Comentario crítico del tema 2 de Las hablas andaluzas y el español de
América
En este tema se trata la cuestión de la historia lingüística de Andalucía, valiéndose
de ella para encontrar los posibles orígenes y fundamentos de las variedades del español presentes en la región. En base a ello se obtienen interpretaciones muy dispares sobre la identidad de esta realidad lingüística, distinguiéndose dos tendencias principales que las agrupan: por un lado, la consideración del andaluz como un ente diferenciado y particular –un dialecto o incluso una lengua, como sostiene Juan Porras Blanco (2009)– o, por otro lado, como un grupo de hablas no muy lejanas de la norma y que puede compartir poco más que su ubicación geográfica –con matices, esta tendencia es más próxima a la de autores como Narbona, Cano y Morillo (1998)–. Se considera que la historia del español en Andalucía comienza con la conquista de la región por los reinos cristianos durante la Edad Media, aunque no parece conveniente obviar ni menospreciar la presencia de un importante sustrato latino previo: el mozárabe o romance andalusí. Este dialecto ibérico del latín, surgido en paralelo al castellano, fue hablado por los habitantes de Al-Andalus y estaba fuertemente influenciado por el árabe, la lengua predilecta de las clases altas. Aunque fue utilizada por personas de todos los estratos sociales, esta lengua convivió en situación de diglosia con el árabe, frente al que fue perdiendo influencia casi hasta su desaparición en los últimos años de la Reconquista, momento en el que terminó siendo absorbido por la nueva lengua romance de los conquistadores –algunos dudan incluso que el mozárabe y el castellano llegaran a convivir–. A pesar de esta situación, parece poco probable que el mozárabe no condicionase en buena medida la evolución del castellano en la región en la que pervivió durante más tiempo, como también lo hizo el árabe, a pesar de ser una lengua muy distinta. El impacto real de esta influencia arábiga y mozárabe es discutida por quienes desean minimizar las particularidades andaluzas, al tiempo que, para el otro bando, llega incluso a justificar la existencia de una “lengua andaluza”, muy castellanizada, de la misma manera que el asturiano existe por evolución del dialecto histórico asturleonés o el gallego del galaicoportugués. El primer grupo justifica su postura en la represión, primero, de los mozárabes por almohades y almorávides y, después, en la de los mudéjares por los cristianos y las expulsiones de moriscos, que, supuestamente, habrían acabado por erradicar toda herencia cultural no proveniente de los reinos cristianos del norte; el segundo grupo duda del alcance efectivo de dicha represión, del éxito de las expulsiones e incluso refieren numerosos casos de moriscos retornados poco después de su expulsión. Por otra parte, según argumentan algunos autores, los arabismos y mozarabismos se encuentran en el andaluz en la misma cantidad que en el español estándar. Esto no debería extrañar, puesto que Andalucía, tanto por su tamaño, como por su posición estratégica y su alta densidad poblacional, ha supuesto siempre una parte importante de España y, como tal, indispensable en la conformación del país y su idioma, aunque la norma andaluza haya sido siempre un poco distinta a la estándar. Al español se han incorporado muchos arabismos, pero su uso en las regiones norteñas es mucho menos frecuente que en el sur de la Península; la explicación del hecho mediante un supuesto carácter arcaizante del andaluz que retendría palabras del castellano antiguo no convence demasiado, en primer lugar, porque en realidad se trata de uno de sus dialectos más innovadores y, en segundo lugar, porque el mismo fenómeno no se produce en las lenguas y dialectos peninsulares más arcaizantes, como el asturiano o el aragonés, que también incorporaron dicho léxico en la misma época, pero en los que ha gozado de menor éxito.
No obstante, reconociendo la mayor o menor importancia de dicho sustrato
histórico, lo cierto es que buena parte de los rasgos definitorios de las hablas de Andalucía surgen más tarde, al igual que surgen muchos otros rasgos del español central –el reajuste de sibilantes tiene lugar en los siglos XVI y XVII, lo que da origen al seseo o el ceceo– y, por supuesto, del español americano. Américo Castro (1924) considera que el andaluz es una evolución in situ del castellano llevado por los colonos en el siglo XIII, aun reconociendo con ello su estatus de dialecto. Si bien gran parte de los rasgos definitorios del andaluz se encuentran también en otras muchas zonas hispanohablantes y por diversas causas –en muchos casos por la emigración de los andaluces, como en el caso del español americano, aunque algunos autores discuten este punto–, y no todos ellos se encuentran en todas las zonas que conforman el espacio geográfico de Andalucía, parece innegable que existe en la región y fuera de ella la conciencia de una manera de utilizar el lenguaje diferenciada, aunque no esencialmente distinta, del español estándar, que permite a cualquier hispanohablante identificar la procedencia andaluza de su interlocutor mediante su forma de hablar, principalmente por la pronunciación y el léxico.
Todo lingüista debe aspirar a conservar un punto de vista neutral, objetivo y
científico, dejando de lado sesgos ideológicos. Puesto que términos como habla, dialecto o lengua son mayormente convencionales, lo pertinente es seleccionar aquel que resulte más funcional para la descripción del ámbito lingüístico andaluz. El término habla resulta insuficiente para hacer referencia a una realidad lingüística tan diversa y sería mejor reservarlo para casos más acotados –por ejemplo: “el habla de los Pedroches”–, tampoco su uso en plural parece idóneo, pues sugiere que la relación entre las diversas “hablas andaluzas” no pasa de la continuidad geográfica, a pesar de que, socialmente, configure una identidad propia y casi indivisible: al oírlo hablar, cualquier hispanohablante reconoce generalmente a un andaluz como “andaluz”, y muy rara vez de otra manera, por ejemplo, por la provincia, lo que exige un conocimiento mucho más exhaustivo de la zona. Tampoco la categoría lengua parece en absoluto acertada para el andaluz: no es asumido como tal por la práctica totalidad de sus hablantes y sus argumentos gramaticales o históricos son demasiado inconsistentes; las distintas propuestas de dotar al andaluz de una ortografía o de una gramática normativa –como las de Juan Porras Blanco (2009) o Gorka Redondo Lanzas (2015) y otros miembros de la ZEA (Zoziedá pal Ehtudio’el Andalú)– son totalmente respetables, pero no implican en ningún caso un cambio en su naturaleza lingüística; las lenguas existen porque alguien las habla, no necesitan que nadie las escriba ni las reglamente, aunque esto pueda ayudar para afianzar su estatus político. Por lo tanto, con mayor o menor discrepancia en varios puntos, la conclusión parece ser la misma a la que llegó Manuel Alvar cuando dijo: “Lo mejor es llamar dialecto al andaluz. La palabra dialecto especifica muy bien lo que queremos decir” (recogido en El País por Belausteguigoitia, 1999). Este término es rechazado por algunos sectores de la población debido a supuestas connotaciones negativas, lo cual no se sostiene en absoluto por su uso científico: cualquier hablante de español utiliza uno de los muchos dialectos en los que se divide la comunidad hispanohablante, sin que ninguno resulte en ningún caso inferior a otro. El término resulta, por lo tanto, plenamente funcional y apropiado. Referencias bibliográficas
Belausteguigoitia, S. (1999, 30 de noviembre). “Lo mejor es llamar dialecto al
andaluz”. El País. Recuperado de: https://elpais.com/diario/1999/11/30/andalucia/943917753_850215.html
Castro Quesada, A. (1924). El habla andaluza. Lengua, enseñanza y literatura.
Narbona Jiménez, A., Cano Aguilar, R., Morillo-Velarde Pérez, R. (1998). El
español hablado en Andalucía.
Porras Blanco, J. (2009). Normah ortográfikah pa la Trahkrizión del Andalú.
Recuperado de: http://www.zea-andalu.com/empieze/propuehtah-ortográfikah/
Redondo Lanzas, G. (2015). Normâ ortográficâ pa l’andalú. Recuperado de: