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HISTORIA DEL CINE LATIONAMERICANO Y COLOMBIANO

Julián Baquero Galofre


Alergia a la Sinceridad: Una Mirada a “Los Olvidados”
Mientras Pedro sin vida se cae por una colina de basura, su cuerpo inmóvil carga el peso de
esa inocencia que nunca pudo recuperar y se despide de nosotros con un “Fin” definitivo.
Con un golpe al hígado el optimismo se desvanece, neciamente, como Pedro, deseamos un
final distinto al que, desde un inicio, sabíamos era inevitable. Pues como el niño, somos una
sociedad herida que prefiere mentirse en optimismo, antes que afrontar la realidad.
La incomodidad con la franqueza hace que día a día busquemos formas de evitarla, pero en
los “Los Olvidados” es imposible, si algo, resulta reflejar que tan contagiados estamos de
una alergia a la sinceridad.
La alergia antes de ser interna dentro de la trama, existe externamente en la realización del
filme. Cabe recordar que para la época en la que se estrena la película, el mundo se
encuentra harto de la franqueza. Mientras se recogen las ultimas cenizas de la guerra, la
humanidad busca refugio lejos de la realidad, una todavía demasiado cruel para afrontar. En
México, si bien se comienzan a explorar nuevos rumbos y temáticas para el cine, la
popularidad absoluta recaía en el optimismo de las películas estelarizadas por Pedro
Infante, que pese a tratar temas sensibles como la pobreza, mantienen el amor y la felicidad
como estandartes.
Frente a ese panorama, Buñuel lanza su filme al mundo, no sin antes enfrentarse a la
sugerencia de comprometer su visión sincera. Una pequeña alteración en la película que
dejaría victorioso al pequeño Pedro en su enfrentamiento final con El Jaibo, permitiendo
que la cinta terminase en una “nota optimista”. Pese a ser grabada la escena, esta nunca fue
utilizada, aun así, su existencia sustenta el zeitgeist del momento, una tendencia lo
suficientemente popular como para que el productor Óscar Dancigers, crea que la alergia en
la sociedad era tan fuerte que una dosis tan pura de franqueza terminaría en fatídicos
resultados para la película. Inicialmente, la historia probaría que las dudas de Dacigers
estaban bien fundamentadas, pues fue rechazada por quienes fueron incapaces de reconocer
la realidad de un su propio pueblo, o tal vez la imagen de un pueblo mexicano marginado
entre la pobreza, era demasiado para algunos, más de una forma tan honesta como la del
español en exilio.
La obra se encuentra permeada de tal franqueza, que es identificable en sus personajes,
quienes como nosotros buscan mentirse lo suficiente con tal de no enfrentar todo el peso de
la realidad.
El ejemplo más sencillo se encuentra al comienzo de la cinta, cuando el personaje de Mario
Ramírez, Ojitos, le es difícil asimilar el hecho de que su padre lo ha abandonado y por eso
decide mantenerse enfrascado en la mentira de que volverá por él. Al verlo sentado en el
mismo lugar en el frio de la noche, es imposible no sentir pesar por aquel inocente y pese a
que la película es clara en decirnos que su padre lo ha abandonado, resulta imposible no
desear un resultado distinto, ese deseo, aparte de ayudarnos a empatizar con el pobre Ojitos,
también es una de las más tempranas señales de nuestra incomodidad con la honestidad.
Pedro, es tal vez el ejemplo más claro de ese desapego a la franqueza. Tras el homicidio,
decide bañarse en mentiras, creyendo aun en su inocencia infantil, aquella que se habría ido
junto con la vida de Julián. El optimismo de Pedro, lo lleva a creer en un anhelo de bondad,
todo construido para esconder la muerte, para olvidar el sufrimiento por la falta de amor de
una madre que nunca lo quiso. Pero en un mundo creado por aquel compromiso con la
franqueza de Buñuel, la verdad es implacable y aplasta al niño cada vez que puede, cada
encuentro con El Jaibo es un choque con la realidad, una realidad que lo mantendrá siempre
en aprietos.
Sin embargo, las apariciones de Jaibo no solo golpean al pequeño que añora y promete a su
madre ser bueno, también son elementos que nos recuerdan que un trágico final se
aproxima, uno capaz de despojarnos de toda esperanza. El joven escondido tras cada
esquina esperando a Pedro para convertir su optimismo en desdicha, es un eco de aquel
mensaje al inicio de la película, “esta no es una historia optimista” y ahí siempre está Jaibo
para recordárnoslo.
Ahora si Pedro es la alergia, Jaibo es la causa, es la voz de Buñuel recordando que, pese a
que puede haber risas, inocencia y momentos enternecedores, en esta historia no hay cabida
para el optimismo. La desconexión del joven con el resto del mundo a su alrededor es lo
que lo hace inmune a las mentiras.
Finalmente, “Los Olvidados” más que un regaño hacia nuestra apatía a la honestidad, o un
llamado de atención para prestar atención a quienes están marginados, resulta una
herramienta para comprender porque huimos frente a la sinceridad. Aquella que nos
recuerda que la pobreza es fría, la falta de cariño abunda y que los finales felices absolutos,
no existen. Esa misma de carácter abrumador, capaz de desnudar nuestra sociedad y a
nosotros mismos en eso que no queremos ver. El mundo hoy ya no recoge cenizas de una
gran guerra, pero aun así colectivamente se huye de una realidad que cada día es más
agotadora y pesada para la existencia. Y es la implacable honestidad de Buñuel que logra
no solo incomodar nuestro optimismo y destruir nuestras dulces mentiras sobrevivimos el
día a día, sino también nos recuerda que somos alérgicos a la sinceridad y que nos es
imposible dejar de serlo.

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