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aes da ead Frankenstein ee) @ Estrada Azulejos Coordinadora del Area de Literatura: Laura Giussani Editora: Florencia Carrizo Coordinadora de Arte y Disefio: Valeria Bisutti Diagramacion: Silvina Alvarez Gerente de Preprensa y Produccién Editorial: Carlos Rodriguez ‘Shelley, Mary Frankenstein : una version de lis Rivera de la novela de Mary Shelley Mary Shelley ; adaptado por lis Rivera: ilustrado por Sandra. Becchia. - 3a ed Boulogne : Estrada, 2017 bro digital, POF - (Azulejos. naranje : 1) Archivo Digital: d ISBN 978-950-091. ga y online 538 1. Narrativa Ingless. |. Rivera, Iris, adap, I Beech, Sandra, Hus. I. Tul con 823 Aa COLECCION AZULEJOS - SERIE NARANJA | 1 | © Editonal Estrada S A. 2014. Editorial Estrada SA. forma parte del Grupo Macmillan Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina, Internet: www.editorialest Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723, Irnpreso en Argentina. / Printed in Argentina ISBN 978-950-01-2153-8 comar No se permite la reproduccién parcial o total, el almacenamiento, el alquier, la transmisién o la transformacién de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrdnico © mecdnico, mediante fotocopias, digtalizacién y otras métodas, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracciGn esta penada por las leyes 11.723 y 25.446. Tercera edicién, tercera reimpresién. 190 192, Avellaneda, Esta obra se terminé de imprimir en agosto de 2016, en los talleres de Color Efe provincia de Buenos Aires, Argentina ETA y la obra Mary Godwin Wollstonecraft Shelley Len (este era su nombre completo) nacié en Somers Town (Inglaterra), el 30 de agos- to de 1797. Era hija de la escritora Mary Wollstonecraft y del fildsofo William Godwin. A los dieciséis afios conocié al joven poeta Percy Shelley, con quien se cas6 en 1816. Ese mismo afi escribid cuatro historias de las que solo publicé dos: Frankenstein (1818) y Valperga (1819). En 1822, partid con su esposo a Italia, donde enviudo. Su activi- dad literaria continué con la edicién de unos poemas que su esposo habia escrito y con la publicacién de E/ u/timo hombre (1826), otra de las famosas novelas de Mary. Pas6 sus Ultimos afios en compania de su hijo Percy y de unos pocos amigos. Murié en Londres, el 1° de febrero de 1851, a los cincuenta y tres afios. Frankenstein | 5 i Esta version de Frankenstein Iris Rivera, la autora de esta versién de Frankenstein, escribié muchos libros para chicos y recibié varios premios por algunos de sus cuentos. Naciéd en 1950 y desde entonces vive en la localidad bonaerense de Longchamps. Heredé de su padre la inclinacién a inventar historias, y de su madre, la pasion por la lectura. Se de- sempeiié como maestra de grado durante veintidés afos. Cuando le preguntamos por qué habia decidido volver a contar la historia de Frankenstein, nos dijo: “Siempre me llamé la atencién que, después de dos siglos, el monstruo de Mary Shelley continuara siendo famoso: esta presente en peliculas, dibujos animados, his- torietas y ihasta caretas de carnaval! La verdad es que este relato habla de tantas cosas... Asusta, conmueve, hace pensar.. Dejo la historia en manos de los lectores. Después de doscientos afios, yo la cuento a mi manera, como si hubiese sido escrita ayer”. 6 | Mary Shelley a Jugar a escribir Mary Shelley escribié Frankenstein a partir de un juego. Suce- dié asi: en el verano de 1816, cuando Mary tenia diecinueve afos, visité con su esposo Percy la casa de vacaciones que Lord Byron, un poeta inglés amigo de la pareja, tenfa en Suiza. Como el tiempo estaba horrible, pasaban muchas horas encerrados en la casa. Para matar el aburrimiento, una noche, Byron propuso el si- guiente desafio: seria capaz, cada uno de ellos tres, de escribir una historia de terror? Inspirandose en un sueno que habia tenido, Mary ideo una historia que se convertiria en su famosa novela, Casi todos hemos ofdo hablar de Frankenstein, pero pocas ve- ces recordamos que la novela se titula con el nombre del creador y no con el del monstruo. Gracias a la gran cantidad de lectores que desde su publicacién ha sumado Frankenstein, el desdichado monstruo ha conseguido lo que su “padre” cientifico se empefiaba en negarle en la novela: un nombre, una identidad. Frankenstein | 7 i Frankenstein y Prometeo Frankenstein es una novela que combina fantasia y terror con los mas profundos sentimientos humanos: la felicidad y la desdi- cha, el amor y el odio, la soledad y la amistad. El titulo completo de la novela es Frankenstein, 0 ef moderno Prometeo. Prometeo es un personaje de la mitologia griega que moldea- ba figuras de arcilla a las que daba vida. Seguin el mito, de este juego surgié el primer hombre. Hay otras versiones que presentan a Prometeo como un amigo de la humanidad, que roba el fuego a los dioses para regalarselo a los hombres y darles ventaja sobre los animales y las cosas. Al igual que el personaje de la mitologia, el doctor Frankenstein logra dar vida a un hombre en su laboratorio. Sin embargo, este experimento sera el origen de su infelicidad en lugar de la gloria a la que aspiraba. 8 | Mary Shelley Frankenstein Una version de Iris Rivera de la novela de Mary Shelley Capitulo 4 Corria el afio mil setecientos y pico cuando el capitan Wal- ton partid con sus hombres, su barco y una idea fija: llegar al Polo Norte’. El Polo Norte nunca habia sido explorado y nadie lo man- do y era bien dificil, por no decir imposible. Pero ahi esta: cuando a algunos se les mete algo en la cabeza... Cabeza dura, este capitan. Tan dura como el hielo que encerré al barco por los cuatro costados. Apenas quedaba libre el lugar donde flotaba. No se podia avanzar. No se podia retroceder. Témpanos, témpanos, témpanos. Los sesos del capitan quemaban pensando una salida. En eso, ve pasar a lo lejos un trineo tirado por perros. El trineo llevaba rumbo Norte. Y lo conducfa un ser con forma humana y tamafio gigante. dUn salvaje bajo cero? El capitan Walton lo siguidé con su catalejo hasta perderlo de vista. Atra- pado por el hielo, qué iba a hacer? No podia correrlo. 1 Wegar al Polo Norte habia sido, durante muchos siglos, uno de los proyectos mas arriesga- dos y aventureros de la humanidad, que se concreté por primera vez en 1908, Frankenstein | 11 Ala manana siguiente, otro trineo aparece en el horizonte, pero este viene hacia el barco. Y no lo conduce un salvaje de los hielos, no. Es un hombre blanco, flaco, arruinado, hecho un trapo. El trineo avanza lento, tirado por el Unico perro que le que- da. Tarda mucho en llegar, pero llega. Y, cuando esta junto al barco, el capitan lo quiere rescatar. dPero qué hace el hombre que lo conduce? Pone condiciones. En medio de la mas he- lada soledad, pone sus condiciones, ah si. No piensa subir al barco sin saber adénde va. El capitan le informa que hacia el Norte. Y, como casual- mente parece que lo deja bien, acepta. Entonces lo suben pero, congelado hasta la lengua, tarda dos dias en poder explicarse. —éAdonde iba usted, caballero? —pregunta por centésima vez el capitan. —Iba... voy en busca de alguien que huye de mi. —Huye de usted... des un hombre? —Si. —Espere... Viaja en trineo? -iSi! —Caramba, entonces lo hemos visto. iPara qué! El recién descongelado se trepa a la baranda y por poco se tira del barco. Quiere ir tras ese demonio. 12 | Mary Shelley Entre varios marineros, a gatas lo pueden sujetar y, desde entonces, se pasa el dia en cubierta, catalejo en mano y los ojos largos, tratando de divisar el trineo fugitivo. —éCuando partimos? —pregunta a cada rato—. éNo iba- mos al Polo Norte? {bamos... ibamos. [bamos es un decir. El barco esta atascado. Pasan los dias y nada. En fin... con el tiempo, la confianza. Llega un dia en que el capitan lo ve mas tranquilo. Y apoyados los dos en la baranda del barco, le confia: —Sabra usted que daria mi vida por encontrar la ruta al Polo Norte. Quiero buscar, saber, descubrir. Quiero ser un gran hombre, servir a la humanidad. Quiero la gloria. Cuando escucha eso, al otro se le paran los pelos, se tapa los ojos y empieza a llorar como un nene: —iDesdichado, desdichado capitan! Sufre usted de mi lo- cura. —éCémo dice? —Desdichado, digo. Mireme bien. éMe ve? iPor Dios! Usted todavia esta a tiempo... Y llora otra vez y cae en cama con fiebre. Los nervios, en cortocircuito. Frankenstein | 13 Cuando pueden retomar la conversacién, el afiebrado dice: —Prometi llevar mi secreto a la tumba, pero usted se me parece tanto, capitan. Buscar, descubrir, saber. Usted quiere la gloria de servir a la humanidad, como yo. Como yo antes. Ay, capitan... usted se expone a los peligros que me convirtie- ron en iesto! El capitan ni se molesta en mirarlo, ya sabe que esta hecho un despojo, una piltrafa. 14 | Mary Shelley Capitulo 2 El hombre conté que se llamaba Victor y habia nacido en Ginebra’, en una familia distinguida. Y que sus padres se ado- raban, que fue el primer hijo y que lo rodearon de amores. Que era como un juguete para ellos, una ilusién, un regalo. Conté que su madre era mujer de preocuparse por el proji- mo y de visitar las casas de los pobres para llevar ayuda. Y conté que un dia, en una choza de campesinos llena de chicos desarrapados y hambrientos, conocié a una nena ru- bia, de ojos azules y sonrisa dulce como mermelada. La madre de esta nena habia muerto y aquella campesina la criaba. El caso fue que, cuando el padre de Victor volvidé esa no- che, encontré a su hijo jugando con la rubiecita. Su nombre era Elizabeth y se quedé a vivir. Era mas buena que el pan casero. 2 Una de las ciudades més importantes de Suiza, pats de Europa Central Frankenstein | 15 Victor y Elizabeth se llevaban menos de un aio y crecieron juntos. Pasaban los veranos en los Alpes. Ella era tranquila y sin pretensiones: miraba las montaiias y con eso estaba contenta. En cambio él... El miraba las mismisimas montafias y se ponia eléctrico. Se le metia en la cabeza querer investigarlas. Y tenia que hacerlo. No disfrutaba de nada si no lo podia estudiar, desarmar y entender. Era un curioso de los grandes. Inteligentisimo. Todo le atraia, todo... menos el trato con las personas. Jugaba solamente con Elizabeth y con Ernest, su hermano menor. Cuando Ilegé el tiempo de ir a la escuela, Victor tuvo un solo amigo: Clerval. A Clerval le fascinaban las aventuras y era gran lector. Y si le interesaban las personas, en especial los héroes. Admiraba a la gente capaz de jugarse la vida por el bien de la humani- dad. Elizabeth también se hizo su amiga y, con alma de santa, les ensefiaba a todos a ser buenas personas. Fueron tiempos felices. La desgracia todavia no los tocaba. El rescatado de los hielos siguié contandole al capitan que, en ese tiempo, leia cuanto libro de fisica y quimica caia en 3 Sistema cordilerano de Europa. 16 | Mary Shelley sus manos. Leyé a todos los alquimistas*, y un dia cayd en su poder un libro que le dio vuelta la cabeza. Escrito por un tal Cornelio Agripa’, este libro le dio al chico un impulso fatal. Le parecié un tesoro. Le creyé a Agripa letra por letra. En la escuela, en cambio, nada le atraia. Mas bien, le fasti- diaba. Porque lo interesante estaba en esos libros. Y se podia aprender por cuenta propia. Asi, no tuvo mejor idea que ponerse a buscar la famosa piedra filosofal. Esta piedra era —Lcémo explicarlo?—, estaba hecha de un material capaz de convertir todos los metales en oro, nada menos... 0 bueno, eso decian los alquimistas. Pero dénde estaba la piedra? Ah... los libros aseguraban que existia. El problema era encontrarla. Pero a Victor le atrafan justamente las cuestiones dificiles. LHabia que buscar la piedra filosofal? Muy bien, él la buscarfa. Y es mas, no conforme con esta preocupacién, se puso también a mezclar ingredientes para descubrir, de paso, el elixir de la vida. 4 La alquimia es un saber muy antiguo que agrupaba teorias y experimentos sobre los cam- bios de la materia, Influyé decisivamente en el origen de la quimica modema, 5 Comelio Agripa (1486-1535). Escritor aleman; médico, filésofo y practicante de magia y ciencias ocultas. Frankenstein | 17 Este elixir era una bebida que, segtin habia lefdo, curaria todas las enfermedades. Todas. EI chico lo daba por cierto... y a trabajar. 20 no queria ser benefactor de la humanidad? Claro que queria. El iba a ser uno de esos que Clerval tenia por héroes, qué menos. —Como usted, capitan, ése da cuenta? Yo queria la gloria. Y mireme ahora... Apoyado en la baranda de ese barco atascado, Victor si- guid contandole al capitan que sus experimentos terminaban siempre mal. Pero pensaba: me habré equivocado en algo. Jamas se le ocurrié que las ideas de sus autores no fueran ciertas. 2Estaban en los libros? Suficiente y adelante. Tendria unos quince afios y habia nacido su hermanito William cuando presencié una tormenta terrible. Victor la miraba desde su casa fascinado. De pronto, una lengua de fuego salié de un roble. Y, al desaparecer la luz, solo quedé del arbol un tronco carbonizado. Victor nunca ha- bia visto algo tan deshecho. Y se llené de preguntas. Un amigo del padre le explicd que eso habia sido un rayo. éUn rayo? Si, una descarga eléctrica. (Como? Si, la electrici- dad* es esto y lo otro y lo de mas alla. 6 La clectricidad lard le atencién del ser humarvo desde le antiguedad, sobre todo # partir de la caida de los rayos. A principios del s. XIX. el estudio de fa electricidad alcanzé gran impor- tancia, gracias a Benjamin Franklin, Alejandro Volta y James Watts, entre otros. 18 | Mary Shelley éLa electricidad? Ese asunto no estaba en sus libros. éEn- tonces? Victor empezé a dudar de sus libros. Todo le empezd a sonar a mmm... qué dice esta gente? Bueno, pero... dy si el que hablaba disparates era el amigo del padre? —Ahora pienso que esas dudas fueron obra de mi angel de la guarda, capitan. Un esfuerzo por librarme de la desgracia que ya me rondaba. Un gran esfuerzo, pero inutil. El destino es demasiado poderoso. 20 | Mary Shelley Capitulo 3 Cuando Victor cumplid diecisiete afios, sus padres, que lo veian tan estudioso e inteligente, decidieron mandarlo a la Universidad de Ingolstadt’. Quedaba lejos. Y al chico no le iba a ser facil separarse de la familia. Pero sucedié que, cuando faltaban pocos dias para partir, su hermana postiza Elizabeth —su prima, como él la llama- ba—enferm6 de escarlatina®. Enfermedad del diablo, terrible, contagiosa y, en esos tiempos, mortal. La madre la atendié dia y noche sin descanso. Luché con- tra la muerte y rescatd a la hija. Pero se contagié. Justine, otra chica que la familia habia adoptado, estuvo junto a la madre cuidandola a mas no dar. Pero no pudo sal- varla. —Hijos mios... nos reuniremos en el otro mundo, Sean bue- nos, sean unidos. Asi hablaba la mujer moribunda. 7 Cuidad del sur de Alemania, cerca de la frontera con Suiza 8 Fiebre eruptiva y contagiosa, caracterizada por un salpullido de color rojo Frankenstein | 21 —Yo no estaré para cuidarlos... Protéjanse entre ustedes... Estoy segura de que lo haran. Con esta idea, la buena madre murié en paz. William, el mas pequefio de sus hijos, tenia apenas tres afios. —No puedo, capitan, no quiero hablar de nuestra pena. Solo diré que, con sus ultimas palabras, ella nos ensefid a valorarnos entre nosotros. Elizabeth aprendié a llorar con sonrisa y se hizo cargo de todos. Esta desgracia demoré la partida de Victor hacia la Univer- sidad. Pero finalmente llego el dia en que debié subir al coche de caballos. Su padre, Elizabeth, su hermano Ernest, su hermanito Wi- lliam, Justine y su amigo Clerval estaban ahi para despedirlo. Ellos disimularon delante de él. El disimulé delante de ellos, pero no bien el coche arrancé, iay!... En Ingolstadt no iba a encontrar ni una cara conocida. iAy!... Buscar algdn ami- go, cuidarse solo. El viaje fue una lagrima. Sin embargo, cuando vio que faltaba poco, sus pensa- mientos cambiaron de rumbo. Voy a estudiar, voy a apren- der, voy a investigar... Eso era lo que mas queria en la vida después de todo. Al llegar, tuvo entrevistas con varios profesores. Y hete aqui que uno de ellos le pregunté cuales hab/an sido sus lec- 22 | Mary Shelley Ponies cannins’, nonlant, all murnde ber eminitors Soren Looe turas. El nombré a Cornelio Agripa y a todos los alquimistas. Hablé del elixir de la vida y de la piedra filosofal. iPara qué! —Joven... ha perdido usted el tiempo en tonterfas. iHa car- gado su memoria con fantasias de hace mil afios! Estamos en la época de las luces y de la ciencia, sefior. Tendra que empezar de nuevo. Victor se fue a su habitacién, con el animo por el suelo. Y sj... l ya venia sospechando que algunos parecen sabios y terminan siendo charlatanes. Ahora lo confirmaba. Con este asunto rondando su cabeza, se le ocurrié ira una clase de otro profesor. Entré en el aula y se acomod6 por ahi. —Los antiguos estudiosos —estaba diciendo el maestro— prometian convertir los metales en oro. éLo hicieron? No, jamas. Los modernos, en cambio, prometemos poco y traba- jamos mucho. Probamos y probamos. No nos importan los fracasos. Seguimos. Y asi descubrimos cémo circula la san- gre, de qué esta hecho el aire, por qué se produce el rayo... El rayo. Las ideas de Victor giraron, se separaron y se unie- ron hasta formar un solo pensamiento: pa LE, nds ooultes, Gav 20 de que hare, . come gsc ans Lame Vicker Frankenstein | 23 Capitulo 4 Pronto se hizo amigo y ayudante de ese profesor. Y progre- s6 muy rapido. Los dias volaban. Recibia cartas de sus her- manos, de su padre, pero no las contestaba. No encontraba tiempo para eso y, cuando se quiso acordar, habfan pasado dos afios sin volver a casa y sin que la familia tuviera noticias de al. Andaba muy ocupado el sefior. Para colmo, hizo algunos descubrimientos que dejaron a los de la Universidad con los ojos grandes. Era muy inteligente y no paraba ni para comer. En solo dos afios, sabia mas que todos los profesores juntos. Recién cuando le otorgaron el titulo de doctor, empezé a pensar en volver a Ginebra... Sin embargo, que esto, que aquello, algo lo retrasaba siempre. —Me preguntaba qué es lo que hace vivir a los seres, capi- tan. Me preguntaba qué causa la vida. Eran preguntas bravas. Y lo llevaron derecho, derechisimo a tratar con la muerte. Con la muerte. CQueria saber sobre la vida? Le preguntaba a la muerte. Tanto preguntaba, que Frankenstein | 25 precisaba muerte en cantidad. 2Y dénde hay mucha muerte? Facil: en los cementerios. ¢Parece horrible? Es horrible. Pero nada puede espantar a un cientifico que tiene una idea poderosa. En el caso de Victor, la idea lo tenia a él. Lo tenia atrapado y no lo soltaba. Se metié entre las tumbas, desenterré cadaveres, vio gu- sanos en ojos, tripas y cerebros. Vio hasta aburrirse como la vida se transformaba en muerte. Y de tanto y tanto, al final descubrié la manera de hacer lo contrario. El modo de trans- formar la muerte en vida. —Pero fui mas alla, capitan. Lo puse en practica y lo logré. Ah, por la expresién de sus ojos veo que espera que le cuente el secreto. Pero no. Usted me rescaté y yo lo aprecio demasia- do. No lo pienso arrastrar hacia su destruccién. Véame a mi. Yo posefa, poseo el secreto de dar vida a la materia muerta, éentiende? Pero piense, équé materia? Segtin mis investiga- ciones, necesitaba construir un cuerpo para recibirla. Un cuer- po con fibras nerviosas, huesos, musculos, venas. Era dificil. éConstruiria un ser complejo o me conformaria con uno mds simple? Mi imaginacién volé demasiado. éPodria dar vida a un ser maravilloso y complicado como... como un hombre? Si, podia. Era un cientifico hecho y derecho, centiende? Esta- 26 | Mary Shelley ba preparado para soportar fracasos. Un cientifico verdadero cree, sabe que al fin triunfara, capitan. Y yo lo sabia. Para mayor grandeza, Victor pensd en crear un ser alto. Muy alto, Dos metros y medio por ejemplo? Si, si, buen tamafio. Dedicd unos meses a desenterrar de las tumbas los ma- teriales. Que los brazos de este difunto, que el estémago de este otro, que las rodillas de aquel. iBonito trabajo! Pero no se daba cuenta. No tenia tiempo. El entusiasmo lo arrastraba de tumba en tumba. Logrado el primer hombre, podria crear otros. Una familia, una nue- va especie. Personas corpulentas, buenas y felices. Ellos, sus criaturas; él, su creador. El, orgulloso; ellos, agradecidos. Y tumba, tumba, tumba. Y tumba, catacumba y tumba. Y tum- ba, catacumba y té. Té era lo Unico que tomaba, si. Flaco, falto de suefio, palido, consumido, loco y al borde del triunfo... fracasaba. No importa, no importa. Seguia sien- do el Unico que conocia el secreto... y seguia sin escribirle al padre, a Elizabeth, a Ernest, a William, a la buena de Justine, a su amigo Clerval. Paciencia. A veces se acordaba de las ultimas palabras de su madre, pero hasta ahi només. El no iba a andar sacando la cabeza de las sepulturas con lo importante que era, con lo apasionante que se estaba poniendo. Frankenstein | 27 —Por eso, porque sé lo que digo, quiero advertirle, capitan: si su plan de llegar al Polo Norte le hace olvidar a sus seres queridos, tiemble. Tiemble porque el proyecto terminara con usted. Con usted, con ellos o con todos. A Victor le paso el invierno, la primavera y el verano en un soplo. No vio las hojas caer ni se enterd de que se abrian los pimpollos. Trabajaba. Unia carne y huesos de difuntos. Construia su enorme criatura. Le iba saliendo mas feo que un cuco, pero él lo veia extraordinario. Y extraordinario era, si... por lo espantoso. Cuanto mas se acercaba el triunfo, mas nervioso se ponia. Ya ni aguantaba a las personas. Se alejaba de todos como si estuviera por cometer un crimen. Y... muy lejos de eso no andaba, si vamos al caso. 30 | Mary Shelley Capitulo 5 Una triste noche de noviembre, el espanto quedd termi- nado. Victor lo miraba boqueando de ansiedad. Basta, basta, no soportaba mas. Con las manos hechas un temblor prepar6é los instrumentos. Esa cosa muerta estaba a punto de recibir la chispa de la vida. Apoy6 una mano sobre la otra y ni con eso paraba de temblar. Y bien, no alarguemos mas: el hombre accioné los coman- dos. Hubo un chispazo, un algo eléctrico y, a la una de la manana, mientras la lluvia tamborileaba en la ventana, se abrieron los ojos amarillentos de su obra. Victor parecia hipnotizado. El ser tomé aire profundamente y, de pronto, una convulsion. El gigante sacudié brazos y pier- Dios santo! Al recorrerlo la vida, los mtisculos y las venas nas... se le transparentaron a través de la piel amarilla. Sus ojos acuo- sos, de un color blanco sucio, contrastaron con lo arrugado del rostro. Pelo negro, dientes blancos. Los labios finos se pusieron oscuros. La cara fue una mueca espantosa. iDios santo! Frankenstein | 31 EI valiente creador salidé corriendo del laboratorio. Se es- condié en su cuarto, se acurrucé en su cama, como un chico, y se durmid. No se entiende cémo hizo, pero se durmié el hombre...Y sono pesadillas, En ellas vefa la cara de Elizabeth que se ponia palida y luego se transformaba en el rostro de su madre difunta. Mal suefio, peor despertar. Victor siente que alguien lo destapa. Abre los ojos y équé ve? La cara del engendro que lo observa. Lo ve mover sus mandibulas y oye unos grufidos Asperos. Muecas y muecas arrugan las mejillas de este vivo que colea y que extiende una mano para tocarlo. iFuera! Vic- tor escapa escaleras abajo. iSanto Dios! Peor que momia resucitada. Y Victor que se esconde y el otro que anda por ahi. iQué nochel!, iqué noche brava! En cuanto amanece, Victor dispara hacia la calle. Llueve. Y él, que espera encontrar a su creacién en cada esquina, Pero no vuelve a su casa, no. Camina, corre, camina otra vez, se empapa. Se pierde, se encuentra, se vuelve a perder y llega, sin saber cémo, a la parada de las diligencias®. Y queda ahi, loco del todo, con los ojos fijos en un coche que se acerca. Entonces ve que baja del coche... dquién? 9. Caches impulsados por caballos, destinados al transporte de pasajeros 32 | Mary Shelley Su amigo Clerval. Su... amigo... Clerval. —iQuerido Frankenstein! iQué alegria! Victor sacude la cabeza como si recién se despertara. Le da la mano, se abrazan. —iCle... Clerval querido! £C6... cémo esta mi padre? ¢Y mi... mis hermanos? —Bien, bien, pero intranquilos. CPor qué no has escrito?

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