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Un diseño medieval

Era complicado enfermarse en la Edad Media. Si uno, por ejemplo, se


engripaba, un vecino podía recomendarte que te pusieras ventosas, un
pariente te decía que tomaras sol, otro que te dieras un baño con agua
fría. Se hacían recomendaciones basadas simplemente en opiniones y,
en la mayoría de los casos, no resultaban.

La medicina progresó gracias, principalmente, al desarrollo de


métodos científicos. En particular, drogas y tratamientos pasaron a
ser evaluados con la utilización de protocolos experimentales. Cuando
uno quiere conocer el efecto de un medicamento, el producto se
suministra a un grupo de pacientes y luego se comparan los resultados
con la evolución de un grupo de pacientes similares que no recibieron
esa droga.

En ciencias sociales, lamentablemente, estas metodologías


experimentales muchas veces no están disponibles. En
macroeconomía, por ejemplo, para testear la conveniencia de una
política macroeconómica, uno necesitaría muchas Argentinas para
desarrollar esa política en algunas de ellas y compararlas con las otras,
por lo que quizá nunca podamos hablar de ciencia en macroeconomía.
En microeconomía, sin embargo, se ha producido en los últimos años
una revolución metodológica en la que la pertinencia de una política
social, por ejemplo, se evalúa ahora comparando individuos que, sea
por un diseño deliberado (experimentos controlados) o por razones
históricas (experimentos naturales), recibieron un determinado
tratamiento respecto de individuos similares que no lo recibieron.
Para combatir la inseguridad, el Senado acaba de aprobar la semana
pasada la implementación del Servicio Cívico Voluntario, por el cual
jóvenes de 14 a 24 años de bajos recursos recibirán instrucción en
oficios y artes en instalaciones militares. Aunque no es idéntico, el
proyecto se parece mucho al servicio militar que existió en la
Argentina hasta 1994. Es más, los motivos que subyacen en su
aprobación son los mismos que los que respaldan los proyectos de
reimplementación del servicio militar obligatorio para combatir la
inseguridad.

Existen argumentos para suponer que el servicio militar reduce el


delito. La participación en el servicio militar puede haber significado,
en el siglo pasado, el acceso a controles médicos, alfabetización,
alimentación e inclusión social para jóvenes de bajos recursos.
También constituía un ambiente donde se transmitían valores y
disciplina. Además, el servicio militar mantenía a los jóvenes en
instalaciones militares, imposibilitados transitoriamente de cometer
delitos. Pero por otro lado el servicio militar retrasaba el ingreso de
los jóvenes en el mercado de trabajo, afectando su inserción laboral, y
en muchos casos, como los que llevaron a su desaparición, constituía
un ambiente sumamente violento. Los conscriptos recibían además
entrenamiento en el uso de armas.

Afortunadamente, la hipótesis de si la prestación del servicio militar


obligatorio aumentaba o reducía la posibilidad de involucrarse
posteriormente en actividades delictivas puede ser sometida al
escrutinio científico apelando a un experimento natural. Como todos
recordamos, el llamado al servicio militar dependía del resultado de
un sorteo. Esto permite comparar a la población que sacó número alto
respecto de los que sacaron número bajo.

Esta comparación la estudiamos en un trabajo realizado con Sebastián


Galiani y Martín Rossi ( Conscription and Crime: Evidence from the
Argentine Draft Lottery ). Allí mostramos que aquellos que prestaron el
servicio militar tuvieron una probabilidad 4% mayor de desarrollar
posteriormente un prontuario criminal. El efecto es mayor para
quienes sufrieron una mayor interrupción en su ingreso al mercado
laboral (dos años de "colimba") y para las clases que participaron de
la Guerra de Malvinas (en coincidencia con estudios similares que se
hicieron aprovechando los sorteos realizados en los Estados Unidos
durante la Guerra de Vietnam). Los ex-conscriptos también muestran
mayor índice de desempleo, menores ingresos y menor probabilidad
de estar registrados en empleos formales.
Estos resultados indican que el servicio militar es una mala
recomendación para combatir la inseguridad. El nuevo Servicio Cívico
Voluntario no es idéntico, pero se le parece mucho, y su uso para
reducir el delito está inspirado en las mismas ideas. Es como si se
demostrase científicamente que un antibiótico perjudica la salud y
luego se aprobara el suministro a la población de otro con una
composición química muy similar y sin ninguna evidencia seria de sus
efectos benéficos.

Desafortunadamente, el significativo aumento de la inseguridad en


nuestro país en las últimas dos décadas no ha sido acompañado por
una mejora en el diseño de nuestras políticas de seguridad.
Necesitamos que estas decisiones estén guiadas por resultados
rigurosos en vez de por meras opiniones bienintencionadas. En
resumen, nuestra sociedad necesita que el proceso de diseño de sus
políticas de seguridad salga de la Edad Media.

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