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Historia de la Filosofía – 2º Bachillerato-

Tema XIII: “El raciovitalismo de


Ortega y Gasset”
IES “Séneca”
Tema 13: Ortega y Gasset
“El mundo es la suma total de nuestras posibilidades”

Contenido

1.- Contexto histórico y social


2.- Contexto filosófico
3.- Biografía y obras
4.- Introducción a la filosofía de Ortega y Gasset
5.- El estilo en la obra de Ortega
6.- Etapas del pensamiento de Ortega
7.- Objetivismo
8.- Perspectivismo
9.- Raciovitalismo
10.- Historia y sociedad

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1.- Contexto histórico y social
Ortega y Gasset hacía la siguiente reflexión sobre su propia obra: “Si alguien la mira, lo que ve es
un hombre estremecido en torno a ciertos grandes temas españoles. Nada español me es ajeno,
todo forma parte de mí, mas, por lo mismo, tengo que amar y rendir culto a lo que está bien en
España, que es muy poco, y odiar tanto lo que está mal, que es el resto”. En El tema de nuestro
tiempo continúa diciendo: “Nuestra generación asiste a la crisis más radical de la historia
moderna”. Su obra será una respuesta a dicha situación de crisis. Esta intención regeneracionista
será una constante en aquellos pensadores nacidos en las últimas décadas del siglo XIX. Desde la
política institucional también se ponen en marcha medidas de esta línea con el objetivo de
aumentar la industrialización y modernizar el país.

¿Pero cuál es la causa de esta sensación de fracaso y decadencia? Ortega fue testigo del desastre
del 98, provocado por la derrota que sufrió España en guerra con Estados Unidos y que supuso la
liquidación de su imperio (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Esta derrota sumió a los españoles en el
pesimismo y la frustración y tradujo en graves tensiones sociales y regionales.

La segunda década del siglo XX no será


menos dura: la Gran Guerra, en la que
España no participó, asoló Europa. La
crisis económica que se produjo como
consecuencia del encarecimiento de los
productos básicos provocó un aumento 3
de la conflictividad social: huelas
generales, atentados anarquistas,
tensiones con los regionalismos y el
Desastre de Annual, una grave derrota
militar española ante los rifeños cerca
de la localidad marroquí de Annual, en 1921, fueron algunos de los episodios más crudos de esa
época.

La crisis política que provocó esta derrota contribuyó a dañar aún más los cimientos de la
monarquía liberal de Alfonso XIII. En 1923 tuvo lugar un golpe de Estado y se instauró la Dictadura
de Primo de Rivera, inspirada por el fascismo italiano.

Pero los siguientes años también tuvieron poca estabilidad. Eran muchos los que se oponían a la
dictadura, desde lo movimientos liberales hasta los conservadores: republicanos, socialistas,
anarquistas, intelectuales, movimiento estudiantil, el propio ejército, etc. Pero fueron los graves
problemas económicos que atravesaba España al final de la década lo que aceleran la dimisión del
dictador, ya gravemente enfermo.

Tras la dimisión de Primo de Rivera, Alfonso XIII nombró jefe de Gobierno al general Berenguer y
se instauró un periodo conocido humorísticamente como la “Dictablanda”. Pero la crisis política
continuaba, puesto que los partidarios tradicionales, liberales y conservadores, eran incapaces de
ponerse de acuerdo.

En agosto de 1930 republicanos, socialistas y otros grupos de oposición firmaron el denominado


Pacto de San Sebastián, por el que se comprometían a derrocar la monarquía e instaurar un
régimen democrático. Para coordinar la labor de oposición crearon un Comité Revolucionario
presidido por Niceto Alcalá Zamora, republicano bastante conservador.

Alfonso XII estaba cada vez más aislado e incluso muchos militares comenzaron a asumir la
posibilidad de una República. La aplastante victoria de las candidaturas republicanas y socialistas
en las zonas urbanas aceleró la abdicación del rey y la proclamación de la República el 14 de abril
de 1931.

Sin embargo, el nuevo régimen heredó graves problemas, como el atraso general de muchas zonas
de España y las tensiones separatistas de algunas regiones. La escasa industria que existía en
España en esta época estaba concentrada en el País Vasco y Cataluña, mientras que la inmensa
mayoría de la población vivía en las zonas rurales en condiciones miserables. La única salida para
muchos españoles fue la emigración (solo durante el reinado de Alfonso XIII dos millones y medio
emigraron a América).

Curiosamente este periodo de crisis sociopolítica coincide con “la Edad de Plata” de la cultura
española: Picasso, Sorolla, Gaudí, Albéniz, Falla, Eugenio D´Ors, Pérez Ayala, el propio Ortega o
Ramón y Cajal componen una riqueza cultural solo comparable con el Siglo de Oro.

Los gobernantes de la Segunda República intentaron poner en marcha la definitiva regeneración


de España, sobre todo a través de la educación pública. Se instauró el Estado laico y se otorgaron
nuevos derechos civiles: garantías laborales, divorcio, voto femenino, huelga, etc.

Sin embargo, fracasó la reforma agraria, y el ambiente social y político se fue radicalizando poco a
4
poco. El golpe militar de 1936 dio lugar a la Guerra Civil, que culminará tres años después con la
dictadura de Franco.

El nuevo régimen, que tenía como pilares el catolicismo conservador, el autoritarismo militar, la
cruel represión de los opositores políticos y el nacionalismo, se mantuvo aislado del resto de
Europa hasta la década de los cincuenta. En los años siguientes se puso en marcha un proceso de
transformación económica, que en conjunción con el dinero de la emigración y el turismo, sembró
las bases para la apertura del régimen. En los últimos años se reactivó la oposición política, así
como las tensiones sociales y los nacionalismos. En 1978, muerto ya Franco, se abre una nueva
etapa política marcada por un nueva Constitución democrática y una monarquía parlamentaria.

2.- Contexto filosófico


El pensamiento de Ortega sufrió una evolución importante desde su primera etapa, en la que
recibe el influjo de neokantianos y objetivistas en Alemania. En sus primeras obras Ortega afirma
que para hacer un análisis riguroso de la realidad es necesario hacer uso de las categorías de la
lógica y de las matemáticas. Es imprescindible analizar con objetividad los fenómenos para hacer
que estos sean más racionales.

Más tarde se nota en su obra la presencia de la fenomenología de Husserl y la importancia que da


este al sujeto y la conciencia frente al objeto. Para la fenomenología la realidad se identifica con la
conciencia, que Ortega sustituye por la vida como categoría esencial de su filosofía.
Otro autor de quien Ortega recibe influencia es Nietzsche, de quien tomará su concepción
relativista de la verdad frente al racionalismo dogmático. Sin embargo, descarta de la filosofía de
Nietzsche sus elementos escépticos y su irracionalismo. Al vitalismo nietzscheano Ortega
enfrentará su raciovitalismo.

Heidegger y Sartre, autores existencialistas contemporáneos de nuestro pensador, también


tendrán una gran influencia sobre su obra. El raciovitalismo de Ortega, por ejemplo, tiene muchas
similitudes con el análisis heideggeriano de la existencia humana, que parte de la realidad
concreta y la experiencia cotidiana para construir las categorías filosóficas. Pero difiere en que
para Heiddeger el hombre es un ser para la muerte. El hombre concreto se encuentra en la
angustia, en la pérdida del sentido de la existencia y ante esta pérdida tiene que proyectar su
propia vida.

Ortega participa de la idea de Sartre de que el hombre no tiene naturaleza, puesto que se va
haciendo, y que es un "náufrago" en la existencia, ya que continuamente tiene que tomar
decisiones sobre el rumbo que quiere dar su vida. No obstante Ortega rechaza el nihilismo y la
angustia vital propios del existencialismo y defiende, en cambio, una visión optimista de la vida.

Finalmente, la influencia de Dilthey fue decisiva en su concepto de razón vital e histórica: el


hombre es incomprensible si no es enmarcándolo en la historia, en sus circunstancias concretas.

En cuanto a la repercusión posterior de la filosofía de Ortega, debemos resaltar el hecho de que


influyó notablemente sobre intelectuales de la talla de Xavier Zubiri o María Zambrano. 5
Pero no se puede comprender adecuadamente la filosofía de un autor sin referirse al
contexto histórico en la que surge y a sus interlocutores dentro de la historia de la filosofía. Y esto
es especialmente importante en Ortega, que tuvo una particular sensibilidad histórica y era un
profundo conocedor de la tradición filosófica anterior a él. Por ello, vamos a exponer a
continuación las fuentes del pensamiento orteguiano, con el objeto de esclarecer cómo se fue
gestando tal pensamiento.

La filosofía griega es el primer objeto del interés filosófico de Ortega. Para él, es el primer
horizonte al que cualquier filósofo tiene que mirar y, a su vez, mirarse. Así, cuando Ortega se
propone reflexionar sobre la historia de la filosofía lo hace tomando como referencia la filosofía
griega. Esta influencia se percibe, sobre todo, en la primera etapa de la filosofía de Ortega, como
vemos en su consideración de la verdad como “desvelamiento” y en los contenidos que desarrolla
en su obra Origen y epílogo de la filosofía. Además de lo anterior, la influencia de la filosofía
griega se percibe en el propio conocimiento que de la lengua griega exhibe Ortega, lo que le
permite, en muchas ocasiones, recurrir a la etimología como método para esclarecer los
conceptos e, incluso, la creación de neologismos de origen griego como, por ejemplo, el término
“pantonomía”.

La segunda de las grandes corrientes de la filosofía que influyó en Ortega es la filosofía


continental europea, que él enlaza estrechamente con la filosofía griega. En este sentido, para
Ortega, la historia de la filosofía es, sobre todo, la historia de la filosofía en Grecia y en la Europa
continental a partir del siglo XVII. Así, a pesar de que Ortega realiza una crítica del modelo de
razón que esta tradición filosófica nos ofrece, lo hace desde un profundo conocimiento de esa
propia tradición filosófica que somete a crítica, pues pretende situar su postura como una
renovación o prolongación de esa misma tradición.
La tercera fuente del pensamiento de Ortega es la filosofía alemana contemporánea.
Esto se debe a que se formó en el pensamiento germánico a través de sus estancias en las
universidades de Leipzig, Berlín y Marburgo. En esta última, conoció a los neokantianos Cohen y
Natorp, que se convirtieron en sus primeros maestros y cuya influencia es detectable en el
pensamiento de Ortega hasta que inicia su propia andadura filosófica con su reflexión en torno a
la circunstancia (1914).

Pero, además de esta primera influencia de la filosofía alemana, no podemos olvidar que
los planteamientos de otros filósofos alemanes como Dilthey, Husserl o Heidegger influyeron
notablemente, no ya en los primeros pasos filosóficos de Ortega, sino en sus planteamientos más
maduros y supuestamente más originales o propios. Y es de tal magnitud esta influencia de los
pensadores alemanes en la filosofía de Ortega, que ha habido una agria polémica sobre la
originalidad del pensamiento orteguiano, o como algunos han sostenido, el “plagio” que Ortega
hace de sus maestros alemanes. El conocimiento y la presencia que la filosofía alemana
contemporánea tiene en su pensamiento es algo que no merece discusión alguna y que el mismo
Ortega puso de manifiesto en reiteradas ocasiones. Al respecto, Ortega, sin rechazar tales
influencias, insiste en que la coincidencia de problemas comunes (la vida, el carácter histórico del
ser humano, etc.) no supone también la coincidencia en las soluciones aportadas.

Finalmente, también es detectable en el pensamiento de Ortega la influencia del


pensamiento español a través del krausismo, con el que comparte el afán de modernizar España
y situarla en el contexto de los países desarrollados, aportando, no ya ciencia o técnica (de la que 6
carecía España), sino un empuje vital en una cultura europea demasiado rígida y racionalista.

3.- Biografía y obras


José Ortega y Gasset nació en Madrid en 1883, en una familia burguesa muy relacionada con el
mundo del periodismo. De hecho, su padre era director del periódico El Imparcial, del que a su vez
era propietaria la familia de su madre, Dolores Gasset, de tradición liberal e ilustrada. Este
entorno determinará la futura vocación de Ortega, que estará relacionada con la labor intelectual
y política y en concreto con el mundo del periodismo. En sus obras empleará un estilo ágil y
sencillo, más propio de los artículos periodísticos que de los ensayos filosóficos al uso.

Tras terminar sus primeros estudios en Madrid, Ortega cursa el


Bachillerato en Málaga para trasladarse posteriormente a la
Universidad de Deusto. Coincide el inicio de su carrera
universitaria (derecho) con la crisis de 1898. Ortega terminará esta
carrera en la Universidad Central de Madrid. Nos situamos en el
periodo de decadencia de España, coincidente con la guerra de
Norteamérica y la consiguiente pérdida de las colonias (Cuba,
Filipinas y Puerto Rico), que se traducirá en una sensación de
decepción generalizada, sensación que será protagonista de la vida
intelectual del país. Se hace patente en los artículos de Ortega, pero
también en los de otros pensadores de la época, la necesidad de
una regeneración política, social y cultural de España.

En 1902 se licencia en Filosofía y tres años después viaja a Alemania para perfeccionar su
formación. Allí entra en contacto con autores que le influirán enormemente, como los
neokantianos Hermann Cohen y Paul Natorp. En 1908 vuelve a Madrid y se dedica a la enseñanza
durante un breve lapso de tiempo en la Escuela de Magisterio. Más tarde consigue la cátedra de
metafísica de la Universidad de Madrid. Ese mismo año se casa con Rosa Spottorno y Topete,
perteneciente a una familia de la alta burguesía muy relacionada con el mundo militar.

En 1914, año en que comienza la Primera Guerra Mundial, Ortega inicia una incesante actividad
política y cultural con la fundación de la Liga de Educación Política Española; en 1915 hace lo
propio con la revista España y en 1916 será cofundador del diario El Sol. En esa época empieza a
publicar sus primera obras, las Meditaciones del Quijote (1914), El Espectador (1916), todas ellas
encuadradas en la etapa perspectivista de su filosofía, que durará hasta 1923, como veremos más
adelante.

Durante esta época Ortega se relacionará con destacados personajes de la época: artistas,
científicos, periodistas, profesores, políticos, toreros, etc. La cultura española vivía una de sus
épocas de máximo esplendor.

En 1923 Primo de Rivera de un golpe de Estado y comienza una etapa de dictadura en la política
española. Ese año crea la Revista de Occidente, caracterizada por un visión crítica de la política
española. Esta situación de tensión con el poder establecido culmina con su dimisión, en 1929, de
la cátedra en la Universidad de Madrid. Empieza entonces una época de intensa labor de difusión
cultural en lugares ajenos al marco académico habitual, como son la Sala Rex y el Teatro Infanta
Beatriz. Muchas de estas conferencias fueron compiladas más tarde en la obra ¿Qué es filosofía?,
enmarcada ya en el etapa raciovitalista de su filosofía. 7
En esta inmensa labor cultural Ortega se muestra siempre partidario de una europeización de
España, y para conseguirlo cree necesaria la instauración de una República, por lo que alienta
expresamente el derrocamiento de la monarquía. Ya con la dictadura de Berenguer, más flexible
que la de Primo de Rivera, en 1930 recupera su cátedra en la Universidad Complutense. Ese
mismo año publicará La rebelión de las masas.

Un año después funda la Agrupación al Servicio de la República junto con otros intelectuales,
como Gregorio Marañón y Pérez de Ayala. Saldrá elegido diputado a las Cortes Constituyentes de
la recién proclamada Segunda República por la provincia de León. En esta época publica dos
nuevas obras: En torno a Galileo, en 1934, e Historia como sistema, en 1935.

El destino filosófico da un vuelco en 1936 con el golpe de Estado que dará lugar a la Guerra Civil
española. Ortega decide autoexiliarse, desilusionado y enfermo, y se traslada primero a París, y
luego a Holanda y Argentina. En 1942 retorna a la Península y se afinca en Portugal. Los teóricos
de la Falange hicieron suyos algunos elementos del pensamiento de Ortega, si bien él se mantuvo
apartado del régimen franquista.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial vuelve al fin a España, en 1945, si bien se le impide
retomar su cátedra en la universidad. Ortega decide entonces fundar el Instituto de Humanidades,
donde vuelve a la actividad docente, esta vez ante un público no universitario. En 1951 fue
nombrado doctor honoris causa por las universidades alemanas de Marburgo y Glasgow. Regresa
a España en 1955 y muere en Madrid ese mismo año.
4.- Introducción a la filosofía de Ortega y Gasset
El pensamiento de Ortega representa el intento de pensar las categorías de la modernidad desde
una óptica constituida por los problemas de la España de su tiempo. Por ello, su actividad
intelectual enlaza con la línea regeneracionista de la vida intelectual y política españolas, que tuvo
en el pensamiento krausista y en la Generaciones del 98 y del 14 sus más claros exponentes.

En su filosofía, están presentes también las influencias de Nietzsche, Husserl y Heidegger, así
como los temas y problemas propios de los planteamientos vitalista, historicista y existencialista,
sin que pueda afirmarse que su obra se encuadre plenamente en ninguna de esas corrientes.

El núcleo central de su filosofía gira en torno a dos problemas fundamentales: la reflexión


sobre la vida como “realidad radical” y sus relaciones con la razón. Alrededor de esta reflexión,
surge el denominado “raciovitalismo”, conjunto de ideas que conforman la ontología,
epistemología y antropología de nuestro autor. En segundo lugar, está su reflexión sobre la
historia, que le permite integrar en su pensamiento los temas políticos y sociales que más le
preocupaban.

En definitiva, el pensamiento de Ortega se muestra crítico con


la tradición filosófica anterior en su afán de perfilar un nuevo modelo
de razón que integre tanto al yo como a las cosas, lo subjetivo como lo
objetivo, y, de este modo, dotar de vida a la cultura y hacer de la razón
un instrumento al servicio de la vida. Así, la crítica del racionalismo
imperante desde Descartes y de las “filosofías de la vida”, lleva a
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nuestro autor a adoptar la doctrina del “punto de vista”, radical e
intransferible para cada individuo, que le obliga a afrontar su
circunstancia histórica y vital desde sí mismo.

Pero la originalidad y el gran mérito filosófico de Ortega es


que, casi partiendo desde la nada, logra crear en España una tradición filosófica, tradición que
trata de asimilar las novedades del pensamiento europeo desde el filtro peculiar de la
idiosincrasia española. Y lo hace, con vigor y entusiasmo, desde todos los focos culturales y
políticos de la sociedad española del momento: los periódicos, las tertulias, las tribunas políticas,
las conferencias públicas, la Universidad, etc. Además, la brillantez de su estilo logra captar para el
pensamiento filosófico a una importante generación de discípulos, que continuarán su labor, tras
la guerra civil, ya en el “exilio interior”, ya en el exilio, propiamente dicho.

5.- El estilo en la obra de Ortega.


Al considerar el sentido de la obra de Ortega, hay que tener muy presente que Ortega,
además de filósofo, es también un escritor y siente, por tanto, un compromiso muy fuerte, no
sólo con el pensamiento, sino también con el estilo. Evidentemente, estos dos elementos van
íntimamente unidos en su obra y constituyen, en gran medida, la originalidad de su pensamiento.

Así, la primera impresión que causa la lectura de Ortega es el predominio de la belleza


literaria con que el autor expresa sus ideas, frente al clásico estilo conceptual y sistemático,
predominante en la mayoría de los filósofos. Por ello, tal calidad literaria puede ocultar al Ortega
filósofo; como, de hecho, ocurrió para algunos, que consideraron a Ortega más bien un literato o
un ensayista que un filósofo propiamente dicho.
Pero es que, además, Ortega se propuso deliberadamente usar un estilo claro y atractivo,
siendo consciente de que era la única manera de ganar al pueblo español para la causa,
ciertamente abstracta, de la filosofía; “la claridad es la cortesía del filósofo”. Pero esa claridad
sólo es posible gracias al dominio que Ortega tenía de la lengua castellana y a su profundo
conocimiento y valoración del lenguaje coloquial: “recibimos mayores esclarecimientos del
lenguaje vulgar que del conocimiento científico”, afirma al respecto Ortega.

Para Ortega, el lenguaje coloquial o vulgar, además, es el sustrato original en el que surgen
las palabras, aportando a la vez una determinada visión del mundo. De ahí el gusto de Ortega por
las etimologías, que se convierten, para él, en un método de análisis filosófico. Por ello, nuestro
autor es también un creador de lenguaje, en la medida en que, con sus aportaciones, añade a las
intuiciones que se esconden debajo de las palabras matices que las aclaran y complementan,
como, por ejemplo, hará con la palabra “circunstancia”.

Pero el objetivo fundamental del estilo expresivo adoptado por Ortega, como ya
mencionábamos antes, no es otro que el de que la “filosofía echase raíces en España”, ilustrando
la problemática colectiva de nuestro país:

“Este ensayo de aprendizaje intelectual había que hacerlo allí donde estaba el
español: en la charla amistosa, en el periódico, en la conferencia”

6.- Etapas del pensamiento de Ortega.

6.1. Objetivismo.

En esta primera etapa, comprendida entre los años 1902 y 1914, Ortega, influido por la
filosofía alemana, se plantea el “problema de España” y en este contexto elabora la doctrina
objetivista: “la decadencia española consiste pura y simplemente en falta de ciencia, en privación
de teoría”. Para Ortega, la ciencia significa “objetividad”, precisión, método y racionalidad,
mientras que lo subjetivo es el error, la imprecisión, la improvisación, la visceralidad.

6.2. Perspectivismo.

El inicio de esta etapa se sitúa en 1914, con la publicación de Meditaciones del Quijote, obra
en la que formula el descubrimiento fundamental sobre el que se apoya su pensamiento posterior:
“yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. El descubrimiento del
carácter circunstancial de la vida humana conduce a Ortega a reparar, no sólo en las
circunstancias históricas y culturales más importantes (como las raíces griega y judeocristiana del
hombre europeo), sino también en las circunstancias que nos son más próximas, que a veces
pasan inadvertidas.

Por ello, Ortega, aplicando el análisis filosófico a temas hasta entonces poco comunes en la
reflexión filosófica, pretende completar el significado y sentido de cualquier cuestión, ya sean “un
hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor”. Así pues, además de la identidad
individual, del yo, están las circunstancias a las que el yo da sentido y que, a su vez, dan sentido al
yo. Se plantea así, desde un nuevo ángulo, la relación esencial existente entre hombre y mundo,
entre sujeto y objeto, entre yo y circunstancia, de manera que la doctrina de la circunstancia va a
ser para Ortega, no una tesis más, sino una manera de actuar y pensar en la filosofía.

También en la misma obra antes citada, se formula ya la idea de perspectiva. Si los


elementos fundamentales de la vida humana son el yo y la circunstancia, el ser humano sólo
accede a la verdad desde la perspectiva o punto de vista en la que está situado en el mundo, es
decir, si somos consecuentes con el punto de vista propio, sólo podemos conocer, de “primera
mano”, aquella parte de la realidad que nos es accesible desde nuestra circunstancia. Así pues, la
perspectiva individual es la única manera de captar la realidad.

Con la doctrina del perspectivismo, Ortega quiere superar tanto al escepticismo como al
racionalismo. Así, aunque acepta, como el escéptico, que la realidad es cambiante y está
sometida a diversas perspectivas, no comparte la renuncia a la búsqueda de la verdad que hace el
10
escéptico; de ahí que califique al escepticismo como una “teoría suicida”, que renuncia a algo tan
esencialmente humano como la búsqueda de la verdad. Por otra parte, acepta del racionalismo la
pretensión de establecer una relación con la realidad más allá de su carácter cambiante, pero
rechaza del racionalismo que establezca como único y universal su modo de conocer las cosas,
despreciando todo lo que no sea razón.

En Ortega, los conceptos de circunstancia y perspectiva representan, además de una nueva


concepción de la realidad y de la verdad, su intención de dar un paso más en la articulación de la
realidad española: así, frente a la verdad que se afirma contra el otro, debemos reconocer el valor
de las perspectivas individuales, ir a la verdad junto al otro…

6.3. Raciovitalismo.

Es la doctrina que mantiene en su etapa de madurez, y que se desarrolla después de la


publicación de su obra El tema de nuestro tiempo (1923). Supone el intento de examinar las dos
perspectivas más importantes en las que se sitúa el ser humano: la perspectiva de la vida y la
perspectiva de la razón. Con el concepto de razón vital, Ortega pretende evitar tanto el
desprestigio con el que los filósofos vitalistas consideran a la razón como el desprecio por la vida
que llevan a cabo los planteamientos puramente racionalistas. Por ello, propone un nuevo
modelo de razón, que sustituya al de la “razón pura o teórica” y que parta de la evidencia de que
“vivir es razonar” y “razonar es una forma de vivir”.

También, y como prolongación natural de su concepción de la razón vital, nos habla Ortega
de que “el hombre no tiene naturaleza, sino historia”, por lo que la razón histórica es el
instrumento adecuado para comprender el carácter histórico y cambiante, tanto del individuo
como de la sociedad en la que se inserta. La “razón histórica” no es una razón diferente a la
“razón vital”, sino que es el resultado de aplicar la misma razón a esa esfera particular de la vida
humana: el tiempo y la historia.

7.- Objetivismo

“El filósofo alemán puede desentenderse, no digo yo que deba, de los destinos de Germania (…)
Entre nosotros el caso es muy distinto: el español que pretenda huir de las preocupaciones
nacionales será hecho prisionero de ellas diez veces al día y acabará por comprender que para un
hombre nacido entre Bidasoa y Gibraltar es España el problema primero, plenario y perentorio”

Esta etapa suele situarse entre 1902 y 1914 y se corresponde con la formación del pensamiento
de Ortega, que se sustenta sobre dos fuentes filosóficas fundamentales: el pensamiento griego y
la filosofía alemana neokantiana.

Durante esta etapa la principal preocupación de Ortega es el desfase de España con el resto de
Europa, y defiende la necesidad de la disciplina intelectual. El diagnóstico filosófico es que dicho
desfase es consecuencia de una tradicional ausencia de método y de rigor científico a la hora de
afrontar la realidad. La ciencia, el rigor y el método se contraponen a esa mentalidad tradicional
española cobijada en ilusiones y ensueños literarios. El objetivo está en dotar al pensamiento de
mayor objetividad.
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Si utilizamos el método propio de las ciencias, conseguiremos desprendernos de los excesos de
abstracción del idealismo1 propio del siglo XIX, que en el tema del conocimiento se basaba en una
excesiva importancia del sujeto en detrimento del objeto. Lo subjetivo es un error. La crítica de
dicho subjetivismo culminará en algo parecido al antihumanismo, que le llevará a hacer
afirmaciones tales como que tiene más valor un teorema matemático que "todos los empleados de
un ministerio".

Con el tiempo, Ortega acabará por criticar también a la corriente opuesta, el realismo 2, por su
visión dogmática del mundo, que le conduce a intentar interpretarlo todo desde patrones
científicos que resultan insuficientes para explicar la naturaleza humana. Lo propuesta de Ortega
es superar ambos planteamientos, idealismo y realismo, porque a la vida, objeto fundamental del
conocimiento, solo se puede acceder cuando se reconcilian ambas posturas, como veremos en las
siguientes etapas de su pensamiento.

1
El Idealismo es la filosofía que surge con Descartes. Con el Idealismo el conocimiento de la realidad se
fundamenta sobre el sujeto, sobre el pensamiento, llegándose a afirmar que todas las realidades no son
sino ideas del sujeto. Este sujeto es a su vez una sustancia estática que no evoluciona con el tiempo. Por
ello, y al contrario que en el Realismo, las cosas son absorbidas por el yo (subjetivismo).

2
En el Realismo, la filosofía anterior a Descartes, la realidad es comprendida como el conjunto de las
“cosas” que existen independientemente del sujeto. Esta realidad es algo acabado, estático, y se
explica con los conceptos de “esencia” o “sustancia”. Además, en el Realismo el sujeto es una cosa más
siendo el yo absorbido por el mundo
8.- Perspectivismo
En esta etapa nos encontramos ya con la filosofía de madurez de Ortega, que se desarrolla entre
los años 1914 y 1923, a partir de la obra Meditaciones del Quijote. Ortega vendrá a admitir que el
error fundamental del idealismo consistió en tornarse subjetivismo sin advertir que mi
subjetividad es dependiente de la existencia de los objetos del mismo modo que éstos dependen,
a su vez, de mi subjetividad. Así pues, mi ser es un "ser en el mundo" y "yo soy para el mundo y el
mundo es para mí" y el dato radical no es mi existencia, sino mi "coexistencia con el mundo".
Ortega está postulando que yo no soy otra cosa que "ocupación con el mundo". Para designar este
hecho fundamental utilizamos la palabra "vida".

La tesis fundamental de esta etapa es que el individuo está situado en unas circunstancias
concretas y desde ellas se desarrolla su visión de la realidad. La frase que mejor recoge este
planteamiento es: "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo"3. No se
puede conocer el mundo sin tener en cuenta las circunstancias en las que cada uno vive. El mundo
me constituye y, por lo tanto, el yo y el mundo son inseparables. Comprender que estamos
instalados en nuestras circunstancias concretas y desde ahí analizamos la realidad es un ejercicio
propio de aquel que busca la verdad.

La consecuencia será que no hay ningún dato de la realidad, por particular que sea, que sea
despreciable para la reflexión filosófica. En clara oposición a su objetivismo inicial, Ortega
coincidirá con otras corrientes filosóficas del siglo XX, como el vitalismo, el existencialismo4 o la
fenomenología5, en la consideración de la vida cotidiana como material apto para el estudio
12
filosófico.

El perspectivismo no se limita a reconstruir un yo desde sus circunstancias concretas (particulares,


sociales, históricas,...), sino que afirma la necesidad del individuo de dar "sentido" a esas
circunstancias a través de la acción.

Ya no hay verdades absolutas; solo existe la visión particular del sujeto. Ortega rechaza la voluntad
absolutizadora del racionalismo, que asegura que existen dichas verdades absolutas. La verdad se
da siempre en la vida concreta de cada individuo, inmersa en unas circunstancias particulares.
Frente a la concepción filosófica de verdades eternas e inmutables de raíz platónica, se destaca
una verdad situada. Existe una similitud con el espíritu provinciano que todo lo ve como centro
frente al espíritu del hombre de la capital que sabe que su ciudad, por grande que sea, es solo un
punto del cosmos.

No es un planteamiento subjetivista, pues cada punto de vista es tan objetivo como los demás.
Sería subjetivo si hubiese un punto de vista verdadero, con lo cual los demás serían falsos. Sin

3
Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. Benefac loco illi quo natus est, leemos
en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura, ésta: "salvar las apariencias",
los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea."

4
Análisis de la existencia humana, especialmente de la libertad, el significado de su vida, la responsabilidad
de sus actos.
5
El estudio del mundo en tanto que manifestación.
embargo, las perspectivas se complementan, no hay exclusión6.

Ortega piensa que ni el escepticismo (o subjetivismo) ni el dogmatismo (o racionalismo) logran


dar una explicación satisfactoria al problema del conocimiento. El escepticismo porque rechaza la
existencia de la verdad; el dogmatismo porque, para afirmar la verdad, rechaza todo papel del
individuo, la vida o la historia, en el proceso del conocimiento7.

Frente a ambos, Ortega defiende una concepción perspectivista del conocimiento:

La realidad es multiforme y tiene numerosas perspectivas (no olvidemos que la


realidad radical es mi vida); en consecuencia, la única forma de conocer la realidad
es conocer la en perspectiva.
El error o la equivocación no nace de la perspectiva, sino más bien de todo lo
contrario: de olvidar que nuestros conocimientos son tan sólo una perspectiva entre
muchas. Cuando una perspectiva se convierte en “absoluta” o “definitiva” y se quiere
imponer a los demás, entonces aparece el error (se olvidan las perspectivas
restantes). El error nace cuando se quiere absolutizar una perspectiva.

Por el contrario, la perspectiva es el único camino posible para acceder a la verdad.


La verdad sólo se alcanza cuando se multiplican las perspectivas y éstas se
armonizan y jerarquizan adecuadamente.
Por último, Ortega afirmará que cada hombre tiene una misión de verdad8: donde
está mi pupila no está otra; somos insustituibles dado que sólo entre todos los 13
hombres llega ser vivido lo humano.

6
Ortega pone como ejemplo la sierra de Guadarrama para ilustrar su posición de un modo muy gráfico: se
puede observar la sierra desde Madrid o desde Segovia. Ninguna de las perspectivas es más satisfactoria que
la otra; en realidad ambas miradas no son excluyentes, sino que se complementan a la perfección. El
observador que mira la sierra desde Madrid tiene una visión tan verdadera de ella como quien la mira desde
Segovia, por lo que las dos perspectivas de la sierra son igualmente verdaderas. Sin embargo, cada una de
estas perspectivas nos aporta matices diferentes, se complementan entre sí, siendo cada una de ellas
distinta e insustituible.

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El dogmatismo afirma que la realidad existe “en sí misma” y que el conocimiento de ésta es posible; a la
vez, defiende la idea de que la verdad sólo puede ser una y la misma, con independencia de las
peculiaridades, cultura y época a la que pertenezca el individuo que la alcance. Desde esta interpretación de
la verdad, todo lo que tenga que ver con la influencia de la individualidad y subjetividad lleva
inevitablemente al error: sólo es posible el conocimiento si se hace presente la verdad sin ser deformada por
el sujeto que conoce; de ahí que el sujeto cognoscente tenga que ser ahistórico y estar más allá de la vida,
puesto que la vida es historia, cambio, peculiaridad. Frente a esta doctrina tenemos el subjetivismo: es
imposible el conocimiento objetivo, puesto que los rasgos del sujeto cognoscente, sus peculiaridades,
influyen fatalmente en el conocimiento. El subjetivismo o relativismo, termina negando la posibilidad de la
verdad, del acceso al mundo, y concluye en la idea de que nuestro conocimiento se refiere a la apariencia de
las cosas.

8
Esta idea de consenso nos permite reconocer el papel de otros seres humanos en la construcción de la
verdad. Además, desde un punto de vista ético, se resalta el valor de la tolerancia, evitando los
fundamentalismos, los totalitarismos y la arrogancia, pues cada individuo es consciente que su visión de la
realidad es relativa y necesita ser completada por la de otros individuos, que viven diferentes realidades.
El perspectivismo le permite a Ortega superar tanto el objetivismo como el escepticismo. Pero,
afirmar que el conocimiento humano es siempre “en perspectiva”, exige una nueva idea de razón,
que será la razón vital y la razón histórica, como veremos en el raciovitalismo.

Esta idea tiene importantes consecuencias desde el campo de la ética porque se hace patente la
importancia de la tolerancia como valor fundamental para el ser humano, desde el momento en
que el individuo se hace cargo de que su visión de la realidad es relativa y debe ser
complementada por la de los otros sujetos, que viven realidades diferentes. En este contexto
el fundamentalismo y el totalitarismo estarían completamente al margen de la teoría de Ortega.

9.- Raciovitalismo
Esta etapa se desarrolla entre 1924 y 1955 y representa el momento culminante de la evolución
intelectual de Ortega. El raciovitalismo es la teoría del conocimiento que parte de la vida, y que
quiere situarse a la misma distancia del vitalismo irracionalista (Nietzsche) y del racionalismo
(Kant). El raciovitalismo pretende ser un punto medio: reconoce le valor de la razón, pero también
sus orígenes irracionales (la intuición) y la pone al servicio de la vida. Ve la íntima relación entre
razón y vida, razón e historia. Toda razón es vital, es decir, da razón, da cuenta de los hechos
vitales, no solo de los puramente biológicos.

Ortega sostiene que la única forma de


captar e interpretar adecuadamente
la vida (realidad radical) es la razón
14
vital9. Según él ni el vitalismo, ni el
racionalismo son capaces de ello. El
vitalismo porque renuncia a interpretar
la vida a partir de razón (recordar el
pensamiento de Nietzsche), con lo que
la vida se convierte en algo ciego e
irracional, haciendo imposible un
proyecto vital. El racionalismo, por su
parte, tampoco lo logra, porque quiere
someter la vida a los dictados de una
razón pura, abstracta, especulativa
(valga como ejemplo la “racionalidad
científico-técnica”, incapaz de
entender la vida. Según Ortega, la
razón científica (físico-matemática)
fracasa cuando intenta estudiar al
hombre).

Los fenómenos de la vida humana no pueden quedar fuera de la jurisdicción de la razón vital. Una
razón que da cuenta de la vida. Están unidas la razón, la vida y la historia. Se diferencia de los

9
«Para mí es razón, en el verdadero y riguroso sentido, toda acción intelectual que nos pone en contacto con
la realidad». Es decir, por encima de la razón pura está la razón vital, que es una misma cosa con el vivir. La
razón vital es la misma vida humana que va más allá de la pura razón.
otros tipos de razón en que no se dirige fundamentalmente a "lo hecho" (al factum, algo acabado)
cuanto al "hacerse" (fieri), al irse haciendo.

En definitiva, el punto de vista del filosofar de Ortega no es el mundo externo (Realismo), ni su


conciencia (Idealismo), sino la vida: la vida es el dato radical del universo, es decir, la coexistencia
del yo o subjetividad y su mundo o circunstancia: "El dato radical no es mi existencia -yo existo-,
sino mi coexistencia con el mundo". Las principales categorías que tiene la vida para Ortega las
podemos resumir en los siguientes puntos:

La vida es encuentro, quehacer y proyecto: encontrar un yo ante el mundo y los demás


seres humanos, teniendo que tomar decisiones para ir haciendo su vida.

La vida es presencia: porque en el “acto de vivir” se produce un “darse cuenta” de la vida.

La vida es tiempo: la vida en su entraña es tiempo y más concretamente un tiempo finito,


medido por dos acontecimientos: el de mi nacimiento y el de mi muerte.

La vida es decisión (por tanto, libertad); y al mismo tiempo, destino: dice Ortega que la
vida es destino, para subrayar que la decisión en que consiste mi vivir lo es siempre en una
circunstancia no elegida, ajena a mis planes y en ocasiones hostil a los mismos. De ahí la
definición formal de la vida humana como “realidad dramática” en la que encajan la
dimensión de libertad y esfuerzo y la de destino y limitación10.

Ortega propone la razón vital como instrumento adecuado para captar la realidad radical (mi 15
vida). Se trata de una razón que está al servicio de la vida, del proyecto vital que cada persona está
obligado a diseñar.

Por este motivo, por ser la vida de cada uno un “proyecto” inacabado, la razón vital es “razón
histórica”. No se trata de dos razones distintas, sino dos aspectos de la misma razón: la razón vital,
en su necesidad de explicar mi vida y la de otros individuos (sociedad), necesita recurrir a la
historia (las decisiones que vamos tomando sobre nuestra vida).

Según Ortega, “el hombre no tiene naturaleza sino historia”. Hemos visto cómo la vida (mi vida)
es la unión del yo y mi circunstancia, y es en esa circunstancia en la que tenemos que realizar
nuestra vida a través de nuestras decisiones. La razón de todo esto, es que la vida no se nos da
hecha de antemano. Esta es la razón por la que Ortega afirma que el hombre no tiene naturaleza
(= no es algo hecho o acabado en el momento del nacimiento), sino que tiene historia (el hombre
es el resultado de sus acciones = historia).

En consecuencia, la historia es el método adecuado para interpretar la vida, tanto individual


como colectiva (social). Sólo mirando al pasado es posible entender lo que cada uno de nosotros

10
La moral consiste en la autenticidad, en que el hombre realice su personal e insustituible destino
asumido: la moral autónoma. Pero la vocación y el proyecto no se pueden llevar a cabo sin contar con
las circunstancias (familiares, políticas, económicas, culturales,...) en las que todo hombre vive. Todo
proyecto y vocación es, por tanto, limitado.

El hombre actúa bien: cuando hace de su vida una vida auténtica dentro de las circunstancias: cumplir,
ser coherente con su proyecto. La moral autónoma.
es el presente (individual y socialmente), y lo que puede llegar a ser en el futuro. Gracias a la razón
histórica no aceptamos nada como mero hecho, sino que lo remitimos todo al hacerse, pues la
historia es analítica y narrativa y no meramente algo objetivo (razón pura).

Es aquí donde tiene cabida dos conocidas categorías del pensamiento de Ortega: las ideas y las
creencias.

Las ideas, son todos aquellos pensamientos que se nos ocurren acerca de la realidad, los
otros o nosotros mismos, pensamientos sobre los que discutimos y debatimos las
personas. Estas ideas son propiedad de los individuos (nosotros las dominamos y
tenemos) y van cambiando con el tiempo (unas son desechadas y, para llenar su vacío,
creamos otras nuevas). Integran este grupo de las ideas, todos los pensamientos que
tenemos, desde los más vulgares hasta las proposiciones más complicadas de la ciencia.

Las creencias, son el conjunto de convicciones que sustentan nuestra vida. A diferencia de
las ideas, nosotros no somos los que tenemos a las creencias, sino que ellas “nos tienen”.
Cuando las creencias nos abandonan, acudimos a las ideas para que llenen el vació dejado
por las creencias. De este modo las ideas (algunas) llegan con el paso del tiempo a
convertirse en creencias.

10.- Historia y sociedad


Hemos visto en el punto anterior que el hombre para Ortega no es naturaleza, es historia. El 16
hombre vive en un determinado momento, en un tiempo, en una época histórica. En cada época
hay una forma de vida (creencias, ideas, problemas,...), que dura un cierto tiempo (unos quince
años), una generación. De ahí, que en un mismo tiempo coexistan varias generaciones: jóvenes,
hombres maduros y viejos. Son generaciones contemporáneas:

contemporáneos = los que viven en el mismo tiempo;


coetáneos = los que tienen la misma edad.

En esta diferencia se basa la posibilidad de la innovación: si todos los contemporáneos fuesen


coetáneos, la historia se detendría, anquilosada, porque cada generación tiene dos dimensiones:
una consiste en la recepción de lo vivido; otra, en el fluir de su propia espontaneidad. Cuando
estas dos dimensiones no coinciden, cuando hay rebeldía ante lo recibido, es cuando hay
generaciones polémicas y es posible la innovación. Toda generación tiene su misión propia, su
vocación, su propia tarea histórica. De ahí que cada generación se tiene que plantear su tarea, su
vida hacia el futuro en la propia dimensión histórica.

Cada generación está compuesta por dos tipos de personas:

Una minoría selecta: la élite


Una gran mayoría: la masa

La elite está formada por los hombres creadores de un proyecto de vida, los mejor formados. Su
misión es dirigir las masas. La elite no debe imponer una única perspectiva sino que debe orientar
a las masas a través de leyes justas y morales. La masa tiene la misión de obedecer las directrices
de la elite.
De esta forma la historia evoluciona y se evitan las revoluciones11. En nuestra época se da una
crisis en la sociedad pues ha ocurrido un fenómeno especial: la rebelión de las masas. No se
trata de una división de acuerdo al puesto social que se ocupa sino de acuerdo a una forma de
ser y actuar en la vida. El hombre masa es aquel que se encuentra satisfecho de sí mismo
creyéndose completado moral e intelectualmente y actúa como el niño mimado que pretende
que todo esté para él sin exigirse nada. Sin embargo, y frente a esto, la minoría selecta es aquel
tipo de persona que se exige a sí mismo más que a los demás y vive su vida buscando alcanzar
ese desarrollo máximo ateniéndose a deberes y al trabajo vital. El problema actual, piensa Ortega,
es que el hombre masa gobierna la sociedad sin atender a la minoría selecta, imponiendo
su capricho uniformador y poco respetuoso con la auténtica libertad individual y creando, por
ello, una crisis social.

Ortega hace crítica a ese hombre-masa que se ha desmoralizado, al no aceptar los deberes que la
vida impone y sólo espera las facilidades y los “derechos”. Para Ortega, la minoría es de aquellos
hombres que están dispuestos a exigirse más en términos de conocimiento e ideales morales. Esta
minoría, la élite, los mejor formados, que han de organizar y guiar la vida social y política,
educando a la masa y evitando dos problemas:

La rebelión de las masas, que no conduce a nada.


El gobierno de los hombres mal dotados o ansiosos de poder; que supone el totalitarismo
(forma de gobierno que se debe evitar a toda costa).

Para concluir, Ortega define la sociedad como un sistema de usos; esto es, hábitos colectivos que
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se imponen a todos de una manera coactiva y automática, como el lenguaje o las formas de
saludar, de divertirnos, etc.

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Ortega consideraba que en su época como todo esto no se ha realizado en su tiempo, se ha creado una
gran confusión entre quien manda y quien obedece, de ahí que todo lo demás marche mal. Europa no sabe
si manda, lo cual provoca una desmoralización y hace imposible la europeización de España. “España es el
problema. Europa la solución”.
Por otra parte, las masas se rebelan, no quieren someterse a las orientaciones de la elite, y en esto consiste
la “invertebración de España”.
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