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Para la clase de conflicto armado

27 primer video conferencia 9 a 10 pm

Reconoce y contrasta los tipos de confrontaciones que han acontecido en Colombia

Las lecturas de apoyo las vimos en la clase pasada y algunas que les envié al grupo igual
investiguen y hagan sus aportes de acuerdo a lo que se habló en clase presencial y según el tema

Segunda actividad
La violencia memoria histórica 28 DE FEBRERO

LECTURAS:
HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 23 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA CONTEXTO HISTÓRICO DE LA VIOLENCIA EN
COLOMBIA
OBJETIVO
Esta unidad abordara el problema de la violencia en Colombia, desde una perspectiva
histórica, haciendo relación a los diversos actores que participaron el desarrollo de la
misma, sus implicaciones sociales y los efectos que en el colectivo social y en las
generaciones actuales ha marcado la violencia de mediados del siglo XX. Tres aspectos
críticos se pueden destacar frente a este proceso: En primer lugar, tras el afán de explicar
la coyuntura actual se vuelve a la violencia de los años 50 con cierto anacronismo, que
intenta explicar un eterno ciclo o un largo retorno, como si el punto de partida de la
realidad actual fuera el mismo punto de partida de aquella realidad histórica, y se
confunde el punto de llegada del momento actual, como el mismo punto de llegada para
interpretar y explicar un fenómeno particular de la historia nacional. En segundo lugar,
pareciera que en la Colombia de mediados del siglo XX sólo es significativo investigar la
violencia como el único problema objeto de estudio, se vuelve recurrente pasar de la
violencia a la violencia, descuidando otros problemas que puedan complementar o
enriquecer la dinámica histórica del país, tales como la influencia del contexto
internacional, las ideologías políticas contrarias al bipartidismo, o las diversas facciones
que existían al interior de los mismos partidos tradicionales. En tercer lugar, las
aproximaciones teóricas y conceptuales en ocasiones no son coherentes con los
acontecimientos históricos, presentándose desfases entre las explicaciones teóricas y la
realidad histórica, con lo cual se redimensiona el concepto de violencia en determinismos
ideológicos o doctrinarios sin tener un polo a tierra con la violencia ocurrida en las
regiones o en el centro. En definitiva, el período en mención y el problema objeto de
estudio, sigue siendo una gran tela de donde cortar y aún sigue siendo una veta que atrae
a historiadores, sociólogos y antropólogos por ahondar en la búsqueda de respuestas a
preguntas que aún no se terminan de formular. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA COMENTADA
DE LA SEGUNDA UNIDAD La segunda unidad ha sido elaborada siguiendo un texto
fundamentado en investigación histórica de Daniel Pecaut: Orden y Violencia: Colombia
1930 - 1954 Las lecturas complementarias a esta unidad son las siguientes: UNIDAD 2
HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 24 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA Acevedo, D. (1995) La Mentalidad de las elites sobre la
violencia en Colombia 1936 – 1949. Bogotá: El Ancora Editores. Centro Nacional de
Memoria Histórica. (2015). Buenaventura: un puerto sin comunidad. Bogotá. (Envío
plataforma) Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. (2015) Contribución al
entendimiento del conflicto armado en Colombia. Bogotá: (Envío plataforma). Estrada, J.
(2001). Plan Colombia. Debates, Tendencias Recientes y Perspectivas. Espacio Crítico.
02-16 (Envío plataforma). Franco, S. (2003) Momento y contexto de la violencia en
Colombia. Revista Cubana Salud Pública, (29) 18-36. (Envío plataforma). Mesa de
conversaciones. (2016). Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción
de una paz estable y duradera. (Envío plataforma)
TALLER INTRODUCTORIO. Antes de leer el contenido de esta unidad, se sugiere
realizar la siguiente lectura: APROXIMACIÓN A LA VIOLENCIA La violencia como
fenómeno político es una práctica muy antigua. Lo mismo puede decirse de la política,
entendida como el ejercicio de la coerción y violencia; sin embargo, fue hasta el siglo XIX
cuando comenzó a estudiarse su incidencia en la historia humana, y el siglo XX cuando
hubo una aplicación exacerbada de la violencia política, con el despertar de una
fascinación por el ejercicio de algunas formas extremas de la acción política, como el uso
constante e indiscriminado de la fuerza bruta como única solución de los conflictos
sociales y políticos. Desde siempre, y como medida de sobrevivencia, el individuo ha
desarrollado mecanismos de defensa que se manifiestan en actividades agresivas
individuales o colectivas y que tienden a desaparecer cuando la amenaza que se extiende
sobre él es eliminada La violencia ha acompañado al hombre en el transcurso de su
historia; es inherente a él. Sin embargo, hay que distinguir la violencia natural, instintiva
--medio innato de defensa del individuo--, de la violencia producida por la misma
estructura social mediante una cultura que se ha desarrollado a favor de ellas. Desde el
nacimiento hasta su muerte, el hombre va acompañado de una capacidad dialéctica de
amar y odiar, de crear y destruir; debido a ello, la sociedad busca protegerse de la
tendencia agresiva y violenta de algunos individuos como una forma de sobrevivencia, la
cual logra por medio de la educación, cultura y creación de normas jurídicas que se
apoyan en la coacción física del Estado, el cual --a decir de Max Weber-- "es el que ejerce
el monopolio de la violencia física legitima.
HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 25 FUNDACIÓN
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Nunca se ha encontrado tanta agresividad, violencia y destructividad como la que
manifiesta el hombre contemporáneo. La época actual se caracteriza por un inaudito
grado de violencia generado por proyectos y movimientos políticos tan variados, que el
uso de la fuerza se ha considerado como medio adecuado para alcanzar sus propósitos
de transformación radical de las sociedades existentes. De ahí que la violencia como
recurso necesario para la solución de los problemas, con el exterminio de los reales o
supuestos responsables de los males sociales, se haya convertido en una opción política,
en alternativa o medio determinado para lograr sus propósitos. Diversas teorías políticas
aluden a la legitimación de la violencia como instrumento de lucha para acceder al poder,
confirmando así la naturaleza violenta del poder mismo. La violencia política, por
consiguiente, puede ser tanto de derecha como de izquierda. La violencia de derecha
concibe al poder y a la fuerza como las únicas formas de lograr y conservar el orden
social; la violencia de izquierda dice empujar hacia un nuevo orden, mejor que el anterior.
La primera corresponde al nacionalsocialismo; la segunda, al marxismo-leninismo. En su
Diccionario de política, Norberto Bobbio define a la violencia como: "la intervención física
de un individuo o grupo contra otro individuo o grupo". La violencia conlleva una
intervención física y una intención: destruir, dañar y/o coartar. Hay violencia cuando se
actúa directamente, pero también cuando se hace uso de medios indirectos destinados a
alterar el ambiente físico en el que se encuentra la víctima por medio de la destrucción, el
daño o la sustracción de recursos materiales. En este sentido descriptivo, la violencia
puede considerarse como sinónimo de fuerza. Responda las siguientes preguntas para el
debate: 1. El hombre es violento por naturaleza? 2. Como definir la violencia?
INTRODUCCIÓN La violencia no comienza el 9 de abril de 1948.. El balance de 14.000
victimas en 1947 constituye un indicativo de su existencia anterior. Tres departamentos,
Boyacá y los dos santanderes, se convierten en ese momento en el principal escenario de
los enfrentamientos. Durante los primeros meses de 1948, la ley de “sangre y fuego” se
extiende más y más. Inmediatamente después de las jornadas de abril, la continuación de
la violencia no es, a pesar de lo ocurrido, inexorable. La tranquila restauración del viejo
orden elitista parece más probable. Lo corroboran la consolidación de los notables en los
puestos de dirección política, tanto en el gobierno como en los partidos; la reconstrucción
de un sistema de Unión Nacional, ratificado en ese momento por el estado mayor de cada
partido y acompañado por una rigurosa repartición de los puestos políticos entre las dos
colectividades políticas; la presencia de Darío Echandia en el ministerio de gobierno; la
desarticulación del movimiento gaitanista; la condenación casi unánime de los excesos de
la “turba”; la puesta en funcionamiento en todo el territorio nacional de una justicia
expedida para castigar a los agitadores mas conocidos del 9 de abril. Favorecido por la
desorientación de las clases populares, un nuevo afianzamiento del conjunto de las elites
políticas y económicas es lo que se perfila. Tal reafianzamiento hacia igualmente posible
el control de los fenómenos de violencia. Cualesquiera que sean en ese
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momento las pasiones partidista, ¿Por qué los notables no logran hacer prevalecer las
exigencias de conciliación, como lo habían hecho después de 1930? Responder este
interrogante y otros mas es el interés de esta unidad que se encamina a describir lagunas
situaciones históricas y ubicar algunos temas para generar el debate sobre uno de los
fenómenos que ha marcado la historia del país: la violencia política de mitad de siglo. 1.
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA VIOLENCIA (1948- 1953)
En los 12 meses de 1948 se le atribuyen más de 43.000 muertos. Ningún acuerdo en las
altas esferas tiene la posibilidad de sostenerse frente a la multiplicación de las disputas
locales. Cada evento electoral ofrece la oportunidad de establecer una nueva correlación
de fuerzas. Ninguna institución escapa a la división y, a comienzos de 1949, es ya un
hecho que los mismos notables se ven arrastrados por ella. Cuatro acontecimientos
políticos marcan en este año el rumbo hacia la organización de “la violencia”. La ruptura
de la Unión Nacional, el 21 de mayo d e1949 de adelantar la fecha de las elecciones
parlamentarias y es promovido por los liberales, que quieren así protestar contra la
“violencia oficial” practicada por los conservadores en Boyacá y Nariño. La resolución
adoptada por los liberales en julio d e 1949 de adelantar la fecha de las elecciones
presidenciales previstas para abril de 1950: la medida, destinada a evitar que sus
posiciones se debiliten, es considerada por los conservadores como un verdadero golpe
de estado, y la violencia hace su entrada –en esta ocasión- al recinto parlamentario. La
adhesión del partido conservador, en octubre de 1949, a la candidatura de Laureano
Gómez al regreso de su semiexilio en España, a consecuencia del 9 de abril: tal
escogencia, a los ojos de los liberales, tiene el carácter de una verdadera declaración de
guerra. Finalmente, la decisión tomada por el partido liberal, el 28 de octubre, de no
participar en las elecciones presidenciales y, algunos días después, la determinación de
presentar ante el congreso una acusación para destituir a Mariano Ospina Pérez: este
responde con el cierre del congreso, y con la imposición de la censura y del estado de
todo el territorio nacional. Dicho estado no se creara nunca. No obstante, “la violencia se
extiende a nuevas regiones. En 1949 deja un saldo “solo” 18.500 victimas. En 1950 llega
al paroxismo con más de 50.000 muertos, para alcanzar después proporciones
aparentemente más modestas: 10.300 muertos en 1951, 13.250 en 1952, 8.600 en 1953.
Es necesario tener en cuenta la magnitud del fenómeno: en 6 años, de 1948 a 1953, el
balance es de 140.000 victimas. En el censo de 1951 se calcula una población
aproximada de 15millones de habitantes en todo el territorio nacional. Esto quiere decir
que el total de victimas presenta casi el 1% de la población. No todas las regiones se ven
afectadas de igual manera. En algunas de ellas, el porcentaje es muy superior, tal como
puede verificarse en el cuadro de la pagina siguiente tomado de P. Oquis,33que reúne los
datos de 1946 a 1957. 33 Op. Cit. , p. 67
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La disminución del número de victimas entre 1951 y 1953 no debe llevarnos hacer falsas
apreciaciones. En el centro de Colombia –Tolima, Caldas, Norte del Valle- que es
igualmente el centro de los cultivos cafeteros, la violencia atraviesa y trastorna en su
totalidad el tejido social. En el plano nacional, constituye la base y el fundamento de las
representaciones de lo político. El golpe de estado del General Rojas Pinilla, en junio de
1953, será acogido como un alivio por una clase dirigente cada vez mas preocupada por
una situación que amenaza con salirse de sus manos, El golpe sin embargo, no pondrá fin
a una violencia que se prolongara aun por varios años.
2. SOBRE LA VIOLENCIA
El término “La Violencia” fue utilizado inicialmente para designar la convulsión en curso.
Algunos combatientes liberales, especialmente del Tolima o de los Llanos, emplearon
también el de “guerra”. Sin embargo, “La Violencia” se impuso definitivamente como
nombre propio para referirse al conjunto del periodo. Tal denominación no es ciertamente
inocente. Sugiere en primer lugar que se trata de un fenómeno vinculado con las
tradiciones políticas en Colombia: no existe elección que no lleve consigo un cortejo de
actos de violencia entre liberales y conservadores. Se refiere también, a medida que los
enfrentamientos se hacen cada vez más números, a un tipo de confrontación
generalizada sin protagonistas ni intereses en juego muy precisos, en síntesis, a una
anomizacion de las relaciones sociales. “La Violencia” aparece a menudo en las
innumérales narraciones y testimonios que ha suscitado, como una Potencia anónima que
siembra la destrucción a su paso. En todos los casos, el término quiere expresar la
irrupción en la historia de un trasfondo de barbarie ordinariamente recubierto por una
aculturación precaria. No es por casualidad que as elites político-económicas lo adoptaron
desde el principio. Esta denominación permite ocultar los rastros de las estrategias de
violencia que una parte de estas elites promovió sistemáticamente. El término conlleva
complementariamente una acusación de responsabilidad hecha a las masas populares.
¿No son ellas a caso, desde siempre y mas aun después del 9 de abril, la exportadora de
la barbarie? Bajo la apariencia de una dominación neutra, se desliza así una
preinterpretacion que no es de ninguna manera inocente. Y lo es tampoco que la
denominación entraña a su ves una violencia simbólica. Que los sectores populares se
hayan adherido por tanto tiempo por la imagen anomica que conlleva a un término de este
tipo, demuestra solamente que el dominio de las clases dominantes se ejerció incluso en
la narración que las victimas construyeron de su propia historia. Todo lo anterior es poco
discutible y debe tenerse en cuenta desde el principio. Sin embargo, el término tiene, en
otro sentido, la ventaja de no atenuar la inquietante extrañeza del fenómeno que designa.
El 9 de abril, como ya lo hemos dicho, no constituye su comienzo. La extrañeza reside, en
primer lugar, en que esta intensa conmoción no se inicia con un acontecimiento que,
dándole un impulso, pueda pasar a convertirse en momento originario, con valor de causa
o de significación. 1946, 1948, 1949: una u otra de estas fechas puede considerarse como
su punto inmediato de partida. No obstante, los protagonistas no dudan en situar su
desencadenamiento en un pasado mas lejano: en los años 1930-1935, para los
conservadores que recuerdan las persecuciones en Boyacá y en los Santanderes al
momento del acceso de los liberales al poder en los años 1920-1935, para los
campesinos de las regiones sacudidas en esta época por los conflictos agrarios; en la
guerra de los Mil días y en los enfrentamientos del silo XIX para los que piensan que una
misma división política
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continua afectando y actuando sobre el cuerpo social, como si “otra historia”, inmóvil y
repetitiva, estuviera destinada a surgir en cada nueva situación. No existe tampoco,
observémoslo, un eco que pueda servir como referencia de clausura o desenlace. La
Violencia se halla indudablemente marcada por acontecimientos políticos. Sin embargo,
se desarrolla según ritmos que son ampliamente independientes de tales
acontecimientos. La extrañeza consiste, en segundo lugar, en que la unidad del proceso
es difícil de precisar. Hay una mezcla heterogénea de choques electorales, acción política
y militar, terror ejercido por mercenarios de toda clase, vendettass locales, espíritu de
cruzada religiosa, venganzas individuales, desalojo de poblaciones, transferencias de
propiedad, extorsión económica, formación de guerrillas organizadas, bandolerismo
social, grandes temores campesinos. La heterogeneidad del fenómeno se manifiesta
también por la presencia de los mas diversos protagonistas: pequeños propietarios,
jornaleros, arrendatarios, grandes propietarios, pequeña burguesía de los pueblos o de
las ciudades medianas, jefes políticos de todos los niveles, algunas veces también
miembros de la burguesía urbana. De Boyacá y de los Santanderes, el epicentro se
desplaza luego hacia Tolima y Caldas. De un municipio a otro, incluso de una vereda a
otra, el rasgo predominante puede no ser el mismo. En las regiones afectadas, nada
obstaculiza que las relaciones de fuerza invadan lo social. No obstante, dichas relaciones
son siempre heterogéneas unas con relación a otras: no es posible considerarlas como
resultado de un conflicto, del cual puedan constituir su derivación. La Violencia es en
primer lugar una yuxtaposición de violencias irreductibles. La extrañeza proviene
finalmente de que la referencia a la división partidista, a pesar de lo anterior, se impone a
cada división partidista, a pesar de lo anterior, se impone a cada momento y se inscribe
como un sello en todas las manifestaciones de violencia ya sea la extorsión económica o
la guerrilla campesina.
3. DIVISIÓN PARTIDISTA
La referencia de la división partidista aparece sobre telones de fondo de una
fragmentación radical de lo social. Ni siquiera es posible interpretar la violencia en
términos de guerra civil: no existe un frente de batalla, ni una coordinación, ni tampoco
una visión militar orientada hacia la conquista del poder. Al introducir una ilusoria
continuidad histórica con el pasado, esta referencia constituye al mínimo de sentido que
permite, a los individuos o las pequeñas colectividades, vincular sus estrategias de
supervivencia con el destino de una más amplia comunidad política. Indudablemente no
han faltado tentativas de explicación global del fenómeno de la violencia. En la época
misma, estas tenían casi un carácter exclusivamente político con mucha frecuencia se
limitaban a la acusación de un partido contra el otro. Los sociólogos y los economistas se
han negado por el contrario, desde 1965, a conceder una excesiva importancia a los
factores políticos, y han insistido en trasladar la explicación de lo político a lo social o a lo
económico. Al menos aparentemente. El marxismo teleológico, de gran ascendencia
durante mucho tiempo en Colombia y en otras partes del mundo, es el origen de muchas
de estas interpretaciones. Asimilando causas y resultados, dejando de lado el problema
de los agentes sociales, hace en la violencia la expresión misma del proceso de
acumulación. En un libro publicado en 196334 Diego Montaña, el antiguo abogado de los
sindicatos petroleros, abrió el camino: la violencia 34 Colombia, país formal y país real,
Buenos Aires, editorial Platina, 1963
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Aseguraba, había sido necesaria “para garantizar la destrucción del campesino y liberar
así la fuerza de trabajo necesaria para la industria”. Otros consideran, por el contrario que
la violencia constituye una “desviación” de la vía regia al capitalismo tal como había sido
trazada por el régimen liberal desde 1930. Para algunos, como F. Posada35, es la
expresión del desquite de los grandes propietarios terratenientes en el empeño por
recuperar su antigua preeminencia política. Para muchos otros, es el resultado de la
traición de la burguesía industrial que, frente al ascenso de las masas populares, esconde
su bandera progresista; de esta manera P. Gilhodes escribe: “la burguesía industrial,
asustada, abandona la alianza (desigual) de los años anteriores con el campesinado y los
obreros para volverse hacia la oligarquía terrateniente tradicional, momentáneamente
marginalizada y representada a gran medida por el partido conservador”36. Estas
rivalidades traen como consecuencia –según P. Oquis37 un “derrumbe parcial” del
aparato del estado, y crean por este hecho las condiciones para la generalización de la
violencia. Más recientemente, numerosos trabajos han sugerido que la Violencia puede
explicarse por la persistencia de tensiones agrarias, que estuvieron siempre presentes
desde la segunda mitad del siglo XIX. El resumen anterior no es exhaustivo; ha sido
simplificado voluntariamente. No se trata de discutir la argumentación de estas tesis ni la
veracidad de los hechos que las sustentan. Sino tan solo de mencionar algunas
interpretaciones que se presentan explícitamente como “globales” o “explicativas”. Que
haya habido una proliferación de conflictos sociales en la Violencia es un hecho que no se
pone en duda. Pero en cambio, es especialmente discutible que los conflictos puedan ser
considerados como expresiones diversas de un conflicto central y, más aun, que puedan
ligarse a una misma función latente. Nadie puede seguir afirmando que la Violencia
contribuyo en todas partes al avance del capitalismo; en numerosas zonas lo obstaculizo.
Que los conflictos sociales o la contraposición de intereses entre las clases dominantes
puedan “explicar” el antagonismo partidista, es todavía mas dudoso. En algunos casos
estas tesis renuncian de hecho a tomar en cuenta este último: se diferencian entonces
dos violencias, una social, que solo conlleva consecuencias estructurales, y otra política,
reducida a un arcaísmo sin importancia. En otros casos, por el contrario, se esfuerzan en
suprimir toda diferenciación, y hacen del antagonismo partidista la manifestación de una
división social. Para lograrlo recurren a menudo a un procedimiento muy cómodo,
consistente en atribuir todo el “tradicionalismo” al partido conservador, toda la
“modernidad” al partido liberal, ubicando bajo las banderas del primero a las oligarquía
rurales y sus clientelas, y bajo de las del segundo a la burguesía progresista y a las clases
populares urbanas. El procedimiento es una manera característica de forzar las
evidencias: los conservadores no muestran menos empeño que los liberales cuando se
trata de promover la “modernidad”, si se entiende por esta la expansión del capitalismo; el
antagonismo partidista atraviesa horizontalmente todos los sectores de la sociedad y se
superpone a todos los conflictos sociales sin confundirse con ellos. Destinado a sustentar
la primacía de las causas sociales o económicas, este procedimiento conduce sin
advertirlo, a la reintroducción de los factores políticos, y lo hace de la manera más
convencional: 35 Violencia y subdesarrollo, Bogota, Universidad Nacional, 1968 36 “la
violence en Colombie, banditisme et guerre sociale” en Cahiers du monde hispanique et
lusobresilien, No. 26, 1976, paginas. 69-81 37 Violencia, conflicto y política en Colombia,
op, cit. passim
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asumiendo la visión que el partido liberal ha querido dar de si mismo, es decir, ratificando
la lectura de la Violencia.
4. ENTRE LO SOCIAL Y LO POLÍTICO
El problema no es definir la primacía entre lo social o lo político. La violencia, como lo
veremos más adelante, oscurece los criterios de separación entre lo uno y lo otro. El
problema es establecer los límites de una explicación causal cuando se trata de un
fenómeno de este tipo. Hablar de “inquietante extrañeza” nos conduce a reconocer que en
el fenómeno de la violencia existe algo que se sustrae a una explicación causal o
instrumental. No se trata de recusar la importancia de esta ultima: la Violencia se halla
indudablemente intrincada con unas relaciones de fuerza precisas y con unas estrategias
instrumentales que se diferencian según las posiciones de los protagonistas sin embargo,
en ella también se manifiesta un exceso del cual no nos dan cuenta dichas explicaciones.
Tampoco es suficiente la noción de “efectos perversos”, como si solo se tratara de las
consecuencias de la yuxtaposición de acciones individuales. El exceso esta presente, en
primer lugar, bajo la forma de una división política radical que no remite aparentemente a
nada que no sea ella misma. El exceso también se hace presente en la violencia de la
Violencia: los excesos de horror que la marcan no son ingredientes secundarios; es difícil
atribuirle un carácter instrumental. La operación misma de “narración”38, fundamento del
relato histórico, es problemática del fenómeno de la Violencia. Una narración de esta
naturaleza supone la convicción – constitutiva de la objetividad- de que “los hechos
relatados por historias diferentes pueden relacionarse y que los resultados de estas
historias pueden complementarse”.39Sin embargo, la Violencia nos coloca frente a una
experiencia histórica en la cual la heterogeneidad de las narraciones y de las historias
parece insuperable. Se ve acompañada de una fragmentación fundamental de lo social. Y
el hecho de no poder definir ni un momento originario ni un desenlace, es suficiente para
aseverar que la operación narrativa es, en si misma, difícil de realizar. No es causal que
en las décadas siguientes la violencia no halla sido invocada como un mito de los
orígenes, donde pudiera estar contenida en potencia la historia posterior. Ningunos de los
participantes ha logrado instalarse en una posición desde la cual le sea posible
mantenerse por fuera de sus efectos, y dar un sentido al conjunto de los acontecimientos.
Los vencedores se han cuidado de no hacer alarde de su éxito; los vencidos no han
encontrado allí la promesa de una futura compensación. Las generaciones posteriores no
han descubierto en ella un momento de creación de una nueva representación de lo
político, y no han buscado apropiarse, por un proceso de identificación, la figura de uno u
otro de los protagonistas. Las revoluciones y las contrarrevoluciones están dominadas por
la ilusión de la ruptura. La violencia no pertenece a ninguna de las dos categorías: esta
inscrita toda entera en la continuidad. Se inicia por la voluntad de preservar o reestablecer
un orden político; prosigue con una mezcla de estrategias ofensivas y defensivas; y
termina dejando una situación aparentemente inmodificada, conformada por las mismas
estructuras sociales, las mismas alianzas partidistas, la misma precariedad del Estado
Central. Solo el lenguaje de la 38 Cf. P. Ricoeur, temps et recits, Paris, Seuil, 1984 39
Ibid., p. 249
HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 31 FUNDACIÓN
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Repetición parece el adecuado para describirla, y principalmente, el de la repetición de las
luchas partidistas. Vivida como repetición y /o interrupción, la violencia no ha dejado de
aflorar en la memoria individual o colectiva, en donde aparece permanentemente. No
obstante es un proceso social que se inscribe en el real de la historia casi como una
catástrofe natural: es por esto por lo que no se presta a ninguna proyección imaginaria, ni
a ninguna reelaboración simbólica. El progreso de las investigaciones históricas pasa muy
probablemente por el reconocimiento del carácter irreductiblemente heterogéneo de las
violencias. De las monografía regionales, algunos estudios temáticos como el que
publicaron recientemente G. Sánchez y D.Meertens sobre el bandolerismo, 40
comprueban este hecho. ¿Será necesario, por consiguiente, renunciar a referirnos ala
violencia como un fenómeno de conjunto y concebirla solamente como la adición de
violencias parciales? Los protagonistas no dudaron nunca que la violencia tuviera una
unidad. Y los historiadores no pueden seguir analizando las violencias sin presuponer la
existencia de una violencia global. Asumiendo el riesgo de nadar contra la corriente, las
observaciones que siguen son consagradas a esta Violencia de conjunto. Existen diversas
maneras de circunscribir lo que puede constituir su unidad. La tesis que nosotros
pretendemos sostener es que la unidad de la violencia solo puede ser analizada en
referencia a lo político. No queremos de esta manera volver a la simple comprobación de
una división partidista que subsistirá siempre idéntica así misma: nos proponemos mostrar
como en un momento dado se produce un nuevo desciframiento de esta división que
conduce a que lo político se directamente percibido como Violencia. Tampoco
pretendemos separar lo político de lo social: la representación de lo político como
violencia esta originalmente asociado a una conciencia de la división radical de lo social,
que se traduce, en un segundo momento, en la mezcla creciente de los dos planos. Con
la mención de estos tres temas la correlación de fuerzas, la desorganización de los
actores sociales colectivos, y la representación de lo político, como violencia, creemos
poder contribuir a un esquema de análisis de la violencia como base de las violencias
parciales. Otros temas hubieran podido ser escogidos. Con estos, sin embargo, estamos
tomando de nuevo en consideración los que surgieron a lo largo del capitulo anterior; nos
ofrecen además la posibilidad de volver a plantear el problema de las relaciones entre el
populismo y la movilización, presentes en la violencia. Reduciremos al mínimo
indispensable la remisión a los datos actuales y nos limitaremos a esbozar proposiciones
relativamente generales. El lector, por consiguiente, no debe esperar un análisis completo
del fenómeno. El hecho de prescindir, salvo por breves alusiones, de las especificidades
regionales, es prueba suficiente. 5. DE LA RESTAURACIÓN ELITISTA A LA VIOLENCIA
La correlación de fuerzas que se instaura después del 9 de abril entre la burguesía y las
masas urbanas constituye el transfundo sobre el cual se generalizara la violencia a partir
d e 1949. Levantada la hipoteca gaitanista, las elites socio-económicas se deciden a
imponer su ley en el dominio social y económico. Desorganizadas y sometidas a una
severa represión, 40 Bandoleros, gamonales y campesinos, Bogota, el Ancora, 1983
HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 32 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA las antiguas bases de la CTC y del gaitanismo se revelan
incapaces de ofrecer una verdadera resistencia. La violencia no se reduce sin embargo a
tal correlación de fuerzas. Esta ultima comporta indudablemente su parte de violencia, y
en efecto no se limita únicamente a los dispositivos institucionales. Pero la violencia
desborda dicha correlación de fuerzas, y sobre todo, se manifiesta de otra manera: logra
romper la solidaridad –al menos política- de las clases dominantes; acarrea el
desplazamiento del centro de gravedad política hacia las zonas rurales; afecta solo
moderadamente a las grandes ciudades que aparecen a menudo como zonas de refugio.
Esta sección estará consagrada al análisis de las diversas formas de esa relación. a. EL
LLAMADO A LA RESTAURACIÓN DEL ORDEN ELITISTA Al adoptar una ves mas la
forma de la Unión Nacional, sin esperar siquiera a que las llamas terminaran de arrastrar
el centro de Bogota, las elites civiles demuestran que no quieren descargar sobre la
institución militar el cuidado de reestablecer el orden social. No obstante, todo deja al
descubierto su preocupación frente al descubrimiento de las “masas peligrosas”. Citemos
solamente tres reacciones: el Liberal, periódico lopista, estima que “la situación que se ha
creado en Bogota y en otras ciudades es una situación típica y realmente explosiva de
luchas de clases”41. Eduardo Santos reconoce: “el 9 de abril nos dimos cuenta, entre
muchas otras cosas, que existe una situación temible de barbarie, y también una situación
temible de miseria”42. Maruano Ospina Pérez, por su parte, deplora la existencia de
“elementos frenéticos y salvajes”43 . Sin embargo, la unión sagrada de las clases
dominantes es considera como una medida suficiente para hacer frente a la amenaza
popular. Si “la destrucción de los muros de nuestras ciudades mutiladas significa un
reproche amargo contra la indiferencia que ostentaban, en estos últimos tiempos, las
clases dirigentes de la sociedad con respecto a los problemas políticos”, Mariano Ospina
Pérez afirma que no sucede lo mismo con el nuevo régimen de Unión Nacional: ahora “
debe ser grato para la nación saber que en esta hora sus hombres de empresa y de
trabajo, los que en la diaria faena viene construyendo silenciosamente el progreso
nacional y a levantado una fortuna a base de esfuerzos, ocupan también sus puestos de
responsabilidad en la batalla de Colombia”44. Los gremios y sus representantes
respondieron efectivamente al llamado, y la ANDI, por ejemplo, ve en el Bogotazo “el
espectáculo evidente de lo que puede hacer una minoría sin escrúpulos que prospere a la
sombra de la indiferencia y de la pasividad de los hombres de bien”.45 La unión nacional,
en su nueva versión, esta destinada primero a reestablecer el control de las elites socio-
económicas y de los notables sobre la “clase política”. La noción “hombres de bien” o de
“hombres de trabajo” se opone en lo fundamental a la de “político profesional”. La Unión
Nacional se basa ahora en el establecimiento de una paridad partidista en todos los
niveles del gobierno y de la administración. De esta manera se priva a la clase política de
toda razón para destrozarse entre si, y para que, de hacerlo, abra una brecha en el orden
elitista. 41 21 de mayo de 1948 42 El Tiempo, 5 de mayo de 1948 43 Respuesta un
mensaje de Alfonso López abril de 1948 44 Ospina Pérez, M. el gobierno de Unión
Nacional, Bogota, Imprenta Nacional, 1950, Tomo V, p. 241 45 Comunicado publicado el
24 de abril HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 33
FUNDACIÓN UNIVERSITARIA CLARETIANA Pero la Unión Nacional es, no menos
explícitamente, una coalición de todas las clases poseedoras contra las clases populares.
b. LA NEUTRALIZACIÓN DE LAS CLASES POPULARES URBANAS La desorganización
de las clases populares urbanas no data del Bogotazo. Como efecto conjugado de la
acción de las clases dominantes y de la fuerte influencia del gaitanismo, comienza a
producirse a partir de 1945. El movimiento gaitanista no sobrevive a las jornadas de abril.
La movilización social no desaparece, la sensibilidad antioligarquica continua
manifestándose y algunas corrientes políticas se reclaman seguidoras de Gaitán; sin
embargo, el movimiento populista se desarticula. Cuando suena la hora de los
“versalleses”, sean liberales o conservadores, civiles o militares, solo fuerzas exangües
encuentran ellos por delante. El estado de sitio permanece en vigor hasta diciembre de
1948. Los tribunales militares se encargan de juzgar a los insurgentes. En un sentido, la
represión es política y recae sobre los miembros “juntas revolucionarias”, compuestas en
su mayoría por gaitanistas en ciertas regiones, la represión da origen a las primeras
guerrillas liberales: numerosos son los miembros de las juntas que no encuentran otro
medio de escapar a las condenas. Pero la represión es sobretodo social. Cuando se trata
de cuadros sindicales u obreros los jueces militares se endurecen. Los responsables de la
federación del petróleo, que se habían vinculado a la junta de Barrancabermeja,
constituyen un ejemplo de ello. Las actividades sindicales son vigiladas muy de cerca.
Hasta junio de 1948, las reuniones solo pueden efectuarse con la autorización de los
militares y depuse, con la del ministro del trabajo. En junio de 1948, un decreto suprime la
inmunidad del fuero sindical y prohíbe en la práctica el recurso de la huelga durante la
vigencia del estado de sitio. El ministerio de trabajo es autorizado, por otra parte, para
decidir y resolver sobre la legalidad de toda acción colectiva. En mayo, la cede de la
Federación de Trabajadores en Cundinamarca es ocupada por el ejercito. En junio, los
dirigentes de la FEDETA, en Antioquia, son detenidos por haber intentado reunirse. En el
Atlántico, las directivas de los sindicatos son totalmente destruidas y, con el
consentimiento del ministro del Trabajo, el conservador Evaristo Sourdis, las autoridades
locales nombran para reemplazarlas a dirigentes de su conveniencia. Los despidos –los
gobernadores reciben pleno poder para autorizarlos- son números. El patronato se
muestra plenamente satisfecho. En Bogota la Cervecería Babaria se deshace de
centenares de trabajadores. En el Valle del Cauca, los ingenios proceden igualmente a
una sustitución masiva del personal. Solo en el Ingenio Riopaila se habla de 900
despidos. El gobierno hace lo propio en el sector público. En el ministerio de Obras
Publicas, por iniciativa del ministro conservador Luís Ignacio Andrade. Millares de
trabajadores pierden su empleo. La purga llega incluso hasta el departamento de Nariño,
donde no se puede afirmar que el 9 de abril haya tenido fuertes repercusiones. Su colega
de comunicaciones, igualmente conservador, procede de la misma manera: en los
departamentos de Atlántico, Caldas y Cauca, se estima que los despidos afectan a 1200
empleados. Los ferroviarios no se salvan tampoco. Durante el segundo semestre de 1948,
los sindicatos ya no se atreven a lanzarse a la negociación colectiva. Según las
estadísticas oficiales solo se producen 36 “conflictos colectivos” –el término designa los
pleitos alrededor de pliegos de peticiones- y ninguna huelga. En el primer semestre de
1949, el levantamiento del estado de sitio HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA
SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 34 FUNDACIÓN UNIVERSITARIA CLARETIANA permite, al
menos aparentemente un cierto repunte reivindicativo constado por las mismas fuentes
oficiales, que mencionan 154 (conflictos colectivos). En las ciudades, el partido comunista
de Gilberto Vieira no registra tampoco mejores posibilidades de resistir los golpes que le
son dados. En noviembre de 1948, el comité central se muestra sin embargo convencido
todavía de que el 9 de abril debe acelerar la maduración revolucionaria de las masas, e
intenta así recuperar en su provecho la desorientación que sufre: “eliminado Gaitán por el
imperialismo las oligarquías (…) las masas populares se radicalizan, asimilan las
lecciones de abril (…) profundizando su rompimiento con la oligarquía liberal”46. Esto es
lo que proclama el partido en esta época. Pero sus ilusiones no se detienen allí: el comité
central considera que la correlación de fuerzas a llegado a ser altamente favorable para
que una salida revolucionaria sea posible: “se plante a en consecuencia, la cuestión del
poder ante el proletariado y surge, como una consigna fundamental la lucha por el
gobierno popular anti-oligárquico y anti-imperialista”. Sus fuerzas sin embargo se hallan
cada ve mas menguadas, puesto que sus militantes son a menudo las primeras victimas
de la represión. El partido ve reducirse su auditorio como una piel de zapa, e incluso, se
encuentra obligado en muchas circunstancias a entrar en los manejos del liberalismo.47
Desde comienzos de 1949, las clases populares urbanas, y la organizaciones
independiente de los partidos tradicionales, son pues neutralizadas. Esto no impide que
una segunda ola de represión aparezca después de la ruptura de la Unión Nacional en
mayo de 1949 que ya se inscribe directamente en el cuadro de la violencia. Disponiendo
en ese momento de la totalidad del poder gubernamental, los conservadores emprenden
una vasta sustitución de la mano de obra liberal, sin limitarse exclusivamente al sector
publico. Sobre las ruinas de las CTC, aquellos favorecen el esfuerzo de la Iglesia Católica
por implantar más vigorosamente la UTC. En este sentido revocan la ley de 1946 que,
prohibiendo el paralelismo sindical concedía un monopolio legal a la CTC. La UTC crea
numerosas federaciones departamentales;48 se afianza incluso en los sectores que
habían sido la base de la combatividad obrera de 1945 a 1947 como por ejemplo en las
empresas petroleras. Esta expansión no es evidentemente el resultado de una presión de
las bases obreras, sino el producto de una imposición venida de lo alto. La mayor parte de
los sindicatos de la UTC tienen en este momento una existencia meramente teórica.
Todas las federaciones no son como la Unión de Trabajadores de Antioquia con un Utran
donde, siempre bajo el control de los industriales, se termina por expulsar a los sindicatos
que estuvieran tentados a presentar pliegos. El comité ejecutivo de la UTC se ve obligado
a protestar contra ciertas aptitudes patronales. Solo después de 1954 se percibirá en la
UTC algo más que un mero instrumento partidista. Más allá de sus referencias doctrinales
a la “tercera vía”, la confederación contenía el Germen de un sindicalismo negociador,
singularmente adaptado al capitalismo liberal. La “paz social reina”: esta expresión figura
en el informe anual del ministro de Trabajo en 1951, y resume bien su contenido. Escrito
en plena Violencia, tiene la apariencia de una humorada, pero no lo es: las burguesías
urbanas, y en primer lugar, la burguesía industrial, abrigan motivos para congratularse por
la correlación de fuerzas que se ha establecido. Que dichas burguesías sean liberales o
conservadoras no cambia de nada el asunto. 46 Informe al 12º plenum, citado por M.
Torres, la naturaleza de la revolución colombiana, Bogota, editorial iqueima, 1959, p.102
47 Cf. La sección Tercera 48 En 1949, en el Tolima y en el Valle del Cauca; en 1950 en el
Cauca, en Bolívar y en Santander del Norte. En 1951 en Cundinamarca. HISTORIA DE
COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 35 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA Durante el periodo no es raro que las elites liberales
adopten posiciones que representan una especie de esfuerzo por ver “quien va más lejos”
en el rechazo de toda política social. Para convencerse de ello, es suficiente observar las
posturas tomadas por la fracción “lopista” que se expresa en el diario El Liberal. Dos
ejemplos: en diciembre de 1948 el gobierno de Unión Nacional adopta un decreto que
establece a una cierta participación en las utilidades: el periódico da inmediatamente la
voz de alerta contra “una especie de maratón de las reformas sociales, en la que cada
fuerza política se preocupa únicamente de parecer mas audaz y mas avanzada que la
otra”, 49 en enero de 1950 el gobierno conservador reajusta el salario mínimo en la
agricultura: el periódico se inquieta: “si con el mejoramiento de las condiciones de
existencia, si con el aumento de las remuneraciones no aparece simultáneamente un
adecuado incremento del porcentaje de productividad, la economía publica no se
beneficia(…) aquí se trabaja muy poco y muy mal”.50 Las elites socio-económicas tienen
sin embargo todas las razones para sentirse seguras. Los salarios obreros no crecen. Las
remuneraciones sufren una caída en 1948 y se encuentran en 1954, 14% por debajo de
su nivel de 1947. Alcanzando en este momento un índice de 102.9 sobre la base de
1938=100, los salarios son sin duda alguna muy inferiores a los de 193351. Esta
evolución es mas sorprendente aun si se tiene en cuenta que en 1949 comienza una fase
de prosperidad que hace recordar a la de los años 1925-1928. Las elites tampoco
necesitan preocuparse por la prodigalidad del Estado en materia de gastos sociales
(salud, educación, protección social, etc.), que representan una parte, en el conjunto de
gastos del gobierno central, muy inferior a la que se observa en la misma época en países
de ingreso per capita comparable. Las anteriores indicaciones son suficientes para probar
que las elites sacan todo el partido que puedan de la correlación de fuerzas imperante. El
que esta no se basa solamente en prohibición y condenas legales, la cifra de muertos de
1948 citada en la introducción sirve para recordarlo. Su afianzamiento es lo
suficientemente estable a fines de 1948, para que la represión se vuelva innecesaria. No
obstante, la violencia no se reduce a la neutralización de las masas urbanas. 6. EL
TRIUNFO DE LOS GREMIOS El aumento del poder de influencia de los grupos de interés
no data tampoco de 1948; se puede percibir desde 1944 y 1945 con la creación de la
ANDI, Fenalco, la Federación de Ganaderos y muchos otros gremios de menor
envergadura. El mecanismo de institucionalización de los intereses sectoriales, del cual
LA SAC y la Federación Nacional de Cafeteros habían constituido las primeras piezas, es
un hecho desde ese momento. Su consolidación y su notoriedad pública durante esta fase
significan otra prueba de la correlación de fuerzas reinante. Reivindicando el poder de
imponer sus intereses específicos como si fuera los de la sociedad, y aferrandose más
obstinadamente que nunca a una ideología liberal del desarrollo, los gremios afirman su
pretensión a ser reconocidos como instancias a la vez dominantes y dirigentes. Las
circunstancias políticas contribuyen a ello. La condena lanza contra los “los políticos de
profesión” y la exaltación de “los hombres de trabajo” suministran a los gremios un
principio 49 22 de julio de 1948. 50 27 de enero de 1950 51 Cf. Capítulos 2 y 3.
HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 36 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA de legitimidad. Mientras mas patente se hace la perdida
de rumbo de lo político, mas aparecen los gremios como las únicas instituciones que
garantizan una cierta cohesión de la sociedad. En plena violencia, los gremios harán lo
necesario para guardar una fachada de neutralidad política. La paridad partidista y la
rotación de los responsables son los medios más usuales. De esta manera oponen su
fuerza tranquila a las turbulencias del mundo político. Las dos coyunturas que se
presentan contribuyen por su parte, cada una por razones diferentes, a reforzar el rol de
los gremios. Desde 1947 hasta el último trimestre de 1949, se presenta un gran
pesimismo merced a la reducción de la capacidad de importación, una vez agotadas las
reservas acumuladas durante la guerra. Los gremios asignan como tarea esencial la de
conservar cada uno su parte del paste: sus querellas y sus reclamaciones se despliegan
en las primeras páginas de los periódicos y hacen resurgir, de manera particular, la vieja
oposición entre los industriales de una parte, y los exportadores de café y los
negociantes-importadores de otra. Estos últimos, que se expresan sobre todo por boca de
la Federación de Comerciantes, no se atreven sin duda a seguir hablando pura y
simplemente del carácter “artificial” de la industria. Sin embargo no están lejos de hacerlo
cuando deploran que el proteccionismo sirva “no al progreso del país sino a engendrar
nuevos sectores privilegiados”52 o permita “fabricar productos de calidad deficiente cuyo
costo de producción no tiene ninguna relación con la capacidad de consumo del pueblo
colombiano”.53 No obstante, tales fricciones no significan de ninguna manera un
antagonismo irreductible. Seria un error deducir de esto una conclusión sobre la
decadencia del sector agro exportador. La Federación Nacional de Cafeteros, fuerte por
su implantación capilar en las zonas de producción, no encuentra disputa su posición
central en ningún momento y la ANDI es la primera en celebrarlo su “justa y admirable
política”54 . En noviembre de 1949, la coyuntura se modifica súbitamente: los precios del
café experimentan una rápida alza y durante los cuatro años siguientes se mantienen a
niveles sin antecedentes. De 242.3 millones de dólares en 1949, las exportaciones de
café pasan a 307.4 millones en 1950; en 1953 alcanza los 492.2 millones. Desde 1925,
Colombia no había conocido una abundancia similar. Los gremios no tienen necesidad de
seguir rivalizando por escasez de recursos y sus conflictos se atenúan; ejercen en cambio
una presión conjunta sobre el gobierno para evitar que se adopten medidas monetarias
excesivamente restrictivas.55 El respeto del “liberalismo económico” llega a ser, a
consecuencia de esta abundancia, la exigencia permanentemente reiterada por cada uno
de ellos. La referencia al modelo liberal de desarrollo acompaña de hecho, y de manera
continúa el robustecimiento y organización del sistema gremial y asume un valor de
sistema filosófico: el presidente de Coltejer, Carlos J. Echevarria, se encarga de
recordarlo en forma de aforismo: “el estado subsiste por el soporte de la economía
privada”.56 La referencia guarda también un valor de llamado al orden: a la ANDI, que
lucha por “eliminar la intervención de los organismos del estado en los asuntos privados”,
57 a Fenalco, que quiere que “la libre 52 Comunicado del 9 de septiembre de 1948. 53
Comunicado publicas en el Colombiano, el 1º de mayo de 1951. 54 Declaración de José
Gutiérrez Gomes, presidente de la ANDI el 31 de marzo de 1950. 55 La administración de
una lluvia inesperada de divisas como esta plantea sin duda más desafíos que la
insuficiencia de la capacidad de importación. El gobierno conservador se ve obligado a
implantar en 1951 un sistema de compra de los dólares proveniente de las exportaciones
de café a una tasa diferencial, lo que es considerado por los cafeteros expoliación. Se ve
obligado también a establecer un control de crédito que da por resultado en 1951 un
cuasi-estancamiento de la producción industrial. 56 Carta publicad en la prensa el 15 de
junio de 1950. 57 Informe de José Gutiérrez Gomes a la asamblea de la ANDI, 1952
HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 37 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA competencia opere en el domino de la producción y del
comercio exterior e interior”,58 y la misma Federación de Cafeteros, que se rehúsa a
aceptar una retención estatal orientada a gravar el producido de las exportaciones de
café. Todos los gremios deslizan sus exigencias so capa de una defensa de las
libertades. No se trata simplemente de retórica. El modelo liberal de desarrollo continua
de hecho predominando sin excluir evidentemente una presencia activa del Estado. La
abundancia de recursos conduce, incluso durante la administración de Laureano Gómez,
a un crecimiento sensible de la inversión publica; su parte en el total de la inversión bruta
pasa de 20% en 1949 a 27.9% en 1952; beneficia al sector industrial y refuerza su papel
en la agricultura. Pero esto no modifica la apreciación general: en 25 años, de 1925 a
1950, el monto de los gastos gubernamentales con relación a la producción económica
total permaneció prácticamente idéntico, a pesar del aumento del ingreso per capita:
“fenómeno inhabitual”, anota A. Berry, observando también que esta proporción es inferior
a la que se encuentra en los años 50 en la mayor parte de los países con un nivel de
ingreso comparable.59 En el sector industrial el liberalismo no es problema ajeno a la
lentitud con que se efectúa la sustitución de importaciones cuando se trata de bienes
intermedios y de capital. De 1948 a 1953, la producción industrial se incrementa en 56%
sin embargo, en más de dos terceras partes consiste en bienes de consumo no durables.
La ANDI, representativa, por su estado mayor antioqueño, de la vieja industria,60no
muestra ninguna prisa en ir más lejos y se limita a la defensa de las posiciones
adquiridas. Bajo su meticulosa vigilancia se adopta en 1951 una nueva tarifa aduanera,
que favorece a las empresas existentes, y de ninguna manera a la creación de nuevas
actividades. Para estas últimas se apela con más confianza a la inversión extranjera que a
la pública.61 Entre las elites no existe una fracción que asuma posiciones nacionalistas y
favorables a la creación de un poderoso sector público, lo que contrasta con la actitud de
numerosos círculos civiles o militares de la misma época en el Brasil. Si los industriales
colombianos se adhieren finalmente a la creación de una empresa siderúrgica nacional,
Paz del Rió, es con la condición de que sea trasladada al dominio del sector privado,
desde el momento en que se muestra viable. La condición será respetada. Si se respalda
el establecimiento de una empresa publica nacional del petróleo, destinada a sustituir a la
Tropical Oil Company, es tan solo después de haber vanamente intentado reunir los
capitales privados para controlar el negocio.62 Obligadas a consentir en una infracción de
sus principios, las elites los retoman al imponer la puesta en práctica de una legislación
sobre la prospección en las concesiones petroleras particularmente favorables a las
compañías petroleras. 58 Declaración de Arcesio Londoño Palacio, presidente de
Fenalco, ante el octavo congreso de la organización, junio 19 de 1952 59 A. Berry,
“implications of elitist rule for economic development in Colombia”, op. Cit., pp. 7-12 60 En
1949 se ven obligados a conceder un lugar en la dirección nacional de la ANDI a los
industriales de otras regiones. La dirección estará compuesta a partir de este momento
por 16 miembros: siete por Medellín, tres por cada uno de los otros tres polos industriales.
61 Durante este periodo se multiplican las declaraciones favorables a las inversiones
extranjeras, cualesquiera que sean las condiciones. 62 Leyendo los debates sobre la
creación de la Empresa Colombiana de Petróleos, se puede medir la habilidad con que
los gremios sacan provecho de la crisis política: Fenalco declara: “es necesario exigir que
la inmensa riqueza nacional de lo que se llama `el oro negro` no desaparezca en una
gestión política”. (Cf. El siglo, 25 de octubre de 1949). La ANDI exige “que sea
garantizado en el presente y en el futuro que la dirección sea técnica y extraña a los
intereses de grupo o de partido” Cf. El Liberal, 8 de febrero de 1950) HISTORIA DE
COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 38 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA El sistema gremial y la adhesión al modelo liberal de
desarrollo permiten en definitiva prolongar el equilibrio entre las clases dominantes;
aseguran que los interés parciales de cada fracción y subfraccion sean tomados en
cuenta; garantizan el mantenimiento de una balanza equilibrada entre el eje exportador-
comerciante y el industrial; posibilitan una evolución sin ruptura mediante un proceso de
negociación permanente. Simultáneamente con lo anterior, es un hecho que ambos
fenómenos conllevan implicaciones sociales. En efecto, chocan contra toda pretensión del
Estado a inmiscuirse en las relaciones sociales apelando a reglamentaciones generales.
En los argumentos invocados por el patronato antioqueño para resistirse a la implantación
de la seguridad social en Antioquia se puede encontrar una buena ilustración. Tal avance
presentaría, en primer lugar, una competencia desleal desde el punto de vista económico
de la ANDI, que una obra de carácter social llegue a invadir actividades que no le
corresponden, como la de importar mercancía del exterior, la de pretender muchos de los
elementos que emplea y, en general, la de desempeñar las funciones que lógicamente
corresponden a la iniciativa privada”. La seguridad social significaría también un trastorno
de las relaciones dentro de la empresa, ya que pondría fin “a la asistencia directa de parte
de los patrones (gracias a la cual) un contacto permanente se conserva entre estos y los
trabajadores”. Existen razones para pensar que la mayoría de los dirigentes de los
gremios, comprendidos incluso los de filiación conservadora, ven con temor la perspectiva
de una candidatura de Laureano Gómez, pues presienten que con ella puede surgir un
universo político que escape a su control. El dispositivo gremial parece no obstante lo
suficientemente estable como para sobrevivir a las agitaciones. Es así como, a pocas
semanas de la elección de noviembre de 1949, ocurre el alza milagrosa de los precios del
café, lo que es suficiente para permitirles abandonar provisoriamente todos los
escrúpulos. No tienen importancia las condiciones en que se devuelve esta elección, que
no cuenta sino con un candidato, para unas elites económicas a quienes se ofrece la
ocasión de sacar partido de una ocasión inesperada. El presidente de la ANDI, José
Gutiérrez Gómez, no duda en pregonar en el mismo momento: “la situación colombiana
es hoy en día la mejor que se haya jamás conocido”63 . Estas reacciones muestran
suficientemente que es inútil querer encontrar en la elección de Laureano Gómez un éxito
de los sectores “arcaicos”, es decir de los grandes terratenientes. Los industriales son sin
duda los que mas se alegran, y no lo hacen por que hayan abandonado de repente su
“función” progresista, sino porque, principalmente en el caso de los antioqueños son
numerosos los que pertenecen al partido conservador; los que estuvieron a la cabeza de
las batallas contra Alfonso López y contra Gaitán: y los que siempre tuvieron en lo
fundamental vínculos de solidaridad con los cafeteros. Es en vano que se endilgue a las
elites económicas liberales sentimientos muy diferentes a los manifestados por las elites
conservadoras. Las dos personalidades que acabamos de citar pertenecen en efecto al
partido conservador. Sin embargo, del lado de la inmensa mayoría de los hombres de
negocios y liberales puede probarse que, predicando la resignación frente a la elección de
Laureano Gómez, lo que se anhela principalmente es sentarse a la mesa del festín64. “La
paz social reina”, “la situación no ha sido nunca mejor”: 63 Cf. El Siglo, diciembre 3 de
1949. 64 En numerosos informes, Carlos Lleras Restrepo expresa las reticencias de los
industriales liberales para participar en la resistencia contra el gobierno conservador:
“para evitar la oposición del capitalista se emplea alternativamente la amenaza del peligro
comunista y los favores de una política que tiene como ejecutores gubernamentales a los
representantes mas autorizados del capitalismo loca”, dira él para explicar el rechazo de
los HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 39
FUNDACIÓN UNIVERSITARIA CLARETIANA no se puede decir que las clases
dominantes ignoraran la correlación de fuerzas que esta detrás de la violencia. 7. LA
CONTINUIDAD DEL PODER CIVIL Otro aspecto de dicha correlación de fuerzas reside
en la preservación del carácter civil del poder hasta el 13 de junio de 1953, a pesar del
Bogotazo y la Violencia. En esta época existen sin duda pocos países en América Latina
en donde los civiles, confrontados a las mismas circunstancia, no hubieran ido
rápidamente a tocar a las puertas de los cuarteles; y en donde las fuerzas armadas
comprometidas en tareas represivas, en buena parte del territorio, como lo están en
Colombia a partir de 1950, no hubieran aspirado a tomar el poder en sus manos. Durante
las jornadas de abril, solo Laureano Gómez, entre los líderes políticos de primer plano,
sugiere la formación de una junta militar. Las fuerzas Armadas habían sometido esa
salida a consideración de Ospina Pérez, pero sin insistir. En el gobierno de Unión
Nacional se les confía solo el ministerio de Guerra. En mayo de 1949, después de la
ruptura de la Unión Nacional, su participación en el gobierno se acrecienta
provisoriamente con tres carteras. Después de la toma de posesión de Laureano Gómez
se reduce de nuevo. El General Gustavo Rojas Pinilla figurara entre los ministros de esta
administración, como titular de Obras Publicas. Las fuerzas Armadas reciben sin embargo
misiones cada vez más considerables. Los militares son nombrados alcaldes en los
municipios mas afectados por las insurrecciones de abril, y después por la violencia. El
numero de ellos crece rápidamente a partir de 1949. Cuando el gobierno conservador se
muestra incapaz de imponer su autoridad en numerosas zonas, a pela a las fuerzas
armadas, que muy a menudo relevan a los políticos “chulavitas”65. En 1952 y durante los
primeros meses de 1953, las operaciones militares tienen una cierta amplitud, como es el
caso de los Llanos Orientales, donde se habían instalado varios millares de guerrilleros
liberales. No por ello se detiene el recrudecimiento de la Violencia, que parece
progresivamente escapar al control a que ocurra un incidente personal entre Laureano
Gómez y el General Rojas Pinilla, entonces “comandante general”, para que este, y de
tras de él, el conjunto de la institución militar, se decidan a dar el paso definitivo. Los
datos relativos a la institución militar misma no pueden explicar tal demora. Es cierto que
tanto por sus efectivos como por sus medios, y en relación con el resto de América Latina,
las fuerzas Armadas de Colombia constituyen en esta época un modesto cuerpo. Sus
efectivos en 1945 llegan a 11.000 hombres. En 1945 pasan a 15.000 y permanecen en
este nivel hasta 1957. Los medios en que dispone conocen un incremento sensible: los
gastos militares cambian su participación en el presupuesto nacional de 14%,
aproximadamente, a 20%.66 El reclutamiento de sus miembros se realiza muy raramente
entre las oligarquías; muchos de sus cuadros provienen de las clases medias.
Condiciones comparables no son obstáculo, sin embargo, en otros ejércitos industriales a
financiar las guerrillas liberales. Testis Fidelis, de Cain a Pilatos, lo que el cielo no
perdona, sin indicación de editor ni de fecha, pagina 27 spp. 65 Recordemos que este
calificativo proviene del nombre de una vereda del municipio ultraconservador de Boavita,
en Boyaca, donde el gobierno recluto a numerosos policias que fueron enviados a
esparcir el terror en otros departamentos. 66 Estos datos son sacados de R. Maullin,
Soldiers, guerrillas and parties in Colombia Lexington, Lexington Books, 1973. Cuadro 5.1
y 5.2 la evaluación de los gastos militares es muy aproximada. HISTORIA DE COLOMBIA
Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 40 FUNDACIÓN UNIVERSITARIA
CLARETIANA latinoamericanos, para conformar una vocación política.67 El ejercito
colombiano dispone complementariamente de la doble ventaja que se deriva de su
experiencia en el marco de la violencia, y de su participación el la guerra internacional
contra el comunismo con el envió de Corea de un batallón. Pero lo esencial reside en la
actitud de las diversas fuerzas políticas frente a los militares. No hay duda de que, desde
1948, algunos sectores comienzan a verlos como posibles árbitros en el caso de un
agravamiento de la violencia política. Ya hemos enfatizado los esfuerzos de Gaitán
dirigidos a captar la opinión de los jóvenes cuadros militares. Después del 9 de abril, las
corrientes que se presentan como gaitanistas se convierten en las más solicitas
demandantes de una intervención militar. La víspera de las elecciones presidenciales de
1949, los llamamientos salen a la luz pública. El editorial de jornada, del 4 de noviembre
de 1949, no puede ser mas explicito: “el pueblo pide al ejercito nacional que este a la
altura de su deber histórico; que salve al país de la destrucción; que salve la democracia;
que devuelva a la republica la paz la justicia.” Los gaitanistas insisten después de la
elección de Laureano Gómez, y por inmediato de Jornada, hacen parte de los que se
vuelven hacia el general Rojas Pinilla desde 1952.68 La evolución del liberalismo oficial,
un poco más tardía y mucho más discreta, no es muy diferente. Desde la ruptura de la
Unión Nacional en 1949, intentan obligar a las fuerzas Armadas a entrar en el juego
político. Su decisión de renunciar a tomar parte en las elecciones, y la consigna de huelga
general promulgada el 25 de noviembre, dos días antes del escrutinio, constituyen una
provocación a las Fuerzas Armadas para que intervengan. Sus pedidos, sin embargo, son
vanos. Las mismas guerrillas liberales se cuidan durante mucho tiempo de provocar un
enfrentamiento con el ejército que, a diferencia, de la policía, no les parece directamente
implicado en la Violencia. Solamente en 1951, y sobre todo en 1952 y a comienzos de
1953, la confianza depositada se atenúa, y los enfrentamientos con los militares se
multiplican. Las esperanzas del comienzo no se borran por completo. La prueba esta en la
facilidad con que la gran mayoría de los guerrilleros deponen las armas en el momento de
la toma del poder del general Rojas Pinilla. Tales expectativas hacen aun más
sorprendente la obediencia que el ejército manifiesta durante varios años a la
administración de Laureano Gómez. Se podría sin duda imputar esta obediencia a la
depuración que las fuerzas armadas sufren a partir de 1949. No se puede desconocer que
como consecuencia de la ruptura de al Unión Nacional, se prescinde de una gran parte de
los cuadros superiores liberales. Pero seria necesario explicar por que en una institución
que había concluido recientemente un proceso de profesionalización, se permite
semejante purga. Y en efecto, los mismos militares han interiorizado, además del orden
elitista, el modelo liberal de relación entre lo civil y lo militar.69 La republica elitista de
Alfonso López no ceso un momento, como lo hemos visto, de privar a los militares de toda
posibilidad de sentirse autorizados para hablar en nombre de la nación. Cuando Laureano
Gómez lanza la idea de una Asamblea Constituyente, un almirante reclama una
representación para las Fuerzas Armadas, no sin antes recordar que el estricto respeto
que estos observan con relación al 67 Sobre las explicaciones relativas de las
intervenciones militares en América Latina, puede consultarse A. Stepan, Os militares na
política, Rio de Janeiro, Artenova, 1975. 68 Cf. Por ejemplo Jornada, octubre 2 de 1952.
muchos seran los antiguos gaitanistas que se transformaran en fervientes admiradores
del general Rojas Pinilla durante su gobierno y, principalmente con Antonio Garcia,
comenzaran a proyectar una “tercera fuerza” política bajo la jefatura del general. 69 Sobre
los modelos de relación civil-militar cf. A Stepan, o, cit., pp. 46-47 HISTORIA DE
COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 41 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA poder civil no implica que “nosotros estemos menos
interesado o menos justificados para intervenir en los problemas nacionales que por
ejemplo los cafeteros o los ganaderos”.70 Que las adhesiones partidistas se produzcan,
dentro del mismo ejército, a pesar de la profesionalización, es otro signo de un
subordinado al orden elitista. Los liberales encontraron en 1930 un ejército en el cual los
oficiales conservadores eran mayoritarios. La institución militar tiene, frente a las
interferencias del gobierno conservador, todavía menos razones que antes para
manifestar un espíritu de cuerpo. Las Fuerzas Militares se convences fácilmente de que
ahora pueden evitar las humillaciones que habían sufrido en el régimen anterior, y de que
al anticomunismo decidido profesado por los nuevos gobernantes, encontraran un papel
que desempeñar, que les permitirá inscribirse en el concierto panamericano. En tales
condiciones, las fuerzas Armadas apenas si pueden considerarse portadoras de una
vocación política o preparada para asumir el poder. En junio de 1953, presionadas por
todas partes a dar el paso definitivo, incluso por la mayor parte de los notables
conservadores, continúan vacilando. Hasta el ultimo momento, el general Rojas Pinilla
manifiesta públicamente su preferencia por una solución civil.71 Durante las discusiones
otro general reconoce: “nosotros los militares no tenemos la capacidad suficiente para
gobernar el país”72 . La modestia política de los militares no es solo un inicio de la
posición subordinada que les es asignada por el orden elitista, sino también una expresión
de la precariedad de la simbólica unión nacional. A través de ella se descubre otro de los
elementos de la Violencia. 8. CORRELACIONES DE FUERZA Y VIOLENCIA La
correlación de fuerzas que se establece desde 1945 y se expresa abiertamente a partir de
abril de 1948, tiene diversas manifestaciones, no todas del mismo orden. La
neutralización de las clases urbanas esta en relación directa con el uso de la violencia. No
ocurre lo mismo en el caso del poder gremial, del modelo liberal de desarrollo, y menos
aun, del carácter civil del régimen. Empero, no por ello consideramos que dichos aspectos
se limiten a formar solo un telón de fondo de la Violencia; contribuyen además al
acomodamiento de las elites a una crisis del Estado, a la deriva de la escena política y a
la fragmentación de lo social, fenómenos que si son constitutivos de la Violencia. De esta
manera indirecta contribuyen a que las elites se ajusten al engranaje inicial de la violencia
y a su prolongación por varios años. 1) la crisis del Estado. Hemos mencionado la tesis de
Paúl Oquis según la cual los conflictos de interés entre las diversas elites económicas
constituirían el origen de la violencia, pues habría conducido el “derrumbe parcial” del
estado. La tesis no es lo suficientemente probatoria. Las disputas no son tan profundas
como para explicar una crisis del Estado de tal magnitud. La crisis es en principio política.
Como veremos mas adelante, ele Estado se halla hondamente inmerso en la escena
política. La consolidación del poder gremial no implica de por si un debilitamiento del
Estado. A pesar de las diatribas antiestatales, tal poder no esta necesariamente “contra”
el Estado, y puede llegar a constituir una forma de Articulación creciente entre el Estado y
la economía. Sin embargo, al someter abiertamente el Estado a la intervención de los
grupos particulares, el poder gremial le arrebata la facultad 70 Carta del almirante Rubén
Piedrahita, publicada en el Tiempo, 12 de noviembre de 1952 71 Solicita en particular al
designado R. Urdaneta Arbelaez, que ya había gobernado durante 18 meses en
reemplazo de Laureano Gomes, con problemas de salud, ocupar de nuevo la función
presidencial. Entre otros testimonios, cf. A. Escobar Camargo, en el salón de los virreyes,
Bogota, editorial Kelly, 1957. 72 Según el testimonio citado en la nota anterior. HISTORIA
DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 42 FUNDACIÓN
UNIVERSITARIA CLARETIANA de erigirse en representante de la ley y de lo
Universal.73La neutralización de las clases populares pone en entredicho, con toda
claridad, el rol simbólico del Estado, haciendo caduca de hecho, y definitivamente, la tarea
de regulación de los conflictos sociales que le había servido después de 1930 para
conquistar una posición “por encima de las clases”. Y por ultimo, el eclipse político de la
institución militar se halla en contradicción con la prerrogativa estatal de monopoliza la
violencia. La crisis política sobreviene pues en el momento en que el estado no aparece
ya como instancia de legitimidad ni como garante de los derechos colectivo. La crisis
puede ampliarse ilimitadamente: las clases dominantes no temen mucho sus efectos,
pues que disponen de medios suficientes para asegurar directamente la puesta en
marcha de sus estrategias económicas y sociales. 2) La deriva de lo político. Con la vuelta
a un gobierno de Unión Nacional estas mismas clases quieren precaverse contra toda
nueva deriva de lo político. Sin embargo son necesarios solo unos cuantos para constatar
que el afianzamiento de la correlación de fuerzas va acompañado de una deriva de lo
político a una más acentuada que la existente antes del 9 de abril, puesto que esta vez los
mismos notables se ven arrastrados por ellas. Ni el poder gremial ni el liberalismo
económico proporcionan los principios de un orden político. El interés particular, al que se
refiere el primero, no es concebido de ninguna manera a la usanza de los filósofos
clásicos, como la pasión que define la posibilidad de cohesión de lo social.74 El mercado
al que hace ilusión el segundo no guarda tampoco el valor de un sistema autorregulador
que permita una conformación de lo social sin la intervención del legislador. Tanto el uno
como el otro son invocados para circunscribir una esfera de racionalidad que escape a la
irracionalidad que parece caracterizar lo político. La convergencia de las clases
dominantes, que da fundamento a la idea de racionalidad, no hace sino acentuar la
confusión entre política e irracionalidad. La división partidista no se fundamenta en una
separación de intereses, o en una relación diferente con las clases populares urbanas. Tal
división carece de un contén inmediato; hace parte de esos “residuos” cuya falta de
sentido no impide que tengan el poder de gobernar las acciones humanas. En este caso
constituyen precisamente la fuente de todas las “derivas” de lo político.75 La
neutralización de las clases populares urbanas contribuye, por su parte, y de manera mas
concreta, a la deriva de lo político. Al reducir el papel de estas clases como base de
apoyo colectivo, y quitar todo contenido a la idea de ciudadanía social formulada en los
años 30, dicha neutralización favorece el desplazamiento del centro de gravedad político
hacia las zonas rurales y la reducción del tema de ciudadanía social al de identidad
partidista. Ocurrido en que las burguesías urbanas incrementan su preponderancia
económica, un desplazamiento de tal naturaleza contribuye a su vez a formar la impresión
de que la escena política se encuentra separada. Los objetivos de las burguesías urbanas
no son resumidos por la escena política, que parece organizarse tan solo alrededor de
asuntos litigiosos internos.76 La crisis no hace surgir tampoco, entre conservadores y
liberales, un conflicto sobre las orientaciones del desarrollo económico. Solo permite la
instalación omnipresente de la división “amigo-enemigo”, representada entre la rivalidad
de los dos partidos. Si bien esta división puede revelar “la esencia de lo político, según la
expresión de J. Freund, 73 Cf. C. Lefort, M. Gauchet, op. Cit., pp. 13-16 74 Cf. A. O.
Hirschman, les passions et les interets, Paris, P.U.F., 1980 75 Se encuentra en muchos
discursos de los notables sobre el “sentimiento” partidista una teorizacion implícita sobre
la cual la noción de “residuo”, como es utilizada por Pareto, podría proyectar una claridad
interesante. También la “deriva de lo político” tiene algo que ver con la “derivación” de
Pareto. Cif. Traite de sociologie Generale, *850-851. 76 Esto no significa que algunos
protagonistas de la Violencia “hayan utilizado” la violencia política para fines materiales
inmediatos. HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX 43
FUNDACIÓN UNIVERSITARIA CLARETIANA también constituye la forma de su deriva. Y
es por medio de esta como la correlación de fuerzas crea las condiciones de la violencia.
3) La fragmentación de lo social. La fragmentación del territorio y el poder político no es
una situación nueva en Colombia. En el marco de la correlación de fuerzas que prevalece
después del 9 de abril, se hace aun más notoria y comporta otras implicaciones. La falta
de regulación estatal, la crisis de la simbólica nacional, el poder gremial: todo esto
contribuye a que la correlación de fuerzas se manifieste por intermedio de redes
descentralizadas de dominio, que pueden ser los lazos del clientelismo, o el control
directo ejercido sobre la fuerza de trabajo, o la subordinación de la policía a las
autoridades locales. La fragmentación de lo social se constituye en el horizonte de una
dominación que se ejerce directamente sobre lo social. No esta tampoco en oposición a la
concentración del poder económico, sino al contrario: significa en buena medida la vía por
la cual se realiza.

SEGUNDA LECTURA
VIOLENCIA POLITICA Y CONFLICTOS SOCIALES EN AMERICA LATINA

CONFLICTO Y VIOLENCIAS EN COLOMBIA Roberto González Arana1 Ivonne Molinares


Guerrero2 INTRODUCCIÓN La vivencia cotidiana de cualquier colombiano hoy a más de
la que muestran los programas de televisión (serie sobre Pablo Escobar, los carteles de la
drogas) está mediada por noticias que muestran asesinatos selectivos —producto de los
ajustes de cuentas entre bandas delincuenciales—, exhumación de fosas comunes —
derivadas de la violencia paramilitar que se ensañó contra la población civil en los últimos
veinticinco años— y ataques a los ciudadanos con bombas y cilindros de gas —en el
marco de las arremetidas guerrilleras de más de cinco décadas de lucha, sin más
resultados que la aniquilación de los menos favorecidos—. Esa es la violencia que ha
hecho noticia dentro y fuera de Colombia, violencia a gran escala, que ocupa los titulares
de los noticieros de radio y televisión, y las primeras páginas de los periódicos
colombianos. Sin embargo, los acontecimientos de violencia intrafamiliar, violencia contra
los menores de edad y las mujeres, y la violencia entre iguales suscitan, dependiendo del
momento mediático, reacciones que van desde la indignación nacional a la total
indiferencia los colombianos, pues final1 Ph. D. en Historia. Docente titular del
Departamento de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte. Investigador
del Grupo Agenda Internacional. Director del Instituto de Altos Estudios Sociales y
Culturales de América Latina y el Caribe. 2 Diploma de Estudios Avanzados en Historia
Social y Política Contemporánea de la Universidad Internacional de Andalucía. Magíster
en Educación. Profesora de medio tiempo en el Departamento de Historia y Ciencias
Sociales de la Universidad del Norte. Investigadora del Grupo Agenda Internacional de la
Universidad del Norte. 10 Violencia política y conflictos sociales en América Latina mente
eso “sucedió en otro lado”, eso le pasó a alguien que “no conozco” o “a lo mejor, algo
debía”. DEFINIENDO LA VIOLENCIA En la historia de América Latina la presencia de la
violencia en sus muy diferentes manifestaciones ha sido continua. Tal es el caso que, al
revisar las referencias bibliográficas sobre este fenómeno, nos encontramos con su
inclusión en la agenda de todas las ciencias sociales, con el fin de ser estudiada desde
cada uno de sus enfoques, los cuales han variado notablemente a través del tiempo y en
múltiples tipos de violencia, en el marco de lo urbano y lo político. Sin embargo, lo que sí
es claro es que, como manifestación humana, la violencia es uno de los fenómenos
cotidianos que más contribuye al deterioro de la calidad de vida del hombre, no
importando su contexto social y cultural. El término violencia ha recibido diversos
significados para describir múltiples y distintos procesos en los que se involucra el
hombre, y siempre identifica a una víctima y a un victimario. Para la Real Academia de la
Lengua Española se define de la siguiente manera: “violencia. (Del lat. violentĭa). f. 1.
Cualidad de violento. 2. Acción y efecto de violentar o violentarse. 3. Acción violenta o
contra el natural modo de proceder. Indicándonos la necesidad de acción para explicarla,
y la presencia de alguien o de algunos para hacerla concreta” (Real Academia Española
de la Lengua, 2000, p. 2093). Ya en contexto, una propuesta de la socióloga Rosa Del
Olmo (1975), nos lleva a encontrar un hilo guía para armar nuestra propia madeja, cuando
cita a Jerome Skolnick, quien a comienzos de los años setenta afirmaba: “La violencia es
un término ambiguo, cuyo significado es establecido a través de procesos políticos. Los
tipos de hechos que se clasifican varían de acuerdo a quién suministra la definición y
quién tiene mayores recursos para difundir y hacer que se aplique su decisión” (p. 296).
11 Conflicto y violencias en Colombia Desde esta perspectiva, el significado del término
es político, lo cual implicaría su interpretación y comprensión a partir de esa área
disciplinar; sin embargo, en la práctica, el fenómeno de la violencia cruza por varios
campos y disciplinas, haciendo de su estudio un proceso referenciado particularmente por
las ciencias sociales en cada una de sus vertientes. Se presenta, así, como algo
fragmentado y apolítico, lo que imposibilita el desarrollo de una teoría general de la
violencia, por las variadas miradas que intentan entenderla o explicarla. Al respecto, es
válido el análisis de Chesnais (1981), quien señala cómo “el término violencia ha
terminado por designar cualquier cosa: desde el intercambio agresivo de palabras hasta el
homicidio crapuloso, pasando por el cheque sin fondos. Es un término vago (comodín)
abierto a todos los abusos lingüísticos, que poco a poco se ha despojado de su sentido
original, a saber el abuso de la fuerza” (p. 438). También alerta sobre la existencia de
varias concepciones de violencia, las cuales, dentro de su acepción, deben ser
jerarquizadas. Para este, el único referente empírico del concepto es la violencia física.
Por tanto, están excluidas la violencia moral o simbólica y la violencia económica
(atentados contra la propiedad o las que derivan en privaciones de orden económico). Así,
hablar de violencia, según el análisis de Chesnais, implica referirse exclusivamente a la
denominada violencia dura. En la misma línea, Guthmann (1991) manifiesta que “todos
los intentos de lograr una definición satisfactoria de la violencia fueron hasta ahora
infructuosos y este fracaso ha sido a menudo atribuido tanto a la polisemia del vocablo
como a la imposibilidad de englobar en alguna definición el variadísimo número de
fenómenos designados por él” (p. 11). Oquist (1978) también trata de establecer una
diferenciación entre violencia racional e irracional, aduciendo la manera sensacionalista
como son tratados frecuentemente los aspectos irracionales de La Violencia3 en
Colombia. Este autor, 3 Respecto al uso del término violencia, escrito con mayúscula
inicial y antecedido del artículo la, también en mayúscula, es importante explicar que hace
referencia al período comprendido entre 1946 y 1966, que recoge el proceso de violencia
bipartidista liberalconservadora, que antecedió a un nuevo tipo de violencia producto del
surgimiento de las guerrillas. 12 Violencia política y conflictos sociales en América Latina
en su clásico estudio sobre la violencia en Colombia, la define como un instrumento,
dándole el carácter de racional, pues “es el medio utilizado para alcanzar un fin
potencialmente realizable y que, además, tiene el potencial para obtenerlo [“a diferencia
de la violencia irracional que es] “la agresión física o la amenaza certera de la misma que
no persigue una meta; pues tiene a la propia violencia como meta” (p. 37). Siguiendo con
Oquist, en la violencia de tipo civil (sin presencia de los cuerpos armados oficiales), el
quebrantamiento de los instrumentos de control social puede conllevar a una incapacidad
para reprimir eficazmente la violencia irracional, con un incremento en su incidencia. En
este intento, también es válido retomar a autores como Debarbieux (1999), Roché (1994),
Michaud (1989), entre otros, citados por Abramovay (1999), quienes destacan cómo las
violencias delimitadas por los códigos penales de los países son apenas el nivel más
notorio de las violencias, pero no por eso las más comunes, ni las más frecuentes y
tampoco necesariamente las que causan más temor o miedo y que pueden perturbar a los
individuos en su vida diaria. Por esta razón, las categorías de violencia propuestas por los
códigos penales —crímenes y delitos contra la persona, la propiedad y la nación, o el
Estado y la vida pública— son útiles de manera parcial, pero no explican toda la extensión
de este fenómeno. De manera concluyente, Abramovay (1999, p. 3) afirma que “la
definición de violencia debe tener en cuenta que puede existir un fuerte componente de
subjetividad en la percepción que un individuo tiene del fenómeno. Y, aún más importante,
tal lectura no considera que la percepción de lo que es o no violencia no siempre se
sustente en hechos concretos, y sí en sensaciones y rumores que circulan en lo social. Un
ejemplo es lo que se conoce como sentimiento de inseguridad, que lleva a las personas a
encerrarse en sí mismas y en los espacios privados, algunas veces simplemente porque
tienen miedo de ser víctimas de la violencia”. 13 Conflicto y violencias en Colombia Hoy
día, al igual que en otras latitudes, las estructuras de la violencia en Colombia migran de
forma, dependiendo del escenario. De una masacre a una golpiza del marido, padre o
madre; de una pelea entre vecinos a un enfrentamiento con arma blanca que involucra a
los jóvenes de una escuela. Tal vez las formas en que se presenta la violencia en la
sociedad cambien con el tiempo, muten a otras que se hacen visibles o se cubren de
invisibilidad. Como lo señala Ives Michaud (1989, p. 48), el hecho de que en la actualidad
hayan desaparecido viejas estructuras y modos de violencia, pero que a su vez hayan
surgido otras nuevas que las hacen visibles, ocultan, evalúan, rechazan o legitiman, tiene
que ver entonces con el carácter cambiante del fenómeno y con las formas del
intercambio, asociadas al contrato social moderno. De tal manera que buscar una sola
significación de la violencia es un camino de difícil tránsito, que más que llevarnos a una
solución, nos pone ante opciones no concluyentes que pueden servirnos de guía y, en
contexto, aproximarnos a una comprensión del fenómeno. Por lo tanto, la búsqueda no
termina, sino que nos lleva a una ampliación del espectro de investigación desde las
múltiples miradas de las Ciencias Sociales. Para el caso colombiano, tenemos un
escenario que justo exige comprensiones disciplinares que se complementen, pues
finalmente es el ciudadano quien requiere opciones para superar cualquier manifestación
de violencia. UNA APROXIMACIÓN A LA VIOLENCIA DEL SIGLO XX EN COLOMBIA El
propósito de este aparte es analizar las continuidades y las rupturas en los ciclos de
violencia política y social en el país a lo largo del siglo XX. Asimismo, determinar cómo los
partidos políticos, las élites políticas y económicas, y los grupos armados en Colombia se
han valido de la violencia, como un instrumento de presión, para el logro de diversos
propósitos particulares. Alrededor de las explicaciones sobre las raíces de la violencia co-
14 Violencia política y conflictos sociales en América Latina lombiana hay un sinnúmero
de miradas que van desde atribuirla a problemas partidistas, a la lucha de clases, a la
fragilidad de las instituciones políticas, a la injusticia social que incluye la histórica
ausencia del reparto equitativo de las tierras, hasta explicarla a partir del derrumbe parcial
del Estado, entre otros motivos. Es de señalar que la violencia no ha tenido la misma
incidencia ni las mismas manifestaciones en todas las regiones del país, sino que ello ha
variado dependiendo del contexto. Nos proponemos, entonces, establecer los nexos entre
violencia política y social, dado que hechos históricos como el desplazamiento forzado o
la protesta han sido acallados sistemáticamente a través de la represión. Regulaciones
como la “Ley Heroica”, que prohibía el derecho de huelga a finales de la década del
veinte, hechos como la masacre bananera de 1928, el asesinato de estudiantes, de
líderes como Guadalupe Salcedo, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán y de una serie
interminable de militantes de la izquierda nacional4 , son tal vez un reflejo de un
establecimiento que parece muy intolerante con la oposición. A decir del historiador César
Ayala (2007) un hecho singular en Colombia es que la violencia es el medio del cual se
han valido los partidos políticos, Liberal y Conservador, para continuar la política por otros
medios. Es claro que la violencia ha sido una vía utilizada históricamente por la sociedad
para resolver sus diferencias y que esta puede ser de tipo social, político, económico,
familiar, entre otros. Ya desde la Roma esclavista o la antigua Grecia, el hombre se valió
de métodos violentos para doblegar al otro. Incluso el proceso colonizador europeo sobre
Asia, África y América estuvo acompañado del sometimiento forzoso a los pueblos
descubiertos. Se sabe, pues, que los conflictos son normales en cualquier sociedad y que
ellos son la manifestación material en las distintas sociedades humanas de la diversidad,
las distintas expectativas y la di4 Carlos Toledo Plata, José Antequera, Jaime Pardo Leal,
Carlos Pizarro y Jaime Garzón. 15 Conflicto y violencias en Colombia versidad de los
intereses, que en buena medida son un motor de desarrollo de la sociedad (Vargas,
2000). Sin embargo, al parecer, en Colombia hay un hilo conductor asociado a cultura-
política y violencia, y que, por tanto, en el país nos hemos habituado a resolver los
conflictos a través de la violencia, máxime cuando las luchas sociales han sido percibidas
históricamente como desestabilizadoras del orden y, en esa medida, se confunden la
subversión con la delincuencia; el tratamiento ha sido adecuado a estas circunstancias
(Vargas, 2000). Por supuesto, a esta mirada se oponen historiadores como Eduardo
Posada Carbó (2006), para quien existe una sobrevaloración de la cultura violenta de los
colombianos, a lo que él antepone argumentos para sustentar la tesis de que hemos sido
una sociedad tolerante, con una democracia liberal en la que solo una minoría ha acudido
a la violencia como medio para resolver sus conflictos. Coincidimos con Posada Carbó en
que no es la sociedad en general, sino grupos focalizados de personas (políticos,
bandoleros, guerrillas, paramilitares, bandas criminales, narcotraficantes) los que han
persistido en acudir a la violencia como medio para satisfacer determinados intereses, en
otras ocasiones —ante la ausencia de justicia, la inequidad social y la exclusión—,
diversos grupos de ciudadanos deciden acudir a mecanismos por fuera de la
institucionalidad para reclamar soluciones a sus problemas. También es cierto que
diversos movimientos e identidades5 han optado por la protesta o la movilización social
en procura de defender sus causas a través de nuestra historia y, con frecuencia, el
Estado ha sido indiferente o intolerante ante la protesta, al punto de estigmatizar a todo
aquel que vaya en contravía a sus intereses. Tuvimos un siglo XIX violento, en el cual las
guerras civiles fueron una constante para dirimir confrontaciones partidistas a través de
las armas, primero entre federalistas y centralistas, luego entre liberales y conservadores.
Según Rodrigo Pardo (2010), en 5 Campesinos, indígenas, obreros, grupos de mujeres,
sindicalistas, entre otros. 16 Violencia política y conflictos sociales en América Latina la
Colombia del siglo XIX era fácil irse a las guerras debido a la abundancia de armas que
nos heredó la Independencia, por la generalizada costumbre de servir en las filas y por la
militarización de la sociedad que destacaba la autoridad de los altos oficiales por sobre el
resto de la población. En este orden de ideas, líderes políticos —con grados militares—
podían, sin mayor esfuerzo, propiciar una guerra bien para enfrentar o apoyar al gobierno
de turno. El nuevo siglo despertó con una guerra civil, la de los Mil días, y múltiples tipos
de violencia han estado ligados a la historia del país desde la Independencia. Lo
importante del análisis es que la violencia ha sido un proceso estructurador y, a veces,
decisivo a través de la historia colombiana; por esto, parecería que el país ha tenido un
pasado particularmente violento. Sin embargo, una historia violenta es común a la historia
de la humanidad en su conjunto, ya que una de las principales características de la
violencia es su universalidad. No obstante, los seres humanos son pacíficos bajo ciertas
circunstancias estructurales y son violentos bajo otras (Oquist, 1978). En los años veinte
del siglo XX las primeras generaciones obreras en el país fueron reprimidas por el Estado.
A las élites nacionales les preocupaba que los vientos liberadores que venían de Europa
(Revolución Rusa), México (Revolución Agraria) y Argentina (movimiento estudiantil de
Córdoba) influyeran en los trabajadores y en sus líderes. No en vano, el Partido Socialista
Obrero y el Partido Comunista surgieron en las primeras décadas del siglo XX y algunas
de estas colectividades no descartaron la violencia como método para obtener sus metas.
Ejemplos de violencia estatal fueron la prohibición del derecho a la huelga y a los
sindicatos (gobierno de Miguel Abadía Méndez [1926- 1930]) y la masacre de las
bananeras de 1928. Como lo anotase Catherine LeGrand (1989), la United Fruit en
Colombia logró erigir un Estado dentro del Estado en el que las leyes las imponía esta
compañía norteamericana, y los campesinos que laboraban para ella vivían en
condiciones inhumanas. La génesis de la lla- 17 Conflicto y violencias en Colombia mada
primera violencia hunde sus raíces en la finalización de la hegemonía conservadora en el
año 1930. Al retornar el liberalismo al poder, luego de más de cuatro décadas, esta
colectividad se enfrascó en una lucha sin cuartel con el conservatismo para recuperar los
espacios perdidos. Los tiempos de Jorge Eliécer Gaitán, que desembocaron en su
magnicidio, marcan la génesis de la primera violencia, un período de enfrentamientos
políticos fanáticos entre el liberalismo y el conservatismo, el cual culminaría con la
instauración del acuerdo bipartidista. Según Cesar Torres (2010), entre los años 1946 y
1947, la huelga y la movilización popular fueron rasgos característicos de este período.
Ello se ilustró en alrededor de seiscientos conflictos colectivos con un número creciente
de despidos, incluso políticos, para reemplazar a liberales por conservadores. Por estos
años, surgirían los primeros grupos de desplazados en el país, campesinos que huían de
sus tierras perseguidos por los llamados pájaros y por sus enemigos políticos. Luego, el
golpe de Gustavo Rojas Pinilla en 1953 inauguraría un período de tregua bipartidista, que
se extendería hasta finales del Frente Nacional. Allí el precio de la armonía liberal-
conservadora fue la persecución y la exclusión política de todas las fuerzas ajenas al
liberalismo y al conservatismo. Llama la atención, entonces, cómo el Frente Nacional
pudo propiciar las condiciones para resolver las diferencias políticas entre las élites
nacionales y, al mismo tiempo, cómo estas fueron incapaces de propiciar canales
institucionales apropiados para dirimir, en forma pacífica, los antagonismos con las clases
subordinadas (Richani, 2003). Durante el siglo XX, las terceras fuerzas políticas solo
tuvieron opciones equitativas de acceder al poder hasta la Constitución Política de 1991
(elección de alcaldes y gobernadores de movimientos cívicos). Esto debido a que la clase
política del país, con el apoyo del Estado, en su momento persiguiera y acabara con los
movimientos y los ensayos de terceros partidos —como el mrl, la Anapo, el Nuevo
Liberalismo y la UP—, cerrase las puertas a la expresión fluida de los conflictos sociales
y, al mismo tiempo, 18 Violencia política y conflictos sociales en América Latina
neutralizara las reformas sociales importantes (Leal, 1999). Hoy sabemos que entre 1946
y 1966 el país fue protagonista de una de las más intensas formas de violencia civil,
período en el cual hubo alrededor de 200.000 muertos en una nación con trece millones
de habitantes. Los móviles de estos enfrentamientos eran disputas burocráticas e
ideológicas por el control del Estado; los aparatos políticos se utilizaron para conducir la
guerra a las zonas rurales, y la confluencia entre lealtad partidista y conflicto agrario fue
un detonante para escalar la violencia (Gómez Buendía, 2003). Precisamente en este
lapso, surgen las guerrillas de las FARC y del ELN, como respuesta a los problemas
sociales de la época. Incluso, al comienzo del Frente Nacional, cuando ya los niveles del
enfrentamiento bipartidista habían disminuido, Colombia llegó a ocupar la tasa más alta
de muertes intencionales en el mundo (Oquist, 1978). Luego de una tasa de cincuenta
homicidios por cien mil habitantes en 1959, la cifra descendió a un promedio de 20 o 30
homicidios por habitante en el período 1965-1975 (Rubio, 1996). Posteriormente, entre
1987 y 2006, se registraron 484.714 homicidios, la mayoría asociados a la violencia
común, aunque en Colombia es difusa la línea que separa a la violencia común de la
política (Chernick, 2008). Otro hecho relevante en la historia más reciente de Colombia ha
sido la recurrencia del estado de sitio como mecanismo para resolver las crisis internas, lo
cual ha conducido al debilitamiento de las instituciones y al fortalecimiento desmedido del
control del Ejecutivo sobre los asuntos de orden público. Incluso, entre 1958 y 1988 el
estado de sitio tuvo una duración de veintidós años, lo cual hizo posible que el poder
ejecutivo se convirtiera de facto en un poder legislativo (Medellín, 2006). En este contexto
se aprobaron el Estatuto de Seguridad del gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-
1982) y el Estatuto de defensa de la democracia, durante el gobierno de Virgilio Barco
(1986-1990), los cuales criminalizaron distintas formas de protesta social y ciudadana,
permitidas en cualquier Estado de derecho (Medellín, 2006). Se insiste en la tesis del
lucro o el beneficio particular como uno de los móviles de la violencia en Colombia a lo
largo 19 Conflicto y violencias en Colombia de su historia. Así lo explicaba, por ejemplo,
Eduardo Santa al referirse al período comprendido entre los años cuarenta y sesenta del
siglo pasado: Los motivos políticos comenzaron a desaparecer gradualmente entre los
autores de la violencia oficial, puesto que muchos descubrieron que la violencia dirigida
contra personas indefensas cosechaba dividendos económicos considerables. La policía,
los detectives y los pájaros, al servicio de los comités políticos partidistas o de los
caciques sectarios, encontraron lucrativo robar las haciendas, las fincas de las indefensas
víctimas amenazadas de muerte, llevarse la cosecha de café o comprar propiedades
rurales y urbanas a precios bajos […] Así se crearon los beneficiarios de la violencia y fue
frecuente que los jefes políticos regionales la propiciaran, dadas las ventajas económicas
que de ella derivaban (Oquist, 1978, p. 28). Las causas que explican la larga duración del
conflicto armado en Colombia y su extensa espiral de violencia tienen que ver con la
exclusión y con un proceso de consolidación del Estado-nación en el cual no todos los
ciudadanos se han percibido incluidos, a excepción de algunas regiones más privilegiadas
por el modelo centralista. A su vez, están relacionadas con el cierre de oportunidades,
durante décadas, para la participación política de los movimientos considerados
opositores; con el descuido de lo social; con la exclusión y la violencia de una sociedad
inequitativa, en la que nunca se ha realizado una reforma agraria profunda, y con las
inconsistencias de un Estado históricamente débil, con una precaria presencia en buena
parte del territorio nacional, entre otros motivos (González, 2010). Por supuesto, hay
miradas especulativas sobre la violencia, las cuales sostienen que hay un gen violento en
los colombianos o que incluso la geografía colombiana presta sus condiciones al triángulo
férreo de la violencia6 y, por ello, en esta abrupta geografía y, en especial, en zonas
apartadas del país, es y siempre ha sido fácil ser rebelde, pues, a juicio de James
Henderson (2003), 6 Geografía, debilidad del Estado y poder de las ideas, según este
autor. 20 Violencia política y conflictos sociales en América Latina es la dificultad de su
territorio lo que determina el alto grado del segundo elemento del triángulo: la
vulnerabilidad del Estado colombiano. Si aceptáramos esta tesis, asumiríamos que en los
países o en las regiones más abruptas del planeta existen condiciones más propicias para
la violencia y lo contrario en las zonas de mayores planicies, lo cual nos resulta un frágil
determinismo geográfico. El narcotráfico también ha sido un importante combustible que
ha jalonado la violencia en el país —desde sus años de auge— y ha degradado la guerra
hasta nuestros días. No es sino recordar el aciago período de la lucha de los carteles de
la droga contra el Estado en el tema de la extradición (años ochenta) etapa en la cual se
dieron los más bárbaros secuestros y asesinatos de ciudadanos inocentes (avión de
Avianca, edifico del DAS, magnicidio de figuras políticas), es decir, apareció en escena el
llamado narcoterrorismo. En 1988 en el país hubo 2738 asesinatos. En el lapso de enero
de 1988 a agosto de 1989 se dieron 106 masacres, una nueva faceta de la violencia
paramilitar (Torres, 2010). Los vínculos del narcotráfico con las guerrillas y el
paramilitarismo hicieron posible la supervivencia y expansión de estos grupos ilegales, al
punto que entre 1991 y 1996, el 41% de los ingresos de las FARC provino del negocio
ilegal de las drogas (470 millones de dólares), y el 70% de los ingresos de las
autodefensas campesinas de Colombia, en el mismo lapso (200 millones de dólares);
también se debió a este matrimonio (Departamento Nacional de Planeación, 2002). Ahora
bien, se sabe que, más allá del caso colombiano, se han realizado estudios sobre 78
guerras civiles ocurridas entre 1960 y 1999, en los cuales se concluye que las utilidades
originadas de recursos naturales se han ido convirtiendo en el combustible más
generalizado de las guerras internas hoy en el mundo y, a decir de Pizarro (2004), el
riesgo potencialmente más elevado de conflicto armado se presenta en las naciones que
dependen de uno o de pocos productos primarios de exportación, debido a 21 Conflicto y
violencias en Colombia las posibilidades de extorsión que estos le ofrecen a las
organizaciones rebeldes, mientras que, en contravía de esta tendencia, las naciones muy
pobres o con economías más diversificadas son menos propensas a sufrir conflictos
armados. La estela de violencia que dejó el paramilitarismo en el país se manifiesta en
una altísima cadena de masacres (2500) y cerca de 15.000 asesinatos selectivos en los
últimos veinte años, liderados por los señores de la guerra. El conflicto colombiano ha
desembocado en una crisis humanitaria que incluso se ha desbordado a los países
vecinos, de tal forma que entre 1985 y 2002, más de dos millones de personas fueron
desarraigadas de sus hogares, víctimas de la creciente violencia, propiciando una de las
mayores crisis de desplazamiento interno de personas en el mundo (Chernick, 2008). Se
podría concluir que a lo mejor un Estado menos precario, con instituciones más sólidas y
menos indolente ante la inequidad7 , podría propiciar mejores escenarios para alcanzar la
paz o, por lo menos, disminuir los altos niveles de violencia. Esto debido a que el conflicto
en Colombia, como lo afirma incluso el Parlamento Europeo, va más allá de ser
exclusivamente armado y posee una dimensión social y política derivada de la exclusión
económica, política, cultural y social (Ramírez, 2006). Contrario a lo que se supone, al
analizar la democracia en Colombia o su ausencia, no debemos olvidar que su grado de
desarrollo y vigencia no guarda un orden homogéneo y simultáneo en todo el país, pues
tenemos grandes ciudades, donde en la mayoría de sus localidades se impone algún tipo
de orden democrático y, simultáneamente, existen regiones enteras dominadas por los
señores de la guerra o guerrillas, o donde se disputan su control al margen del Estado
central (Duncan, 2006). 7 Colombia es, junto con Brasil y Paraguay, uno de los tres
países más inequitativos de América Latina. 22 Violencia política y conflictos sociales en
América Latina La violencia y sus indicadores tampoco han afectado por igual a todas las
regiones del país y, en ciertos períodos, fue más rural que urbana. Habría que añadir que
hemos convivido con múltiples formas de violencia, pero ello no nos ha convertido en un
país bárbaro ni nos ha quitado el optimismo, los sueños o la esperanza de construir una
mejor nación para nuestros ciudadanos. También hemos de anotar que la vivencia
violenta nos ha permitido empezar a mirarnos como sociedad, como grupo, como una
totalidad, paso importante para la reflexión hacia un compromiso de superación de estos
procesos, pues empezamos a vislumbrar que la violencia requiere la presencia de
victimarios y de víctimas, además de los testigos —cercanos o lejanos—, es decir,
siempre estaremos en alguna de estas posiciones y de alguna manera nos veremos
abocados a tomar partido. La otra opción sería resignarnos a ser una sociedad incivil, que
solo pareció despertarse de su letargo en el mandato ciudadano por la paz de 2001. LA
VIOLENCIA NOS INSENSIBILIZA. LA MEDIATIZACIÓN DE LA VIOLENCIA Revisar la
prensa escrita, escuchar o ver los noticieros a través de la radio y la televisión ha dejado
de ser un ejercicio para la reflexión y se ha convertido para los colombianos del común en
un proceso repetitivo de seguir un formato delimitado: en primera instancia, las notas
sobre la violencia nacional e internacional o por las noticias políticas, luego, los deportes
y, finalmente, las notas del espectáculo. No es este espacio un juicio a los medios, sino
una pequeña anotación a los ciudadanos, quienes desde nuestra casa —medidos por el
rating— definimos mucho de lo que queremos ver y oír. Cuando hablamos de estos temas
(la violencia), siempre producimos un discurso organicista y formalizante, que
frecuentemente solo admite estar en contra o a favor, refutando cualquier actitud que
cuestione la naturaleza del fenómeno en sus líneas más 23 Conflicto y violencias en
Colombia generales, como lo enseña la postura comparativa de los estudios sociales. “O
sea, el primer paso para estudiar fenómenos como la violencia, la sexualidad, el tabú o el
pecado es vencer las resistencias de una moralidad cuyo objetivo es impedir que se hable
de esos asuntos sin tomar partido” DaMata (1993), (Cfr. Bonilla & Tamayo, 2007, p. 19).
La audiencia, que somos los ciudadanos, se estremece ante casos de violencia cotidiana,
de esa violencia a menor escala, generalmente cuando los medios deciden que la noticia
es importante y groseramente taquillera. Es decir, direccionan nuestra opinión y nuestro
sentir a partir de la manera como nos cuentan una historia. La madre que llora en primer
plano, los vecinos enardecidos pidiendo justicia, los maestros señalando lo buen
estudiante que era el joven apuñalado, en fin; pasada la ola de sensacionalismo, pasada
la noticia, retomamos nuestras vidas y seguimos, sin pensar nuevamente en lo que pasó
ayer, el tan lejano ayer. Proponer nuevas maneras de ver la violencia es una apuesta
arriesgada, pero necesaria, ya que nos permitiría evidenciar nuestro pensamiento sobre
los hechos violentos diarios sin decirnos “no es a mí”. NO ES A MÍ La violencia en
Colombia genera diariamente reportes en instancias como Medicina Legal, que aportan
para conocer de mejor manera el recorrido del proceso, poniendo de presente la
necesidad de contribuir desde la visibilización del fenómeno a una mejor comprensión del
mismo y a su prevención. Estos datos muestran que el aumento de los reportes no
necesariamente significa el aumento de hechos violentos, pero sí lo que está pasando. En
el país la expectativa de vida es de 71,55 años para hombres y 78,23 años para mujeres
(CIA World Factbook, enero, 2012). Sin embargo, lo que se nos muestra en las noticias
cotidianas es que niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, sin discri- 24
Violencia política y conflictos sociales en América Latina minación alguna (incluido el
género), son actores de la violencia mayor y menor diariamente. Esto se hace evidente en
estadísticas del Instituto Colombiano de Ciencias Forenses y Medicina Legal (Forensis,
2011), como la violencia interpersonal es un fenómeno de gran magnitud, lo que se refleja
en 152.865 lesionados por esta circunstancia en el año 2011, lo que en términos
absolutos equivale a 7681 casos más que en el año 2010, y en términos relativos, un
aumento de 5,3 %, por lo cual es necesario que nos preguntemos cuáles son los motivos
por los que este tipo de muertes se ha incrementado en los últimos tres años. La situación
se torna preocupante, especialmente, cuando se entiende la muerte indeterminada como
todas las muertes violentas en las que no hay claridad respecto a la intencionalidad de
causar la muerte. Dicha aclaración es necesaria, pues este tipo de muerte no siempre
consigue explicación y puede ser causada por problemas de índole personal, pasional,
retaliaciones e incluso violencia intrafamiliar. Fuente: Datos para la vida. Módulo
Comportamiento de la Accidentalidad. Colombia (Forensis, 2011, p. 328). Gráfico 1.
Muertes violentas según manera. Colombia, 2011 Los anteriores datos hacen evidente
que en nuestro país la violencia tiende a convertirse en una forma o manera de
funcionamiento de la sociedad, lo cual puede desembocar en el nacimiento o creación de
diversas influencias sobre la población y a 25 Conflicto y violencias en Colombia
regulaciones oficiosas, que nos posibilitan cada vez más asumir que cuando uno no es
directamente el afectado, la dimensión individual del ser queda eximida hasta de la
reflexión del hecho. ESTÁ LEJOS DE MÍ La indiferencia, como respuesta social a los
fenómenos violentos en Colombia, en las últimas dos décadas nos muestra inermes ante
las situaciones de masacres, desplazamiento forzado, reclutamiento de menores; casos
de mujeres, hombres y niños maltratados; sicariato; diferencia entre escolares, barras
bravas en los estadios de fútbol y el cotidiano raponazo de bolsos y celulares, incluso
frente a acciones ingeniosas para robar a las personas al salir de los bancos, entre otras.
Al ser noticias cotidianas, las asumimos lejanas a nosotros, pues la realidad colombiana,
desde los inicios del conflicto armado en 1964, está en vecindad permanente con la
tragedia, pero esa presencia cercana no escandaliza, no moviliza y los ciudadanos
seguimos sin inmutarnos y sin modificar nuestras rutinas, pues hemos generalizado que lo
que sucede está en otro lado, lejano de nosotros. La indiferencia es opuesta a la
responsabilidad social. El sujeto que se coloca en posición indiferente frente a otro es
porque no se perturba ante su responsabilidad por la humanidad de ese otro. Es lo que
Hobbes, Hegel, y Freud, entre otros autores, denominaron como las condiciones para que
pueda existir una sociedad; ellas no se dan por naturaleza, sino por medio de una
construcción colectiva, mediante un pacto llamado afirmación social, que permite
reconocer la humanidad de la otra persona. ¿Será que los colombianos nos alejamos de
esa construcción colectiva? Sería temerario contestar con un tajante sí, pero tenemos que
pensarlo al escuchar a otros e incluso a nosotros mismos diciendo, por ejemplo ante un
caso de maltrato intrafamiliar, “él/ ella se lo buscó”, tranquilos que es una “pelea de
pelaos”. 26 Violencia política y conflictos sociales en América Latina Sin embargo, las
cifras nos muestran que este tipo de violencia, denominada menor, crece día a día y se
nos acerca cada vez más. Tal es el caso de los homicidios, que según algunas
percepciones acontecen de manera mayoritaria en las zonas de conflicto, las cuales
corresponden a sectores rurales del país, pero la realidad muestra otro escenario: Fuente:
Datos para la vida. Módulo Comportamiento del Homicidio. Colombia (Forensis, 2011, p.
84). Gráfico 2. Homicidios según zona del hecho. Colombia, 2011 Buscando una
representación de la violencia menor, nos encontramos también con la violencia
intrafamiliar, que según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses “se
percibe que desde 2006 el comportamiento comienza a mostrar una curva ascendente
representada, en su mayoría, por la violencia de pareja que en 2011 contó con una
representación porcentual del 64,3%, seguido de la violencia entre otros familiares
(18,1%), violencia contra niños, niñas y adolescentes (15,9%) y, por último, violencia
contra el adulto mayor (1,7%)” (Forensis, 2011, p. 145). 27 Conflicto y violencias en
Colombia Fuente: Datos para la vida. Módulo Comportamiento de la violencia intrafamiliar.
Colombia (Forensis, 2011, p. 144). Gráfico 3. Violencia intrafamiliar. Colombia, 2006-2011
Es cierto que sin los paramilitares, las guerrillas y el narcotráfico, la violencia de estos
últimos veinte años no hubiese alcanzado tan altos niveles y que conocimos estos hechos
gracias a su mediatización. Pero a lo mejor, la magnitud de estos hechos nos ha hecho
minimizar otros acontecimientos ante los cuales hoy tenemos que abrir los ojos pues ya
no son “violencia menor”. Asimismo, en Colombia y en el continente latinoamericano hoy
en día cualquier individuo, desde que nace, tiene un riesgo mucho más elevado de sufrir
diversos tipos de violencias y de abusos, incluyendo la muerte, al interior de su hogar que
en las calles (Gelles, 1990; Newell, 1999). Por ello, los trazados de las manifestaciones
violentas son cada vez más evidentes en cuanto a cifras y estudios, pero aún la sociedad
civil colombiana mantiene en su imaginario que es el conflicto interno el que pone los
muertos, y que los eventos violentos solo ocurren en las denominadas zonas rojas del
país. Además de estos imaginarios, también existen algunos factores sociales y
demográficos que explican la presencia de la violencia en las sociedades, que aclaran, de
manera afortunada, la percepción determinista sobre la posibilidad de ser una sociedad
28 Violencia política y conflictos sociales en América Latina violenta per se, tales como
cualquier situación de desventaja socioeconómica (madres/padres solos) u otro factor que
incremente los niveles de estrés en la familia (la presencia de niños con discapacidades o
enfermedades médicas complejas; matrimonios o formación temprana de parejas, el
divorcio, la pérdida del empleo o personas que tienen expectativas poco realistas sobre su
contexto). En el caso de Colombia, se trataría de una sociedad que por décadas ha
sufrido cambios en las manifestaciones de la violencia (narcotráfico, violencia guerrillera,
paramilitarismo) con las nefastas consecuencias que éstas han dejado a su paso, lo cual
ha generado una percepción social de poder, asociada al dinero, y no a los valores
construidos culturalmente. CONCLUSIÓN La finalización del conflicto armado colombiano
—para el caso de la violencia política— deberá pasar por la búsqueda de una solución
negociada. Sin embargo, como bien lo señala Daniel Pécaut (2008), existen motivos para
temer que, aun si esta salida se produjera, tampoco bastaría poner fin al conjunto de los
fenómenos de la violencia pues probablemente muchos guerrilleros podría derivar en el
simple bandolerismo o preferir, como ha empezado a ocurrir, unirse a otras redes ilegales,
sean narcotraficantes o paramilitares. De otra parte, como señala Ives Michaud (1989, p.
48) (Cfr. Bonilla & Tamayo, 2007), el hecho de que en la actualidad hayan desaparecido
viejas estructuras y modos de violencia, pero a su vez hayan surgido otras nuevas que la
hacen visible, ocultan, evalúan, rechazan y/o legitiman, tiene que ver entonces con el
carácter cambiante del fenómeno y con las formas del intercambio, asociadas al contrato
social moderno. Así pues, en Colombia somos conscientes de la violencia política, pero
no de la invisibilización y mediatización de otros tipos de violencia. 29 Conflicto y
violencias en Colombia Vemos que no se puede pretender encontrar una sola
significación de este fenómeno, el cual supone un proceso complejo y un compromiso de
quienes estudian el tema. Esta aproximación, lejos de pretender hallar una explicación
definitiva, nos muestra opciones para una mejor comprensión de la problemática.

GENERALIDADES DEL CONTEXTO SOCIAL Y POLÍTICO COLOMBIANO Las siguientes


son algunas situaciones de orden social y político que se han mantenido con diferentes
intensidades y matices a lo largo de la historia colombiana: • El Estado nunca ha
controlado los monopolios clásicos, que se supone son la pretensión estatal en cualquier
sociedad: violencia, dominio territorial, justicia y tributación. Peter Waldman (1997)
describe esta situación de la siguiente manera: Si bien en casi ningún país
latinoamericano el Estado ha logrado imponer el monopolio de la coacción hasta en sus
últimas consecuencias, en Colombia la crisis de autoridad y de legitimidad estatales han
ido agravándose periódicamente hasta causar una verdadera disolución del Estado (p.
37). 1 Doctor en Estudios Americanos con mención en Estudios Internacionales (IDEA/
USACH). Profesor e investigador del Departamento de Historia y Ciencias Sociales de la
Universidad del Norte (Colombia). Investigador Asociado del Instituto de Altos Estudios de
América Latina y el Caribe, Universidad del Norte. Miembro del Grupo de Investigación
“Agenda Internacional” de la Universidad del Norte. luifer385@gmail.com 108 Violencia
política y conflictos sociales en América Latina • Recurrente persistencia de la violencia
con motivaciones políticas por parte de distintos actores políticos y sociales. La
persistencia histórica de la violencia ha sido considerada como la principal amenaza a su
estabilidad (Vargas, 2003). Durante el siglo pasado, en tres oportunidades, la violencia
irrumpió con fuerza en la esfera política, primero fue la Guerra de los Mil Días (1899-
1902); luego, en la década de los cuarenta, el asesinato del candidato presidencial por el
partido liberal Jorge Eliécer Gaitán dio inicio a la violencia liberal-conservadora (1948-
1958) y, a esta le siguió la violencia revolucionaria asumida por las organizaciones
insurgentes (1964-2010). • A pesar de la sistemática utilización de la violencia por parte
de actores políticos y civiles, ha habido respeto a los períodos institucionales de los
gobernantes; durante el siglo xx, solo se presentó un golpe militar en 1953, relativamente
consentido por las élites políticas (Tirado, 1989). Pero, una característica fundamental a la
hora de intentar describir el Estado colombiano, es que este ha mantenido históricamente
una “presencia” diferenciada en el territorio nacional. En este sentido, autores como
Palacios (2012), Schelenker e Iturralde (2006), Salazar y Castillo (2001), Soto (2001),
Rangel (1999) y Medina (1990) coinciden en que la presencia estatal presenta muchas
rupturas en el territorio nacional. En este trabajo, “presencia estatal” se debe entender
como el cumplimiento permanente de las obligaciones primarias del Estado, tales como:
impartir justicia, brindar seguridad y garantizar la prestación y acceso a servicios públicos
básicos a todos sus ciudadanos. Si bien esta definición se presenta poco elaborada, lo
que se busca destacar es que la presencia del Estado no solo se limita a la instalación
física de sus instituciones, sino que estas instituciones deben prestar las funciones para
las cuales fueron concebidas. En otras palabras, la continuidad del Estado colombiano ha
sido fragmentada, ya que mientras ha logrado integrar sus dinámicas políticas, jurídicas,
económicas y sociales a los centros urbanos, vastas zonas 109 Aproximaciones teórico-
conceptuales en torno al conflicto armado colombiano periféricas del mismo se
encuentran excluidas y marginadas de sus servicios básicos, posibilitando la aparición y
consolidación de poderes paralelos que, basados en la fuerza y el uso de la violencia,
establecen órdenes sociales y económicos básicos que permiten la convivencia. En estas
zonas carentes de Estado, las organizaciones paramilitares y guerrilleras se convierten en
gérmenes de orden y, en la práctica, se constituyen como Estados paralelos, ya que al
quedar todo cubierto con el manto de la ilegalidad, el Estado renuncia a ser garante de las
interacciones de los habitantes, dejando los derechos de propiedad, los contratos y los
intercambios en una especie de limbo abstracto. Sin ellos no puede haber vida social. Es
apenas natural que un nuevo tipo de orden social o estado primitivo surja en estos
contextos. Estas zonas se terminan configurando como territorialidades armadas, o
“Estados de Guerra”, que son definidos por María Teresa Uribe (2001), como espacios del
territorio en los que el poder institucional no es soberano y en los que amplios sectores
sociales manifiestan la abierta voluntad de no someterse al orden estatal resistiéndose a
su control, dejando latente la posibilidad de confrontarlo con las armas. En los Estados de
guerra, la violencia se convierte en el medio utilizado para la resolución de las tensiones y
los conflictos sociales, es decir, la violencia y quienes la administran o ejercen pasan a ser
el elemento dinamizador del desarrollo de la vida en común. Cabe resaltar que
investigadores como la misma Uribe (1997), Garay (1999) y Gómez (1999) sostienen que
la ausencia estatal no se limita solo a las periferias o áreas de frontera interna, afirmando
que en Colombia se vive de manera incierta, ya que es un hecho común que cada quien
deba negociar la solución específica para cada situación de desorden. En crecientes
sectores del “centro” como los barrios pobres de las grandes ciudades impera la ley del
más fuerte. Precisamente, es en estas regiones (periferias) donde los actores armados
paraestatales y contraestatales disputan, construyen e 110 Violencia política y conflictos
sociales en América Latina imponen “órdenes sociales”, diferentes al estatal. Según
Antonio Sanguino (2004), este orden se dirige hacia tres áreas específicas: • La
económica-social: busca ordenar y controlar los procesos de producción legales e
ilegales, jerarquizando unas formas de producción sobre otras y regulando las relaciones
sociales que nacen de este ordenamiento. • La política-institucional: se centra en la
creación de nuevos actores y referentes sociales, políticos y organizativos, y en la
implementación de los mecanismos de control y coerción que regularán la convivencia
social. • La burocrática-administrativa: reglamenta las funciones y alcances de las
instituciones públicas con respecto a las demandas sociales y la gestión de las mismas.
En el contexto colombiano, las periferias o zonas de frontera interna deben ser entendidas
como la suma de tres componentes estratégicos: el territorio como espacio geográfico, lo
social como fuente de apoyo humano (directo e indirecto) y finanzas; y lo político como
elemento generador de legitimidad. Es por esto que la guerra en Colombia ha convertido
a los municipios, ubicados en dichas zonas, en escenario central de sus dinámicas. No es
casual que Colombia presente más de tres millones de desplazados internos, ya que una
estrategia de las organizaciones armadas, especialmente los grupos paramilitares, ha
sido el repoblamiento selectivo de regiones enteras, buscando la homogenización política
e ideológica de las mismas; o que los movimientos guerrilleros insistan tanto en el despeje
de municipios para adelantar diálogos con el gobierno. ¿QUÉ TIPO DE CONFLICTO
ARMADO ES EL COLOMBIANO? La realización de una tipología o caracterización del
conflicto armado colombiano es una actividad académica inacaba y someti- 111
Aproximaciones teórico-conceptuales en torno al conflicto armado colombiano da a
continuas presiones y revisiones fundamentadas, especialmente, en argumentos político-
ideológicos. Al respecto, William Ramírez (2001) sostiene que: No existe una teoría
orgánica y generalizable que dé cuenta de la naturaleza y las características de las
diferentes contiendas bélicas internas, más aún en el caso del conflicto colombiano donde
debido a su particularidad y longevidad, y a la compleja naturaleza de los actores, resulta
difícil suscribirlo a una categoría prestablecida (p. 3). Es muy importante la rigurosidad
que se emplee en el encuadre teórico-conceptual que se haga del conflicto armado
colombiano, ya que de un ejercicio que a simple vista se presenta como una actividad
teórica, se derivan importantes consecuencias políticas, jurídicas y militares, tanto en el
plano nacional como en el internacional. De ahí que su caracterización tiende a ser
continuamente distorsionada e instrumentalizada, especialmente con fines político-
electorales. La caracterización del conflicto se encuentra estrechamente relacionada con
la naturaleza de sus actores, ya que no es lo mismo para la sociedad y el Estado, en
términos estratégicos, enfrentarse a una organización político-militar en el marco de un
conflicto armado interno, que a un grupo terrorista en un escenario de paz (Pizarro, 2002).
El desconocer (consciente e inconscientemente) la naturaleza, pretensiones y estrategias
de los actores enfrentados, conduce a: “Equivocar la definición de la naturaleza de la
confrontación y, lo que es más grave a no poder acertar en la definición de las estrategias
para resolverla” (Rangel, 1999, p. 153). Para realizar una caracterización del conflicto
armado colombiano, se utilizarán, a modo de referentes teóricos-conceptuales, trabajos
de diferentes autores e instituciones, reunidos en cuatro grupos. El primero lo conforman
investigaciones que abordan las causas que originan los levantamientos armados y los
factores que condicionan las acciones bélicas y las causas de éxito o fracaso de las
luchas revolucionarias. Un segundo grupo lo cons- 112 Violencia política y conflictos
sociales en América Latina tituyen los enfoques teóricos utilizados para el análisis de los
conflictos intraestatales, post Guerra Fría, destacándose en este grupo el enfoque
planteado desde la economía política, sobresaliendo los trabajos del economista Paúl
Collier. El tercer grupo lo conforman los trabajos que tratan el conflicto desde variables
como sus alcances espaciales (nacionales, internacionales y regionales), número de
víctimas, intensidad, carácter y fines de sus actores (revolucionarios, étnicos, religiosos,
etc.). El cuarto y último grupo se constituye con la definición que de conflicto armado no
internacional hace el Derecho Internacional Humanitario, más específicamente el
Protocolo II adicional a los IV Convenios de Ginebra, suscrito por el Estado colombiano e
incorporado a su legislación a través de la ley 171 de 1994. CAUSAS QUE ORIGINAN
LAS ACCIONES ARMADAS Y FACTORES QUE DETERMINAN EL ÉXITO O FRACASO
DE LAS LUCHAS REVOLUCIONARIAS A finales de los años setenta y durante los
ochentas del siglo anterior, se desarrolló una línea de investigaciones que le otorgó
especial relevancia al papel del Estado y al régimen político como factor determinante de
los alzamientos armados de carácter revolucionario. En este sentido, se destaca el trabajo
“States and Social Revolutions” de Theda Skocpol (1979), para quien el Estado es una
suma de organizaciones administrativas, políticas y militares lideradas y coordinadas por
un poder ejecutivo central. Para Skocpol, las revoluciones no se hacen sino que ocurren,
destacando que más que el accionar de los revolucionarios, es el contexto socio-político
el que determina el triunfo o fracaso de los mismos. La autora llega a esta conclusión tras
haber realizado un análisis pormenorizado de tres revoluciones: Francia (1789), Rusia
(1914) y China (1949), señalando que los triunfos revolucionarios se produjeron como
consecuencia de una profunda crisis en las estructuras del Estado, lo que condujo a su
colapso, teniendo como telón de fondo amplias movilizaciones campesinas. En los tres
casos estudiados por Skocpol, el triunfo 113 Aproximaciones teórico-conceptuales en
torno al conflicto armado colombiano insurgente se produce sobre regímenes absolutistas
que, al ser amenazados militarmente desde el exterior, impusieron fuertes cargas fiscales
que terminaron generando enfrentamientos entre las élites políticas y las clases altas.
Como puede apreciarse, en este enfoque teórico una precaria situación económica, no es
gatillante en sí misma de un movimiento revolucionario, ya que por lo general dicha
precariedad se presenta como una variable estable en los contextos campesinos de
muchos países, lo excepcional son las situaciones revolucionarias. La misma Skopcol
(1989), citada por Alfredo Rangel (2001), retoma el postulado de León Trotsky, en el que
afirma que “la mera existencia de privaciones no es suficiente para causar una
insurrección; si así fuera, las masas estarían siempre en rebelión” (p. 31). Estas ideas
fueron desarrolladas posteriormente por Robert Dix, quien es citado por Cynthia
McClintock (1998), para afirmar que la clase de régimen político es la condición necesaria
para que triunfe una revolución. Dix realiza su análisis en América Latina partiendo desde
1950 y estudiando dos procesos revolucionarios exitosos, Cuba (1959) y Nicaragua
(1979), y ocho procesos fallidos; sosteniendo que en todos los procesos estudiados no
hay grandes diferencias en cuanto a factores socio-económicos como alfabetización,
acceso a servicios básicos (educación y salud), ingreso per cápita y distribución del
mismo. Por el contrario, las diferencias de fondo entre las revoluciones exitosas y las
fallidas radican en factores políticos, ya que en los dos casos antes citados, la principal
causa es una dictadura apoyada en un pequeño grupo, lo que genera una coalición
opositora con una gran base social. En el mismo sentido, Jeff Goodwin (1988) manifiesta
que una dictadura cerrada es la variable necesaria para el éxito revolucionario, ya que
exacerba el malestar popular, al imposibilitar cambios pacíficos, llevando a la oposición a
radicalizar sus ideas, gatillando la clandestinización de su organización y la aparición 114
Violencia política y conflictos sociales en América Latina de posturas armadas que
terminan debilitando las fuerzas oficiales. En la misma línea, Timothy Wickham-Crowley
(1992), al estudiar varios casos en Latinoamérica encontró que el éxito insurgente
depende, en gran medida, en que se presente lo que denomina una mafiocracia o
dictadura personal despojada del apoyo militar de Estados Unidos, que se enfrenta a
militantes revolucionarios que cuentan con apoyo de un campesinado con tradición de
lucha. Para Samuel Huntington (1993), las revoluciones exitosas han ocurrido en países
en los que el sistema político se ha mostrado incapaz de distribuir el poder y abrir
espacios de participación a los nuevos sectores sociales surgidos en el proceso de
modernización. En este sentido, la capacidad revolucionaria de los campesinos radica en
su condición socio-económica, la que desmejora sostenidamente a medida que se
despliega la modernización. Richar Lachman (1985) se centra en la posición que asumen
las élites frente a los insurgentes. Después de estudiar distintos procesos políticos,
iniciando con la Revolución Inglesa de 1648 y terminando su investigación con la caída
del comunismo en Europa Oriental (1989), destaca que la eficacia de la movilización
popular radica en el hecho de que sus dirigentes logren realizar alianzas con sectores
significativos de la élite enfrentada. Para Peter Waldman (1997), muchas veces las élites
no realizan los esfuerzos necesarios para terminar con la confrontación armada, ya que al
superar el “shock” producido por la disputa y pérdida de control político y militar sobre una
parte del territorio, se adaptan rápidamente a esta nueva situación y comparten la
soberanía, especialmente, cuando el porcentaje de recursos económicos y densidad
demográfica presentes en el territorio “perdido” no afecta o amenaza su posición
dominante y mantiene hacia el exterior una percepción de aparente legitimidad. Este tipo
de situaciones es definida por Mauricio Romero (2007) como un “desorden duradero”, es
decir, “circunstancias en las cuales los gobiernos no son capaces de abordar la raíz de los
problemas, pero tampoco dejan colapsar el sistema” (p. 453). 115 Aproximaciones
teórico-conceptuales en torno al conflicto armado colombiano James Davis (1962), citado
por Alfredo Rangel (2001), afirma que el éxito de procesos revolucionarios se produce
cuando termina un período de prosperidad que es seguido por una dramática disminución
en las condiciones de vida de la población en general. Según Anthony Joes (1992, pp.
142-143), la clave del éxito revolucionario se encuentra en la estrategia que siguen, ya
que una generalidad de los procesos revolucionarios exitosos ha sido que los
movimientos guerrilleros han logrado desarrollar una Guerra Popular Prolongada. Al
iniciar las acciones armadas, su organización político-militar es inferior, si se compara con
los medios militares del Estado, al que se enfrentan. En un primer momento, el solo hecho
de gestarse y subsistir es de por sí un triunfo2 . La prolongación indefinida de la
confrontación indica que el Estado no ha podido derrotar a la guerrilla, lo que señala el
escenario de desarrollo y consolidación de un proceso insurgente. Por último, se destaca
el trabajo de Max Manwaring, Robert Herrick y David Brandford (1993), quienes
retomando el postulado de Clausewitz, que afirma que la guerra es la continuación de la
política por otros medios, es decir, el objetivo de la política es la destrucción de la fuerza
militar contraria o de los medios que le permiten hacer la guerra; realizan un análisis de
los elementos que conforman la trinidad configuradora de toda guerra: el objetivo político,
la pasión o apoyo popular y los instrumentos operacionales. Concluyendo que triunfa el
bando que logre combinar exitosamente los tres elementos, ya que la falla de uno afecta
directamente el funcionamiento de los otros dos; y si uno logra un menor desarrollo
disminuirá el resultado de los demás. Del anterior análisis se puede esbozar una hipótesis
que sirva para entender el marginamiento político de la insurgencia colombiana, ya que
como lo señala en informe el PNUD (2003, p. 2 Al respecto el ex secretario de Estado de
los Estados Unidos, Henry Kissinger, citado por Alfredo Rangel (2001), manifestaba que:
“Mientas las agrupaciones guerrilleras no pierden, ganan. Los guerrilleros se someten a
grandes sacrificios y privaciones pero no abandonarán sus fines” (p. 34). 116 Violencia
política y conflictos sociales en América Latina 32) sobre el conflicto colombiano, en
Colombia existe una democracia débil o formal, pero en últimas democracia, desde la
fundación de las FARC-EP y el ELN en 1964 se han producido doce elecciones
presidenciales ininterrumpidas, han sesionado catorce congresos pluripartidistas y una
Constituyente de origen ciudadano, las autoridades locales ahora son elegidas por voto
popular y se respeta y mantiene la separación de los poderes públicos. Aunque es
importante resaltar que el intento más claro de participación electoral, por parte de las
FARC-EP a través de la Unión Patriótica, fue truncado por el exterminio de dicho
movimiento político. Es por esto que según Ferro y Uribe, las FARC-EP decidieron cerrar
la puerta a la actividad política legal y crearon el Movimiento Bolivariano y el Partido
Comunista Clandestino Colombiano (PCCC). ANÁLISIS DE LOS CONFLICTOS
INTRAESTATALES POST GUERRA FRÍA El fin de la Guerra Fría ha marcado una
tendencia en cuanto a conflictos armados se refiere, ya que al año 2000, la Revista
Journal Research reseñaba que de los 33 conflictos armados referenciados en el mundo,
todos salvo dos (Eritrea-Etiopía e India-Pakistán), eran intraestatales. Estos conflictos han
adquirido peso en términos analíticos, porque representan en la actualidad el 80% de los
conflictos a nivel mundial y sus víctimas (David, 1997, p. 16). Algo a resaltar de estos
conflictos post Guerra Fría es que, según Wallesteen y Sollemberg (2001), en la mayoría
de los casos han terminado con exitosos procesos de negociación que desembocan en la
paz, y no por el triunfo militar de una de las partes. Entre 1989 y 2000 hubo 22 conflictos
resueltos de manera negociada, mientras que entre 1945 y 1989 se presentaron 22
victorias de una de las partes enfrentadas, 34 ceses al fuego y 33 conflictos que se
mantuvieron más allá de 1989. Otro rasgo de estos conflictos, es que tras el fin de los
socialismos reales, las confrontaciones armadas con raíces ideológicas fuertes han
venido diluyéndose, dando paso a los conflictos originadas por 117 Aproximaciones
teórico-conceptuales en torno al conflicto armado colombiano causas raciales, étnicas
(identidades primarias), religiosas y económicas. En esta perspectiva, al analizar los
conflictos armados más cruentos desarrollados entre 1989 y 2000, denominados por
Pizarro (2002) como “conflictos crónicos”, este último, descubre que 17 de ellos son
previos a 1989. Según Fearon y Laitin (2000), los conflictos crónicos son los que más
dificultades presentan para su resolución, ya que en ellos se hacen presentes altos
niveles de odio y desconfianza, también por la naturalización y socialización de la
violencia, la que termina instituyéndose como un medio configurador y reconfigurador de
relaciones sociales, políticas y económicas. Dentro de los análisis sobre los conflictos
armados a partir de la Guerra Fría, hay una línea de investigación que ha planteado el
debate sobre las variables sociales, políticas y económicas presentes en las acciones
armadas. Esta corriente teórica, conocida como “economía del conflicto”, dirige sus
argumentos en contra de las teorías que consideran que factores como la pobreza, la
injusticia y la desigualdad social de las clases menos favorecidas son determinantes en el
nacimiento, desarrollo y legitimación político-militar de la insurgencia. Para los
investigadores de las economías de los conflictos armados la clave de la organización y
permanencia temporal de los insurgentes radica en su capacidad de acceso a recursos
económicos (Camacho, 2002). Desde esta óptica, la motivación de los conflictos armados
es irrelevante, ya que lo único importante es la capacidad de financiamiento de la
organización rebelde, de este modo, sin desconocer las causas sociales y políticas que
originan los conflictos, lo determinante para el sostenimiento temporal de las acciones
armadas radica en la capacidad de los insurgentes para acceder a recursos económicos
(Collier, 2001). Paul Collier (2001), al analizar las tendencias presentes en una serie de
guerras observadas durante el período 1965-1999, plan- 118 Violencia política y conflictos
sociales en América Latina tea dos conclusiones: la primera, que las causas de
emergencia de conflictos armados se relacionan directamente con unas cuantas
condiciones económicas tales como la alta dependencia de exportaciones de materias
primas y rentas nacionales escasas. La segunda: que fracturas étnicas y territoriales, el
descontento social, la ausencia de democracia y la desigualdad social (causas objetivas),
no han producido efectos sustanciales sobre las causas de emergencia de los conflictos.
En su hipótesis central afirma que: “Yo sostengo que esto se debe a que las guerras
civiles se producen donde hay organizaciones rebeldes financieramente viables” (p. 30).
Dentro de esta línea de investigación se destacan Hardt y Negri (2004), pero sobresale el
trabajo de Mary Kaldor (2001), quien estableció un nuevo marco analítico para el estudio
de lo que ella denomina una nueva forma de violencia organizada, que aparece en la
década de los ochenta, especialmente, en Europa del Este y África. Estas “nuevas
guerras” o “guerras degenerativas” se desarrollan en contextos de debilidad estatal, entre
otras cosas por la pérdida del monopolio legítimo de la violencia. Esta situación se
presenta por la integración militar global, por la privatización de la violencia relacionada
con el crimen transnacional y el paramilitarismo, y por la creciente disminución de la
legitimidad política del Estado en contextos de corrupción institucional, crisis fiscales y
económicas. Para esta autora, las “nuevas guerras” presentan cuatro características
distintivas. La primera se refiere a la renuncia a los tradicionales marcos nacionales e
internacionales, como medio obligado para establecer su delimitación espacial. Ya que al
determinar su “localidad” deben incluirse sus cientos de repercusiones transnacionales, lo
que dificulta la clásica distinción entre conflictos internos y externos. La segunda se
desprende de la primera y es la contextualización de las “nuevas guerras” dentro de la
globalización, entendiendo esta como el aumento sostenido de las interconexiones
políticas, económicas, culturales y militares a escala global. La tercera es que al
dificultarse la centralización de las acciones armadas, los combatientes buscan la captura
de territorios y el control político 119 Aproximaciones teórico-conceptuales en torno al
conflicto armado colombiano de la población por medio del terror. La cuarta característica
de estas guerras es que son racionalistas, en el sentido de que los actores armados
aplican el pensamiento racional a sus objetivos políticos, por lo cual no tienen en
consideración restricciones de tipo normativo. De ahí, que acciones militares rechazadas
ampliamente por la comunidad internacional, tales como la destrucción de infraestructura,
monumentos y ataques contra la población civil sean las modalidades operativas usadas
por las partes enfrentadas. Es por esto que Los esfuerzos financieros de las nuevas
guerras están asociados con el aumento de la prelación local, por lo que las batallas son
escasas y la guerra es dirigida principalmente contra los civiles. El nuevo tipo de guerra es
en gran medida, una condición social predatoria (Kaldor, 2001, pp. 15-16). En Colombia
se destaca el trabajo de Rubio (1999), en el que sostiene que en Colombia no existe
diferencia entre delincuentes comunes y delincuentes políticos, ya que los dos producen
los mismos efectos en la sociedad, además, el accionar militar de las organizaciones
guerrilleras produce innumerables afectaciones sobre la vida y la propiedad, y sus ánimos
rentísticos son los que determinan las prácticas que realizan; en el mismo sentido Salazar
y Castillo (2001) utilizan la teoría de los juegos y la teoría económica del conflicto para
sostener que el conflicto armado colombiano es el triste resultado de la acción local de
actores armados y no armados, que se adaptaron a la supervivencia con elevados niveles
de incertidumbre, poca solidaridad y ausencia de normas que regulen las relaciones entre
los individuos. Estos autores sostienen que las guerrillas nacieron en contextos de
injusticia y violencia, pero esconden fines primordialmente económicos, de ahí que se
beneficien más de la guerra que de la paz. Estas teorías podrían servir para explicar, de
algún modo, la longevidad de la insurgencia colombiana y su permanencia post Guerra
Fría, en el sentido de que al haber generado fuentes nacionales de financiamiento, les ha
permitido crecer y mantener 120 Violencia política y conflictos sociales en América Latina
su infraestructura armada, tal y como lo señala Moreno (2006), en el caso de las FARC-
EP y el ELN se encuentran acciones de tipo predatorio como el secuestro, la extorsión,
robo de vehículos, abigeato, desplazamiento, ejecuciones extrajudiciales, etc. Sin
embargo, se debe hacer una distinción entre acciones de tipo militar-estratégico y
acciones predatorias con fines económicos, ya que existe una marcada diferencia entre
las realizadas en el marco de una confrontación armada que mantiene sus proyecciones
políticas y las que se ejecutan con un fin de lucro personal o colectivo. TIPOLOGÍAS
TRADICIONALES DE LOS CONFLICTOS ARMADOS En este apartado se presenta un
breve recorrido por las tipologías tradicionales de los conflictos armados, especialmente
las aplicadas al conflicto colombiano3 . Una primera tipología señala al conflicto armado
colombiano como un conflicto interno, diferenciándolo de los internacionales, en los
cuales se enfrentan dos o más Estados. Para Michel Brown (1996), un conflicto armado
interno es: Una confrontación violenta cuyos orígenes y raíces echan raíces
esencialmente en factores domésticos más que en factores ligados al sistema
internacional, y en la cual la violencia armada transcurre esencialmente en los límites de
un solo Estado (p. 123). Una segunda tipología se enmarca dentro de la globalización, en
la cual las amenazas a la seguridad estatal adquieren una connotación transnacional, por
lo cual los conflictos armados difícilmente pueden ser considerados como internos. En
este grupo el conflicto colombiano puede ser denominado como “conflicto regional
complejo” (Buzan, 1991) o como “conflicto armado con significativo envolvimiento externo”
(Lincoln y Leiss, 1990). La presencia activa de estructuras guerrilleras, de cultivos ilícitos y
3 Sobre la categorización del conflicto armado colombiano como guerra civil, véase:
Ramírez (2002); Posada (2001) y Pizarro (2002). 121 Aproximaciones teórico-
conceptuales en torno al conflicto armado colombiano la ausencia del Estado en las zonas
de frontera configuran este escenario4 . Un tercer tipo de conflicto se clasifica según los
niveles de intensidad militar, el tipo de armamento y las tácticas con las que luchan los
combatientes en el marco de la confrontación armada. Teniendo en cuenta estos criterios
los conflictos se dividen en convencionales y no convencionales. En el caso colombiano
en el que la insurgencia utiliza la guerra de guerrillas como principal táctica operativa5 y
no se presentan grandes batallas a campo abierto en las que participen divisiones de
artillería o mecanizadas, se estaría frente a un conflicto armado “no convencional”6 . El
Failure State Force Task y el State Failure Project, citados por Pizarro (2002), con el
objetivo de construir unos indicadores confiables que puedan utilizarse en la detección de
Estados que corran un riesgo inminente de colapso, mediante la activación de una alarma
temprana que permita movilizar rápidamente recursos de la comunidad internacional en
su auxilio, han generado una tipología de los “conflictos armados internos
contemporáneos”, que distingue tres tipos de guerras revolucionarias: las primeras son las
guerras de gran escala, en estas se producen más de 25.000 muertes políticas por año.
Las segundas son las guerras de alcance intermedio, en estas se producen entre 10.000
y 25.000 muertes políticas al año. Las últimas son las guerras de guerrillas de pequeña
escala que generan entre 1.000 y 10.000 muertes políticas al año. Para Pizarro (2002), el
conflicto armado colombiano se encuentra en un punto intermedio entre los conflictos de
pequeña escala y los de escala intermedia. Al respecto, Rubio (1999) sostiene que
teniendo en cuenta las altas tasas de 4 Sobre presencia guerrillera en las fronteras
colombianas véase: Trejos (2010). 5 Este tipo de guerra se caracteriza por: “La
realización de acciones intermitentes a través de pequeñas unidades que utilizan la
táctica de golpear y correr, buscando reducir al máximo las bajas y los costos de
operación, mientras que las Fuerzas Militares tienen que redoblar sus esfuerzos para
atender los múltiples incidentes que se producen” (Echandía y Bechara, 2006, p. 36). 6
Sobre las estrategias político-militares utilizadas por los actores armados colombianos
véase: Trejos (2011). 122 Violencia política y conflictos sociales en América Latina
impunidad presentes en Colombia, se hace casi imposible determinar las causas de la
mayoría de las muertes violentas. Algo que sí es comprobable, con abundantes
evidencias prácticas, es que los municipios con mayores tasas de muertes intencionales
son aquellos con activa presencia de grupos armados ilegales. Otras categorías de
conflictos que pueden aplicarse al caso colombiano son las de conflicto asimétrico y
conflicto de baja intensidad. En este caso, la asimetría se entiende como: “La ausencia de
una base común de comparación con respecto de una calidad, o en términos
operacionales, una capacidad” (Garay y Pérez, 2007, p. 12). En este tipo de conflictos, en
los que contendientes presentan grandes diferencias en el tamaño de sus fuerzas y los
medios materiales que poseen, es muy común que el centro sobre el cual gravitan las
acciones bélicas no sea siempre las fuerzas vivas del enemigo, es decir, todos aquellos
combatientes y civiles que participan directa e indirectamente en las acciones militares
sino la población civil. Al respecto podría afirmarse que en este tipo de conflictos es
inevitable que los actores armados (legales e ilegales) involucren a civiles como soportes
o víctimas, lo que dificulta la distinción entre civiles combatientes y civiles no combatientes
(Franco, 2007). En estos conflictos la población civil se convierte en parte esencial del
accionar estratégico de los actores armados (guerrilla y paramilitares), ya que alimenta
sus filas y es pieza fundamental en su funcionamiento, por lo cual pierde toda posibilidad
de ser neutral frente a cualquiera de las partes enfrentadas. De ahí que todos los actores
armados reconozcan la necesidad de ampliar el apoyo de la población a sus
organizaciones y reducir por todos los medios posibles el apoyo a sus rivales. En este
orden de ideas los grupos armados ilegales y las Fuerzas Armadas de un país,
reprimiendo a los sectores insurgentes, consideran en muchas ocasiones legítimo el uso
de la fuerza contra la población civil, forzándola a tomar bando y automáticamente
convirtiéndola en objetivo militar de la contraparte7 . 7 El Consejo Regional Indígena del
Cauca (CRIC), el 2 de agosto de 2005 en una “Audiencia pública por la verdad, la
dignidad, y el derecho a la diferencia”, denunció que en 123 Aproximaciones teórico-
conceptuales en torno al conflicto armado colombiano Se debe destacar que la presión
contra la sociedad civil no solo es ejercida por los grupos armados ilegales, el Estado a
través de sus fuerzas militares también coacciona e instrumentaliza a la población no
combatiente. Ejemplo de esta situación fueron las declaraciones del entonces
comandante de la I División del ejército en 1998, General Víctor Julio Álvarez, quien con
respecto a las comunidades de paz de San José de Apartadó8 declaró públicamente que:
La neutralidad es solo un instrumento de los detractores del ejército para aislar a la
institución de la población […] Eso de la neutralidad es un cuento de nuestros enemigos,
de nuestros detractores con el fin de separarnos y aislarnos más de la población […]
pienso que los que actúan en esos términos son idiotas útiles o simpatizantes voluntarios
de los intereses de los grupos subversivos en Colombia o realmente deben ser
extranjeros (Schelenker et al., 2006, p. 91). En cuanto a los conflictos de baja intensidad,
para desarrollar este concepto, se utilizará la definición de Friedrich von der Heydte
(1987), para quien: el Municipio de Caldono las FARC-EP declararon objetivos militares a
personas del movimiento campesino, a concejales y a reconocidos líderes indígenas bajo
el señalamiento de ser auxiliadores de las AUC e informantes del DAS. También afirman
que la Brigada III del ejército, con señalamientos sobre supuestas colaboraciones con la
guerrilla, “ha estigmatizado los procesos sociales de Toribio”. 8 Las comunidades de paz
de San Francisco de Asís, en el Chocó, se declararon neutrales frente a los grupos
armados que se disputan la región. Entre diciembre de 1996 y marzo de 1997, más de
4000 habitantes de las riberas de los ríos Sataquí, Truandó y Quiparado fueron
desplazados a Pavarando, hacinados en un campamento de desplazados decidieron
enviar un mensaje de neutralidad a los actores armados. Es así como en 1998, con el
apoyo de organizaciones nacionales e internacionales, se declararon comunidades de
paz. Organizadas como tal, estas personas retornaron a sus tierras donde empezaron a
reconstruir sus vidas y a consolidar su propuesta de neutralidad. Dentro de los
reglamentos de las comunidades de paz se especifica el compromiso de sus miembros a
no colaborar de ninguna manera con ninguno de los actores armados, algunos de los
puntos a los que se comprometieron los integrantes de estas comunidades son: no
participar de forma directa ni indirecta en la guerra, no portar armas de fuego, no brindar
ayuda táctica, logística o estratégica a ninguna de las partes en conflicto; entendiendo
esta ayuda como alimentación, vivienda, refugio, combustible, transporte, mensajería o
cualquier otra similar. 124 Violencia política y conflictos sociales en América Latina La
guerra irregular, la cual es, por definición, una guerra en la que se busca desgastar al
adversario y fatigarlo, minarle su voluntad de defenderse, doblegarlo psicológicamente; es
una guerra de gran duración y de baja intensidad militar. Al final, sobrevivirá la parte que
pueda aguantar más tiempo la respiración (p. 94). La esencia de este tipo de guerra no es
solo la confrontación armada, sino total en los espacios (sociales, políticos, económicos,
psicológicos y culturales) posibles. Para la investigadora Deborah Barry (1987), los
conflictos de baja intensidad son una estrategia de guerra creada por los Estados Unidos
en el marco de la Guerra Fría que buscaba, en ese momento, que ciertos Estados del
“tercer mundo” permanecieran bajo su esfera de influencia, especialmente los
latinoamericanos, sobre los que se cernía la amenaza comunista representada en la
Revolución Cubana9 . Teniendo en cuenta las anteriores definiciones, podría afirmarse
que la guerra en Colombia tiene como columna central la disputa por la legitimidad
política, es decir, la lucha es por el derecho moral de gobernar a la sociedad, de ahí que
muchas de las acciones militares que se ejecutan son maximizadas o minimizadas a
través de los medios de comunicación con que cuenta cada actor armado, con el fin de
captar la mayor cantidad de “mentes y corazones” para cada proyecto (o por lo menos
restárselos al contrario). No es casual que una organización guerrillera como las FARC-
EP sostengan una cantidad importante de sitios web10, agencias de prensa y
publicaciones escritas alrededor del mundo. Estos canales de comunicación les permiten
difundir e intercambiar ideas y juegan un papel decisivo en su esquema 9 “El término de
baja intensidad se deriva del lenguaje empleado para distinguir las denominadas guerras
convencionales de los conflictos que involucran represión de movimientos subversivos o
gobiernos revolucionarios […] No busca la eliminación física del enemigo por medios
militares sino, más bien, deslegitimarlo, aislarlo, sofocarlo, a tal grado que los insurgentes
y los gobiernos revolucionarios dejen de considerarse como una alternativa política
posible o estable. El ganar o perder la guerra se mide en el plano político, al cual queda
subordinado el elemento militar” (Barry, 1987, p. 35). 10 Algunos ejemplos de estas
páginas web son: www.bolivarsomostodos.org; www. patrialibre.org;
www.redresistencia.info; http://www.frentean.col.nu/; http://beligerantex.blogspot.com/;
http://www.abpnoticias.com/; www.conbolivar.org 125 Aproximaciones teórico-
conceptuales en torno al conflicto armado colombiano político-ideológico, en palabras del
General (R) Montgomery Meigs, citado por Garay y Pérez (2007), el espacio
comunicacional en este tipo de conflictos es otro campo de batalla que se hace
fundamental porque: “Para los actores no estatales y terroristas, la amplia disponibilidad
de la tecnología comercial permite una combinación muy poderosa de lo tribal y lo
tecnológico” (p. 13). En términos generales, el conflicto armado colombiano nace dentro
del contexto de la Guerra Fría (Revolución Cubana, doctrina de la seguridad nacional,
ruptura chino-soviética), pero con una serie de particularidades propias que lo excluyen de
la clasificación simple de los conflictos generados por el enfrentamiento entre el este y el
oeste. Para Sánchez y Aguilera (2001), dentro de las características que le otorgan ciertos
rasgos de autenticidad pueden citarse: La persistente tendencia histórica a utilizar la
violencia para obtener objetivos políticos, las estructuras de exclusión o inclusión
perversa, socioeconómicas, políticas y regionales, junto a una cultura política autoritaria
refractaria a los comportamientos democráticos, todos los cuales forman una especie de
telón de fondo (p. 32). Si bien dentro del conflicto armado colombiano han venido
apareciendo una serie de variables tales como la utilización de la producción y distribución
de narcóticos, especialmente la cocaína y la heroína por parte de los actores armados
como medio de financiación, la consolidación de grupos paramilitares con capacidad de
controlar política, social y militarmente grandes regiones del país11, entre otras, y, aunque
estas variables han producido cambios importantes en su forma y naturaleza, hay
características de fondo que se mantienen. 11 Sobre el desarrollo político y militar de los
grupos paramilitares en Colombia, puede consultarse: Duncan (2005); Revista Arcanos
(2007); Romero (2007). 126 Violencia política y conflictos sociales en América Latina EL
CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO VISTO DESDE EL DERECHO INTERNACIONAL
HUMANITARIO Ante la subjetividad presente en la interpretación y aplicación de alguna
de las tipologías o categorías descritas en los puntos anteriores, se hace necesario utilizar
una definición de conflicto que tenga un carácter vinculante, es decir, que tenga fuerza
legal para las partes enfrentadas. En el caso colombiano, dicha definición se encuentra
contenida en el Derecho Internacional Humanitario, más específicamente en el Protocolo
II adicional a los IV Convenios de Ginebra, suscrito por el Estado colombiano e
incorporado a su legislación a través de la ley 171 de 1994. El Derecho Internacional
Humanitario se erige sobre dos principios fundamentales, el principio de limitación que
establece que “la fuerza usada debe ser la estrictamente necesaria para obtener la
ventaja sobre el adversario, y debe examinarse previamente la relación existente entre la
ventaja del ataque y los efectos negativos que produzca en las personas y sus bienes”
(Trejos, 2011a). Conforme a este principio, el único objetivo legítimo durante la guerra es
debilitar las fuerzas militares del enemigo, es decir, poner fuera de combate (asesinar,
herir, capturar y rendir) al mayor número de hombres del bando contrario. El principio de
distinción impone diferenciar entre quiénes son y quiénes no son combatientes, y entre los
bienes que pueden y no pueden ser utilizados en un conflicto armado. Con este principio
se pretende evitar que las operaciones militares afecten a la población que no participa de
las hostilidades o a los bienes que le sirven de sustento o que son considerados
patrimonio histórico o cultural. En este punto se debe tener en cuenta que las infracciones
al Derecho Internacional Humanitario, dentro del conflicto armado colombiano, están
constituidas por todas aquellas acciones u omisiones contrarias al artículo 3 común a los
convenios de Ginebra y al protocolo II adicional a los cuatro convenios de Ginebra. Se
considera que el artículo 3, común a los cuatro convenios de Ginebra, es una especie de
convenio en miniatura. Incluso añadiéndole las 127 Aproximaciones teórico-conceptuales
en torno al conflicto armado colombiano disposiciones del protocolo II, las normas por las
que se rige un conflicto armado internacional son menos elaboradas que las normas por
las que se rige el conflicto armado no internacional. La dificultad con la que se tropieza
para mejorar el régimen de protección de los conflictos armados no internacionales es el
obstáculo que supone el principio de la soberanía del Estado. Cabe destacar que las
normas del artículo 3 tienen valor de derecho consuetudinario y son un mínimo que los
actores del conflicto armado deben respetar. El Derecho Internacional Humanitario está
destinado, en este caso, a regular las relaciones entre las fuerzas armadas, regulares o
no, que participan en el conflicto, y protege a toda persona o categoría de personas que
no participan directamente, o que han dejado de participar en las hostilidades, por
ejemplo: combatientes heridos o enfermos, personas privadas de la libertad a causa del
conflicto, población civil, personal sanitario y religioso. La obligatoriedad de aplicar y
respetar el Protocolo II adicional a los cuatro convenios de Ginebra por parte de todos los
actores del conflicto armado no puede estar sujeta a la reciprocidad de las partes, sino al
hecho de que, en cuanto las partes tienen pretensiones político-militares,
automáticamente se responsabilizan por la violación de dicho protocolo. Además, las
normas humanitarias son obligatorias para todas las partes en conflicto, por cuanto la
imperatividad de esta normatividad no deriva del consentimiento de las partes sino de su
carácter consuetudinario. La finalidad del Derecho Internacional Humanitario es limitar los
sufrimientos provocados por la guerra, garantizando tanto como sea posible la protección
y la asistencia a las víctimas. De esta manera, se aborda la realidad de un conflicto sin
entrar en consideraciones relativas a los motivos o a la legalidad del recurso de la fuerza.
Únicamente se regulan los aspectos que tienen un alcance humanitario, a esto es lo que
se denomina Ius in bello (Derecho en la guerra). Sus disposiciones se aplican, asimismo,
a todos los actores del conflicto sin importar los motivos que dieron nacimiento al mismo y
de la legitimidad de la causa defendida por una u otra parte (Trejos, 2011b). 128 Violencia
política y conflictos sociales en América Latina Para efectos de comprobar que en
Colombia se desarrolla un conflicto armado interno, se utilizará la definición que de
“conflicto armado no internacional” provee el Artículo I del Protocolo II adicional a los IV
Convenios de Ginebra, y se analizarán de forma separada los tres requisitos o
condiciones que exige la normatividad internacional para que se configure dicho conflicto.
Es el conflicto armado que no está cubierto por el artículo I del Protocolo adicional a los
convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativo a la protección de las víctimas de
los conflictos armados internacionales (Protocolo 1) y que se desarrollen en el territorio de
una alta parte contratante, entre sus fuerzas armadas y fuerzas armadas disidentes o
grupos armados organizados que bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan
sobre una parte de dicho territorio un control tal que les permita realizar operaciones
militares sostenidas y concertadas y aplicar el presente protocolo (Comité Internacional de
la Cruz Roja, 2008, p. 2). De la anterior definición se analizarán por separado tres
elementos que servirán para aclarar la situación que vive Colombia. El primero es: I. Que
se desarrollen en el territorio de una alta parte contratante, entre sus fuerzas armadas y
fuerzas armadas disidentes o grupos armados organizados (Comité Internacional de la
Cruz Roja, 2008, p. 2). En 31 de los 32 departamentos, en los que se encuentra dividida
administrativamente Colombia, hay algún tipo de presencia directa o indirecta de actores
armados irregulares12. La presencia indirecta se realiza por medio de estructuras
sanitarias, económicas, de propaganda y logísticas, estas operan principalmente en las
cabeceras municipales. En la misma línea, dentro del conflicto colombiano, se distinguen
claramente dos tipos de actores armados: los legales o regulares y los ilegales o
irregulares. 12 Sobre la presencia territorial de los actores armados irregulares véase:
Vicepresidencia de la República de Colombia. Programa de Derechos Humanos y DIH.
Geografía de la Confrontación y la Violencia. En línea:
http://www.derechoshumanos.gov.co/OBSERVATORIO/Paginas/GeografiaConfrontacion.
aspx 129 Aproximaciones teórico-conceptuales en torno al conflicto armado colombiano
En los actores legales o actores regulares se encuentra el Estado colombiano,
representado por sus Fuerzas Armadas, a saber Ejército, Armada o Marina y Fuerza
Aérea y, a pesar de no tener carácter militar, se debe incluir a la Policía Nacional. En los
actores ilegales o actores irregulares se encuentran: las organizaciones guerrilleras,
conformadas actualmente por: FARCEP, Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército
Popular de Liberación (EPL) y las organizaciones paramilitares o nuevas Bandas
Criminales (BACRIM). II. Bajo la dirección de un mando responsable (Comité
Internacional de la Cruz Roja, 2008, p. 2). A continuación, se revisarán la estructura
interna y el organigrama de las FARC-EP. Estas desde 1996 cuentan con un estatuto que
define su estructura organizativa, el cual se ha ido adaptando con el tiempo. Su máxima
instancia de decisión es la conferencia nacional de guerrilleros, que se debe reunir cada
cuatro años y cuyos miembros son elegidos por todos los integrantes de la organización.
Esta designa el Estado Mayor Central, el organismo superior de dirección y mando, que
hoy está conformado por 31 miembros. Este nombra a su vez al Secretariado del Estado
Mayor Central13. El Secretariado hace las veces de órgano ejecutivo y toma las
decisiones mientras no se reúnan las demás instancias. Según informe de la Fundación
Ideas para La Paz (2006), la estructura interna de las FARC-EP está compuesta por:
escuadras (12 hombres incluidos sus mandos); guerrillas (2 escuadras y sus mandos-26
hombres); compañías (2 guerrillas y sus mandos-54 hombres); columnas (2 compañías o
más y sus mandos-110 hombres); frentes (1 o más columnas); el estado mayor del frente
(tie13 En la actualidad, el Secretariado de las FARC-EP está conformado de la siguiente
manera: Timoleón Jiménez (Comandante en jefe), Pablo Catatumbo (Responsable del
Comando Conjunto de Occidente), Iván Márquez (Responsable del Bloque Caribe y
Comandante del Frente Internacional), Mauricio Jaramillo (Comandante del Bloque
Oriental), Joaquín Gómez (Responsable del Bloque Sur), Pastor Alape (Responsable del
Bloque Magdalena Medio) Isaías Trujillo (Responsable del Bloque José María Córdoba).
Reemplazante: Bertulfo Arias (Bloque Caribe). 130 Violencia política y conflictos sociales
en América Latina ne 5 miembros principales y 4 suplentes); bloques de frentes (5 o más
frentes con su respectivo estado mayor); comandos conjuntos (cuando no están dadas las
condiciones para crear un bloque de frentes). Además, cuentan con las Milicias
Bolivarianas y las Milicias Populares, que no hacen parte de su estructura militar ya que
están articuladas a los frentes. Las FARC-EP, en este momento, están compuestas por 5
bloques, 1 bloque móvil, 2 comandos conjuntos, 69 frentes, 26 columnas móviles, 28
compañías móviles y 4 frentes urbanos (Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla). Cada una
de estas estructuras tiene su comandante y su reemplazante. Tabla 1. Organigrama de
las FARC-EP EJÉRCITO DE COLOMBIA FARC-EP Dragoneante Cabo segundo Cabo
primero Sargento segundo Sargento viceprimero Sargento mayor Sub teniente Teniente
Capitán Mayor Teniente Coronel Coronel Brigadier General Mayor General General de
tres soles Candidato a comandante Reemplazante de escuadra Comandante de escuadra
Reemplazante de guerrilla Comandante de guerrilla Reemplazante de compañía
Comandante de compañía Reemplazante de columna Comandante de columna
Reemplazante de frente Comandante de frente Reemplazante de bloque Comandante de
bloque Reemplazante de Estado Mayor Central Comandante de Estado Mayor Central
Fuente: Revista Resistencia, FARC. Al igual que las FARC-EP el ELN también cuenta con
un organigrama y una estructura en lo nacional y lo regional, lo mismo sucede, aunque en
menor medida, con los grupos paramilitares, ya que no obedecen a un poder central
unificado, por lo cual cada grupo regional cuenta con independencia y autonomía en 131
Aproximaciones teórico-conceptuales en torno al conflicto armado colombiano cuanto a su
organización interna. Con los anteriores ejemplos puede notarse que los grupos armados
irregulares tienen unas estructuras jerárquicas o verticales que difícilmente permiten dejar
alguna orden u orientación estratégica al azar. III. Ejerzan sobre una parte de dicho
territorio un control tal que les permita realizar operaciones militares sostenidas y
concertadas (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2008, p. 2). Esta premisa se
materializa en las áreas de retaguardia o santuarios estratégicos, en los que los actores
armados irregulares logran construir sus mayores acumulados políticos y militares. En el
caso de las FARC-EP, esta última afirmación se cumple en lugares como el area de
operaciones del Bloque Oriental, este bloque, con radio de acción en los departamentos
de Arauca, Boyacá, Casanare, Meta, Vichada, Guaviare, Guainía y Vaupés, cuenta con
26 frentes guerrilleros14, 8 columnas móviles y 13 compañías móviles, lo que lo convierte
en el más desarrollado militarmente de las FARC-EP. Con base en las anteriores
informaciones, puede afirmarse que la zona de retaguardia estratégica de las FARC-EP
se encuentra en los departamentos de Caquetá, Meta, Huila y Putumayo15. Como pudo
comprobarse desde las normas del Derecho Internacional Humanitario (Protocolo II
Adicional a los IV Convenios de Ginebra), en Colombia se desarrolla un conflicto armado
no internacional. Una vez definido el tipo de conflicto, se aborda su característica más
relevante. Es un conflicto financiado por el narcotráfico. Una de las características más
importante y particu14 Un frente guerrillero puede definirse como: “Una unidad político-
administrativa con jurisdicción sobre un territorio concreto, en el que cumple tareas
militares, políticas, económicas y administrativas […] muchas veces lo militar no es su
labor primordial” (Ávila, 2008, p. 13). 15 Para el analista e investigador Alfredo Rangel, el
surgimiento y la consolidación de las zonas coqueras en el sur del país ha sido una
circunstancia muy propicia que las FARC han sabido aprovechar para desarrollar su
planteamiento estratégico, que busca establecer en la Orinoquía y en la Amazonía una
zona liberada manejada plenamente por la insurgencia. 132 Violencia política y conflictos
sociales en América Latina lar del conflicto armado colombiano ha sido el involucramiento,
cada vez más directo, de los grupos armados ilegales en todas las etapas de producción y
distribución de narcóticos, especialmente la cocaína y la heroína. El economista Paúl
Collier (2004), en su texto El desafío global de los conflictos locales, entrega el siguiente
diagnóstico: Como lo demuestran claramente datos recabados en América Latina, la
guerra civil y la producción de drogas están estrechamente relacionadas. En 1995,
Colombia daba cuenta de 80.931 toneladas métricas de producción de opio y coca,
mientras que Perú, devastado por la guerra en ese entonces producía 183.600 toneladas
métricas de estas drogas duras. Durante los años siguientes, terminó la guerra civil en
Perú. Mientras el conflicto se intensificaba en Colombia. En consecuencia, la producción
de opio y coca cayó a 46.258 toneladas métricas en Perú, mientras aumentaba
vertiginosamente a 266.161 toneladas métricas en Colombia (p.18). En el caso
colombiano, se hace inevitable afirmar que el surgimiento y consolidación de los cultivos
de coca en el sur del país fue muy funcional a la guerrilla, especialmente a las FARC-EP
para el desarrollo de su plan estratégico político-militar. A inicios de la década de los
ochenta, cuando los cultivos de coca eran muy incipientes en el sur y nadie se atrevía a
prever su acelerada expansión posterior, las FARC-EP se plantearon como su objetivo
estratégico liberar una zona en el sur, controlada totalmente por la guerrilla, para ubicar
allí un gobierno provisional que sería eventualmente reconocido por estados del bloque
socialista. “Para estos efectos era necesario dividir al país en dos y por eso este grupo
insurgente ubicó la cordillera oriental como eje del despliegue estratégico de su fuerza
militar” (Rangel, 1999, p. 132). El control de la Cordillera Oriental traería como
consecuencia la posibilidad de aislar las selvas del sur del país y el cumplimiento de su
objetivo estratégico. La aparición y crecimiento desmedido de los cultivos ilícitos en el sur
del país facilitó que las FARC-EP consolidaran una retaguardia que simultáneamente le
facilitaba recursos económicos, resguardo militar y apoyo político. 133 Aproximaciones
teórico-conceptuales en torno al conflicto armado colombiano Como se puede apreciar,
este tipo de conflictos armados facilita la proliferación de esta clase de cultivos porque
crea territorios ajenos al control del Estado, lo que ofrece a los productores de drogas
(narcotraficantes, guerrilla y paramilitares) vastas extensiones de tierra en las cuales
sembrar. Asimismo, crea un entorno en el cual muchas personas pueden dedicarse a una
vida estrechamente relacionada con los cultivos ilícitos y actividades ilegales, debido a
que quienes monopolizan las armas y el poder económico lo permiten e incentivan, ya
que ellos son el Estado en esas regiones. Sumado a esto, el conflicto armado reduce
dramáticamente las oportunidades económicas tradicionales (agricultura, ganadería, etc.),
obligando a la gente a aprovechar la única alternativa de trabajo que se les presenta
(Collier, 2004). Del anterior análisis teórico es posible afirmar que en Colombia se
desarrolla un conflicto armado interno, no convencional y de baja intensidad, que adquirió
dimensiones regionales complejas o intermesticas, cuyos orígenes se encuentran en
controversia político-ideológica y en problemas agrarios aún no resueltos, cuyos actores
irregulares tienen en el narcotráfico su principal fuente de financiación y que ha producido
una grave crisis humanitaria.

3 LECTURA
PRINCIPALES FACTORES QUE HAN DACILITADO O CONTIBUIDO A LA PERSISTENCIA DEL CONFLICTO
ARMADO

PAGINAS 54/94

APORTES SOBRE EL ORIGEN DEL CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA, SU


PERSISTENCIA Y SUS IMPACTOS Javier Giraldo Moreno, S. J. Es de elemental lógica
que al intentar ponerle fin a un conflicto, y particularmente a uno que ha durado muchas
décadas y ha causado muchos millares de víctimas, se vuelvan las miradas hacia los
causas que lo originaron, hacia las razones invocadas por las partes y hacia las
responsabilidades que recaen en cada una de las fuerzas beligerantes. Sin esclarecer
estos elementos sería imposible eliminar las raíces de los enfrentamientos, corregir las
conductas que los hicieron nacer y que permitieron su continuo desarrollo y exacerbación,
construir un futuro sin conflicto y sanar los destrozos humanos, sociales y políticos
dejados por tantas décadas de violencia, como base de una auténtica reconciliación. Para
poder analizar hechos, situaciones y procesos históricos en cuanto factores del conflicto,
considero necesario partir de un marco conceptual sobre el mismo conflicto, que permita
ubicarlo dentro de la tradición jurídica universal, particularmente en el contexto de esta
etapa histórica de la modernidad, inspirada en las revoluciones de los siglos XVIII y XIX y
la conformación de la Organización de Naciones Unidas. I - MARCO CONCEPTUAL:
DEMOCRACIA Y REBELIÓN La Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de la Revolución Francesa ha sido referente fundamental de la cosmovisión
política imperante desde hace más de dos siglos. En su versión de 1993 que encabezó la
Constitución, incluyó en su Artículo 35 el derecho a la insurrección así: ! Cuando el
gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo y para cada
porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus
deberes! . En la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) tributaria de
la misma cosmovisión filosófico política, se afirma: ! cuando quiera que una forma de
gobierno se vuelva destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o
abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios [" ]
cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente el mismo
objetivo, evidencia el designio de someter- 2 los bajo un despotismo absoluto, es el
derecho de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y proveer nuevas
salvaguardas para su futura seguridad! . En el Preámbulo de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de la Organización de
Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, se afirma: ! Considerando esencial que los
derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre
no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión! . La
Comisión de Redacción de la Declaración había considerado incluir en el articulado, como
un derecho más, el derecho de rebelión contra la tiranía y la opresión, no obstante, hubo
voces discrepantes y se decidió dejar el contenido de este derecho en un considerando
en el cual se reconoce la rebelión como RECURSO SUPREMO al cual puede acudirse
cuando los derechos humanos no son protegidos. Esencia y alcances del Derecho a la
Rebelión: Uno de los analistas más finos de este derecho, el Profesor de la Universidad
de Oxford, Anthony Maurice (Tony) Honoré1 , conceptúa que este derecho debe tenerse
como un derecho !secundario" , pues se activa como un ! remedio" cuando los demás
derechos han sido violados. Pero su importancia la subraya al aducir que si no existiera el
Derecho a la Rebelión, los demás derechos tampoco existirían: ! Si los ciudadanos no
tienen derecho a la rebelión en ninguna circunstancia, no hay, en último término, ninguna
manera de reivindicar para ellos mismos y para otros aquellos puntos definidos como
derechos humanos en documentos tales como la Declaración Universal. En tal caso ¿no
sería mejor reconocer francamente que no existen derechos humanos, o en alguna
medida, ningún derecho de este género, es decir, derechos contra los Estados en cuanto
opuestos a los derechos de la comunidad humana universal, suponiendo que es una, y
contra los seres humanos en cuanto miembros de esa comunidad! 2 . El profesor Honoré
traza primero un marco formal para entender lo que es un derecho: i) debe responder a un
interés tal en el sujeto, que justifique la imposición de un deber a los
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 1 Conferencia dictada por el autor en
Buenos Aires, Argentina, del 14 al 16 de abril de 1987, publicada en Oxford University
Press, 1988, y en Oxford Journal of Legal Studies, Vol. 8 No. 1, de donde se toma su
texto. Traducción del inglés: JG 2 A. M. Honoré: op. cit. pg. 39 - 40 3 demás; ii) debe
gozar de un reconocimiento y iii) debe tener un remedio en caso de ser negado. Al
someter a este esquema las diversas modalidades del Derecho a la Rebelión, anota que
sólo el elemento remedio no es identificable en el Derecho a la Rebelión. Al respecto
afirma: ! No hay remedio para la violación del derecho a la rebelión, a menos, quizás, que
una rebelión posterior triunfe donde la anterior fracasó. La rebelión es la última sanción
por la violación de otros derechos, pero rebelarse es jugarse la última carta. Si el rebelde
fracasa, puede argumentar que tenía justificación para actuar así; puede apelar a la
simpatía para con su discurso; pero no existe un ulterior derecho remedial al cual se
pueda acoger! 3 . Pero al llegar al nivel más profundo del análisis del Derecho a la
Rebelión, el Profesor Honoré enfrenta el problema de la justificación o legitimación de la
Rebelión. En este punto contrapone las justificaciones de la rebelión conservadora y de la
rebelión radical: ! Debemos distinguir, si es posible, entre aquellas sociedades en las que
es legítimo defenderse y aquellas en que no lo es ya que uno de sus rasgos centrales es
la explotación de los demás. En último término, no hay posibilidad de eludir el engorroso
problema de qué es lo que constituye un régimen destructivo, tiránico, opresor o
explotador. La respuesta arrojará luz sobre las rebeliones, tanto conservadoras como
radicales, ya que los factores que hacen indefendible la preservación de un modo de vida
existente (rebelión conservadora) son probablemente los mismos o muy similares a
aquellos que justifican las formas radicales de rebelión. Son la explotación y la opresión
las que descalifican la rebelión conservadora y califican la rebelión radical. Según un
consenso generalizado, la explotación u opresión deben ser tales que hagan la vida
intolerable bajo el gobierno, régimen o políticas existentes! 4 . Honoré enmarca los
conceptos de explotación y opresión en el cuadro de relaciones entre los Estados y sus
súbditos: # Suponiendo entonces que el Estado o comunidad pueden tener deberes hacia
sus ciudadanos y que el derecho a la rebelión depende de graves violaciones de esos
deberes, ¿cuál es el contenido de la obligación que se establece? Los deberes del Estado
para con sus ciudadanos pueden ser concebidos, ya como obligaciones contractuales
incorporadas en una trama institucional, o ya como deberes inherentes a la naturaleza de
una empresa cooperativa que puede expresarse en la trama institucional. La teoría
contractual de Locke conduce a una cierta construcción legalista del derecho a la rebelión:
Los ciudadanos pueden oponerse por la fuerza sólo a una fuerza injusta e ilegal de parte
del gobierno. Es verdad que la expresión # fuerza ile-
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 3 A. M. Honoré, op. cit. pg. 41 4 A. M.
Honoré, op. cit. pg. 48 4 gal! , en la exposición de Locke, implica un quiebre de la
confianza y el ejercicio de un poder arbitrario contrario a las leyes promulgadas por la
legislatura. Pero esto hace de la legislatura, que se supone responde a los intereses de
los ciudadanos, el árbitro supremo de los deberes del Estado. Ello lleva a los ciudadanos
desprotegidos a enfrentarse con la tiranía legislativa. El que los súbditos estén oprimidos
o explotados no puede depender simplemente de que los gobernantes hayan
quebrantado las leyes promulgadas por la legislatura. También puede ocurrir que los
gobernantes hayan manipulado la legislatura para que promulgue leyes tiránicas. Esto no
es negar que la conducta ilegal de las autoridades apunte con frecuencia a la explotación,
la cual a su vez justifica la rebelión. Pero esto ocurrirá porque al violar la ley, los
gobernantes quebrantan los deberes establecidos respecto a todos los gobernados, sin
tener en cuenta la legislación! 5 . Quedando claro que la justificación de la Rebelión se
basa en el quiebre de los deberes que el Estado tiene para con sus súbditos, el Profesor
Honoré sistematiza esos deberes en dos grandes bloques y tipifica las relaciones entre el
Estado y los ciudadanos como el compromiso mutuo en una empresa cooperativa de
grandes proporciones que se derrumba: # ¿Cuáles son esos deberes? Es más fácil
responder si pensamos en el Estado en cuanto comprometido con sus súbditos en una
empresa cooperativa de gran magnitud, la cual, en las condiciones modernas, abarca la
mayor parte de los aspectos del bienestar. El Estado cuyos deberes estamos intentando
dilucidar es el que controla la mayor parte de los recursos de la comunidad y que ha
asumido grandes responsabilidades frente a ella. Los deberes de este tipo de Estado
frente a sus súbditos pueden ser análogos a los de los padres que se encargan de
satisfacer las necesidades básicas de sus familias y ocuparse sobre todo de los hijos.
Esta noción-guía de NECESIDAD y JUSTICIA contiene elementos fijos y variables.
Aunque las concepciones de ambos varían de una sociedad a otra y dentro de una misma
sociedad, hay ciertos bienes [alimentación suficiente, por ejemplo] que en todas las
comunidades representan las NECESIDADES BÁSICAS, y otros [por ejemplo la igualdad
en la exigencia de seguridad de vida, integridad corporal y propiedad] que reflejan las
MÍNIMAS EXIGENCIAS DE JUSTICIA. Un Estado que falta a su deber de proveer estos
bienes corre el riesgo de que llegue un momento en el que ya no sea reconocido como
leal a sus súbditos o a algunos de ellos" 6 . Sin embargo, para justificar la Rebelión, según
Honoré, ese mismo quiebre de las relaciones entre el Estado y sus súbditos por el
incumplimiento de su función básica en esa gran empresa común, que le haga perder al
Estado su autoridad inherente al cumplimiento de sus funciones específicas, pudiendo ser
despojado de todo reconocimiento, tiene también sus
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 5 A. M. Honoré, op. cit. pg. 50 6 Ibid. 5
niveles, los que Honoré define como: importantes, decisivos y graves. Cuando el
incumplimiento de los deberes del Estado llega a esos niveles es el Estado mismo el que
niega prácticamente que hace parte de una empresa común con sus ciudadanos. Pero el
Derecho a la Rebelión lleva consigo la legitimación del uso de la violencia. Si bien el
Profesor Honoré enumera diversas formas de rebelión que no implican el uso de la fuerza,
como el uso de medios constitucionales para un cambio de gobierno, de estructuras o de
políticas, o la defensa de la misma Constitución que no se cumple, o las formas de
resistencia como desobediencia civil, resistencia pasiva, no cooperación, etc., incluye
también el de tratar a los miembros de la misma sociedad como enemigos bélicos y
ejercer contra ellos la fuerza. Al respecto afirma: ! El incumplimiento del deber por parte
del Estado y quienes lo apoyan, se concibe como algo que dispensa al súbdito de su
normal deber de obediencia o lealtad, cualquiera de las dos referida a un asunto
particular, o en general. El incumplimiento es el incumplimiento, no de un contrato sino de
un deber que surge de una empresa común en la cual está comprometido el conjunto de
la comunidad. Pero posee en común con la obligación contractual la característica de que
el incumplimiento del deber puede ser de varios grados de gravedad que a su vez
justifican recurrir a diferentes remedios. La característica especial del Derecho a la
Rebelión en cuanto derecho anti social es que se refiere a un incumplimiento de deberes
por parte del Estado, de manera tan grave y sustancial, que puede legítimamente ser
tratado por el súbdito, si así él lo entiende, como algo que disuelve los vínculos entre
ellos. El uso de la fuerza asume entonces diferentes modalidades. Mientras los vínculos
estaban intactos, el Estado tenía derecho a definir las condiciones en las cuales el uso de
la fuerza, ya por parte de los súbditos, ya por parte de los oficiales, era legal. El súbdito
podía usar la fuerza, ya cuando la ley expresamente le daba poder de hacerlo, o ya
cuando los oficiales usaban la fuerza contra él en violación de las condiciones prescritas
por la ley. Pero si los oficiales respetaran esas condiciones, el súbdito no tendría tal
derecho. Sin embargo cuando, a causa de un incumplimiento fundamental y sostenido de
sus obligaciones por parte del Estado, el súbdito tiene derecho a tratar el vínculo entre él
y el Estado como DISUELTO, en cuando opuesto a lo que lo ligaba con sus propios
súbditos, ya se cierra para el Estado la posibilidad de definir las condiciones bajo las
cuales los súbditos pueden legalmente usar la fuerza. Por esta razón, el súbdito en
cuestión y todos aquellos otros súbditos que en virtud de ser miembros de la sociedad
tienen derecho a hacer causa común con él y así lo deciden, ya no participan con el
Estado y con sus oficiales en una empresa común. En consecuencia, el fundamento moral
para frenar su recurso a la violencia, ha desaparecido. De allí que los rebeldes no están
obligados a utilizar la fuerza sólo cuando la ley se los permita o cuando el Estado use
ilegalmente la fuerza contra ellos. Para ellos toda fuerza estatal es ahora fuerza ilegal. Por
lo tanto, ellos pueden tratarla como fuerza hostil y enfrentarla cuando lo vean oportuno,
sea en plan defensivo, sea como ataque preventivo o como contra-ataque, mientras se
respeten las mismas restricciones, las cuales estarían obligados a obser- 6 var si la
rebelión fuera una guerra entre Estados. Deben hacer esto dado que están en guerra, no
con sus socios súbditos, quienes no han quebrantado ningún deber para con ellos, sino
sólo con el Estado y sus oficiales; y el hecho de que una misma persona pueda ser al
mismo tiempo un socio-súbdito y un oficial del Estado no autoriza a oscurecer esta
distinción aunque a veces ella se haga más difícil de ser respetada en la práctica. Por
tanto, mientras ellos deben dirigir sus ataques sólo contra el Estado y sus oficiales y no
aterrorizar a aquellos que son inocentes de haberles negado a ellos sus derechos, no se
les prohíbe usar la fuerza porque incidentalmente pueda suceder, como es inevitable en
una guerra, que haya algunas víctimas inocentes! 7 . La seriedad profunda con que debe
ser discernido el Derecho a la Rebelión, tanto para medir sus consecuencias y recurrir a él
con la máxima responsabilidad, como para no eludirlo ni eludir las consecuencias del no
recurso al mismo, se reflejan en el párrafo conclusivo del análisis del Profesor Honoré: !
Ningún ser racional se embarca con ligereza en la guerra, menos en una guerra civil, la
más perturbadora de todas las formas de beligerancia. Nadie tiene el derecho de hacerlo
si existen otros medios de conseguir, en un tiempo prudencial, los objetivos justificados
que él y sus socios rebeldes han determinado alcanzar. Incluso si tiene derecho a recurrir
a la violencia, el rebelde tiene que sopesar las probables consecuencias de su acción.
Este proceso lo llevará a menudo y acertadamente a tomar la decisión de no ejercer su
derecho a la rebelión o a no hacerlo en tal coyuntura. Pero a veces no se quiere ni se
debe. En fin, la única garantía de la dignidad humana sería que quisiéramos, si nos
presionan demasiado, estar preparados para la rebelión, y que si lo hiciéramos,
tuviéramos el derecho de nuestro lado. Apoyarnos sería entonces el deber de los demás
miembros de nuestra comunidad" 8 . El carácter remedial que tiene el Derecho a la
Rebelión y que el Profesor Honoré subraya con razón para mostrar que de ninguna
manera se puede ignorar su naturaleza de DERECHO, así no esté blindado por otro
remedio diferente a sí mismo (ya que se afirma como última carta remedial), remite a lo
más esencial de la naturaleza de un Estado dentro de la cosmovisión democrática, que
consiste en ser un compromiso mutuo entre las instituciones y los ciudadanos que las
acatan, en una empresa cooperativa que asume dos grandes deberes globales
ineludibles, como son: (1) el de proveer a la satisfacción de las necesidades básicas
(biológicas) de los ciudadanos, y (2) a las mínimas exigencias de justicia (necesida-
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 7 A. M. Honoré, op. cit. pg. 53 - 54 8 Ibid.
7 des de convivencia), para lo cual se le permite al Estado administrar los recursos de la
sociedad. Las rupturas que eventualmente se pueden producir entre el Estado y los
ciudadanos, o sea la disolución de los vínculos que los unen en una empresa común,
legitimando así el recurso a la Rebelión, tienen relación siempre con esos dos deberes
esenciales del Estado. Se puede incumplir el deber de proveer a las necesidades básicas,
ya sea confeccionando leyes y normas que impiden estructuralmente el acceso de
grandes capas de ciudadanos a la satisfacción de esas necesidades, o ya sea dándole a
esa satisfacción el carácter de mercancía libre, sólo accesible a las capas más pudientes,
dejando que todo se regule por la libertad de mercado, cuya dinámica intrínseca regida
por el lucro es la selectividad de los usuarios por capacidad de pago lucrativo y exclusión
del resto. Se puede incumplir el deber de garantizar los derechos civiles y políticos
elementales, ya sea restringiendo mediante leyes y normas las libertades de expresión,
comunicación, información, asociación, participación y circulación, ya sea estigmatizando
formas de pensar y participar, sometiéndolas a sistemas de persecución y represión
contrarios a todo principio democrático. Transfiguración de la Rebelión en Terrorismo: Si
bien el Derecho a la Rebelión tiene perfiles muy definidos en el derecho internacional,
hace varias décadas se ha tratado de calificar a los movimientos y organizaciones
rebeldes como ! terroristas! . Nadie niega que actos de violencia política han afectado a
personas no combatientes y jurídicamente protegidas, pero el salto de la calificación de
hechos a la calificación de movimientos, organizaciones o países sólo se apoya en la
emotividad irracional de los conflictos bélicos. Los estudiosos franceses Jean François
Gayraud, Comisario de Policía y experto criminólogo, y David Sénat, magistrado, jurista y
politólogo9 demuestran que incluso las resoluciones de la ONU contra el Terrorismo se
han adoptado sin dar una definición del mismo, lo cual es inadmisible. Demuestran
además que las definiciones conocidas del Terrorismo se basan o en sus fines (violencia
con fines políticos), o en los medios utilizados (listas de
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 9 Jean François Gayraud y David Sénat:
Le Terrorisme, Presses Universitaires de France, 2002, colección Que Sais-je? No. 1768
8 acciones terroristas) o en las consecuencias (el miedo), definiciones que caen en
razonamientos circulares (definir algo mediante lo mismo) o en simples enumeraciones
sin capacidad explicativa. Es un término, según su conclusión, ! pasional y polémico: su
neutralización es imposible" , que corresponde siempre a una definición del vencedor,
pues ! el héroe de uno es el terrorista del otro y viceversa! . Lo más grave es que se le
utiliza ordinariamente para descalificar la resistencia o rebelión legítima. Algunos
estudiosos, como M. Duverger, han propuesto que se denomine resistencia cuando la
violencia ataca un régimen violento, y terrorismo cuando ataca un régimen democrático,
pero Gayraud y Sénat objetan que también las democracias oprimen a veces y que hay
algunos medios violentos que jamás son justificables aunque ataquen a otros violentos.
Según dichos expertos, un Estado o una organización, por nocivas que sean, no pueden
reducirse a hechos criminales puntuales. Un uso más neutro del término, según Gayraud
y Sénat, es el referido a un procedimiento (o ! forma moderna de guerra" ) el cual puede
ser empleado por los más diversos Estados, ideologías, organizaciones, alianzas de
Estados (bomba atómica), organismos internacionales, etc. En las Naciones Unidas el
terrorismo ha captado un interés progresivo, sin embargo, en más de 20 convenciones
contra el Terrorismo, adoptadas a nivel internacional o regional, nunca se ha podido llegar
a una definición, lo que desconoce uno de los principios rectores de la criminología: el
principio de legalidad. La experta argentina Silvia Fernández de Gurmendi, quien presidió
desde 1994 la Comisión Sexta de la Asamblea General de la ONU, a la cual se le asignó
el estudio del Terrorismo, denunció las presiones de Estados poderosos para que se
considerara el terrorismo como una violación de los derechos humanos, pero siempre
defendió que en la concepción de la ONU eran los Estados los que protegían y violaban
los derechos humanos. También denunció cómo la lucha contra el terrorismo había
llevado a los Estados a desconocer numerosos tratados internacionales de Derechos
Humanos y analizó las diferencias entre las presiones de los países ricos que exigían
medidas represivas contra el terrorismo y las de grupos de países del Tercer Mundo que
lograron reformular la misión de la ONU frente al Terrorismo añadiendo este inciso a las
pretensiones de las potencias de buscar sólo medidas represivas: ! y estudio de las
causas subyacentes a las formas de terrorismo y los actos de violencia que tienen su
origen en las aflicciones, la frustración, los agravios y la desesperanza y que 9 conducen
a algunas personas a sacrificar vidas humanas, incluso la propia vida, en un intento de
lograr cambios radicales" . Con el tiempo, la ONU fue desconociendo esta dimensión de la
misión. En 1998 la Comisión de Derechos Humanos de la ONU nombró como Relatora
Especial sobre Terrorismo y Derechos Humanos a la experta Kalliopi K. Koufa, de
nacionalidad griega, quien, entre 1997 y 2004 entregó 6 documentos a la Subcomisión de
Promoción y Protección de los Derechos Humanos de la ONU.10 En ellos defendió de
manera reiterativa ciertas tesis centrales, como las siguientes: La carencia e imposibilidad
de una definición del terrorismo; la necesidad de distinguirlo de la rebelión; los excesos de
violencia anti-terrorista a que han ido llegando los Estados; la doctrina tradicional de la
ONU, según la cual son los Estados los que violan y protegen los derechos humanos y no
los grupos sub-estatales; la carga emotiva y política que tiene de por sí el término
Terrorismo, que se expresa en rechazos y simpatías emocionales que impiden una
valoración jurídica; la definición del Terrorismo de Estado como un uso abusivo de la
fuerza contra sus opositores, violando sus derechos humanos, como una de las formas de
violencia que mayor daño causa a la humanidad; la necesidad de diferenciar el terrorismo
sub-estatal del conflicto armado, de las guerras de liberación y de la resistencia o
rebelión; el peligro a que lleva el miedo como objetivo del anti-terrorismo, el cual puede
llevar a estigmatizar razas, religiones y culturas; la enorme aceleración que tuvo el anti-
terrorismo después del 11 de septiembre de 2001, incluyendo resoluciones de la ONU de
este período que han causado enorme daño a los derechos humanos; el hecho de que las
definiciones del terrorismo violan dos principios elementales del derecho: el principio de
legalidad y el de responsabilidad individual. La Relatora sostiene que el verdadero marco
jurídico para abordar lo que se ha considerado ! terrorismo" es el Derecho Internacional
Humanitario. El mejor compendio de actos considerados terroristas es el artículo 3 común
de los Convenios de Ginebra de 1949 y hay un compendio de actos que no pueden
considerarse terroristas porque son actos legítimos de guerra en la Convención de La
Haya. En uno de sus informes sostiene que:
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 10
Cfr."E/CN.4/Sub.2/1997/28;""E/CN.4/Sub.2/1999/27;""E/CN.4/Sub.2/2001/31;""E/CN.4/Su
b.2/2002/35;"" E/CN.4/Sub.2/2003/WP.1;""E/CN.4/Sub.2/2004/40 10 ! Según el derecho
de los conflictos armados, los actos de guerra no son imputables ni como actos criminales
ni como actos terroristas. Lo que es más importante, existen claras obligaciones en lo que
respecta a su aplicación, de las cuales el respeto del derecho humanitario en todas las
circunstancias no es la menor. Por tanto, es necesario diferenciar la guerra del terrorismo
y los actos de guerra de los actos de terrorismo" . [E/CN.4/Sub.2/2001/31, No. 72] II -
VÍNCULOS ENTRE EL ESTADO COLOMBIANO Y LOS CIUDADANOS QUE LO
INTEGRAN Y SU DISOLUCIÓN 2.1. La satisfacción de las necesidades básicas de los
asociados Hay una gran convergencia entre los historiadores en ubicar los comienzos del
conflicto armado que aún afecta a Colombia, en las décadas de 1920 a 1960, con una
intensificación entre los años 40s y los 50s hasta desembocar en 1964 en la conformación
de las FARC, el ELN y el EPL. Las expresiones de lucha armada de ese período se
ubican en zonas rurales de varios departamentos y tienen como principal protagonista a la
población campesina. A juzgar por los análisis de los historiadores, el acceso a la tierra es
el detonante principal. El acceso a la tierra está íntimamente relacionado con las
principales necesidades básicas de los humanos: la alimentación, la vivienda y el
trabajo/ingreso. El estudio del DANE sobre La Agricultura en Colombia 1950-197011
registra, como antecedente que: ! Dentro del espacio económico efectivamente
conquistado en el país durante la década de 1920, la gran propiedad territorial ocupaba
las tierras más salubres, cercanas a los centros urbanos, de mayor fertilidad y los valles y
tierras planas. La ocupación de la tierra a escala extensiva fue un recurso durante el siglo
XIX para sujetar la mano de obra campesina (" ) [E]sto contribuyó a que, fuera de la tierra
efectivamente ocupada, la mayor parte del territorio nacional se encontrara titulado en el
siglo XX. (" ) Es así como sobre el espacio económico efectivamente ocupado por medio
de formas supra-extensivas de explotación (ganadería, tierra en bosques, barbechos muy
largos, cotos de caza, etc) los baldíos nacionales habían pasado a ser también propiedad
de un escaso número de individuos que hacían difícil, si no imposible, la colonización
campesina de nuevas áreas del país" 12. """""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
11 DANE, Seminario Permanente de Problemas Colombianos, Separata: La Agricultura
en Colombia 1950-1970, Bogotá: DANE, 1978 12 DANE, op. cit. pg. 82 11 Hay que tener
en cuenta que el mayor porcentaje de la población colombiana, según los censos, era
rural. En el censo de 1938 llegaba al 70.9%; en el censo de 1951 llegaba al 61.1% y en el
de 1964 era de 47.2%13 La carencia de tierra donde el campesino pudiera cultivar
alimentos y vivir de manera autónoma se traducía en la dependencia forzosa de las
grandes haciendas, donde las condiciones laborales eran de una práctica esclavitud e
inhumanidad. Ya antes de 1920 había estallado la rebelión indígena en el sur del país a
causa de la tierra. El líder indígena Manuel Quintín Lame despertó la conciencia y lideró la
rebeldía de muchos indígenas convertidos en terrazgueros, peones o aparceros de las
grandes haciendas constituidas sobre la destrucción o usurpación de los resguardos que
la legislación colonial había mantenido, pero que la legislación republicana, mediante
numerosas leyes y decretos, había ordenado repartir en propiedades individuales
mercantilizables14. El antropólogo ucraniano-colombiano Juan Friede interpretó en
profundidad la hostilidad del régimen republicano hacia los resguardos: ! Un régimen
político que se basa sobre el derecho de un grupo de la sociedad a gobernar a los
restantes más o menos a su antojo, y que recalca siempre el derecho que tiene el más
hábil, el más fuerte de apropiarse de la mayor cantidad de los valores sociales, es
incompatible con una organización que se rige de acuerdo con un principio
diametralmente opuesto, como en el caso del resguardo indígena: a cada cual la tierra
que necesita para su subsistencia; la tierra como patrimonio común sin que se permita
enajenarla, abandonarla, legarla, etc. salvo común consentimiento. Organizaciones
sociales basadas sobre principios económicos tan diferentes, no pueden subsistir sin
fricciones una al lado de la otra" 15 Quintín Lame invitó a la resistencia, a no pagar el
terraje, a recuperar tierras de los resguardos repartidos, habló con ministros y
legisladores, invocó leyes y tradiciones y pagó como precio una persecución intensa y
cruel. Varias veces fue capturado, torturado y procesado y él mismo asumió su defensa,
hasta morir en la soledad y la derrota en 1967, dejando escritos conmovedores de
profunda sabiduría que cuestionan los fundamentos de la apropiación
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 13 DANE,"o."c."pg."87 14 Cfr. Ley del 11
de octubre de 1821; Ley del 6 de marzo de 1832; Ley del 2 de junio de 1834 15 Juan
Friede, El indio en lucha por la tierra, Bogotá: Punta de Lanza, 1976, pg. 149 12 privada
de la tierra, de la estigmatización racial, del carácter ficticio de la democracia colombiana
y de la corrupción de la justicia.16 La investigadora canadiense Catherine Legrand,
especializada en los conflictos agrarios latinoamericanos de los siglos XIX y XX, registra
la tendencia, en los estudios sobre el agro en Colombia durante los años 30 y 40 (siglo
XX), a considerar la frontera como ! tierra libre y disponible para todos cuya colonización
resultaba en una sociedad relativamente igualitaria y próspera de pequeños propietarios"
17, tendencia que cambia a mediados de los 70 cuando una nueva generación de
historiadores y científicos descubrieron una nueva fuente de información en los archivos
del INCORA y en el Archivo Nacional, relativa a la correspondencia sobre baldíos o
enajenación de tierras públicas, enviada por pobladores locales al gobierno nacional entre
1830 y 1930, fuente que lleva a considerar la frontera ! no como alternativa al conflicto
sino como la fuente del conflicto! . La secuencia conflictiva la describe Legrand así: !
Aunque inicialmente los campesinos de subsistencia abrieron el territorio virgen y lo
pusieron a producir, unos años más tarde fueron presionados por los capitalistas, que en
busca de rentabilidad concentraron la tierra en grandes propiedades y convirtieron a los
colonos en arrendatarios. Así, las regiones de frontera no fueron más democráticas que
las áreas más antiguas del país (" ) En verdad, la mayoría de las grandes propiedades
que existen en Colombia hoy no se conformaron en el período colonial: más bien
surgieron de los baldíos en los siglos XIX y XX bajo el impulso de la economía
agroexportadora" . 18 Legrand marca dos etapas en los conflictos de baldíos anteriores a
la violencia de los 50: la primera de 1880 a 1925, en la cual los pequeños agricultores
reclaman a la autoridad nacional contener los abusos de los terratenientes, lucha legal y
pacífica que fue perdida por los colonos, ya que sus campos cultivados fueron absorbidos
por las nuevas haciendas y ellos convertidos en arrendatarios; la segunda etapa
comienza en 1928 cuando los campesinos pasan de una actitud defensiva a una ofensiva:
se rehúsan a pagar obligaciones, reivindican su estatus de colonos e invaden partes no
cultivadas de las haciendas. También comienzan
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 16 Manuel Quintín Lame, En defensa de
mi raza, Bogotá: Publicaciones de la Rosca, 1971. 17 Catherine Legrand, Colonización y
violencia en Colombia: perspectivas y debate, en !El Agro y la Cuestión Social", Bogotá:
Tercer Mundo y otros, 1994, pg. 8 18 Catherine Legrad, ibid. 13 a identificarse con
partidos políticos de izquierda. Hacia los años 40 desaparecen el arrendamiento y la
aparcería y los terratenientes prefieren el trabajo asalariado; los colonos son expulsados y
el nivel de privatización de baldíos crece precipitadamente: entre 1931 y 1945 se
privatizan 60.000 hectáreas en promedio por año, y entre 1946 y 1959, 150.000.19 Tanto
las Leyes del Llano,20 que de alguna manera expresan y proyectan las aspiraciones
sociales de los insurgentes, como el Programa Agrario de las FARC21, que constituye su
proclama fundacional en julio de 1964, toman el problema de la tierra como eje del
conflicto y alrededor del cual diseñan las soluciones prácticas, tomando la tierra como un
bien colectivo usado bajo el criterio de satisfacción de las necesidades básicas de todos
los pobladores, implantando modelos de propiedad ligados al trabajo, la producción y la
subsistencia del conjunto de la población. Se comprende que el conflicto social armado
arraiga entonces en condiciones objetivas que afectan a la capa mayoritaria de la
población. Un sector del liberalismo fue sensible al problema que esta situación planteaba
al desarrollo capitalista y en 1936 el Presidente López Pumarejo sancionó la Ley 200 que
buscaba limitar las propiedades excesivas e improductivas así como las formas atrasadas
de explotación del trabajo. Pero según el mismo documento del DANE, el cambio en los
patrones de propiedad terrateniente no fue sensible: ! antes del cúmulo de legislación
agraria era legal la propiedad sobre 50.000 y 100.000 hectáreas de extensión, que en
algunos casos alcanzaban pretensiones sobre más de un millón de hectáreas ( " )
después de este período la legislación permite todavía grandes propiedades, pero estas
se quedan en la titulación sobre 2.000, 5.000 y hasta 10.000 hectáreas, lo cual marca una
diferencia cualitativa importante en relación con la etapa anterior y significa una
adecuación sustancial de la propiedad territorial a las nuevas condiciones para el
desarrollo capitalista en la agricultura" . 22 Pero si bien la Ley 200 reglamentaba los
terrenos baldíos ampliando el acceso a la tierra a otras franjas de campesinos, en la
práctica lo que produjo fue un pánico en los terratenien-
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 19 Cfr. Catherine Legrand, op. cit. pg.12
20 Monseñor Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna: La
Violencia en Colombia - Tomo II, Bogotá: Tercer Mundo, 1964, pg. 71 y ss . !Primera Ley
del Llano $ Normas y Reglamentación Agrícola (21 artículos) $ Normas y Reglamentación
Ganadera (18 artículos)! . 21 Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Programa
Agrario de las FARC, Ediciones Resistencia, 1974. 22 DANE, o. c. pg. 83 14 tes que se
proyectó en expulsión de multitud de campesinos de las haciendas, éxodos campesinos a
las ciudades y empeoramiento de las condiciones de trabajo o pérdida del mismo. La
presión de los terratenientes llevó al Presidente López en su segundo gobierno a emitir la
Ley 100 de 1944, la cual reversó las reformas del 36. Según el DANE, sólo la Ley 135 de
1961 logró abrir un poco la frontera agrícola mediante procesos de extinción de dominio
que llegaron a cubrir cerca de un 10% de la superficie contabilizada en el censo
agropecuario de 1970/71, pero la adquisición de predios por expropiación, entre 1962 y
1970 no alcanzó a afectar ni el 1% de la superficie agropecuaria del país.23 De todos
modos, los índices de concentración de la propiedad de la tierra que el DANE registra
entre 1960 y 1970 son absolutamente escandalosos: En 1960 las fincas de menos de 10
hectáreas comprenden el 76.5% del total de fincas y ocupan un área del 8.8% de la
superficie agropecuaria del país, mientras las mayores de 50 hectáreas representan el
6.9% del total de fincas y ocupan el 75.8% de la superficie agropecuaria. En 1970 las
fincas de menos de 10 hectáreas comprenden el 73.1% del total de fincas y ocupan el
7.2% de la superficie agropecuaria, mientras las mayores de 50 hectáreas representan el
8.4% del total de fincas y ocupan el 77.7% de la superficie agropecuaria. Algunos
atribuyen la intensa violencia que vive el país en las décadas de 1930 a 1960 a conflictos
ideológico políticos, unos centrando la atención en las hostilidades interpartidistas que
enfrentaron a liberales y conservadores, otros señalando como fuente de incentivación del
conflicto a nuevas ideologías políticas socialistas o comunistas. Nadie podría negar el
revestimiento partidista e ideológico que tuvo esa violencia, sobre todo en las décadas de
los 40 y 50, pero quien quiera comprenderla en sus raíces no puede quedarse en esos
niveles superficiales. Ciertamente la lucha por la tierra se vio entreverada y agravada por
los odios partidistas, por la ideología anticomunista que impera en gobierno y partidos que
lo controlan, incentivada por la Guerra Civil Española, por la incidencia y control cada vez
más intenso de los Estados Unidos que arrastra al país a alinderarse de manera militante
en la Guerra Fría, por el influjo simultáneo del Falangismo Franquista en algunos líderes
políticos, y por la fuerza de la cruzada ideológica de la Iglesia Católica, de innegable
influjo en uno de los partidos, contra el socialismo, el comunismo y el liberalismo. Sin
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 23 DANE, o. c. pg. 91 15 embargo, entre
tantos factores de violencia que se entrecruzan, el factor más objetivo, si se analizan las
condiciones reales de vida de las gentes, y el que finalmente se proyecta en insurrección
armada clasista, es el problema del acceso a la tierra. Es sintomático que la Comisión de
Paz designada por el Presidente Lleras Camargo en su segundo período (1958- 1962)
llegó a la conclusión, según la resume Gerardo Molina, de que ! la violencia había sido
desatada por el gobierno conservador contra el liberalismo, pero que había tenido un sub-
fondo: la lucha por la tierra! . 24 Los registros de muertes, desplazamientos y parcelas
abandonadas a causa de la violencia en el campo se concentran en el período más
intenso llamado La Violencia (1948 # 1966). Paul Oquist registra 193.017 víctimas fatales;
393.648 parcelas abandonadas y 2.003.600 desplazados25, coincidiendo en grandes
cálculos con los de Monseñor Germán Guzmán.26 El contexto inmediato del nacimiento
de una insurgencia armada que aún persiste, tiene que ver con lo sucedido en varios
departamentos (Tolima, Huila, Cauca, Valle, Meta, Cundinamarca, Caquetá, Vichada) en
1964, cuando operativos militares de enormes proporciones trataron de aniquilar
concentraciones de campesinos que habían adoptado formas de resistencia organizada,
en defensa de medios elementales de sobrevivencia, frente a la exclusión y persecución
violenta de hacendados respaldados por los poderes vigentes.27 La previa
estigmatización mediática de esas comunidades mediante el calificativo inadecuado de !
repúblicas independientes" ; el bloqueo a un diálogo de personalidades políticas y
sacerdotes con los campesinos victimizados para conocer sus problemas y propuestas,
bloqueo en el cual el Arzobispo Primado tuvo también una ineludible responsabilidad; la
magnitud más que exagerada de la fuerza de ataque apoyada en 16.000 hombres en
armas, con un costo calculado en 373 millones de pesos de la época, con participación de
al menos 14 aeronaves """"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 24 Gerardo
Molina, Las Ideas Socialistas en Colombia, Bogotá: Tercer Mundo, 1987, pg. 314 25 Paul
Oquist, Violencia, Conflicto y Política en Colombia, Bogotá: Biblioteca Banco Popular,
1978, pgs. 322-324. 26 Germán Guzmán Campos, La Violencia en Colombia, Cali: Ed.
Progreso, 1968, pgs. 341- 350 27 Ataque militar a Marquetalia: entre mayo y septiembre
de 1964; ataque militar a El Pato y Guayabero: marzo de 1965, zonas sometidas a
bloqueo económico desde septiembre de 1964; ataque militar a Ríochiquito: septiembre
de 1965. 16 de guerra de los Estados Unidos y el monitoreo permanente de agentes
estadounidenses;28 la crueldad de las torturas y detenciones y la perversidad de los
procedimientos represivos que fueron utilizados, incluyendo armas químicas y
bacteriológicas, vedados en todos los tratados internacionales, todo esto minuciosamente
documentado en testimonios de primera mano por Monseñor Guzmán29, impone una
conclusión ineludible de ilegitimidad del Estado que allí se revela. De allí que la proclama
rebelde del 20 de julio de 1964 en Marquetalia,30 en la que se anuncia el levantamiento
en armas sostenido por víctimas de tanta ignominia, no puede menos que bloquear
moralmente toda censura por parte de quienes se sienten interpelados por principios
básicos de una ética universal. Mucho se discute sobre lo que hubiera ocurrido si el
gobierno no hubiera arremetido con tanta barbarie sobre las comunidades campesinas
que consideraba como !repúblicas independientes" , opinando algunos # entre ellos
Jacobo Arenas, uno de los líderes históricos de las FARC- que quizás ! no habrían nacido
las FARC" 31. Dicha arremetida llena de horrores fue de todos modos ampliamente
repudiada. Como lo afirma Eduardo Pizarro: ! Sin duda, la invasión militar a Marquetalia
se constituirá en un monstruoso error histórico por parte de la clase dirigente
colombiana" . 32 Pocos meses después, con la toma de la población santandeareana de
Simacota, el 7 de enero de 1965, se dio a conocer públicamente otra estructura
insurgente: el Ejército de Liberación Nacional, cuyos Principios Programáticos serían
publicados pocas semanas después. Simultáneamente en la región norteña de los ríos
Sinú, San Jorge y Cauca (departamentos de Córdoba, Sucre y Antioquia) se venían
preparando otros destacamentos armados, inspirados en los principios del Partido
Comunista de Colombia Marxista Leninista, que como disidencia de orientación Maoista
se había separado del tronco del PCC y se había consti-
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 28 Todo planificado como una operación
de alcance continental ! Latin America Security Operation $ LASO-" diseñada en 3 etapas:
la primera de guerra psicológica tendiente a infiltrar, cooptar la población y contratar
delatores, apoyándose en los Cuerpos de Paz y organizaciones humanitarias; la segunda
bloqueo económico y alimentario del área, y la tercera de agresión militar abierta de
aniquilación. 29 Monseñor Germán Guzmán Campos, op. cit., pg. 417 a 450 30 Allí se
definen como Movimiento Guerrillero, el cual se ampliará en la Primera Conferencia
Guerrillera realizada en Riochiquito en septiembre de 1965 como Bloque Sur, y en la
Segunda Conferencia del Bloque Sur, realizada entre abril y mayo de 1966 comienzan a
denominarse como Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia $ FARC-. 31 Jacobo
Arenas en respuesta a la periodista Olga Behar, citado por Eduardo Pizarro: Las FARC $
de la autodefensa a la combinación de todas las formas de lucha, Bogotá: Tercer Mundo,
1991, pg. 168. 32 Eduardo Pizarro, op. cit. Pg. 189 17 tuido como PCC-ML en marzo de
1964, formalizando su brazo armado como Ejército Popular de Liberación en 1967. En los
documentos programáticos de estas nuevas estructuras insurgentes se destaca la
prioridad que se da al problema de la tierra en propuestas de reforma agraria bastante
convergentes con la de las FARC, y la justificación que se expresa de su género de lucha,
en la imposibilidad de buscar reformas por vías legales o actividades políticas legales.
Seguramente está en el primer plano de la conciencia de todos estos insurgentes la
brutalidad de respuesta estatal a las comunidades del sur, en las modalidades de
exterminio de las mal llamadas !repúblicas independientes" . En enero de 1974 aparece
también como estructura insurgente el Movimiento 19 de Abril # M-19, justificando su
lucha en el fraude electoral del 19 de abril de 1970, el cual les habría demostrado que las
elecciones no son el camino para obtener el poder. El asesinato de 50 personas que
participaban en el paro cívico del 14 de septiembre de 1977 reveló la existencia de otra
estructura armada denominada Autodefensa Obrera # ADO-, la cual tomó retaliación por
esas muertes asesinando al que era Ministro de Gobierno. Ya en los años 80 aparecieron
nuevas estructuras insurgentes, entre ellas la de origen indígena o Comando Quintín
Lame, el cual justificó su lucha como respuesta a la brutalidad de las acciones militares
contra las recuperaciones de tierras de los resguardos y en el asesinado del sacerdote
indígena Álvaro Ulcué, reconocido líder de la etnia Nasa. Es entonces evidente que desde
mediados de los años 60 Colombia es un territorio en guerra interna. Desde finales de los
años 60 del siglo XX las diversas estructuras insurgentes van copando territorios,
predominantemente rurales (en los departamentos de Tolima, Huila, Cundinamarca,
Cauca, Valle, Meta, Caquetá, Guaviare, Vichada, los departamentos de la Costa Caribe,
Antioquia, los Santanderes, Boyacá, Arauca y Casanare). En algunas zonas la brutal
represión del Estado impulsa columnas de marcha de trashumantes que se establecen en
zonas selváticas de colonización donde en las mismas décadas se establecen los cultivos
de coca y se desarrolla el comercio de drogas ilícitas. El entrecruce de la ! guerra contra
las drogas" y la ! guerra contra la insurgencia" , ambas orientadas y monitoreadas por los
Estados Unidos (la DEA y la CIA), da pie para análisis muy contradictorios. Catherine
Legrand33, citando a varios investigadores colombianos,
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 33 Catherine Legrand, op. cit., pg. 15 y ss
18 muestra cómo en algunos momentos la guerrilla y los cocaleros convergen en su lucha
contra el Estado; los cocaleros consideran positivo el control social o Estado de facto que
ejerce la guerrilla para poner orden en las regiones, a la vez que la guerrilla encuentra
formas de financiación propia mediante los impuestos que cobra, por gramaje, a los
cocaleros, pero también hay momentos o zonas donde las dos fuerzas se enfrentan
porque buscan objetivos contrarios. Sin embargo, a partir de los años 80, la fusión
progresiva de los cocaleros más poderosos o narcotraficantes con el paramilitarismo,
hace que la guerra asuma contornos más dramáticos. El narco-paramilitarismo inicia un
descomunal despojo de tierras mediante masacres y desplazamientos masivos de
población, desde los años 80 hasta el presente, que causa alrededor de 6 millones de
desplazados forzados y usurpa alrededor de 8 millones de hectáreas de tierra. En el
mismo período los monitores estadounidenses de la guerra interna acuñan el término !
narco-guerrilla" mediante el cual justifican la intervención en el conflicto interno social y
armado de Colombia, algo que viola profundamente los principios del derecho
internacional de no intervención en asuntos internos de otros países. Si ya la escandalosa
y socialmente insoportable concentración de la propiedad de la tierra había hecho estallar
el conflicto armado en los 60s, en las décadas que siguieron (1970 a 2011) el despojo
violento y el abandono forzado de tierras agravaron en gran medida la causa principal del
conflicto. En una encuesta realizada por Alejandro Reyes Posada en 1995, la cual cubría
el período 1980 # 1995, se muestra que en 409 municipios de 28 departamentos (42% del
territorio nacional) los narcotraficantes compraron las mejores tierras. El autor resume así
los efectos de este fenómeno: ! En primer término ha contribuido a elevar los niveles de
concentración de la propiedad en pocas manos, con el consiguiente aumento del
desplazamiento de campesinos a frentes de colonización y ciudades. En segundo
término, ha sobrevalorado las tierras, desestimulando con ello el ingreso de empresarios
agrícolas y ganaderos al mercado. En tercer término, ha financiado la vinculación de las
estrategias públicas y privadas de contrainsurgencia, que les disputan dominios
territoriales a las guerrillas y aterrorizan a la población rural, aumentando los niveles de
violencia. Por último, ha reforzado una pauta ineficiente de destinación de las mejores
tierras del país a la ganadería extensiva, en perjuicio de la agricultura y los bosques" 34
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 34 Alejandro Reyes Posada: Guerreros y
campesinos, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2009, pg. 74-77 19 Más adelante, en la
misma obra, Reyes se refiere a otra encuesta realizada en 10 departamentos (los 7 de la
Costa Caribe más Antioquia, Chocó y Meta) entre 1997 y 2007 que es el período más
intenso de acción de las AUC; allí registra el despojo de 744.580 hectáreas por los
paramilitares, quienes desplazaron violentamente en ese período y esas zonas a 985.566
campesinos35. Por su parte el Proyecto Protección de Tierra y Patrimonio de la Población
Desplazada # PPTP- calcula el total nacional de predios abandonados entre 1994 y 2010,
en 8.4 millones de hectáreas36. Todo evidencia que en las tres últimas décadas el
problema del acceso a la tierra, cuya no solución originó y continuó incentivando el
conflicto armado desde los 60s, no ha cesado de agravarse. El ex Ministro de Agricultura
Juan Camilo Restrepo Salazar, al referirse a las últimas cifras disponibles sobre la
concentración de la propiedad de la tierra (Instituto Codazzi 2012) afirma: ! muestran
cómo el 4.2% de la tierra (parcelas menores de 5 hectáreas) está en manos del 67.6% de
los propietarios, al paso que el 46.5% de la tierra (propiedades de más de 500 hectáreas)
la posee el 0.4% de los propietarios" . Allí mismo afirma: !Colombia muestra un índice de
GINI altísimo, acaso uno de los más inequitativos del mundo, como puede verse en el
cuadro 5" 37. Dicho cuadro muestra, para 2009 (último año allí registrado), un índice de
GINI de 0.885. El problema de la tierra para las comunidades indígenas no es tampoco un
problema resuelto. La Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre el
Desplazamiento (2013), conceptúa que el 34% de los 768 resguardos coloniales y nuevos
! carece de las condiciones para garantizar con seguridad el futuro de las comunidades,
debido a la relación entre población y superficie y otros factores como la baja calidad o el
agotamiento de los suelos" 38. Dicha Comisión hace un estimativo de 1.192.628
hectáreas adicionales necesarias """"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 35
Alejandro Reyes Posada, op. cit. pg. 111 y ss. En cada contexto departamental el autor
hace entrevistas que le revelan el modus operandi de los paramilitares hasta su ficticia
desmovilización. 36 Centro Nacional de Memoria Histórica: Justicia y Paz $ Tierras y
Territorios en las Versiones de los Paramilitares, Bogotá, 2012, Pg. 64. 37 Juan Camilo
Restrepo Salazar y Andrés Bernal Morales: La Cuestión Agraria, Penguin Random House
Grupo Editorial, Bogotá, 2014, pp. 126 - 127 38 Comisión de Seguimiento a la Política
Pública sobre el Desplazamiento Forzado: Reflexiones sobre la ruralidad y el territorio en
Colombia, Publicaciones OXFAM, Bogotá, 2013, pg. 202. 20 para ampliar los 268
resguardos minifundistas. Además se estima que en 8 departamentos estudiados existe
una población de 287.635 indígenas que carecen de tierra legalizada. Pero fuera del
reconocimiento de propiedad colectiva de la tierra, los territorios indígenas enfrentan
problemas muy graves como: presencia de colonos en los resguardos; invasión de
agroindustrias, de empresas mineras, de cultivadores y traficantes de coca, de actores
armados y el traslape de los territorios con parques naturales. Luego de 30 años de
despojo violento de tierras (1981 # 2011), sin contar los períodos anteriores no menos
violentos, el actual Gobierno del Presidente Santos expidió la Ley 1448 de 2011 que
contempla mecanismos de devolución de las tierras despojadas o forzadamente
abandonadas, pero sus dispositivos han sido tan ineficaces que, como lo denuncia un
Magistrado del Consejo Superior de la Judicatura, mientras se había programado resolver
160.000 casos en los 4 primeros años de vigencia de la ley, pasados 3 años sólo se han
solucionado 1434 casos, no llegando la ejecución siquiera al 1%39. Pero, como se afirmó
al comienzo de este acápite, el acceso a la tierra tiene una radical proyección en la
satisfacción de tres de las cinco necesidades básicas del ser humano: la alimentación, la
vivienda y el trabajo/ingreso. Por ello necesariamente la negación del acceso a la tierra se
proyecta en el deterioro o precariedad de la satisfacción a dichas tres necesidades
básicas. Un brevísimo diagnóstico de esos tres campos, en el tránsito de los años 90 a los
primeros años de este milenio, nos muestra lo siguiente: Respecto al derecho a la
ALIMENTACIÓN, si a mediados de los años 90, 147 de cada mil personas sub-nutridas
en América Latina eran colombianas, a comienzos de los 2000 la proporción subió a 173,
hallándose el país muy por debajo del mínimo de consumo requerido en kilocalorías
establecido por la FAO. Al mismo tiempo, la producción per cápita de alimentos básicos
bajó sensiblemente en Colombia a partir de 1990 (entre 1990 y 2001 tuvo un descenso
del 13.2%), por lo cual el Coeficiente de Autosuficiencia Alimentaria bajó de de 0.91 en
1990 a 0.64 en 2001; los tratados de libre comercio han agravado enormemente este
problema: los alimentos importados pasaron de 252.516 toneladas en el primer trimestre
de 2011, a 385.196 toneladas en el primer trimestre de 2012 y además el valor de su
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 39 Cfr. Declaraciones del Magistrado
Néstor Raúl Correa, El Tiempo, octubre 1 de 2014. 21 importación se incrementó en un
54.2%. La sola importación de lácteos aumentó en 543.4% en ese período40. La presión
de potencias extranjeras obliga a Colombia a importar y a utilizar sólo 5.3 millones de
hectáreas de los 21 millones con vocación agrícola existentes. Todo esto se relaciona
evidentemente con la pobreza, ya que la población bajo línea de indigencia ha ido en
aumento: pasó de 20.4% en 1991 a 31.1% en 2003, siendo muy dramática en el ámbito
rural: 53.3%41. Respecto al derecho a una VIVIENDA DIGNA, sobre la base de la
Encuesta de Calidad de Vida del DANE en 2003, Planeta Paz calculó el déficit cuantitativo
de vivienda en un 15.8% el cual afecta a 1.760.000 hogares, ya por carencia total, ya por
su estructura deficiente, ya por carencia de espacio mínimo de privacidad (hacinamiento).
El déficit cualitativo (por carencia de servicios o precariedad de materiales) lo calculó en
34% (3.667.880 hogares), siendo mucho más agudo este déficit en áreas rurales, donde
afecta al 85.1% de hogares. En zonas de riesgo están ubicadas 1.850.000 viviendas42.
Desde que, en los años 80, a impulsos de la ideología neoliberal, desaparecieron las
instituciones estatales que atendían este campo: el Instituto de Crédito Territorial y el
Banco Central Hipotecario, su atención se entregó al sector privado que sometió este
derecho a su criterio básico de rentabilidad. Primero la UPAC y luego la UVR ligaron los
costos de la vivienda financiada a la variación lucrativa del dinero, donde el sector
bancario ligado a órganos del Estado ha tenido poder decisorio; esto hace que el pago a
crédito de las viviendas arruine a millones de familias. La Red de Colombianos Unidos por
Nuestros Derechos Constitucionales # REDCUNDECON- ha denunciado innumerables
abusos que llevan a que las deudas se multipliquen día a día y eleven los costos
crediticios a 4 o más veces (en algunos casos hasta 12 veces) lo pactado. Según dicha
organización, los procesos ejecutivos en 1999 ascendieron a 556.000 y en 2003 a
347.000; los juzgados civiles entre 1996 y 2004 adelantaron 50.000 procesos ejecutivos
hipotecarios en promedio anual (contra 1.350.000 familias) y
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 40 Cfr."Portafolio,"28"de"mayo"de"2012.
41 Luis Jorge Garay y otros: Colombia: Diálogo pendiente $ Documentos de política
pública para la paz - Volumen I, Ediciones Planeta Paz, Bogotá, 2005, pg. 225-245.
Artículo del Senador Jorge E. Robledo: Página Web: Polo-Moir, octubre 10 de 2014. 42
Luis Jorge Garay y otros: Colombia: Diálogo pendiente $ Documentos de política pública
para la paz, Volumen II, Ediciones Planeta Paz, Bogotá, 2007, pg. 204 - 217 22 hasta
2008 registraron 500.000 familias desalojadas por el sistema bancario, calculando un
promedio de 300 desalojos diarios. Redcundecon ha denunciado desacatos del Gobierno
a varias sentencias de la Corte Constitucional que han tratado de amortiguar los
abusos43 y ha repudiado el sometimiento del poder judicial y de los órganos de seguridad
del Estado a los intereses de los banqueros, en violación flagrante de las leyes44.
Respecto al EMPLEO / INGRESO, el monstruoso desarraigo y despojo por causa de la
violencia ha lanzado a millones de colombianos al rebusque de la supervivencia. La
Encuesta de Calidad de Vida del DANE en 2003 registraba sólo un 46% de la población
ocupada como asalariada; un 46.1% como independiente o ! cuenta propia" , y un 6.9%
como no remunerada. Sin embargo, tampoco la población asalariada llena los indicadores
mínimos de calidad del empleo45, sólo los llena el 23% y entre la población ocupada
independiente o ! cuenta propia" sólo los llena el 3.6%. En general, en el mercado laboral
predomina la informalidad: 80% en la agricultura; 65% en la minería; 60% en el comercio;
45% en la manufactura y 25% en el sector financiero. En la categoría de ! deficiente
inserción laboral" se encontraba en 2003 el 41.3% de la población ocupada, ya por no
tener remuneración alguna, ya por no tener afiliación a sistemas de salud o de pensiones
o por devengar una remuneración inferior a un salario mínimo legal. Por su parte, el
salario mínimo legal, confrontado con la inflación pasada, permanecía en 2003 en el nivel
de 1984 y, según los análisis de Planeta Paz, sólo permite cubrir la canasta de indigencia
de un hogar promedio, sin alcanzar a cubrir la canasta de pobreza. En 2006 el porcentaje
de población ocupada que devengaba menos de un salario mínimo, en el sector
independiente era de 56%, llegando sólo un 17% a devengar un salario mínimo completo,
y en el sector asalariado el 14.5% devengaba menos del mínimo y el 23.4% se ubicaba en
el mínimo. Las estadísticas muestran además que en los últimos 15 años, el 75% de
nuevos empleos se ubican en el sector """"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 43
Sentencias C-383/99; c-700/99; C-747/99; C-955/00; T-112/03; SU-813/07 44 Cfr.
REDCUNDECON: La Lucha por la Vivienda Digna, Bogotá, 2009 45 Se consideran estos
5 indicadores mínimos: 1) salario por hora equivalente o superior a lo estipulado por el
salario mínimo legal mensual; 2) afiliación a un sistema de seguridad en salud; 3)
afiliación a un sistema pensional; 4) afiliación a un sistema de riesgos profesionales; 5)
límite razonable de horas de trabajo. 23 independiente o ! cuenta propia" , a través de
modos de prestación de servicios o de cooperativas de trabajo46. Adicionalmente, la
satisfacción a la necesidad básica de LA SALUD se ha ido dejando progresivamente en
manos del sector privado, el cual la somete a su criterio de máxima rentabilidad.
Tratándose del sufrimiento humano, tal política de mercantilización por parte de un Estado
suscita profunda repugnancia ética, pero además el sistema colombiano de salud está
colapsado desde hace años, dada la baja calidad y enorme corrupción que lo afecta,
fallas que hunden sus raíces en el criterio nuclear de su mercantilización. Se impone
concluir este capítulo reconociendo que el Estado colombiano no ha asumido
responsablemente la satisfacción de las necesidades básicas de su población mayoritaria
y, en tal sentido, ha venido incumpliendo esta primera obligación frente a sus ciudadanos,
una de las dos fundamentales que apuntan a lo esencial de la pertenencia a una empresa
común: la satisfacción, en niveles dignos y humanos, de las 5 necesidades básicas de
todo ser humano en sus ciudadanos, en la cual descansa gran parte de su legitimidad
como Estado, autorizando en consecuencia la disolución de sus vínculos constitutivos con
sus ciudadanos, mirados desde la esencia más nuclear de una democracia. Pero más
grave aún que el incumplimiento de esas obligaciones de manera sistemática y estructural
en el período básico de toda una generación, es el hecho de que ha reprimido con
ferocidad ilegítima el reclamo constante de los sectores victimizados por esa falla radical.
La brutalidad de la respuesta a los movimientos de autodefensa de Marquetalia en 1964
se ha reproducido de manera permanente frente a la protesta social y la oposición
política, hasta llegar a las brutalidades del ESMAD en contra de los participantes en los
dos últimos paros agrarios nacionales (2013 y 2014)47. Si bien frente a la negación de
derechos debe ser posible recurrir a los derechos remediales que se expresan en la
búsqueda de justicia y en la """"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""" 46 Luis Jorge
Garay y otros: Colombia: Diálogo pendiente - Documentos de política pública para la paz,
volumen II, Ediciones Planeta Paz, Bogotá, 2007, pg. 84 -110 y 123 # 174. 47 La revista
NOCHE Y NIEBLA del Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del
CINEP, en sus números 48 y 49 (2013 / 2014) ha registrado en detalle dichas
modalidades brutales de represión de la fuerza pública contra los participantes en los dos
últimos paros agrarios. 24 transformación participativa de las estructuras injustas, la
oclusión de esos derechos remediales va legitimando progresivamente el recurso al último
derecho remedial que es la rebelión o disolución de todo vínculo entre ciudadanos y
Estado.

Foro la violencia en los años 50


ESTE FORO ES OBVIAMENTE CUANDO TENGAMOS PLATAFORMA ENTONCES

CONVERSAR CON UNA PERSONA ENTRE 70 AÑOS O MAS SOBRE LO QUE RECUERDA DE LA
VIOLENCIA EN LOS AÑOS 50Y COMO SE VIVIA LA GUERRA Y RELATARLA EN EL FORO.

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