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HALAC, Ricardo (2017) Escribir teatro. La dramaturgia actual puesta a punto.

Ediciones Libros
del Balcón. Buenos Aires, Argentina.

Parada uno - El meollo de una obra


La idea, la imagen
Las obras se escriben a partir de una idea o de una imagen. A veces una imagen nos produce una
impresión muy fuerte y no sabemos por qué. También puede ser una idea de algo que nos toca
hondamente. Una imagen dispara ideas, una idea dispara imágenes. La sensorialidad y la
abstracción. Una lleva a la otra.
Trabajo sobre la idea
El primer paso consiste en trabajar sobre la imagen o idea hasta descubrir las fuerzas
contrapuestas que contiene. Las fuerzas son múltiples, las intensidades, diferentes. Una persona
es expresión de fuerzas contrapuestas que actúan en un acuerdo, y una nueva imagen o idea lo
llena de más o de menos energía. Se expresa en deseos que quiere satisfacer. Y cuando se
enfrenta con otra persona, porque quiere satisfacer un deseo, descubre que puede actuar de
múltiples maneras, en medio de dudas y vacilaciones.
En los ratos en que están bien, los personajes multiplican sus fuerzas, crece la energía de ambos.
Hay situaciones que los potencian y los unen. Pero hay algo que los contrapone que en principio
no nos podemos explicar y que tal vez provenga de una imagen.
¿Cómo consiguen los dos lo que quieren si no van a la crisis, antes de estabilizar con suerte, la
situación a su favor? ¿Si no expresan lo que quieren con gestos, actitudes, con silencios o con
palabras? Deben ir al enfrentamiento.
Hay uno que impulsa la acción y otro que la resiste. Los antiguos griegos, que fueron los que
inventaron el teatro que todavía hacemos, los llamaban protagonista y antagonista. También
puede haber otros personajes en las obras. Son partidarios de uno o de otro, o se reparten entre
sí el protagonismo o el antagonismo. O bien sufren a ambos, o prefieren estar bien a enfrentarse.
Es fundamental que los dos personajes se enfrenten. Van a poner en juego toda su capacidad y
su astucia, para conseguir lo que quieren, y eso nos va a develar zonas desconocidas de la
conducta humana, que es el objetivo principal del teatro. No es extraño que en otras partes se
hable de conflicto, pero también se puede plantear como enfrentamiento, uno frente a otro.
También algo sólido tiene que unir a los personajes. Para llegar al desenlace tienen que estar
sólidamente enlazados. Cuanto más difícil sea de romper el lazo que los une, más se penetrará
en lo hondo de los personajes.
El enfrentamiento es la clave del teatro occidental. Si el deseo del protagonista es débil, el
proyecto de obra se desvanece rápidamente. Es un tema complejo porque tiene que ver con la
legalidad que le otorguemos al mundo en que vivimos. ¿Todos razonamos de la misma manera?
¿Todos nos ajustamos a las mismas normas? El mundo en que vivimos no siempre es el mismo
y hoy estamos viviendo un cambio epocal que está modificando las reglas de juego.
Los personajes que se miden en un ámbito, ¿saben esto? Actúan munidos de una cultura, una
moral, objetivos. ¿Son los mismos para los dos?
Personajes
Las ideas las asumen y las defienden personajes que son seres humanos. Protagonizan el
comienzo, la evolución y el final de la obra. El choque de sus maneras de expresar su deseo es
la acción misma.
Al principio son como entelequias, pero al final tienen que ser palpitantes y singulares, hasta el
punto de tener respiración propia. Los personajes surgen del pozo de la imagen primera, todo va
surgiendo de ahí.
El protagonista es el que lleva adelante la acción. El antagonista es el que la resiste y
contraataca. El resto de los personajes están a favor de uno u otro y también puede ser que a lo
largo de la obra cambien de bando todas las veces que lo necesiten. También hay personajes que
padecen a uno y otro, que preferirían verlos unidos a enfrentados.
Acciones y palabras ¿cómo se escriben?
Los personajes se expresan a través de palabras, gestos, acciones y silencios. Somos seres
callados que de pronto emitimos una voz, un alarido, un chirrido, un ruido a bajo tono o un
cálido susurro, para sumergirnos otra vez en nosotros mismos. ¿Por qué esta característica no
estaría presente en el teatro?
El corte en el tiempo
El teatro no es un relato, cuenta las historias de una manera particular. Para escribir, el autor
tiene que hacer un corte, decidir un comienzo y un final. Entre esos dos límites va a suceder la
obra. ¿Cómo los establece?
Esa franja de tiempo que se elige está determinada por una urgencia del protagonista, ha tenido
una crisis que lo ha llevado a tomar una decisión. Por algo lo plantea ese día y no otro. Ese es el
día del comienzo. Esa crisis previa es muy importante, es la que le ha dado la lucidez necesaria
para comprender que tiene un solo camino. El autor tiene que tener muy claro qué sucedió ahí,
porque de eso depende cómo entra a escena su protagonista.
¿Y el momento del final? Es el que sigue al desenlace, que se produce después del choque
definitivo de los personajes. El desenlace es un momento particularmente importante porque
ahora los dos, cara a cara por última vez en la obra, reflejan los cambios que ocurrieron en ellos.
A menudo se confunde el desenlace con el final y no está bien. El desenlace da sentido al
enfrentamiento y el final es un clima que corrobora lo que ya sabemos, que los personajes han
quedado desvinculados o vinculados de una manera significativamente diferente.
El lugar de la acción
Un dramaturgo no puede empezar a escribir una obra si no sabe primero dónde sucede la acción.
La imagen primera ayuda a fijar ese lugar.
Al definir el lugar, podemos ser escuetos o ponernos narrativos, periodísticos. Con respecto a la
descripción del espacio, si se la hace con muchos detales, antes que un lugar que estimule las
acciones, será una cárcel asfixiante. A medida que los personajes los necesiten, irán surgiendo
los detalles. No hay que gastar energía en la descripción del lugar de acción, como tampoco en
las acotaciones. Sin darse cuenta el autor puede convertir su energía teatral en una vertiente
narrativa. Energía que debe invertirse en las palabras y los silencios.
La definición del lugar debe ser un mero indicador para el escenógrafo, el director y sobre todo
los actores, quienes son los creadores sobre el escenario. El lugar de acción y las acotaciones
sólo deben ser disparadores de imágenes que les sirvan para hacer su trabajo.
Acciones y palabras ¿Qué las ocasiona?
Los personajes, que entran o ya están en escena, empiezan con palabras comunes. Los diálogos
iniciales nos ubican en un lugar, en una atmósfera, en un ritmo. Pero en realidad la obra
comienza cuando el protagonista pone en marcha la maquinación que ideó para materializar su
propósito.
Lo que nos lleva de lleno al tema de las tácticas, líneas de acción que inventa y actúa cada
personaje para conseguir sus objetivos. También podemos llamarlas fabulaciones,
maquinaciones, manejos, ardides, argucias o simulaciones. El personaje actúa lo que actúa.
Las líneas de acción se traman
Todos sabemos que el deseo no siempre se expresa abiertamente. Uno baraja modos de acción,
simula estar en determinada actitud y prueba su eficacia. Interpreta roles. Algunos son más
realistas, otros más fantásticos, algunos son más cercanos a nuestra personalidad, otros son
aventuras llenas de riesgos. En todos se expresan las ideas y los sentimientos, es la única
manera que tienen de manifestarse. Siempre inventamos tácticas para materializar nuestros
deseos. Para ello, el autor tiene que descubrir los enfrentamientos previos de sus personajes.
La verdad, en el teatro, es sólo una argucia más. ¿Ganadora? Depende a quién el personaje se la
manifiesta y en qué circunstancia. Abrirse, ser sincero, mostrarse como uno realmente es, parte
de una concepción filosófica que afirma que uno tiene una esencia indeleble. Si fuera así y fuera
fácil llegar a ese lugar, el teatro tendría pocas opciones.
Desempeñamos roles, buscando satisfacer nuestros deseos, expresando la frustración de no
conseguirlo. La mezcla de roles, pensamientos y sentimientos, expresan nuestra singularidad.
La verdad, decir la verdad al antagonista, es una argucia discursiva dirigida a que piense que el
protagonista tiene razón. El protagonista, dice verdades porque cree que la gente cambia
escuchando razones. Esto es un preconcepto -como desde el punto de vista interpretativo el que
sostiene que uno copia la realidad o es fiel a ella-. Muchas ideas que se nos aparecen eran
vigentes en otra época o pertenecen a otra moral. Sirven para tranquilizar, para hacernos creer
que vivimos en un mundo que se va a ordenar, que va a tener un fin justo y que lo que hacemos
va a ser justipreciado.
El autor, el intérprete, no copian, producen realidad. No tienen que ser verdaderos, tienen que
ser verosímiles.
Las líneas de acción son conductas que se inventan. Primero, a partir de la capacidad del
protagonista; segundo, tomando en cuenta las características del que tiene que doblegar. Los
personajes tienen que mirar bien y escuchar mejor.
El enfrentamiento
Es fundamental que el protagonista conozca al antagonista para dominarlo. Las tácticas son
importantes para tal intento. Por ahí circulan los sentimientos. ¿Somos lo que decimos que
somos? ¿O somos lo que hacemos? Los personajes manifiestan cómo son en lo que fingen. En
la manifestación de los sentimientos, en estos sesudos roles que los personajes inventan según
las necesidades de la escena, está contenida la poética del autor.
La idea de enfrentamiento refiere al frente a frente. Ahora bien, ¿ese enfrentamiento que se da
sobre el escenario refleja, o simboliza, conflictos que se dan en la sociedad? En la época que
estamos dejando algunos pensábamos que era así, entonces hablábamos de conflicto. Ahora
tenemos un deseo importante en el protagonista que lo lleva a fabular tácticas antes de ir a la
confrontación.
¿En una obra se cuentan las circunstancias que llevan al enfrentamiento? Eso se llama
información. Lo que cuentan sobre sus vidas y el mundo que los circunda, muchas veces solo
sirve para el engorde de la obra -hay personajes que cuentan tanto que al final son como los
mensajeros del teatro griego, es más importante lo que cuentan que lo que son-. Algo de lo que
cuentan sirve para que los entendamos pero debe estar inserto en las tácticas urdidas para
conseguir lo que buscan. Bien colocada, la información vigoriza la acción. La forma en que nos
cuentan sus motivos y la veracidad, o no, de los mismos, se revela en las tácticas que se
emplean. Todo eso nos va a configurar el personaje. El enfrentamiento es decisivo, porque ahí
se extreman las tácticas de ambos.
Y así entramos en el meollo del teatro: develar conductas humanas, en su grandeza y en su
terror. Es lo que nos hace más capaces como autores, actores y espectadores. Pero hay un factor
sorpresa que hay que respetar, entre la línea de acción que fabula un personaje y la reacción de
otro, hay que dejar espacio para lo desconocido. Se escribe dejando que fluya la angustia porque
cada día va a surgir algo que no se tenía anotado. Ese es el encuentro con lo arcano, lo que
aparece cae como revelación.
Aparte del deseo de escribir está el deseo personal de expresar cosas que nos preocupan junto al
miedo de hacerlo. Hay una parte nuestra, atenta siempre al menor resquicio para colarse y
expresar lo que en lo más hondo nos significa un enorme interrogante o nos produce un gran
dolor.
Crisis y des-enlace
Parece que el protagonista siempre pierde. Así hace su experiencia y logra que nosotros
aprendamos con él, lo que a la larga nos fortalece. Además, una obra no cuenta la vida sino un
episodio.
El final de la obra viene en una o varias etapas patentizando los cambios de los personajes y su
posible futuro. Es su último cara a cara.
La trama, que comienza en el momento apropiado que elegimos, llega a su máxima expresión
con la crisis y el desenlace. No confundir con el final, que es un momento, un clima, que revela
cómo cambiaron los personajes.
Las tácticas que se emplean dan lugar a nuevas tácticas en el otro. Una más o varias, subsisten
hasta el final. Una línea de acción puede abrirse en racimos o puede cambiar.
Los personajes se muestran en lo que ocultan y esto sucede con mayor fuerza en el final, donde
aparecen actitudes propias de ese momento, relativas al estado de ánimo en el que quedan
cuando la confrontación concluyó. Ese momento nos revela nuevas facetas del ser humano y
potencian nuestra capacidad de relacionarnos con otras personas en la vida. Lo que se les pide a
los personajes es que pongan en juego su comportamiento más profundo antes de ganar o
sucumbir. También debemos ver en qué situación social funcionan las líneas de acción y sobre
todo si todavía es válida en este cambio de época como la nuestra, la sociedad del espectáculo
donde impera la imagen y el consumo, la era de la fluidez donde nada se sostiene en pie mucho
tiempo. Ni los vínculos, ni las instituciones.
Final
Cuando decimos que nos enfrentamos, ¿realmente qué pasa? El deseo nos obliga, por él chocan
nuestras formas de vida, intercambiamos experiencias, exigimos al máximo a nuestras
memorias, se nos abren viejas heridas, entrecruzamos dolores y esperanzas.
Después del choque entramos en una zona gris que parte del desenlace y llega hasta la última
palabra, el último gesto y que es el broche de la obra. La forma en que terminan los personajes,
que ahora cambiaron, completa el sentido que empezó con la elección de la idea.
¿Quién es más fuerte de los dos ahora? ¿Quién está en desamparo, más necesitado del cariño del
Otro? Otro con mayúsculas porque refiere a la multitud de personas, a la que pertenecemos.
¿Final abierto o final cerrado? Hace algunas décadas, eran toda una novedad los finales abiertos,
hoy son comunes. Se acabó la época de los grandes relatos, donde había un comienzo claro,
como un fin claro. Este relato subsiste en las obras de entretenimientos. Los finales cerrados
muchas veces nos suenan tramposos, puestos a dedo por el autor. Los finales abiertos invitan al
espectador a cerrarlos con su inteligencia, que en definitiva es parte de lo que buscamos.
Revisiones
La línea de acción seleccionada debe disparar mil sentidos.
Hay que recordar los antecedentes de los personajes ya que aparecen condicionados por el
medio ambiente 54 final.

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