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Memoria
Memoria
Vania Lasso
Licenciatura en Literatura
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Asumo que a lo largo de toda la novela se mantiene esa característica en el personaje.
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ttp://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/forma-ruinas-exorcismo-vieja-obsesion
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Aclaro que el autor habla de “carga autobiográfica”, en la medida en que dice que debió crear un
personaje que compartiera con él algunos datos biográficos, no porque el personaje y el autor
constituyan la misma persona.
Ese acto de investigación y de recopilación de memorias que hace el autor, necesarias
para la escritura del libro, de Juan Gabriel Vásquez como personaje, de Francisco
Benavides y de Carlos Carballo se recrea gracias a la historia ya instalada en el
imaginario colectivo, sin embargo, también al testimonio y saberes no oficiales de
quienes va conociendo. Lo primero corresponde a lo “nacional”, es la historia oficial
bajo la cual se encuentran instalados los sistemas de una nación y que frecuentemente es
lo que se narra en los libros de texto para la educación en distintos países y momentos,
para este caso, Colombia y todo lo transmitido en las escuelas por décadas acerca del 9
de abril. Lo segundo es la memoria, que en cambio, se enmarca dentro de lo social y se
concede vida a través de diversas manifestaciones del lenguaje, es así como la trama
que se construye en la novela entre estos tres personajes, se mantiene viva y en
constante transformación gracias a que se alimenta de uno y otro relato nuevo que se
conoce. La memoria en este sentido es un elemento vivo, mientras que la historia es
algo ya estipulado, es un relato que no cambia pese al tiempo.
Según Mendoza (2004), desde el siglo XVI se evidencian tres tipos de sitios en los
cuales se almacena la memoria:
● Magni loci, que constituían ventanas, columnas, altares donde los recuerdos eran
grabados en piedra, madera u otro material.
● Loci malores, que corresponde a lugares más amplios como bóvedas, salones,
alcobas en los cuales se encuentra resguardada la memoria.
● Loci maximi, que son espacios tan amplios que por sí mismos constituyen un
pilar de la memoria colectiva, caseríos, iglesias, pueblos; tal es su importancia
que incluso pueden sacralizarse.
El primero de ellos, magni loci, se evidencia en la novela La Forma de las ruinas en el
primer capítulo en el recorrido que Vásquez por los lugares que se relacionaron con el 9
de abril de 1948:
A pocos pasos de allí estaban las placas de mármol que conmemoran
el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Me detuve a leerlas o a fingir
que las leía (…). Igual que el día anterior, di un par de pasos en
dirección de la avenida Jiménez y me detuve frente a las placas de
mármol, pero ésta vez las leí enteras, cada leyenda de cada una de las
placas, y me di cuenta que nunca lo había hecho antes. (p. 30,31).
Vemos cómo las placas, en este caso, constituyen un recordatorio de un acontecimiento,
y si bien, inicialmente el personaje no las lee realmente, sí es consciente de su existencia
y sobre todo le concede importancia a lo que simboliza. Los objetos, en este caso,
aunque no correspondan al tiempo real del suceso, si cobran importancia, puesto que
son el recordatorio de lo que no se quiere olvidar, ya que la colectividad lo considera
trascendental en su construcción de memoria e identidad.
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P. 92.
En el segundo grupo preservador de la memoria, encontramos el cine. La representación
fundamental es la mención de la película de Zapruder, pero que a su vez, en el relato se
convierten en imagen ya que son así divulgadas a la sociedad para que todo el mundo
tuviera derecho a reproducir su contenido. En cualquiera de los casos, el cine, la
fotografía y la literatura constituyen una estrategia universal para unificar los
conocimientos que se encuentran separados, como también para ampliar de perspectiva
sobre determinados acontecimientos, esto es lo que mantiene en constante
transformación la memoria colectiva de un pueblo.
Para concluir, tenemos que la memoria individual, es decir la que cada uno crea en su
interior, se nutre fundamentalmente de la memoria colectiva, es decir, los nuevos
saberes que cada personaje se va construyendo en la novela respecto al 9 de abril, está
anclado a una historia nacional que ya antes ha relatado el suceso, al menos en lo que
los intereses de construcción de nación requieren. En éste sentido, esa historia nacional
con la que inicialmente el lector aborda el texto, es narrada desde los expertos con el fin
de establecer una lógica y continuidad a los hechos, pero desconociendo otros actores y
condiciones; en contraposición, la memoria pertenece a las culturas, es lo más cercano a
lo colectivo puesto que es la relación existente entre los recuerdos de muchos, es la
posibilidad de dar en el relato vida a cada una de las múltiples pistas que la
investigación va arrojando en el caso de Gaitán. Ésta memoria colectiva como elemento
de unidad permite no sólo el surgimiento de los grupos, sino su supervivencia en el
tiempo, en el caso de la novela, de los personajes obsesionados por el 9 de abril se
forma un grupo ya que comparten iguales intereses, sin embargo, vemos cómo en varias
ocasiones, ese grupo parece fragmentarse cuando no operan entre ellos las estrategias
necesarias para seguir compartiendo y cavilando información que despejaran sus dudas
del 9 de abril.
La novela La Forma de las ruinas es un escrito a la memoria colectiva que reconstruye
los acontecimientos del pasado gracias a la recopilación de datos del presente, en ese
proceso encontramos una historia nacional que es la historia oficial bajo la cual se
instaura el proyecto de nación, la memoria individual en la obra equivale a una ficha de
un rompecabezas representado en los saberes de Benavides, Carballo y Vásquez, la
memoria colectiva que es el conglomerado e interacción de éstas con referencia a la
historia oficial.
Cada hombre está sumido, al mismo tiempo o sucesivamente, en varios grupos.
Por otra parte, cada grupo se divide y se afianza en el tiempo y en el espacio. En
el interior de esas sociedades se desarrollan otras tantas memorias colectivas
originales, que mantienen por algún tiempo el recuerdo de acontecimientos que
sólo tienen importancia para ellas, pero que interesan tanto más a sus miembros
cuanto menos numerosos son. (Mendoza 2004).
Es así como vemos que aunque son muchas las personas involucradas e interesadas en los
acontecimientos de 9 de abril, en realidad es constante el recelo entre ellas por dar alguna
explicación de más que dejara de garantizar la exclusividad que implicaba un grupo pequeño.
Por otra parte, vemos que la novela es un salto constante entre el pasado y el presente, incluso la
idea de “¿cómo hubiera sido el país si no matan a Gaitán?” hace que esa relación entre pasado y
presente se piense en reacciones al futuro.
Por otro lado, en lo que se refiere más a una apreciación personal, durante la lectura de La forma
de las ruinas, como lectora se establece una constante conexión entre nuestro presente y pasado.
El pasado no corresponde exclusivamente a la época de la muerte de Gaitán, ni a las otras
ventanas en el tiempo que se abren a lo largo de la novela, sino a un pasado mucho más íntimo
por ser personal, con esto me refiero a los diversos momentos de mi formación escolar cuando
en las aulas de clase se hablaba del “Bogotazo”, cuando aun viviendo en el departamento del
Valle del Cauca y teniendo a mano la novela de Gustavo Álvarez Gardeazábal, Cóndores no
entierran todos los días, la información recibida siempre se sesgó a Bogotá y a Gaitán como
únicos protagonistas, no obstante, la lectura que nos propone Juan Gabriel Vásquez permite
añadir piezas del rompecabezas a acontecimientos de los cuales no se tenía toda la información,
nuevos personajes, nuevas conexiones, etc., decidir qué situaciones corresponden a ficción o a
realidad, es a mi parecer un voto de fe similar al que se hace con la historia nacional, asumimos
la historia que nos han contado como real, pero a su vez, con la capacidad de cuestionarla
cuando hay algo en su relato que no consideramos sensato, esa “falta de sensatez” es quizá la
pieza del rompecabezas que hace falta a la historia nacional con la que hemos sido formados.
Igualmente, los relatos de Gaitán no son lo único que como lectora logran mi viaje en el tiempo,
otros acontecimientos mucho más trascendentales en la novela, al menos personalmente, lo
constituyen las subtramas relacionadas con la época de violencia en Bogotá a finales de los años
ochenta y noventa, muchos de ellos debí vivirlos siendo aún una adolescente que transitaba
entre Cali y la capital del país, la lectura de estos pasajes revive mi relato y vivencia personal,
pero también abre la posibilidad de reconocer el relato del otro y de comprender la multitud de
memorias individuales, que entorno a un acontecimiento, son cada una de las piezas que
transforman la memoria colectiva de la cual como individuos también nos nutrimos. El ir y
volver por las diversas ventanas del tiempo pasado en la obra de Vásquez, e incluso, compartir
con Vásquez personaje, una angustia tan grande como es la vida de sus hijas, situación principal
en el relato a lo largo de los primeros capítulos y con la cual es muy fácil identificarse, es de
igual manera anclarse a nuestro presente y empezar a abrir igual que en la novela, una serie de
ventanas en el tiempo, no sólo las que corresponden a los relatos que mencionan en la obra, sino
a los propios que son los que corresponden a los que construyeron la memoria individual y
colectiva bajo la cual nos formamos.
En este sentido, considero que el manejo de las diversas temporalidades en La forma de las
ruinas es para el lector un tránsito agradable de ser abordado, y pese a que en él encontramos
numerosas conspiraciones, digresiones y personajes que salen y entran del relato, la
diferenciación entre una y otra ventana no es difícil establecerla, lo que facilita la conexión con
nuestras propias ventanas en el tiempo como lectores, añadiendo que el autor hábilmente
involucra al lector en la intriga ya que lo hace cómplice de sus modos de pensar y sentir, además
de posibilitar la identificación con actitudes compartidas por el común de los individuos.
BIBLIOGRAFÍA
VÁSQUEZ, Juan Gabriel (2015). La forma de las ruinas. Editorial Alfaguara. Grupo Editorial
Random House. Bogotá.
MENDOZA, Jorge (2004). El conocimiento de la memoria colectiva. Universidad
Autónoma de Tlaxcala. México.