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Sentado, mirando jugar a las hijas de un compañero, pienso "qué difícil ha de ser mantener
la responsabilidad de un padre". Más, sin embargo, mi interés se dirige al comportamiento
de esas niñas. No dudo del amor que tiene su padre, pero también pienso en cosas que yo
haría o no haría con mis hijos, cuando tenga uno o varios, o eso espero...
¿Cuáles serán sus traumas? Seguro que tienen ya varios. Y perdón si los dejo con ganas
de conocer más sobre esas misteriosas niñas, pero no encuentro forma de seguir especulando
sobre ellas sin poder hablar de mis traumas o de las faltas que tuvieron mis padres durante
mi niñez. Estos dejaron una huella en mí, la cual, diría yo, es imborrable.
Esta huella es la de mi personalidad, tan característica, que por más que la intento ocultar,
de una u otra forma termina definiendo lo que piensan los demás sobre mí. Ya saben, cosas
como "usted es de pocas palabras", "nunca se lo ve llorar", "deje de perder la dignidad", etc.
La mezcla de traumas, vivencias positivas, así como negativas, han permitido que yo sea
como soy. Por más que he intentado cambiar cosas en mí, no consigo mayor cambio.
Pareciera que esta huella me va a perseguir por todos los lados a los que yo vaya y si es así,
mejor que la empiece a aceptar, pues tratar de cambiarla y no lograrlo, lamentablemente, me
ha traído varias frustraciones.
En fin, tampoco quiero decir que mis papás son los únicos responsables, pero sé que de
actuar de otra forma conmigo, a lo mejor yo no estaría escribiendo esto y mi personalidad
sería algo muy diferente; tal vez para mal, tal vez para bien. Así, también es de recalcar que,
mientras fui creciendo, las opiniones de mis papás dejaron de ser tan importantes para mí, y
ahora estamos en un punto en el que nos queremos como somos, o por lo menos sabemos
que nos toca aceptarlo. Pero la marca ya está hecha...