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HISTORIAS PARA JUNTAS DE

DEBILIDADES HUMANAS

Por Alejandro Castro Rosas


Dedicatoria

A mis hijos, porque estas breves historias esconden bellos diamantes,


perlas, esmeraldas y lapislázulis que podrán aconsejarlos en el
desarrollo de sus vidas, se darán cuenta que en estas historias es más
importante lo que no digo que lo que aun detallo, pero si mastican cada
historia podrán nutrirse de mis errores y aciertos que trato de
transmitírselos buscando alguna manera que aunque parece ingenua
toca temas para adultos.

Con cariño a mis hijos: Alejandro, Daniela Viridiana, Diego,


Luis Felipe, Claudia Alejandra, Zermat Axel Eduardo, Leanny
Alejandra, Princesa Alejandra y Príncipe Alejandro. Con un
Amor tierno y férreo: su padre, Alejandro Castro Rosas

Índice

1. El angelito de ala rota……………………………………………………pag.5

2. La osa……………………………………………………………………….pag.10

3. El marranito………………………………………………………………..pag.13

4. La armadura perfecta…………………………………………………….pag.14
5. El mostro……………………………………………………………………pag.17

6. La botella……...……………………………………………………………pag.21

7. El rey de la selva…………………………………………………………..pag.23

8. La princesa encadenada………………...………………………………Pag.25

9. Pececitos

I………………………...………………………………...……..Pag.28

10. Pececitos
II…………………………………………………………………Pag.28

11. Los
flojitos………………………………………………………………….Pag.33
12. La mina……………………………………..……………………...……Pag.36

13. La Guajolota………………………………………..…………...……...Pag.39

14. El águila invencible……………………………..……………….……Pag.40


EL ANGELITO DE ALA ROTA

Existía en el cielo un bellísimo ángel adolescente, que al ver la injusticia de la Tierra,


fue con Dios y le preguntó por qué si Él era tan bueno y poderoso permitía que
existiera la injusticia en la tierra.

Dios le contestó: “Eso es algo que no podría explicarte, tal vez tendrías que bajar a
la tierra a averiguarlo por ti solo, pero te advierto que solamente puedes bajar una
vez a la tierra, ya que si bajaras dos veces, tus alas quedarían inútiles y no podrías
regresar”.

Era tanta la curiosidad del angelito que aceptó y bajó a la tierra. Al entrar a la
atmósfera de la tierra, en el viento, al no estar ya cerca la presencia de Dios, el
águila de la soledad rompió una de sus alas, por lo que, herido, cayó en el bosque
de la tristeza sin poder volar y comenzó a llorar en un canto de dolor que se
escuchaba a grandes distancias.

En el valle del rechazo, vivía un poeta que nació mudo, y nunca nadie le enseñó a
escribir. Pero componía en su mente los más bellos y perfectos poemas que
pudieran existir. Al escuchar el canto de tristeza se acercó al bosque y encontró al
angelito, sentado, abrazándose las piernas y llorando. En el momento que lo vio,
comprendió la razón de todos sus poemas, y esa emoción lo hizo dar un grito
poderoso, impactante y estremecedor.
El angelito al recibir de golpe tanta emoción, escapó volando y fue con la Señora
Justicia, la esposa del Trueno, y le dijo el susto tan grande que ese hombre le había
ocasionado. De manera inmediata, la Señora Justicia, ante el acuso de un ángel de
Dios, fue con el poeta y con los hilos de la autoridad, le cosió la boca, para que
jamás volviera a pronunciar sonido alguno; confinándolo al desierto del desamparo
por todos los días de su vida.

El angelito no quiso saber más de nada y regresó al cielo, al lado de Dios, quien lo
estaba esperando y le preguntó: “¿Entendiste la injusticia?” El angelito contestó: “No
tuve tiempo, fue muy poco y terrorífico lo que estuve ahí. Hoy me he dado cuenta
que los hombres son en verdad muy malos, no comprendo por qué les permites
existir”.

Dios sonrió levemente y le dijo: “No sólo conociste la injusticia, sino que también la
cometiste tú ¿o no te diste cuenta que el grito del poeta te estremeció, te espantó,
trastornó tus conceptos de vida, hizo que sintieras gran temor; pero también y
principalmente, sanó tu ala herida? Arrancó de tu ser la soledad. Muchas veces el
impacto del amor trastorna nuestra existencia, pero sirve para que puedas volver a
volar otra vez. Pero eso no lo es todo.

Ese ser desde que nació estaba destinado a ser un depósito de amor, única y
exclusivamente para que cuando lo conocieras, bebieras tú y sanara tu ala rota. Voy
a permitir que escuches todos los poemas que ha compuesto para ti en su mente,
aún antes de conocerte.

Al instante, con un viento suave, impregnado del aroma de la ternura, el angelito


empezó a escuchar aquellos poemas perfectos que habían sido escritos como al
aire. Sin poder decir nada, solamente derramando unas lágrimas de diamante azul
que, al caer se convertían en estrellas.

El angelito le pidió perdón a Dios, quien le dijo: “No es a mi a quien cometiste la


injusticia, no es a mi a quien has lastimado, y no puedes ni siquiera regresar a pedirle
perdón porque ya no podrías regresar al cielo jamás”.

El angelito de ala rota, le pidió permiso a Dios para regresar a la Tierra a pedirle
perdón al poeta, aún cuando no pudiera regresar jamás al cielo.

Regresó pues a la Tierra y encontró al poeta en el desierto del desamparo, envuelto


en la frazada de la indiferencia, con la piel ceniza, el cabello estéril y las fuerzas
rotas, pero aún así seguía componiendo bellas piezas literarias de amor al angelito,
ahora más fuertes, más poderosas y a la vez más sublimes.

Cuando llegó hasta allá el ángel, ya tenía las dos alas destrozadas. El poeta no nada
más tenía cosidos los labios, sino cerraba fuertemente los ojos, intentando fugarse
de su realidad.
Muy suavemente, el ángel se acercó y sin poder siquiera pedir una disculpa ante
ese espectáculo, sólo atinó a besar los labios del poeta.

Una luz muy intensa comenzó a brillar en el pecho del poeta. Como cuando se
rompe un molde de barro, así se rompió la carne del poeta, y emergió un gran
arcángel, con alas gigantes de más de 4 metros cada una. La mirada de él se
convirtió en plenitud y le dijo que era un gran guerrero, que había peleado en
batallas celestiales y que de premio Dios le iba a dar de pareja un angelito bueno,
lindo y casi perfecto.

El único problema es que ese angelito era inexperto y sin conocimiento de la vida y
que podría en algún momento tratarlo mal, ser indiferente, caprichoso, exigir amor
de más, atención de más; por lo que Dios tenía un plan perfecto para enseñarle a
no cometer ninguna injusticia con el ser que más lo iba a amar.

Que cada que alguien abusa de la persona que lo ama, Dios siente en su corazón
como si la espina del desprecio lo traspasara.

El angelito de ala rota sólo atinó a llorar, y comprendió el motivo de las injusticias.
El gran arcángel, abrazándola suavemente, regresó al cielo con ella en los brazos,
fundiéndose en uno solo y hasta el día del hoy, son, el lucero de la mañana.
LA OSA

En una gran cueva del bosque vivía el oso gruñón. Este oso estaba empeñado en
transformar el mundo, quería convertir el bosque en algo muy bello y funcional, por
lo que siempre estaba trabajando: construyendo una presa, quitando los troncos del
camino, haciendo más grande su cueva, organizando el comportamiento de los
animales, pero por tantas tareas siempre estaba de mal humor y llegaba a su cueva
cansado, fastidiado y con mucha hambre. El ser un gran constructor le exigía
grandes cantidades de energía y tiempo.

La osa de bello pelaje y ojos azules, hermosos y radiantes, siempre estaba llena de
reclamos: “Como nunca me das tiempo, ya no eres tierno conmigo. Ya no soporto
estar encerrada en esta cueva asquerosa”. Hasta que un día, fastidiada de vivir con
el oso constructor, decidió abandonarlo, tomando las alhajas que el oso le había
regalado y diciendo: “Estoy peleada con él, pero no con sus riquezas”, abandonó la
cueva.

Llegando a la casa de la coneja, le contó sus penas y lloró amargamente el mal trato
recibido por el oso. La coneja sabía lo gruñón que era el oso y lo difícil que tenía
que ser vivir con él.

Alcanzando a ver las alhajas guardadas por la osa en su bolsa le ofreció que se
quedara a vivir unos días en su madriguera. Al momento que entró la osa, rompió
con su gran trasero la cama y la mesa, pero empeñada en instalarse destrozó el
ropero de la armonía, por lo que, apenada, sólo le pudo decir a la coneja “lo siento”
y se fue a otro lado, llegando al árbol del búho.

El búho, que desde siempre veía a la osa con deseo, emocionado al tenerla en su
árbol, le cantaba todas las noches sin parar. La osa no soportaba que no la dejaran
descansar y subió hasta la punta del árbol, tratando de alejarse de ese ruido. El
árbol, al no soportar tanto peso se rompió de pronto, y la caída destrozó todas las
ramas del árbol, dejando al búho sin hogar.

Al pasar la hormiga por ahí, la osa le pidió asilo en su hormiguero, pero la hormiga
al ver los daños que había ocasionado la osa le dijo: “que te soporte tu madre,
porque yo tendría que estar muy estúpida o enamorada de ti, como lo estaba el oso,
para recibirte en mi casa.”

La osa se puso muy triste al ver que con ese gran trasero, gordo, amplio y espacioso,
producido por la comodidad de vivir en una gran cueva no iba a caber en cualquier
lado, pero se dio cuenta que efectivamente no era huérfana, y fue a la casa de sus
padres.

La cueva de los padres era una cueva vieja, llena de humedad y de vicios. El aroma
era de naftalina, orines y popó, siendo ese aroma cotidiano para los osos viejos, lo
cuál no ocasionaba en ellos ninguna molestia, pero en la osa sí, indignación.
Haciendo acopio de valor, la osa decidió descansar un rato, y al sentarse en el sillón
de su padre, como éste era ya viejo, de un golpe lo rompió.

Como era voluntariosa y necia, decidió gastar sus alhajas en renovar la cueva de
sus padres. Compró muebles nuevos, amplió la cueva, contrató una cocinera, una
sirvienta y la cueva quedó muy bella.

Llevaba a sus padres al doctor, los atendía, los cuidaba, todo ya estaba en armonía
en esa cueva.

Un día llegó y encontró a su madre llorando. La osa anciana estaba muy triste, por
lo que la osa le dijo: “¿qué tienes madre?”, “he fracasado en la vida hija”, le
respondió; la osa le contestó “¿por qué dices eso, si ya todo es bonito y perfecto?”,
la osa anciana le contestó: “desde el bello día en que te tuve por primera vez en mis
brazos, me propuse hacer de ti una gran osa de la cuál yo me sintiera orgullosa de
ser su madre, y me empeñé todos los días de mi vida en darte ese ejemplo. Cuando
vivía las infidelidades de tu padre, o las carencias que teníamos, porque bebía con
sus amigos allá en el río.

Yo sabía que esos sufrimientos no eran nada, comparado con verte triunfar en la
vida, al lado de un gran oso. Después de muchos pedimentos a Dios, Él me
escuchó, y el oso más poderoso, el líder, el constructor, aquél que tiene la capacidad
de transformar y reformar su entorno, se fijó en ti. Desde ese día, hasta que
regresaste a la casa, a pesar de tener mi cueva en no muy buenas condiciones,
vivía yo en paz, sabiendo que mi amor se había cumplido en ti.”

“Es bueno tenerte como enfermera y como ayuda en mi casa, pero es triste ver que
no estuviste a la altura de ser la osa de un gran líder, y que tengas que vivir con
nosotros tus padres, FRACASADA”.

La vanidad de la osa, junto con su arrogancia, quedó en el suelo. Se dio cuenta cuál
era su lugar en la vida. Regresó a la cueva, a la gran cueva del oso, dándose cuenta
que se necesitan muchas y grandes virtudes para ser la pareja de un gran líder; y
que eran muy pocas las hembras en el bosque que tenían esas facultades.
Pero de una cosa si estaba segura: que ella SI LAS TENIA.
EL MARRANITO

Un día, por el camino en su limosina blanca, viajaba el dueño de todo. Vestía su


traje de lino y camisa de seda blanca, cuando de pronto en el camino vio un
marranito a un lado del camino. Era de estatura mediana, tenía el culito lleno de
almorranas, algunas de ellas ya reventadas. Tenía todo el pelambre batido, con
huellas de haberse revolcado en lodazales, con restos de excremento. Tal vez
diarreas de borracho. Gargajos pegados al cuerpo, algunos de ellos secos ya de
mucho tiempo. Estaba lleno de piojos, pulgas y garrapatas.

Sus genitales ya no tenían forma y parecían un manojo de frambuesas por su color


morado y sanguinolento. Los huevitos del marranito estaban hinchados y uno de
ellos aplastado. Los dientes, estaban todos podridos y sus encías agusanadas. Le
faltaba la oreja derecha, que se la había arrancado un perro de un mordisco.
Era un marrano, que la tragedia de su vida, él la había completado.

Tenía una gran cortada en las nalgas, de la cual emanaba pus y sanguaza, pero
tenía un caminar gracioso, un ritmo de movimientos exquisitos, su mirada tenía algo
especial, que el dueño de todo alcanzó a distinguir, por lo que ordenó a su chofer
detenerse de inmediato, diciendo: “¡mira nada más que cosa tan hermosa! ¡Qué
animal tan bello! Cuánta gracia y perfección en un solo ser”, a lo que, extrañado el
chofer, preguntó: “¿A qué se refiere mi señor? ¿A ese asqueroso y repugnante
marrano que va a un lado del camino?”, A lo que el dueño de todo comentó: “¿cómo
es posible que algo tan divino esté en esas condiciones? ¿No te das cuenta la
esencia mágica que está depositada en él? Pero no te preocupes, solamente la
mirada de alguien como yo puede advertir que en un marrano como él, exista esa
esencia divina.

Abriendo la puerta bajó de inmediato y con sus manos enfundadas en unos guantes
de piel finísima, blancos, tomó al marrano entre sus brazos, sin importarle
absolutamente más nada, lo abrazó, lo cobijó, lo sentó en sus piernas, lo llenó de
besos y aún las pulgas brincaban alegres. Lo llevó a su gran palacio. Una vez ahí,
llamó a veinte de sus asistentes, que eran las mujeres más bellas de varios países.
Algunas rusas, otras de la corte austriaca; algunas condesas francesas, campesinas
colombianas, era un gran espectáculo ver a esas asistentes tan majestuosas. La
misión que se les dio fue atender al marranito, le quitaron las pulgas, piojos y
garrapatas una por una.

La francesa preparó un ungüento medicinal y se lo ponía como fomentos en sus


huevitos; la alemana, con mucha pericia, amor y cuidado sanó y restauró una a una
sus almorranitas; la danesa que era dentista, le limpió toda la pudrición de cada uno
de sus dientes, poniéndole en cada orificio de ellos, un bello diamante. Cada
diamante que le fue colocado fue escogido entre miles de otros tantos, buscando
los más bellos y más armoniosos.
La filipina le lavó con shampoo y peinó su pelambre, perfumándolo con tres gotitas
de Channel cada hora, con tal precisión y exactitud como si fuera receta médica. La
cubana le cantaba suavemente al oído mientras él dormía. Mandaron traer un
cirujano plástico y le pusieron la oreja que le faltaba.

Cuatro bellas negritas le hacían el paticure. Las manos blancas y suaves de la


siberiana le daban masaje, pero siendo esta una mujer perversa siempre finalizaba
ese masaje con el busto.

Un día llegó el dueño de todo con un collar de platino e incrustaciones de oro blanco
y amarillo, con los diamantes más exquisitos, tenía el nombre del marranito escrito:
“CHINGADERA”

Así lo llamaba con cariño el dueño de todo, le decía muy alegremente: “véngase mi
chingaderita”.

¡AH! Cuando llamaron a los sastres a que le hicieran su ropa. Fue un verdadero
pleito, la discusión de los diseñadores para vestirlo: Armani, Versace, Laurent,
Zegna, ¡cómo pelearon por tener el honor de vestirlo! El presupuesto para esto era
infinito.

Le hicieron sus zapatos Louis Vuiton en un molde de oro. ¡Caramba! Quedó


extraordinariamente bello, era todo un espectáculo verlo pasear a un lado de la
alberca o en los jardines del palacio, rodeado de sus veinte asistentes que le
bailaban y lo alimentaban con frutas y comida exquisita en todo momento. Y una
vez respaldado, su seguridad se elevó al cielo, sin que nada la detuviera. Se daba
el lujo de cantar en la madrugada, sabiendo que al callarse le aplaudirían con
emoción.

Pero un día, un triste día, un guardia distraído dejó abierta la puerta de la entrada.
Los aromas de lo que había afuera, alcanzaron a penetrar el palacio. El marranito
al instante que los percibió detuvo sus movimientos y levantó la cabeza para
olfatearlos mejor. “Mhhhhh… mhhhhh…, ese delicioso, exquisito y magnífico olor a
mierda”. El marranito, como si fuera flotando salió encantado fuera del palacio,
encontrando el origen de estos aromas. Un delicioso y exquisito charco de mierda
de borracho lo esperaba impaciente fuera del palacio. Al instante corrió hacia él,
arrancándose el collar con su nombre. Lo aventó con fuerza lejos de si y se aventó
un clavado a ese charco de pudrición, al cuál pertenecía.

Nunca nadie le pudo decir la verdad al dueño de todo, lo que había pasado con ese
marrano, porque sabían que una tristeza así podría matarlo. Le mintieron diciéndole
que unos ángeles, al ver la belleza del animal, se lo habían llevado al cielo. Al
marranito, uno a uno le robaron los dientes. Sus huevitos otra vez quedaron
hinchados, como por arte de magia todas las almorranas le explotaron, el bello
atuendo de gargajos recuperó su sitio. Los gusanos de las encías revivieron, otra
vez apestoso, otra vez rechazado, otra vez solo, otra vez triste, otra vez bebiendo
la mierda del borracho. Otra vez la ceniza del cigarro en los labios.
Tal vez tú ya hayas sido rescatado, pero voltea y ve la puerta, está abierta. De ti
depende quedarte o salir y llegar otra vez a donde estabas. Mira, la puerta está
abierta, y esa misma puerta es una entrada o una salida, tú escoge.

LA ARMADURA PERFECTA

Un día el buen rey, llamó a todas sus tropas a la batalla final, convocados todos los
ejércitos a la gran plaza de armas, el buen Rey mandó poner todas las armaduras
de los guerreros, como esperándolos. Al llegar cada guerrero tenía que ponerse la
armadura que le correspondiera.

Llegaron absolutamente todos los guerreros de todos los dominios del mundo.
Verlos ahí era ver todas las razas reunidas, guerreros con máscaras de león,
orientales, finlandeses, valientes de todo color de piel, de distintas estrategias y
habilidades. Llegó ese poderoso ejército y todos empezaron a ponerse la armadura
propia, aquella que correspondía a sus habilidades, a sus fuerzas y a sus misiones.
A pesar de que no tenían nombres, cada guerrero sabía cuál era la suya.

En la parte alta del pretorio, había una armadura que era de crisolito, berilio, ónice
y carbunclo, incrustada de diamantes azules. Era tan poderosa esa armadura que
resplandecía, opacando aún los rayos del sol.
Al instante, un guerrero bello, joven, talentoso, valiente, invencible, sintió que la
merecía, por lo que fue por ella.

Al ver esto, el guerrero más victorioso, sabio, experto y justo, maestro de miles de
guerreros entendió, como por inspiración divina, que era de él.

Al instante empezaron a pelear por esa armadura, lo que provocó que los demás
guerreros, unos apoyando al Joven, otros al maestro, peleaban entre si, cada uno
dando sus argumentos exactos y perfectos que justificaban que uno u otro fuera el
dueño de esa armadura.

Todos los argumentos parecían lógicos y razonables, además de justos, pero eso
no impidió que iniciara una gran batalla entre los propios guerreros por la armadura.
Como consecuencia, miles de guerreros murieron en el acto, otros, confundidos,
perdieron sus objetivos y se extraviaron. Miles más, decepcionados, huyeron, y la
batalla apenas tenía unas cuantas horas.

El sonido de esa catástrofe llegó hasta las habitaciones del buen rey, quien salió a
la plaza de armas al instante. Al momento que gritó: “¡alto!” Su voz que estaba
investida de poder, dejó paralizados a todos y cada uno de los combatientes, y
caminando lentamente hacia la armadura les dijo: “Esta armadura que está aquí es
la mía, y no le queda absolutamente a nadie más, fue hecha a mano por mi padre.
Al inicio de las batallas, la pongo junto con las demás, porque eso me sirve para
detectar a los más ¡PENDEJOS!, aquellos cuyos dones y habilidades que yo les he
dado, han sido mucho más grandes que ellos mismos, y no sabiendo usar esos
dones para servir al ejército que pertenecen, han usado esos dones para beneficio
propio. Aquellos que olvidan que están bajo órdenes, y que llenos de estupidez
pretenden ponerse mi armadura. Esos son los peligrosos; no los inexpertos, no los
torpes. Éstos son los verdaderamente peligrosos, porque son los que hacen que mi
ejército se divida. Son tan nefastos que ponen a pelear a los guerreros contra sus
propios compañeros, Son éstos aún más peligrosos que el propio enemigo, porque
el enemigo al ser enfrentado en unidad y valor, con el poder que yo les he conferido,
es fácilmente derrotado, pero estos imbéciles, destruyen mi ejército, lo carcomen
como un cáncer en sus pleitos por el poder, sin importarles que el ejército mismo
sea destruido, destruyen el arma más poderosa de mis ejércitos, que es la unidad.
Siempre tienen buenos argumentos para sus pleitos por el poder; siempre tienen
grandes habilidades para deslumbrar a los ciegos. Por eso pongo mi armadura ahí,
para detectarlos desde el principio, para que un conflicto como este no suceda en
el campo de batalla. Esa armadura es única y exclusivamente para mi”.

Después de decir esto, se escuchó un gran silencio en la plaza de armas, ni los


heridos emitían ningún sonido. A lo lejos, a la distancia, se escuchaba el rugir
imponente de un gran león, anunciando el poder de la batalla. Todos los guerreros
agacharon la cabeza avergonzados.

De pronto, la luz penetró en todas sus mentes, clara y perfecta disipando las
pasiones de rivalidad, revanchismo, envidia, moralismo; los chismorreos se
detuvieron, en sus pechos empezó a arder el fuego de servicio, convocados
nuevamente por el rugido poderoso del león olvidaron quién los había herido, y aún
a sus agresores los ayudaron a levantarse.

El guerrero más viejo, el maestro, se sintió profundamente humillado y fue y se


postró de rodillas ante el buen rey, y le dijo: “Señor bueno, mátame aquí mismo en
este instante, córtame la cabeza y entrégasela a los perros, no merezco siquiera tu
perdón. He lastimado y herido lo que yo más decía amar: tu ejército”.

El guerrero joven se acercó y le dijo: “No Señor, no es culpa de él, yo lo he


provocado, eso que te está pidiendo él, házmelo a mi”.

El rey bueno volteó a ver sus miradas y vio que había arrepentimiento verdadero,
no ese arrepentimiento sensiblero que desaparece ante los brillos del poder. No, era
arrepentimiento verdadero, vergüenza.

Del buen rey, tocaron la parte más noble de su corazón, les dijo: “Esta armadura es
muy grande y poderosa para ser llevada por un solo hombre, pero por esta ocasión,
en esta batalla, voy a permitir que ustedes la compartan, uno la espada, otro el
escudo, otro el casco, otro la coraza, otro el calzado, otro la lanza; y los dos pelearán
en mi nombre, sin permitir jamás que la división los ataque nunca por absolutamente
ningún motivo”.
Esa tarde en el campo de batalla, existió un sorprendente guerrero de dos cabezas,
cuatro manos, cuatro pies, lleno de juventud, belleza y pericia, completado de
experiencia, sabiduría y anhelo. Ese guerrero fue empleado como emblema para el
escudo de la unidad.

EL “MOSTRO”

En el pueblo de la virtud, en donde toda la gente era buena, noble, santa y perfecta,
un buen día llegó una mujer loca, y nadie sabía de dónde venía, ni quién era, estaba
tan loca que llegó completamente desnuda y empezó a caminar por las calles del
pueblo.

Las mujeres del pueblo al verla pasar cerraban sus puertas y ventanas, poniendo
crucifijos atrás de ellas, arrojando agua bendita en los dinteles de sus puertas, se
postraban a rezar, pidiendo que sus hijos no vieran ese espectáculo. Los hombres
tomaban sus armas, escopetas y rifles apuntando a la puerta, para impedir que esa
mujer entrara a sus hogares.

La mujer loca era extremadamente bella, tenía un cuerpo perfecto. De ella emanaba
el perfume de lo prohibido. Sus cabellos eran el éxtasis del placer. Su risa era una
clara invitación para escaparse de la realidad embriagada en sus labios.
Las mujeres temblaban de temor; los hombres, en sus corazones de pasión.
Cuando llegó la noche y la nieve comenzó a caer sobre ese pueblo, la mujer
desnuda comenzó a tocar en todas las puertas, suplicando un poco de cobijo, pero
nadie abrió. En las primeras horas de la madrugada, la mujer yacía inconsciente
tirada en la plaza del pueblo.

Una a una todas las puertas del pueblo se abrieron muy despacito, cuidando de no
hacer ningún ruido. Todos los hombres del pueblo, desde adolescentes hasta
ancianos, le cayeron encima a la mujer inconsciente, peleando por penetrarla en
absolutamente cualquier parte de su cuerpo.

Cuando los rayos del sol empezaron a aparecer, como si fueran vampiros
regresaron sigilosos y aparentaron dormir al lado de sus virtuosas mujeres.

La mujer demente al fin abrió los ojos, y sangrando por todas partes pidió ayuda.
Los perros, en un intento por tragarla, la fueron arrastrando a las orillas del pueblo.

Las mujeres observaban por sus ventanas, atentas, sin ningún pensamiento por
ayudarla. Tal clase de pecado y asquerosidad no podía existir en el pueblo de la
virtud, moral y perfección.

Los pedazos de carne que alcanzaban los perros a desprender eran devorados al
instante. Cuando los perros la llevaron arrastrando a la orilla del bosque, como por
providencia divina, calló una gran lluvia, la cuál mandó un rayo que derribó un árbol,
el cuál encendido ahuyentó a los perros. Las brazas de ese árbol le dieron calor y
abrigo a esa mujer, salvándole la vida. Estaba embarazada.

Alimentándose de todo lo que se moviera en el bosque, sobrevivió. Pero un día dio


a luz muriendo. El hijo de ella era un espantoso monstruo, increíblemente deforme
y horrible. Sus manos eran como garras. Como era el hijo de la lujuria tenía un gran
falo que le arrastraba. Su rostro de rasgos toscos y violentos. El cuerpo diez veces
más grande de lo normal, y con la fuerza de la violación en sus venas. Toda la
perversión escondida de los que vivían en el pueblo estaba en él, a la luz del día.

Con la fuerza de un animal al nacer, no era indefenso; se movía con la fuerza de


una bestia. Las señoras, después de hacer largas oraciones, tomaron fuerzas y
valor para correrlo a palos y cubetadas de agua.

Siendo esta su primer experiencia con sus semejantes, ese monstruo sintió pavor
por el agua, por lo cuál jamás se bañaría ni entraría en contacto con ella, más que
única y exclusivamente para beberla, y eso, con gran temor. En el bosque se anidó
entre los árboles, pidiendo que nunca lo vieran.

La gente del pueblo no volvió a mencionarlo jamás, con la esperanza de que lo


sucedido nunca hubiera pasado, así como las señoras grandes guardan los
secretos oscuros de sus familias, aquellas verdades que son torpemente
disfrazadas en el paso de los tiempos.
Pasados los años, el sol brillaba en ese pueblo como siempre, y le nació al rey de
ese lugar una niña de ojos azules, piel de oro, cabellos largos de luz hasta la cintura,
que era el orgullo y felicidad de todos sus súbditos. El simple hecho de verla caminar
les producía un sentimiento de felicidad muy semejante al orgasmo.

Cuando cumplió quince años la niña, que era y se llamaba Princesa, le preguntó a
su padre: “¿Papá, qué hay más allá de nuestro pueblo?”, el papá le contestó: “hija,
eso ni siquiera lo preguntes, porque hay muchas cosas terribles más allá de nuestro
pueblo, dolores indescriptibles, nunca salgas de este lugar, porque hay lugares muy
peligrosos, como el desierto de la desesperanza, el bosque de la tristeza, el lago del
error… éste lago en especial es muy terrible, porque no tiene fondo, y el que cae en
él desaparece por siempre. También hay monstruos y bestias terribles, que
merodean al acecho. Por favor júrame hija: “nunca jamás salgas de los límites de
nuestro Pueblo de la Virtud, porque podrías conocer cosas supremamente terribles”.

Un día la princesa jugando a la pelota, sin querer pero con intención inconsciente,
la pateó hacia el bosque, y como era su pelota preferida fue por ella.

En cuanto puso un pie en el bosque, este mundo extraño, tenebroso pero


sorprendente la enamoró.

Su padre el rey, junto con todos los del pueblo, salieron a buscarla, dando gritos por
todos lados, armados con antorchas a pesar de ser de día, intentando que éstas
calmaran sus miedos. Rifles, palos, machetes, toda la jauría de los perros.
La princesa encontró el lago del error, y fascinada por la claridad de sus aguas, las
burbujas que salían como copa de champagne, se quitó la ropa y sin pensarlo
mucho, se echó un clavado.

El lago que era una trampa mortal perfecta, comenzó a hundirla muy suavemente,
casi de manera imperceptible. El rey y su gente llegaron en ese momento. Dándole
de gritos le pedían que saliera de inmediato, más porque ellos si se daban cuenta
que ella se estaba hundiendo, a pesar de que nadaba fuertemente. El rey le dio la
orden a todos sus servidores que de inmediato se metieran al lago para sacarla,
pero ellos, la gente virtuosa, moralista y perfecta, nunca jamás se meterían a las
aguas del error, ni para salvar a su princesa.

Cuando estaba a punto de desaparecer en esas aguas, desde lo alto de un árbol, a


pesar de tenerle un terror absoluto al agua, viendo que nadie iba a aventarse para
salvarla, se aventó ese ser que no tenía absolutamente nada que perder.

Aquél monstruo que fue rechazado por sus semejantes. Y aullando de dolor por las
heridas que le producía el contacto con el agua, con sus manos inmundas la tomó
de los cabellos y la sacó del agua.

En cuanto la sacó del agua, enseguida todos los ciervos del rey le cayeron encima
a palos para que la soltara. Hasta que con pronta exactitud un buen anciano clavó
una lanza en la nuca del monstruo matándolo.
La princesa, en cuanto recobró el aliento, corrió a abrazarlo, cubriéndolo con su
desnudez y sus cabellos. El rey gritaba: “¡Hija, por favor no lo toques! Ese es el fruto
de todo lo perverso que pueda existir, no te ensucies poniendo tu desnudez junto a
su cuerpo, que tus cabellos no se llenen de esa pudrición, porque podrías perder tu
gracia.

La princesa le contestó a su padre: “Señor mío, tenías razón, jamás debí haber
entrado a este bosque donde tuve que conocer por desgracia el lago del error, pero
éste monstruo, éste ser rechazado por la sociedad, depósito de toda maldad y
pecado, éste monstruo de aberraciones, me enseñó algo que jamás toda tu gente
virtuosa me podrá enseñar: GRATITUD”.

Ese día el rey ordenó hacer una réplica de oro exacta, con todas las deformidades
del monstruo al detalle, incluyendo su grandísimo falo que le arrastraba. La mandó
poner en la plaza principal a pesar del reclamo de todas las señoras moralistas,
virtuosas y perfectas, con una leyenda que decía: “Para que un pueblo sea en
verdad bueno y fuerte, debe tener bien en claro y al descubierto sus propias
perversiones, y recordar que ahí donde es el depósito de las más obscuras tinieblas,
brilla más intensamente la luz”.
LA BOTELLA

Existía un hombre muy noble y sabio, que preparaba bebidas exquisitamente


deliciosas, que con sólo probarlas producían un orgasmo. Éste hombre era
infinitamente rico, poderoso, respetado y aclamado por toda la humanidad, pero
tenía un problema: era víctima de una espantosa sed que no se le quitaba con
absolutamente nada, ni aún cuando estaba dormido.

Un día, camino a su palacio, por venir distraído a causa de la sed, equivocó el


camino y llegó a un arrabal, al símbolo del lumpen. Como ya era muy de noche y el
lugar más que peligroso, se quitó todas sus maravillosas alhajas escondiéndolas
por miedo a que aquella gente se las robara.

De pronto apareció frente a él causándole espanto un leproso, con el rostro


descarnado, al que le faltaba incluso casi todo el labio superior, vestido de andrajos.
Al ver esto, el sabio le dio un fuerte empujón tirándolo al suelo. Al caer, de entre sus
ropas se le salió una botella a la mitad, de un líquido extraño, que parecía emanar
luz propia de color espectacular, que nunca antes había visto.

La sed que lo atormentaba, lanzó un grito empujándolo a beber de la botella, más


bien una orden, y el leproso dijo: “Yo ya tomé de ella”. La arrogancia, con toques de
consciencia, hizo un segundo larguísimo. La mente no se enteró de nada, cuando
vio ya estaba bebiendo de la botella del leproso con gran ansiedad ¡No lo podía
creer! ¡La sed había desaparecido! Aquél cruel tirano que lo había torturado por
tantos años de su vida, desde que era un bebé, había sido derrotado al instante
¿Cómo él, siendo tan sabio, que era el gran maestro de las bebidas, no había podido
diseñar algo así? Y cómo un asqueroso leproso podía ser el dueño de ese milagro.

Totalmente irritado con esa realidad, levantó al leproso de manera violenta,


azotándolo contra la pared, con la desesperación de perder lo vehementemente
buscado toda la vida. Gritando desesperado ofreció: “Pídeme lo que quieras, todo
cuanto tenga es tuyo, pero dime ¿dónde consigo más? ¿De qué está hecho?
¿Quién lo hizo? ¿Qué es?”. El leproso contestó “no lo sé, un día apareció la botella
en el costal de mis miserias, cuando la botella se vacía, al rato está llena otra vez”.
Respondió el sabio: “véndeme la botella, lo que cueste, estoy dispuesto a dar todas
mis posesiones y aún la mitad de mi vida”. “No puedo”, contestó el leproso, “es lo
único que tengo”.

No acostumbrado a que nadie lo contradijera y dispuesto a matar por la botella, tomó


al leproso por el cuello y lo empezó a ahorcar, pero cada que apretaba más el cuello
del leproso, la botella crujía, estrellándose solita, por lo que al comprender que si lo
mataba la botella se destruiría, se detuvo.

El leproso, aun faltándole el aliento le dijo: “No te preocupes, la podemos compartir”.


El hombre aceptó y se sentaron en la banqueta de aquella calle de arrabal y sus
risas iluminaron la penumbra. El sabio preguntó: “Siquiera dime cómo se llama este
líquido”, el leproso contestó:

“AMISTAD”
El leproso le dijo: “no creas que va a ser de a gratis el que yo comparta mi botella
contigo, esto va a tener un precio”. El sabio, sonriendo para sus adentros, pensó “ya
lo sabía”, mientras con su mano acariciaba sus joyas escondidas. El leproso añadió:
“Tú que eres tan poderoso y sabio ¿puedes hacerme un favor?”, el sabio contestó
mientras pensaba, tratando de valuar la cantidad que le pediría, “pídeme lo que
quieras, yo soy tu amigo y por ti hago lo que sea, absolutamente lo que sea”.

El leproso, en lo que se acariciaba el cuello sonrió y le dijo: “Sólo es un pequeño


favor, que si en verdad tienes palabra lo cumplirás: ¡PÍCATE EL CULO!”

EL REY DE LA SELVA

En el reino animal, existía un poderoso león, que era el rey de absolutamente todo,
era infinitamente poderoso y destructivo. A un lado de él, sin siquiera saber que
existía, vivía un ratoncito muy pequeño y débil en extremo, que se alimentaba de
las sobras del león.
Un día, el león lo descubrió a su lado, de un zarpazo lo tomó y se lo aproximó a la
boca para tragarlo. El ratón le dijo: “León poderoso, no me hagas daño y a cambio
te ofrezco darte alivio a ese dolor que vives en secreto”. El león le contestó: “¿A qué
te refieres imbécil?”. El ratón le dijo: “Sé que tienes un dolor muy grande en el culito,
debido a una gran espina que tienes ahí incrustada por años. Si tú me lo permites,
yo puedo quitártela”.

El león, al ver su vergonzoso secreto descubierto le dijo: “Si en verdad puedes hacer
eso y guardarlo en secreto toda tu vida, serás recordado en la historia de este reino
como el ratón más rico y poderoso de este reino, porque tendrás mi amistad, mi
fidelidad, mi gratitud y lealtad. Juro por la sangre de mi padre y de mi madre, por el
linaje de reyes de todos mis antepasados, que tendrás mi protección por todo el
resto de mi vida, aún tus hijos y los hijos de tus hijos gozarán de privilegios de reyes.
Pero por favor, por piedad, te ruego, te suplico, te imploro que me quites esa espina
del culo”.

El ratón le dijo: “Estrechemos pues las manos para sellar este trato, porque si algo
he deseado en la vida es ser recordado por todos los animales de este reino”.
Enseguida, el ratón fue y con gran esfuerzo desprendió esa terrible espina del culo
del león.

En cuanto sintió alivio el león, lanzó un gran rugido de triunfo, que se escuchó hasta
el último rincón de sus dominios. Se puso contento, de buen ánimo. El ratón, parado
firme como un soldado fiel le dijo: “Señor, el trabajo está cumplido, iniciemos pues
el pago a mis servicios”. El león le contestó: “Estoy más que complacido con tu
trabajo, y para que veas que soy agradecido, como esta alegría me ha dado mucha
hambre, te invito a una gran comida, en la cuál el banquete eres tú”. Y sin más, lo
tragó por completo al instante.

El ratoncito, que aún tenía la espina en la mano, se la clavó con todas sus fuerzas
en la garganta, clavándola en la tráquea, por lo que el león empezó a morir de
asfixia.

Después de minutos de terrible agonía, y sin que nadie pudiera ayudarlo, ni siquiera
acercársele en lo absoluto, el león murió.

Y desde ese día, y por siempre, el frágil y débil ratoncito fue recordado como el ratón
que mató a un poderoso león, pasando a ser dueño de lo que antes era del traidor.
LA PRINCESA ENCADENADA

Existía en el bosque de la confusión un ogro malvado que se había robado una


inocente princesita cuando ella tenía 13 años. La tenia encerrada en su castillo
negro el cual era custodiado por feroces lobos que no permitían que nadie saliera o
entrara al castillo negro sin el permiso del ogro.

Todo el mobiliario del castillo era costoso pero de imponente estructura, cada uno
de los muebles tenía una historia tenebrosa en su pasado.

El ogro era de carácter irascible y muchas veces insoportable, acostumbraba


estallar ante cualquier error o estupidez de sus sirvientes, cuando la princesita
cumplió diez y seis años la tomo por mujer en una celebración a la cual invito a todos
los ogros familiares y amigos.

A media fiesta reto a golpes a todos sus invitados y se enfrentó con más de la mitad
de ellos quedando bañado en sangre pero victorioso, los espectadores y los
vencidos continuaron la celebración embriagándose y devorando las viandas.

Como a las tres de la madrugada ordeno a sus sirvientes que corrieran a todos los
invitados, y fue a la habitación principal donde estaba la princesita con su vestido
de novia color rosa pálido la tenia encadenada a la cabecera de la cama, ella lloraba
asustada y la luz de las velas semi dibujaban su rostro que era bellísimo, el cuerpo
de la princesa espectacular, de la piel emanaba un dulce aroma a pureza y
perfección.

La silueta del ogro se dibujaba con el resplandor de la luna, lentamente se acercó a


ella anticipando con la mirada y la respiración el disfrute que le proporcionaría el
abusar sexualmente de la princesita, de un zarpazo le arranco el vestido.

Ensangrentado, sudoroso, oliendo a vino y con restos de comida en la cara comenzó


a besar a la princesita, lamiendo la inocencia de su piel, como verdadero perro en
brama, de la manera mas asquerosa y cruel le robo la virginidad, la princesita solo
pudo decir en voz muy bajita: “hubiera preferido ser asesinada” y lo decía de
corazón, el ogro alcanzo a escuchar sus palabras y comenzó a golpearla disfrutando
cada golpe, cada herida.
Esa noche quedo embarazada, del primero de los doce hijos que tuvieron, nunca la
soltó de las cadenas, las que eran lo suficientemente largas para llegar al baño en
donde se refugiaba a llorar su desgracia.

Cada que daba a luz a uno de sus hijos los sirvientes se lo llevaban y lo alimentaban
con la leche de los lobos, y lo enseñaban a ser crueles, sádicos y desalmados como
su padre, uno de ellos a quien de nombre el ogro le puso “Realidad” era un varón
que había heredado la belleza de la mama y la fuerza y crueldad del papa,
“Realidad” buscaba a su madre todos los días por que disfrutaba mucha verla llorar,
cuando en sus rezos la princesa le pedía a dios que la liberara, que la ayudara, el
siempre gritaba al final “que nunca sea” y se iba riendo.

Los años pasaron; 28 para ser exactos y una noche la princesa cayo en fiebre, mas
enferma de la vida sin una sola razón para vivir que de enfermedad, el ogro
fastidiado de escuchar el dolor de la princesa que aun era bellísima, la tomo por el
cabello y arrancando las cadenas la saco de la habitación y la arrojo al patio
diciendo: “Saquen esta basura de mi santo hogar, que estoy harto de sus
quejumbres” los sirvientes obedientes como siempre la sacaron del castillo
aventándola a la cañada donde tiraban la basura y los desperdicios del castillo.

Una vez ahí tirada la fuerza de la libertad sano todas sus heridas, respiro aire limpio,
lleno sus pulmones llenándose de poder, al fin libre, se sentía de nuevo de 16 años,
un rayito de gracia celestial le devolvió la juventud y virginidad, empezó a sentir una
inmensa alegría que brotaba desde su corazón, dios había escuchado sus
peticiones y no solo le devolvió la libertad sino que también le restituyo la vida.

Comenzó a bailar jubilosa, agradecida, impresionada de como en ese tiradero de


basura dios le había dado tanto, bailo y canto alabanzas hasta quedarse dormida,

Al otro día despertó feliz al ver que era verdad que no deliraba, que en verdad era
libre, joven y virgen otra vez. Pero el corazón de pronto le dio un vuelco, la libertad
de frente la espanto, ¿Que haría ahora con su vida? ¿Y si se encontraba otro ogro?
Sentía que tanto aire era mucho para sus pulmones, ella con tantititito podía
sobrevivir, de pronto la verdad apareció en su mente: extrañaba las cadenas, si era
verdad, extrañaba los insultos, los abusos, las violaciones, sobre todo las
violaciones. Volteo a todos lados como cuidándose de que nadie la viera y regreso
a las puertas del castillo negro a tocar, a suplicar que la dejaran entrar pero nadie
abrió el ogro nunca cambiaba de decisión, era firme.

Después de varios días murió en las puertas del castillo negro y el cuerpo fue
devorado por los lobos, quedando los huesos esparcidos por el camino.

Un día cuando “Realidad” cumplió 27 años fue con su padre y le dijo que extrañaba
mucho los lamentos de su madre, que a él le proporcionaban mucha felicidad, el
ogro estallo en carcajadas y le dijo: “jajajaja no hijo no te equivoques esa mujer era
mía, tu tendrás que buscar la tuya” y abriendo un cajón de su buro saco muchas
monedas de oro y le dijo: “Ten ve y encuéntrala, y no regreses hasta que la traigas
encadenada” ese día se abrieron las puertas del castillo negro de par en par, por
las que salió “Realidad”.

Su padre lo despidió en la puerta, sabía que su crio encontraría la felicidad.

Siempre que exista un ogro o el hijo de un ogro, habrá una princesita esperándolo
para consumar la desgracia de su vida, ¿Tú no serás una de ellas?

Soltera o con años viviendo con el ogro.

PECECITOS I

En un rincón del mar caribe le pregunto el pececito al pecesote: o gran pez tu que
eres tan sabio creo que en estos dos años que te e servido merezco que me
respondas una pregunta: “Tu hablas mil maravillas de un mar especial que tiene
aguas deliciosas y bocados maravillosas, y la verdad yo te e servido todo este
tiempo por que deseo que me digas en donde queda, como se llama, por que yo se
y estoy seguro que ese mar es mi felicidad y anhelo con toda el alma vivir ahí y solo
hasta que lo haga seré feliz de una vez y por siempre, nunca he tenido paz deseando
ese mar maravilloso del que tanto hablas, te lo suplico, viólame si es necesario pero
ya dime ¿donde queda como se llama?

Le contesta el pecesote: “¡Se llama mar caribe y es donde vives grandísimo


pendejo!”

PECECITOS II

En la parte de arriba de donde el muro de rocas hace frente al mar y este se estrella
de forma estrepitosa se hizo un charquito formado del agua que salpica el mar
constantemente al estrellar sus olas en las rocas.

Y sucede que un día en ese charquito fue depositado un huevecito de pez del que
un día nació un charalito y al verse solo en el charquito pensó: “soy el primer pez al
que el creador entrego este océano, paraíso celestial, tengo la consigna de cuidar
de él.

Todos los días me cae plancton divino del cielo y nunca jamás me faltara alimento
en mi paraíso, ni siquiera estaré tantito triste de custodiarlo solo, no sea que como
a Adán me mande dios una Eva por la cual luego pierda todo. No, ¡jamás!”
Todos los días el pececito orgulloso recorría su charquito celoso y vigilante como si
el equilibrio de todo el universo dependiera de su labor.

Pensaba: “Tengo que llevar una conducta ejemplar para ser recordado por siempre,
tengo que ser el ejemplo a seguir de los que miren hacia arriba en sus vidas, cuidare
de mi océano mientras tenga fuerzas, estas aguas tibiecitas nunca estarán en el
abandono”

Una madrugada hubo tormenta y el cielo oscureció a no verse nada, los vientos
hacían ruidos mas que tenebrosos y las olas se estrellaban con muchísima mas
furia que lo cotidiano, el pececito pensó: “Que terrible, seguro en este momento se
esta librando una batalla celestial entre ángeles y demonios, tal vez sea la batalla
final entre el bien y el mal.

Tendré que estar alerta no sea que tenga que entrar yo en la batalla”.

De pronto con el golpe de una ola cayo al charquito un pez payaso, que en cuerpo
era el doble que pececito, pero sin amedrentarse lo enfrento:” ¿Quién eres tú y por
qué entras en mi océano sin mi permiso, dime de que lado peleas del lado del
diablo o de Dios?”

Payaso: “oye que te pasa por que tan neurotiquito, soy un pez payaso y vine a dar
aquí por azahares del destino, o mas bien por el madrazo de la ola jajaja, ¿y de
que lado peleo? Hay ya ni se porque me duele por todos lados jajaja pero que
bueno que caí en agüita y no me mate, jajaja”

Pececito: “Deja de tonterías y dime ¿eres macho o hembra, por que hablas muy
extraño y que haces en mi océano?

Payaso: “hay que rudo, pues mira puedo ser macho o hembra dependiendo las
circunstancias, y en una noche tan romántica como esta…..”

Pececito: “lo sabía engendro del demonio vienes a trastornarme para que pierda mi
inmenso océano”

Payaso: “cálmate no seas tan rudo, además de que océano hablas si esto no es
mas que un miserable charquito que esta en lo alto de las rocas, océano de dónde
vengo yo, es, millones de veces más grande que tu charquito, en el existen aguas
encantadoras y alimentos espectaculares, a pero también hay aguas heladas como
la muerte y animales feroces que pueden devorarte si te apendejas, ¿Quieres venir
conmigo a conocerlo? Yo te llevo tan solo esperemos a que caiga otra ola fuerte y
saltemos, el agua nos arrastrara al mar”.

Pececito sentía la fuerza de la verdad en sus palabras pero no podía aceptar que
su reino se desmoronara en tan solo una noche.

Pececito: “Aléjate de mí satanás que bien sé que esta noche puede ser la batalla
final en la que las potencias contienden, no me vencerás”
Payaso: “Q loca estas niña, para empezar esta no es ninguna batalla espiritual, es
simplemente una tormenta como hay tantas, ni siquiera es un huracán como los que
mis bellos ojos han presenciado, lo que pasa es que eres cobarde y tu cobardía la
envuelves de celofanes espirituales para auto engañarte, vives aquí en el confort y
la comodidad de agua calientita y comida del cielo, te has acostumbrado tanto a la
comodidad que el aroma de la mediocridad ya no hace nada a tu conciencia”

Pececito: “jajaja lo sabía que eres astuto satanás, pero jamás podrás engañar a un
guerrero espiritual como yo, siquiera Adán fue tentado por Eva y no por un “macho-
hembra” como tú. Lárgate de mi reino inmediatamente o conocerás mi ira, ¡Largo!”

Payaso: “hay estúpida ya me sacaste lo macha, si soy lo que tú dices de


“machohembra” pero siquiera no soy un infeliz charal como tu común y corriente,
que en el océano, a mar abierto no vales nada, fuera de tu “charco-reino” solo eres
un fracasado, explícame como alguien que habla tanto de dios puede estar tan
amargado”

Pececito : “dirás lo que quieras pero tengo ideales espirituales, no vivo por vivir, mi
vida tiene un sentido, una misión, cuando vayas de vuelta al lugar de donde vienes
platícales a todos esos animales increíbles que cuentas que en lo alto muy por
encima de ellos vive un rey que es fiel a su reino y no lo abandona jamás.

Ahí radica mi poderío que de un simple charal con el poder de dios soy un gran
guerrero invencible que te va a partir tu madre ya lo veras hijo de la chingada”
Espantado el pez payaso salto fuera del charco y providencialmente una ola lo llevo
de nuevo al mar.

De vuelta al océano el pez payaso contaba la historia de un valiente guerrero, que


vivía en las grandísimas alturas muy por encima de todos, lleno de grandes poderes
espirituales, con misiones inconmensurables y presumía de ser su gran amigo y que
un día le permitiría compartir su palacio en el cielo.

En el charquito los días pasaban, los días luminosos y las tormentas se repetían sin
que pasara nada, un día los años y la rutina vencieron al pececito cayo en desanimo,
en hartazgo, fastidio, como cuando de pronto tu vida deja de tener sentido y sientes
que tus esfuerzos no son valorados por nadie, te sientes desperdiciado, humillado,
triste, desconsolado.

Tenia años que ya no buscaba el dialogo con dios por que nunca le contesto, se dio
cuenta que su vida era triste, solo pedía una muerte gloriosa, y conocer aun que
sea de vista ese mar del que hablo el payaso.

Sabia que era viejo y que podía morir en cualquier momento, ya ni siquiera tenia la
fuerza para intentar saltar y llegar al mar, tras mucho pensarlo cuando tuvo el valor
se le acabaron las fuerzas.
Casi inmóvil en su charco como cuando los peces quedan sin mover nada y las
personas piensan que están muertos o durmiendo, por que flotan casi en la
superficie, pero en realidad están esperando a que suceda un milagro.

De pronto pececito vio un ser alado que venía hacia él y entendió que era un ángel
que venial para llevarlo en vida con dios como le sucedió a Enoc, era el premio a su
fiel servicio, este ser lo tomo con fuerza y lo elevo a grandes alturas, pececito pudo
ver con sus propios ojos ese océano tantas veces mencionado quedando impactado
de su grandeza y aun mas que eso siguió elevándose a las montañas en verdad
altas, que honor tan grande un simple charal disfrutar de las mieles de las alturas.
Al fin el creador lo había recompensado, ya no había deuda, un sentimiento de
gratitud infinita broto de su corazón y entro en paz con el universo, con el y con dios.
Todo estaba hecho, todo cumplido.

El águila enseguida y con gran placer lo devoro.


LOS FLOJITOS.

En el reino de la abundancia vivía la princesita radiante y para variar era la


consentida de papa, ella tenia una belleza impresionante y como vivía en la
abundancia lo tenia absolutamente todo, no deseaba nada, todo cuanto pedía le era
dado.
Sucedió que un día al llamar a su asistente le dijo: mira quiero………
quiero…….mmmm. Olvídalo ya no quiero nada.

Ese día al llegar la noche no pudo conciliar el sueño, la mañana la sorprendió sin
haber podido dormir absolutamente nada, alarmado su padre mando llamar al
doctor más sabio del reino, el cual después de revisar a la princesa detenidamente
dio su opinión. La princesita no puede dormir por q como lo tiene absolutamente
todo ya no desea nada por lo tanto ya no tiene con que soñar, si deseara algo
soñaría q lo obtiene. Pero al no haber deseo no hay sueño, creo mi rey q al darle
todo a su hija la a privado usted mismo del sueño, esa es mi opinión.

El rey ante esta verdad como la mayoría de los poderosos que están acostumbrados
a que nadie les haga ver sus errores monto en cólera y mando a decapitar al anciano
medico por decir la verdad.

Los días pasaban y la princesita que tenia muchísimos pretendientes los cuales
querían agradarla, para enamorarla le llevaban miles de remedios contra el
insomnio, pero nada funcionaba.

Lo primero que le paso en el rostro a la princesita es lo que le sucede a las mujeres


que se sienten muy bellas y nada parece agradarlas, la bruja de la arrogancia le
embarro excremento invisible en el labio superior, por lo que ponía cara de gárgola
estriñida.
Después le aparecieron unas ojeras espantosas y la piel se comenzó a deteriorar,
le salieron como escamas y el cabello a caerse por falta de descanso. Y como
sucede con las mujeres que son muy bellas pero odiosas cuando se acabó su
belleza solo quedo una mujer odiosa.

Los pretendientes desaparecieron, el padre lloraba amargamente el daño que le


había ocasionado a su hija, la princesita de tristeza y amargura se subió a vivir a la
torre de la soledad sin poder dormir.

Una madrugada la princesita comprendió que de continuar esa situación pronto


moriría por lo que aun a pesar de ella misma le pidió a dios un milagro.

En el jardín estaba un joven humilde de corazón recto que la había amado en


silencio y con prudencia, el cual por ser de linaje oscuro nunca se había atrevido a
presentarse frente a la princesa, la conoció en el desfile anual y quedo enamorado
de ella, todos los días iba a palacio con la ilusión que sus oraciones fueran
escuchadas y la princesa fuera sanada sin suceder esto, al momento que la princesa
le pedía a Dios se asomó al balcón mirando hacia el cielo y la luz de la luna ilumino
su rostro antes bello pero por el insomnio espantoso ahora.

El joven al ver el rostro que tanto amaba en esas condiciones, se estremeció en


espíritu así como cuando vives enamorado de una chica que nunca te hizo caso y
te la encuentras años después desecha por la vida y el ladrón tiempo, con la
diferencia que el joven si la amaba, al instante su corazón empezó a sangrar, a el
solo le importaba lo que ella sintiera.

De sus ojos brotaba un llanto que era la ternura que sentía por ella, era una miel
transparente y celestial, de su boca el sonido de su llanto era del tono que las
madres usan para arrullar a sus bebes, al fin de tanto dolor su corazón se rompió
en pedacitos y cada pedacito se lleno del llanto de esa sustancia dulce y
súperpegajosa, así como del sonido de su llanto.

Un viento soplo sobre los pedacitos de corazón, era el aliento de dios y a los trocitos
de corazón les empezó a salir hueso, tendones, carne, piel, piernas, manos, cabeza,
cuerpo.

Y se formaron unos gnomos lindos súper-pegajosos y con muchísimo sueño,


enseguida que abrieron sus ojitos fueron con la princesita por que olían el desvelo
y al llegar a ella se pegaron a su alma.

Al instante la princesita comprendió que teniéndolo todo le faltaba lo más importante:


El poder disfrutarlo, por lo que deseo poder disfrutar todo lo lindo que tenia y durmió.
Durmió por mucho tiempo y un día despertó como era ella, perfecta, pero ahora
podía disfrutar lo que tenia y comprendió que el disfrute es una de las dadivas mas
grandes que dios da a quienes lo aman de verdad.
Del joven aquel solo encontraron su cuerpo sin corazón por lo que pensaron que
había sido un hombre malvado por lo que no quisieron ni tocar su cuerpo dejándolo
a la interperie.

Pero en el alma de la princesita había gratitud por lo que todos los días en la
madrugada cantaba una bella canción de amor que llegaba puntual al otro mundo.

¿Y los flojitos? Ellos caminan todas las noches buscando princesitas que no puedan
dormir pero para que las encuentren tienen que cerrar los ojitos y dejar de ser
soberbias.
LA MINA.

En un pueblo minero de nombre “La Fe” existía una leyenda de que un día la mina
los devoraría a todos ya que la mina era tan grande que prácticamente el pueblo
estaba encima de ella, dicha leyenda también decía que nacería un niño elegido,
que tendría un lunar en el hombro con la forma de un zapapico y que esta seria la
marca que lo señalaría como el único que podría salvar al pueblo y que tendría que
tener su vida dedicada a esta misión celestial.

Un día nació Escolapio y tenia la marca en el hombro, todo el pueblo quedo


asombrado se llenaron de temor ante la amenaza de una desgracia, de inmediato
le dieron a Escolapio un trato especial, desde chiquito lo llevaban a conocer la mina
ya que esta era tan grande que nadie la conocía por completo.

Pensando Escolapio en su misión divina cuando tuvo edad eligió no casarse para
dedicarse por completo a estar preparado y en forma para salvar a su pueblo,
estudiando todos los planos, conociendo todos los túneles y cavernas, e incluso
haciendo ejercicio intenso para estar en forma.

Todas las noches soñaba que llegaba al cielo y Jesús mismo lo recibía felicitándolo
por haber salvado a su pueblo, un día cumplió treinta años y luego cuarenta,
después cincuenta y luego sesenta. Cuando cumplió 65 años cayo en depresión al
ver que toda su vida la había dedicado a “Su misión divina” y no había sucedido
absolutamente nada.

Se deprimió tanto que dejo de salir de casa todo el pueblo que lo había mantenido
durante toda su vida dejo de alimentarlo, solo un viejecito le llevaba pan y leche un
día si y otro no.

De manera inesperada comenzó a llover fuertísimo, tanto que los arboles eran
arrancados de los montes y arrastrados, toneladas y toneladas de lodo formaron un
rio asesino y como si esto fuera poco tembló con tal magnitud q finalmente las
cavernas de la mina se derrumbaron tragándose al pueblo completo.

La mitad de la gente murió al instante, los sobrevivientes gritaban el nombre de


Escolapio con la certeza de que el los salvaría, claro que tenían fe y mucha, tenían
la certeza que Escolapio seria su redentor, tanto que se olvidaron de clamar a dios.

Escolapio feliz ante la oportunidad de que su vida tuviera sentido comenzó a gritarle
a la gente: “Tranquilos no se preocupen yo conozco la mina a la perfección y los
salvare de inmediato, además ya dejo de llover y será mas fácil salir de aquí no
tengan miedo, yo estoy con ustedes” Había ancianos, niños, mujeres, heridos. Todo
mundo le pedía ayuda, el cargo a un niño en la espalda, con un brazo levanto al
viejito que le llevaba el pan, con el otro llevaba a una mujer embarazada. Toda la
gente trataba de sostenerse con el. Finalmente una mini montaña humada estaba
sobre su persona. Con muchísimo trabajo pudo quitarse a la gente de encima.,
pensó en escapar solo, le seria fácil, pero que seria de esa pobre gente sin el,
Prefería morir con ellos que abandonarlos.

Regreso en un segundo intento de sacarlos a todos de la mina y otra vez todos se


aferraron a su persona con la desesperación por salvar la vida.

Al otro día el sol brillaba en el pueblo de la fe, ya no se escuchaba ningún quejido ni


lamento, todos habían muerto, una nueva corriente de lodo piedras y arboles había
terminado con ellos.

Escolapio al fin llego al cielo con la certeza que una gran comitiva le daría la
bienvenida, pero para su sorpresa cuando llego no había nadie solo un hombre muy
viejo con un letrero con el nombre de Escolapio en la mano. ¡Eso era intolerable que
bienvenida tan absurda a quien había dado la vida por la salvación de su pueblo! Le
dijo al anciano: “¿Que sucede por que no vino Jesús mismo a recibirme, que no le
han dicho que ya estoy aquí, que morí igual que el por mi gente?”

Le respondió el anciano: “Tu eras el elegido para salvarlos, no para morir con ellos,
dedicaste toda tu vida a este cometido como si tu fueras Jesús mismo, y Cristo solo
hay uno, Jesús se sacrifico como cordero indefenso para salvación de todos y
cuando regrese a la tierra será como el león rugiente de la tribu de juda, poderoso
invencible. Su sacrificio y su sangre son tan valiosos que ya no es necesario que
nadie sea inmolado. El que tuvieras una misión en la poderosa maquinaria de dios
no es motivo para que dejaras de vivir.

A decir verdad fuiste un gran fracaso, hubiera bastado que salieras caminando de
la mina y todos los demás siguiendo tus huellas se hubieran salvado, la mejor
manera de salvar multitudes, no es cargar con ellos sino poner el ejemplo.

En tu vida no construiste nada, no edificaste nada, te apoyaste en un misticismo


absurdo para dejar de vivir. Te convertiste en un parasito espiritual. Incluso tus
pobres seguidores olvidaron a Jesús con una fe equivocada de que tu los salvarías.”

Escolapio: “No alcanzo a entender todo lo que me dices, o mas bien no me conviene
entenderlo, un fracaso de esta magnitud no es fácil de digerir o aceptar, pero dime
¿Quien eres tu para hablarme de esta manera?

Anciano: “Jajajaja no dejas de ser arrogante, la verdad es verdad en labios de quien


sea y la mentira no se convierte en verdad ni aun que la diga alguien muy importante.
Pero te diré quien soy, yo nunca desee servir a dios, es mas me obligaron, yo baje
a una fiesta a divertirme fui un hombre normal y corriente sin ninguna instrucción
especial o espiritual, nunca fui de los llamados “iluminados” nunca me senté en un
cirio pascual.

Yo no sabía a bien quien era Jesús y no sé qué tan grande fue mi servicio, yo
simplemente le ayude a cargar la cruz.
LA GUAJOLOTA.

A un granjero muy pobre le nació en sus pocos haberes una guajolota muy bella,
tanto que su plumaje brillaba como si tuviera luz propia, era tan bella que ni el macho
mas esponjado la opacaba.

Un día la guajolota entro a la casa del granjero y encontrando una bola de estambre
se puso a tejer, ¡Que cosa tan impactante, tejía bellísimo, divino, más que perfecto!
Cuando el granjero la vio tejiendo llamo a su familia y vecinos todos emocionados
aplaudieron con gran fervor, sabían que la guajolota los haría muy felices un día.

Juntaron todos sus ahorros y mandaron a comprar a un país muy lejano el estambre
más caro y bello del mundo. Seguro el rey pagaría el tejido de la guajolota al precio
que fuera y con eso saldrían todos de pobres.

A al fin llego el estambre y la guajolota comenzó a tejer de manera impresionante


su tejido era bello y perfecto, cuando termino de darle la ultima puntada sintió tal
orgullo que se zurro encima del tejido, a pesar de ser bella y tejer a la perfección el
excremento de la guajolota era muy apestoso y acido a tal grado que el tejido
quedaba inservible, ni lavándolo mil veces quedaba bien.

Siempre que terminaba su tejido lo zurraba, hicieron junta el granjero y sus vecinos
habían gastado todo su dinero en el estambre y era justo que ese dinero no fuera
en balde.

Al otro día todos estaban muy contentos y festejando, al fin la guajolota los había
hecho felices a todos, en mole les supo ¡¡¡¡d-e-l-i-c-i-o-s-a!!!!

EL ÁGUILA INVENCIBLE. (MMMM... BUENO, CASI)

Existía un bello valle rodeado de montañas impresionantes que eran hogar de las
águilas guerreras, este valle era usado como campo de batalla cada año, tiempo en
que venían águilas de todo el globo terráqueo a contender por el huevo de diamante.

Un día en un nido de águila cayo un rayo que más parecía ser de plasma u otra
energía extraña y el huevo q estaba en el nido tomo un color fulgurante y aumento
su tamaño al doble. Al salir del huevo el águila estaba grandísima, sus plumas eran
como metalizadas y emitían luz propia, su pico era de diamante rojo, y sus garras
de titanio.

Todas las aves comprendieron q esta águila nació para ser invencible, verla volar
de noche era un espectáculo que ocasionaba el llanto de la emoción,

Su voz era potente y hermosa como la del cantante latino Luis Miguel, todos
disfrutaban hasta el éxtasis cuando cantaba al volar.

Siendo de edad temprana peleo contra el águila q ostentaba el título de campeona,


la pelea solo duro 5 segundos la derroto de forma aplastante y humillante, no solo
peleaba con aves también con todo tipo de animales, tigres, osos, elefantes, etc.
Solo evitaba pelear con leones. Argumentaba que los respetaba por que le
recordaban a su señor.

Lo curioso es que los machos alfa de todo tipo de animales deseaban pelear con el
águila invencible aun a sabiendas que serían vencidos, deseaban poder contar que
un día pelearon contra ella y presumir sus heridas.

La fama del águila victoriosa traspaso los límites de la tierra y llego al segundo cielo,
Dulcinea reina de este cielo decidió bajar a la tierra y conocerla. Cuando bajo llego
en el momento que peleaba con un rinoceronte blanco al que derroto fácilmente.
Dulcinea se enamoró al instante y el águila victoriosa al verla también siendo el
sentimiento reciproco.
La boda fue sensacional todas las hembras de la tierra se pusieron de acuerdo para
cantarle una melodía de despedida de soltero al águila, una melodía suave bella
sensible con coros de llanto empapados de ternura, el cielo mismo se estremeció y
soltó una fina lluvia perfumada con aroma de gardenias y jazmines.

Dulcinea sintió un aguijón en el estómago fue herida con el veneno de los celos, ese
veneno que pudre las entrañas y que no se calma hasta que destruyes todo lo bueno
de tu pareja.

Ahora todo lo que le había enamorado del águila le molestaba, su seguridad, su


libertad, su belleza, su poderío. Hasta que fuera tan victoriosa y admirada le
molestaba. Así como cuando los hombres celosos se molestan porque sus chicas
usen ropa atrevida simplemente porque se ven preciosas.

Al otro día de la boda se cambió el nombre ya no era Dulcinea ahora se llamaba


Insoportable, todos los días estaba con cara de orangután con diarrea, nada le hacía
feliz ni cuando nacieron sus gemelitos cambio de actitud, no los soportaba siempre
buscaba quien los atendiera en lugar de ella, decía amarlos pero no quería
atenderlos, culpaba de su mal humor al águila, le decía que la tenía harta con sus
batallas, sus historias de victorias pasadas que ya se sabía de memoria y la
hartaban. Que quería hacer el amor que por que como el águila era vigorosa la
dejaba muy cansada por lo que mejor prefería dormir que hacer el amor.
Eso sí era holgazana para hacer el amor pero muy celosa no le gustaba que el águila
saliera, sino que la obligaba a estar a su lado oyendo sus ronquidos y oliendo sus
pedos de dormir.

El águila la amaba y se resignaba todas las noches esperando que el día siguiente
fuera distinto, que al amanecer ya descansada su esposa ya estuviera sonriente y
sexualmente dispuesta, pero eso no sucedía sino que era una rutina interminable
de frustración y tristeza.

Al fin el águila decidió hablar con su esposa y le dijo que no la veía feliz y por lo
consiguiente él tampoco lo era, le propuso que si quería dejarlo y regresarse al
segundo cielo él lo entendería, aun cuando tuviera que llorar mucho por ella y sus
gemelitos.

La reina se sorprendió, evaluó por unos instantes la situación. Recordó el canto de


las hembras cuando se casaron y por supuesto que no iba a permitir con su
ausencia que fuera feliz su aun esposo con otra u otras, eso jamás!!!!!!

Cambio de actitud se volvió melosa y le dijo: “No amor no podría vivir sin ti, no sería
tan cruel para dejar a mis gemelitos huérfanos de padre, ni destrozar nuestra familia,
pero mira hay algunas cosas de ti que me molestan y que he soportado en silencio
día a día. Mira, yo deje mi reino en el segundo cielo por ti, siendo reina me convertí
en tu sirvienta sin sueldo, siempre estoy sola porque todo el tiempo estas en tus
batallas interminables, curando tus heridas. No te había dicho por no incomodarte
pero todas tus historias de peleas las conozco, hasta adivino tu siguiente frase y
juro es bastante aburrido e insoportable.

Tu pico al ser tan duro me lastima al besarte, tus garras me hieren al abrazarme, el
fulgor de tus plumas me deslumbran dejándome ciega por horas y tus alas…tus alas
me llenan de temor al pensar que puedes volar sin cansarte y que un día ya no
regreses (rompiendo en llanto) te amo con todo mi ser y solo quiero ser feliz contigo
que me des más tiempo, que estés siempre a mi lado”

Avergonzada el águila victoriosa solo añadió: Que puedo hacer para salvar nuestra
relación y nuestro feliz matrimonio.

Le contesto la reina: “córtate el pico, arráncate las garras, píntate las plumas de
chapopote y córtate las alas. Ya no vuelvas a pelear nunca y estate siempre a mi
lado, solo así seremos felices.

El águila se cortó el pico y se arrancó las alas se bañó en chapopote y se cortó las
alas, decidió estar al lado de su esposa a pesar que siempre estuviera roncando y
pedorreandose dormida, aun mas subió hasta un volcán y con la lava se quemó los
genitales para ya no molestar a su esposa con sus bajos deseos sexuales como les
llamaba ella.

Ocho días después, por la mañana al despertar, la reina se le quedo viendo al águila
victoriosa de una manera extraña, en el pecho y en el vientre sintió la plenitud de la
felicidad completa, sin decir nada en silencio comenzó a hacer sus maletas. El águila
sorprendida le pregunto: ¿Qué haces?

La reina: “Me largo, no soporto estar ni un instante junto a un pajarraco inútil,


encimoso y apestoso como tú. Y juro que les hablare a mis gemelitos pestes de ti
durante toda su vida hasta que te repudien tanto como”

El águila totalmente derrotada se hinco suplicante: “Por favor no te vayas, no


destroces nuestro matrimonio, nos casó el mismísimo papa”

La reina: “Imbécil, matrimonio cuando se aman los dos y yo hace mucho que deje
de amarte, y así nos hubiera casado el león perfecto ni él podría obligarme a vivir
contigo, tengo libre albedrio y lo ejerzo, adiós y no vayas a buscarme sabes que mi
familia te odia por arrogante y no dudarían en destrozarte”

Salió la reina con sus gemelos de la mano sin voltear siquiera, los niños preguntaron:
“¿A dónde vamos mami?

La reina: “A la playa amorcitos, tu papa no va, esta de odioso”

El águila antes victoriosa quedo derribada en el suelo, los buitres codiciosos de ser
los que tuvieran el honor de devorarla atacaron sin siquiera dar una vuelta en el aire
como acostumbraban, comenzaron a despedazarla, a comerla viva.
Una jauría de perras al oír el escándalo del festín corrieron a ver que sucedía y al
darse cuenta que estaban devorando al águila victoriosa pelearon con fiereza con
los buitres en una pelea sangrienta en donde no se podía decir quien ganaría, la
mayoría de las perras aun siendo poco honorables con gusto ofrendaron su vida por
el águila.

El águila asfixiada por la tristeza no tuvo fuerzas de participar en la batalla, al final


solo quedaba un buitre y la perra más vieja, pero astuta que alcanzo a morder en el
cuello al buitre aun cuando ya estaba herida de muerte.

Llegaron los leones avisados por los halcones con cariño y respeto cargaron al
águila y la pusieron a resguardo cuidándola, curando sus heridas y alimentándola.

La potente voz del águila jamás se volvió a escuchar en el firmamento quedo muda
por decisión como tributo a la perdida de sus gemelos.

Los leones le arrancaron todas las alas llenas de chapopote y para que no muriera
de frio lo cubrían con su pelambre.

Las hembras le cantaban por turnos aun desde distancias lejanas día y noche, tanto
amor dio por resultado que al águila le volvió a salir el pico y aun más grueso, las
garras mucho más filosas que antes, las alas más potentes y el color de sus plumas
doradas como oro fino por el pelambre de los leones, volvió a volar, con un vuelo
más elegante, mas estilizado más perfecto. Lo aprendido en su única derrota le
había enseñado muchísimo más que todas sus victorias.

Sus genitales le sanaron y fue orgulloso de su perfecta virilidad hasta su muerte, la


pasión que su reina consorte despreciaba las demás hembras la agradecían.

La reina llego a su segundo cielo victoriosa, había derrotado al invencible, su familia


hizo fiesta de dos semanas, al tiempo los gemelos se volvieron como ellos:
malsanos.

La felicidad de la reina por ser de origen tenebroso se pudrió en el pecho y las


entrañas, con una peste insoportable tanto que ni sus padres aguantaban estar a
su lado, por lo que la abandonaron en la cabaña de la desgracia, un día toda esa
pudrición y pus genero gusanos con dientes filosos que la devoraron lentamente.

Don tiempo que a veces es muy lento pero cariñoso y generosa primero le regalo al
águila bálsamo para el dolor, después aceptación y olvido.

Tanto terror que le daba perder a su familia, que al perderla al fin se fueron los
miedos, dejo de ser esclavo del miedo al abandono, por fin fue totalmente libre.

Terminaría la historia diciendo que murió solo pero conforme y feliz pero mentiría en
parte, porque siempre había una hembra de buena o de mala fama dispuesta a
cuidarle el sueño y rascarle el lomo al dormir.

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