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El Rey Falso

El Rey Falso ha convocado a un concurso en el que sólo los mejores guerreros lucharán

durante todo un día. Ahí me encontraba yo. No fue difícil entrar a esa competencia porque

siempre estuve dentro de esa estúpida pelea en un reino que sigue en pie pero que se cae a

pedazos desde hace años.

Para mí la importancia de ganar esta lucha era igual a salvar a toda una sociedad, todo

un reino. Sin embargo la pelea estaba llena de trampas e injusticias. Nadie juega limpio para

llegar a ser el último guerrero en pie. Esto me ha llevado a mí también a recurrir a toda clase

de astucias. Es harto conocida la existencia de un servicio secreto del Rey Falso conformado

por hombres oscuros cuyo propósito es destruir la vida de los luchadores en pequeñas formas

sutiles a lo largo del día. Su objetivo principal es que nadie sea capaz de vencer a los tres

guerreros del reino.

Durante ese día mi estrategia consistió en esconderme en los baños del estadio junto

con las armas secretas. No lo hice solo; ahí había mucha gente ayudándome. Antiguos

guerreros pero también antepasados míos se manifestaron para entregarme su pasado y

conocimiento; información valiosa que sabían podría ayudarme.

Otros guerreros tuvieron que luchar sin las ventajas que a mí me fueron dadas.

¿Cuántos siguieron en la batalla a pesar de que el juego era sucio y sin ninguna regla? En la

misma arena en la que yo después gané una competencia vi morir a un amigo cercano. Aún

podía ver su cuerpo tendido en el suelo y el de una polilla que se posó en su frente. Me

prometí que todas las batallas siguientes serían en su honor pero ¿Qué honor puede tener un

guerrero que compite contra el Rey Falso?

Al final el veredicto fue que nadie había reunido los suficientes requisitos para

considerarse vencedor. Entonces todos –incluída la multitud que antes había sido

espectadora– nos precipitamos para subir hasta el balcón del Rey Falso y más arriba aún.
Desde ahí comenzamos a brincar encima del palacio. La única solución posible era hundir la

casa real falsa con nosotros dentro. Casi lo logramos. Cuando descendimos algo había sido

derrocado. Abundaban los abrazos y los besos. Algún tipo de victoria conseguimos. Una vez

abajo vimos que el campo de batalla se había transformado en un páramo gélido donde

reposaban los cuerpos de los derrotados como si de animales durmientes se tratara. Hicimos lo

posible por alejar a los carroñeros.

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