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EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

¿Qué es el socialismo?

El socialismo es una ideología política que designa aquellas teorías y acciones políticas que defienden un
sistema económico y político, basado en la propiedad y administración de los sistemas de producción y
en el control social (parcial o completo) de los sectores económicos y políticos. Sin embargo, en la
práctica el significado de facto del socialismo ha ido cambiando con el transcurso del tiempo.

Aunque es un término político bastante cargado, permanece fuertemente vinculado con el


establecimiento de una clase trabajadora organizada, creada ya sea mediante revolución o evolución
social, con el propósito de construir una sociedad sin clases, razón por la cual en la actualidad la mayoría
del socialismo se identifica con los postulados marxistas y comunistas.

También se ha enfocado últimamente a las reformas sociales de las democracias modernas. El concepto
y término socialista se refieren a un grupo de ideologías, un sistema económico o un Estado que existe o
existió.

Historia del Socialismo

El estudio del socialismo propiamente dicho suele iniciarse a partir de la Revolución Francesa en 1789,
que supuso el derrocamiento de la clase feudal francesa y la ascensión al poder de la burguesía, y el
período premarxista en la historia del socialismo, corresponde a los cien años aproximadamente (de
mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XIX) en los que los principales países de Europa desarrollan
el proceso de sustitución del feudalismo por el capitalismo como sistema económico, y en el que los
estados feudales se unen para formar las modernas Naciones-Estado.

A raíz de la Revolución Francesa, aparece François Babeuf, el primer pensador socialista (aunque en su
época esta palabra no se utilizaba todavía) que se pone a la cabeza de un movimiento llamado la
Conspiración de los Iguales.

Por su parte Inglaterra fue la cuna del socialismo utópico y reformador en la primera mitad del siglo XIX.
Existen dos causas importantes que dan al socialismo utópico inglés su carácter peculiar: la revolución
industrial con su cortejo de miserias para el naciente Proletariado y el desarrollo de una nueva rama de
la ciencia : la economía política. Recordemos entre los socialistas utópicos a Robert Owen (1771-1858),
que fue el primero en considerar al proletariado como clase independiente con intereses comunes.

En Francia el utopismo tuvo un carácter más filosófico que en Inglaterra. Su primer representante fue el
conde Henri de Saint-Simon (1760-1825). Propuso la Federación de Estados Europeos, como instrumento
político para evitar las guerras y asegurar la paz mundial. Al mismo tiempo Carlos Fourier, (1772-1837),
concibió los falansterios-comunidades humanas regidas por normas de libre acuerdo y economía
socializada. De la inspiración de los principios fourieristas se constituyeron algunos falansterios. Otro
utopista francés fue Étienne Cabet (1778-1856), que durante su destierro en Inglaterra, en el año 1842,
escribió Viaje a Icaria.

Poco después aparece la teoría marxista que se refiere a la sociedad que debe sustituir al capitalismo, y
en algunos casos desarrollarse en comunismo. El marxismo y comunismo son dos ramas muy específicas
del socialismo. Las dos no representan al socialismo como un todo. Entre los marxistas hubo una división
entre los socialistas democráticos y los revolucionarios. En la teoría moderna del socialismo democrático,
se aspira a llegar a una sociedad democrática que sea la columna vertebral de un Estado de bienestar.

El socialismo libertario es una corriente del socialismo que busca que las personas decidan sobre sus
vidas directamente, y en el caso del anarquismo propugna la abolición del Estado y de toda autoridad. Es
la corriente con un trasfondo de respeto y valoración al sujeto o individuo, y que considera a la libertad
como el camino y el objetivo del socialismo y que propone la horizontalidad en las relaciones humanas,
la autonomía local junto con la autoorganización de los movimientos sociales frente a las instituciones
del Estado y a las multinacionales y monopolios propios del capitalismo. La meta del socialismo libertario
es construir una sociedad basada en las libertades civiles, la equidad social, la iniciativa individual, la
cooperación voluntaria, eliminando las clases sociales estratificadas, promoviendo estructuras políticas y
económicas autogestionarias, descentralizadas o distribuídas.

Una ideología, un grupo de ideologías

Existen algunas grandes diferencias entre los grupos socialistas, aunque casi todos están de acuerdo de
que están unidos por una historia en común que tiene sus raíces en el siglo XIX y el siglo XX, entre las
luchas de los trabajadores industriales y agricultores, operando de acuerdo a los principios de
solidaridad y vocación a una sociedad igualitaria, con una economía que pueda, desde sus puntos de
vista, servir a la amplia población en vez de a unos cuantos.
De acuerdo con los autores marxistas (más notablemente Friedrich Engels), los modelos y las ideas
socialistas serían rastreables los principios de la historia social humana, siendo una característica de la
naturaleza humana y los modelos sociales humanos.

En el marxismo-leninismo el socialismo es considerado como la fase previa al comunismo, por ello los
procesos revolucionarios vividos por la URSS, Cuba y China se relacionan con esta doctrina, ya que, en el
caso de la URSS nunca se logró alcanzar el comunismo, y en el caso de Cuba todavía se lucha para
alcanzar ese objetivo.

Presidente Chávez define Socialismo del siglo XXI

El Presidente Chávez formuló su pensamiento sobre el Socialismo del Siglo XXI.

Confiesa que para él sólo el Socialismo puede traer justicia social.

El primer elemento que dibuja sobre el Socialismo del siglo XXI es su estrecha relación con la practica
política que comenzó allá por los años 80 con el diseño de lo que llamaron el 'árbol de las tres raíces',
que es la fuente ideológica. Consiste en la raíz bolivariana (su planteamiento de igualdad y libertad, y su
visión geopolítica de integración de América Latina); la raíz zamorana (por Ezequiel Zamora, el general
del pueblo soberano y de la unidad cívico-militar) y la raíz robinsoniana (por Simón Rodríguez, el maestro
de Bolívar, el Robinson, el sabio de la educación popular, la libertad y la igualdad). Este 'árbol de las tres
raíces' da sustancia ideológica al movimiento revolucionario y al Socialismo del siglo XXI.

En esta larga experiencia la conciencia y el pensamiento del Presidente Chávez ha recibido también la
influencia del Marxismo Referencia ineludible del socialismo moderno. Señala que el de ahora debe ser
un Socialismo nuevo. El 'Socialismo del siglo XXI', sobre el cual esboza ideas precisas.

Una es afirmar que el primer socialista de nuestra era fue Cristo. El Socialismo debe nutrirse de las
corrientes más auténticas del cristianismo. Haremos el Socialismo desde nuestras propias raíces, desde
nuestros aborígenes y cita experiencias como: 1) las comunas en Paraguay y Brasil; 2) el socialismo
utópico que representó Simón Rodríguez; 3) el planteamiento de Bolívar de libertad e igualdad; 4) los
planteamientos de Artigas, el gran uruguayo, de que hay que invertir el orden de la justicia, eliminando
los privilegios.

Entre los elementos que pudieran definir el Socialismo del siglo XXI, dice el Presidente Chávez, están los
siguientes:
a) La moral.

El primer rasgo es el moral. Debemos recuperar el sentido ético de la vida. Luchar contra los demonios
que sembró el capitalismo: individualismo, egoísmo, odio, privilegios. Es un arma en la lucha contra la
corrupción, un mal que es propio del capitalismo. El socialismo debe defender la ética, la generosidad.

b) La democracia participativa.

En el aspecto político uno de los factores determinantes del Socialismo del siglo XXI debe ser la
democracia participativa y protagónica. El poder popular. Hay que centrar todo en el pueblo, el partido
debe estar subordinado al pueblo.

c) Igualdad conjugada con la libertad.

En lo social, el Socialismo debe conjugar igualdad con libertad. Una sociedad de incluidos, de iguales, sin
privilegios.

d) Cooperativismo y asociativismo.

En lo económico: un cambio del sistema de funcionamiento metabólico del capital. En Venezuela se han
iniciado experimentos como el impulso al cooperativismo, al asociativismo, a la propiedad colectiva, a la
banca popular y núcleos de desarrollo endógeno. Son válidas muchas experiencias como la autogestión y
cogestión, la propiedad cooperativa y colectiva. Se esta poniendo en marcha un ensayo de empresas de
producción social y unidades de producción comunitaria.

El Socialismo del Siglo XXI ofrece como su mejor resultado hasta el momento, un impresionante
experimento de PODER POPULAR en el que participan millones de personas, como no lo habían hecho
antes en la historia de la nación, contagiando el resto de los pueblos suramericanos que han vuelto su
mirada al modelo socialista ante el estrepitoso fracaso del neoliberalismo.

A las anteriores reflexiones el Presidente agrega la siguiente: estamos en una transición. Una transición
que llama 'Democracia Revolucionaria'. Ha retomado ese término para caracterizar el tipo de democracia
que empuja como una caballería, que abre puertas y se impregna de pueblo. Es una fase de transición
hacia el socialismo.

El Presidente propone redactar con estas ideas el Manifiesto del Socialismo del Siglo XXI. Con otros
camaradas hemos tomado la determinación de avanzar en esa dirección. Para tal efecto ha sido creado
el Instituto del Pensamiento del Socialismo del Siglo XXI, donde se profundizaran todos estos elementos
y se difundirán entre las organizaciones populares, para elevar así su nivel de conciencia y acción
revolucionaria.

El socialismo del siglo XXI fue forjado en Cuba


En Cuba se instaura un Estado Socialista a partir de 1959, con base en los principios del marxismo-
leninismo, que consagra al Estado socialista, y al Partido Comunista como herramienta fundamental en
orden a la obtención de los fines perseguidos, y en la cual se observan algunas influencias, formales y
substanciales de las Constituciones de la República Popular China, de la Unión Soviética y de las entonces
repúblicas socialistas-marxistas de Alemania, Rumania y Checoslovaquia.

El propósito que animaba a la mayoría de la oposición cubana durante la lucha contra la dictadura de
Batista, era el regreso a la democracia y la restitución de la Constitución de 1940, inspirada en la de la
república española, en la alemana de Weimar y en la mexicana de 1917, de allí que se le considerara la
más progresista del continente, Por cierto redactada y puesta en vigor durante el primer gobierno de
Batista, quién además de legalizar el Partido Comunista, dispuso que dos altos miembros de éste
formaron parte de su gabinete. Asesinada por el propio Fulgencio Batista tras el golpe de Estado de 1952
que quiebra el proceso civilista y democrático: fractura a la que Fidel Castro dio continuidad. Pero, tras la
toma de poder de 1959, ante la imposibilidad del castrismo de declararla "moribunda", se procede de
inmediato a su modificación: imposición de la pena de muerte; se decreta la retroactividad de la Ley
Penal; y se suspende el derecho de Habeas Corpus.

Las modificaciones continúan sucediéndose hasta que en 1976 se promulga una nueva Constitución que
finalmente deroga a la de 1940. Un caso único en la historia constitucional del continente, y una
demostración del colonialismo voluntario: la Constitución recoge en su texto la gratitud cubana a la
URSS. Fue el período de mayor identificación con el modelo soviético. La alianza entre ambos, tomaba
así la forma de un matrimonio indestructible.

La fase de la institucionalización de la revolución, designa el año 1977 como "Año de la


institucionalización". Se comienza el proceso de elección de los representantes del poder popular, se fija
una candidatura única, apoyada por un solo partido, el Partido Comunista de Cuba. Fidel Castro es
elegido Presidente del Consejo de Estado. Se eligen los miembros de los Consejos Municipales, y los
diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Se procede a una nueva división territorial de la
isla. Desaparecen provincias, aparecen otras que llevan los nombres del nuevo panteón épico
revolucionario.

Cuba se rigió según esas mismas normas constitucionales hasta el colapso de la URSS, cuando se vio
obligada a iniciar un proceso de reformas legislativas para adaptar el sistema institucional al contexto de
la Post Guerra Fría. El principio rector de un régimen totalitario comunista se mantiene en el nuevo texto
constitucional que establece que el Partido Comunista es "la fuerza dirigente superior de la sociedad y
del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista".
No obstante aparecen cambios sutiles en lugar de ser "la vanguardia organizada marxista-leninista de la
clase obrera", los lineamientos se orientan hacia la defensa del patrimonio nacional surgido de la
revolución cubana, se pone el acento en el principio de soberanía, se le da mayor visibilidad al nombre
de José Martí. Se impone el nacionalismo revolucionario por sobre la adhesión al marxismo-leninismo.
Se decreta la Declaración de los mambis del siglo XX, firmada por más de 250.000 oficiales de la FAR y la
Declaración y la Ley de Dignidad y Soberanía Cubana.

Los desplazamientos retóricos ? nacionalistas no significan el abandono del socialismo y del partido
único, sino que el socialismo es convertido en un valor nacional. El sentido de pertenencia nacional
comporta el sentido anti-capitalista. Es así como, la modificación constitucional "propuesta" a la
Asamblea nacional del poder popular por las organizaciones de masa, enteramente subordinadas al
partido comunista, mediante la tan útil y rentable cláusula constitucional del referéndum, consagro el
socialismo como sistema social irrevocable.

Esa fue la respuesta a la iniciativa de reforma constitucional de un grupo opositor pacifista, el llamado
Proyecto Varela, que en 2002 invocando la misma cláusula, pese a la represión policial, había recogido
11.000 firmas estipuladas por la Constitución. Ante los 8.198.237 que dijeron "si al socialismo
irrevocable"?

Esta nueva fase ambigua del régimen cubano, es la inspiradora del llamado Socialismo del Siglo XXI; de
allí la facultad de asirlo con los únicos instrumentos teóricos del marxismo, o del leninismo. Es un
artefacto mestizo, muy similar a un altar del culto de María Lienza o también similar a la hallaca.

Como dice Meter Sloterdijk: se ha condenado por ley el fascismo, pero mientras se continúe admitiendo
la auto-amnistía de los crímenes de la izquierda, continuaremos bajo el imperio de la ignorancia ingenua
de unos y de la mala fe de otros. Ésa cláusula constitucional aún no ha sido prevista por ninguna
constitución.

Entre los principios fundamentales de la constitución Cubana podemos extraer:

Principios Políticos:
- Se consagra el poder carismático del líder, en este caso de Fidel Castro.

- Se ratifican los principios de la revolución.

- El establecimiento de una sociedad socialista.

- Aceptación e implantación de marxismo-leninismo.

- Rectoría del Partido Comunista en la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad
comunista.

- Atribución del poder del Estado a los trabajadores.

- Fidelidad a la Unión Soviética e integración al mundo socialista.

- Condena al imperialismo y solidaridad antiimperialista.

- Condena a la guerra de agresión y reconocimiento de las guerras de liberación nacional y la resistencia


armada

- Propósitos de paz y de integración regional.

Principios Sociales:

- Se le rinde culto a José Martí.

- La libertad individual. ***

- Inviolabilidad de la integridad personal ***

- Libertad de expresión y religiosa. ***

- Derecho de reunión, asociación y manifestación. ***

- Reconocimiento del derecho de asilo bajo ciertas condiciones.

- Defensa del medio ambiente.

- Protección de las instituciones familiares, la niñez, la juventud, la vejez, el desamparo y la salud.

- Consagración de la igualdad jurídica de los hijos y garantía de reconocimiento de la paternidad.

- Derecho a la educación integral.

- Eliminación de la educación privada.

- Adoctrinamiento comunista en las nuevas generaciones.


- Gratuidad de la enseñanza.

- Sometimiento a la creación artística a criterios revolucionarios.

- Igualdad jurídica y social de los ciudadanos.

- Igualdad jurídica del trabajo.

- Igualdad jurídica, económica, política, social y familiar de la mujer.

- Enaltecimiento del trabajo.

- Consagración del trabajo voluntario como formador de la conciencia comunista.

- Condicionamiento general del ejercicio de las libertades reconocidas a la existencia y fines del Estado -

- Socialista y a la construcción del socialismo y del comunismo.

- Derecho de petición

- Defensa de la patria socialista como deber y honor.

- Fomento y promoción de la cultura física y el deporte. (Si no a Cortar Caña)

- Promoción de la participación ciudadana en el campo educativo y cultural.

Principios Económicos:

- Concepción Socialista de la economía basada en la propiedad socialista de todo pueblo sobre los
medios de producción fundamentales.

- Supresión de la explotación del hombre por el hombre.

- Ejercicio de la soberanía sobre los recursos naturales del espacio marítimo

- Reconocimiento de ciertas formas de propiedad privada.

Prohibición del arrendamiento y otras formas de explotación de la propiedad de agricultores pequeños


sobre fincas rústicas.

- Reconocimiento de la propiedad colectiva campesina.

- Reconocimiento del derecho a la herencia.

- Confiscación de bienes exclusivamente como sanción.

- Desde 1991 Cuba a permitido la apertura al capital extranjero bajo la condición de empresas mixtas.
La concepción del Estado socialista en la constitución cubana, es el de un instrumento de que se vale el
pueblo trabajador para ejercer el poder, este poder a su vez, se sustenta en la alianza de la clase obrera
con los campesinos y las demás capas trabajadoras de la ciudad y el campo, bajo la dirección de la clase
obrera. El partido comunista es la fuerza dirigente superior del Estado, ya que se le entiende como la
"vanguardia organizada marxista-leninista de la clase obrera, que organiza y orienta los esfuerzos
comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia el futuro comunista".

Cinco motores constituyentes para construir el socialismo, propuso Chávez al tomar posesión

Primer Motor: Ley Habilitante. Vía directa al socialismo

Segundo Motor: Reforma Constitucional. Estado de derecho socialista

Tercer Motor: Moral y Luces. Educación con valores socialistas

Cuarto Motor: La Nueva Geometría del poder. El reordenamiento socialista

de la geopolítica de la Nación

Quinto Motor: Explosión del Poder Comunal. Democracia protagónica,

revolucionaria y socialista

Con la intención de continuar el camino acertado del Poder Constituyente que despertó en 1999, el
presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, propuso lo que denominó como
los "cinco motores constituyentes" para avanzar hacia el socialismo del siglo XXI.
Durante su discurso, luego de ser investido para su segundo período presidencial, Chávez explicó que el
primer eje contempla la propuesta de la "Ley Habilitante", que permitirá al Ejecutivo legislar sobre las
materias necesarias para adelantar los cambios hacia el socialismo. El presidente Chávez solicitó
facultades para legislar en 10 áreas de carácter estratégico, entre las cuales destacan la economía,
finanzas, actividad social, cultura, seguridad y defensa.

Según expertos, la Ley Habilitante tendrá una vigencia de 18 meses a partir de su publicación en la
Gaceta Oficial y concede al estadista las facultades para aprobar decretos y normativas con rango y
fuerza de ley.

El vicepresidente del país, Jorge Rodríguez, adelantó que en un plazo de tres meses estarán redactados y
modificados todos los instrumentos legales del citado mecanismo. Rodríguez estimó que en el marco de
la Habilitante se elaborarán entre 40 y 60 leyes, con vistas a impulsar la construcción del nuevo proyecto
nacional de carácter socialista.

En el ámbito financiero, el propósito esta en profundizar y adecuar el sistema financiero público y


privado a los principios constitucionales, apoyado en la modernización del marco regulatorio para los
sectores monetario, banca, seguros, tributario e impositivo. Asimismo, en materia de economía se
dictarán regulaciones que preserven la función social de la propiedad -en sus diversas formas y clases-,
así como el fomento de la producción y desarrollo de la pequeña y mediana industria en el país.

Como segundo eje propuso la profunda "reforma de la Constitución Bolivariana" de Venezuela, la cual
permitirá, entre otros aspectos, la modificación de artículos que en lo económico o en lo político
pudieran dar lugar a equívocos debido a su redacción. A juicio de Chávez, la ley de leyes revolucionarias
dependerá, de alguna manera y en algún grado, de esa reforma constitucional.

El tercer motor de la revolución es la jornada nacional denominada "Moral y Luces", que comprende una
campaña de educación moral, económica, política y social que va más allá de las escuelas, pues estará
presente en los talleres, en los campos, en los núcleos endógenos y demás entes populares.

Chávez denominó el cuarto motor como "la geometría del poder", integrado por la nueva manera de
distribuir los poderes político, económico, social y militar sobre el espacio nacional, ya que propuso
revisar la distribución político- territorial del país y generar la construcción de sistemas de ciudades y de
territorios federales.

Esta propuesta representa una innovación en la búsqueda de una forma que se adapte mucho más a
nuestra realidad y a nuestras aspiraciones', aseguró el Presidente, quien pidió a los gobernadores y
alcaldes analizar estos sistemas de ciudades y territorios federales que propiciarían el desarrollo integral
de las comunidades.

"La explosión revolucionaria del poder comunal" es el quinto motor constituyente, el cual, según el
Mandatario Nacional, tiene mayor fuerza y dependerá del éxito de los anteriores ejes revolucionarios de
esta nueva era de la administración pública.
Chávez instó a la Asamblea Nacional, a la Defensoría del Pueblo y a los demás poderes a hacer un
esfuerzo sostenido y unitario para consolidar estos cinco motores.

"Entramos de lleno al tiempo de construcción del proyecto nacional Simón Bolívar, que requería un
fundamento sólido, lo que hemos hecho hasta ahora es echar un piso sobre el cual construiremos el
edificio, es el proyecto socialista bolivariano", acotó.

BIBLIOGRAFÍA

4. Bibliografía y Notas utilizadas+

Revista Zeta No 1595. Del 26 de Enero al 2 de Febrero de 2007. Venezuela

http://es.wikipedia.org/wiki/Socialismo

http://es.wikipedia.org/wiki/Socialismo_del_siglo_XXI

http://www.aporrea.org/ideologia/a17224.html

http://www.nodo50.org/carlosmarx/spip/article.php3?id_article=51

http://www.aporrea.org/ideologia/n88965.html

http://www.vive.gob.ve/inf_art.php?id_not=3342&id_s=6&id_ss=1&p=4

Astrid Adriana Leon Field


Estudiante de 2do Año de derecho de la Universidad José María Vargas. Venezuela

astridadriana18[arroba]hotmail.com

Resumen

Como sistema económico, el capitalismo, dirigido por una ideología centrada en el desarrollo del capital,
no podía permanecer al margen de la política sin comprometer su desarrollo y alcanzar la fase conocida
como mundialización. Su estrategia política quedó definida desde la época, burguesa, descargándose de
la actividad política para dedicarse al negocio, colocando bajo su dependencia a una clase política,
burocratizada por los efectos de la sumisión al imperio de la ley y a la democracia representativa,
dejándola con poco espacio para maniobrar en el ejercicio del poder. Ahora, la burocracia política ha
crecido en poder, poniendo en riesgo el liderazgo del capitalismo, por lo que se trata de hacer exhibición
de la fuerza que le sustenta, el dinero, desarrollando un nuevo modelo con el que pretende retomar el
pleno control de la situación.

El punto de referencia

Cualquier estudio referido al capitalismo hay que remitirlo a sus orígenes, es decir, a la época de la
burguesía, puesto que es allí donde se gesta el proceso ideológico del que se derivan realidades prácticas
que inciden, no solamente en el aspecto económico, sino en la totalidad de las relaciones humanas en el
plano de la existencia. El tópico de entender el capitalismo como un sistema económico o, avanzando un
paso más, como económico y social, se queda corto, porque en el plano de la realidad ha pasado a ser
un sistema total. Por eso hay que contemplarlo desde una perspectiva histórica de conjunto, ya que no
basta con examinar alguno de sus momentos de forma puntual [1]La remisión al capitalismo burgués
como referencia es fundamental, porque es ahí donde se define la política como apariencia. Desde
entonces ha habido cierto interés en disimular sus efectos desde el plano político oficial, con la
pretensión de transmitir la creencia de que la política la hace el pueblo a través de sus representantes,
cuando quien la hace es el capitalismo, aunque sólo aparezcan en escena los políticos. Por ejemplo,
desde la Revolución Burguesa de finales del XVIII, en las formaciones parlamentarias no se habla
abiertamente de burguesía, pese a ser el poder dominante, sino que se acude a términos como liberales,
progresistas o pequeñas agrupaciones de tinte variado, desde las que se trata de reflejar las distintas
corrientes de opinión popular, cuando resulta que detrás de las más representativas se encuentra el
capitalismo burgués, ya que los políticos, antes que políticos son capitalistas. Desde entonces, salvando
experiencias puntuales, basadas en la habilidad demagógica de grupos de intereses partidistas que se
aprovechan del declive de los rescoldos irracionales del absolutismo, la política hasta la fecha ha venido
siendo dirigida indirectamente desde el capitalismo. La estrategia se ha basado en el aspecto formal del
sistema, publicitando que quien gobierna es el pueblo, desde sus representantes adscritos a partidos
políticos de ideología diversa, pero a menudo coincidente en el fondo, cuando realmente quien incide en
las determinaciones importantes es la elite que detenta el monopolio del flujo del dinero. El fundamento
de su poder reside precisamente en el control exclusivo de una fuerza económica, el capital, aceptado
por todas las sociedades avanzadas, ante el que no cabe oposición.

A menudo, al hablar de capitalismo, la cuestión se reconduce al aspecto visible en forma de datos


centrados en la actividad de las empresas, concretada en diversas ramas económicas como la
producción, el comercio o las finanzas, pero sin pretender reparar en que el capitalismo va mucho más
allá. Se trata de esa ideología dominante que partiendo del núcleo, el capital como valor, lo desarrolla
utilizando su expresión material en forma de dinero, transformándolo en poder. Para ello se parte de un
principio que viene a representar el sentido dinámico del valor, consistente en que sólo se puede hablar
de capital en tanto conserva la capacidad de producir más capital, mediante sucesivas inversiones y
reinversiones, sin que en ningún momento se detenga el flujo productivo [2]Mientras los capitalistas,
cumpliendo con el mandato ideológico, crean capital en tales términos, otros, los socialmente
considerados ricos, acumulan riqueza, pero permanecen al margen del capital. Aclarando la diferencia,
bastaría con decir que el capital otorga poder total y la riqueza simple prestigio social. La ideología que
sostiene tales pretensiones es el capitalismo, hoy convertida en doctrina generalmente aceptada. Una
ideología que sólo es fiel a la idea que la sostiene, iluminando desde ella un proceso de autoconstrucción
dirigido en cada momento por los mejores del grupo, guiados por los principios de expansión y
concentración del capital, que ha acabado por definirse como la élite del poder, en su condición de
máxima detentadora de todos los poderes. El objetivo es la dominación de las masas con sentido de
totalidad desde su particular instrumento de dominación: el dinero. La característica política
determinante del capitalismo moderno es que ha conquistado el poder desde el capital, sometiendo a la
fuerza física dominante durante los siglos precedentes. Pero ha cambiado poco en lo sustancial, hoy, en
el capitalismo avanzado, las masas siguen siendo el objeto de explotación, aunque de manera suave, ya
que la barbarie de la violencia ha sido sustituida por las prácticas del mercado, el bienestar y la cultura
industrializada. Mientras, para satisfacer el instinto político, se las ha entregado la democracia
representativa.

Desde tales premisas no es casual que la cuestión se quede en lo aparente, en una sociedad definida
también como capitalista, porque se limita a seguir el proceso que permite su desarrollo desde tales
planteamientos ideológicos, sin intervenir en la toma de decisiones. Hay voces que claman contra tal
estado de las cosas con proclamas anticapitalistas, pretendiendo inútilmente poner fin al sistema
capitalista, sin embargo ya se ha demostrado cumplidamente que no es posible liquidar el capitalismo
para sustituirlo por comunas, modelos totalitarios o simples experiencias utópicas, porque la cuestión
siempre acaba por reconducirse al mismo punto: sustituir una elite por otra. Quizá la auténtica
renovación no venga declarándose anticapitalistas, sino antielitista; de manera que pueda ser empleada
la parte útil del capitalismo para procurar el bienestar material de las personas, dirigiéndolo no desde
una minoría, sino desde todos y para utilidad de las masas.

La función política en el sistema capitalista

En el ámbito de lo político, la estrategia de actuación que postula la ideología del capitalismo consiste en
ocultarse entre bastidores para manejar los hilos, aprovechando que las masas, entretenidas con el
mercado, no se entregan a la tarea de reflexionar si la democracia representativa supone verdadera
intervención en la cuestión de su gobierno. Si además se impone la inmersión en la vorágine tecnológica
servida por el mercado como motivo existencial, reconduciéndolo todo a la sociedad del espectáculo
[3]no queda tiempo para pensar en la política y menos para practicarla, descargando la responsabilidad
social sobre políticos profesionales. En consecuencia, para controlar la marcha de lo político, al
capitalismo le bastaría con adherir a su causa a esos políticos.

Estos personajes, hoy ya no se asemejan al modelo de príncipe, que en su día utilizara Maquivelo,
provisto de poder natural a medio camino entre la fuerza y la astucia. Los políticos ahora son empleados
del sistema capitalista, pero a cargo de la nómina estatal. Su poder reside en la aplicación de unas
normas preestablecidas, que progresivamente han ido cerrando vías de escape; de ahí que, salvo incurrir
en irracionalidad, no les quede otra opción que acatarlas, aunque siempre quede a salvo la alternativa
de cambiarlas. Sin embargo el sometimiento al ordenamiento jurídico, ya concebido por la ideología
burguesa, siempre deja espacios para ejercer un poder residual dependiente de la autonomía de la
voluntad de las elites del partido. Pero aquí entra en juego el proceso electoral, que impone
dependencias de grupos de intereses y, en último término, de la mirada de la ciudadanía. Por último, aún
resta la presión que naturalmente ejerce en los últimos tiempos el Estado hegemónico en su proyecto
imperial. Resulta de todo ello que el poder de maniobra política está sujeto a demasiadas limitaciones,
pero, aun hoy y pese a tales condicionantes, el ejercicio del poder, suele ser título suficiente, primero,
para investir de racionalidad la mismísima irracionalidad, cuando concurren circunstancias del llamado
interés público o simples intereses particulares que han adquirido la condición de dominantes, y,
segundo, el ejercicio de la patente que otorga el título confiere poder residual.

Dadas esas limitaciones que afectan al ejercicio de la política, se puede llegar a establecer cierta
identidad entre la burocracia política, como parte del aparato del Estado, con la función que las leyes de
la organización estatal asignan a la burocracia técnica, aunque con una notable diferencia consistente en
que si con esta el aparato estatal, aunque lento, cuanto menos ha venido funcionando en razón a su
profesionalidad de forma efectiva [4]la política burocratizada se mueve al ritmo que marcan las
circunstancias, improvisando, urdiendo ardides para tratar de no salirse del carril que la marcan las
normas. Por otra parte, el acceso a la política estatal sigue un proceso selectivo, que a diferencia de la
burocracia técnica no responde a argumentos de idoneidad para el puesto, sino en razón a su
adscripción a una ideología atractiva para los votantes, de la que se aprovecha el político burócrata en su
condición de representante de la misma. Aquí la idoneidad reside en ser un fiel peón de la ideología que
se comercializa, como cualquier otro producto del mercado, en este caso en el marco de lo político. Por
último, el desarrollo de la función pasa por acudir al despacho, realizar actividades ejecutivas o
legislativas, conducentes a adecuar a la legalidad una pluralidad de intereses, a menudo poco
conciliables, y cobrar puntualmente nómina, pluses, dietas y demás emolumentos que correspondan en
razón a la actividad y al puesto desempeñado. El problema aquí es la temporalidad del cargo que impide
gozar de una renta vitalicia, por eso la habilidad del nuevo burócrata viene definida por el tiempo que es
capaz de conservar el peculio estatal conjurando avatares. En este orden crematístico, hay un
complemento difícilmente evaluable inherente al ejercicio del poder, que va desde la simple satisfacción
personal por detentar el mando, pasando por la distinción social, hasta, en ocasiones, su concreción
pecuniaria extraestatal.

Burocratizada la política como consecuencia del sometimiento al imperio de la ley y al desarrollo


avanzado del método selectivo establecido por la democracia representativa, la pregunta es ¿por qué ha
llegado a esta situación la actividad política?. Y la cuestión remite al punto donde reside el poder. El
funcionamiento de la política responde al poder que concede la democracia representativa, y se trata de
un poder temporal y en gran medida prestado. Con el triunfo del capitalismo burgués quedó claro que la
nueva fuerza ya no era la de los viejos guerreros, más tarde ennoblecidos por la tradición y la leyenda,
sino aquella otra con capacidad para hacer suya la misma fuerza física, es decir, esa que
convencionalmente ha sido aceptada por todos, expresada bajo la forma material de dinero. De tal
manera que desde el cambio de sistema, que impone claramente la fórmula del capitalismo moderno,
quien tiene el dominio sobre el dinero, disfruta de los efectos del poder, ya no solamente de naturaleza
social basándose en la clase, sino política, al poner a su disposición toda representación de la fuerza
física y cualquier otra de naturaleza material comerciable. Así, la sociedad tuvo que asumir lo obvio y
acatar por conveniencia, habida cuenta de la mejora de las condiciones mayoritarias de la existencia, las
nuevas reglas del juego político, partiendo de la base de la existencia de un poder total representado por
el capitalismo real, no ideológico, y un poder estatal diseñado desde el ordenamiento jurídico para
encerrar dentro de un orden la actuación de la política. En su funcionamiento intervenían las masas para
elegir a sus representantes y, en lo fundamental, el capitalismo diciendo la última palabra, incluso ahora
en el capitalismo tardío [5]

El modelo político de la globalización

La necesidad de salir de los límites del Estado-nación para abrir mercados, surge en los Estados
hegemónicos -el más significativo en el último siglo ha sido USA- como consecuencia del avance
tecnológico en sentido amplio que experimentan en los últimos tiempos. Aquel tiene lugar desde que se
desarrolla plenamente el imperialismo capitalista y el capitalismo productivo, mercantil y financiero
extienden su dominio a nivel mundial bajo la dirección del capital bancario [6]Ante el capitalismo se
presentan como obstáculos los Estados, en cuanto imponen barreras naturales a su tendencia expansiva
que hay que eliminar en interés del negocio. La avanzadilla del proceso la toman las grandes empresas
que se definen como multinacionales y se disponen para construir nuevos mercados, al amparo de la
doctrina del laissez- faire. Sin embargo la crisis de 1929, que de una u otra forma afecta a nivel general
entre las sociedades avanzadas, promueve la reflexión, a la vez que pone de manifiesto la necesidad de
que el Estado no sea sólo el guardián del orden y la pieza decisiva para entretener políticamente a los
ciudadanos jugando a la democracia, pasando a ser parte activa en la marcha del capitalismo,
poniéndole a trabajar, de un lado, en medidas que favorecieran el desarrollo de las empresas y, de otro,
interviniendo directamente a fin de relanzar la economía, actuando como empresario privilegiado
[7]Para completar el proceso, se le encomienda el desarrollo de la sociedad de consumo de masas,
instrumentada por el capitalismo para ponerla a disposición del mercado, tanto desde la creación de un
amplio programa de fomento del trabajo, como a través de medidas monetarias que permitan a los
individuos disponer de dinero para consumir, fomentando asimismo una cultura industrializada. Con el
Estado intervencionista se pone al descubierto la sumisión del aparato al capitalismo, abordando nuevas
cotas funcionales, sin embargo es preciso continuar con el proceso de apariencia dejando que la política
camine a su aire y el capitalismo al suyo.

Cuando las empresas y el capitalismo han salido de la depresión, el intervencionismo pierde su


significado y se demanda el urgente retorno al laissez-faire, retomando viejos tópicos como la libertad
individual, detrás de la que se pretende camuflar la libertad de las empresas para moverse a voluntad,
porque al capitalismo la libertad de los individuos le es realmente indiferente, salvo que afecte a su
presencia en el mercado. Asimismo, el argumento de la propiedad privada vuelve a ocupar, junto con la
libertad, un primer plano de actualidad [8]Sin embargo el proceso imperialista empresarial para la
consecución de sus fines expansionistas obliga al capitalismo a volver la mirada nuevamente al Estado-
nación hegemónico, para que le sirva de guía y garante en el proceso orquestado desde las bases de la
corriente neoliberal, completándolo con otras organizaciones internacionales, como el FMI, BM o OIC,
para plantear el asunto como proyecto global. La idea de Imperio acaba por surgir como algo inevitable,
lo que transforma todavía más el sentido de lo político.

El Imperio capitalista diseñado desde el Estado-nación hegemónico [9]y las organizaciones económico-
políticas internacionales ha promovido el desarrollo de la conocida globalización, en la que se acaba por
imponer el imperialismo capitalista, de naturaleza política, como fase avanzada del capitalismo
imperialista, de naturaleza empresarial. Consecuencia indirecta es que también el Imperio ha adquirido
unas dimensiones que, aunque controlado por el capitalismo, amenazan con superarle. Al someterse a
control el flujo del dinero, aunque sea a voluntad del capital financiero, el capitalismo se muestra
dependiente del aparato por él creado que, entre otras funciones clave, controla la producción de
moneda y los tipos de interés del dinero. Si a ello añadimos el poder funcional de las diversas
competencias asumidas por las burocracias política y técnica de naturaleza imperial, aunque igualmente
sujetas a su dirección, no se puede evitar que crezcan ambas en poder.
Un cambio de modelo político

Concebido el Estado-nación -ahora además hegemónico en algún caso- desde la época burguesa como
instrumento para los fines previstos por la ideología del capitalismo, primero, como guardián del orden
interno, luego, como auxiliar en el proceso de desarrollo económico de las empresas, con el
intervencionismo, y, más tarde ya en un plano imperial, como garante del expansionismo capitalista,
manteniendo como principales beneficiadas a las megaempresas [10]ha acabado por adquirir en sí
mismo un considerable poder autónomo. En cuanto al Estado hegemónico en el plano local y en su
condición de Imperio en el internacional, sus respectivas burocracias han llegado a condicionar la
marcha del capitalismo. Una parte del poder del sistema globalizante queda a expensas de las decisiones
de esa burocracia que lo dirige, vinculada inevitablemente al capitalismo, pero también se mueve al
dictado de sus propios intereses internacionales y nacionales, de otro lado, sujetos a las demandas de las
masas.

Mientras esas demandas se circunscriben a los derechos y libertades de papel y al mercado, el asunto se
mueve en los términos en que siempre se ha conducido por el capitalismo, pero cuando los políticos
burócratas pretenden salirse de la línea marcada, pueden saltar las alarmas. Estas ya han saltado, por
ejemplo con el Brexit, cuando los políticos se han visto ante la opción de atender demandas populares
movidas por ideologías políticas de signo opuesto a la oficial, que han sido capaces de inclinar de su lado
la balanza electoral. El político burócrata se encuentra condicionado en sus atuaciones por los
numerosos compromisos que le ligan a las masas, lo que le hace descuidar sus relaciones con el
capitalismo del que depende el funcionamiento del Estado. En todo caso la burocracia aspira a conservar
su puesto y mantener su poder residual, ignorando que el sistema funciona en cuanto el capitalismo
aporte la energía suficiente para ello explotando a las masas, es decir, el dinero. Para evitar un mayor
distanciamiento, de lo que se ha tratado es de recordárselo, invitándole a la reflexión, tal como ha
sucedido en el asunto citado en el que, pese a sus previsiones, no contó con el efecto que las ideologías
nacionalistas ejercen sobre las masas y la capacidad de voto.

Si se observa el siguiente paso, la solución parece ser más drástica. En el caso Trump se ha roto con el
modelo tradicional, colocando en el cartel electoral no a un profesional de la política al servicio de los
intereses capitalistas -hay que tener en cuenta que nos movemos en Estados capitalistas-, sino a un
capitalista. Posiblemente como respuesta de la elite del poder, que desconfía tanto del poder residual de
la burocracia política, como de su capacidad y también de sus compromisos con las masas. Ha utilizado
la estrategia de la confusión frente a los profesionales de la política, a los que de un lado se les brindaba
apoyo para su candidatura de carácter tradicional, mientras se situaba hábilmente al candidato
renovador del capitalismo, alegándose que no tenía posibilidades para no despertar suspicacias, en base
a una supuesta inexperiencia política y al propio boicot de la clase política de ambos signos. Al final
triunfó el capital, porque la elite del poder ya no confía, al menos por el momento, en la capacidad de la
burocracia política para cohonestar los intereses del Estado-nación hegemónico con los imperiales sin
llegar a provocar la irritación de las masas. Ha colocado a uno de los suyos, en este caso, aprovechando
el sentimiento nacional de la ciudadanía, que se instrumenta a conveniencia de quien realmente maneja
los hilos de la política a través del control de los medios propagandísticos y publicitarios, propiedad de
empresas capitalistas. De lo que se trata es de poner freno al avance político de la burocracia imperial,
llevándola a su lugar tradicional, reduciendo su poder. Por otra parte, conviene reforzar el papel del
Estado-nación para ganarse a las masas, pero sin liquidar en forma alguna el proceso de globalización
económica que sigue estando en manos de sus multinacionales, dispuesto para continuar desde otros
planteamientos menos abiertos y más próximos al sesgo colonial, en el que los nacionales de las
sociedades avanzadas aparezcan como beneficiarios. Lo sustancial de este nuevo modelo político es que
el capitalismo, rompiendo con la traición de permanecer oficialmente al margen de la política, decide
intervenir directamente en ella, por temor a perder el control ante el avance de la burocracia política y
técnica, surgida al hilo del proceso de globalización, auspiciada por el avance del neoliberalismo.

Autor:

Antonio Lorca Siero

Diciembre de 2016.

[1] Dice Wallerstein, I., ?Capitalismo hist?rico?, que el capitalismo es un sistema social hist?rico. Se va
construyendo progresivamente, de ah? la necesidad de examinarlo en su realidad temporal. Hay que
matizar, desde esta referencia, que si bien el capital, como punto de partida del capitalismo ha existido
siempre en t?rminos de riqueza, el momento hist?rico decisivo tiene lugar cuando deja de ser
exclusivamente riqueza y pasa a ser capital.
[2] Ser?a, como observan Boltanski, L. y Chiapello, E, ?El nuevo esp?ritu del capitalismo?, la perpetua
puesta en circulaci?n del capital dentro del circuito econ?mico con el objetivo de extraer beneficios , es
decir, de incrementar el capital que ser?a a su vez reinvertido de nuevo, ser?a lo que caracterizar?a
primordialmente al capitalismo y lo que le conferir?a esa din?mica y esa fuerza de transformaci?n que
han fascinado a sus observadores, incluso a los m?s hostiles.

[3] Resulta expresiva la idea de espect?culo que ofrece Debord, G., ?La sociedad del espect?culo?,
convertido en imagen del mundo real, un mundo sensible transformado en imagen que se impone como
modelo socialmente dominante.

[4] Weber, M., ??Qu? es la burocracia??, cr?tico y defensor del sistema burocr?tico, sostiene, por
ejemplo, que si bien la lentitud y la carga econ?mica que supone su mantenimiento se compensa con
aspectos positivos como la precisi?n o la eficacia.

[5] Estar?amos hablando del capitalismo tard?o, que como dice Mandel, E., ?El capitalismo tard?o?, no
es una nueva ?poca del desarrollo del capitalismo, sino un desarrollo que sigue al capitalismo
imperialista.

[6] El papel del capital financiero ya fue resaltado por Hilferding, R, ?El Capital Financiero?, como
representativo de la unificaci?n de los tres modelos de capital en los siguientes t?rminos: Los antiguos
sectores separados del capital industrial, comercial y bancario se hallan bajo la direcci?n com?n de la alta
finanza, en la que est?n vinculados personalmente los se?ores de la industria y de los Bancos. Esa uni?n
tiene como base la eliminaci?n de la libre competencia del capitalista individual por las grandes uniones
monopolistas. Con ello cambia incluso la naturaleza de la relaci?n de la clase capitalista con el poder del
Estado.

[7] Se se?ala a Keynes, J.M., ?Teor?a general del empleo, el inter?s y el dinero?, como el inspirador
intelectual del intervencionismo estatal, debidamente fundamentado en un profundo estudio sobre las
causas de la crisis y sus posibles soluciones.

[8] En este punto es representativo Friedman, M, ?Capitalismo y libertad? y m?s tarde Rothbard , M. ?
Por una nueva libertad. El manifiesto libertario?.
[9] El tema de Imperio es una cuesti?n ampliamente planteada y debatida, desde Hart y Negri, hasta
Boron o Petras, y en este punto se ha venido poniendo como ejemplo de Imperio a USA, aunque no es
exclusivo, cabr?a citar tanto a la UE como a las dem?s superpotencias, que aspiran a hacer extensiva su
hegemon?a en su radio de influencia frente a los pa?ses d?biles

[10] Como dice Kenichi, O., "De L?Etat-Nation aux Etats-R?gions", el proceso de globalizaci?n centrado en
el mercado ha acabado por extenderse a las multinacionales que cuentan con el apoyo de sus gobiernos.

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