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EUCARISTÍA Y PALABRA
En la encíclica sobre la Eucaristía, nos dice el Papa Juan Pablo II: "La Iglesia vive de
la Eucaristía. Esta verdad […] encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Esta
experimenta […] la promesa del Señor: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo» (Mt 28,20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y
el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presenciaron una intensidad
única"1
"La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo
del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de
la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la sagrada liturgia. […] Es
necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión
cristiana se alimente de la Sagrada Escritura y se rija por ella. Porque en los sagrados libros, el
Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la
eficacia que radica en la Palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor para la Iglesia, y
fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida
espiritual"3.
1
JUAN PABLO II, Ecclesia de Eucaristía, nº 1.
2
Cf., íbidem, nº 3.
3
DV, nº 21.
"Como la vida de la Iglesia se desarrolla por la participación asidua del misterio
eucarístico, así es de esperar que recibirá nuevo impulso de vida espiritual con la redoblada
devoción a la Palabra de Dios, que permanece para siempre (Is 40,8; cf. 1 Pe 1,23-25)"4.
Esto que nos parece lógico y normal, se puede también aplicar a esa relación
eucarística de palabra y comida que se explican mutuamente. Por un lado, la conversación es
4
DV, nº 26.
5
Cf. LUIS ALONSO SCHÖKEL, La Palabra Inspirada. La Biblia a la luz de la ciencia del lenguaje (Madrid
19863) págs. 371-375. En esta parte seguimos a este autor.
2
como compartir un alimento espiritual, en la que los co-mensales (con-mesa = mesa en
común) se enriquecen sin empobrecerse. Decimos que gustamos, saboreamos y paladeamos
una conversación. Utilizamos expresiones como "sentencias leves como crema", "palabras
dulces", "confidencias amargas", "ocurrencias saladas", "críticas ácidas", "recuerdos jugosos",
etc. A veces recordamos mejor de un banquete la conversación que el menú. Por otro lado, un
"con-vite" es como una "con-versación" sabrosa: los comensales comparten los manjares en
régimen de igualdad con el anfitrión. En el banquete, es gloria del anfitrión poder ofrecer, de
modo que todos compartan. En la conversación triunfa el que más puede dar, de pensamiento
o expresión, aunque, por otra parte, salga ganando el que recibe. La conversación es
comunicación humana y así lo es el convite.
Cristo es vida. Dio su vida terrena por nosotros, nos da su vida glorificada a nosotros.
Cristo se da enteramente, como palabra total, en una palabra final, Él que nos había dados sus
palabras. Con ellas nos había ido dando Espíritu: "mis palabras son espíritu y vida" (Jn 6,64).
Juan, aunque en su presentación de la Última Cena de Jesús, no habla de la institución de la
Eucaristía, inserta sus últimas palabras, su testamento, en el contexto de un convite, el del
banquete pascual (Jn 13-17), en ellas promete el don del Espíritu, de su Espíritu. De nuevo,
convite y conversación, alimento eucarístico y palabra. Todo queda sellado, rubricado en su
última palabra: "Todo queda terminado", tras la cual entrega su espíritu (Jn 19,30).