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IV.

MÁS¿ ALLÁ DE LA DEMANDA


MARÍA TERESA ORVAl"IANOS

La muerte es un modo de ser que el "ser ahi" toma


sobre si tan pronto como es.

INTRODUCCIÓN

¿Qué es lo que aparece más allá de la demanda y más acá del go-
ce? Es el deseo. Es más allá de la demanda donde el objeto se cons-
tituye como objeto de deseo, interpuesto entre el sujeto y el goce .
Escribir sobre el más allá de la demanda seria escribir acerca de
lo imposible, desde lo imposible del deseo, de este deseo del Otro,
de este deseo inalcanzable e i!lnombrable que nos constituye como
sujetos.
Escribir sobre lo imposible e innombrable produce angustia, an-
gustia de quedar atrapado en el deseo del Otro sin poder nombrar·
se , la angustia sin nombre, ese significante que falta y que no
puede representar al sujeto ante otro significante.
Al mismo tiempo es el deseo del Otro que mediante su demanda
llama al sujeto a la existencia; demanda del Otro que es expresión
de su deseo. El sujeto existe porque el Otro le demanda que desee
su deseo, a partir del deseo se es, el sujeto se sostiene en el ser, de-
seamos y luego somos, el deseo como esencia misma del hombre,
perseveración en el ser, decía Spinoza. El sujeto deja de desear en
el momento mismo de la muerte y del goce.
El momento del goce es el momento en donde la demanda y el
deseo coinciden, momento instantáneo del orgasmo, que paradóji-
camente lleva a la fuente de insatisfacción más profunda , ya que si
se goza no se desea y si se desea no se goza.
En el goce el deseo pierde su continuidad; ·es por esto por lo que
el deseo es defensa ante el goce por medio del fantasma.
El goce está planteado como más allá del principio del placer y
se encuentra en el horizonte de la muerte; es ese lazo esencial con
la pulsión de muerte. La repetición se funda en un eterno retorno
al goce. La repetición supone entonces la pulsión de muerte, pero

• Martin Heidegger, El ser y el tiempo , México, FCE, 1967, p. 268.

[56]
MÁSALLÁDELADEMANDA 57

también la inminencia esencial del goce, ya que, sin el ~ce la pul-


sión de muerte pierde su sentido. Más allá del principio del placer
están a la vez la pulsión de muerte y el goce.
La pulsión de muerte es inherente al automatismo de repetición,
a esa insistencia repetitiva que es base del discurso psicoanalítico,
de ese inconsciente que escuchamos repetirse y cuya manifestación
es el síntoma. El síntoma en su paradoja pone límites al deseo y es
una forma del goce que arraiga en el cuerpo.
Las preguntas son: ¿qué se repite?, ¿puede plantearse la repeti-
ción como constitutiva del sujeto?, ¿es la repetición esencia de la
existencia del sujeto?
Se ·había dicho que es por _el deseo del Otro por lo que se consti-
tuye el sujeto, y si la repetición es constitutiva de éste, entonces se
plantea una primera interrogación: ¿cuál es , la relación entre el
automatismo de repetición y el deseo? El deseo inconsciente es in-
destructible y nunca está de más aclarar que no es el placer y el
disfrute de un bien, El disfrute de un bien es lo que protege contra
esa búsqueda que está más allá del principio del placer.
¿Dónde ubicar entonces el deseo y la repetición?
Trabajo que obliga a establecer una disección de ambos concep-
tos para intentar dar cuenta de ese discurso psicoanalítico que
emerge de ese diván tapizado de demandas insaciables y de
síntomas repetitivos, podrido de lágrimas, perfumes, orines, heces y
menstruaciones. Decía Nasio, que al final del análisis el analizante
debía repetir, pero repetir diferente o saber al menos qué repite.
La repetición está presente no sólo en el discurso psicoanalítico
del diván donde se representa desgarrado, sino también en el inten-
to de escribir este trabajo en donde se repite, con la impresión de
una escritura en circulo, para avanzar si acaso sólo un punto. ¿Es
la repetición de discursos, el de Lacan y el de Freud, por una par-
te, y el del paciente por la otra, lo que puede conducir a la articu-
lación teórica? ¿Es la repetición de la demanda del analista lo que
finalmente permite que aparezca su deseo como tal? '

1. RASGO UNARIO Y REPETICIÓN

El rasgo unario 1 es un primer punto de partida para entender


dónde se engancha el sujeto en el campo del deseo y la demanda, a

1
El rasgo unario (einzinger Zug) que Freud en Psü:ología. de las masas y análisis del
yo delinea como una de las formas de lo que él llama identificación secundaria, y Lacan
establece como el fundamento y el núcleo del ideal del yo.
58 MARIA TERESA ORVAl'ilANOS

panir del cual puede establecerse la repetición de la demanda en el


encadenamiento significante.
Para Lacan la repetición es la denotación precisa de un trazo o
rasgo (trai't) que despeja del texto de Freud como idéntico al rasgo
unario, al bastoncito, al elemento de la escritura de un trazo en
tanto que conmemora una irrupción del goce. Dice Laéan que en
este rasgo reside lo esencial del efecto de lo que es para nosotros la
repetición. 2
En el principio era el verbo. En el principio era el rasgo unario,
dice Lacan. 3
El rasgo unario como significante que tacha .en lo real, que crea,
que agujera, que corta en el espacio. En lo real todo es continuo,
caótico, sin cortes: es a panir de la introducción de este rasgo una-
rio originario en el sujeto cuando éste queda marcado y señalado.
Es un trazo, una huella, una hendidura que se inscribe sobre ese
real indiferenciado, constituyendo de esta manera una superficie,
pero la marca misma, el trazo(/), provoca una.pérdida en lo real,
el objeto a, objeto causa del deseo.
Esa hendidura que se inscribe sobre ese real caótico, sobre ese
cuerpo indiferenciado, introduce al sujeto en un mundo simbólico,
lo diferencia de ese real, pasa a ser sujeto tachado por este trazo y
por lo tanto sujeto dividido, atravesado por la barra, por el deseo
(del Otro).
El 1asgo unario es hecho por uno que se cuenta, uno que se cuen-
ta como diferente y deseante, pero, al mismo tiempo, este uno de-
seante pasará su vida repitiendo ese rasgo, esta búsqueda del rasgo
con el que está identificado.
Este rasgo unario es señal de lo que ha debido perder por ínter·
posición del orden simbólico para constituirse como sujeto.
El sujeto se identifica con aquello que le falta para ser y que está
en el campo del Otro, algo que falta al Otro, y es éste el núcleo de
la identificación y causa de la repetición.
Con este corte en lo real que lleva a un pérdida se produce en el
sujeto una identificación y se inicia una búsqueda infinita, metoni ·
mia de su deseo.
El sujeto, identificándose con el rasgo unario, recibe el signifi-
cante de la falta en el Otro (-<,0) y de lo que debe llegar a alcanzar
(ideal del yo). A partir de entonces se asiste al sistema de repeti-
ciones por medio de la demanda (S <> D). El sujeto se identifica roa
un significante, con el de la falta (S(A)), causa de su deseo.

2
J .. Lacan, "De un Otro al otro. Seminario XVI" , 22 de enero de 1969 (inédito).
3
J. Lacan, "La Identificación . ~inario IX", 1961 (inédito).
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 59

Es decir que el rasgo unario está ligado a la identificación y al


objeto perdido. Por otra parte, Lacan resume diciendo que este
rasgo unario está en relación con el goce , pues "el goce está dirigi-
do a un reencuentro y ese goce no podrá sino ser reconocido por el
efecto de la marca, y que esta marca misma introduce allí el
marchitamiento de donde resulta tal pérdida[ . .. ]". 4
Es decir que la repetición está fundada sobre un eterno :r;etorno
al goce, pero en la repetición se produce una pérdida a partir de la
cual surge la función del objeto a. El objeto a se desprende en el
momento en que el cuerpo es atravesado por el significante . El ob-
jeto a cae como efecto de la metáfora paterna, queda como el plus
del goce , como exceso, pero tampoco es el objeto del goce.
La repetición es asf la búsqueda de algo que ya estaba, de esa
marca inscrita sobre el real del cuerpo, cuerpo del goce, marca que
sexualiza ·al sujeto, que "marca como tatuaje, primero de los signi-
ficantes";5 es en esa repetición donde el sujeto se constituye como
tal. El cuerpo del psicoanálisis sólo existe retroactivamente una vez
que el objeto se ha desprendido del real del cuerpo.
Esta búsqueda de una marca que ya estaba está en relación, dice
Lacan, con lo que Platón desarrolló en el Fedón y en el Menón,
sobre el concepto de remint"scenda, algo distinto de la rememora-
cion. Platón en sus diálogos describe al conocimiento como recuer-
do. 6
En este sentido el concepto de repetición en Heidegger está rela -
cionado con la reminiscencia platónica pues, para Heidegger , la
repetición1 es la réplica que hace el Dasein ("ser ahí") a su propio
pasado como "siendo si"do". La repetición, escribe Heidegger:"[ ... ]
es la tradición expresa, es decir el regreso a posibilidades del Da-
sein como siendo sido". 8
Por otra parte Kierkegaard aclara el significado de repeti"dón
acercándolo a la expresión aristotélica quod qui"d erat esse , lo que

4
J. Lacan, "De un Otro al otro. Seminario XVI", cit.
5
J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminan"o XI
(1963), Barcelona, Barral Editores, 1977, p. 148.
6 "Ya que toda la naturaleza es similar y el alma ha aprehendido todo, nada impide
que recuerde una sola cosa (que es, por lo demás, lo que se llama 'aprender'), encuentre
en sí todo lo demás si tiene valor y no se cansa en la búsqueda, ya que buscar y aprender
no son más que reminiscencia" (Platón, "Menón o de la virtud", en Diálogos, México,
Editorial Porrúa, 1979).
7
Repetición en Heidegger- Wiederholung (como en Freud) que traduce Gaos por
"volver a andar el camino", véase la introducción hecha por José Gaos a M. Heidegger,
El ser y el tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 1977.
8 /bid ., p. 74.
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el ser era, que expresa la necesidad e inmutabilidad del ser, su re-


petirse.9
Este repetirse es un movimiento y también el recuerdo aparece
siendo el mismo movimiento de la repetición pero en dirección
opuesta. Lo que ha sido recordado es repetido hada atrás, es algo
que fue. Así, la repetición auténtica es recordada hacia adelante. 10
La repetición en Kierkegaard expresa de un modo decisivo lo
que la reminiscencia representaba para los griegos. Para los griegos
toda la existencia, lo que ahora existe, había sido ya antes. La
nueva filosofía, dice Kierkegaard, enseñará que toda la vida es una
repetición, con lo que quiere significar que la existencia, esto es, lo
que ya ha existido, empieza a existir ahora de nuevo. La repetición
es una nueva catfgoría que es preciso descubrir, en ella estriba la
belleza de la misma vida. El que elige la repetición vive de veras, y
el mundo jamás habría empezado a existir si el Dios del cielo no
hubiera deseado la repetición.
Si este Dios se. hubiera contentado con evocar todas las cosas en
su memoria , conservándolas en el recuerdo, no habría mundo; éste
subsiste gracias a la repetición, que es la realidad de la existencia .
Claramente se presentifica en Kierkegaard la relación entre el
deseo del Otro y la repeticipn.
La dialéctica de la repetición es sencilla, porque lo que se repite
ha sido anteriormente , pues de lo contrario no podria repetirse. El
hecho de que se repita algo que fue, es lo que confiere a la repeti-
ción su carácter de novedad .
Lacan se coloca entre esta perspectiva platónica que está basada
en la reminiscencia de las esencias eternas e inmortales y la concep -
ción kierkegaardiana de la repetición anticipada del futuro, y por
lo tanto acentúa el concepto de temporalidad e historia del sujeto,
"siendo sido" .
En este sentido, Lacan , haciendo referencia al sujeto definido
por su historicidad, nos dice: "[ .. . ] este límite está en cada instante
presente en lo que esa historia tiene de acabada. Representa el pa-
sado bajo su forma real, es decir no el pasado fisico .cuya existencia
está abolida[ .. . ] ni el pasado histórico en que el hombre encuentra
la garantía de su porvenir, sino el pasado que se manif¡'esta ¡'nvert¡'-
do en la repetidón. " 11

9
SOren Kierkegaard, R epetüion (Report by Constan/in Constantius) , edición y
traducción de Howard V. Hong y Edna H . Hong, Nueva Jersey, Princeton Univer-
sity Press, 1983.
IO /bid .
11
J . Lacan, "Función y campo de la Palabra", en Escritos 1, cit., p . 306 (cursivas
nuestras).
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En 1914, Freud se refiere específicamente a la compulsión de re-


petición en "Recordar, repetir y reelaborar", aunque se sabe que
desde el inicio contempla la repetición en el síntoma.
En Más allá del principio de placer, en 1920, la compulsión de
repetición adquiere una conceptualización teórica definitiva en re-
lación con la segunda teoría de las pulsiones. La teoría
psicoanalítica descubre la pulsión de muerte a partir de los fenó-
menos de la repetición, repetición del síntoma, repetición de la
transferencia.
La compulsión de repetición, inherente a la pulsión de muerte,
da su estatuto · definitivo al sujeto del inconsciente y entra en
contradic;ción con el principio de placer. La compulsión ~e repeti-
ción es la expresión de una pulsión que va contra la vida, "depen-
de, a su vez, de la naturaleza más íntima de las pulsiones; tiene su-
ficiente poder para doblegar a] principio de placer, confiere carác-
ter demoniaco a ciertos aspectos de la vida anímica" . 12
Freud descubre la repetición a partir de la transferencia y a tra-
vés del paso del método hipnótico a la asociación libre, en la que, a
diferencia de la hipnosis, el analizante no recuerda nada de lo
reprimido, sino que lo acti1a, lo repite. u La transferencia se intro-
duce en el análisis bajo la máscara de la repetición, y la transferen-
cia no interviene sino como soporte de la repetición.
Eso que se repite es un significante, noción que le faltó a Freud
en su momento para evitar el biologismo de la pulsión de muerte,
pues cabe recordar que aquello a lo que se refiere como ~·transfe­
rencia", en el capítulo VII de La t"nterpretadón de los sueños, es a
la transferencia de representaciones, es decir a la transferencia de
significantes.
Freud opone la repetición al recordar y establece la relación
entre la repetición y el actuar (agieren). El recordar era propio de
la hipnosis, el repetir propio de la asociación libre. Para Freud la
repetición no es reproducción, esta última está en relación con la
catarsis.
Freud dice que la cura comienza con una repetición; 'como una
resistencia a recordar, se repite lo reprimido; la resistencia del suje·
to se convierte en repetición en acto, y a partir del establecimiento
de la neurosis de transferencia, la repetición (de los síntomas)
puede servir como material para el trabajo analítico, "[ ... ] no se

12
S. Freud, "Lo ominoso'" en Obras completas, cit. , t. XVII , p. 238.
u S. Freud, "Recordar, repetir y reelaborar" , en Obras completas, cit., t.XIJ .
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puede ajusticiar (matar) in absentia o in effigie". 14


Para Freud, el principal recurso para dominar la compulsión de
repetición del paciente y transformarla en un motor para el recor-
dar reside en el manejo de la transferencia; mediante esta repeti-
ción pretende restituir la continuidad de una historia.
En 1926, en InMbicz'ón, síntoma y angustia, el factor fijador de la
represión es la compulsión de repetición del ello, en donde la inten-
sidad de la repetición es tan grande que la moción nueva no puede
sino obedecer a la compulsión de repetición. Más adelante adscribe
la compulsión de repetición como una resistencia del ello. 15
En Más allá del principi·o de placer, la compulsión de repetición
pone en tela de juicio al principio de placer, eso que, yendo hasta
el limite de su pensamiento , Freud llama la pulsión de muerte,
incluida en un nuevo dualismo como contrapuesta a la pulsión de
vida o Eros.
Es importante dentro de esta secuencia mencionar la relación
entre la compulsión de repetición, la pulsión de muerte y la reac-
ción terapéutica negativa.
La reacción terapéutica negativa se define por el agravamiento
de los síntomas, cada vez que, dado el progreso en el análisis,
podría esperarse una mejoría . Freud veía en la reacción te.r apéutica
negativa la expresión de un sentimiento de culpa inconsciente al
cual relaciona en 1924, en El problema económico del masoquis-
mo, con el masoquismo moral , 16 y que más adelante relacionaría
con la pulsión de muerte.
Por último , Freud hizo referencia al dualismo pulsional en el
capítulo VI de Análisis termiºnable e iºntermiºnable , poco antes de su
muerte en 1937 , en donde encuentra en Empédocles la afirmación
de su concepción de Eros .y Tanatos. Dice Lacan: "Empédocles pre-
cipitándose al Etna deja para siempre presente en la memoria de
los hombres ese acto simbólico de su ser-para -la-muerte. " 17

14
S. Freud , "Sobre la dinámica de la transferencia" , en Obras completas, cit .•
t. XII, p. 105 .
15 "Tras cancelar la resistencia yoica es preciso superar todavia el poder de la compul-

sión de repetición, la atracción d.e los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional
reprimido, y nada habrla que objetar si se quisiera designar ese factor como resistencia
de lo inconsciente" (S. Freud, Inhibición, síntoma y angustia, en Obras completas, cit.,
t. XX , p. 149).
16
"La tercera forma de manifestación del masoquismo , en cierto sentido la más im-
portante, sólo recientemente ha sido apreciada por el psicoanálisis como un sentimiento
de culpa la más de las veces inconsciente" (S. Freud, El problema económico del maso-
quismo , en Obras completas, cit . , t . XIX, p . 167) .
. J. Lacan; "Función y campo de la palabra en el lenguaje del psicoanálisisº', en
17

Escritos 1, cit. , p. 307.


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Se hada necesario este pequeño desvío por la filosofia y por


Freud para esclarecer las diferencias entre recuerdo, rememora-
ción, repetición y reencuentro, este último en relación con el pla-
cer, que seria el reencuentro con la huella de un objeto anterior-
mente placentero. ·
Retornando a Heidegger, esta búsqueda del dasein de su propio
pasado, de su tiempo perdido como "siendo sido" , pareciera estar
en relación con el rasgo unario, ya que el sujeto, se habia dicho, se
funda en esta marca, ese primer significante unario que marcó la
huella, en esta diferencia, en este 1 (uno) "siendo si'do", que es la
búsqueda de lo que le falta para ser, aunque "el que deje de fal-
tarle algo de su ser significa la aniquilación de éste". 18 Cuando fal-
ta la falta es la muerte o el momento del orgasmo.
A partir del rasgo unario, a partir de la constitución del sujeto
como deseante, repetirá el sujeto lo que permita la asimilación con
el rasgo unario. En este sentido, el rasgo unario tiene un efecto
constituyente porque identifica al sujete como uno y como yo, lo
coloca en condición de deseante, lo escinde y lo aliena.
El rasgo unario ha marcado al sujeto que se pone a repetir con el
propósito de hacer surgir lo unario primitivo; por eso la f~mción de
la repetición en el inconsciente es lo que es buscado por el sujeto:
repite sin saberlo. De aquí en adelante todos los movimientos del
sujeto en su relación con el Otro serán para demandar a, el rasgo
unario como la brújula del deseo. Buscará el rasgo unario que lo
represente como integración y resolución de la carencia.
El rasgo unario engendra para el sujeto la cadena de los signifi-
cantes, engendra la cadena de las repeticiones y por lo tanto en-
gendra la d~manda y constituye el deseo.
Todas las cadenas significantes a partir de este significante una-
rio, que marca la diferencia en lo real , organizarán en el sujeto la
sucesión de demandas que constituyen el deseo en el Otro , y es con
el deseo del Otro con lo que el sujeto se identifica .
"Tomemos solamente un significante como insignia de esa omni-
potencia, lo cual quiere decir de ese poder todo en potencia , de ese
nacimiento de la posibilidad, y tendremos el trazo unario que, por
colmar la marca invisible que el sujeto recibe del significante , ena-
jena a ese sujeto en la identificación primera que forma el ideal del
yo."19

18 M. Heidegger, El ser y el tiempo, cit., p. 258.


19 J. Lacan , "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano",
en Escritos 2, cit .• p. 787.
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Es decir que el sujeto se identifica con el rasgo unario que es la forma


en la cual llega al sujeto, como significante, la falta en el Otro, que
es lo que debe llegar a alcanzar y, por lo tanto, funda el sistema de
repeticiones y tiene un carácter idealizante: es el fundamento del
ideal del yo .
A través de este movimiento de sucesión-repetición de trazos de
uno más uno, más uno, como soportes de la diferencia y al mismo
tiempo en esta repetición de la demanda dirigida al Otro com() me-
táfora del rasgo unario, demandándole que venga a darle su unici-
dad significante, se estructura el sujeto por medio de la circuns-
cripción del hoyo central que corresponde al deseo en el Otro. El
vacío interno que es el deseo, es la falta, es el hoyo central, el ele-
mento impulsor del deseo, causa del deseo, a, es lo que permite
que la cadena de significantes se repita . Lo que engendra la repeti-
ción entre S1 y S2 es el hoyo central. El objeto a es la causa material
del deseo , pues a través de este vado el deseo es el desplazamiento
metonímico de Jos significl!lltes, de uno a otro y hasta el infinito.
La repetición de las demandas, movida por el deseo , cava el hoyo
que sostiene al propio deseo. ¿Cuándo deja de excavar el sujeto?
Cuando el cuerpo llena el hoyo cavado por el deseo, momento de
la muerte o el goce.
Son las representaciones imaginarias o los objetos del placer Jos
que vienen a taponar el hoyo abierto por el deseo, vienen a en-
terrar al deseo , lo interrumpen, le echan tierra. El fantasma no
colma el hoyo abierto por el deseo sino que lo obtura, lo cubre, y
pone de manifiesto la imposibilidad del encuentro del sujeto con el
objeto a , pero al mismo tiempo es a través del fantasma como el
deseo se manifiesta, se imaginariza, se escenifica, cubre lo reprimi-
do del <leteo: el fantasma es el correlato del deseo.

2 . DEMANDA DESEO Y REPETICIÓN

¿Cuál es la relación entre la demanda, el deseo y Ja repetición? La


función de la repetición en relación con la demanda y el deseo es
representada por Lacan por medio de fa topología tórica.
El sujeto tiene la estructura del toro. El toro representa la articu-
lación que traduce la relación entre la demanda y el deseo.
Las características topológicas del toro que llevaron a Lacan a
reconocer en éste (el toro) la estructura del sujeto son las siguientes:
el toro es una superficie orientable en forma de rectángulo que se
pliega sobre sí mismo , obteniendo un cilindro que es unido por los
extremos (figuras 1, 2 y 3).
MAS ALLÁ DE LA DEMANDA 65

c¿:--;s~,::~~~~========:;::::::::::::::::;t7"l

figura 1
4Y
-
3 4

N>

figura 2

figura 3

El toro está representado por dos vados, el vacío del espesor del
toro que es hueco y el vacío central~ La relación entre estos dos
vacíos configu ra dos tipos de círculos irreductibles que no pueden
topológicamente transformarse en un punto porque encierran un
vacío. Estos círculos son irreductibles en función de un límite que
demarca un exterior y un interior. El toro fácilmen te puede ser
expresado sobre una hoja de papel en dos dimensiones (figura 2).
Los dos vacíos del toro lo hacen irreductible a una superficie esféri-
ca y la esfera no puede ser transformada en un toro sin que realice-
mos un corte y un pegado. El vacío central del toro es un aspecto
sobre el cual Lacan ha insistido.
Tenemos que comenzar afirmando que el toro, en tanto quP asi-
milado a la estructura del sujeto, no está ya ahí; el toro se configu-
ra por medio dC' la repetición <le las demandas del sujeto que son
66 MARÍA TERF.SA ORV Al'ilANOS

significadas en el campo del Otro y es así como el sujeto llega a te-


ner la estructura de un toro.
La demanda es representada por los círculos que se repiten alre-
dedor del toro, con una doble vuelta, dentro del espesor del toro
que es hueco y alrededor del vacío central (figuras 4 y 5).

figura 4 figura 5

Esta repetición sucesiva de demandas va configurando un anillo


central, un vacío central (figura 5). Es la repetición la que va ha-
ciendo el movimiento de bobina que circunscribe este hoyo-central,
es decir que a partir del conjunto de demandas se va estructurando
el sujeto como una superficie tórica.
La superficie tórica se engendra por la repetición de las deman-
das, es decir que el sujeto se va configurando como efecto de la re-
petición permanente de la demanda excavando el agujero central
del deseo .
Es necesario que la demanda quede insatisfecha para que no se
cierre sobre sí misma y pueda repetirse ; que pueda repetirse como
significante .
El significante y la repetición quedan contenidos uno en el otro;
Lacan formula que no hay significante que se signifique a sí mis-
mo, dicho de otra manera, no hay Otro del Otro y la significación
sólo se produce a partir de la repetición de la doble vuelta dentro
del espesor y alrededor del toro.
Por medio de esta demanda re-petida y re-pedida el sujeto se ar-
ticula en la cadena significante, entre S 1 y S2 ; es a través de la ca-
d~a significante como aparece el desplazamiento metonímico del
MAS ALLA DE LA DEMANDA 67

deseo y las sustituciones metafóricas del síntonw.. El sujeto se cons·


tituye en la repetición significante por medio de la demanda; es así
como el sujeto es efecto del significante.
Para ejemplificar esto último, Lacan se refiere al Ubú de Alfred
Jarry: "Viva Polonia, señores, porque si no hubiera Polonia no
habría polacos." La demanda es la Polonia del signíficante. 20
La demanda no es demanda del objeto de una necesidad, es de-
manda del significante del deseo del Otro. La demanda de tal de-
seo, demanda de amor, es imposible de satisfacer. La demanda es
esa búsqueda eterna de eso innombrable e indestructible que obli-
ga al sujeto a repetirse.
Dicho de otra manera , en el momento en que el objeto no per-
manece como objeto de la necesidad, sino que aparece enganchado
en el movimiento repetitivo de la demanda, es la. repetíción misma
como tal la que deviene objeto de deseo.
Lo que se demanda no es el pecho como tal, pues en cuanto éste
es dado o rehusado, se transforma para el sujeto en significante del
deseo, "[ . .. ] need y demand para el sujeto tienen un sentido
diametralmente opuesto , y suponer que su empleo pueda ni por un
instante ser confundido equivale a desconocer radicalmente la inti-
mación de la palabra". 21
La única manera de poder tomar el deseo a la letra es distin-
guiendo entre la demanda y la necesidad.
La demanda se encuentra en la primera relación entre el niño y
la madre. Entre la demanda del sujeto (niño) y la demanda de la
madre, en el entrecruzamiento de esas dos demandas, se constituye
el deseo, en esa intersección de demandas como lo que no se puede
decir, como lo que no se puede pedir, como lo que no puede ser sa-
tisfecho .
La madre reconoce el grito del niño como una demanda, pero lo
interpreta sobre el plano del deseo : deseo del niño de comerla, de
que lo tome, de que lo mire, etc. Pero es la demanda del niño la
que se ha convertido en deseo materno. Es entonces por el camino
del Otro, el de la demanda del Otro, como el sujeto hace su entra-
da en el mundo del deseo - "el inconsciente es el discurso del
Otro" o "el inconsciente está estructurado como un lenguaje" - , el
sujeto está colocado en el carnpo del Otro. Es decir que el sujeto es
un efecto de la demanda , que por medio de su demanda repetitiva
configura el deseo del Otro y la demanda del Otro lleva al sujeto a

20 J. Lacan , "La identificación. Seminario IX", 1961 (médito).


21
J. Laca n , "Función y campo de la palabra ... ", cit. , p . 28.5.
68 MARÍA TERESA ORVAÑANOS

la existencia, y desde ahí el sujeto organiza la satisfacción de sus


necesidades dirigiéndose al Otro como deseante, y en tanto que el
Otro es deseante, él puede devenir sujeto.
¿Qué demanda, qué repite? Decíamos, no puede siqwera nom-
brarlo, pide a, repite a, re-pide el objeto que al Otro le falta,
que no puede dar y es justamente por eso por lo que se lo pide,
porque es lo que el Otro no tiene, y está en relación con el signifi-
cante de la carencia, el falo. El falo marca lo que al Otro le falta,
el vacío; es la materialización del deseo puesto que aparece como
carencia; este falo está marcado por la castración, por un menos de
goce. Lo que se demanda al Otro es su a y nadie tiene su a, eso que
es nacido de lo real, vestido de imágenes y marcado de significan-
tes, es eso que debe ser demandado ahí donde no está.
La demanda es expresión del deseo y de la falta en el Otro, por
lo cual el sujeto es dependiente de la dell)anda del Otro y efecto de
su demanda. El sujeto es un corte hecho en lo real por su deman-
da, el sujeto es producto de ese corte, por eso decíamos que es el
toro lo que el sujeto configura. El deseo y la demanda estructuran
lo real.
Es importante distinguir entre el deseo y la demanda y cómo se
articulan; distinción que la clínica psicoanalítica nos obliga a ha-
cer , pues el error del neurótico es confundir la demanda con el de-
seo. Por otra parte la situación analítica es el lugar donde se habla
del deseo y su interpretación, pero éste no puede reconocerse si no
se articula en la demanda .
El deseo inconsciente se encuentra en la repetición de la deman -
da, mediante el movimiento de embobinado, de doble vuelta o en
forma de bucle. La articulación entre la demanda y el deseo y la
dificultad de distinguirlos se debe a la circunscripción que, por me-
dio de la repetición de la demanda, ésta hace del objeto del deseo.
El deseo es lo que soporta el movimiento circular de la demanda
siempre repetida , lo que _organiza la sucesión de todas las deman -
das.
¿Cómo articula Lacan el deseo con la demanda en el toro?
Antes de trabajar esta pregunta, es necesario hacer una des-
viación por el objeto a.
Mediante la repetición significante de la demanda se constituye
la superficie del toro. Los dos círculos irreductibles del toro son:
uno el soporte de la demanda y el otro el soporte del deseo. Lacan
nos ofrece un trazado que incluye a ambos (véase figura 6).
El significante establece un corte en lo real que, habíamos dicho ,
lleva a una pérdida; por lo tanto, al mismo tiempo que se constitu-
ye el sujeto y de un solo golpe. en esta repetición significante de la
demanda , i¡,u rge la falta, eso que Lacan denomina la 11ada fu11da- _
MÁ&ALLÁ DE LA DEMANDA 69

I
I
I
/
_.... /

---
/

figura 6

mental para distinguirla del vacio de la demanda, manque a etre


(falta en ser).
La nada fundamental concierne al objeto causa del deseo, el ob-
jeto a. Para Lacan es éste el lugar de la pérdida que introduce la re-
petición y surge la función del objeto perdido.
Se había dicho que el sujeto en su repetición pide a, pide algo en
el lugar de a , el objeto causa de su deseo que al Otro le falta, es d·e-
cir que el objeto a es lo que vemos surgir en el punto de , dp ~falleci­
miento del Otro, en el punto de corte dd significante .
A partir de la topología de los dos toros se puede apreciar al ob-
jeto a en el lugar de la zºntersección de dos nadas, al sujeto y al Orro
les falta (figura 17).
Por medio de dos toro!¡, es decir la ilustración de la relación del
sujeto con el Otro , Lacan muestra por una parte la articulación de
la demanda y el deseo y al mismo tiempo la irreductibilidad entre
éstos. Estos dos toros se concatenan uno con el otro , en donde cada
punto de uno tiene su correspondencia en el otro, es decir que el
círculo periférico de uno es el círculo central del otro. Dicho de
otra manera , el círculo que representa al deseo de uno es el mismo
que representa la demanda del otro y a la inversa.
Tenemos , por lo tanto, dos toros que se complementan perfecta-
mente en sus orificios centrales, de manera que un toro llena el ori-
ficio central del otro (figuras 7 y 8). Encontrándonos en una apa-
rente relación de simetría y complementariedad.
70 MARIA TERESA ORVAJ.'il~OS

figura 7 figura-8

Si se separan estos dos toros, encontramos:

figura 9. Toro 1 figura 10. Toro 2

Para que se puedan concatener uno y otro toros, es menester que


la curva o la vuelta que abarca el grósor del toro 1 abarque el agu-
jero central del toro 2. 'Esta curva da doble vuelta por un lado alre-
dedor del agujero central y dentro del espesor del mismo toro, abarcando
así el grosor de los dos toros y el vacío central de éstos (figura ·s).
Por tanto, una vez concatenados los toros, una de las curvas va
hacia la derecha y la otra hacia la izquierda (figuras 9 y 10).
En la figura 1 se representa el toro como una superficie oriep-
table en fonpa de cuadrángulo o rectángulo.
MÁSALLÁDELADEMANDA 7l

Para expresar en un cuadrángulo (llamado tórico) el corte de la


demanda y el corte del deseo, hallamos lo siguiente:

cortc2

corte l

figura 11 figura 12

Debido a que la vuelta es doble, dentro del espesor .del toro y


alrededor del agujero central, el corte se expresa en diagonal:

figura 13

F.ste corte comprende la doble vuelta de la demanda, de la cual


surge el deseo. Es doble vuelta porque al ser una demanda dirigida
al Otro -demanda de algo que tampoco el Otro tiene- retoma al
sujeto, es decir que el deseo se constituye por esta doble vuelta de
la demanda.
Al concatenarse los dos toros (figuras 9 y 10), una de las curvas
va hacia la derecha y otra hacia la izquierda: expresados estos cor-
tes en dos cuadrángulos tóricos encontramos lo siguiente:
MARIA TERESA ORVAl'1ANOS

figura 14. Toro l figura 15. Toro 2

La razón de expresar estos cortes en cuadrángulos tóricos es po-


der ilustrar matemáticamente la imposibilidad de la especularidad
del toro.
El toro permite a Lacan ilustrar, a diferencia de la superficie es·
férica, que ésta es una superficie irreductible a las superficies espe-
culares. Lo que caracteriza la especularidad es un giro de 180°. Es
decir que si por ejemplo se inviene un guante, se ha realizado un
giro de 180°; teniendo por otra parte la impresión de que es el mis-
mo guante, solamente que de guante izquierdo pasa a ser guante
derecho y viceversa. Ésta es la operación engañosa que hace el
neurótico. Éste en su búsqueda de a, el objeto causa de su de-
seo, se encuentra con i (a), es decir con la imagen de a. El sujeto se
engaña con su imagen en el espejo; sin darse cuenta de que quien
está en la imagen del espejo no es él, así como de que su oreja de-
recha en el espejo es su oreja izquierda. El toro es una esfera con
manija y no se puede realizar la misma operación de 180°, sino
que la operación al tratar de invertir el toro es de 90º , es decir que
si se le trata de dar vuelta, como al guante, se transformará en una
esfera con manija interior y para volver al punto de partida es ne-
cesario hacer un giro de 360° . Esto es fácilmente demostrable me-
diante los cuadrángulos tóricos, en donde si se gira 90º en cada
operación se obtiene Jo siguiente:

1I2J (ISJ [2J ISJiiIZJ


----- 4--

J
___,.,
- figura 16
__.
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 73

El toro no reproduce especularmente la figura de la que se partió.


Esto es lo que permite a Lacan, en primer lugar, demostrar la
irreductibilidad entre la demanda y el deseo, lo que para uno ~e
manifiesta en el campo del deseo, para el otro se manifiesta en el
campo de la demanda. La demanda del sujeto corresponde al obje-
to a del Otro y el objeto a del sujeto deviene la demanda del Otro,
con la imposibilidad del Otro para responder a la demanda del su-
jeto y así el objeto a aparece entre la intersección de las dos nadas
en la concatenación de los dos toros. Al hacer el trazado de la con-
catena~ión de los dos toros con la doble vuelta tenemos lo siguiente:

figura 17

En fin , es en la articulación de los dos toros donde se muestra la


relación entre la demanda y el deseo, pero es la demanda en su re-
petición dirigida al Otro la que va a abrir un hoyo en el deseo del
Otro -el deseo del hombre es el deseo del Otro.
La demanda jamás se encontrará co.n el objeto de su deseo y el de-
seo jamás se encontrará con el objeto de su demanda , salvo en el
momento en que la demanda y el deseo coincidan, lo cual se da en
el momento del goce, o cabe también la posibilidad de representar·
se el encuentro del deseo con su objeto en lo imaginario, bajo la
forma del fantasma, donde se manifiesta el deseo como incompa-
tible. Lo imaginario es lo que no permite que el deseo se articule al
goce. El fantasma es el muro que impide que el deseo se articule al
goce.
74 MARÍA TERESA ORVAI'ilANOS

¿Y el síntoma? Ese real que no podemos aprehender, que se repi-


te en todas las formas .posibles , que se las arregla para sorprender-
nos y reaparece cuando menos lo esperamos; duro como un hueso
es el alma del síntoma, decía Lacan. Si algún beneficio se obtiene
del análisis es la introducción del sujeto en la dimensión del deseo,
único mecanismo por el cual puede salir el sujeto de su ubicación
en el goce del síntoma. Pero, ¿cómo introducir al sujeto en la di-
mensión del deseo, si es precisamente el síntoma el que pone límites
al deseo?
El síntoma pone limites al deseo; es la expresión de un automa-
tismo de repetición fallida y engañosa , manifestada por el goce del
cuerpo . El sintoma -en esa búsqueda de hacer pasar por los carri-
les de la demanda ·ro que es el objeto de su deseo: lo que no puede
demandarse, aquello que no tiene nombre y que no puede articu-
larse en la cadena significante- reaparece en lo real.
Dice Lacan: "La insistencia repetitiva de esos deseos en la trans-
ferencia y su rememoración permanente en un significante del que
se ha apoderado la represión , es decir donde lo reprimido retorna,
encuentran su razón necesaria y sufieiente, si se admite que el de-
seo del reconocimiento domina en esas determinaciones al deseo
que queda por reconocer, conservándolo como tal hasta que sea re-
conocido . " 22
Es decir que el síntoma muestra en lo real del cuerpo lo que no
ha podido ser articulado en la cadena simbólica.
El síntoma es el punto de encuentro de lo real con lo simbólico,
anudamiento de un cuerpo atrapado por los ganchos del significan-
te que, por medio del goce del síntoma en un cuerpo sufriente y
deseante , trata de suturar el hueco, el vacío abierto en lo real por
lo simbólico , por el deseo, y es el goce del síntoma el que pone
límites al deseo.
El síntoma es la metáfora del deseo con su carácter repetitivo, es
en su repetición donde como tal deviene objeto de d~.
El paciente habla por medio del síntoma; repite, demanda a tra-
vés del síntoma. "Es la verdad de Jo que ese deseo fue en su historia
lo que el sujeto grita por medio de su sintoma [ ... ]"23 Grita por me-
dio de su síntoma , manifiesta a través del síntoma las relaciones
imaginarias que éste guarda con su deseo.
El síntoma se resuelve con Ja interpretación, la palabra en vez

tt J. Lacan, "La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis", en


Escritos 1, cit. , p. 414.
23 J. Lacan, "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud", en

Escritos 1, cit., p. 499.


MÁSALLÁDELADEMANDA 75

del síntoma. Es la transformación de lo real por lo simbólico lo que


define a la praxis psicoanalítica como a toda otra praxis.
Concluyendo, se puede plantear que la repetición, estando más
allá del principio de placer, es al mismo tiempo la búsqueda y lo
que pone, sin saberlo, límites al goce, y es la esencia misma del de-
seo y el deseo es el ser del sujeto.
Es por medio de la repetición como el deseo se configura, deseo
de un objeto que pertenece al campo de lo real, objeto a. El objeto
a tiene vaior sólo porque es causa del deseo, vale por su falta, por
su ausencia. Se dice que el objeto a es la apuesta pagada por el su-
jeto en el origen para entrar en el juego, en la cadena simbólica .

3. MÁS ALLÁ DE LAS FICCIONES DEL AMOR

¿Cuántos hombres estarían enamorados si no hubieran


oído jamás hablar de amor?*

Lacan dice que toda demanda es en el fondo una demanda de


amor. La demanda pide al otro lo que el otro no tiene y el amor es
dar al otro lo que a uno le falta: el deseo es la respuesta a la de-
manda de amor.
Dame tu deseo, daqle lo que a ti te :·alta, dame lo que no tienes,
deseo insatisfecho, amor fallido. Amor que por ser fallido se preser-
va y se repite. En cada repetición, en cada demanda de amor, diri-
gida al encuentro con la Co a {das Ding) hay una pérqida, algo
que cae, un objeto a. Se ama al otro, en tanto que el otro puede
confundirse imaginariamente con el objeto a.
El amor preserva y prohibe el goce y existe gracias a este último.
Es decir que en tanto que hay búsqueda de goce, el amor se repite.
El amor se inscribe en una dialéctica del goce, siendo el goce lo
que va contra la vida. Dice Denis de Rougemont en El amor y Oc-
cidente que "Tristán e Isolda no se aman. Ellos mismos lo han
dicho y todo lo confirma. Lo que aman es el amor, el hecho mismo
de amar. Y actúan -como si hubiesen comprendido que todo lo que
se opone al amor lo preserva y lo consagra _en su corazón , para
exaltarlo hasta el infinito en el instante del obstáculo absoluto, que
es la muerte." 24

• Denis de Rougemont, El amor y Occidente, Barcelona, Editorial Kairós, 1979,


p. 178.
24
Ibid. , p. 43.
76 MARIA TERESA ORVA¡'i;¡ANOS

Este goce absoluto o goce del Otro es la muerte, la locura y/o el


orgasmo , en donde se produce la desaparición del deseo, el Jading
del sujeto. Schreber queda preso por su delirio en el goce del Otro.
En el instante del goce se anula la falta de la Cosa, el lugar del
objeto del deseo se vacía, el deseo desaparece, por eso el deseo y el
goce son antinómicos; el deseo es el efecto de lo imposible del goce.
La relación amorosa es una relación de don , en la que no se
puede dar sino lo que no se tiene; está constituida en el engaño, es
fantaseada a veces, soñada otras, novelada o inventada; tapa el
vacío y disimula la falta en el Otro, disfraza la castración de la pa·
reja de amantes engañándose ambos al colocarse delante del ser
amado como la causa de su deseo.
Para Christianne Olivier2 5 el amor esconde la soledad ir;eparable
descubierta en la fase del espejó. Dice que el amor es el intento de
volver a pasar el espejo en sentido contrario, es anular la diferen-
cia. Se podria añadir, anular la falta (¿de quién?) de la Cosa.
Es solamente a partir de la falta de la Cosa que la Cosa existe y
que el goce toma su estatuto y se crea el deseo y el objeto a. El oh·
jeto a marca la ausencia del goce absoluto y mantiene el mito de
este goce.
El mito del goce absoluto toma consistencia a partir de la fun·
ción del rasgo unario como soporte de la diferencia, que habrá de
sustituirse por la intervención de la metáfora paterna, es decir a
partir de la castración, ley del deseo, que el goce sea prohibido pa·
ra que pueda ser alcanzado.
La intervención de la metáfora paterna inicia la repetición de
aquellos significantes que han debido ser reprimidos por apuntar al
goce absoluto , el retorno de lo reprimido.
Lo que está más allá de las ficciones del amor, más allá del amor
fallido, es la consumación del amor . El momento de la consuma-
ción es el momento en que el amor se lleva a cabo, se consume; la
repetición llega a su fin, se alcanza la disolución subjetiva, la afáni·
sis del deseo , la muerte. Si-hay obstáculo, si hay repetición, si hay
pasión, el amor se preserva , no se consume.
La pasión del ser, según Lacan, es eso que está en la falta del
otro, pero si el amor se consume , es decir si se lleva a cabo, si se ex-
tingue, la pasión de amor se termina, no hay falta. Es el momento
en que uno de la pareja de amantes se convierte en estanque , para
que el otro se contemple, dejándose morir al inclinarse sobre sus

25
Christianne Olivier. Les enfants de focaste, París, Editorial Denoel./Gonthier,
1980, p. 126.
MÁS ALLÁ DE LA DEMANDA 77

imágenes. Dicho de otra manera, el momento en que la demanda y


el deseo coinciden.
Al morir la ninfa Eco, que no logró ser el objeto de la pasión de
Narciso, quedó su voz que repite; pero ¿qué repite?; repite una de-
manda de amor, una pasión de amor. Por eso, como dice Lacan,
hacer el amor es poesía y el acto de amor es sólo abordar la causa
de su deseo (objeto a).
El amor se hace en la repetición de la demanda de amor, esa de-
manda de amor que parte de la falta del Otro, pero que en su pa-
sión tiende hacia esa búsqueda de Uno, al mito de Andrógino. Así,
el amor suple la relación sexual: tal como el amor cort¡?s es la ma-
nera de suplir la ausencia de la relación sexual fingiendo que son
los otros quienes la obstaculizan, y lo central en el •amor cortés es
que el objeto se presente como inaccesible.
El deseo es el abismo entre el acto de amor y la poesía. El abis-
mo que está entre abordar el objeto causa del deseo y un signifi-
cante que sólo representa al objeto causa del deseo que no está. El
amor sólo se aborda a través del significante; el significante que
marca lo que al otro le falta, opera como organizador del amor,
dar al otro lo que uno no tiene.
a
El falo es el lugar que marca la falta en ser (manque étre) y del
otro y que posibilita el amor-pasión_
El falo es constituido como significante del objeto causa del de-
seo en la repetición de la demanda de amor y permanece indefini-
damt"nte como objeto de demanda al Otro que no puedt" dar sino
lo que no tiene_ El sujeto en cada repetición significante manifiesta
carencia de ser, eso que lo ha estatuido corµo sujeto: y el amor-
pasión. como marca del retomo de lo reprimido, se presentifica
eternamente bajo la forma dt" repetición significante en búsqueda
de una identificación con ese rasgo unario que, se había dicho, es
lo que falta en el Otro.
Si en la repetición de la demanda de amor, fundada en un eter-
no retorno al goce, se pide al Otro que colme aportando precisa-
mente lo que no tiene, surge entonces el falo como significante del
goce del Otro, es decir aparece el goce fálico.
El goce fálico por medio del significante captura y limita el goce
absoluto. aborda lo real imposible -del goce y es_la barrera que se
rstablece para que se llegue a gozar de una manera ilimitada_ Por
medio del guce fálico, en su relación de antinomia y de exclusión
con el goce del Otro. se hace el amor: hacer el amor es poesía. y
dice Lacan que lo que no es signo de amor es el goce del Otro. Así,
lo que suple la relación sexual es la demanda de amor. la repeti-
ción.
78 MARÍA TERESA ORVA~ANOS

Asi el impulso supremo del deseo desemboca en lo que es no deseo . La.


dialéctica de Eros introduce en la vida algo totalmente extraño a los ritmos
del atractivo sexual: un deseo que no decae, que nada puede satisfacer,
que rechaza incluso y huye de la tentación de colmarse en nues~ro mundo,
porque no quiere abrazar sino al Todo. Es la superación infinita, la aseen~
ción del hombre hacia su dios. Y ese movimiento es un movimiento sin
retorno. 26 ·

26 Denis de Rougemont, El amor y " ccidente, cit., p. 62.

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