No sé en tu ambiente, tu entorno o tu historia pero yo no viví un patriarcado, en mi casa,
mi niñez y mi adolescencia, lo que experimenté fue un matriarcado; para mí, las riendas de este mundo las tira mamá, no papá; mi jefa ha enseñado, no con su choro, sino con sus acciones, que el hogar es de quien lo trabaja, y ahí mi papá, como muchos de mi generación pasaron a segundo plano; mi jefa nunca se pronunció para que el gobierno o la sociedad la empoderara con beneficios especiales, ella se abrió paso con sus propias fuerzas y talentos en medio de un mundo voraz, violento y desigual, no sólo para mujeres, sino para todo individuo de este país; mi jefa nunca necesitó vejigas para nadar, a la fecha es orgullosamente independiente, congruente e íntegra y consciente de todo cuanto pudo, tuvo y quiso, sin discursetes, pura acción. Yo no sé cuántas veces pasó por su cabeza la idea de abortar y no rifarfse el físico S O L A, con 5 morros, la vi padecerlo, sudar la gota gorda y llorar de impotencia, pero no la vi esperando que el gobierno y la sociedad cambiara, ella provocó los cambios y condiciones que si bien no eran lo que esperaba, sí eran las mejores que lograba. Mi jefa, nunca, nunca, nunca se victimizó, ni cuando llegó a ser agredida y acosada en la calle como todas la mujeres de mi generación; tenía de dos o aguantar vara con la frustración y la impotencia como todo simple mortal que se somete a esas injusticias de la vida o hacerse justicia por su propia mano, porque eso sí, mi jefa, chaparrita y sola, pero le partía su madre a quien se agandallara con ella o sus hijos, mi mamá es una madre lobo, una fiera, la protectora más feroz que te puedas imaginar; una vez mi maestro de 2o de primaria me mando tuzar mi cabello con las practicantes que fueron a casquetear a la chamacada greñuda y piojosa que no tenía dinero para el peluquero, yo sabía que la iba a librar porque fui a la peluquería un día antes, pero cuando llegué a casa llorando y mi mamá vio cómo me tuzaron, su cara se transformó, de inmediato fue a reclamarle a pobre profe, en el camino echaba pestes, advertencias y maldiciones al maestrito risueño que se ensombreció con el gesto y el florido lenguaje de la jefa, nada de diplomacias ni buenos modales, un adulto se pasó de lanza con un chavito y eso se paga, esa es mi mamá; después de ello me sentí tan protegido y respaldado que a la fecha conservo esa sensación de remanso que genera a su alrededor, a pesar de que es ahora ella la que necesita atenciones; por eso no creo en el patriarcado, el día de madres es una fiesta nacional incluyente, celebra mamás responsables, golpeadoras, amorosas, apáticas, derechistas, chairas, telenoveleras, chambeadoras, independientes, mantenidas, feministas, conservadoras, progresistas, todas están ahí, claro excepto las que han decidido no ser madre; y dirán algunas furibundas que me creen sin derecho a opinar porque “no soy mujer” y me callan el hocico cada vez que se me suelta la lengua, ahí está mi hermana para atestiguar que su correa viene del mismo cuero. El día del padre en México, no figura como una celebración, el 12 de diciembre se venera al gran símbolo moral mexicano por excelencia y para los ateos y agnósticos, la Madre Tierra rige nuestra existencia, ¿Papá…de dónde?. Vengo de una generación menos “ofendidita” como la de ahora, mi mamá no tuvo métodos didácticos para educarnos, ella aplicó, a lo mejor sin saberlo, una pedagogía de la libertad y la responsabilidad, en mi casa no se nos impuso una religión, nunca se nos obligó a estudiar, no se nos impuso una profesión, cada uno de mis carnales escogió lo que quiso ser y a lo que se quiso dedicar, mi mamá advertía los peligros, pero no dejo que aprendiéramos en cabeza ajena, con un “tedijeperonuncamehacescasoahoraguantate”, era suficiente para recordar que no éramos ignorados; su forma de dar amor es muy humana, muy a su carácter, a las necesidades del otro; mi mamá no tiene feis, ni waths, no se ha contaminado de las tendencias e ideologías de moda, es auténtica, tiene más criterio y sabiduría que dos tres “intelectualoides” intolerantes y sabiondas que conozco; mi Má, mi Jefa, Doña Francachela, Doña Francia, como le digo o Doña Pachita como se le conoce en el barrio, a estas alturas veo que ha alcanzado el grado máximo de humanidad, iluminación o nirvana, ve tú a saber, eso sí, nunca necesitó vejigas para nadar.