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De ese encuentro de dos tradiciones culinarias con milenios de antigüedad, nacieron el pozole,
el mole, la barbacoa y los tamales en sus formas actuales, el chocolate, una variada gama de
panes, los tacos, y el amplio repertorio de antojitos mexicanos. Nacieron bebidas como el atole,
el champurrado, el chocolate con leche y las aguas frescas; postres como el acitrón (biznaga)
y toda la gama de dulces cristalizados, el rompope, la Cajeta, la jericaya y el amplio repertorio
de delicias creadas en los conventos de monjas en todas partes del país.
La historia del país y sus vínculos con otros pueblos permitieron la incorporación de otras
cocinas a la cocina mexicana. La Nao de China, que en realidad era un galeón de Manila, trajo
del oriente una gama de variadas especias y sobre todo, el arroz. Un buen mole poblano es
impensable sin arroz a la mexicana. La cocina árabe llegó a México indirectamente por medio
de los españoles conquistadores. También la relación con los países latinoamericanos dejó su
impronta en la cocina popular, quizá los casos más conocidos son los ceviches y los moros
con cristianos deudores de la gastronomía cubana, que han sido asimilados y reelaborados
con ingredientes propios de México.
Las tortas son unos emparedados elaborados con pan llamado telera y, al igual que los tacos,
diversos alimentos tales como jamón con queso, carne al pastor, cochinita pibil, carne de pollo.
Se dice que se originaron durante la Guerra de Reforma cuando se necesitaba encontrar una
forma de distribuir alimentos entre las tropas mexicanas.
Muchas son las bebidas propias de la cocina mexicana: las aguas frescas, los atoles, el
chocolate, el mezcal, el tequila, el vino, el tepache, la charanda, el tejuino, la cerveza.