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Brevísima antología de poesía del 27

Pedro Salinas
FE MÍA raptas y las lanzas,
No me fío de la rosa a las treinta, eternas ninfas
de papel, contra el gran mundo vacío,
tantas veces que la hice blanco a blanco.
yo con mis manos. Por fin a la hazaña pura,
Ni me fío de la otra sin palabras, sin sentido,
rosa verdadera, ese, zeda, jota, i...
hija del sol y sazón, (Fábula y signo, 1931)
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice, Para vivir no quiero...
de ti que nunca te hicieron, Para vivir no quiero
de ti me fío, redondo islas, palacios, torres.
seguro azar. ¡Qué alegría más alta:
(Seguro azar, 1929) vivir en los pronombres!

UNDERWOOD GIRLS Quítate ya los trajes,


Quietas, dormidas están, las señas, los retratos;
las treinta, redondas, blancas. yo no te quiero así,
Entre todas disfrazada de otra,
sostienen el mundo. hija siempre de algo.
Míralas, aquí en su sueño, Te quiero pura, libre,
como nubes, irreductible: tú.
redondas, blancas, y dentro Sé que cuando te llame
destinos de trueno y rayo, entre todas las gentes
destinos de lluvia lenta, del mundo,
de nieve, de viento, signos. sólo tú serás tú.
Despiértalas, Y cuando me preguntes
con contactos saltarines quién es el que te llama,
de dedos rápidos, leves, el que te quiere suya,
como a músicas antiguas. enterraré los nombres,
Ellas suenan otra música: los rótulos, la historia.
fantasías de metal Iré rompiendo todo
valses duros, al dictado. lo que encima me echaron
Que se alcen desde siglos desde antes de nacer.
todas iguales, distintas Y vuelto ya al anónimo
como las olas del mar eterno del desnudo,
y una gran alma secreta. de la piedra, del mundo,
Que se crean que es la carta, te diré:
la fórmula, como siempre. «Yo te quiero, soy yo».
Tú alócate (La voz a ti debida, 1933)
bien los dedos, y las

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Federico García Lorca
LA AURORA
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime


por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca


porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos


que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos


en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
(Poeta en Nueva York, 1930)

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Rafael Alberti
El mar. La mar TRES RECUERDOS DEL CIELO [...]
El mar. ¡Sólo la mar! TERCER RECUERDO
... detrás del abanico
¿Por qué me trajiste, padre, de plumas y de oro...
G.A. BÉCQUER
a la ciudad?

Aún los valses del cielo no habían desposado al jazmín y la nieve,


¿Por qué me desenterraste
ni los aires pensado en la posible música de tus cabellos,
del mar?
ni decretado el rey que la violeta se enterrara en un libro.
No.
En sueños, la marejada
Era la era en que la golondrina viajaba
me tira del corazón.
sin nuestras iniciales en el pico.
Se lo quisiera llevar.
En que las campanillas y las enredaderas
morían sin balcones que escalar y estrellas.
Padre, ¿por qué me trajiste
La era
acá?
en que al hombro de un ave no había flor que apoyara la cabeza.
(Marinero en tierra, 1929)
Entonces, detrás de tu abanico, nuestra luna primera.
(Sobre los ángeles, 1929)

[Noche turbada de mugidos]


Noche turbada de mugidos
¡Sí estaré acaso en las dehesas!

Los toros bravos se responden.


La luna atónita los ciega.

¿Son las marismas? ¿Es el mismo


bramar antiguo el que me llega?

¿Cuándo la tierra en que no estoy


me hará sentirme en otra tierra?
(Baladas y canciones del Paraná, 1954)

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Luis Cernuda
DONDE HABITE EL OLVIDO PEREGRINO
Donde habite el olvido, ¿Volver? Vuelva el que tenga,
En los vastos jardines sin aurora; Tras largos años, tras un largo viaje,
Donde yo sólo sea Cansancio del camino y la codicia
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas De su tierra, su casa, sus amigos,
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Del amor que al regreso fiel le espere.

Donde mi nombre deje Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,


Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, Sino seguir libre adelante,
Donde el deseo no exista. Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
En esa gran región donde el amor, ángel terrible, Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
No esconda como acero
En mi pecho su ala, Sigue, sigue adelante y no regreses,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Sometiendo a otra vida su vida, Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. (Desolación de la quimera, 1962)

Donde penas y dichas no sean más que nombres,


Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;


Donde habite el olvido.
(La invitación a la poesía, 1933)

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