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Adidas y Puma

La historia de dos hermanos fundadores de las


dos mayores marcas de indumentaria deportiva
del mundo, Adidas y Puma, dos marcas míticas
que facturan miles de millones de euros al año
(10.000 en el caso de Adidas; 2.300 para Puma)
y que hoy en día cuentan con millones de
jóvenes consumidores que se personifican con
sus ídolos deportivos a través de su vestimenta, es digna de ser retratada en un
film. Alemanes, hijos del zapatero Christoph, partidarios del nazismo,
comenzaron juntos su carrera empresarial.
De profesión panadero, un joven Adi Dassler comenzó a producir su propio
calzado deportivo en la cocina de su madre, después de su vuelta de la Primera
Guerra Mundial. Decidió utilizar su apodo y la primera sílaba de su apellido
para darle nombre a su gran emprendimiento: Adidas. En 1924, su
hermano Rudolf Dassler se sumó al negocio.
Corrían días de 1926. En el interior de la «Gerbüder Dassler Schuhfabrik» los
hermanos Adolf y Rudolf confeccionaban zapatillas y pantuflas sin marca.
También calzado con clavos para los que gustaban de correr al aire libre con las
temperaturas poco auguriosas del invierno alemán. Buena calidad en los
materiales, perfecta manufactura, resistencia extrema… Las bondades del
calzado Dassler llegaron a oídos de Josef Waitzer, entrenador del equipo alemán
de atletismo. Con Adolf (más conocido como Adi) en el papel de artista
introvertido, y Rudolf como experto en relaciones públicas, la pareja de
hermanos no tardó en comercializar sus productos en la villa olímpica en los
Juegos de Berlín de 1936.
Sumado a esto, el advenimiento del nazismo (del cual eran partidarios) supuso
una ventaja económica, siendo el deporte utilizado por los nazis como el espejo
perfecto para mostrar al mundo la perfección aria. Pero no fue un ario quien se
lleve todos los laureles: estos fueron para Jesse Owens, para disgusto de Hitler y
su cineasta-propagandista Leni Riefensthal. El atleta negro se colgó al cuello la
gloria dorada cuatro veces por delante de muchachos rubios y de mirada azul.
La proeza contenía un secreto: Jesse calzaba unas zapatillas de clavos obra de
Adi Dassler. La compañía comenzaba a despegar de la mano –y los pies– de un
liviano muchachito de Alabama.
El clima entre los hermanos comenzó a ser tenso durante la II Guerra Mundial.
Por orden del III Reich, la fábrica de calzado se reconvirtió en taller de tanques
y repuestos de lanzamisiles. Adi se libró de empuñar armas para hacerse cargo
del bélico rumbo que había tomado su empresa. Rudolf, convencido de la causa
nazi y espía de la SS, se unió a las tropas en Sajonia y desde allí escribió una
misiva a su hermano llena de afecto: «No dudaré en pedir el cierre de la fábrica
para que tengas que asumir una ocupación que te permita jugar a ser jefe y,
como deportista de elite que eres, tengas que llevar un arma».
Terminada la guerra, sucedió lo esperable: Rudolf dejó la empresa para crear la
suya propia, la competidora Puma. Aquí comienza una batalla comercial
inescrupulosa, que roza lo patético por tratarse de dos hermanos. La disputa se
extendió más allá de ellos, pasando a hijos y, en la actualidad, nietos de ambos.
Adolf (Adidas) y Rudolf Dassler (Puma) crearon dos emporios de calzado
deportivo y patrocinaron a las mejores estrellas del siglo XX. Murió cada uno
odiando al otro, quizás convencidos de que era la mejor manera de vivir.
Tras la muerte de Adolf Dassler en 1978, su hijo y su esposa Käthe asumieron la
dirección. Adidas se transformó en sociedad anónima en 1989, pero la
propiedad se mantuvo en la familia hasta su OPV en 1995.
Bajo la dirección de Rudolf Dassler, PUMA fue una empresa pequeña. Sólo bajo
la dirección de su hijo Armin Dassler PUMA llegó a ser la empresa
mundialmente conocida que es hoy.
Enzo Ferrari: el imperio de la velocidad

Enzo Anselmo Ferrari no necesita presentación: es


el fundador de la mítica Scuderia Ferrari y,
posteriormente, de la marca de automóviles que
lleva su nombre a lo largo de todas las rutas del
mundo.

El hombre conocido dentro de los seguidores de Ferrari como “Il commendatore” nació
en Módena el 18 de febrero de 1898, y falleció en ese mismo lugar en el año 1988. Su
infancia transcurrió en una granja en el valle del Po al norte de Italia.

Su vinculo con los automóviles comienza en el año 1908, cuando su padre Alfredo
Ferrari lleva a sus dos hijos, Enzo y Dino, a ver una carrera de coches cerca a Módena.
Enzo tiene la oportunidad de ver en carrera a Vincenzo Lancia. Desde este momento su
vida quedaría marcada por las carreras de automóviles, razón por la cual Alfredo envió
a sus dos hijos a una escuela de ingeniería mecánica.

A los 20 años, habiendo ya fallecido su hermano y su padre, Enzo termina su servicio


en el ejército. Al salir, se encuentra con una Italia de postguerra totalmente en crisis.
Enzo consigue una carta de recomendación del coronel de su regimiento y se dirige
a Turín, capital automovilística italiana para buscar suerte. Solicitó trabajo en Fiat,
pero no se tuvo en cuenta.

Un año después, logra conseguir trabajo en una pequeña empresa de fabricantes de


coches llamada CMN, en Milán. Allí Ferrari compra un Alfa Romeo usado para
competir en carreras, llamando la atención de los directivos de Alfa Romeo, quienes lo
invitan a competir con sus coches de carreras. Enzo compite en varias pequeñas
carreras de 1920 a 1924 pero sus resultados no fueron destacables. Ferrari pide a Alfa
Romeo que le permita convertirse en un vendedor de la marca.

Así comienza la carrera de un hombre que nunca olvidó su pasión primordial, más allá
del dinero y los automóviles de lujo: las carreras, los autos de potencia, la velocidad.

No siempre la suerte y el éxito estuvieron de su lado. La primera carrera en que una


Ferrari competiría seria en Piacenza Italia el 11 de Mayo de 1947, una prueba menor.
Las expectativas de Ferrari eran altas tanto para él como para la prensa italiana. En la
carrera a solo 3 vueltas del final y con la Ferrari en cabeza se rompe la bomba de
combustible. Enzo describiría al 125 entonces como un “fracaso prometedor”. Enzo
nunca llego a ver la competición y desde este momento jamás volvió a asistir a una
carrera en la que una Ferrari compitiera.

Enzo Ferrari fue, pese a algunas dificultades que pudiera tener en la vida, como la
muerte de su hijo Dino, un hombre innovador, fuerte, con mirada hacia el futuro y los
desafíos. A lo largo de su vida, empezó el desarrollo de varios vehículos sin precedentes,
de velocidades nunca antes vistas. Ferrari empezó a ganar casi todas las competiciones,
pero los costos de las carreras eran enormes y a Ferrari se le acababa el dinero. Por esto
a pesar de su total falta de interés en la idea, Ferrari empieza a vender versiones de
turismos de sus coches.

Pero las velocidades nunca antes vistas también traerían consecuencias. Las carreras de
coches eran un negocio peligroso y empezaron a morir pilotos en los circuitos, cada vez
en una proporción mayor. En 1957 en la celebración de la Mille Miglia, una popular
carrera de la época, participaban 5 Ferrari entre mas de 250 participantes. Mas de 10
millones de personas se acercan a ver pasar los automóviles a lo largo del circuito. Por
su extensión era casi imposible controlar a todo el publico. El Ferrari mas potente, el
335 de 4,1 litros al mando del prometedor piloto español Alfonso de Portago, perdió el
control y se fue hacia el publico. Más de 15 personas murieron, incluido, por supuesto,
el piloto, y muchas mas quedaron heridas. Enzo Ferrari fue acusado de homicidio sin
premeditación. Cuatro años después se retiraron los cargos.

En 1961 Ford se decide a competir con Ferrari, obteniendo resultados diversos. Ferrari
empezó a perder y el coste de mantener la Scuderia aumentaba vertiginosamente. A
pesar de la venta de turismos el dinero se agotaba. En 1967 la Scuderia Ferrari estaba al
borde de la quiebra. Entonces se acerca al grupo Fiat por ayuda económica. El acuerdo
con Fiat contemplaba que Enzo se encargaría de la división de automóviles de carrera y
Fiat fabricaría los turismos de Ferrari. Hacia el 1969 cada parte cuenta con el 50 % de
las acciones de Ferrari (En 1988 el Grupo Fiat se convirtiría en el accionista
mayoritario).

En 1963 construyó el Instituto Professionale per l’Industria e Artigianato, una escuela


de aprendizaje en Maranello. En 1972 construyó la pista de pruebas de Fiorano.

Enzo Ferrari muere en el año 1988, dejando un imperio automovilístico que no para de
crecer. Su marca es emblema de autos de calidad a lo largo y a lo ancho del mundo.
El negocio de lo árboles navideños, Ernesto Maurer

A Ernesto Mauer le apasionaba en la previa de


cada navidad, dedicarle el tiempo necesario a la
elección y compra del árbol navideño. Para eso,
recorría tiendas y viveros para comparar
distintas opciones. Debido a esa tradicional
actividad, es que se le ocurrió el negocio que le
cambió la vida.

Si la navidad provoca en tanta gente lo mismo que provocaba en él, ¿a quién no


le gustaría poder elegir y cortar su propio árbol para llevárselo a su casa? Fue así
que se dedicó a conseguir un terreno y durante todo el año trabajó para plantar
y cuidar sus pinos, para que llegaran a punto para la navidad siguiente, sin saber
bien cuál sería el resultado y si podría recuperar lo invertido.

Llegó diciembre y se preparó para la venta, que lo sorprendió gratamente. La


gente (padres e hijos) estacionaban su auto y se dedicaban a recorrer todo el
predio en busca del árbol más perfecto. Cuando lo ubicaban, lo cortaban ellos
mismos y lo pagaban al salir del lugar. Con una escasa publicidad pero una
enorme cadena de “boca a boca”, el negocio se transformó en un verdadero éxito
y se fueron agregando más hectáreas al emprendimiento.

A medida que fueron pasando los años, Mauer le incorporó al negocio la


concesión de varios puestos gastronómicos y de souvenires navideños, que
hicieron elevar los ingresos y emplear a más personas. Además, equipó su
campo para que sea algo más que la compra del árbol navideño.

A partir de la iniciativa exitosa de Mauer, varios campos mexicanos se volcaron


al negocio de los árboles navideños y se espera que para la próxima navidad el
50% del mercado de ese país sea abastecido con los árboles cortados por la
misma gente.

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