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Según la CEH, la mayoría de las 200 000 personas asesinadas durante el conflicto
armado interno fueron del pueblo maya. Se calcula que 83 % de los muertos eran
indígenas y, de ellos, uno de cada cuatro fueron mujeres. En Quiché, casi 80 % del
pueblo Ixil fue masacrado. Por ello se acusa de genocidio al general Ríos Mont y
otros, porque genocidio se define como cualquiera de los actos cometidos (asesinar,
provocar serias lesiones físicas, imponer medidas para impedir nacimientos,
transferir niños) con la intención de destruir total o parcialmente un grupo nacional,
étnico, racial o religioso como tal.
Con un análisis simple de las anteriores, puede deducirse que solo la primera ha
sido cumplida, pues las dos partes, el Estado y la URNG han presentado la disculpa
respectiva a las víctimas y a la población nacional; además, se ha cumplido con la
declaración del Día Nacional de la Dignidad de las Víctimas de la violencia, y,
parcialmente, la construcción de algunos parques públicos en memoria de las
víctimas, así como la asignación de nombres de las víctimas a algunos centros
educativos, edificios y vías públicas. De las otras, algunas no han sido cumplidas y
otras solo están parcialmente cumplidas. Es deber de la sociedad civil conocer estas
recomendaciones y exigir el cumplimiento de las mismas.
Lamentablemente, en todos estos años han sido las organizaciones de víctimas las
que han conmemorado «su» día, sin el apoyo del Estado. De la misma forma en
que lo han hecho con las luchas de otros sectores y grupos de población, el Estado
decreta los días, crea las oficinas o departamentos, cuando bien les va les destina
un presupuesto mínimo, y deja que sean «ellos y ellas» quienes se encarguen: que
las mujeres se encarguen de conmemorarse su 8 de marzo y su 25 de noviembre,
que los indígenas se encarguen de recordar su 9 de agosto… lo mismo ha sucedido
con las víctimas de la guerra terrorista de Estado contra el pueblo.