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La historia del Primer Papa: San Pedro.

Cuando Jesucristo reunió a los doce, Simón Pedro fue el primer llamado.

Su nombre era Simón hijo de Jona (en arameo, Simón bar Jona, o sea, hijo
de Jona), y nació en Betsaida, situada en la orilla septemtrional del lago de
Genezaret, pero vivía en el pueblo de Cafarnaúm, con su hermano Andrés,
con el que ejercía el oficio de pescador. Fue Jesucristo el que le llamó Cefa,
o Kefa (en arameo, piedra o roca; en griego, petros). Fue discípulo de San
Juan Bautista, que le dirigió hacia el Maestro. Cuando Jesucristo reunió a los
doce, Simón Pedro es el primer llamado.
En los tres primeros Evangelios, la lista de los Apóstoles empieza siempre con
su nombre. "Primero Simón, llamado Pedro..." (Mateo 10,2). Después de
haber renegado tres veces al Maestro, durante los trágicos días de la Pasión,
Simón Pedro es el primero de los Apóstoles a los que se aparece Jesucristo.

Los Hechos de los Apóstoles hablan de su obra organizadora hasta el año


50. Es Pedro el que nombra un sucesor de Judas, que se había suicidado,
y organiza el cuerpo de los siste diáconos, poniendo así los fundamentos de
la Iglesia como organización. Era un espíritu activo y humano, emprendedor
y decidido, y el amor a Jesús dirigió constantemente sus pasos hasta su
muerte de mártir. En los pocos años que corren desde la muerte en el
Gólgota y la muerte del primero de los Apóstoles, éste difundió la nueva
enseñanza entre los límites del Imperio Romano y construyó en la roca la
base de la futura Iglesia universal, según las palabras del Hijo de Dios "Tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella" (Mateo 16,18-19).

Alrededor de los doce apóstoles, de los que Pedro es el jefe, se reúne la


comunidad. Después de la aparición del Espíritu Santo, el día de
Pentecostés, Pedro empieza a hablar en público, haciendo obra de
proselitismo. También hablaba del proceso de Jesús, criticando
valerosamente la decisión de los que habían condenado a su Maestro.
Es Pedro también el que hace el primer milagro, cuando al cojo ante la
puerta del Templo. Es Pedro el primero en ser arrestado, junto con Juan, por
el Sanedrín. En el año 42, el rey Agripa I persigue a los cristianos y encarcela
a Pedro, que milagrosamente liberado y logra huir. (Hechos 12).

San Pablo habla de la formación de un grupo o partido de Cefa en Corinto


(Corintios 1,12), lo que hace suponer que Pedro había empezado a viajar
fuera de Palestina. Una carta del primero de los Apóstoles, dirigida a sus
discípulos del Ponto, de Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, indica unos
posibles viajes anteriores a estas mismas regiones.
Sobre su llegada a Roma hay muchos testimonios. No fue Pedro el que habló
por primera vez a los judíos de Roma de la nueva enseñanza, pero fue él
quien organizó allí la primera comunidad. En el año 41, el emperador
Claudio promulgó un edicto a favor de los judíos, pero diez años más tarde
unos disturbios provocados, según el historiador Suetonio, por los discípulos
de Chrestus, o sea, los primeros cristianos, decidió a Claudio a expulsar a
todos los judíos de Roma, cristianos o no. La clara separación entre judíos,
cristianos y mosaicos, es establecida por Nerón en el 64, cuando,
atribuyendo a los cristianos las causas de un incendio que destruyó la capital
del Imperio, condenó a los judíos cristianos a las penalidades más feroces,
entregándolos a las fieras, y transformándolos en antorchas vivientes. Tácito
describe en sus Anales (XV, 44) esta tragedia colectiva en la que perecieron
millares de inocentes. Entre las víctimas es posible que se encontrara
también Pedro. En una sus cartas a sus lejanos fieles, Pedro alude a su
próxima muerte. Lo que no se puede afirmar con certeza en sí la carta fue
escrita en el año 64 o 67.

La crónica de Eusebio de Cesarea da como fecha del martirio y muerte de


San Pedro el año 67; San Jerónimo el 68. Es probable que fuera crucificado
en la colina del Vaticano, donde fue enterrado. Sobre el lugar del martirio
fue erigido por el Papa Anacleto una Memoria beati Petri; donde el
emperador Constantino hizo construir una basílica y donde se alza hoy la
basílica de San Pedro, construida según planos de Bramante y Miguel Ángel.

Muerte de Pedro
La tradición católica de los Padres de la Iglesia narra que Pedro acabó sus
días en Roma, donde fue obispo, y que allí murió martirizado bajo el
mandato de Nerón en el Circo de la colina vaticana o en sus proximidades,
sepultado a poca distancia del lugar de su martirio y que a principios del
siglo IV el emperador Constantino I el Grande mandó construir una gran
basílica sobre su sepultura.
Clemente Romano, en su Carta a los Corintios (80-98 d.C.), habla del martirio
de Pedro en los siguientes términos:
Mas dejemos los ejemplos antiguos y vengamos a los luchadores que han
vivido más próximos a nosotros: tomemos los nobles ejemplos de nuestra
generación. Por emulación y envidia fueron perseguidos los que eran
máximas y justísimas columnas de la Iglesia y sostuvieron combate hasta la
muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los santos apóstoles. A Pedro, quien,
por inicua emulación, hubo de soportar no uno ni dos, sino muchos más
trabajos. Y después de dar así su testimonio, marchó al lugar de gloria que
le era debido.
Tertuliano (siglo II) describe que Pedro sufrió una muerte similar a la de Jesús:
¡Cuán feliz es su iglesia, en la cual los apóstoles derramaron toda su doctrina
junto con su sangre! ¡Donde Pedro soportó una pasión como la de su Señor!
El texto apócrifo Hechos de Pedro, escrito en el siglo II, relata que Pedro
murió crucificado cabeza abajo: "Les suplico a los verdugos, crucifíquenme
así, con la cabeza hacia abajo y no de otra manera". La famosa frase en
latín "Quo Vadis?" que significa "¿A dónde vas?" viene del mismo texto, y
dice así:
Y Pedro les dice ninguno de vosotros salga conmigo, sino que saldré solo,
habiendo cambiado la manera de mis vestidos. Y mientras salía de la
ciudad, vio al Señor entrar en Roma. Y cuando Pedro lo vio, dijo: Señor, ¿a
dónde vas Señor? (Quo Vadis? en la traducción en latín)Y el Señor le dijo:
Voy a Roma para ser crucificado. Y Pedro le dijo: Señor, ¿vas a ser
crucificado otra vez? Él le dijo: Sí Pedro, voy a ser crucificado de nuevo. Y
Pedro se volvió en sí mismo: y habiendo contemplado al Señor ascender al
cielo, regresó a Roma, regocijándose y glorificando al Señor.
Lactancio nos relata en su obra Sobre la muerte de los perseguidores (318
d.C.) lo siguiente:
Y mientras Nerón reinaba (54-68), el Apóstol Pedro vino a Roma, y, a través
del poder de Dios que le encomendó a el, obró ciertos milagros, y, convirtió
a muchos a la verdadera religión, construyendo un templo fiel y firme para
el Señor. Cuando Nerón oyó hablar de esas cosas, y observó que no sólo en
Roma, sino en cualquier otro lugar, una gran multitud se rebelaban todos los
días contra la adoración de ídolos, y, condenando sus viejas costumbres, se
acercaban a la nueva religión, él, un despreciable y perverso tirano, se
apuró para arrasar el templo celestial y destruir la verdadera fe. Él [Nerón]
fue el primero en perseguir a los siervos de Dios. Él crucificó a Pedro y él mató
a Pablo.
El Evangelio de Juan sugiere, en su característico estilo alegórico, que Pedro
fue crucificado Juan 21:18-19 Algunos retrasan la redacción de este
evangelio hasta fines del siglo I o principios del siglo II, por lo que consideran
su testimonio de menor relevancia.
Pedro de Alejandría, que fue obispo de esa ciudad y falleció en torno a 311,
escribió una epístola de nombre sobre la Penitencia, en el que dice: «Pedro,
el primero de los apóstoles, habiendo sido apresado a menudo y arrojado a
la prisión y tratado con ignominia, fue finalmente crucificado en Roma».
Orígenes en su Comentario al libro del Génesis III, citado por Eusebio de
Cesarea en su Historia Eclesiástica (III, 1), dice que Pedro pidió ser
crucificado cabeza abajo por no considerarse digno de morir del mismo
modo que Jesús.
Y al fin, después de haber venido a Roma, fue crucificado cabeza abajo,
porque él había pedido que él pudiera sufrir de esta manera.
San Jerónimo en su obra Varones ilustres (De viris illustribus) relata que:
De manos de Nerón, Pedro recibió la corona del martirio, siendo clavado a
la cruz, con su cabeza hacia el suelo y sus pies hacia arriba, asegurando que
él no era digno de ser crucificado del mismo modo que lo había sido su
Señor.
Flavio Josefo relata que la práctica de crucificar criminales en posiciones
distintas era común entre los soldados romanos.
Eusebio de Cesarea describe que "está registrado que Pablo fue
decapitado en la misma Roma, y que Pedro también fue crucificado bajo
Nerón".
Sin embargo, la profecía de Jesús acerca de la muerte de Pedro no fue tan
específica. El libro A catholic commentary on Holy Scripture admite lo
siguiente: «Puesto que se coloca la extensión de las manos antes de ser
ceñido y llevado, es difícil discernir cómo debe concebirse. Si el orden es
parte de la profecía, debemos suponer que el prisionero fue atado al
patíbulum antes de ser ceñido y llevado a la ejecución».

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