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De pionero del rockabilly a Cronner:

Este es Marco T, ídolo oculto del rock


en Colombia
¡Qué viva el rocanrol criollo!
Por Juan Sebastián Barriga Ossa
04 Abril 2016, 7:00pm
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El 16 de agosto de 1977 Elvis Aarón Presley fue encontrado inconsciente en


el piso del baño de su casa en Memphis. Los paramédicos intentaron
reanimarlo pero no había caso, El Rey estaba muerto. Ese mismo año,
gracias a una tornamesa vieja y a la colección de vinilos de sus padres,
Marco Tulio Sánchez Bustamante desarrolló, sin saberlo, una conexión casi
mística con la música de aquel ídolo caído de ojos claros y pelo negro que
conquistó al mundo con su guitarra, sus salvaje pasos de baile, sus exóticos
trajes y su pronunciado copete. Una conexión tan profunda que lo llevó a
mimetizar los movimientos del rey del rocanrol a la perfección, a tal punto
que en 1995 se convirtió en el mejor personificador y tributo de Elvis en el
mundo.

La música agarró a Marco desde los nueve años, cuando el rocanrol clásico
llegó a su vida para no irse nunca. A los doce su padre le regaló su primera
guitarra con las que dio inicio a su carrera musical. Interpretó desde el rock
clásico de Chuck Berry, hasta las baladas de Nino Bravo, pasando por el
góspel y el rock en español, versatilidad y profesionalismo musical con una
obsesión por cantar y grabar cada una de las canciones que le movieran las
tripas.
Marco T – como es reconocido en el campo artístico-, es un tipo bien
parecido, de ojos azules, pelo castaño y voz gruesa que hoy trabaja en el
mundo de la psicología, aunque sigue ejerciendo su carrera musical. Una
carrera que, le ha permitido grabar varios discos, dar conciertos por todo el
país, aparecer en medios de comunicación y vivir por épocas del arte.

Precisamente ahí estoy. Marco me recibe en una linda casa. Luego de una
sonrisa de bienvenida, me da un abrazo y me invita a pasar. Atravesamos
un garaje donde está su moto y su imponente carro azul. Inmediatamente
entramos a una sala de muebles negros que combinaban muy bien con las
cortinas blancas. Sobresalía además, dentro de este espacio pequeño y
acogedor, un piano de cola que mandó a traer de Boston Massachusetts
contándome la historia del mismo que fue fabricado en 1880 y la mano de
obra era femenina, por ello lo quiso tener en la sala de su casa. Tras una
corta conversación seguimos al patio trasero de la casa hasta llegar a una
esquina donde tiene su santuario dedicado a su infinita colección de lps,
instrumentos musicales y estudio de grabación.

Pese a que es un cuarto muy pequeño y apenas cabrán cómodas unas cinco
personas, al entrar, se abre un universo dedicado l rock and roll: un par de
lonas con la imagen del viejo Presley cubren dos de los muros de la
habitación. Contra otra de las paredes reposa una computadora conectada
a la pantalla del tv y audio a su equipo de sonido. A la derecha de este hay
una repisa llena de juguetes, botones, esferos, corbatas y otros objetos que
forman parte de su colección y ajuares cuando está en el escenario. Sus
guitarras guardadas en sus estuches negros. A la izquierda tiene dos
escaparates llenos de música, casetes, libros y CDs; y en la parte posterior
tiene un closet con algunos de sus trajes que todavía conserva. Sobre la
estantería y el closet están todos los vistosos y elaborados cinturones que
acompañan sus excéntricos shows.
Marco se sienta frente a su computador y comienza a hablar. Entre
comentarios graciosos y bromas, siempre seguidas de una gran carcajada,
arranca el relato de su vida. Cambia de tema constantemente, coloca
cientos de canciones de sus archivos, y además les sube y baja el volumen
constantemente para poder comentarlas: “escucha que bien quedó
grabado, buena banda”, “buenos esos teclados”, “esa canción nos quedó
muy bien”. Son más de 30 años de carrera musical, no podría ser distinto.

En 1985, cuando tenía entre 14 y 15 años, armó la primera banda oficial de


rockabilly en Colombia: Los Gatos Montañeros. Un grupo conformado por
cuatro amigos que vivían en el barrio La Fragua, al sur de la capital, y que
estudiaban en el colegio Atanasio Girardot. “La Fragua era un barrio de
músicos, así como el Quiroga era de hippies y Chapinero era de hippies de
caché… de cachete rojo ¡JAJAJA!” Bromea Marco T. Cuenta que en el grupo
tenían dos guitarras y un contrabajo, pero que el baterista no tenía para
comprar su instrumento, por lo que mandó a hacer uno artesanal en el
barrio Restrepo. Y así, en plena pre adolescencia, empezaron a componer y
reversionar sus canciones favoritas de rockabilly, a las que adaptaban las
letras al español.
La primera vez que se presentaron fue en una peña del colegio a la que
llegaron vestidos con la percha cincuentera: trajes, corbatines y gomina en
el pelo. Marco dice que la gente quedó perpleja cuando los vieron tocando
rockabilly, nadie entendía bien qué era eso, de todas formas les gustó.
Después de eso comenzaron a presentarse en los bares rockeros que
quedaban sobre la octava sur y se volvieron conocidos en el barrio, no solo
por la música que hacían o por sus excéntricas pintas, sino porque iban de
puerta en puerta vendiendo los demos de sus covers. Los Gatos Montañeros
tenían ganas de gloria. Grabaron en máquinas Ampex, con una consola
Akai, en un estudio en San Victorino llamado Avila Músical. “Yo llegué a
conocer a Tito Ávila que era el dueño del estudio. Eso sí, nos daban REC y
se iban. A nadie le importaba lo que cantábamos, pero quedó el registro”.
De esas sesiones que Marco y su banda pagaban con recursos que obtenían
tocando misas y reuniones sociales, hicieron 200 copias de un 7’’ que
quedaron perdidas por ahí.

El rockabilly había pasado de moda y en lugar llegaba el la música


electrónica, el pop y la todo poderosa tropicalia. “Lo que hacíamos era muy
obsoleto para lo que sonaba en los 80, por eso es que no le importábamos
a nadie. Muchas casas disqueras nos dijeron que no, simplemente por el
género que manejábamos”, cuenta Marco. A pesar de eso, Los Gatos
Montañeros siguieron dándole duro al rockabilly y muchas radios los
sonaron en emisoras de AM, como Radio Tequendama o Radio Santa Fe, e
incluso aparecieron en el programa de televisión Telectrónico Colombia.

Luego de tanto esfuerzo, Marco T guardó todo lo que su grupo grabó en


esos años. “Durante mucho tiempo me dio pena mostrar estas cosas”, dice
con un poco de nostalgia. Pero hace poco decidieron con su productor coger
todos sus demos, recopilarlos en varios volúmenes y distribuirlos. “Ahí le
ha ido bien al disco. No tengo tantas visitas como la Tigresa del oriente,
pero bueno”, bromea mientras me muestra el volumen II de Marco T y Los
Gatos Montañeros.

Cuando llegaron los 90 el grupo se reinventó y, aunque Marco aún lamenta


que nadie le parara bolas en todo el tiempo que tocaron rockabilly, la banda
dejó atrás el sonido del sur de Estados Unidos y se subió a la ola del rock
en español. Los Gatos comenzaron a grabar covers de los Hombres G, Los
Toreros Muertos y Soda Stereo. “Fueron los años de bares, cerveza,
muchachas y diversión”, cuenta Marco. Consiguieron mejores equipos y
montaron un estudio en la casa de uno de los integrantes. El sonido de la
banda mejoró, cada vez los contrataban más e incluso el guitarrista y
productor Freddy Camelo tocó con ellos hasta el 93, cuando se fue a
Poligamia.

Pese a todo no vivían de su arte. Todos estaban estudiando en la


Universidad. Marco nunca dejó de cantar, de dar presentaciones y de
grabar interpretaciones de sus temas favoritos. “Siempre que escuchó una
canción que me gusta siento que debo grabarla a mí manera”, dice mientras
pone uno de sus tantos videos donde muestra su excelente voz gruesa,
afinada y con un estilo de músico de baladas.
Paralelamente, el amor de Marco T por Elvis siempre estuvo presente.
“Los que más me gusta es la capacidad vocal”, dice mientras mira sus
recuerdos. Desde los primeros años de Los Gatos Montañeros, grabaron
muchos covers del ídolo en español.

En 1995 compitió a nivel internacional con los mejores del momento,


entre ellos Jimmy Ellis conocido como Orión. Marco logró ser el mejor del
mundo, y fue reconocido por su versatilidad e interpretación de la música
de Elvis Presley. Los medios de comunicación no sabían mucho de la
historia; cuando su padre se enteró de su victoria, estaba tan feliz que se
fue a Radio Tequendama para darles las buenas noticias. Allá un locutor
dedicó unos minutos de su programa al triunfo de Marco.

Aun así no mucha gente se enteró de su proeza. El mejor Performer de Elvis


en el mundo siguió en Colombia dando clases, trabajando como maestro
de ceremonia en la iglesia La Inmaculada Concepción centro de la capital,
y cantando en las noches la música de Roberto Carlos, Tom Jones, Sandro,
y otros intérpretes.
Así se mantuvo hasta que el cigarrillo, y estar todo el día gritándole a un
montón de adolescentes mamones, hicieron que su garganta se degastara
y, en 2001, perdiera la voz. Marco pensó que nunca más iba a poder seguir
su pasión, ni siquiera estaba seguro de poder volver a hablar. Todos sus
logros y sus sueños parecían estar condenados. Sin embargo, con el apoyo
de su familia y amigos, fue intervenido en la Clínica Carlos Lleras y pasó
algunos meses en Buenos Aires tomando clases con la técnica del maestro
Sergio Tulian. Cuando se recuperó grabó un disco de temas religiosos como
forma de agradecerle a Dios su segunda oportunidad.

Tal parece que a Dios le gustó el tributo. Guillermo Alfredo Rueda,


conocido como Bill Lynn, un músico estadounidense nacido en Colombia
que tocó batería con Elvis, en las películas Easy come easy go y Speedway,
decidió pasar sus últimos años de vida en Colombia. Armó un grupo
musical conformado por Andrés “Beto” Delgado (mejor guitarra heavy del
país); Edgardo Tejero (ex caja de Pandora) Fabio Gómez, de Los Flippers;
e Iván Sotomayor, quien fue teclado de Shakira. Para conseguir a la voz
perfecta que pudiera evocar el estilo de Elvis, el viejo Bill organizó un
concurso en el Hard Rock Café de Bogotá. Allá llegó Marco T con su guitarra
acústica. Cuando Bill Lynn le preguntó qué canción iba a tocar, él
respondió: “pídame la que quiera”. El baterista salió con un tema medio
rebuscado llamado “Blue Eyes Crying In The Rain” y una conocida titulada
“Love Me Tender”. Cuando acabó su presentación, Bill le dijo que al otro
día empezaban a tocar juntos.

Ahí empezó la época de bonanza. La banda tocaba constantemente en


bares, clubes, eventos, ferias y fiestas por todo el país. Los videos de su
canal muestran que sus presentaciones se llenaban y la gente lo
reverenciaba como si estuvieran viendo al mismísimo Elvis. En ese tiempo
ganaba tanto que pudo comprar trajes originales hechos en una tienda
exclusiva de USA llamada BK enterprises y por fin su performance y su voz
figuró en medios tanto nacionales como internacionales, donde lo
bautizaron como el Elvis colombiano.

El grupo duró hasta 2006, año en que el viejo Billy murió. De ahí pasó a
manos de otros managers que, según cuenta Marco, los terminaron
estafando. Las presentaciones se hicieron más escasas y ya no podía cobrar
lo mismo.

Su imagen de Elvis Criollo perduró, aunque muy a su pesar, el éxito como


tributo al rey del rock opacó todo el resto de su carrera. Ser el mejor tributo
a Elvis en Colombia pasó de ser algo exótico y divertido al mayor de los
fastidios. Marco opina que la gente se hizo una imagen errónea de su
trabajo porque él procuraba reinterpretar a Elvis y a otros artistas con su
estilo propio. Por eso siempre cantaba las canciones en español, para
mantener su identidad. “Si pierdes tu identidad no eres más que un simple
imitador”, dice Marco con desdén. Aún así, hace unos años lo invitaron a
un programa llamdo Yo Me Llamo, dejando su huella con el tema “baby
what you want me to do” sin que nada pasara, solo ovaciones y elogios del
jurado y la audiencia. Ese y otros programas de talentos no son para Marco,
ya ha recorrido bastante camino, creo que puede llegar a ser un buen jurado
con todos sus conocimientos musicales.
Actualmente la mayoría de sus trajes están vendidos o no le quedan. Su
faceta de Tributos a Elvis aparece cada vez más esporádicamente, pero
cuando salen al escenario arrasan con su espectáculo. Hoy en dia anda
enfocado en otras cosas. Anda en el campo educativo. Es un gran
académico y tiene muchos estudios ahora enfocados en la psicología .De
vez en cuando se junta con otros músicos amigos, para tocar en eventos y
fiestas.

Se aferra a sus recientes victorias pues, a pesar de ser un músico


underground, el trabajo de Marco ha llegado al extranjero y ha influenciado
a otros movimientos musicales juveniles en nuestro país. Afirma que en
Bulgaria la gente conoce de su trabajo y sus discos, DJ Ethan hizo un remix
en el que mezcla su voz en el mundo discotequero y en una radio italiana le
hicieron un especial considerándolo como un “Gran barítono”, Marco
refleja en su sonrisa un brote de nostalgia y alegría por esas glorias
inalcanzables.

Marco comenta “Cómo decía Lennon: somos artistas de la clase obrera.


Somos obreros de la música no de la farándula”, dice. Pero a pesar de que
a veces su relato se torna melancólico, nunca deja su buen humor.
Rápidamente le busca el lado bueno a las cosas y afirma que está feliz,
porque hace música: “lo importante es seguir haciendo música”, sentencia.
Cuando terminamos de conversar me vuelve a invitar a la sala para
ofrecerme un café y se sienta al piano, recordé de inmediato la escena del
gran Rey del rock cuando tocó en su ultimo concierto el tema “unchained
melody”. Me invadió la emoción de estar tan cerca de este gran artista que
sentí una emoción indescriptible. Después interpretó un blues, lo observo
y pienso que Marco representa otra versión de los grandes músicos
profesionales. Los que viven el día a día musical, cantando para públicos en
restaurantes, fiestas y bodas. Esos que son cotizados por su capacidad de
transmitir esas emociones que producen, esos cantantes de verdad, artistas
que jamás veremos. Es un tipo inquieto, siempre está leyendo, grabando
música, buscando gente con quién hacerla y experimentando con nuevos
géneros musicales. Cuando deja las teclas me mira y con la misma sonrisa
que esbozó durante casi toda nuestra conversación me dice: “Yo amo la
música y creo que voy a morir cantando…. Ojalá Dios me conceda ese
privilegio”.

***

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