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Jaime Valenzuela-Márquez
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ISSN: 1626-0252 Institut de l'information scientifique et
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Referencia electrónica
Jaime Valenzuela-Márquez, « La cordillera de los Andes como espacio de circulaciones y mestizajes:
un expediente sobre Chile central y Cuyo a fines del siglo XVIII », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En
línea], Debates, Puesto en línea el 10 julio 2007, consultado el 11 noviembre 2016. URL : http://
nuevomundo.revues.org/7102 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.7102
Nuevo mundo mundos nuevos est mis à disposition selon les termes de la licence Creative Commons
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La cordillera de los Andes como espacio de circulaciones y mestizajes: un exp... 1
1 Tradicionalmente vista e imaginada como un murallón telúrico, que aísla y obstaculiza las
circulaciones humanas y los intercambios materiales entre Argentina y Chile, la cordillera
de los Andes fue, por el contrario, durante la época colonial, un espacio permeable,
transitado en forma regular y frecuente por personas diversas y con intenciones
disímiles. Desde pehuenches hasta terratenientes, y desde el comercio hasta el pillaje, la
circulación transcordillerana marcó latitudinalmente la historia social, económica y
política de estas dos macrorregiones coloniales.
2 En efecto, la dinámica que vinculó a Chile central con Cuyo, a través de los numerosos
pasos que se abrían entre las montañas, nos permite romper el carácter aparentemente
longitudinal de los procesos coloniales chilenos, integrándolos en un espacio continental
que abarcaba hasta las pampas y Buenos Aires1. De esta forma, insertamos el eje
trasandino en el contexto de una frontera interoceánica, desde el Atlántico al Pacífico,
donde también debemos incorporar el limes del río Bío-Bío, generalmente estudiado en
forma aislada y en función de los problemas propiamente “chilenos”2.
3 Además de esta aproximación transversal en el análisis del espacio, nuestro estudio
incorpora los conceptos y perspectivas desarrolladas por la llamada “historiografía
fronteriza”. En este sentido, nos hacemos parte del énfasis que se ha puesto en la frontera
hispano-araucana como un espacio de interrelaciones, privilegiando los contactos
humanos por sobre los de ocupación de territorios3; una noción de frontera geográfica -
como la cordillera de los Andes- entendida como un área de contactos y de convivencia
entre personas de diferentes orígenes étnicos y sociales, donde se producen flujos
materiales y humanos en ambas direcciones; un espacio de violencias y de alianzas, de
16 El paso del “Planchón” era el más utilizado, debido a su corta extensión, su menor altitud,
la presencia de potreros intracordilleranos, el ancho mismo del boquete y su cercanía con
la sal, el alquitrán y el yeso. De ahí también las numerosas solicitudes de licencia que -
conforme a la legislación vigente- elevan los vecinos de Colchagua y de Maule, para ir con
sus recuas de mulas a las faldas orientales14.
17 No obstante, el mayor tráfico por este paso se debía también a necesidades e intereses del
mundo indígena. En efecto, en las nacientes del río Teno, a la altura de Curicó, vivía un
grupo numeroso de Pehuenches y el boquete mismo estaba a cargo del capitán Nicolás
Vergara, conocido por su connivencia comercial con los naturales15.
18 El “Boquerón del Atuel” o “Pehuenche” también se contaba entre los más transitados por
los indígenas, entre otras cosas, porque, al parecer, no juntaba nieve en el invierno y
porque permitía acceder a la protegida zona de Isla de Maule y a las ricas estancias
vecinas al río de este mismo nombre. Más al sur, el paso de “Achigüeno” posibilitaba el
tráfico hacia y desde el mundo fronterizo vecino a la villa de Chillán, también muy fértil
en producción agropecuaria.
19 Hacia el norte, destacaban los pasos “Portillo” (o “Tupungato”) y “Piuquenes”, que
permitían la interacción entre los productivos -y, por mucho tiempo, desprotegidos-
valles de Uco y Xaurúa, y la región al sur de la capital chilena. Le seguía, finalmente, el
paso de “Uspallata” (o “Las Cuevas”), en la antigua ruta del incario, convertido en la vía
de comunicación tradicional entre Santiago y Mendoza. Por este boquete circulaban
prácticamente todos los productos que llegaban a Chile desde el Río de la Plata -a través
de la ruta que pasaba por Río Cuarto y San Luis- o los que, provenientes del Perú y Chile,
pasaban hacia tierras transandinas.
20 Los numerosos portillos y portezuelos que poblaban la cordillera a lo largo de Chile
central fueron testigos del flujo constante de una pluralidad de indios, mestizos e
hispano-criollos, que circulaban cómodos y con relativa libertad en ambas vertientes
andinas. Numerosos testimonios muestran, así, la presencia habitual de indígenas
transandinos en los pueblos y estancias rurales chilenas, o deambulando por las regiones
del Valle Central cercanas al Planchón o a otros boquetes. Otros mencionan que era
común, también, que a su venida fuesen agasajados por los terratenientes locales, en una
clara muestra del interés que les portaba su circulación.
21 La cordillera, entonces, no sólo se había transformado en un espacio de circulación, sino
también de transculturación. Los indios que la frecuentaban estaban en contacto con
mundos distintos, de los cuales dependían en muchos frentes de su cultura material y
simbólica, mostrándose permeables a sus influencias y atentos a sus potencialidades
miméticas, siguiendo aquella ruta de “etnogénesis activa” que ha definido Boccara 16.
22 Capítulo aparte -aunque complementario- merecen los llamados “tenientes” y
“capitanes de amigos”. Verdaderos passeurs institucionales, estos hispanocriollos y
mestizos, destinados a servir de intermediarios políticos y a vigilar el comportamiento de
los grupos indígenas con los cuales estaban en contacto, surgieron en el siglo XVII para
mantener una relación más directa y permanente con el Estado colonial; por ello, muchas
veces residían en las mismas comunidades. Posiblemente, como apunta Villalobos,
derivasen de los intérpretes, considerando cierta similitud en sus funciones. Lo cierto es
que llegaron a constituirse en verdaderos jefes de las reducciones indígenas a su cargo y
tuvieron un control real sobre los “indios amigos”, aquellos que colaboraban con los
hispanos, como sucedía, en nuestro caso, con varias de las tribus pehuenches subandinas 17
.
23 Conviene destacar, entonces, en la línea analítica que estamos avanzando, que estos
mediadores jugaron un papel mucho más amplio que el que les estaba reservado
oficialmente, llegando a ser imprescindibles para ambos mundos. Convivieron
íntimamente con los indígenas, adoptaron algunas de sus costumbres, se mezclaron con
sus mujeres, y fueron activos agentes del intercambio. Su ascendiente con los indios -y
con los hispanos-, en este sentido, no derivaba necesariamente de su cargo formal, sino de
aquella convivencia en la vida cotidiana y de esta connivencia y mediación en los tráficos
económicos, de los que, por supuesto, no estaba exento su provecho personal.
24 No obstante, los indios no fueron los únicos usuarios de aquellos pasos. Desde la
contraparte chilena, como hemos adelantado, el contingente humano que vemos circular
por los boquetes, intercambiar productos y deambular por las cejas de montaña y llanuras
de ambos lados de los Andes nos presenta un panorama social y cultural bastante más
complejo y diversificado. Panorama que está asociado a la consolidación de una sociedad
mestiza y a la predominancia de un estilo de vida errante y marginal en buena parte de
los habitantes de las regiones chilenas involucradas en nuestro estudio18. Serán estos
actores mestizos y vagabundos a quienes veremos cruzando los boquetes en busca de sal,
intercambiando productos en la pampa cuyana o invernando en los toldos de sus
“amigos” pehuenches.
25 Lo señalado hasta el momento permite acercarnos a un expediente que agrupa una serie
de informes, oficios y circulares que abarcan los últimos catorce años del siglo XVIII, bajo
el título: “Sobre prohibir la entrada de españoles con venta de vinos, y de otros fines perniciosos, a
las tolderías de pehuenches por los boquetes de la cordillera, con motivo de algunas quejas de las
reducciones y del comandante de la frontera de Mendoza”19.
26 El expediente comienza con una carta enviada desde Mendoza en 1786, donde el
comandante Francisco de Amigorena informaba que había llegado a esa ciudad el cacique
pehuenche Huenucal “a tratar de sus conchavos”, acompañado por dos chilenos originarios
de San Fernando y otros tres peones sin identificar20. El grupo llevaba sal por el paso del
Planchón hacia la región del Maule, pero habían encontrado cerrado el boquete por una
nevazón y solicitaban permiso para invernar en Mendoza. A juzgar por el tono del
documento, se trataba de un grupo afianzado, que conocía el tráfico y que lo realizaba en
forma regular. Lo interesante, en todo caso, es que no era comandado por el cacique
mismo, sino por uno de aquellos chilenos, Josef González, que, además, era hijo de un
“teniente de indios”.
27 El panorama se hace más interesante pocos días después, cuando llega al lugar otro
cacique pehuenche -Lingay- con el mismo problema y similares compañías. Su grupo, en
efecto, comprendía a otros cuatro chilenos venidos, en este caso, del partido de Maule,
uno de los cuales, llamado Guenchuala, es definido como “indio” y “lenguaraz” 21. Este
segundo grupo no sólo conocía al de Huenucal, sino que incluso fue acogido en sus toldos.
28 Amigorena, por su parte, al saber que los maulinos de Lingay en realidad se hallaban
hacía meses en la zona, decidió encarcelarlos; pero estos aparentes vagabundos no
estaban solos: de inmediato intercedió la protección de un “vecino” del Maule -Josef
Ulloa-, que otorgó la fianza y permitió que saliesen en libertad “hasta que se regresen a su
vecindario”22. Este es un primer dato que nos confirma, por cierto, los intereses y las redes
33 Para las autoridades chilenas, el trato libre y autónomo de hispanocriollos con los
indígenas no sólo era dañino en términos económicos, al burlarse todo tipo de cobro
tributario; por sobre todo, era un escenario peligroso en términos políticos, teniendo en
cuenta la fragilidad del control social que imperaba en los amplios espacios rurales de la
vertiente occidental y la inestable “alianza” o “amistad” que el Estado intentaba construir
con el mundo pehuenche de la vertiente oriental, con el fin de configurar aliados
necesarios en la débil frontera sur del impero, constantemente asediada por los asaltos
maloqueros.
34 En efecto, la amenaza se vislumbraba en esta presencia recurrente de hispanocriollos,
más o memos mestizos, que muchas veces eran recibidas e incorporadas en la vida
cotidiana y en el sistema de relaciones de las tribus. La actitud normal que aparece entre
los pehuenches, al menos en la documentación revisada, es la de aceptación e, incluso,
necesidad del contacto con los troperos y conchabadores. Los mismos indios que aparecían
por los boquetes en el lado chileno se lo solicitaban a las autoridades locales, ante la
prohibición de internarse en la cordillera sin autorización, so pena de confiscar todas las
mercaderías y animales que se hallaren29. Algunos llegaban incluso a ofenderse cuando se
intentaba aplicar con rigor esta medida30.
35 De ahí que la preocupación del Estado no se orientara sólo al conchavo de vino y licores,
sino a la circulación de las personas y, con particular atención, a la cercanía y confianza
que muchos de estos hispanocriollos habían tejido en el seno de las parcialidades,
comerciando y conviviendo en sus toldos. Cercanía que, para la autoridad, tenía como
consecuencia lógica la asesoría e influencia en las decisiones de los caciques, “siendo estas
mezclas de gentes perjudiciales a esta frontera”31. Esta ingerencia, por cierto, era vista como
“extorsiones a los indios”, pues normalmente apuntaban al propio beneficio de los chilenos
involucrados; pero, sin duda, éstos últimos podían llegar a constituir una amenaza si
opinaban o se involucraban en las relaciones “diplomáticas”; sobre todo en un contexto
donde este factor y lo comercial estaban tan confundidos.
36 Así, por ejemplo, desde Mendoza, el comandante Amigorena volvía a insistir en 1796
sobre que en su jurisdicción se encontraban muchos individuos provenientes de Maule
que migraban “con el pretexto de estar cuidando en los potreros de esa banda las haciendas de
campo, alegando habérseles cerrado la cordillera y ser necesario invernar en las tolderías de estos
pehuenches, abandonando la ley xptiana que profesan […]”. La experiencia confirmaba la
falsedad de esas excusas, “y que acaso serán algunos malévolos, que por sus delitos profúgan de
ese para este reino; y siendo esto un desorden consentido, y tal vez permitido por los comisarios de
esas fronteras, se lo participo a VS. por lo perjudiciales que son semejantes comunicaciones, pues
instruyen tales gentes a los indios de cuanto pasa en los pueblos, y les roban los caballos
cuando no son sentidos, como me lo tienen representado los caciques”32.
37 Más explícito había sido un par de años antes el propio Higgins, cuando, junto con repetir
una vez más las prohibiciones que pesaban sobre los “españoles” para pasar a la otra
banda de la cordillera “a morar ni conchavar con estos indios” sin autorización competente,
oficiaba al subdelegado de Curicó respecto al paso del Planchón:
“Los españoles que toman aquel destino, y hacen este tráfico [-apunta el
gobernador-] son ordinariamente fascinerosos perfidios, y malévolos que huyendo
aquí de la justicia van a inspirar de pronto entre los indios ideas diabólicas
contra el gobierno, y a la vuelta roban a los mismos indios, y les hacen otras mil
iniquidades por que estos confirman su avercional nombre español. Esto es
constante y su conocimiento es el fruto de 20 años de experiencia en el manejo de
estos indios”33.
49 A lo largo del trabajo hemos visto que los troperos, que pueden ser incluidos dentro de la
lista de vagabundos y malentretenidos que confecciona la autoridad colonial, muchas
veces forman parte de una red más compleja y su papel es más polisémico y transversal.
Las fuentes estudiadas permiten verlos como verdaderos mediadores, que vivían
literalmente entre dos “mundos”; o, mejor dicho, en un mundo fronterizo, de contactos
múltiples y sumergido en un proceso de mestizaje cultural que implicaba compartir una
serie de referentes y de espacios simbólicos y materiales diversos45.
50 Pero también hemos visto que la circulación cordillerana se produce intensamente en el
sentido contrario. No sólo van los troperos mestizos e hispanocriollos hacia la banda
pehuenche, sino que también podemos ver a estos indios penetrar por los boquetes,
entrar en contacto y moverse con relativa comodidad y tolerancia en los llanos de Chile
central, e, incluso, acceder a aquellas redes de protección interesada de los
terratenientes.
51 En términos globales, por último, el estudio de estos casos nos lleva a pensar en la
cordillera como un limes político y geográfico permeable, un espacio de circulaciones,
intercambios materiales, biológicos y culturales que alimenta desde las configuraciones
políticas coloniales y las transacciones mercantiles, hasta los procesos de mestizajes y
transculturaciones de las regiones ligadas a aquellas dinámicas surandinas.
NOTAS
1. Esta mirada Oeste-Este es concordante con la propia representación cartográfica que se
tenía del espacio chileno, aún a mediados del siglo XIX: cf. Rafael Sagredo Baeza,
“Cartografía y nación. El Atlas de Claudio Gay y la representación de Chile”, en María
Teresa Calderón y Annick Lempériere (eds.), Estado, territorio, partidos. Estado-nación en las
américas a lo largo del siglo XIX, Bogotá, Universidad Externado de Colombia / Taurus, 2007.
El propio Ambrosio O’Higgins, en un informe elaborado en 1767, recomendaba “[…] que
desde las 30 leguas al surhuest de Buenos Ayres se establezca la cabeza de una Linea Fronteriza
tirada hasta las Cordilleras de Chile, construyendo por este cordon […], cinco o seis Fuertes […],
procurando que la dicha Linea Fronteriza pase tirada de Est a Huest en el frente de los Indios
Barbaros que viven esparcidos por los territorios hacia el Sur […]”: “Descripción del Reyno de
Chile, sus productos, comercio y habitantes”, reproducida en Ricardo Donoso, El marqués
de Osorno don Ambrosio Higgins, 1720-1801, Santiago, Universidad de Chile, 1941, p. 438. En
relación al área estudiada, Margarita Gascón, también ha contribuido a reforzar la tesis de
una frontera orientada en sentido W-E, del Pacífico al Atlántico, la que se habría
consolidado hacia 1730, cuando Buenos Aires se articula definitivamente a las dinámicas
de la “frontera sur”, a la que ya pertenecía Santiago y, luego Mendoza, desde el siglo
anterior. Este proceso se concreta cuando la capital porteña desplaza su atención -
incluyendo la militar- hacia las pampas del sur, en un contexto de agotamiento del
ganado cimarrón existente en la Banda Oriental y de presencia, en su jurisdicción, de
bandas aliadas de araucanos, pehuenches y puelches: “La articulación de Buenos Aires a la
frontera sur del Imperio Español, 1640-1740”, Anuario IEHS, Tandil, Universidad Nacional
del Centro de la Provincia de Buenos Aires, nº 13, 1998, p. 213.
2. Esta mirada amplia y “continental” del proceso la encontramos, por ejemplo, en el
estudio sobre “la frontera sur del control español”, como la denomina Kristine L. Jones, en su
trabajo “Warfare, reorganization, and readaptation at the margins of spanish rule: the
southern margin (1573-1882)”, en Frank Salomon y Stuart B. Schwartz (eds.), The
Cambridge History of the Native Peoples of the Americas, Cambridge University Press, 1999,
vol. III, t. 2, pp. 138-171; de la misma autora, “Comparative Ethnohistory and the Southern
Cone”, Latin American Research Review, vol. 29, nº 1, 1994, pp. 107-115. En la historiografía
chilena, esta perspectiva ha sido incorporada en los trabajos de Leonardo León, “Las
invasiones indígenas contra las localidades fronterizas de Buenos Aires y Chile,
1700-1800”, Boletín americanista, Barcelona, nº 36, 1987, con una versión revisada en
“Malocas araucanas en las fronteras de Chile, Cuyo y Buenos Aires, 1700-1800”, Anuario de
estudios americanos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, vol. XLIV, 1987; y
“Comercio, trabajo y contacto fronterizo en Chile, Cuyo y Buenos aires, 1750-1800”, Runa,
Buenos Aires, Museo Etnográfico, nº XIX, 1989-1990. Estos tres artículos de León están
reproducidos en el libro Maloqueros y conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800,
Temuco, Universidad de la Frontera, 1991. A ellos habría que agregar el artículo -también
reproducido en Maloqueros…, pero más sintéticamente- “Maloqueros, tráfico ganadero y
violencia en las fronteras de Buenos Aires, Cuyo y Chile, 1700-1800”, Jahrbuch für
Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, Köln, Böhlau Verlag, 26,
1989. Del mismo Leonardo León, Los señores de la cordillera y las pampas: los pehuenches de
Malalhue, 1770-1800, Santiago, DIBAM, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2005.
Además, debemos incluir los trabajos de Jorge Pinto (“Integración y desintegración de un
espacio fronterizo. La Araucanía y las Pampas, 1550-1900”) y de Holdenis Casanova (“La
alianza hispano-pehuenche y sus repercusiones en el macroespacio fronterizo sur andino,
1750-1800)”, publicados en Jorge Pinto (ed.), Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en
América del Sur, Temuco, Universidad de la Frontera, 1996; del mismo Jorge Pinto,
“Araucanía y Pampas. Una economía fronteriza en el siglo XVIII”, Boletín de historia y
geografía, Santiago, Universidad Católica Blas Cañas, nº 14, 1998. Para una revisión de la
bibliografía producida en las últimas décadas sobre el área estudiada, véase la
compilación de Guillaume Boccara, “Etudios etnohistoricos sobre Araucania, Pampa y
Patagonia norte (1980-2000)”, Nuevo Mundo-Mundos Nuevos, Paris, EHESS, CERMA, nº 1,
2001, mis en ligne le 9 février 2005, disponible sur : http://nuevomundo.revues.org/
document558.html.
3. Preferencia que encontramos ya en el trabajo de Álvaro Jara, Guerra y sociedad en Chile, y
otros temas afines, Santiago, Editorial Universitaria, 1984 (3ª ed). En forma más sistemática,
el tema es trabajado en los textos clásicos y fundadores de Sergio Villalobos: Relaciones
fronterizas en la Araucanía, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1982, Los
pehuenches en la vida fronteriza, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1989, y
Vida fronteriza en la Araucanía. El mito de la guerra de Arauco, Santiago, Andrés Bello, 1996.
Una visión alternativa a los planteamientos de Villalobos, en Rolf Foerster y Jorge
Vergara, “¿Relaciones interétnicas o relaciones fronterizas?, Revista de historia indígena,
Santiago, Universidad de Chile, nº 1, 1996. Balances renovados de la historiografía
fronteriza, desde la perspectiva argentina, en Raúl Mandrini, “Frontera y relaciones
fronterizas en la historiografía argentino-chilena” y Silvia Ratto, “El debate sobre la
frontera a partir de Turner. La New Western History, los borderlands y el estudio de las
fronteras en Latinoamérica”, ambos en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana
“Dr. Emilio Ravignani”, 3ª serie, nº 3, 1991 y nº 24, 2001, respectivamente. De Raúl Mandrini,
“Indios y fronteras en el área pampeana (siglos XVI-XIX): Balance y perspectivas” y “Las
fronteras y la sociedad indígena en el ámbito pampeano”, ambos en Anuario IEHS, Tandil,
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, nº 7, 1992 y nº 12, 1997,
respectivamente; Raúl Mandrini y Carlos Paz (comps.), Las fronteras hispano-criollas del
mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo, Tandil,
UCCPBA / UNSUR / UNCOMAHUE, 2003; Susana Bandieri (coord.), Cruzando la Cordillera…
La frontera argentino-chilena como espacio social, Neuquén, CEHIR/UN Comahue, 2001; y el
más reciente trabajo editado por Raúl Mandrini, Vivir entre dos mundos. Conflicto y
convivencia en las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX, Buenos Aires, Taurus,
2006. Para el ámbito mexicano, Micheline Cariño (et al.), “Viejas y nuevas concepciones
de la frontera: Aportes teóricos y reflexiones sobre la historia sudcaliforniana”, Estudios
fronterizos, México, Universidad Autónoma de Baja California, vol. 1, nº 2, 2000 (disponible
en: http://www.uabc.mx/iis/ref/REFvol1num2/EFV1N2-6.PDF). Desde el otro lado del
Atlántico, tenemos la compilación de Francisco de Solano y Salvador Bernabeau (eds.),
Estudios (nuevos y viejos) sobre la frontera, Madrid, C.S.I.C., 1991, y el trabajo de Carlos
Lázaro, Las fronteras de América y los “Flandes Indianos”, Madrid, C.S.I.C., 1997.
4. Margarita Gascón, “La formation de la frontière sud du Pérou, 1598-1740”, Histoire et
sociétés de l’Amérique Latine, Paris, Association Aleph, n° 7, premier semestre 1998, p. 165;
Carmen Norambuena, “Frontera, fronteras, límites y transgresiones”, Cuadernos de historia
, Santiago, Universidad de Chile, nº 20, 2000, p. 135. Pionero e iluminador, en este sentido,
es el ya clásico análisis de Mario Góngora, “Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile
(siglos XVII a XIX)”, Cuadernos del Centro de Estudios Socio-Económicos, Santiago, Universidad
de Chile, Instituto de Sociología, n° 2, 1966. Un análisis más general y renovado con los
aportes de la antropología en el trabajo de Guillaume Boccara, “Mestizaje, nuevas
identidades y plurietnicidad en América (siglos XVI-XX)”, Etnohistoria, Buenos Aires,
Noticias de Antropología y Arqueología, 1999 (disponible en: http://
www.etnohistoria.com.ar/).
5. Guillaume Boccara, “Antropología diacrónica. Dinámicas culturales, procesos históricos
y poder político”, en Guillaume Boccara y Silvia Galindo, Lógica mestiza en América,
Temuco, Universidad de la Frontera, Instituto de Estudios Indígenas, 2000 (reeditada en
Nuevo Mundo-Mundos Nuevos, Paris, EHESS, CERMA, mis en ligne le 14 février 2005,
disponible sur : http://nuevomundo.revues.org/document589.html). En el mismo libro
editado por Boccara y Galindo, véase el sugerente análisis conceptual que hace Carmen
Bernand en “Los híbridos en Hispanoamérica. Un enfoque antropológico de un proceso
histórico”. Boccara ha ampliado y actualizado la discusión en su artículo “Mundos nuevos
en las fronteras del Nuevo Mundo”, Nuevo Mundo-Mundos Nuevos, Paris, EHESS, CERMA, nº
1, 2001, mis en ligne le 8 février 2005, disponible sur: http://nuevomundo.revues.org/
document426.html. Sobre etnogénesis específica del mundo mapuche en su relación con
el “otro” hispanocriollo, este autor ha publicado “Etnogénesis Mapuche: resistencia y
reestructuración entre los indígenas del centro-sur de Chile (siglos XVI-XVIII), Hispanic
American Historical Review, vol. 79, nº 3, Aug. 1999, y su libro Guerre et ethnogenèse mapuche
dans le Chili colonial. L’invention du soi, Paris, L’Harmattan, 1998.
6. Boccara, “Antropología diacrónica…”, p. 29.
7. Véanse los trabajos de Pablo Lacoste, “El camino por el paso El Pehuenche (1658-1961):
aporte para el estudio de la integración binacional”, y de Ana Teresa Fanchin y Luz María
Méndez, “Demografía, comercio y tráfico entre Cuyo y Chile, 1778-1823”, en Revista de
estudios trasandinos, Santiago, nº 1, 1997, pp. 118-119 y nº 3, 1998, p. 123, respectivamente.
8. Margarita Gascón, “Comerciantes y redes mercantiles del siglo XVII en la frontera sur
del Virreinato del Perú”, Anuario de estudios americanos, Sevilla, LVII-2, julio-diciembre
2000; Leonardo León, Osvaldo Silva y Eduardo Téllez, “La guerra contra el malón en Chile,
Cuyo y Buenos Aires, 1750-1800”, Cuadernos de historia, Santiago, nº 17, 1997.
9. Cf. Villalobos, Los pehuenches…, pp. 166-167.
10. Pablo Lacoste, “Instalaciones y equipamiento vitivinícola en el Reino de Chile. Vasijas,
pipas, lagares (siglo XVIII)”, Revista de historia social y de las mentalidades, Santiago, año X,
vol. 1, 2006, p. 96.
11. José Fernández Campino, Relación del Obispado de Santiago [ca. 1744], Santiago, Editorial
Universitaria, 1981, pp. 38-39 y 88.
12. Cf. Pinto, “Araucanía y Pampas...”, op. cit.; José Bengoa, Historia del pueblo mapuche,
Santiago, SUR, 1988; Leonardo León, “Mestizos e insubordinación social en la frontera
mapuche de Chile, 1700-1726”, en Julio Retamal A. (ed.), Estudios coloniales II, Santiago,
Universidad Andrés Bello, 2002. También, Raúl Mandrini y Sara Ortelli, “Las fronteras del
sur”, en Mandrini (ed.), Vivir entre dos mundos…, p. 31; y, en un plano más general, Raúl
Mandrini, “Procesos de especialización regional en la economía indígena pampeana (s.
XVIII-XIX): el caso del suroeste bonaerense”, Boletín americanista, Barcelona, nº 41, 1991.
Véase también la reciente tesis doctoral de Julio Esteban Vezub, “Valentín Saygüeque y la
‘Gobernación Indígena de las Manzanas’. Poder y etnicidad en la Patagonia noroccidental
(1860-1881)”, Buenos Aires, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos
Aires, 2005.
13. Pablo Lacoste, El sistema pehuenche. Frontera, sociedad y caminos en los Andes Centrales
argentino-chilenos (1658-1997), Mendoza, Gobierno de Mendoza/Universidad Nacional de
Cuyo, s/d, p. 51; Miguel Angel Palermo, “La compleja integración hispano-indígena del sur
argentino y chileno durante el período colonial”, América indígena, México, vol. LI, nº 1,
1992.
14. José Vera Rodríguez, Sal y sociedad. Las salinas de Boyeruca, 1644-2001, tesis de Magister
en Historia, Santiago, Universidad de Chile, 2003 (http://www.cybertesis.cl/tesis/
uchile/2003/vera_j/html/index-frames.html).
15. Sergio Sepúlveda, “Otro aspecto del tráfico colonial con la provincia de Cuyo”,
Informaciones geográficas, Santiago, año IX, 1961, p. 14.
16. Guillaume Boccara, “Antropologia diacrónica”, op. Cit.
17. Sergio Villalobos, “Tipos fronterizos en el ejército de Arauco”, en Villalobos (et al.),
Relaciones fronterizas…, pp. 187-194; Andrea Ruiz-Esquide, Los indios amigos en la frontera
araucana, Santiago, DIBAM, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1993. Cf. Daniel
Villar y Juan Francisco Jiménez, “Indios amigos. El tránsito progresivo desde la autonomía
a la dependencia étnica en un sistema de contactos múltiples. El caso de Venancio
Coihuepan en sus momentos iniciales (1827, frontera Sur de Argentina)”, en Pinto (ed.),
Araucanía y Pampas…, op. cit.
18. Góngora, “Vagabundaje…”, op. cit.
19. Archivo Nacional Histórico, fondo “Capitanía General” (en adelante, ANH.CG), vol.
507, pza. 10. A menos que se indique lo contrario, todos los documentos que se citan a
continuación provienen de este mismo expediente.
20. Carta de 24 de junio de 1786, ANH.CG, vol. 507, pza. 10, fj. 72.
21. Ibidem.
22. Ibid., fj. 72v.
23. Santiago, 18 de agosto de 1786, fj. 75.
24. Góngora, “Vagabundaje…”, pp. 24 y 27. También, León, Los señores…, pp. 149 y ss.
RESÚMENES
A través de un expediente administrativo sobre la circulación de productos y de personas entre
Chile y el Río de la Plata, se exploran los contactos interétnicos, las relaciones sociales, los
intereses materiales y los mecanismos políticos que se desarrollaron a través de los numerosos
pasos que atravezaban la cordillera.
A partir d’un dossier administratif portant sur la circulation de produits et de personnes entre le
Chili et le Río de la Plata, seront analysés les contacts inter-ethniques, les relations sociales, les
intêrets matériels et les mécanismes politiques qui se sont developpés dans la région des cols
permettant de traverser la cordillère des Andes.
ÍNDICE
Mots-clés: Chili, Rio de la Plata, Cordillére des Andes, circulations
Keywords: Chile
Palabras claves: Cordillera de los Andes, circulaciones, relaciones interétnicas.
AUTOR
JAIME VALENZUELA-MÁRQUEZ