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La música agarró a Marco desde los nueve años, cuando el rocanrol clásico
llegó a su vida para no irse nunca. A los doce su padre le regaló su primera
guitarra con las que dio inicio a su carrera musical. Interpretó desde el rock
clásico de Chuck Berry, hasta las baladas de Nino Bravo, pasando por el
góspel y el rock en español, versatilidad y profesionalismo musical con una
obsesión por cantar y grabar cada una de las canciones que le movieran las
tripas.
Marco T – como es reconocido en el campo artístico-, es un tipo bien
parecido, de ojos azules, pelo castaño y voz gruesa que hoy trabaja en el
mundo de la psicología, aunque sigue ejerciendo su carrera musical. Una
carrera que, le ha permitido grabar varios discos, dar conciertos por todo el
país, aparecer en medios de comunicación y vivir por épocas del arte.
Precisamente ahí estoy. Marco me recibe en una linda casa. Luego de una
sonrisa de bienvenida, me da un abrazo y me invita a pasar. Atravesamos
un garaje donde está su moto y su imponente carro azul. Inmediatamente
entramos a una sala de muebles negros que combinaban muy bien con las
cortinas blancas. Sobresalía además, dentro de este espacio pequeño y
acogedor, un piano de cola que mandó a traer de Boston Massachusetts
contándome la historia del mismo que fue fabricado en 1880 y la mano de
obra era femenina, por ello lo quiso tener en la sala de su casa. Tras una
corta conversación seguimos al patio trasero de la casa hasta llegar a una
esquina donde tiene su santuario dedicado a su infinita colección de lps,
instrumentos musicales y estudio de grabación.
Pese a que es un cuarto muy pequeño y apenas cabrán cómodas unas cinco
personas, al entrar, se abre un universo dedicado l rock and roll: un par de
lonas con la imagen del viejo Presley cubren dos de los muros de la
habitación. Contra otra de las paredes reposa una computadora conectada
a la pantalla del tv y audio a su equipo de sonido. A la derecha de este hay
una repisa llena de juguetes, botones, esferos, corbatas y otros objetos que
forman parte de su colección y ajuares cuando está en el escenario. Sus
guitarras guardadas en sus estuches negros. A la izquierda tiene dos
escaparates llenos de música, casetes, libros y CDs; y en la parte posterior
tiene un closet con algunos de sus trajes que todavía conserva. Sobre la
estantería y el closet están todos los vistosos y elaborados cinturones que
acompañan sus excéntricos shows.
Marco se sienta frente a su computador y comienza a hablar. Entre
comentarios graciosos y bromas, siempre seguidas de una gran carcajada,
arranca el relato de su vida. Cambia de tema constantemente, coloca
cientos de canciones de sus archivos, y además les sube y baja el volumen
constantemente para poder comentarlas: “escucha que bien quedó
grabado, buena banda”, “buenos esos teclados”, “esa canción nos quedó
muy bien”. Son más de 30 años de carrera musical, no podría ser distinto.
El grupo duró hasta 2006, año en que el viejo Billy murió. De ahí pasó a
manos de otros managers que, según cuenta Marco, los terminaron
estafando. Las presentaciones se hicieron más escasas y ya no podía cobrar
lo mismo.
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