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Octavio Paz en Valencia PDF
Octavio Paz en Valencia PDF
en Valencia J o rge Vo l p i
A lo largo de toda su vida, la relación de Octavio Paz primera vez la tradición hispánica no era un obstáculo,
con España fue intensa y fecunda. Su madre —a la que sino un camino a la modernidad.
afectuosamente llamaba Pepita— era española, por lo
cual su contacto con la península ibérica se inició prác- Publicado como plaquette, el poema le granjea la ad-
ticamente desde su nacimiento. Sin embargo, no es sino miración de sus camaradas y el beneplácito del régimen
hasta 1936 cuando el poeta de veintidós años —nació cardenista. Por si fuera poco, Paz decide que las ganancias
el 31 de marzo de 1914— demuestra públicamente su obtenidas por la edición sean donadas al Frente Popular
interés y su afecto hacia esta nación. A sólo dos meses Español “en prenda de simpatía y adhesión para el pueblo
de iniciada la insurrección franquista, Paz escribe un de España en la lucha desigual y heroica que sostiene”.
poema, titulado justamente “¡No pasarán!”, como una Este gesto convierte a Paz en la figura visible de la nueva
muestra de su apoyo a la República: generación de poetas mexicanos comprometida, como él,
con la causa republicana. Tanto es su éxito que llega a ser
No pasarán. publicado en cuatro ocasiones: además de la plaquette,
Amigos, camaradas, editada por Simbad, se reproduce en El Nacional (4 de
Que no roce la muerte otros labios, octubre), Repertorio americano (31 de octubre) y la edi-
Que otros árboles dulces no se sequen, ción española de Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre
Que otros tiernos latidos no se apaguen, España (1937).
Que no pasen, hermanos. “¡No pasarán!” demuestra su capacidad para escribir
poesía comprometida en contra de quienes, en el Par-
En Itinerario, Paz añade: tido Comunista (PC) y la Liga de Escritores y Artistas
Revolucionarios (LEAR), lo acusan de purista. Fundada en
Seguimos, como si fuese nuestra, la lucha de la República, 1933, la LEAR es una especie de sindicato de trabajadores
la visita de Alberti a México en 1934, enardeció todavía de la cultura, dependiente del PC, encargado de auspiciar
más nuestros ánimos. Para nosotros la guerra de España fue actividades literarias. La relación de Paz con esta agru-
la conjunción de una España abierta al exterior con el uni- pación es conflictiva. Si bien nunca pertenece a ella —no
versalismo, encarnado en el movimiento comunista. Por existe ninguna prueba de su filiación a pesar de que al-
en esa ciudad el 4 de julio, bajo la presidencia de Juan bano que había sido mi profesor en la Facultad de Letras
Negrín, jefe del Gobierno, con la asistencia de unos (Juan Marinello), había decidido transmitirla por la vía
doscientos escritores provenientes de veintiocho países. marítima. Así cumplía el encargo pero lo anulaba: la invi-
La historia de la invitación formulada a Paz tiene, tación llegaría un mes después, demasiado tarde. El poeta
sin embargo, sus recovecos. El novelista Rubén Salazar Efraín Huerta se enteró, por una indiscreción de una se-
Mallén —quien más tarde se convirtió en simpatizan- cretaria, se lo dijo a Elena Ga r ro y ella me envió el telegra-
te del fascismo— acusa a Paz de escribir “¡No pasarán!” ma. Al llegar a México me enteré de que también había
con el único objetivo de asistir al Congreso. Ya en España, sido invitado el poeta Carlos Pellicer. Tampoco había re-
Paz le responde “Cuando Publiqué ‘¡No pasarán!’, no cibido el mensaje. Le informé de lo que nos ocurría, nos
lo hice con ánimo venal y servil, y hasta la fecha no he presentamos en las oficinas de la LEAR, nos dieron una vaga
obtenido, ni pretendido, ventaja material o espiritual de explicación, fingimos aceptarla y todo se arregló.
gobiernos, organizaciones o personas…”. Salazar Mallén
repone que Paz cree que su mérito poético lo ha llevado La organización de la delegación mexicana resultó
al Congreso, pero en realidad fue por “¡No pasarán!”, problemática desde el principio. La LEAR era la encar-
“esa pobre cosa demagógica, sin valor poético”. gada de formular las invitaciones. Pero Neruda, a la sazón
En una entrevista concedida más tarde a Luis Cardo- uno de los encargados de la presencia hispanoamericana
za y Aragón, entonces coordinador de la sección de cul- en el Congreso, al lado del español Art u ro Serrado Plaja,
tura de El Nacional, Paz afirmó que había sido invitado consideraba que los escritores que militaban en la Liga
al Congreso gracias a Pablo Neruda, quien lo conocía a no eran representativos de las letras mexicanas. Por ello,
través del libro Raíz del hombre, que el propio Paz le había insistió en que se invitara a Carlos Pellicer a pesar de que
enviado. En sus memorias, Confieso que he vivido, Ne- éste siempre había manifestado su desprecio por los “lea-
ruda recuerda haber recibido el libro y haberle parecido ristas”. Según Salazar Mallén, la LEAR aceptó la partici-
que contenía un “germen verdadero”. Paz recuerda: pación de Pellicer, pero no sin antes someterlo a una
p rueba —muy parecida a las que soportaba Gide en esos
Cuatro o cinco días después estaba de regreso en Méxi- mismos años—: presidir una sesión de la Liga y prestar-
co. Allí me enteré de la razón del telegrama: la invitación le su nombre. Por fin, después de numerosas batallas y
había llegado oportunamente hacía más de un mes, pero reconciliaciones, quedó establecida la delegación mexica-
el encargado de estos asuntos de la LEAR, un escritor cu- na: a Paz y Pellicer se les sumaría José Mancisidor, quien
Y luego:
migo, ¿también lo era aplicar el mismo tratamiento a los el nombre de Juan Bosch, ‘el camarada muerto en el ar-
críticos y opositores de la izquierda, fuesen anarquistas, diente amanecer del mundo’. Paz había escrito ese poema
socialistas o republicanos? La desaparición de Andreu Nin, para Juan Bosch, el organizador de la huelga estudiantil
el dirigente del POUM, nos conmovió a muchos. Los cafés más larga de México y a quien Paz le debía su iniciación
eran, como siempre lo han sido, lugares de chismorreos en el marxismo y en la rebeldía. Escribió ese poema cuan-
pero también fuentes de noticias frescas. En uno de ellos do se publicó en México que Juan Bosch, el agitador ex-
pudimos saber lo que no decía la prensa: un grupo de so- pulsado de México, había muerto en España. Salimos
cialistas y laboristas europeos había visitado España para de prisa del teatro. ‘Es él… es él…’, tartamudeaba Paz.
averiguar, sin éxito, el paradero de Nin. Para mí era im- El ‘muerto’ nos siguió hasta el hotel Majestic, lo vi escon-
posible que Nin y su partido fuesen aliados de Franco y derse tras unas cortinas gruesas que cubrían la ventana del
agentes de Hitler. Un año antes había conocido, en México, vestíbulo. Un camarero me hizo una seña para que fuera
a una delegación de jóvenes del POUM; sus puntos de vista a mirar por la ventana y fui, mientras Paz hablaba con
expuestos con lealtad por ellos no ganaron mi adhesión los delegados de una comisión. ‘¿Eres su compañera?’,
pero su actitud conquistó mi respeto. Estaba tan seguro de me preguntó Juan Bosch en voz muy baja. Ante mi afir-
su inocencia, que habría puesto por ellos las manos al fuego. mación agregó: ‘Dile que me consiga un pasaporte en la
A pesar de la abundancia de espías e informadores, en los embajada mexicana… Me andan cazando, cazando…
cafés y tabernas se contaban, entre rumores y medias pa- Soy del POUM… no lo digas a nadie…’. Estaba tan an-
labras, historias escalofriantes acerca de la represión. Algu- gustiado, que me contagió su congoja. Lo miré con pena,
nas eran, claramente, fantasías, pero otras eran demasiado sabía que Paz no podía conseguir nada”. Paz ha desmen-
reales, demasiado claras. tido este pasaje. En realidad el poema que Paz escribió
pensando en la experiencia de su amigo es la “Elegía a un
De acuerdo con Elena Garro, la aparente simpatía de compañero muerto en el frente de Aragón” (1937), in-
Paz por Nin se ve atenuada por la precaución. Según ella, cluido posteriormente en el apartado “Calamidades y
los intelectuales hablan en voz baja del POUM. En cierta milagros” de Li b e rtad bajo palabra. Ahí están los versos:
ocasión, ella dice en público que en México conoció a “Has muerto, camarada, / en el ardiente amanecer del
algunos de sus miembros: “Fueron a arreglar que Tro t s- mundo”.
ki se fuera para allá, tengo fotos de ellos, los Farell, Bar- La represión en el bando republicano es cosa de todos
tolomeu Costa, Sanchos, Rebul. La cuñada de Diego los días. Paz contempla los “tribunales populares” que
Rivera, Cristina, los acompañó a la estación. Allí los ejercen justicia por propia mano en ejecuciones suma-
vimos el día que se fuero n”. A lo que Paz replica: rias conocidas como “paseos”. A finales de 1937, el Go-
“¡Embustera! Nunca conociste a los del POUM”. bierno republicano trata de restituir el orden pero “la
Otro episodio importante es el encuentro de Paz violencia anárquica” es sustituida por “la violencia orga-
con José Bosch —a quien Elena Garro confunde con nizada del Partido Comunista y de sus agentes, casi todos
Juan—, en Barcelona. Bosch era un español residente infiltrados en el Servicio de Información Militar (SIM).
en México a quien Paz debía mucha de su formación Muchos de esos agentes eran extranjeros y todos perte-
política. A principios de los treinta y guiado por él, Paz necían a la policía soviética. Entre ellos se encontraban,
leyó profusamente a los anarquistas. Según cuenta como después se supo, los asesinos de Nin”.
Santí, estando todavía en la Escuela Secundaria núme- Estos hechos sacuden las convicciones de Paz. Seguro
ro 3, Paz y un amigo suyo, “influidos por esas lecturas”, de la bondad de la causa republicana, se siente traicio-
un buen día intentaron “sublevar a los compañeros e nado por el totalitarismo ejercido por el PC y la Unión
incitarles a declararse en huelga”. Soviética. Sin embargo, Paz cree, como miles entonces,
En 1937, Paz reencuentra a su antiguo maestro en que los erro res son desviaciones de unos cuantos y no
circunstancias muy distintas. La situación es descrita condiciones inherentes al sistema comunista. Sólo así se
tanto por Paz como por Garro. Paz dice que Bosch “vivía entiende que, a sugerencia de María Teresa León, la es-
en la clandestinidad, perseguido por los sucesos de mayo posa de Alberti, pretenda alistarse como comisario po-
de ese año. Su suerte era la de cientos, tal vez miles, de an- lítico: “Hice algunas gestiones pero la manera con que
tifascistas”. Por su parte, Elena Garro recuerda, siempre fui acogido me desanimó; me dijeron que carecía de an-
con imprecisiones: “A Paz lo invitaron a leer su poema tecedentes y, sobre todo, que me faltaba lo más impor-
‘¡No pasarán!’. Estábamos en un teatro de Barcelona, en tante: el aval de un partido político o de una organización
el escenario, y Paz leía; de pronto, cambió de color y se revolucionaria. Era un nombre sin partido, un mero ‘sim-
detuvo como si hubiera visto a un fantasma. En primera patizante’. Alguien en una alta posición (Julio Álvarez
fila un hombre joven, de piel rojiza, expresión angus- del Vayo) me dijo con cordura: ‘Tu puedes ser más útil
tiada y tricot muy viejo, lo miraba con una fijeza extraña. con una máquina de escribir que con una ametralladora’.
Paz recuperó el aliento y leyó el poema sin pronunciar Acepté el consejo”. Luego, como le ha contado Paz al