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Somos personas relacionadas con el quehacer musical y artístico nacional, que

ante la indefensión que vivimos por la grave situación de inseguridad y


violencia, nos vemos en la necesidad de dirigirnos a la Asamblea Nacional de
la República Bolivariana de Venezuela para transmitir nuestra gran
preocupación y hacer una serie de peticiones y propuestas.

La grave situación que hoy agobia a todos y todas quienes vivimos en


Venezuela requiere del compromiso de cada ciudadano, pero sobre todo
requiere de una actuación eficaz y contundente del Estado, quien es el
encargado de administrar los recursos públicos, gerenciar instituciones y
establecer legislación y ante todo, es quien tiene la enorme responsabilidad, a
través de sus Poderes Públicos, de garantizar los derechos fundamentales de
la persona, siendo el más preciado el derecho a la vida. Ésta responsabilidad
debe ser honrada.

La comunidad musical y artística se ha visto conmocionada por sucesos en los


que algunos de sus miembros han sido víctimas de robo, secuestro y
asesinato, lo que ha despertado la conciencia en nuestros gremios sobre la
importancia de tomar iniciativas colectivas para contribuir en la lucha contra la
violencia e inseguridad que afecta al país. Estos sucesos se han convertido en
motor para que muchos reaccionemos y no nos quedemos observando
pasivamente tanto dolor en la población, ya que lamentablemente estos hechos
son apenas una mínima expresión de la magnitud de las secuelas de la
violencia en Venezuela. Es por esto que, aunque esta petición está suscrita
básicamente por ciudadanos de los sectores musical y artístico, representa
también el sentimiento de muchos venezolanos.
El derecho a la vida es inviolable según el artículo 43 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela y el Artículo 3 de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos , y es el Estado, representado en todas sus
instituciones, así como en el Gobierno Nacional, los gobiernos Estatales y
Municipales, el que debe velar por el cabal cumplimiento de ese derecho.
Todas las personas tenemos el derecho a la protección por parte del Estado a
través de los órganos de seguridad ciudadana, consagrado claramente en el
artículo 55 de la Constitución.

Los ciudadanos nos sentimos impotentes frente a una situación que nos rebasa
y exigimos una acción urgente y efectiva por parte del Estado para revertir de
forma drástica y definitiva la situación de violencia e inseguridad que arropa al
país día tras día.

Por todo lo descrito y amparados en los artículos 51 y 62 de la Constitución y


en el Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional, solicitamos
con carácter de urgencia a la Asamblea Nacional, como órgano legislativo
nacional con funciones de control sobre el gobierno y la administración, que
representa a todos los ciudadanos:

1. Que inste a los Poderes Ejecutivo (Nacional, Regional y Municipal), Judicial y


Ciudadano a que de una manera clara, eficaz y contundente enfrenten, dentro
de los principios de un Estado de Derecho, la ola de criminalidad de la cual
somos víctimas los ciudadanos y se tomen todas las medidas necesarias para
acabar con la impunidad, siendo esta una de las principales causas del auge
delictivo en Venezuela.

2. Que a través de las comisiones que considere pertinentes inicie


investigaciones sobre el estado desbordado de violencia que vivimos hoy y
sobre las posibles omisiones de las autoridades o funcionarios competentes en
el área.

3. Que ejerza su poder contralor para garantizar a los ciudadanos que el Plan
de Desarme se lleve a cabo con absoluta transparencia y sea una realidad en
el más corto plazo.

4. Que inste al Poder Ejecutivo Nacional para que haga una inversión urgente
en iluminación en las calles. Observamos que hay enormes zonas de las
ciudades que permanecen bajo una oscuridad total, caldo de cultivo básico
para la delincuencia.

5. Que inste al Poder Ejecutivo Nacional a que no compre más armas de


guerra, canalizando esos recursos en acciones y planes que estén dirigidos a
la lucha contra la inseguridad en nuestro país y a fomentar una educación
policial que centre al ciudadano como sujeto de derechos.

6. Que exhorte a todos a fomentar un lenguaje de paz y de altura en los


debates políticos, marcando la pauta de lo que puede ser el tratamiento
constructivo de las diferencias.

7. Que inste al Ejecutivo Nacional a convocar a diversos sectores políticos y


sociales y a gobernadores y alcaldes para elaborar un Plan Nacional por la
Seguridad Ciudadana y la no violencia con metas de corto, mediano y largo
plazo.

La encuesta nacional realizada por el IOP-PUCP el mes de marzo de este año


nos permite ubicar aquellos problemas públicos que, desde las elecciones del
2011, siguen considerándose para la opinión pública como los más
importantes. La delincuencia, el desempleo y la corrupción de funcionarios se
mantienen en los primeros lugares. Estos resultados, sin mayor variación de
posiciones a nivel urbano y rural, o según nivel socioeconómico, nos pueden
servir de insumo suficiente para elaborar una crítica a este gobierno que ya
está de salida.

El problema más álgido del país es la delincuencia e inseguridad ciudadana. El


80% de la población nacional así lo considera (IOP-PUCP, 2016). Pero antes
de elaborar alguna explicación al respecto habría que preguntarnos ¿qué
entiende el encuestado por “inseguridad”? Inseguridad es un concepto amplio,
donde el crimen es solo una parte, y donde el crimen violento es una parte
inferior. No todos los crímenes tienen una misma recurrencia, y no todos
acontecen de manera uniforme en nuestras regiones. Los encuestados podrían
asociarlo a homicidios, pero también a estafas, algunos podrían relacionarlo
con el robo agravado, y otros a algo que implique una mayor organización
como la minería ilegal. Operacionalizar bien la inseguridad es por lo tanto un
ejercicio importante. Al respecto, si bien no aparecen desagregados otros
delitos en los resultados de la encuesta, podríamos sugerir que el delito
patrimonial es el más frecuente (por otras encuestas de victimización y por la
cantidad de denuncias que existen). Esto quiere decir que, cuando las
personas responden que la inseguridad ciudadana es el principal problema del
país, piensan en el robo y el hurto en la vía pública (o en sus domicilios) y esto
se debe a que las tantas economías familiares son las más afectadas con este
tipo de delitos.

Según la encuesta, 62% de la población considera que su vecindario es


inseguro. Esta es una cifra alarmante pero que debemos tomarla con cuidado
ya que aquí se mezcla la victimización, el riesgo de victimización y el miedo al
crimen. En cuanto a victimización solo se tiene una cifra a nivel nacional (28%),
la cual se acentúa en área urbana y en los niveles socioeconómicos más altos.
No se tiene desagregado por vecindario. De este subconjunto, solo el 38% hizo
la denuncia; es decir, solo una de cada diez personas víctimas de algún delito
fue a denunciar. Este subregistro también se sigue manteniendo, y poco se ha
hecho por revertir la tendencia. Se necesita acortar esta brecha y eso parte por
hacer que el ciudadano valore positivamente el hecho de ir a denunciar,
producto de medidas que hagan que los costos de realizar este trámite sean
mucho menores a los beneficios.

Pero el tema no acaba ahí, 81% de la población considera que con denuncia o
no, la policía no capturaría al culpable (IOP-PUCP, 2016). Esto nos muestra un
problema mucho más grande. Tiene que ver en buena parte con la efectividad
de nuestras instituciones que proveen seguridad y justicia. Según otras fuentes
como LAPOP o Transparencia Internacional, estos organismos se encuentran
desprestigiados por casos de corrupción o impunidad. Por tanto, sea quien
gane las próximas elecciones, se necesita realizar cambios estructurales,
institucionales, normativos, presupuestales, a nivel de gasto público y sobre
todo, trabajar con enorme voluntad política para hacer trabajar en conjunto a
todos los organismos que tienen un rol en el control y la prevención del crimen.

En ese sentido, unas de las primeras acciones que considero se deben realizar
para frenar el delito patrimonial es el de la desarticulación de mercados de
objetos robados con inteligencia policial, fiscalización de centros de expendio,
con estrategias de disuasión público-privadas, y con campañas de educación y
concientización. Si un delincuente roba, e incluso llega a quitarle la vida a su
víctima, solo por quedarse con el bien, es porque el beneficio de venderlo
supera su percepción de riesgo de ser detenido y judicializado. ¿Militares en
las calles? ¿Chapa tu choro? ¿Pena de muerte? ¿Cárceles en las alturas?
¿Estado de emergencia? No. Esas serían medidas un tanto populistas. Lo que
se tiene que hacer es desarticular la cadena de valor de los objetos robados. El
Estado tiene que trabajar antes que el delito se cometa, no después. Caso
contrario el crimen y el miedo al crimen seguirán teniendo los mismos niveles
de ahora.
El 80% considera que los delitos se han
incrementado en el último año
El 47 % de peruanos considera a la inseguridad ciudadana como
el principal problema que aqueja al país, muy por encima de la
pobreza o el desempleo.

La inseguridad ciudadana es, de lejos, el principal problema que


aqueja a los peruanos. Sin duda, es el gran reto para el próximo
Gobierno. Esta semana abordamos este tema en la campaña El
Poder en tus manos.

El 47 % de peruanos considera a la inseguridad ciudadana como


el principal problema que aqueja al país, muy por encima de la
pobreza o el desempleo, según una encuesta del INEI.

Al respecto, cabe preguntarse si tiene asidero la percepción de


inseguridad que se vive actualmente: un 88 % de peruanos dice
sentir que en los próximos 12 meses le va a suceder un hecho
delictivo.

Lamentablemente, esa sensación de inseguridad tiene asidero,


ya que se estima que un 29,5 % de peruanos que ha sido víctima
de un hecho delictivo.

Si hablamos específicamente de homicidios, tenemos un


promedio nacional de siete asesinatos por cada 100 mil
habitantes, una tasa a la que por más sorprendente que parezca
Lima no llega.

La capital está en cinco por cada 100 mil habitantes. La


situación se vuelve muy preocupante en ciudades del norte del
país, como Tumbes, con 35.

Además otra encuesta del Instituto Integración, en la cual se


entrevistó a 2027 personas en octubre de 2015, revela que
el 80% considera que los delitos se han incrementado en el
último año. El 64 % manifiesta que la seguridad en nuestro
país no mejora por el mal desempeño de la autoridades. En la
galería mostramos más datos sobre el sondeo.
El Gobierno identificó tres aspectos
fundamentales como: los delitos comunes, el crimen
organizado y el narcotráfico que hacen que la
inseguridad aumente entre la población boliviana.
 

Sumado a ello, expertos en seguridad ciudadana considera que las


principales causas de la criminalidad en el país recaen en:

 Las condiciones de vida y de trabajo.


 La desocupación
 El narcotráfico
 La pobreza
 La falta de servicios de salud gratuitos
 Las carencias alimentarias
 Las insuficiencias de la educación
 La masiva difusión de los crímenes por los medios
 El alcoholismo
 La drogadicción

El Gobierno identificó tres aspectos fundamentales como: los


delitos comunes, el crimen organizado y el narcotráfico que hacen
que la inseguridad aumente entre la población boliviana.

Una justicia en crisis y cárceles sobrepobladas empeoran el panorama

Un análisis publicado por Theo Roncken y Joaquín Chacin sobre


los “Alcances de la Seguridad Ciudadana en Bolivia” da cuenta de
un sistema judicial en crisis, lo que impide el esclarecimiento de
los casos y la finalización de las investigaciones. A diferencia de
las medidas adoptadas por el Gobierno para la Policía Nacional
que se reflejan en incremento en el presupuesto y equipamiento,
“no se observa un aumento sustancial de personal en las
instituciones operadoras de la justicia”, señalan los analistas.

“La Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU en Bolivia


señaló hace poco que si bien las autoridades judiciales elegidas en
2011 han adoptado numerosas e importantes medidas, estas aún
no han podido revertir la profunda crisis en la administración de
justicia. Asimismo, puntualizó queel 75% de las investigaciones
penales iniciadas en 2013 estaban pendientes de resolución en
2014”, se lee en el artículo publicado por los analistas en el sitio
de Acción Andina.

Esta continuada crisis de la justicia penal del se expresa con


claridad en la situación carcelaria. Ya hace varios años Bolivia
registra en la región el mayor porcentaje de población penal en
detención preventiva, que subió de 74% en 2006 a 84% en 2011 y
que “en algunos casos se prolonga más allá de la pena máxima
establecida por el delito bajo investigación”, explicó la Alta
Comisionada de Derechos Humanos de la ONU.

A esta cruda realidad se suma una prolongada sobrepoblación


carcelaria. Tras una sangrienta confrontación entre internos de la
cárcel de Palmasola en Santa Cruz en agosto de 2013, la
Defensoría del Pueblo criticó la presencia de 14.470 reclusos en
las 57 cárceles del país que sólo tenían capacidad para albergar a
4.700 personas. En las ciudades la sobrecarga llegaba a 300%.
Según datos oficiales de la Defensoría del Pueblo, una mayor parte
de la población penal se encuentra en detención por cargos
relacionados con las drogas (aunque su porcentaje bajó de 44% del
total en 2006 a 29% en 2010).

La institución señaló que esta realidad se refuerza en el caso de la


mujer: en 2010 no menos de 56% de las mujeres en detención
penal enfrentaba cargos por delitos de drogas, mayormente
relacionados al microtráfico. Entre la población penal en general,
el segundo y tercer mayor motivo de detención son los delitos
contra la propiedad –entiéndase: hurtos, robos y asaltos – y casos
de violación, cuyas proporciones fueron en 2010 respectivamente
21% y 18%. En la población penal femenina, el segundo mayor
motivo de detención son los delitos contra la vida (14% en 2010), y
se ha resaltado casos de mujeres que cometieron homicidio o
asesinato “como respuesta y salida a una larga historia de
violencia (...) cometida por sus cónyuges”, según datos de la
Defensoría del Pueblo.

En el caso de la Policía Nacional Boliviana, Roncken y Chacin


señalan que el Gobierno si tuvo acciones concretas. El número de
uniformados subió de 29.677 en 2006, según datos de la
Organización de Estados Americanos,  a 36.057 en 2013, según
datos del Ministerio de Gobierno. “Para el año 2012 se reportó un
gasto de Bs 1.506 millones en sueldos y salarios para  la Policía
representando 64,4% del presupuesto sectorial ejecutado pero, no
obstante los varios aumentos de sueldo a favor de efectivos de
bajo rango y suboficiales desde 2008, la escala salarial sigue
siendo un mayor motivo de protesta y movilización social en la
institución”, explican los analistas.

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