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Sara Ocampo Bermúdez

Silencio

Antes de abordar una reflexión propia acerca de la palabra silencio, y más allá de
aventurarme a dar un significado a esta palabra que a su vez es tan polisémica y parece
esconder ella misma, en su significado, aquello indecible del lenguaje del lenguaje que nos
hablaba Wittgenstein. Ahora bien, la palabra silencio proviene del sustantivo latino
silentium y del verbo silere que indica el acto de estar callado; para significar el acto de
estar callado, hacer silencio o callar en latín existían también dos verbos sileo y taceo,
“ambos usados como transitivos o intransitivos, el primero, era frecuente en la época
arcaica, en cambio, Sileo, apenas se usaba en la época imperial, a excepción de poetas y
autores en general” (Fontaine, 2012), sileo indicaba, no como tranquilidad o ausencia de
ruido o movimiento, sino más bien para referirse a objetos inanimados como la noche, el
mar, el viento, entre otros.

Ahora bien, ya que tenemos ciertos registros etimológicos sobre el concepto de


silencio, aportaré algunos significados expuestos en los diccionarios, el primero es el dado
por la Real Academia del Español quien significa el silencio así:

“Abstención de hablar”, “Falta de ruido: El silencio de los bosques, del claustro,


de la noche”, “Falta u omisión de algo por escrito: El silencio de los historiadores
contemporáneos. El silencio de la ley. Escríbeme cuanto antes, porque tan largo
silencio me tiene con cuidado”, “Pasividad de la Administración ante una petición
o recurso a la que la ley da un significado estimatorio o desestimatorio”, “Toque
militar que ordena el  silencio a la tropa al final de la jornada” y “Pausa musical”

Así las cosas, se puede comenzar a realizar un esbozo sobre el concepto de silencio
a partir de estos datos o regimientos que nos aporta la regla, y podemos atribuir al silencio
como una ausencia, falta, omisión, negación a hacer algo o decir algo, el silencio como
rechazo a algo, en este caso, rechazo al ruido o a la acción de hablar o producir sonido, el
silencio también como un suplicio, como un resguardo, el silencio como secreto, como
artefacto oculto. Igualmente otra herramienta que nos aporta información lingüística sobre
está palabra es el diccionario de Térreos (1786) que dice sobre el silencio como “algo
relativo, opuesto al ruido, bulla, grito, tumulto y habla”

A partir de estas bases teóricas se puede comenzar a entender un poco la palabra


silencio, comprenderla, quiero decir, en su sentido más simple y estructurado, el silencio
dentro de aquello que nos rige lingüísticamente, sin embargo la elección de esta palabra se
da dentro del abordaje semiótico de gran complejidad y ambigüedad que tiene, tanto en sus
usos sociales, como dentro de otros campos literarios y filosóficos; por un lado, el uso
social de la palabra silencio se acopla bastante a la información aportada por la etimología
y por la gramática, el silencio entendido como una ausencia de ruido, el silencio en una
composición musical, el silencio que se recrea en el acto en que dos personas solo se miran
sin decirse nada más de lo que sus ojos se comunican, el silencio del viento en el bosque, el
silencio de la noche, el silencio de la perplejidad, el silencio que hay dentro de todos. Aun
así, el silencio no es solo sinónimo de pasividad, el silencio también puede ser visto como
un acto de represión y violencia, por ejemplo, durante la edad media solo aquellos que
hacían parte del clero y la iglesia podían tener acceso a los libros sagrados y muy pocos de
estos podían producir otros textos, una fuerza que podía tomar la iglesia para aquellos que
osarán a producir textos que no estuviera dentro de sus cánones religiosos era implementar
un silencio eclesiástico, es decir, se le impedía a la persona decir aquello que no debería de
decir porque no encajaba con sus ideales, el silencio como represión no solamente ha
existido durante la edad media, durante los tiempo de dictadura, de demagogia, de
absolutismos, el silencio siempre ha sido impuesto a aquellos que dicen lo que “no se
debería decir”, se han silenciado escritores, artistas, periodistas, la lista es tan larga e
infinita y los casos aún no terminan incluso en nuestros tiempos como para redactarlos en
un documento de tan poca extensión, de igual manera, ese no es nuestro pretexto, pero así
como el silencio ha sido visto como la pasividad de un valle de flores y el viento
merodeador, también el silencio ha sido usado como arma, el arma de silenciar a los que
con sus ideales perjudicarán otros ideales que usualmente tienen el poder, veamos un
ejemplo claro, el comunismo surgido durante la postguerra que mantuvo en sus dictaduras
la represión a medios y artistas, incluso el asesinato, asedio y expulsión de su país a muchos
para no permitirles hablar.
El silencio visto, por un lado, como la calma, el silencio que nos aleja del ruido
matutino y cosmopolita, el ruido de la sobrepoblación, del ajetreo, el ruido de la rapidez, de
los autos, de los susurros que se amontonan en el aire en una bulla incomprensible y
molesta, el silencio como un estado de quietud, de relajación, el silencio como ausencia del
tic tac del reloj, y aun así, el silencio como violencia, como represión, como arma
ideológica para silenciar a aquellos que hablan y se expresan en contra de las dictaduras u
otros valores sociales que comienzan a ser juzgados.

Ahora bien, el silencio no solamente sigue siendo antagónico en este punto,


comienzan a abrirse muchas brechas por las cuales retomar nuevamente el concepto. Max
Scheler dice que “La comprensión de uno mismo, que es la primera condición requerida
para que una persona pueda hacer entender a otra (….) lo que es, lo que piensa, lo que
desea, lo que ama, etc., depende y muy estrechamente de la técnica del silencio” (1994).
Esta ideal del silencio como capacitador de ese dialogo interior que nos permitirá el
conocimiento de nosotros mismos es, por ejemplo, otro punto que hay que agregar al
significado del silencio. El silencio se convierte así en la compañía del filósofo y el poeta,
en cuanto a que ante aquel soliloquio solo él mismo puede decirse su verdad, y su verdad es
su conocimiento, la reflexión que tiene en la soledad y silencio es lo que le permite
conocerse, y en cuanto aquella máxima de Sócrates sobre conócete a ti mismo es porque en
la medida en que yo me puedo entender se me hace más fácil la comprensión del otro, así,
el silencio como médium entre esa comprensión del mundo interior para la comprensión del
mundo exterior.

Por otro lado, el silencio como parte esencial del lenguaje también es un concepto
que se debe integrar; el silencio contiene significado en sí mismo, aunque el significado
pueda ser ambiguo y varié en interpretación, está claro que para muchos filósofos entre el
silencio y la palabra, contiene más significado el silencio. Bacon, a su respecto, dice:

Los hombres conversan por medio de lenguajes, pero las palabras se forman a
voluntad de la mayoría, y de la mala o inepta constitución de las palabras surge
una portentosa obstrucción de la mente. Ni tampoco las definiciones y
explicaciones con que los eruditos tratan de guardarse y protegerse son siempre un
remedio, porque las palabras violentan la comprensión, arrojan a la confusión y
conducen a la humanidad a innumerables y vanas controversias y errores” (Reyes,
1990)

El silencio como aquella parte esencial del lenguaje que dice más que lo que las
palabras dicen, el silencio como aquello que está más allá de la comprensión y, que sin
embargo, se comprende solo en el silencio. A mi parecer, el silencio habla en un lenguaje
individual que cada uno interpreta, no debemos alejarnos de aquella idea de que no somos
seres completamente auténticos y que la comprensión y la interpretación están basadas en
un conocimiento social, por lo cual lo que escuchemos del silencio dependerá de factores
de análisis, de conocimientos previos e incluso de sensibilidad y poesía. El silencio es
metalingüístico, el silencio es la verdad que siempre, al llegar al centro, se calcina, el
silencio vaga entre nosotros como aquello oculto que nos magnifica, que nos atemoriza y al
tiempo nos excita, nos vemos atraídos hacia el silencio con una suerte de descanso y, al
mismo tiempo, nos alejamos de él cuando descubrimos que no todo puede permanecer
oculto, cuando oímos el silencio, el silencio comienza a hacerse ecos y pide ser dicho ante
un lienzo en blanco, ante una página de un poema patriótico, o una oda a nuestra
complejidad e incomprensión humana, cuando oímos al silencio siempre se ha descubierto
algo. A veces, aquello que no se dice es lo comprensible, y por eso las palabras se esfuman,
no considero que complejicen nuestro entendimiento: las palabras son polisémicas, y la
interpretación es riquísima e infinita, el conocimiento es fruto de una continua
hermenéutica. De las palabras ha nacido la creación; es claro que si tenemos aquella idea
positivista de una verdad absoluta que nos rija a todos y a toda la naturaleza solo
llegaremos con fatiga ante el silencio sepultural de nuestra muerte, porque después de todo,
nuestro único medio para decir la verdad es la palabra, y la palabra no es absoluta,
inquebrantable e invariable, y los significados se nos escurren de los dedos y se alargan por
todo el extensor, ampliándose o reduciéndose, y, en suma, modificándose. Nora Marks
Dauenhauer (1980), a partir de sus estudios sobre el significado ontológico del silencio en
filósofos como Hegel o Husserl, entre otros, nos comenta que:

 “En primer lugar, cualquier acto, ya sea de habla como de silencio, es un


incompleto y no autónomo desde el punto de vista significativo; en consecuencia, el
habla o el silencio completos no pueden ser una actuación (performance) humana.
En segundo lugar, no existe ninguna razón ontológica para considerar el habla
superior al silencio: ambos contribuyen recíprocamente al significado del otro: en
tercer lugar, al ser todos los actos del lenguaje indicativos (según Husserl) no
pueden contener en ellos mismos la auténtica y completa significación: en
consecuencia ni el lenguaje ni el silencio pueden considerarse signos
convencionales”
De esta manera es como se puede evidenciar el significado polisémico y a la vez
complejo del silencio, considero que pueden hacerse más largas estás reflexiones acerca de
palabra tan bella y significativa, palabra de seducción para el poeta, de incógnita
ambigüedad para el filósofo y el lingüista, palabra de la cual solamente el ser dicha ya uno
siente que las musas se han puesto a cantar y que ese es el silencio que se escucha, que no
es ausencia, sino más bien presencia siniestra y excitación, el silencio como el dialogo,
como el refugio, el silencio como la cárcel, el silencio incluso como ruido agotador; el
silencio se sume en un juego lingüístico el cual uno recorre fascinado en la búsqueda de eso
infinito que tiene dice.

Bibliografía
Fontaine, N. (29 de Agosto de 2012). sitiocero. Obtenido de
https://sitiocero.net/2012/08/el-silencio-2-como-concepto-filosofico/

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