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Por el sendero de Emaús,

de caminantes desahuciados a testigos de la Esperanza.

Realizo el presente aporte reflexionando desde la dinámica del texto de Emaús, que es una
narración con emoción contenida, simple y profunda, que avanza desde la humanidad de sus
protagonistas hasta el encuentro fortuito con el caminante desconocido que les explicas las
Escrituras, para llevarlos luego al encuentro con el Resucitado, en la fracción del pan, que concluye
con la decisión del regreso a Jerusalén y el reencuentro con la Comunidad Apostólica.
Los discípulos de Emaús al ser interrogados pueden expresar las razones de su pérdida de
esperanza y el estado en el que se encuentran; les sucedieron cosas que los condujeron a un estado
de desilusión actual que los obliga a regresar, quién sabe, a qué particular comienzo. Son
caminantes desahuciados porque han perdido todo, han perdido el motivo para seguir adelante,
aquel en el habían puesto todas sus esperanzas. Desde esa perspectiva, como caminantes
desahuciados por la compleja trama que se va entretejiendo entre nuestra existencia como
Hermandad y como Operarios, y entre nuestra espera que nos convierte en testigos de la esperanza,
deseo hablar con franqueza, sencillez, respeto, hombría y lealtad...
Consciente de que nadie es más que nadie y sabiendo que ley pareja no es rigor, constato
que en el Documento Marco hay temas que se presentan de manera rimbombantes1, y otros que se
presentan desde un sobrio, escueto y casi capcioso enunciado2.
Unos de los temas más pobremente tratado en el Documento Marco es el de Los Equipos3.
Más allá de la cuestión numérica4 y de si son o no conveniente los equipos mixtos5, consciente que
los números condicionan mucho la vida y la dinámica del equipo, no deben ser los números
quienes tengan la última palabra. Tendríamos que tener presente la formación de los distintos
equipos y desde ahí discernir6. Para una vida de equipo, más que el número de operarios se
necesita comunión fraterna, porque en la Hermandad todos son iguales en dignidad ya que todos
participan del mismo sacerdocio de Cristo y de su misión. Comunión y fraternidad no parecen
coincidir del todo en su significado. La fraternidad hace más referencia a los sentimientos, mientras
que la comunión a las responsabilidades. En la práctica esto no está disociado, en la vida del
Operario se integran ideas, sentimientos, responsabilidades y están frecuentemente relacionados
entre sí. Sin embargo la comunión fraterna no se origina en una disposición jurídica, ni se logra con
la vivienda común, o con un cierto número de operarios, se logra con actitud y aptitud 7. Esto
debería ser un criterio de discernimiento no solo a la hora de aceptar o discernir tareas, 8 sino
también a la hora de discernir la vocación de nuestros aspirantes.

«El documento Marco reconoce la vida de operarios entregada por los jóvenes, a la vez también
invita a tomar conciencia de que últimamente esa presencia en medio de ellos no viene siendo
una prioridad institucional»9. Pregunto: ¿A quién invita a tomar conciencia? ¿A los que tienen en

1
D.M. 76. La reflexión en la Iglesia sobre la formación permanente al sacerdocio ha ocupado un
lugar cada vez más relevante en las últimas décadas, como respuestas a los cambios culturales y
a los retos nuevos de la evangelización, en cuanto afectan particularmente a la vida y misión de
los presbíteros. Las intervenciones magistrales para iluminar este tema han ido expresándose a
través de una rica secuencia de documentos que, finalmente, ha desembocado en la nueva Ratio.
2
D.M. 63. La realidad juvenil en la Iglesia ha recobrado protagonismo a raíz del Sínodo sobre los
Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
3
Cfr: D.M. 59,60, 61 y 62.
4
Cfr: D.M. 59.
5
Cfr: D.M. 62.
6
Cfr: D.M. 44.
7
Cfr: Gustavo Cúneo, El presbítero como signo de unidad, hacia una espiritualidad de comunión.
8
Cfr: D.M. 60.
9
Cfr: D.M. 66.
sus manos el destino de la Hermandad y de los operarios, o a los que están en las fronteras
pastorales con los jóvenes? ¿Quiere invitar a tomar conciencia a los operarios jóvenes que no salen
de su comodidad justificándose que no tienen carisma, o a los mayores que dicen que ya no tienen
edad para estas cosas? ¿Qué significa «Tomar conciencia»? ¿Por qué no nos proponemos caminar
juntos, como operarios, jóvenes y mayores, bien arraigado en el presente, y desde aquí frecuentar el
pasado y el futuro? Frecuentar el pasado para aprender de la historia, para sanar las heridas que a
veces nos condicionan, y frecuentar el futuro para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños,
suscitar profecías, hacer florecer esperanzas. De ese modo, unidos, podremos aprender unos de
otros, calentar los corazones, inspirar nuestras mentes con la luz del Evangelio y dar nuevas fuerzas
a nuestras manos10.

«El documento Marco reconoce en las aportaciones, un llamado a realizar un trabajo de


sensibilización y formación de todos los operarios, para retomar el segundo objeto de la
Hermandad: la formación cristiana de la juventud»11. De nada sirve realizar los mejores planes de
sensibilización y formación si no hay voluntad política de hacer las cosas; si se cierran o cuestionan
las plataformas de pastoral donde tenemos la posibilidad de trabajar con jóvenes desde casas
propias, y nos justificamos diciendo que es mejor integrarnos a lo que ya existe, o que son
realidades pastorales cubiertas por «otros». ¡BASTA DE «CHACHARA» 12 ! Mejor que decir es
hacer, mejor que prometer es realizar. Nuestro hoy necesita algo más que un trabajo de
sensibilización y formación. Es un tiempo de crisis, de ocaso de valores, de caídas de referencias y
creencias, de caídas de las certezas y de las estructuras que daban antes seguridad y firmeza a
nuestro caminar. Nos enfrentamos a transformaciones que interrogan nuestra fe y nuestra identidad
hasta las raíces, quizás por eso nuestro hoy es simultáneamente dramático y fascinante, y exige de
nosotros algo más que una respuesta mediocre.

«El Documento Marco se hace eco de la preocupación que aparece en varias aportaciones: de
que la pastoral juvenil esté animada por la fe; resalta también que algunas aportaciones invitan
a tener cuidado con una pastoral juvenil marcada por lo afectivo y emotivo»13. A veces, por
pretender una pastoral juvenil aséptica, pura, marcada por ideas abstractas, alejada del mundo y
preservada de toda mancha, convertimos el Evangelio en una oferta desabrida, incomprensible,
lejana, separada de las culturas juveniles y aptas solamente para una élite juvenil cristiana que se
siente diferente, pero que en realidad flota en un aislamiento sin vida ni fecundidad. Así, con la
cizaña que rechazamos, arrancamos o sofocamos miles de brotes que intentan crecer en medio de
los límites14. Los miedos paralizan, si tomamos una postura defensiva, que deja de escuchar y no
permitimos que la realidad nos cuestione, convertiremos la Hermandad en pieza de museo 15 ya que
habremos perdido la belleza fundacional, alejándonos del sueño original de Don Manuel,
permitiendo que unos cuantos nos roben la esperanza y la alegría. No temamos despedir aquellas
formas que pertenecen al pasado y que ya no son elocuentes ni en nuestro anuncio ni en nuestro
testimonio.

«El Documento Marco parece constatar que se redujeron las incorporaciones a la Hermandad,
señala como una posible causa la desaparición de fuentes de donde procedían muchos operarios,
como eran los seminarios en el caso de España» 16 . Si no tenemos la audacia creativa y

10
Cfr: C.V. 199.
11
Cfr: D.M. 66.
12
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, cháchara significa conversación
frívola, abundancia de palabras inútiles.
13
Cfr: D.M. 70.
14
Cfr: C.V. 232.
15
Cfr: C.V. 41.
16
Cfr: D.M. 34.
evangelizadora para salir al encuentro de los jóvenes en las nuevas realidades existenciales, ya sea
por que nos hemos acostumbrado a la comodidad del no salir o del no renovarnos en los métodos;
en una o dos asambleas más estaremos diciendo quizás con melancolía y nostalgia eso mismo, pero
aplicado ya no a los seminarios de España, sino a los I.P.V, a la revista, a las parroquias y a tantas
otras realidades que las dejaremos morir, ya que hoy están viviendo por inercia. Es momento de
preguntarnos que queremos y que esperamos. La época que nos toca vivir ni es una fatalidad, ni es
un destino, es una cuestión abierta que exige una mirada de fe. La fe nos descentra, nos saca de
nuestros encierros, de nuestras pequeñas luchas, de nuestros proyectos... para hacernos descubrir
algo más profundo que es la esperanza. La esperanza también nos descentra para hacernos
comprender que hay futuro, porque ella acampa donde no se la busca y se manifiesta donde menos
se la espera.

«Dice el Documento Marco que: Como asociación sacerdotal de derecho pontificio, la


Hermandad tiene una dimensión de universalidad. La dirección común y la pertenencia a la
institución conllevan la necesaria disponibilidad, también a trabajar fuera de la diócesis o el país
de origen»17. Esta afirmación, tan clara y finamente redactada, trae a mi memoria los versos del
Gaucho Martín Fierro que dice: «La ley es tela de araña, y en mi ignorancia lo explico, no la tema el
hombre rico, no la tema el que mande, pues la rompe el bicho grande y solo enreda a los chicos. Es
la ley como la lluvia, nunca puede ser pareja, el que la aguanta se queja, más el asunto es sencillo, la
ley es como el cuchillo, no ofende a quién lo maneja. Le suelen llamar espada y el nombre le viene
bien; los que la gobiernan ven a donde han de dar el tajo, le cae al que se halla abajo y corta sin ver
a quién. Hay muchos que son doctores y de su ciencia no dudo, yo soy un negro rudo y de esto poco
entendido, más estoy diariamente viendo que aplican la ley del embudo»18. El superior no es una
persona aislada que ve, piensa, tiene ideas personales más o menos fecundas. Él es la unidad de toda
la comunidad de Operarios y con ellos, con profunda humildad piensa y obra. En una eclesiología
de comunión es más fácil saber lo que Dios quiere cuando dos o tres están reunidos en su nombre
para orar y buscar con libertad de corazón, con competencia humana y espiritual las cosas del Señor.
Que hermoso sería que esta oración no se haga en la distancia sino en los lugares y con las personas
implicadas, bajo la guía de la autoridad, y que al llegar a una conclusión decida. A partir de la
decisión viene la obediencia, y es allí donde surgen con frecuencia las dificultades. Dificultades que
al final terminan condicionando la disponibilidad y la entrega de los operarios. Hay quien se fija en
lo inadecuado de la decisión, hay quien considera cualquier forma de intervención como una
vejación, hay quien se remite siempre al largo elenco de abuso de autoridad, hay quien es alérgico a
toda autoridad y hay quien invoca siempre derechos de conciencia. Dificultades de siempre,
dificultades propias del ser creatura, dificultades que hoy se suman y que afectan a la figura del
superior19. Compartir un horizonte de futuro une más que participar de un trabajo presente.

«El Documento Marco insiste en que existe la necesidad de profundizar en la recepción de la


forma jurídica de la Hermandad como asociación sacerdotal y en las consecuencias prácticas
para superar las adherencias de otras formas de vida más propias de congregaciones religiosas.
Que esto tiene implicaciones tanto a nivel de gobierno y organización como de vivencia personal,
y llevará tiempo»20. No quiero decir que eso me recuerda a Franco, que quería dejar todo atado y
bien atado, más bien esa afirmación me recuerda la historia de Pigmalión. Por otro lado, cuando veo
a muchos operarios trabajar en seminarios, en colegios, en I.P.V´s. en pastoral juvenil... con esa
capacidad de encontrar caminos donde otros ven solo murallas, y con esa habilidad de reconocer
posibilidades donde otros ven solamente peligros, viene a mi memoria la historia de Miguel Ángel.

17
Cfr: D.M. 54.
18
Martín Fierro, conocido como «El Gaucho Martín Fierro» es un poema narrativo, escrito en verso,
por José Hernández, en Argentina, en 1872.
19
Cfr: Pier Giordano Cabra., Amarás con toda tu alma (Obediencia).
20
Cfr: D.M. 50.
Me parece oportuno considerar la experiencia de estos dos escultores, en este ahora de Dios que nos
toca vivir.
El primero de ellos, el mítico Pigmalión, esculpió una figura de mujer, plasmando en ella
exactamente sus sueños de belleza, a tal punto que se enamoró de ella y solicitó a los dioses que le
dieran vida y así poder casarse con ella. De esta manera, se niega a vivir las dificultades del día a
día, niega los conflictos, niega los procesos, niega las diferencias. Todo buen escultor sabe que su
tarea es conflictiva, llena de tropiezos en el camino, pero eso no lo debería asustar, al contrario,
debería estar dispuesto a vivirlo tal como es, sin saber a ciencia cierta lo que le aguarda al final del
camino. Pigmalión quiso asegurarse la ausencia de conflictos, de tediosas diferencias y la
incertidumbre del camino. Por contraste, el otro escultor, Miguel Ángel, solía recorrer las canteras
para buscar por sí mismo el mármol para esculpir. Decía él que recorría las piedras esperando que
alguna le hablara de la figura que escondía. Así, entendía que su tarea consistía simplemente en
sacarla afuera. Es significativo que el refranero popular, entienda que tratar de enseñar algo a los
que son «casos perdidos» es como hablarle a las piedras. Sin embargo, un gran artista es capaz de
estar tan sensiblemente atento que escucha hablar a las piedras. No nos casemos con las obras de
nuestras creaciones, al contrario, escuchemos hablar hasta las piedras. ¡Cuesta admitir que los que
vienen detrás, y quizás no muy lejos, precisen formular de modo diverso sus esperanzas, trazar otros
caminos para alcanzarlas y pronunciarlas con otra gramática!
Tenemos que asumir con realismo y amor nuestra cultura, nuestra historia, nuestro hoy y
llenarlos de Evangelio. Somos enviados hoy para anunciar la Buena Noticia de Jesús a los tiempos
nuevos y gestar nuevas vocaciones para la Hermandad. Hemos de amar nuestra hora con sus
posibilidades y riesgos, con sus alegrías y dolores, con sus riquezas y límites, con sus aciertos y
errores21. Tenemos que dejar de ser caminantes desahuciados y quejosos en peligro de extinción.
Entre todos, como Operarios, debemos gestar la esperanza, entre todos debemos sostenerla, entre
todos debemos anunciarla y testimoniarla. Esto supondrá en la vida cotidiana y en nuestros equipos
que, en algunos momentos, el rol de uno sea fundamentalmente el «soportar», el «sostener», el
«mantener» a otros en la esperanza. En ocasiones nos corresponderá alumbrar a otros el camino con
la luz de nuestra esperanza, y en otras ocasiones, nos tocará confiar nuestra oscuridad y nuestras
cegueras a la guía de nuestros hermanos en el ministerio.
En el Sínodo sobre Los Jóvenes, uno de los jóvenes auditores proveniente de las islas
Samoa, dijo que la Iglesia es una canoa, en la cual los viejos ayudan a mantener la dirección
interpretando la posición de las estrellas, y los jóvenes reman con fuerza imaginando lo que les
espera más allá. No nos dejemos llevar ni por los jóvenes que piensan que los adultos son un pasado
que ya no cuenta, que ya caducó, ni por los adultos que creen saber siempre cómo deben
comportarse los jóvenes22. Mejor subámonos todos a la misma canoa y entre todos busquemos una
«HERMANDAD» mejor, bajo el impulso siempre nuevo del Espíritu Santo.
Al final de este caminar dasahuciado por el Documento Marco, desde la perspectiva de los
discípulos de Emaús que dije al principio, destaco que la extraña paradoja propuesta por el relato
nos sirve para proyectar luz sobre nuestro caminar histórico actual. El retorno a lo habitual, a la
rutina y a la oscuridad de lo cotidiano, con el rostro marcado por la tristeza, es punto para un nuevo
comienzo. Los quiebres que producen el sin sentido de muchos pueden devenir en el germen de
algo nuevo. Los desahuciados son, según los relatos bíblicos, causes frecuentes y casi permanentes
de esperanza. Lo que aparece con cierta claridad en el relato de Emaús se repite en el presente. Una
tendencia frecuente y casi permanente nos lleva a interpretar y a vivir la historia desde el
protagonismo de la acción programada y eficiente, descuidando la fundamental confianza y apertura
a la gracia y a la acción de Dios.
Habiendo llegado a Emaús, ahora nos toca desandar el sendero con una mirada profunda,
transformada, y renovada por el encuentro con el Dios de la Historia. Regresamos a la comunidad y

21
Cfr: Card. Eduardo F. Pironio, Mensaje a los jóvenes argentinos en el Encuentro Nacional de
Jóvenes en Córdoba (12-15 septiembre 1985).
22
Cfr: C.V. 201.
redescubrimos nuestras relaciones en Hermandad y como relaciones de amistad verdadera. Amistad
que nace de la experiencia de la unión sacramental con Cristo. «Ustedes son mis amigos si hacen lo
que yo les mando. Ya no les llamo siervos, porque el servidor ignora lo que hace su Señor; yo los
llamo amigos porque les he revelado todo lo que aprendí de mi Padre». Así, las relaciones entre los
Operarios se transformarán en relaciones de amistad porque son amigos de Dios. Amigos de Dios
para los hombres. No un amigo cualquiera, no un simple compañero de ruta sino más bien cerca de
su «equipo», en unión total con la Hermandad, que interpreta, acompaña y redime. Esto implica en
ambos la comunión ininterrumpida con Dios para expresarlo en su palabra, en sus gestos y en su
simple presencia como amigo.
«Amigo es quien sabe escuchar con interés. El que sabe hablar con oportunidad y va
haciendo el camino al lado de su amigo».23 «Escuchar con interés» es hacer propio los problemas
de los otros, asumir sus angustias, aliviar su cruz. El que escucha con interés sabe recibir todo en
silencio, guardarlo en su corazón y transformarlo en oración. «Hablar con oportunidad» es decir la
palabra justa en el momento necesario. La palabra que ilumina, que levanta o que serena. No se
trata de decir muchas cosas. A veces un silencio es más fecundo, elocuente y consolador que
muchas palabras. «Hacer el camino con el amigo» no es señalar la ruta con el dedo. Es saber
acercarse, descubrir las tristezas y desalientos, interpretar las Escrituras y partir el pan como lo hizo
Jesús en el camino hacia Emaús.

Cúneo Quiroga, Gustavo Alejandro

23
Cf. Eduardo Pironio., «Espiritualidad sacerdotal». Pastores, Año 4, N° 11, Buenos Aires, Abril
de 1998. p. 20.

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