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Abordar el proceso de educación es ciertamente complejo, si se tiene en cuenta que implica por
lo menos el análisis de dos interrogantes que han movido la curiosidad de psicólogos, pedagogos,
filósofos y sociólogos. Dos interrogantes que se relacionan con la idea del hombre por conocerse. El
primero es el relacionado con lo que Husserl diría: cómo se llega a ser lo que se es?, lo que implica
un análisis que trasciende el proceso de conocimiento. El segundo, relacionado con el análisis de la
naturaleza y organización de ese conocimiento referido al qué ocurre cuando se educa?
El qué ocurre cuando se educa, se ha intentado explicar desde el aprendizaje, pues se supone
que lo que ocurre es que se aprende algo. Pero, acaso el aprendizaje es todo lo que el ser humano
necesita para ser lo que es?
Se podría aceptar que en la constitución de nuestra naturaleza humana intervienen procesos
tanto biológicos como culturales y sociales. Las teorías de la psicología sociocultural de Vigotski y
sus colaboradores1 que ponen el empeño en las mediaciones simbólicas son una buena base para
sostener esta idea, así mismo las teorías del construccionismo social de Shotter (2001), según las
cuales los procesos de desarrollo humano estarían ligados a la construcción y de - construcción de
imaginarios sociales.
Bower y Hilgard (1996), consideran a propósito que han existido varias teorías que intentan
explicar el proceso de aprendizaje:
Esta categorización de Bower y Hilgard, no tiene en cuenta una cuarta teoría que se comienza a
visualizar en el ámbito educativo a partir de las propuestas de Rousseau en relación al
autodesarrollo y que ha sido acogida entre otros como Piaget, con la teoría de la desequilibración -
equilibración - acomodación y Vigotski con la teoría del aprendizaje social; dicha teoría es rescatada
por Pozo (1994) y Murcia Taborda y Ángel (1998), como las teorías de la reestructuración. Son
aquellas que asumen el aprendizaje humano no como proceso acumulativo correspondiente a las
relaciones directas estimulo-respuesta, ni sujeto al Insigth dado por el entorno, sino que el
aprendizaje humano es ante todo un proceso reestructurativo, en el cual los conceptos y
proposiciones internalizadas se reestructuran permanentemente mediante otros conceptos y
proposiciones que se van objetivando.
Considerar una educación desde la reestructuración, es reconocer que el "ser humano", no está
dado únicamente por la naturaleza genética y biológica, sino y básicamente, por una naturaleza
cultural y social; esto es, como lo afirma Savater (1997), no nacemos humanos sino que llegamos a
serlo, gracias a nuestra característica inacabada, que además de necesitar un proceso de
Hominización (madurar, desarrollarse como tal, desde lo biológico) necesita de un proceso de
humanización (volverse humano).(Trigo y Colaboradores 2000: 53)
En tal sentido, sería necesario asumir la idea de ambigüedad kantiana en tanto no nacemos
siendo lo que llegamos a ser.
Es necesario tomar como referente la idea central de las teorías socioculturales en tanto: en la
medida del conocimiento de los demás nos conocemos a nosotros mismos y ese proceso de
autoconocimiento se logra de la mejor forma cuando existen mediaciones intencionadas.
Pero estas consideraciones respecto a la educación, necesariamente nos lanzan a nuevas formas
de relación en el acto educativo, a nuevas formas de relación pedagógica. Formas que bien podrían
estar consideradas desde las mediaciones socioculturales en un proceso de reestructuración del
conocimiento; lo que se resignifica son los conocimientos previos que el estudiante posee y para
ello se puede acudir a los instrumentos psicológicos que propone Vigotski, en cuyo caso se
consideraría la medicación como base para la constante resignificación de los pre-conceptos. Aquí
se llega a nuestra naturaleza humana desde las proximidades sociales y culturales que vamos
enriqueciendo incluso desde antes de nacer. Formas que podrían asumirse también, desde las
propuestas de desarrollo y crecimiento expuestas por Piaget, en cuyo caso, la base de nuestra
naturaleza humana no estaría dada por las relaciones socioculturales sino por nuestra naturaleza
biológica y psicológica que es influida por el ambiente.
Pero en cualquiera de los casos, tanto en los desarrollos de Vigotski como en las propuestas de
Piaget, es fundamental la socialización; o bien para enriquecer lo que nuestra naturaleza biológica
nos presenta o bien para adoptar una naturaleza que se va dando desde estas relaciones con el
entorno.
Está claro que no llegaríamos a ser lo que somos, no lograríamos nuestra naturaleza humana, de
no ser por los procesos de socialización que tenemos durante toda nuestra historia de vida. Este
principio se evidencia tanto en el desarrollo filogenético como ontogenético, pues gracias a que
somos de naturaleza social nos hemos formado también como especie.
Gracias a la socialización que iniciamos en nuestras familias nos introducimos al mundo simbólico
de las culturas, aprendemos a conocer al otro y la naturaleza de los otros, no mediante lecciones
escritas, diría Savater, sino mediante la introducción de nuestra naturaleza humana y en la
naturaleza humana de los demás: de los grupos, de las personas, de las instituciones y de las
organizaciones creadas por personas e instituciones; gracias a la socialización, llegamos a
constituirnos como seres humanos.