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La carnavalización, de acuerdo con Bajtin, consiste en la trasposición del carnaval en la

literatura. El carnaval, en tanto espectáculo sincrético de carácter ritual, posee un lenguaje de


símbolos concretos y sensibles que expresa una concepción particular del mundo. Es posible
que este lenguaje se someta a cierta trasposición en imágenes artísticas del lenguaje literario,
en la medida en que este último se aproxima al carnaval por su carácter concreto y sensible.

De acuerdo con Bajtin, la tradición de la vida carnavalesca que llegara de la Antigüedad clásica
perduró en toda la Edad Media y alcanzó su punto álgido en el Renacimiento, influyendo
decisivamente en el desarrollo de toda la cultura (incluyendo la literatura). A partir del siglo
XVII, la vida popular carnavalesca retrocede, hasta perder casi totalmente su carácter público,
su papel en la vida de los hombres disminuye y sus formas se emprobrecen. La carnavalización
se convierte progresivamente en una tradición de género literario. Naturalmente , el carnaval
propiamente dicho continúa actuado directamente sobre la literatura, pero su influencia se
limita al contenido de las obras, sin tocar su principio formal, es decir, no ya no es capaz de
producir nuevos géneros literarios. En este sentido, no se debe reducir la concepción del
carnaval en tanto percepción del mundo a la mascarada o a la bohemia. El carnaval libera del
miedo y aproxima el mundo a los hombres, y a los hombres entre sí, oponiendo su alegría por
los cambios a la seriedad monológica y dogmática que tiende a la absolutización del estado
existente de las cosas. La percepción carnavalesca rompe todas las cadenas pero sin huella de
nihilismo o del individualismo irresponsable y vulgar propio de la bohemia.

Ahora bien, en qué consiste aquella concepción particular del mundo propia del carnaval.

Bajtin define al carnaval como una especie de ¨vida al revés¨, una existencia en la que se ha
invertido el orden jerárquico habitual y todas las formas de miedo que este entrañaba.
Quedan abolidas las distancias y los hombres pueden entrar en un contacto libre y familiar. La
perspectiva carnavalesca del mundo instaura un modo nuevo de relaciones humanas.
Liberadas de las ordinarias situaciones jerárquicas, las conductas y palabras resultan
excéntricas, desplazadas desde el punto de vista de la lógica de la vida habitual, y pueden
abrirse a cuanto estaba reprimido para el hombre. Otro rasgo de la perspectiva carnavalesca
es que estas relaciones libres se comunican a todo: pensamientos, sistemas de valores,
fenómenos, objetos. Todo lo que la jerarquización cerraba, separaba, dispersaba, entra ahora
en contacto y forma alianzas carnavalescas: lo sagrado y lo profano, lo sublime y lo
insignificante, la sabiduría y la tontería. Ello nos lleva a la profanación, es decir, a los
sacrilegios, las burlas y el envilecimiento, así como la parodia de los textos y las palabras
sagradas.

Estas categorías, que componen la perspectiva carnavalesca del mundo, de acuerdo con Bajtin,
no son formulaciones abstractas sobre la igualdad y la libertad, sino formas rituales y
espectaculares que se perciben y representan, que se experimentan, como parte de la vida
misma. Estas categorías carnavalescas se han transpuesto a la literatura, contribuyendo a
superar las barreras entre los géneros, entre sistemas ideológicos cerrados, y entre estilos,
deshaciendo cualquier repliegue sobre uno mismo y toda ignorancia del otro, colmando las
distancias y aniquilando las oposiciones. La percepción carnavalesca del mundo posee una
fuerza y vitalidad suficientes para propiciar una combinación admirable de elementos literarios
heterogéneos y aparentemente incompatibles, como el diálogo filosófico, la aventura , lo
fantástico, el naturalismo, la utopía, entre otros.

Esta perspectiva carnavalesca del mundo tiene como núcleo el acto ritual de entronización-
desentronización, pues el carnaval es la fiesta del tiempo destructor y regenerador. La
entronización es un rito ambivalente, que contiene ya la idea de la desentronización futura. El
carnaval festeja el cambio, su proceso mismo, de él no sale nada absoluto, sino una proclama
de felicidad por la relatividad universal. No se trata, pues, de la pura destrucción, sino de la
imagen viva del cambio-renovación, de la muerte creadora y fecunda. Las imágenes
carnavalescas reúnen a los dos los polos del cambio y de la crisis: el nacimiento y la muerte, la
bendición y la maldición, el elogio y la injuria, la juventud y la decrepitud, lo alto y lo bajo, la
cara y la espalda. El pensamiento carnavalesco es rico en imágenes dispuestas en par
(geminadas) sea por contraste o semejanza. Tal es el caso de la ambivalencia fundamental en
la imagen del fuego y la de la risa carnavalescas.

Esta última posee una libertad legitimada para hacer posible la parodia de los textos y de los
ritos sagrados. La parodia posee una naturaleza carnavalesca y por ello es extraña a los
llamados géneros puros (epopeya y tragedia). En tanto ambivalente y cercana a la muerte-
renovación, la parodia ha posibilitado la existencia de grandes obras carnavalescas en la
literatura universal, desde los Diálogos socráticos hasta Gargantúa y Pantagruel y el Quijote.

Eco señala que para aclarar la noción de carnaval habría que proporcionar una defición bien
delimitada de lo cómico. No se cuenta, lamentablemente, con tal definición, sino que lo
cómico engloba a fenómenos heterogéneos como el humor, la comedia, la parodia, la sátira o
lo grotesco. A fin de resolver esta situación, Eco trata de deducir una definición aristótelica de
comedia, señalando que el efecto cómicos por oposición al trágico, se caracterizaría por la
violación de una regla, hecha por alguien con quien no se simpatiza por ser innoble o
repulsivo, respecto de quien nos sentimos superiores, pero cuya transgresión no nos apena o
preocupa, sino que damos la bienvenida a dicha transgresión, pues disfrutamos de la violación
de la regla y del castigo del que la infringió. Lo cómico nos libera del miedo impuesto por la
existencia de la regla y nos hace disfrutar por su transgresión en la medida de que son otros,
inferiores a nosotros, los que lo hacen y reciben por ello un castigo. El carnaval es el teatro
natural

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