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LA MEMORIA EN LA NOVELA LA FORMA DE LAS RUINAS DE

JUAN GABRIEL VÁSQUEZ

Vania Lasso
Licenciatura en Literatura

Juan Moreno Blanco


Literatura colombiana IV

UNIVERSIDAD DEL VALLE


Escuela de Estudios Literarios
Cali, julio 18 de 2016
LA MEMORIA EN LA NOVELA LA FORMA DE LAS RUINAS DE
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ

Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica,


porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia.
José Saramago

La novela ​La Forma de las ruinas del escritor


bogotano ​Juan Gabriel Vásquez (1973- ) es como el
mismo autor lo dice, ​“​una obsesión de la cual solo
me puedo liberar escribiendo el libro. El libro,
efectivamente, es un exorcismo”​. Esa obsesión se
ve a su vez representada en el personaje de Carlos
Carballo, un personaje ​de piel pálida, con grandes
bolsas en los ojos, de rara indumentaria (pág. 52) y
de mirada inquietante que en la lectura de los
primeros cuatro capítulos es quien representa la
sospecha constante que otorga sentido y movilidad a
1
la obra .
La novela tiene una cara confesional autobiográfica en la que he intentado explorar
algunas de mis preocupaciones en el sentido en que los colombianos heredamos los
crímenes, las violencias que han sucedido antes de nuestra vida, asegura Vásquez en
2
una entrevista que concedió a un medio escrito en el año 2015 , en ésta misma línea,
plantea que su escrito se debe a una investigación personal, que recoge características de
lo policial, lo histórico, y de conspiraciones convertidas en crónicas.

1
Asumo que a lo largo de toda la novela se mantiene esa característica en el personaje.
2
​ ttp://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/forma-ruinas-exorcismo-vieja-obsesion
h
Aclaro que el autor habla de “carga autobiográfica”, en la medida en que dice que debió crear un
personaje que compartiera con él algunos datos biográficos, no porque el personaje y el autor
constituyan la misma persona.
Ese acto de investigación y de recopilación de memorias que hace el autor, necesarias
para la escritura del libro, de Juan Gabriel Vásquez como personaje, de Francisco
Benavides y de Carlos Carballo se recrea gracias a la historia ya instalada en el
imaginario colectivo, sin embargo, también al testimonio y saberes no oficiales de
quienes va conociendo. Lo primero corresponde a lo “nacional”, es la historia oficial
bajo la cual se encuentran instalados los sistemas de una nación y que frecuentemente es
lo que ​se narra en los libros de texto para la educación en distintos países y momentos,
para este caso, Colombia y todo lo transmitido en las escuelas por décadas acerca del 9
de abril. Lo segundo es la memoria, que en cambio, se enmarca dentro de lo social y se
concede vida a través de diversas manifestaciones del lenguaje, es así como la trama
que se construye en la novela entre estos tres personajes, se mantiene viva y en
constante transformación gracias a que se alimenta de uno y otro relato nuevo que se
conoce. La memoria en este sentido es un elemento vivo, mientras que la historia es
algo ya estipulado, es un relato que no cambia pese al tiempo.
Según Mendoza (2004), desde el siglo XVI se evidencian tres tipos de sitios en los
cuales se almacena la memoria:
● Magni loci​, que constituían ventanas, columnas, altares donde los recuerdos eran
grabados en piedra, madera u otro material.
● Loci malores​, que corresponde a lugares más amplios como bóvedas, salones,
alcobas en los cuales se encuentra resguardada la memoria.
● Loci maximi​, que son espacios tan amplios que por sí mismos constituyen un
pilar de la memoria colectiva, caseríos, iglesias, pueblos; tal es su importancia
que incluso pueden sacralizarse.
El primero de ellos, ​magni loci​, se evidencia en la novela ​La Forma de las ruinas en el
primer capítulo en el recorrido que Vásquez por los lugares que se relacionaron con el 9
de abril de 1948:
A pocos pasos de allí estaban las placas de mármol que conmemoran
el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Me detuve a leerlas o a fingir
que las leía (…). Igual que el día anterior, di un par de pasos en
dirección de la avenida Jiménez y me detuve frente a las placas de
mármol, pero ésta vez las leí enteras, cada leyenda de cada una de las
placas, y me di cuenta que nunca lo había hecho antes. (p. 30,31).
Vemos cómo las placas, en este caso, constituyen un recordatorio de un acontecimiento,
y si bien, inicialmente el personaje no las lee realmente, sí es consciente de su existencia
y sobre todo le concede importancia a lo que simboliza. Los objetos, en este caso,
aunque no correspondan al tiempo real del suceso, si cobran importancia, puesto que
son el recordatorio de lo que no se quiere olvidar, ya que la colectividad lo considera
trascendental en su construcción de memoria e identidad.

El ​loci malores​ lo vemos en el siguiente fragmento:


​“Por aquí, por ésta puerta, salió Gaitán el 9 de abril, continuó él.
Claro está, no era ésta misma puerta, porque tampoco era el mismo
edificio: hace rato que demolieron el Agustín Nieto para construir
este adefesio. Pero en este momento, aquí para nosotros. Esta puerta
es la puerta por donde salió Gaitán, y usted la está tocando”.​ (p. 33).
Si bien, en la puerta original no existe, ni mucho menos el edificio, el imaginario de los
personajes se instala en el pasado para empezar a narrar los hechos que acontecieron, se
produce entonces la relación entre el presente que habitan y la narración paso a paso de
acontecimientos ya sucedidos, eso es frecuente a lo largo de toda la obra. Otro elemento
que corresponde a ésta clasificación es la esquina donde el policía agarra a ​Roa Sierra​,
donde el cuerpo de Gaitán deja rastros de sangre, e incluso, el lugar donde el hombre
anónimo fallece, el cual constituye un relato secundario importante, porque aunque
nadie le conoce, la muerte de una persona siempre tiene huellas en alguien, en este caso,
en Vásquez que le atribuía un valor especial, un referente en sus tiempos, un contraste
entre dos asesinatos distantes en el tiempo. Estos son algunos de fragmentos en donde
se evidencia el almacenamiento de la memoria colectiva:
“Cuentan que en ese momento varias personas se agacharon en el
lugar donde había estado el cuerpo, sacaron sus pañuelos y los
empaparon en la sangre de Gaitán. Después llegó alguien con una
bandera de Colombia para hacer lo mismo”. (p. 39)
“Estábamos a cinco pasos, no más, del lugar donde había caído un
hombre anónimo pocas horas antes (…) y sin embargo, sus dos
manchas de sangre, la que la gente había recogido con pañuelos en
1948 y la que había ensuciado la punta de mi zapato en ese año de
1991, no eran en el fondo tan diferentes” (p. 42)
A ambos lugares se les atribuye importancia dentro del relato, no sólo porque fue el
espacio donde cayeron ambos asesinados, uno reconocido socialmente y otro anónimo,
sino porque el elemento de la sangre está presente en ellos, en el primero es recogido
por una multitud, en el segundo, es el recuerdo de que él se acercó inquieto a la mancha
de sangre del desconocido y de manera voluntaria pisó su borde, manchando la punta de
los zapatos, quizá la segunda es una representación mental de Vásquez ante lo sucedido
varias décadas antes con Gaitán, es una más de las interacciones entre pasado y presente
que se encuentran en la obra.
Tampoco podemos dejar de lado el patio interior de Benavides, con una silla salida de
un hotel Payanés que se derrumbó en el terremoto de 1983, la hélice de un barco
mercante, una banca que era la traviesa del ferrocarril y los tornillos de la traviesa que
en realidad servían de ganchos. Cada uno de estos elementos, el recuerdo vivo de
acontecimientos alternos a la muerte de Gaitán, son elementos que acunan en sí mismos
el recuerdo de acontecimientos que al igual que la muerte de Gaitán, hacen parte de los
relatos e identidad de una comunidad nacional.
El loci maximi se ve reflejado en varios momentos, uno de ellos es la casa del líder
político:
Pocos días después, me preguntó si quería acompañarlo a la casa de
Gaitán.
¿Gaitán tiene una casa?
La casa en que vivía cuando lo mataron, dijo Pacho. Ahora es un
museo, claro.
Y allí llegamos una tarde de sol, a una casa grande de dos pisos a la
que no he vuelto desde entonces, rodeada de verde y ocupada
enteramente por el fantasma de Gaitán. (…) al salir de las escaleras
amplias, se encontraba uno con las vitrinas cuadradas de vidrio en que
se erguía el vestido azul medianoche. Le di la vuelta a la vitrina,
busqué los huecos de las balas en el paño, los encontré con un
escalofrío. (p. 43).
En menor medida, pero igualmente importante, el estudio del doctor Benavides
constituye un recordatorio del evento, puesto que en este se guardan tantas reliquias
sobre Gaitán, que se hace necesario mantener esos elementos bajo llave y al igual que
en un museo, Vásquez es respetuoso del lugar para no sentirse destructor de la armonía
que operaba pese al desorden.
Pasando a otro tema, Habwachs, afirmaba que ​“el recuerdo es en gran medida una
reconstrucción del pasado” ese proceso de reconstrucción es lo que se entiende por
memoria colectiva y se encuentra determinado por las características propias de un
grupo, comunidad o sociedad. A ello se adhieren otros marcos estratégicos para
preservar la memoria, estos son el espacio, el tiempo y la música.
El espacio corresponde a los lugares de la memoria, a los sitios donde los grupos y las
colectividades conservan sus recuerdos, tal es el caso también del ​edificio Agustín Nieto​,
un edificio ya inexistente pero hacia la cual el respeto se mantiene a pesar de que se está
en desacuerdo con la nueva construcción, por otro lado, encontramos los rieles que se
conservan en pleno centro de Bogotá, y en general los lugares cercanos al Palacio
Presidencial que relata Vásquez en su novela.
El tiempo es fundamental en la obra ya que ésta constituye un relato de la historia en
nuestro país:
“Así fue como comenzamos a hablar del 9 de abril. Me llamó la
atención que Benavides no se refiriera al Bogotazo, el mote
grandilocuente que los colombianos le pusimos hace mucho tiempo a
aquel día legendario. No: Benavides daba siempre la fecha, y a veces
completa con su año como si se trata se del nombre y apellido de
alguien que merece respeto, o como si utilizar el mote fuera un
comportamiento de intolerable familiaridad: después de todo, uno no
se permitía confiancitas con los hechos venerables de nuestro
pasado”. (p. 23)
Ese 9 de abril tiene también otra referencia, es el nacimiento de Carballo, sólo que fue
en 1947, un año antes de la muerte de Gaitán, pero que él acomoda diciendo que nació
el día exacto del asesinato.
“(…) si usted le pregunta a Carballo cuándo nació, irá que en 1948.
Si le pregunta al registro civil le dirá que eso es mentira; que nació
en el 47. Adivine por qué la diferencia. Le doy una oportunidad.
Adivine por qué Carballo dice que nació en el 48.
Para coincidir con el 9 de abril”. (p. 89).
Otras de las muchas fechas que reconstruyen la memoria colectiva son la de los
atentados en la ciudad, el asesinato de Kennedy el 23 de noviembre de 1963, el recuerdo
3
constante de ese asesinato en los diarios colombianos febrero 4 de 1975, 1983 , la
entrevista con R.H. Moreno Durán, entre otras. Esta mención constante de
acontecimientos y fechas va tejiendo a lo largo de la novela la relación entre eventos del
pasado y del presente, además de ubicar al lector en un periodo de tiempo histórico que
afectaron de una u otra manera, la realidad actual de la nación.

En este sentido, la memoria colectiva se mantiene en marcos de carácter social como


son el espacio y el tiempo, y a su vez se edifica sobre elementos que no permiten que
sea olvidada, éstos elementos o referentes son creados por el ser humano como
representación física del acontecimiento, se crean básicamente para poder recordar. Los
elementos se convierten entonces en una herramienta significativa de carácter simbólico
que una colectividad comparte.
Otras estrategias de conservación de la memoria colectiva en la obra de Vásquez, lo
constituye la imagen representada en la fotografía y el video y por otro lado la literatura.
En el primer grupo encontramos inicialmente la fotografía de Gaitán muerto que toma
Sady González, a partir de ella se describen las diferentes actitudes que quienes le
acompañan toman, esa descripción de un acontecimiento del pasado sólo es posible
gracias a la imagen estática como guardiana de la memoria colectiva, la segunda imagen
corresponde a la radiografía de tórax donde claramente se alberga una bala, la siguiente
imagen tiene doble representación, se trata de la vértebra del caudillo en un frasco con
formol, si bien, para Vásquez y Benavides es un elemento real, que puede ser palpado
en sus diversas dimensiones, para el lector, el elemento constituye la imagen que
proporciona el libro, en cualquiera de los casos la vértebra mantiene viva la memoria de
la muerte. Luego encontramos las imágenes de las noticias que hacen referencia a la
muerte de Kennedy y/o a los apuntes del padre de Benavides referente al 9 de abril.

3
P. 92.
En el segundo grupo preservador de la memoria, encontramos el cine. La representación
fundamental es la mención de la película de Zapruder, pero que a su vez, en el relato se
convierten en imagen ya que son así divulgadas a la sociedad ​para que todo el mundo
tuviera derecho a reproducir su contenido. ​En cualquiera de los casos, el cine, la
fotografía y la literatura constituyen una estrategia universal para unificar los
conocimientos que se encuentran separados, como también para ampliar de perspectiva
sobre determinados acontecimientos, esto es lo que mantiene en constante
transformación la memoria colectiva de un pueblo.
Para concluir, tenemos que la memoria individual, es decir la que cada uno crea en su
interior, se nutre fundamentalmente de la memoria colectiva, es decir, los nuevos
saberes que cada personaje se va construyendo en la novela respecto al 9 de abril, está
anclado a una historia nacional que ya antes ha relatado el suceso, al menos en lo que
los intereses de construcción de nación requieren. En éste sentido, esa historia nacional
con la que inicialmente el lector aborda el texto, es narrada desde los expertos con el fin
de establecer una lógica y continuidad a los hechos, pero desconociendo otros actores y
condiciones; en contraposición, la memoria pertenece a las culturas, es lo más cercano a
lo colectivo puesto que es la relación existente entre los recuerdos de muchos, es la
posibilidad de dar en el relato vida a cada una de las múltiples pistas que la
investigación va arrojando en el caso de Gaitán. Ésta memoria colectiva como elemento
de unidad permite no sólo el surgimiento de los grupos, sino su supervivencia en el
tiempo, en el caso de la novela, de los personajes obsesionados por el 9 de abril se
forma un grupo ya que comparten iguales intereses, sin embargo, vemos cómo en varias
ocasiones, ese grupo parece fragmentarse cuando no operan entre ellos las estrategias
necesarias para seguir compartiendo y cavilando información que despejaran sus dudas
del 9 de abril.
La novela La Forma de las ruinas es un escrito a la memoria colectiva que reconstruye
los acontecimientos del pasado gracias a la recopilación de datos del presente, en ese
proceso encontramos una historia nacional que es la historia oficial bajo la cual se
instaura el proyecto de nación, la memoria individual en la obra equivale a una ficha de
un rompecabezas representado en los saberes de Benavides, Carballo y Vásquez, la
memoria colectiva que es el conglomerado e interacción de éstas con referencia a la
historia oficial.
Cada hombre está sumido, al mismo tiempo o sucesivamente, en varios grupos.
Por otra parte, cada grupo se divide y se afianza en el tiempo y en el espacio. En
el interior de esas sociedades se desarrollan otras tantas memorias colectivas
originales, que mantienen por algún tiempo el recuerdo de acontecimientos que
sólo tienen importancia para ellas, pero que interesan tanto más a sus miembros
cuanto menos numerosos son. (Mendoza 2004).
Es así como vemos que aunque son muchas las personas involucradas e interesadas en los
acontecimientos de 9 de abril, en realidad es constante el recelo entre ellas por dar alguna
explicación de más que dejara de garantizar la exclusividad que implicaba un grupo pequeño.
Por otra parte, vemos que la novela es un salto constante entre el pasado y el presente, incluso la
idea de “¿cómo hubiera sido el país si no matan a Gaitán?” hace que esa relación entre pasado y
presente se piense en reacciones al futuro.
Por otro lado, en lo que se refiere más a una apreciación personal, durante la lectura de La forma
de las ruinas, como lectora se establece una constante conexión entre nuestro presente y pasado.
El pasado no corresponde exclusivamente a la época de la muerte de Gaitán, ni a las otras
ventanas en el tiempo que se abren a lo largo de la novela, sino a un pasado mucho más íntimo
por ser personal, con esto me refiero a los diversos momentos de mi formación escolar cuando
en las aulas de clase se hablaba del “Bogotazo”, cuando aun viviendo en el departamento del
Valle del Cauca y teniendo a mano la novela de Gustavo Álvarez Gardeazábal, ​Cóndores no
entierran todos los días​, la información recibida siempre se sesgó a Bogotá y a Gaitán como
únicos protagonistas, no obstante, la lectura que nos propone Juan Gabriel Vásquez permite
añadir piezas del rompecabezas a acontecimientos de los cuales no se tenía toda la información,
nuevos personajes, nuevas conexiones, etc., decidir qué situaciones corresponden a ficción o a
realidad, es a mi parecer un voto de fe similar al que se hace con la historia nacional, asumimos
la historia que nos han contado como real, pero a su vez, con la capacidad de cuestionarla
cuando hay algo en su relato que no consideramos sensato, esa “falta de sensatez” es quizá la
pieza del rompecabezas que hace falta a la historia nacional con la que hemos sido formados.
Igualmente, los relatos de Gaitán no son lo único que como lectora logran mi viaje en el tiempo,
otros acontecimientos mucho más trascendentales en la novela, al menos personalmente, lo
constituyen las subtramas relacionadas con la época de violencia en Bogotá a finales de los años
ochenta y noventa, muchos de ellos debí vivirlos siendo aún una adolescente que transitaba
entre Cali y la capital del país, la lectura de estos pasajes revive mi relato y vivencia personal,
pero también abre la posibilidad de reconocer el relato del otro y de comprender la multitud de
memorias individuales, que entorno a un acontecimiento, son cada una de las piezas que
transforman la memoria colectiva de la cual como individuos también nos nutrimos. El ir y
volver por las diversas ventanas del tiempo pasado en la obra de Vásquez, e incluso, compartir
con Vásquez personaje, una angustia tan grande como es la vida de sus hijas, situación principal
en el relato a lo largo de los primeros capítulos y con la cual es muy fácil identificarse, es de
igual manera anclarse a nuestro presente y empezar a abrir igual que en la novela, una serie de
ventanas en el tiempo, no sólo las que corresponden a los relatos que mencionan en la obra, sino
a los propios que son los que corresponden a los que construyeron la memoria individual y
colectiva bajo la cual nos formamos.
En este sentido, considero que el manejo de las diversas temporalidades en ​La forma de las
ruinas es para el lector un tránsito agradable de ser abordado, y pese a que en él encontramos
numerosas conspiraciones, digresiones y personajes que salen y entran del relato, la
diferenciación entre una y otra ventana no es difícil establecerla, lo que facilita la conexión con
nuestras propias ventanas en el tiempo como lectores, añadiendo que el autor hábilmente
involucra al lector en la intriga ya que lo hace cómplice de sus modos de pensar y sentir, además
de posibilitar la identificación con actitudes compartidas por el común de los individuos.

BIBLIOGRAFÍA
VÁSQUEZ, Juan Gabriel (2015). ​La forma de las ruinas. Editorial Alfaguara. Grupo Editorial
Random House. Bogotá.
MENDOZA, Jorge (2004). ​El conocimiento de la memoria colectiva.​ ​Universidad
Autónoma de Tlaxcala. México.

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