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Juan Pascoe

UNIV!:RSLDAD VERACR', :ZANA

vreror A. A rredonda La Mona


Rector

Raúl Arias LfWillo


Secretar io Ac.,·l 'r.¡.ico

E/1m Áluarez W/n;


Secretario de Adm inistració n y FilW\ 2.:l.S

Josl Luis Rivm Vllez


Director General Editorial

FlCcrÚN
Universidad Veracruzana
Juan Pascoe

UNIV!:RSLDAD VERACR', :ZANA

vreror A. A rredonda La Mona


Rector

Raúl Arias LfWillo


Secretar io Ac.,·l 'r.¡.ico

E/1m Áluarez W/n;


Secretario de Adm inistració n y FilW\ 2.:l.S

Josl Luis Rivm Vllez


Director General Editorial

FlCcrÚN
Universidad Veracruzana
-,

A
Diseño de portada: Luda Gómez Ben cr, a partir de: un grabado en linóleo de
An emia Rod ríguez. YOLAN D A H IDALGO C O NTR ER AS ,

Disefio de interior es: Juan PasC<JC. dondequiera que se encuentr e.

M1;\ .)711. 7. V ~ 7
P37 Pascoe, Juan
L, Mona : JUJn P3>Co<. •• 2>.. cd, - Xalapa, Ver.. México:
Universidad Vcracruzana, 2003.
111, p. : 23 cm, - (Ficció n)

ISBN: %8·!l3~ ·(Í19·5

1. Hidalgo. Arcadio, 1893·19R4. 2. Grupo Mono Blanco. 3.


Música folklnriu - Región de L-u Selva> (Verscrua) . Historia y cr(cica.
1, Universidad Veracruzana, 11. t.

DllUV 2003/20 e.o.o. 78 1.62687262

Prim era edición: Taller M art ín Pescad or/


Santa Rosa. 200 ,
Segun da ed ició n: Uni versidad Veracruzana,
agosto del 2003

© Universidad Veracruza na
Dirección Editorial
Aparrado postal 97
x;' lapa, Ver., 91000, M6ciC<J

ISBN : 968 -834·619-5


i

Arcadio Hidal go Cruz


o e o ames de su intempestiva muerte, a principios de los años 70,
9
E José Raúl Hellrner, el precursor de los etnomusicólogos mexicanos,
dejó en manos de Antonio Garda de León, un joven jarocho, jaranero
y estud iante de antropologla y lingüfstica, una jarana tercera antigua que
habla comprado en el mercado de chácharas de La Lagunilla en México.
Hellrner dejó dicho que una tÚ dos: o el instrumento se lo quedara él
[Garda de León] o su maestro y compañero, amigo de ambos , el trovador
jarocho Arcadio Hidalgo Cruz. Al parecer, Hidalgo (una figura ya más o
menos célebre en ciertos círculos etnológicos y político-musicales de la
ciudad de México, gracias a su campante voz y su notable presencia poé-
tica en el disco Sones de ltéraCTUz, de la serie "Música Tradicional de
México" del Instituto Nacional de Antropología e Historia) no era dueño
entonces de jarana alguna - por lo menos de ninguna jarana "digna"- y
Carda de León le dio aquélla.
Ejido de Tacoteno, Minatirlán, Veracruz
circa 1968.
Foeografla de Rafael Donfs II
Yo SUPE de Antonio Carda de León en el afio de 1975. por medio de
Adrián Nieto. el "mexicólogo" del grupo Los Folkloristas: él era el maes-
tro que yo habla encontrado para enseñarme a tocar el violín:
-En el campo mexicano encontrarás miles de modos de agarrar la
vara; en realidad, no importa mucho cómo ; as! comienza El querrt'que...
A ese taller de música mexicana asistían 105 integrantes del grupo de
Pepe Frank. Todos ellos (una parvada de muchachas afectas a la música y
él) tocaban unos instrumentos de cuerda alargados, antiguos, extraños.
"Son jaranas jarochas". dijeron.
También asistía un muchacho citadino y rubio, sin grupo, Francisco
Garda Ranz, que punteaba un brioso requinto jarocho con acelerada
exactitud.
Evidentemente, yo habla llegado tarde a un género que era de todos
conocido y apreciado.
Sabia del son jarocho lo que se escuchaba en el disco del Ballet Folkló-
rico de México, o como música de fondo en algunos anuncios radiofóni-
cos, o como música de charola en un gran restaurante en T lalpan. De las
músicas regionales que comenzaba a identificar, ésta era la que menos me
-,

A
Diseño de portada: Luda Gómez Ben cr, a partir de: un grabado en linóleo de
An emia Rod ríguez. YOLAN D A H IDALGO C O NTR ER AS ,

Disefio de interior es: Juan PasC<JC. dondequiera que se encuentr e.

M1;\ .)711. 7. V ~ 7
P37 Pascoe, Juan
L, Mona : JUJn P3>Co<. •• 2>.. cd, - Xalapa, Ver.. México:
Universidad Vcracruzana, 2003.
111, p. : 23 cm, - (Ficció n)

ISBN: %8·!l3~ ·(Í19·5

1. Hidalgo. Arcadio, 1893·19R4. 2. Grupo Mono Blanco. 3.


Música folklnriu - Región de L-u Selva> (Verscrua) . Historia y cr(cica.
1, Universidad Veracruzana, 11. t.

DllUV 2003/20 e.o.o. 78 1.62687262

Prim era edición: Taller M art ín Pescad or/


Santa Rosa. 200 ,
Segun da ed ició n: Uni versidad Veracruzana,
agosto del 2003

© Universidad Veracruza na
Dirección Editorial
Aparrado postal 97
x;' lapa, Ver., 91000, M6ciC<J

ISBN : 968 -834·619-5


i

Arcadio Hidal go Cruz


o e o ames de su intempestiva muerte, a principios de los años 70,
9
E José Raúl Hellrner, el precursor de los etnomusicólogos mexicanos,
dejó en manos de Antonio Garda de León, un joven jarocho, jaranero
y estud iante de antropologla y lingüfstica, una jarana tercera antigua que
habla comprado en el mercado de chácharas de La Lagunilla en México.
Hellrner dejó dicho que una tÚ dos: o el instrumento se lo quedara él
[Garda de León] o su maestro y compañero, amigo de ambos , el trovador
jarocho Arcadio Hidalgo Cruz. Al parecer, Hidalgo (una figura ya más o
menos célebre en ciertos círculos etnológicos y político-musicales de la
ciudad de México, gracias a su campante voz y su notable presencia poé-
tica en el disco Sones de ltéraCTUz, de la serie "Música Tradicional de
México" del Instituto Nacional de Antropología e Historia) no era dueño
entonces de jarana alguna - por lo menos de ninguna jarana "digna"- y
Carda de León le dio aquélla.
Ejido de Tacoteno, Minatirlán, Veracruz
circa 1968.
Foeografla de Rafael Donfs II
Yo SUPE de Antonio Carda de León en el afio de 1975. por medio de
Adrián Nieto. el "mexicólogo" del grupo Los Folkloristas: él era el maes-
tro que yo habla encontrado para enseñarme a tocar el violín:
-En el campo mexicano encontrarás miles de modos de agarrar la
vara; en realidad, no importa mucho cómo ; as! comienza El querrt'que...
A ese taller de música mexicana asistían 105 integrantes del grupo de
Pepe Frank. Todos ellos (una parvada de muchachas afectas a la música y
él) tocaban unos instrumentos de cuerda alargados, antiguos, extraños.
"Son jaranas jarochas". dijeron.
También asistía un muchacho citadino y rubio, sin grupo, Francisco
Garda Ranz, que punteaba un brioso requinto jarocho con acelerada
exactitud.
Evidentemente, yo habla llegado tarde a un género que era de todos
conocido y apreciado.
Sabia del son jarocho lo que se escuchaba en el disco del Ballet Folkló-
rico de México, o como música de fondo en algunos anuncios radiofóni-
cos, o como música de charola en un gran restaurante en T lalpan. De las
músicas regionales que comenzaba a identificar, ésta era la que menos me
12 13
C3.fpara que se les escuchara, Todo esto me parec ía un error.
Al instante -esa tarde en Tepepan-s- admiré a Los Musiqueros más Irl
que a cualquier otro grupo. Empecé a frecuentarlos. Dejé de ir al taller GUILLERMO Contreras, los Moreno y yo formamos el Grupo Tejón. el
de Adrián Nieto y, cuando me era posible. acudía a los ensayos en Tepepan único en ese entonces (me refiero a los grupos citadinos que operaban en
(Guillermo Contreras más o menos me acepté como alumno de violln) . torno a peñas y festivales) dedicado sólo al estudio, la preservación y la
En una de aquellas "huastecadas" dominicales me presentaron a una joven difusión de la música tradicional mexicana. Ensayábamos en la casa de la fami-
muchacha jarocha y arpista, Adriana Cao Romero, ya su entusiasta novio lia Moreno en Tlalpan. Para poder acudir a ese lugar dos noches a la se-
guapachoso, Gabriel. En otra, me presentaron a una pareja joven con su mana, tuve que hacerme de un vehículo, y Arturo Moreno me ayudó en
hijo pequeño: Antonio C.arda de León, Liza Rurnazo, su compañera, y el la compra de una reliquia de Estado: un Jeep 1959. azul, jubilado del Ins-
hijo de ambo s. Pedro Arcadio. tituto Mexicano del Seguro Social. Era mi primer carro y era mi orgullo.
Antonio Garda de León no era músico de escenario: no tocaba en nin- Viajaba entre Mixcoac y Tlalpan -vla San Ángel, porque le tenía miedo
gún grupo, no se subía a la tarima a mostrar nada (aunque luego vi que sI al Periférico-e- dos veces por semana, mi violín (uno de los tantos instru-
sabía zapatear) ; daba la impresión de ser un observador tfmido. Me acuer - mentos que nos había dejado mi abuela paterna) aliado. para seguir apren-
do de él sentado entre el público dominguero. escuchando a los demás diendo piezas de música tradicional.
músicos, con su niño sobre las piernas. Y me acuerdo de él, en la sala de El ambiente de la casa de los Moreno era mexicano: un maguey monu-
H écror Ugalde , mientras tocaba una jarana jarocha; llenaba ese breve es- mental en el patio, paisajes al óleo del valle de Anáhua c en las paredes, arte
pacio con la compleja música de El Coco. son que yo ya habla escuchado popular por todos los rincones, grandes tomos sobre el arte mural, los có-
en alguna peña: una de esas piezas pegajosas, medio chistosas en la que el dices. la arqueología, la arquitectura novohispana, las crónicas de los con-
estribillo puede aprovecharse para hacer que el público se sienta partícipe, quistadores y de los venerables virtuosos varones de las órdenes religiosas
cantando en coro: un truco que yo detestaba. Aquella tarde yo aprendí que en los generosos, finos libreros; e instrumentos musicales autóctonos por
E1 Coco también era un son fuertemente españolado, que trataba asuntos doquier. Parecía ser la casa de un pintor, y lo era: el padre de ambos (que
de las travesías marinas. Garda de León hablaba de la manera más natural vivía en otra parte) era Nicolás Moreno; Alejandro también pintaba inge-
de los "fandangos", las "parrandas jarochas", "don Arcadio", las andanzas niosos y enormes paisajes del valle de México. En un cuartito aliado del
musicales de ambos, de personajes de las leyendas orales de los indígenas gran estudio, Arturo Moreno trabajaba los instrumentos: ahí se arreglaban
de la costa del Golfo. También dejaba en claro el hecho de que había sido y se hadan huapangueras y jaranas huastecas , arpas, guitarras de golpe,
militante y que era sobreviviente (y ahora continuador) del movimiento guitarras panzonas. vihuelas, guirarrones, bajos quintos, bajos sextos, jara-
social que "culminara" el 2 de octubre de 1968 en Tlarelolco, Era, por lo nas y guitarras jarochas. Yo compuse una guitarra de conchero con caja de
visto, un hombre nacido y criado en el mundo primirivo y milenario pe- caparazón de armadillo comprado en un mercado de chácharas, aprendí a
ro también era ultraeducado y moderno de una manera comprometida, colocar los puntales de los violines y a cambiar las cerdas de las varas, lijé
provechosa y sorpresiva. y barnicé toda clase de instrumento.
No me acuerdo de que en algún momento me hayan dirigido la pala- Tocábamos música constantemente: sones. "gustos", polkas, corridos.
bra. Yo nomás estaba presenk -un tipo. probablemente extranjero-s- es- danzas. Hacíamos viajes fuera de la ciudad para grabar a los músicos nati-
cuchando, tratando de no llamar la atención . vos de todos estos géneros. para buscar instrumentos, o para enclaustrar-
nos en cualquier casa de campo o baln eario con el fin de tOCH música "sin
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C3.fpara que se les escuchara, Todo esto me parec ía un error.
Al instante -esa tarde en Tepepan-s- admiré a Los Musiqueros más Irl
que a cualquier otro grupo. Empecé a frecuentarlos. Dejé de ir al taller GUILLERMO Contreras, los Moreno y yo formamos el Grupo Tejón. el
de Adrián Nieto y, cuando me era posible. acudía a los ensayos en Tepepan único en ese entonces (me refiero a los grupos citadinos que operaban en
(Guillermo Contreras más o menos me acepté como alumno de violln) . torno a peñas y festivales) dedicado sólo al estudio, la preservación y la
En una de aquellas "huastecadas" dominicales me presentaron a una joven difusión de la música tradicional mexicana. Ensayábamos en la casa de la fami-
muchacha jarocha y arpista, Adriana Cao Romero, ya su entusiasta novio lia Moreno en Tlalpan. Para poder acudir a ese lugar dos noches a la se-
guapachoso, Gabriel. En otra, me presentaron a una pareja joven con su mana, tuve que hacerme de un vehículo, y Arturo Moreno me ayudó en
hijo pequeño: Antonio C.arda de León, Liza Rurnazo, su compañera, y el la compra de una reliquia de Estado: un Jeep 1959. azul, jubilado del Ins-
hijo de ambo s. Pedro Arcadio. tituto Mexicano del Seguro Social. Era mi primer carro y era mi orgullo.
Antonio Garda de León no era músico de escenario: no tocaba en nin- Viajaba entre Mixcoac y Tlalpan -vla San Ángel, porque le tenía miedo
gún grupo, no se subía a la tarima a mostrar nada (aunque luego vi que sI al Periférico-e- dos veces por semana, mi violín (uno de los tantos instru-
sabía zapatear) ; daba la impresión de ser un observador tfmido. Me acuer - mentos que nos había dejado mi abuela paterna) aliado. para seguir apren-
do de él sentado entre el público dominguero. escuchando a los demás diendo piezas de música tradicional.
músicos, con su niño sobre las piernas. Y me acuerdo de él, en la sala de El ambiente de la casa de los Moreno era mexicano: un maguey monu-
H écror Ugalde , mientras tocaba una jarana jarocha; llenaba ese breve es- mental en el patio, paisajes al óleo del valle de Anáhua c en las paredes, arte
pacio con la compleja música de El Coco. son que yo ya habla escuchado popular por todos los rincones, grandes tomos sobre el arte mural, los có-
en alguna peña: una de esas piezas pegajosas, medio chistosas en la que el dices. la arqueología, la arquitectura novohispana, las crónicas de los con-
estribillo puede aprovecharse para hacer que el público se sienta partícipe, quistadores y de los venerables virtuosos varones de las órdenes religiosas
cantando en coro: un truco que yo detestaba. Aquella tarde yo aprendí que en los generosos, finos libreros; e instrumentos musicales autóctonos por
E1 Coco también era un son fuertemente españolado, que trataba asuntos doquier. Parecía ser la casa de un pintor, y lo era: el padre de ambos (que
de las travesías marinas. Garda de León hablaba de la manera más natural vivía en otra parte) era Nicolás Moreno; Alejandro también pintaba inge-
de los "fandangos", las "parrandas jarochas", "don Arcadio", las andanzas niosos y enormes paisajes del valle de México. En un cuartito aliado del
musicales de ambos, de personajes de las leyendas orales de los indígenas gran estudio, Arturo Moreno trabajaba los instrumentos: ahí se arreglaban
de la costa del Golfo. También dejaba en claro el hecho de que había sido y se hadan huapangueras y jaranas huastecas , arpas, guitarras de golpe,
militante y que era sobreviviente (y ahora continuador) del movimiento guitarras panzonas. vihuelas, guirarrones, bajos quintos, bajos sextos, jara-
social que "culminara" el 2 de octubre de 1968 en Tlarelolco, Era, por lo nas y guitarras jarochas. Yo compuse una guitarra de conchero con caja de
visto, un hombre nacido y criado en el mundo primirivo y milenario pe- caparazón de armadillo comprado en un mercado de chácharas, aprendí a
ro también era ultraeducado y moderno de una manera comprometida, colocar los puntales de los violines y a cambiar las cerdas de las varas, lijé
provechosa y sorpresiva. y barnicé toda clase de instrumento.
No me acuerdo de que en algún momento me hayan dirigido la pala- Tocábamos música constantemente: sones. "gustos", polkas, corridos.
bra. Yo nomás estaba presenk -un tipo. probablemente extranjero-s- es- danzas. Hacíamos viajes fuera de la ciudad para grabar a los músicos nati-
cuchando, tratando de no llamar la atención . vos de todos estos géneros. para buscar instrumentos, o para enclaustrar-
nos en cualquier casa de campo o baln eario con el fin de tOCH música "sin
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molestias". 1{adamas presentaciones formales. de vez en cuando pagadas, Todavía existe la [aranica que compc6 ese día. t.sta info rma en su eti-
en cuanto foro fuera posible: en la Peña Tecuicanime (el eje de un sonado queta manuscrita: "j, guillermo conrreras, / méxico d. f. 1974 / mosquito
movimiento musical), en reuniones sindicales, en escuelas. en el teatro al tipo Tuxrlas, Ver." Creo que aquel fue el primer instrumento hecho por
aire libre de la Casa del Lago en Chapulrepec, en fiestas particulares, en las Guillermo Contreras.
presentaciones de los libros. por mí impresos, que empezaba a Lanzar. Gilberto Gutiérrez volvió unos días después, a la hora de la comida, y
Mientras mis alumnos del Anglo completaban el examen o escribían trajo consigo. para compartir con nosotros, un pollo rostizado relleno de ja-
su cuento. yo me la pasaba "diseñando" los conciertos. Quiero decir. re- món, camarones y quién sabe qué más. Por lo visto, este tipo gozaba de la
solviendo La sucesión de las piezas: por qué comenzar con ésta, la dinámi- buena comida. La siguiente noche volvió con un jamón serrano y una bote-
ca de la que seguí a, lo que se podí a decir acerca de la tercera, con cuál lla de tequila, y en compañia de su hermano José Ángel Guti érrez Vázquez
habrta que terminar. M is compañeros, acostumbrados a improvisar las es- (eran medios hermanos) . José Ángel era arra joven que hablaba con acento
tructuras de sus presentaciones, observaban con indulgencia la aplicación jarocho, sólo que era güero, de pelo ondulado. un poco mayor de edad, can
de recursos propios de un aspirante a "hacedor de Libros" a su otrora sencilla españolado el uno como amestizado el otro. José Ángel era habilidoso con
actividad. Pero mis modelos surtían efecto: la música era buena y los con- la guitarra sexta y ambos cantab an boleros y música ranchera a dúo. Pasa-
cienos también. mos media noche tocando música, comiendo jamón, bebiendo tequila, y yo
En la primavera de 1977 , debido a algún prob lema domé stico. Guiller- no tuve que provocar nada para comenzar a escuchar una cascada de an éc-
mo Conrrcras pasó a vivir en mi casa en Mixcoac, con todo y, probable- doras acerca de sus vidas: los lugares en que habían vivido en común (el ran-
mente. la mayor colección de instrumentos musicales mexicanos. Los en- cho ganadero del padre de ambos) y por separado (las casas en Tlacotalpan
sayos del Grupo Tejón ya se efectuaban ahí. Mi nueva vida iba cobrando y Xalapa en el caso de José Ángel, y la vida a la deriva de Gilberro: en la ca-
forma: yo enseñaba inglés en la modalidad británica: "a jolly good blo- sa de su abuela, en la de su abuelo, vacaciones con su madre en Boca de San
ke"en lugar de "a cool dude" (atend ía cuatro o cinco grupos cada semes- Miguel. su educación primaria en Tlacotalpan con la familia de José Ángel).
tre), trabajaba constantemente en la imprenta, a veces con la ayuda de los Hablaban constantemente de su poderoso y difícil padre, ranchero, guitarre-
autores de la plaquette que se producía en ese momento, aprend ía y toca- ro y cantador de boleros: las promesas del acaudalado futuro que le espera-
ba música. ba a José Ángel (a pesar de haber roro, en algún impetuoso descuido juve-
Un mediodía 01 que Guillermo hablaba por teléfono con una persona nil, la guitarra favorita del padre); los treinta pesos de morralla que el señor
que queda conseguir un mosquito jarocho (una de las jaranas más rascó del fondo de sus bolsillos para dárselos a Gilberto cuando, después de
pequeñas). Cuando son6 el timbre la siguiente tarde, el Grupo Tejón esta- tenerlo en el rancho más como mozo que como hijo, descargando en él frus-
ba ahí en pleno, ensayando en el jardín. Abrí la puerta y me encontré -con traciones familiares a punta de azotes y quejándose de su casi permanente
un joven alto y moreno cuyos ojos negros brillaron al escuchar la música "distracción" (al parecer, era un niño no enteramente concentrado en el pre-
y ver la compañía ahí reunida. Era calmado, amistoso y simpático; habla- sente). pero sin mandarlo a la secundaria, éste se resolvió partir hacia Méxi-
ba con un acento costeño: se llamaba Gilberto Gutiérrez Silva. No nos lo co en compañía de un tío de su familia materna. Y hablaban de su familia
dijo entonces, pero trabajaba en la tienda Blanco de la avenida de Marina nredada: los trece hermanos y hermanas, "enteros" y medios, de José Án-
Nacional, cerca del edificio de Pernex, donde se desempeñaba como ven- gel; los veinticuarro hermanos y hermanas de Gilberro: los abuelos, las abue-
dedor de telas, y había tomado un taxi aprovechando su hora de comer pa- las, los tíos, las tías, los primos, las primas.
ra hacerse de su añorado mosquito. A partir de entonces, tomaron al Grupo Tejón por asalto: frecuentaban
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molestias". 1{adamas presentaciones formales. de vez en cuando pagadas, Todavía existe la [aranica que compc6 ese día. t.sta info rma en su eti-
en cuanto foro fuera posible: en la Peña Tecuicanime (el eje de un sonado queta manuscrita: "j, guillermo conrreras, / méxico d. f. 1974 / mosquito
movimiento musical), en reuniones sindicales, en escuelas. en el teatro al tipo Tuxrlas, Ver." Creo que aquel fue el primer instrumento hecho por
aire libre de la Casa del Lago en Chapulrepec, en fiestas particulares, en las Guillermo Contreras.
presentaciones de los libros. por mí impresos, que empezaba a Lanzar. Gilberto Gutiérrez volvió unos días después, a la hora de la comida, y
Mientras mis alumnos del Anglo completaban el examen o escribían trajo consigo. para compartir con nosotros, un pollo rostizado relleno de ja-
su cuento. yo me la pasaba "diseñando" los conciertos. Quiero decir. re- món, camarones y quién sabe qué más. Por lo visto, este tipo gozaba de la
solviendo La sucesión de las piezas: por qué comenzar con ésta, la dinámi- buena comida. La siguiente noche volvió con un jamón serrano y una bote-
ca de la que seguí a, lo que se podí a decir acerca de la tercera, con cuál lla de tequila, y en compañia de su hermano José Ángel Guti érrez Vázquez
habrta que terminar. M is compañeros, acostumbrados a improvisar las es- (eran medios hermanos) . José Ángel era arra joven que hablaba con acento
tructuras de sus presentaciones, observaban con indulgencia la aplicación jarocho, sólo que era güero, de pelo ondulado. un poco mayor de edad, can
de recursos propios de un aspirante a "hacedor de Libros" a su otrora sencilla españolado el uno como amestizado el otro. José Ángel era habilidoso con
actividad. Pero mis modelos surtían efecto: la música era buena y los con- la guitarra sexta y ambos cantab an boleros y música ranchera a dúo. Pasa-
cienos también. mos media noche tocando música, comiendo jamón, bebiendo tequila, y yo
En la primavera de 1977 , debido a algún prob lema domé stico. Guiller- no tuve que provocar nada para comenzar a escuchar una cascada de an éc-
mo Conrrcras pasó a vivir en mi casa en Mixcoac, con todo y, probable- doras acerca de sus vidas: los lugares en que habían vivido en común (el ran-
mente. la mayor colección de instrumentos musicales mexicanos. Los en- cho ganadero del padre de ambos) y por separado (las casas en Tlacotalpan
sayos del Grupo Tejón ya se efectuaban ahí. Mi nueva vida iba cobrando y Xalapa en el caso de José Ángel, y la vida a la deriva de Gilberro: en la ca-
forma: yo enseñaba inglés en la modalidad británica: "a jolly good blo- sa de su abuela, en la de su abuelo, vacaciones con su madre en Boca de San
ke"en lugar de "a cool dude" (atend ía cuatro o cinco grupos cada semes- Miguel. su educación primaria en Tlacotalpan con la familia de José Ángel).
tre), trabajaba constantemente en la imprenta, a veces con la ayuda de los Hablaban constantemente de su poderoso y difícil padre, ranchero, guitarre-
autores de la plaquette que se producía en ese momento, aprend ía y toca- ro y cantador de boleros: las promesas del acaudalado futuro que le espera-
ba música. ba a José Ángel (a pesar de haber roro, en algún impetuoso descuido juve-
Un mediodía 01 que Guillermo hablaba por teléfono con una persona nil, la guitarra favorita del padre); los treinta pesos de morralla que el señor
que queda conseguir un mosquito jarocho (una de las jaranas más rascó del fondo de sus bolsillos para dárselos a Gilberto cuando, después de
pequeñas). Cuando son6 el timbre la siguiente tarde, el Grupo Tejón esta- tenerlo en el rancho más como mozo que como hijo, descargando en él frus-
ba ahí en pleno, ensayando en el jardín. Abrí la puerta y me encontré -con traciones familiares a punta de azotes y quejándose de su casi permanente
un joven alto y moreno cuyos ojos negros brillaron al escuchar la música "distracción" (al parecer, era un niño no enteramente concentrado en el pre-
y ver la compañía ahí reunida. Era calmado, amistoso y simpático; habla- sente). pero sin mandarlo a la secundaria, éste se resolvió partir hacia Méxi-
ba con un acento costeño: se llamaba Gilberto Gutiérrez Silva. No nos lo co en compañía de un tío de su familia materna. Y hablaban de su familia
dijo entonces, pero trabajaba en la tienda Blanco de la avenida de Marina nredada: los trece hermanos y hermanas, "enteros" y medios, de José Án-
Nacional, cerca del edificio de Pernex, donde se desempeñaba como ven- gel; los veinticuarro hermanos y hermanas de Gilberro: los abuelos, las abue-
dedor de telas, y había tomado un taxi aprovechando su hora de comer pa- las, los tíos, las tías, los primos, las primas.
ra hacerse de su añorado mosquito. A partir de entonces, tomaron al Grupo Tejón por asalto: frecuentaban
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los ensayos, acud ían ::. los con ciertos y a las fiestas posteriores, Enseguida se Para m í, en ese momento, Sanampay era un grupo despreciable: una
sabían las letras de todo cuanto cantábamos. José Angel pronto me rebasó creación de macera que nunca echó verdaderas raíces. El hecho de que
en el arpa , y Gilberro había comenzado a rasguear el mosquito y a tocar los Guillermo acepcara su aferra era un acto imperdonable de traición. Trai-
sones jarochos qu e al parece:rse sabía por herencia. El obvio talento de José ción a la independienteexcelencia del Grupo Tejón. Traición a la mús ica
Angel era relarnpaguean te: el de G ilberto, d ifícil de identificar: tocaba la gu i- nacional. Traición a nuestra amistad. No obstante mi enojo, él de todos
rarra sexta con cierra to rpeza novel. pero era persistente. Yo pensaba que modos se fue. Se llevó sus grab adoras, sus cassettes, sus instrumentos, su co-
nunca iba a ser más que un principiante permanente. Era obvio qu e le gus- nocirn iento, su agudo buen humor, su sazón al guisar, su coche. Juré nunca
raba la música ~e acompañaba p:tra cantar Rumboal mrcon notable sol- volver a formar parte de un grupo musical.
tura y estilo-e- , pero las exigenci as de las seis cuerdas lo dom inaban. He visto, hace poco , en Lerdo de Tejada, Veracruz , una fotografía "ins-
Yo estab a más que encantado con estos nuevos amigos; uno (josé Án- ranr ánea" de mi persona., tornada en ese tiem po en un puesto anexo a La
gel), oriundo del pueblo clasista y ganadero llam ado Tlacoralpan y otro Villa durante la primera visira a México de Virginia Silva, la madre de Gil-
(G ilberro) , de la aldea indígena y antiquísima llamada Tres Zapores, Estos berro: la cara de famélica depresión que muestro es un retrato fiel de lo que
do s pueblos lentamente tomaron cuerpo en mi imaginación a través de sus sentía al desmoronarse el Grupo Tejón.
anécdotas, pobladas de una multitud de personajes y situaciones, que ellos
mio¡ o men os nunca deja ron de co ntar. Lo qu e si reconocí al instante era IV
que pertenecían al mismo mundo "pr im ario" que había descrito Antonio Los H ERMANOS Gutiérrc:z. siguieron pasando sus fines de semana en la casa de
Garela de León. Mixco ac; acudíamos - siempre con los inscrumentos- a fiestas, musica-
Guillermo Contreras no encontró respuesta a su intente de que el les o literarias: cocábamos el repertorio de mi d ifunto grupo y, por supuesto,
Grupo Tejón , como agrupación musical, como proyecto ernornusicol ógico, codos los so nes jarochos que se sabían. También escuchábamos los discos
realizara una actividad de eiempo completo. Alejandro estudiaba arquirec- de música tradicio nal mexicana que se encontraban entre los cajones de
rura en la UNMi, trabajaba en el lNAH Y pintaba cuadros du rante los fines ofertas (discos bar atos de marcas desconocidas, hechos sin demora) de los

de semana.; Arturo promovía y abastecía el creciente mercado de los instru- supermercados, los discos del INAH , Y algunos sin marca , como el del co n-
mentos musicales, mexicanos y europeos; yo tenía mis clases y otro circu- junco de Antioco Ga tibay del municipio de la Huacana en Michoacán,
lo de amistades que giraban en torno a la imprenta. El Grupo Tejón era con extraordinarios estribillos medio árabes y violines medio balcánicos
divertido y no s dejaba satisfacciones, pero no generaba dinero suficiente (según n uestra intuici ón), que se vendía durante las "huastecadas" domi-
para que los instrumentos tuvieran buenas cuerdas, mucho menos para nicales en Tepepan. Tam bién escuchábamos a Bob Oylan (ellos me exiglan
mantener las vidas clasemedieras de cuatro personas ind ependientes. trad uccio nes exactas de todas las canciones), al Tefo Matamoros y a Bach.
Guillermo empezó a llegar a los ensayos y a las fiestas acompañado po r Gilberro y José Ángel querían que yo cambiara mi opinión sobre la
Guadalupe Pineda del Grupo San ampay (un grupo form ado -exceptuán- música de su cierra y qu e nos uniéramos para formar un grupo. No quería
dola a ella..:.... por músicos surarnericanos exiliados , huérfanos de supergru- hacerlo; me la pasaba a todo dar con esa vida que llevaba: música algunas
pos anteriores y desmembrados, todos ejecutantes de primer orden). Este noches de la sem ana y libros durante el día: am istades en ambos campos.
grupo consideraba de primera importancia poder tocar con autoridad al- ¿Qué necesidad de volver a vivir aquello? ¿Para qué un grupo?
gunas piezas de música tradicional mexicana; primero le pidieron asesoría
a Guillermo y luego le ofrecieron un lugar. Ya había visto que Gilberto era dado a los viajes relámpago: del trabajo se
16 17
los ensayos, acud ían ::. los con ciertos y a las fiestas posteriores, Enseguida se Para m í, en ese momento, Sanampay era un grupo despreciable: una
sabían las letras de todo cuanto cantábamos. José Angel pronto me rebasó creación de macera que nunca echó verdaderas raíces. El hecho de que
en el arpa , y Gilberro había comenzado a rasguear el mosquito y a tocar los Guillermo acepcara su aferra era un acto imperdonable de traición. Trai-
sones jarochos qu e al parece:rse sabía por herencia. El obvio talento de José ción a la independienteexcelencia del Grupo Tejón. Traición a la mús ica
Angel era relarnpaguean te: el de G ilberto, d ifícil de identificar: tocaba la gu i- nacional. Traición a nuestra amistad. No obstante mi enojo, él de todos
rarra sexta con cierra to rpeza novel. pero era persistente. Yo pensaba que modos se fue. Se llevó sus grab adoras, sus cassettes, sus instrumentos, su co-
nunca iba a ser más que un principiante permanente. Era obvio qu e le gus- nocirn iento, su agudo buen humor, su sazón al guisar, su coche. Juré nunca
raba la música ~e acompañaba p:tra cantar Rumboal mrcon notable sol- volver a formar parte de un grupo musical.
tura y estilo-e- , pero las exigenci as de las seis cuerdas lo dom inaban. He visto, hace poco , en Lerdo de Tejada, Veracruz , una fotografía "ins-
Yo estab a más que encantado con estos nuevos amigos; uno (josé Án- ranr ánea" de mi persona., tornada en ese tiem po en un puesto anexo a La
gel), oriundo del pueblo clasista y ganadero llam ado Tlacoralpan y otro Villa durante la primera visira a México de Virginia Silva, la madre de Gil-
(G ilberro) , de la aldea indígena y antiquísima llamada Tres Zapores, Estos berro: la cara de famélica depresión que muestro es un retrato fiel de lo que
do s pueblos lentamente tomaron cuerpo en mi imaginación a través de sus sentía al desmoronarse el Grupo Tejón.
anécdotas, pobladas de una multitud de personajes y situaciones, que ellos
mio¡ o men os nunca deja ron de co ntar. Lo qu e si reconocí al instante era IV
que pertenecían al mismo mundo "pr im ario" que había descrito Antonio Los H ERMANOS Gutiérrc:z. siguieron pasando sus fines de semana en la casa de
Garela de León. Mixco ac; acudíamos - siempre con los inscrumentos- a fiestas, musica-
Guillermo Contreras no encontró respuesta a su intente de que el les o literarias: cocábamos el repertorio de mi d ifunto grupo y, por supuesto,
Grupo Tejón , como agrupación musical, como proyecto ernornusicol ógico, codos los so nes jarochos que se sabían. También escuchábamos los discos
realizara una actividad de eiempo completo. Alejandro estudiaba arquirec- de música tradicio nal mexicana que se encontraban entre los cajones de
rura en la UNMi, trabajaba en el lNAH Y pintaba cuadros du rante los fines ofertas (discos bar atos de marcas desconocidas, hechos sin demora) de los

de semana.; Arturo promovía y abastecía el creciente mercado de los instru- supermercados, los discos del INAH , Y algunos sin marca , como el del co n-
mentos musicales, mexicanos y europeos; yo tenía mis clases y otro circu- junco de Antioco Ga tibay del municipio de la Huacana en Michoacán,
lo de amistades que giraban en torno a la imprenta. El Grupo Tejón era con extraordinarios estribillos medio árabes y violines medio balcánicos
divertido y no s dejaba satisfacciones, pero no generaba dinero suficiente (según n uestra intuici ón), que se vendía durante las "huastecadas" domi-
para que los instrumentos tuvieran buenas cuerdas, mucho menos para nicales en Tepepan. Tam bién escuchábamos a Bob Oylan (ellos me exiglan
mantener las vidas clasemedieras de cuatro personas ind ependientes. trad uccio nes exactas de todas las canciones), al Tefo Matamoros y a Bach.
Guillermo empezó a llegar a los ensayos y a las fiestas acompañado po r Gilberro y José Ángel querían que yo cambiara mi opinión sobre la
Guadalupe Pineda del Grupo San ampay (un grupo form ado -exceptuán- música de su cierra y qu e nos uniéramos para formar un grupo. No quería
dola a ella..:.... por músicos surarnericanos exiliados , huérfanos de supergru- hacerlo; me la pasaba a todo dar con esa vida que llevaba: música algunas
pos anteriores y desmembrados, todos ejecutantes de primer orden). Este noches de la sem ana y libros durante el día: am istades en ambos campos.
grupo consideraba de primera importancia poder tocar con autoridad al- ¿Qué necesidad de volver a vivir aquello? ¿Para qué un grupo?
gunas piezas de música tradicional mexicana; primero le pidieron asesoría
a Guillermo y luego le ofrecieron un lugar. Ya había visto que Gilberto era dado a los viajes relámpago: del trabajo se
18 19
iba directamente al ADO , amaneda en Lerdo donde almo rzaba co n su tia
Carmen , comía en Tres Zapotes co n su abuela Carmen, volvía a Lerdo , vía Observé tres asuntos: la facilida d con la cual Gilberco se "m ovía" entre el
Santiago (para saludar a su padre, don Ramón) , cenaba en casa de su ma - mundo urbano y el sitio "mes oarnericano" donde no s encontrábamos, la
dre Virginia, agarraba la co rrida nocturna y, al llegar a México, se iba di- atención que su memoria foccgr áfica prestaba a los versos (una co nc en-
rectamente al trabajo. unci ón automáti ca, tota lmente distinta a m i int erés en el ambien te gene-
En el primer puente posible, nos echamos un viaje de esos. Fuimos en ral; yo confiaba en poder estudiar las grabaciones posteriorrnente en M é-
autob ús nocturno de segun d a clase a Lerdo de Tejada (si era cierto que xico) y la probable abundancia de versos silvestres en esta campaña.
Tlacotalpan, segú n lo que me habían dicho, era un pueblo de estirpe, y
Tres Zapores uno de población mesoamericana original, pues entonces Fuimos a la casa donde finalmente nos quedamos, una enorme est ructura
Lerdo era un atareado pueblo de la clase trabajadora: ahí hab ía dos gigan- de palma con piso de mosaico, una mezcla de casa tradicional con todo lo
tesco s ingenios azucareros, San Francisco y San Pedro, y mucha población "modern o" (aunque nunca llegué a saber cómo era el baño), para dejar las
Ilotante y pobre) ; ah í conocí a un regimiento de miembros de la familia m ochilas, y luego a visitar a don Alfonso Tegoma, un indígena viejo y res-
Silva, incluyendo a Alfredo Gutiérrez Silva, "Trompo", un hermano ado- petable, que vivía co n su mujer, doña Chabela, "La Tuxteca", en una casa
lescente, simpático, dicharachero y venenoso. Después de un almuerzo de palm a con piso de tierra que m iraba hacia la calle (ninguna de las an-
ranchero (d e buen sazón) con la d a Carmen, agar ramos un autobús local has verde s calles del pueblo estaba pavimentada) , aUllque en el terreno de
lenco, destartalado y po lvoriento a Tres Zapotes. at rás se habían construido casas de "material", que contenían refrigerado-
Tras varias horas de travesía entre cañaverales, al bajarnos del camión, res, consolas, televisores y ventiladores. donde vivían sus hijos, n ietos y bis-
(yo ya buscando dónde hacer del baño) escuch amos el tañer de una jaran a. nietos . Don Alfonso tocaba el violln. Conoela a Gilberto desde niño, como
Seguimos el sonido por el pasto de un callejón tropical : en el corredor de nieto de Carmen Mulato , " M ulato", la treszapoteca abuela m atern a, una
una casita abandonada nos encontramos a un señor, medio recostado so- zandera que vivía al otro lado del río. Gilberto y don Alfonso hablaron
bre la columna de la entrada, bastante tomado, con un instrumento rustico I1n rato, apartados, y qued amos de que en la tarde volveríamos para escu-
entre los brazos: lo saludamos (se llamaba Pedro Cóyol Huasozón y vivía 1 llar música.
en Paso del Amate) y conectarnos la grabadora antigua qu e nos habían Luego fuimos a conocer a Catalina Castellanos de Cuti érrez, la abue-
prestado en Méxi co . Tocaba El siquisiri y cantó un rosario de coplas que 1.\ paterna, tanto de Jos é Án gel como de Gilberto. Entramos por la puerca
nunca habíamos escuchado: trasera de la casa, que no se apreciaba con claridad por encontrarse empo-
Un pajar illo de aqu í ir ada en una huerta húmeda, y ¡estábamos en la cocina! , un a ot rora con-
le dijo a un gorrión serrano: iderable coc ina co n su comedor (una gran estufa oxidada, desn ivelada, un
"V ám o nos para San Luis
• posarnos el verano
viejo refrigerado r ch ico , co locado sob re unos huacales jitomate ros de ma -
que en estas tierras de aq uí dera, que guardaba un solo frasco, originalmente de café instantáneo, con
los aguas [legan temprano ". leche; una mesa de aluminio y fórrnica vieja. con una sola silla, el asiento
roto; una alacena csquin cra envejecida) . Pasamos po r un tramo oscuro,
y La guacamaya, larga y distinta a la que todo el mundo cantaba, con un co nstruid o de tablones y techo de teja, un laberinto entre estantes d e rna-
jar an eo (irregular en los detalles pero exacto en lo general) a manera del .lcra, con cajas de cartón , mamones de viejas revistas amarradas, frascos,
son El borracho. unas balanzas y quién sabe qué más. Así habí a estado. en décadas an terio-
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iba directamente al ADO , amaneda en Lerdo donde almo rzaba co n su tia
Carmen , comía en Tres Zapotes co n su abuela Carmen, volvía a Lerdo , vía Observé tres asuntos: la facilida d con la cual Gilberco se "m ovía" entre el
Santiago (para saludar a su padre, don Ramón) , cenaba en casa de su ma - mundo urbano y el sitio "mes oarnericano" donde no s encontrábamos, la
dre Virginia, agarraba la co rrida nocturna y, al llegar a México, se iba di- atención que su memoria foccgr áfica prestaba a los versos (una co nc en-
rectamente al trabajo. unci ón automáti ca, tota lmente distinta a m i int erés en el ambien te gene-
En el primer puente posible, nos echamos un viaje de esos. Fuimos en ral; yo confiaba en poder estudiar las grabaciones posteriorrnente en M é-
autob ús nocturno de segun d a clase a Lerdo de Tejada (si era cierto que xico) y la probable abundancia de versos silvestres en esta campaña.
Tlacotalpan, segú n lo que me habían dicho, era un pueblo de estirpe, y
Tres Zapores uno de población mesoamericana original, pues entonces Fuimos a la casa donde finalmente nos quedamos, una enorme est ructura
Lerdo era un atareado pueblo de la clase trabajadora: ahí hab ía dos gigan- de palma con piso de mosaico, una mezcla de casa tradicional con todo lo
tesco s ingenios azucareros, San Francisco y San Pedro, y mucha población "modern o" (aunque nunca llegué a saber cómo era el baño), para dejar las
Ilotante y pobre) ; ah í conocí a un regimiento de miembros de la familia m ochilas, y luego a visitar a don Alfonso Tegoma, un indígena viejo y res-
Silva, incluyendo a Alfredo Gutiérrez Silva, "Trompo", un hermano ado- petable, que vivía co n su mujer, doña Chabela, "La Tuxteca", en una casa
lescente, simpático, dicharachero y venenoso. Después de un almuerzo de palm a con piso de tierra que m iraba hacia la calle (ninguna de las an-
ranchero (d e buen sazón) con la d a Carmen, agar ramos un autobús local has verde s calles del pueblo estaba pavimentada) , aUllque en el terreno de
lenco, destartalado y po lvoriento a Tres Zapotes. at rás se habían construido casas de "material", que contenían refrigerado-
Tras varias horas de travesía entre cañaverales, al bajarnos del camión, res, consolas, televisores y ventiladores. donde vivían sus hijos, n ietos y bis-
(yo ya buscando dónde hacer del baño) escuch amos el tañer de una jaran a. nietos . Don Alfonso tocaba el violln. Conoela a Gilberto desde niño, como
Seguimos el sonido por el pasto de un callejón tropical : en el corredor de nieto de Carmen Mulato , " M ulato", la treszapoteca abuela m atern a, una
una casita abandonada nos encontramos a un señor, medio recostado so- zandera que vivía al otro lado del río. Gilberto y don Alfonso hablaron
bre la columna de la entrada, bastante tomado, con un instrumento rustico I1n rato, apartados, y qued amos de que en la tarde volveríamos para escu-
entre los brazos: lo saludamos (se llamaba Pedro Cóyol Huasozón y vivía 1 llar música.
en Paso del Amate) y conectarnos la grabadora antigua qu e nos habían Luego fuimos a conocer a Catalina Castellanos de Cuti érrez, la abue-
prestado en Méxi co . Tocaba El siquisiri y cantó un rosario de coplas que 1.\ paterna, tanto de Jos é Án gel como de Gilberto. Entramos por la puerca
nunca habíamos escuchado: trasera de la casa, que no se apreciaba con claridad por encontrarse empo-
Un pajar illo de aqu í ir ada en una huerta húmeda, y ¡estábamos en la cocina! , un a ot rora con-
le dijo a un gorrión serrano: iderable coc ina co n su comedor (una gran estufa oxidada, desn ivelada, un
"V ám o nos para San Luis
• posarnos el verano
viejo refrigerado r ch ico , co locado sob re unos huacales jitomate ros de ma -
que en estas tierras de aq uí dera, que guardaba un solo frasco, originalmente de café instantáneo, con
los aguas [legan temprano ". leche; una mesa de aluminio y fórrnica vieja. con una sola silla, el asiento
roto; una alacena csquin cra envejecida) . Pasamos po r un tramo oscuro,
y La guacamaya, larga y distinta a la que todo el mundo cantaba, con un co nstruid o de tablones y techo de teja, un laberinto entre estantes d e rna-
jar an eo (irregular en los detalles pero exacto en lo general) a manera del .lcra, con cajas de cartón , mamones de viejas revistas amarradas, frascos,
son El borracho. unas balanzas y quién sabe qué más. Así habí a estado. en décadas an terio-
~

20 21
res, la tienda de abarrotes y la botica del pueblo. Al fin entramos al cuar- Quien te puso "Petenera"
no te supo poner nombre;
to grande de la casa original, de ladrillo. teja y piso de cemento pulido, con
mejor te hubieran puesto
un corredor enfrente. "lo. perdición de los hombres".
Doña Catalina se levantó de su mecedora para recibirnos. o más bien,
para ver quiénes éramos. Le dio a Gilbcrto un abr azo formal y a mí, la ma- l.os Gutiérrez hablan sido una de las dos familias más acaudaladas de Tres
no. Era una señora menuda. con el firme cuerpo de una mujer industrio- Zapotes durante muchas décadas (la ot ra fue la de don Isidoro Zapot),
sa, poderosa y mayor (andaba en los setenta), con una mirada de atenta Ricardo Gutiérrez Crespo, el abuelo de José Ángel y Gilberco, el marido
frialdad . Apenas nos había sen tado en una rueda de mecedoras tlaco talpe- de doña Catalina, había sido el lanchero entre Tlacoralpan y Boca de San
1I
ñas de ced ro, y apenas me hab ía hablado de los celebres señores Srirling (los Miguel (el puerro ribereño que conectara a Tres Zapares y parres de la sie-
1,1 descubridores de las cabezas colosales olmecas) que habían hecho excava- rra de los Tuxrlas con Tlacotalpan, Alvarado y Veracruz) , propierario de
ciones arqueológicas en Tres Zapotes en los años treinta y cuarenta, de los la lancha La Eloisz; que llevaba y traía mercancía y pasaje; además, era un
que se habían hecho buenos amigos. y apenas me habla preguntado si aca- próspero ganadero y comerciante. En tiempos más recientes, había traído
so conocía yo a Verónica Castro (quien cantaba una canción de otro de sus el primer tocadiscos a Tres Zapotes. Cuando Gilberco era niño y vivía con
nietos músicos), cuando se escuchó un alboroto insistente que procedía de él, la tienda y la botica habían desaparecido, pero e! Tío Taño exigía es-
la pane interior de la casa. cuchar selecciones de la impresionante colección de discos de 78 rpm que
-A ver, ¡H erm ilo! -gritó ella, Un mozo apareció de alguna parte y la fam ilia había juntado. (Nadie se fijaba en ello. pero ese niño se los
entré por la puena que daba hacia el lugar de donde venían los sonidos. aprendía enteros).
El mozo en segu ida regresó con un hombre agitado, que tendría entre La señora, originaria de Santiago Tuxtla, se había encargado de la fa-
treinta y cuarenta años, que rápidamente se echó en una de las mecedo ras milia. de la tienda y de la botica en Tres Zapares; ahora todos los hijos eran
y comenzó a mecerse con agitada energía lúdica. Gilberto me murmuró dueños de ranchos ganaderos y la mayoría de ellos eran profesionistas. A
que era su río. la sazón, don Ricardo, octogenario, vivía en la casa de la familia, de dos
Doña CHalina me dijo que era Toño , su último hijo, que de niño ha- pisos, casi completamente vacía, en Tlacoralpan, atendido por una sirvien-
bla padecido rubéola y que había quedado dañado de! cerebro. Autista. El ca joven y ranchera.
tío hizo ciertas señas con las manos y sonidos, que querían decir, me dijo -Mi marido se la pasa lamentando que ya estamos viejos, que ya nos
de nuevo Gilberto, que la madre tocara la guitarra; que la música era uno vamos a morir, que ya para qué servimos. Yo no soy así. Yo digo que aun-
de sus gusws preferidos , Doña Catalina mandó que el mozo le trajera el que Dios nos haga saber que hoy será nuestro último día en la cierra. de-
instrumento, una guitarra sexta excelente que ella afinó y tocó con gracia bemos de gozar de ese día. Él está ahí en esa casa en Tlacocalpan, codo in-
y seguridad. Cantó canciones viejas, populares y propias: feliz y abandonado; yo estoy aquí, contenta con m i vida y agradecida.
Al irnos nos persignó.
Mi bien , si yu muero
primero '1uc tú
0010 1:4 en mi tumba
En la tarde volvimos a la casa de don Alfonso, donde se efectuó un fan-
sim bólica cruz. dango casero, capitaneado por él mismo con su violín tuxteco, que hada
sonar con una vara renacentista o indígena (similar a un arco chico para
También cantó La petenertr. disparar flechas) que agarraba por la parte central y que movía. semejando
~

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res, la tienda de abarrotes y la botica del pueblo. Al fin entramos al cuar- Quien te puso "Petenera"
no te supo poner nombre;
to grande de la casa original, de ladrillo. teja y piso de cemento pulido, con
mejor te hubieran puesto
un corredor enfrente. "lo. perdición de los hombres".
Doña Catalina se levantó de su mecedora para recibirnos. o más bien,
para ver quiénes éramos. Le dio a Gilbcrto un abr azo formal y a mí, la ma- l.os Gutiérrez hablan sido una de las dos familias más acaudaladas de Tres
no. Era una señora menuda. con el firme cuerpo de una mujer industrio- Zapotes durante muchas décadas (la ot ra fue la de don Isidoro Zapot),
sa, poderosa y mayor (andaba en los setenta), con una mirada de atenta Ricardo Gutiérrez Crespo, el abuelo de José Ángel y Gilberco, el marido
frialdad . Apenas nos había sen tado en una rueda de mecedoras tlaco talpe- de doña Catalina, había sido el lanchero entre Tlacoralpan y Boca de San
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ñas de ced ro, y apenas me hab ía hablado de los celebres señores Srirling (los Miguel (el puerro ribereño que conectara a Tres Zapares y parres de la sie-
1,1 descubridores de las cabezas colosales olmecas) que habían hecho excava- rra de los Tuxrlas con Tlacotalpan, Alvarado y Veracruz) , propierario de
ciones arqueológicas en Tres Zapotes en los años treinta y cuarenta, de los la lancha La Eloisz; que llevaba y traía mercancía y pasaje; además, era un
que se habían hecho buenos amigos. y apenas me habla preguntado si aca- próspero ganadero y comerciante. En tiempos más recientes, había traído
so conocía yo a Verónica Castro (quien cantaba una canción de otro de sus el primer tocadiscos a Tres Zapotes. Cuando Gilberco era niño y vivía con
nietos músicos), cuando se escuchó un alboroto insistente que procedía de él, la tienda y la botica habían desaparecido, pero e! Tío Taño exigía es-
la pane interior de la casa. cuchar selecciones de la impresionante colección de discos de 78 rpm que
-A ver, ¡H erm ilo! -gritó ella, Un mozo apareció de alguna parte y la fam ilia había juntado. (Nadie se fijaba en ello. pero ese niño se los
entré por la puena que daba hacia el lugar de donde venían los sonidos. aprendía enteros).
El mozo en segu ida regresó con un hombre agitado, que tendría entre La señora, originaria de Santiago Tuxtla, se había encargado de la fa-
treinta y cuarenta años, que rápidamente se echó en una de las mecedo ras milia. de la tienda y de la botica en Tres Zapares; ahora todos los hijos eran
y comenzó a mecerse con agitada energía lúdica. Gilberto me murmuró dueños de ranchos ganaderos y la mayoría de ellos eran profesionistas. A
que era su río. la sazón, don Ricardo, octogenario, vivía en la casa de la familia, de dos
Doña CHalina me dijo que era Toño , su último hijo, que de niño ha- pisos, casi completamente vacía, en Tlacoralpan, atendido por una sirvien-
bla padecido rubéola y que había quedado dañado de! cerebro. Autista. El ca joven y ranchera.
tío hizo ciertas señas con las manos y sonidos, que querían decir, me dijo -Mi marido se la pasa lamentando que ya estamos viejos, que ya nos
de nuevo Gilberto, que la madre tocara la guitarra; que la música era uno vamos a morir, que ya para qué servimos. Yo no soy así. Yo digo que aun-
de sus gusws preferidos , Doña Catalina mandó que el mozo le trajera el que Dios nos haga saber que hoy será nuestro último día en la cierra. de-
instrumento, una guitarra sexta excelente que ella afinó y tocó con gracia bemos de gozar de ese día. Él está ahí en esa casa en Tlacocalpan, codo in-
y seguridad. Cantó canciones viejas, populares y propias: feliz y abandonado; yo estoy aquí, contenta con m i vida y agradecida.
Al irnos nos persignó.
Mi bien , si yu muero
primero '1uc tú
0010 1:4 en mi tumba
En la tarde volvimos a la casa de don Alfonso, donde se efectuó un fan-
sim bólica cruz. dango casero, capitaneado por él mismo con su violín tuxteco, que hada
sonar con una vara renacentista o indígena (similar a un arco chico para
También cantó La petenertr. disparar flechas) que agarraba por la parte central y que movía. semejando
22 23
el movimiento qu e se hace cuando se plancha ropa. Había dos jaraneros, sociedad rural jarocha . A pesar de la terca y constante agresiva superioridad
uno de los cuales cantaba, qu e habían aparecido al escuchar la música, y de este niño (luego comprendí qu e no era más que una llana fidelidad a la
unos nietos de don Alfonso qu e zapateaban sobre una tabla colocada en el reacción que el padre de rodas ellos, Ramón Gutiérrez Castellanos, tendría
piso de tierra, Después de un rato apareció Antonio Mulato, el último gui- hacía mí), esa casita en la loma se volvió nuesrro cuartel en Tres Zapotes
tarrero tradi cional afamado de Tres Zapotes, río abuelo de Cilberro, que por muchos años, y todos los amigos músicos, poetas, fotógrafos. cincas-
tocaba de una manera abstracta, contrapunteada y rangu eada. Los prime- [:\S, sus compañeras (o vía versa) e hijos, comieron, durmieron y se baña -

ros minutos de la grabación que le hicimos resultaron ser la únic a ocasión ron ahí. Todos apreciaron los guisos, la generosidad y la hospitalidad de
en que se captara su meneado modo de tocar, porque en breve un fulano , doña Ángela y todos hicieron medias amistades con el niño Ramón . Para
"algo (amado", que le decía "Bero" a Gilberro , entr ó a la casa con una hoji- todos era una experiencia incomparable percibir la sonoridad y la espesa
ta de naran ja entre los dedo s que soplaba para hacer una especie de músi- negrura de las noches tropi cales desde esa loma. a la mera orilla del pueblo ,
ca, y "toc ó" incansablemente duran te el resto de la carde. En la grabación lo que parecía ser la orilla entre el mundo moderno y la noche olrneca.
se escucha principalmente esa hojita "trompeteada", que, por cieno, no va La mañana siguienre fuimos a pie a Paso del Amate. caminando en
perdida. pero que tampoco es la gr.m cosa en comparación con la compleja cont ra de un sur que sop laba caliente y seco en la cara, que me puso de
música de don Alfonso en el violín y deAntonio Mularo en la guitarra, jun- muy mal humor. Es más, a medio camino volví a Tres Zapoces para po-
to con los chicos en la tabla. nerme una camisa de manga larga y un sombrero. Me tomé una cerveza
Nunca encontré un baño para hacer mis necesidades. Tres Zapores ten- en la casa de Ángela y, aún de mal humor, volví solo la hora u hora y me-
dríael asunto arreglado para su población. pero no para los visitantes. Evi- dia que toma ese trayecto a pie en esas condiciones. El primer edificio de
dentemente los "servicios" quc existí an en las casas eran esrrictamenre pa- la congregación era la rienda de Chon Cobas. Mientras me tornaba un re-
ra el uso de sus moradores: esta leyera rajante hasta en la casa de la abue- fresco y jugaba -con el despreocupado permiso de sus amab les dueños-
la, Gilberto no ofrecía una solución alternativa, y me acuerdo que me tu- con un enorme, amistoso y confiado loro real, pregunté si habían visto pa-
ve que aguantar las ganas durante todo el día hasta qu e cayó la noche y sa- sar a alguno por ahí.
lí a la pane trasera de la huerta de la casa donde nos hospedábamos. -Ah sí, ¿te refieres al muchacho de Ramón Guriérrez?- Pues sí, ha-
Caída pues la dich a noche, fuimos a cenar "picadas" a la casa de Ánge- bía ido a saludar a su ría en esas casas que se encontraban al otro lado del
la Hernández, por la calle del Museo de Antropología (¿no habría un baño camino y luego le hab ía dado por ir "en ca Utrera".
en ese lugar para los visitantes fuereños?), en la última (omita en la salida ha- Me dijeron cómo llegar ahí. Me perdí, crucé el río quién sabe cómo.
cia Paso del Amate; entonces cono cí por primera vez al hijo de ella: Ra- encontré una casa, me dirigieron más o menos hacía allá, y pronro empecé
món Gutiérrez Hernández, orco medio hermano de José Angel y Gilberro. · a escuchar la música. Ésta procedía del interior de una casa grande de pal-
t.ste era un muchachillo de unos nueve años, inteligente y precoz., habilido- miche. Entré (ahí estaba Gilberto) y conocí a Esteban Utrera. un cincuen-
so para los juegos, que admiraba la lucha libre (ten ía máscara y capa) y la tón fuerte y bien parecido que cocaba la guitarra (y ofrecía un sorbo de un
lucha de los negros en los Estados Unidos. Comenzó y continuó llamán- recién hecho torito de nanche, "para enronar"), sus dos hijos adolescentes,
dome "Gringo" y me reclamaba el mal trato que habían recibido los ne- que le acompañaban con sus jaranas en un estilo apretado, veloz, rebosan-
gros estadounidenses. No podía entender por qué sus herm anos andaban te de cambios. muy distinto a lo qu e habíamos oído el día anterior. Cono-
conmigo y resolvió que yo era un estudioso del son jarocho y que me apro- cimos a su señora, Reyna Luna, a un niño como de tres años que "jaranea-
vechaba de ellos, usándolos corno informantes y guías. para infiltrar la ba" una tablita como si fuera un mosquito, y otro chiquito. acostado en
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el movimiento qu e se hace cuando se plancha ropa. Había dos jaraneros, sociedad rural jarocha . A pesar de la terca y constante agresiva superioridad
uno de los cuales cantaba, qu e habían aparecido al escuchar la música, y de este niño (luego comprendí qu e no era más que una llana fidelidad a la
unos nietos de don Alfonso qu e zapateaban sobre una tabla colocada en el reacción que el padre de rodas ellos, Ramón Gutiérrez Castellanos, tendría
piso de tierra, Después de un rato apareció Antonio Mulato, el último gui- hacía mí), esa casita en la loma se volvió nuesrro cuartel en Tres Zapotes
tarrero tradi cional afamado de Tres Zapotes, río abuelo de Cilberro, que por muchos años, y todos los amigos músicos, poetas, fotógrafos. cincas-
tocaba de una manera abstracta, contrapunteada y rangu eada. Los prime- [:\S, sus compañeras (o vía versa) e hijos, comieron, durmieron y se baña -

ros minutos de la grabación que le hicimos resultaron ser la únic a ocasión ron ahí. Todos apreciaron los guisos, la generosidad y la hospitalidad de
en que se captara su meneado modo de tocar, porque en breve un fulano , doña Ángela y todos hicieron medias amistades con el niño Ramón . Para
"algo (amado", que le decía "Bero" a Gilberro , entr ó a la casa con una hoji- todos era una experiencia incomparable percibir la sonoridad y la espesa
ta de naran ja entre los dedo s que soplaba para hacer una especie de músi- negrura de las noches tropi cales desde esa loma. a la mera orilla del pueblo ,
ca, y "toc ó" incansablemente duran te el resto de la carde. En la grabación lo que parecía ser la orilla entre el mundo moderno y la noche olrneca.
se escucha principalmente esa hojita "trompeteada", que, por cieno, no va La mañana siguienre fuimos a pie a Paso del Amate. caminando en
perdida. pero que tampoco es la gr.m cosa en comparación con la compleja cont ra de un sur que sop laba caliente y seco en la cara, que me puso de
música de don Alfonso en el violín y deAntonio Mularo en la guitarra, jun- muy mal humor. Es más, a medio camino volví a Tres Zapoces para po-
to con los chicos en la tabla. nerme una camisa de manga larga y un sombrero. Me tomé una cerveza
Nunca encontré un baño para hacer mis necesidades. Tres Zapores ten- en la casa de Ángela y, aún de mal humor, volví solo la hora u hora y me-
dríael asunto arreglado para su población. pero no para los visitantes. Evi- dia que toma ese trayecto a pie en esas condiciones. El primer edificio de
dentemente los "servicios" quc existí an en las casas eran esrrictamenre pa- la congregación era la rienda de Chon Cobas. Mientras me tornaba un re-
ra el uso de sus moradores: esta leyera rajante hasta en la casa de la abue- fresco y jugaba -con el despreocupado permiso de sus amab les dueños-
la, Gilberto no ofrecía una solución alternativa, y me acuerdo que me tu- con un enorme, amistoso y confiado loro real, pregunté si habían visto pa-
ve que aguantar las ganas durante todo el día hasta qu e cayó la noche y sa- sar a alguno por ahí.
lí a la pane trasera de la huerta de la casa donde nos hospedábamos. -Ah sí, ¿te refieres al muchacho de Ramón Guriérrez?- Pues sí, ha-
Caída pues la dich a noche, fuimos a cenar "picadas" a la casa de Ánge- bía ido a saludar a su ría en esas casas que se encontraban al otro lado del
la Hernández, por la calle del Museo de Antropología (¿no habría un baño camino y luego le hab ía dado por ir "en ca Utrera".
en ese lugar para los visitantes fuereños?), en la última (omita en la salida ha- Me dijeron cómo llegar ahí. Me perdí, crucé el río quién sabe cómo.
cia Paso del Amate; entonces cono cí por primera vez al hijo de ella: Ra- encontré una casa, me dirigieron más o menos hacía allá, y pronro empecé
món Gutiérrez Hernández, orco medio hermano de José Angel y Gilberro. · a escuchar la música. Ésta procedía del interior de una casa grande de pal-
t.ste era un muchachillo de unos nueve años, inteligente y precoz., habilido- miche. Entré (ahí estaba Gilberto) y conocí a Esteban Utrera. un cincuen-
so para los juegos, que admiraba la lucha libre (ten ía máscara y capa) y la tón fuerte y bien parecido que cocaba la guitarra (y ofrecía un sorbo de un
lucha de los negros en los Estados Unidos. Comenzó y continuó llamán- recién hecho torito de nanche, "para enronar"), sus dos hijos adolescentes,
dome "Gringo" y me reclamaba el mal trato que habían recibido los ne- que le acompañaban con sus jaranas en un estilo apretado, veloz, rebosan-
gros estadounidenses. No podía entender por qué sus herm anos andaban te de cambios. muy distinto a lo qu e habíamos oído el día anterior. Cono-
conmigo y resolvió que yo era un estudioso del son jarocho y que me apro- cimos a su señora, Reyna Luna, a un niño como de tres años que "jaranea-
vechaba de ellos, usándolos corno informantes y guías. para infiltrar la ba" una tablita como si fuera un mosquito, y otro chiquito. acostado en
24 25
una cuna de tablas y palma retorcida que colgaba del techo movida por un Corro y que vivía en tal lugar en Lerdo de Tejada. Al volver a esa ciudad
lazo que atravesaba toda la construcción: éstos eran Camerino y Anasrasio, después de nuestro recorrido, un tío de Gilberro nos llevó a conocerlo. Era
En la tarde volvimos a Lerdo, pero vla Santiago Tuxda. Fuimos prime- un señor mayor, separado de la mu jer, que vivía y trabajaba en una casita
ro a que Gilberto me presentara a Juan Zapara, el que roca el mosquito en calurosa de ladrillo y teja que daba a la calle (algunas de sus hijas y la men-
la memorable La gwteamaya del disco del 1NAH. Era un señor grave, difi- cionada mujer vivían en casas grandes y modernas, construidas en la par-
\111
cil de entender las pocas veces que hablaba (sólo cuando (acaba era, de re- te interior del mismo terreno). En el corredor posterior se enconrraba su
pente, roda claridad). Luego fuimos a comer en una fonda del mercado. carpintería: una banca de madera, plantillas de instrumentos colgadas de
Antes de llegar ahí, como si fuera un milagro, en un puesro de ropa vimos un clavo, olor a cedro. Adentro de La casa guardaba el gabinete de sus he-
a un niño que jugaba con un mosquito viejo de cedro. Lo miramos, nos lo rramientas: herramienta fina, alemana e inglesa, ordenada, afilada y cuida-
prestaron, lo sonamos: estaba en malas condiciones pero emitía un sonido da. Era un artesano disciplinado y concentrado. Sus jaranas y guitarras
fino y dulce; el padre del niño (éste ya mostraba una cara de preocupa- eran, en todos sus detalles, correctas (salvo que luego dejaba la numeración
ción). al fin negociante, nos lo vendió (y el chico se quedó llorando) . de: las clavijas, que hacía individualmente, en lápiz canto en ellas como en la
Después de la comida, cargando "nuestro" maravilloso instrumento, palera), aunque nunca demasiado refinadas; siempre sonaban bien. Desde-
fuimo s a la casa de la familia de José Ángel, para que me presentaran a su i aba el brillo de la mayoda de los instrumentos modernos. "[Barniz para
padre, don Ramón, a su madre, Socorro Vázquez, ya las cuatro hijas que lanchas!", dijo.
todavía vivían con ellos. El señor no mostró ni interés ni sorpresa al ver- Nos sentó en unos sillones hechos por él mismo, cómodos, intachable-
nos; Ia señora se puso feliz al ver a su hijo, se portó decente con su hijas- mente ensamblados, de maderas tropicales duras. Frente a nosotros se
tro, ya mí me saludó. Las hijas, elegantes y clasistas, saludaron pero luego apreciaba un antiguo baúl de cedro . Don Quirino preparó un torito de li-
no nos hicieron ningún caso. món comunicario y ceremonial; tomamos un sorbo cada quien y él sacó su
- , Lireratu ra, eh? -dijo don Ramón al efectuar un escueto interroga- jarana del baúl. Gilberto prendió la grabadora y don Quirino tocó solo, a
torio--. Entonces es usted un escritor. A ver, dime. Hay una cosa que . manera de clase formal:
quiero saber: ,Es cierto o no que el Don Quixore es ia mejor obra de la li- -Por ahí la gente toca El butaquito así: , pero yo lo caco de la
teratura universal? manera original , que es asl: o

- Pues quién sabe -dije en ese quién sabe que yo aprendía a manejar: Estuvimos con él hasta la noche (y hasta el repentino asalto de los zan-
una contestación reglamentaria que no revelaba nada; un posible acuerdo cudos), escuchándolo y platicando. Al irnos, dejamos en sus manos el nuevo
o desacuerdo, quizás una afirmación o una negación. mosquito, para que le corrigiera la entrastadura y, si así lo consideraba neo
- Ah, ¿enronces usted no estudió la literatura castellana? -dijo, con- ario, le cambiara la tapa y el puente.
tento de haber descubierto mi primer flanco débil. Fuimos a cenar (tortuga pinta con arroz, cartillas grandes de maíz
- Bueno -dije a la defensiva-, hice mi licenciatura en letras ingle- hechas ahí mismo mientras comíamos) a la casa de la madre de Gilberto
sas y norteamericanas , pero escribí la tesis sobre el poera argentino Borges. (donde conoc í a cinco o seis medias hermanas suyas, rodas inteligentes y
-Ah -<lijo--. Entonces usted es un licenciado. A ver, dime: ¿cu:ll es ,u¡¡pas, yal único niño , Mateo) y luego nos subimos al autob ús nocturno
el mejor poeta veracruzano? con destino a la ciudad de México. Llegamos a buena hora en la madru-
A lo largo de este "puente vacacional" se nos había mencionado que el gada para que yo pudiera bañarme, vestirme y estar en el Anglo a riempo
mejor constructor de instrumentos jarochos se llamaba Quirino Monralvo para mi clase intensiva de nivel intermedio. a las siete.
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una cuna de tablas y palma retorcida que colgaba del techo movida por un Corro y que vivía en tal lugar en Lerdo de Tejada. Al volver a esa ciudad
lazo que atravesaba toda la construcción: éstos eran Camerino y Anasrasio, después de nuestro recorrido, un tío de Gilberro nos llevó a conocerlo. Era
En la tarde volvimos a Lerdo, pero vla Santiago Tuxda. Fuimos prime- un señor mayor, separado de la mu jer, que vivía y trabajaba en una casita
ro a que Gilberto me presentara a Juan Zapara, el que roca el mosquito en calurosa de ladrillo y teja que daba a la calle (algunas de sus hijas y la men-
la memorable La gwteamaya del disco del 1NAH. Era un señor grave, difi- cionada mujer vivían en casas grandes y modernas, construidas en la par-
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cil de entender las pocas veces que hablaba (sólo cuando (acaba era, de re- te interior del mismo terreno). En el corredor posterior se enconrraba su
pente, roda claridad). Luego fuimos a comer en una fonda del mercado. carpintería: una banca de madera, plantillas de instrumentos colgadas de
Antes de llegar ahí, como si fuera un milagro, en un puesro de ropa vimos un clavo, olor a cedro. Adentro de La casa guardaba el gabinete de sus he-
a un niño que jugaba con un mosquito viejo de cedro. Lo miramos, nos lo rramientas: herramienta fina, alemana e inglesa, ordenada, afilada y cuida-
prestaron, lo sonamos: estaba en malas condiciones pero emitía un sonido da. Era un artesano disciplinado y concentrado. Sus jaranas y guitarras
fino y dulce; el padre del niño (éste ya mostraba una cara de preocupa- eran, en todos sus detalles, correctas (salvo que luego dejaba la numeración
ción). al fin negociante, nos lo vendió (y el chico se quedó llorando) . de: las clavijas, que hacía individualmente, en lápiz canto en ellas como en la
Después de la comida, cargando "nuestro" maravilloso instrumento, palera), aunque nunca demasiado refinadas; siempre sonaban bien. Desde-
fuimo s a la casa de la familia de José Ángel, para que me presentaran a su i aba el brillo de la mayoda de los instrumentos modernos. "[Barniz para
padre, don Ramón, a su madre, Socorro Vázquez, ya las cuatro hijas que lanchas!", dijo.
todavía vivían con ellos. El señor no mostró ni interés ni sorpresa al ver- Nos sentó en unos sillones hechos por él mismo, cómodos, intachable-
nos; Ia señora se puso feliz al ver a su hijo, se portó decente con su hijas- mente ensamblados, de maderas tropicales duras. Frente a nosotros se
tro, ya mí me saludó. Las hijas, elegantes y clasistas, saludaron pero luego apreciaba un antiguo baúl de cedro . Don Quirino preparó un torito de li-
no nos hicieron ningún caso. món comunicario y ceremonial; tomamos un sorbo cada quien y él sacó su
- , Lireratu ra, eh? -dijo don Ramón al efectuar un escueto interroga- jarana del baúl. Gilberto prendió la grabadora y don Quirino tocó solo, a
torio--. Entonces es usted un escritor. A ver, dime. Hay una cosa que . manera de clase formal:
quiero saber: ,Es cierto o no que el Don Quixore es ia mejor obra de la li- -Por ahí la gente toca El butaquito así: , pero yo lo caco de la
teratura universal? manera original , que es asl: o

- Pues quién sabe -dije en ese quién sabe que yo aprendía a manejar: Estuvimos con él hasta la noche (y hasta el repentino asalto de los zan-
una contestación reglamentaria que no revelaba nada; un posible acuerdo cudos), escuchándolo y platicando. Al irnos, dejamos en sus manos el nuevo
o desacuerdo, quizás una afirmación o una negación. mosquito, para que le corrigiera la entrastadura y, si así lo consideraba neo
- Ah, ¿enronces usted no estudió la literatura castellana? -dijo, con- ario, le cambiara la tapa y el puente.
tento de haber descubierto mi primer flanco débil. Fuimos a cenar (tortuga pinta con arroz, cartillas grandes de maíz
- Bueno -dije a la defensiva-, hice mi licenciatura en letras ingle- hechas ahí mismo mientras comíamos) a la casa de la madre de Gilberto
sas y norteamericanas , pero escribí la tesis sobre el poera argentino Borges. (donde conoc í a cinco o seis medias hermanas suyas, rodas inteligentes y
-Ah -<lijo--. Entonces usted es un licenciado. A ver, dime: ¿cu:ll es ,u¡¡pas, yal único niño , Mateo) y luego nos subimos al autob ús nocturno
el mejor poeta veracruzano? con destino a la ciudad de México. Llegamos a buena hora en la madru-
A lo largo de este "puente vacacional" se nos había mencionado que el gada para que yo pudiera bañarme, vestirme y estar en el Anglo a riempo
mejor constructor de instrumentos jarochos se llamaba Quirino Monralvo para mi clase intensiva de nivel intermedio. a las siete.
26 27
(Aprendí tres cosas en este viaje:
1. Que el son jaro cho carnpirano, una música relacionada con el jazz; v
LJ\ POESrA mexicana en esos años estaba d ividida, a grandes rasgos. en
el blues, el reggae. el calypso, el cajun, el [aropo, el merengue, el son montuno,
gozaba de buena salud. (Éstos eran puros géneros americanos, todos con dos bandos: unos admiraban a Ocravio paz como el hacedor mayor, y
una "influencia african a" en cuanto a la inventiva rítmica, todos con reglas otros a Efraín Huerta. Yo, por mi parte, admiraba la ripografla poética de
y oportunidades para la improvisación, para la "descarga" , y en los cuales quien les había hecho sus primeros libros primorosos: Miguel N. Lira, im-
la "experiencia" musical entre los músicos, el acto de tocar, era más irnpor- presor de Luna silucstr« y Absoluto amor. Yo felizmente les hubiera hecho
, tante que la presentación pública - pero el son jarocho era superior a libros a paz y a Huerta. ranro en homenaje a ellos como a Lira , maestro del
¡ aquellos géneros en cuanto a la letra. porque ahí se dialogaba. se decian las libro mex icano. Por medio del poeta chileno infrarrealista exiliado , Rober-
I•
i cosas, se cantaba poesla, coplas y décimas) viejas y espontáneas.) to Bolaño (amigo de mi hermano Ricardo y su compañera Carla Rippey,
11

2. Que la comunidad de músicos rurales me aceptaba con magnánima los tres recién llegados de Chile), conocí a Huerta en su departamento de
amistad, pero que mi presencia flsica, intelectual y económica siempre se- la calle Lope de Vega. En su juventud, Huerta habla traba jado en una im-
I[
ria cuest ionada por la familia Guti érrez, prenta y se entusiasmaba con el recuerd o del oficio: salí de ahí con el ma-

~
3. Que Gilberro, que provenía del mundo oral pero también de la edu- nuscrito del libro 50poemlnimos y una nueva amistad.
cación escolar, del mundo español pero también del de los indígenas) te- El libro era el más largo que yo había tenido que imp rimir hasta enron-
nía varios dones: una memoria "fotográfica", habilidad para entender len- ces y le propuse a Gilberto que trabajara conmigo en su hechura. fl no se
guajes no verbales. tacto para llevarse con los viejos diflciles, mostraba demasiado tranquilo ni paciente ni dócil, pero era diestro con las
También cometí mi primer error: el no haberme dedicado en ese mo- manos y observador; yo pensaba que la imprenta sald ría ganando con su
mento a aprender a tocar la jarana, la indiscutible base del son. En lugar industria. De ese modo él pudo dejar de trabajar en la tienda de telas.
de ello -porque mi ilusión era ser violinista, pues el sonido del viol ín en
nuestros ensayos hada buen tercio con el mosquito de Gilberto y la guita- Hicimos una presentación pública un domingo de diciembre de 1977 en
rra de José Angcl- . insistí en tocar, sin entrenamiento 'profesional, sin un el foro de CLETA , junto a la Casa del Lago en el Bosque de Chapulrepcc,
talento lírico , el más trabajoso de todos los instrumentos, en un género Por razones familiares (fui con mis padres a Michoacán) yo no estuve pre-
donde se le daba la bienvenida -del cual. de hecho. había anteriormente sente. pero mi hermano Dionisia. que se sabía las pisadas del mosquito y me-
formado parte- pero donde no era familiar.) dio chacualeaba los golpes , acompañó a José Angel con su gu itarra y a Gil·
berta con su nueva jarana. Según me contaron esa noche, después de su
Gilberto volvió a México. después de uno de sus ahora más frecuentes via- actuación se les acercó un hombre robusto, joven , y su esposa y su hijito.
jes. con la noticia de que ya ten ía una jarana propia: don Quirino habla Eran Amonio Garela de León y familia de paseo dominical, y los habían
sacado de su baúl una segunda no del todo bien hecha. de una madera querido felicitar y conocer, no porque hubieran cocado tan bien. sino por-
blanca llamada cuchara; el viejo le dijo que alguien (algún tiempo después que tenían roda el estilo de "allá". Y ¿quiénes eran?
supimos la identidad de ese "alguien") se la habla dejado hada tiempo para Los García de León se volvieron amigos; frecuentaban la casa de Mix-
que se la arreglara, pero que nunca habla pagado ni vuelto; y si Gilberro coac cuando se encontraban en México (vivían más bien en Chiapas). An-
cubría los gastos de su arreglo , podía ser suya; y seguramente seria un buen tonio era noble: tocaba música con nosotros (era harto común encontrarse
instrumento. Al volver Gilberto de su siguiente viaje, ya erala la jarana. con que los "maestros" no tocaran con los aprendices. sino que "enseña-
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(Aprendí tres cosas en este viaje:
1. Que el son jaro cho carnpirano, una música relacionada con el jazz; v
LJ\ POESrA mexicana en esos años estaba d ividida, a grandes rasgos. en
el blues, el reggae. el calypso, el cajun, el [aropo, el merengue, el son montuno,
gozaba de buena salud. (Éstos eran puros géneros americanos, todos con dos bandos: unos admiraban a Ocravio paz como el hacedor mayor, y
una "influencia african a" en cuanto a la inventiva rítmica, todos con reglas otros a Efraín Huerta. Yo, por mi parte, admiraba la ripografla poética de
y oportunidades para la improvisación, para la "descarga" , y en los cuales quien les había hecho sus primeros libros primorosos: Miguel N. Lira, im-
la "experiencia" musical entre los músicos, el acto de tocar, era más irnpor- presor de Luna silucstr« y Absoluto amor. Yo felizmente les hubiera hecho
, tante que la presentación pública - pero el son jarocho era superior a libros a paz y a Huerta. ranro en homenaje a ellos como a Lira , maestro del
¡ aquellos géneros en cuanto a la letra. porque ahí se dialogaba. se decian las libro mex icano. Por medio del poeta chileno infrarrealista exiliado , Rober-
I•
i cosas, se cantaba poesla, coplas y décimas) viejas y espontáneas.) to Bolaño (amigo de mi hermano Ricardo y su compañera Carla Rippey,
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2. Que la comunidad de músicos rurales me aceptaba con magnánima los tres recién llegados de Chile), conocí a Huerta en su departamento de
amistad, pero que mi presencia flsica, intelectual y económica siempre se- la calle Lope de Vega. En su juventud, Huerta habla traba jado en una im-
I[
ria cuest ionada por la familia Guti érrez, prenta y se entusiasmaba con el recuerd o del oficio: salí de ahí con el ma-

~
3. Que Gilberro, que provenía del mundo oral pero también de la edu- nuscrito del libro 50poemlnimos y una nueva amistad.
cación escolar, del mundo español pero también del de los indígenas) te- El libro era el más largo que yo había tenido que imp rimir hasta enron-
nía varios dones: una memoria "fotográfica", habilidad para entender len- ces y le propuse a Gilberto que trabajara conmigo en su hechura. fl no se
guajes no verbales. tacto para llevarse con los viejos diflciles, mostraba demasiado tranquilo ni paciente ni dócil, pero era diestro con las
También cometí mi primer error: el no haberme dedicado en ese mo- manos y observador; yo pensaba que la imprenta sald ría ganando con su
mento a aprender a tocar la jarana, la indiscutible base del son. En lugar industria. De ese modo él pudo dejar de trabajar en la tienda de telas.
de ello -porque mi ilusión era ser violinista, pues el sonido del viol ín en
nuestros ensayos hada buen tercio con el mosquito de Gilberto y la guita- Hicimos una presentación pública un domingo de diciembre de 1977 en
rra de José Angcl- . insistí en tocar, sin entrenamiento 'profesional, sin un el foro de CLETA , junto a la Casa del Lago en el Bosque de Chapulrepcc,
talento lírico , el más trabajoso de todos los instrumentos, en un género Por razones familiares (fui con mis padres a Michoacán) yo no estuve pre-
donde se le daba la bienvenida -del cual. de hecho. había anteriormente sente. pero mi hermano Dionisia. que se sabía las pisadas del mosquito y me-
formado parte- pero donde no era familiar.) dio chacualeaba los golpes , acompañó a José Angel con su gu itarra y a Gil·
berta con su nueva jarana. Según me contaron esa noche, después de su
Gilberto volvió a México. después de uno de sus ahora más frecuentes via- actuación se les acercó un hombre robusto, joven , y su esposa y su hijito.
jes. con la noticia de que ya ten ía una jarana propia: don Quirino habla Eran Amonio Garela de León y familia de paseo dominical, y los habían
sacado de su baúl una segunda no del todo bien hecha. de una madera querido felicitar y conocer, no porque hubieran cocado tan bien. sino por-
blanca llamada cuchara; el viejo le dijo que alguien (algún tiempo después que tenían roda el estilo de "allá". Y ¿quiénes eran?
supimos la identidad de ese "alguien") se la habla dejado hada tiempo para Los García de León se volvieron amigos; frecuentaban la casa de Mix-
que se la arreglara, pero que nunca habla pagado ni vuelto; y si Gilberro coac cuando se encontraban en México (vivían más bien en Chiapas). An-
cubría los gastos de su arreglo , podía ser suya; y seguramente seria un buen tonio era noble: tocaba música con nosotros (era harto común encontrarse
instrumento. Al volver Gilberto de su siguiente viaje, ya erala la jarana. con que los "maestros" no tocaran con los aprendices. sino que "enseña-
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ban " a través dd regaño). 1:1 sabía y regalaba sones, versiones, afinaciones, "para afinar los instrumentos". Cargaba su jarana en una bolsa hecha de:
tran sportaciones, pisad as y versos. Además, contaba historias . Era un "li- un COStal de harina de: tela floreada, con una cue:rda ensartada para ama-
bro vivo" : se sabía leyendas campesinas y lo que parecían ser mitos de la rrarla. Lo tratábamos con cierta formalidad y reverencia y él se mostró
tradición oral, traducidos del nihuatl (idioma que dominaba) , que habla simpático y sencillo .
escuchado y aprendi do durante su niñez en [ alripan y luego como joven -¿Qué sones se saben? -preguntó. mientras yo comenzaba a sacar
investigador: historias sobre peregrinaciones, sobre pruebas d e iniciación , los instrumentos de sus estuches y a afinarlos.
sobre personajes míticos, históricos y sobrenaturales: Moctezuma, Quet- -¡Oh! --dijo al verme concentrado en la tensión de las cuerdas (con
zalcóarl, el pirata Lorenzillo, 105 chaneques, los chilobos, el tzirzirnit roba- aquel mismo modo de decir "¡Oh.' ~ que luego reconocimos como su intro-
gente, el roba-chicos, el Mono Blanco, el N iño Dueño del Maíz, el mun- ducción a una historia en la cual aparecería y hablaría algún extranjero, y
do paradisiaco de Tláloc, llamado Talogan , debajo del Volcán de San Mar- según sus historias los había en cantidad en todo el territorio jarocho).
cín, y la relación de rodas estos seres, personajes y lugares con el fandango Es lo más importante para un grupo; uno que sepa componer la mú-
I
jarocho. Nos hablaba sobre sus andanzas con "don Arcadio", nos contaba sica. ¡Este hombre es valiosísimo! -y me pasó su tercera para que se: la

~I
cuentos que narraba Arcadio Hidalgo. Echábamos otro leño a la chime- afinara. Comenzó a interrogar a José Angel y a Gilberto acerca del lugar
nea, nos servíamos otra copita de - ron , tocábamos otro son , él cantaba de donde eran, de qué familia venían.
l' I
;1 . otros ve:rsos. Gozábamos de aquella abundante generosidad y nos maravi- Yo miré la jarana. Era de unos 85 centímetros de largo, baja de caja, ele-
:1 llábamos de aquella amistad. gante y claramente antigua; el cuerpo era de una pieza de cedro caoba y la ta-

Hacia fines de 1978, cuando los Garda de León no vivían en México, pa de pinabete: se encontraba en muy malas condiciones; un as incrustaciones
!
¡ nos habló Guillermo Contreras por teléfono: que el "maestro" Arcadio Hi- - trozos diagonales de madera clara y oscura- rodeaban (pero ya no ente-
dalgo se encontraba en la ciudad por asuntos de salud, y que desde la Peña rarnente, porque faltaban algunas) las dos orillas de la caja. Tenía una mica
Tecuicanirne le hab ían hablado para pedirle algunos mús icos jarochos que marmoleada roja, pegada en la tapa debajo de la boca torcida, y entre las cla-
pudieran acompañarlo en una presentación el siguiente viernes, que si no vijas (de hechura posterior a la de la jarana en sí, y bastantes malas) tenía pe-
lo podían hacer Gilberto y José Ángel... b':lda la etiqueta de un paliacate. Los trastes, de bronce, estaban gastados y
Denhí Donís , ahijada de don Arcadio que trabajaba en la peña, nos lo chasqueaban algunas cuerdas. "No está mal eso," decía, "Esa es su voz."
presentó en la cocina, junco con doña Juana Contreras, su mujer rehuana , Resultó se:rque don Arcadio había trabajado con un tal Adolfo Guri é-
que hablaba el español con un fuerte acento , y Félix, el hijo de ella (ya pa- rrez, tlacotalpeño, do abuelo de: José Angel y Gilberto, como peón vaquero
dre de famili a). que vivía en Méxi co. Don Arcadio era un señor menudo, hacía medio siglo. También habían fandangueado juntos.
viejo, canoso. Trala un sombrero jarocho de palma, con la orill a cuidado- -Tenía una voz mundial para cantar --dijo.
samente doblada a todo su derredor y una chamarra pesada. Era jovial en Don Arcadio también sabía perfectamente de Anton io Mulato:
su modo de saludar (con la reconocible musicalidad de su voz; pare cían -En un fandango e:n Tre:s Zapotes hace muchísimos años se: ¿io un
quedarle sólo tres dientes grandes en la mandíbula inferior, lo que le daba duelo de guitarreros muy sonado, que de antemano todo mundo sabía que
un aspecto de liebre) , astuto en su mirar, amistoso, dispuesto a lo que fue- se iba a dar, que él ganó.
ra . Ten ia la piel morena y requemada, como corte:za de: árbol milenario, -Así es que andamos bien -dijo don Arcadio en el pasillo del pri-
como corteza de habano tosco. Dejamos a doña Juana y a Félix con los en- me:r piso de la Peña Tecuicanlme. Con frecuencia hablaba como si el mundo
cargados de La peña, y subimos al pasillo dd pr imer piso con don Arcadio fuera un territorio de regular tamaño, recorrible a pie: o a lomo de bestia,
3° 31
aían bien. Se llevaba con rn.is llana armonía con Cilberro, quizá por ser
que d, en algún momento de su vida, habría transitado, y que si se pusiera
uno a indagar con suficiente paciencia, se encontraría invariablemente con ¡aranero, pero mostraba paciencia y respeto por los esfuerzos de José Án-
un pariente o un conocido. Y luego vimos que para el mundo que com- gel. El público también aprendió que para cierra clase de concierto resul-
prende el territorio que se encuentra entre Alvarado (donde decía haber taban can importan ces las personalidades y la interacción de los músicos
nacido), Tlacotalpan, Saltaharranca, Tres Zapo tes, Santiago Tuxtla, San corno la música en sí. El concierto se acabó y nos desped imos.
Andrés Tuxrla, Mazumiapan , Cuatotolapan , Nopalapan, Rodríguez Cla- (Para nosotros, la noche había sido extraordinaria. Pero don Arcadio se
ra, San Juan Sugar, Hueyapan de Ocampo, Acayucan, Jálrípan, Minaci clán y fuc decepcionado. Habla imaginado un concierto profesional donde él se
Puerto México, esto resultó ser más o menos cierto. (También supimos luciera, quizás un concierto que le cambiara la vida, mas no lo que fue:
luego por qué otras razones don Arcad io siempre se cuidaba de saber los una serie de "torpezas, fracasos y vergüenzas".)
apellidos de la gente con quie n andaba.)
La presentación fue un éxito, pero no en el sentido normal, ni en el L1 noche del 2 de febrero, La Candelaria del siguiente afio, colocamos el
sentido musical. Hubo tropiezos, comienzos cuatrapeados, pérdidas, sones radio en la cocina y mientras hadamos uno de esos molesque confeccio-
que no se pudieron tocar. Jase: Ángel punteaba con agilidad y con concen- nab a Gilberto, con variadas semillas tostadas, con chile molido, pero sin
tración, y creía con fervor en la bondad de la improvisación, pero en rea- ma nt eca, y tomábamos una botella de whiskey irlandés que había llegado
lidad tenía poca experiencia con el son: en varias ocasiones durante el con- o n muebles de mis padres desde La Paz, escuchamos la transmisión del
cierro don Arcadio te lanzó miradas de incomprensión, y dos o tres veces, " Primer Concurso Nacional de Jaraneros" en Tlacotalpan, por Radio Edu-
mienrras lo miraba así, dejaba de sonar las cuerdas de su jarana, aunque se- ción. Ahí estaban, en un sitio con mucho eco (era el galerón del merca-
guía el rasgueo en el aire, dejando a José Ángel solo en su apasionado gozo Jo) , Antonio Garda de León, Andrés Alfonso, José Adauto Gutiérrez Cas-
improvisado, hasta que aquél "despertaba", paraba de tocar y volvían a to- rellanos, "El Tigre", y Rodrigo Gutiérrez Castellanos, t íos rancheros y m ú-
mar, juntos, el camino del son. icos; el Grupo Tlacotalpan, los TIgres de la Costa, julián Cruz, Rutilo Pa-
--Siempre hay que declarar el son --dijo en algún momento--: un rroquín, grupos rurales y grupos porteños: todo el "gran mundo" del son
guitarrero no debe confundirse. jaroc ho. (¡Y naso eros en México pensando que éramos "los tres mosquete-
Era claro que don Arcadio pensaba que estaban quedando maL Pero el os"; que habíamos "descubierto" un tesoro olvidado!)
público en ningún momento dudó de su maestría con el instrumento, con
el canto (jsu poderosa voz de líquida musicalidad era la misma que se es- fines de abril, Antonio Garda de León, que vivía por una temporada en
cuchaba en el disco!); en ningún momento se le veía como un fraude, era México (en vísperas de su viaje a París, de donde regresaría años después
dueño de una simpática y compleja personalidad, de una extraordinaria co n el manuscrito de su libro sobre Chiapas), nos dijo que próximamente
cara y una aguda mirada, representante d irecto de una centenaria tradición e efectuaría una presentación de son jarocho en el teatro del Fonágora y
y a la vez era un señor modesto. Lo que presenció el público fue una cla- lj UC se pensaba traer a don Arcadio como "plato fuerte". El problema pa-

se-concierto: una "actuación", como si el bisabuelo hubiera estado trans- fllél era que no tenía dónde alojarlo: su departamento en Tlalpan se en-
mitiendo a los bisnietos (y de paso al público mismo) los preciosos cono- on traba en el quinto o sexro piso de un edificio sin elevador; era derna-
cimientos de antaño: la herencia de la cultura primaria, oral, fundamen- indo pedirle a don Arcadio, a su edad (andaba en los 85 años), que a tan-
tal, que él mismo se había granjeado en su juventud. Los "b isnietos" aten- lOS metros arriba del nivel del ma r subiera y bajara infinidad de escalones

dían las lecciones, sin humillación, sin arrogancia. Era evidente que le varias veces al día. N os preguntó si lo recibiríamos ahí en Mixcoac.
3° 31
aían bien. Se llevaba con rn.is llana armonía con Cilberro, quizá por ser
que d, en algún momento de su vida, habría transitado, y que si se pusiera
uno a indagar con suficiente paciencia, se encontraría invariablemente con ¡aranero, pero mostraba paciencia y respeto por los esfuerzos de José Án-
un pariente o un conocido. Y luego vimos que para el mundo que com- gel. El público también aprendió que para cierra clase de concierto resul-
prende el territorio que se encuentra entre Alvarado (donde decía haber taban can importan ces las personalidades y la interacción de los músicos
nacido), Tlacotalpan, Saltaharranca, Tres Zapo tes, Santiago Tuxtla, San corno la música en sí. El concierto se acabó y nos desped imos.
Andrés Tuxrla, Mazumiapan , Cuatotolapan , Nopalapan, Rodríguez Cla- (Para nosotros, la noche había sido extraordinaria. Pero don Arcadio se
ra, San Juan Sugar, Hueyapan de Ocampo, Acayucan, Jálrípan, Minaci clán y fuc decepcionado. Habla imaginado un concierto profesional donde él se
Puerto México, esto resultó ser más o menos cierto. (También supimos luciera, quizás un concierto que le cambiara la vida, mas no lo que fue:
luego por qué otras razones don Arcad io siempre se cuidaba de saber los una serie de "torpezas, fracasos y vergüenzas".)
apellidos de la gente con quie n andaba.)
La presentación fue un éxito, pero no en el sentido normal, ni en el L1 noche del 2 de febrero, La Candelaria del siguiente afio, colocamos el
sentido musical. Hubo tropiezos, comienzos cuatrapeados, pérdidas, sones radio en la cocina y mientras hadamos uno de esos molesque confeccio-
que no se pudieron tocar. Jase: Ángel punteaba con agilidad y con concen- nab a Gilberto, con variadas semillas tostadas, con chile molido, pero sin
tración, y creía con fervor en la bondad de la improvisación, pero en rea- ma nt eca, y tomábamos una botella de whiskey irlandés que había llegado
lidad tenía poca experiencia con el son: en varias ocasiones durante el con- o n muebles de mis padres desde La Paz, escuchamos la transmisión del
cierro don Arcadio te lanzó miradas de incomprensión, y dos o tres veces, " Primer Concurso Nacional de Jaraneros" en Tlacotalpan, por Radio Edu-
mienrras lo miraba así, dejaba de sonar las cuerdas de su jarana, aunque se- ción. Ahí estaban, en un sitio con mucho eco (era el galerón del merca-
guía el rasgueo en el aire, dejando a José Ángel solo en su apasionado gozo Jo) , Antonio Garda de León, Andrés Alfonso, José Adauto Gutiérrez Cas-
improvisado, hasta que aquél "despertaba", paraba de tocar y volvían a to- rellanos, "El Tigre", y Rodrigo Gutiérrez Castellanos, t íos rancheros y m ú-
mar, juntos, el camino del son. icos; el Grupo Tlacotalpan, los TIgres de la Costa, julián Cruz, Rutilo Pa-
--Siempre hay que declarar el son --dijo en algún momento--: un rroquín, grupos rurales y grupos porteños: todo el "gran mundo" del son
guitarrero no debe confundirse. jaroc ho. (¡Y naso eros en México pensando que éramos "los tres mosquete-
Era claro que don Arcadio pensaba que estaban quedando maL Pero el os"; que habíamos "descubierto" un tesoro olvidado!)
público en ningún momento dudó de su maestría con el instrumento, con
el canto (jsu poderosa voz de líquida musicalidad era la misma que se es- fines de abril, Antonio Garda de León, que vivía por una temporada en
cuchaba en el disco!); en ningún momento se le veía como un fraude, era México (en vísperas de su viaje a París, de donde regresaría años después
dueño de una simpática y compleja personalidad, de una extraordinaria co n el manuscrito de su libro sobre Chiapas), nos dijo que próximamente
cara y una aguda mirada, representante d irecto de una centenaria tradición e efectuaría una presentación de son jarocho en el teatro del Fonágora y
y a la vez era un señor modesto. Lo que presenció el público fue una cla- lj UC se pensaba traer a don Arcadio como "plato fuerte". El problema pa-

se-concierto: una "actuación", como si el bisabuelo hubiera estado trans- fllél era que no tenía dónde alojarlo: su departamento en Tlalpan se en-
mitiendo a los bisnietos (y de paso al público mismo) los preciosos cono- on traba en el quinto o sexro piso de un edificio sin elevador; era derna-
cimientos de antaño: la herencia de la cultura primaria, oral, fundamen- indo pedirle a don Arcadio, a su edad (andaba en los 85 años), que a tan-
tal, que él mismo se había granjeado en su juventud. Los "b isnietos" aten- lOS metros arriba del nivel del ma r subiera y bajara infinidad de escalones

dían las lecciones, sin humillación, sin arrogancia. Era evidente que le varias veces al día. N os preguntó si lo recibiríamos ahí en Mixcoac.
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clases. Cilberro se quedó con él, sentados los dos en la sala, jaranas en bra-
Claro que sí.
vo, tocando y platicando. En la tarde los dos se enco ntraron con C arda de
Una ma d rugada , hac ia fines de mayo , sonó el timbre de la puerca; la abri- León en los estudios de Radio Educación para grabar unos programas de
mos y ahl estaban Antonio y don Arcadio. El viejo venfa vestido con pan - plática y mús ica, que resultaron ser una continuación de la plática y la mü -
talones de Pernex colo r caqu i, una guayabera blanca, paliacate rojo, el mismo sica que habían comenzado en la mañana.
so mbrero de cuatro pedradas de palma con las orillas dobladas y unos bo- En ningún momento era aburrido escucharlo: era talentos o para .e la-
tines tacon udos blancos . Cargaba al hombro una petaquita dominguera de lar, para retratar a la gente, para hilar hechos, para remacar con exactitud,
beisbolista, color verde olivo, yen una mano cargaba el costal de harina en co n chiste, con hilarid ad : cuando rcpería alguna histori a, le agregaba cam-
que guardaba su tercera: Tomamos las cosas y entramos. En el último es- bios -{) invencos- ap ropi ados para el nuevo mamen ro. E ra un im provi-
caló n hacia el jardín, se tropezó y cayó de rodillas sobre el cemen to. (En sado r en el habla del mismo modo que lo era en el can co: cada vez que can-
años posteriores siempre se acordaba de esta entrada a su vida nueva, y de- raba de nuevo cualquier son , por conocido que fuera, lo hada de otra
da que "Diosito' lo hab ía post rado para que pidiera perdón. Desde un manera. Al parecer, no ten ía ningún patrón para las ton adas de El balajlÍ,
punto de visea práctico, la culpa la deben de haber tenido aquellos bocines El siquisiri, La tusa, sones que conocíamos "bien", ni para otros que nunca
tiesos y sus tacones de bailador de baLlet folklórico: don Arcadio pensaba, habíamos escuchado: Los juiles, Las poblanas, El camota]: Era, en fin, un
como todo el mundo, que los jarochos que iban a la capital se vestían for- rtis ra, no un histo riador: era confiable co mo "transm iso r de la trad ició n"
zosam ente de blanco, y que si él era el invitado de Antonio a una tocada solamente hasta cierto grado. Pero el trasfondo era autént ico y no cabra
en México, pues esta vez le tenía que ir bien: los botines blancos eran la duda que era divertido.
parte nueva de su esfuerzo.) Lo levantamos y lo metimos a la casa, donde Las grabaciones que hiciero n esa tard e aú n se escuchan de vez en cuan-
le sobamos la rodilla derecha con alcohol. do por las ondas radiofónicas; la ami stad yue Gilberto trabó esa misma
-Coño, Toña -dijo-. Ni acabo de llegar y me carga la chingada. tarde con algunos de los técnicos y locutores de Radio Educación co-
menzó a rendir fruros en breve.
Pidió que le hiciéramos un té de canela, con un chisguetito de agu ardiente. A don Arcadio le dimos un cuarto; le mo st ramos el funcionamiento
El ambiente se relajó y don Arcadio y Antonio comenzaron, con las jara- del baño (que "en esta casa los papeles se tiran aden tro de la taza"); le en-
nas entre los brazos, medio tocando, medio platicando, a recordar sus an- efiamos c ómo se prendían y apagaban las luces, el agua par a bañarse,
danzas. Fue entonces (mientras don Arcadio recordaba su primera visita a para lavarse las manos; dónde había escalones, toallas. Gilberto le dio una
México, a instancias de José Raú l Hellrner) cuando Antonio nos COntÓ la mpanira para que la sonara si llegaba a necesitar algo en la noche. Toma-
historia de la tercera hasta ese momento. Almorzamos. Antonio se tuvo mos un últ imo té de canela y el "silencio" de Mixcoac (a una cuadra del
que ir y don Arcadio se quedó con nosotros, continuando la plática y la Periférico) descendió sobre la casa.
toc ada . Hablaba sobre su niñez en el aún (por él) profundamente odiado - An dan algo regular en la música - nos dijo - , pero les da igual can- J
Porfiriato , sobre su juventud durante la Revolución, sobre sucesos en su lar verso bueno qu e verso corriente.
madurez. sobre Antonio Garda de León. sobre sus compañeros músicos. Don Arcadio se puso ronco para la presentación . Quizás por los exce-
Noé y Benito González. Dijo que su cumpleaños caía cada 12 de enero, os em ocionales y m usicales que hab ía experimentado en las anteriores ho-
porque así lo determinaba el calendario. Y luego tocamos otro son . ras, o por la "erudi ta", resultado de todo un día dedicado a las canelitas, o
José Ángel se tuvo que ir al trabajo (al aeropuerto), yo tuve que ir a dar por los "nervios" ante el imponente público (m ás o menos diez veces la
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clases. Cilberro se quedó con él, sentados los dos en la sala, jaranas en bra-
Claro que sí.
vo, tocando y platicando. En la tarde los dos se enco ntraron con C arda de
Una ma d rugada , hac ia fines de mayo , sonó el timbre de la puerca; la abri- León en los estudios de Radio Educación para grabar unos programas de
mos y ahl estaban Antonio y don Arcadio. El viejo venfa vestido con pan - plática y mús ica, que resultaron ser una continuación de la plática y la mü -
talones de Pernex colo r caqu i, una guayabera blanca, paliacate rojo, el mismo sica que habían comenzado en la mañana.
so mbrero de cuatro pedradas de palma con las orillas dobladas y unos bo- En ningún momento era aburrido escucharlo: era talentos o para .e la-
tines tacon udos blancos . Cargaba al hombro una petaquita dominguera de lar, para retratar a la gente, para hilar hechos, para remacar con exactitud,
beisbolista, color verde olivo, yen una mano cargaba el costal de harina en co n chiste, con hilarid ad : cuando rcpería alguna histori a, le agregaba cam-
que guardaba su tercera: Tomamos las cosas y entramos. En el último es- bios -{) invencos- ap ropi ados para el nuevo mamen ro. E ra un im provi-
caló n hacia el jardín, se tropezó y cayó de rodillas sobre el cemen to. (En sado r en el habla del mismo modo que lo era en el can co: cada vez que can-
años posteriores siempre se acordaba de esta entrada a su vida nueva, y de- raba de nuevo cualquier son , por conocido que fuera, lo hada de otra
da que "Diosito' lo hab ía post rado para que pidiera perdón. Desde un manera. Al parecer, no ten ía ningún patrón para las ton adas de El balajlÍ,
punto de visea práctico, la culpa la deben de haber tenido aquellos bocines El siquisiri, La tusa, sones que conocíamos "bien", ni para otros que nunca
tiesos y sus tacones de bailador de baLlet folklórico: don Arcadio pensaba, habíamos escuchado: Los juiles, Las poblanas, El camota]: Era, en fin, un
como todo el mundo, que los jarochos que iban a la capital se vestían for- rtis ra, no un histo riador: era confiable co mo "transm iso r de la trad ició n"
zosam ente de blanco, y que si él era el invitado de Antonio a una tocada solamente hasta cierto grado. Pero el trasfondo era autént ico y no cabra
en México, pues esta vez le tenía que ir bien: los botines blancos eran la duda que era divertido.
parte nueva de su esfuerzo.) Lo levantamos y lo metimos a la casa, donde Las grabaciones que hiciero n esa tard e aú n se escuchan de vez en cuan-
le sobamos la rodilla derecha con alcohol. do por las ondas radiofónicas; la ami stad yue Gilberto trabó esa misma
-Coño, Toña -dijo-. Ni acabo de llegar y me carga la chingada. tarde con algunos de los técnicos y locutores de Radio Educación co-
menzó a rendir fruros en breve.
Pidió que le hiciéramos un té de canela, con un chisguetito de agu ardiente. A don Arcadio le dimos un cuarto; le mo st ramos el funcionamiento
El ambiente se relajó y don Arcadio y Antonio comenzaron, con las jara- del baño (que "en esta casa los papeles se tiran aden tro de la taza"); le en-
nas entre los brazos, medio tocando, medio platicando, a recordar sus an- efiamos c ómo se prendían y apagaban las luces, el agua par a bañarse,
danzas. Fue entonces (mientras don Arcadio recordaba su primera visita a para lavarse las manos; dónde había escalones, toallas. Gilberto le dio una
México, a instancias de José Raú l Hellrner) cuando Antonio nos COntÓ la mpanira para que la sonara si llegaba a necesitar algo en la noche. Toma-
historia de la tercera hasta ese momento. Almorzamos. Antonio se tuvo mos un últ imo té de canela y el "silencio" de Mixcoac (a una cuadra del
que ir y don Arcadio se quedó con nosotros, continuando la plática y la Periférico) descendió sobre la casa.
toc ada . Hablaba sobre su niñez en el aún (por él) profundamente odiado - An dan algo regular en la música - nos dijo - , pero les da igual can- J
Porfiriato , sobre su juventud durante la Revolución, sobre sucesos en su lar verso bueno qu e verso corriente.
madurez. sobre Antonio Garda de León. sobre sus compañeros músicos. Don Arcadio se puso ronco para la presentación . Quizás por los exce-
Noé y Benito González. Dijo que su cumpleaños caía cada 12 de enero, os em ocionales y m usicales que hab ía experimentado en las anteriores ho-
porque así lo determinaba el calendario. Y luego tocamos otro son . ras, o por la "erudi ta", resultado de todo un día dedicado a las canelitas, o
José Ángel se tuvo que ir al trabajo (al aeropuerto), yo tuve que ir a dar por los "nervios" ante el imponente público (m ás o menos diez veces la
11
I: , ~
1
I~ 34 35
1: cantidad de gente que había acudido a la Peña Tecuicanime), o como Preguntamos otra vez. Un tapicero que trabajaba en un a enramada

!I~~llI
reacción en Calura del guitarrero escogido por los Garda de León (un co- frente a la puerca de su casa nunca había oído hablar de esa person a. pero
nocido minatirlaneco que trabajab a en una de las marisquerías má s famo - dijo que por ahí de Ve:L en cuando pasaban cam pesinos emp ujando carre-
sas. que, pot todo lo diestro de sus dedos y por jarocho que fuera, era de tas de mano llenas de pifia... que a lo mejor más adentro .
I1 la otra clase de músico). O en defensa de Antonio Garda de León , quien , (Esto ya recordab a, por lo menos, los "célebres" versos:

~I
lejos de lom ar el mando del evento --<¡uizás por desprecio a los escenar ios
Siembro maíz, plí~no y piño
"culturales" citadinos, qu izás por tim idez- hab ía co nseguido a un locu- bajo los rayo> del sol;
tor profesion al para leer 1115 poéticos textos introductorios a cada son que también cultivo un. Aor
habla escrito . Esto. a rodas luces, fue un procedimiento equivocado: logró to n mi jo"",. ladina...)

I ~l'!i convertir un evento que debía haber sido relajado. ameno, personal. en un a
clase de "grabación" visual, form al. distante. Don Arcadio reaccionó en Más adelante, cuando el cami no dejó de ser ca.lle y se volvió brecha ru-
contra, se puso ronco y no se lució de la manera que había imaginado. ral, paramos frente a una casita de tablas con techo de lám ina de cinc. Sa-
I Entonces la cosasalió "a medias"; pero en la fiestaque hicimos después. don lió un señor, mocho de un a pierna, que caminaba co n muletas.
Arcadi o cantó claro y fuert e. Prendimos la chim enea y estuvimos toman- - ¿Arcadio H idalgo? -dijo-. ¿Un tipo engreído que anda de jaro- J
Ij do ron ; ent re sones nos contó cómo en un fanclango en Cuarocolapan se ha-
bfa hech o, por medio de un duelo de versos, de su primera mujer. Luda
C anelo. Lo llevamos tambaleante a la cama a las rres de la mad rugada. sin
cho, que se las da de poeta, pero que es chacualeroi
- Ése -dijimo s.
-Pues van a encontrarlo ah í adelante; donde copen con la puerta de
saber si un "viejito" pod ía agua nt ar esta clase de excesos. rubos, ahí está el falsete por d iado de arrib a, Es la casa de la loma.
I Al día siguiente. en la calle, frente a la casa, cortó ' la ramita de un árbol
y la plantó en un a maceta . Ahí estaba . Con un torito en la mano. bajo la sombra de una hilera de
--Si la riegan -dijo---. en cualquier chico raro, tendremos un frondo - :Iguacates grandes, sin sombrero, el pelo blan co y chino, brillante en el
so palo-. En la noche lo subimos al ADO y volvió a Minaridán, limp io sol. ahí en "la orilla de la civilización". (Pronto nos dimos cuenca
de que eso de "o rilla" era una ilusión : la parcela se situaba junto a una la-
Fuimos a visitarlo en agosto. Habla dicho: guna. al otro lado de la cual estaba el viejo aeropuerco de M inatidán ; varias
- Ahí en Mina todos me conocen; sólo tienen que preguntar por Ar- veces al día se escuchaba el rugir de las tu rbinas en despegue. y se velan su-
cadio H idalgo; eso de don es sólo aqu í en la capit al. bir de entre los árboles los cilindros brillosos y gordos de las naves, com o
En un estanquillo de tacos. tortas y refrescos, en el ent ronque sucio y si fueran las barriga s de rnerálicos gansos tom ando vuelo.)
congest ion ado de la carretera costera, entre agencias de venta de tractores - En esta loma -dijo---, cuando me haga rico, me vay a con struir
y camiones de carga. entre un puesto de pollos rostizados y otro de rcvis- una torre: me subir é al techo para tocar música en las tardes. Desde aquí
tillas. todo envuel to en el humo coloreado y venenoso de las refinerías. y podré divisar para allá hasta Puerco México y el Golfo, por acá hasta N o-
nosotro s medi o deshidratados po r el calor. Gilberto preguntó por "Arca- palapan, po r acá hasta Cate maco y la Sierra de Santa Mart a y por allá has-
1;1 quién sabe dónde.
dio Hidalgo".
No era conocido . Gi lberto preguntó por el ejido de Tacot eno , que el Salieron de la casa para recibirn os Juana Conrrcras y Margarita, un a
viejo hab ía mencion ado en alguna conversación , y ahí nos mandaron . sobrina de trece años qu e ellos habían criado ; también nos saluda ron el
11
I: , ~
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I~ 34 35
1: cantidad de gente que había acudido a la Peña Tecuicanime), o como Preguntamos otra vez. Un tapicero que trabajaba en un a enramada

!I~~llI
reacción en Calura del guitarrero escogido por los Garda de León (un co- frente a la puerca de su casa nunca había oído hablar de esa person a. pero
nocido minatirlaneco que trabajab a en una de las marisquerías má s famo - dijo que por ahí de Ve:L en cuando pasaban cam pesinos emp ujando carre-
sas. que, pot todo lo diestro de sus dedos y por jarocho que fuera, era de tas de mano llenas de pifia... que a lo mejor más adentro .
I1 la otra clase de músico). O en defensa de Antonio Garda de León , quien , (Esto ya recordab a, por lo menos, los "célebres" versos:

~I
lejos de lom ar el mando del evento --<¡uizás por desprecio a los escenar ios
Siembro maíz, plí~no y piño
"culturales" citadinos, qu izás por tim idez- hab ía co nseguido a un locu- bajo los rayo> del sol;
tor profesion al para leer 1115 poéticos textos introductorios a cada son que también cultivo un. Aor
habla escrito . Esto. a rodas luces, fue un procedimiento equivocado: logró to n mi jo"",. ladina...)

I ~l'!i convertir un evento que debía haber sido relajado. ameno, personal. en un a
clase de "grabación" visual, form al. distante. Don Arcadio reaccionó en Más adelante, cuando el cami no dejó de ser ca.lle y se volvió brecha ru-
contra, se puso ronco y no se lució de la manera que había imaginado. ral, paramos frente a una casita de tablas con techo de lám ina de cinc. Sa-
I Entonces la cosasalió "a medias"; pero en la fiestaque hicimos después. don lió un señor, mocho de un a pierna, que caminaba co n muletas.
Arcadi o cantó claro y fuert e. Prendimos la chim enea y estuvimos toman- - ¿Arcadio H idalgo? -dijo-. ¿Un tipo engreído que anda de jaro- J
Ij do ron ; ent re sones nos contó cómo en un fanclango en Cuarocolapan se ha-
bfa hech o, por medio de un duelo de versos, de su primera mujer. Luda
C anelo. Lo llevamos tambaleante a la cama a las rres de la mad rugada. sin
cho, que se las da de poeta, pero que es chacualeroi
- Ése -dijimo s.
-Pues van a encontrarlo ah í adelante; donde copen con la puerta de
saber si un "viejito" pod ía agua nt ar esta clase de excesos. rubos, ahí está el falsete por d iado de arrib a, Es la casa de la loma.
I Al día siguiente. en la calle, frente a la casa, cortó ' la ramita de un árbol
y la plantó en un a maceta . Ahí estaba . Con un torito en la mano. bajo la sombra de una hilera de
--Si la riegan -dijo---. en cualquier chico raro, tendremos un frondo - :Iguacates grandes, sin sombrero, el pelo blan co y chino, brillante en el
so palo-. En la noche lo subimos al ADO y volvió a Minaridán, limp io sol. ahí en "la orilla de la civilización". (Pronto nos dimos cuenca
de que eso de "o rilla" era una ilusión : la parcela se situaba junto a una la-
Fuimos a visitarlo en agosto. Habla dicho: guna. al otro lado de la cual estaba el viejo aeropuerco de M inatidán ; varias
- Ahí en Mina todos me conocen; sólo tienen que preguntar por Ar- veces al día se escuchaba el rugir de las tu rbinas en despegue. y se velan su-
cadio H idalgo; eso de don es sólo aqu í en la capit al. bir de entre los árboles los cilindros brillosos y gordos de las naves, com o
En un estanquillo de tacos. tortas y refrescos, en el ent ronque sucio y si fueran las barriga s de rnerálicos gansos tom ando vuelo.)
congest ion ado de la carretera costera, entre agencias de venta de tractores - En esta loma -dijo---, cuando me haga rico, me vay a con struir
y camiones de carga. entre un puesto de pollos rostizados y otro de rcvis- una torre: me subir é al techo para tocar música en las tardes. Desde aquí
tillas. todo envuel to en el humo coloreado y venenoso de las refinerías. y podré divisar para allá hasta Puerco México y el Golfo, por acá hasta N o-
nosotro s medi o deshidratados po r el calor. Gilberto preguntó por "Arca- palapan, po r acá hasta Cate maco y la Sierra de Santa Mart a y por allá has-
1;1 quién sabe dónde.
dio Hidalgo".
No era conocido . Gi lberto preguntó por el ejido de Tacot eno , que el Salieron de la casa para recibirn os Juana Conrrcras y Margarita, un a
viejo hab ía mencion ado en alguna conversación , y ahí nos mandaron . sobrina de trece años qu e ellos habían criado ; también nos saluda ron el
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hermana de don Arcadio, Estanislao (la misma mezcla de negro cubano e enrollados, un baúl de cedro, ropa colgada de un lazo que corría de una es-
indio que nuestro anfitrión), que había llegado la semana anterior de Las quina del cuarto hasta la otra, unos sombreros de palma colgados de unos
Choapas "a componerme o a morir", la mujer de éste, la madre de ella clavos, costales de harina con la tercera en uno de ellos) y a otro cuartito (la
- u na viejita quejosa y desnutrida lJue fum aba un a apestosa cachimba- , bodega para herramienta, ahora la habitación de la familia visitante).
tres hijas casaderas (que desde la puerta nos devoraban con "aq uellas" mi- Comimos. Fuimos al centro con don Arcadio y compramos papel,
radas), una cochina parida y un perrito Aaco y ladrador. pegamento, hilo y navajiras de afeitar para armar un papalote, una pandor-
La parcela de don Arcadio consistía en tres hectáreas diflcilcs (arena, ga, de papel y carrizo, bajo la dirección de Cilberro, trcszapoteco de cepa.
montículos, arrieras, bejucos, nau)'acas, cactus) que había desmomado a -¡Qué chamaco eres! -le dijo, mientras con una mano él mismo
machetazos en los anteriores vciuricinco ano s (de hecho, era el lugar don- agarraba el hilo de la pandorga, que ya volaba, las navajitas de afei tar
de más había vivido en toda su vagabunda vida) . Una orilla colindaba con fijadas en los nudos de la cola por si apareciera otra que quisiera echarse
el asentamiento de Tacoreno, diado más largo miraba hacia la laguna, en un agarrón, y con la otra el nuevo vaso de tonto.
la parte de arriba hab ía unas casitas del vecino, y por el arra lado la bre- Bajo la sombra d e la casa, José Ángel apuntaba décimas que le decla-
cha y el monre. Tenía sembradas varias h ileras de árboles grandes de agua- maba Esranislao.
cat e, mango y vaina. Alrededor de la casa había muchas palmeritas chicas Despu és, don Arcadio nos entregó dos cuadernos Scribe de coplas y
!II décimas, escritos de su puño y letra, algunas cosas compuestas por él, otras
de coco, recién plan tadas entre resoca de pifiares. Hacia abajo hab ía vásta-
.''I!, nomás apuntadas.
gos, yuca, milpa, un frijo lar. Cerca de la casa, las gallinas de siempre, un

l par de chivos calientes: un manantial de agua dulce. por un lado, una le- - A ver cuánto me sale para que me hagan un libro -<lijo.
trina por el otro, y en la cima de la loma, la casa, Al refrescar la tarde, don Arcadio sacó la tercera y se puso a tocar y can-
Horcones, paredes de palmiche y caña de maíz, rellenado y cubierto de lar (y nosotros a grabar): El pájaro cú, El pájaro carpintero, La tuza... (só-
lodo, puertas de tablas en ambos lados, una vemana en la cocina (Rafael lo que aunque si eran coplas de La tuza, la música era quién sabe qué. De
Don fs, amigo de Garda de León, ya había tomado -supimos después- . repente, se dio cuenta del error. hizo una mueca de disgusto, pero como se
una fotografía de don Arcadio sentado junto a esta 'vent ana, la pared co- le estaba grabando, o quién sabe por qué, continuó tocando lo quc "im-
mo fondo , con la tercera en sus brazos) . provisaba", ya modo de rechazo cantó el verso:
Casi en Ía esquina opuesta de la misma pared había un espacio grande
Valía más que rer a un perro
rectangular de tierra pulida, en el cual él había dibujado la forma de una
con la cintura de olore
mujer encuerada, sentada, los pies rir ándole a la cola de una sirena, y en que a una ingrar a mujer
grandes letras se lela: "Te pido veso, Ysidra", que tenga prieto el chayote.
-¿Para qué le sacas foto a eso? -ciijo-; si yo estaba borracho.
El techo, alto , de cuatro aguas, era de palma amarrada con bejuco. El Luego tocó E/ siquisirt, E/aguanieve, El zapateado ("el mero son para el
cuarto central (una mesa, unas sillas de madera; un calendario, linos santos auto", dijo).
enmarcados, un rabloncito para las veladoras, unas fotos de él mismo, tam- Al llenarse los dos auseue: que traíamos, tocarnos los tres juntos (josé
bién enmarcadas) daba a la cocina (csrufira de petróleo, fogón , metate, un Ángel ya había regresado a Sanriago Tuxrla], ahí debajo de los aguacates,
rodete de bejuco colgado del techo para la comida; con todo esto, doña tornando tontos-Estanislao tirado en la hamaca- hasta que nos vencie-
Juana guisaba sabroso), al dormitorio (unos catres de pita con pabellones ron los zancudos.
36 37
hermana de don Arcadio, Estanislao (la misma mezcla de negro cubano e enrollados, un baúl de cedro, ropa colgada de un lazo que corría de una es-
indio que nuestro anfitrión), que había llegado la semana anterior de Las quina del cuarto hasta la otra, unos sombreros de palma colgados de unos
Choapas "a componerme o a morir", la mujer de éste, la madre de ella clavos, costales de harina con la tercera en uno de ellos) y a otro cuartito (la
- u na viejita quejosa y desnutrida lJue fum aba un a apestosa cachimba- , bodega para herramienta, ahora la habitación de la familia visitante).
tres hijas casaderas (que desde la puerta nos devoraban con "aq uellas" mi- Comimos. Fuimos al centro con don Arcadio y compramos papel,
radas), una cochina parida y un perrito Aaco y ladrador. pegamento, hilo y navajiras de afeitar para armar un papalote, una pandor-
La parcela de don Arcadio consistía en tres hectáreas diflcilcs (arena, ga, de papel y carrizo, bajo la dirección de Cilberro, trcszapoteco de cepa.
montículos, arrieras, bejucos, nau)'acas, cactus) que había desmomado a -¡Qué chamaco eres! -le dijo, mientras con una mano él mismo
machetazos en los anteriores vciuricinco ano s (de hecho, era el lugar don- agarraba el hilo de la pandorga, que ya volaba, las navajitas de afei tar
de más había vivido en toda su vagabunda vida) . Una orilla colindaba con fijadas en los nudos de la cola por si apareciera otra que quisiera echarse
el asentamiento de Tacoreno, diado más largo miraba hacia la laguna, en un agarrón, y con la otra el nuevo vaso de tonto.
la parte de arriba hab ía unas casitas del vecino, y por el arra lado la bre- Bajo la sombra d e la casa, José Ángel apuntaba décimas que le decla-
cha y el monre. Tenía sembradas varias h ileras de árboles grandes de agua- maba Esranislao.
cat e, mango y vaina. Alrededor de la casa había muchas palmeritas chicas Despu és, don Arcadio nos entregó dos cuadernos Scribe de coplas y
!II décimas, escritos de su puño y letra, algunas cosas compuestas por él, otras
de coco, recién plan tadas entre resoca de pifiares. Hacia abajo hab ía vásta-
.''I!, nomás apuntadas.
gos, yuca, milpa, un frijo lar. Cerca de la casa, las gallinas de siempre, un

l par de chivos calientes: un manantial de agua dulce. por un lado, una le- - A ver cuánto me sale para que me hagan un libro -<lijo.
trina por el otro, y en la cima de la loma, la casa, Al refrescar la tarde, don Arcadio sacó la tercera y se puso a tocar y can-
Horcones, paredes de palmiche y caña de maíz, rellenado y cubierto de lar (y nosotros a grabar): El pájaro cú, El pájaro carpintero, La tuza... (só-
lodo, puertas de tablas en ambos lados, una vemana en la cocina (Rafael lo que aunque si eran coplas de La tuza, la música era quién sabe qué. De
Don fs, amigo de Garda de León, ya había tomado -supimos después- . repente, se dio cuenta del error. hizo una mueca de disgusto, pero como se
una fotografía de don Arcadio sentado junto a esta 'vent ana, la pared co- le estaba grabando, o quién sabe por qué, continuó tocando lo quc "im-
mo fondo , con la tercera en sus brazos) . provisaba", ya modo de rechazo cantó el verso:
Casi en Ía esquina opuesta de la misma pared había un espacio grande
Valía más que rer a un perro
rectangular de tierra pulida, en el cual él había dibujado la forma de una
con la cintura de olore
mujer encuerada, sentada, los pies rir ándole a la cola de una sirena, y en que a una ingrar a mujer
grandes letras se lela: "Te pido veso, Ysidra", que tenga prieto el chayote.
-¿Para qué le sacas foto a eso? -ciijo-; si yo estaba borracho.
El techo, alto , de cuatro aguas, era de palma amarrada con bejuco. El Luego tocó E/ siquisirt, E/aguanieve, El zapateado ("el mero son para el
cuarto central (una mesa, unas sillas de madera; un calendario, linos santos auto", dijo).
enmarcados, un rabloncito para las veladoras, unas fotos de él mismo, tam- Al llenarse los dos auseue: que traíamos, tocarnos los tres juntos (josé
bién enmarcadas) daba a la cocina (csrufira de petróleo, fogón , metate, un Ángel ya había regresado a Sanriago Tuxrla], ahí debajo de los aguacates,
rodete de bejuco colgado del techo para la comida; con todo esto, doña tornando tontos-Estanislao tirado en la hamaca- hasta que nos vencie-
Juana guisaba sabroso), al dormitorio (unos catres de pita con pabellones ron los zancudos.
38La casa se iluminaba con un apestoso "aparato" de petróleo y la vela- tiempos libres: nos complacía tocar juncos, escuchábamos grabaciones,
39
dora. Yo "dormí" en un catre que colocaron en el cuarto central, y Gilber- aprendíamos sones y coplas ( éstas las apuntaba yo en un cuaderno , para ír-
to so b re la mesa: una noche de zancudos, de piquetes de insectos caseros, melas aprendiendo en los camiones rumbo al trabajo; ellos simplemente las
de ruidos humanos, de animales , de vida nocturna tropical, de un aguace- asimilaban ya sabidas); hacíamos los viajes; comprábamos inscrurnentos;
ro, de olor a cachimba. En la mafiana nos fuimos. tocábamos en fiesras.
José Ángel tenía la intenci ón de estudiar administración de empresas,
Desde la carretera entre Catemaco y San Andrés Tuxda vimos a unas per- Gilberro hablaba vagamente de estudiar agronomía: esto quería decir que
sonas en el tejabancito de una tienda rural que recaban música y tomaban. uno se preparaba para administrar la fortuna familiar , y otro pensaba con-
Dimos la vuelta y entramos, Eran Carlos Escribano, «Oreja Mocha", con tinuar la tradición rural. Esta "diferencia" entre ellos operaba también en la
su ayuda n te de entonces y otros señores, con unas jaranitas y una guitarra dinámica de nuestro "grupo". José Ángel gozaba de lo que hubiere: las
(tamaños segunda y tres cuartos, más o menos), recién hechas. Les graba- amistades, la exuberancia musical de la improvisación, las novedosas co-
mos unos sones. La guitarra, aun así como estaba, sonaba muy bien; Gil- midas que se efectuaban, los viajes, la adm iración que el ser un músico ta-
berro ya tenía su guitarra, renovada por don Quinno (pero prestada a Gui- lentoso (junto, claro, con su atractivo acento) despertaba en el público fe-
llermo Conrreras y su nuevo grupo Jaranero) ; yo también queda una y se menino; pero hacia poco . Gilberto, en cambio, era el hacedor: se aprove-
la compramos a Carlos Escribano. Nos despedirnos y los dejamos en la chaba de cualquier circunstancia para conocer a las personas que sabían,
tienda, mientras se tomaban otro torito de anona y cocaban El siquisirt vj¿jo dirigían o sobresalían, o alguien que tenía cualquier cosa que decir. Era
con sus jaranas. Nos fuimos a Lerdo. cortés, modesto, cuidadoso en el hablar; se dedicaba a aprender las cosas
En la carretera habíamos cantado la mitad del Corridode Modesta Aya- que le interesaban ; no era un sabelotodo. Gracias a su empeño, el descui-
la, cuando hubo un repentino problema con el coche y de buenas a pri- dado jardín de la casa en Mixcoac se convirtió en una frondosa hortaliza
meras se apagó. Me bajé, maldiciendo la suerte, pensando cómo le haría- ("Ya parece que vivimos en una milpa", dijo uno de los inquilinos de otra
mos para encontrar un mecánico; Gilberto, sin hacerme caso, agarró unas parte de la propiedad); tenía buen sazón en la cocina (no comía las comi-
pinzas y un desarmador, Yo entr é a la alta maleza júnglica para hacer del das cuáqueras que yo preparaba: mejor se iba al mercado a echarse unos
baño, enojado, sudado, con hambre. En el espacio de quince minutos el t:lCOS de cabeza) y tornó el control general: en el Mercado de Mixcoac hi-
lO amistad con las vendedoras, que le traían verduras, frutas y hierbas tro-
coche ya andaba de nuevo e íbamos volando por la carretera, yo tragan-
do mi ingrato humor. picales, poco comunes en las mesas capitalinas; intervenía cuando se des-
En Lerdo dejamos la guitarra nueva con don Quirino para que la arre - compon ía la instalación eléctrica. la estufa, el tocadiscos, algún coche (en
glara. Al otro día nos fuimos a México. Por andarme metiendo a la hierba al esta época cada viaje significaba otro coche prestado; una vez habíamos lle-
lado del camino, tenía piquetes de pinolillo (una minúscula garrapata que vado el jeep a un viaje para resolver una urgencia con el cuidador del arrui-
vive - y puede esperar cuarenta años-- en la hierba hasta que pasa alguna nado trapiche cerca de Tacámbaro, Michoacan, que había comprado mi
víctima) en la paree trasera y en las coyonturas del cuerpo. padre : el viaje habla durado diez horas -Gilberto cantó canciones popu-
lares durante todo el viaje y nunca se repitió-- y en el regreso se descom-
No obstante mi juramento de no volver a formar paree de ningún grupo puso la carcacha en plena noche en la subida entre Tatuca y México, y tu-
de müsi ca, nosotros ya éramos un grupo. No teníamos nombre, ni habla vimos que amanecer sentados en ese refrigerador; ¡ahí sí le fallo'): era
habido ninguna fundación , pero los asuntos musicales ocupaban nue stros asimismo quien localizaba a algún músico que buscábamos; en las presen-
38La casa se iluminaba con un apestoso "aparato" de petróleo y la vela- tiempos libres: nos complacía tocar juncos, escuchábamos grabaciones,
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dora. Yo "dormí" en un catre que colocaron en el cuarto central, y Gilber- aprendíamos sones y coplas ( éstas las apuntaba yo en un cuaderno , para ír-
to so b re la mesa: una noche de zancudos, de piquetes de insectos caseros, melas aprendiendo en los camiones rumbo al trabajo; ellos simplemente las
de ruidos humanos, de animales , de vida nocturna tropical, de un aguace- asimilaban ya sabidas); hacíamos los viajes; comprábamos inscrurnentos;
ro, de olor a cachimba. En la mafiana nos fuimos. tocábamos en fiesras.
José Ángel tenía la intenci ón de estudiar administración de empresas,
Desde la carretera entre Catemaco y San Andrés Tuxda vimos a unas per- Gilberro hablaba vagamente de estudiar agronomía: esto quería decir que
sonas en el tejabancito de una tienda rural que recaban música y tomaban. uno se preparaba para administrar la fortuna familiar , y otro pensaba con-
Dimos la vuelta y entramos, Eran Carlos Escribano, «Oreja Mocha", con tinuar la tradición rural. Esta "diferencia" entre ellos operaba también en la
su ayuda n te de entonces y otros señores, con unas jaranitas y una guitarra dinámica de nuestro "grupo". José Ángel gozaba de lo que hubiere: las
(tamaños segunda y tres cuartos, más o menos), recién hechas. Les graba- amistades, la exuberancia musical de la improvisación, las novedosas co-
mos unos sones. La guitarra, aun así como estaba, sonaba muy bien; Gil- midas que se efectuaban, los viajes, la adm iración que el ser un músico ta-
berro ya tenía su guitarra, renovada por don Quinno (pero prestada a Gui- lentoso (junto, claro, con su atractivo acento) despertaba en el público fe-
llermo Conrreras y su nuevo grupo Jaranero) ; yo también queda una y se menino; pero hacia poco . Gilberto, en cambio, era el hacedor: se aprove-
la compramos a Carlos Escribano. Nos despedirnos y los dejamos en la chaba de cualquier circunstancia para conocer a las personas que sabían,
tienda, mientras se tomaban otro torito de anona y cocaban El siquisirt vj¿jo dirigían o sobresalían, o alguien que tenía cualquier cosa que decir. Era
con sus jaranas. Nos fuimos a Lerdo. cortés, modesto, cuidadoso en el hablar; se dedicaba a aprender las cosas
En la carretera habíamos cantado la mitad del Corridode Modesta Aya- que le interesaban ; no era un sabelotodo. Gracias a su empeño, el descui-
la, cuando hubo un repentino problema con el coche y de buenas a pri- dado jardín de la casa en Mixcoac se convirtió en una frondosa hortaliza
meras se apagó. Me bajé, maldiciendo la suerte, pensando cómo le haría- ("Ya parece que vivimos en una milpa", dijo uno de los inquilinos de otra
mos para encontrar un mecánico; Gilberto, sin hacerme caso, agarró unas parte de la propiedad); tenía buen sazón en la cocina (no comía las comi-
pinzas y un desarmador, Yo entr é a la alta maleza júnglica para hacer del das cuáqueras que yo preparaba: mejor se iba al mercado a echarse unos
baño, enojado, sudado, con hambre. En el espacio de quince minutos el t:lCOS de cabeza) y tornó el control general: en el Mercado de Mixcoac hi-
lO amistad con las vendedoras, que le traían verduras, frutas y hierbas tro-
coche ya andaba de nuevo e íbamos volando por la carretera, yo tragan-
do mi ingrato humor. picales, poco comunes en las mesas capitalinas; intervenía cuando se des-
En Lerdo dejamos la guitarra nueva con don Quirino para que la arre - compon ía la instalación eléctrica. la estufa, el tocadiscos, algún coche (en
glara. Al otro día nos fuimos a México. Por andarme metiendo a la hierba al esta época cada viaje significaba otro coche prestado; una vez habíamos lle-
lado del camino, tenía piquetes de pinolillo (una minúscula garrapata que vado el jeep a un viaje para resolver una urgencia con el cuidador del arrui-
vive - y puede esperar cuarenta años-- en la hierba hasta que pasa alguna nado trapiche cerca de Tacámbaro, Michoacan, que había comprado mi
víctima) en la paree trasera y en las coyonturas del cuerpo. padre : el viaje habla durado diez horas -Gilberto cantó canciones popu-
lares durante todo el viaje y nunca se repitió-- y en el regreso se descom-
No obstante mi juramento de no volver a formar paree de ningún grupo puso la carcacha en plena noche en la subida entre Tatuca y México, y tu-
de müsi ca, nosotros ya éramos un grupo. No teníamos nombre, ni habla vimos que amanecer sentados en ese refrigerador; ¡ahí sí le fallo'): era
habido ninguna fundación , pero los asuntos musicales ocupaban nue stros asimismo quien localizaba a algún músico que buscábamos; en las presen-
4° pacidad de transformar su ser en un fulano, animal o vegetal , pero
41
raciones siempre era el primero en canear, en hablar¡ en los tianguis era el
que regateaba. Yo era el "socio capitalista", Mi sueldo del Anglo financia- invariablemente con algún detalle revelador a la vista sobre su verdadera
ba los viajes, los instrumentos, los discos, las comidas , los ron es para los naturaleza, para que ciertas damas y ciertos caballeros, monoblanqueros y
ensayos, además de lo mío : la casa y la imprenta, astutos. pudiesen reconocer su di sfraz. Ésros merecían recib ir uno de cua-
Nos enconrrábamos en busca de un nombre. Grupo Tejón (puesto eras tro dones: habilidad en los juegos de azar, en el jinetear (equilibrio en la
una visita a la casa d e W ilebaldo Amador, del Trio Chicontepec, en la sa- silla, habilidad con la reata, para ech ar piales y paI<!. Aorear), suerte en el
amor o longevidad. Era común que el Mono Blanco se transformara en va-

!~
lida a Pachuca, donde pu de jugar con un rejón que vivía con ellos) lo ha-
bía sido; el Taller Marrln Pescador (puesto por Roberto Bolaño. Cri stin a quero y apareciera en los fandangos: sabía puntear la guitarra con arte y
de la Pei1:J. y yo) para la irnprenta lo era, pero ahora, para este nuevo asu n- zapateaba corno ninguno. Tuvo traro, hacia finales del siglo X VI I , co n el pi-
1I
to, ¿que En las presentaciones probamos distintas po sibilidades: Corni- rata holandés Laurent van Graff, Lorencillo, a quien le obsequió una mesa
zuelo, Cabresto, Chaneque, Tres ZApotes. Hueyapan (el nombre de La hacien- de oro puro en La cima de uno de los cerros cerca del puerco de Zonceco-
da original donde se encontraba el rancho de don Ramón Cutiérrez, don- mapan, que Lorenzillo y su asistente negro no pudieron cargar, y que nunca
'11,1
de se habla criado Gilberro con su madre, su hermana Alicia y su herma- volvieron a encontrar,
no Alfredo, pensando que él era el hijo mayor del dueño. sin sospechar la Según un escrito antropológico de Antonio García de León. este ser
existen cia de arra. prevía, verdadera familia), Pochote. Espiga. fulk!. O ía- era "una advocación del demon io"; pero nosotros lo entendimos como
mo s cad a uno de esto s nombres pronunciado por los locu tor es y, po r un a una figura presente: en la cosmografía del Golfo aún ant es de la llegada de
razón u otra, no lo volvíamos a usar. los europeos y el cristianismo: el Mono Blanco era el mismlsimo "enano"
Se acercaban dos compromisos para los cuales queríamos rener el constr ucto r de Uxmal y de aquella ciudad mayor, aho ra desaparecida, so-
nombre definitivo: la grabación de algunos sones, ~ás largos que los clá- brc una isla en el rlo Coarzacoalcos. Era la transfiguración, o reub icación
sicos tres minutos de cualquier música comercial. para Radio Educación¡ y un mcsoamericana, del dios mono hindú Hanumaan, cuyas hazañas se rela-
concurso de grupos de música "folklórica" formados por alumnos o maes - tan en el poema sagrado El Ramayana y que figura en el libro de Octavio
tros del Anglo. Probamos el nombre del personaje más sim pá tico y más Paz, El Mono Gramático. También era el Rey Mono chino, cuya historia
bondadoso del mundo indlgena novohispano que nos habla descrito An- leímos en Peregrinación haciael oeste de Wu Cheng'en.
tonio Garela de León: d Mono Blanco. Existía, cerca de Caternaco, un Cerro del Mono Blanco (es un cerro
Grupo Mono Blanco. Así le pusimos y al escucharlo pronunciado a era- chico y ahora se encuentra en un potrero, totalmente desprovisto de árbo-
vés del micrófono, no nos cupo duda; era fáci l, claro (a dife rencia de los les), y más allá en la sierra, una húmeda Cueva del Mono Blanco, donde
nombres en n áhuacl, maya , zapoteco o purhépecha que estaban en boga se reunían los creyentes, con sus plantas medicinales recolectadas cada pri-
en ese entonces entre los grupos, nombres de pronunciación incierta, cu- mer viernes de marzo. Era un ser p rehistórico, prehi spánico, mexicano. ve-
yo dele treo y traducción siempre tenía uno que ped ir). sonoro, enrai zado . racruzano, tuxteco.
(El personaje "h istórico" era un ser de la Sierra de Los Tuxrlas: un ll-
der simio que no sólo habla aprendido a hablar y razonar "como los hom- Grabamos como Grupo Mono Blanco para Radio Educación. (Seis, siete
bres", sino que además nos había superado y ahora gozaba de poderes so- 11 ocho sones que, desafortunadamente, se siguen transmitiendo en esa es-
brenaturales. Era juguetón, hábil , diestro, travieso, sabio. Operaba entre el tación como si esa fuera nuestra aportación "contundente". Además, no re-
mundo animal y se mezclaba y se deleitaba con los humanos: tení a la ca- sisten la tentación de poner El cascabel; un son que estuvo, lo supimos
4° pacidad de transformar su ser en un fulano, animal o vegetal , pero
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raciones siempre era el primero en canear, en hablar¡ en los tianguis era el
que regateaba. Yo era el "socio capitalista", Mi sueldo del Anglo financia- invariablemente con algún detalle revelador a la vista sobre su verdadera
ba los viajes, los instrumentos, los discos, las comidas , los ron es para los naturaleza, para que ciertas damas y ciertos caballeros, monoblanqueros y
ensayos, además de lo mío : la casa y la imprenta, astutos. pudiesen reconocer su di sfraz. Ésros merecían recib ir uno de cua-
Nos enconrrábamos en busca de un nombre. Grupo Tejón (puesto eras tro dones: habilidad en los juegos de azar, en el jinetear (equilibrio en la
una visita a la casa d e W ilebaldo Amador, del Trio Chicontepec, en la sa- silla, habilidad con la reata, para ech ar piales y paI<!. Aorear), suerte en el
amor o longevidad. Era común que el Mono Blanco se transformara en va-

!~
lida a Pachuca, donde pu de jugar con un rejón que vivía con ellos) lo ha-
bía sido; el Taller Marrln Pescador (puesto por Roberto Bolaño. Cri stin a quero y apareciera en los fandangos: sabía puntear la guitarra con arte y
de la Pei1:J. y yo) para la irnprenta lo era, pero ahora, para este nuevo asu n- zapateaba corno ninguno. Tuvo traro, hacia finales del siglo X VI I , co n el pi-
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to, ¿que En las presentaciones probamos distintas po sibilidades: Corni- rata holandés Laurent van Graff, Lorencillo, a quien le obsequió una mesa
zuelo, Cabresto, Chaneque, Tres ZApotes. Hueyapan (el nombre de La hacien- de oro puro en La cima de uno de los cerros cerca del puerco de Zonceco-
da original donde se encontraba el rancho de don Ramón Cutiérrez, don- mapan, que Lorenzillo y su asistente negro no pudieron cargar, y que nunca
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de se habla criado Gilberro con su madre, su hermana Alicia y su herma- volvieron a encontrar,
no Alfredo, pensando que él era el hijo mayor del dueño. sin sospechar la Según un escrito antropológico de Antonio García de León. este ser
existen cia de arra. prevía, verdadera familia), Pochote. Espiga. fulk!. O ía- era "una advocación del demon io"; pero nosotros lo entendimos como
mo s cad a uno de esto s nombres pronunciado por los locu tor es y, po r un a una figura presente: en la cosmografía del Golfo aún ant es de la llegada de
razón u otra, no lo volvíamos a usar. los europeos y el cristianismo: el Mono Blanco era el mismlsimo "enano"
Se acercaban dos compromisos para los cuales queríamos rener el constr ucto r de Uxmal y de aquella ciudad mayor, aho ra desaparecida, so-
nombre definitivo: la grabación de algunos sones, ~ás largos que los clá- brc una isla en el rlo Coarzacoalcos. Era la transfiguración, o reub icación
sicos tres minutos de cualquier música comercial. para Radio Educación¡ y un mcsoamericana, del dios mono hindú Hanumaan, cuyas hazañas se rela-
concurso de grupos de música "folklórica" formados por alumnos o maes - tan en el poema sagrado El Ramayana y que figura en el libro de Octavio
tros del Anglo. Probamos el nombre del personaje más sim pá tico y más Paz, El Mono Gramático. También era el Rey Mono chino, cuya historia
bondadoso del mundo indlgena novohispano que nos habla descrito An- leímos en Peregrinación haciael oeste de Wu Cheng'en.
tonio Garela de León: d Mono Blanco. Existía, cerca de Caternaco, un Cerro del Mono Blanco (es un cerro
Grupo Mono Blanco. Así le pusimos y al escucharlo pronunciado a era- chico y ahora se encuentra en un potrero, totalmente desprovisto de árbo-
vés del micrófono, no nos cupo duda; era fáci l, claro (a dife rencia de los les), y más allá en la sierra, una húmeda Cueva del Mono Blanco, donde
nombres en n áhuacl, maya , zapoteco o purhépecha que estaban en boga se reunían los creyentes, con sus plantas medicinales recolectadas cada pri-
en ese entonces entre los grupos, nombres de pronunciación incierta, cu- mer viernes de marzo. Era un ser p rehistórico, prehi spánico, mexicano. ve-
yo dele treo y traducción siempre tenía uno que ped ir). sonoro, enrai zado . racruzano, tuxteco.
(El personaje "h istórico" era un ser de la Sierra de Los Tuxrlas: un ll-
der simio que no sólo habla aprendido a hablar y razonar "como los hom- Grabamos como Grupo Mono Blanco para Radio Educación. (Seis, siete
bres", sino que además nos había superado y ahora gozaba de poderes so- 11 ocho sones que, desafortunadamente, se siguen transmitiendo en esa es-
brenaturales. Era juguetón, hábil , diestro, travieso, sabio. Operaba entre el tación como si esa fuera nuestra aportación "contundente". Además, no re-
mundo animal y se mezclaba y se deleitaba con los humanos: tení a la ca- sisten la tentación de poner El cascabel; un son que estuvo, lo supimos
42 43
muy pronto, tan mal toc ado como lo had a cualquier grupo de mariachi.) mediados de diciembre: Radio Educación le había encargado a Gilberro la
También, ya co mo G rupo Mono Blanco, nos presentamos en el con- organización de un festival jaro cho navideño en los jardines de la difuso-
cu rso d el Anglo. Fue un evento bas tante grande, y nosorros logr amos el ra. para el público, en vivo, pero también, claro. par a transmitir por las on-
segundo lugar. Dos grupos compartieron el pr imer lugar; uno era un a dasradiofónicas. El enfoque sería la tradición campesina y se hab ía asig-
1111
mezcla de niños, jóvenes y adultos que también se dedicaban exclusiva- nado presupuesto para traer y alojar mú sico s de la región. De ser posible,
mente al son jarocho: se llama ba n Los juiles y su guita rrero era Franc isco queríamos que don Arcadio nos acompañara.
García Ranz, Pero ahora había una nueva razón: ¿qué tal si él salla con no sotros a to -
car son jarocho en la frontera norte? La situació n de don Arcadio era pre-
En octubre fui mos co nt ratad os por el sindicato de un Co legio de Baclu- caria: a su s 86-87 años, su úni ca fuente de ingresos era la ven ta de la fru ta
lleres para tocar en un local que quedaba a una hora m ás allá de Ciudad y la verdura que él y doña Juana le sacaba n a la parcela. Úlrimameme ha-
Satélite. Lo que se queda era que tocáramos hasra llenar el sal ón para lue- bía estado enfermo, sin poder trabajar. Buena razón humanitaria, pero
go dejar que algú n sin dicalista habl ara; al vaciarse el salón volvedamos a además: sin habérselo propuesto , era el patriarca indiscutible (según nues-
tocar hasta qu e éste se llenara de nuevo . No no s pagaron mal, pero estuvi- tro pensar) de la música qu e tocábamos y ad mirába mos: seria un honor
mos ahí durante el dí a entero, sin tiéndo n os usados. En la rarde se nos acer- poder viajar con él durante seis semanas. Nuestra plática justi ficaba esa gi-
có una muchacha en qui en ya nos habíamos fijado , porque aparecía en to- ra de muchas maneras: sería instructi va y div erti da; m ás aún, la viviríamos
d as nu esrras interven ciones. Se llam aba Érica, estudiab a violín clásico y como un peregrinaje m ítico y legendar io: el viejo mostraría la sabia tradi-
nos dijo que su madre representaba grupos artísticos, y que si que darnos ción al mundo y éste le mostraría las maravillas de la modernidad. Se lo
le dirla que éramos un grupo "muy bueno", que a lo mejor algo podría su- planteamos a Patricia Doring, ella habló con Manuel de la Cera. director
ceder por ahí. De esa manera conocimos a Patricia Doring , en tres semanas del nuevo programa, y acorda mos ofr ecerle un a presentación p rivada des-
ya era nuestra repres entante y ya ten ía una cita para que nos presentáramos pués de Navidad pero antes de Año Nuevo.
ame un comité de la Secretaría de Educación Pública encargado de un pro- Le mandarnos los mil pesos (mi aguinaldo) a través del co m pad re. Gil-
grama cu ltu ral nuevo. . berro hizo varios viajes a su zona en autobús y armó el festival. La mayo-

r
!
D espués de escucharnos, el comité nos dijo que si estábamos d ispues-
ros a mejorar el modo de vestir y de traer el pelo, se complacerían en ofre-
cernas una gira de seis semanas por las escudas normales de la frontera nor-
rla de los músi cos llegaron ju ntos desde Santiago Tuxtla. Don Arcadio vino
desde Minatirlán. Del mismo Distrito Federal invitamos a un viejo arpista
que venia orig inalmente de Bodegas de Orapa, en los llanos que se encuen-
L te, a parti r de enero. tran al sur de Paso del Amate, José Valerio Zamudio (pariente, también, de
una hija natural -<on [fes jaroch ísimos hi jos - de un do di: Gilbe rto ).
Don Arcadio contestó una carta nuestra: Asistió Elda Cuti érrez Vázquez, hermana de ellos que estudiaba Leyes en
"... Resibi mui atenta cart a donde me desen que me esperan para nabi- la UNAM , quien dirigió el zapateado yel canto de los estribillos en lAS pas-
da i quis mi Dios no me m ande algun castigo y me consiga unos billetes cuas; y Alfredo Gutiérrcz Silva, que declamó décimas chuscas. Y no sotros
boi apasar la nabida con usreds porque con la muerte de mi hermano que- aparecimos por primera ocasión como Don Arcadio Hidalgo y el Grupo
de vastante amolado i no tengo dinero para mi pasage Aora si usteds fasi- Mono Blanco.
litan unos m il peso mandemelos a nombre de mi compadre Tito Torres..." Don Arcadio se lució como cantante, declamador y placicador, Todos
De rodas maneras, queríamos convencerlo de que viniera a México a los músicos, salvo él, tomaron el autobús d e la medi a noche y volvieron a
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muy pronto, tan mal toc ado como lo had a cualquier grupo de mariachi.) mediados de diciembre: Radio Educación le había encargado a Gilberro la
También, ya co mo G rupo Mono Blanco, nos presentamos en el con- organización de un festival jaro cho navideño en los jardines de la difuso-
cu rso d el Anglo. Fue un evento bas tante grande, y nosorros logr amos el ra. para el público, en vivo, pero también, claro. par a transmitir por las on-
segundo lugar. Dos grupos compartieron el pr imer lugar; uno era un a dasradiofónicas. El enfoque sería la tradición campesina y se hab ía asig-
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mezcla de niños, jóvenes y adultos que también se dedicaban exclusiva- nado presupuesto para traer y alojar mú sico s de la región. De ser posible,
mente al son jarocho: se llama ba n Los juiles y su guita rrero era Franc isco queríamos que don Arcadio nos acompañara.
García Ranz, Pero ahora había una nueva razón: ¿qué tal si él salla con no sotros a to -
car son jarocho en la frontera norte? La situació n de don Arcadio era pre-
En octubre fui mos co nt ratad os por el sindicato de un Co legio de Baclu- caria: a su s 86-87 años, su úni ca fuente de ingresos era la ven ta de la fru ta
lleres para tocar en un local que quedaba a una hora m ás allá de Ciudad y la verdura que él y doña Juana le sacaba n a la parcela. Úlrimameme ha-
Satélite. Lo que se queda era que tocáramos hasra llenar el sal ón para lue- bía estado enfermo, sin poder trabajar. Buena razón humanitaria, pero
go dejar que algú n sin dicalista habl ara; al vaciarse el salón volvedamos a además: sin habérselo propuesto , era el patriarca indiscutible (según nues-
tocar hasta qu e éste se llenara de nuevo . No no s pagaron mal, pero estuvi- tro pensar) de la música qu e tocábamos y ad mirába mos: seria un honor
mos ahí durante el dí a entero, sin tiéndo n os usados. En la rarde se nos acer- poder viajar con él durante seis semanas. Nuestra plática justi ficaba esa gi-
có una muchacha en qui en ya nos habíamos fijado , porque aparecía en to- ra de muchas maneras: sería instructi va y div erti da; m ás aún, la viviríamos
d as nu esrras interven ciones. Se llam aba Érica, estudiab a violín clásico y como un peregrinaje m ítico y legendar io: el viejo mostraría la sabia tradi-
nos dijo que su madre representaba grupos artísticos, y que si que darnos ción al mundo y éste le mostraría las maravillas de la modernidad. Se lo
le dirla que éramos un grupo "muy bueno", que a lo mejor algo podría su- planteamos a Patricia Doring, ella habló con Manuel de la Cera. director
ceder por ahí. De esa manera conocimos a Patricia Doring , en tres semanas del nuevo programa, y acorda mos ofr ecerle un a presentación p rivada des-
ya era nuestra repres entante y ya ten ía una cita para que nos presentáramos pués de Navidad pero antes de Año Nuevo.
ame un comité de la Secretaría de Educación Pública encargado de un pro- Le mandarnos los mil pesos (mi aguinaldo) a través del co m pad re. Gil-
grama cu ltu ral nuevo. . berro hizo varios viajes a su zona en autobús y armó el festival. La mayo-

r
!
D espués de escucharnos, el comité nos dijo que si estábamos d ispues-
ros a mejorar el modo de vestir y de traer el pelo, se complacerían en ofre-
cernas una gira de seis semanas por las escudas normales de la frontera nor-
rla de los músi cos llegaron ju ntos desde Santiago Tuxtla. Don Arcadio vino
desde Minatirlán. Del mismo Distrito Federal invitamos a un viejo arpista
que venia orig inalmente de Bodegas de Orapa, en los llanos que se encuen-
L te, a parti r de enero. tran al sur de Paso del Amate, José Valerio Zamudio (pariente, también, de
una hija natural -<on [fes jaroch ísimos hi jos - de un do di: Gilbe rto ).
Don Arcadio contestó una carta nuestra: Asistió Elda Cuti érrez Vázquez, hermana de ellos que estudiaba Leyes en
"... Resibi mui atenta cart a donde me desen que me esperan para nabi- la UNAM , quien dirigió el zapateado yel canto de los estribillos en lAS pas-
da i quis mi Dios no me m ande algun castigo y me consiga unos billetes cuas; y Alfredo Gutiérrcz Silva, que declamó décimas chuscas. Y no sotros
boi apasar la nabida con usreds porque con la muerte de mi hermano que- aparecimos por primera ocasión como Don Arcadio Hidalgo y el Grupo
de vastante amolado i no tengo dinero para mi pasage Aora si usteds fasi- Mono Blanco.
litan unos m il peso mandemelos a nombre de mi compadre Tito Torres..." Don Arcadio se lució como cantante, declamador y placicador, Todos
De rodas maneras, queríamos convencerlo de que viniera a México a los músicos, salvo él, tomaron el autobús d e la medi a noche y volvieron a
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Sant iago. Juan Zapata dijo que la capital "era fría como la cilingada" y qu e manenres neblinas de la zona de bosque húmedo arriba de Jalapa (con los
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no volvería "a veni r jamás". instrumentos y música y divertidas comidas, pero siempre rehuyendo las
A don Arcadio lo llevam os a la To rre Latinoa mericana. ("¡Ah, ch in- goteras, siempre envueltos en ch amarras, gaban es y bufandas); y luego vol-
gao!" d ijo en su voz d e líq u ido tenor al subir el elevador como una bal a, y vimos a M éxico para hacer la presentaci ón ante Manuel de la Cera. Ya nos
los demás ocupantes de la unidad , que tambi én sintieron el jalón en sus estábamos conociendo musicalmente y la tocada -una mezcla de edades,
entrañas, se rieron) . lo llevamos al Zócalo, al Monumenro a la Revolución de la ciudad y el cam po, excelentes instrumentos, cosas qu e decir en el
(donde dedam~ una décima en honor dd movimiento y sus caudi llos). al canco-- fue buena. De la Cera acept ó nuestra propuesta co n tres condi-
C asrillo de Cb apulr epec, al Museo de Anrropologla, a La V illa, a Xochi- ciones: que a don Arcadio se le pagaran sus boletos de avión (ide.~de Mi -
milco, donde, después de comerse la pr esa, tiró el hueso de la piern a de naritl án! "Ya no estoy para hacer esos matados viajes en au to bús," estuvo
pollo, de espald as y por en cima del hombro, al canal, con la d espreocupa- en condición de afirmar) y sus viáti cos , pe ro no se aum en tarían nuestras
ción de los hombres originales que poblaron este concinenre, seguros de ganancias como grupo: tendríamos ahora que repartir la suma entre cinco
que nunca falta ría un per ro hambriento para ua.g:irsdo. y no entre cuatro (Patricia Doring gan ab a su parte); ade más, pidió que se
- N o , don Ar cadio - d ijo Gilberto-. AqUÍ es ci udad; no se (ir a le practicara un electrocardiograma, para ver si su corazón aguantaría los
basura como qu iera. rigores de los viajes, los cambios de presión de los aviones. Y que trajéra-
- .Ti enes razón ---dijo él- . No cabe duda que soy un inculro co mo mos una copia de su acta de nacimiento, para registrarlo.
no tienen una idea; pero vaya ap rende r a anda r entre la gente. Aceptarnos la primera co ndic ió n y pasó bien el exam en médico, pero
Algunas tardes después del festival llegaron a pasar las vacaciones do s al parecer no tenía acra de nacim iento.
am igas estadounidenses de mi familia, la señora Mona D ayron y su hija - Tod o eso se perdió en la Revolución ---di jo--. Yo mismo anduve
Bersy (este nomb re "im pronu nciable" se volvió Baze para don Arcadio, y quemando cantidad de papelería . Ching ando a los parrones.
terminó en Berina). La señora no hablaba el español; pero era ami stosa, Gilberto lo llevó en avión a Minatitlán, para que empezara a co nocer
paciente y observadora: por medio de la convivencia (ella "leía" las líneas ese medio de transpone, y para que llegara a tiempo a la exigente junta
de las palmas de las manos y Berina hacía "curacion~s" por medio de las mensual del ejido de Tacorcno -invariablemente se realizaba el primer
pul saciones entre disrinros puntos del cuerpo), la música, las copl as, las día de cada mes- para pedir la req uerida "licencia". An tes de que salieran
fogatas , los tés de canela, los paseos, don Arcadio quedó encamado con de la casa rumbo al aeropuerro, don Arcadio dijo:
ella. - Esca jarana se va a llamar La Mona.
- ¿Cómo dices que se llama? ---dijo luego .
-s-Ma na; don Arcadio. VI
-¡N'ombre! ¿Cómo le V3J110S a decir así? AL PRI NCIPIO, las giras eran de cinco dí as: salíamos los lunes en los pri-
-Pues así es su nombre de pila; así es no más; en ingl és no tiene nada meros vuelos (echándonos rodas los cafecitos que no s ofrecían) y volvía-
que ver. mos los viernes en los últimos (tomándonos las botellitas de "fuerte" que
-Pues ni modo: no hay más clavel que clavar. dijo Felipe al cura a veces regalaban y a veces vendían). Pasáb amos los fines de semana en
-comentó--. Pero más sin embargo. ¿có m o va a ser? Ni modo. México. Las ciudades principales para las seis sem an as prometidas eran
Mcxicali , Herrnosillo, Torreón , Queréraro (en automóvil) , Tap achula y
Pasamos la Nochebuena con ellas en su rancho, Las Brujas, enrre Las per- Los Mochis,
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Sant iago. Juan Zapata dijo que la capital "era fría como la cilingada" y qu e manenres neblinas de la zona de bosque húmedo arriba de Jalapa (con los
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no volvería "a veni r jamás". instrumentos y música y divertidas comidas, pero siempre rehuyendo las
A don Arcadio lo llevam os a la To rre Latinoa mericana. ("¡Ah, ch in- goteras, siempre envueltos en ch amarras, gaban es y bufandas); y luego vol-
gao!" d ijo en su voz d e líq u ido tenor al subir el elevador como una bal a, y vimos a M éxico para hacer la presentaci ón ante Manuel de la Cera. Ya nos
los demás ocupantes de la unidad , que tambi én sintieron el jalón en sus estábamos conociendo musicalmente y la tocada -una mezcla de edades,
entrañas, se rieron) . lo llevamos al Zócalo, al Monumenro a la Revolución de la ciudad y el cam po, excelentes instrumentos, cosas qu e decir en el
(donde dedam~ una décima en honor dd movimiento y sus caudi llos). al canco-- fue buena. De la Cera acept ó nuestra propuesta co n tres condi-
C asrillo de Cb apulr epec, al Museo de Anrropologla, a La V illa, a Xochi- ciones: que a don Arcadio se le pagaran sus boletos de avión (ide.~de Mi -
milco, donde, después de comerse la pr esa, tiró el hueso de la piern a de naritl án! "Ya no estoy para hacer esos matados viajes en au to bús," estuvo
pollo, de espald as y por en cima del hombro, al canal, con la d espreocupa- en condición de afirmar) y sus viáti cos , pe ro no se aum en tarían nuestras
ción de los hombres originales que poblaron este concinenre, seguros de ganancias como grupo: tendríamos ahora que repartir la suma entre cinco
que nunca falta ría un per ro hambriento para ua.g:irsdo. y no entre cuatro (Patricia Doring gan ab a su parte); ade más, pidió que se
- N o , don Ar cadio - d ijo Gilberto-. AqUÍ es ci udad; no se (ir a le practicara un electrocardiograma, para ver si su corazón aguantaría los
basura como qu iera. rigores de los viajes, los cambios de presión de los aviones. Y que trajéra-
- .Ti enes razón ---dijo él- . No cabe duda que soy un inculro co mo mos una copia de su acta de nacimiento, para registrarlo.
no tienen una idea; pero vaya ap rende r a anda r entre la gente. Aceptarnos la primera co ndic ió n y pasó bien el exam en médico, pero
Algunas tardes después del festival llegaron a pasar las vacaciones do s al parecer no tenía acra de nacim iento.
am igas estadounidenses de mi familia, la señora Mona D ayron y su hija - Tod o eso se perdió en la Revolución ---di jo--. Yo mismo anduve
Bersy (este nomb re "im pronu nciable" se volvió Baze para don Arcadio, y quemando cantidad de papelería . Ching ando a los parrones.
terminó en Berina). La señora no hablaba el español; pero era ami stosa, Gilberto lo llevó en avión a Minatitlán, para que empezara a co nocer
paciente y observadora: por medio de la convivencia (ella "leía" las líneas ese medio de transpone, y para que llegara a tiempo a la exigente junta
de las palmas de las manos y Berina hacía "curacion~s" por medio de las mensual del ejido de Tacorcno -invariablemente se realizaba el primer
pul saciones entre disrinros puntos del cuerpo), la música, las copl as, las día de cada mes- para pedir la req uerida "licencia". An tes de que salieran
fogatas , los tés de canela, los paseos, don Arcadio quedó encamado con de la casa rumbo al aeropuerro, don Arcadio dijo:
ella. - Esca jarana se va a llamar La Mona.
- ¿Cómo dices que se llama? ---dijo luego .
-s-Ma na; don Arcadio. VI
-¡N'ombre! ¿Cómo le V3J110S a decir así? AL PRI NCIPIO, las giras eran de cinco dí as: salíamos los lunes en los pri-
-Pues así es su nombre de pila; así es no más; en ingl és no tiene nada meros vuelos (echándonos rodas los cafecitos que no s ofrecían) y volvía-
que ver. mos los viernes en los últimos (tomándonos las botellitas de "fuerte" que
-Pues ni modo: no hay más clavel que clavar. dijo Felipe al cura a veces regalaban y a veces vendían). Pasáb amos los fines de semana en
-comentó--. Pero más sin embargo. ¿có m o va a ser? Ni modo. México. Las ciudades principales para las seis sem an as prometidas eran
Mcxicali , Herrnosillo, Torreón , Queréraro (en automóvil) , Tap achula y
Pasamos la Nochebuena con ellas en su rancho, Las Brujas, enrre Las per- Los Mochis,
46 Así es que la madrugada del lunes de enero de 1980. don Arcadio Hi-
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Por mi parte, luego de leer el periódico hice apuntes en mi cuaderno acer-
dalgo y los tres integrantes del Grupo Mono Blanco nos encont rábamos ca- ca de la músi ca, su contexto social. e! fandango. la instrumentación; sobre
minando por el largo pasillo úni co del aeropuerro, rumbo a la nave que don Arcadio y sobre nosotros mismos. Apunté los sones que con cierta se-
nos llevaría a Mexicali. guridad podíamos tocar. Hice una lista de las posibles mezclas, de los po-
En la última sala de espera Gilberro me dijo: sibles conciertos que permitían esas mezclas.
-¿Ahora qué? Era una presentación difícil, en el sent ido de que el público era nume-
Tenia razón: por afortunados que nos sintiéramos, por "abundantes" roso, mayoritariamente femenino , cedas reunidas en la asoleada explanada
que habían sido nuestras primeras experiencias musicales , no éramos más central de su Normal. nosotros en la sombra de un corredor, obligados a
que un anciano mermado. un par de medios herm ano s jóvenes. auténti- utilizar un solo micrófono escolar con una sola bocina escolar de cono.
cos jarochos también. pero novatos. y un quién-sabe-qué una generación Comenzamos con el son de EL baJajw. Gilberro cantó primero, contestado
mayor que ellos; nunca habíamos tocado en un verdadero concierto juntos por don Arcadio; luego cantó José Angel, contestado por mí.
y nos aguardaba una presentación próxima, antes de la comicia. en la escue- Algo sucedió: la comunión entre e! sol y la jiribilla, e! son jarocho y ese
la normal de Mexicali, son: e! conjunto "cuajó "; en los ojos se vela claramente que no estaban
-iAh chingao! ---excUmó don Arcadio en el instante del despegue, al pensando en nosotros ni en cualquier otra cosa: estaban escuchando la
sentirse aplastado en contra del asiento. mientras abrazaba el costal de ha- música. Al terminarlo, nos "escondi mos" detrás del aplauso, ni nos mira-
rina que envol vía La Mona. mos ni sabíamos con qué seguir. Habló Gilberto. Nos presentó junto con
.Él se concentró en la comida que nos empezaban a servir, la mano los insrrurnen tos y cada quien tocó unos instantes de muestra. Acto segui-
temblando un poco al agarrar el aspa delgada de la taza de plástico con do. don Arcadio y Gilberro tocaron y cantaron La lloroncita. Durante el
otro café¡ José Ángel estuvo hojeando algunas de las revistas que hab ía aplauso Gilberto me lanzó una mirada que queda decir: ~¿ Aho ra qué ?".
comprado en el aeropuerto. Gilberro se puso a escribir coplas en un cua- Eché un vistazo a mi cuaderno y le dije:
derno. Fue la primera vez que lo vi ejercer la actividad coplera (y yo pen- -El fandango-. Entonces describió este evento mexicano y jarocho.
saba que ésa no era la manera de aprender ni a componer ni a improvisar): y seguimos los cuatro con La guacamaya. De esa manera se construyó
nuestro primer concierto.
Arcad io como aviado r
no el nada desesperado;
No estábamos preparados para las parvadas de muchachas que nos ro-
sentado corno un señor dearon al final para pedirnos nuestros aut ógrafos y nos tuvieron que prestar
<¡ue po r el mundo ha viajado sus lapiceros. Se hablan conmovido; no era sólo el hecho de que José Ángel
o como algún conductor
y Gilberto fueran jóvenes y no mal parecidos; no era sólo el hecho de que
de aviones ya retirado,
don Arcadio representara al abuelo que rodas merecían tener, y de ninguna
Mirando el cielo estrellado manera era por mí, Debe de haber sido la amalgama: la fuerza natural de la
una gran emoción siento
música, claro. pero también el hecho de que seres tan disimiles (edad. color,
que me tiene preocupado,
buscando dd ciclo al centro las oficialmente "inexistentes" clases sociales, educación) anduvieran juntos.
y por mi> vueltas que he dado
a mi planeta no encuentro. El pr imer concierto nos había salido bien y nuestra vida "de gira" era una
novedad: nos quedamos en un gran mote! estilo estadounidense, con cuar-
48 49
tos alfombrados, co n televisión a col o r (do n Arcadio, ni ese día ni nunca la mayor parte de la gente vest ía al estilo sin clase social, sin cara cterísticas
dist ingui ó en tre el pro gram a y los an uncios; no en tend ía las tramas enre- locales, común a todo M éxico - tenis y gorrita o bo tas y tejan a-o don
dad as, no le parecían graciosos los chist es; se emocionaba con los pleito s, Arcadio se habla identificado como "jarocho" desde quién sab Ia cu ando):
los balazos o las carreras de caballos - y gritaba su en frascado apoyo- --, con vest ía del mismo modo que la primera vez que lo vimos: pantalones de Pe-
La India María y con Cantinflas, pero no ponla atenció n a la conversación mex color caqui, paliacate, som brero de palma de cuatro pedradas. Nun-
normal de las películas; se abu rría: p refería estar plati cand o, tocando mú - ca volvimos a ver los botines blancos balleteros; le compramos uno s botines
sica o echando relajo. Lo que sí le interesaba era escuchar rodos los días bajos y cómodos, con cierre: metálico.
que se pudiera -más o menos a las once de la mañana en todos los coches Nosotros usábamos la ropa de a di ario co n algunos detalles jarochos:
y cedas las riend as de M éxico- La tremenda corte, con los enredos mezclilla azul, botines de punta redonda, guayabera, paliacare y so m brero.
cu banos de Tres Patines; sí entendía eso). También habla agu a caliente, José Ángel y Gilberro ya tenían sombreros jarochos; yo sólo tenía uno
teléfono, lavandería. Conocimos la machaca, las tortillas pápagos grandes rnichoacano, de ala grande. sin procedencia clara (no era ningún elegante
de harina, los "burritos", los cortes norteños de carne asada . M irábamos a! som brero rerracalen te ño de "asti lla" ): este es el sombrero que traigo pues-
"o tro lado" de la frontera a través de la m alla d e alambre: calles an ch as, to en la fotografla del pr imer programa de mano que nos hizo la SEP (to-
casitas ordenadas, carros nuevos, nadie a la vista ; en ese entonces yo tenía rnada en el jardín trasero en la casa de M ixcoac: don Arcadio está rlgido
pasap orte y visa para entrar, no así los demás. com o si fuera made ra rallad a), que cargamos, repartimos y firm amos por
Conocimos un a m ult itud d e meseros y mesetas que reaccionaban ha- m illares. El mío no era un so m brero demasiado d istinguido; claro que as-
cia nosotros de igual cancidad de maneras, y quienes casi siem pre recibían piraba a ten er uno de a deveras. En un barrio de Mexicali, a unos pasos de
un "recuerdo" en la forma de una copla escrita en un a servilleta, compues- la línea, encontramos un a tienda ch ica y orgullosa de som breros finos y yo
ta por Gilbcrto (que yo apu n taba): mandé hacer un sombrero jarocho costo so de "legítimo panamá"; Gilberro
dijo para la diversión de don Arcadio:
Esta pregu nta me nace
por hallar me en este estado Juan Pascoe es un ho m bre entero
si usted me satisface con un andar mu y lad ino
esto le he pr egu ntado : pero hoy con su so mb rero
,l a machaca de qu é se hace ; qu e se puso co n srino
es de res o de venado? se parece un ganade ro
o granjero de cochinos.
Fue m uy bu ena la comida
mu y sabros a ). suculen ta
Terminamos la pr imera semana en lijuana paseándonos por el famoso
ya me voy de d espedida
pues mi persona se ausenta
bulevar "del pecado", tornando unas copas adulteradas, comprando algu-
y com o es as! la movida nos objetos de fayuca erótica (un llavero: de pie, vestida; de cabeza ¡encuc-
dígarne , cuánto es la cuen ta? radal}. En la noche tomarnos un vuelo a la ciudad de México.

Para don Arcadio no habl a cambio de ropa para andar a diar io o para el Nos fuimos directamente a la terminal de autobuses con rumbo a T laco-
escenar io: se vestía en Mexicali del mismo macla qu e en el ejid o de Taco- talpan, donde amanecimos. Queríamos participar en el "Segundo Con-
tena; era un campesino jarocho (o más bien, ya qu e en el sur de Veracruz curso Nacional de Jaraneros ".
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tos alfombrados, co n televisión a col o r (do n Arcadio, ni ese día ni nunca la mayor parte de la gente vest ía al estilo sin clase social, sin cara cterísticas
dist ingui ó en tre el pro gram a y los an uncios; no en tend ía las tramas enre- locales, común a todo M éxico - tenis y gorrita o bo tas y tejan a-o don
dad as, no le parecían graciosos los chist es; se emocionaba con los pleito s, Arcadio se habla identificado como "jarocho" desde quién sab Ia cu ando):
los balazos o las carreras de caballos - y gritaba su en frascado apoyo- --, con vest ía del mismo modo que la primera vez que lo vimos: pantalones de Pe-
La India María y con Cantinflas, pero no ponla atenció n a la conversación mex color caqui, paliacate, som brero de palma de cuatro pedradas. Nun-
normal de las películas; se abu rría: p refería estar plati cand o, tocando mú - ca volvimos a ver los botines blancos balleteros; le compramos uno s botines
sica o echando relajo. Lo que sí le interesaba era escuchar rodos los días bajos y cómodos, con cierre: metálico.
que se pudiera -más o menos a las once de la mañana en todos los coches Nosotros usábamos la ropa de a di ario co n algunos detalles jarochos:
y cedas las riend as de M éxico- La tremenda corte, con los enredos mezclilla azul, botines de punta redonda, guayabera, paliacare y so m brero.
cu banos de Tres Patines; sí entendía eso). También habla agu a caliente, José Ángel y Gilberro ya tenían sombreros jarochos; yo sólo tenía uno
teléfono, lavandería. Conocimos la machaca, las tortillas pápagos grandes rnichoacano, de ala grande. sin procedencia clara (no era ningún elegante
de harina, los "burritos", los cortes norteños de carne asada . M irábamos a! som brero rerracalen te ño de "asti lla" ): este es el sombrero que traigo pues-
"o tro lado" de la frontera a través de la m alla d e alambre: calles an ch as, to en la fotografla del pr imer programa de mano que nos hizo la SEP (to-
casitas ordenadas, carros nuevos, nadie a la vista ; en ese entonces yo tenía rnada en el jardín trasero en la casa de M ixcoac: don Arcadio está rlgido
pasap orte y visa para entrar, no así los demás. com o si fuera made ra rallad a), que cargamos, repartimos y firm amos por
Conocimos un a m ult itud d e meseros y mesetas que reaccionaban ha- m illares. El mío no era un so m brero demasiado d istinguido; claro que as-
cia nosotros de igual cancidad de maneras, y quienes casi siem pre recibían piraba a ten er uno de a deveras. En un barrio de Mexicali, a unos pasos de
un "recuerdo" en la forma de una copla escrita en un a servilleta, compues- la línea, encontramos un a tienda ch ica y orgullosa de som breros finos y yo
ta por Gilbcrto (que yo apu n taba): mandé hacer un sombrero jarocho costo so de "legítimo panamá"; Gilberro
dijo para la diversión de don Arcadio:
Esta pregu nta me nace
por hallar me en este estado Juan Pascoe es un ho m bre entero
si usted me satisface con un andar mu y lad ino
esto le he pr egu ntado : pero hoy con su so mb rero
,l a machaca de qu é se hace ; qu e se puso co n srino
es de res o de venado? se parece un ganade ro
o granjero de cochinos.
Fue m uy bu ena la comida
mu y sabros a ). suculen ta
Terminamos la pr imera semana en lijuana paseándonos por el famoso
ya me voy de d espedida
pues mi persona se ausenta
bulevar "del pecado", tornando unas copas adulteradas, comprando algu-
y com o es as! la movida nos objetos de fayuca erótica (un llavero: de pie, vestida; de cabeza ¡encuc-
dígarne , cuánto es la cuen ta? radal}. En la noche tomarnos un vuelo a la ciudad de México.

Para don Arcadio no habl a cambio de ropa para andar a diar io o para el Nos fuimos directamente a la terminal de autobuses con rumbo a T laco-
escenar io: se vestía en Mexicali del mismo macla qu e en el ejid o de Taco- talpan, donde amanecimos. Queríamos participar en el "Segundo Con-
tena; era un campesino jarocho (o más bien, ya qu e en el sur de Veracruz curso Nacional de Jaraneros ".
1 1~li

5°N os quedamos en el taller de un carpintero/músico, conocido de Gil. 51


conocido. o los de siempre (pero lemas), el uso de técnicas teatral es no
berro desde sus años de la primaria (cuando vivía en Tlacotalpan con la fa- acostumbradas en el ámbito rural pero útiles en los conciertos. algunos de
milia Gutiérrez Vázquez), llamado Marco Gómez, "El Taconazo". Don los sones d ifíciles, el violín en sustituc ión del arp a.
Arcadio dormía igual sobre un tablón que en una cama de hotel y cornea- Al bajarnos, alguien me agarró por la melena y dijo con apasionado
mos igual de sabroso con una parrilla eléctrica y latitas de chile (a manera desprecio: "¡Usted no es jarocho!" Pues ni modo: era cierto; pero el co men-
de cazuelas), que en una cocina de casa con codos sus enseres. Mejor que tario no se refería a la realidad (en muchas ocasiones la gente creía que José
esta aventura de nómadas. no obstante, era que únicamente teníamos que Angel y yo éramos los hermanos: me veían como un jarocho güero,
abrir la puerra de la calle para iestar en Tlacotalpan! gachupín) sino al "estilo" del cabello. Era claro que hubo malestar. A don
Calor mezclado con repentinos nones con lluvia y frío; un gentío. or- Arcadio se le dio un segundo lugar en materia de "Décimas"; uno de los
gullosa jarocherla; la tropical plaza fragranre y cuidada: su iluminación jueces lo tomó por el brazo, lo llevó a un lado y le dijo que volviera el año
diurna natural y la nocturna, eléctrica, descubría las fachadas coloreadas próximo con "su gente" . Él contesté que nosotros éramos "su gente ", que
de las extraordinarias casas. algunas de las cuales eran habitadas por miem- los campesinos de su edad ya se hablan muerto y que ahora éste ya era su
bros de la familia Guriérrez, y que nos invitaban a pasar. A don Ramón lo grupo. (Los jueces. músicos urbanos folklorisras, etnomusicólogos y antro-
vimos tomando. sentado en una de las caminas de los portales, rodeado de pólogos de la ciudad de México, no sabían que don Arcadio. desde que
un grupo de amigos ganaderos tlacotalpeños (codos vestidos de colores habla empezado a and ar "en grupo s" ~osa reciente; tradicionalmente los
tenues, tirándole a blanco, portando finos sombreros), guitarra sexta presta- músicos andaban como tejones solitarios , arrimándose sólo para fandan-
da entre los brazos; José Angel y Gilberro me llevaron a saludarlo, pero el guear-. solla juntarse con jóvenes.) La sospecha era, más bien. que algo
complejo cuadro le ha de haber incomodado y no nos presentó con sus pudiera andar "etnol ógicam ente chueca", o. como se diría algunos años
compañeros. Seguimos el camino rumbo a la orilla del río. adelante, "políticamente incorrecto"; según el parecer de las "autoridades",
En esas primeras visitas a la numerosa familia Guciérrez yo mismo era nosotros nos estábamos apropiando de don Arcadio: utilizábamos su "sello
la novedad y esto me hada figurar que estaba adentro de la fiesta (visitamos de autenticidad" y su edad para hacer los inventos que queríamos y nos
infinidad de casas de sus conocidos y Familiares en distintos barrios del pue- aprovechábamos de su vejez }' de su pobreza para hacernos "famosos";
blo; al encontrarlas todas repletas de parientes que habían llegado en auto- además, pretendíamos cambi ar el "sonido" de la música. un sonido carac-
bús, en lanchas o a caballo, comprendí que la fiesta de la Candelaria era terístico que ya estaba hecho. aceptado. apreciado. La figura más "repug-
un acontecimiento para la población misma, y sólo en segundo plano era nante". más inconcebible, de este "trío indigno" era precisamente yo. Los
un evento para los forasteros). Se nos convidaban generosos caldos. moli- jueces no reconocían lo sotaventino en José Ángel ni en Gilberro (quizás
ros, dulces de almendra. toritos y bebidas de etiqueta. por las presentaciones en la Peña Tecuicanime, la grabación y el festival en
No tuvimos la misma recepción cordial en el Concurso de Jaraneros Radio Educación), sino que los velan como un par de jóvenes chilangos
(evento instalado en la plaza principal, a un lado de la parroquia). Más manejados por un gringo maqui avélico, }' a don Arcadio como su víctima.
bien causamos desconcierto. Tocamos Los[uiles, El buraquito (con bombas José Ángel se decepcionó abisrnalrnente con nuestro fracaso; le habrla
entre los versos, tal como lo hadamos en los conciertos, en los cuales don sido de p rimera importancia "triunfar" en su pueblo. ante su Familia y co-
Arcadio declamaba décimas o coplas dedicadas a alguna mujer en particu- nocidos. Cayó al instante en una depresión.
lar o a la concurrencia en general) y El cascabel: Era una presentación típi- Gilbcrro me dijo: "Mira, el que toca la guitarra vive en Boca de San
ca de esta segunda versión del Grupo Mono Blanco : algún son poco Miguel. cerca del rancho de don Ramón; mi madre lo conoce desde que
1 1~li

5°N os quedamos en el taller de un carpintero/músico, conocido de Gil. 51


conocido. o los de siempre (pero lemas), el uso de técnicas teatral es no
berro desde sus años de la primaria (cuando vivía en Tlacotalpan con la fa- acostumbradas en el ámbito rural pero útiles en los conciertos. algunos de
milia Gutiérrez Vázquez), llamado Marco Gómez, "El Taconazo". Don los sones d ifíciles, el violín en sustituc ión del arp a.
Arcadio dormía igual sobre un tablón que en una cama de hotel y cornea- Al bajarnos, alguien me agarró por la melena y dijo con apasionado
mos igual de sabroso con una parrilla eléctrica y latitas de chile (a manera desprecio: "¡Usted no es jarocho!" Pues ni modo: era cierto; pero el co men-
de cazuelas), que en una cocina de casa con codos sus enseres. Mejor que tario no se refería a la realidad (en muchas ocasiones la gente creía que José
esta aventura de nómadas. no obstante, era que únicamente teníamos que Angel y yo éramos los hermanos: me veían como un jarocho güero,
abrir la puerra de la calle para iestar en Tlacotalpan! gachupín) sino al "estilo" del cabello. Era claro que hubo malestar. A don
Calor mezclado con repentinos nones con lluvia y frío; un gentío. or- Arcadio se le dio un segundo lugar en materia de "Décimas"; uno de los
gullosa jarocherla; la tropical plaza fragranre y cuidada: su iluminación jueces lo tomó por el brazo, lo llevó a un lado y le dijo que volviera el año
diurna natural y la nocturna, eléctrica, descubría las fachadas coloreadas próximo con "su gente" . Él contesté que nosotros éramos "su gente ", que
de las extraordinarias casas. algunas de las cuales eran habitadas por miem- los campesinos de su edad ya se hablan muerto y que ahora éste ya era su
bros de la familia Guriérrez, y que nos invitaban a pasar. A don Ramón lo grupo. (Los jueces. músicos urbanos folklorisras, etnomusicólogos y antro-
vimos tomando. sentado en una de las caminas de los portales, rodeado de pólogos de la ciudad de México, no sabían que don Arcadio. desde que
un grupo de amigos ganaderos tlacotalpeños (codos vestidos de colores habla empezado a and ar "en grupo s" ~osa reciente; tradicionalmente los
tenues, tirándole a blanco, portando finos sombreros), guitarra sexta presta- músicos andaban como tejones solitarios , arrimándose sólo para fandan-
da entre los brazos; José Angel y Gilberro me llevaron a saludarlo, pero el guear-. solla juntarse con jóvenes.) La sospecha era, más bien. que algo
complejo cuadro le ha de haber incomodado y no nos presentó con sus pudiera andar "etnol ógicam ente chueca", o. como se diría algunos años
compañeros. Seguimos el camino rumbo a la orilla del río. adelante, "políticamente incorrecto"; según el parecer de las "autoridades",
En esas primeras visitas a la numerosa familia Guciérrez yo mismo era nosotros nos estábamos apropiando de don Arcadio: utilizábamos su "sello
la novedad y esto me hada figurar que estaba adentro de la fiesta (visitamos de autenticidad" y su edad para hacer los inventos que queríamos y nos
infinidad de casas de sus conocidos y Familiares en distintos barrios del pue- aprovechábamos de su vejez }' de su pobreza para hacernos "famosos";
blo; al encontrarlas todas repletas de parientes que habían llegado en auto- además, pretendíamos cambi ar el "sonido" de la música. un sonido carac-
bús, en lanchas o a caballo, comprendí que la fiesta de la Candelaria era terístico que ya estaba hecho. aceptado. apreciado. La figura más "repug-
un acontecimiento para la población misma, y sólo en segundo plano era nante". más inconcebible, de este "trío indigno" era precisamente yo. Los
un evento para los forasteros). Se nos convidaban generosos caldos. moli- jueces no reconocían lo sotaventino en José Ángel ni en Gilberro (quizás
ros, dulces de almendra. toritos y bebidas de etiqueta. por las presentaciones en la Peña Tecuicanime, la grabación y el festival en
No tuvimos la misma recepción cordial en el Concurso de Jaraneros Radio Educación), sino que los velan como un par de jóvenes chilangos
(evento instalado en la plaza principal, a un lado de la parroquia). Más manejados por un gringo maqui avélico, }' a don Arcadio como su víctima.
bien causamos desconcierto. Tocamos Los[uiles, El buraquito (con bombas José Ángel se decepcionó abisrnalrnente con nuestro fracaso; le habrla
entre los versos, tal como lo hadamos en los conciertos, en los cuales don sido de p rimera importancia "triunfar" en su pueblo. ante su Familia y co-
Arcadio declamaba décimas o coplas dedicadas a alguna mujer en particu- nocidos. Cayó al instante en una depresión.
lar o a la concurrencia en general) y El cascabel: Era una presentación típi- Gilbcrro me dijo: "Mira, el que toca la guitarra vive en Boca de San
ca de esta segunda versión del Grupo Mono Blanco : algún son poco Miguel. cerca del rancho de don Ramón; mi madre lo conoce desde que
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vivía en Ro ca con su difumo marido. Si José Ángel sigue con sus mamadas José Ángel, y éste, incitado por el director de algún ballet folklórico de Ja-
[Gilberro nunca se había mostrado paciente, comprensivo ni generoso an- lapa, había consentido en "hacerles a los seño res mayores" (el abu elo; en la
re los berrinches pasionales de sus parientes o sus compañeros: en alguna casa de éste, y don Arcad io) un evento especia! y parti cular: algunas de las
parte de su ser miraba al mundo con la misma fría superio ridad que su muchachas de la compañía les iban a ejecutar uno s bailes que incluían el
abu ela y su padre) , a ·1.1 mejor pudiera andar con nosotros ." desprendimiento de sus ropajes. Comet ieron el error de no avisarle al
Se trataba de un cuarentón , tipo españolado, güero , que tocaba con to- abuelo , que andaba quién sabía dónde y comenzaron la "función" sin él.
tal seguridad y notable musicalidad (sólo decepcionaba al cantar) y domi- En el momento menos esperado. porque era suya la casa y porque tenía la
naba el escenario, no obstante que uno de sus dos jaraneros se encontraba gracia de abrir y cerrar la puerta y subir las escaleras sin que nad ie se die-
excesivamente turnado e iba perdido en larn úsica; el otro jaranero era un ra cuenta, apareció don Ricardo: furibundo a! encontrar a la concurren-
niño de once o doce años, posiblemente un hijo suyo, que no iba nada per- cia reunida, fi.lfioso de que habían violado su territorio. Al final de la fu-
dido. Gilberro me lo presentó cuando bajaron del templete, el primer lu- ria dirigió la palabra a don Arcadio:
gar en su haber. Se llamaba Andrés Vega Delfín. Estaba feliz. con el reco- - ¡Y tú, Hidalgo, tan respetado por los rlacoralpe ños y tan admirado
nocimiento recibido y se mostró contento de encontrar a un hijo de Vir- por mis nietos!
gini a Silva presentándole a un "gringo", Por su parte, Andrés Vega nos pre- Don Arcadio había caminado unas dos cuadras de la casa, huyendo de
sent ó a su co mpadre Lucas Palacio (el que había ded icado el día a chupar la escena, cuando lo debe de haber encontrado el fotógrafo del INI\ H . No-
en las can tini llas rancheras) ya su hijo, José Teresa. Quedamos de visitar- sorras llegamos de Lerdo poco después; nos ra pamos con él en esa calle,
los en su ejido antes de que empezaran las aguas: era un lugar de anuales con esa mirada, con una botella de aguardiente envuelta en papel periódico
anegaciones y consecuente incomunicación. que no podía esconder la bolsa de su chamarra; no vimos a ningún foró-
La novena edición de Sonesde \& racru z d el l N AH apareció en forma de grafo. don Arcadio no dijo nada (quién sabe si se habría dado cuenca): no
cassette en 1985. En la cubierta se aprecia una focografla de don Arcadio supimos nada de lo sucedido sino hasta encontrarnos con el cassette, años
cornada en ese p rimer viaje que hicimos a la fiesta de la Candelaria. Esr~ después . en una Feria del Libro en el Palacio de Minería.
en la calle que da a la Casa de la Cultura, en medio d~ los puestos de chu-
cherías y de las cant inas porcltiles:Trae puesta una chamarra nueva de cuero El lunes en la mañana volamos a Hermosillo. En el carro , rumbo a la pri-
y un sombrero de jip ijapa comprado hada poco, y convertido en uno jaro- mera presentación, don Arcadio dijo:
cho de cuatro pedradas, en lo que habría sido la gran sombrerería de la ciu- -Si yo llegara a mor irme por acá, no se vayan a espancar. Y no se les
dad de México. en el Zócalo ; carga en la mano, casi tapada por su costal de vaya a ocurrir gastar en una caja. ni en mandarme a Veracruz, Nomás de-
harina. a La Mona. La caverna de su boca no muestra la nueva dentadu ra bieran de envolverme en un petate y enterrarme. Y luego avísenle a Juana.
que le hiciera la doctora Adriana Cao Romero. Tiene la mirada de media- No se vayan a poner a llorar. Toquen música. Hagan un huapango. Yo he
no espanco. vivido mucho y me he divertido como no tienen una idea. Y yo ya le dejé
Lo que no registra la fotograffa es que andaba huyendo de un san to re- dicho a mi compadre Tiro con quién se queda La Mona. Como quiera qu e
gaño que le había hecho don Ricardo Gutiérrez Crespo, el abuelo de nues - sea, todavía me faltan cien primaveras más.
eros compañeros. Sucedió que esa tarde Gilberro y yo habíamos ido a Ler-
do para recoger una jarana que don Quirino nos estaba arreglando. Viaja- Una mañana, durante la cuarta semana. a! llegar a la escuela agrícola de
mos en autob ús y. para no abusar de su aguante, don Arcadio se quedó con Roque, cerca de Celaya, don Arcadio pisó una bolsa de plástico tirada en
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vivía en Ro ca con su difumo marido. Si José Ángel sigue con sus mamadas José Ángel, y éste, incitado por el director de algún ballet folklórico de Ja-
[Gilberro nunca se había mostrado paciente, comprensivo ni generoso an- lapa, había consentido en "hacerles a los seño res mayores" (el abu elo; en la
re los berrinches pasionales de sus parientes o sus compañeros: en alguna casa de éste, y don Arcad io) un evento especia! y parti cular: algunas de las
parte de su ser miraba al mundo con la misma fría superio ridad que su muchachas de la compañía les iban a ejecutar uno s bailes que incluían el
abu ela y su padre) , a ·1.1 mejor pudiera andar con nosotros ." desprendimiento de sus ropajes. Comet ieron el error de no avisarle al
Se trataba de un cuarentón , tipo españolado, güero , que tocaba con to- abuelo , que andaba quién sabía dónde y comenzaron la "función" sin él.
tal seguridad y notable musicalidad (sólo decepcionaba al cantar) y domi- En el momento menos esperado. porque era suya la casa y porque tenía la
naba el escenario, no obstante que uno de sus dos jaraneros se encontraba gracia de abrir y cerrar la puerta y subir las escaleras sin que nad ie se die-
excesivamente turnado e iba perdido en larn úsica; el otro jaranero era un ra cuenta, apareció don Ricardo: furibundo a! encontrar a la concurren-
niño de once o doce años, posiblemente un hijo suyo, que no iba nada per- cia reunida, fi.lfioso de que habían violado su territorio. Al final de la fu-
dido. Gilberro me lo presentó cuando bajaron del templete, el primer lu- ria dirigió la palabra a don Arcadio:
gar en su haber. Se llamaba Andrés Vega Delfín. Estaba feliz. con el reco- - ¡Y tú, Hidalgo, tan respetado por los rlacoralpe ños y tan admirado
nocimiento recibido y se mostró contento de encontrar a un hijo de Vir- por mis nietos!
gini a Silva presentándole a un "gringo", Por su parte, Andrés Vega nos pre- Don Arcadio había caminado unas dos cuadras de la casa, huyendo de
sent ó a su co mpadre Lucas Palacio (el que había ded icado el día a chupar la escena, cuando lo debe de haber encontrado el fotógrafo del INI\ H . No-
en las can tini llas rancheras) ya su hijo, José Teresa. Quedamos de visitar- sorras llegamos de Lerdo poco después; nos ra pamos con él en esa calle,
los en su ejido antes de que empezaran las aguas: era un lugar de anuales con esa mirada, con una botella de aguardiente envuelta en papel periódico
anegaciones y consecuente incomunicación. que no podía esconder la bolsa de su chamarra; no vimos a ningún foró-
La novena edición de Sonesde \& racru z d el l N AH apareció en forma de grafo. don Arcadio no dijo nada (quién sabe si se habría dado cuenca): no
cassette en 1985. En la cubierta se aprecia una focografla de don Arcadio supimos nada de lo sucedido sino hasta encontrarnos con el cassette, años
cornada en ese p rimer viaje que hicimos a la fiesta de la Candelaria. Esr~ después . en una Feria del Libro en el Palacio de Minería.
en la calle que da a la Casa de la Cultura, en medio d~ los puestos de chu-
cherías y de las cant inas porcltiles:Trae puesta una chamarra nueva de cuero El lunes en la mañana volamos a Hermosillo. En el carro , rumbo a la pri-
y un sombrero de jip ijapa comprado hada poco, y convertido en uno jaro- mera presentación, don Arcadio dijo:
cho de cuatro pedradas, en lo que habría sido la gran sombrerería de la ciu- -Si yo llegara a mor irme por acá, no se vayan a espancar. Y no se les
dad de México. en el Zócalo ; carga en la mano, casi tapada por su costal de vaya a ocurrir gastar en una caja. ni en mandarme a Veracruz, Nomás de-
harina. a La Mona. La caverna de su boca no muestra la nueva dentadu ra bieran de envolverme en un petate y enterrarme. Y luego avísenle a Juana.
que le hiciera la doctora Adriana Cao Romero. Tiene la mirada de media- No se vayan a poner a llorar. Toquen música. Hagan un huapango. Yo he
no espanco. vivido mucho y me he divertido como no tienen una idea. Y yo ya le dejé
Lo que no registra la fotograffa es que andaba huyendo de un san to re- dicho a mi compadre Tiro con quién se queda La Mona. Como quiera qu e
gaño que le había hecho don Ricardo Gutiérrez Crespo, el abuelo de nues - sea, todavía me faltan cien primaveras más.
eros compañeros. Sucedió que esa tarde Gilberro y yo habíamos ido a Ler-
do para recoger una jarana que don Quirino nos estaba arreglando. Viaja- Una mañana, durante la cuarta semana. a! llegar a la escuela agrícola de
mos en autob ús y. para no abusar de su aguante, don Arcadio se quedó con Roque, cerca de Celaya, don Arcadio pisó una bolsa de plástico tirada en
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guntando) llegamos hasta el patio de su casa. El señor Vega, conocido por
el camino que lo tumbó al suelo con todo y jarana. Él nornás se llevó un
susto, pero la jarana cedió en una herida antigua y se le despegó la paleta. ahí como Ud Güero Vega", se mostró entusiasmado con nuestra aparición
-Ya se chingó mi Mona --dijo humillado, sentado en la oficina del y nos presentó en primer término a su mujer, Hermelinda Hernández. Vi-
director, una enfermera sobándole la rodilla. vían en dos edificaciones de palma. Tenían unos cinco o seis hijos ahí (pe-
-Es una señal. Ya me va a cargar la chingada --dijo. ro había más: unas tres o cuarto hijas casadas); vivían con ellos don Mario
Pero el maestro carpintero de la escuela llevó la jarana a su taller, la lijó, Vega, el padre de Andrés, y una hijastra con su joven marido. Nos dieron
le aplicó pegamento y la prensó. El corte era de un ángulo difícil y la pie- de comer y nos sentamos afuera, en la sombra, para que cocaran mientras
za quedó un poco chueca, pero a la hora de la presentación estuvo lista y nosotros grabábamos. El conjunto consistía en los dos señores, don Mario
don Arcadio tocó y cantó como si nada hubiera sucedido. con su guitarra segunda. y Andrés con la suya y dos hijos suyos: José Tere-
sa, "Andresiro", al que ya hablamos visto en Tlacor.aJpan (un chamaco hi-
Después de las primeras seis semanas teníamos pensado regresar cada peractivo de unos doce años) y un minúsculo y simpático Octavio, "Bi-
quien a su trabajo y a la vida "normal", pero la SEr nos volvió a progra- chi", de unos ocho. Andresito tocaba la segundita de don Mario, una jarana
mar. Al saber esto, al principio de lo que serían las vacaciones de Semana sobresaliente, hecha por un pariente de los Guriérrez, el poeta, músico y
Santa, mandamos hacer un estuche para La Mona. El instrumento se quedó laudero Dámaso Carballo, de San Juan de los Reyes, y Octavio tocaba una
con Guillermo Contreras, quien ofreció hacerle una serie de reparaciones. tercera regular, préstamo de un compadre de Andrés . Todos cantaban. An-
Don Arcadio no se querta ir a Minatirlán. Habí a empezado a cantar en los drés dibujaba los sones con una "arquitectura" precisa y don Mario lidera-
conciertos puros versos de despedida: ba el canto: medio declamaba sus coplas que, con frecuencia, remataban
en un chiste. Los niños no se quedaban atrás, contestando y pregonando
Dicen 'luc no se siente con sus resonantes voces; después ellos solos grabaron un corrido, por si las
la despedid a:
d ile que te lo cue nte dudas. Andrés fumaba cigarros ~e cajetilla (don Mario fumaba puros ru-
quien se despida, rales y rústicos) y al terminar algún son recogía colillas que encontraba a
su rededor, las enderezaba, las prendía y las fumaba hasta casi quemarse las
Buscaba maneras de hacerse quedar, pero no cedimos: queríamos un des- yemas de los dedos . Al irnos, la señora le susurró algo a Andrés: luego
canso. Atenderlo era un asunto de tiempo compl eto, y además doña Jua- supimos que le decía algo racanee a la jarana blanca que traía Gilberto, la
na lo esperaba en Tacoteno con la niña (Margarita ya se había ido, pero de cucbaro: era la misma que él había dejado con Tlo Quiri (don Quirino)
una sobrina de Nopatapan les habla dejado una recién nacida, Yolanda) y en Lerdo, la que nunca había podido pagar.
él llevaba un radio/casetera, además de la petaquita verde llena de regalos -Si en alguna ocasión yo les pueda servir en la rocada. cuenten con-
para ellas. Lo embarcamos en el avión. Su compadre Tito lo recogería en el migo -dijo, y nos fuimos, primero a Lerdo y luego a M inatitlán para vi-
aeropuerto de M ina. Quedamos en vernos en tres semanas . sitar a la familia en Tacoreno y traernos a don Arcadio. Aprovechamos la
estancia para redactar un documento en la Presidencia Municipal donde
En esas vacaciones trabajamos dos semanas en la imprenta y luego nos fui- se hacía constar (avalado por las firmas de tres personas conocidas suyas,
mos en el vw (una de las primeras compras: una hermosura de 1963, co- mayores que él de edad) que don Arcadio habla nacido en Alvarado. Al pa-
lor café chocolate) a Lerdo y Tres Zapares. La idea principal era visitar a sar por ese pueblo, visitamos el Registro Civil yen breves mamemos sali-
Andrés Vega; entramos a Boca de San Miguel por Salrabarranca y así (pre- mos con un acta de nacimiento.
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guntando) llegamos hasta el patio de su casa. El señor Vega, conocido por
el camino que lo tumbó al suelo con todo y jarana. Él nornás se llevó un
susto, pero la jarana cedió en una herida antigua y se le despegó la paleta. ahí como Ud Güero Vega", se mostró entusiasmado con nuestra aparición
-Ya se chingó mi Mona --dijo humillado, sentado en la oficina del y nos presentó en primer término a su mujer, Hermelinda Hernández. Vi-
director, una enfermera sobándole la rodilla. vían en dos edificaciones de palma. Tenían unos cinco o seis hijos ahí (pe-
-Es una señal. Ya me va a cargar la chingada --dijo. ro había más: unas tres o cuarto hijas casadas); vivían con ellos don Mario
Pero el maestro carpintero de la escuela llevó la jarana a su taller, la lijó, Vega, el padre de Andrés, y una hijastra con su joven marido. Nos dieron
le aplicó pegamento y la prensó. El corte era de un ángulo difícil y la pie- de comer y nos sentamos afuera, en la sombra, para que cocaran mientras
za quedó un poco chueca, pero a la hora de la presentación estuvo lista y nosotros grabábamos. El conjunto consistía en los dos señores, don Mario
don Arcadio tocó y cantó como si nada hubiera sucedido. con su guitarra segunda. y Andrés con la suya y dos hijos suyos: José Tere-
sa, "Andresiro", al que ya hablamos visto en Tlacor.aJpan (un chamaco hi-
Después de las primeras seis semanas teníamos pensado regresar cada peractivo de unos doce años) y un minúsculo y simpático Octavio, "Bi-
quien a su trabajo y a la vida "normal", pero la SEr nos volvió a progra- chi", de unos ocho. Andresito tocaba la segundita de don Mario, una jarana
mar. Al saber esto, al principio de lo que serían las vacaciones de Semana sobresaliente, hecha por un pariente de los Guriérrez, el poeta, músico y
Santa, mandamos hacer un estuche para La Mona. El instrumento se quedó laudero Dámaso Carballo, de San Juan de los Reyes, y Octavio tocaba una
con Guillermo Contreras, quien ofreció hacerle una serie de reparaciones. tercera regular, préstamo de un compadre de Andrés . Todos cantaban. An-
Don Arcadio no se querta ir a Minatirlán. Habí a empezado a cantar en los drés dibujaba los sones con una "arquitectura" precisa y don Mario lidera-
conciertos puros versos de despedida: ba el canto: medio declamaba sus coplas que, con frecuencia, remataban
en un chiste. Los niños no se quedaban atrás, contestando y pregonando
Dicen 'luc no se siente con sus resonantes voces; después ellos solos grabaron un corrido, por si las
la despedid a:
d ile que te lo cue nte dudas. Andrés fumaba cigarros ~e cajetilla (don Mario fumaba puros ru-
quien se despida, rales y rústicos) y al terminar algún son recogía colillas que encontraba a
su rededor, las enderezaba, las prendía y las fumaba hasta casi quemarse las
Buscaba maneras de hacerse quedar, pero no cedimos: queríamos un des- yemas de los dedos . Al irnos, la señora le susurró algo a Andrés: luego
canso. Atenderlo era un asunto de tiempo compl eto, y además doña Jua- supimos que le decía algo racanee a la jarana blanca que traía Gilberto, la
na lo esperaba en Tacoteno con la niña (Margarita ya se había ido, pero de cucbaro: era la misma que él había dejado con Tlo Quiri (don Quirino)
una sobrina de Nopatapan les habla dejado una recién nacida, Yolanda) y en Lerdo, la que nunca había podido pagar.
él llevaba un radio/casetera, además de la petaquita verde llena de regalos -Si en alguna ocasión yo les pueda servir en la rocada. cuenten con-
para ellas. Lo embarcamos en el avión. Su compadre Tito lo recogería en el migo -dijo, y nos fuimos, primero a Lerdo y luego a M inatitlán para vi-
aeropuerto de M ina. Quedamos en vernos en tres semanas . sitar a la familia en Tacoreno y traernos a don Arcadio. Aprovechamos la
estancia para redactar un documento en la Presidencia Municipal donde
En esas vacaciones trabajamos dos semanas en la imprenta y luego nos fui- se hacía constar (avalado por las firmas de tres personas conocidas suyas,
mos en el vw (una de las primeras compras: una hermosura de 1963, co- mayores que él de edad) que don Arcadio habla nacido en Alvarado. Al pa-
lor café chocolate) a Lerdo y Tres Zapares. La idea principal era visitar a sar por ese pueblo, visitamos el Registro Civil yen breves mamemos sali-
Andrés Vega; entramos a Boca de San Miguel por Salrabarranca y así (pre- mos con un acta de nacimiento.
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ce afios menos de edad; con el tiempo aprendió a controlarla, a usarla bien y
Guillermo Contreras se esmeró con La tercera. Enderezó La tapa con hu-
medad y prensas, despegó las piezas de la cadenilla incrustadas en ambas a enunciar mejor al cantar y al hablar. Pero la primera V~L que caneó con las
orillas de la caja..hizo las que faltaban y volvió a pegarlas todas. Quitó la placas, en una escuela indígena en la Sierra de Juárez, éstas empezaron a
mica. de la tapa, la etiqueta de la cabeza. Lijó todo el instrumento y lo vol- desprenderse. a salirse de su boca ; puso una cara de pánico, de horror; le
vió a barnizar; le cambió los trastes que no servían y calibró las clavijas y el completarnos el verso y no volvió a abrir la boca. hum illado , en roda el
puente. Le puso cuerdas nuevas . A pesar de todo esto. trabajo que ni si- con cierro. Cuando volvimos a la ciudad de O axaca, le compramos UIl pol-
quiera cobró. don Arcadio se quejó. Se le figuraba que le había agrandado vo para fijarlas que habíamos visto anunciar en la televisión.
la boca. Nos hospedamos en la casa de un compadre de don Arcadio, Roberto
-Ya le cargó la madre -dijo-. Ya no sirve; perdió su voz. Don Me- Donís, padre de Denhí, hermano de Rafael, amigo de GarcIa de León)
mo me la acabó de chingar. pintor, Era director del Taller de Artes Cráficss Rufino Tamayo en la ciu-
Nada de esto era cierro. La jarana sonaba mejor que nunca; había aga- dad, pero vivía con su familia en El Tule, en una casa grande y antigua; un
rrado su mera voz, Mis bien. era la primera vez que vimos en acción un cuadro de cuartos, llenos de artesanías, antigüedades y pinturas. Comía-
modo que tenía don Arcadio: no sólo no reconocer algún esfuerzo gene- mos guisos sanos de sabrosura oaxaqueña en un comedor repleto de cuadros
roso hecho en beneficio suyo, sino además despreciarlo püblicarnente, con chicos de pintores locales: Tamayo, Toledo, Morales y dd mismo Donís, A
arte y maña. A lo mejor se trataba de un castigo para nosotros, por haberlo don Arcadio no más le interesaban los de Toledo: habla conocido al padre de
mandado a pasar las vacaciones a su casa. éste en Minatitlán y sabía que el hijo pintaba ("cuando era chamaco a ese le
Antes de comenzar la gira de nuevo -esta vez iríamos a Yucatán- decían Pancho López", dijo) y porque los remas (los sapos, las cubetas de
fuimos todos con la jarana rejuvenecida al centro para recoger el estuche. leche, los cochinitos atados. las encueradas) le hac ían gracia .
Era de cartón duro forrado de keratol color vino. con un forro interior de Luego fuimos a Guadalajara, al O.F. (el primer lugar en que yo tuve
peluche amarillo; era ligero, vistoso, cómodo para cargar. "digno". problemas con el público: a la hora de las preguntas o comentarios uno dijo:
-Ahora sI -dijo-. Mi Mona. chingao. "¿Para qué traen al gringo? ¿No ven que los gringos sólo quieren apropiarse
La abrazaba en el carro como si fuera su mujer recién aliviada. con el de todo. le hacen lo que quieren y luego lo botan, inservible? ¿Eso quieren
primer hijo en brazos . De ahí en adelante, salvo cuando le fuera imposi- para el son? Por favor, señores, por respero a don Arcadio y todo lo que él
ble, dormiría co n la tercera en su estuche debajo de las cobijas . representa, ¡esta música es nuestra!j, a Chilpancingo, a Tixrla, a Acapulco
En Mérida visitamos la fábrica/tienda de don Pedro Cabo a quien ha- (donde lo llevamos a pasear en una lancha con el fondo de vidrio) para ver
blamos conocido en Veracruz ; d ijo que nos haría unas guayaberas jarochas las maravillas acuáticas), a La Paz (donde le compramos un eraje de baño
auténticas (en ese entonces usadas s6lo por políticos y ganaderos). Nos para que entrara, por primera vez, a una alberca) y Loreto, a Durango
mandamos hacer dos para cada quien. (donde él y yo tuvimos nuestro primer pleito: él acostumbraba llegar a los
Luego fuimos a Oaxaca, donde don Arcad io lucía por pr imera vez su restaurantes de los hoteles con José Ángel para que tomaran"algunas copas
dentadura nueva. antes de comer, y le dije que tuviera cuidado. que tenía que cuidarse, que
-¿Para qué hacer el gasto? Al fin y al cabo ya me voy a morir. no se fuera a convertir en un alcohólico; se encolerizó y azotó la mesa con
-No le hace . don Arcadio, aunque sea por una sola semana que pueda la palma de la mano y gritó "¡Yo no soy alcohólico!") y terminamos en San
masticar bien. Luis Pocos! (donde yo compré dos hermosas prensas tipográficas antiguas
Por supuesto le agradó. Mejoró su presencia y aspecto con diez o quin- a la Imprenta Cutenberg) .
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ce afios menos de edad; con el tiempo aprendió a controlarla, a usarla bien y
Guillermo Contreras se esmeró con La tercera. Enderezó La tapa con hu-
medad y prensas, despegó las piezas de la cadenilla incrustadas en ambas a enunciar mejor al cantar y al hablar. Pero la primera V~L que caneó con las
orillas de la caja..hizo las que faltaban y volvió a pegarlas todas. Quitó la placas, en una escuela indígena en la Sierra de Juárez, éstas empezaron a
mica. de la tapa, la etiqueta de la cabeza. Lijó todo el instrumento y lo vol- desprenderse. a salirse de su boca ; puso una cara de pánico, de horror; le
vió a barnizar; le cambió los trastes que no servían y calibró las clavijas y el completarnos el verso y no volvió a abrir la boca. hum illado , en roda el
puente. Le puso cuerdas nuevas . A pesar de todo esto. trabajo que ni si- con cierro. Cuando volvimos a la ciudad de O axaca, le compramos UIl pol-
quiera cobró. don Arcadio se quejó. Se le figuraba que le había agrandado vo para fijarlas que habíamos visto anunciar en la televisión.
la boca. Nos hospedamos en la casa de un compadre de don Arcadio, Roberto
-Ya le cargó la madre -dijo-. Ya no sirve; perdió su voz. Don Me- Donís, padre de Denhí, hermano de Rafael, amigo de GarcIa de León)
mo me la acabó de chingar. pintor, Era director del Taller de Artes Cráficss Rufino Tamayo en la ciu-
Nada de esto era cierro. La jarana sonaba mejor que nunca; había aga- dad, pero vivía con su familia en El Tule, en una casa grande y antigua; un
rrado su mera voz, Mis bien. era la primera vez que vimos en acción un cuadro de cuartos, llenos de artesanías, antigüedades y pinturas. Comía-
modo que tenía don Arcadio: no sólo no reconocer algún esfuerzo gene- mos guisos sanos de sabrosura oaxaqueña en un comedor repleto de cuadros
roso hecho en beneficio suyo, sino además despreciarlo püblicarnente, con chicos de pintores locales: Tamayo, Toledo, Morales y dd mismo Donís, A
arte y maña. A lo mejor se trataba de un castigo para nosotros, por haberlo don Arcadio no más le interesaban los de Toledo: habla conocido al padre de
mandado a pasar las vacaciones a su casa. éste en Minatitlán y sabía que el hijo pintaba ("cuando era chamaco a ese le
Antes de comenzar la gira de nuevo -esta vez iríamos a Yucatán- decían Pancho López", dijo) y porque los remas (los sapos, las cubetas de
fuimos todos con la jarana rejuvenecida al centro para recoger el estuche. leche, los cochinitos atados. las encueradas) le hac ían gracia .
Era de cartón duro forrado de keratol color vino. con un forro interior de Luego fuimos a Guadalajara, al O.F. (el primer lugar en que yo tuve
peluche amarillo; era ligero, vistoso, cómodo para cargar. "digno". problemas con el público: a la hora de las preguntas o comentarios uno dijo:
-Ahora sI -dijo-. Mi Mona. chingao. "¿Para qué traen al gringo? ¿No ven que los gringos sólo quieren apropiarse
La abrazaba en el carro como si fuera su mujer recién aliviada. con el de todo. le hacen lo que quieren y luego lo botan, inservible? ¿Eso quieren
primer hijo en brazos . De ahí en adelante, salvo cuando le fuera imposi- para el son? Por favor, señores, por respero a don Arcadio y todo lo que él
ble, dormiría co n la tercera en su estuche debajo de las cobijas . representa, ¡esta música es nuestra!j, a Chilpancingo, a Tixrla, a Acapulco
En Mérida visitamos la fábrica/tienda de don Pedro Cabo a quien ha- (donde lo llevamos a pasear en una lancha con el fondo de vidrio) para ver
blamos conocido en Veracruz ; d ijo que nos haría unas guayaberas jarochas las maravillas acuáticas), a La Paz (donde le compramos un eraje de baño
auténticas (en ese entonces usadas s6lo por políticos y ganaderos). Nos para que entrara, por primera vez, a una alberca) y Loreto, a Durango
mandamos hacer dos para cada quien. (donde él y yo tuvimos nuestro primer pleito: él acostumbraba llegar a los
Luego fuimos a Oaxaca, donde don Arcad io lucía por pr imera vez su restaurantes de los hoteles con José Ángel para que tomaran"algunas copas
dentadura nueva. antes de comer, y le dije que tuviera cuidado. que tenía que cuidarse, que
-¿Para qué hacer el gasto? Al fin y al cabo ya me voy a morir. no se fuera a convertir en un alcohólico; se encolerizó y azotó la mesa con
-No le hace . don Arcadio, aunque sea por una sola semana que pueda la palma de la mano y gritó "¡Yo no soy alcohólico!") y terminamos en San
masticar bien. Luis Pocos! (donde yo compré dos hermosas prensas tipográficas antiguas
Por supuesto le agradó. Mejoró su presencia y aspecto con diez o quin- a la Imprenta Cutenberg) .
58 59
de su público al recitar los versos conocidos como "Las décimas de Arcadio
/ Don Arcadio deela : -Lo que yo quiero es que la música jarocha no se H idalgo" :
muera.
Yo me llamo Arcad io H idalgo.
En todos los viajes dábamos conciertos dos o tres veces al día ante pú- soy de nación campesino,
blicos muy distintos. Don Arcadio les dec ía que se había aficionado a esa po r eso es mi canto fino
música desde su niñez, que le había llegado a él por medio de su padre, potro sobre d qu~ cab:o..lgc;
hoy quiero dec.i des algo,
Pedro "Perico" Hidalgo, "un negro cubano", ya hecha y muy trabajada,
bien reventado esre so n
pero que vela que ahora iba agarrando vuelo de nuevo, de otro modo pe_o quiero decir con razón
ro "vuelo". la injusticia que padezco
y que es la que no m erC2CO
-Un parecer: las cuerdas. ¿Cuindo vamos a comparar las que tenía-
causa de la exploración.
mos entonces, venitas de palma o tripa de zorrillo, con las de ahora, tan
fáciles para afinarse, tan sonoras? Yo fui a la Revolución
Íbamos aprendiendo a tocar sones para concierto de tal modo que él a luchar por el derec ho
de sent ir sobre mi pecho
resaltara, y nos dec ía: un a gran satisfacci ón.
-Estas presentaciones están bien, pero el mero lugar para la música Pero hoy vivo en un rinc ón
jarocha es el fandango, Sin el baile y sin las mujeres la música pierde su canránd ol~ a mi amarguJ<l
pero con la fe segura
rumbo, as! como ahora.
y grirándole al destino
En ese tiempo no éramos un grupo de fandango (yo todavía no había que es el ho mbre campesino
presenciado alguno, yo comprendía que el bailecito que habíamos visto en nuestra esper anza futura.
casa de don Alfonso en Tr~s Zapotes no podía llamarse "fandango"), sino
de concierto. Don Arcadio tocaba una representación de su música: lo que Luego Gilberto cantaba Elfandanguito (al parece r, don Arcadio ya no
yo tocaba era más o menos todo lo que me sabía . Entre los cuatro íbamos lo tocaba porque sus dedos ya no le daban para las varias y difíciles pisa-
aprendiendo a "medir" los públicos: cómo hacer que los inquietos alum- das: se le perdonaba lo que fuera). Si en el público había una buena can-
nos de una primaria rural pusieran atención, cómo dar satisfacción al pú- tidad de niños, podíamos tocar Los enanos, para hacer que sub ieran con
blico urbano y nocturno en los teatros principales de las ciudades capita- noso tros a bailar. Y casi invariablem ent e term inábamos en catars is con La
les de los estados. No contábamos con un líder aparente (no obstante que bamba, pa ra que también los adultos se subieran a bailar.
se nos presentaba frecuenremenre como "El Grupo Mono Blanco de Arca-
dio Hidalgo"; no obstante que Gilbcrto siempre comenzaba a cantar y a Llegaron las vacaciones de verano; seguiríamos en septiembre. Empezaron
hablar): todos teníamos que hablar y llevar parte del programa. Variába- los intentos de parte de don Arcadio de quedarse en México. Era imposi-
mos la cantidad de músicos en los sones: a veces uno solo, a veces dos, lue- ble: Gilberro y yo teníamos boletos para ir a Londres, donde entonces
go los cuatro; cambiábamos de tono, de instrumentos: de repente jaranas vivían mi s padres . Podría haberse quedado con José Ángel en el departa-
de distintos tamaños, o una sola jarana acompañada de puros instrumen- mento de su abuela materna, Mamá Toña, pero había surgido un proble-
tos de percusión o de zapateado. Don Arcadio hablaba sobre su niñez, su ma adicional : la relación entre los do s medios he rmanos. El problema era
aprendizaje de la música, de la Revolución, y remataba la alzada emoción añejo y estructural: uno se había criado para mandar, y el Otro para ser
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de su público al recitar los versos conocidos como "Las décimas de Arcadio
/ Don Arcadio deela : -Lo que yo quiero es que la música jarocha no se H idalgo" :
muera.
Yo me llamo Arcad io H idalgo.
En todos los viajes dábamos conciertos dos o tres veces al día ante pú- soy de nación campesino,
blicos muy distintos. Don Arcadio les dec ía que se había aficionado a esa po r eso es mi canto fino
música desde su niñez, que le había llegado a él por medio de su padre, potro sobre d qu~ cab:o..lgc;
hoy quiero dec.i des algo,
Pedro "Perico" Hidalgo, "un negro cubano", ya hecha y muy trabajada,
bien reventado esre so n
pero que vela que ahora iba agarrando vuelo de nuevo, de otro modo pe_o quiero decir con razón
ro "vuelo". la injusticia que padezco
y que es la que no m erC2CO
-Un parecer: las cuerdas. ¿Cuindo vamos a comparar las que tenía-
causa de la exploración.
mos entonces, venitas de palma o tripa de zorrillo, con las de ahora, tan
fáciles para afinarse, tan sonoras? Yo fui a la Revolución
Íbamos aprendiendo a tocar sones para concierto de tal modo que él a luchar por el derec ho
de sent ir sobre mi pecho
resaltara, y nos dec ía: un a gran satisfacci ón.
-Estas presentaciones están bien, pero el mero lugar para la música Pero hoy vivo en un rinc ón
jarocha es el fandango, Sin el baile y sin las mujeres la música pierde su canránd ol~ a mi amarguJ<l
pero con la fe segura
rumbo, as! como ahora.
y grirándole al destino
En ese tiempo no éramos un grupo de fandango (yo todavía no había que es el ho mbre campesino
presenciado alguno, yo comprendía que el bailecito que habíamos visto en nuestra esper anza futura.
casa de don Alfonso en Tr~s Zapotes no podía llamarse "fandango"), sino
de concierto. Don Arcadio tocaba una representación de su música: lo que Luego Gilberto cantaba Elfandanguito (al parece r, don Arcadio ya no
yo tocaba era más o menos todo lo que me sabía . Entre los cuatro íbamos lo tocaba porque sus dedos ya no le daban para las varias y difíciles pisa-
aprendiendo a "medir" los públicos: cómo hacer que los inquietos alum- das: se le perdonaba lo que fuera). Si en el público había una buena can-
nos de una primaria rural pusieran atención, cómo dar satisfacción al pú- tidad de niños, podíamos tocar Los enanos, para hacer que sub ieran con
blico urbano y nocturno en los teatros principales de las ciudades capita- noso tros a bailar. Y casi invariablem ent e term inábamos en catars is con La
les de los estados. No contábamos con un líder aparente (no obstante que bamba, pa ra que también los adultos se subieran a bailar.
se nos presentaba frecuenremenre como "El Grupo Mono Blanco de Arca-
dio Hidalgo"; no obstante que Gilbcrto siempre comenzaba a cantar y a Llegaron las vacaciones de verano; seguiríamos en septiembre. Empezaron
hablar): todos teníamos que hablar y llevar parte del programa. Variába- los intentos de parte de don Arcadio de quedarse en México. Era imposi-
mos la cantidad de músicos en los sones: a veces uno solo, a veces dos, lue- ble: Gilberro y yo teníamos boletos para ir a Londres, donde entonces
go los cuatro; cambiábamos de tono, de instrumentos: de repente jaranas vivían mi s padres . Podría haberse quedado con José Ángel en el departa-
de distintos tamaños, o una sola jarana acompañada de puros instrumen- mento de su abuela materna, Mamá Toña, pero había surgido un proble-
tos de percusión o de zapateado. Don Arcadio hablaba sobre su niñez, su ma adicional : la relación entre los do s medios he rmanos. El problema era
aprendizaje de la música, de la Revolución, y remataba la alzada emoción añejo y estructural: uno se había criado para mandar, y el Otro para ser
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mandado; pero en la democrática realidad de su madurez y del grupo, y tricia Doring, quien nos contó lo sucedido y fuimos directamente a la SEr
ante la percepción de los dos "amortiguadores" ajenos (don Arcadio y yo), para recogerlos. Ahí estaban, sentados en un sofá de antesala, aburridos y
estos parrones no eran funcionales. Uno suponía que el poder, las excep- hambrientos. A la siguiente mañana nos subimos a un [umbo fu (el pri-
ciones y los beneficios eran incuestionablernente suyos, pero hada poco pa- mer vuelo para Andrés Vega) con rumbo a Los Angeles . Aquél fue el
ra afianzarlos; otro era el diligente, de algún modo el "líder". El conflicto comienzo de la tercera versión del Grupo Mono Blanco.
constanre se convirtió en una estaca en el corazón del grupo; los rigores de
los viajes detonaban nuevas con frontaciones a cada paso. No era cuestión Andrés Vega se quedó huérfano de madre en su niñez y don Mario no lo
de botar a ninguno, porque el grupo se había hecho entre los tres, sino de mantuvo ni lo crió. Vivió a la deriva, a veces con parientes, a veces solo:
negociar una solución. Yo decidí salirme : yo era el más "sacrificable", Lue- trabajaba con lancheros, con pescadores, con ganaderos, con cañeros, sin
go Gilberto también se salió: acordamos dejar las giras, el nombre del gru- nada más que lo del día , pero siempre con su fervor por la música (aunque
po y a don Arcadio con José Ángel (don Arcadio se enojó profundamente sin ningún instrumento), en Tlaco talpan , en El Mesón, en Tres Zapoces,
con este pleito -para él totalmente innecesario- y rehusó tomar partido en el monte. Cuando empezó a andar con nosotros tenía una parcela eji-
por cualquiera de Las facciones). José Angel aceptó la solución y por el es- dal sembrada de caña, sus dos casitas, la mu jer, los siete hijos, varios nie-
pacio de una semana estuvo viendo los detalles financ ieros (los cobros, tos, la hijastra con su marido reciente y su padre. Era un marido fiel y un
el pago de impuestos, la contabilidad), el futuro calendario, las necesida- padre cariñoso, pero regía con cierto genio . No soy laguna pam criar lagar-
des de don Arcadio, con quiénes iba a sustituirnos; y de repente decidió lOS, dijo en algún momento de exasperación. Hacía poco que había dejado

que no, que le era imposible, que mejor él se iba. de fumar, y más o menos había dejado de tomar: ese humor traía . Ahora
Gilberto se fue a Boca de San Miguel y llegó a un acuerdo con Andrés masticaba chicle. A diferencia de don Arcadio, Andrés Vega constante-
Vega para que saliera con nosotros a fines de septiembre. Luego volamos a mente echaba de menos su casa y su familia; estaba siempre descontento de
Inglaterra. Visitábamos unas imprentas en Gloucestershire y en Gales, tener que viajar tanto y no se divertía con la tropa; durante años no era
donde también se especializaban en hacer libros "a mano", cuando recibimos muy dado a echar verbo y en el momento que fuera promovía la cancela-
una llamada de Patr icia Doring desde México: el secretario de Educac ión ción de presentaciones para poder volver a Boca de San Miguel.
Pública, Fernando Solana, invitaba al Grupo Mono Blanco a acompañarlo Tenía una guitarra (nueva, no muy buena). Su digitalización era exce-
al evento del Grito de Independencia en Los Ángeles, California, una o lente, era un músico nato , pero admiraba y conocía el son jarocho que se
dos semanas antes de nuestro regreso programado. escuchaba por radio; su gusto era afinarse y tocar con aquellos músicos
Cambiamos los boletos (un asumo costoso , nunca del todo resuelto) y veloces e inv isibles. Su modo de cantar correspondía a esa música: con re-
tomamos el vuelo de regreso a México. Don Arcadio y And res Vega se hablan peticiones. melindroso. Se medio sabía suficientes versos para "ahí llevar-
encontrado en Ciudad Lerdo y la siguiente madrugada llegaron a la ofici- la"; pero luego se olvidaba del que habla comenzado y completaba la ea-
na de la S EP en México (porque don Arcadio tenía en su estuche un pro- pla con la mitad de otra, o repetía el que se acababa de cantar ; la versada era
grama de mano de nuestros conciertos, yel taxista encontró esa d irección para él un paréntesis en lo mero interesante de la música.
en el colofón luego de haber dado infructuosas vueltas en "Mijcoá" ---o sea, Le daba vergüenza tocar del modo que nosotros queríamos; siem pre
Mixcoac-, la única pista que tenía don Arcadio para llegar a casa). Para temía que sus vecinos , sus compañeros ejidatarios, se fueran a reir de él por
Andrés Vega, éste era su primer viaje a la capital. Bajándonos del avión es- tocar música que ya había pasado de moda, y solía disculparse ante el pú-
cuchamos nuestros nombres pronunciados a cravésde los altavoces: era Pa- blico, Decía que ésa no era su música. que él no aprobaba ese modo de
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mandado; pero en la democrática realidad de su madurez y del grupo, y tricia Doring, quien nos contó lo sucedido y fuimos directamente a la SEr
ante la percepción de los dos "amortiguadores" ajenos (don Arcadio y yo), para recogerlos. Ahí estaban, sentados en un sofá de antesala, aburridos y
estos parrones no eran funcionales. Uno suponía que el poder, las excep- hambrientos. A la siguiente mañana nos subimos a un [umbo fu (el pri-
ciones y los beneficios eran incuestionablernente suyos, pero hada poco pa- mer vuelo para Andrés Vega) con rumbo a Los Angeles . Aquél fue el
ra afianzarlos; otro era el diligente, de algún modo el "líder". El conflicto comienzo de la tercera versión del Grupo Mono Blanco.
constanre se convirtió en una estaca en el corazón del grupo; los rigores de
los viajes detonaban nuevas con frontaciones a cada paso. No era cuestión Andrés Vega se quedó huérfano de madre en su niñez y don Mario no lo
de botar a ninguno, porque el grupo se había hecho entre los tres, sino de mantuvo ni lo crió. Vivió a la deriva, a veces con parientes, a veces solo:
negociar una solución. Yo decidí salirme : yo era el más "sacrificable", Lue- trabajaba con lancheros, con pescadores, con ganaderos, con cañeros, sin
go Gilberto también se salió: acordamos dejar las giras, el nombre del gru- nada más que lo del día , pero siempre con su fervor por la música (aunque
po y a don Arcadio con José Ángel (don Arcadio se enojó profundamente sin ningún instrumento), en Tlaco talpan , en El Mesón, en Tres Zapoces,
con este pleito -para él totalmente innecesario- y rehusó tomar partido en el monte. Cuando empezó a andar con nosotros tenía una parcela eji-
por cualquiera de Las facciones). José Angel aceptó la solución y por el es- dal sembrada de caña, sus dos casitas, la mu jer, los siete hijos, varios nie-
pacio de una semana estuvo viendo los detalles financ ieros (los cobros, tos, la hijastra con su marido reciente y su padre. Era un marido fiel y un
el pago de impuestos, la contabilidad), el futuro calendario, las necesida- padre cariñoso, pero regía con cierto genio . No soy laguna pam criar lagar-
des de don Arcadio, con quiénes iba a sustituirnos; y de repente decidió lOS, dijo en algún momento de exasperación. Hacía poco que había dejado

que no, que le era imposible, que mejor él se iba. de fumar, y más o menos había dejado de tomar: ese humor traía . Ahora
Gilberto se fue a Boca de San Miguel y llegó a un acuerdo con Andrés masticaba chicle. A diferencia de don Arcadio, Andrés Vega constante-
Vega para que saliera con nosotros a fines de septiembre. Luego volamos a mente echaba de menos su casa y su familia; estaba siempre descontento de
Inglaterra. Visitábamos unas imprentas en Gloucestershire y en Gales, tener que viajar tanto y no se divertía con la tropa; durante años no era
donde también se especializaban en hacer libros "a mano", cuando recibimos muy dado a echar verbo y en el momento que fuera promovía la cancela-
una llamada de Patr icia Doring desde México: el secretario de Educac ión ción de presentaciones para poder volver a Boca de San Miguel.
Pública, Fernando Solana, invitaba al Grupo Mono Blanco a acompañarlo Tenía una guitarra (nueva, no muy buena). Su digitalización era exce-
al evento del Grito de Independencia en Los Ángeles, California, una o lente, era un músico nato , pero admiraba y conocía el son jarocho que se
dos semanas antes de nuestro regreso programado. escuchaba por radio; su gusto era afinarse y tocar con aquellos músicos
Cambiamos los boletos (un asumo costoso , nunca del todo resuelto) y veloces e inv isibles. Su modo de cantar correspondía a esa música: con re-
tomamos el vuelo de regreso a México. Don Arcadio y And res Vega se hablan peticiones. melindroso. Se medio sabía suficientes versos para "ahí llevar-
encontrado en Ciudad Lerdo y la siguiente madrugada llegaron a la ofici- la"; pero luego se olvidaba del que habla comenzado y completaba la ea-
na de la S EP en México (porque don Arcadio tenía en su estuche un pro- pla con la mitad de otra, o repetía el que se acababa de cantar ; la versada era
grama de mano de nuestros conciertos, yel taxista encontró esa d irección para él un paréntesis en lo mero interesante de la música.
en el colofón luego de haber dado infructuosas vueltas en "Mijcoá" ---o sea, Le daba vergüenza tocar del modo que nosotros queríamos; siem pre
Mixcoac-, la única pista que tenía don Arcadio para llegar a casa). Para temía que sus vecinos , sus compañeros ejidatarios, se fueran a reir de él por
Andrés Vega, éste era su primer viaje a la capital. Bajándonos del avión es- tocar música que ya había pasado de moda, y solía disculparse ante el pú-
cuchamos nuestros nombres pronunciados a cravésde los altavoces: era Pa- blico, Decía que ésa no era su música. que él no aprobaba ese modo de
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tocar, que él era un campesino pobre , un pescador, y que renía que traba- y luego el que contesta repite:
Para sacarte a p;l$eal
jar para mantener a su familia , y que "Jos muchachos", quienes "manda- sábado, domingo y lunes,
ban", se lo pedían. Cuando se le empezó a soltar la lengua, demostraba un qu isiera ser gua camaya,
peco de 1as mil azul;".
modo regional e ingenioso de hablar y el público lo escuchaba con asom -
bro y gusto. A diferencia de don Arcadio ("¡El Mono Blanco, chingao; ahora Este procedimiento, tradicional y lógico. funciona en los fandangos , don-
sí estam os pegando con tubo!"), Andrés Vega hacía lo posible por aparcuse de el canto es sólo uno de los aspectos de un evento musical múltiple. pero
de! grupo. Hada saber que él era un empleado, que don Arcadio era un en un concierto o en un disco, donde el tiempo disponible es limitado y don-
viejito, y que nosotros, de son jarocho, no sabíamos absolutamente nada. de la paciencia del que escucha no es gratuita, esto es excesivo. Los músicos
Queríamos tocar los sones más lentos. "Este modo de ahora." decía don del son jarocho "comercial", conscientes del problema, lo resolvieron de cier-
Arcadio, "parece una carrera de caballos; lo mero bonito es cadencioso, se to modo para ellos lógico: e! pregonero canta la primera estrofa de la copla:
le puede entender". Cuando, en Los Ángeles. nos encontrarnos ante dece- Quisiera ser guaClrnaya,
pero de las mil azules,
nas de miles de conciudadanos, junto con Armando Manzanero, Susana pero de 1;1$ mis azules,
Alexander, Joaquín Cordero y otros ídolos más, Andrés Vega arrancó EL ba- quisiera ser gllacamaya,

iajú a mil quinientos por hora , tan cípido que nunca pude tocar más que
la línea general , y nunca me atreví a entrar a cantar. Claro, para él era, en y rodas los demás músicos contestan en coro :
paree, un ataque de nervios, pero también era una buena dosis de idea: de Para sacarte a pasear
sábado, domingo y lunes
que la gente, la historia, se iba a reír de nosotros, de él, si no tomaba el po- quis iera ser guac am aya
der y tocaba con apresurado "vigor" jarocho, "como mero debiera de ser". pelO de 1'$ más azules.

Recibió otra de nuestras "ideas" con mucha resistencia: en e! son de


fandango, la estructura de! canto obedece a las necesidades del tablado y a De este modo, cuatro instancias de canto quedan reducidas a dos. El
las posibilidades de la improvisación. Entonces e! pregonero arranca con problema con esto, a nuestro modo de ver, era que así se transgredía la na-
un verso : turaleza improvisada del género. Cuando el son era cantado como son, el
Quisiera ser guacamaya verso podía ser completamente desconocido para el coro contestador. y los
pero de las mí, azules, cantadores no tendrían manera de saber qué deberían de cantar (además
pero de 1.. mis azules, de que en el campo era poco frecuente escuchar cantos a coro). Le pregun-
qu isiera ser guacunay:.l ,
tamos a don Arcadio cómo sería si, para economizar espacio, para multi-
y luego el que lo contesta repite las estrofas:
plicar la cantidad de versos presentados en un concierto, en lugar de "con-
Qui siera ~ ;.: r guac.alnay.a
pelO de ias má s azules, testar" uno al otro, cada músico cantara sus versos: esto podría complicar
pero de las má s azules. la lógica poética para e! público, pero era un experimento y queríamos
quisiere. svr guacamcya. probarlo. Don Arcadio dijo que a lo mejor funcionaba bien y comenza-
Entonces el pregonero remata: mos a cantar así en 105 conciertos. Andrés Vega no podía creer que le
Pal a sacan , 1 pascar pidiéramos que cometiera tal atraco a la tradición (aparre de que no solía
s"I·,. J o. domingo y lunes;
mostrarse dispuesto a ejercer su capacidad de concentración para recordar
, .
ou isiera ser ruacam av.,
" qué verso estaba cantando) . Enronces él le explicaba al público:
pelO de las m~ azules .
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tocar, que él era un campesino pobre , un pescador, y que renía que traba- y luego el que contesta repite:
Para sacarte a p;l$eal
jar para mantener a su familia , y que "Jos muchachos", quienes "manda- sábado, domingo y lunes,
ban", se lo pedían. Cuando se le empezó a soltar la lengua, demostraba un qu isiera ser gua camaya,
peco de 1as mil azul;".
modo regional e ingenioso de hablar y el público lo escuchaba con asom -
bro y gusto. A diferencia de don Arcadio ("¡El Mono Blanco, chingao; ahora Este procedimiento, tradicional y lógico. funciona en los fandangos , don-
sí estam os pegando con tubo!"), Andrés Vega hacía lo posible por aparcuse de el canto es sólo uno de los aspectos de un evento musical múltiple. pero
de! grupo. Hada saber que él era un empleado, que don Arcadio era un en un concierto o en un disco, donde el tiempo disponible es limitado y don-
viejito, y que nosotros, de son jarocho, no sabíamos absolutamente nada. de la paciencia del que escucha no es gratuita, esto es excesivo. Los músicos
Queríamos tocar los sones más lentos. "Este modo de ahora." decía don del son jarocho "comercial", conscientes del problema, lo resolvieron de cier-
Arcadio, "parece una carrera de caballos; lo mero bonito es cadencioso, se to modo para ellos lógico: e! pregonero canta la primera estrofa de la copla:
le puede entender". Cuando, en Los Ángeles. nos encontrarnos ante dece- Quisiera ser guaClrnaya,
pero de las mil azules,
nas de miles de conciudadanos, junto con Armando Manzanero, Susana pero de 1;1$ mis azules,
Alexander, Joaquín Cordero y otros ídolos más, Andrés Vega arrancó EL ba- quisiera ser gllacamaya,

iajú a mil quinientos por hora , tan cípido que nunca pude tocar más que
la línea general , y nunca me atreví a entrar a cantar. Claro, para él era, en y rodas los demás músicos contestan en coro :
paree, un ataque de nervios, pero también era una buena dosis de idea: de Para sacarte a pasear
sábado, domingo y lunes
que la gente, la historia, se iba a reír de nosotros, de él, si no tomaba el po- quis iera ser guac am aya
der y tocaba con apresurado "vigor" jarocho, "como mero debiera de ser". pelO de 1'$ más azules.

Recibió otra de nuestras "ideas" con mucha resistencia: en e! son de


fandango, la estructura de! canto obedece a las necesidades del tablado y a De este modo, cuatro instancias de canto quedan reducidas a dos. El
las posibilidades de la improvisación. Entonces e! pregonero arranca con problema con esto, a nuestro modo de ver, era que así se transgredía la na-
un verso : turaleza improvisada del género. Cuando el son era cantado como son, el
Quisiera ser guacamaya verso podía ser completamente desconocido para el coro contestador. y los
pero de las mí, azules, cantadores no tendrían manera de saber qué deberían de cantar (además
pero de 1.. mis azules, de que en el campo era poco frecuente escuchar cantos a coro). Le pregun-
qu isiera ser guacunay:.l ,
tamos a don Arcadio cómo sería si, para economizar espacio, para multi-
y luego el que lo contesta repite las estrofas:
plicar la cantidad de versos presentados en un concierto, en lugar de "con-
Qui siera ~ ;.: r guac.alnay.a
pelO de ias má s azules, testar" uno al otro, cada músico cantara sus versos: esto podría complicar
pero de las má s azules. la lógica poética para e! público, pero era un experimento y queríamos
quisiere. svr guacamcya. probarlo. Don Arcadio dijo que a lo mejor funcionaba bien y comenza-
Entonces el pregonero remata: mos a cantar así en 105 conciertos. Andrés Vega no podía creer que le
Pal a sacan , 1 pascar pidiéramos que cometiera tal atraco a la tradición (aparre de que no solía
s"I·,. J o. domingo y lunes;
mostrarse dispuesto a ejercer su capacidad de concentración para recordar
, .
ou isiera ser ruacam av.,
" qué verso estaba cantando) . Enronces él le explicaba al público:
pelO de las m~ azules .
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-No vayan ustedes a creer que este modo de cantar es de mi gusto, Un pedazo de rornarc
no se tira d onde qu iera .
porque así no se hace en mi pueblo; la música jarocha no es así, pero "los
muchachos" mandan y ellos dicen que así ha de hacerse. Pero no vayan us- Como soy bue n hablador
tedes a creer que es cosa mía . ah ora predico un lema
que se lo aprend í a un se ñor
que hablaba sob re ese rema:
En Los Angeles fuimos alojados en un hotel a un pa.so de una calle llena
el anís no qu ita fl ~nla)
de cines avejentados dedicados a pasar películas pornogr áficas sin descan- ésa 1a quita el docror.
so: una tarde entramos en uno de ellos. A don Arcadio le tomó un buen
La gente en la Boca jue¡;-.!
rato para que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad y para entender lo
pero aho ra sí ..« ;1 in d ignad a
que sucedía en la pantalla; cuando se fijó, dijo en voz aira: y lo friega y lo refriega
-¡Ah, chingao! -y se cubrió los ojos con el sombrero que, luego de gritindole hasta Ensenada
un raro, bajó lentamente para volver a mirar. Soltó una carcajada arcadia- que han visto rocar a Vega
por una carnaronada.
na y se volvió a cubrir los ojos; bajó otra vez el sombrero y se volvió a car-
cajear. Voces desde la oscuridad le dijeron que se callara. De repente se pa- Yo creo que IÚ estás muy flaco
ró Andrés Vega y dijo en voz alta: por anda r meando el son;
como de nada me es",. po
-¿Dónde está el baño? --{ern después de la comida; tenia que ir) hubo
le digo en esta reuni ón
risas generales en el cine: cuando volvió al asiento, ya enojado, don Arca- que rú pescas cam aró n
dio estaba comentando los sucesos fllrnicos, las voces desde la oscuridad con la carna da de sapo.
estaban más molestas y mejor nos salimos .
Era cuestión de aprendizaje , de experiencia, "de escofina, primero," dijo Nada de esto le hada gracia.
José Adauto Gutiérrez Castellanos cuando le contamos lo de Andrés Vega -Mejor flaco en el llano que gordo en la caballeriza -comentó referen-
y su lucha con nosotros "y luego un regimiento de lijas cada vez más finas", te a su queja de siempre. Él era quien siempre hablaba de que de niño to-
Para el grupo era de primera impo rtancia que Andrés Vega tuviera un caba la quijada de caballo, raspada y golpeada, y que sonaba bastante re-
instrumento a la altura de su talento. Le regalé mi guitarra, la de Carlos gular. Tanto lo decía que comenzamos a manejar con un ojo hacia la ori-
Escr ibano arreglada por don Quirino ; era una guitarra afinada y sonora.. lla en busca de algun a (luego las íbamos coleccionando y almacenando en
La tocaba con gusto y admiración en casa, pero no en público. Mixcoac, porque se romp ían); y él era quien se quejaba de que anduviéra-
-Nunca me ha gustado agarrar lo ajeno -deda. [Ah, sí; esto vinien- mos cargando "esa zopilotera de pestilencia". La quijada era un instru men-
do de alguien que en toda su juventud nunca había sido dueño de instr u- to de percusión sonoro y lucido para los conciertos, encantador cuando lo
mento alguno y que habla aprendido a tocar en puras gu itarras prestadas.) tocaba alguien habilidoso para la improvisación rítmica.
Como consecuencia de tocar tanta música en público y quizás de reci-
y Gilberto, con su enfadosa superioridad burlona, le hada versos:
bir tantas sugerencias referentes a su comportamiento en el escenario,
En la cumbre de un amate Andrés Vega se fue desenvolviendo. En cierto sentido ni siquiera nos había-
oí una voz lastimera.
mos dado cuenta de que ya "sabía" cantar.
Era un ave zaragare
que decía de esta manera:
Cuando surgió la oportunidad de hacer un disco, antes de finalizar
64 65
-No vayan ustedes a creer que este modo de cantar es de mi gusto, Un pedazo de rornarc
no se tira d onde qu iera .
porque así no se hace en mi pueblo; la música jarocha no es así, pero "los
muchachos" mandan y ellos dicen que así ha de hacerse. Pero no vayan us- Como soy bue n hablador
tedes a creer que es cosa mía . ah ora predico un lema
que se lo aprend í a un se ñor
que hablaba sob re ese rema:
En Los Angeles fuimos alojados en un hotel a un pa.so de una calle llena
el anís no qu ita fl ~nla)
de cines avejentados dedicados a pasar películas pornogr áficas sin descan- ésa 1a quita el docror.
so: una tarde entramos en uno de ellos. A don Arcadio le tomó un buen
La gente en la Boca jue¡;-.!
rato para que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad y para entender lo
pero aho ra sí ..« ;1 in d ignad a
que sucedía en la pantalla; cuando se fijó, dijo en voz aira: y lo friega y lo refriega
-¡Ah, chingao! -y se cubrió los ojos con el sombrero que, luego de gritindole hasta Ensenada
un raro, bajó lentamente para volver a mirar. Soltó una carcajada arcadia- que han visto rocar a Vega
por una carnaronada.
na y se volvió a cubrir los ojos; bajó otra vez el sombrero y se volvió a car-
cajear. Voces desde la oscuridad le dijeron que se callara. De repente se pa- Yo creo que IÚ estás muy flaco
ró Andrés Vega y dijo en voz alta: por anda r meando el son;
como de nada me es",. po
-¿Dónde está el baño? --{ern después de la comida; tenia que ir) hubo
le digo en esta reuni ón
risas generales en el cine: cuando volvió al asiento, ya enojado, don Arca- que rú pescas cam aró n
dio estaba comentando los sucesos fllrnicos, las voces desde la oscuridad con la carna da de sapo.
estaban más molestas y mejor nos salimos .
Era cuestión de aprendizaje , de experiencia, "de escofina, primero," dijo Nada de esto le hada gracia.
José Adauto Gutiérrez Castellanos cuando le contamos lo de Andrés Vega -Mejor flaco en el llano que gordo en la caballeriza -comentó referen-
y su lucha con nosotros "y luego un regimiento de lijas cada vez más finas", te a su queja de siempre. Él era quien siempre hablaba de que de niño to-
Para el grupo era de primera impo rtancia que Andrés Vega tuviera un caba la quijada de caballo, raspada y golpeada, y que sonaba bastante re-
instrumento a la altura de su talento. Le regalé mi guitarra, la de Carlos gular. Tanto lo decía que comenzamos a manejar con un ojo hacia la ori-
Escr ibano arreglada por don Quirino ; era una guitarra afinada y sonora.. lla en busca de algun a (luego las íbamos coleccionando y almacenando en
La tocaba con gusto y admiración en casa, pero no en público. Mixcoac, porque se romp ían); y él era quien se quejaba de que anduviéra-
-Nunca me ha gustado agarrar lo ajeno -deda. [Ah, sí; esto vinien- mos cargando "esa zopilotera de pestilencia". La quijada era un instru men-
do de alguien que en toda su juventud nunca había sido dueño de instr u- to de percusión sonoro y lucido para los conciertos, encantador cuando lo
mento alguno y que habla aprendido a tocar en puras gu itarras prestadas.) tocaba alguien habilidoso para la improvisación rítmica.
Como consecuencia de tocar tanta música en público y quizás de reci-
y Gilberto, con su enfadosa superioridad burlona, le hada versos:
bir tantas sugerencias referentes a su comportamiento en el escenario,
En la cumbre de un amate Andrés Vega se fue desenvolviendo. En cierto sentido ni siquiera nos había-
oí una voz lastimera.
mos dado cuenta de que ya "sabía" cantar.
Era un ave zaragare
que decía de esta manera:
Cuando surgió la oportunidad de hacer un disco, antes de finalizar
66 67
nu estro primer año, aceptamos la oferta con feliz asombro. Era un honor mercial de esas piezas exigía, supuestamente, el pago de de rech os a él
para todos, pero era, sobre todo, una manera de que don Arcadio tuviera y sus sucesores.)
un disco propio. Aunque en realidad ya se sabía de él; Andrés Vega, en En otra ocasión, cuando tratábamos de tranquilizar a don Arcadio para
cambio, era un desconocido. que no se pusiera ronco (cualquier pleito, cualquier emoción, exigencia o
El grupo estaba muy ensayado y contaba con algunas ideas para hacer confusión podía desembocar en ronquera), orro de los directores nos gritó
el dis co: cómo hacerlo "escuchable" (quiero decir. había tantos discos de a través del micrófono:
música tradicional que eran excelentes pieza por pieza, pero aburridísimos -¡Ese viejito ya no sopla! ¡Mándenlo al asilo; los músicos de éxito de-
y wrpes en su conjunto; queríamos que éste no fuera así). Queríamos res- ben ser jóvenes!
petar las leyes del son tradi cional , pero también aprovechar la recnolog ú El disco de rodas modos se hizo según nuestras posibilidades. No obs-
disponible en un estudio de grabación: queríamos hacer una antología de tante cierta dosis de ronquera, don Arcadio reconfiguró, hizo suyo, todo lo
la variedad del son tradicional y también subrayar su naturaleza improvisa- que cantó. Aislado de las tensiones diarias y de sus profundos sentimientos
da y poética, de no queter estar alejado de su casa y su familia, su milpa y su río, Andrés
Todas nuestras "ideas" chocaron con los conceptos de los ingenieros de Vega se reveló como un rnusicazo, tanto en lo instrumental como en el can-
grabación de RCA Víctor (la compañía con la que la SEr había hecho el to. Su Balajú y su Cascabel hicieron "escuela" (quiero decir: he escuchado
arrcglo de producir algunos discos con grupos que se presentaban en el a cantidad de guitarreros noveles tocarlos de esa manera). La guacamaya de
programa de Difusión Cultural). Cuando, al final del primer día, sólo ha- Gilberto resultó ser el primer indicio de la libertad quc tomaría la nueva
blarnos grabado dos de los catorce sones que imaginábamos conformarían generación para hacer "obra propia" con los so nes que eran de dominio pú-
"nuestro disco" (no era asunto de grabar por pistas, sino directo; constante- blico. La portada lleva tipografla mía y la fotografía que Rafael Donís le
mente sucedían errores de distinta índole: había que parar y volver a co - tomó a don Arcadio sentado frente a su casa en el ejido Tacoreno,
rnenzar): El balajú, con todo el grupo, el son con que abríamos los con- Yo aparezco, musicalmente hablando, por el tiempo de seis segundos, en
ciertos en ese entonces, y Laguacamaya, tocado y cantado sólo pOt Gilber- el estribillo de El valedor (seis segundos que se han repetido cada domingo
ro, de otro modo, con versada suya, los técnicos nos dijeron a través del por veinte años como la rúbrica del programa de Tomás Mojarra, Domingo
micrófono que si scguíamos de ese modo nunca íbamos a llegar a ninguna siete, en Radio Universidad): era la hora de las verdades : a esas alturas mi pre- }
parte; que tales y tales grupos habían hecho sus LPs en dos horas y media, scncia en el grupo sólo se justificaba por razones exrrarnusicalcs,
y que qué pensábamos. Cargábamos cajas de discos en las giras y los vendíamos después de los
Ellos se habían quejado anteriormente de uno de nuestros dos sones. conciertos; la edición se agotó en el primer año . En alguna ocasión, la SEr
-¿ Ustedes saben cu ántas vers iones tengo de El balajú? -nos gr i- produjo una segunda edición, que también se regó por todo el país y que
tó uno de los directores de la compañía a través d el micrófono. -¿Pa- también se agotó rápidamente. A pesar de que la obra fue mesurada y
ra qué me hacen perder el tiempo? ¿Para qué más de lo mismo? _y apreciada (sobre todo por ser un "documento" de don Arcadio), ésta no ha
luego remató: -Además, ¡esa canción pertenece a Andrés Huesca! ¿Ya podido volverse a escuchar: nunca salió en forma de cassette ni mucho me-
pagaron los derechos para grabarla? (Aprendimos que en los años cua- nos en CD. La compañía editora no se interesó por colocarlo en su catálogo
renta, al comienzo del registro de las propiedades intelectuales, Hues- (el disco no era más que el resultado de un arreglo con el gobierno para
ca, un compositor jarocho, había apuntado como obras suyas todos los aprovechar sus estudios de grabación en momentos flojos), pero tampoco
sones tradicionales que se sabía; de ahí en adelante cualquier uso co - ha tenido la generosidad de liberar los dere chos .
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nu estro primer año, aceptamos la oferta con feliz asombro. Era un honor mercial de esas piezas exigía, supuestamente, el pago de de rech os a él
para todos, pero era, sobre todo, una manera de que don Arcadio tuviera y sus sucesores.)
un disco propio. Aunque en realidad ya se sabía de él; Andrés Vega, en En otra ocasión, cuando tratábamos de tranquilizar a don Arcadio para
cambio, era un desconocido. que no se pusiera ronco (cualquier pleito, cualquier emoción, exigencia o
El grupo estaba muy ensayado y contaba con algunas ideas para hacer confusión podía desembocar en ronquera), orro de los directores nos gritó
el dis co: cómo hacerlo "escuchable" (quiero decir. había tantos discos de a través del micrófono:
música tradicional que eran excelentes pieza por pieza, pero aburridísimos -¡Ese viejito ya no sopla! ¡Mándenlo al asilo; los músicos de éxito de-
y wrpes en su conjunto; queríamos que éste no fuera así). Queríamos res- ben ser jóvenes!
petar las leyes del son tradi cional , pero también aprovechar la recnolog ú El disco de rodas modos se hizo según nuestras posibilidades. No obs-
disponible en un estudio de grabación: queríamos hacer una antología de tante cierta dosis de ronquera, don Arcadio reconfiguró, hizo suyo, todo lo
la variedad del son tradicional y también subrayar su naturaleza improvisa- que cantó. Aislado de las tensiones diarias y de sus profundos sentimientos
da y poética, de no queter estar alejado de su casa y su familia, su milpa y su río, Andrés
Todas nuestras "ideas" chocaron con los conceptos de los ingenieros de Vega se reveló como un rnusicazo, tanto en lo instrumental como en el can-
grabación de RCA Víctor (la compañía con la que la SEr había hecho el to. Su Balajú y su Cascabel hicieron "escuela" (quiero decir: he escuchado
arrcglo de producir algunos discos con grupos que se presentaban en el a cantidad de guitarreros noveles tocarlos de esa manera). La guacamaya de
programa de Difusión Cultural). Cuando, al final del primer día, sólo ha- Gilberto resultó ser el primer indicio de la libertad quc tomaría la nueva
blarnos grabado dos de los catorce sones que imaginábamos conformarían generación para hacer "obra propia" con los so nes que eran de dominio pú-
"nuestro disco" (no era asunto de grabar por pistas, sino directo; constante- blico. La portada lleva tipografla mía y la fotografía que Rafael Donís le
mente sucedían errores de distinta índole: había que parar y volver a co - tomó a don Arcadio sentado frente a su casa en el ejido Tacoreno,
rnenzar): El balajú, con todo el grupo, el son con que abríamos los con- Yo aparezco, musicalmente hablando, por el tiempo de seis segundos, en
ciertos en ese entonces, y Laguacamaya, tocado y cantado sólo pOt Gilber- el estribillo de El valedor (seis segundos que se han repetido cada domingo
ro, de otro modo, con versada suya, los técnicos nos dijeron a través del por veinte años como la rúbrica del programa de Tomás Mojarra, Domingo
micrófono que si scguíamos de ese modo nunca íbamos a llegar a ninguna siete, en Radio Universidad): era la hora de las verdades : a esas alturas mi pre- }
parte; que tales y tales grupos habían hecho sus LPs en dos horas y media, scncia en el grupo sólo se justificaba por razones exrrarnusicalcs,
y que qué pensábamos. Cargábamos cajas de discos en las giras y los vendíamos después de los
Ellos se habían quejado anteriormente de uno de nuestros dos sones. conciertos; la edición se agotó en el primer año . En alguna ocasión, la SEr
-¿ Ustedes saben cu ántas vers iones tengo de El balajú? -nos gr i- produjo una segunda edición, que también se regó por todo el país y que
tó uno de los directores de la compañía a través d el micrófono. -¿Pa- también se agotó rápidamente. A pesar de que la obra fue mesurada y
ra qué me hacen perder el tiempo? ¿Para qué más de lo mismo? _y apreciada (sobre todo por ser un "documento" de don Arcadio), ésta no ha
luego remató: -Además, ¡esa canción pertenece a Andrés Huesca! ¿Ya podido volverse a escuchar: nunca salió en forma de cassette ni mucho me-
pagaron los derechos para grabarla? (Aprendimos que en los años cua- nos en CD. La compañía editora no se interesó por colocarlo en su catálogo
renta, al comienzo del registro de las propiedades intelectuales, Hues- (el disco no era más que el resultado de un arreglo con el gobierno para
ca, un compositor jarocho, había apuntado como obras suyas todos los aprovechar sus estudios de grabación en momentos flojos), pero tampoco
sones tradicionales que se sabía; de ahí en adelante cualquier uso co - ha tenido la generosidad de liberar los dere chos .
68 69
pulmón. por el es~e_rzo que hadan al tocar]. Siempre hacen m uecas co n
A los vecinos de Andrés Vega les encantó el disco; no solamente no SL
la cara y tienen fruncida la frente por su concentración; en cambio, los ja-J
riero n de él y los procedimienrus "raros" , sino que además empezaron a
raneros siempre vivimos mucho porque todo el fandango estamos miran-
verlo con ojos de verdadero respeto. En cuanto al modo de cantados ver-
do a las mujeres. recibiendo la energía de su hermosura y cantando con
sos, hubo quejas provenientes de los músicos jarochos folklóricos urbanos,
sentimiento.
y por una parte renfan razón; dejarnos de cantar los versos saltados, pero
El canto era su dominio mayor. Cuando visitamos a su hermano Ciri-
sin contestar, en los conciertos, y sólo utilizamos el artíficc en unas piezas del
lo, en Rodríguez Clara, éste dijo --en ausencia de don Arcadio-- que el
segundo disco. Como sea, ese primer disco está atestado de versada.
modo que tenia su hermano de cantar ahora lo debía de haber aprendido
en su vejez, andando con nosotros [esta teorta ignoraba el disco del IN AH
Durante el verano yo había compuesto en plomo todas las coplas de los
Y la amistad con Antonio Garela de León]. porque cuando joven , si bien
cuadernos de don Arcadio con las cajas de tipo de que disponía. y en las
había sido un fanático del fandango -había pasado la Revolución fandan-
vacaciones de fin de afio (Gilberto estuvo en Lerdo y Tres Zapores) comen-
gueando en el monte- . siempre había sido un can tante como cualquier
cé a imprimirlas. Desde París. Antonio Garda de León mandó un {CXW
orto.
sobre su aprendizaje con don Arcadio, pero llegó después de que había co-
Nunca se le acabó ese insólito don de inventar maneras distintas de
menzado a numerar las páginas impresas. y tuvo que entrar al libro en cal i-
cantar los mismos sones de siempre. Se deben haber grabado, en roda el
dad de epílogo. Había puesto un grabado antiguo (prestado. pero entre
país. varios centenares de extraordinarias versiones de El agItJlni(t,(, un son
mis cosas) en la portada del libro , y para hacer resaltar aún más el escri«
que él y Andrés Vega empezaron a tocar en serio después de la grabación
de Garda de León (tan hermosamente jarocho y arcadiauo) , le di una nue-
del disco.
va "portada", también con un grabado antiguo.
Dedicaba a los versos el cincuenta por ciento de su tiempo , tanto en
Imprimí 400 ejemplares de! libro (nunca había hecho tantos de ningu-
los cuartos de hotel como en los coches (y con Gilberro). Siempre tenía
no) y aunque le hicimos su presentación en México. un bien anunciado
papelitos en la bolsa de su guayabera, o amontonándose en su maleta, o en
concierto en el Fonágora, hubo escaso interés en su existencia: deben ha-
el estuche' de La Mona, con versos comenzados, recordados. completados.
berse vendido unos zo ejemplares en la capital en roda el tiempo que le
anduvimos ofreciendo. Donde se vendía bien --donde de hecho agotamos
la edición- era despu és de los conciertos. en provincia; y es el único libro
N os sorprendía en las presentaciones con versos idóneos que nunca había-
mos oído (y aprendimos asf la importancia de no caer en rutinas ante el
pú blico: entonces mezclábamos secciones más o menos fijas -los discur-
I
impreso por mí que difícilmente se encontrará en México y sí a lo largo y
sos de don Arcadio y de Andrés Vega- con sorpresas: el que hablaba en
ancho de la república, sobre todo en el norte (donde los 50 pesos de en-
ese momento podía anunciar, de repent e, un son que tocábam os poco o
tonces que costaba se les hada ba rato , a diferencia de! centro y sur: u ¿Por
n unca, o con un tono distinto: esto con el fin de mantenernos desp iertos.
qué tan pocos y tan caros?", dijo Amparo Ochoa con disgusto).
ojalá envueltos en un verdadero discurso) . Y don Arcadio guardaba coplas
buenas para los conciertos "importantes" y para los discos .
Durante los años que duró nuestra relación profesional, las posibilidades
Pero zapateaba poco (por la edad, pero con un estilo propio) . había to-
"escénicas" giraban en torno a lo que don Arcadio, por la edad, podía o no
nos por menor que ya no le salían, no inventaba gran cosa al hablar (me
podía hacer. Jaraneaba bien . Decía, cuando se le preguntaba por qué nunca
refiero a los conciertos, porque en los coches. en los restaurantes, era una
llegó a cocar la guitarra o el arpa:
plática memoriosa y novedosa que no terminaba nunca) .
-jN'ombre! Los guitarreros y arpistas siempre se mueren jóvenes [del
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pulmón. por el es~e_rzo que hadan al tocar]. Siempre hacen m uecas co n
A los vecinos de Andrés Vega les encantó el disco; no solamente no SL
la cara y tienen fruncida la frente por su concentración; en cambio, los ja-J
riero n de él y los procedimienrus "raros" , sino que además empezaron a
raneros siempre vivimos mucho porque todo el fandango estamos miran-
verlo con ojos de verdadero respeto. En cuanto al modo de cantados ver-
do a las mujeres. recibiendo la energía de su hermosura y cantando con
sos, hubo quejas provenientes de los músicos jarochos folklóricos urbanos,
sentimiento.
y por una parte renfan razón; dejarnos de cantar los versos saltados, pero
El canto era su dominio mayor. Cuando visitamos a su hermano Ciri-
sin contestar, en los conciertos, y sólo utilizamos el artíficc en unas piezas del
lo, en Rodríguez Clara, éste dijo --en ausencia de don Arcadio-- que el
segundo disco. Como sea, ese primer disco está atestado de versada.
modo que tenia su hermano de cantar ahora lo debía de haber aprendido
en su vejez, andando con nosotros [esta teorta ignoraba el disco del IN AH
Durante el verano yo había compuesto en plomo todas las coplas de los
Y la amistad con Antonio Garela de León]. porque cuando joven , si bien
cuadernos de don Arcadio con las cajas de tipo de que disponía. y en las
había sido un fanático del fandango -había pasado la Revolución fandan-
vacaciones de fin de afio (Gilberto estuvo en Lerdo y Tres Zapores) comen-
gueando en el monte- . siempre había sido un can tante como cualquier
cé a imprimirlas. Desde París. Antonio Garda de León mandó un {CXW
orto.
sobre su aprendizaje con don Arcadio, pero llegó después de que había co-
Nunca se le acabó ese insólito don de inventar maneras distintas de
menzado a numerar las páginas impresas. y tuvo que entrar al libro en cal i-
cantar los mismos sones de siempre. Se deben haber grabado, en roda el
dad de epílogo. Había puesto un grabado antiguo (prestado. pero entre
país. varios centenares de extraordinarias versiones de El agItJlni(t,(, un son
mis cosas) en la portada del libro , y para hacer resaltar aún más el escri«
que él y Andrés Vega empezaron a tocar en serio después de la grabación
de Garda de León (tan hermosamente jarocho y arcadiauo) , le di una nue-
del disco.
va "portada", también con un grabado antiguo.
Dedicaba a los versos el cincuenta por ciento de su tiempo , tanto en
Imprimí 400 ejemplares de! libro (nunca había hecho tantos de ningu-
los cuartos de hotel como en los coches (y con Gilberro). Siempre tenía
no) y aunque le hicimos su presentación en México. un bien anunciado
papelitos en la bolsa de su guayabera, o amontonándose en su maleta, o en
concierto en el Fonágora, hubo escaso interés en su existencia: deben ha-
el estuche' de La Mona, con versos comenzados, recordados. completados.
berse vendido unos zo ejemplares en la capital en roda el tiempo que le
anduvimos ofreciendo. Donde se vendía bien --donde de hecho agotamos
la edición- era despu és de los conciertos. en provincia; y es el único libro
N os sorprendía en las presentaciones con versos idóneos que nunca había-
mos oído (y aprendimos asf la importancia de no caer en rutinas ante el
pú blico: entonces mezclábamos secciones más o menos fijas -los discur-
I
impreso por mí que difícilmente se encontrará en México y sí a lo largo y
sos de don Arcadio y de Andrés Vega- con sorpresas: el que hablaba en
ancho de la república, sobre todo en el norte (donde los 50 pesos de en-
ese momento podía anunciar, de repent e, un son que tocábam os poco o
tonces que costaba se les hada ba rato , a diferencia de! centro y sur: u ¿Por
n unca, o con un tono distinto: esto con el fin de mantenernos desp iertos.
qué tan pocos y tan caros?", dijo Amparo Ochoa con disgusto).
ojalá envueltos en un verdadero discurso) . Y don Arcadio guardaba coplas
buenas para los conciertos "importantes" y para los discos .
Durante los años que duró nuestra relación profesional, las posibilidades
Pero zapateaba poco (por la edad, pero con un estilo propio) . había to-
"escénicas" giraban en torno a lo que don Arcadio, por la edad, podía o no
nos por menor que ya no le salían, no inventaba gran cosa al hablar (me
podía hacer. Jaraneaba bien . Decía, cuando se le preguntaba por qué nunca
refiero a los conciertos, porque en los coches. en los restaurantes, era una
llegó a cocar la guitarra o el arpa:
plática memoriosa y novedosa que no terminaba nunca) .
-jN'ombre! Los guitarreros y arpistas siempre se mueren jóvenes [del
70 71
Su misión era el son jarocho. Decía: esperanzas del bucanero le hadan creer que el Mono Blanco le diría dón-
- Yo veo que en nuestro Veracruz todo va cambiando y La juventud se de y cómo encontrar el tesoro de Mo ctezurn a.
va olvidando de la música jarocha. También fuimos a Ch ihuahua, donde visitamos la casa y el cuartel de
Pancho Villa, un museo habitado por la viuda de ésre, Luz Corral de Vi-
Toda en el mundo se acaba,
hasra el medito de andar;
lla, una anciana en siUa de ruedas, y algunos villiscas viejos que vivían ( '1"1
no es buena engreírse can nada. los rincone s de las ruinas de los galerones y los corrales. Don Arcadio
quedó profundamente conmovido. Su propia part icipación en el movi-
- Oj alá Y este peligro que corremos a diario...(él se refería al andar en miento revolucionario había sido la de un muchacho espía, un mensajero,
coche por las carreteras, o a sub irse a los aviones, comer qu ién sabía qué y más adelante como lustrabotas del general Ernes ro Gri ego (bisabuelo,
en los restaurantes, bañarse en hoteles, aparecer ante tanta gente descono - trascendió luego, de Antonio García de León). Nunca, en el tramo prin-
cida)... sirva de algo: para que la música agarre vuelo de nuevo. cipal de su vida, había conocido la ciudad de México, ni mucho menos el
Dec ía: El Mono Blanco, chingao ; cada día va mejor. Pero ya saben: yo estado de Morelos, ni Chihuahua (sitios, todos, legendarios para los rebeldes);
sigo hasta que ustedes me digan "H asta aquí". Que no haya enemistad. ni nunca había visco a ninguno de los caudillo s renombrados, nunca había
nada que se parcLca. Agarro mi maleta y mi Mona y me voy. imaginado que en parte alguna se podr ía respirar aún el mismísimo aire de
-No, don Arcadio; nunca le vamos a decir eso. Mientras usted quiera aquella época. Pero en estas casas viejas lo hizo, y es posible quc en nues-
estar, aquí nun ca lo vamos a correr. tra breve visita a este sirio viviera la impresión personal más fuerte de los
-Pero ¿y la guerra que doy? años que pasó con nosotros . En el pequeño salón dond e doña Luz recibía
-Qué guerra ni qué nada. Así es la cosa entre la rropa. a los visitantes, luego de su recorrido por el mu seo -con poco inter és per-
- Pues sí, pero los mandamases siempre tienen que decir que esto o sonal suyo--, afinamos los instrumentos y le tocamos algunos sones ép icos
aquello les conviene o no. y don Arcadio declaró -ante ella y ante la historia- con elocuente fra-
- Pues sí, pero no. seo, sus décimas más pertinentes. A ella le compramos - y nos dedicó, de
- Bueno. Ustedes dicen. Pero ya saben... su puño y lerra- ejemplares de su libro Pancho Villa en la intimidad, y no-
sorras le regalamos -y don Arcadio le ded icó- un ejemplar de La versa-
Entre el verano y el fin de año fuimos a Campeche, donde la vista del plá- da tÚ Arcadio Hidalgo y un ejempla r -con las agradecidas firmas de rodas
cido golfo desde el balcón del hotel, la mercancía y los acentos en el mer- nosorros- del disco. En el coche. rumbo al hotel, la jarana junt o a él en
cado y la elegante arquirecrura de la ciudad amural lada me saturaron de el asiento , dijo: "Mi Mona , ch ingao, quién lo pensara").
emoción y sitio para escribir una novela sobre el pirata Lorenzillo y su asis- Fuimos al puerto de Veracruz por primera vez en calidad de grup~. Un
tente negro (al que le puse Estebanico en homenaje a arra notable negro atardecer teníamos sed y fuimos a una placita en el Centro Histór ico don -
novohispano viajero, el "compañero" de Álvar N úñez Cabeza de Vaca). La de se servían aguas exóricas y enormes ensaladas de fruta. Mientras la or-
novela pintaba a Lorenzillo y Estebanico viajando a pie, jusro después del den se preparaba, yo crucé la calle para mirar el escaparate de la sucursal
sitio y saqueo de Veracruz en mayo de 1684, hasta Zontecornapan, en bus. porteña de Guayaberas Cab o En los port ales pasé junto a un a pareja de
ca del Mon o Blanco (que, luego se descubriría, habría estado , disfrazado gringos y ella me miró y le d ijo a él: "Look Sweetie, rhere goes a mIL one!" )
de infinidad de maneras. burlándose de ellos, salvándolos en los últim os (¡Mira cariño: allí va uno de a deverasl)
instant es del desastre y acompañándolos desde el principio). Las ilusorias Finalmente fuimos a Puebla. donde conocimos a Alicia Guti érrcLSilva
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Su misión era el son jarocho. Decía: esperanzas del bucanero le hadan creer que el Mono Blanco le diría dón-
- Yo veo que en nuestro Veracruz todo va cambiando y La juventud se de y cómo encontrar el tesoro de Mo ctezurn a.
va olvidando de la música jarocha. También fuimos a Ch ihuahua, donde visitamos la casa y el cuartel de
Pancho Villa, un museo habitado por la viuda de ésre, Luz Corral de Vi-
Toda en el mundo se acaba,
hasra el medito de andar;
lla, una anciana en siUa de ruedas, y algunos villiscas viejos que vivían ( '1"1
no es buena engreírse can nada. los rincone s de las ruinas de los galerones y los corrales. Don Arcadio
quedó profundamente conmovido. Su propia part icipación en el movi-
- Oj alá Y este peligro que corremos a diario...(él se refería al andar en miento revolucionario había sido la de un muchacho espía, un mensajero,
coche por las carreteras, o a sub irse a los aviones, comer qu ién sabía qué y más adelante como lustrabotas del general Ernes ro Gri ego (bisabuelo,
en los restaurantes, bañarse en hoteles, aparecer ante tanta gente descono - trascendió luego, de Antonio García de León). Nunca, en el tramo prin-
cida)... sirva de algo: para que la música agarre vuelo de nuevo. cipal de su vida, había conocido la ciudad de México, ni mucho menos el
Dec ía: El Mono Blanco, chingao ; cada día va mejor. Pero ya saben: yo estado de Morelos, ni Chihuahua (sitios, todos, legendarios para los rebeldes);
sigo hasta que ustedes me digan "H asta aquí". Que no haya enemistad. ni nunca había visco a ninguno de los caudillo s renombrados, nunca había
nada que se parcLca. Agarro mi maleta y mi Mona y me voy. imaginado que en parte alguna se podr ía respirar aún el mismísimo aire de
-No, don Arcadio; nunca le vamos a decir eso. Mientras usted quiera aquella época. Pero en estas casas viejas lo hizo, y es posible quc en nues-
estar, aquí nun ca lo vamos a correr. tra breve visita a este sirio viviera la impresión personal más fuerte de los
-Pero ¿y la guerra que doy? años que pasó con nosotros . En el pequeño salón dond e doña Luz recibía
-Qué guerra ni qué nada. Así es la cosa entre la rropa. a los visitantes, luego de su recorrido por el mu seo -con poco inter és per-
- Pues sí, pero los mandamases siempre tienen que decir que esto o sonal suyo--, afinamos los instrumentos y le tocamos algunos sones ép icos
aquello les conviene o no. y don Arcadio declaró -ante ella y ante la historia- con elocuente fra-
- Pues sí, pero no. seo, sus décimas más pertinentes. A ella le compramos - y nos dedicó, de
- Bueno. Ustedes dicen. Pero ya saben... su puño y lerra- ejemplares de su libro Pancho Villa en la intimidad, y no-
sorras le regalamos -y don Arcadio le ded icó- un ejemplar de La versa-
Entre el verano y el fin de año fuimos a Campeche, donde la vista del plá- da tÚ Arcadio Hidalgo y un ejempla r -con las agradecidas firmas de rodas
cido golfo desde el balcón del hotel, la mercancía y los acentos en el mer- nosorros- del disco. En el coche. rumbo al hotel, la jarana junt o a él en
cado y la elegante arquirecrura de la ciudad amural lada me saturaron de el asiento , dijo: "Mi Mona , ch ingao, quién lo pensara").
emoción y sitio para escribir una novela sobre el pirata Lorenzillo y su asis- Fuimos al puerto de Veracruz por primera vez en calidad de grup~. Un
tente negro (al que le puse Estebanico en homenaje a arra notable negro atardecer teníamos sed y fuimos a una placita en el Centro Histór ico don -
novohispano viajero, el "compañero" de Álvar N úñez Cabeza de Vaca). La de se servían aguas exóricas y enormes ensaladas de fruta. Mientras la or-
novela pintaba a Lorenzillo y Estebanico viajando a pie, jusro después del den se preparaba, yo crucé la calle para mirar el escaparate de la sucursal
sitio y saqueo de Veracruz en mayo de 1684, hasta Zontecornapan, en bus. porteña de Guayaberas Cab o En los port ales pasé junto a un a pareja de
ca del Mon o Blanco (que, luego se descubriría, habría estado , disfrazado gringos y ella me miró y le d ijo a él: "Look Sweetie, rhere goes a mIL one!" )
de infinidad de maneras. burlándose de ellos, salvándolos en los últim os (¡Mira cariño: allí va uno de a deverasl)
instant es del desastre y acompañándolos desde el principio). Las ilusorias Finalmente fuimos a Puebla. donde conocimos a Alicia Guti érrcLSilva
72 73
- h erm ana de Gilberro y Alfredo- y a su hij o , el pequeño genio Ce- (en una de nuestras visitas llegaron también dos nieros suyos, Juan, de die-
rardo; ya Culiacán, donde hacía calor y yo estrell é la copa de mi hermoso cisicre años, y Patricio, de crece, a quienes, después de la comida, se les en-
sombrero al cho car con un aparaco de aire aco nd icion ad o colocado en el comcndó la siembra de frijol) . En otra ocasión, don Arcadio mandó cons-
pas illo , a la entrada del cuarto de hotel, truir dos casiras tradicionales de palmiche y lodo a un lado del edificio prin-
cipal y tra jo a su hermano Pedro a vivir en una de ellas. La otra se convir-
Durante 198c y (982 participamos de las ventajosas circunstan cias que tió en una macla de bodega y gallinero.
viv ía la macroeconomía del país , el éxito Y crecimiento del programa cul - La situación de Andrés Vega era distinta: él era jefe de una fumilia des-
rural de la SEr (las giras ya no eran de una sola semana en un estado, sino calza, grande, en crecimiento, con carencias ancestrales, heredera de un gene
de dos o tres semanas, frecuentemente con tres pre sentaciones al día); en que sen tenciaba que cuanto tocara (yesos niños agarraban rodo) se des-
consecuencia, fue la época mis próspera de nuestras vidas hasta entonces componía: no era posible que a Vega le rindiera canro el dinero como a
(y hasta la fecha). Mientras experimentábamos ese auge, escuchábamos de- don Arcadio. No obstante, tiró una de sus casas de palma e hizo una de
cir que se aproximaba un "derrumbe de la civilización". Aconsejamos a materia] (cocina, sala, dos recámaras) sobre Un cimiento alto (debido a las
don Arcadio y a Andrés Vega que invirtieran su dinero en sus infraes- constantes inundaciones). Hizo una fosa séptica e instaló un baño completo
rrucruras, para que sus familias pudieran sobrevivir con decoro la pronos- y un fregadero en la cocina. Compró una estufa de gas industrial y un re-
ricada gran depresión económica, "peor que la de 1929". En todo momento frige rador, una televisión y una grabadora para tocar y grabar cassettes.
estuvimos conscientes de que las actividades culturales serian las primeras Compró una lancha de fibra de vidrio para que sus hijos y nietos pudie-
víctimas de "la crisis". ran pasar de un lado al orro del ríe el pasaje que venía de Tres Zapoces,
Don Arcadio hizo un pozo para agua y un dormitorio grande al lado de Compró ganado y siguió sembrando caña y milpa.
su cuarto original central (que se mantuvo más o menos como estaba, sólo Desde el principio de las giras Gilberco y yo habíamos juntado dinero
que se iban llenando las paredes con focos, diplomas, testimonios de home- para comprar el vw viejo (aunque la primerísima compra fue una mesa de
najes y felicitaciones que se le presentaban y que mandaba enmarcar), con ping-pong), y administrábamos el grupo (visitas al contador, al aeropuerto o
los muros de tab icón y el techo de lám ina. En otra ocasión rehizo la bode- a la Vía Tapo o al aeropuerto para recoger a los señores, al doctor, al den-
ga: aumentó su dimensión y sustituyó los materiales de su construcción , tista , al oculista; mandamos componer zaparos y maletines, y a comprar
tambi én por tabicón y lámina. Más adelante rehizo la cocina, aumentando las medicinas, las cuerdas. los escuches; guisar, llevar la ropa a la lavandería,
el espacio al doble, e instal ó una esrufa de gas. En otra escancia. mandó a realizar llamadas. conseguir discos y libros para llevar a las giras , hacer re-
hacer un baño moderno en el interior de la casa e hizo coda la fachada de laciones públicas -Gilbereo había tornado la representación del grupo, en
tabic ón. (Al quedar terminada la casa, el ed ificio original de bara ñas, lodo lugar de Patricia Doring-s-, mandar arreglar instrumentos). Pasábamos la
y palm a siguió intacto en el cenero, rodeado de construcción nueva: era una mayor paree dc nuestras vidas fuera de la ciudad de México, y parecía ser
casa fresca, agradable, estéticamente novedosa. y representaba fielmente a cada vez menos importante vivir ahl, Parcela sensato, de ser posible. inde-
su dueño.) En otra ocasión , don Arcadio compró ganado y la mitad de su pendizarnos de la economía de la capital y situar el cuartel del grupo en
parcela se co nvirt ió en un pocrero para engorda. En otra, hizo construir dos un lugar Con casa, agua y algo de tierra, donde, si llegara a derrumbarse la
casitas nuevas de tabic ón con letr inas , en distintos rincones de su terreno , estructura económ ica, pudiéramos seguir tocando música y haciendo li-
para rentar (fucron alquiladas inrnediatamenre y durante el rcsro de su vi- bros, posibilitados para ejercer cualquier arte y financiados por una in-
da recibió esas rent as rnensualrncn rc). Sembró la otra mir ad de la parce la" fraesrrucrura sencilla y aurosuficientc,
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- h erm ana de Gilberro y Alfredo- y a su hij o , el pequeño genio Ce- (en una de nuestras visitas llegaron también dos nieros suyos, Juan, de die-
rardo; ya Culiacán, donde hacía calor y yo estrell é la copa de mi hermoso cisicre años, y Patricio, de crece, a quienes, después de la comida, se les en-
sombrero al cho car con un aparaco de aire aco nd icion ad o colocado en el comcndó la siembra de frijol) . En otra ocasión, don Arcadio mandó cons-
pas illo , a la entrada del cuarto de hotel, truir dos casiras tradicionales de palmiche y lodo a un lado del edificio prin-
cipal y tra jo a su hermano Pedro a vivir en una de ellas. La otra se convir-
Durante 198c y (982 participamos de las ventajosas circunstan cias que tió en una macla de bodega y gallinero.
viv ía la macroeconomía del país , el éxito Y crecimiento del programa cul - La situación de Andrés Vega era distinta: él era jefe de una fumilia des-
rural de la SEr (las giras ya no eran de una sola semana en un estado, sino calza, grande, en crecimiento, con carencias ancestrales, heredera de un gene
de dos o tres semanas, frecuentemente con tres pre sentaciones al día); en que sen tenciaba que cuanto tocara (yesos niños agarraban rodo) se des-
consecuencia, fue la época mis próspera de nuestras vidas hasta entonces componía: no era posible que a Vega le rindiera canro el dinero como a
(y hasta la fecha). Mientras experimentábamos ese auge, escuchábamos de- don Arcadio. No obstante, tiró una de sus casas de palma e hizo una de
cir que se aproximaba un "derrumbe de la civilización". Aconsejamos a materia] (cocina, sala, dos recámaras) sobre Un cimiento alto (debido a las
don Arcadio y a Andrés Vega que invirtieran su dinero en sus infraes- constantes inundaciones). Hizo una fosa séptica e instaló un baño completo
rrucruras, para que sus familias pudieran sobrevivir con decoro la pronos- y un fregadero en la cocina. Compró una estufa de gas industrial y un re-
ricada gran depresión económica, "peor que la de 1929". En todo momento frige rador, una televisión y una grabadora para tocar y grabar cassettes.
estuvimos conscientes de que las actividades culturales serian las primeras Compró una lancha de fibra de vidrio para que sus hijos y nietos pudie-
víctimas de "la crisis". ran pasar de un lado al orro del ríe el pasaje que venía de Tres Zapoces,
Don Arcadio hizo un pozo para agua y un dormitorio grande al lado de Compró ganado y siguió sembrando caña y milpa.
su cuarto original central (que se mantuvo más o menos como estaba, sólo Desde el principio de las giras Gilberco y yo habíamos juntado dinero
que se iban llenando las paredes con focos, diplomas, testimonios de home- para comprar el vw viejo (aunque la primerísima compra fue una mesa de
najes y felicitaciones que se le presentaban y que mandaba enmarcar), con ping-pong), y administrábamos el grupo (visitas al contador, al aeropuerto o
los muros de tab icón y el techo de lám ina. En otra ocasión rehizo la bode- a la Vía Tapo o al aeropuerto para recoger a los señores, al doctor, al den-
ga: aumentó su dimensión y sustituyó los materiales de su construcción , tista , al oculista; mandamos componer zaparos y maletines, y a comprar
tambi én por tabicón y lámina. Más adelante rehizo la cocina, aumentando las medicinas, las cuerdas. los escuches; guisar, llevar la ropa a la lavandería,
el espacio al doble, e instal ó una esrufa de gas. En otra escancia. mandó a realizar llamadas. conseguir discos y libros para llevar a las giras , hacer re-
hacer un baño moderno en el interior de la casa e hizo coda la fachada de laciones públicas -Gilbereo había tornado la representación del grupo, en
tabic ón. (Al quedar terminada la casa, el ed ificio original de bara ñas, lodo lugar de Patricia Doring-s-, mandar arreglar instrumentos). Pasábamos la
y palm a siguió intacto en el cenero, rodeado de construcción nueva: era una mayor paree dc nuestras vidas fuera de la ciudad de México, y parecía ser
casa fresca, agradable, estéticamente novedosa. y representaba fielmente a cada vez menos importante vivir ahl, Parcela sensato, de ser posible. inde-
su dueño.) En otra ocasión , don Arcadio compró ganado y la mitad de su pendizarnos de la economía de la capital y situar el cuartel del grupo en
parcela se co nvirt ió en un pocrero para engorda. En otra, hizo construir dos un lugar Con casa, agua y algo de tierra, donde, si llegara a derrumbarse la
casitas nuevas de tabic ón con letr inas , en distintos rincones de su terreno , estructura económ ica, pudiéramos seguir tocando música y haciendo li-
para rentar (fucron alquiladas inrnediatamenre y durante el rcsro de su vi- bros, posibilitados para ejercer cualquier arte y financiados por una in-
da recibió esas rent as rnensualrncn rc). Sembró la otra mir ad de la parce la" fraesrrucrura sencilla y aurosuficientc,
74 media docena de centenarios de oro: éstos fueron a dar al fondo de la ca-
75
Fuimos a ver ..un rancho de: ganado lechero en las afueras de Jalapa
(propiedad de la familia de Mona Dayton y de su hija Beeina, donde ha- sa. Aplazamos la paga de los impuestos de los cuatro miembros del grupo
blarnos pasado aquella Navidad), con una casa chica en bastantes malas )' ese dinero fue usado para terminar de pagar la casa (tardamos tres años
condiciones y catorce hectáreas de hoyas, bosque y potreros, y dos extraer- en cubrir los impuestos rezagados).
dinarios ojos de agua (¡nos hubiéramos hecho empresarios: ahora hay ahí Después de firmar las escrituras cundió la crisis económica nacional de
una embotelladora de agua de rnananriall), pero era demasiada tierra, de- 1982; empezaron Las devalua ciones del peso y se disparó la inflación. Nun-
masiada responsabilidad, y la casa era chica para las demás necesidades: ca volvimos a estar can bien económicamente, y nunca fue posible (hasta
¿dónde hubiera metido la imprenta? Era demasiado húmedo para las pren - la fecha) devolverle a mi padre ese préstamo inicial. y aunque su nombre
sas, las resmas de papel, los libros. ¿Dónde meter a la tropa? Más que nada, no aparece en los documentos de propiedad, en realidad él es dueño de la
por generosa que haya sido su oferta, no podíamos juntar tanto dinero. tercera parte del lugar.
Mi hermano, Dionisia. que vivía y pintaba cuadros en un trapiche vic-
jo cerca de Tacárnbaro, nos habló de otro trapiche, cercano al suyo , aban- Yase habla hecho el trato para adquirir la c;¡sa pero todavía no hablamos efec-
donado, que en ese entonces se encontraba en venta. Fuimos a ver. Era una tuado la mudanza de la casa de mi padre en México, cuando cayó la fiesta
fábrica antigua y grande (o bien, una hacienda chica), de adobe y teja con de la Candelaria. Acud.imos por tercera ocasión, esta vez en avión hasta Vera-
un gran corredor enfrente con piso de baldosa; se llamaba Santa Rosa y los cru z y en auto remado hasta Lerdo y Boca de San Miguel. para de ahí
vecinos ejidatarios amistoso s decían que había sido el molino más grande llevar a la familia de Andrés Vega a Tlacotalpan. Llegamos a "La perla del
de toda la comarca. Se encontraba en un sitio primoroso, en una loma en- Papa loapan" en la tarde. a la hora de la cabalgata -que presenciamos des-
ere dos arroyos chicos, entre cañaverales a la orilla de un espeso bosq ue de de el coche, varados, la emoción comenzando a fluir.
pinos y encinos milenarios. Tenía agua de riego y una huerta (una hectá- El abuelo Gutiérrez había fallecido y nos quedamos por segunda vez
rea y pico) dotada de frutales diversos . No habla luz eléctrica (en la noche en la planta alta de la casa de la familia . ahora con el permiso de doña Ca-
no se veían focos en ninguna dirección), ni agua potable, ni teléfono. L1 calina. No teníamos derecho de usar el baño grande, sino uno de servicio,
cierra era volcánica y pedregosa, pero todo esto armonizaba con nuestra al otro lado de la bodega de la cocina. Toda la tubería de este baño estaba
ilusión. (En el "colapso" económico nadie tendría luz eléctrica y ¿por qué podrida, las llaves no cerraban, el excusado se tapaba con frecuencia (¡en
no irse acostumbrando a la vida "natural" de un buena Ve:I.? ¿A poco el arte Tlacotalpan, con tanta genrel) . Y había arena en el agua, en el lavabo , en
"interesante" tenía forzosamente que ver con las novedades electrónicas, el excusado, en la regadera , en el agua para café. Gilberto dijo que así ha-
con el desarrollo tecnológico?) bía sido cuando él vivía ahí : que así nomás era Tlacocalpan; que ése había
Mi padre, considerándola una ganga ("nunca volverán a encontrar una sido su baño Y que la uñita de cuarto al ocro lado del water donde los tres
Can señora casa en ese precio; ahorita está aislada y olvidada, pero eso carn- nos quedábamos (Vega estaba con cantidad de familia en el piso arenoso
biará: en ese precio no podrían comprar ni siquiera un departamento de de otro cuarto) era el mismo donde había pasado su niñez. sobre un catre-
interés social en la salida a Texcoco"), nos prestó el "enganche", la tercera cillo entre baúles y roperos de la abuela. Siempre había que estar vigilan-
parce del toral . Nosotros pagamos las dos terceras partes restantes en los do el agua: prendiendo y apagando la bomba (cuyo motor hada vibrar la
siguientes ocho meses. Trabajábamos en un ambiente favorable: ganába- casa entera). Había muchos zancudos en la noche y una in terminable con-
mos bien, aun para La ciudad, y gastábamos en el campo tr-adicional, po- fusión en la cocina.
bre como siempre. Yo no habla comprado nada (ni siquiera ropa). salvo iPero estábamos en Tlacotalpan! De nuevo esa exaltación. De nu evo
74 media docena de centenarios de oro: éstos fueron a dar al fondo de la ca-
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Fuimos a ver ..un rancho de: ganado lechero en las afueras de Jalapa
(propiedad de la familia de Mona Dayton y de su hija Beeina, donde ha- sa. Aplazamos la paga de los impuestos de los cuatro miembros del grupo
blarnos pasado aquella Navidad), con una casa chica en bastantes malas )' ese dinero fue usado para terminar de pagar la casa (tardamos tres años
condiciones y catorce hectáreas de hoyas, bosque y potreros, y dos extraer- en cubrir los impuestos rezagados).
dinarios ojos de agua (¡nos hubiéramos hecho empresarios: ahora hay ahí Después de firmar las escrituras cundió la crisis económica nacional de
una embotelladora de agua de rnananriall), pero era demasiada tierra, de- 1982; empezaron Las devalua ciones del peso y se disparó la inflación. Nun-
masiada responsabilidad, y la casa era chica para las demás necesidades: ca volvimos a estar can bien económicamente, y nunca fue posible (hasta
¿dónde hubiera metido la imprenta? Era demasiado húmedo para las pren - la fecha) devolverle a mi padre ese préstamo inicial. y aunque su nombre
sas, las resmas de papel, los libros. ¿Dónde meter a la tropa? Más que nada, no aparece en los documentos de propiedad, en realidad él es dueño de la
por generosa que haya sido su oferta, no podíamos juntar tanto dinero. tercera parte del lugar.
Mi hermano, Dionisia. que vivía y pintaba cuadros en un trapiche vic-
jo cerca de Tacárnbaro, nos habló de otro trapiche, cercano al suyo , aban- Yase habla hecho el trato para adquirir la c;¡sa pero todavía no hablamos efec-
donado, que en ese entonces se encontraba en venta. Fuimos a ver. Era una tuado la mudanza de la casa de mi padre en México, cuando cayó la fiesta
fábrica antigua y grande (o bien, una hacienda chica), de adobe y teja con de la Candelaria. Acud.imos por tercera ocasión, esta vez en avión hasta Vera-
un gran corredor enfrente con piso de baldosa; se llamaba Santa Rosa y los cru z y en auto remado hasta Lerdo y Boca de San Miguel. para de ahí
vecinos ejidatarios amistoso s decían que había sido el molino más grande llevar a la familia de Andrés Vega a Tlacotalpan. Llegamos a "La perla del
de toda la comarca. Se encontraba en un sitio primoroso, en una loma en- Papa loapan" en la tarde. a la hora de la cabalgata -que presenciamos des-
ere dos arroyos chicos, entre cañaverales a la orilla de un espeso bosq ue de de el coche, varados, la emoción comenzando a fluir.
pinos y encinos milenarios. Tenía agua de riego y una huerta (una hectá- El abuelo Gutiérrez había fallecido y nos quedamos por segunda vez
rea y pico) dotada de frutales diversos . No habla luz eléctrica (en la noche en la planta alta de la casa de la familia . ahora con el permiso de doña Ca-
no se veían focos en ninguna dirección), ni agua potable, ni teléfono. L1 calina. No teníamos derecho de usar el baño grande, sino uno de servicio,
cierra era volcánica y pedregosa, pero todo esto armonizaba con nuestra al otro lado de la bodega de la cocina. Toda la tubería de este baño estaba
ilusión. (En el "colapso" económico nadie tendría luz eléctrica y ¿por qué podrida, las llaves no cerraban, el excusado se tapaba con frecuencia (¡en
no irse acostumbrando a la vida "natural" de un buena Ve:I.? ¿A poco el arte Tlacotalpan, con tanta genrel) . Y había arena en el agua, en el lavabo , en
"interesante" tenía forzosamente que ver con las novedades electrónicas, el excusado, en la regadera , en el agua para café. Gilberto dijo que así ha-
con el desarrollo tecnológico?) bía sido cuando él vivía ahí : que así nomás era Tlacocalpan; que ése había
Mi padre, considerándola una ganga ("nunca volverán a encontrar una sido su baño Y que la uñita de cuarto al ocro lado del water donde los tres
Can señora casa en ese precio; ahorita está aislada y olvidada, pero eso carn- nos quedábamos (Vega estaba con cantidad de familia en el piso arenoso
biará: en ese precio no podrían comprar ni siquiera un departamento de de otro cuarto) era el mismo donde había pasado su niñez. sobre un catre-
interés social en la salida a Texcoco"), nos prestó el "enganche", la tercera cillo entre baúles y roperos de la abuela. Siempre había que estar vigilan-
parce del toral . Nosotros pagamos las dos terceras partes restantes en los do el agua: prendiendo y apagando la bomba (cuyo motor hada vibrar la
siguientes ocho meses. Trabajábamos en un ambiente favorable: ganába- casa entera). Había muchos zancudos en la noche y una in terminable con-
mos bien, aun para La ciudad, y gastábamos en el campo tr-adicional, po- fusión en la cocina.
bre como siempre. Yo no habla comprado nada (ni siquiera ropa). salvo iPero estábamos en Tlacotalpan! De nuevo esa exaltación. De nu evo
76
esos dos de gente y {amas miradas cruzadas. La feria, los caballos. las co-
77
don Arcadio todo her ido por el desaire a sus amigos) y Andrés una guita-
midas (caldos de chucurnite, camarón para pelar, Coronas, Bohemias, rrita primera; terminamos los cuatro zapateando "de a montón".
horchatas: garn achas , picadas y mondongos), las pláticas de sobremesa y Era frecuente oír decir (me d icen que el señor Vega todav ía habla así,
de política mus ical, el inrerrninable caminar, la sociedad ranchera (todavfn al hacerle entrevistas periodísticas o ecnornusicolégicas) que nosotros in-
era común pensar que yo era José Angel Cuti érrez, y se percibía Una ad- trodujimos elementos innecesarios a un género etnológico maduro, un gé-
miración general por "los hijos d e don Ramón, músicos y chingunes" en nero que no andaba buscando crecimiento ni cambios, que no requería
el territorio entre Lerdo y Sa.ntiago); la sociedad ganadera (el dicho don más que instrucción en los cánones de la tradición. No era cierto: en dis-
Ramón sentado de nueva cuenta con sus amigos en una mesa frente a la tintos contextos sociales se tocaba el son de muchas maneras; además, los
camina de Tobías: "A ver, Gilberro, Güero Vega", dec ía, "toquen El toro ZiJ- sones son piezas distintas, individuales, apropiadas pua la improvisación
camandú, que quiero ca.nrar..."); la sociedad cultural (gente de Radio Edu- y la reinrerpreraci ón, pero marcadas por un consenso acerca de sus caracte-
cación, pero también escritores, pintores, personas de la administración rísticas. Tal son es o no es La guacamaya, por novedosa que sea su instru-
pública cultural). la tribu de joyeros, con su ropa tejida y reñida, indígena mentación o su tempo. Sea como fuera, la versión que tocamos esa noche
y gitana (que dormían en hilera en los corredores, sus bulcos de aretes y puede verse como la cima pública de aquella versión del Grupo Mono
collares e incienso a manera de almohadas, sus bebés envueltos en rebozos Blanco: la mezcla de tradición y modernidad. el concierto de las personali-
coloridos), la jarochería tlacoralpe ña, tuxteca, serrana, llan era , istmeña: dades sumamente distintas y el inesperado "discurso" musical.
musical y decirnista : los viejos músicos y las nuevas promesas. Radio Educación debe de haberlo grabado, pero que yo sepa nunca se
Tocamos La guacal7UZya en una versión "sinfónica" pua nuestra inter- transmitió al aire: quizás por el tiempo que dura, quizás por lealtad a cierta
vención en el IV Encuentro de Jaraneros (que esta vez se llevaba a cabo en severidad de trato que se Ita mantenido con el grupo: buena disposición a
la Plaza de Doña Martha, el templete en la calle, co n la casa de Humberro presemar al Grupo Mono Blanco en su primera versión ~sa primera gra-
Aguirre Tinaco como fondo). Con "sinfónica" quiero decir una pieza larga bación de José Ángel, Cilberro y yo- o las raras ocasiones en que Gilber-
en distintos movimientos, una sucesión de instrumentos, combinaciones to y yo cantarnos juntos; excelente disposición para presentar a don Arcadio
perfectamente tradicionales en su lógica pero in usual es, versada sabida solo, o con Antonio Garda de León, o con Andrés Vega; excelente dispo-
mezclada con versos nuevos: comenzamos con un mosquito solo; en algún sición de presentar a Andrés Vega solo, o con sus hijos: pero nunca jamás
momento tocábamos tal como lo hadamos normalmente: jarana segund4, a presentar al cuarteto "Arcadio Hidalgo y el Grupo Mono Blanco".
Gilberto; jarana tercera, don Arcadio; Andrés en la guitarra y yo en el vio - En el número 5 de la revista Son del Sur (octubre de (997) apareció una
lín; en otro momento los cuatro tocábamos jaranas de dist intos tamaños y fotografía de don Arcadio (tomada por Francisco Garda Ranz) mirando
en Otro Gilbertc tocaba la guitarra baja (un instrumento cavada grande, de hacia la calle desde un balcón lateral de la planta alta de la casa de los Gu-
un género poco visto , que escuchamos por primera ocasión en Hueyapan ti érrez (el mismo cuarto donde el abuelo enfurecido lo habla regañado), a
de Ocampo cu ando fuimos ahí a visitar a Adalberto Hidalgo Cruz, arra la siguiente mañana de que tocáramos esa Guacamaya. Se le aprecia tran-
de [os hermanos: [o encontramos chaponeando al lado del camino; don quilo, bien parecido, segu ro de sf mismo: todo un cambio desde la foto de
Arcadio le preguntó si era "Adalberto Hidalgo. que traía un recado de su dos años ames. Don Arcadio vivía una vejez envidiable. A sus 88 años, su
hermano Arcadio"; aquéllo miró con frialdad y luego su cara morena se "suene", su "lucero matutino" seguía a su favor. --
puso púrpura de rabia y le gritó: "[Hijo de la chingada! iAsí como me ves Al terminarse los encuentros de jaraneros íbamos a cenar y a dormir
de jodido y me vienes a presumir! " y nos correteó con su machete en alto; porque no había fandango.
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esos dos de gente y {amas miradas cruzadas. La feria, los caballos. las co-
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don Arcadio todo her ido por el desaire a sus amigos) y Andrés una guita-
midas (caldos de chucurnite, camarón para pelar, Coronas, Bohemias, rrita primera; terminamos los cuatro zapateando "de a montón".
horchatas: garn achas , picadas y mondongos), las pláticas de sobremesa y Era frecuente oír decir (me d icen que el señor Vega todav ía habla así,
de política mus ical, el inrerrninable caminar, la sociedad ranchera (todavfn al hacerle entrevistas periodísticas o ecnornusicolégicas) que nosotros in-
era común pensar que yo era José Angel Cuti érrez, y se percibía Una ad- trodujimos elementos innecesarios a un género etnológico maduro, un gé-
miración general por "los hijos d e don Ramón, músicos y chingunes" en nero que no andaba buscando crecimiento ni cambios, que no requería
el territorio entre Lerdo y Sa.ntiago); la sociedad ganadera (el dicho don más que instrucción en los cánones de la tradición. No era cierto: en dis-
Ramón sentado de nueva cuenta con sus amigos en una mesa frente a la tintos contextos sociales se tocaba el son de muchas maneras; además, los
camina de Tobías: "A ver, Gilberro, Güero Vega", dec ía, "toquen El toro ZiJ- sones son piezas distintas, individuales, apropiadas pua la improvisación
camandú, que quiero ca.nrar..."); la sociedad cultural (gente de Radio Edu- y la reinrerpreraci ón, pero marcadas por un consenso acerca de sus caracte-
cación, pero también escritores, pintores, personas de la administración rísticas. Tal son es o no es La guacamaya, por novedosa que sea su instru-
pública cultural). la tribu de joyeros, con su ropa tejida y reñida, indígena mentación o su tempo. Sea como fuera, la versión que tocamos esa noche
y gitana (que dormían en hilera en los corredores, sus bulcos de aretes y puede verse como la cima pública de aquella versión del Grupo Mono
collares e incienso a manera de almohadas, sus bebés envueltos en rebozos Blanco: la mezcla de tradición y modernidad. el concierto de las personali-
coloridos), la jarochería tlacoralpe ña, tuxteca, serrana, llan era , istmeña: dades sumamente distintas y el inesperado "discurso" musical.
musical y decirnista : los viejos músicos y las nuevas promesas. Radio Educación debe de haberlo grabado, pero que yo sepa nunca se
Tocamos La guacal7UZya en una versión "sinfónica" pua nuestra inter- transmitió al aire: quizás por el tiempo que dura, quizás por lealtad a cierta
vención en el IV Encuentro de Jaraneros (que esta vez se llevaba a cabo en severidad de trato que se Ita mantenido con el grupo: buena disposición a
la Plaza de Doña Martha, el templete en la calle, co n la casa de Humberro presemar al Grupo Mono Blanco en su primera versión ~sa primera gra-
Aguirre Tinaco como fondo). Con "sinfónica" quiero decir una pieza larga bación de José Ángel, Cilberro y yo- o las raras ocasiones en que Gilber-
en distintos movimientos, una sucesión de instrumentos, combinaciones to y yo cantarnos juntos; excelente disposición para presentar a don Arcadio
perfectamente tradicionales en su lógica pero in usual es, versada sabida solo, o con Antonio Garda de León, o con Andrés Vega; excelente dispo-
mezclada con versos nuevos: comenzamos con un mosquito solo; en algún sición de presentar a Andrés Vega solo, o con sus hijos: pero nunca jamás
momento tocábamos tal como lo hadamos normalmente: jarana segund4, a presentar al cuarteto "Arcadio Hidalgo y el Grupo Mono Blanco".
Gilberto; jarana tercera, don Arcadio; Andrés en la guitarra y yo en el vio - En el número 5 de la revista Son del Sur (octubre de (997) apareció una
lín; en otro momento los cuatro tocábamos jaranas de dist intos tamaños y fotografía de don Arcadio (tomada por Francisco Garda Ranz) mirando
en Otro Gilbertc tocaba la guitarra baja (un instrumento cavada grande, de hacia la calle desde un balcón lateral de la planta alta de la casa de los Gu-
un género poco visto , que escuchamos por primera ocasión en Hueyapan ti érrez (el mismo cuarto donde el abuelo enfurecido lo habla regañado), a
de Ocampo cu ando fuimos ahí a visitar a Adalberto Hidalgo Cruz, arra la siguiente mañana de que tocáramos esa Guacamaya. Se le aprecia tran-
de [os hermanos: [o encontramos chaponeando al lado del camino; don quilo, bien parecido, segu ro de sf mismo: todo un cambio desde la foto de
Arcadio le preguntó si era "Adalberto Hidalgo. que traía un recado de su dos años ames. Don Arcadio vivía una vejez envidiable. A sus 88 años, su
hermano Arcadio"; aquéllo miró con frialdad y luego su cara morena se "suene", su "lucero matutino" seguía a su favor. --
puso púrpura de rabia y le gritó: "[Hijo de la chingada! iAsí como me ves Al terminarse los encuentros de jaraneros íbamos a cenar y a dormir
de jodido y me vienes a presumir! " y nos correteó con su machete en alto; porque no había fandango.
78
En las vacaciones de Semana Santa llevamos las cosas desde Mixcoac a después le regaló a Antonio C arda de León , y un a primera, reson ante y
79
Sanca Rosa en un camió n de redi las equi pado pa ra transporrar prensas ti- dulce, que le regaló a don Quirino.
pográficas; nos ayudaron tres jaroc hos: Patr icio Hidalgo, el nieto de don -Pobre de mi hijo G ílberto ---supimos que don Ram ón le d ijo a An-
Arcadio; Mat eo Tadeo Silva, el med io hermano de Gilb erto, y Occavio Ve- drés Vega-o No tuve para darl e ningún estudio, y aho ra lo único que
ga, el hijo de Andrés. Aun en esos primeros días, navegando entre cajas de qui ere ap render es có mo hacer jaran as. De eso no se vive.
lib ros y aparejos de imprenta, y tres pren sas, sin cocina, ni letrina, ni agu:, Al ago tarse el tiem po de las vacacion es de verano , G ilbeno se encontr ó
potable, ni luz, las cañadas de1<1 Sierra M ad re Occidental retumbaron con con Patricio Hidalgo en La casa de su fam ilia en Apixira y ambos fueron a
mús ica de cuerda y zapateado . M inatidán a recoger a don Arcadio.
C o locam os las cajas en distintos cuar tos y yo empecé a desempacar la El viejo había estado ahí desde pri ncip ios de julio, d irigiendo algún
im p renta . Ellos tomaban el control de la huerta, jugaban basqu et en la proyecco de construcción, pero sin siqu iera haber abierto el estuche de La
can ch a y nos íbamos a bañar al tanque de la Chofu en el río, o a algún ojo Mona.
de agu a, fuera el de La Mata de Plátano o los de Doña Encd ina (un a pan - - C ua ndo llego acá me entra la tristeza y no agarro la música.
d illa de bisnietos suyos, muchach illos q ue no sabían nada de noso tro s ni -De acue rdo , don Arcadio --dijo Gi lberto - , pero por lo menos
de nuestro grupo, di jeron una vez que ven íamos de bañarnos allí con don abra la tapa del estuche de vez en cuando. Mire usted có mo apesta .
Arcadio , que nos cuidáramos en ese bosquecillo porque iahí vivía el Mon o -Comprendo que tienes razón - deda, pero no lo had a.
Blan co], y yo soñaba con escribir un cuent o qu e relatara el mo do en que Era bastante celoso y no vela co n entero agrado la amistad entre Gi l-
aquél se encontró forzado a abandonar la Sierra de los Tu xtlas para encon- berro y su nieto ,
trar refugio en esa lejana cañada de zirandas y parotas, orquídeas y bern - -Ten cuidado con esa gente -le dijo a Gilberto-. Yo los co nozco.
béricua). Los veci nos tomaron nuestra llegada a sus vidas co n cierra ecua- Te van a pagar mal ; yo sé lo qu e te d igo.
nimidad, pero invariablemente querían saber cuál era el inexisten te p:lren - Cuando pararon en Acayucan , para comer en casa de Yayo Cuti érrcz
tesco entre todos nosotros. Castellanos (¡que era dueño de una imprenra en el cent ro del pueblo, tra-
En el veran o , después de las giras, me fui a Sama Rosa a empaar a bu s- bajada por pura gente de Trcs Zapotes!), su esposa Yolanda C arlín e hijos
car orden en las cosas y a echar a andar la imprenta (m i propósito general (una famil ia que invar iablem ente tratab a bien a G ilberro ), escucharo n un
era dedicar medio tiempo de mi vida a la producción de libros y medi o tronido m usical en alguno de los estuc hes. Al Ilcgar a Lerdo, se enco ntra-
tiem po a la mú sica). Durante ese primer verano, solo en la casa, compuse ron con que había sido el puente de La Mona. El verano caluroso y húmc-
e imprimí un catálogo de los folletos y libros que habí a producido en Mix- do , al lado de un a laguna istmeña tropical, hab ía rebland ecido c:1 pega-
coac, y un libro corro con un cuento rlacotalpe ño de G ilberto co n tres gra- mento y el puenre se había botado .
bados en co bre de m i hermano D ionisia. Mi entras lo volvían a pegar, en la carpintería de don Quirino, entre
Por su parre , G ilberro vivió esos tres meses en Lerdo de Tejada con su sorbos de toritos, don Arcad io se "enam o r é" de la jarana prim era que ha-
famili a, guiado por el prop ósito de aprender a hacer jaranas con don Qui- bía hecho G ilberto.
rino y estudiar el zapateado co n una hija de él. Yo pensaba que Gilberro - N o vuelves a hacer una qu e sue ne como ésta - le d ijo a G ilberto, y
nunca iba a po der hacer algo tan detallado como fabricar instrumentos: tanto estuvo insistiendo y diciendo que al final don Q uirin o se la ve!!~ ió
era tan inquiero , tan impulsivo, tan improvisado. Pero de nu eva cue nta me en mil pesos.
equivoqué: hizo dos jaranas , una tercera, más o meno s copia de La Mon a, qu e - C abro nes --dijo después- , me la deb ían de haber regalado a m L
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En las vacaciones de Semana Santa llevamos las cosas desde Mixcoac a después le regaló a Antonio C arda de León , y un a primera, reson ante y
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Sanca Rosa en un camió n de redi las equi pado pa ra transporrar prensas ti- dulce, que le regaló a don Quirino.
pográficas; nos ayudaron tres jaroc hos: Patr icio Hidalgo, el nieto de don -Pobre de mi hijo G ílberto ---supimos que don Ram ón le d ijo a An-
Arcadio; Mat eo Tadeo Silva, el med io hermano de Gilb erto, y Occavio Ve- drés Vega-o No tuve para darl e ningún estudio, y aho ra lo único que
ga, el hijo de Andrés. Aun en esos primeros días, navegando entre cajas de qui ere ap render es có mo hacer jaran as. De eso no se vive.
lib ros y aparejos de imprenta, y tres pren sas, sin cocina, ni letrina, ni agu:, Al ago tarse el tiem po de las vacacion es de verano , G ilbeno se encontr ó
potable, ni luz, las cañadas de1<1 Sierra M ad re Occidental retumbaron con con Patricio Hidalgo en La casa de su fam ilia en Apixira y ambos fueron a
mús ica de cuerda y zapateado . M inatidán a recoger a don Arcadio.
C o locam os las cajas en distintos cuar tos y yo empecé a desempacar la El viejo había estado ahí desde pri ncip ios de julio, d irigiendo algún
im p renta . Ellos tomaban el control de la huerta, jugaban basqu et en la proyecco de construcción, pero sin siqu iera haber abierto el estuche de La
can ch a y nos íbamos a bañar al tanque de la Chofu en el río, o a algún ojo Mona.
de agu a, fuera el de La Mata de Plátano o los de Doña Encd ina (un a pan - - C ua ndo llego acá me entra la tristeza y no agarro la música.
d illa de bisnietos suyos, muchach illos q ue no sabían nada de noso tro s ni -De acue rdo , don Arcadio --dijo Gi lberto - , pero por lo menos
de nuestro grupo, di jeron una vez que ven íamos de bañarnos allí con don abra la tapa del estuche de vez en cuando. Mire usted có mo apesta .
Arcadio , que nos cuidáramos en ese bosquecillo porque iahí vivía el Mon o -Comprendo que tienes razón - deda, pero no lo had a.
Blan co], y yo soñaba con escribir un cuent o qu e relatara el mo do en que Era bastante celoso y no vela co n entero agrado la amistad entre Gi l-
aquél se encontró forzado a abandonar la Sierra de los Tu xtlas para encon- berro y su nieto ,
trar refugio en esa lejana cañada de zirandas y parotas, orquídeas y bern - -Ten cuidado con esa gente -le dijo a Gilberto-. Yo los co nozco.
béricua). Los veci nos tomaron nuestra llegada a sus vidas co n cierra ecua- Te van a pagar mal ; yo sé lo qu e te d igo.
nimidad, pero invariablemente querían saber cuál era el inexisten te p:lren - Cuando pararon en Acayucan , para comer en casa de Yayo Cuti érrcz
tesco entre todos nosotros. Castellanos (¡que era dueño de una imprenra en el cent ro del pueblo, tra-
En el veran o , después de las giras, me fui a Sama Rosa a empaar a bu s- bajada por pura gente de Trcs Zapotes!), su esposa Yolanda C arlín e hijos
car orden en las cosas y a echar a andar la imprenta (m i propósito general (una famil ia que invar iablem ente tratab a bien a G ilberro ), escucharo n un
era dedicar medio tiempo de mi vida a la producción de libros y medi o tronido m usical en alguno de los estuc hes. Al Ilcgar a Lerdo, se enco ntra-
tiem po a la mú sica). Durante ese primer verano, solo en la casa, compuse ron con que había sido el puente de La Mona. El verano caluroso y húmc-
e imprimí un catálogo de los folletos y libros que habí a producido en Mix- do , al lado de un a laguna istmeña tropical, hab ía rebland ecido c:1 pega-
coac, y un libro corro con un cuento rlacotalpe ño de G ilberto co n tres gra- mento y el puenre se había botado .
bados en co bre de m i hermano D ionisia. Mi entras lo volvían a pegar, en la carpintería de don Quirino, entre
Por su parre , G ilberro vivió esos tres meses en Lerdo de Tejada con su sorbos de toritos, don Arcad io se "enam o r é" de la jarana prim era que ha-
famili a, guiado por el prop ósito de aprender a hacer jaranas con don Qui- bía hecho G ilberto.
rino y estudiar el zapateado co n una hija de él. Yo pensaba que Gilberro - N o vuelves a hacer una qu e sue ne como ésta - le d ijo a G ilberto, y
nunca iba a po der hacer algo tan detallado como fabricar instrumentos: tanto estuvo insistiendo y diciendo que al final don Q uirin o se la ve!!~ ió
era tan inquiero , tan impulsivo, tan improvisado. Pero de nu eva cue nta me en mil pesos.
equivoqué: hizo dos jaranas , una tercera, más o meno s copia de La Mon a, qu e - C abro nes --dijo después- , me la deb ían de haber regalado a m L
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A Vega sí le regalan [se refería a la guitarra], pero Arcadio tiene que pagar -La hacienda del Mono Blanco ---dijo don A rcad io. Nuestra casa,
su propio pasaje. bendita de Dios, Santa Rosa de Lima, Sembramos este retoño veracruzano
para que viva y se reproduzca aquí; para que en estos montes michoacanos
El colofón del libro de Gilberro, La lata, da fe que éste rerminó de impri- tambi én florezca nuestra música.
mirse el día 7 de septiembre de 19~12.. Ese fue el mero día en que los tres,
don Arcadio, Patricio y Gilberro. llegaron a Santa Rosa . Mientras yo trabajaba en la imprenta (había que doblar los pliegos del
Patricio venía a quedarse: había term inado la secundaria pero no cuento de Gilberro, coser las secciones. pegar y forrar los 85 ejemplares), la
encontraba modo de seguir estudiando en su propio cerricorio, En h re- casa y el encarno resonaban con la aceividad y la música que salía de la
gión de Tac árnbaro, en un pueblo llamado Chupio, existía desde hacía carpintería. Cuando ellos "descansaban" retumbaba el corredor con sus
poco el Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario 69; lo inv itarnos contendidos partidos de ping-pong. (Hicieron amistad con un japonés.
a que estudiara ahí y que cuidara la casa mientras anduviéramos de gira . Takeshi Moriya, encargado de una hacienda contigua, otrora campeón del
Gilbcrro tenía una gui tarra sexta nueva (comprada con la idea de que, juego con un estilo completamente distinto, y le preguntaron qué significa-
en algún momento idóneo , se la iba a regalar a su padre) y en las [ardes, ba eso de ping-pong, pensando que era un nombre oriental. "Palabra ame-
después del basquer, Patricio La tañía con soltura y canraba a rienda suelta ricana'. dijo. "Descripción de sonido que hace pelotita al pegar mesa').
en el corredor: se la pasaba caneando rancheras, boleros. sones cubanos. las Ellos cajezearan los árboles de la huerta, sembraron un a hortaliza, trajeron
novedades del radio. papel de china de Tacámbaro e hicieron globos de Cantoya (Gilberto ha-
Gilberro había comprado herramienta de carpintero en las giras y armó bla visto su confección en Tlacotalpan}. También iban al pueblo a traer co-
su taller en uno de los cuartos con la ayuda de Patricio. Construyeron el ban- mida o a hacer las inaplazables llamadas telefónicas (en ese entonces exis-
co, un caj ón para guardar la herramienta, y comenzaron la fabricación de las tía un solo teléfono público en todo Tacámbaro: la espera para que le to-
primeras jaranas, con unos trozos de cedro, rojo y fragrante, y otras made- cara rumo podía durar varias horas -y luego , si la línea marcaba ocupa-
ras que hablan rraído desde Lerdo de Tejada. Imprimí una etiqueta, un gra- do. ¡había que volver a hacer colal): sólo Gilberro sabía qué proyectos traía
bado ovalado antiguo. con el hombre "Gilberro Gutiém:z Silva" al pie. Las en preparación: la organización de la mayorla de esas futuras actividades
etiquetas se colocaron en los diez primeros instrumentos fabricados en ese requería de llamadas telefónicas.
taller. Sé que las dos primeras jaranas, una primera y una uguTUÚl, fUeron Don Arcadio se la pasaba platicando con los vecinos , campesinos eji-
compradas por Tomás Mojarro; las dos siguientes fueron a dar a person as datarios como él. Era especi alista en esa clase de amistad y los señores
entusiastas que trabajaban en la oficina de Acción Cultural de la SEP; u na estaban dispuestos a dedicar tiempo. en la sombra de la hacienda, para es-
guitarrira, aguda y sonora. era para Octavio Vega; una tercera delgada, de pri- cuchar recuerdos de primera mano del odio cam pesino hacia Porfirio
mavera blanca, anduvo por un buen rato con Teresa Vega. hasta que volvió D íaz, hacia los patrones, sobre la época revolucionaria, la invasión gringa
rota (la tengo. colgada en una pared del cuarto que era la carpintería); tam- de Veracruz de 1914, o chismes "amenos" sobre los actuales parrones. Las
bién tengo la número ro , una tercera llamada La Colorada, con la voz pare- visitas de don Arcadio a la hacienda ayudaron a que la comunidad asimi-
cida a la de La Mona; no precisamente es mía: yo la guardo porque no que- lara nuestra súbita y sorpresiva aparición en su centenaria sociedad terra-
ría que Gilberto la vendiera. Quién sabe qué pasaría con las otras . calenreña (jm úsicosl , ¡un gringo', ¡jarochos!) . Don Arcadio estaba feliz con
También traían un arbolito de cedro trop ical. desde la casa de los pa- su séquito productivo y divertido, feliz de la vida en este [ard ín copioso.
dres de Parricio, que sembramos entre los cuatro. en este territorio de lainmortalidad,

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A Vega sí le regalan [se refería a la guitarra], pero Arcadio tiene que pagar -La hacienda del Mono Blanco ---dijo don A rcad io. Nuestra casa,
su propio pasaje. bendita de Dios, Santa Rosa de Lima, Sembramos este retoño veracruzano
para que viva y se reproduzca aquí; para que en estos montes michoacanos
El colofón del libro de Gilberro, La lata, da fe que éste rerminó de impri- tambi én florezca nuestra música.
mirse el día 7 de septiembre de 19~12.. Ese fue el mero día en que los tres,
don Arcadio, Patricio y Gilberro. llegaron a Santa Rosa . Mientras yo trabajaba en la imprenta (había que doblar los pliegos del
Patricio venía a quedarse: había term inado la secundaria pero no cuento de Gilberro, coser las secciones. pegar y forrar los 85 ejemplares), la
encontraba modo de seguir estudiando en su propio cerricorio, En h re- casa y el encarno resonaban con la aceividad y la música que salía de la
gión de Tac árnbaro, en un pueblo llamado Chupio, existía desde hacía carpintería. Cuando ellos "descansaban" retumbaba el corredor con sus
poco el Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario 69; lo inv itarnos contendidos partidos de ping-pong. (Hicieron amistad con un japonés.
a que estudiara ahí y que cuidara la casa mientras anduviéramos de gira . Takeshi Moriya, encargado de una hacienda contigua, otrora campeón del
Gilbcrro tenía una gui tarra sexta nueva (comprada con la idea de que, juego con un estilo completamente distinto, y le preguntaron qué significa-
en algún momento idóneo , se la iba a regalar a su padre) y en las [ardes, ba eso de ping-pong, pensando que era un nombre oriental. "Palabra ame-
después del basquer, Patricio La tañía con soltura y canraba a rienda suelta ricana'. dijo. "Descripción de sonido que hace pelotita al pegar mesa').
en el corredor: se la pasaba caneando rancheras, boleros. sones cubanos. las Ellos cajezearan los árboles de la huerta, sembraron un a hortaliza, trajeron
novedades del radio. papel de china de Tacámbaro e hicieron globos de Cantoya (Gilberto ha-
Gilberro había comprado herramienta de carpintero en las giras y armó bla visto su confección en Tlacotalpan}. También iban al pueblo a traer co-
su taller en uno de los cuartos con la ayuda de Patricio. Construyeron el ban- mida o a hacer las inaplazables llamadas telefónicas (en ese entonces exis-
co, un caj ón para guardar la herramienta, y comenzaron la fabricación de las tía un solo teléfono público en todo Tacámbaro: la espera para que le to-
primeras jaranas, con unos trozos de cedro, rojo y fragrante, y otras made- cara rumo podía durar varias horas -y luego , si la línea marcaba ocupa-
ras que hablan rraído desde Lerdo de Tejada. Imprimí una etiqueta, un gra- do. ¡había que volver a hacer colal): sólo Gilberro sabía qué proyectos traía
bado ovalado antiguo. con el hombre "Gilberro Gutiém:z Silva" al pie. Las en preparación: la organización de la mayorla de esas futuras actividades
etiquetas se colocaron en los diez primeros instrumentos fabricados en ese requería de llamadas telefónicas.
taller. Sé que las dos primeras jaranas, una primera y una uguTUÚl, fUeron Don Arcadio se la pasaba platicando con los vecinos , campesinos eji-
compradas por Tomás Mojarro; las dos siguientes fueron a dar a person as datarios como él. Era especi alista en esa clase de amistad y los señores
entusiastas que trabajaban en la oficina de Acción Cultural de la SEP; u na estaban dispuestos a dedicar tiempo. en la sombra de la hacienda, para es-
guitarrira, aguda y sonora. era para Octavio Vega; una tercera delgada, de pri- cuchar recuerdos de primera mano del odio cam pesino hacia Porfirio
mavera blanca, anduvo por un buen rato con Teresa Vega. hasta que volvió D íaz, hacia los patrones, sobre la época revolucionaria, la invasión gringa
rota (la tengo. colgada en una pared del cuarto que era la carpintería); tam- de Veracruz de 1914, o chismes "amenos" sobre los actuales parrones. Las
bién tengo la número ro , una tercera llamada La Colorada, con la voz pare- visitas de don Arcadio a la hacienda ayudaron a que la comunidad asimi-
cida a la de La Mona; no precisamente es mía: yo la guardo porque no que- lara nuestra súbita y sorpresiva aparición en su centenaria sociedad terra-
ría que Gilberto la vendiera. Quién sabe qué pasaría con las otras . calenreña (jm úsicosl , ¡un gringo', ¡jarochos!) . Don Arcadio estaba feliz con
También traían un arbolito de cedro trop ical. desde la casa de los pa- su séquito productivo y divertido, feliz de la vida en este [ard ín copioso.
dres de Parricio, que sembramos entre los cuatro. en este territorio de lainmortalidad,

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-Cuando me haga viejo, vendo todo lo que (l:llga en M ina y me vc. i- mo de don Arcadio (era "buena gente", era corté s y fino, un caballero, pe-
go a vivir ac á con mi vieja y la niña. No le hace que me den cualquier rin- ro era dado a las depresiones; se ofendía con facilidad: el más leve de los
concito. chistes pasajeros pod ía sumirlo por días bajo una pesada nub e negra; su-
La verdad, había regresado con unas manchas oscuras en la parte in fe- fría de insomnio: "No le hace", decía, "al fin y al cabo me pongo a reco-
rior de la pierna derecha. Al regresar a México (aún contábamos con un rrer la memoria; apunro versos"), porque un verso atinado lo podía enojar
cuarto chico, húmedo y oscuro en d fondo del jardín de la casa en Mix- y Cilberro era "chingauvo", diestro en dar en el blanco con pequeñas o
coac - "La Cueva del Mono Blanco"-, con dos literas. una estufa de me- grandes observaciones sobre las debilidades personales; y no era volátil, no
. sa y un refrigerador viejo), fuimo s a ver al doctor. Era un asunto de circu- se deprimía y no se dejaba manipular por las depresiones ajenas; el "pleito
lación sanguínea. problemas con las venas pequeñas en las extremidades. simu lado" en ocasiones se volvió verdadero.
Se le recetó una pastilla diaria, un "irrigador" de sangre, calcetines largos
Mejor ya me voy de aqul
y apretados, y, en cuanto fuera posible, que tuviera la pierna levantada. Lo
ant es que me parta un r:.l.Yo
único que aceptó totalmente fue lo de los calcetines, que le encamaron. porque cont igo perd í
Era muy difícil, en nuestra vida de viajes y conciertos. asegurar que la y por no traer caballo
voy a convertirme en gallo
pierna estuviera levantada . La pastilla constituía una invasión intolerable
para hacer "q ui quiri qu í".
de su vida: un envenenamiento mod erno, un puro negocio de los farrna-
c éuricos; de ahí en adelante él y yo tuvimos un pleito todos los días a la Soy una perso na fina
hora de la pastilla. cuando no puedo me callo
a mi no me llames rayo
porque el r:.l.Yo asesina
En una ocasión estábamos los cuatro platicando y tocando en esta "cue- se me hace que no eres gallo
va" en Mixcoac e hice la observación de que la mayoría de los sones me gustas más pa' gallina.

mayores tenían su pareja, no exacta pero similar, por menor, pero que .',
Si crees que cal en tus redes
guacamaya no. Gilberro inmediatamente hizo las pisadas por men or, esa agua yo no la bebo
comenzó a tocar lo que podría ser un son así. Andrés Vega lo comenzó a Señor. si nada me debes
tampoco nada te debo
dibujar en la guitarra, y don Arcadio. que ya los estaba siguiendo en La
ven a pisarme si puedes
Mona. cantó : "Valía más querer a un perro 1 con la cintura de alote l ...", a ver si te pongo un hu evo.
metiéndole un estribillo al escila de El balajlí o El cascabel (pero no de La
guacllmaYfJ). Así de fácil nació el son El perro. El orgulloso deleite que es- Eres hábil , no lo niego
porque eres buen versador
te son despertaba en don Arcadio era grande; él obviamente autorizaba y mejor te digo "hasta luego";
promovía la composición de nuevos sones, siempre y cuando fueran zapa- yo sé perder con honor
reables y no "canciones jarochizadas " para charolear, y me quedaré sosiego
en el nombre del señor.

Durante largo tiempo, don Arcadio y Gilberto presentaban ame el públi- En los coches (don Arcadio en el asiento del pasajero, Gilberro mane jan-
co una simulación de un pleito en verso, que iban cambiando y alargando do) , trabajaban estos versos constantemente; o mejor dicho, los versos pa-
según los versos que se inventaban en los viajes y según el estado de áni- ra declamar en su contienda p ública surgían del interminable "diálogo"
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-Cuando me haga viejo, vendo todo lo que (l:llga en M ina y me vc. i- mo de don Arcadio (era "buena gente", era corté s y fino, un caballero, pe-
go a vivir ac á con mi vieja y la niña. No le hace que me den cualquier rin- ro era dado a las depresiones; se ofendía con facilidad: el más leve de los
concito. chistes pasajeros pod ía sumirlo por días bajo una pesada nub e negra; su-
La verdad, había regresado con unas manchas oscuras en la parte in fe- fría de insomnio: "No le hace", decía, "al fin y al cabo me pongo a reco-
rior de la pierna derecha. Al regresar a México (aún contábamos con un rrer la memoria; apunro versos"), porque un verso atinado lo podía enojar
cuarto chico, húmedo y oscuro en d fondo del jardín de la casa en Mix- y Cilberro era "chingauvo", diestro en dar en el blanco con pequeñas o
coac - "La Cueva del Mono Blanco"-, con dos literas. una estufa de me- grandes observaciones sobre las debilidades personales; y no era volátil, no
. sa y un refrigerador viejo), fuimo s a ver al doctor. Era un asunto de circu- se deprimía y no se dejaba manipular por las depresiones ajenas; el "pleito
lación sanguínea. problemas con las venas pequeñas en las extremidades. simu lado" en ocasiones se volvió verdadero.
Se le recetó una pastilla diaria, un "irrigador" de sangre, calcetines largos
Mejor ya me voy de aqul
y apretados, y, en cuanto fuera posible, que tuviera la pierna levantada. Lo
ant es que me parta un r:.l.Yo
único que aceptó totalmente fue lo de los calcetines, que le encamaron. porque cont igo perd í
Era muy difícil, en nuestra vida de viajes y conciertos. asegurar que la y por no traer caballo
voy a convertirme en gallo
pierna estuviera levantada . La pastilla constituía una invasión intolerable
para hacer "q ui quiri qu í".
de su vida: un envenenamiento mod erno, un puro negocio de los farrna-
c éuricos; de ahí en adelante él y yo tuvimos un pleito todos los días a la Soy una perso na fina
hora de la pastilla. cuando no puedo me callo
a mi no me llames rayo
porque el r:.l.Yo asesina
En una ocasión estábamos los cuatro platicando y tocando en esta "cue- se me hace que no eres gallo
va" en Mixcoac e hice la observación de que la mayoría de los sones me gustas más pa' gallina.

mayores tenían su pareja, no exacta pero similar, por menor, pero que .',
Si crees que cal en tus redes
guacamaya no. Gilberro inmediatamente hizo las pisadas por men or, esa agua yo no la bebo
comenzó a tocar lo que podría ser un son así. Andrés Vega lo comenzó a Señor. si nada me debes
tampoco nada te debo
dibujar en la guitarra, y don Arcadio. que ya los estaba siguiendo en La
ven a pisarme si puedes
Mona. cantó : "Valía más querer a un perro 1 con la cintura de alote l ...", a ver si te pongo un hu evo.
metiéndole un estribillo al escila de El balajlí o El cascabel (pero no de La
guacllmaYfJ). Así de fácil nació el son El perro. El orgulloso deleite que es- Eres hábil , no lo niego
porque eres buen versador
te son despertaba en don Arcadio era grande; él obviamente autorizaba y mejor te digo "hasta luego";
promovía la composición de nuevos sones, siempre y cuando fueran zapa- yo sé perder con honor
reables y no "canciones jarochizadas " para charolear, y me quedaré sosiego
en el nombre del señor.

Durante largo tiempo, don Arcadio y Gilberto presentaban ame el públi- En los coches (don Arcadio en el asiento del pasajero, Gilberro mane jan-
co una simulación de un pleito en verso, que iban cambiando y alargando do) , trabajaban estos versos constantemente; o mejor dicho, los versos pa-
según los versos que se inventaban en los viajes y según el estado de áni- ra declamar en su contienda p ública surgían del interminable "diálogo"
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q ue llevaban , del cual el seño r Vega y yo , en el asiento de atrás (él pen san - hermano Arcadio no era así: a él le gl.L~taban las mujeres)' la m úsica. Pero
do en qu e si el río de su casa sonaba y qué traer ía; yo apuntando los versos), antes no cantaba como ah or a canta; antes era uno de ta ntos y aho ra hay
estáb am os más o menos excluidos, A veces, don Arcadio se lanzaba a con - que reconocer que canta algo regular-. Cuand o don Arcadio y Gilberto
tar una enred ad a y larga historia de algún suceso jarocho de principios d e volvieron del mercado con el mandado para la comida, lo s herm anos se
siglo; a veces eran hi storias acerca de las varias y di stintas familias que él pu sieron a hab lar sobre cuá nd o habrían nacido: los cálculos eran enre da -
hab ía ten ido: con Felícira Cárdenas , de La Boca de la Piedra; co n Auro ra dos. pero llegaron a la conclusión de que 1893 era el año del nacimiento de
H ern ñn d ez, de Cua rotolapan, mad re de su pr imer hi jo, D avid; con Do - don Arcadio.)
minga Re yes, del Caoba l: con M ar ía Antonia Serna, d e Orizaba , co n No obstante, d on Arcadio no tenía un pasado incachable: en la Revo-
quie n tuvo su primera hija , M artha, que nunca conoció; con Hip ólira Mo - lu ción quién sabe. de c ía qu e uno jalaba el gatillo y Dios repa rt ía las ba-
Una, de M azumiapan, madre de Pat ricio, Oliverio y Raymunda; con Julia- las; pero tam bién admitió que en una riña en una canrini lla en San Ju an
na Nava, de Minaritl áu, y ahora con Juana Contreras, de Tehuantepec. A Suga r (ahora Juan Díaz Covarrubias, lugar en donde todavía vivía su her-
veces era Gilberro ef que hab laba sobre su vida , en Tres Z apotes, en T la- mano Ni colás, pensionado, rodeado de famil ia, el ú nico de ellos que al-
cotalpan, en el rancho (iY eran dos cap ítulos de la misma hi storia, en el can zó a colo carse en la clase med ia obrera), hab ía matado a un tipo de u n
mismo escen ar iol), Los dos eran igua lmente dados a los ataq ues de risa. A tablazo y que había te nido que huir de ahí , y siempre se p reoc up aba cuan -
veces pasab an varias d ecenas de kilómetros m ientras ellos hablaban en len - do no s to pába m os con una persona de ese apel lido - era uno de los ape-
guajes que se: inventaban: como si fueran caballos o gallos . llidos frecu entes- por temor a qu e fuera uno de aq uel la fam ilia. Tamb ién
En su espectáculo de p leito versado, el muchacho simpático contendía había cometido excesos, crueldades, injusticias, abandonos e infidelidades
con el viejo sabi o; ante el público, el viejo siempre ganaba. Asl tenía ql !,' en asuntos amorosos y por ese lado también siem p re se cuidaba d e to parse
ser. Ante ellos, don Arcadio era más que un talentoso señor de casi 9<; con otros apellidos.
años: era el representante del México original de donde hab lan surgido ro- E ra u n "macho" al estilo antiguo. Tal co rno lo describía doña Juana,
dos los mitos: no era só lo un poera carnpirano sino también la última habla sido un macho a secas: en cuanto al café, enoj ado si estaba frío , eno -
reencarnació n del N egrito Poet a. Era el abuelo mexi cano: negro, indígena, jado si estaba demasiado calient e, enojado si dem asiado amargo, enoj ad o
mes rizo, jaranero, zapateador, cantante, versador, hábil vagabundo en el si demasiado dulce, enojado con el pocillo roto, enoj ado si además no ha-
"mundo mágico" tuxreco, chamaco de la Hacienda de Nopalapan, ene m i- bía cigarros. Era cortés y fino con las damas, declamado r de versos en su
go eterno de Por firio Díaz (el culpable personal de la muerte de la mad re honor, interesante y vivaz en su presenci a; pero luego entre no sotros
de don Arcadio, "una indita mex icana", durante la gr ipa de 1918; en ot ra contaba cada extra ña historia sob re asuntos en ese rubro...
explicación , ésta murió a manos de los rurales), el ex ayudante del gen eral Al final, el ple ito público en verso tuvo que aband onarse, po rq ue don
Ern esro Griego , un revolucionar io de carne y hueso ; un acti vista en los Arcadio lo tomaba d em asiado a pecho. Posib lem ente se volvía realida d lo
movimientos agrarios veracruzanos durante el siglo entero. que había comenzado corn o dr amatización; emo ciones verd aderas se re-
(-En realidad -dijo su hermano C irilo, cuando aqu él no escucha- movían, las cu lpas del pasado volvían: Gilberro versaba con la aguda frial-
ba- , él no ten ia gran vocación po lítica; más b ien se la pasaba armando dad hered ad a de su abuela y de su padre; don Arcad io reaccionaba com o
huapangos; él no mató la cantidad de gobierno que yo mat é... esta enfer- en frascado en un pleito com plejo con su h ijo rebelde y 'perspicaz.
medad que yo tengo [mal de Parkinson] es el castigo que Dios me ha
mandado por haber matado a tanta gente de tantas mal as maneras. M i
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q ue llevaban , del cual el seño r Vega y yo , en el asiento de atrás (él pen san - hermano Arcadio no era así: a él le gl.L~taban las mujeres)' la m úsica. Pero
do en qu e si el río de su casa sonaba y qué traer ía; yo apuntando los versos), antes no cantaba como ah or a canta; antes era uno de ta ntos y aho ra hay
estáb am os más o menos excluidos, A veces, don Arcadio se lanzaba a con - que reconocer que canta algo regular-. Cuand o don Arcadio y Gilberto
tar una enred ad a y larga historia de algún suceso jarocho de principios d e volvieron del mercado con el mandado para la comida, lo s herm anos se
siglo; a veces eran hi storias acerca de las varias y di stintas familias que él pu sieron a hab lar sobre cuá nd o habrían nacido: los cálculos eran enre da -
hab ía ten ido: con Felícira Cárdenas , de La Boca de la Piedra; co n Auro ra dos. pero llegaron a la conclusión de que 1893 era el año del nacimiento de
H ern ñn d ez, de Cua rotolapan, mad re de su pr imer hi jo, D avid; con Do - don Arcadio.)
minga Re yes, del Caoba l: con M ar ía Antonia Serna, d e Orizaba , co n No obstante, d on Arcadio no tenía un pasado incachable: en la Revo-
quie n tuvo su primera hija , M artha, que nunca conoció; con Hip ólira Mo - lu ción quién sabe. de c ía qu e uno jalaba el gatillo y Dios repa rt ía las ba-
Una, de M azumiapan, madre de Pat ricio, Oliverio y Raymunda; con Julia- las; pero tam bién admitió que en una riña en una canrini lla en San Ju an
na Nava, de Minaritl áu, y ahora con Juana Contreras, de Tehuantepec. A Suga r (ahora Juan Díaz Covarrubias, lugar en donde todavía vivía su her-
veces era Gilberro ef que hab laba sobre su vida , en Tres Z apotes, en T la- mano Ni colás, pensionado, rodeado de famil ia, el ú nico de ellos que al-
cotalpan, en el rancho (iY eran dos cap ítulos de la misma hi storia, en el can zó a colo carse en la clase med ia obrera), hab ía matado a un tipo de u n
mismo escen ar iol), Los dos eran igua lmente dados a los ataq ues de risa. A tablazo y que había te nido que huir de ahí , y siempre se p reoc up aba cuan -
veces pasab an varias d ecenas de kilómetros m ientras ellos hablaban en len - do no s to pába m os con una persona de ese apel lido - era uno de los ape-
guajes que se: inventaban: como si fueran caballos o gallos . llidos frecu entes- por temor a qu e fuera uno de aq uel la fam ilia. Tamb ién
En su espectáculo de p leito versado, el muchacho simpático contendía había cometido excesos, crueldades, injusticias, abandonos e infidelidades
con el viejo sabi o; ante el público, el viejo siempre ganaba. Asl tenía ql !,' en asuntos amorosos y por ese lado también siem p re se cuidaba d e to parse
ser. Ante ellos, don Arcadio era más que un talentoso señor de casi 9<; con otros apellidos.
años: era el representante del México original de donde hab lan surgido ro- E ra u n "macho" al estilo antiguo. Tal co rno lo describía doña Juana,
dos los mitos: no era só lo un poera carnpirano sino también la última habla sido un macho a secas: en cuanto al café, enoj ado si estaba frío , eno -
reencarnació n del N egrito Poet a. Era el abuelo mexi cano: negro, indígena, jado si estaba demasiado calient e, enojado si dem asiado amargo, enoj ad o
mes rizo, jaranero, zapateador, cantante, versador, hábil vagabundo en el si demasiado dulce, enojado con el pocillo roto, enoj ado si además no ha-
"mundo mágico" tuxreco, chamaco de la Hacienda de Nopalapan, ene m i- bía cigarros. Era cortés y fino con las damas, declamado r de versos en su
go eterno de Por firio Díaz (el culpable personal de la muerte de la mad re honor, interesante y vivaz en su presenci a; pero luego entre no sotros
de don Arcadio, "una indita mex icana", durante la gr ipa de 1918; en ot ra contaba cada extra ña historia sob re asuntos en ese rubro...
explicación , ésta murió a manos de los rurales), el ex ayudante del gen eral Al final, el ple ito público en verso tuvo que aband onarse, po rq ue don
Ern esro Griego , un revolucionar io de carne y hueso ; un acti vista en los Arcadio lo tomaba d em asiado a pecho. Posib lem ente se volvía realida d lo
movimientos agrarios veracruzanos durante el siglo entero. que había comenzado corn o dr amatización; emo ciones verd aderas se re-
(-En realidad -dijo su hermano C irilo, cuando aqu él no escucha- movían, las cu lpas del pasado volvían: Gilberro versaba con la aguda frial-
ba- , él no ten ia gran vocación po lítica; más b ien se la pasaba armando dad hered ad a de su abuela y de su padre; don Arcad io reaccionaba com o
huapangos; él no mató la cantidad de gobierno que yo mat é... esta enfer- en frascado en un pleito com plejo con su h ijo rebelde y 'perspicaz.
medad que yo tengo [mal de Parkinson] es el castigo que Dios me ha
mandado por haber matado a tanta gente de tantas mal as maneras. M i
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hacer un álbum doble, y nos quedamos con la materia pr ima pa ra un solo
VII acetato, un tanto débil por el lado de la unidad. También quedó con un
CONS EGUIMOS financiamiento para grabar otro disco. El proyecro que crack - a mi modo de ver- medio desperdiciado: La bamba, una versión
propusimos consistía en un álbum doble: el primero "esculpido" con len- larga. con un solo verso en "ndhuad" arcadiano, puesto "artísticamente": así,
ritud y tecnologla (para atenuar los nervios de don Arcadio, para hacer porque en las escudas nos pedían grabaciones de sones para sus clases de
combinaciones que hubieran requerido de más músicos: de todos modos, los baile (y yo todavía no sab ía, y ni a don Arcadio ni a Andrés Vega ni a Gil-
nuestros eran discos de estudio y no queríamos volver a simular, como en el berta se les ocurrió decirme que en los fandangos rodo el mundo se dis-
primero, grab aciones de campo, sino aprovechar las posibilidades elecrrón i- puraba la tarima y era obligarorio mantener una apretada alremancia de
cas en benefi cio dd son ); el segundo de un tirón, en vivo, codo improvisa- música instrumental}' canto). Vega tomó el camión esa noche para Lerdo y
do, "rudo", con la participación de Antonio GarcIa de León (que regresa - don Arcadio se fue a Minatirlán en el primer vuelo de la siguiente mañana.
da de París justo cuando estuviéramos terminando de grabar e! primero) :
queríamos intentar convenir en arte la emoción del reencuentro entre An- En noviembre hicimos una presentaci ón en e! Museo Nacional de Arte,
tonio y el "nuevo" don Arcadio; además, no era ningún secreto entre no - filmada en su totalidad por la televisión y precedida por una entrevista con
sotros que no abundaban las ofertas para hacer grabaciones y ésta podría don Arcadio que le hiciera Marla Vicroria Llamas:
ser la despedida de! viejo en acetato, su "úl tim o testamento". -Don Arcadio, ¿cuál es su secreto? ¿Cómo le ha hecho para vivir tan -
Teníamos en claro las piezas que queríamos incluir en los dos discos : tos años y estar tan joven todavía?
el primero tal como salió: La lloroncita; Eljarabe, El perro. La candela, La -Mire usted, señorita, le voy a ser sincero. Cuando yo era un chamaco ,
bamba, El pdjaro carpintero. El segundo incluiría un lado enrero de un so- antes de la Revolución, le oí decir a un viejo que él habla vivido tanto por
lo son, El siquisiri, épico y monumental, lírico y narrativo, uno de los que comer carne de chango. Entonces yo agarré ese consejo, r me parece que
mejor cantaba don Arcadio. el son de arranque de cualquier fandango, eso ha de ser. Durante la Revolución vivíamos mucho en el monee y
uno que no había grabado -salvo en cassettes caseros. El segundo lad o habla escasez de comida; no había ni frijoliros, pura carne de mico, asada
comprendería tres de los sones mayores: El zapateado, El cascabel, y El to- sobre las brasas con tortilla seca. Ahora parece que ya acabamos con esas
ro zacamandú, sones que no cualquiera tocaba ni cantaba. criaturas; ya no andan en e! monte de nuestro Veracruz, Pero yo ya alcancé
Trabajamos) en un estudio particular de la colonia Condesa, todas las a ser un viejo; a la mejor ocasión ya no necesito de su beneficio. Además,
noches durante tres o cuatro semanas en el primer disco (dormíamos en el así como usted me ve, negro, pobre y viejo, también soy un mono blanco.
piso de un cu arto de bodega del deparramcnro de Silvia González de León) , Fue un concierto atestado de público, un público apropiado para el sa-
Llegaron los Garda de León e! día programado y por teléfono nos pusimos lón afrancesado de vidrios biselados donde tocarnos (completarnente dis-
de acuerdo con Antonio acerca de qué día y hora nos veríamos en el estu- tinto a los públicos jóvenes de las clases trabajadoras y campesinas que
dio para grabar El siquisirt. Estuvimos ahí a la hora y recibimos una llama - acostumbrábamos). Fue un concierto animado (creíamos) y nos dejó la
da suya: que había surgido quién sabe qué problema y que no era posible impresión de que a la mayor paere del público se les habla alzado la emo-
para él llegar ese día. Pagamos la sesión e hicimos cita para una siguiente vez. ción en cuanto a la hermosura, riqueza y hondura de la música jarocha.
Por otra razón , Antonio tampoco llegó. No lo podíamos cree r. ¿Por qué nos "La mayoría", porque a ese concierto asistieron los Garda de León. Ellos
seguía diciendo que si cuando los hechos comunicaban un no? Dej amos de habían pasado por Cuba (en Aeroflot, vía Moscú) a su regreso de Francia
hacer costosas citas en el estudio de grabación, abandonamos la ilusión de y hablaban con entusiasmo de la música y la versada que hablan presenciado,
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hacer un álbum doble, y nos quedamos con la materia pr ima pa ra un solo
VII acetato, un tanto débil por el lado de la unidad. También quedó con un
CONS EGUIMOS financiamiento para grabar otro disco. El proyecro que crack - a mi modo de ver- medio desperdiciado: La bamba, una versión
propusimos consistía en un álbum doble: el primero "esculpido" con len- larga. con un solo verso en "ndhuad" arcadiano, puesto "artísticamente": así,
ritud y tecnologla (para atenuar los nervios de don Arcadio, para hacer porque en las escudas nos pedían grabaciones de sones para sus clases de
combinaciones que hubieran requerido de más músicos: de todos modos, los baile (y yo todavía no sab ía, y ni a don Arcadio ni a Andrés Vega ni a Gil-
nuestros eran discos de estudio y no queríamos volver a simular, como en el berta se les ocurrió decirme que en los fandangos rodo el mundo se dis-
primero, grab aciones de campo, sino aprovechar las posibilidades elecrrón i- puraba la tarima y era obligarorio mantener una apretada alremancia de
cas en benefi cio dd son ); el segundo de un tirón, en vivo, codo improvisa- música instrumental}' canto). Vega tomó el camión esa noche para Lerdo y
do, "rudo", con la participación de Antonio GarcIa de León (que regresa - don Arcadio se fue a Minatirlán en el primer vuelo de la siguiente mañana.
da de París justo cuando estuviéramos terminando de grabar e! primero) :
queríamos intentar convenir en arte la emoción del reencuentro entre An- En noviembre hicimos una presentaci ón en e! Museo Nacional de Arte,
tonio y el "nuevo" don Arcadio; además, no era ningún secreto entre no - filmada en su totalidad por la televisión y precedida por una entrevista con
sotros que no abundaban las ofertas para hacer grabaciones y ésta podría don Arcadio que le hiciera Marla Vicroria Llamas:
ser la despedida de! viejo en acetato, su "úl tim o testamento". -Don Arcadio, ¿cuál es su secreto? ¿Cómo le ha hecho para vivir tan -
Teníamos en claro las piezas que queríamos incluir en los dos discos : tos años y estar tan joven todavía?
el primero tal como salió: La lloroncita; Eljarabe, El perro. La candela, La -Mire usted, señorita, le voy a ser sincero. Cuando yo era un chamaco ,
bamba, El pdjaro carpintero. El segundo incluiría un lado enrero de un so- antes de la Revolución, le oí decir a un viejo que él habla vivido tanto por
lo son, El siquisiri, épico y monumental, lírico y narrativo, uno de los que comer carne de chango. Entonces yo agarré ese consejo, r me parece que
mejor cantaba don Arcadio. el son de arranque de cualquier fandango, eso ha de ser. Durante la Revolución vivíamos mucho en el monee y
uno que no había grabado -salvo en cassettes caseros. El segundo lad o habla escasez de comida; no había ni frijoliros, pura carne de mico, asada
comprendería tres de los sones mayores: El zapateado, El cascabel, y El to- sobre las brasas con tortilla seca. Ahora parece que ya acabamos con esas
ro zacamandú, sones que no cualquiera tocaba ni cantaba. criaturas; ya no andan en e! monte de nuestro Veracruz, Pero yo ya alcancé
Trabajamos) en un estudio particular de la colonia Condesa, todas las a ser un viejo; a la mejor ocasión ya no necesito de su beneficio. Además,
noches durante tres o cuatro semanas en el primer disco (dormíamos en el así como usted me ve, negro, pobre y viejo, también soy un mono blanco.
piso de un cu arto de bodega del deparramcnro de Silvia González de León) , Fue un concierto atestado de público, un público apropiado para el sa-
Llegaron los Garda de León e! día programado y por teléfono nos pusimos lón afrancesado de vidrios biselados donde tocarnos (completarnente dis-
de acuerdo con Antonio acerca de qué día y hora nos veríamos en el estu- tinto a los públicos jóvenes de las clases trabajadoras y campesinas que
dio para grabar El siquisirt. Estuvimos ahí a la hora y recibimos una llama - acostumbrábamos). Fue un concierto animado (creíamos) y nos dejó la
da suya: que había surgido quién sabe qué problema y que no era posible impresión de que a la mayor paere del público se les habla alzado la emo-
para él llegar ese día. Pagamos la sesión e hicimos cita para una siguiente vez. ción en cuanto a la hermosura, riqueza y hondura de la música jarocha.
Por otra razón , Antonio tampoco llegó. No lo podíamos cree r. ¿Por qué nos "La mayoría", porque a ese concierto asistieron los Garda de León. Ellos
seguía diciendo que si cuando los hechos comunicaban un no? Dej amos de habían pasado por Cuba (en Aeroflot, vía Moscú) a su regreso de Francia
hacer costosas citas en el estudio de grabación, abandonamos la ilusión de y hablaban con entusiasmo de la música y la versada que hablan presenciado,
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pero con nosotros estuvieron profundamenre de scon certados y molestos y jar con Patricio el hecho de haber ganado el primer premio en un concurso
se levantaron antes de que term inara para irse. Un am igo en común , michoacano de canto en lenguas indígenas. por haber tocado en la guita-
Tomás Mojarra , nos dijo que consideraban q ue andábamos usando , y mal, rra sexta y cantado una pirecua en purhépecha, no obstante que le había
a don Arcadio en su vejez, que lo habíamos convenido en una figura sin pegado la varicela, el apopocb« jarocho; y Cilberto le caneaba:
r ética, falsa, teatral: un paquete publicitario para el consumo de la burgue-
sía; que estibamos "vendidos" al Estado, que éramos unos frívolos actores, Le pegó el apopochc
Le pegó el ""ra olll'ióII;
carentes de compromiso serio, fuera político o art ístico, que nos hacfarno
Ahora tiene la C.11 3
ricos pregonando algo equivocado, }' que qué hubiera pensado Hellmer de Como un chicharr ón,
codo esro, Era imposible ignorar tales juicios de parle de quienes coinci-
dían Con nuestros guscos en roda lo demás, de quienes, más que de nadie, Nuestro destino era Tlacoralpan, pero en lugar de ir direccarnente a Méxi-
dese ábamos aprobación y colaboración. co, nos desviamos por San Miguel de Allende, donde vivían los Carda de
León: todavía celebrábamos los 90 años de don Arcadio y él tenía ganas de
El [2 de enero de 1983, según el cálculo, don Arcadio cumpliría los 90 ver a Antonio. ''Algo'' traía aún, y no dudamos en darle por su lado. Ade-
años. Durante las vacaciones de fin de año. Gilberro, ayudado por Patri- más, Antonio Carda de León era un músico, un escritor. un investigador
cio , le hizo una jarana primera: ahuecada como todas, pero con el fond o al que admirábamos en todos sus géneros; también era el mejor amigo de
redondeado, tal como lo tienen algunas guitarras barrocas. Las facciones don Arcadio. Seguramente, aunado a todo esto, ten/amos la esperanza de
de esta jarana eran finas, esculpidas, simétricas; su sonido era. dulce y fuerre. volver a componer "las cosas" después de nuestro fracaso en e! Museo Na -
Cilberto mandó hacerle un escuche en México y fuimos a Minatidán para cional de Arte.
dársela y acompañarlo en tan norable día. Llegarnos en la tarde a su departamento soleado y espacioso y nos la
Lo enconrramos no del todo de buen humor, pero nos recibió, a no- pasarnos en amistosa plática y música; una vez más comprobamos la esen-
sotros y a la jarana, con afecto. Pasamos la tarde tocando música. Hacia el cial generosidad del hombre, porque nuevamente nos tocó, enseñó y "re-
anochecer escuchamos unos gritos de doña Juana que provenían de aden- galó" varios sones para nosotros desconocidos; Antonio disfrutaba la in-
tro de la casa; entramos y encontramos roda el espacio atestado de una clase ventiva de Vega mientras éste exploraba cómo podrían haber sido las figu-
de hormiga vagabunda llamada pepcbua, que llegan del monte a una casa, ras de aquellos sones. En la noche nos dieron una excelente cena y nos
la invad en y se comen toda clase de insectos caseros y hacen huir a los roe- acostamos temprano, por lo del viaje de la siguiente mañana, salvo Anto-
dores: un beneficio , probablemente, pero también una invasión. Doña nio y don Arcadio, que entraron a la oficina del primero y platicaron quién
juana, don Arcadio y nosotros en emulación agarrábamos cuberadas de sabe cuántas horas más.
agua que echábamos encima de los ejércitos de hormigas afuera, en el pa- El ambiente en la mañana era completamente distinto al de la noche
rio, por donde venían llegando. Y con eso, al rato desaparecieron. anterior. "Algo" había sucedido en la noche; "algo" grave se había hablado.
En la mañana don Arcadio dejó su jarana nueva colgada de un clavo Tomamos el pequeño desayuno "francés" en un aire de fría cortesía y nos
en su cuarto, agarró su maleta y La Mona y no s fuimos , primero a Boca fuimos. En el camino, antes de llegar a la autopista. don Arcadio se puso
de San Migue! para recoger a Vega, luego a México, desde donde Patricio afónico, y antes de la primera caseta, había perdido la voz. En México se
tomó el autobús para Santa Rosa. Nosotros le dimos rumbo a Guadalajara le recetó un régimen de antibióticos y se le cortó la infección. Pero aunque
para comenzar la gira del nuevo año. Volvimos por Tacámbaro para fesre- se subió al entarimado con nosotros en Tíacoralpan y tocó con cumpli-

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pero con nosotros estuvieron profundamenre de scon certados y molestos y jar con Patricio el hecho de haber ganado el primer premio en un concurso
se levantaron antes de que term inara para irse. Un am igo en común , michoacano de canto en lenguas indígenas. por haber tocado en la guita-
Tomás Mojarra , nos dijo que consideraban q ue andábamos usando , y mal, rra sexta y cantado una pirecua en purhépecha, no obstante que le había
a don Arcadio en su vejez, que lo habíamos convenido en una figura sin pegado la varicela, el apopocb« jarocho; y Cilberto le caneaba:
r ética, falsa, teatral: un paquete publicitario para el consumo de la burgue-
sía; que estibamos "vendidos" al Estado, que éramos unos frívolos actores, Le pegó el apopochc
Le pegó el ""ra olll'ióII;
carentes de compromiso serio, fuera político o art ístico, que nos hacfarno
Ahora tiene la C.11 3
ricos pregonando algo equivocado, }' que qué hubiera pensado Hellmer de Como un chicharr ón,
codo esro, Era imposible ignorar tales juicios de parle de quienes coinci-
dían Con nuestros guscos en roda lo demás, de quienes, más que de nadie, Nuestro destino era Tlacoralpan, pero en lugar de ir direccarnente a Méxi-
dese ábamos aprobación y colaboración. co, nos desviamos por San Miguel de Allende, donde vivían los Carda de
León: todavía celebrábamos los 90 años de don Arcadio y él tenía ganas de
El [2 de enero de 1983, según el cálculo, don Arcadio cumpliría los 90 ver a Antonio. ''Algo'' traía aún, y no dudamos en darle por su lado. Ade-
años. Durante las vacaciones de fin de año. Gilberro, ayudado por Patri- más, Antonio Carda de León era un músico, un escritor. un investigador
cio , le hizo una jarana primera: ahuecada como todas, pero con el fond o al que admirábamos en todos sus géneros; también era el mejor amigo de
redondeado, tal como lo tienen algunas guitarras barrocas. Las facciones don Arcadio. Seguramente, aunado a todo esto, ten/amos la esperanza de
de esta jarana eran finas, esculpidas, simétricas; su sonido era. dulce y fuerre. volver a componer "las cosas" después de nuestro fracaso en e! Museo Na -
Cilberto mandó hacerle un escuche en México y fuimos a Minatidán para cional de Arte.
dársela y acompañarlo en tan norable día. Llegarnos en la tarde a su departamento soleado y espacioso y nos la
Lo enconrramos no del todo de buen humor, pero nos recibió, a no- pasarnos en amistosa plática y música; una vez más comprobamos la esen-
sotros y a la jarana, con afecto. Pasamos la tarde tocando música. Hacia el cial generosidad del hombre, porque nuevamente nos tocó, enseñó y "re-
anochecer escuchamos unos gritos de doña Juana que provenían de aden- galó" varios sones para nosotros desconocidos; Antonio disfrutaba la in-
tro de la casa; entramos y encontramos roda el espacio atestado de una clase ventiva de Vega mientras éste exploraba cómo podrían haber sido las figu-
de hormiga vagabunda llamada pepcbua, que llegan del monte a una casa, ras de aquellos sones. En la noche nos dieron una excelente cena y nos
la invad en y se comen toda clase de insectos caseros y hacen huir a los roe- acostamos temprano, por lo del viaje de la siguiente mañana, salvo Anto-
dores: un beneficio , probablemente, pero también una invasión. Doña nio y don Arcadio, que entraron a la oficina del primero y platicaron quién
juana, don Arcadio y nosotros en emulación agarrábamos cuberadas de sabe cuántas horas más.
agua que echábamos encima de los ejércitos de hormigas afuera, en el pa- El ambiente en la mañana era completamente distinto al de la noche
rio, por donde venían llegando. Y con eso, al rato desaparecieron. anterior. "Algo" había sucedido en la noche; "algo" grave se había hablado.
En la mañana don Arcadio dejó su jarana nueva colgada de un clavo Tomamos el pequeño desayuno "francés" en un aire de fría cortesía y nos
en su cuarto, agarró su maleta y La Mona y no s fuimos , primero a Boca fuimos. En el camino, antes de llegar a la autopista. don Arcadio se puso
de San Migue! para recoger a Vega, luego a México, desde donde Patricio afónico, y antes de la primera caseta, había perdido la voz. En México se
tomó el autobús para Santa Rosa. Nosotros le dimos rumbo a Guadalajara le recetó un régimen de antibióticos y se le cortó la infección. Pero aunque
para comenzar la gira del nuevo año. Volvimos por Tacámbaro para fesre- se subió al entarimado con nosotros en Tíacoralpan y tocó con cumpli-

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miento. no cantó en el v Encuentro de Jaraneros. Lo que le era cada vez más difícil eran las giras en sí. Los viajes, la ne-
-Yo ya voy de salida, Nito . Ll évarne a la cama --<lijo en el momento cesidad de subir cuatro pisos de un hotel sin elevador, con maleta y estu-
en que se arrancaba un grandioso fandango espontáneo en la Plaza de Do- che , tantas horas sentado en el coche. Pero en general se veía rejuveneci-
na Martha, la última noche de la fiesta después de acabado el Encuentro do, y parecía que si pudiéramos encontrar la mezcla idónea entre comida
(cuando todos los visitantes distinguidos y los de Radio Educación hab ían nutritiva, algunos medicamentos (continuaba el problema de la circula-
ido a. cenar y a festejar). El capitán de ese memorable evento era don Nef- ción en la pierna derecha) y la estabilización de su estado emocional (re-
calí Rodríguez, un imponente guitarrero,- jefe de una extensa fannilia fan- queda de constantes viajes, conciertos, nuevos amigos), seguiría siendo
danguera -y cío abuelo del adolescente Ramón Guri érrez Herndndez, indestructible, seguiría perceneciendo al mundo inmortal y poderoso del
que andaba de roquero en Tres Zapares y aún no acudía a estas fest ivida- Mono Blanco.
des (él admiraba, ante todo, la guitarra de B. B. King , pero había estado Durante la Semana Santa dejó La Mona en México con un laudero
tomando clases de jarana en San Andrés Tuxtla, donde estudiaba y ya ha- alemán que trabajaba a la vuelta de la casa en Mixcoac, La tapa fue ende-
bía aprendido el primer "camino" de El Colas en la guitarra jarocha). rezada de nuevo, se le incrustó más madera oscura en el pinabete alrede-
A don Arcadio lo llevé adonde nos quedamos ese año; se acostó en el dor de la boca para darle más fuerza, fue lijada completamente y barnizada
catre donde dormía, con La Mona en su estuche debajo de la cobija. Vol- de nuevo. Quedó lista para la nueva temporada.
ví al fandango. Al llegar me encontré con que Andrés Vega tocaba la gui- A principios del verano realizamos el primer fandango "institucional"
tarra, junto con un muchacho arpista (Ricardo Vázqucz Zusun aga, "El de la nueva época. Fue en Salrabarranca, el pueblo que anteriormente
[uilillo'', de Mapasrepec, Chiapas), en El abualulco v que don Ramón estaba había sido el principal embarcadero de la ladera sur del río Papaloapan. Gil-
en la tarima bailando con Marcha Vega. El Güero y El juilillo declaraban berro hizo arreglos con las autoridades del pueblo y consiguió presupues-
figuras, se las replicaban, se contradecían , saltaban , retrocedían, echabao to a través de la SEP para pagat y alojar a algunos m úsicos. Vino toda la
machincuepas, se correteaban y, en fin, posiblemente tocaron uno de las familia Vega de Boca de San Miguel, y cambién acudieron los Utrera de El
grandes Ahualulcos de rodas los tiempos. Era evidente que en todos Jos Hato. Se anunció por radio (Veracruz y Cosamaloapan) y se efectuó el fan-
años de "Tlacotalpan" lo que había hecho falca eran los fandangos para dango en la plaza principal. Se colocó un templete con micrófonos para los
que los músicos pudieran tocar y "hacer música" juntos (y no sólo aparra- músicos)' una tarima mayor, medianamente en alto, y sillas alrededor. Ha-
dos, en sus grupos, ante el micrófono) y para que el pueblo pudiera bailar. bía puestos de fritangas, cervezas y refrescos. Había buena luz y fue una
Era evidente que el "protagonismo" del Encuentro iba un poco en contra noche calurosa y aromática. Llegaron músicos y bailadores espontáneos de
de la verdadera naturaleza del son . los alrededores. Yel espacio circundante se llenó de la población del anti-
guo y próspero pueblo de Saltabarranca. La noche fue dominada por la
Don Arcadio se recuperó de la voz y volvió a cantar como siempre en los figura de don Mario Vega (que no se vestía al escila "jarocho" sino con cha-
concierros escolares; recuperamos la amistad, pero sabíamos que había da- leco y saco, con un sombrero de palma de corte cubano), el abuelo de las
do un "informe negro" sobre nosotros en San Miguel de Allende (quizás bailadoras Martha, Victoria y Elena y de los jóvenes Víctor, José Teresa,
nos había usado para dar voz a su desconcierto general -ha de ser moti- Ocravio )' Gonzalo, yel bisabuelo de Nel, Freddis, Claudia, Enrique y Al-
vo de triunfo pero también de amargura cumplir los noventa-; quizás bino, niños que pululaban por roda la fiesta y que además entraban a za-
echó mano del género de la denuncia como procedimiento para reanudar patear. Don Mario evidenció un don natural para tocar música y cantar
su amis tad con Antonio; quizás "todo aquello" era cierto). coplas ante el público (cocaba su jarana segunda). Tema carácter, presencia
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miento. no cantó en el v Encuentro de Jaraneros. Lo que le era cada vez más difícil eran las giras en sí. Los viajes, la ne-
-Yo ya voy de salida, Nito . Ll évarne a la cama --<lijo en el momento cesidad de subir cuatro pisos de un hotel sin elevador, con maleta y estu-
en que se arrancaba un grandioso fandango espontáneo en la Plaza de Do- che , tantas horas sentado en el coche. Pero en general se veía rejuveneci-
na Martha, la última noche de la fiesta después de acabado el Encuentro do, y parecía que si pudiéramos encontrar la mezcla idónea entre comida
(cuando todos los visitantes distinguidos y los de Radio Educación hab ían nutritiva, algunos medicamentos (continuaba el problema de la circula-
ido a. cenar y a festejar). El capitán de ese memorable evento era don Nef- ción en la pierna derecha) y la estabilización de su estado emocional (re-
calí Rodríguez, un imponente guitarrero,- jefe de una extensa fannilia fan- queda de constantes viajes, conciertos, nuevos amigos), seguiría siendo
danguera -y cío abuelo del adolescente Ramón Guri érrez Herndndez, indestructible, seguiría perceneciendo al mundo inmortal y poderoso del
que andaba de roquero en Tres Zapares y aún no acudía a estas fest ivida- Mono Blanco.
des (él admiraba, ante todo, la guitarra de B. B. King , pero había estado Durante la Semana Santa dejó La Mona en México con un laudero
tomando clases de jarana en San Andrés Tuxtla, donde estudiaba y ya ha- alemán que trabajaba a la vuelta de la casa en Mixcoac, La tapa fue ende-
bía aprendido el primer "camino" de El Colas en la guitarra jarocha). rezada de nuevo, se le incrustó más madera oscura en el pinabete alrede-
A don Arcadio lo llevé adonde nos quedamos ese año; se acostó en el dor de la boca para darle más fuerza, fue lijada completamente y barnizada
catre donde dormía, con La Mona en su estuche debajo de la cobija. Vol- de nuevo. Quedó lista para la nueva temporada.
ví al fandango. Al llegar me encontré con que Andrés Vega tocaba la gui- A principios del verano realizamos el primer fandango "institucional"
tarra, junto con un muchacho arpista (Ricardo Vázqucz Zusun aga, "El de la nueva época. Fue en Salrabarranca, el pueblo que anteriormente
[uilillo'', de Mapasrepec, Chiapas), en El abualulco v que don Ramón estaba había sido el principal embarcadero de la ladera sur del río Papaloapan. Gil-
en la tarima bailando con Marcha Vega. El Güero y El juilillo declaraban berro hizo arreglos con las autoridades del pueblo y consiguió presupues-
figuras, se las replicaban, se contradecían , saltaban , retrocedían, echabao to a través de la SEP para pagat y alojar a algunos m úsicos. Vino toda la
machincuepas, se correteaban y, en fin, posiblemente tocaron uno de las familia Vega de Boca de San Miguel, y cambién acudieron los Utrera de El
grandes Ahualulcos de rodas los tiempos. Era evidente que en todos Jos Hato. Se anunció por radio (Veracruz y Cosamaloapan) y se efectuó el fan-
años de "Tlacotalpan" lo que había hecho falca eran los fandangos para dango en la plaza principal. Se colocó un templete con micrófonos para los
que los músicos pudieran tocar y "hacer música" juntos (y no sólo aparra- músicos)' una tarima mayor, medianamente en alto, y sillas alrededor. Ha-
dos, en sus grupos, ante el micrófono) y para que el pueblo pudiera bailar. bía puestos de fritangas, cervezas y refrescos. Había buena luz y fue una
Era evidente que el "protagonismo" del Encuentro iba un poco en contra noche calurosa y aromática. Llegaron músicos y bailadores espontáneos de
de la verdadera naturaleza del son . los alrededores. Yel espacio circundante se llenó de la población del anti-
guo y próspero pueblo de Saltabarranca. La noche fue dominada por la
Don Arcadio se recuperó de la voz y volvió a cantar como siempre en los figura de don Mario Vega (que no se vestía al escila "jarocho" sino con cha-
concierros escolares; recuperamos la amistad, pero sabíamos que había da- leco y saco, con un sombrero de palma de corte cubano), el abuelo de las
do un "informe negro" sobre nosotros en San Miguel de Allende (quizás bailadoras Martha, Victoria y Elena y de los jóvenes Víctor, José Teresa,
nos había usado para dar voz a su desconcierto general -ha de ser moti- Ocravio )' Gonzalo, yel bisabuelo de Nel, Freddis, Claudia, Enrique y Al-
vo de triunfo pero también de amargura cumplir los noventa-; quizás bino, niños que pululaban por roda la fiesta y que además entraban a za-
echó mano del género de la denuncia como procedimiento para reanudar patear. Don Mario evidenció un don natural para tocar música y cantar
su amis tad con Antonio; quizás "todo aquello" era cierto). coplas ante el público (cocaba su jarana segunda). Tema carácter, presencia
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y proyección. Cantaba los sones que todos cantan y también los más di r!- gordo, largo y feo, formado a machetazos y pegado de mala voluntad.
ciles. Luda una versada distinta a la vert iente lírico/ poética/ a morosa que -Pero suena- dijo don Arcadio, en una aseveración más o menos
acostumbraba do n Arcadio: a don Mario le agr adaban más los juegos de crerta.
palabras y lo chusco, también 'o amoroso, pero casi siempre con algún "ca- La jarana primera que Cilberro le habla regalado en su cumpleaños te-
so" de por medio. En el contexro ejidal, los Vega no eran más que otra nía la mica de la rapa arrancada (se veían trocitos de madera desgajada) y
familia pobre. Pero nunca los habían puesto a tocar y cantar en un templete. lo demás estaba raspado y arruinado. El rondo mostraba unos piquetes de
Don Arcadio ni tocó , ni caneó, ni bailó . Se quedó sentado en tre el pú - cuchillo que lo atravesaban , y la caja renta una raya grabada (¿co n la puma
blico) mirando y platicando. de un cu chillo?) a su alrededor. Don Arcadio dijo que había sido la niña
Nos acompañab an desde la capita l francis co Garda Ranz con un amigo en su ausencia. Pero según Ju an Mel éndez, un nuevo amigo, que escribía
periodista, AJain Derbez: éste habló largamente con el viejo y luego escri- en el diligente suplemento cultural del Diario del Istmo arrículos que do-
bió una nora de típica mitología arcadiana para el UnoMdsUno) el perió - curnentaban, como nadie lo hab la hecho jamás, las vidas y andanzas de los
dico que todos leíamos entonces. Independiente del problema de si el Dia- mús icos jarochos del sur de la sierra de los Tuxtlas (juan fue quien deno-
blo verdaderamente había aparecido en un fandango en Salt ab ar ranca a minó la creciente actividad y organización sonera como "el movimiento ja-
principios del siglo xx mientras se tocaba El buscapiés, con el articulo que - ranero", era el mandamás del nuevo Grupo Tacoreno , vivía en M inatitlán,
dó retratado el padrinazgo de don Arcadio sobre lo que se convertiría en hab ía hecho am istad con don Arcadio, lo recogía en el aeropuerto, le com-
la actividad cultural del grupo durante la siguiente década: la organización praba yoghurt y granola, lo visitaba en la parcela)... segúD Juan Mel éndez,
de fandangos populares en los pueblos soravenrinos. repito, don Arcadio le dec ía que la jarana no servía, que ahora si le hab la
El fandango siguió hasta bien pasada la media noche. Cenamos bien fallado a Gilberto; que no sonaba, que no se podía agarrar, que la tapa es-
ah í mismo y luego nos fuimos todos a Boca de San Miguel para dormir taba gruesa de más, que las cajas de las jaranas debían de ser planas , no re-
(piso de cemento, zancudeda) antes de que el sol empezara a calent ar dondeadas, y que él mismo la hab ía destruido. Nos la llevamos, según el
aquella casa de cemento y varilla. propósito, a Michoacán para efectuar su reparación, pero nadie ten ía ga-
nas de verla, y nunca pasó de México. Se quedó en su escuche debajo de
Después del últ imo co ncierto del año escolar, al llegar a la casita en M ix- la cama de don A rcadio en M ixcoac. Se sacó de ahí por lo menos en una
coa e, al abrir el estuche de La Mona (porque quedamos tocar música pa- ocasión , cuando Silvia Conzález de León la fotografió para la porrada del
ra celeb rar nuestra sobrevivencia) , nos encontramos con que el puente se segundo d isco. De ah í en adelante yo perdí contacto con esa jarana, y por
habla despegado de nuevo, esta vez con unos buenos trozos de tapa. ah í ha de andar, debajo de algún montón de cosas en el taller de Gil-
-Déjamela -le dijo G ilberto--. Le pudo cambiar la tapa y po nerle berro, en su estuche sin abr irse.
un puente nuevo.
Pero don Arcadio era supersticioso: - Mejo r me la llevo --dijo- o A A principios de noviembre, en un desayuno en Ciudad Victoria, don
lo mejor esta ve: no vuelvo. Siento darito que ya me va a cargar la madre. Arcadio nos dijo :
-La mera verdad , siento que ya no puedo andar. (No parcela haber
Fuimos a Minaticlán a recogerlo después de las vacaciones de verano. Pa- ningún problema en particular, salvo la mancha en la pierna. Los viajes
reda estar sano y tranqui lo. La Mona traía un puente nuevo, hecho por un eran cansados para todos, y él ten ía noventa años. Pero se veía me jor que
carpintero local (mas no un constructor de jaranas): era un trozo de ced ro nunca, y no dejaba de gozar de la música. Desde antes, preparándonos para
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y proyección. Cantaba los sones que todos cantan y también los más di r!- gordo, largo y feo, formado a machetazos y pegado de mala voluntad.
ciles. Luda una versada distinta a la vert iente lírico/ poética/ a morosa que -Pero suena- dijo don Arcadio, en una aseveración más o menos
acostumbraba do n Arcadio: a don Mario le agr adaban más los juegos de crerta.
palabras y lo chusco, también 'o amoroso, pero casi siempre con algún "ca- La jarana primera que Cilberro le habla regalado en su cumpleaños te-
so" de por medio. En el contexro ejidal, los Vega no eran más que otra nía la mica de la rapa arrancada (se veían trocitos de madera desgajada) y
familia pobre. Pero nunca los habían puesto a tocar y cantar en un templete. lo demás estaba raspado y arruinado. El rondo mostraba unos piquetes de
Don Arcadio ni tocó , ni caneó, ni bailó . Se quedó sentado en tre el pú - cuchillo que lo atravesaban , y la caja renta una raya grabada (¿co n la puma
blico) mirando y platicando. de un cu chillo?) a su alrededor. Don Arcadio dijo que había sido la niña
Nos acompañab an desde la capita l francis co Garda Ranz con un amigo en su ausencia. Pero según Ju an Mel éndez, un nuevo amigo, que escribía
periodista, AJain Derbez: éste habló largamente con el viejo y luego escri- en el diligente suplemento cultural del Diario del Istmo arrículos que do-
bió una nora de típica mitología arcadiana para el UnoMdsUno) el perió - curnentaban, como nadie lo hab la hecho jamás, las vidas y andanzas de los
dico que todos leíamos entonces. Independiente del problema de si el Dia- mús icos jarochos del sur de la sierra de los Tuxtlas (juan fue quien deno-
blo verdaderamente había aparecido en un fandango en Salt ab ar ranca a minó la creciente actividad y organización sonera como "el movimiento ja-
principios del siglo xx mientras se tocaba El buscapiés, con el articulo que - ranero", era el mandamás del nuevo Grupo Tacoreno , vivía en M inatitlán,
dó retratado el padrinazgo de don Arcadio sobre lo que se convertiría en hab ía hecho am istad con don Arcadio, lo recogía en el aeropuerto, le com-
la actividad cultural del grupo durante la siguiente década: la organización praba yoghurt y granola, lo visitaba en la parcela)... segúD Juan Mel éndez,
de fandangos populares en los pueblos soravenrinos. repito, don Arcadio le dec ía que la jarana no servía, que ahora si le hab la
El fandango siguió hasta bien pasada la media noche. Cenamos bien fallado a Gilberto; que no sonaba, que no se podía agarrar, que la tapa es-
ah í mismo y luego nos fuimos todos a Boca de San Miguel para dormir taba gruesa de más, que las cajas de las jaranas debían de ser planas , no re-
(piso de cemento, zancudeda) antes de que el sol empezara a calent ar dondeadas, y que él mismo la hab ía destruido. Nos la llevamos, según el
aquella casa de cemento y varilla. propósito, a Michoacán para efectuar su reparación, pero nadie ten ía ga-
nas de verla, y nunca pasó de México. Se quedó en su escuche debajo de
Después del últ imo co ncierto del año escolar, al llegar a la casita en M ix- la cama de don A rcadio en M ixcoac. Se sacó de ahí por lo menos en una
coa e, al abrir el estuche de La Mona (porque quedamos tocar música pa- ocasión , cuando Silvia Conzález de León la fotografió para la porrada del
ra celeb rar nuestra sobrevivencia) , nos encontramos con que el puente se segundo d isco. De ah í en adelante yo perdí contacto con esa jarana, y por
habla despegado de nuevo, esta vez con unos buenos trozos de tapa. ah í ha de andar, debajo de algún montón de cosas en el taller de Gil-
-Déjamela -le dijo G ilberto--. Le pudo cambiar la tapa y po nerle berro, en su estuche sin abr irse.
un puente nuevo.
Pero don Arcadio era supersticioso: - Mejo r me la llevo --dijo- o A A principios de noviembre, en un desayuno en Ciudad Victoria, don
lo mejor esta ve: no vuelvo. Siento darito que ya me va a cargar la madre. Arcadio nos dijo :
-La mera verdad , siento que ya no puedo andar. (No parcela haber
Fuimos a Minaticlán a recogerlo después de las vacaciones de verano. Pa- ningún problema en particular, salvo la mancha en la pierna. Los viajes
reda estar sano y tranqui lo. La Mona traía un puente nuevo, hecho por un eran cansados para todos, y él ten ía noventa años. Pero se veía me jor que
carpintero local (mas no un constructor de jaranas): era un trozo de ced ro nunca, y no dejaba de gozar de la música. Desde antes, preparándonos para
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este momento, Gilb erto había habl ado co n Luis Ga rza, el nuevo di rector dad, la V02, convertida en "u n fusil propio del enemigo".
del programa de la SE P, y habían discut ido de qué modo se segu iría pa- C uando lo su birnos al 'avió n para su regreso a Minaritlán, qu edamos
g-J.ndole su parte aunque no anduviera.) de vem os a fines de enero en Tlacoralpan (lo llevaría Juan Meléndez) para
-En ese caso - d ijo don Arcadio-; me voy- oAsí de fácil. feseejar ah! sus 91 afias . Luego, en febrero , hab ría un co~cierto "de despe-
En la noche dimos un co ncierto grande en el patio de la Casa de la did a" para él en el Teatro [irnénez Rueda. Un poco más adelante se
Cultura de la ciudad. Era el último de ese circuito: al siguiente día iríamo s efectuarla la presentación dd nuevo disco en El Astillero, un espacioso res-
a México y embarcaríamos a don Arcadio en un vuelo para M inatitlán . taurante en Coyoacán, seguido por la presentación de la segunda edición
H icimos codo lo posib le para dar un concierto fresco, dar a entender ql l,· de su lib ro de versada, aumentado en cuanto a versos y co n la ad ición de
inventába mos en ese momento todo lo que hadamos. hacer senti r al pú- entrevistas periodísticas; una edición comercial, edita da por el Fo ndo de
blico la grandeza del arce. Después, fuimos a cena r co n Luis Gana, que de Cultura Económica.
casualidad se encontraba en Tam aulipas. Nos d ijo:
-No sé. El son jarocho es conocido como una música feliz, despreo- En ese momento cometí otro error. Desd e hacía años acostumbraba irn-
cupada. Esta noche me ha parecido la música más triste de la tierra . primi r "tarjetas" de Navidad para repartir entre los amigos: en ocasiones
hab ían sido poemas literarios, en otras versos populares jaro cho s (un año
VI II fue un cuento de la tradi ción oral qu e le grabamos a don Arcad io). El año
EN DICIEMBRE, don Arcadio volvió a viajar a México. Se nos había ofre- de 1983 se me hizo muy fácil imprimir dos series de décimas de cuarteta
cido un a sema na de trab ajo co n Acción Cultural del lSSST E (vivíamos ob ligada, que Gilberro y An tonio Garda de León habían escrito. altern and o
otro sexenio , en pleno colapso económico; lo de la SEP ya llegaba a su fin), las cua rteras y las dé cimas , por correo , entre Francia y México. Yo había
y S\l directo r, Manuel de la Cera, insistía en que don Arcadio estuviera pr<:- hecho, poco tiempo ames, un libro de sonetos escritos también por correo,
senre en la inauguración del programa. Lo recogimos en el aeropue rro pero alternando las estro fas, por O ctavio paz y Charles Tomlinson. Bajo la
como siempre. Se mostraba feliz de estar ah í de nuevo. influencia de ese libro, pensé que las décim as jarochas cons tituirían un co-
La gran sorpresa fue La Mona. Con la ayuda de Juan Meléndez, don hcrcnre y amistoso presence de fin de año (a la vec, la obra "podría" ayu -
Arcadio la había llevado con un carp intero de Coarzacoalcos que construía dar a cerrar el distanciami ento entre nosotros) . Las imprimí y envi é la mi-
guitarras sextas e "inst rum ent os jarochos" cha cualeros de la clase qu e me- rad. de la edición a Anton io. A vuelta de cor reo estaba el paquete en mis
nosp reciábamos. Este señor le hab ía arrancado la anr igua tapa de pinabete manos con una fría carta que desautorizab a el trabajo: que esros versos no
con su puente postizo y le había puesto una tapa nueva de vil pino , co ~ se hab ían hecho en plan de publicación; que no le había pedido su permi-
otro puente, al esrilo de los músicos jarochos "comerciales". Había qui tado so; que era un uso incorrecto de su obra y de su persona , que era un asalto.
el fino barniz alemán, habí a lijado el instrumento de nu evo y aho ra lucía El placer se desvanec ió en el instante. Q uemé lo que me había devuelto
un acabado poliéster. Tenía la ap ariencia de un instr umen to completamen- y quemé los que yo pensaba repartir, Sólo continuaron en existen cia algu-
te nuevo , exceptuando las clavijas, que nunca habían sido buen as, pero "eran no s ejem plares, no pasan de diez: uno que tiene G ilberto, algunos con
de cedro" y don Arcadio no las había querido cambiar. El instrume nco ya amigos locales y yo he de tener uno que otro en algún baúl. Ya le habla re-
no sonaba, ni en voz, ni en timbre. ni en volumen, ni en compleja dulz ura, galado un o a Octavio Paz, pero este ejemplar también se ha de haber que-
a lo que hab íamos conocido como La Mona. Se trataba del instrume nto mado cuando algún tiempo antes de su fallecimiento un incedio doméstico
más célebre del renacimiento tard ío del género del son jarocho: la autori- consumiera parte de su biblioteca.

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este momento, Gilb erto había habl ado co n Luis Ga rza, el nuevo di rector dad, la V02, convertida en "u n fusil propio del enemigo".
del programa de la SE P, y habían discut ido de qué modo se segu iría pa- C uando lo su birnos al 'avió n para su regreso a Minaritlán, qu edamos
g-J.ndole su parte aunque no anduviera.) de vem os a fines de enero en Tlacoralpan (lo llevaría Juan Meléndez) para
-En ese caso - d ijo don Arcadio-; me voy- oAsí de fácil. feseejar ah! sus 91 afias . Luego, en febrero , hab ría un co~cierto "de despe-
En la noche dimos un co ncierto grande en el patio de la Casa de la did a" para él en el Teatro [irnénez Rueda. Un poco más adelante se
Cultura de la ciudad. Era el último de ese circuito: al siguiente día iríamo s efectuarla la presentación dd nuevo disco en El Astillero, un espacioso res-
a México y embarcaríamos a don Arcadio en un vuelo para M inatitlán . taurante en Coyoacán, seguido por la presentación de la segunda edición
H icimos codo lo posib le para dar un concierto fresco, dar a entender ql l,· de su lib ro de versada, aumentado en cuanto a versos y co n la ad ición de
inventába mos en ese momento todo lo que hadamos. hacer senti r al pú- entrevistas periodísticas; una edición comercial, edita da por el Fo ndo de
blico la grandeza del arce. Después, fuimos a cena r co n Luis Gana, que de Cultura Económica.
casualidad se encontraba en Tam aulipas. Nos d ijo:
-No sé. El son jarocho es conocido como una música feliz, despreo- En ese momento cometí otro error. Desd e hacía años acostumbraba irn-
cupada. Esta noche me ha parecido la música más triste de la tierra . primi r "tarjetas" de Navidad para repartir entre los amigos: en ocasiones
hab ían sido poemas literarios, en otras versos populares jaro cho s (un año
VI II fue un cuento de la tradi ción oral qu e le grabamos a don Arcad io). El año
EN DICIEMBRE, don Arcadio volvió a viajar a México. Se nos había ofre- de 1983 se me hizo muy fácil imprimir dos series de décimas de cuarteta
cido un a sema na de trab ajo co n Acción Cultural del lSSST E (vivíamos ob ligada, que Gilberro y An tonio Garda de León habían escrito. altern and o
otro sexenio , en pleno colapso económico; lo de la SEP ya llegaba a su fin), las cua rteras y las dé cimas , por correo , entre Francia y México. Yo había
y S\l directo r, Manuel de la Cera, insistía en que don Arcadio estuviera pr<:- hecho, poco tiempo ames, un libro de sonetos escritos también por correo,
senre en la inauguración del programa. Lo recogimos en el aeropue rro pero alternando las estro fas, por O ctavio paz y Charles Tomlinson. Bajo la
como siempre. Se mostraba feliz de estar ah í de nuevo. influencia de ese libro, pensé que las décim as jarochas cons tituirían un co-
La gran sorpresa fue La Mona. Con la ayuda de Juan Meléndez, don hcrcnre y amistoso presence de fin de año (a la vec, la obra "podría" ayu -
Arcadio la había llevado con un carp intero de Coarzacoalcos que construía dar a cerrar el distanciami ento entre nosotros) . Las imprimí y envi é la mi-
guitarras sextas e "inst rum ent os jarochos" cha cualeros de la clase qu e me- rad. de la edición a Anton io. A vuelta de cor reo estaba el paquete en mis
nosp reciábamos. Este señor le hab ía arrancado la anr igua tapa de pinabete manos con una fría carta que desautorizab a el trabajo: que esros versos no
con su puente postizo y le había puesto una tapa nueva de vil pino , co ~ se hab ían hecho en plan de publicación; que no le había pedido su permi-
otro puente, al esrilo de los músicos jarochos "comerciales". Había qui tado so; que era un uso incorrecto de su obra y de su persona , que era un asalto.
el fino barniz alemán, habí a lijado el instrumento de nu evo y aho ra lucía El placer se desvanec ió en el instante. Q uemé lo que me había devuelto
un acabado poliéster. Tenía la ap ariencia de un instr umen to completamen- y quemé los que yo pensaba repartir, Sólo continuaron en existen cia algu-
te nuevo , exceptuando las clavijas, que nunca habían sido buen as, pero "eran no s ejem plares, no pasan de diez: uno que tiene G ilberto, algunos con
de cedro" y don Arcadio no las había querido cambiar. El instrume nco ya amigos locales y yo he de tener uno que otro en algún baúl. Ya le habla re-
no sonaba, ni en voz, ni en timbre. ni en volumen, ni en compleja dulz ura, galado un o a Octavio Paz, pero este ejemplar también se ha de haber que-
a lo que hab íamos conocido como La Mona. Se trataba del instrume nto mado cuando algún tiempo antes de su fallecimiento un incedio doméstico
más célebre del renacimiento tard ío del género del son jarocho: la autori- consumiera parte de su biblioteca.

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repente el rabiado se llenó de mujeres de tac ón alto. vestidas de seda, por-
IX tando perlas y llenando el aire con el arom a de perfumes franceses- ; y
0 01\' ARCAD IO no fuc a T laco ralpan en 1984; se habla enfermado. más tarde aún. una repentina oleada de extr avagantes e irreverentes ho -
En la fiesra de d icho año se h izo el primer fandango de la C an delar ia de mosexuales que ven ían de una di scoteca, iY la tarima, para La morena, se
la épo ca moderna (or igin almenrc - segú n doña Yolanda Carlln, ría de Gil . llenó de solemnes rravesris "mo n to ner as"!
berto--- la cabalgara, even to ini cial de roda la fiesta , finalizaba su recorrido El mero 2 de febrero, vemprano. llegó el aviso de que don Quirino ha-
al pie de la tarim a en plen a plaza, y los jinetes, los primeros bai ladores, bía fallecido en Le rdo, y de que la fam ilia pedía que fuéramos a to ca r en
arrancaban el fandango en ese momento: las mujeres vestidas de gala, el ai- el entie rro. No ten ía mos coc he y está ba mos en el te rcer día de desvelo; le
re oloroso a monturas nuevas de cuero y caballos sudad os; y ést e seguía, con fallamos: no fuimos .
ca mb ios de músicos - a veces ciradinos, a veces rurales. a veces conocidos
entre st, a veces un menjurje de guitarreros y jaraneros so litari os--, duran - Don Arcadio rampoco fue al co ncierto de despedida en México. Resultó
re la fiesta entera; pe ro al acab arse la costumbre -posiblememe los hij os ser un evento digno de recordarse. Presenci amos una co la que daba la vuelta
de los jinetes, escolares. tamo en T lacota.lpan m ismo, como en San Andrés, a la manzana. co rno en las películas. de las personas que desea ban entrar
en el Puerto, en Jalapa. pero no peones de sus padres, y afectos a las disco- para co noc erlo. Además . fu e la primera presentación en M éxico de Mar-
teques, ya no sabían zapa rear- , los fand angos po ster iores. eventos no ctu r- rha , José Teresa y Ocravio Vega. y de sus sobrin os, Nel y Freddis Naranjo ;
no s. d u ran te muchos años fueron organizados por don Andrés Alfonso en fuero n recibidos co n estruendosa aprobación . Ya éramos una tribu. Todo
la calle en frente de las cant inas --él con un a ingeniosa bo cina individual estuvo de maravilla (incluso el mejor de to dos los carteles que se no s ha-
para su arpa-o pero al parecer ya se había fasrid iado de la co ns tan te nula bían hecho; y la presencia de mis padres). salvo la au sen cia de quien ha-
coo pera ció n municipal). Gracias a un apoyo del rsssrs conseguido por Gil- bíamos acud ido a honrar.
berro, se pudo contratar a varios grupos de soneros y el fandango se efectuó - D icen los doctores quc no le hallan nada - dijo Juan Meléndez por
después del encuentro, en frente de la cantina de Tobías. teléfono---, pe ro está en la ca ma y no se quiere levantar.
Fueron t res no ches de a testada participación de los distintos "sectores"
del pueblo y del municipio (no obstante la fama de Tlacoralpan , eran más A pr incipios de marzo se pensaba que ya se moría y Gilberto fue a Mina-
de los últi mos que de los pr imeros). todo el transcurso gozado y amadri- ritldn en avión a verlo.
nado por doñ a Catalin a Castellanos de Gutiérrez (sentad a en un banco es- - Parece que no tien e nada - dijo al regresar- o Nomás que est á dé-
pecial para Las damas, con una .botel la de jerez español y copitas elegantes bil Y deprim ido y no se quiere levantar.
para sus a mi gas): el cam pesinad o y las tri bus musicales co m o sostenes per- Juan Meléndez organizó un fanda ngo público en la plaza pr in cip al de
manentes. pero también . a medida que se iban terminando los demás bai- M inatitlán: un homenaje a don Arcadio que le rindiera la ciudad donde
les en distintas partes del pueblo, otros géneros humanos participaban en había vivido cuarenta años de su vida. También era el intento de sembrar
el zapateado por ra ros: los que ven ían del evento chunchaquero en el mer- la semilla del fandango en una sociedad donde éste pr ácticamente ya ha-
cado municipal (ellas co n tacones de p lataforma y peinados de lujo, ello s bla desaparecido. Fuimos los tr es, co n José Teresa . Ocravio y M artha Ve-
co n botas de vaquero y cintos p ireados), cuyos padres habían sid o fandan- g.l. También fue Adrian a Cao Romero (ya casada con Gabriel Bárcena,
gueros y que habían ap ren di d o a zapatear de niños. en casa; los de la ari s- que era aprendiz de piloto de aviones. y cuya bondad afroantillana hada
to crac ia. que hab ían festej ado en el saló n del Círculo Tlacotalpeño -y de posible que ella siguiera su vida jaro ch a) co n su arpa d e duela de chagane.
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repente el rabiado se llenó de mujeres de tac ón alto. vestidas de seda, por-
IX tando perlas y llenando el aire con el arom a de perfumes franceses- ; y
0 01\' ARCAD IO no fuc a T laco ralpan en 1984; se habla enfermado. más tarde aún. una repentina oleada de extr avagantes e irreverentes ho -
En la fiesra de d icho año se h izo el primer fandango de la C an delar ia de mosexuales que ven ían de una di scoteca, iY la tarima, para La morena, se
la épo ca moderna (or igin almenrc - segú n doña Yolanda Carlln, ría de Gil . llenó de solemnes rravesris "mo n to ner as"!
berto--- la cabalgara, even to ini cial de roda la fiesta , finalizaba su recorrido El mero 2 de febrero, vemprano. llegó el aviso de que don Quirino ha-
al pie de la tarim a en plen a plaza, y los jinetes, los primeros bai ladores, bía fallecido en Le rdo, y de que la fam ilia pedía que fuéramos a to ca r en
arrancaban el fandango en ese momento: las mujeres vestidas de gala, el ai- el entie rro. No ten ía mos coc he y está ba mos en el te rcer día de desvelo; le
re oloroso a monturas nuevas de cuero y caballos sudad os; y ést e seguía, con fallamos: no fuimos .
ca mb ios de músicos - a veces ciradinos, a veces rurales. a veces conocidos
entre st, a veces un menjurje de guitarreros y jaraneros so litari os--, duran - Don Arcadio rampoco fue al co ncierto de despedida en México. Resultó
re la fiesta entera; pe ro al acab arse la costumbre -posiblememe los hij os ser un evento digno de recordarse. Presenci amos una co la que daba la vuelta
de los jinetes, escolares. tamo en T lacota.lpan m ismo, como en San Andrés, a la manzana. co rno en las películas. de las personas que desea ban entrar
en el Puerto, en Jalapa. pero no peones de sus padres, y afectos a las disco- para co noc erlo. Además . fu e la primera presentación en M éxico de Mar-
teques, ya no sabían zapa rear- , los fand angos po ster iores. eventos no ctu r- rha , José Teresa y Ocravio Vega. y de sus sobrin os, Nel y Freddis Naranjo ;
no s. d u ran te muchos años fueron organizados por don Andrés Alfonso en fuero n recibidos co n estruendosa aprobación . Ya éramos una tribu. Todo
la calle en frente de las cant inas --él con un a ingeniosa bo cina individual estuvo de maravilla (incluso el mejor de to dos los carteles que se no s ha-
para su arpa-o pero al parecer ya se había fasrid iado de la co ns tan te nula bían hecho; y la presencia de mis padres). salvo la au sen cia de quien ha-
coo pera ció n municipal). Gracias a un apoyo del rsssrs conseguido por Gil- bíamos acud ido a honrar.
berro, se pudo contratar a varios grupos de soneros y el fandango se efectuó - D icen los doctores quc no le hallan nada - dijo Juan Meléndez por
después del encuentro, en frente de la cantina de Tobías. teléfono---, pe ro está en la ca ma y no se quiere levantar.
Fueron t res no ches de a testada participación de los distintos "sectores"
del pueblo y del municipio (no obstante la fama de Tlacoralpan , eran más A pr incipios de marzo se pensaba que ya se moría y Gilberto fue a Mina-
de los últi mos que de los pr imeros). todo el transcurso gozado y amadri- ritldn en avión a verlo.
nado por doñ a Catalin a Castellanos de Gutiérrez (sentad a en un banco es- - Parece que no tien e nada - dijo al regresar- o Nomás que est á dé-
pecial para Las damas, con una .botel la de jerez español y copitas elegantes bil Y deprim ido y no se quiere levantar.
para sus a mi gas): el cam pesinad o y las tri bus musicales co m o sostenes per- Juan Meléndez organizó un fanda ngo público en la plaza pr in cip al de
manentes. pero también . a medida que se iban terminando los demás bai- M inatitlán: un homenaje a don Arcadio que le rindiera la ciudad donde
les en distintas partes del pueblo, otros géneros humanos participaban en había vivido cuarenta años de su vida. También era el intento de sembrar
el zapateado por ra ros: los que ven ían del evento chunchaquero en el mer- la semilla del fandango en una sociedad donde éste pr ácticamente ya ha-
cado municipal (ellas co n tacones de p lataforma y peinados de lujo, ello s bla desaparecido. Fuimos los tr es, co n José Teresa . Ocravio y M artha Ve-
co n botas de vaquero y cintos p ireados), cuyos padres habían sid o fandan- g.l. También fue Adrian a Cao Romero (ya casada con Gabriel Bárcena,
gueros y que habían ap ren di d o a zapatear de niños. en casa; los de la ari s- que era aprendiz de piloto de aviones. y cuya bondad afroantillana hada
to crac ia. que hab ían festej ado en el saló n del Círculo Tlacotalpeño -y de posible que ella siguiera su vida jaro ch a) co n su arpa d e duela de chagane.
98 99
que
hecha p or Andrés Alfon so. A la hora del evento fueron muchos
am igos y Juan Mel éndez habló dos días despu és. muy tempran o. para de cir
que ha-
vecinos de d on A rcadi o (en primera fila, N oé González con t res de
sus hi- don Arcadio habí a fallecido la noche anterior en el Hosp ital Civil:
le un-
[iros - u nos chanequ es disciplinados, ateneos a la mús ica- y los imegran
: ,:s d a mucho calor, y que Arcadio le hab ía pedido a doña Juana que
y cuando se dio cuenta la vida se le
no fue él. Le parcela vergonz oso tara alcohol en la espalda) ella lo viró
de su nuevo grup o Los Parecuc his), pero
aparece r ahí en una silla de ru edas, y me jo r se l(uedó en su parcela.
Ka pre - había acabado . A sí de fácil.
fren - Avisamos por tel éfono a quienes había que avisar; dejamos un recado
senció esta versión cinemar ográfica y fururista d el fandang o jaro cho,
y tomar
de [U- para Antonio G arda de León, que si pudiera llegar al aerop ue rto
re a la escenog rafía minatid aneca petrolera: eno rmes constru cciones choacán
berfa, humos de: dist in tos color es. mechas p rendidas qu e con ~I vien to el vuelo con no sotros. No hab la m odo de decirle a Pat ricio en Mi
a Mi-
ango duró hasta el (ni tiempo de ir allá en autobús y volver a México para luego volar
no cturno cambiab a fas tonos de la rara noche. El fand se que-
a manece r. natidán ) . Entonces José Teresa y Octavio -los nuevos "m onos"-
entos,
De spués de pasearno s por la ribera d e; río y almorza r en el notable daron en M ixcoac y Andrés, G ilberto y yo agarram os los instrum
Romero en el aeropue rto y tomamo s
siem p re, nos encontr amos con Adriana Cao
mercado , fuimos a Tacoren o a visitarlo , en la misma lomi ta de d e
y pep e- el vuelo a Minatirlán (esperábamos hasta el último instante la llegada
en la mera orilla de la ciudad, territori o aún de hormiga s arrieras
hu as, pinol illo, milpas sembrad as COn coa y chuzo. Los ciudada
nos de Antonio Carda de León) .
z se
m úsica y Después de cruzar la sierra con turbulen cia, los llanos de Veracru
Minarir i án que hablan pasado la no che homen ajeándo lo con puerto de
trovado r despe jaron) claros ante nosotros . Vimos de un lado d e la nave el
baile ni se imagina ban que el ciudada no ilustre, el ahora famo so
el camino de ríos hasta Bo-
en un rincón olvida- Veracru z y Alva rado, al otro lado. Tlacota lpan,
negro. el "h ijo disr inguido", el valor cultural, vivía
ca de San Miguel , lo que debían ser las casitas de los Vega, el ran
don de cho de
d o de la misma ciuda d. en el M éxico "de siem p re", u "de am es";
Paso del
no caía ni una gota de los impuest os que él había pagado en esto
s años d e Ramón Cuti érrez, el verde pueblo de Tres Zapotes , los potreros de
Amare: y El Hato , luego Santiag o Tuxtla y más para allá Rodrígu ez Cl ara
formal idad fiscal.
pan (donde habían
Lo enco ntramos en la cama en su Cuarto, un pab ellón enrollado arr iba y lo que probableme nte fuera el pueblo de Nopala
colocado
de él, su pelo chino , blanco, bien peinado como siem p re. Nos
esperaba . en cerrado al niño Arcadio en un horno de pan, por haberse
para m irar los calzon es de la hija del ha cendado ) , San
había de- debajo de un puente
Queda saber codo acerca del fandang o. Era el mismo, sólo que H i-
Andrés, Apixira, donde nació y crec ió Patricio , con su padre Patricio
jado de cami nar y las pie rn as ya no le "respon d ían".
dalgo, su tío Oliverio Hidalgo r su abuela, Hipólira Malina. Del otro la-
poco,
Éramo s muchos . Hubiera preferid o saludarn os salteado s, poco a la
por largo rato. Pidió que rocáram os El p erro. Al irnos, lo abracé
lagrimo - do de la nave vimos C arcrnaco , la lagu na, el Cerro del Mono Blanco,
O campo,
so : "N i modo , Nito , ¿qué le vam os a h acer? E/hombre nació para
mu rió. " Sierra de Sama Martha , el volcán de San M art ín, Hueyap an de
Juan Sugar}, Jáltipan , Acayuca n (y la ca-
Juan Díaz Covarru b ias (antes San
x
LA GIRA de la p rimaver a estuvo a punco de llegar a su fin cuando habló
sa del efo Yayo en el crucero de la entrada] y el nuevo
camino entre Coatzac oalcos (antes Puerto México) y Minatid án:
aeropue rto , a
el
medio
terri-

a en la torio arcadian o entero.


Juan Melénd ez por teléfono: que aho ra don Arcadio tenía gangren
q ue había que arnpu társeln, otros
pierna derecha ; unos doctores decían ez, que
, que estaba muy Había muchos hombre s afuera de la casa en la lo rnira. Juan Melénd
qu e po sibleme nte no. Él mi smo deela que claro que no Miguel
viejo pa ra quedar mocho y que mejor lo deja ran mori r entero. nos había traído desde el aeropue rto, nos present ó con un amigo,
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que
hecha p or Andrés Alfon so. A la hora del evento fueron muchos
am igos y Juan Mel éndez habló dos días despu és. muy tempran o. para de cir
que ha-
vecinos de d on A rcadi o (en primera fila, N oé González con t res de
sus hi- don Arcadio habí a fallecido la noche anterior en el Hosp ital Civil:
le un-
[iros - u nos chanequ es disciplinados, ateneos a la mús ica- y los imegran
: ,:s d a mucho calor, y que Arcadio le hab ía pedido a doña Juana que
y cuando se dio cuenta la vida se le
no fue él. Le parcela vergonz oso tara alcohol en la espalda) ella lo viró
de su nuevo grup o Los Parecuc his), pero
aparece r ahí en una silla de ru edas, y me jo r se l(uedó en su parcela.
Ka pre - había acabado . A sí de fácil.
fren - Avisamos por tel éfono a quienes había que avisar; dejamos un recado
senció esta versión cinemar ográfica y fururista d el fandang o jaro cho,
y tomar
de [U- para Antonio G arda de León, que si pudiera llegar al aerop ue rto
re a la escenog rafía minatid aneca petrolera: eno rmes constru cciones choacán
berfa, humos de: dist in tos color es. mechas p rendidas qu e con ~I vien to el vuelo con no sotros. No hab la m odo de decirle a Pat ricio en Mi
a Mi-
ango duró hasta el (ni tiempo de ir allá en autobús y volver a México para luego volar
no cturno cambiab a fas tonos de la rara noche. El fand se que-
a manece r. natidán ) . Entonces José Teresa y Octavio -los nuevos "m onos"-
entos,
De spués de pasearno s por la ribera d e; río y almorza r en el notable daron en M ixcoac y Andrés, G ilberto y yo agarram os los instrum
Romero en el aeropue rto y tomamo s
siem p re, nos encontr amos con Adriana Cao
mercado , fuimos a Tacoren o a visitarlo , en la misma lomi ta de d e
y pep e- el vuelo a Minatirlán (esperábamos hasta el último instante la llegada
en la mera orilla de la ciudad, territori o aún de hormiga s arrieras
hu as, pinol illo, milpas sembrad as COn coa y chuzo. Los ciudada
nos de Antonio Carda de León) .
z se
m úsica y Después de cruzar la sierra con turbulen cia, los llanos de Veracru
Minarir i án que hablan pasado la no che homen ajeándo lo con puerto de
trovado r despe jaron) claros ante nosotros . Vimos de un lado d e la nave el
baile ni se imagina ban que el ciudada no ilustre, el ahora famo so
el camino de ríos hasta Bo-
en un rincón olvida- Veracru z y Alva rado, al otro lado. Tlacota lpan,
negro. el "h ijo disr inguido", el valor cultural, vivía
ca de San Miguel , lo que debían ser las casitas de los Vega, el ran
don de cho de
d o de la misma ciuda d. en el M éxico "de siem p re", u "de am es";
Paso del
no caía ni una gota de los impuest os que él había pagado en esto
s años d e Ramón Cuti érrez, el verde pueblo de Tres Zapotes , los potreros de
Amare: y El Hato , luego Santiag o Tuxtla y más para allá Rodrígu ez Cl ara
formal idad fiscal.
pan (donde habían
Lo enco ntramos en la cama en su Cuarto, un pab ellón enrollado arr iba y lo que probableme nte fuera el pueblo de Nopala
colocado
de él, su pelo chino , blanco, bien peinado como siem p re. Nos
esperaba . en cerrado al niño Arcadio en un horno de pan, por haberse
para m irar los calzon es de la hija del ha cendado ) , San
había de- debajo de un puente
Queda saber codo acerca del fandang o. Era el mismo, sólo que H i-
Andrés, Apixira, donde nació y crec ió Patricio , con su padre Patricio
jado de cami nar y las pie rn as ya no le "respon d ían".
dalgo, su tío Oliverio Hidalgo r su abuela, Hipólira Malina. Del otro la-
poco,
Éramo s muchos . Hubiera preferid o saludarn os salteado s, poco a la
por largo rato. Pidió que rocáram os El p erro. Al irnos, lo abracé
lagrimo - do de la nave vimos C arcrnaco , la lagu na, el Cerro del Mono Blanco,
O campo,
so : "N i modo , Nito , ¿qué le vam os a h acer? E/hombre nació para
mu rió. " Sierra de Sama Martha , el volcán de San M art ín, Hueyap an de
Juan Sugar}, Jáltipan , Acayuca n (y la ca-
Juan Díaz Covarru b ias (antes San
x
LA GIRA de la p rimaver a estuvo a punco de llegar a su fin cuando habló
sa del efo Yayo en el crucero de la entrada] y el nuevo
camino entre Coatzac oalcos (antes Puerto México) y Minatid án:
aeropue rto , a
el
medio
terri-

a en la torio arcadian o entero.


Juan Melénd ez por teléfono: que aho ra don Arcadio tenía gangren
q ue había que arnpu társeln, otros
pierna derecha ; unos doctores decían ez, que
, que estaba muy Había muchos hombre s afuera de la casa en la lo rnira. Juan Melénd
qu e po sibleme nte no. Él mi smo deela que claro que no Miguel
viejo pa ra quedar mocho y que mejor lo deja ran mori r entero. nos había traído desde el aeropue rto, nos present ó con un amigo,
roo rOl
Ángel Cruz (minatitlaneco , estudiante de antropología en México. apren · Esto incomodó bastante a Andrés Vega y se aven tó un b reve discu rso,
diz de jaranero con el difunto) y su compañera. Entramos a la casa, que olía disculpándose: que en su tierra no se acostumbraba tocar m úsica en los ve-
a cirios y flores. Estaba llena de mujeres. sentadas en rodas las sillas que ha- lorios, pero que el difunto había sido músico y había pedido que así se
bía alrededor de la caja, o paradas en la cocina. Abrazamos a doña Juana. hiciera y al parecer en estas partes así se hacia, pero que si por él fue ra, no
-¡Se nos fue Arcadio Hidalgo! - dijo llorando de nuevo al vernos. habla música, porque era un asunto de tristeza y no de alegría. pero que él
Fuimos con ella a mirar la caja abierta: la cara estaba tapada con un pali a- no era quien debía de decirlo , que no era cosa suya y que. pues, ni modo.
cate rojo, pero el pelo blanco y chino era suyo: entonces, sí era cierro; era Tocamos sones serios , con lentitud. casi sin canto: por lo grave de
él: estab a muerto. Saludamos a Pedro Hidalgo. el he rmano. nuestros ánimos, pero también viendo las rristísirnas lágrim as que la rn ú-
Fuimos con Juan Meléndez al centro para comprar comida, alcohol y sica hacía brotar.
cable eléctrico y socleets para el velorio. Fue correcto haber cocado. Además, la mayoría de los presentes er an
En la noche, los vecinos pasaron una línea de su planta de luz e insta- amistades del difunto en otros rubros de su vida , no de la música: sab ían
lamos unos focos , dos afuera, dos adentro. Llegaron más personas, a pie, a de nosotros, "lo s muchachos", como se nos decía, pero nunca nos habían
caballo, en taxis, en carros paniculares. En una mesita debajo de los agua- oído tocar --o solamente por el disco- ; sab ían que aquél "andaba en la
cates, unos hombres jugaban a la baraja. Llegó una rezandera y las muje- música", y que era "jarocho" de hueso colorado. pero la gente solía pensar
res rezaron adentro. Había muchos zancudos y el paria se llenó de sapos, que tocábamos. "co mo todos". en las cantinas.
en pos de los insectos que habían acudido a la llamada de los focos. Llegó El agua se quitaba y volvía a arreciar, Acabada la música, hubo Otro re-
Raymunda Hidalgo, hija del difunto, tia de Patricio. que nunca habíamos zo y luego mucha gente se fue (incluyendo a Juan Mcléndez), Se apagó la
conocido, que inmediatamente se convirti ó en la doliente principal: "[Mi planta de luz y nos quedamos con la iluminación de los cirios y las vela-
papá! ". gritó al en trar al cuarto. doras. y con los ruidos cradicionales de la noche istmeña. Nos quedamos
Poco antes de la media noche se soltó un violento aguacero tropical, algunos en el cuarto con la caja, medio platicando, medio en silencio. Do-
con aire, relámpagos y mucha agua. Los que venían en carros se refugia- na Juana, que había estad o en vela toda la noche an terio r y el d ía que la
ron en ellos y muchas personas se fueron. Se despidieron Miguel Ángel ant eced iera, entró a su cuarto a dorm ir. Luego se fue Adriana Cao Rom e-
-el amigo de Juan Meléndez - y su compañera. Los que jugaban a la ba- ro, luego Andrés Vega, luego G ilberto. Al final me quedé yo solo en el
raja llevaron uno de los focos exteriores a una de las casitas de palmiche y cuarto con el difunto y nunca me dormí.
siguieron con su pasar iernpo, Nosotros nos refugiamos en la casa. El salón Se me hada un requerimiento humano que alguien se quedara en vi-
central comprendía la caja. Hores, cirios y veladoras en medio. sillas al cos- gilia para acompañar al difunto en su última noche entre los vivos, su pri -'
tado de las paredes, sobre las cuales había toda suerte de reconocimientos. mera noche entera entre los muertos. Era un sacrificio que alguno tenia
diplomas, fotografías, todo enmarcado, todo recordando las andanzas del que ha cer: no dejarlo solo en la última noche quc pasaría en su casa. To-
desaparecido hombre de la casa; sobre unos clavos en la viga estaban sus maba en consideración todo lo que hablamos recibido de él: su música (y
sombreros, La Mona estaba parada -en su estuche-s-, sostenida por el los conflictos), las diversiones (y las restricciones). los éxitos (y la conster-
ataúd; todo esto estaba en el cuarto que había sido la casa original, el mis- nación del "establecimiento") ; por el renacimiento del son jarocho, por los
mísimo cuarto donde la primero. vez yo había dormido sobre un catre y di scos y el libro. Debiera de ser uno de nosotros.
Gilberto sobre la mesa . Volvió la rezandera. Después del rosario doña y habla una cosa más: yo tenía como bastante seguro que yo sería el
Juana pidió que tocáramos música. elegido. el heredero de La Mona. Podría haber sido cualquiera de sus dos
roo rOl
Ángel Cruz (minatitlaneco , estudiante de antropología en México. apren · Esto incomodó bastante a Andrés Vega y se aven tó un b reve discu rso,
diz de jaranero con el difunto) y su compañera. Entramos a la casa, que olía disculpándose: que en su tierra no se acostumbraba tocar m úsica en los ve-
a cirios y flores. Estaba llena de mujeres. sentadas en rodas las sillas que ha- lorios, pero que el difunto había sido músico y había pedido que así se
bía alrededor de la caja, o paradas en la cocina. Abrazamos a doña Juana. hiciera y al parecer en estas partes así se hacia, pero que si por él fue ra, no
-¡Se nos fue Arcadio Hidalgo! - dijo llorando de nuevo al vernos. habla música, porque era un asunto de tristeza y no de alegría. pero que él
Fuimos con ella a mirar la caja abierta: la cara estaba tapada con un pali a- no era quien debía de decirlo , que no era cosa suya y que. pues, ni modo.
cate rojo, pero el pelo blanco y chino era suyo: entonces, sí era cierro; era Tocamos sones serios , con lentitud. casi sin canto: por lo grave de
él: estab a muerto. Saludamos a Pedro Hidalgo. el he rmano. nuestros ánimos, pero también viendo las rristísirnas lágrim as que la rn ú-
Fuimos con Juan Meléndez al centro para comprar comida, alcohol y sica hacía brotar.
cable eléctrico y socleets para el velorio. Fue correcto haber cocado. Además, la mayoría de los presentes er an
En la noche, los vecinos pasaron una línea de su planta de luz e insta- amistades del difunto en otros rubros de su vida , no de la música: sab ían
lamos unos focos , dos afuera, dos adentro. Llegaron más personas, a pie, a de nosotros, "lo s muchachos", como se nos decía, pero nunca nos habían
caballo, en taxis, en carros paniculares. En una mesita debajo de los agua- oído tocar --o solamente por el disco- ; sab ían que aquél "andaba en la
cates, unos hombres jugaban a la baraja. Llegó una rezandera y las muje- música", y que era "jarocho" de hueso colorado. pero la gente solía pensar
res rezaron adentro. Había muchos zancudos y el paria se llenó de sapos, que tocábamos. "co mo todos". en las cantinas.
en pos de los insectos que habían acudido a la llamada de los focos. Llegó El agua se quitaba y volvía a arreciar, Acabada la música, hubo Otro re-
Raymunda Hidalgo, hija del difunto, tia de Patricio. que nunca habíamos zo y luego mucha gente se fue (incluyendo a Juan Mcléndez), Se apagó la
conocido, que inmediatamente se convirti ó en la doliente principal: "[Mi planta de luz y nos quedamos con la iluminación de los cirios y las vela-
papá! ". gritó al en trar al cuarto. doras. y con los ruidos cradicionales de la noche istmeña. Nos quedamos
Poco antes de la media noche se soltó un violento aguacero tropical, algunos en el cuarto con la caja, medio platicando, medio en silencio. Do-
con aire, relámpagos y mucha agua. Los que venían en carros se refugia- na Juana, que había estad o en vela toda la noche an terio r y el d ía que la
ron en ellos y muchas personas se fueron. Se despidieron Miguel Ángel ant eced iera, entró a su cuarto a dorm ir. Luego se fue Adriana Cao Rom e-
-el amigo de Juan Meléndez - y su compañera. Los que jugaban a la ba- ro, luego Andrés Vega, luego G ilberto. Al final me quedé yo solo en el
raja llevaron uno de los focos exteriores a una de las casitas de palmiche y cuarto con el difunto y nunca me dormí.
siguieron con su pasar iernpo, Nosotros nos refugiamos en la casa. El salón Se me hada un requerimiento humano que alguien se quedara en vi-
central comprendía la caja. Hores, cirios y veladoras en medio. sillas al cos- gilia para acompañar al difunto en su última noche entre los vivos, su pri -'
tado de las paredes, sobre las cuales había toda suerte de reconocimientos. mera noche entera entre los muertos. Era un sacrificio que alguno tenia
diplomas, fotografías, todo enmarcado, todo recordando las andanzas del que ha cer: no dejarlo solo en la última noche quc pasaría en su casa. To-
desaparecido hombre de la casa; sobre unos clavos en la viga estaban sus maba en consideración todo lo que hablamos recibido de él: su música (y
sombreros, La Mona estaba parada -en su estuche-s-, sostenida por el los conflictos), las diversiones (y las restricciones). los éxitos (y la conster-
ataúd; todo esto estaba en el cuarto que había sido la casa original, el mis- nación del "establecimiento") ; por el renacimiento del son jarocho, por los
mísimo cuarto donde la primero. vez yo había dormido sobre un catre y di scos y el libro. Debiera de ser uno de nosotros.
Gilberto sobre la mesa . Volvió la rezandera. Después del rosario doña y habla una cosa más: yo tenía como bastante seguro que yo sería el
Juana pidió que tocáramos música. elegido. el heredero de La Mona. Podría haber sido cualquiera de sus dos
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amigos pr incipales: Anto nio Garcla de León o Gi lberto Guriérrez, pero el Nos congregamos alrededor de la caja . Félix, el hijo de doña J uan a, le des-
problema con esa solución era que en el acto estaría señalan do a uno so- capó la cara y le colocó el paliacare en el cuello. La última vez qu e lo
bre el otro, aclaración ajena a su naturaleza, No sabíamos mucho sobre su vimos (la única vez que lo vi muerto) : chiquito, pálido, el pelo blanco. chino
am istad con García de León, aparre de su obvia existen cia, previa a la re- como siempre.
lación con nosotros, y que era fuerte . Con Gi lberto habla sido bondadoso Doña Juana colocó dos de sus som breros en cada coscado. Se situ ó la
y cruel a la vez, como con su propia familia. Conmigo, la jarana quedada tapa de la caja, la clavaron. Era hora de irnos.
"entre la tropa", un poco neutralizada , pero presente. Pod ría habérsele Nos subimos al curo de Juan Meléndez, con Cirilo Hidalgo. el hermano
quedado a Patricio, su propia sangre, el heredero, por lo que se veía, de su de Rodríguez Clara.
don musical, pero el difumo nunca se había mostrado cariñoso --<iecenk -¿C--ómo es que el difunto llegó a nacer en Alvarado? - le pregunté-.
st, caballero si, pero amoroso no- con su raza sanguínea; Patricio era uno Porque ese lugar nunca figuró en sus historias.
de ellos mismos. No la hubiera dejado con Andrés Vega porque, no obs- -Miren, muchachos -<lijo--. Les voy a ser sincero. Yo sé que mi
cante su talento mu sical (y la necesidad de instrumentos que habla entre hermano decía haber nacido en Alvarado, quién sabe por qué. Pero no es
ellos, pues sucedió que una mañana de desvelo, tras uno de los fandangos cierto. Él nació en Nopalapan , igual que todos nosotros,
memorables de Boca de San Miguel, un joven c tno rnusic ólogo capital ino A la altura de la casa, ahora cayéndose, del difunto vecino de la pierna
hab ía emergido de la palapa de Mario Vega con su guitarra y segunda, mocha, al dejar atrás e! mundo primario mexicano y entrar a la vida mo -
recién compradas, bajo los brazos; I~ famil ia se quedó atónita: sin heren- derna del poblado del ejido Tacoteno, nos bajamos del coche de Juan Me -
cia, sin instrumentos) y a pesar de haber aprendido a cantar con el difun- léndez y seguirnos con el grupo a pie. El cortejo se dirigió a la capilla del
to Arcadio, Vega no era un poeta y la relaci ón entre los dos habla sido neu- pu eblo. Se colocó la caja en frente de! altar y una monja. que no había co-
tral y hasta antagónica. Adriana Cao Romero le era una amiga muy querida, nocido a nuestro difunto y tuvo que preguntar su nombre, d io rápida lec-
pero ella era arpista. Ahí estaba tambi én Juan Meléndez, cuyo entusiasmo rura a una serie de rezos y pronunció un breve sermón fúnebre, cuyo men-
y esfuerzo por el son jarocho no parecían ten er límites, y le habla sido un saje central con sistía en que la muerte era nuestro castigo ejemplar por los
amigo recien te, fuerce y fiel. De codos modos, me parec ía l.Jue e! difumo pecados que cometíamos en vida. A la salida , mientras se volvía a acomo-
hab la med ido bien las cosas y asegurado la presenc ia de la jarana en el cen- dar la caja en la carroza, uno de los muchos niños que se habían congre-
tro de operaciones. gado dijo: "O iga señor : ¿quién es el muerto? ". Le dije: "Arcad io Hidalgo,
y lo m iraba en la caja. ¿Era cierro, o no , que había visco un m ínimo Cruz, músico jarocho, revolucionario y poeta".
movimiento en la cara? ¡A la mejor no estaba muerto! A la mejor se hab ía Al llegar al final de la brecha, al convertirse ésta en calle urbana pavi-
efectuado una resucitación. A la mejor era un me nsaje, una despedida. H a- meneada, el mismísimo retapizador de muebles de hace cinco años nos ob-
bían pasado más de veinticuatro horas de su muerte tropical: quién sabe si servó un momento y volvió a su trabajo, como si no hubiera pasado ese
no se empezaba ya a percibir cierro rufo, Quién sabe si ese movimiento no tiempo. En el instante apareció una combi roja con placas de Oaxaca, con
era alguna mosca nocturna. el motor caliente y revolucionado. Era Roberto Donts, el pintor compadre
Am aneció. Se desvanecieron los ejércitos de zancudos y de sapos. Co - del difunto Arcadio,
menzó a volver la gente. Vino la rezandera y se rezó de nuevo. Llegaron ,-Apenas supe, me lancé- dijo. Dejó ahí su vehículo y siguió a pie
unos "hermanos" de la secta evangélica, espiritista, qu e Jo ten ían apuntado con los demás.
como uno de ellos (le hicieron una ceremonia particular) . Llegó la carroza, El día istmeño comenzaba a calentarse. Después de caminar las dos
102 r03
amigos pr incipales: Anto nio Garcla de León o Gi lberto Guriérrez, pero el Nos congregamos alrededor de la caja . Félix, el hijo de doña J uan a, le des-
problema con esa solución era que en el acto estaría señalan do a uno so- capó la cara y le colocó el paliacare en el cuello. La última vez qu e lo
bre el otro, aclaración ajena a su naturaleza, No sabíamos mucho sobre su vimos (la única vez que lo vi muerto) : chiquito, pálido, el pelo blanco. chino
am istad con García de León, aparre de su obvia existen cia, previa a la re- como siempre.
lación con nosotros, y que era fuerte . Con Gi lberto habla sido bondadoso Doña Juana colocó dos de sus som breros en cada coscado. Se situ ó la
y cruel a la vez, como con su propia familia. Conmigo, la jarana quedada tapa de la caja, la clavaron. Era hora de irnos.
"entre la tropa", un poco neutralizada , pero presente. Pod ría habérsele Nos subimos al curo de Juan Meléndez, con Cirilo Hidalgo. el hermano
quedado a Patricio, su propia sangre, el heredero, por lo que se veía, de su de Rodríguez Clara.
don musical, pero el difumo nunca se había mostrado cariñoso --<iecenk -¿C--ómo es que el difunto llegó a nacer en Alvarado? - le pregunté-.
st, caballero si, pero amoroso no- con su raza sanguínea; Patricio era uno Porque ese lugar nunca figuró en sus historias.
de ellos mismos. No la hubiera dejado con Andrés Vega porque, no obs- -Miren, muchachos -<lijo--. Les voy a ser sincero. Yo sé que mi
cante su talento mu sical (y la necesidad de instrumentos que habla entre hermano decía haber nacido en Alvarado, quién sabe por qué. Pero no es
ellos, pues sucedió que una mañana de desvelo, tras uno de los fandangos cierto. Él nació en Nopalapan , igual que todos nosotros,
memorables de Boca de San Miguel, un joven c tno rnusic ólogo capital ino A la altura de la casa, ahora cayéndose, del difunto vecino de la pierna
hab ía emergido de la palapa de Mario Vega con su guitarra y segunda, mocha, al dejar atrás e! mundo primario mexicano y entrar a la vida mo -
recién compradas, bajo los brazos; I~ famil ia se quedó atónita: sin heren- derna del poblado del ejido Tacoteno, nos bajamos del coche de Juan Me -
cia, sin instrumentos) y a pesar de haber aprendido a cantar con el difun- léndez y seguirnos con el grupo a pie. El cortejo se dirigió a la capilla del
to Arcadio, Vega no era un poeta y la relaci ón entre los dos habla sido neu- pu eblo. Se colocó la caja en frente de! altar y una monja. que no había co-
tral y hasta antagónica. Adriana Cao Romero le era una amiga muy querida, nocido a nuestro difunto y tuvo que preguntar su nombre, d io rápida lec-
pero ella era arpista. Ahí estaba tambi én Juan Meléndez, cuyo entusiasmo rura a una serie de rezos y pronunció un breve sermón fúnebre, cuyo men-
y esfuerzo por el son jarocho no parecían ten er límites, y le habla sido un saje central con sistía en que la muerte era nuestro castigo ejemplar por los
amigo recien te, fuerce y fiel. De codos modos, me parec ía l.Jue e! difumo pecados que cometíamos en vida. A la salida , mientras se volvía a acomo-
hab la med ido bien las cosas y asegurado la presenc ia de la jarana en el cen- dar la caja en la carroza, uno de los muchos niños que se habían congre-
tro de operaciones. gado dijo: "O iga señor : ¿quién es el muerto? ". Le dije: "Arcad io Hidalgo,
y lo m iraba en la caja. ¿Era cierro, o no , que había visco un m ínimo Cruz, músico jarocho, revolucionario y poeta".
movimiento en la cara? ¡A la mejor no estaba muerto! A la mejor se hab ía Al llegar al final de la brecha, al convertirse ésta en calle urbana pavi-
efectuado una resucitación. A la mejor era un me nsaje, una despedida. H a- meneada, el mismísimo retapizador de muebles de hace cinco años nos ob-
bían pasado más de veinticuatro horas de su muerte tropical: quién sabe si servó un momento y volvió a su trabajo, como si no hubiera pasado ese
no se empezaba ya a percibir cierro rufo, Quién sabe si ese movimiento no tiempo. En el instante apareció una combi roja con placas de Oaxaca, con
era alguna mosca nocturna. el motor caliente y revolucionado. Era Roberto Donts, el pintor compadre
Am aneció. Se desvanecieron los ejércitos de zancudos y de sapos. Co - del difunto Arcadio,
menzó a volver la gente. Vino la rezandera y se rezó de nuevo. Llegaron ,-Apenas supe, me lancé- dijo. Dejó ahí su vehículo y siguió a pie
unos "hermanos" de la secta evangélica, espiritista, qu e Jo ten ían apuntado con los demás.
como uno de ellos (le hicieron una ceremonia particular) . Llegó la carroza, El día istmeño comenzaba a calentarse. Después de caminar las dos
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largas aceras del cuartel militar, nos paramos en una esquina y Gilberto, Volvimos a la casa. Andrés Vega entró al dormitorio y se du rmió. Los de-
Vega y yo sacamos los instrumentos de los estu ches. Juan Meléndez dejó más nos quedamos afuera. en un grupo, parados, med io hablando. Al ta-
su coche con su hermana y nos acompañó, tocando la jarana prim era he- to salieron Félix y doña Juana . Él dijo:
cha por Gilbeno para el difunto Quirino, comprada por el difunto Arca- -Ustedes saben que el difunto Arcadio tenía una cosa, su jarana, que
dio , y que ahor a era suya. Desde ahí hasta llegar al panteón viejo (un rre- quería casi se puede decir más que a cualquier otra . Él dejó instrucciones
cho largo por las callesserranas y ribereñas de Minatitlán , el aire ya calien- precisas acerca de su destino y ha llegado el momento de comunicárselas.
te y húmedo. 1:1 sol fuerte. las emociones pesadas. los cuerpos desvelados y Doña Juana entró a la casa y salió con el estuche . Félix lo tornó , 'o k-
hambrientos. perdido el sentido del tiempo) fuimos cocando el son de L! vant ó como sí fuera el cáliz y dijo:
llorancita; (Yo observé la comodidad con que los jaraneros y guirarreros -Est;lS son las instrucciones que el difumo dej ó tocante a la jar.i-ia, y
tacaban sus instrumentos mientras caminaban en este conejo fúnebre; el que doña Juana sea resrigo, y Juan Meléndez también, porque se las oye-
violín, por las calles de Minatitlán, era una verdadera molestia -no ron decir. Don Arcadio deseaba que esta jarana se quedara con su amigo
obstante que el sonido que producía compaginaba con ese son; y debe de más nuevo, Miguel Ángel Cruz, para que él aprendiera a tocar. Y que si no
haber sonado bello y triste para las personas que en las pucnas de sus ca- la quisiera recibir, que se quemara; y que si no aprendiera a tocar, que se
sas salían a mirar- por la posición, por las gotas de sudor mezclándose quemara. ¿Lo que digo es cierto, doña Juana?
con las lágrimas.) Ella d ijo que sí.
Se colocó la caja en la plataforma del pequeño kiosco en la entrada del - ¿Lo que digo es cierto, Juan ?
panteón viejo, la .¡ .u esala del despido y ahí estuvimos parados en silencio, Juan Meléndez dijo que sí.
sin saber qué hacer, ni quién mand aba, quizás esperando a que un sacer- - Pues que pase Miguel Ángel -<!.ijo Félix. Salió del grupo el amigo
dote diera la bendición. Dalia Juana pidi6 que cocáramos La morena y El de Juan Meléndcz. Se le entregó el escuche. Lo empezó a abrir, pero éste
perro, pero que cant áramos: todo el mundo se puso a llorar. Acto seguido, estaba bocabajo y la jarana se iba a caer al sudo. Gilbeno agarró el escu-
cargamos la caja a la fosa y la bajaron. Juan Meléndez declamó la décima: che. lo viró y se lo entreg ó a Miguel Ángel Cruz. Lo abrió y sacó la jarana.
La miró, la pasó a Gilberto; él sonó las cuerdas. hizo un intento de mala
Si algú n d ía oyeras decir
que yo de pesar he muerto, gana de afinarlas y me la pasó a mí. Las afiné y se la volví a dar. Gilberto
no lo dude s que sea cierro , sonó algunas pisadas y se la pasó a Miguel Ángel Cruz.
qu e ya no puedo vivir.
- Por supuesto sabes cocar bien -le dijo Roberto Don ís, con leve
En ton ces oirás dec ir
"Mu rió el Rey de los Amor es' . agresividad.
Me van a encerrar. no llores. - No -contestó--. Apenas comenzaba a aprender.
que ya voy a descansar: Despertamos a don Andrés, porque ya nos íbamos. Nos despedimos. Nos
nunca dejes de regar
sobre de mi rumb a flores.
metimos al coche de Juan Mel éndez, Cuando salimos de la parcela,Vega dijo:
-Bueno ¿y La Mona ?
Cubrieron la caja con tierra mojada; plantaron una cruz de madera, pin- Le dijimos lo que había sucedido.
tada: "Arcadio Hidalgo Cruz. 12 de enero de r893 - 7 de julio de 1984" y -Me carga la chingada -<!.ijo--. Yo siempre he sabido que esa tercera
pusimos las flores en el lodo como si hubieran estado vivas. se quedaba contigo -dijo, señal ándome a rní,
-Pues ya ves -dije.
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largas aceras del cuartel militar, nos paramos en una esquina y Gilberto, Volvimos a la casa. Andrés Vega entró al dormitorio y se du rmió. Los de-
Vega y yo sacamos los instrumentos de los estu ches. Juan Meléndez dejó más nos quedamos afuera. en un grupo, parados, med io hablando. Al ta-
su coche con su hermana y nos acompañó, tocando la jarana prim era he- to salieron Félix y doña Juana . Él dijo:
cha por Gilbeno para el difunto Quirino, comprada por el difunto Arca- -Ustedes saben que el difunto Arcadio tenía una cosa, su jarana, que
dio , y que ahor a era suya. Desde ahí hasta llegar al panteón viejo (un rre- quería casi se puede decir más que a cualquier otra . Él dejó instrucciones
cho largo por las callesserranas y ribereñas de Minatitlán , el aire ya calien- precisas acerca de su destino y ha llegado el momento de comunicárselas.
te y húmedo. 1:1 sol fuerte. las emociones pesadas. los cuerpos desvelados y Doña Juana entró a la casa y salió con el estuche . Félix lo tornó , 'o k-
hambrientos. perdido el sentido del tiempo) fuimos cocando el son de L! vant ó como sí fuera el cáliz y dijo:
llorancita; (Yo observé la comodidad con que los jaraneros y guirarreros -Est;lS son las instrucciones que el difumo dej ó tocante a la jar.i-ia, y
tacaban sus instrumentos mientras caminaban en este conejo fúnebre; el que doña Juana sea resrigo, y Juan Meléndez también, porque se las oye-
violín, por las calles de Minatitlán, era una verdadera molestia -no ron decir. Don Arcadio deseaba que esta jarana se quedara con su amigo
obstante que el sonido que producía compaginaba con ese son; y debe de más nuevo, Miguel Ángel Cruz, para que él aprendiera a tocar. Y que si no
haber sonado bello y triste para las personas que en las pucnas de sus ca- la quisiera recibir, que se quemara; y que si no aprendiera a tocar, que se
sas salían a mirar- por la posición, por las gotas de sudor mezclándose quemara. ¿Lo que digo es cierto, doña Juana?
con las lágrimas.) Ella d ijo que sí.
Se colocó la caja en la plataforma del pequeño kiosco en la entrada del - ¿Lo que digo es cierto, Juan ?
panteón viejo, la .¡ .u esala del despido y ahí estuvimos parados en silencio, Juan Meléndez dijo que sí.
sin saber qué hacer, ni quién mand aba, quizás esperando a que un sacer- - Pues que pase Miguel Ángel -<!.ijo Félix. Salió del grupo el amigo
dote diera la bendición. Dalia Juana pidi6 que cocáramos La morena y El de Juan Meléndcz. Se le entregó el escuche. Lo empezó a abrir, pero éste
perro, pero que cant áramos: todo el mundo se puso a llorar. Acto seguido, estaba bocabajo y la jarana se iba a caer al sudo. Gilbeno agarró el escu-
cargamos la caja a la fosa y la bajaron. Juan Meléndez declamó la décima: che. lo viró y se lo entreg ó a Miguel Ángel Cruz. Lo abrió y sacó la jarana.
La miró, la pasó a Gilberto; él sonó las cuerdas. hizo un intento de mala
Si algú n d ía oyeras decir
que yo de pesar he muerto, gana de afinarlas y me la pasó a mí. Las afiné y se la volví a dar. Gilberto
no lo dude s que sea cierro , sonó algunas pisadas y se la pasó a Miguel Ángel Cruz.
qu e ya no puedo vivir.
- Por supuesto sabes cocar bien -le dijo Roberto Don ís, con leve
En ton ces oirás dec ir
"Mu rió el Rey de los Amor es' . agresividad.
Me van a encerrar. no llores. - No -contestó--. Apenas comenzaba a aprender.
que ya voy a descansar: Despertamos a don Andrés, porque ya nos íbamos. Nos despedimos. Nos
nunca dejes de regar
sobre de mi rumb a flores.
metimos al coche de Juan Mel éndez, Cuando salimos de la parcela,Vega dijo:
-Bueno ¿y La Mona ?
Cubrieron la caja con tierra mojada; plantaron una cruz de madera, pin- Le dijimos lo que había sucedido.
tada: "Arcadio Hidalgo Cruz. 12 de enero de r893 - 7 de julio de 1984" y -Me carga la chingada -<!.ijo--. Yo siempre he sabido que esa tercera
pusimos las flores en el lodo como si hubieran estado vivas. se quedaba contigo -dijo, señal ándome a rní,
-Pues ya ves -dije.
106 10 7

XI XII
No s juntam os Roberto Don ís, Adriana Cao Rom ero, Juan M el éndez ,
And rés Vega. C ilberro Cutiérrez y yo en un restaurante de.mariscos en una 1 de febrero de 2000. El XXI Encuentro de Jaraneros.
de las salidas de M inaritlán a Coarzacoalcos, en med io de unas nuevas su- Tlacotalpan. La plaza de Doña Martba.
pcrcarrereras y entronques qUI: rambi én nos llevarían al aero puerto nuevo,
de donde tendríamos que partir un poco más tarde . Comimos caldos de EL EVE N T O magno del año . Hay grupos de la cue nca del Papaloapan,
camarón y tomamos cervezas; hablamo s de cualquier arra cosa. campesinos, pueblerinos , semipro fesionales; también los hay de Veracruz,
A punto de despedirnos alguien dijo: de Jalapa, del Istmo, de México ; ha llegado un autobús lleno de grupos
-¿ y qué con La M'ona? popolucas y nahuas de la falda sur de la sierra de Los Tuxtlas; hemos llegado
-Pues - diju Ci lberto-s-, aquí estamos para ver que aquél aprenda a una camionecada de gente de Micho acán, Escá n los grupos que han hecho
tocar, y si no , para q uem arla. "discos": Chuchumbé(Patricio H idalgo) , Son dt Madtra (Ramón Cutiérrez
-El viejo nos dejó a nosotros sin la herencia -dije-. Y a aquél le d.:jó Hern ández [tiene prestado mi violín] , José Tereso Vega), Los Utrera (Ca -
un a rarea y un problema. merino y Anasrasio), Los Vega (Gonzalo Vega. Claudia y Fredd is N aranjo
Vega [este último tiene prestado el mosqu iro que compramos en el me rca-
do de Sant iago Tuxtla] y su primo Enrique Palacios Vega), Z uamandú:
(Francisco Garda Ranz, Adriana Cao Romero --ella ahora roca con Chu-
'chumbé-, Antonio G arcía de León - no vino , pero en tiempos recientes
noshemos encontrado, amistosamente, en la Galerla Cuatro (documentos
coloniales) del Archivo General de la Na ción), Tacoteno (ju an Mel éndez), el
grupo que más discos ha grabado . Los Coj olites (Noé González hijo y su her-
mano arp ista, Jod ), Siquisiri (Rodrigo Guriérrez Castellanos), Hlleuri, Mo-
no Blanco (Gilberto Guti érrez, And rés Vega, Ocravio Vega; durante el ano
han sacado dos discos: Grupo Mono Blanco: SonesJarochos. VoL V. (sones tra-
dicionales) y El mundo se va a acabar (ocho composiciones de Gilberro) .
C ada grupo dispone de diez minutos para presentarse; el evento es lar-
gulsimo ; las "propuestas" son variad ísimas; es cierro: el son jarocho sí está
en una especie de auge. Ha y grupos de roda índol e. Un vaquero florea la
reata en la calle junto al encuent ro mientras uno de los grupos toca El to-
ro zacamandú. Los joyeros, que de d ía venden en las banquetas (y ahora
duermen en tiendas de cam paña - honguitus sinté ticos de color- en las
jardin eras de las plazas, sus bebés en ingenio sos asientos de plástico). de
noche andan por todas partes con sus jaranas colgadas al hombro, cual
afgano s con sus rifles, y tocan y bailan en los fandangos.
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XI XII
No s juntam os Roberto Don ís, Adriana Cao Rom ero, Juan M el éndez ,
And rés Vega. C ilberro Cutiérrez y yo en un restaurante de.mariscos en una 1 de febrero de 2000. El XXI Encuentro de Jaraneros.
de las salidas de M inaritlán a Coarzacoalcos, en med io de unas nuevas su- Tlacotalpan. La plaza de Doña Martba.
pcrcarrereras y entronques qUI: rambi én nos llevarían al aero puerto nuevo,
de donde tendríamos que partir un poco más tarde . Comimos caldos de EL EVE N T O magno del año . Hay grupos de la cue nca del Papaloapan,
camarón y tomamos cervezas; hablamo s de cualquier arra cosa. campesinos, pueblerinos , semipro fesionales; también los hay de Veracruz,
A punto de despedirnos alguien dijo: de Jalapa, del Istmo, de México ; ha llegado un autobús lleno de grupos
-¿ y qué con La M'ona? popolucas y nahuas de la falda sur de la sierra de Los Tuxtlas; hemos llegado
-Pues - diju Ci lberto-s-, aquí estamos para ver que aquél aprenda a una camionecada de gente de Micho acán, Escá n los grupos que han hecho
tocar, y si no , para q uem arla. "discos": Chuchumbé(Patricio H idalgo) , Son dt Madtra (Ramón Cutiérrez
-El viejo nos dejó a nosotros sin la herencia -dije-. Y a aquél le d.:jó Hern ández [tiene prestado mi violín] , José Tereso Vega), Los Utrera (Ca -
un a rarea y un problema. merino y Anasrasio), Los Vega (Gonzalo Vega. Claudia y Fredd is N aranjo
Vega [este último tiene prestado el mosqu iro que compramos en el me rca-
do de Sant iago Tuxtla] y su primo Enrique Palacios Vega), Z uamandú:
(Francisco Garda Ranz, Adriana Cao Romero --ella ahora roca con Chu-
'chumbé-, Antonio G arcía de León - no vino , pero en tiempos recientes
noshemos encontrado, amistosamente, en la Galerla Cuatro (documentos
coloniales) del Archivo General de la Na ción), Tacoteno (ju an Mel éndez), el
grupo que más discos ha grabado . Los Coj olites (Noé González hijo y su her-
mano arp ista, Jod ), Siquisiri (Rodrigo Guriérrez Castellanos), Hlleuri, Mo-
no Blanco (Gilberto Guti érrez, And rés Vega, Ocravio Vega; durante el ano
han sacado dos discos: Grupo Mono Blanco: SonesJarochos. VoL V. (sones tra-
dicionales) y El mundo se va a acabar (ocho composiciones de Gilberro) .
C ada grupo dispone de diez minutos para presentarse; el evento es lar-
gulsimo ; las "propuestas" son variad ísimas; es cierro: el son jarocho sí está
en una especie de auge. Ha y grupos de roda índol e. Un vaquero florea la
reata en la calle junto al encuent ro mientras uno de los grupos toca El to-
ro zacamandú. Los joyeros, que de d ía venden en las banquetas (y ahora
duermen en tiendas de cam paña - honguitus sinté ticos de color- en las
jardin eras de las plazas, sus bebés en ingenio sos asientos de plástico). de
noche andan por todas partes con sus jaranas colgadas al hombro, cual
afgano s con sus rifles, y tocan y bailan en los fandangos.
108 1°9
La mera fit:~la dacoralpeña
esrá en auge: el pu eblo ya tiene la categoría
7UJ tales para el éxito que se gO"l.:l.ba. Pero era un monólogo, y desde la er mi ta
de "Patrimonio de la Humanidad", pero la sociedad que lo poblaba ha deja- de Santa Rosa me ruve que convencer, Con roda probabilidad aún era
do de existir: la fiesrase ha convenido en un evento comercial para los de fue. buen momento para ver si la "haría" como impresor. .. Pa' los loros delJaral,
ra. Los nuevos riCOS conservan y modernizan sus casas en la ribera del río, pe- las vacas de 'ande mismo", me d ijo Vega, en un intento d e que no me sin -
ro por precaución no acuden: muchas b.mílias de la oligarquía tradicional son riera can mal. Desde la "sana" distancia entre el alegre puerto de Vcracruz
ahora una sombra de lo que eran: los gimaJt:ros y.a dejaron de ser ricos. y los industriosos cañaverales de Tacámbaro, observaba -admirado- la
Ramón Guciérrez Catellanos tiene el rancho embargado y ahora vive en Ler- manera en que proliferaban las actividades jarochas: cuánla buena música
do de Tejada; al parecer no vino. Doña Catalina falleció hará una década. Mu- se hada, cómo resucitaba la relación entre la música y la tarima, cuántos
chos hab itantes originales de Tlacotalpan viven en las ciudades o han emigra- compañeros vivían ahora de la producción de instrumentos musicales,
do a los Estados Unidos; los campesinos que venían ensus lanchas repletas de cómo se formaban parejas. cómo nadan fururos jaraneros y futuras
[rulas, cochinos y gallinas para pasar la semana entera con SU5 parientes ya lle- bailadoras. A la vez, me encontraba forzado a observar que yo mi smo era
gan en autobús o en sus camionetas y viven en la econom ía del dinero: sus hi- el único apasionado de la tipografra novo/tradicional en el territorio his-
jos están en b.. escuda; la planta baja de la casa de los Curiércez es un restau- panoamericano entre el elo Bravo y el río de la Plata. No le hace. La ma-
rante; la plaza principal Se ha convertido en una discoteca -bar de magnos yoría de las amistades siguen intactas.
decibeles, repleto de juniors de Jalapa y del Puerro , tomados y agresivos. A eso Esa noche andaba con un gafere de "Volu ntario". (Los voluntarios po-
de las diez u once de la noche entra un fuerte norte. remolinos de basura de dían ser mandados por los organizadores -Gilberro era uno de ellos-- "pa-
papel y plástico tornan la calle y los corredores de las casas por asalto, el aire ra cargar sillas, tarimas, para recoger la basura, para ayudar al público en
huele a sudor de toros asustados, a pasojo y a orines de caballos azuzados; el cualquier problema, para servir de cnlace.) En algún momento, hacia la
"vigoroso" y creciente mundo del son jarocho, todos ahora portando media noche, me encontraba a un lado del foro, donde se concentraban
chamarras, gabanes, rebozos y bufandas, no sale de la Plaza de Doña Martha. los músicos antes de subir al templete. Vi por primera vez a Juan Meléndez y
Yo no formo parte del Grupo Mono Blanco desde [987. Despu6 del fu- me acerqué para saludarlo. Mientras lo hacía, observé una jarana brillosa
llecimienro de don Arcadio la dinámica de las presentaciones cambió. De- con incrustaciones en la caja que colgaba del hombro de un músico - a
jaron de ser eventos literario-teatrales con música para convenirse en con- tod as luces un integrante del Grupo Tacotcno- con "quien había estado
ciertos de m úsica, Se empezaron a efectuar los fandangos populares y los tao hablando Juan.
lleres de enseñanza. En esras circunstancias yo era más"una curiosidad que -¡Es La Mona! --dije.
un elemento indispensable (¿de qué podría yo impartir un caller?). Pero no -Así es -dijo Juan .
me ret iraba: cedo aquello era mi vida también. Gilberto comenzó a hacer - ¿Q ué hay? --dije.
giras y proyectos sin mí ~n primer térm ino, un sonado ciclo en el estado El que la tra ía no tenía de otra: se la descolgó y me la pasó; la miré en
de Veracruz, evento de inauguració n del Insriruto Veracruzano de Cultura, todas sus parees y le soné algunas pisadas. mientras Juan Meléndez me de-
con músicos mestizos e indígenas, en colaboración con Ofdia Medina- ; cía que en estos dieciséis años Miguel Angel Cruz nunca hab ía aprendido
armé varios berrinches que no surtieron efecto alguno y un buen d ía enten- a locar, y que hada poco se la había dado.
dí que mi presencia en el grupo había llegado a su fin . Yo escuchaba sus palabras pero iba también pensando que la jarana se
Por mucho tiempo pensé que Gilberto se equivocaba, que mi enfoque, encontraba tal y como la había dejado el difunto, medio arruinada; que a
mi independencia de criterio y mi sentido arquitectónico eran fundamen- estas alturas rondaban muchas jaranas superiores.
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La mera fit:~la dacoralpeña
esrá en auge: el pu eblo ya tiene la categoría
7UJ tales para el éxito que se gO"l.:l.ba. Pero era un monólogo, y desde la er mi ta
de "Patrimonio de la Humanidad", pero la sociedad que lo poblaba ha deja- de Santa Rosa me ruve que convencer, Con roda probabilidad aún era
do de existir: la fiesrase ha convenido en un evento comercial para los de fue. buen momento para ver si la "haría" como impresor. .. Pa' los loros delJaral,
ra. Los nuevos riCOS conservan y modernizan sus casas en la ribera del río, pe- las vacas de 'ande mismo", me d ijo Vega, en un intento d e que no me sin -
ro por precaución no acuden: muchas b.mílias de la oligarquía tradicional son riera can mal. Desde la "sana" distancia entre el alegre puerto de Vcracruz
ahora una sombra de lo que eran: los gimaJt:ros y.a dejaron de ser ricos. y los industriosos cañaverales de Tacámbaro, observaba -admirado- la
Ramón Guciérrez Catellanos tiene el rancho embargado y ahora vive en Ler- manera en que proliferaban las actividades jarochas: cuánla buena música
do de Tejada; al parecer no vino. Doña Catalina falleció hará una década. Mu- se hada, cómo resucitaba la relación entre la música y la tarima, cuántos
chos hab itantes originales de Tlacotalpan viven en las ciudades o han emigra- compañeros vivían ahora de la producción de instrumentos musicales,
do a los Estados Unidos; los campesinos que venían ensus lanchas repletas de cómo se formaban parejas. cómo nadan fururos jaraneros y futuras
[rulas, cochinos y gallinas para pasar la semana entera con SU5 parientes ya lle- bailadoras. A la vez, me encontraba forzado a observar que yo mi smo era
gan en autobús o en sus camionetas y viven en la econom ía del dinero: sus hi- el único apasionado de la tipografra novo/tradicional en el territorio his-
jos están en b.. escuda; la planta baja de la casa de los Curiércez es un restau- panoamericano entre el elo Bravo y el río de la Plata. No le hace. La ma-
rante; la plaza principal Se ha convertido en una discoteca -bar de magnos yoría de las amistades siguen intactas.
decibeles, repleto de juniors de Jalapa y del Puerro , tomados y agresivos. A eso Esa noche andaba con un gafere de "Volu ntario". (Los voluntarios po-
de las diez u once de la noche entra un fuerte norte. remolinos de basura de dían ser mandados por los organizadores -Gilberro era uno de ellos-- "pa-
papel y plástico tornan la calle y los corredores de las casas por asalto, el aire ra cargar sillas, tarimas, para recoger la basura, para ayudar al público en
huele a sudor de toros asustados, a pasojo y a orines de caballos azuzados; el cualquier problema, para servir de cnlace.) En algún momento, hacia la
"vigoroso" y creciente mundo del son jarocho, todos ahora portando media noche, me encontraba a un lado del foro, donde se concentraban
chamarras, gabanes, rebozos y bufandas, no sale de la Plaza de Doña Martha. los músicos antes de subir al templete. Vi por primera vez a Juan Meléndez y
Yo no formo parte del Grupo Mono Blanco desde [987. Despu6 del fu- me acerqué para saludarlo. Mientras lo hacía, observé una jarana brillosa
llecimienro de don Arcadio la dinámica de las presentaciones cambió. De- con incrustaciones en la caja que colgaba del hombro de un músico - a
jaron de ser eventos literario-teatrales con música para convenirse en con- tod as luces un integrante del Grupo Tacotcno- con "quien había estado
ciertos de m úsica, Se empezaron a efectuar los fandangos populares y los tao hablando Juan.
lleres de enseñanza. En esras circunstancias yo era más"una curiosidad que -¡Es La Mona! --dije.
un elemento indispensable (¿de qué podría yo impartir un caller?). Pero no -Así es -dijo Juan .
me ret iraba: cedo aquello era mi vida también. Gilberto comenzó a hacer - ¿Q ué hay? --dije.
giras y proyectos sin mí ~n primer térm ino, un sonado ciclo en el estado El que la tra ía no tenía de otra: se la descolgó y me la pasó; la miré en
de Veracruz, evento de inauguració n del Insriruto Veracruzano de Cultura, todas sus parees y le soné algunas pisadas. mientras Juan Meléndez me de-
con músicos mestizos e indígenas, en colaboración con Ofdia Medina- ; cía que en estos dieciséis años Miguel Angel Cruz nunca hab ía aprendido
armé varios berrinches que no surtieron efecto alguno y un buen d ía enten- a locar, y que hada poco se la había dado.
dí que mi presencia en el grupo había llegado a su fin . Yo escuchaba sus palabras pero iba también pensando que la jarana se
Por mucho tiempo pensé que Gilberto se equivocaba, que mi enfoque, encontraba tal y como la había dejado el difunto, medio arruinada; que a
mi independencia de criterio y mi sentido arquitectónico eran fundamen- estas alturas rondaban muchas jaranas superiores.
rro Ir1
XIII XIV
4 de febrero de 2000.
La sala de la casa de Gilberto Gutiérrez Silva Hotmail Message
y Silvia González de León,
en El Coyol, Puerto de ~racruz. de Gilberto Gutiérrez silva para Juan Pascoe,
O C/I\VIO VEGA , César Castro. Gilberro y yo tocábamos música. To-
e12 de abril de 2002.
máharnos rnezcal y comentábamos la fiesta. César mencionó lo de la tercera:
-Ah, sí- dijo OClavio-. Patricio ya se había dado cuenca de que La
Pu e s sí don Juan: F:.!1a1mente me pas é una semana
Mona estaba en manos de Juan Meléndez, pero que, al son aría, vio que te- a l e j a d o de todo. Visité el mí tico Bod e gas de Otapa ,
nía más fama que sonido y no movió el asunto. donde vi v e Carmela , la h i ja de José Adau t o y p arece
- Pues allá él ~ijo Gilberto-. Por una pane, sigue vigente la dis- que h a bri a que hacer un f and ango ahí , p ara ver una
posición de su abuelo: esa jarana debiera de quemars e, porque su herede- carnada de baiiadores que no ba jan a E ~ ~a t o . Conoc í .
e n Dos Matas. a Tomasa Far ías, j a r a n e r a y can tado ra '
ro ni aprendi ó a tocar ni la quiso guardar. Y por otra, ni es cierro que sea
de t i empos pasados. Toqué p a r a los guachi s de El
una jarana de poca conside ración: el difunto se empeñó en desgraciarla. en Ha t o y una noche vino Utrera y otra Came ri no y
disfrazarle la voz, pero su grandeza ahí está. Existe aún por 10 meno s un Utrera. A Came rino le d ije que se acue rde que noso -
hacedor de jaranas que sabría cómo devolvérsela.. . tros tocábamos para que ellos creci e r an y que no se
- Es muy poco prob able que eso suceda - dije yo-, a menos qu e que d e n s iendo músicos de e s cenario. La c omu n i dad se
que ja de que no tocan más para el luga r excepto el
vuelva a caer en un puesto de La Lagunilla y la encontremos algún domingo
v iejo Utrera, pero no tiene jaranero . De todos mo-
que andemos por ahí.
dos este a ño e staré vis i t ando, para h a cer ta lleres .
Luego llegué has ta Tacamichapan, al semi na r i o d e
Los Cojo1ites . Más que seminario fu e ron unas vaca -
c iones con ta l leres. César se encon t r aba a llá d esde
el prime r d í a y les echó l a mano. fu e ra de p rogra -
ma, porque son a l go de sorgani zados . Ahí me encontré
con Fr a n c i s c o García Ranz y platicamos un poco al
respecto de La Mona. Hasta ah í l l e g ó J u a n Meléndez
y le dije que s ó l o se ha cump lido l a mita d del de-
s e o postmortem de Arcadio . Me dice que la jarana
regresó a Migue l Ángel Cruz. Pues quedó claro que
e sa jarana se debe quemar y que si Arcadio se la
d ejó a Mig u e l Ángel Cruz con e s e gran compromiso.
pues é l habrá s a b i do por qué lo hizo...
rro Ir1
XIII XIV
4 de febrero de 2000.
La sala de la casa de Gilberto Gutiérrez Silva Hotmail Message
y Silvia González de León,
en El Coyol, Puerto de ~racruz. de Gilberto Gutiérrez silva para Juan Pascoe,
O C/I\VIO VEGA , César Castro. Gilberro y yo tocábamos música. To-
e12 de abril de 2002.
máharnos rnezcal y comentábamos la fiesta. César mencionó lo de la tercera:
-Ah, sí- dijo OClavio-. Patricio ya se había dado cuenca de que La
Pu e s sí don Juan: F:.!1a1mente me pas é una semana
Mona estaba en manos de Juan Meléndez, pero que, al son aría, vio que te- a l e j a d o de todo. Visité el mí tico Bod e gas de Otapa ,
nía más fama que sonido y no movió el asunto. donde vi v e Carmela , la h i ja de José Adau t o y p arece
- Pues allá él ~ijo Gilberto-. Por una pane, sigue vigente la dis- que h a bri a que hacer un f and ango ahí , p ara ver una
posición de su abuelo: esa jarana debiera de quemars e, porque su herede- carnada de baiiadores que no ba jan a E ~ ~a t o . Conoc í .
e n Dos Matas. a Tomasa Far ías, j a r a n e r a y can tado ra '
ro ni aprendi ó a tocar ni la quiso guardar. Y por otra, ni es cierro que sea
de t i empos pasados. Toqué p a r a los guachi s de El
una jarana de poca conside ración: el difunto se empeñó en desgraciarla. en Ha t o y una noche vino Utrera y otra Came ri no y
disfrazarle la voz, pero su grandeza ahí está. Existe aún por 10 meno s un Utrera. A Came rino le d ije que se acue rde que noso -
hacedor de jaranas que sabría cómo devolvérsela.. . tros tocábamos para que ellos creci e r an y que no se
- Es muy poco prob able que eso suceda - dije yo-, a menos qu e que d e n s iendo músicos de e s cenario. La c omu n i dad se
que ja de que no tocan más para el luga r excepto el
vuelva a caer en un puesto de La Lagunilla y la encontremos algún domingo
v iejo Utrera, pero no tiene jaranero . De todos mo-
que andemos por ahí.
dos este a ño e staré vis i t ando, para h a cer ta lleres .
Luego llegué has ta Tacamichapan, al semi na r i o d e
Los Cojo1ites . Más que seminario fu e ron unas vaca -
c iones con ta l leres. César se encon t r aba a llá d esde
el prime r d í a y les echó l a mano. fu e ra de p rogra -
ma, porque son a l go de sorgani zados . Ahí me encontré
con Fr a n c i s c o García Ranz y platicamos un poco al
respecto de La Mona. Hasta ah í l l e g ó J u a n Meléndez
y le dije que s ó l o se ha cump lido l a mita d del de-
s e o postmortem de Arcadio . Me dice que la jarana
regresó a Migue l Ángel Cruz. Pues quedó claro que
e sa jarana se debe quemar y que si Arcadio se la
d ejó a Mig u e l Ángel Cruz con e s e gran compromiso.
pues é l habrá s a b i do por qué lo hizo...
Siendo rector de la Un iversidad Vcracr uzan a
el do ctor Vict or A. Arrcdondo ,
'-11 mona, de Juan Pascoe,
se r érmino de im p rim ir en sep tiem bre del 2003 en los ralleres de
Siena Ed ito res con domicilio en cal le Jade N o. 4305
Col. Villa Posadas C. r. 72060 en Puebla. Puco
·lel. : 01 (221) 756 1\2 20 121
L. edi ci ón con sta de m il ejempla res más sob rantes pa ra reposició n.
Se ut ilizaron ripo s AGaramond de J O/ 13 puntos.
Adobe Gar arnond Experr, Co ur ier y Muti s O rnarncnrs,
Fo rmació n: Arda POl.O. Villanucva,
La Ed ición CSlUYO al cuidad o de Agusdn del Mo ral Tejeda,
Fe e erratas

Dice Debe decir

Páginas R(crédito de la forografía); ]ó, tercer párrafo, se-


gunda y tercera Iineas, y 67, CU :I no p árrafo , penúltima Ií
nea
Rafael Don ís Rafael Doni z

I';'gilla 1(1, segundo p árrn lo, seg unda Iinca


oriundo del pueblo clasista y ganadero llamado Tlacotalpan oriundo del pueblo "clasudo" y ganadero llamadoTlacotalpan

PiÍ gin;124, (creer p árrufo. pcn úlrim» linea:


l.as hijns. elegantes y clasistas. saluda ron L<Js hijas , clegar .cs y "c las ud as", saludaron

P:iginól JH, segundo p árrafo, quinta línea:


(tamaúos segunda y tres cuartos. más o menos) (t urnaúo segunda y IITS cuartos . más o menos)

P;igilla ~S . :<q ; und(1 p ármfo. sexl;I y ~ é r l i ma Iincas


Gilbcno ya tenia su guitarra. renovada por don Ouirino Gilbcrto ya tenia su guitarra. hecha de nuevo por don Quirino

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