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Angélica Jaramillo Olaya

Universidad Pontificia Bolivariana

Análisis terminable e interminable


A causa de la experiencia propia o quizá ajena, se nos muestra que la terapia psicoanalítica es
de larga duración en el tiempo. Por tanto, se ha pretendido y buscado si hay algún método o
forma alguna de reducir su permanencia en el mismo.

Un primer autor que que realizó uno de los primeros intentos fue Otto Rank -discípulo de
Freud- quien enseñó y practicó un estilo de psicoterapia basada en su teoría del trauma del
nacimiento. En esta tesis, él sostenía que toda la ansiedad y por tanto la neurosis, se producía
como resultado del primer trauma del bebé al separarse de la madre; y a su vez esperaba que
si este trauma primario se trataba en el análisis, la neurosis entonces podría quedar
solucionada, ya que al resolver esta pequeña parte del trabajo analítico se evitaría la
necesidad del resto. La premisa de Otto Rank era ingeniosa, pero, estaba diseñado para
adaptar el tiempo de la terapia analítica a la rapidez y prontitud del estilo de la vida
americana.

Pero, mucho antes de la guerra ya se había buscado otros procedimientos que permitieran
apresurar el análisis. En este tiempo comenzó el tratamiento con un joven ruso, a quien la
riqueza lo mal acostumbró y llegó a Viena en un estado mísero y de declive. Al transcurrir
unos años se pudo lograr reintegrar una parte de su independencia, estimular el interés por la
vida y adaptar nuevamente sus relaciones con las personas que hacían parte de él. Pero, esta
mejoría comenzó con retroceso y él no sentía querer avanzar para finalizar su tratamiento. En
ese momento, se decide determinar un limite de tiempo para el análisis, advirtiendo al
paciente que esa sería la última sesión del mismo, así no fuesen los resultados esperados.

Al principio se mostró incrédulo, pero desde la seriedad con la que se le comunicó,


justamente allí se dio el cambio deseado. Las resistencias desistieron, y fue capaz de elaborar
todos los recuerdos y manifestar todas las relaciones que parecían necesarias para así
interpretar y entender su neurosis infantil y asimismo dominar la actual.

Este tipo de coacción resulta eficiente si se hace en el momento preciso, aunque esto no
asegura que el cumplimiento de la tarea sea absoluta. Ya que el material alcanzable mediante

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la amenaza, a su vez guarda otra parte que sigue como antes: perdida para el esfuerzo
terapéutico. Porque una vez el analista haya especificado la culminación del tiempo, no
podría prolongarlo; de lo contrario el paciente perdería credibilidad en él. Por ende, deberá
continuar el tratamiento con otro analista, aunque esto solo signifique renunciar a los
resultados obtenidos de un trabajo ya realizado.

¿Existe el final del análisis? se concluye que el análisis ha terminado cuando el psicoanalista y
el paciente ya no se reúnen para las sesiones programadas de análisis. Lo cual sucede bajo dos
condiciones que se cumplen de manera completa:

1. El paciente deja de sufrir sus síntomas, superando así su angustia e inhibiciones.

2. El analista establece que el material reprimido ya se hizo consciente, y que se lograron


explicar aquellas cosas intangibles, conquistando así las resistencias internas, para no
preocuparse porque los procesos patológicos reincidan.

Pero, existe otra terminación mucho más calculadora, en donde se interroga si el analista ha
influido de gran manera en el paciente a tal punto que ya no se producirían cambios en el
mismo. En algunos casos, el analista ha obtenido desaparecer los trastornos neuróticos, que
no vuelven a aparecerse ni se sustituyen por otro. En excepción, cuando existe un caso de
origen traumático, el análisis se encarga de reforzar el yo del paciente, consiguiendo
reemplazar una decisión inadecuada por una solución asertiva que haya ocurrido en la
primera época de su vida. Solo así, en este caso, se podría plantear que el análisis ha
terminado. Aunque, el paciente que ha sido tratado y recuperado nunca vuelve a originar
otro trastorno que conlleve al psicoanálisis.

Una intensidad constitucional del instinto y una modificación adversa del yo, la cual es
conseguida durante la lucha defensiva, en el sentido de que pueda resultar desarticulado y
restringido, vendrían siendo los factores negativos y malsanos para la efectividad de un
análisis haciendo de este interminable su duración. Entonces, ¿cuáles son los impedimentos
que se encuentran en el procedimiento de tal curación? Esto lleva a tratar dos problemas que
derivan directamente de la practica psicoanalítica, en donde el escéptico, el optimista y el
ambicioso tienen perspectivas diferentes y por ende lo consideran de manera opuesta y
contradictoria. El primero sostendrá que así se halla comprobado, debido a que aún un
tratamiento analítico que lo secunda el triunfo no protege al paciente quien en el momento se
encuentra curado de caer mas adelante en otra neurosis -o realmente de una neurosis
derivada de la misma raíz instintiva-, es decir, de recaer nuevamente en su antiguo trastorno.

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Mientras que los otros propondrán que se puede pedir y esperar que el tratamiento
psicoanalítico de resultados permanentes, o pretender por lo menos que si un paciente recae
en una nueva enfermedad, esta no se presentara como letanía de su originario trastorno
instintivo el cual se manifiesta de forma nueva.

Las expectativas del paciente presuponen que:

1. Realmente exista una posibilidad de solucionar el conflicto disputado entre el yo y un


instinto, de manera continua, constante y perpetua.

2. Mientras se trate a alguien por un conflicto instintivo, se podría encontrar la manera de


proteger y fortalecerlo contra la probabilidad de que se presente otro conflicto similar.

3. Con propósitos de prevención, encontrar un método para resolver un conflicto patógeno


que no se exterioriza ni exhibe en el momento por ninguna orientación.

Si se desea satisfacer las mayores exigencias en la terapia psicoanalítica, es menos probable


acortar su duración.

Por tanto, se consideran 3 factores como determinantes para el éxito del análisis, los cuales
son:

1. Influencia de los traumas.

2. Intensidad constitucional de los instintos.

3. Alteraciones del yo.

Y, según el segundo elemento estimado como la fuerza de los instintos, ¿sería posible
solucionar a través de la terapia analítica los conflictos entre un instinto y el yo? Esto así se
considera utópico, y tampoco es algo deseable por resolver. Por esto, se piensa en una
domesticación del instinto, es decir, integrar el instinto en armonía con el yo, lo cual resulta
alcanzable al resto de influencias de los impulsos sobre el yo y por ende evita seguir el
recorrido independiente en busca de la satisfacción. Entonces, ¿cuáles serían los medios por el
cual se lograría dicho resultado?: la antítesis entre los procesos primarios y los procesos
secundarios.

Esta pregunta no está expuesta y enunciada en cuanto a la intensidad del instinto, pero es de
ello que depende el resultado. En nuestra experiencia cotidiana se nos indica y adoctrina que
en una persona “normal” cualquier acuerdo o solución de un conflicto instintivo únicamente
es beneficioso para una relación entre la intensidad del instinto y la fuerza del yo; en donde si
esta reduce, bien sea por alguna enfermedad o por otra causa análoga, todos los instintos que

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hasta ese momento han sido domeñados con lucimiento podrían transformar sus ordenes y
así inclinarse a conseguir placeres sustitutos por métodos anormales.

Durante el desarrollo individual, en dos ocasiones se manifiestan algunos instintos que


consideran como reforzados:

1. En la pubertad.

2. En la menopausia.

Una persona que antes no ha sido neurótica, podría convertirse en una mientras esa época.
Los mismos efectos producidos por estos dos refuerzos fisiológicos del instinto permitirían
aparecer de manera desigual por causas eventuales e imprevistas en cualquier otro periodo de
la vida, como: traumas recientes, frustraciones forzadas, o por la influencia colateral de unos
instintos sobre otros.

El psicoanálisis posibilita al yo que ya ha conseguido otro nivel mayor de madurez y fuerza,


lograr empezar un reconocimiento de las antiguas represiones; donde unas son destruidas,
mientras que las otras admitidas pero se reconstruyen con elementos más consolidados. Así,
estos nuevos diques son más estables y resistentes en comparación a las primeras, esperando
que no desistan ante un incremento de la fuerza de los instintos. El análisis alcanza a veces
suprimir la influencia de un aumento del instinto, pero no permanentemente, ya que el
objetivo del psicoanálisis se encuentra restringido a intensificar el poder de resistencia de las
inhibiciones de manera que compensen requerimientos superiores que antes del análisis.

Existe otra perspectiva desde la cual se puede orientar el problema de la variabilidad de los
efectos del psicoanálisis. Se supone que las creencias errores y supersticiosa de la humanidad
han sido superadas y sobrepasadas, pero, no se encuentra ninguna cuyos residuos no se
presencien hoy dentro y entre nosotros, porque lo que una vez ha llegado a estar vivo se
aferra a conservar la existencia.

Para explicar los variables resultados de la terapia analítica se observa que al pretender
sustituir las represiones -las cuales son inseguras-, por una sintonía con el yo, no siempre se
alcanza la plenitud, ya que se obtiene la transformación pero de manera parcial, debido a que
fracciones de anteriores mecanismos permanecen constantes por el trabajo analítico. Y, el
principio de este fallo parcial es porque en el pasado, el factor cuantitativo de la fuerza se
contrapone a los esfuerzos defensivos del yo, por ende se recurre al psicoanálisis el cual limita
la efectividad del nuevo esfuerzo. Ninguna fuerza del instinto puede ser desmesurada porque
erraría, mientras que al controlar el instinto, este mejora aunque siga siendo imperfecto,

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porque la transformación del mecanismo de defensa es incompleta. La irrupción final
depende siempre de la fuerza relativa de los agentes psíquicos que luchan entre sí.

Es apetecible poder abreviar la duración del tratamiento psicoanalítico, pero sólo se puede
lograr el propósito terapéutico aumentando el poder del análisis para que llegue a favorecer al
yo.
De allí surgen dos cuestiones:
1. Si una persona se encuentra tratando algún conflicto instintivo, ¿se podría llegar a cuidar
y auxiliar al paciente de conflictos próximos?
2. ¿Es posible y sencillo con propósitos profilácticos lograr investigar un conflicto que no es
evidente en el momento?
Ambas preguntas deben ser tratadas juntas porque solo la primera tarea podría ser ejecutada
en tanto si se lleva a cabo la segunda, es decir, en cuanto un probable conflicto futuro se
convierta en un conflicto vigente y presente sobre el cual se pueda intervenir. Así, esta nueva
manera de mostrar el problema, es solo un aumento del primero. Mientras que en el primer
interrogante se examina como favorecer al paciente contra un resurgimiento del mismo
conflicto, a su vez se estudia como protegerlo contra una posible permutación por otro
conflicto.
Se valoran los medios de los que se dispone para transformar un conflicto instintivo que se
encuentra latente por otro que está activo. Pero, solo se pueden hacer dos cosas:
1. Provocar situaciones en las que el conflicto se muestre dinámico.
2. Tratarlo durante el análisis y hallar una probabilidad para que se manifieste.
En donde la primera de estas dos disyuntivas se puede realizar de otras dos maneras:
1. En la realidad.
2. En la transferencia.
En cualquiera de ambos asuntos se expone al paciente a una limitada dosis de sufrimiento
real a causa de la frustración y el represamiento de la libido, desarrollándolo en gran medida
para nutrir la fuerza instintiva y disponerlo a un desenlace y solución, para así intentar dirigir
ese conflicto a su terminación. Pero, lo que se desea es un tratamiento profiláctico de los
conflictos instintivos que no se encuentran activos, sino que son potenciales, en donde no será
suficiente normalizar los sufrimientos que se hallan recientes en el paciente y que este no
puede evitar, sino que se debe estar preparado para genera en él nuevos sufrimientos. Pero,
cuando se presenta estados de crisis aguda en el psicoanálisis no se puede emplear con
ninguna fin, ya que la inclinación del yo está impregnado por la dolorosa realidad y se retira

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del análisis, que sería la intención de acceder bajo la superficie y revelar las influencias del
pasado. El crear un nuevo conflicto solo haría más prolongado y complejo el tratamiento
analítico.
Considerar como parte del propósito tramar nuevas situaciones de sufrimiento para
posibilitar el tratamiento de un conflicto instintivo latente no sería el método más asertivo
profiláctico, ya que la medida benefactora no debe ocasionar la misma situacion de riesgo y
amenaza que crea la enfermedad misma, sino por el contrario, algo más minucioso.
Por tanto, en la profilaxis psicoanalítica contra aquellos conflictos instintivos, los únicos
métodos que podrían ser tenidos en cuenta, son los dos anteriormente nombrados:
1. La producción artificial de nuevos conflictos en la transferencia. (Conflictos que carecen
de realidad.)
2. La presentación de conflictos reales originados en la imaginación del paciente, para
dialogar sobre ellos y acostumbrarse con su posibilidad.
En primer lugar, las probabilidades de la transferencia en dichas situaciones son restringidas y
condicionadas, porque los pacientes por sí mismos no pueden guiar sus conflictos a la
transferencia, y tampoco el psicoanalista puede provocar todos los posibles conflictos
instintivos a partir del estado transferencial, como: avivar sus celos o enfrentar sus
decepciones en el amor. Ya que esto sucede espontáneamente en el análisis.
En segundo lugar, no se debe ignorar el hecho de que estas situaciones conllevarían al analista
a una hostilidad con el paciente y perturbaría la actitud afectiva del mismo en relación a la
transferencia positiva, el cual se convierte en la razón mas fuerte y eficaz para que el paciente
participe conjuntamente en el psicoanálisis.
Y ambos métodos solo abren espacio otra única manera que antiguamente ya se había
sopesado:
1. Se le comunica al paciente sobre las posibilidades de otros conflictos instintivos y se incita
al interés de que dichos conflictos podrían surgir en él.
En donde se confiaría que tal información advertida generarían el efecto de alborotar uno de
los conflictos, pero, esto no ocurre, ya que el paciente oye el mensaje pero no repercute
significativamente.
Las causas y los factores determinantes para la culminación exitosa de los esfuerzos
terapéuticos se debían a la influencia de un origen traumático, por la fuerza correspondiente
de los instintos que han de ser gobernados y por la alteración del yo.

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Con relatividad al tercer factor, la postura analítica se basa en la asociación con el yo de la
persona sometida al tratamiento con la finalidad de dominar las partes de su ello que están
descontroladas, es decir, de incluirlas en la integración de su yo.
Generalmente, aunque una asociación de este tipo tiende a fracasar en el caso de los
psicóticos, posibilita establecer vigorosamente un juicio, ya que si se puede concertar con el
yo, esto sería un proceso “normal”, porque toda persona normal lo es en cuanto pertenece al
promedio. Su yo se aproxima al del psicótico en uno u otro aspecto, y en mayor o menor
cantidad, y el grado de alejamiento de un extremo de la serie y de su proximidad al otro, es lo
que permite reconocer como la alteración del yo.
Estas alteraciones pueden ser congénitas o adquiridas, en donde si son adquiridas habrá
tenido lugar en la etapa del desarrollo durante los primeros años de vida, porque el yo intenta
desde el comienzo ejecutar su labor de sortear su ello y el mundo externo en función del
principio del placer y proteger así al ello de los riesgos y amenazadas del mundo exterior. A
través de la educación, el yo se se adapta a trasladar al ambiente del conflicto de afuera hacia
adentro, dominando el peligro interno antes de transformarse con peligro externo. Y durante
esta lucha el yo utiliza diferentes técnicas para evitar el peligro, la ansiedad y el displacer,
conocido como: mecanismos de defensa.
El aparato psíquico no resiste el displacer, dicha percepción debe ser sacrificada. Pero, no se
puede huir de si mismo, por tanto no sería una solución frente al peligro interno, y así es
como los mecanismos de defensa del yo se encuentran sentenciados a distorsionar la
percepción interna y exhibir solo una imagen desfigurada del ello.
Los mecanismo de defensa varían en su eficacia, así como alejan del peligro, podría
convertirse en uno. Cada persona utiliza una fracción de estos y se convierten en modos de
reacción de su carácter que se reiteran a lo largo de la vida cuando ocurren situaciones
similares, denominado como: infantilismos. El yo adulto con la potencia de su fuerza, persiste
en resguardarse contra peligros que ya no hacen parte de su realidad, solo para justificar su
modo actual de reacción.
Lo que se pretende en el análisis es revelar como las alteraciones del yo constituyen a los
mecanismos de defensa e influyen en el esfuerzo terapéutico, debido a que el paciente insiste
en dichos modos de reacción durante el tratamiento analítico. Mientras que el trabajo
terapéutico busca hacer consciente algo del ello y corregir algo del yo. Lo esencial es
comprender que los mecanismos de defensa dirigidos contra un peligro antiguo retornan

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como resistencia contra la curación, en donde el yo lo considera: la curación como un nuevo
peligro.
El propósito terapéutico depende de que se haga consciente lo que se encuentra reprimido en
el ello. Se dispone y organiza una manera de concientizar por las interpretaciones y las
construcciones, pero se interpreta solo para el analista y no para el paciente, en tanto el yo se
adhiere a sus antiguas defensas y no abandona sus resistencias, las cuales aunque pertenecen
al yo, son inconscientes y se encuentran excluidas dentro del mismo. Pero, no se permite
esperar que el paciente se halle convencido sobre el poder curativo del análisis, no obstante
puede traer consigo un grado de credulidad y certidumbre en el analista, que se verá
fortalecido por la transferencia positiva que crea en él. Sin embargo, bajo la influencia de los
impulsos y estímulos que generan displacer, se percibe como se reactiva los conflictos
defensivos y las transferencias negativas se instalan principalmente obstruyendo el análisis. A
partir de allí, el paciente contempla al psicoanalista como un desconocido que presenta
exigencias desagradables para él y pierde así la seguridad; y si el psicoanalista intenta
demostrar al paciente una de las distorsiones que él estuvo creando con motivos de defensa,
para así corregirlo, entonces este no le da acceso para presentar los argumentos.
Por lo tanto, se evidencia una resistencia al descubrimiento de las mismas, siendo resistencias
no solo para impedir hacer consciente su contenido del ello, sino también para oponerse al
análisis y por consiguiente a la curación. Comprendiendo que el resultado del tratamiento
analítico depende principalmente de la fuerza de las resistencias que son las que originan la
alteración del yo.
Con la admisión y la contemplación de que la propiedad del yo que surge como resistencias y
que pueden ser determinadas por la herencia como adquiridas en la lucha defensiva, pierde
valor al imposibilitar reconocer entre lo que es el yo y lo que es el ello. Pero, existen otras
resistencias que ya no se pueden ubicar y que dependen de condiciones elementales del
aparato psíquico.
Hay tipos de casos que presentan un debilitamiento de la plasticidad, es decir, de la capacidad
para adaptarse al cambio debido a que el impulso no penetra en ellos, conocido como:
resistencia del ello. Pero, en otro casos las características que distinguen al yo y que son las
responsables tanto de la resistencia al tratamiento psicoanalítico, como del impedimento para
el triunfo terapéutico, pueden manifestarse de manera distinta.
Durante el tratamiento analítico se logra solo un efecto de la resistencia, la cual es una fuerza
que se defiende con todos los medios y alternativas posibles contra la curación, porque se

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encuentra aferrada a la enfermedad y sufrimiento. Una fracción de esta fuerza se reconoce
como: sentimiento de culpa y necesidad de castigo, quienes se encuentran en la relación del yo con
el súper yo. Por otro lado, otras partes de esta misma fuerza, bien sea que se hallen libres o
unidas, podrían ejercer en otros lugares aún no determinados. Por ejemplo: los fenómenos del
masoquismo son incuestionables e indiscutibles manifestaciones del instinto de muerte. Solo
por la acción recíprocamente concurrente u opuesta de los dos instintos primigenios: Eros y
Thanatos, es que se paria explicar los diferentes eventos de la vida.
Al investigar sobre los fenómenos que demuestran la actividad del instinto de destrucción se
hacen observaciones desde el material patológico. Sin embargo, la tendencia a un conflicto es
algo particular independientemente de la cantidad de libido, tendencia misma que que
emerge desde la agresividad libre.
Durante 1927 el medico y psicoanalista húngaro Sándor Ferenczi dijo: “el análisis no es un
procesos sin fin, sino que puede ser llevado a una natural terminación con suficiente habilidad
y paciencia por parte del analista.” Señalando, a su vez, que el éxito depende
considerablemente de que el analista haya aprendido y practicado lo suficiente de sus propios
errores y equivocaciones, corrigiendo los puntos débiles de su personalidad. Entre los
elementos y componentes que influencian los progresos o avances del tratamiento
psicoanalítico se agregan complejidades del mismo modo que las resistencias, porque no solo
se considera la naturaleza del yo del paciente, sino también la individualidad del
psicoanalista; debido a que es innegable evidenciar que los analistas aún no han obtenido la
normalidad psíquica para no querer educar a sus pacientes. Pero, ellos son personas que han
aprendido un arte peculiar, debiendo permitirles ser seres humanos como cualquier otro. No
obstante, las exigencias que implica el trabajo psicoanalítico hace que los propios defectos del
analista interfieran en el modo de reaccionar frente al paciente.
No se debe desconocer que la relación psicoanalítica esta fundamentada en en un amor a la
verdad, excluyendo cualquier especie de engaño o deslealtad. Por tanto, el querer aspirar a
ser psicoanalista no condiciona a que deba ser perfecto antes de emprender el análisis, en
parte, porque un análisis dinámico lo preparará para futuras actividades, y por consiguiente el
análisis solo puede ser breve e incompleto.
El analista habrá cumplido sus objetivos y propósitos si le proporciona al paciente la idea de
existencia del inconsciente, si lo instruye y le enseña para cuando este material reprimido
aparezca, poder percibir en él mismo cosas que si fueran de otra manera le resultarían poco
creíbles.

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Parece que un número de psicoanalistas han aprendido a usar mecanismos de defensa que les
posibilita esquivar y alejar de si mismos las implicaciones y exigencias que conlleva el
psicoanálisis, ya que pretenden redirigirlas hacia otras personas, de manera tal que ellos
siguen siendo de la forma en que son para poder disminuir así la critica del psicoanálisis. De
tal manera, todo analista debería asistir y someterse periódicamente -en intervalos- a un
nuevo análisis, sin sentir poca honra por ello. Lo cual significaría entonces, que no solo el
análisis terapéutico de los pacientes, sino también su propio análisis, ambos procesos se
transformarían de una tarea terminable a una interminable. Pero, esto no significa que el
análisis se trate de algo que nunca concluye, sino que la aspiración del mismo es poder
obtener unas condiciones psicológicas favorables y posibles para las funciones del yo.
Tanto en los análisis terapéuticos como en los de carácter se contempla que hay dos temas
que se dan con mayor dominio y suministran al analista una mayor cantidad de trabajo, en
donde uno es característico de los hombres, y el otro de las mujeres; y pese a las diferencias
entre sexos, existe una correlación entre ellos, los cuales son:
1. En la mujer es la envidia del pene.
2. En el hombre la lucha contra su actitud pasiva o femenina frente a otros hombres.
Lo similar en ambos es la actitud hacia el complejo de castración.
En los hombres el querer aspirar a la masculinidad lo lleva a una sintonía con el yo, por lo
que la actitud pasiva presupondría aceptar la castración de la que teme, por ende la reprime y
solo en ocasiones se evidencia por algunas sobre compensaciones que se dan de manera
excesiva. Mientras que en las mujeres el mismo deseo compartido con los hombres por
aspirar a la masculinidad las sintoniza con su yo durante la fase fálica, mucho antes de que
empiece su desarrollo y evolución de la feminidad, pero solo el éxito de las represiones es lo
que define el logro de la misma.
Partes de este complejo posteriormente se modifican y cooperan a la formación de la
feminidad, en donde el deseo de un pene se transforma en el anhelo de un bebé o un esposo
que posea un pene. Resulta singular, pero este deseo de la mujer por la masculinidad se
conserva en el inconsciente y a partir del estado de represión ejerce una influencia
perturbadora.
Ferenczi planteaba como requisito para que todo psicoanálisis fuese exitoso que ambos
complejos estuviesen dominados, aunque en ningún otro momento del análisis se angustia
mas por un sentimiento opresivo como el momento de comprender que los esfuerzos han sido
en vano, intentando convencer a la mujer de que abandone su deseo de un pene ya que esto

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es imposible, o cuando se quiere demostrar al hombre que una actitud pasiva frente a otro
hombre no significa en todas las ocasiones una castración, ya que esto es imprescindible en las
relaciones cotidianas.
La indomable hipercompensación del hombre genera una de las más potentes resistencias a la
transferencia, ya que este se opone a sostenerse a un padre-sustituto por temor a sentirse en
deuda con él a causa de cualquier motivo, y por consiguiente obstaculiza e impide su
curación por parte del psicoanalista. Por otro lado, el deseo de una mujer por el pene no
produce una transferencia similar, porque en ella es la razón de fuertes y graves episodios de
depresión, debido a la creencia de que el análisis no funcionara. Y de ambas situaciones se
entiende que no es relevante la manera en como aparece la resistencia, bien sea como
transferencia o no, sino que lo importante es como la resistencia imposibilita la generación de
un cambio, haciendo que todo continue de la misma forma.
Con el deseo del pene y la protesta masculina se cree que se ha adentrado en los estratos
psicológicos y el tratamiento ha finalizado, pero ambos casos son hechos biológicos y
representan enigmas de la sexualidad, por tanto se vuelve más complejo reconocer el
domeñamiento de este factor en el análisis. Entonces, solo se puede concluir
satisfactoriamente cuando a la persona analizada se le brindaron las herramientas y bases
necesarias para modificar la conducta hacia si mismo.

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