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Delito y Sociedad 44 | año 26 | 2º semestre 2017 67

Postneoliberalismo y policía en América del Sur.


A modo de presentación

Máximo Sozzo
Universidad Nacional del Litoral, Argentina / msozzo@fcjs.unl.edu.ar

Como es sabido desde fines de los años 1990s procesos de cambio político decisivo
emergieron en diversos contextos nacionales de América del Sur, ligados al ascenso
de alianzas y programas políticos construidos en torno a vocabularios vinculados más
o menos estrechamente a las tradiciones locales de la Izquierda, con distintos niveles
de radicalidad e importantes diferencias entre sí, ligadas también al conjunto de ele-
mentos que integraban la situación política peculiar de cada escenario. Pero en todos
los casos la identidad de dichas alianzas y programas políticos se construyó en torno
a un fuerte antagonismo con la precedente difusión del “neoliberalismo”. En este sen-
tido, mínimo y restringido, es que estos cambios políticos abrieron un nuevo momen-
to “postneoliberal”. Por supuesto, el grado de traducción práctica de las promesas de
ruptura con el momento neoliberal precedente ha variado extraordinariamente en las
diferentes experiencias –y ha estado relacionado también en parte con la masividad
y profundidad de los cambios que se introdujeron en dicho pasado reciente– y se en-
cuentra abierto a todo un juego de valoraciones alternativas en el debate de las cien-
cias sociales contemporáneas sobre la región en torno a diversos temas particulares.
En esta dirección, este Dossier se piensa como una contribución a dicho debate espe-
cíficamente en torno a la política policial. Es el producto de un trabajo conjunto de un
grupo de investigadores sudamericanos desarrollado en el marco del Grupo de Traba-
jo 39: “Postneoliberalismo y control del delito en América del Sur” del Consejo Lati-
noamericano de Ciencias Sociales desde el año 2013 en adelante y que se cimentó en
dos encuentros realizados en Caracas y Buenos Aires.1 Este trabajo se estructuró en
paralelo a una investigación conjunta con objetivos similares en torno a la política pe-
nal –ver al respecto (Sozzo, 2016a; 2017a; 2017b; 2018); Paladines (2017); Azevedo
y Cifali (2017); Hernández y Grajales, 2017)

1 Participaron en dicha iniciativa como investigadores, ademas de los autores de los artículos inclui-
dos en este Dossier, Marcelo Sain (Universidad Nacional de Quilmes, Argentina), Emilio Dellasoppa
(Universidad del Estado de Rio de Janeiro, Brasil) Josebelk Gonzalez y Luis Diaz (Universidad Expe-
rimental de la Seguridad, Venezuela). En los seminarios de Caracas y Buenos Aires además tuvimos
debates con numerosos activistas, políticos e investigadores de ambos escenarios nacionales. Un re-
conocimiento especial para Soraya El-Achkar y Maria Lucrecia Hernandez, que en ese momento con-
ducían –en el marco de una estrategia reformista mas amplia– la Universidad Nacional Experimental
de la Seguridad en Venezuela que apoyó fuertemente este proyecto.
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Los procesos de cambio político que se produjeron en Venezuela, Bolivia y Ecua-


dor frecuentemente han sido reconocidos como más radicales en el marco de este giro
“postneoliberal”. En el primer caso, comenzó en febrero de 1999 con la asunción de
la Presidencia por parte de Hugo Chávez quien fue reelecto sucesivamente en los años
2000, 2006 y 2012 y luego de su muerte en marzo de 2013, ha continuado bajo la Pre-
sidencia de Nicolás Maduro, en el marco de fuertes tensiones sociales y políticas. En
el segundo caso, comenzó en enero de 2006 con la asunción como Presidente de Evo
Morales quien fue reelecto sucesivamente en los años 2010 y 2014. En el tercer caso
comenzó en marzo de 2007 con la asunción como Presidente de Rafael Correa, quién
fue reelecto luego de la reforma de la Constitución, en 2009 y 2013. En 2017 asumió
la presidencia Lenin Moreno y si bien ganó las elecciones en el marco de la misma
alianza gubernamental, una vez llegado al gobierno genero un cisma en el marco de la
misma con los consiguientes acusaciones de traición y transacción que ha dado lugar
a un debate acerca de en qué medida esta nueva experiencia gubernamental puede ser
visualizada como una continuidad con el proceso político anterior o no. La apelación
común inicial en estos tres procesos políticos a una nueva versión de Socialismo como
fuente de su retórica y práctica política es probablemente una de las razones de este
frecuente reconocimiento de su radicalidad. Pero también porque han encarnado –con
sus peculiaridades– un grado amplio de ruptura con patrones políticos de larga dura-
ción en cada contexto nacional, produciendo un fuerte efecto de movilización y par-
ticipación social –particularmente entre los sectores económicamente desventajados–
y generado profundas transformaciones de las estructuras estatales –no resulta casual
que en estos tres casos se hayan desenvueltos procesos constituyentes que han dado
lugar a nuevas Constituciones que producen fuertes modificaciones con respecto a las
tradiciones constitucionales de cada uno de estos países. La fuerte intervención estatal
en la economía, los procesos de re-estatización de diversas actividades productivas y
de servicios públicos, la reconstrucción de mecanismos de negociación colectiva entre
trabajadores y empleadores y la expansión de las políticas sociales son algunos ejem-
plos de innovaciones introducidas en el marco de estos procesos de cambio político
que implicaron reafirmar una identidad “postneoliberal”.
En cierta medida –precisamente, en qué medida esto es objeto de contestación y
debate– esto puede decirse de las experiencias políticas recientes en Brasil, Argentina
y Uruguay. En el primer caso, se trata del proceso político abierto a partir de enero de
2003 con la asunción de la Presidencia por parte de Lula da Silva. Este proceso con-
tinuó a partir de la reelección de Lula da Silva en 2007 y, luego, con la presidencia de
Dilma Rouseff desde 2011 a su vez reelecta en 2014. Sin embargo, a partir de un gol-
pe parlamentario fue desplazada de su cargo en mayo de 2016, restaurando un gobier-
no con una clara orientación de derecha, aunque nacido en parte de sectores de la mis-
ma alianza gubernamental precedente. En Argentina este proceso se abrió a partir de
la asunción de la Presidencia por Néstor Kirchner en mayo de 2003, continuada por la
elección en forma consecutiva en 2007 y 2011 de su esposa Cristina Fernández de Kir-
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chner como Presidente de la Nación. Como en Brasil, esta experiencia política también
concluyó con la asunción de una nueva alianza gubernamental liderada por el Presi-
dente Mauricio Macri, luego de haber ganado las elecciones generales de 2015, que ha
encarnado una reconstrucción evidente de una orientación de derecha. Por último, en
Uruguay este proceso político comenzó a partir de marzo de 2005 con la asunción de la
Presidencia por Tabaré Vázquez del Frente Amplio. Este proceso político fue continua-
do por el Presidente José Múgica entre 2010 y 2015 y desde 2015 con una nueva presi-
dencia de Tabaré Vázquez. En estos tres contextos nacionales se dieron mayores sínto-
mas de compromisos con el pasado reciente y una cuota más importante de moderación
en las propuestas y cambios en diversos terrenos, lo que se ha traducido en algunos ca-
sos en la gestación de las alianzas gubernamentales, incluyendo a sectores y partidos
que están muy lejos de cualquier tipo de vinculación con una tradición de izquierda.
Ahora, esto no ha impedido el despliegue de diversas iniciativas que encarnaron cla-
ramente este rostro postneoliberal, que fueron colocadas en el centro de la agenda po-
lítica y pública y sobre las cuales se ha construido una parte importante de la adhesión
de los votantes y sostenedores de estas experiencias políticas. Así en el ejemplo de Ar-
gentina, el “kirchnerismo” –como compleja alianza gubernamental que encarna un ros-
tro postneoliberal de la larga tradición peronista– instaló diversas iniciativas edificadas
como antagónicas con los modos de pensar y actuar neoliberales y neoconservado-
res dominantes en el pasado reciente: la cancelación de la deuda externa con el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional y el rechazo de su rol dictando y contro-
lando las decisiones de política económica local, el alineamiento con los gobiernos
progresistas de la región en el rechazo de la propuesta de Estados Unidos del ALCA;
una política económica neokeynesiana que reconstruyo diversos mecanismos de inter-
vención estatal; una gran expansión de las políticas sociales –particularmente la crea-
ción de la Asignación Universal por Hijo–; la reversión de ciertas reformas neoliberales
en el terreno del derecho del trabajo y la reconstrucción de instancias de negociación
colectiva entre empleadores y sindicatos; la nacionalización de empresas productivas y
de servicios públicos privatizadas durante la ola de reformas neoliberales; etc. El peso
y significado de las mutaciones experimentadas en el período de 2003 a 2015 en este
contexto nacional se acrecienta frente a las múltiples reversiones generadas en los más
variados planos por la nueva alianza gubernamental en torno al Presidente Macri. En
todo caso, parecería ser que resulta muy difícil pensar estos procesos políticos como
una mera continuidad con la era neoliberal o de la nueva derecha en la región.
En este Dossier se incluyen tres trabajos que analizan detalladamente la conexión
entre este tipo de procesos políticos y el campo policial en América del Sur. Estas di-
versas alianzas y programas políticos postneoliberales debieron construir unas posicio-
nes y estrategias de política policial frente a los múltiples y fuertes legados autoritarios
que atraviesan los campos policiales en la región –a pesar de los procesos de democra-
tización experimentados desde los años 1980s en adelante–, que a su vez fueron acen-
tuados marcadamente en el marco de los deteriorantes efectos económicos, sociales y
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políticos de los gobiernos neoliberales o de la nueva derecha durante los años 1980s y
1990s (Sozzo, 2016b; 2016c). Evidentemente el desafío no resultaba –ni resulta– me-
nor. Se trataba –y se trata– de desmontar procesos de larga duración que moldean las
maneras de pensar y actuar de las instituciones y agentes policiales pero también des-
andar los peculiares efectos que en este campo tuvieron las experiencias neoliberales
o de nueva derecha en cada contexto nacional. La existencia de altos niveles –aunque
variables– de militarización, violencia y corrupción policial y de desconfianza e ilegi-
timidad pública planteaban –y plantean– un terreno difícil, plagado de riesgos para los
actores de estas alianzas gubernamentales postneoliberales. Desde su inicio, la cues-
tión policial no aparecía –como la cuestión penal– en el centro de sus programas gu-
bernamentales y por tanto, no constituía una fuente de configuración de su identidad
política –aun cuando sus líderes principales, ocasionalmente, pudieran generar una re-
tórica al respecto de un carácter “progresista”, en términos generales, algo que ha sido
observado para ciertos momentos en los casos de Chávez y Kirchner (Sozzo, 2016a;
2017b; 2018). Esto daba –y tal vez aun da, en los contextos en que estas experiencias
gubernamentales continúan– lugar a que a lo largo y lo ancho de estas alianzas guber-
namentales existieran actores con posiciones y actitudes diversas –incluso contradic-
torias– con respecto a esta temática, que lanzaban iniciativas y acciones en sentidos
diversos. Estas iniciativas y acciones sólo se comprenden en el marco de las luchas
políticas al interior de estas alianzas gubernamentales. A su vez, estos variados actores
gubernamentales tenían –y tienen– fortalezas diversas, que mutan a lo largo del tiem-
po, en relación con los cambios mismos que experimentan estas alianzas y programas
gubernamentales. De este modo realizaban –y realizan– “maniobras” (Garland, 2018),
teniendo en cuenta las posiciones y actitudes de los otros sectores y actores de la propia
alianza gubernamental, pero también –y jugando un papel fundamental– de los actores
del campo policial –a su vez también marcados, más allá de una primera mirada super-
ficial, por una cierta pluralidad de posiciones y actitudes. Y esto, al mismo tiempo, en
el marco del estado del juego político en la “democracia realmente existente”, inclu-
yendo las tácticas y movimientos de las fuerzas políticas opositoras y de los medios de
comunicación en relación a la cuestión del delito y el control del delito y su impacto la
instalación de “problemas” y “soluciones” en la agenda pública (Sozzo, 2017b; 2018).
Esto ha dado lugar –y continúa dando lugar– a procesos y efectos híbridos y ambiva-
lentes, en los que se presentan balances diversos y móviles de continuidades y discon-
tinuidades con respecto al pasado reciente (Sozzo, 2016b; 2016c).
Algunos de estos procesos políticos postneoliberales dieron lugar a la emergencia
de procesos francos de “reforma policial”, identificados y comunicados de este modo,
que a su vez han tenido diferente nivel de ambición, duración y resultados. Esto ocu-
rrió –tal vez del modo mas radical– en Venezuela desde el año 2006 en adelante, a par-
tir de una serie de iniciativas mas o menos coordinadas que implicó el nacimiento de
nuevas instituciones (la Comisión Nacional de Reforma Policial, el Consejo General
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de Policía, la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad, la Policía Nacio-


nal Bolivariana) y a todo un plexo complejo de cambios normativos, organizaciona-
les y prácticos que, sin embargo, estuvieron constantemente sometidos a presiones en
sentido inverso, orientadas hacia una remilitarización de las fuerzas y prácticas poli-
ciales venezolanas, que fueron cobrando mas fuerza desde inicios de los años 2010s.
(Gabaldon y Antillano, 2007; 2008; El Achkar, 2010; Antillano, 2012, 2014; 2017).
También ha sido el caso en Argentina, mas tardíamente, en donde en la esfera fede-
ral nació a fines de 2010 un conjunto de iniciativas mas o menos coordinadas que tu-
vieron mucho menor alcance y profundidad que las registradas en el caso venezola-
no, pero que fueron definidas por los actores gubernamentales como una dinámica de
“reforma policial” hacia un “modelo de seguridad democrática”, desde el nacimiento
al Ministerio de Seguridad de la Nación como instancia de control político a cambios
en las instituciones y prácticas de formación y capacitación policial. Si bien esta di-
námica reformista tuvo inicialmente una cierta intensidad, los cambios de autoridades
ministeriales a partir de 2012 fueron haciéndole perder fuerza a dicho impulso, reesta-
bleciendo orientaciones mas tradicionales (Sain, 2012a; 2012b; 2013a; 2013b; 2014;
Sozzo, 2014). Estas iniciativas de reforma policial en estos dos contextos nacionales,
sus condiciones, estrategias, dinámicas, resultados y declinaciones han recibido cier-
ta atención por parte de los investigadores sociales recientemente. Sin embargo, sobre
los otros escenarios nacionales la literatura generada desde las ciencias sociales sobre
la relación entre estos procesos políticos postneoliberales y la cuestión policial ha sido
mas reducida –para el caso de Brasil, ver Cifali y Azevedo (2017). De allí que las con-
tribuciones del presente Dossier resultan muy significativas.
Se exploran en detalle los casos de Bolivia, Ecuador y Uruguay. Se trata de tres
países que tienen en común una estructura unitaria de sus regímenes estatales y pre-
sentan, por tanto, una única fuerza policial de alcance nacional, cuya fuerza es muy
importante. En este sentido, el ejemplo ecuatoriano y el tentativo de golpe y atentado
contra el presidente Correa por parte de sectores de la Policía Nacional en septiembre
de 2010 –analizado en su significado e implicancias en la contribución de Ponton a
este Dossier– resulta un ejemplo extremo al respecto. A su vez, se trata de escenarios
nacionales en los que –a diferencia de Brasil o Argentina– estas experiencias guber-
namentales continúan en la actualidad –aunque en el caso de Ecuador a partir del cis-
ma político de 2017 esto aparece como ampliamente discutido. Los trabajos reunidos
en este Dossier son distintos entre si, pero nos presentan escenarios en los que, a di-
ferencia de Venezuela o Argentina –aun con sus alcances ampliamente distintos–, no
se produjeron procesos francos de “reforma policial”. En estos marcos, la “inercia” ha
tenido dosis importantes. Pero las exploraciones de Telleria, Paternain y Ponton, nos
advierten sobre algunas “innovaciones” de diversa índole, sobre distintos aspectos de
las instituciones y prácticas policiales, de las que intentan dar cuenta. Inercia e inno-
vación en el campo policial (Sozzo, 2014) son descriptas en estas contribuciones pero
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también se avanza incipientemente en su comprensión a través de la conexión con los


procesos políticos postneoliberales y sus vicisitudes y alternativas.2
A partir de estas contribuciones sobre contextos nacionales previamente poco ana-
lizados, que se suman a la literatura producida sobre otros casos nacionales que atra-
vesaron estos cambios políticos recientemente, se abren interesantes vías para la ge-
neración de miradas comparativas que sean capaces de dar cuenta de las dinámicas
que se han producido y producen y nos brinden pistas no solo para avanzar en nuestra
comprensión de estos fenómenos sino también para imaginar estrategias y tácticas po-
líticas para nuestro presente que intenten interrumpir la perpetua reproducción de un
campo policial autoritario atravesado por la violencia, la corrupción y la desigualdad.

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2 En general, estos trabajos comprenden el período que se inicia con el nacimiento de las experiencias
de estas alianzas gubernamentales postneoliberales en el contexto nacional respectivo –en Uruguay,
2005; en Bolivia 2006 y en Ecuador, 2007– hasta el año 2015. También se abre hacia el futuro la
tarea de continuar con el análisis de esta conexión con el campo policial en los ultimos dos años.
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