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Que Es El Pragmatismo PDF
Que Es El Pragmatismo PDF
Por su vasta experiencia, el autor de este artículo ha llegado a creer que cada
físico y cada químico y, en pocas palabras, cada maestro de cualquier división de
la ciencia experimental, ha llegado a moldear su mente de acuerdo a su vida en el
laboratorio hasta un grado que es poco sospechado. El experimentalista mismo,
apenas puede llegar a ser plenamente consciente de ello, debido a que los hombres
cuyo intelecto realmente conoce son muy parecidos a sí mismo en este aspecto.
Nunca llegará a intimar interiormente con intelectos de una preparación muy
diferente a la suya, cuya educación ha sido mayoritariamente obtenida a través de
libros, aunque llegue a mantener relaciones familiares con ellos; porque él y ellos
son como el agua y el aceite, y aunque se revuelvan, es notable la rapidez con que
vuelven a sus distintos modos mentales, sin haber obtenido más que un débil sabor
de la asociación. Si esos otros hombres pudiesen sondear con habilidad la mente
del experimentalista -que es precisamente aquello para lo que no están capacitados,
en su mayoría- pronto descubrirían que, exceptuando quizá aquellos tópicos en que
su mente está trabada por sus sentimientos personales o por la forma en que fue
criado, su disposición apunta a pensar acerca de todo del mismo modo en que se
piensa todo en el laboratorio, es decir, como una cuestión de experimentación. Por
supuesto, ninguna persona viva posee por completo todas las características de su
tipo: no es el doctor típico a quien veremos pasar cada día en su coche, ni es el
pedagogo típico a quien encontraremos en la primera sala a la que entremos. Pero
cuando se ha encontrado, o se ha construido idealmente sobre la base de la
observación, al típico experimentalista, se hallará que cualquier aseveración que
se le pueda hacer, él la entenderá ya sea como significando que si una prescripción
para un experimento puede ser alguna vez y alguna vez puede desarrollarse en acto,
resultará una experiencia de una descripción dada, o de otro modo él no encontrará
en absoluto sentido alguno a lo que se le dice. Si se le habla como Mr. Balfour
habló no hace mucho a la Asociación Británica, diciendo que "el físico busca algo
más profundo que las leyes que conectan los objetos de experiencia posibles", que
"su objeto es una realidad física" no revelada en los experimentos, y que la
existencia de tal realidad no experiencial "es la inalterable fe de la ciencia", se
encontrará frente a todo ese significado ontológico que la mente del
experimentalista está ciega al color1. Lo que se añade a esa confianza en esto, que
el escritor debe a sus conversaciones con los experimentalistas, es que casi se
podría decir que él mismo ha habitado en un laboratorio desde la edad de seis años
hasta muy pasada la madurez; y habiéndose relacionado toda su vida con los
investigadores mayormente, ha sido siempre con una confiada sensación de
comprenderlos y de ser comprendido por ellos.
Entre aquellas cosas que el lector, como persona racional, no duda, está el que
él no sólo tiene hábitos, sino que también puede ejercer una medida de auto control
sobre sus futuras acciones; lo que no significa, sin embargo, que les pueda impartir
cualquier carácter asignable arbitrariamente, sino, al contrario, que un proceso de
auto preparación tenderá a impartir a la acción (cuando surja la ocasión para ello),
un carácter fijo, que es indicado y tal vez medido a grandes rasgos por la ausencia
(o levedad) del sentimiento de auto crítica, cuya subsecuente reflexión inducirá.
Ahora, esta reflexión subsecuente es parte de la auto preparación para la acción en
la siguiente ocasión. Consecuentemente, hay una tendencia, en tanto la acción se
repite una y otra vez, a que la acción se aproxime indefinidamente hacia la
perfección de ese carácter fijo, que estará marcado por la total ausencia de auto
crítica. Mientras más cerca se aproxima a esto, menos espacio habrá para el auto
control; y donde no haya posibilidad de auto control, no habrá auto crítica.
Dos cosas aquí son de la máxima importancia para asegurarse y para recordar.
La primera es que una persona no es absolutamente un individuo. Sus
pensamientos son lo que se está "diciendo a sí mismo", es decir, lo que está
diciendo a ese otro yo que está llegando a la vida en el flujo del tiempo. Cuando se
razona, es a ese yo crítico a quien se está tratando de persuadir; y todo pensamiento
cualquiera es un signo, y es principalmente de naturaleza lingüística. La segunda
cosa a recordar es que el círculo de la sociedad del hombre (no importa cuán
ampliamente se entienda esta frase), es una especie de persona flojamente
compactada, en algunos aspectos con un rango más alto que la persona de un
organismo individual. Son estas dos cosas solamente las que le hacen posible a uno
-pero solo en lo abstracto, y en un sentido pickwickiano11- distinguir entre verdad
absoluta y lo que no se duda.
Interrogador: Bien, ¿qué razón tiene usted para afirmar que esto es así?
Los generales no sólo pueden ser reales, sino que también pueden ser
físicamente eficientes, no en todo sentido metafísico, sino en la acepción del
sentido común en que los propósitos humanos son físicamente eficientes. Aparte
del sinsentido metafísico, ningún hombre cuerdo duda que si yo siento que el aire
en mi oficina está enrarecido, ese pensamiento puede ser causa de que abra la
ventana. Mi pensamiento, concédase, fue un evento individual. Pero lo que lo llevó
a tomar esa particular determinación, fue en parte el hecho general de que el aire
enrarecido es malsano, y en parte otras Formas, en relación a las cuales el Dr.
Carus ha hecho que tantos hombres reflexionen con ventaja17 -o más bien, por las
cuales, y la verdad general en relación a la cual la mente del Dr. Carus estaba
determinada a la firme enunciación de tanta verdad. Pues las verdades, en
promedio, tienen una mayor tendencia a ser creídas que las falsedades. Si fuera de
otro modo, considerando las miríadas de falsas hipótesis que pueden dar cuenta de
cualquier fenómeno dado contra una sola verdadera (o si lo prefiere, contra cada
una verdadera), el primer paso hacia el conocimiento genuino debe haber estado
muy cerca del milagro. Así, entonces, cuando se abrió mi ventana, debido a la
verdad de que el aire enrarecido es malsano, se trajo a la existencia un esfuerzo
físico por la eficiencia de una verdad general y no existente. Esto suena gracioso
porque no es familiar; pero el análisis exacto está con ello y no contra ello; y tiene,
además, la inmensa ventaja de no cegarnos ante los grandes hechos -tales como
que las ideas "justicia" y "verdad" son, a pesar de la iniquidad del mundo, las más
poderosas de las fuerzas que lo mueven. La generalidad es, en verdad, un
ingrediente indispensable de la realidad; pues la mera existencia o actualidad
individual sin regularidad alguna es una nulidad. El caos es la nada pura.
Permítanme agregar una palabra más en este punto20 -pues, si uno se preocupa
realmente en saber en qué consiste la teoría pragmaticista, debe comprender que
no hay otra parte de ella a la que el pragmaticista otorgue tanta importancia como
al reconocimiento en su doctrina de la completa inadecuación de acción, o volición
o incluso de resolución o propósito real, como materiales con los cuales se
construya un propósito condicional o el concepto de propósito condicional. Si se
hubiera escrito alguna vez un artículo intencionado en cuanto al principio de
continuidad y sintetizando las ideas de los otros artículos de una serie en los
primeros volúmenes de The Monist21, habría aparecido cómo, con total
consistencia, esa teoría involucraba el reconocimiento de que la continuidad es un
elemento indispensable de la realidad, y que la continuidad es simplemente lo que
la generalidad llega a ser en la lógica de los relativos, y así, como la generalidad,
y más que la generalidad, es un asunto del pensamiento y es la esencia del
pensamiento. Así, aún en su truncada condición, un lector extra-inteligente podría
discernir que la teoría de esos artículos cosmológicos hizo que la realidad
consistiera en algo más que lo que el sentimiento y la acción podían proporcionar,
en tanto que se demostró explícitamente que el caos original, donde esos dos
elementos estaban presentes, era la nada pura. Ahora bien, el motivo para aludir a
esa teoría precisamente aquí, es que de esta manera uno puede someter a una fuerte
luz una posición que el pragmaticista mantiene y debe mantener, ya sea esa teoría
cosmológica finalmente sustentada o refutada, a saber, que la tercera categoría -la
categoría del pensamiento, representación, relación triádica, mediación,
Terceridad genuina, Terceridad como tal- es un ingrediente esencial de la realidad,
aunque no constituye realidad por sí misma, puesto que esta categoría (que en esa
cosmología aparece como el elemento del hábito) no puede tener un ser concreto
sin acción, como un objeto separado sobre el cual pueda trabajar su gobierno, tal
como la acción no puede existir sin el ser de sentimiento inmediato sobre el cual
actuar. La verdad es que el pragmaticismo es un cercano aliado del idealismo
absoluto hegeliano, del cual, sin embargo, está separado por su vigorosa negación
de que la tercera categoría (que Hegel degrada a un mero estado de pensamiento)
es suficiente para hacer el mundo, o es incluso tanto como auto suficiente. Si
Hegel, en vez de considerar los primeros dos estados con su sonrisa de desprecio,
se hubiese mantenido en la idea de ellos como elementos independientes o distintos
de la Realidad trina, los pragmaticistas lo podrían haber tenido como el gran
vindicador de su verdad. (Por supuesto, los aderezos externos de su doctrina sólo
son aquí y ahí de mucha significación). Pues el pragmaticismo pertenece
esencialmente a la clase de doctrinas filosóficas triádicas, y es mucho más
esencialmente así que el hegelianismo. (En verdad, en un pasaje, al menos, Hegel
alude a la forma triádica de su exposición como una simple vestimenta de moda).
C. S. P.
Feb. 9, 1905.