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ABSTRACT

-Yo no quiero, a mi me da miedo –decía Alejandra.


-Hay no seas miedosa, no pasa nada, son solo cuentos de la gente, ahí no hay más que lapidas.
-No Fátima, mi mamá no me deja salir tan tarde.
-No seas llorona, yo le pido a mi mamá que le eche una mentira a la tuya, al fin y al cabo hace lo
que yo le diga, con que no me tenga en la casa es suficiente para ella.
-Pero… es que… la verdad si me da miedo.
-No te preocupes por nada, no vamos a ir tu y yo nada más, ya reunimos a medio salón, invitamos
en realidad a todos pero resultaron ser unos miedosos. Dijeron que tenían mucha tarea, solo
ponen pretextos porque son unos miedosos.
-Oye Fati, y en si… ¿qué es lo que vamos a hacer?
-Vamos a ir al panteón, Roberto dice que cuando estaba chiquito su abuelita le contó una historia
sobre ese panteón, ¿por qué crees que no tiene abuelo?
-Supongo que… se murió.
-No se murió, lo mataron.
-¿En dónde?
-Ahí en el panteón.
-Así menos voy, que miedo, imagínate nada más se nos aparece y nos hace algo.
-Tranquila, dice mi mamá que debemos tenerle más miedo a los vivos que a los muertos, porque
los vivos son los que nos pueden hacer algo, y los muertos, pues… ya están muertos, no vas
andar creyendo que un saco de huesos se va a levantar de la tumba, para empezar, están a 4
metros de profundidad.
-Hay si serás. ¿Que no sabes que hay espíritus que se pueden materializar?
-Miedosita pero conocedora me salió la niña.
-Bueno, como sea, nos vemos mañana 11:45 p. m.
-Vale, buenas noches.
-Descansa.

Esta fue la conversación de dos estudiantes de secundaria, Alejandra y Fátima, alumnas de


segundo grado, las cuales invadidas por la curiosidad por saber si era cierto lo que decía la abuela
de Roberto de aquel que se aparecía. Al día siguiente, en la escuela, el profesor daba la clase de
física, mientras anotaba la fecha y el tema, se escuchaba el cuchicheo de los alumnos, mientras
otros se pasaban un papel que decía:

¡No pierdas la gran expedición!


Hoy: Panteón Municipal de Pabellón de Arteaga.
Hora: 11:45 p. m.
No faltes, estará espelusnante.

Dicho papel rodó de uno por uno hasta que lo observaron todos los de la clase, y como
estaba doblado no se veía la parte de abajo que decía:

Firma al reverso para saber que asistirás.

En la parte inferior de la página arrugada y manchada de tinta, grafito y dulce se


alcanzaban a ver algunos trazos, intentos de firmas de adolescentes inseguros. 9 Para ser más
exactos. Entre ellos Alejandra, Fátima y Roberto. Sin saber lo que les esperaría ya no prestaban
atención a las clases, así como pasó física, siguió matemáticas y español. En seguida el timbre de
salida. Se levantaron todos de sus butacas, empezaron a guardar sus útiles y se dirigieron a la
salida.

-No se les vaya a olvidar lo que acordamos –gritó con un tono tal que escucharían todos.

Los alumnos no dijeron nada y siguieron su camino dirigidos a la salida. Fati alcanzó a
Alejandra.

-¿Si vas a ir verdad? Ya viste, firmó hasta Susana, ella para que veas es la más miedosa del salón
–le dijo mientras le mostraba el papel con una tinta rosa que decía “susi”.
-La verdad no estoy segura…
-¡Wey! Estará la mayoría del salón, esta experiencia no te la puedes perder.
-Bueno… amm… lo pensaré…
-Bueno Ale, nos vemos en la noche –hizo un ademán de despedida con la mano.
-Vale, ahí nos vemos –respondió insegura.
-¿Entonces es un si?
-Tal vez… tal vez…

Se despidieron y Alejandra se dirigió a su casa pensativa, no sabría cuál sería el pretexto


perfecto para que la dejaran salir de casa a tales horas de la noche. En un monólogo de pocas
palabras pensaba…

¿Y si me escapo?, podría inventar algo… Y si digo que me voy a hacer tarea a la casa de
Susana, igual y podría quedar con ella para que diga que viene a dormir a mi casa… Y si le digo
a mi madre que me voy con Fátima… No, no me lo permitiría, los padres de ella son muy
permisivos y mi madre no lo aceptaría… Podría decirle la verdad… Pero me arriesgaría a que
me respondieran con un rotundo ¡NO!

Pensó todo el trayecto de regreso a casa hasta que tomó una decisión. Sacó la llave, la
llevó hasta el cerrojo, giró el pomo y empujó la puerta de tal forma hasta que la abrió.

-Hola mamá –saludó a su madre que estaba en la sala, sentada en un sillón individual con
estambre y agujas- qué estás haciendo.
-Hey Ale, que bueno que estás en casa cariño, me tenías tan preocupada.
- Mamá, llevó tan solo algunos minutos de retraso, el profe de español nos dejó un poco de tarea.
-Estaba a punto de tomar la línea y marcar a emergencias para reportar que te habías perdido.
-No exageres por favor. Mamá cuántas veces te tengo que decir que ya tengo 15 años, ya puedo
cuidarme sola.
-Pero Ale, en la calle hay tanto maleante que me preocupas, no puedo estar tranquila hasta que te
veo aquí frente a mi.
-Bueno, aquí estoy, bájale al rollo que te tengo que decir algo.
-Lo que quieras mi vida, sabes que eres mi adoración.

Después de meditar la mentira que diría se decidió a decir una verdad.

-Todos mis compañeros irán al panteón a las 11:45 de la noche, quería pedirte por favor que me
dieras permiso de incluirme a ellos.
-¡Santo Cristo Redentor! Cómo se te ocurre que te voy a dejar ir a ese lugar maldito, la gente dice
que hay almas, que hay espíritus que vagan por el sitio dadas las 12:00, es el punto muerto.
-Madre, no exajeres, no pasará nada, lo que dice la gente son solo mentiras, chismes que van de
boca en boca, además, nunca me dejas hacer nada. No te he pedido que me dejes tener novio, no
te he pedido que me dejes salir tarde a tarde con mis amigas a perder el tiempo y sin embargo
ahora te estoy pidiendo casi por favor que me des ese permiso que tanto añoro.
-Alejandra, mi amor por ti es tan grande que si te llegara a pasar algo no me lo perdonaría. ¿Qué
me diría tu padre si estuviera aquí? ¿El te daría permiso?
-No entiendo por qué cada vez que te pido algo tienes que sacar a relucir a mi padre. Pon los pies
en la tierra, date cuenta que el está más que muerto, ¡MUERTO!

Para eso la madre de Alejandra sin pensar levanta la mano y una fuerza extraña que se
opone a la resistencia del aire hace que azote la palma contra la mejilla de aquella niña que ahora
le reñía.

-Madre… me has pegado… tu dijiste… nunca me pegarías…

Las lagrimas comenzaron a brotar y antes de que se derramara la primera la señorita se


giró y salió corriendo con dirección a su cuarto. Una vez llegada a su habitación cerró la puerta
con un fuerte azote y se acostó boca bajo en la cama para llorar.

-Nunca me habías pegado Sandra –decía para si misma mientras absorbía el moco que le bajaba
por una de las fosas. Sacó su celular y miró la hora 5:34 p. m.- pero no me importa, haga lo que
hagan tengo que ir, tengo que vencer mis miedos, tengo que enfrentarme al mundo que está ahí
afuera, no puedo dejar que una simple madre niegue mi felicidad. Desconsolada y en un mar de
lagrimas, sin darse cuenta se quedó dormida.

Fue el dialogo que ensimismada tuvo, sin saber que aquella vez sería la última que vería a
su madre.

Se escuchó el timbre que indicaba la entrada a la escuela. Los alumnos agrupados en


montoncitos de 6 o 7 estudiantes que no paraban de hablar del lugar que ese día visitarían, tan
inmersos se encontraban que ni cuenta se dieron cuando el maestro de la clase de español entró
tan sigiloso. Como un fantasma que se materializó en cuestión de segundos. Con su tono natural
dijo <<Buenos días jóvenes>>, nadie lo escuchó, volvió a repetir la misma palabra enfurecido
tanto que ahora si todo el salón dio un respingo, a algunos se les erizó el bello del cuello tanto
que se les olvidó que estaban en clase.
Los cuchicheos no paraban, en todas las clases los maestros reprendieron contra los
alumnos, tales que acumularon 5 reportes grupales, tales que parecería casi expulsarían a toda la
secundaria. Reportes que después de esa noche, a nadie le importarían. A los muertos no se les
califica, tampoco se les reporta.

Por fin, como si fuera un martirio las horas de recibir conocimiento terminaron. De la
escuela salieron en grupitos de 3 alumnos que no paraban de hablar del acontecimiento.

-¿Si vas a ir Carlos?


-Claro, voy a ir a asustar a toda esa bola de cobardes Juan, ya me imagino la cara que pondré al
verlos aterrados, será genial. Y tu Sebastián ¿vas o le temes a los muertitos? –Ambos estallaron
en carcajadas puesto que esa última pregunta había sido expresada en un tono muy burlesco.
-Yo si voy, soy el primero en firmar las hojas, mi papá dice que esas cosas no existen, son puras
tonteras que cuenta la gente. Yo pienso que si por algo lo cuentan… Bueno, me tengo que ir, nos
vemos en la noche… Si es que nos vemos.

Algunos organizaron las cosas que debían hacer en casa, incluso más, para que cuando
pidieran permiso a sus padres de salir estos dijeran que si. Otros no hicieron nada, fueron a la
sala, buscaron el control de la tele, prendieron el Xbox y simplemente se pusieron a perder el
tiempo.
Rodolfo llegó a casa, se pasó 15 minutos fuera tocando hasta que su desganada tía le abrió
la puerta. Pasó indiferente y sin agradecer, la tía Flor cerró dando un tremendo portazo. Rodo,
como le decían sus papás antes de morir en aquel accidente, pasó por entre la cocina y la sala,
viendo con el rabillo del ojo a su tío el gran David, que como un perro famélico, le hundía el
colmillo a una gran pierna de pollo. Siguió caminando rumbo a su pequeña habitación, tan
minúscula que solo cabía su cama individual, y un pequeño mueble donde guardaba sus trapos.
Dos pantalones de mezclilla desgastados y dos camisas, además del uniforme que llevaba puesto,
este era todo su guarda ropa. Después de un buen rato, escuchó un grito de la tía Flor.

-¿Pero si tu no entiendes, te he dicho mil veces que a la primera tienes que venir a ver qué se nos
ofrece!
Rodo para evitar una discusión bajó la cabeza y pidió disculpas.

-Ahí quedaron unos huesos con pollo que no se terminó la persona que te mantiene, si quieres y
tienes hambre, eso es lo que hay. Ya no tienes que guardar más, yo ya comí.

Vio las sobras grasientas que dejó su odiado tío, solo cuero pegado a un hueso aún más
flaco. Pensó en sus adentros que el no comería eso, que ese día todo iba a cambiar, no comería
más de ellos dos, estaba harto. Fue a la mesa, tiró los restos, fregó los trastes y se dirigió a la
habitación de los repulsivos y obesos que lo tutelaban. En camino a donde se dirigía pensó
seriamente en no contarles nada de aquella visita que se mencionaba en la escuela y tardó unos
minutos fuera del cuarto escuchando unos extraños ruidos que provenían de ahí dentro, sin saber
Dios qué estarían haciendo. La puerta estaba cerrada, se acercó y dio tres ligeros toquidos. Se
escuchó unas voces rápidas y unos pasos apresurados.

-Pero Rodo, ¿qué quieres? ¿Cuántas veces te he dicho que no nos debes interrumpir? –Decía eso
mientras jadeaba y tenía una respiración muy agitada, sabrá la muerte por qué.
-Bueno Flor, digo, tía Flor… Yo… Quería…
-Dime, rápido que estoy ocupada.
-Ammm… En la noche… Mis amigos… Irán a el paa… Papa… Al panteón. Quería saber si…
Si… Me deja ir… -Por el cuerpo le corrían gruesas gotas de sudor, sabiendo que la respuesta a su
petición sería un rotundo no.
-Si, vete, piérdete dos o tres días, y si gustas no vuelvas más.

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