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SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE CATEQUESIS

S.A.C. SANTA TERESITA


-2017-

LA DINAMICA DE LA REVELACIÓN

El catecismo de la iglesia católica nos dice, “Mediante la razón natural, el hombre puede
conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el
hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina.
Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su
misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos
los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, y al Espíritu Santo” (CIC 50).
La revelación es una manifestación de Dios hacia todos los hombres, a través de la cual él
se nos muestra y a la vez nosotros lo recibimos. También se presenta como un estado de
movimiento, que transcurre a lo largo de un camino histórico, donde se vive de manera
dinámica la relación que se establece entre Dios y en el hombre, donde se ponen en
tensión procesos de recibimiento y acogida, de interpretación y de preparación o
aprestamiento a amar a Dios.
La esencia de la Revelación radica en el hecho de que es la comunicación directa de Dios
al hombre. Dios nos hace descubrir el valor de la palabra. El modo de expresión, sin
embargo, puede ser mediato. La revelación nos alcanza lentamente, de a poco y es a
través de ella misma que se purifica el proceso de búsqueda de Dios y se aclaran las
verdades que el mismo pretende ir comunicándonos, satisfaciendo así la necesidad de
búsqueda del hombre en torno de lo trascendental, bajo la guía y las señales que Dios nos
proporciona para comprender la existencia del Dios vivo.

¿Quién es Dios?
Cuando nos preguntamos esto, es Dios mismo quien nos responde a través de su palabra
y su existencia se hace notable tanto a través de la creación y a través de la conciencia del
hombre, que la Biblia llama “necio” al ateo (Salmo 14:1). La existencia de Dios se asume
desde el mismo inicio (Génesis 1:1).

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Una buena manera de resumir lo que es Dios es pensar en él como el ser supremo; el
creador y gobernante de todo lo que hay, perfecto en poder, bondad y sabiduría eterna.
Dios no puede ser visto sino con los ojos de la fe pero que se revela por medio de la
palabra y a través de Jesús, como dios hecho hombre.
Dios es quien creó al mundo (Génesis 1;1); y es quien lo sostiene (Colosenses 1:17); en el
proceso de su plan eterno (Efesios 1:11) el cual incluye la redención del hombre del
pecado y de la muerte (Gálatas 3:13-14) y es quien juzgará al mundo.
Algunos de los nombres que se le han dado en la biblia a Dios:
ELOHIM: “Dios, Creador, Todopoderoso, Majestad y Fuerte” (Génesis 17:79).
SHADDAI: “Dios Todopoderoso,” “El Fuerte de Jacob” (Génesis 49:24; Salmo 132:2, 5).
ADONAI: “Un Dios cercano” (Génesis 15:2), usado en lugar de YAVHE, el cual se creía
entre los judíos que era demasiado sagrado para ser pronunciado por hombres
pecadores.
YAVHE: “Señor” (Deuteronomio 6:4). Este nombre especifica una proximidad, una
presencia. Yavhé está presente, accesible, cerca de aquellos que claman a Él para
liberación (Salmo 107:13), perdón (Salmo 25:11) y guía (Salmo 31:3).
ELYON: “El Altísimo” (Deuteronomio 26:19), es de aquello que está demasiado alto. El
Elyon denota exaltación y habla del absoluto derecho a su señorío.
EL ROI: “El Dios que me ve” (Génesis 16:13) – el nombre atribuido a Dios por Agar, quien
se encontraba sola y desesperada en el desierto después de haber sido expulsada por
Sarai (Génesis 16:1-14).
EL OLAM: “El Dios Eterno” (Salmo 90:1-3) – La naturaleza de Dios no tiene principio ni fin,
está libre de todas las limitaciones del tiempo, y Él contiene en Sí mismo la causa misma
del tiempo.

¿Cómo es Dios?
Sabemos que él ha decidido revelarnos algunas de sus cualidades, tales como que. Dios es
espíritu, por naturaleza intangible (Juan 4;24). Dios es Uno, pero existe en tres Personas,
Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo (Mateo 3;16-17). Dios es infinito (1
Timoteo 1;17), incomparable e inmutable. Dios existe en todas partes (Salmo 139;7-12),
sabe todas las cosas (Mateo 11;21), y tiene todo el poder y la autoridad. Dios es amor,
“8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es caridad. 9 La caridad de Dios hacia nosotros

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se manifestó en que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito para que nosotros vivamos por
El. 10 En eso está la caridad, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó
y envió a su Hijo, víctima expiatoria de nuestros pecados. 11 Carísimos, si de esta manera nos
amó Dios, también nosotros debemos amarnos unos a otros. 12 A Dios nunca le vio nadie; si
nosotros nos amamos mutuamente, Dios permanece en nosotros y su amor es en nosotros
perfecto. 13 Conocemos que permanecemos en El y El en nosotros en que nos dio su Espíritu. 14 Y
hemos visto, y damos de ello testimonio, que el Padre envió a su Hijo por Salvador del
mundo. 15 Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. 16 Y
nosotros hemos conocido y creído la caridad que Dios nos tiene. Dios es caridad, y el que vive en
caridad permanece en Dios, y Dios en él.” (1° Jn 4;8-16).
Dios en la biblia se revela como es justo (Hechos 17;31), amoroso (Efesios 2;4-5), veraz
(Juan 14;6), y santo (1 Juan 1;5). Dios muestra compasión (2 Corintios 1;3), misericordia
(Romanos 9;15), y gracia (Romanos 5;17). Dios juzga el pecado (Salmo 5;5) pero también
ofrece el perdón (Salmo 130;4).

¿Dónde está Dios?


La oración que el señor nos enseño dice “9Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea Tu nombre. 10 Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, Así en la tierra como en el
cielo ”(Mt6; 9-10).

El cielo no es un lugar en el universo, es un estado del alma. El cielo está allí donde se
cumple la voluntad de Dios sin ninguna resistencia. El cielo existe cuando se da a la vida
en su máxima intensidad y santidad, vida que no se puede encontrar como tal en la tierra.
Cuando con la ayuda de Dios vayamos algún día al cielo, entonces nos espera lo “ que ni el
ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo
aman” (1 Cor 2;9).
El Espíritu Santo habita en nuestros corazones, y la santa iglesia donde dos o más estén
reunidos en su nombre “8Que me hagan un santuario y habitaré en medio de ellos. 9Os
ajustaréis a cuanto voy a mostrarte como modelo del santuario y de sus utensilios. (Ex 25; 8-9)
y “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno
destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él.” (1 Cor 3;16).
Dios esta donde su enseñanza sea puesta en acción, donde seamos eco de su palabra.
Dios esta donde hay alegría pero también donde se requiere consuelo y misericordia.

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¿Porque buscamos a Dios?
Esta búsqueda existe porque el hombre tiene sed de Dios, y lo busca con todo su cuerpo y
espíritu. El hombre al ser creación de Dios tiene este sello de pertenencia de su Creador
quien lo llama hacia Él, por esencia es un ser religioso y es por eso que está en esa
constante búsqueda de alcanzar a su Creador. Por ello el hombre lleva en su interior la
impronta de Dios que hace que este lo busque y no descase hasta que alcance la felicidad,
ya que no existe felicidad absoluta para el ser humano que no sea en Dios; y cualquier
intento de encontrar la felicidad en cualquier otra cosa no será más que perder el tiempo.
Por esta razón podemos entender que el ansia de infinito que el ser humano siente en su
interior en el fondo es un ansía de Dios.
Por otro lado Dios también busca al hombre, pues quiere apartarlo del pecado, en el que
el hombre tiende a adentrarse cada vez más. Lo busca para que el hombre se vuelva a
Él, es decir, se convierta, se reconcilie con El, reconozca a Dios como su Creador, su
Dueño, su Padre.

¿Como se nos revela Dios?


Dios se nos revela en forma personal tanto a través de la palabra, en los libros sagrados,
como así también por medio de signos, por medio de sus obras, [“9 Pero lo que se conoce
acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. 20 Porque desde la
creación del mundo, Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda
claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que ellos no tienen excusa”

(Rom 1; 19-20); "Porque la grandeza y la belleza de las criaturas dan alguna idea del Que les
dio el ser" (Sab 13;5)], e incluso por vivencias propias, de nuestros hermanos o incluso
colectivas.
La manera en que Dios se nos revela fue variando, a lo largo de la historia, en función del
grado de madurez que alcanzaban los hombres en la fe. El hombre primitivo que busca a
Dios, busca el significado de las revelaciones en los sueños, en las visiones pero
paulatinamente se va purificando la manera de ver a Dios. El ritmo o velocidad con se
accede a la revelación se ve por ejemplo en el texto de Números 23, 3-15, donde el
adivino pide que se levanten siete altares y preparen siete novillos y siete carneros. El
número siete es sagrado e implica plenitud y perfección. Cree Balaam que a este número

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y a estos sacrificios va inherente una virtud mágica que obligará a Yahvé a comunicarle su
oráculo.
Así en el Antiguo Testamento (AT) Dios se muestra de un modo pausado, con modos
distintos y dejando entrever una metodología pedagógica en su darse a conocer. Es allí
cuando establece con Noé una Alianza para salvar a los seres vivos. También cuando
llama a Abraham, “…Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham;
porque yo te haré padre de multitud de naciones, padre de muchedumbre de pueblos.” (Gén
17,5) y cuando elige al pueblo de Israel, como el pueblo de Dios, nacido de Abraham.
Dios de igual modo se da a conocer a Moisés por su nombre, Yavhé, que significa “…Yo
soy…” (Ex 3,14), y es a través del mismo Moisés que libera a Israel de la esclavitud en
Egipto, y sella una alianza dando a su pueblo la ley. Aquí se ve un contraste, ya que con
Abraham se da un pacto unilateral que se muestra en el dialogo, en cambio con Moisés el
pacto es entre dos, lo que se pone de manifiesto por ejemplo cuando dios le pide que
vaya y consulte al pueblo, “Ustedes han visto lo que he hecho a los Egipcios, y cómo los he
tomado sobre alas de águilas y los he traído a Mí. 5 Ahora pues, si en verdad escuchan Mi voz y
guardan Mi pacto, serán Mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque Mía es toda la
tierra. 6 Ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa.’ Estas son las
palabras que dirás a los Israelitas.” (Ex 19).
Así, uno tras otro, Dios envía profetas a su pueblo para llamarlo a la conversión y a la
renovación de la Alianza. Los profetas anuncian que Dios establecerá una Alianza nueva y
eterna, que estará abierta a todos los hombres, “ 8 En otro tiempo no conocíais a Dios, y
servísteis a los que no son realmente dioses. 9 Ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, habéis
sido de Dios conocidos, ¿cómo de nuevo os volvéis a los flacos y pobres elementos, a los cuales
de nuevo queréis servir?” (Gál 4;8-9).
En el Nuevo Testamento (NT) la revelación llega a su plenitud, en Jesucristo. En los
Evangelios la revelación es presentada por los hechos y palabras de Cristo. Jesús, con
palabras, con el anuncio explícito y con los gestos manifiesta su misión. El centro de la
revelación, será su muerte y resurrección.
Jesús de Nazaret hace presente el reino de Dios como forma histórica de la presencia de
Dios en medio de los hombres. En el Evangelio de San Juan la presencia de Dios se hace
presencia concreta en la historia real, el verbo se hace carne, es un hombre. Juan
transmite la experiencia de que viendo a Jesús ha visto el rostro del Padre, también el
evangelio de San Juan pone de manifiesto la vinculación que hay entre el Padre y el hijo
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cuando dice, "yo y el padre somos uno"(Jn 10;30), y es Jesús mismo quien puede
conducirnos al Padre cuando se declara como la verdad, el camino y la vida, y el medio
único para llegar al padre, (Jn 14, 6).
Jesús es la "palabra" revelada del Padre, y es la Palabra penetra en el hombre, lo
transforma. Aquí la Palabra es algo activo, eficaz, dinámico. Jesús es la Palabra del Padre.
De hecho en el comienzo del evangelio de San Juan se pone de manifiesto que Jesucristo
es el logos, la Palabra de Dios, que está asociada con la personificación de la revelación de
Dios. Aquí el “logos” (verbo) era entendido como el puente entre el Dios y la creación,
trasmitiendo la idea de un principio mediador entre Dios y el mundo.
Entonces el texto de Juan al presentar a Jesús como el “logos”, lo presenta no solo como
un principio mediador, sino como un ser personal, totalmente divino y sin embargo
totalmente humano. Donde Cristo no era simplemente una personificación de la
revelación de Dios, sino de hecho era la perfecta revelación de Dios, de Él mismo en la
carne, tanto es así, que Juan registró las palabras que el mismo Jesús dijo a Felipe: “Jesús
le dijo; ¿Tanto tiempo he estado con vosotros y todavía no me conoces Felipe? El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?” (Juan 14:9).
Finalmente la revelación también nos muestra a un Dios Trinitario, comunitario. En la
continuidad de la vida comunitaria, durante las primeras décadas de la iglesia, y hasta la
muerte del último de los apóstoles, considerando este hecho como el momento del final
de la revelación, los apóstoles son los encargados de interpretar, recordar el
acontecimiento. Lo hacen desde la ayuda del Espíritu Santo, desde su intervención que se
hace presente en la vida de la comunidad cristiana. La comunidad recibe la fuerza del
Espíritu Santo en Pentecostés, la plenitud de la revelación con Cristo, su interpretación
constitutiva está llegando a su fin.

¿Cómo respondemos a Dios?


La revelación supone una respuesta. El verbo se pone en acción con nuestra conjugación,
nuestra vida, nuestro compromiso, nuestra proclamación.
La acogida de la revelación está íntimamente relacionada al aspecto de la pedagogía
divina y de la paciencia de Dios, al modo como un maestro va hablando con sus alumnos e
introduciéndoles en una materia. Esa paciencia, que tiene en cuenta también los pasos
hacia adelante y hacia atrás, es nuestra salvación. No todo se puede mostrar ni enseñar

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en un instante, hace falta lentitud y ejercicios, y seguir dando pasos. Dios se muestra en la
historia, de este modo, como un pedagogo. Con cada hombre, y con la humanidad. Y su
revelación, aunque el hombre la ansíe siempre como total, será acogida según las
posibilidades del momento y de cada persona.
El hombre entonces a acogido la revelación a través de sus géneros literarios, de su
capacidad para discernir en su historia lo que es de Dios y lo que no es de Dios, y gracias a
la acción del Espíritu Santo que inspiro la Escritura para hacerla Palabra de Dios en
sentido pleno. Así acogemos, estos relatos y tradiciones, en las que Dios se cuenta a
través de los hombres y para ellos, con palabras apropiadas para su entendimiento, en la
biblia, en las homilías, en la catequesis (concebida como la voz de Dios que se propaga),
en el trabajo comunitario y pastoral, la liturgia, la eucaristía, etc.
Por un lado la Liturgia; obra de Cristo, corazón de la iglesia y lugar privilegiado para la
Palabra, es desarrollada durante todo el año y nos constituye en espacio para la palabra.
Se manifiesta en la Iglesia como signo visible de la comunión entre Dios y de los hombres
por Cristo. Introduce a los fieles en la vida nueva de la comunidad e implica una
participación consciente, activa y fructífera de todos. La liturgia es la que marca el un
modo de rendir culto a Dios, pero la misma no se agota en la acción de la Iglesia ya que
esta debe ser precedida por la evangelización, la fe y la conversión; sólo así puede dar sus
frutos en la vida de los fieles, la vida nueva según el Espíritu, el compromiso en la misión
de la Iglesia y el servicio de su unidad.
Por otro lado la Eucaristía es la invitación mas especial que tenemos los cristiano para
acoger la presencia de Cristo, vivida de igual manera que los discípulos de Jesús. En cada
Eucaristía nos sumergimos en el Misterio Pascual de Cristo. La eucaristía nos incorpora en
el dinamismo de la Alianza, que no es otra cosa que admirar la elección que Dios hizo
desde toda la eternidad por cada ser humano, y nos da su propia presencia para que
nuestra vida sea alcanzada por la santidad.

¿Cómo accedemos a Dios?


Somos hijos en el hijo, y de esa manera estamos incluidos en la Trinidad (Heb 1;1-8).
Frente al verbo nos hacemos eco poniendo la acción en algo concreto. De ese modo
estamos en Dios y lo llevamos en nuestra vida, (Jn 1;1), es el Dios mismo el que habita
nuestros cuerpos y almas (Jn 1;14). Es Jesús el que por medio de la cruz nos hace ser parte

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de Dios “18 pues por El tenemos los unos y los otros el poder de acercarnos al Padre en un
mismo Espíritu” (Ef 2;18). Pasamos a ser hijos de Dios, y este nos da su espíritu, y nos
constituye en iglesia.

¿Qué entendemos por revelación trinitaria?


La santísima Trinidad quiso manifestarse progresivamente a las personas humanas.
Primero, se enseña la unidad en Moisés, luego se anuncia la dualidad en los profetas y,
finalmente, se encuentra la Trinidad en los evangelios.
El texto más importante que se aduce para la revelación de la santísima Trinidad por
parte de Jesús es su palabra de despedida en Mateo: "Id, pues, y haced discípulos míos en
todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo " (Mt
28;19).
Jesús nos reveló Jesús las tres personas divinas, comenzando por el Padre a quien
sabemos que Jesús siempre llamó Abba, que quiere decir "papá", lo que lo hace hijo.
El Padre actúa en el mundo con vistas a la implantación de su Reino. Jesús hace del
mensaje del reino de Dios el centro de su predicación. Jesús, con su palabra y con su
práctica, se empeña dar vida al reino del Padre, y lo hace con la fuerza del Espíritu Santo.
Jesús se siente tan unido con este Padre, que puede confesar: "Yo y el Padre somos una
sola cosa" (Jn 10,30). El Padre amó al Hijo "antes de la creación del mundo" (Jn 17,24) y por
lo tanto, incluso antes de ser creador, Dios era el Padre del Hijo eterno, que se encarnó y
se llamó Jesucristo. Es Jesus quien también nos revela al Padre porque dijo: "El que me ha
visto a mí ha visto al Padre" (Jn 14,9).
El Padre en el Hijo nos imaginó como hijos e hijas suyos y, por tanto, como hermanos y
hermanas del Hijo.
Por su parte el Hijo se reveló asumiendo la santa humanidad de Jesús, pero no se mostro
enseguida. Los discípulos, viendo cómo rezaba, cómo actuaba y cómo hablaba, fueron
descubriendo la realidad de la filiación divina de Jesús, y así descubrieron la presencia de
la segunda persona de la santísima Trinidad. En primer lugar, el Hijo se revela en la forma
de rezar de Jesús y en la forma de referirse a Dios como su querido papá, y de hecho,
Jesús dice: "Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
manifestar" (Lc 10;22). En la oración Jesús revelaba su unión e intimidad con el Padre, "Yo

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y el Padre somos una sola cosa" (Jn 10,30). Se sentía Hijo, pero con la misma naturaleza del
Padre, viviendo una misma comunión.
En segundo lugar, Jesús actuaba como quien era el Hijo de Dios y el representante del
Padre. Se compadecía de todos los que sufrían y de todos los pobres. Curaba y consolaba.
Las personas agraciadas tenían la sensación de estar ante el poder personalizado de Dios.
Los enemigos de Jesús se dieron cuenta de que Jesús ocupaba el espacio divino.
Perdonaba pecados, cosa que solamente Dios puede hacer; modificaba la ley santa del
Antiguo Testamento o introducía interpretaciones liberadoras. Con razón le acusaban:
"Llama a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios" (Jn 5,18).
En tercer lugar, las experiencias íntimas de Jesús, comunicadas de alguna manera a los
discípulos, como en la transfiguración del monte Tabor donde se oyó la voz: "Este es mi
Hijo amado, mi predilecto" (Mt 3;17) revelan su filiación divina.
Finalmente, la muerte y la resurrección de Jesús son momentos cruciales en los que se
revela la verdadera naturaleza de Dios y de las otras dos personas divinas. Este misterio
revela la esencia de la santísima Trinidad: el amor y la comunión. Es el misterio pascual
donde se hace presente el Padre, que ama y que sufre con el Hijo y el Espíritu Santo, por
cuya fuerza el Hijo entrega su vida.
El Espíritu Santo es la segunda manera por la que Dios nos alcanza y nos abraza. El Padre y
el Hijo enviaron al mundo al Espíritu Santo. Ya antes el Espíritu actuaba desde siempre en
la tierra, fomentando la vida, animando el coraje de los profetas, inspirando sabiduría
para las acciones humanas. Su mayor obra fue venir sobre María y formar en su seno la
encarnación del Hijo; bajó sobre Jesús con ocasión del bautismo de Juan; en la fuerza del
Espíritu, Cristo realiza milagros para liberar al hombre de sus miserias. El mismo Jesús
dijo: "Si echo los demonios con el Espíritu de Dios, es señal de que ha llegado a vosotros el reino
de Dios" (Mt 12,28). Después de la ascensión de Jesús a los cielos, es el Espíritu el que
profundiza y difunde el mensaje de Cristo. El nos hace acoger con fe y con amor a la
persona del Hijo y nos enseña a rezar: ¡Abba, Padre nuestro!. El Espíritu baja en
pentecostés sobre los apóstoles, les quita el miedo y los envía a difundir el mensaje de
Cristo entre todos los pueblos. Es el Espíritu el que en la misión permite ver y realizar la
unidad en la pluralidad de naciones y de lenguas. La variedad no tiene por qué significar
confusión, sino riqueza de la unidad.

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Entonces el Padre es el recurso o causa esencial del universo, la revelación divina, la
salvación y las obras humanas de Jesús. El Padre es quien pone en marcha todas estas
cosas. El Hijo es el receptor a través de quien el Padre hace las lleva adelante las obras, la
revelación divina y la salvación y el Espíritu Santo es el medio por el cual el Padre lleva
adelante la revelación divina, la salvación y de este modo Dios hace todas estas cosas por
el poder del Espíritu Santo quien funda lo que recibe.

¿Qué es el Kérygma?
El kérygma es anuncio, enseñanza y forma de comunicación de lo sagrado. Las formas
cristianas de evangelización después del período apostólico asumen el kérygma dentro de
toda forma de predicación.
Formas como profecía, tradición, consolación y exhortación están contenidas en el
anuncio expreso de la predicación cristiana. El anuncio de Cristo para nuestra salvación
tiene muchas manifestaciones espirituales que no quedan sólo en el contenido del
kérygma sino en la fuerza sobrenatural del mensaje.
Podemos pensar el kérygma, como el hecho dinámico y progresivo de la salvación
actuada por Cristo, en cuanto proclamado desde la Iglesia, en cuyo seno se realiza
visiblemente la fuerza del Espíritu. Es proclamado por los enviados con la autoridad de la
Iglesia. El kérygma se realiza envuelto en la fuerza y la obra visible del Espíritu, que va
transformando al oyente que recibe el anuncio y responde con fe. El kerigma es para la
Iglesia una de sus formas de vida y actividad esenciales, imprescindibles e insustituibles.
El kerigma identificado con la predicación así entendida y junto con la administración de
los sacramentos, es el servicio principal que debe realizar la Iglesia. La evangelización
también debe contener siempre como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo
una clara proclamación de que en Jesucristo, se ofrece la salvación a todos los hombres,
como don de la gracia y de la misericordia de Dios. Todas las formas de la actividad
misionera están orientadas a esta proclamación que revela e introduce el misterio
escondido en los siglos y revelado en Cristo (Ef 3; 3-9), el cual es el centro de la misión y
de la vida de la Iglesia, como base de toda la evangelización.

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