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Silencio
Silencio
Silencio
Antes de abordar una reflexión propia acerca de la palabra silencio, y más allá de
aventurarme a dar un significado a esta palabra que a su vez es tan polisémica y parece
esconder ella misma, en su significado, aquello indecible del lenguaje del lenguaje que nos
hablaba Wittgenstein. Ahora bien, la palabra silencio proviene del sustantivo latino
silentium y del verbo silere que indica el acto de estar callado; para significar el acto de
estar callado, hacer silencio o callar en latín existían también dos verbos sileo y taceo,
“ambos usados como transitivos o intransitivos, el primero, era frecuente en la época
arcaica, en cambio, Sileo, apenas se usaba en la época imperial, a excepción de poetas y
autores en general” (Fontaine, 2012), sileo indicaba, no como tranquilidad o ausencia de
ruido o movimiento, sino más bien para referirse a objetos inanimados como la noche, el
mar, el viento, entre otros.
Así las cosas, se puede comenzar a realizar un esbozo sobre el concepto de silencio
a partir de estos datos o regimientos que nos aporta la regla, y podemos atribuir al silencio
como una ausencia, falta, omisión, negación a hacer algo o decir algo, el silencio como
rechazo a algo, en este caso, rechazo al ruido o a la acción de hablar o producir sonido, el
silencio también como un suplicio, como un resguardo, el silencio como secreto, como
artefacto oculto. Igualmente otra herramienta que nos aporta información lingüística sobre
está palabra es el diccionario de Térreos (1786) que dice sobre el silencio como “algo
relativo, opuesto al ruido, bulla, grito, tumulto y habla”
Por otro lado, el silencio como parte esencial del lenguaje también es un concepto
que se debe integrar; el silencio contiene significado en sí mismo, aunque el significado
pueda ser ambiguo y varié en interpretación, está claro que para muchos filósofos entre el
silencio y la palabra, contiene más significado el silencio. Bacon, a su respecto, dice:
Los hombres conversan por medio de lenguajes, pero las palabras se forman a
voluntad de la mayoría, y de la mala o inepta constitución de las palabras surge
una portentosa obstrucción de la mente. Ni tampoco las definiciones y
explicaciones con que los eruditos tratan de guardarse y protegerse son siempre un
remedio, porque las palabras violentan la comprensión, arrojan a la confusión y
conducen a la humanidad a innumerables y vanas controversias y errores” (Reyes,
1990)
El silencio como aquella parte esencial del lenguaje que dice más que lo que las
palabras dicen, el silencio como aquello que está más allá de la comprensión y, que sin
embargo, se comprende solo en el silencio. A mi parecer, el silencio habla en un lenguaje
individual que cada uno interpreta, no debemos alejarnos de aquella idea de que no somos
seres completamente auténticos y que la comprensión y la interpretación están basadas en
un conocimiento social, por lo cual lo que escuchemos del silencio dependerá de factores
de análisis, de conocimientos previos e incluso de sensibilidad y poesía. El silencio es
metalingüístico, el silencio es la verdad que siempre, al llegar al centro, se calcina, el
silencio vaga entre nosotros como aquello oculto que nos magnifica, que nos atemoriza y al
tiempo nos excita, nos vemos atraídos hacia el silencio con una suerte de descanso y, al
mismo tiempo, nos alejamos de él cuando descubrimos que no todo puede permanecer
oculto, cuando oímos el silencio, el silencio comienza a hacerse ecos y pide ser dicho ante
un lienzo en blanco, ante una página de un poema patriótico, o una oda a nuestra
complejidad e incomprensión humana, cuando oímos al silencio siempre se ha descubierto
algo. A veces, aquello que no se dice es lo comprensible, y por eso las palabras se esfuman,
no considero que complejicen nuestro entendimiento: las palabras son polisémicas, y la
interpretación es riquísima e infinita, el conocimiento es fruto de una continua
hermenéutica. De las palabras ha nacido la creación; es claro que si tenemos aquella idea
positivista de una verdad absoluta que nos rija a todos y a toda la naturaleza solo
llegaremos con fatiga ante el silencio sepultural de nuestra muerte, porque después de todo,
nuestro único medio para decir la verdad es la palabra, y la palabra no es absoluta,
inquebrantable e invariable, y los significados se nos escurren de los dedos y se alargan por
todo el extensor, ampliándose o reduciéndose, y, en suma, modificándose. Nora Marks
Dauenhauer (1980), a partir de sus estudios sobre el significado ontológico del silencio en
filósofos como Hegel o Husserl, entre otros, nos comenta que:
Bibliografía
Fontaine, N. (29 de Agosto de 2012). sitiocero. Obtenido de
https://sitiocero.net/2012/08/el-silencio-2-como-concepto-filosofico/