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OUR MOTTO: APOCALYPSE (NOT) NOW

Giorgio Lavezzaro1

Un tsunami, un terremoto, una nueva glaciación. Una guerra atómica o

química. Sociedades que se erigen para sepultar sociedades. Invasores

de otro mundo o de éste. Meteoros. Profecías o el demonio al fin

liberado. Virus o máquinas fuera de control. Panoramas del fin del

mundo y su correlato: la supervivencia de la especie.


Con bastante recurrencia el cine ha proyectado, desde dos

acepciones al menos —hacer visible algo sobre una superficie tanto

como hacer ver lo que podría suceder—, la extinción supervivencia

humana frente al desastre. Intento dar cuenta del registro sobre este

fenómeno en el cine.

JINETES

Son muchos los escenarios en que perecemos sobrevivimos. Las

diversas versiones del fin se miran en tres categorías: nuestra raza

contra un desastre natural —desde meteoros hasta catástrofes

ambientales—, la humanidad contra otra humanidad —regímenes

totalitarios— y nuestra especie contra otra —de este mundo o

extraterrestre. En cada escenario se libra una contienda por el derecho a

vivir. El cine ha sido depositario de estas imágenes y ha encarnado

diversos montajes que dan cuenta de la recurrencia que tiene la

extinción como fantasma nuestro.


uno

1 http://cuadrivio.net/literatura/ensayo/our-motto-apocalypse-not-now/

1
Un asteroide, incandescencia palpitante, amenaza la vida del planeta.

Esta imagen nos asedia desde la hipótesis más aceptada sobre el fin de

los dinosaurios. Contingencia de la extinción frente a la voracidad

expansiva del universo. Películas que sobresalieron

¿Por qué resulta tan difícil acerca del tema son Deep impact y Armageddon —están
proyectar la vida del
planeta sin nuestra
presencia?, ¿carece de
también When Worlds Collide, Meteoro y Asteroid. El
interés un escenario en que
no figuremos?, ¿no tiene esquema dramático que plantea Armageddon, es decir,
sentido imaginarlo?, ¿qué
límites se tocan al intentar
explorar la imagen de la que frente a un fenómeno letal de esta clase la ciencia y
Tierra sin los humanos?
Películas como Artificial
Intelligence han mostrado
el heroísmo de alguien salvarán a la humanidad, ha
un guiño sobre esto pero
apenas esbozado en una dejado secuelas en el imaginario colectivo: se piensa que
oración donde se infiere
que la raza ha desaparecido
y esos humanoides ahora frente al desastre apocalíptico nuestra raza estará
pueblan el planeta —
criaturas que sienten una
enorme simpatía por los
preparada o se las ingeniará para sobrevivir. Pienso que
extintos humanos por
alguna razón la indiferencia del tránsito de los asteroides podría quitar
incomprensible.

el orgullo del avance y la potencia humana y, alguna vez, arrasar con el

planeta. La imagen de la inminencia de la destrucción total me despierta

incredulidad; no importa la misantropía que me habita, pensar en la

devastación completa de la raza me parece inverosímil quizá porque es

cierto que “en el fondo creemos que somos inmortales”. Pero esa fe un

día será aplastada junto a la existencia. Pero todavía no.


La otra vertiente de los fenómenos naturales implica la pequeñez

de la especie frente a la natura desbordada: el mar embravecido (Tidal

Wave o 2012) o la Tierra reventada desde adentro (The Core o

Earthquake). La inminencia de la destrucción reduce a la inutilidad de la

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potencia de la especie: el mundo en sus ciclos indiferentes a lo que

pueda pasar con la humanidad.


Cuando un terremoto parte los edificios o un tornado azota los

litorales de la tierra, la posibilidad del desastre rompe la fe y se

vislumbra, por un instante, el fin (o se palpa verdaderamente el ocaso

entre sacudidas de tierra o aplastados por la potencia del agua, violenta

con cada célula del cuerpo cuando ahoga). La dimensión

que siento frente a estos fenómenos, apenas imaginados


Imagino una película en la
porque sólo he vivido temblores de menor escala —el del que verdaderamente algo,
exterior o interior a esta
Tierra, arrase con todo y
85 no cuenta porque no lo recuerdo, no tengo la permita a otra especie la
dominancia sobre el orbe.
Algún organismo que imite
memoria colectiva del pánico—, es comparable al el papel del mamífero
cuando los dinosaurios
abismo del universo y su correlato: la nadería de la cayeron. Como las
cucarachas que podrían
sobrevivir a un holocausto
existencia. Hasta ahora los desastres naturales no han nuclear y, quizá,
convertirse en una especie
superior a otras con
podido erradicar al hombre de la Tierra pero imagino que patrones evolutivos que no
se alcanzan a imaginar.
esto alguna vez podrá suceder y entonces sí, no seremos

sino un recuerdo en el polvo.

dos
Un sector del orbe se erige para aplastar al resto. Nuestra historia nos

asedia con la ilusión de la conquista del mundo desde los albores de la

civilización. Tantos personajes e imperios han intentado encarnar esta

quimera —que se mira en películas como Faraón, Héroe, Los reyes de

Babilonia, Gladiador, etc.— que la fantasía cinematográfica la ha vuelto

realidad en proyecciones hipotéticas de sociedades totalitarias —Soilent

Green, V for Vendetta, Aeon flux, Ultraviolet, etc.—; se ha visto en el

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cine un mundo donde sólo una fracción humana somete al resto; se ve

en la pantalla para sentir que es una ficción, con cierta esperanza de

que aún no nos alcanza el destino. Eso se quiere pensar.


Rastros de esta ilusión se miran en la imagen de la resistencia —

que se filtra en muchas de las ficciones

cinematográficas—: un pequeño grupo, a veces un solo


Pienso en un filme que
muestre el fin de la hombre, que incita al enfrentamiento frente al régimen
sociedad y el orden global;
una ficcioó n que descubra —de hecho en la mayoría gana la pequeña fracción que
otro modo de existir en el
orbe sin echar mano de persigue derrocar al yugo totalitario. Productos de la
alguna de las tres
posiciones que han fantasía. Miro la historia y, frente a la contundencia de
asediado los uó ltimos siglos
de nuestra historia — sus cifras, entiendo la necesidad de pensar en una
capitalismo, socialismo o
“tercerposicionismo”. O no.
persona que desafía al sistema todo y, de una u otra
Una cinta que explore la
destruccioó n social por la
buó squeda de una forma, vence; lo entiendo porque también lo necesito,
imposicioó n totalitaria. El
fin de las sociedades y, con porque la sensación de imposibilidad es tan pesada
eó l, el fin del hombre,
aunque siga vivo como como el cemento en los pies cuando se hunde en el
especie.
agua.
Pero cuando miro estas películas, lejos de pensar en la irrealidad

del universo que plantean, miro las imágenes como metáforas de cosas

que ya suceden. Sé que los regímenes totalitarios, como los planes de

conquista mundial, han fracasado. Por ahora. Y no anhelo, de modo

alguno, atestiguar esto alguna vez —además, frente a tantos fracasos

que narra la historia, se me antoja tan poco factible como la colisión de

un meteoro con el planeta. Pero me pregunto si, de alguna forma,

estamos en medio de una conquista de esta naturaleza con el Imperio

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de Occidente que plaga la cultura global, desde el calendario hasta el

modo de vida. La inmersión en el propio tiempo impide tener un

panorama distinto: resulta inasequible. De cualquier modo creo que un

régimen aplastante como el narrado por George Orwell en Nineteen-

eighty four tendría el mismo impacto sobre nosotros que el imaginado

por el escritor: ante la potencia del aparato estatal, ninguna resistencia

será suficiente, será imposible vencer. Quizá los genocidios han sido

maneras de tantear el terreno hacia esta dirección.

tres

Otra especie —animal, no-humana o extraterrestre— impone otra

voluntad a nuestra raza. El levantamiento de los muertos —desde Night

of the Living Dead hasta las actualizaciones de la mitología vudú en las

historias contemporáneas de zombis, que van desde Resident Evil hasta

World War Z— o las pandemias—Outbrake, 28 Days Later, etc.—

presentan una fracción de supervivencia: una posible cura o un sector

mínimo de resistencia. También el enfrentamiento con otras especies —

The Planet of the Apes o The Matrix— muestra un grupo heroico que se

yergue frente a la posibilidad de la esclavitud. Las imágenes de la

conquista interplanetaria —The War of the Worlds, Independence Day—

traen consigo la lucha por la supervivencia, nuestro derecho a existir —y

ser la especie dominante— en este mundo. Cada escenario, a su modo,

plantea la posibilidad de que, pese a la inferioridad tecnológica o de

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fuerza vital, el hombre se las arreglará para derrotar a la otra especie.

Pero estas cintas me generan desconfianza. No creo, de modo alguno,

que frente a cualquier amenaza nos las arreglaremos para seguir vivos.

Tampoco pienso que el poder del hombre sea suficiente para vencer

cualquier peligro. Además, creo que ninguna raza nos ha subyugado más

que nosotros mismos; los conflictos bélicos más violentos de la historia

han implicado, de uno u otro modo, la búsqueda del exterminio de cierta

raza o sector social: homo hominis lupus.


Aunque todavía no se yergue un lobo de otra especie que pueda

extinguir al hombre. O eso queremos creer: la mutación de los virus —el

ébola o el VIH, por ejemplo— nos podría llevar a la ruina si no se

controlan a tiempo. El fantasma de la debilidad corporal humana frente a

otras especies, los límites de la ciencia o la extrema dependencia a la

tecnología provocan sentir los litorales de la especie —basta quedarse

sin luz unas horas para comprobarla (y al tiempo sin Internet,

computadora, celular, microondas, televisión, etc.)— y, frente a la

angustia de la extinción, es necesario imaginar cómo el hombre

expandirá sus limitaciones para seguir respirando. Aunque siento más

inclinación a desear la pérdida del sitio privilegiado en la cadena

alimenticia, no puedo evitar el miedo o la desazón porque esta fantasía

se materialice y, sumido en la fe de mi especie, espero que no ocurra.

Supongo que verlo materializado en la pantalla es tranquilizante de

alguna manera, pues se asume que aún no sucede. Pero también es

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presentimiento o paranoia. La inminencia de la extinción ronda la mente,

en su desmentida o en el asedio del fantasma.

SUPONER EL APOCALIPSIS

¿Qué ha permitido fantasear asiduamente con la

extinción supervivencia? La primera pregunta que me


Imagino una historia que,
viene a la mente sobre el cine “apocalíptico” es ¿por como en The Planet of the
Apes, no exista manera de
regresar al lugar que ahora
qué se insiste en ver el fin? Corrijo. ¿Por qué hay tanto tenemos; una narración que
cuente la existencia del
interés en dar una mirada al mundo después del orbe con cualquier especie
por encima del hombre.
Una ficción que cuente otro
mundo? En toda película que puedo evocar hay una modo de habitar la Tierra.

espera por la regeneración —no importa cuán mínima sea, al final, al

menos dos personas permanecen de pie. Debe existir, estoy seguro,

alguna película en que nada sobreviva de la humanidad pero, también lo

sé de cierto, su porcentaje frente a las cintas en que permanece la

esperanza debe ser ínfimo. La devastación humana en la representación

fílmica siempre alberga alguna simiente. Como sí, víctimas del ensalmo

que se lee en los versículos del evangelio bíblico, se guardara alguna

esperanza por la salvación.


Ensayo dos suposiciones sobre la gestación del cine apocalíptico.

a
El deseo de que el mundo, por fin, termine. Acaso porque la alteración

del clima, la banalización del horror, la indiferencia frente a un

decapitado, o la peste, la guerra, el hambre y la muerte, son eventos

palmarios, desde hace tiempo, pero seguimos aquí: no nos terminamos

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de extinguir. Ante las señales se aguarda el fin, pero no de la civilización

como tal, sino del caos: la espera no es porque termine el mundo sino

porque una catástrofe arrase con casi toda la humanidad. Se quiere un

comienzo nuevo para la especie y se piensa, al tiempo, que la especie se

divide en seres nocivos o seres inocuos —como si no todos fuésemos

partícipes del mundo tal cual es— y que sólo es necesario, para

restaurar el orden, eliminar a la parte “mala”: no es otra cosa que la

lógica de la conquista y las guerras, establecer al enemigo y luego

eliminarlo.
Con todo y el matiz bélico, este pensamiento tiene reminiscencias

bíblicas, esta vez al arca de Noé. Por eso no es gratuito que se proyecte,

hoy en día, una nueva versión de la devastación total de la raza por

mano divina en una película —Noah. O que existan visiones distintas,

metonimias casi, de la misma idea en el cine o en la literatura; I am

Legend o Mecanoscrito del Segundo Origen —ambos BestSellers

llevados luego a la gran pantalla— platean que, luego del desastre

completo, existirá esperanza por la supervivencia humana o, más bien,

por la regeneración. Quizá se recurre a la fantasía menos probable

porque no se alcanza a ver de qué modo sí podría terminar el caos.


Si el siglo pasado fue, verdaderamente, el más cruentos de toda la

existencia humana, se presiente la inminencia de la destrucción total: el

Holocausto, los genocidios y los desastres nucleares. Si no lo fue,

entonces resulta necesario mirar los ciclos de la destrucción y asumir

que hay épocas más violentas que otras, mareas altas y bajas, eras

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como la Inquisición o las conquistas de otros continentes con su sucesivo

periodo de paz. Supongo que no es fácil aceptar que la historia del

hombre es la historia de la violencia y la guerra tanto como de las

maravillas del arte y las sociedades pacíficas que han habitado el

planeta.

b
Eventos como las guerras mundiales han provocado

Una cinta en que no haya interpretaciones sobre la decadencia de la humanidad;


sino desolacioó n humana, la
Tierra sin el hombre. éstas han implicado que la imagen del desastre global
Aunque parezca complejo
imaginar la vida sin la nos asedie desde el siglo XX hasta el día de hoy. Pero
existencia de nuestra
especie, proyectada hacia ¿qué de peculiar tuvieron estos desastres bélicos
el futuro, o se antoje
sinsentido para nosotros
cuando la historia humana muestra tantos genocidios y
imaginar la vida del
planeta en el ocaso
humano. persecuciones, tantos imperios que colonizan y/o

eliminan otras culturas?, ¿el enfrentamiento entre potencias del mundo?,

¿las posibilidades tecnológicas inéditas hasta el estallido de la bomba

atómica?, ¿la persecución estratégica de recursos? Quizá todavía están

tan cerca que no es posible analizarlas con suficiente distancia histórica.


De cualquier forma, las guerras del mundo —exageración para las

guerras intercontinentales— trajeron consigo a tres de los cuatro jinetes.

Quizá por la proximidad de los hechos con las imágenes proféticas,

Vicente Blasco Ibáñez fue uno de los primeros en cristalizar la imagen

del fin del mundo asociada a la primera guerra mundial con su novela

Los cuatro jinetes del Apocalipsis —luego llevada al cine en dos

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ocasiones, la primera ambientada en la primera, la posterior con el

escenario de la segunda.
Da la impresión de que luego del fin de la primera guerra mundial

tuvieron auge las distopías en la literatura y, posteriormente, surgieron

versiones cinematográficas (aunque antes, The Hiron Heel [1907] de

Jack London ya tenía trazas de este género). Como si fueran una

respuesta de desesperanza frente a los conflictos armados más

devastadores del siglo pasado.


Sin duda, desde la obra de Tomás Moro, Utopía (1516), se han

creado universos de su negativo —aunque no haya sido sino hasta el

siglo XIX que se creara el término como tal, de la mano de Jeremy

Bentham y John Stuart Mill. Pero es palmario el interés contemporáneo

por contemplar las imágenes de la destrucción. Quizá porque al verlas

nos convertimos, por unas horas, en supervivientes que no sufren los

embates del fin y, de cualquier modo, permanecemos —lo mejor de

ambos mundos: ver la extinción sin padecerla. O acaso porque hemos

sentido cerca, verdaderamente, el fin y se ha hecho necesario entender

de qué modo podríamos sobrevivir —el ejemplo por antonomasia es el

cuantioso grupo de gente que actualmente se prepara para un

apocalipsis zombi y consigue víveres, armas de todo tipo y lo necesario

para el holocausto de los muertos vivientes.

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La publicación en 1922 de Yevgueni Zamiatin, Мы (Nosotros) fue

detonante e impulsor —reconocido o no— de otros escenarios literarios

de la distopía (Brave New World [1932] de Aldous Huxley, Nineteen-

eighty four [1949] de George Orwell, Farenheit 451 [1953] de Ray

Bradbury —llevadas luego a la pantalla

cinematográfica); escenarios de una utopía al revés,


Pienso en una pelíócula que
narre la venida de los
cada historia se ambienta en un mundo luego de la
cabalgantes de la muerte,
los contemporaó neos o los
civilización pero en un panorama desolado, lúgubre. claó sicos, pero que su
mensaje de extincioó n se
Resalta que se elijan estos temas para ver en la cumpla: una historia sin
heó roes o redentores, soó lo
pantalla del cine las imágenes del horror imaginario. la narrativa de un mundo
que sobrevive a nuestra
Quizá porque en el pacto de ficción se asumen que no desaparicioó n. Un relato
que muestre la derrota
son verdaderas. inapelable de los intentos
por la supervivencia. Una
Imaginar el peor de los escenarios para re-
pelíócula como Melacholia
donde se muestre la
significar la decadencia del presente o suponer que pequenñ ez humana frente a
la contingencia uó ltima, la
nuestra vida no es tan mala como podría ser. circunstancia de nuestra
aniquilacioó n. Una historia
Mecanismo de la negación del padecer propio, como que no cuente con heó roes
que previenen, a un
cuando los padres hablan de los niños que no tienen segundo del desastre,
nuestra muerte. Una cinta
nada qué comer para intentar, fútilmente, calmar la que materialice la angustia
elemental de la especie y
muestre lo inuó til de sus
frustración y el dolor que siente un infante cuando no
logros y avances
cientíóficos. Una pelíócula
le compran un juguete que desea. Fútil porque nadie como Melancholia pero
despueó s del final, luego de
sufre, en la carne, de lo que no carece. Sólo es posible la resignacioó n frente a la
muerte. Una historia del
la empatía o la compasión pero eso no elimina el mundo sin la raza humana.

malestar propio.

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O proyectar las distopías para prevenir el estallido incontrolable de

la miseria, es decir, una suerte de crítica al presente pero en imágenes

desbordadas o grotescas, como si se intentara dar un mensaje profético

a la vida contemporánea para evitar llegar a ese punto de caos. Se

asume, al mismo tiempo, que no es la realidad presente y que, por todos

los medios, habría que evitarla. Parece que en el negativo de las utopías

se ve el sitio hacia el que no se quiere ir. Aunque se trace el camino

hacia ese sitio, ver las imágenes que no se desean funciona como una

manera de esperar que no se concreten. Compartir estas visiones sirve,

de alguna forma, para conjurar los demonios: proyectarlos para

confirmar su irrealidad.

ESPERAR
Es posible imaginar la peor de las circunstancias pero vivos. Como si la

vida humana fuese indispensable para el planeta: se dice que el mundo

no nos necesita pero hay una creencia férrea para pensar que somos

indispensables. Parece que el fin no llega, ni siquiera en la fantasía. La

literatura o el cine —quizá uno luego del otro— podrían ser un espacio

para proyectar las irrealidades que el hombre no presenciará luego de su

extinción. Ya no un sitio para pensar las formas más avanzadas de la

tecnología o el espacio al fin conquistado. Un nuevo género que narre la

vida sin el hombre. Huele a muerte lenta nuestra raza pero no se

extingue, todavía. Así es como acaba el mundo. / Así es como acaba el

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mundo. / Así es como acaba el mundo. / No con una explosión sino con

un quejido. Probablemente el mundo terminó y no nos dimos cuenta. O

quizá somos, como especie, un caracol que se arrastra por el filo de una

navaja, sin morir. Todavía no. Todavía.

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