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Análisis de texto
A
l preguntarle cuál era la característica de los seres humanos más común en todas
partes, aquel viajero que había visto muchas tierras y pueblos, y visitado muchos
continentes, respondió: la propensión a la pereza. Algunas personas pensarán que
mejor hubiera podido responder: la cobardía. Se esconden tras costumbres y opiniones. En
el fondo, todo hombre sabe perfectamente, que no está más que una vez sobre la Tierra en
un ejemplar único, y que ningún azar, por insólito que sea, reunirá por segunda vez, en una
sola unidad, los elementos múltiples y curiosamente combinados de su personalidad. Lo
sabe, pero hace que no lo sabe, como si le remordiese la conciencia. ¿Por qué? Por temor
al prójimo, que exige la mentira convencional y en ella se oculta. Pero ¿qué es lo que le hace
al individuo temer a su vecino, pensar y obrar según la moda del rebaño y no estar contento
de sí mismo? Quizá sea el pudor, en algunos, pero éstos son los menos. En la mayoría, es
la comodidad, la pereza; en una palabra: aquella inclinación de que nos hablaba el viajero.
Cuando aquel viajero desprecia a los hombres, desprecia su pereza, pues por ella se
asemejan a productos fabricados en serie. El hombre que no quiere formar parte de la masa
no tiene más que dejar de adaptarse a ella, obedecer a su conciencia, que le dice: «¡Sé tú
mismo! Todo lo que ahora haces, todo lo que piensas y todo lo que deseas, no eres tú quien
lo hace, lo piensa ni lo desea.» Tenemos que responder de nuestra existencia ante nosotros
mismos; por esto queremos también ser los verdaderos pilotos de esta existencia y no
permitir que nuestra vida se asemeje a un puro azar carente de pensamiento.
Friedrich Nietzsche