Está en la página 1de 4

https://latinta.com.

ar/2018/08/atravesar-escuela-siendo-trans/

Atravesar la escuela siendo trans


27 agosto, 2018 by Redacción La Tinta
Tres historias en distintos niveles educativos cuentan su experiencia y nos muestran lo lejos que aún está
Argentina de una educación inclusiva.
Por Vice
La expectativa de vida de una persona trans en Argentina es de 35 a 40 años. Arranco con esa frase porque me
parece clave que la tengamos en la cabeza antes de leer tres historias que contaron a VICE cómo hacen elles para
estudiar en un país en donde, va de nuevo, la expectativa de vida de una persona trans es de 35 a 40 años.

La primaria de Lulú

Gabriela Mansilla es la mamá de Lulú, la primera nena trans en obtener su DNI en el país. Desde que su hija le
dijo “yo nena, yo princesa”, ella puso manos a la militancia y hoy dedica su vida a intentar hacer este mundo más
justo. Lulú es, además de una nena confiada y segura, una privilegiada por tener, desde muy chica, herramientas y
el amor de una familia que la bancó desde el minuto cero.

Lulú está en 5to grado y su pasar por la primaria viene siendo positivo, salvo con algunos pormenores dolorosos.
“Ella vive esto con mucha naturalidad, la escuela a la que va es inclusiva y responsable. No le costó adaptarse y es
una niña como el resto de las nenas de su clase. Si sufrió en algún momento, no fue por la institución educativa,
sino por la ignorancia de padres y madres de sus compañeres”, indica Gabriela y detalla: “Una vez Lulú se
enamoró platónicamente de un compañerito y cuando la madre del nene se enteró, vino al colegio a hablar con el
director porque no quería que ‘una nena trans’ esté cerca de su hijo”.

Aún así, el colegio a donde asiste Lulú es casi una excepción. Gabriela Mansilla preside la asociación civil
“Infancias libres”, en donde acompaña a familias y niñes trans en el duro camino de la aceptación social. Allí les da
contención a la hora de denunciar hechos terribles que suceden porque “al mundo le falta mucho amor para
entender al colectivo”.

Gabriela resalta en reiteradas ocasiones que Lulú lleva una vida privilegiada en comparación con el resto de niñes
trans que tanto ella como su asociación acompañan. Cuando le pregunto qué tipo de violencias viven, se me pone
la piel de gallina. “El año pasado, una niña trans de cinco años de Córdoba tuvo la mala experiencia de que todas
las mamás del jardín juntaron firmas para que la saquen de la escuela porque no querían que sus hijes vayan al
colegio con una nena trans. Hay chicas que, hasta que no tengan el cabello largo, las docentes no las nombran con
su nombre de nena. O típico que les mandan al baño de discapacitados”.

El baño es un foco de conflicto para los y las adultas. ¿Pero qué pasa? ¿Por qué genera tanto revuelo? “Hay
directoras que no quieren que el varoncito trans vaya al baño de hombres porque va a ver otros penes, ¡como si los
varones cis no miraran otros penes! Lo que creen es que al baño entra una vulva, entonces se vuelven locos. Hay
una perversión y morbosidad en el adulto con respecto a les niñes tremenda”, agrega Mansilla.

Antes de ir por la próxima historia, no sé si les dije, pero: la expectativa de vida de una persona trans es de 35 a 40
años. Listo. Sigamos.

Resistir siendo el único chico trans de tu curso

Gonzalo tiene 13 e hizo su transición hace ya un año. Él compartió con sus compañeres un proceso fundante en su
vida que fue, como él mismo sostiene, “salir del armario”. El nivel secundario es, por excelencia, uno de los
momentos más complicados porque es en esos años en donde les jóvenes reafirman y desarrollan cuestiones atadas
directamente a su personalidad y muchas personas, sobre todo las minorías, sufren un fuerte y tortuoso bullying.

Él no fue la excepción. “En secundaria, estuve en dos escuelas. En la primera, no me sentí muy bien. No me
integraba. Era la única persona LGBTQ, calculo que por eso. Después me cambié a otra, en la que estoy ahora, en
la que me va mejor. Igual todavía falta, a mis compañeres ya no tanto, pero a mis maestres les cuesta todavía
mucho”, cuenta tímido Gonzalo.

La discriminación en la edad de la pubertad puede ser muy dura y bisagra. Les adolescentes a veces son crueles y
una persona trans, que desafía lo establecido y es rebelde por el simple (y no tan simple) hecho de existir, genera
resistencias muy difíciles de sortear a los 13.

“Fui bastante discriminado en ámbitos escolares. Recibí de compañeros mucho acoso, bromas, que me llamen
como mi nombre anterior, que me manden mensajes desde celulares random y la verdad es que fue difícil para mí”,
sostiene.

Desde que nacemos, ser hombre o mujer nos condicionan la vida, los deseos y hasta el color de ropa que usamos.
La binormatividad se enseña e instala en la escuela, ese espacio en donde maestros, padres y madres buscan que
aprendamos cómo funciona el mundo. Pensemos, entonces, en lo clave y fundamental que es cuestionarnos todo lo
aprehendido.

¿Ya les comenté que la expectativa de vida de una persona trans es de 35 a 40 años?

Ser travesti en un terciario público

Ella se llama Nina, tiene 20 años y estudia en la Universidad de La Plata. Es la única persona trans en un curso en
donde hay 105 personas. Número que llama la atención por la poca representación de su colectivo, ¿no? Una mujer
trans cada 100. Esa cifra, sostiene Nina, es una clara muestra de cómo la comunidad educativa expulsa a las
personas trans del sistema.

“Todavía estoy buscando mi lugar, no me siento parte y es muy difícil. Soy la cara visible, la única persona trans y
eso es terrible. Aún así, vengo bien porque mis compañeres y mis profesores y profesoras intentan adaptarse
también. El tema es que hay mucha desinformación, en una clase se habló de aborto y decían todo el tiempo que
las únicas que abortan son las minas y no, las personas con capacidad de gestar también, así que tuve que decirlo y
si bien el debate estuvo bueno, nadie tenía mucha idea de lo que hablaba”, dice Nina.

“Falta mucho. No hay gente trans en los institutos, eso forma parte de una invisibilización, nosotras necesitamos
educación y tenemos que tener ese derecho. Es muy difícil hablar de avances cuando tenemos cifras tan
tremendas”, dice con tristeza Nina.

Sólo el 2 por ciento de las personas trans llegan a tener o cursar estudios de educación superior. Se calcula que en
nuestro país existen alrededor de 10 mil y cerca del 90 por ciento se encuentra por fuera del mercado formal, vive
en la pobreza y el 95 por ciento ejerce la prostitución en situaciones de extrema marginalización.

El sistema educativo es el pilar de nuestras infancias y la base de nuestros saberes. Sin un país que explique,
refuerce y aplique como corresponde la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), que incluya, aprenda y entienda al
colectivo trans, es muy difícil que podamos dejarles a nuestras generaciones que vienen un país más justo e
inclusivo.
https://latinta.com.ar/2019/05/identifican-escuela-familia-influyen-aparicion-conductas-acoso-estudiantes/

Identifican que la escuela y la familia influyen en la aparición de


conductas de acoso entre estudiantes
31 mayo, 2019 by Redacción La Tinta
Cuanto más perciban lxs jóvenes un clima escolar y familiar negativo, mayor es la posibilidad de que
manifiesten entre ellxs conductas violentas y agresivas. La conclusión surge de un estudio de la UNC y el
Conicet que encuestó a 3.500 adolescentes de 47 escuelas secundarias públicas y privadas de Córdoba. Los
resultados señalan la importancia del trato y el compromiso del docente en la problemática, al igual que el
modo en que se resuelven los conflictos dentro de la familia. Para abordar este tema en el aula, se elaboró un
material pedagógico.
Por Candela Ahumada para UNCiencia
El acoso y la violencia entre pares en el ámbito escolar es una problemática global: afecta a casi un tercio de los y
las adolescentes del mundo, según el último informe desarrollado por la Unesco en 144 países y regiones con
diferentes niveles de ingreso.

En Córdoba, la temática no es ajena: el 63% de los y las jóvenes del secundario dijo haber sufrido acoso por
parte de sus pares alguna vez, de acuerdo a un estudio desarrollado en la UNC.

¿Qué influencia tiene el clima escolar y familiar en la manifestación de conductas de este tipo?

Una investigación realizada por un equipo de psicólogas del Instituto de Investigaciones Psicológicas dependiente
de la Universidad Nacional de Córdoba y el Conicet analizó qué variables del contexto escolar y familiar
ayudan a explicar los roles de agresor, víctima y observador que se dan una situación de acoso entre pares,
tanto cara a cara como a través de las redes sociales. Para ello, se encuestaron a 3.500 adolescentes de entre 11
y 20 años, de 47 escuelas públicas y privadas de Córdoba (1°, 3° y 5° año del secundario), diferenciando entre
mujeres y varones.

De las conclusiones se desprende que ambos climas –entendidos como las percepciones que los y las jóvenes
tienen acerca de las relaciones interpersonales que se establecen en la escuela y la familia– están asociados a la
manifestación de conductas violentas entre adolescentes.

También detectaron que el vínculo con los adultos resulta clave. “A medida que los adolescentes perciben como
más apropiadas, justas y adecuadas las conductas y actitudes de los docentes y padres, disminuye la aparición de
conductas disruptivas y agresivas en ellos”, apunta Griselda Cardozo, directora del proyecto y profesora de la
Facultad de Psicología.

La especialista destaca la importancia de comprender que los roles son siempre situacionales. “Partimos de un
enfoque relacional, es decir, hablamos de roles de personas involucradas en una situación de violencia, no de
perfiles fijos y predeterminados”. De ese modo, cuestiona que la actuación como “agresor” o “víctima” sea
atribuible a la personalidad o “esencia” de quienes participan en una situación de acoso.

La investigación también encontró diferencias significativas en el comportamiento de hombres y mujeres, y


muestra que, tanto en las escuelas de gestión privada como pública, hay mayor cantidad de varones en los roles
de agresores en una situación de acoso, un dato que las psicólogas vinculan con los roles de género y
estereotipos masculinos dominantes.
Con el objetivo de contribuir al tratamiento de esta problemática en el aula, se elaboró un material pedagógico, que
incluye talleres y videos para proyectar, destinado a las escuelas secundarias. En su realización participaron el
equipo de investigadoras del IIPSI, la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (Uepc), y UNCiencia, la
agencia universitaria de comunicación pública de la ciencia.

Cada rol, según el entorno

Entre las variables del clima escolar, detectaron que el modo en que el y la estudiante percibe que el docente se
relaciona con él, y el grado de satisfacción que sienta con la escuela, son centrales en la aparición o evitación de
conductas violentas. A esa conclusión arribaron tras consultar la opinión de los y las jóvenes acerca de cuestiones
como el trato recibido por parte del docente, la comunicación que tengan con él, si perciben violencia en la escuela,
o si les gusta la institución y permanecerían en ella. Y se encontró que una valoración general negativa de estos
aspectos por parte del adolescente incide en la manifestación de la agresión.

También observaron que las conductas agresivas se pueden evitar en la medida en que haya una mejor
resolución de conflictos a nivel familiar, a través del diálogo y la escucha. En cambio, el comportamiento
violento tenderá a aparecer cuanto menos compromiso sientan los hijos que tienen los padres hacia ellos
(implicancia parental).

Ese compromiso se mide por acciones como dedicar tiempo para hablar, compartir juntos actividades de ocio,
comer en familia, asistir a reuniones escolares, y establecer hábitos y normas claras de convivencia intrafamiliar,
entre otras.

Para el caso del que sufre el acoso, el estudio encontró que un mejor ejercicio de la autoridad y resolución de
conflictos a nivel familiar, así como la contención y apoyo institucional en la escuela contribuyen a evitar que el o
la joven juegue el rol de víctima. Por el contrario, tendrá más chances de ocuparlo, si existe una menor presencia
de los padres en la vida de sus hijos e hijas, y un mal vínculo con el docente.

Finalmente, no se detectó que el entorno familiar tenga influencia entre quienes son observadores de la situación de
acoso, un rol que las investigadoras consideran “muy importante para el sostenimiento de las conductas violentas”.
En cambio, algunos jóvenes ejercerán el rol de testigos en la medida en que detecten mayor presencia de
manifestaciones de violencia en la escuela, y tengan menor satisfacción con la institución.

A partir de los resultados, las investigadoras remarcan la importancia de que “el docente y los padres participen
activamente en la creación de climas escolares y familiares positivos”. En ese sentido apuntan que sería
recomendable que los programas de prevención sobre esta problemática incluyan instancias de capacitación a
los docentes, con el fin de contar con herramientas para poder intervenir frente a estos casos, y promover la
construcción de vínculos más cercanos entre docentes y estudiantes, y entre el y la adolescente y sus pares.

También para que “puedan pensar acciones que acerquen a las familias al ámbito escolar, y generar un verdadero
trabajo en red. Es clave que la escuela integre a los distintos actores de su comunidad”, indican las autoras.

*Por Candela Ahumada para UNCiencia. Imagen de portada: Colectivo Manifiesto

También podría gustarte