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La práctica hace la perfección:

Cómo el culto corporativo forma discípulos


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Por Scott Aniol

Scott Aniol, PhD, es miembro de la facultad del Seminario Teológico Bautista del Suroeste, y autor de varios libros.
Su escrito más reciente se titula “By the Waters of Babylon: Worship in a Post-Christian Culture” (Grand Rapids:
Kregel Ministry, 2015). Scott también sirve como director de los Ministerios de Afecciones Religiosas
(www.religiousaffections.org).

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La gran comisión de Cristo para las iglesias fue “hacer discípulos” (Mt. 28:19-20). Y las
iglesias cumplen esta misión al proclamar el evangelio, “bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo”, y “enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado” 1. Los
discípulos de Cristo son un nuevo pueblo de Dios, cuyo comportamiento debe surgir de y reflejar
sus creencias y valores bíblicos. Es por eso que las Escrituras prestan tanta atención al
comportamiento de los cristianos; deberían ser santos como Dios es santo (1 Pe. 1:16). Sin
embargo, aunque los cristianos son nuevas criaturas (2 Cor. 5:17), y con nuevos corazones de
obediencia a Cristo (Ro. 6:17-18), el comportamiento santo no es algo que se produce
automáticamente. Guardar los mandamientos de Cristo, como lo declara explícitamente la Gran
Comisión, es algo que debe enseñarse: es un comportamiento moral aprendido.

Sin embargo, en días como estos cuando el cristianismo se ha vuelto muy personal e
individualista, y el culto corporativo en particular se ha convertido simplemente en una
experiencia o un momento de expresión individual “auténtica”, la relación entre el culto
corporativo y la misión de la iglesia de hacer discípulos desaparece. Por un lado, algunos
pastores creen que la adoración corporativa es algo completamente separado del discipulado. Por
otro lado, algunos pastores, reconociendo su necesidad de obedecer el mandato de Cristo en la
Gran Comisión, convierten el culto corporativo en una cruzada evangelística o una sala de
conferencias. Creo que ninguno de estos enfoques entiende correctamente el papel que juega la
adoración corporativa en hacer discípulos. El propósito de este artículo es argumentar que el
culto corporativo es uno de los principales medios para hacer discípulos, a través de la formación
ritual de la virtud moral.

1Para un argumento completo sobre esta comprensión de la misión de la iglesia, vea Kevin DeYoung y Greg
Gilbert, What Is the Mission of the Church? Making Sense of Social Justice, Shalom, and the Great Commission
(Wheaton: Crossway, 2011); David M. Doran, For the Sake of His Name: Challenging a New Generation for World
Missions (Allen Park, MI: Student Global Impact, 2002).

1
¿Cómo se hace un discípulo?

Una pregunta importante que todo pastor debe hacerse es cómo puede dirigir a su iglesia
para cumplir la misión de hacer discípulos. David Doran argumenta que, dado que hacer
discípulos es el mandato principal de la Gran Comisión, esta tarea involucra no solo la
proclamación del evangelio sino también la enseñanza y la formación de nuevos conversos;
“significa convertir a alguien en un aprendiz o seguidor de Jesucristo. La comisión que nos dio
Jesús implica la transformación de los rebeldes en seguidores. Esto significa que, técnicamente
hablando, la Gran Comisión involucra más de lo que normalmente se llama evangelismo”2, lo
que Doran define como solo llevar a alguien a tomar una decisión por Cristo. Compartir el
evangelio es ciertamente el primer paso para hacer discípulos, pero no es suficiente. En lugar de
entender que la salvación es una mera “aceptación intelectual de ciertas verdades bíblicas”,
Doran insiste en que

la fe salvadora ve la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo (2 Cor. 4:6). La fe salvadora


implica una respuesta del corazón al evangelio, donde los afectos se vuelven, por el
Espíritu Santo, hacia Él en amor… La fe salvadora también involucra la voluntad, es
decir, el creyente abraza a Jesucristo como la única esperanza de vida eterna y pone su
confianza en Él. 3

En otras palabras, la verdadera conversión no es simplemente asentir a ciertos hechos; es


más bien una puerta hacia la comunión con Dios que cambia la vida entera. Es “convertirse de
los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Tes. 1:9-10)4. Y como señala Chuck
Lawless, “Por lo tanto, un proceso de hacer discípulos que termina con solo la conversión de los
evangelizados es incompleto en el mejor de los casos, y desobediente en el peor de ellos. De
hecho, los resultados de esta omisión pueden ser desastrosos. Los creyentes no instruidos están
mal equipados para enfrentar las pruebas, no están capacitados para reconocer enseñanzas falsas,
y no están preparados para enseñar a otros. Rápidamente se convierten en presa fácil para un
enemigo que busca devorarlos (1 Pe. 5: 8).5

Entendiendo que el discipulado comienza con el evangelismo pero involucra más que
eso, la pregunta sigue siendo cómo la iglesia logra su misión de formar discípulos. Ciertamente,
gran parte de lo que hay involucrado en la tarea de hacer discípulos es la transmisión de la sana
doctrina. Sin un conjunto adecuado de creencias, uno no se comportará de una manera digna de

2 Doran, For the Sake of His Name, 77.


3 Ibid., 82–83.
4 Cf. ibid., 85.
5Chuck Lawless, “‘To All the Nations’: The Great Commission Passages in the Gospels and Acts,” Southern Baptist
Journal of Theology 15 (n.d.): 19.

2
Cristo.6 Sin embargo, la transmisión de datos no es todo lo que hay en el discipulado por al
menos tres razones. Primero, el comportamiento cristiano es más que una simple colección de
creencias correctas. Jesús no solo dijo: “enseñándoles todo lo que les he mandado”; él dijo,
“enseñándoles a guardar todo lo que he mandado”. El comportamiento cristiano es una colección
de habilidades, y el desarrollo de dichas habilidades requiere más que una cierta cantidad de
conocimiento.

Segundo, hacer discípulos es más que una transmisión de información porque la realidad
es que la mayoría de nuestras acciones no son el resultado de una reflexión deliberada y racional
sobre nuestras creencias. Algunas lo son, pero la forma en que la mayoría de personas actúan, se
debe a hábitos arraigados. Un pastor puede proclamar el evangelio a alguien y luego enseñarle
diligentemente las doctrinas bíblicas, pero eso no necesariamente hará que un discípulo se
caracterice por tener una vida moral cristiana, especialmente si aquel nuevo converso tiene
muchos comportamientos habituales que entran en conflicto con la vida cristiana. Un drogadicto
todavía tendrá que lidiar con su adicción, un ladrón mezquino puede encontrarse –sin quererlo–
deslizando cosas del estante hacia su bolsillo, y un marido perezoso tendrá dificultades para
encontrar la energía necesaria para ayudar a los niños. Los viejos hábitos tardan en morir, incluso
para un cristiano.

Tercero, ya sea que las personas actúen o no sobre la base de una decisión deliberada o
una respuesta habitual, las personas actuarán en última instancia, no basándose principalmente en
su conocimiento, sino más bien en las inclinaciones de sus corazones. Esta es la base de la ética
de la virtud, la cual reconoce que “una virtud es un rasgo de carácter o tendencia de
‘disposición’… eso inclina a la persona a actuar de una manera que es moralmente deseable”.7
Un niño que le tiene miedo a los perros no lo acariciará, sin importar cuántas estadísticas le des
sobre la naturaleza dócil de los caninos domesticados. Un hombre cuyo corazón está cautivado
por la pornografía pecará continuamente, sin importar que sepa que está mal. Otra forma de decir
esto es que las personas actúan más en función de sus sentimientos que de sus conocimientos. La
forma en que muchos evangélicos tratan de combatir esta realidad es instando a las personas a
vivir de acuerdo con sus creencias y no con sus corazones, pero no es algo tan simple de
alcanzar. El problema no es que hayamos reemplazado lo que impulsa a nuestras acciones con lo
que hay en nuestros corazones, en lugar de nuestras mentes. No podemos evitar dejarnos llevar
por las inclinaciones de nuestros corazones, y los filósofos desde Platón hasta Agustín, desde
Edwards hasta Lewis, todos lo reconocieron. Si el intelecto y el corazón entran en conflicto,
siempre haremos lo que queremos hacer en lugar de lo que sabemos que debemos hacer. Esa es
la naturaleza de la humanidad. Por lo tanto, para cultivar la vida santa, para cumplir la misión de
la iglesia y hacer discípulos, las iglesias deben preocuparse por fomentar la virtud moral.

6See Alister E. Mcgrath, “Doctrine and Ethics,” Journal of the Evangelical Theological Society 34, no. 2 (1991):
126–56.
7 C. E. Harris, Applying Moral Theories, 5 edition (Belmont, Calif: Cengage Learning, 2006), 182.

3
Inclinación

Esto nos lleva a la pregunta de cómo se forma y cultiva la virtud moral. Primero, es
importante reconocer que hay una diferencia entre lo que podrían llamarse inclinaciones altas y
bajas. Las inclinaciones bajas, o pasiones, son esos impulsos que responden principalmente a los
apetitos físicos. Pablo describe así a los que viven de acuerdo con estos apetitos: “su dios es su
vientre” (Fil. 3:19). Cuando entran en conflicto con la mente, estos apetitos inferiores siempre
dominarán, ya que las personas actúan principalmente sobre la base de la inclinación. Un
segundo aspecto de las inclinaciones humanas son las inclinaciones superiores (o afectos) del
alma. Jonathan Edwards describió con gran claridad la diferencia entre los dos:

Con frecuencia se habla de los afectos y las pasiones como iguales, y sin embargo, en el
uso más común de la palabra, hay una diferencia en algún aspecto. Afecto es una
expresión que, en el sentido corriente, parece ser algo más extenso que la pasión, que se
usa para todos los actos vigorosos y vivos de la voluntad o la inclinación. Pero la pasión
se usa para aquellos que son más súbitos, y cuyos efectos en los espíritus animales son
más violentos, y la mente más abrumada y menos bajo su propio dominio.8

La virtud es cultivar los afectos hacia aquello que es correcto y bueno, lo que lleva a un
individuo a actuar en consecuencia a eso. Sin embargo, la persona aún actúa de acuerdo a sus
inclinaciones, pero tal como C.S. Lewis dijo: “La cabeza gobierna el vientre a través del pecho”.9
Por lo tanto, si los pastores quieren producir discípulos caracterizados por un comportamiento
santo, entonces deben prestar atención al cultivo de inclinaciones nobles hacia todo lo que es
verdadero y bueno. Sin embargo, la pregunta sigue siendo, ¿cómo los pastores pueden enseñar
sobre los afectos del corazón?

Hábitos

Volvamos a la analogía del desarrollo de las habilidades. Desarrollar un buen swing de


golf o aprender a tocar el piano requiere conocer la información correcta, pero también requiere
ensayar esas habilidades que fueron aprendidas a través de un libro, una y otra y otra vez. El
desarrollo de habilidades requiere hacer, no solo transmitir datos. Requiere el cultivo de hábitos
que se convierten en una segunda naturaleza. Lo mismo es cierto para cultivar afectos nobles que
producirán un comportamiento santo; se necesita entrenamiento. La santidad, de acuerdo con
Hebreos 12:14, es algo por lo que un cristiano debe “luchar”. Pablo le dijo a Timoteo que se
disciplinara para la piedad. El comportamiento sagrado requiere práctica. Una vez más, Lewis es
útil. Él describe el “pecho” –las inclinaciones más altas– como “emociones organizadas por
hábitos entrenados en sentimientos estables”.10 Mark Noll describe la perspectiva de Edwards

8 Jonathan Edwards, Religious Affections, New Ed (Banner of Truth, 1978), 26–27.


9 C. S Lewis, The Abolition of Man (New York: HarperOne, 2001), 24.
10 Ibid., 24–25.

4
sobre los afectos como “inclinaciones habituales en el núcleo del ser de una persona”.11 La
formación disciplinada de hábitos es esencial para la formación de la vida santa porque el hábito
es lo que entrena los afectos. Por lo tanto, cultivar el comportamiento sagrado implica moldear
los afectos a través de prácticas habituales.

Comunidad

Tales comportamientos habituales se cultivan más significativamente en el contexto de la


comunidad. Evan Hock reconoce la importancia de la comunidad cuando considera el desarrollo
del comportamiento ético cristiano al enfatizar la “naturaleza relacional de la ética, destacando
explícitamente las dimensiones corporativas de la responsabilidad moral”. Él continúa diciendo:
“Fomentar la naturaleza corporativa de la vida, aumenta la conciencia de la iglesia como
comunidad ética… Nuestro discipulado, por lo tanto, nunca debe abstraerse del sentido y el
deber de la membresía en la iglesia”.12 En particular, señala que el desarrollo de la madurez
cristiana se produce principalmente a través de “modelar la virtud: cumplir las promesas, cumplir
los compromisos, hablar para edificar, mostrar perdón, entre otros ejemplos”.13 En otras palabras,
el discipulado ocurre con mayor éxito en el contexto de las comunidades donde se modela y se
vive lo que es ser un discípulo.

Obra interna – Resultados externos

Mi sugerencia de que el comportamiento moral está formado por hábitos correctos puede
dar la impresión de que el discipulado es puramente una obra del hombre, pero esto está muy
lejos de ser verdad. La santificación es un proceso sinérgico en el que el Espíritu Santo de Dios
trabaja en la vida de un creyente para “ocuparse en su salvación con temor y temblor" (Fil.
2:12-13). Es Dios quien trabaja en nosotros para querer y hacer su buena voluntad. El Espíritu
Santo es el agente que diferencia a una persona que está esclavizada por hábitos legalistas y una
que intencionalmente alimenta hábitos que moldearán su alma. Un individuo sin el Espíritu
Santo puede desarrollar todos los hábitos correctos, pero esto no transformará su vida sin la
actividad del Espíritu Santo en su corazón.

Liturgia

La virtud moral es moldeada por el cultivo de inclinaciones a través del comportamiento


habitual en comunidad. Por lo tanto, el discipulado tiene que ver con el comportamiento (ergon)
de una persona (laos). Considerar el discipulado de esta manera revela la importancia de la

11Mark A Noll, America’s God: From Jonathan Edwards to Abraham Lincoln (Oxford: Oxford University, 2005),
23.
12 Evan C. Hock, “Theology and Ethics,” Reformation and Revival 5, no. 4 (1996): 46.
13 Ibid., 47.

5
adoración corporativa para cultivar tal comportamiento, ya que laos combinado con ergon
equivale a leitourgia.14 El comportamiento de un pueblo está conformado por sus liturgias.

Es principalmente a través de las liturgias de una iglesia que los pastores dan forma al
comportamiento de un pueblo. En su raíz, leitourgia es simplemente una palabra compuesta por
laos––“personas” y ergon––“trabajo”. Etimológicamente, este término simplemente se refiere a
cualquier trabajo público. En su sentido más amplio y antiguo, leitourgia se refería a cualquier
comportamiento que no fuera privado, trabajos realizados en público como miembros de la
comunidad. Más tarde, leitourgia se usó para referirse específicamente a las obras públicas de
adoración a Dios, principalmente debido a su uso en la traducción griega del Antiguo
Testamento, la Septuaginta (LXX).15 Los traductores de la LXX eligieron deliberadamente este
término para denotar de manera única el servicio formal de los sacerdotes en nombre del pueblo
de Dios, y lo usaron casi exclusivamente para ese tipo de trabajo en contraste con otras obras
públicas. Este uso más restringido de la idea se enfocará más adelante en este documento, pero
primero me enfocaré en la liturgia considerada ampliamente.

Las liturgias tienen varias características. Las dos primeras están implícitas en la propia
raíz de la palabra. Primero, las liturgias son comportamientos; son obras. Están informadas por
creencias, y son reflejos de valores. Pero en esencia, las liturgias son las cosas que hacen las
personas. Es por eso que la liturgia está tan esencialmente conectada con el comportamiento
moral. Sin embargo, no todas las acciones son consideradas liturgias. La segunda característica
de las liturgias es que son el trabajo de las personas ––son comportamientos comunitarios. Pero
no todo comportamiento comunitario es liturgia. La tercera característica de las liturgias es que
son una especie de ritual. En otras palabras, son prácticas habituales; las liturgias hacen lo mismo
una y otra vez. Este punto es probablemente la razón más importante por la que muchos
evangélicos se retuercen ante la sola mención de la liturgia. Por una serie de razones, los
evangélicos han sido condicionados a ver el ritual habitual y repetitivo como poco auténtico,
hipócrita y, en última instancia, una “vana repetición”. Sin embargo, es esta misma cualidad la
que hace que las liturgias sean tan poderosas para cultivar el comportamiento. Considere
nuevamente el problema de ver el discipulado como solo transmisión de datos. La vida santa es
un conjunto de habilidades que los cristianos deben desarrollar, y tales conjuntos de habilidades
requieren práctica. ¿Qué es la práctica si no algo ritual? Es hacer la misma acción una y otra vez,
no como un fin en sí mismo, sino hacia el final del desarrollo de habilidades. La repetición no es
una deficiencia de la liturgia; en realidad es la mayor fortaleza de la liturgia y es la razón por la
cual, por ejemplo, Donald Whitney clasifica la adoración pública como una “disciplina
espiritual”.16

14 H. Strathman, “λειτουργία,” TDNT 4:219.


15 Ibid.
16 Donald S. Whitney, Spiritual Disciplines for the Christian Life (Colorado Springs: NavPress, 1997), 101–117.

6
Muchas veces, la aversión a la liturgia tiene que ver con la idea de pensar que
simplemente estamos pasando por ciertos movimientos; pero hay virtud en pasar por los
movimientos. Pasar por esos movimientos no es una señal de hipocresía; pasar por los
movimientos es una marca de madurez. De hecho, ciertamente es posible realizar un ritual de tal
manera que se convierta en vana repetición. Pero los rituales en sí mismos no son inherentemente
vanos; más bien son necesarios para la formación de la virtud. Cualquiera puede notar la
diferencia entre un estudiante de piano que está practicando las escalas solo porque tiene que
hacerlo, y uno que realiza el ejercicio repetitivo con intencionalidad porque sabe que es a través
de un ritual como este que se convertirá en un mejor pianista. Aquí es exactamente donde la obra
del Espíritu Santo es esencial; sin el Espíritu Santo, la liturgia se vuelve seca, mundana, y
esclavizante. Pero con la participación activa del Espíritu Santo, la liturgia se convierte en la
herramienta de Dios para la formación espiritual.

El objetivo es que después de practicar la escala o el swing una y otra vez, podrás
realizarlo sin siquiera pensar, y esto resuelve el segundo problema de ver el discipulado como
solo la transmisión de doctrinas: la mayoría de nuestras acciones diarias no resultan por elección
deliberada, sino por los hábitos que hemos formado a través de lo ritual. La cuestión no es si
seremos formados por la liturgia, sino qué liturgias nos formarán. Gran parte de cómo actuamos,
y gran parte de nuestra cultura, se ha desarrollado a través de rituales. La mayoría de las personas
tienen una rutina matutina particular. Esa rutina puede o no ser informada originalmente por
elecciones deliberadas, pero independientemente de esto, las personas eventualmente realizan los
mismos rituales matutinos sin pensar realmente en ello. Desde conducir hasta el trabajo, escribir
en una computadora y preparar el café, la mayor parte del comportamiento humano ha sido
moldeado por prácticas habituales.

La Forma de la Liturgia

El comportamiento es moldeado por liturgias porque, como dijo C.S. Lewis, las
inclinaciones humanas se organizan a través de hábitos entrenados, y los hábitos se forman a
través de rituales. Y es la forma de esos rituales lo que cultiva los hábitos, porque la forma de la
liturgia encarna ciertos valores.

Permíteme ilustrarlo. Imagina un bosque denso que separa dos ciudades. Para participar
del comercio entre estas ciudades, los comerciantes deben pasar por el bosque. Para el primero
de estos comerciantes, esta fue una tarea muy difícil, forjada con muchos errores y pérdidas. Sin
embargo, eventualmente con el tiempo y con la experiencia, los comerciantes descubrieron la
ruta más segura y rápida a través del bosque. Una vez que lo hicieron, comenzaron a marcar
cuidadosamente el camino para recordar el mejor camino a seguir. Aún así, cada uno de estos
primeros viajes requirió una atención cuidadosa a las marcas para que no se desviaran del
camino. Con el tiempo, sin embargo, sus viajes regulares a lo largo de esa misma ruta
comenzaron a formar un camino mucho más visible, de manera que en los años siguientes los
comerciantes apenas prestaron atención; dormían tranquilamente mientras sus caballos seguían
casualmente el camino transitado. Aquí ahora hay un camino muy usado que atraviesa el bosque

7
por el cual los viajeros pasan de una ciudad a otra sin pensarlo. Este camino puede parecer
trivial, pero en realidad está surcado con valores tales como el deseo de seguridad, la protección
contra los peligros del bosque, y la convicción de que este es el camino más rápido. Los
comerciantes dormidos ya no piensan en estos valores, pero no obstante los valores están ahí, y
lo sepan o no, su viaje ha sido moldeado por esos valores. Esos valores son, por así decirlo,
usados en la forma del camino mismo.

Lo mismo sucede con las liturgias. Las liturgias se desarrollan durante largos períodos de
tiempo, al principio con valores muy intencionales a la vista, y esos valores son practicados en
las liturgias a través del uso regular. Y cuando las personas practican tales liturgias, son
moldeadas por los valores que las han formado, lo reconozcan o no. Israel Galindo resume este
punto cuando afirma: “Incluso los compromisos religiosos de muchos adultos tienen sus raíces
no en el análisis racional de proposiciones teológicas o interpretaciones bíblicas, sino… en
orientaciones afectivas hacia símbolos religiosos y rituales.” 17

Liturgias Mundanas

Nuestro objetivo aquí ha sido descubrir cómo los cristianos pueden cultivar inclinaciones
más altas hacia lo que es verdadero y bueno, pero debemos reconocer que también ocurre lo
contrario: la deformación de nuestras inclinaciones. Una vez más, nuestras acciones no siempre
son el resultado de elecciones racionales, y esto también se aplica al comportamiento
pecaminoso. A veces pecamos deliberada y voluntariamente; pero a menudo la acción
pecaminosa es el resultado de hábitos arraigados, y esos hábitos se han formado a través de
liturgias mundanas.

Los ritmos de las rutinas mundanas están moldeando nuestras inclinaciones y las
inclinaciones de las personas en nuestras iglesias, más de lo que nos gustaría admitir. Estas son
rutinas y hábitos que forman parte del entorno cultural que nos rodea. Y el problema es que, al
tratarse de liturgias, a las personas les cuesta mucho tanto reconocer cómo estas los moldean e
incluso considerar vivir sin ellas. Si deseamos hacer discípulos, si deseamos enseñar a las
personas en nuestras iglesias a guardar todo lo que Cristo les ha mandado, entonces debemos
hacer algo para contrarrestar los efectos de las liturgias mundanas que los afectan todos los días.
Parte de lo que contrarrestará sus efectos es la predicación de la sana doctrina, pero esto
requerirá más que transmisión de información.

Adoración corporativa

Aquí es donde será útil delimitar la definición de leitourgia a cómo se ha utilizado al


menos desde la LXX, como el trabajo de las personas en el culto corporativo. Muchos
evangélicos de hoy consideran la adoración corporativa como simplemente una expresión

17Israel Galindo, “Methods of Christian Education toward Christian Spiritual Formation,” Review and Expositor 98,
no. 3 (2001): 416.

8
cristiana de auténtica devoción hacia Dios. Sin embargo, la liturgia, considerada ahora en
términos de culto corporativo, no es solo una expresión de devoción “auténtica”; la liturgia es
formativa. No es solo expresiva, y es por eso que la repetición es necesaria, porque la repetición
es fundamental para la formación. Esto conecta el culto corporativo de una iglesia
inexorablemente con el comportamiento ético. Como señala Hock, “la adoración verdadera no es
principalmente algo emotivo, sino algo que va acompañado de un imperativo moral”. 18 Él señala,
por ejemplo, cómo Romanos 12 conecta la “adoración aceptable” con una vida consagrada. A
quién adoran los cristianos es importante por su comportamiento; como observó John Murray:
“La ética se basa en y es el fruto del temor del Señor… Qué o a quién adoramos determina
nuestro comportamiento”.19 Pero la comprensión de la naturaleza formativa de la liturgia revela
el hecho de que la forma en que los cristianos adoran también afecta significativamente su
comportamiento.

Así es como el culto corporativo encaja en la Gran Comisión: la liturgia de una iglesia da
forma a la liturgia de la vida. La forma en que una iglesia adora semana tras semana forma a las
personas ––moldea su comportamiento al moldear sus inclinaciones a través de prácticas
habituales, porque la forma de la liturgia transmite sus valores. Al igual que ese camino a través
del bosque, cuando las personas viajan a lo largo de la liturgia que les hemos proporcionado,
inevitablemente se verán formadas por los valores y creencias plasmadas en este. Es en la liturgia
cristiana que el corazón de un cristiano, como dijo Lewis, está “organizado por hábitos
entrenados en sentimientos estables”, donde las inclinaciones de un cristiano son discipuladas y
entrenadas, y donde los efectos negativos de las liturgias mundanas pueden ser contrarrestados.

Lo importante de un servicio de adoración corporativo no es solo lo que se dice desde el


púlpito o la doctrina contenida en los himnos, porque hay aspectos de la piedad cristiana que son
inarticulables; gran parte de la piedad cristiana se aprende solo haciendo, y eso es precisamente
el arte ––el propósito del arte es encarnar valores, y experimentamos esos valores a medida que
participamos en el arte. Como Mark Twain bromeó una vez: “Un hombre que toma a un gato por
la cola, aprende algo que no puede aprender de ninguna otra manera”. Este es el poder de la
estética, la cual se extiende más allá de la forma de la liturgia hacia las otras formas estéticas
empleadas en la adoración corporativa. La poesía, la música, la arquitectura, y la retórica
representan aspectos inarticulables de la virtud cristiana que a través de su uso expresan esas
virtudes. Se cuenta que una vez, cuando Robert Schumann tocó una nueva composición, y
alguien le preguntó qué significaba, él simplemente respondió: “Significa esto”, y la volvió a
tocar.20 Las liturgias y las formas artísticas de la adoración cristiana encarnan y forman ciertos
aspectos del discipulado cristiano de una manera que nada más puede.

18 Hock, “Theology and Ethics,” 44.


19 John Murray, Principles of Conduct: Aspects of Biblical Ethics (Wm. B. Eerdmans, 1957), 231.
20 Donald Whittle, Christianity and the Arts (London: A. R. Mowbray, 1966), 52.

9
Recreación

Las Escrituras están llenas de liturgias, y estas liturgias ayudan a explicar tanto su
propósito como la forma en que uno debe formarse para nutrir la virtud. Paul Richardson señala
que “la Biblia informa la forma de nuestra adoración, principalmente a mayor escala, ya que
habla sobre la naturaleza de la comunidad cristiana, la madurez cristiana, y la ética cristiana”.21
En particular, las liturgias que encontramos en las Escrituras nos ilustran cómo estas dan forma al
pueblo de Dios a través de la recreación de lo que Dios ha hecho. De esta manera, la liturgia
bíblica no es una obra humana hacia Dios; más bien, es la obra de Dios sobre su pueblo.

Dios prescribió para Israel un año litúrgico que dio forma a su relación con Él, al recrear
el pacto que había establecido con ellos y las formas en que los había redimido. Esta es una gran
diferencia entre las liturgias bíblicas y las liturgias paganas. Las liturgias paganas involucran
rituales diseñados para atraer la atención de un dios y manipularlo para que haga algo por el
adorador. En cambio las liturgias bíblicas reiteran lo que Dios ya ha hecho, para que los afectos y
la vida del adorador sea formada y moldeada.

Algunos ejemplos en el año litúrgico de Israel ilustran precisamente esto. El sábado era
una recreación regular del reposo de Dios en el séptimo día de la creación, y tal como Jesús
indicó más tarde, “el sábado fue hecho para el hombre” (Mr. 2:27) con el fin de convertirlo en un
cierto tipo de persona a través de un rutina semanal. El día más sagrado para Israel fue el Día de
la Expiación (Lv. 16). Este día de fiesta contenía una liturgia muy cuidadosamente prescrita que
representaba realidades espirituales a través de la recreación. Las limpiezas, los sacrificios, la
sangre rociada, y el chivo expiatorio formaron al pueblo a través de su participación en aquellos
que reconocieron la santidad de Dios, los horrores del pecado, y la necesidad de la expiación. La
Pascua y la Fiesta de los Panes sin Levadura tuvieron una liturgia cuidadosamente prescrita que
moldeó a las personas por su participación en ella. Fue una recreación del evento histórico de la
primera Pascua, y esta es exactamente la razón por la cual las liturgias son tan poderosas. Al
recrear estos eventos, una persona se forma como si hubiera estado allí. En Éxodo 12:14, Dios
llamó a la fiesta un “memorial”, que es más que un simple recuerdo pasivo de algo. Un memorial
es una recreación ritual por la cual una persona ingresa a un evento pasado y, por lo tanto, es
moldeada por este.22 Mil quinientos años después, mientras celebraba el memorial de la Pascua,
Jesucristo estableció una nueva ordenanza, completa con una liturgia cuidadosamente prescrita, y
ordenó a sus discípulos: “Haced esto en memoria de mí”. Esta anamnesis, este “recuerdo”, es un
recreación activa de la muerte de Cristo a favor de su pueblo de tal manera que los cristianos son
moldeados por este acto. 23 Cada uno de estos ejemplos sirve para ilustrar el punto de que las
liturgias bíblicas deben recrear la obra de Dios para su pueblo, y así formar a su pueblo en
aquellos cuyas vidas están impulsadas por el reconocimiento de lo que Él ha hecho por ellos.

21 Paul A. Richardson, “Spiritual Formation in Corporate Worship,” Review and Expositor 96, no. 4 (1999): 526
22 Frank Stagg, “The Lord’s Supper in the New Testament,” Review and Expositor 66, no. 1 (1969): 13.
23 Melvin Tinker, “Last Supper/Lord’s Supper: More than a Parable in Action?,” Themelios 26, no. 2 (2001): 21.

10
Lex Orandi, Lex Credendi

Las liturgias forman discípulos porque encarnan y dan forma a las creencias y valores. Se
deduce, entonces, que la forma en que las personas adoran revela sus creencias y valores, a la
vez que forma sus creencias y valores. Lex orandi, lex credendi, dijo Agustín ––“la ley de la
oración es la ley de la fe”.24 Es por eso que es esencial que los pastores consideren
cuidadosamente cómo las liturgias de sus iglesias dan forma a las inclinaciones y, por lo tanto, a
la vida de los miembros de su iglesia. Estas son cosas que ocurren cada semana ––son hábitos
que están moldeando las inclinaciones y, por lo tanto, el comportamiento de las personas en las
iglesias.

La estructura de una liturgia bíblica sigue la lógica del evangelio y, por ende, es una
recreación del evangelio.25 La lógica del evangelio es esta: Dios se revela a sí mismo y nos llama
a adorarlo, y las personas responden con adoración y confesión de sus pecados al reconocer su
indignidad de estar en su presencia. Dios responde, perdonando los pecados a través de Cristo y
dando la bienvenida a los creyentes a su presencia, donde lo escuchan hablar, se comprometen a
obedecer, le traen sus peticiones, y disfrutan de una comunión abierta y libre.

Esta es la misma lógica que informa la liturgia cristiana histórica: los adoradores
comienzan con el llamado de Dios para que lo adoren, seguido de adoración y alabanza. Luego,
le confiesan sus pecados y reciben la seguridad del perdón en Cristo. Le agradecen su salvación,
escuchan su Palabra predicada, y responden con dedicación. Y el clímax de toda la adoración
cristiana histórica siempre ha sido la expresión de la comunión con Dios, ya sea al acercarse a Él
en oración, o más a menudo en liturgias históricas, al celebrar la Cena del Señor. Acercarse a la
mesa de Cristo es la expresión más poderosa de nuestra aceptación en Cristo. Todas las lecturas
de las Escrituras, oraciones, y canciones en esta liturgia se eligen cuidadosamente por su
adecuación a un elemento particular dentro de la estructura moldeada por el evangelio.

Los pastores de hoy harían bien en valorar esta forma litúrgica histórica por el poder y la
inevitabilidad de ser moldeados por la liturgia, el valor de lo que representa, y el consiguiente
potencial que puede tener: al recrear lo que somos en Cristo, los discípulos de Cristo llegan a ser
lo que verdaderamente son.

See Geoffrey Wainwright, Doxology: The Praise of God in Worship, Doctrine and Life (New York: Oxford
24
University Press, 1980), chap. 7–8.
25Varios volúmenes recientes han creado un renovado interés en dicha liturgia en forma de evangelio, incluyendo
Bryan Chapell, Christ-Centered Worship: Letting the Gospel Shape Our Practice (Grand Rapids: Baker Academic,
2009); Robbie F. Castleman, Story-Shaped Worship: Following Patterns from the Bible and History (Downers
Grove, IL: InterVarsity Press, 2013); Mike Cosper, Rhythms of Grace: How the Church’s Worship Tells the Story of
the Gospel (Wheaton: Crossway Books, 2013); James K. A. Smith, Imagining the Kingdom: How Worship Works
(Grand Rapids: Baker Academic, 2013). Para una revisión de estos trabajos, vea Scott Aniol, “Gospel-Shaped
Worship: A Review of Recent Literature”, Artistic Theologian 2 (2013): 106–13.

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Conclusión

Con el fin de hacer discípulos, los pastores deben emplear liturgias bíblicas que recrean el
evangelio de Jesucristo, y estéticamente representan valores consistentes con la santidad de Dios.
La forma principal en que los pastores pueden dar forma a las inclinaciones e impactar los
comportamientos de las personas en sus iglesias, es influyendo en sus hábitos, y uno de los
principales medios que tienen para hacerlo es a través de sus liturgias corporativas. Las liturgias
moldeadas por las Escrituras y el evangelio informarán las liturgias de la vida de las personas, lo
que a su vez las convertirá en discípulos maduros [incondicionales] de Jesucristo.

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Este artículo fue publicado originalmente en Religious Affections Ministries. Traducido al
español por Fabio Rossi.

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