Es necesario, por lo tanto, que si queremos seguir a Jesús,
primero rompamos con los moldes de este mundo. Porque la
grandeza en el Reino de Cristo no consiste en gobernar y recibir honores, sino en servir. No en buscar los primeros puestos, sino en ser los últimos. No en estar preocupados por el puesto que ocupo yo, sino en buscar que el otro ocupe un mejor puesto. No en buscar mi propio provecho, sino el de los demás.
El Señor estaba completando su enseñanza, y quería que
les quedara claro que para llegar a ser grandes en el Reino de Dios, debían ponerse al servicio de los últimos de la sociedad. Como los niños, que ni tienen riquezas, ni influencia, ni peso en el mundo.
Pero este aprecio de Jesús por los niños no era frecuente en
la sociedad judía de su tiempo. En aquel entonces, los niños eran considerados como "un proyecto de hombre", y como tales, no eran tenidos muy en cuenta.
Conclusión: La persona humilde, reconoce su
dependencia de Dios; no busca el dominio sobre sus semejantes, sino que aprende a darles valor por encima de sí mismo.El apóstol Pablo dijo una vez que no debemos tener más alto concepto de nosotros mismos del que debemos tener. Así es el humilde, no mira lo suyo propio, sino lo de los demás. Sale en ayuda de los afligidos, extiende su mano al menesteroso. Viene a servir y no ha ser servido. La humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y adaptable. En la medida en que uno se vuelve humilde, adquiere grandeza en el corazón de los demás.