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Más que de trazar un cuadro que no puede ser completo, se partirá de una característica que
determina inmediatamente nuestro objeto. El saber científico es una clase de discurso. Pues se
puede decir que desde hace cuarenta años las ciencias y las técnicas llamadas de punta se apoyan
en el lenguaje: la fonología y las teorías lingüísticas , los problemas de la comunicación y la
cibernética , las álgebras modernas y la informática , los ordenadores y sus lenguajes, los
problemas de traducción de los lenguajes y la búsqueda de compatibilidades entre lenguajes-
máquinas , los problemas de la memorización y los bancos de datos , la telemática y la puesta a
punto de terminales «inteligentes», la paradojología : he ahí testimonios evidentes, y la lista no es
exhaustiva.(p.5)
Hutcheon, L. La política de la parodia posmoderna. Julio 1993, Criterios, La Habana Cuba. p. 187-
203
“la parodia señala cómo las representaciones presentes vienen de representaciones pasadas y qué
consecuencias ideológicas se derivan tanto de la continuidad como de la diferencia.” (187)
“Con la parodia —como con cualquier forma de reproducción (Benjamin 1969)— se pone en tela
de juicio la noción de lo original como raro, único y valioso (en términos estéticos o
comerciales)”(188)
La ironía convierte esas referencias intertextuales en algo más que mero juego académico o cierto
retorno infinito a la textualidad: a lo que se nos pide que atendamos es al proceso
representacional entero —en una amplia gama de formas y modos de producción— y a la
imposibilidad de hallar ningún modelo totalizador para resolver las contradicciones postmodernas
resultantes(189)
la del postmodernismo es una ironía que «a diferencia de la ironía balanceada y solucionadora del
modernismo, se niega a satisfacer la expectativa de clausura o a proporcionar la certeza
distanciadora que la tradición literaria [y artística]... ha inscrito en la conciencia colectiva de los
lectores occidentales» (Spanos 1987, 216) —y de los espectadores occidentales. (7)
Más que la señal y la promesa de una nueva vida, los proyectos modernistas se convirtieron en
símbolo de alienación y deshumanización, destino que compartieron con la línea de montaje, ese
otro agente de lo nuevo que había sido recibido con entusiasmo exuberante, en la década del ’20,
tanto por el leninismo como por el fordismo. (p.236)
Bajo las estrategias de happening, del pop, del arte psicodélico, del rock pesado, del teatro
alternativo de las calles, el posmodernismo de los ’60 intentó reconstruir el ethos alternativo que
había vigorizado el arte moderno en sus primeras etapas, al parecer en curso de
desaparición”(241)
La situación de los ’70 parece caracterizarse por una máxima dispersión y diseminación de las
prácticas artísticas, que trabajan sobre las ruinas del edificio moderno, sacándole ideas,
saqueando su léxico y agregándole imágenes y motivos azarosamente elegidos a partir de culturas
premodernas y no modernas, así como de la cultura de masas. (243)
La línea firme que separaba al modernismo <clásico> de la cultura de masas no es relevante para
la sensibilidad crítica y artística posmoderna. (Ibíd.)
Así, críticos conservadores como Ortega y Gasset afirmaban que la alta cultura debía ser protegida
de la <rebelión de las masas>. Y críticos de izquierda, como Adorno, insistían en que el arte
verdadero es el que resiste su incorporación a la industria cultural capitalista, definida como la
administración global de la cultura desde arriba. (244)