin reconocer que en las elecciones
presidenciales se comprometían los mecanismos internos de representación y negociación de los
grupos dominantes, así como la búsqueda de legitimidad para el sistema político. Por ello resulta
elocuente el fracaso del proyecto electoral oligárquico-militar (democracias-de-fachada), pues no
puede haber estabilidad por medio de “elecciones autoritarias”. Fueron estas un nuevo factor de
descontento entre los ciudadanos desilusionados ante unas elecciones con los resultados
predeterminados. En la medida en que la legalidad del proyecto electoral no implique legitimidad, va
tomando forma el descontento y la presencia del actor popular, radical, que lo critica. La democracia
como una formalidad vacía es una forma vicaria de democracia y su ejercicio, que como búsqueda de
legalidad fracasa, se convierte en otro factor de protesta. Una elección fraudulenta no sólo
desacredita el procedimiento sino su motivación.
En 1966/67 tuvo lugar una campaña electoral presidencial que alentó la creencia en los
procesos electorales abiertos hacia los intereses populares. El Partido Acción Renovadora (PAR)
agrupó a un sector amplio de profesionales independientes con la clara participación del Partido
Comunista Salvadoreño (PCS) liderado entonces por Salvador Cayetano Carpio. El candidato a la
presidencia fue el rector de la Universidad Nacional, Fabio Castillo. El gobierno militar trató de
disolver el PAR legalmente. La iglesia católica, a través del obispo Pedro Arnoldo Aparicio y
Quintanilla, prohibió la participación de los católicos en el PAR y declaró la excomunión de sus
militantes. Esta fue la primera experiencia de amplia participación popular.
El análisis de las elecciones de febrero de 1972 constituye un ejemplo y un antecedente para
entender la “constitución de oportunidades políticas” perdidas en un escenario ya calificado por
heridas críticas, y que confirma el dictum de que Júpiter enloquece a los que quiere perder. El proceso
electoral se convocó y se preparó como prueba de la responsabilidad democrática alcanzada por el
ejército en su modelo de democracia corporativa que ya se calificó como “iliberal democracy”.
Aún más, se comprometieron tanto los mecanismos internos de representación, como las
formas e instrumentos que la clase dominante decidió utilizar para legitimar el sistema político
vigente, asediado por la huelga de la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES) en
julio 1971. El sector gubernamental participó fraccionado con tres candidatos frente a la oposición
política que armó el prodigio de una unidad ejemplar. La Unión Nacional Opositora (UNO)
compuesta por la Democracia Cristiana (DC), el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR),
socialdemócrata y la Unión Democrática Nacionalista (UDN), fachada del Partido Comunista.
Con este engañoso triunfo vuelto certeza, el PCN se jugó a ir en solitario en las presidenciales
de 1972, las que perdió en el sufragio pero ganó en el escrutinio frente a la UNO el coronel Arturo
Armando Molina; no está en la lógica de las elecciones autoritarias reconocer derrotas. El fraude creó malestar
en el interior del ejército lo que llevó a la insurrección de un grupo de oficiales jóvenes dirigidos por

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el coronel Benjamín Mejía, dispuestos a aliarse con la oposición civil en un golpe de estado el 25 de
marzo. La radicalización y la calidad del desprendimiento militar contrastaron con la inesperada pero
pusilánime actitud del liderazgo demócrata cristiano. La jefatura democristiana, fue reprimida, el Ing.
Duarte hecho preso y expulsado a Venezuela.
La corrupción del voto en el pasado -del Estado finquero- se producía en el acto de votar por
campesinos llevados con engaño, a la fuerza, en la ignorancia o corrompidos por unos centavos,
porque no eran ciudadanos. Pero en 1972, la corrupción estaba en el momento del escrutinio, con la
complicidad de algunos licenciados, la maquinaria administrativa y la prensa. Así, la frontera de la
legalidad no es la democracia sino el mantenimiento del orden. El malestar popular creció porque la
trampa electoral no se percibió ya como el fracaso democrático sino como el hundimiento del orden.
En las elecciones anteriores y en esta del 72, la participación electoral de las masas fue en
aumento, pero tal extensión no se tradujo como incorporación popular en los movimientos sociales,
ni guardó proporción con la representación directa de intereses populares en el Congreso, o en las
alcaldías, ni incidió en la toma de decisiones políticas. Por eso, ese proceso ha sido calificado como
una incorporación excluyente. ¿Cómo se resuelve la tensión entre la fuerza electoral mayoritaria, que es a
la postre fuerza de masas, con el fraude, que es el desconocimiento visible de esa fuerza real? En
condiciones de enfrentamientos violentos, no votar fue la estrategia revolucionaria olvidando que
esta es una decisión equivocada pues el cálculo del ganador se hace con base en votos válidos. La
desconfianza en la democracia militar (elecciones autoritarias) ya no necesitaba nuevas pruebas. A
raíz del golpe militar, se decretó el estado de sitio y se inició durante ese mes y medio, una inesperada
represión contra la oposición civil.
El descontento ciudadano y la represión militar se multiplicaron con el fraude de 1972. ¿Qué
lecturas admite tanta ceguera? Pudo ser el fracaso del modelo militar/empresarial de incorporar a su
proyecto institucionalizador a los sectores más burgueses o más transigentes del bloque opositor; lo
que se ha llamado “democracia-de-fachada”. O pudo ser el fin de las esperanzas de los demócratas
radicales que creyeron en el camino pacífico, legal, en el que durante muchos años y pese a tantas
decepciones, siempre confiaron. Para las fuerzas de la oposición que se armaba, 1972 fue el inicio del
ciclo que pareció darles la razón.
Y ocurrió una inesperada reacción por parte del ganador, el coronel Molina y sus colegas;
propusieron un programa de reforma agraria, creando el Instituto Salvadoreño de Transformación
Agraria (ISTA) el 30 de junio de 1973, apoyada por masivas manifestaciones campesinas y rechazado
de forma perentoria por la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) que defendió sin
hipocresía el status quo agrario, organizando un poderoso frente antiestatal. La iniciativa militar
produjo de inmediato un desbalance de fuerzas políticas, prueba de que las nubes estaban cargadas
de rayos. La crisis apareció por un lado no previsto: los terratenientes contra el Estado y contra los
militares. El pulso fue parejo hasta el final, cuando la burguesía le torció el puño al ejército y el
reformismo militar cedió.2 Al hacerlo, la alianza histórica volvió a crujir y demostró que el poder en
El Salvador era todavía un poder de clase, el de la burguesía.
La falta de autonomización de la esfera política se experimentó de nuevo ante el fraude del
mecanismo electoral, señalando los límites que el régimen de los militares fijaba a la participación y a
la representación política de la oposición. La imposibilidad para los partidos de oposición de acceder
a las instituciones de decisión política impidió que las demandas y conflictos sociales pudieran
canalizarse, negociarse, resolverse pacíficamente. El descontento de los sectores populares siempre
existió pero no siempre se manifestó de la misma manera. La parodia democrática siempre produjo
decepcionados de variado nivel según los factores convocados.
Es esta una historia sin lecciones. En las elecciones de 1977, la UNO tuvo problemas y casi fue
obligada a retirarse de la contienda por las reformas introducidas a última hora en la Ley Electoral.
2 El intento de reforma agraria fue impedido y su fracaso fue evidente en noviembre de 1973; detalles
importantes en Gordon (1989: 168 y ss). y Alain Rouquie (1994).

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Fue una convocatoria mendaz a una ciudadanía ya escindida por los odios de la polarización
creciente; en un escenario así configurado, la desconfianza de la oligarquía con los militares cedió con
la postulación del Gral. Carlos Humberto Romero, del sector más derechista del ejército.
La UNO jugó de nuevo, esta vez con un militar, el coronel Ernesto Claramount, y con
Antonio Morales Erlich, democristiano y ex alcalde de San Salvador. Las organizaciones populares se
opusieron al evento electoral calificando como complicidad la participación en el mismo. Ocurrió, de
nuevo, un fraude mejor servido: para evitar dudas, el candidato del ejército, el general Romero,
obtuvo el doble de votos. Tomó posesión en abril de 1977 en un clima de terror y con la respuesta
inmediata de la oposición insurreccional ocupando la Plaza Libertad el 23 de abril con más de 60 mil
personas, exigiendo la anulación de los resultados. El 27 por la noche el ejército asaltó la Plaza y
disparó a su antojo durante 4 horas.

El ciclo de inconformidad y violencia social


Las luchas sociales nunca fueron ajenas al ritual electoral, pero tenían su propia razón para
moverse, eran más radicales, sus derrotas más sangrientas y sus éxitos aún menos absorbidos por el
sistema. Obreros, estudiantes, gente de diversos oficios hicieron su aprendizaje político desde la
espontánea movilización de calle hasta alcanzar actitudes revolucionarias, o en un recorrido que
empezó con el puro sindicalismo elemental y ascendió hasta las formas orgánicas de la lucha armada.
El magisterio de la protesta parece elemental, pero sólo ocurre cuando lo real es posible
porque es racional: la protesta empieza respetando la ley, después es el movimiento mismo lo que
importa; un profundo sentido de solidaridad de clase explica que una huelga particular se convierta
en nacional, que es lo que cuenta; una victoria menor por lo que se reivindica sólo vale si se
transforma en mayor: el éxito forma parte de una estrategia política; es el escenario de la violencia
que convierte lo político en militar.
La “situación revolucionaria” se imaginó como lo contrario de la obsesión “foquista” en el
sentido que las organizaciones sociales vivieron intensos períodos de acumulación de fuerzas,
duramente reprimidos para después pasar a formar parte de las organizaciones político-militares.
Eran instancias próximas, momentos o espacios en que lo gremial popular se articula con lo político-
militar, pasando a veces por lo electoral. Fue un proceso de “agregación” de experiencias en que las
luchas, separadas por lo temporal y/o lo espacial del ámbito de lo gremial/social, quedaban de nuevo
atadas por las finalidades político-militares.
Fue decisiva la huelga de los maestros de ANDES del 7 de julio de 1971; su radicalismo
catalizó a otros sectores sindicales al punto que en torno a la huelga se desencadenaran múltiples
actos de protesta nacional, violenta. Fue este un modelo de cómo los límites entre lo sindical legal y
lo ilegal político se confunden; y cómo se teje lo pacífico con lo violento en un escenario donde la
represión señalaba las pautas. La huelga de ANDES sirvió para que en torno suyo y durante 54 días
se produjese una red de mitines y movilizaciones estudiantiles, sindicales y partidos opositores.
Con ocasión de la “Guerra de las 100 horas” surgió una polémica interna en el seno del Partido
Comunista. Salvador Cayetano Carpio, hasta entonces Secretario General, quien había renegado de la
lucha armada cuando el Partido impulsó la creación del Frente Unido de Acción Revolucionaria,
ahora optaba por la vía militar; con él fueron pocos los que se fueron y fundaron las Fuerzas
Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL) en 1970, y posteriormente, el Bloque Popular
Revolucionario (BPR) en 1975, a raíz de la matanza de estudiantes de la Universidad Nacional.
Otra agrupación formada a inicio de los años de 1970 a partir de disidencias de las juventudes
de los partidos Democracia Cristiana y Comunista fue El Grupo, organización armada que en 1971
secuestró y dio muerte al empresario Ernesto Regalado Dueñas. Posteriormente, formaron el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en 1972 -desde sus inicios caracterizado por rasgos
abiertamente militaristas- y su organización de masas, las Ligas Populares 28 de Febrero. El ERP fue
la fuerza militar más disciplinada y más entrenada militarmente de la guerrilla salvadoreña. A raíz de
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70
la muerte del escritor Roque Dalton, se separa del ERP el grupo que formaría las Fuerzas Armadas
de la Resistencia Nacional (FARN) con ellos se va el frente de masas Frente de Acción Popular
Unificada (FAPU). Por su parte el PCS, conformó en 1980 las Fuerzas Armadas de Liberación
(FAL), su frente de masas, la UDN, existía desde 1962.
El deterioro de la economía de subsistencia agudizó, generalizando, la miseria rural. En 1961,
las ligas agrarias que heredaron la organización desde 1932 conformaron la Federación Cristiana de
Campesinos (FECCAS); en 1975 pasaron a formar parte del BPR y poco después, junto a la Unión
de Trabajadores del Campo (UTC), formaron en 1978 la Federación de Trabajadores del Campo
(FTC), esta Federación aglutinó a jornaleros y campesinos pobres. Ante las movilizaciones, huelgas y
tomas de tierras, la respuesta gubernamental fue feroz.
Para aumentar el control rural el gobierno creó la Organización Democrática Nacionalista
(ORDEN) en octubre de 1967, dirigida por el coronel José Alberto Medrano, director de la Guardia
Nacional; la formaban funcionarios locales, militares, pequeños comerciantes, campesinos medios a
los que dotó de autoridad y armamento. La organización fue utilizada como un instrumento más de
represión e hizo de un sector del campesinado un instrumento de violencia contra otro sector.
Una nueva práctica pastoral fue penetrando en el campo, protagonizada por grupos religiosos
llegados del exterior. Desde 1970 fue creciendo y aumentando la visión contestataria religiosa a través
de la Teología de la Liberación, cuyo mensaje enfatizaba los derechos de los pobres en este mundo
terrenal. La prédica religiosa política, robusteció la protesta campesina, dándole una fuerza
desconocida a la coincidente gestión de la Iglesia y la Democracia Cristiana. No fueron propuestas
concertadas pero el resultado fue la formación de numerosos cuadros y la organización de diversas
categorías sociales campesinas, que dieron a la revolución su imprescindible base rural (Cabarrús,
1983).3
Los sacerdotes y cuadros católicos tuvieron más tarde clara conciencia de su extraordinaria
contribución a la creación de una situación subversiva en el campo y la ciudad, con la represión de
que fueron víctimas. En efecto, la persecución del ejército contra la Iglesia, se inició con el asesinato
del padre Rutilio Grande, en 1977, y terminó con la muerte de los jesuitas en 1989. 4 El recién
nombrado Arzobispo, monseñor Arnulfo Romero, exigió al gobierno aclarar el crimen y decretó
duelo nacional. Con ocasión de la captura del dirigente del BPR, Facundo Guardado, se desencadenó
un plan de ocupación de las embajadas de Costa Rica y Francia, y la Catedral, paro de labores en 16
empresas, huelga de ANDES, concentración en varios pueblos del interior e interrupción del tránsito
en vitales rutas departamentales, logrando detener su muerte.
En el vértigo de esta maraña sangrienta, fueron los estudiantes, los grupos religiosos, los
campesinos pobres, los trabajadores urbanos y la gente salida de los mesones, los actores y las
víctimas.5 Fue otro ejemplo del vigor político de las fuerzas sociales que se desatan como la
movilización espontánea de grupos desclasados urbanos, gente sin oficio, una versión tropical del
lumpen europeo, que participaban de motu propio en el accionar callejero, sin importar la muerte, una
inadvertida capacidad de violencia, una inconsciencia frente al peligro.
Ya para 1979 las organizaciones sociales actuaban por intermedio de sus expresiones militares.
El BPR dirigido por las FPL; las Ligas Populares 28 Febrero por el ERP; el FAPU por las FARN, y
el PRTC recién articulado con el Movimiento de Liberación Popular (MLP). Este “rompecabezas”
fue el resultado espontáneo de un crecimiento por agregación/división de grupos de ideología,

3 Entre los factores claves, H. Byrne (1996: 26 y ss.) subraya que la conciencia campesina cambió gracias a la
acción de agentes externos, sacerdotes y activistas religiosos, así como estudiantes; tuvieron éxito porque las
demandas campesinas ocuparon un lugar importante y no se movilizaron con “agendas ajenas” a sus intereses.
4 En total fueron 14 sacerdotes muertos en ese período.
5 Meson es una casa deteriorada, donde cada familia vive en un cuarto en un hacinamiento insoportable;

equivale al “quinto patio” mexicano, o al tugurio, definido como un lugar mezquino.

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origen o ideales parecidos, con estrategias diversas y sobre todo personalismos y cambiantes lealtades
de oportunidad.
El 11 de enero de 1979 se formó la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), con el
BPR, el FAPU, y la UDN, a los que se sumaron posteriormente las LP 28 de Febrero y el MLP. El
18 de abril se funda el Frente Democrático Revolucionario (FDR). 6 El 22 de mayo queda constituida
la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU) con las organizaciones político-militares: ERP, PCS y
las FPL. Fue este el primer paso hacia la unidad guerrillera, el Frente Farabundo Martí de Liberación
Nacional (15 de octubre de 1980); en este participan el DRU, la RN y el PRTC.
El 17 de julio de 1979, Somoza huye de Nicaragua y Managua cae en poder de los sandinistas;
la alegría es inmensa en El Salvador. En una medida del tamaño de su desconcierto, el general
Romero levanta el estado de sitio, otorga aumentos salariales, ofrece adelantar las elecciones; los
partidos de oposición intentan encabezar la iniciativa política y encontrar una salida de transacción
constituyendo un Foro Nacional.7 El rasgo que califica este tiempo –desde 1978- es la voluntad
insurreccional.

Segunda etapa
La multiplicación de tantos factores críticos produjo el 15 de octubre de 1979 el golpe de
Estado contra el general Romero. Lo llamaron el golpe de la “juventud militar” porque un grupo de
mandos medios lo encabezó, pero estos sólo fueron la máscara de los intereses de los más diversos
actores: militares, la Democracia Cristiana, empresarios de la derecha oligárquica, políticos e
intelectuales centristas, sindicalistas y otros, Y la alternativa se plantea como un inmediato cambio de
política, o reformismo a fondo o la revolución popular.8 No fue un golpe militar más, sino la
culminación de un proceso de pudrición política que, en el límite, se propone una sustitución de
actores y políticas, una rectificación para retomar el sentido del orden. En opinión de Menjívar, fue
un golpe anunciado, precedido de consultas y acuerdos tejidos por estrategas norteamericanos
(Menjívar Ochoa, 2006: 89 y ss.).
Fue un quiebre histórico con consecuencias que no se esperaban: de inmediato puso fin a la histórica
alianza entre los intereses clasistas de la oligarquía y los del ejército, un largo maridaje de casi medio
siglo que ha sido analizado en la sección anterior. Aún más, exhibió las discrepancias abruptas en el
interior de la burguesía y de los militares. Tomar conciencia de la crisis, situó el tema de la revolución
en el centro de la política, al exhibir la pérdida de las funciones centrales del Estado, reducido a una
máquina de matar. Todo esto define típicamente una crisis de Estado, de las más importantes
fracciones dirigentes, situando a la Democracia Cristiana en el centro y por ello como la fuerza
política posible ejecutora de una táctica para detener la revolución. Este era el proyecto
norteamericano.
El momento es denso y oscuro, dice Véjar, y en el terminan viejos equilibrios políticos y
sociales de larga data, para dar paso a nuevos pactos fundacionales y a la desobediencia extrema de
grupos hasta entones subordinados al tradicional bloque de poder. 9 Se formó una Primera Junta de
Gobierno, encabezada por los coroneles Adolfo Arnoldo Majano y Jaime Abdul Gutiérrez, y los
civiles Guillermo Manuel Ungo, de la izquierda democrática, Román Mayorga Quirós, del Foro
Democrático, y Mario Andino, del sector empresarial.

6 El FDR comprende a los socialdemócratas del MNR, el Movimiento Popular Socialcristiano (disidentes de
izquierda de la DC), la Universidad, la AGEUS, el Movimiento Independiente de Profesionales y Técnicos
(comunistas) y dos sindicatos independientes.
7 Participan la DC, el MNR, la UDN (comunistas), FENASTRAS y algunos otros, menores.
8 Los numerosos e importantes detalles aparecen en Gordon, (1989: 293 y ss.), Bataillon (2003: 258 y ss.),

Rouquie (1994: 157 y ss.), Brockett (2005: 236), Byrne (1996: 74), Stanley (1996: 148 y ss.). Y por supuesto, en
los trabajos clásicos de Carlos Vilas (1994), James Dunkerley (1982) y otros.
9 Comentario de Rafael Guido Véjar en Menjívar Ochoa (2006: XVII)

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La lógica de la situación revolucionaria también estaba conformada por hechos objetivos,
independientes y con su propia dinámica. La crisis aumentó cuando la Primera Junta se disgrega,
impotente, y el 10 de enero de 1980 se forma una Segunda Junta con demócrata cristianos y militares;
Héctor Dada y el ala izquierda de la democracia cristiana salen del gobierno, impotentes para frenar
la represión militar. Se forma una Tercera Junta el 22 de diciembre, encabezada por Napoleón
Duarte, la derecha de la DC y una fracción del ejército. ¿Por qué esta fragmentación?
La oposición revolucionaria no reconoció la legitimidad de Duarte y la protesta se extendió.
Puesta a prueba en una nueva configuración política, la conducta del ejército no varió su sentido
homicida, a pesar de los oficiales “progresistas”. En abierto desentendimiento de la oportunidad de
una rectificación histórica, las fuerzas de la derecha burguesa fueron partidarias de aplicar los mismos
métodos del pasado y también se opusieron a Duarte; los democristianos fueron siempre sus
enemigos. En jaque por ambos costados, la crisis se profundizó. No es irrisorio reconocer el hecho
que el primer gobierno civil en el país, con políticas reformistas, surgió también como un feroz poder
contrainsurgente y reprimió sin recordar las enseñanzas de la historia, de la cual habían sido víctimas.
En el marco de una lectura equívoca y oportunista de la situación coyuntural, el gobierno de
Carter se guió por el convencimiento de que la bomba a punto de estallar se desactivaba con
reformas radicales en el interior del sector agrario, de sus relaciones e instituciones.10 Hay aquí una
mezcla de oportunismo y ceguera al hacer suya una parte del tradicional programa de la izquierda. Se
buscó dar lo que en el boxeo se conoce como un “derechazo” (golpe rápido) doble, con el mismo
puño; una ofensiva contra los reaccionarios apoyos políticos de la derecha y aislar a los grupos de la
izquierda: el 6 de marzo de 1981 se promulgó una insólita ley de reforma agraria, que ordenó la
expropiación de 376 fincas mayores de 500 hectáreas, en total equivalente al 15% de la tierra agrícola,
y al día siguiente, la nacionalización de los bancos y los servicios del comercio exterior.
Estas medidas radicalmente antioligárquicas confirmaron el extremismo de derecha de la
burguesía salvadoreña y su total oposición al reformismo demócrata cristiano. La derecha
salvadoreña, en ese momento antagonizó duramente con la política de Carter.
El orden público estaba sustancialmente alterado, alimentando en las fuerzas de izquierda una
disímil lectura de la coyuntura y acerca de si el próximo paso era o no la insurrección general; una
situación de vida o muerte experimentada como los prolegómenos de la guerra, a los que exacerbó la
noticia del triunfo sandinista. Un ejemplo de esa alta temperatura lo muestra cómo al día siguiente
del golpe que expulsó al Gral. Romero, el ERP llamó a un levantamiento urbano y una semana
después, el 24 de octubre, el BPR ocupó varios Ministerios y exigió a la Junta la disolución de las
fuerzas paramilitares. Las organizaciones actuaban separadas en la misma dirección. Muchos
creyeron que se había instaurado una réplica de la república de Kerensky.
Hubo coincidencia y decisión de los sectores reaccionarios ya mencionados en la urgencia de
acabar con la amenaza insurgente: los datos mueven a la incredulidad o al escalofrío: entre octubre de
1979 y enero de 1981, más de quince mil personas fueron asesinadas por paramilitares en sus casas o
en manifestaciones urbanas, huelgas, tomas de edificios en la ciudad y otras movilizaciones en el
campo. Sólo en el primer semestre de 1980 murieron a manos de escuadroneros unos 200 dirigentes
populares. Un hecho grave fue la captura y el asesinato de los siete máximos dirigentes del FDR, el
22 de noviembre de 1980, incluyendo a Enrique Álvarez Córdoba y Juan Chacón. 11
Al asesinar a medio centenar de sus fieles, en vela por la muerte del Monseñor Oscar Arnulfo
Romero el 24 de marzo de1981, los militares mataron 50 veces al arzobispo, en desbocado desafío

10 Naturalmente obsesionados por evitar que se repita la reciente experiencia nicaragüense, el gobierno de
Carter jugó un papel central en la definición de las varias estrategias políticas y militares, todas buscando la
constitución de un gobierno legítimo capaz de unificar a las fuerzas del centro político y pacificar el país.
11 El señor Álvarez era un distinguido político que pertenecía a una familia de la oligarquía; Chacón era el

Secretario General del BPR, una reconocida figura popular. El asesinato de estos dirigentes fue condenado
interna e internacionalmente, justamente cuando regresaban de una gira por Europa.

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que no produjo sino mayores niveles insurreccionales. Si faltaran ejemplos, he aquí uno más: medio
centenar de civiles, desarmados, de rodillas, orando, olvidando que la revolución está hecha también
de sangre y lágrimas. ¿Los ejércitos nacionales fueron creados para estos crímenes?
La marcha fúnebre en su homenaje fue de nuevo una demostración de masas, 100 mil
personas que en el centro de San Salvador desafiaron la independencia del Ejército que se le suponía
obediente a la Junta de Gobierno. Y la sangría continuó ese año, algunas de notorios efectos como la
muerte de cuatro monjas estadounidenses, dos a la luz del día, a manos de la guardia nacional el 2 de
diciembre, que creó un tsunami de desprestigio internacional. La amenaza del inminente triunfo de
los republicanos en Estados Unidos, en enero de 1981, aumentó las decisiones internas cuando
Ronald Reagan definió a El Salvador como un lugar preeminente que urgía defender. 12
El 22 de enero de 1981 la CRM hizo desfilar más de 100 mil personas, para el aniversario de la
rebelión campesina de 1932.13 Esta movilización exhibió una extraordinaria capacidad de
convocatoria junto a una prueba de coraje popular; días después, el ERP se suma a la CRM. Fue otro
paso adelante la publicación, en esas fechas, de la Plataforma Programática del Gobierno
Democrático Revolucionario, por la CRM. Constituyó en el nivel ideológico una apuesta a la
ofensiva política, una oportuna invitación a ampliar la definición de las fuerzas populares.
El 17 de marzo la CRM llama a la huelga general, sin efectos. El país se vio ante una
encrucijada fatal: el estallido de la guerra civil. El golpe de Estado no surgió para detenerla, como lo
imaginó la estrategia norteamericana, sino para precipitarla. Fue una alternativa tardía para el centro y
para la derecha tradicionales, un desafío a las fuerzas políticas cuyo ánimo reformista se ahogó en la
defensa del orden.14 Las poderosas homilías de monseñor Romero –observador, inspirador y víctima-
proponían un cambio de rumbo para evitar el fratricidio, satisfacer las necesidades de los sectores
mayoritarios pobres y desmontar, de una vez para siempre, el viejo sistema de dominación.
El 10 de enero de 1981 el FMLN, en medio de una fuerte pugna interna anuncia la ofensiva
final, como síntesis de una etapa de acumulación de fuerzas políticas y militares. Años de esfuerzos
llevaron a una “situación revolucionaria” sui géneris, cuando la dirigencia del FMLN consideró que era
posible una ofensiva definitiva contra el sistema. 15 La condición objetiva para iniciar el asalto al poder
parecía darse en la medida del rompimiento del orden interno, pero no de las circunstancias
subjetivas para tomarlo. Son estas las más difíciles de conformar, pues tomar el poder es tener las fuerzas
políticas para destruirlo/ocuparlo. La apelación a la “ofensiva final” podía fracasar y así fue, sólo fue el
primer acto de la guerra civil.16
A juzgar por anécdotas no publicadas, la decisión de lanzar la ofensiva final fue tomada
problemáticamente por “mayorías de votos” en el alto nivel de la Comandancia. Era la dura prueba
que la guerra no unifica a los que la hacen; y que la práctica de la lucha armada no resuelve por sí

misma sus divergencias. Es arduo saber el momento preciso para marchar y tomar el Palacio de
Invierno y tener la certeza de Lenin. Tal vez una falsa percepción, exceso de confianza, dudas: la
“autosuficiencia” o el triunfalismo convirtieron la ofensiva final en el inicio de la guerra civil.
Con excepción del levantamiento de la Segunda Brigada de Infantería en Santa Ana, la toma
de San Francisco Gotera del ERP, y el hostigamiento de algunos puntos en Chalatenango por las
FPL, no ocurrió nada. Las masas populares no estaban cansadas sino diezmadas o confundidas. No
se sabe en dónde se ubicaron las mayores ilusiones, si en la acción militar o en el apoyo de masas;
pero el triunfalismo se volvió fracaso. Como final fue el inicio de la guerra y los preparativos para
aquel sirvieron para esta, lo que explica la rápida implantación de la guerrilla en el interior rural. Y sus
primeros éxitos militares. Una década de guerra civil empezó así.

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Lectura: Argueta, R. A. (2007). Los grandes debates en la historiografía económica de El Salvador
durante el siglo XX. Boletín AFEHC, (29).
Enlace: http://goo.gl/OGjpY6

Resumen: Analiza los temas de debate en la historiografía salvadoreña alrededor de la economía y el


acceso a la tierra; para ello pasa revista a la producción historiográfica, desde los años setenta hasta
los más recientes, presentando los aportes de cada autor, los puntos de coincidencia y, más
importante, las diferencias en las interpretaciones. Un material muy bueno para orientar una
investigación bibiliográfica más profunda.

Lectura: Bonilla Bonilla, Adolfo (1999). Ideas económicas en la Centroamérica Ilustrada 1773-1838.
Flacso, Programa El Salvador.
Enlace: http://goo.gl/V6uBfX

Resumen: Este libro reflexiona sobre una idea de consenso general, que aquellos que no aprenden de
la historia, están condenados a repetir los mismos errores y por lo tanto, la reflexión sobre el pasado
se constituye generalmente en un paso necesario para la construcción del futuro. En una época en
que se quiere hacer predominar el papel de la libre iniciativa en el desarrollo económico y social de
los países, la obra de Bonilla nos recuerda la importancia de la responsabilidad del liderazgo, de la
construcción de instituciones políticas sólidas y de la tolerancia al adversario.

Lectura: Mora Toscano, O. (2006). Las teorías del Desarrollo Económico: algunos postulados y
enseñanzas. Apuntes del CENES, XXV (42), 1-27.
Enlace: http://goo.gl/rlzVep

Resumen: Este artículo realiza un sencillo análisis de los conceptos teóricos elaborados alrededor de
la economía del desarrollo, así como la presentación de algunos de los principales postulados y
enseñanzas de las mismas para países como los de América Latina. Esta revisión se lleva a cabo a

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partir del estudio de los momentos específicos en donde aparecen y tienen vigencia las distintas
posiciones descritas en el documento.

En ese sentido se observan los aspectos fundamentales de la teoría moderna del desarrollo, el
modelo cepalino de sustitución de importaciones, la teoría de la dependencia, las contribuciones de
la contrarrevolución neoclásica y finalmente los postulados más recientes de la teoría, ligados
especialmente con la profundización de las tesis neoclásicas, así como la irrupción de los temas
ambientales y de sostenibilidad en las discusiones sobre el desarrollo.

Lectura: Pleitez, W. (2011). Las reformas neoliberales: un balance crítico. El Salvador: historia mínima
(pp. 107-112). San Salvador: Editorial Universitaria.
Enlace: https://goo.gl/8BGBGP

Resumen: Estudia el origen e implementación de las reformas neoliberales en El Salvador, en las que
confluyen las propuestas de FUSADES con las formuladas a nivel internacional en el marco del
Consenso de Washington, las cuales se implementan justo cuando se firmaban los Acuerdos de paz.
Hace además un balance sobre la ejecución de las reformas, discutiendo su impacto inicial sobre las
exportaciones y la economía en general y su posterior agotamiento. El balance final señala la
inviabilidad del proyecto y el alto costo social que conlleva.

Lectura: PNUD (2013). Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2013. Imaginar un nuevo país.
Hacerlo posible. Diagnóstico y propuesta. San Salvador: Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo.
Enlace: http://goo.gl/UcWWs1

Resumen: El documento hace un recorrido por la historia del país y expone con mucho detalle las
decisiones que se han tomado en materia de políticas sociales y económicas desde las primeras
décadas del siglo pasado hasta nuestros días. Los datos disponibles revelan que el país ha cosechado
amplias deudas con importantes segmentos poblacionales que en la actualidad no solo muestran
graves rezagos en su calidad de vida sino que también carecen de una auténtica libertad. Porque,
desde nuestro enfoque, la pobreza y la falta de oportunidades representan verdaderos obstáculos
para que las personas ejerzan plenamente sus libertades fundamentales.

Lectura: Rubio Fabián, R. (1991). Comentarios críticos a las teorías del desarrollo predominantes. Hacia
otro concepto de desarrollo de las sociedades. Realidad. Revista de Ciencias Sociales y
Humanidades (24), 713-761.
Enlace: http://goo.gl/uljui1

Resumen: Hace un análisis crítico a las teorías del desarrollo predominantes y pone en discusión
nuevas ideas sobre el desarrollo, provenientes de propuestas alternativas. Propone además algunos
lineamientos sobre lo que debería contener una concepción diferente del desarrollo.

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