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Fenómeno de urbanización: centralidades fragmentadas en las periferias

metropolitanas de las ciudades modernas1.


John Albeiro Alegrias
Universidad del Valle
La geografía desde sus primeros pasos como disciplina científica ha estado
involucrada a las ciudades a través del ejercicio de la comprensión de sus
espacios, formación, cambios, estructuras de distinto orden, clases sociales,
participación política, discusión de proyectos de restauración, transporte público,
educación, salud, dinámicas espaciales, etc; es por esto que sostiene una
inseparable relación con las causas y consecuencias del fenómeno urbano y su
representación en barrios o urbanizaciones, así como con la incidencia de éste en
la creación de ciudad, la formulación de iniciativas políticas, el creciente impacto
sobre el territorio, la expansión y ocupación humana y la proliferación de
diferencias entre los lugares.
En los países latinoamericanos, las grandes ciudades crecieron y se expandieron
con un patrón en común: el retorno del mercado como elemento determinante de
la producción urbana posfordista. El mercado actúa como mecanismo principal en
la producción y configuración de la nueva ciudad pues privatiza empresas públicas
para tener cobertura en sus proyectos o tiene una fuerte hegemonía para el
establecimiento de las materialidades residenciales y comerciales urbanas según
sus criterios; siendo esto un rasgo característico de la ciudad neoliberal en la que
las decisiones del uso del suelo son coordinadas por un mercado inmobiliario
predominante que constituye, junto al estado y la necesidad, las lógicas de
coordinación social mediante las cuales funcionan las ciudades teniendo como
resultado un escenario en donde aparece estructura urbana particular a la cual
Pedro Abramo señala como “híbrida” desde el punto de vista de su morfología de
usos del suelo.
Dentro de esta estructura urbana aparece la cuestión de la centralidad que en
muchos estudios se vincula con la noción de un nodo de actividades que genera
fuerzas de atracción centrípetas concentrando flujos de personas, mercancías e
información (Koppmann, 2016). No obstante, existen regiones urbanas dispersas
que muestran una morfología peculiar donde las centralidades fragmentadas se
desarrollan a lo largo de corredores viales consolidando topologías en las
periferias metropolitanas que añaden una impronta socio-territorial en donde se
modifican las prácticas cotidianas y se funda una nueva lógica espacial.

1
Ensayo producto de la lectura “Mutaciones Metropolitanas: La fragmentación de las centralidades en la
periferia de Buenos Aires. Sonia Vidal Koppmann”.
Centralidades metropolitanas.
La morfología de las centralidades se funda, por un lado, en la localización de
proyectos de grandes dimensiones en donde se reproducen actividades de
comercio y servicio; y por otro, en su estrecha relación con las redes de autopistas
metropolitanas y las vías de circulación que cumplen un papel funcional clave en
su desarrollo y transformación (Koppmann, 2016). Estas formas de organización
territorial se incrustan en áreas donde es complejo divisar los límites entre lo
urbano y lo rural debido a la concreción de un ambiente propiciado por el
fenómeno de la urbanización.
Sonia Vidal Koppmann establece cuatro cuestiones claves para sustentar las
consideraciones sobre una realidad territorial que se está fraguando en la Región
Metropolitana de Buenos Aires a partir de la planificación ejercida por actores
inmobiliarios y desarrolladores privados que impulsan la fragmentación territorial y
la segregación socio-residencial. Estas son:

- La relación entre áreas de centralidad y movilidad urbana

- Las estrategias de los desarrolladores urbanos en relación con la


“financierización” de la ciudad y la producción del suelo urbano

- La banalización de los espacios de centralidad como condiciones de la


dinámica urbana.

- La desigualdad y fragmentación entre áreas de centralidad nuevas y


tradicionales y su impacto socio-territorial.
La ebullición de estas “centralidades emergentes” está ligada con las nuevas
formas de urbanización privada en la periferia y las nuevas condiciones de
movilidad y accesibilidad intraurbana gestada por, entre otras cosas, la
globalización y el mercado, aspectos que arrojan procesos altamente complejos y
multi-dimensionales que, como bien señala Koppmann, sirven para explicar de los
cambios y continuidades de las metrópolis en mutación.
A esta reflexión, la autora añade la noción de desarrollo desigual y combinado y el
concepto de multi-territorialidad aplicándolos a tres ejes de trabajo fundamentales:

- La segregación socio-residencial y las características del desarrollo urbano


desigual y combinado, focalizándolo no solo los aspectos que reviste la
producción inmobiliaria liderada por los grandes desarrolladores; sino
también las cuestiones inherentes al hábitat social, y la relación entre
ambas dimensiones.
- La movilidad y la accesibilidad en los corredores de transporte
metropolitanos en relación con la fragmentación territorial.
- La producción de paisajes artificiales y el sobre-consumo de suelo de alta
productividad agropecuaria o de reserva ambiental, como resultado
emergente de las acciones del mercado inmobiliario y de políticas públicas.
Los resultados de esta investigación ponen el foco en los procesos de generación
de suelo urbano destinados directa o indirectamente a la reproducción del capital
financiero; y por ende, al acelerado proceso de financierización urbana que actúan
como mecanismos de planificación del mercado inmobiliario los cuales son actores
fundamentales en las mutaciones sufridas por las regiones metropolitanas. Estas
nuevas formas de producción del espacio en ciudades y regiones urbanas no
deben dejar de lado la fragmentación territorial y la segregación social, fenómenos
emparentados con la afectación de la globalización sobre el territorio.
Para reflexionar profundamente acerca de la fragmentación territorial y la aparición
de centralidades, Sonia Vidal Koppmann agrupa en tres grandes rasgos el
desarrollo de este proceso.
1. Agentes privados y producción de nuevas centralidades.
Uno de los subtemas que Koppmman analiza dentro del estudio es la inversión a
la cual se ha visto sometida la Regio Metropolitana de Buenos Aires desde los
años 90’s,. Dicha inversión, marcó un punto de inflexión en el desarrollo
metropolitano al dar a origen a la población de la segunda y tercera corona de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires que, además, presentaron el asentamiento de
inversiones en emprendimiento de comercio y servicios de gran envergadura que
decretaron un nuevo comportamiento espacial en la sururbanización insular
integrada por una clase media-alta de población que demanda centros
comerciales, áreas de amenidades, polos gastronómicos y servicios
administrativos que están por fuera de la lógica de los tradicionales centros
urbanos de las ciudades cabeceras.
Estas inversiones han formado polígonos de actividades que tienen vinculación
directa con las vías de circulación rápida pero que además están aislados del
territorio y de los usos de suelo adyacentes, siendo posible observar grandes
shopping centers rodeados de asentamientos de precarias condiciones o
conjuntos residenciales cerrados estructurados como enclaves de riqueza
próximos a zonas deprimidas ambientalmente. Estas dinámica súrbanas
instauradas en suelos semi-rurales alteran el ordenamiento territorial y reflejan la
debilidad estatal en cuanto a la regulación de sus territorios.
Las centralidades enseñan dos patrones urbanísticos: el primero responde a la
“ciudad tradicional”, cuyo diseño es mediante el trazado colonial, donde las
actividades comerciales y de servicios se disponen a lo largo de una vía arteria
principal o rodeando una plaza central. El segundo patrón tiene que ver con el
fenómeno de dispersión urbana y la aparición de urbanizaciones cerradas en
donde elementos como los centros comerciales, malls, hipermercados,
supermercados y superficies de estacionamiento que requieren una amplia
porción de territorio para efectuar su emplazamiento; acción que es asegurada por
la obtención de condiciones como: el costo de la tierra, la demanda potencial y las
formas de vinculación física con los usuarios.
¿Son estas aglomeraciones nuevas centralidades? ¿Cómo se convierten? ¿Existe
una transformación que constituya un área de centralidad? Es evidente que hay
razones propias para pensar que sobre el territorio hay una variación en los
patrones del uso del suelo pero también es conveniente anotar si la visión de
centralidad está cambiando y que esta no puede confundirse con nodos de
atracción que pese a tener un impacto urbano en lo que se refiere al sostenimiento
de las infraestructuras de servicio, el consumo de energía y la alteración en la
movilidad no pueden tomarse áreas de carácter central.
No obstante, la aparición de sitios de consumo y ocio construidos en áreas
distantes responden a los espacios en donde se encontraban la mayor cantidad de
urbanizaciones cerradas que no tienen ninguna relación con el centro tradicional y
que además se postulan como competencia del mismo. Esto lleva a la
concentración de capitales en áreas periféricas que imprimen una nueva
morfología urbana y una nueva forma de accesibilidad asociada al uso intensivo
del automóvil que además refleja la fragmentación territorial. Estos lugares,
además, fomentan nuevas prácticas en los habitantes urbanos que giran en torno
a la actividad del consumo.
2. Nuevas centralidades y movilidad urbana
Las conexiones viales (ferroviales y autopistas radiales) son un elemento clave en
la formación y consolidación de los subcentros tanto en la periferia de las regiones
metropolitanas como en la gestación de las nuevas centralidades. Para el primer
caso, el trazado ferroviario fue un elemento detonante para extender la
suburbanización sin control que encontró lugar mediante loteos populares para la
provisión de vivienda y equipamientos. En el segundo caso, los corredores de
transporte metropolitano han jugado un papel preponderante en la implantación de
desarrollos urbanísticos del negocio inmobiliario que favorecen el proceso de
dispersión urbana y que además integran ciudades privadas (tercera modalidad de
subcentros según Koppmann). Es aquí donde se observa la disposición lineal de
grandes edificios que alojan marcas globalizadas, hoteles internacionales,
hipermercados, complejos de amenidades; entre otros; proyectos todos
enmarcados dentro del crecimiento de las áreas residenciales que generan un
efecto multiplicador del sector comercial y de servicios a través del nuevo formato
de megaproyectos.
Esta lógica de creación de ciudad planificada y concebida por los mecanismos del
mercado, es el resultado de una mutación territorial en donde se riegan
fragmentos de ciudad en ámbitos rurales pero, de igual medida, se crean nuevas
áreas de concentración de comercios y servicios en función de la trama vial, su
movilidad y regidas por los usos del suelo pre-existentes. De esta manera, las
transformaciones territoriales han incidido en el ordenamiento territorial que como
política presenta vacios ineludibles debido al rol débil de un Estado benefactor en
cuanto a las tendencias del mercado y que al mismo tiempo produce nuevos
escenarios con la construcción de viviendas sociales y sus equipamientos. Dicho
esto, Koppmann señala que la expansión metropolitana refleja una huella de
desarrollo urbano desigual amparado en tres lógicas: 1. La urbanización privada,
2. El tejido urbano en mancha de aceite y 3. El crecimiento de asentamientos
informales; que co-existen coadyuvando a la fragmentación espacial y creando la
condición de multi-territorialidad en las periferias metropolitanas.
3. La banalización de los espacios públicos y la fragmentación de la
centralidad
Por último, Koppmann centra la mirada en la morfología presente en las
centralidades en cuanto a su diseño y función basándose en un aspecto primordial
el cual es el dominio de lo público o privado de estos espacios, cuestión que
distingue las nuevas áreas de centralidad o nodos de actividades terciarias de los
centros tradicionales o subcentros.
Esta fragmentación, según Abba citado por Koppmann, da visibilidad a la
segmentación de la población en cuanto a sus prácticas cotidianas de consumo y
utilización de tiempos para recrearse. Junto a esto se encuentre la auto-exclusión
brindada por los estratos de población medio-altos y altos que decidieron residir en
urbanizaciones privadas de la periferia diseñando centralidades propias que
marginan a la población de la ciudad abierta la cual, en su mayoría, no cuenta con
un medio de transporte particular para moverse en el circuito de las nuevas
centralidades y que, además, sufre la inexistencia de un sistema de transporte
público para llegar a estos nodos.
Esta situación descrita anteriormente es el escenario opuesto al que sucede en las
áreas centrales abiertas de las ciudades tradicionales, donde hay una mezcla de
espacios construidos y libres los cuales tienen acceso y tránsito. Esto, como
resultado, permite observar que las nuevas centralidades construyen su propia
dinámica en cuanto a morfología y funcionalidad, arrojando un cambio en el tipo
de relación con la demanda pues ya estos nuevos lugares centrales no están
ligados a una demanda fija sino que se trata de una demanda estrechamente
relacionada con los flujos sobre las nuevas redes de movilidad.
Un último aspecto importante es la carencia de espacios públicos en las nuevas
áreas de centralidad respecto a las áreas centrales intra-urbanas. Se crean e
implementan espacios artificiales regidos por el consumo minorista en un comercio
atiborrado de marcas globalizadas. Dicha condición es homogénea en los
corredores viales de la Región Metropolitana de Buenos Aires.
Los promotores inmobiliarios califican esta intervención territorial como un proceso
exitoso el cual aparta la integración y el mejoramiento de áreas centrales
tradicionales profundizando así la fragmentación no solo territorial sino también
social.
Consideraciones finales.
“Hacer ciudad” hoy en día obedece a la consigna de los agentes inmobiliarios que
emprenden proyectos de gran envergadura concentrando actividades del terciario
superior que impregnan una nueva lógica de desarrollo urbano la cual procura
crear barrios residenciales para un estrato social particular obviando la necesidad
de apoyar nuevos barrios con equipamientos y espacios públicos que sigan la
perspectiva de las ciudades tradicionales.
Esta reconfiguración de las regiones metropolitanas tiene como pilar la adhesión
de fragmentos a las ciudades por medio de una malla reticular que se superpone a
la generada por la urbanización tradicional. Dicha reconfiguración también trajo
consigo las grandes superficies acaparadas por el comercio y los servicios que
hacen nacer nuevas centralidades en un territorio altamente intervenido.
La transformación no es solo territorial sino social pues, como plantea Koppmann,
una parte de la comunidad podrá desplazarse hacia cualquier área de centralidad;
mientras que otra solo queda restringida a algunos lugares centrales mediante la
utilización de un servicio de transporte público incompetente en cuanto a
accesibilidad afirmando, además, una estructura reticular que prescinde de los
flujos de personas generados desde los centros tradicionales.
Estamos en presencia de un nuevo urbanismo el cual establece una clara
diferencia entre los espacios de la ciudad tradicional y los de la ciudad moderna.
Siendo los primeros contenedores de una heterogeneidad mientras que los
segundos ostentan una homogeneidad en los usos del suelo dando vida a
procesos que constituyen una trama urbana superpuesta que forma parte del
desarrollo urbano desigual.
Así pues, el énfasis del ordenamiento territorial debe estar puesto en los modos de
articular los diferentes espacios dispersos en la periferia por medio de fuertes
políticas urbanas que permitan un acceso real a todos los ciudadanos para, así
mismo, incentivar el renacer de los centros tradicionales en función de la
complementariedad con los nuevos emprendimientos.

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