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OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios


R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la


siguiente antífona:

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros


fue tentado y por nosotros murió, venid,
adorémosle.

Si antes se ha rezado ya alguna otra


Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio


R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Himno: ¿QUÉ TENGO YO QUE MI


AMISTAD PROCURAS?

¿Qué tengo yo que mi amistad


procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,


pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:


«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!»

y ¡cuántas, hermosura soberana:


«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor los rescató de la


opresión.

Salmo 77 - BONDAD DE DIOS E


INFIDELIDAD DEL PUEBLO ATRAVÉS DE
LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
IV
¡Qué rebeldes fueron en el desierto,
enojando a Dios en la estepa!
Volvían a tentar a Dios,
a irritar al Santo de Israel,
sin acordarse de aquella mano
que un día los rescató de la opresión:

cuando hizo prodigios en Egipto,


portentos en el campo de Soán;
cuando convirtió en sangre los canales
y los arroyos, para que no bebieran;
cuando les mandó tábanos que les
picasen,
y ranas que los hostigasen;
cuando entregó a la langosta sus
cosechas,
y al saltamontes el fruto de sus
sudores;

cuando aplastó con granizo sus viñedos,


y con escarcha sus higueras,
cuando entregó sus ganados al pedrisco,
y al rayo sus rebaños;

cuando lanzó contra ellos el incendio de


su ira,
su cólera, su furor, su indignación,
y, despachando a los siniestros
mensajeros,
dio curso libre a su ira:

no los salvó de la muerte,


entregó sus vidas a la peste;
cuando hirió a los primogénitos en
Egipto,
a las primicias de la virilidad en las
tiendas de Cam.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu


Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Ant. El Señor los rescató de la opresión.

Ant 2. Los hizo llegar el Señor hasta el


monte que su diestra había adquirido.

Salmo 77 V

Sacó como un rebaño a su pueblo,


los guió como un hato por el desierto,
los condujo seguros, sin alarmas,
mientras el mar cubría a sus enemigos;

los hizo entrar por las santas fronteras


hasta el monte que su diestra había
adquirido;
ante ellos rechazó a las naciones,
les asignó por suerte su heredad:
instaló en sus tiendas a las tribus de
Israel.

Pero ellos tentaron a Dios Altísimo y se


rebelaron,
negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus
padres,
fallaron como un arco engañoso;
con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.

Dios lo oyó y se indignó,


y rechazó totalmente a Israel;
abandonó su morada de Silo,
la tienda en que habitaba con los
hombres;
abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad;
el fuego devoraba a los jóvenes,
y las novias ya no tenían cantos;
los sacerdotes caían a espada,
y sus viudas no los lloraban.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu


Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Ant. Los hizo llegar el Señor hasta el


monte que su diestra había adquirido.

Ant 3. Escogió a la tribu de Judá y eligió


a David, su siervo, para pastorear a
Israel, su heredad.

Salmo 77 VI

Pero el Señor se despertó como de un


sueño,
como un soldado vencido por el vino:
hirió al enemigo en la espalda,
infligiéndole una derrota perdurable.

Repudió las tiendas de José,


no escogió la tribu de Efraím;
escogió la tribu de Judá
y el monte Sión, su preferido.
Construyó su santuario como el cielo,
como a la tierra lo cimentó para
siempre.

Escogió a David, su siervo,


lo sacó de los apriscos del rebaño;
de andar tras las ovejas, lo llevó
a pastorear a su pueblo Jacob,
a Israel, su heredad.

Los pastoreó con corazón íntegro,


los guiaba con mano inteligente.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu


Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.

Ant. Escogió a la tribu de Judá y eligió a


David, su siervo, para pastorear a
Israel, su heredad.

V. El que obra la verdad viene a la luz.


R. Y sus obras quedan de manifiesto.

PRIMERA LECTURA

Del libro del Éxodo 3, 1-20

VOCACIÓN DE MOISÉS Y REVELACIÓN


DEL NOMBRE DE DIOS

En aquellos días, pastoreaba Moisés el


rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de
Madián; llevó el rebaño a través del
desierto hasta llegar a Horeb, el monte
de Dios. El ángel del Señor se le
apareció en una llamarada entre las
zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin
consumirse. Y Moisés se dijo:
«Voy a acercarme a mirar este
espectáculo admirable, a ver cómo es
que no se quema la zarza.»

Viendo el Señor que Moisés se acercaba


a mirar, lo llamó desde la zarza:

«Moisés, Moisés.» Respondió él:

«Aquí estoy.»

Dijo Dios:

«No te acerques; quítate las sandalias


de los pies, pues el sitio que pisas es
terreno sagrado.»
Y añadió:

«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de


Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de
Jacob.»

Moisés se tapó la cara, temeroso de ver


a Dios. El Señor le dijo:

«He visto la opresión de mi pueblo en


Egipto, he oído sus quejas contra los
opresores, me he fijado en sus
sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de
los egipcios, a sacarlos de esta tierra
para llevarlos a una tierra fértil y
espaciosa, tierra que mana leche y miel,
al país de los cananeos, hititas,
amorreos, fereceos, jiveos y yebuseos.
El clamor de los israelitas ha llegado a
mí y he visto cómo los tiranizan los
egipcios. Ve, pues, ahora; yo te envío al
Faraón para que saques de Egipto a mi
pueblo, a los hijos de Israel.»

Moisés replicó a Dios:

«¿Y quién soy yo para acudir al Faraón y


sacar de Egipto a los hijos de Israel?»

Respondió Dios:
«Yo estoy contigo; y ésta es la señal de
que yo te envío: cuando saques al
pueblo de Egipto, daréis culto a Dios en
esta montaña.»

Moisés contestó a Dios:

«Mira, yo iré a los hijos de Israel y les


diré: "El Dios de vuestros padres me ha
enviado a vosotros"; pero si ellos me
preguntan: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué
les he de responder?»

Dijo Dios a Moisés:

«Yo soy "el que soy". Esto dirás a los


israelitas: "'Yo soy' me envía a
vosotros". Así les dirás: '''Yahvéh', el
Dios de vuestros padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de
Jacob, me ha enviado a vosotros.

Éste es mi nombre para siempre, así me


llamaréis de generación en generación."
Ve, pues, reúne a los ancianos de Israel
y diles:

"Yahvéh, el Dios de vuestros padres, el


Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob
se me apareció y me dijo: 'Os he
visitado y he visto cómo os maltratan en
Egipto. He decidido sacaros de la
opresión egipcia y lIevaros al país de los
cananeos, hititas, amorreos, fereceos,
jiveos y yebuseos, a una tierra que
mana leche y miel.'"

Ellos te harán caso, y tú, con los


ancianos de Israel, te presentarás al rey
de Egipto y le dirás: "El Señor Dios de
los hebreos se nos ha manifestado, y
nosotros tenemos que hacer un viaje de
tres jornadas por el desierto para
ofrecer sacrificios al Señor, nuestro
Dios." Yo sé que el rey de Egipto no os
dejará marchar ni a la fuerza; pero yo
extenderé la mano, heriré a Egipto con
prodigios que haré en medio de él, y
entonces os dejará marchar.»

RESPONSORIO Ex 3, 14; Is 43, 11

R. Dios dijo a Moisés: Yo soy «el que


soy». * Esto dirás a los hijos de Israel:
«"Yo soy" me envía a vosotros.»
V. Yo soy el Señor; fuera de mi no hay
salvador.
R. Esto dirás a los hijos de Israel: «"Yo
soy" me envía a vosotros.»

SEGUNDA LECTURA

Del Tratado de san Ireneo, obispo,


Contra las herejías
(Libro 4. 13—14, 1: SC 100,534-540)

NUESTRA AMISTAD CON DIOS

Nuestro Señor, aquel que es la Palabra


de Dios, primero nos ganó como siervos
de Dios, mas para liberarnos después,
tal como dice a sus discípulos: Ya no os
llamo siervos, porque el siervo no sabe
lo que hace su señor; os he llamado
amigos, porque todo cuanto me ha
comunicado el Padre os lo he dado a
conocer. Y la amistad divina es causa de
inmortalidad para todos los que entran
en ella.

Así, pues, en el principio Dios plasmó a


Adán, no porque tuviese necesidad del
hombre, sino para tener en quien
depositar sus beneficios. Pues no sólo
antes de la creación de Adán, sino antes
de toda creación, el que es la Palabra
glorificaba a su Padre, permaneciendo
en él, y él, a su vez, era glorificado por
el Padre, como afirma él mismo:
Glorifícame tú, Padre, con la gloria que
tenía junto a ti antes que el mundo
existiese.

Y si nos mandó seguirlo no es porque


necesite de nuestros servicios, sino para
que nosotros alcancemos así la
salvación. Seguir al Salvador, en efecto,
es beneficiarse de la salvación, y seguir
a la Luz es recibir la luz. Pues los que
están en la luz no son los que iluminan
a la luz, sino que la luz los ilumina y
esclarece a ellos, ya que ellos nada le
añaden, sino que son ellos los que se
benefician de la luz.

Del mismo modo, el servir a Dios nada


le añade a Dios, ni tiene Dios necesidad
alguna de nuestra sumisión; es él, por
el contrario, quien da la vida, la
incorrupción y la gloria eterna a los que
lo siguen y sirven, beneficiándolos por el
hecho de seguirlo y servirlo, sin recibir
de ellos beneficio alguno, ya que es en
sí mismo rico, perfecto, sin que nada le
falte.

La razón, pues, por la que Dios desea


que los hombres lo sirvan es su bondad
y misericordia, por las que quiere
beneficiar a los que perseveran en su
servicio, pues, si Dios no necesita de
nadie, el hombre, en cambio, necesita
de la comunión con Dios.

En esto consiste la gloria del hombre, en


perseverar y permanecer en el servicio
de Dios. Por esto el Señor decía a sus
discípulos: No me habéis elegido
vosotros a mí, sino que yo os he elegido
a vosotros, queriendo indicar que no
eran ellos los que lo glorificaban al
seguirlo, sino que, siguiendo al Hijo de
Dios, él los glorificaba a ellos. Por esto
añade: Quiero que ellos estén conmigo
allí donde yo esté, para que contemplen
mi gloria.

RESPONSORIO Dt 10, 12; Mt 22, 38

R. ¿Qué es lo que te exige el Señor, tu


Dios? * Que temas al Señor, tu Dios, y
lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios,
con todo el corazón y con toda el alma.
V. Éste es el principal y el primero de los
mandamientos.
R. Que temas al Señor, tu Dios, y lo
ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con
todo el corazón y con toda el alma.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, mira
compasivo nuestra debilidad y extiende
sobre nosotros tu mano para
protegernos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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