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INCREDULIDAD EN EL PUEBLO DE DIOS

Mateo 13: 58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.

Incredulidad: Falta de FE.

El pecado de la incredulidad, que destruyó por completo la confianza que habían depositado en el
hijo de Dios, extravió definitivamente a Israel. En el mismo momento cuando debían estar
alabando a Dios y exaltando el nombre del Señor, hablando de su bondad, de su poder, se
sumieron en la incredulidad, en la murmuración y en la queja. CT 110

Jesús fue rechazado en ciertas ocasiones…

Quiero llevarlos a la palabra de Dios en el libro de Marcos 5: 1-20.


Increíble el relato que encontramos en estos textos. Al Analizar parte de ellos encontraremos un
maravilloso mensaje de amor, misericordia pero también de desprecio e incredulidad.

6. Cuando vio... a Jesús


El y su compañero pueden haber estado en las estribaciones más bajas de la montaña que
descendía abruptamente al mar, y así pueden haber observado las barcas que se aproximaban.

Corrió
Quizá con la intención de atacar a Jesús y a los que lo acompañaban, sin duda dando salvajes
alaridos mientras descendía a la playa.

Se arrodilló ante él
Cuando los endemoniados llegaron donde estaba Jesús, los discípulos habían huido aterrorizados,
y el Salvador estaba solo con los dos posesos del demonio (DTG 304). De alguna manera parecían
percibir borrosamente que se trataba de un Amigo y no de un enemigo (DTG 304-305), y se
postraron ante los pies de Jesús. La misma presencia de Cristo, con frecuencia, parecía
impresionar profundamente aun a sus peores enemigos.
9. Legión
Una división del ejército romano que, cuando estaba completa, contaba aproximadamente con
6.000 infantes y 700 jinetes, o un total de unos 6.700 hombres. Sin embargo, por lo general - como
sucede con los ejércitos modernos- la legión no se mantenía con todos sus efectivos. Aunque el
uso que hizo el demonio del nombre "legión" puede ser tomado literalmente, no hay forma de
determinar el número preciso. Se entiende mejor la palabra en el sentido general de que había
muchos demonios (Luc. 8: 30).

11. Cerca del monte


Es decir, en la ladera, a alguna distancia de donde estaban en la playa Cristo y los endemoniados
(Mat. 8: 30). Por toda esa región, sin duda, los porqueros siempre estaban alerta debido a los
posesos del demonio, y por eso los vieron cuando corrían hacia Cristo, oyeron sus sobrenaturales
alaridos y fueron testigos de la gloriosa transformación que se produjo en el aspecto de ellos.

Cerdos
Aunque algunos judíos criaban cerdos para comerciar con ellos, no se puede comprobar que los
dueños de este hato eran judíos. Sin embargo, seguramente estaban absortos en su ocupación y
en su negocio, indiferentes a las cosas espirituales.

16. Los que lo habían visto


Quizá tanto los porqueros, que ya habían narrado su versión del hecho (vers. 14), como los
discípulos. Estos últimos también contaban el caso del apaciguamiento de la tormenta del lago la
noche anterior, pero sus palabras caían en oídos sordos (DTG 305).

17. Que se fuera


Esta elección dependió de consideraciones materiales. Preferían renunciar a cualquier bendición
posible, tal como la curación de los endemoniados, para no sufrir más pérdida de propiedades. De
acuerdo con el consejo que él mismo había dado a los doce cuando los envió a predicar y a sanar
(Mat. 10: 14, 23), Jesús no protestó sino que se marchó. Muchos hoy día siguen 593 el patético
ejemplo de la gente de Gadara, temerosos de que la presencia del Salvador haga cambiar sus
planes.

Los endemoniados de Gadara


Por la mañana temprano, el Salvador y sus compañeros llegaron a la orilla... Desde algún
escondedero entre las tumbas, dos locos echaron a correr hacia ellos como si quisieran
despedazarlos. De sus cuerpos colgaban trozos de cadenas que habían roto al escapar de sus
prisiones. Sus carnes estaban desgarradas y sangrientas donde se habían cortado con piedras
agudas. A través de su largo y enmarañado cabello, fulguraban sus ojos; y la misma apariencia de
la humanidad parecía haber sido borrada por los demonios que los poseían, de modo que se
asemejaban más a fieras que a hombres. VAAn 190.4
Los discípulos y sus compañeros huyeron aterrorizados; pero al rato notaron que Jesús no estaba
con ellos y se volvieron para buscarle. Allí estaba donde le habían dejado. El que había calmado la
tempestad, que antes había arrostrado y vencido a Satanás, no huyó delante de esos demonios.
Cuando los hombres, crujiendo los dientes y echando espuma por la boca, se acercaron a él, Jesús
levantó aquella mano que había ordenado a las olas que se calmasen, y los hombres no pudieron
acercarse más. Estaban de pie, furiosos, pero impotentes delante de él. VAAn 191.1
Con autoridad ordenó a los espíritus inmundos que saliesen. Sus palabras penetraron las
oscurecidas mentes de los desafortunados. Vagamente, se dieron cuenta de que estaban cerca de
alguien que podía salvarlos de los atormentadores demonios. Cayeron a los pies del Salvador para
adorarle; pero cuando sus labios se abrieron para pedirle misericordia, los demonios hablaron por
su medio clamando vehementemente: "¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has
venido acá para atormentarnos antes de tiempo?" Mateo 8:29... VAAn 191.2
En la ladera de una montaña no muy distante pacía una gran piara de cerdos. Los demonios
pidieron que se les permitiese entrar en ellos, y Jesús se lo concedió. Inmediatamente el pánico se
apoderó de la piara. Echó a correr desenfrenadamente por el acantilado, y sin poder detenerse en
la orilla, se arrojó al lago, donde pereció. VAAn 191.3
Mientras tanto, un cambio maravilloso se había verificado en los endemoniados. Había amanecido
en sus mentes. Sus ojos brillaban de inteligencia. Sus rostros, durante tanto tiempo deformados a
la imagen de Satanás, se volvieron repentinamente benignos. Se aquietaron las manos manchadas
de sangre, y con alegres voces los hombres alabaron a Dios por su liberación... Ahora estos
hombres estaban vestidos y en su sano juicio, sentados a los pies de Jesús, escuchando sus
palabras y glorificando el nombre de Aquel que los había sanado. - El Deseado de Todas las
Gentes, 304 - 305. VAAn 192.1

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