trascendencia para el género humano; pues gracias a ella no sólo ha alcanzado los más altos grados de civilización y desarrollo tecnológico a lo largo de su historia, sino que ha logrado sobrevivir y salir adelante luego de los más terribles desastres (guerras, pestes, incendios, terremotos, inundaciones, etc.)
Sin embargo, en los días actuales la solidaridad
suele pasar desapercibida o no ocupar tanto espacio en nuestras vidas debido a todas las ocupaciones y temas a resolver que solemos tener.
Es tan grande el poder de la solidaridad que, cuando
la ponemos en práctica, nos hacemos inmensamente fuertes y podemos asumir sin temor los más grandes desafíos, al tiempo que resistimos con firmeza los embates de la adversidad.
No es de extrañarse entonces que la solidaridad se
comporte como la base de muchos otros valores humanos o incluso, de nuestras relaciones sociales más valiosas, tal como es el caso de la amistad. En este sentido, la solidaridad nos permite sentirnos unidos a otras personas en una relación que involucra sentimientos necesarios para mantener el funcionamiento social normal.
En términos más generales, puede incluso permitirle
al hombre sentir que pertenece a determinado lugar, en otras palabras, permite desarrollar sentimientos como los de pertenencia a cierta nación, manteniendo a los ciudadanos de un mismo lugar luchar juntos por un mismo motivo o trabajar unidos para lograr una misma meta
La solidaridad, cuando persigue una causa noble y
justa, cambia el mundo, lo hace mejor, más habitable y más digno.
El ser humano es un ser social: necesita de otros y
los otros necesitan de él. Con esto, ¿quién puede negar la necesidad inmediata de la solidaridad verdadera en todas las personas? Ya sean jurídicos, ya sean filosóficos, ya sean morales, cualquier persona que acepte a la justicia como la constante y perpetua disposición de dar a cada quien lo que por derecho le corresponde, sabrá por lo mismo observar en la solidaridad, una verdadera exigencia de la justicia misma y un llamado urgente de caridad universal. Finalmente, quiero terminar mi intervención con la siguiente frase:
“La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la
determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos”.