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Angélica Castillo Camargo

Código 0902541
Imperios contra Estados.

En el presente libro Carlos Patiño Villa, visualiza que el orden político establecido en
1945 luego de la Segunda Guerra Mundial, institucionalizado en las Naciones Unidas y
reafirmado con los acontecimientos políticos de los 90s se ha roto, y que estamos en
un momento de transición y reconfiguración del orden político internacional, donde los
Estados e imperios plantean nuevamente la discusión en torno a qué determinará este
nuevo modelo de orden del futuro.
Inicia estableciendo las revoluciones geopolíticas que han establecido los órdenes
internacionales, comenzando con la revolución desarrollada entre el siglo XVIII, con la
guerra de los Siete Años, y el siglo XIX en la que se dio el crecimiento y expansión de
los poderes occidentales junto con su economía; sin embargo, la dominación occidental
del mundo aún no era algo firme.
Pero esta tiene una contrarrevolución desde finales del siglo XX y el actual siglo
enmarcada por el resurgimiento del mundo no occidental, que conlleva el
restablecimiento del equilibrio entre grandes Estados, de las razones identitarias en la
política, y la aparición de actores ilegales armados que desafían el orden internacional.
Cuando terminó la guerra fría, y con ella el imperio de la Unión Soviética, Estados
Unidos siendo el ganador, incrementó su autoconfianza en el liderazgo global
posibilitando que definiera políticas para su gobierno mundial; además aparecieron
nuevos Estados que confirmaron el orden internacional vigente, en un sistema
democrático global y se consolidó la “occidentalización” del mundo, debido a que éste
logró una política global estable.
Esta firmeza sobre la unipolaridad direccionada por Estados Unidos le impidió a
Occidente visualizar las conjeturas que advirtieron la diversidad que iba a llegar junto
con el nuevo siglo; sucesos como la guerra de Kargil, el 11 de septiembre y las guerras
de Afganistán e Irak, dejaron a la vista las incapacidades occidentales para mantener el
orden internacional.
En la última década se visualizó la incertidumbre de la estabilidad del orden político
existente generada por: el resurgimiento de la guerra, la transformación de Oriente
medio y Asia central, el poder estadounidense decadente junto con su capacidad de
acción en la política internacional, y el protagonismo de otros grandes Estados,
antiguamente potencias, que han amenazado el poderío de Occidente.
Desde la implosión de la Unión Soviética, se ha generado una competencia por el
poder de Asia Central entre los tres grandes poderes globales con capacidades
geoestratégicas, estos son Estados Unidos, Rusia y China, lo que quiere decir que
tienen el poder de alterar las disposiciones geopolíticas existentes a lo largo de ese
territorio. De este modo, Asia Central está marcando los asuntos más importantes en la
competencia geopolítica, por el poder internacional y el control mundial.
Teniendo en cuenta lo anterior, el autor describe los elementos que enmarcan a estos
países como potencias globales, desarrollándose de la siguiente manera:

Rusia

• Rusia está concentrada en la recuperación de su posición global, el


regreso de la antigua Unión Soviética con la construcción de un nuevo
imperio; el uso del poder blando, ha sido clave para este ojetivo;
medios de comunicación privilegiando al gobierno, políticas dirigidas
hacia los compatriotas (Rusos étnicos que quedaron en las fronteras
de los nuevos Estados surgidos de la implosión soviética) y la
concesión de pasaportes, junto con el control informal o la anexión
formal de territorios donde estos residan, hace que la población rusa
crezca más allá de sus fronteras, lo que le favorecerá para recuperar el
espacio post-sovietico y continuar con su reimperialización. El conjunto
de las políticas tomaron fuerza especial, en la medida en que la
economía rusa se empezó a modernizar a partir de la explotación para
la venta internacional de petróleo y gas desde empresas estatales; sin
embargo, presenta una dependencia económica de estos factores.

China

• Se caracteriza por su crecimiento económico y la apertura de sus


relaciones internacionales con países que le rodean, con el objetivo de
alejar riesgos de confrontación y mostrar su resurgimiento, el cual fue
muy importante junto con el liderazgo mostrado para la creación de la
Organización de la Cooperación de Shanghái
China

• Está desarrollando la nueva ruta de la seda que transforma las


relaciones de poder en el mundo, privilegiando la proyección
política que China tiene como potencia de larga trayectoria, dentro
de Asia. Igualmente ayuda a que fortalezca su posición militar,
marcando su zona de influencia naval. Además ha iniciado una
revolución tecnológica basada en la investigación, ciencia e
innovación, que apunta a quebrar el monopolio tecnológico
Estados Unidos; su avance resulta clave para el desarrollo
económico, que en la actualidad se prepara para tener una
economía impulsada por la tecnológia, para lo cual ha
modernizado también sus fuerzas militares.
• Ingresó a la expansión marítima qué le permite conectarse con
África y Europa, y se ha presentado como una potencia no
intervencionista en las políticas internas de los demás países y
como un Estado que privilegia la estabilidad de las relaciones que
va creando en su expansión.

Estados Unidos

• La condición que condujo a que Estados Unidos asumiera una


postura de potencia fue el declive del imperio británico después de
la Segunda Guerra Mundial, representado por la incapacidad para
continuar conectando los territorios sobre los que tenía dominio;
los hechos más importantes que dieron lugar a esto fueron la
independencia de la India (dando lugar a un nuevo Estado,
Pakistán), el intento de mantener el control sobre Irán que cayó
por un golpe de Estado, que condujo al involucramiento de
Estados Unidos en Asia Central, la relación de Estados Unidos
con Turquía, la firma del Pacto de Bagdad, y la crisis con el canal
de Suez fueron las condiciones que eliminaron a los británicos de
cualquier posibilidad de mantener presencia en esta población.

Desde 1992 hasta hoy la política internacional ha pasado de la unipolaridad, con el


dominio de Estados Unidos, a la condición de multipolaridad, que indica la complejidad
de las relaciones entre Estados y tendencias globales contemporáneas.
Lo siguiente que toma en consideración el autor, son los criterios que pueden definir a
un Estado como potencia, la cual influye en las reglas de las relaciones internacionales
y ayuda a cambiar las realidades de otros Estados; mantiene, rompe o altera el statu
quo del orden internacional-global.
•Desarrollo tecnológico de los elementos de guerra
Capacidades militares
notorias •Armas nucleares, aunque no convierten al Estado por
si solas en una gran potencia

•Aumenta los grados de desarrollo de la sociedad


Demografía creciente o
estable

Redes de intercambio •Genera que las economías lideren el desarrollo global


económico con valor •Producen riqueza con base en ciencia, tecnología e
agregado innovación

•Relacionada con la capacidad que tenga para


Estabilidad y liderazgo establecer un orden normativo en la política interna y
institucional global

•Deseo de disponer del poder estructural para


Voluntad reglamentar el sistema internacional
•Voluntad de usar su poder material

La segunda parte del texto presenta dos cuestionamientos principales, primero, hacia
dónde se dirige el orden internacional, y segundo, si van a continuar manteniéndose las
potencias del siglo XIX como entidades de relieve en el siglo XXI o si por el contrario,
se desarrollará un nuevo reparto de poder entre grandes potencias (China, Rusia y
Estados Unidos). Los puntos claves para resolver este cuestionamiento se enumeran a
continuación.
Primero, China es hoy una potencia tan importante como Estados Unidos económica,
política, cultural y geopolíticamente; al estar en el centro del mundo; es vista como una
potencia con una larga tradición social-cultural imperial y no como un poder emergente,
demuestra gran capacidad de maniobra en la economía global. Segundo, por medio de
la guerra ruso-georgiana, Rusia puso en evidencia su reimperialización, chocando con
el orden de Estados-nación representado por las Naciones Unidas; mostró su voluntad
de intervención directa en la política global. Tercero, Estados Unidos vio arruinado su
poderío con la gran recesión y las invasiones de Afganistán e Irak, y es visto por los
demás países como uno más, y no como el más poderoso y hegemónico. Cuatro, la
Unión Europea ha visto su poder fragmentado debido a que no es un Estado, y esto le
impide ser un interlocutor real frente a las grandes potencias. Por último, en Oriente
Medio los cambios dentro del mundo islámico son los que más impacto han tenido en la
modernidad múltiple y el rol que esto desempeñará en la política global; el surgimiento
de Arabia Saudita como potencia geopolítica, revela su importancia de ser el centro
contemporáneo del poder sunita, e Irán representa un desafío particular para el mundo
en general, en lo que es un competidor de la política global.
Adicionalmente, se puede mostrar el papel de India como potencia ya que se encuentra
experimentando uno de los procesos de urbanización más novedosos del siglo,
además tiene una relación estratégica clave con Rusia, y ha mostrado tener una
capacidad de autonomía sobre todo al elegir sus aliados estratégicos, esto se puede
percibir en la Organización de la Cooperación de Shanghái; operación militar de
seguridad que le permitiría aliarse con china o consolidar un bloque asiático.
Todo lo anterior ha debilitado el poder del mundo occidental, mostrándolo como líder
sin respuesta en la política global, lo que representa un giro profundo en las
condiciones de dominio global; haciendo que el proceso de avanzar hacia un mundo
multipolar sea cada vez más evidente, pero dejando interrogantes sobre cómo se
gestionará el sistema internacional y cuáles son los principales cambios que se
producirán, y así mismo la posibilidad de que esta transición se logre por el usual
mecanismo de la guerra, o novedosamente, se intenten otras medidas de carácter
institucional, lo que constituye el principal reto estratégico del siglo XXI.
Los capítulos siguientes muestran cómo se manifiesta la decadencia de potencias
occidentales; en la guerra de Georgia, Rusia actúa como potencia mundial en voluntad
de reconstruir su imperio, ejecutó la ciberguerra, algo novedoso y de serias
implicaciones en el ámbito militar, mostró a Occidente que estaba de regreso en su
área de influencia, con la voluntad política necesaria junto con las capacidades
militares requeridas y uno su preciso de la fuerza. Estados Unidos perdió no solo
liderazgo diplomático y de conducción del sistema internacional, sino que tuvo que
delegar su iniciativa diplomática la Unión Europea específicamente a Francia para
lograr un alto al fuego en la guerra. Así, la guerra en Georgia evidenció una fractura de
la estabilidad global y la falta de control internacional de la práctica de la guerra.
La primavera árabe que inició una revolución democratizadora del mundo árabe, derivó
también en una crisis para Occidente; en los conflictos presentados en Túnez, Egipto,
Libia, Siria (en la que surgió el Estado Islámico) y Yemen (en la que se estableció la
principal red de Al Qaeda), Estados Unidos perdió la iniciativa internacional y la asumió
Rusia, con un claro alcance internacional y alterando la proyección geopolítica buscada
por Estados Unidos; la guerra se convirtió en un alcance en un asunto de alcance
internacional, Rusia también se alineó con China e Irán, los cuales apoyaban al
gobierno; y en contra de esta posición están los países occidentales encabezados por
Estados Unidos que desde el principio mantuvieron un apoyo a los rebeldes.
Otro desafío para el orden internacional es la paradoja que el Estado islámico ha
planteado, en la que intenta construir e imponer un Estado basado en el ejercicio del
terrorismo, llevando a que sería el primer Estado que se crea en ese procedimiento,
pero que además viste de limpieza étnica religiosa e identitaria. Los países
occidentales a pesar de esto no han cambiado la perspectiva de que el Estado Islámico
es una organización terrorista; es evidente que cuando se dio a conocer, ya tenía
victorias que le permitieron con convertirse en una organización con reconocimiento y
que podía crear un Estado y convertirlo en funcional con sus territorios y con
reclamaciones territoriales, que se podían extender sobre los países habitados por los
musulmanes; con esto desafía tanto el orden internacional de Oriente medio y equilibrio
entre los musulmanes, como el orden internacional construido por el mundo occidental.
Para finalizar, la conclusión del autor es que el mundo contemporáneo está marcado
por una estructura multipolar, lo que ha dado lugar a cambios sustanciales en el orden
internacional de carácter occidental, asentado sobre la tradición de la Paz de Westfalia,
pero constituido en 1945 con base en el naciente poder internacional de Estados
Unidos; pero para las décadas recientes, se ha producido un reposicionamiento de
países que Occidente consideraba derrotados como Rusia y China, La India también
está dispuesta a reclamar su posición del dentro del orden internacional
contemporáneo, Japón está presentándose como el primer estado no occidental que
lograba dominar las capacidades militares y tecnológicas, y Turquía quiere recuperar el
prestigio de un gran estado. La próxima década dará lugar a procesos de
estructuración de sociedades, nuevos procesos de contienda política e inestabilidad
institucional; el mundo enfrenta nuevos desafíos, como el desarrollo de ciencia y
tecnología, la profundización del terrorismo y de la acción de grupos armados no
estatales (lo que ha logrado convertirse en una fuerza desestabilizadora para Europa).
En estas condiciones es claro que el acertijo de hacia dónde va el mundo, parece
resolverse con la complejidad que implica la aparición y consolidación del mundo
multipolar, que tiende como un periodo de protagonismo de Eurasia y no en el poder
emanado por Occidente.

Aunque el autor argumenta que Rusia y China son potencias hegemónicas


actualmente, la verdad es que, si bien es cierto que el poderío unipolar de Estados
Unidos está en decadencia, las potencias no occidentales hoy en día no representan
una amenaza contundente para esta. El orden internacional se encuentra en un
momento de desbalance, en el que no se puede argumentar que en realidad exista una
potencia de gobierno mundial; tanto Estados Unidos como Rusia y China, representan
potencias regionales, que implementan su poderío en ciertas zonas del mundo, pero no
en todas; se puede decir, que cada una ejerce su poder en la zona de influencia en la
que mejor se desarrolle.
Lo que restringe el hecho de que alguno de estos países pueda destacarse como
potencia mundial, son en el caso de China, su economía interna no muy bien
consolidada, Rusia, el nivel medio de sus fuerzas militares, y Estados Unidos, su
innegable decadencia de poderío como ha mencionado anteriormente el autor.
La República Popular de China, a diferencia de Rusia y Estados Unidos, se encuentra
actualmente en una posición de potencia regional a punto de transitar por completo al
ámbito global, ya que se encuentra incrementando su poderío rápidamente destacando
que “los elementos de poder fundamental de China en su peso político internacional,
son dados por su membrecía en el Consejo de Seguridad, su posición en las
principales organizaciones económicas mundiales, su posesión de armas nucleares y
su eficaz diplomacia, su creciente fuerza militar y la competitividad de su economía”
(Anguiano, 2008).
Aparte de distinguirse por la creciente participación en el comercio mundial,
China sobresale por su enorme peso específico, determinado por tres factores:
es el país con la población más grande del mundo con 1 386 millones de
personas en 2018; por extensión territorial 9 596 960 km2, ocupa el cuarto lugar,
ligeramente debajo de Estados Unidos, ambos sólo superados por Canadá y
Rusia; el producto interno bruto (PIB), medido por la paridad adquisitiva de la
moneda china convertida en dólares estadounidenses, es el segundo más
grande del mundo pues representa 13.2% del PIB global, mientras que el PIB
estadounidense, que supone 20.9% del mundial, ocupa el primer lugar.
(Anguiano, 2008, p.19).
Finalmente, como afirma (Meyer, 2018) "en los últimos años, y más aún tras la salida
de Estados Unidos del Acuerdo de París, China está decidida a liderar la lucha contra
el cambio climático. Algo que reforzaría, aún más, su liderazgo global.”
Pero a pesar de esto, como se mencionó antes lo que más restringe la noción de que
China sea potencia es que se trata de una economía que está apenas en desarrollo,
cuya población tiene un nivel de vida todavía bajo en una sociedad marcadamente
rural. Su influencia se ejerce en la región de Asia-Pacífico desde un ángulo geopolítico
que se manifiesta en lo político, diplomático, económico, y hasta cierto punto en lo
cultural. Este se ejerce en un ámbito regional de estrecha interdependencia económica,
en la que los países más dinámicos tienen muy fuerte impacto sobre el resto del
mundo. (Anguiano, 2008). Además de ser una economía de acumulación.
Teniendo en cuenta estos elementos, al considerar que en un futuro cercano China
consolide una economía sólida, tendrá un positivo desarrollo como potencia mundial.
El caso de Rusia, aunque la guerra contra Georgia ya mencionada demostró la
capacidad de las Fuerzas Armadas rusas para actuar en su periferia inmediata, las
Fuerzas Armadas rusas todavía tienen un largo camino para transformarse en una
maquinaria militar moderna y eficaz según el modelo occidental. En consecuencia, su
fuerza convencional seguirá estando por detrás de la norteamericana y de la de
algunos otros miembros de la OTAN en importantes tecnologías que son críticas para
el éxito en la guerra contemporánea, incluidos medios de última generación de mando
y control, comunicaciones, inteligencia, vigilancia y reconocimiento, así como armas
convencionales de alta precisión (Pardo, 2018)
Otro asunto que también se podrá cuestionar es lo que vendrá para Rusia con el
liderazgo político post-Putin y el futuro de la economía rusa; las que no permiten
obtener demasiadas conclusiones. Así que consolidar una fuerza militar que logre
desafiar las capacidades de Occidente es uno de los mayores desafíos futuros de
Rusia, junto con ver que tan firme continuará su política soviética en la era después de
Vladimir Putin.
Pasando a Estados Unidos desde la elección del presidente Donald Trump, se puede
afirmar que ha desmejorado en sus relaciones internacionales. (Adams, 2018) apoya
que:
Desde retirarse de tratados hasta menospreciar a aliados para comenzar
guerras comerciales, las medidas impulsivas del presidente Donald Trump están
alterando de forma drástica el orden mundial vigente desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial. Pero incluso antes de las posiciones beligerantes de Trump
sobre política exterior, EE. UU. ya estaba perdiendo, poco a poco, su papel de
principal potencia en los asuntos internacionales.
Y además de las amenazas que representan China y Rusia, ya mencionadas por el
autor de Imperios contra Estados, se puede destacar que han aumentado los países
que influyen en la economía y en la seguridad y afirman su posición independiente de
la estadounidense. Hechos y posiciones políticas de países que confrontan el poder de
la unipotencia son los siguientes: Irán es, y seguirá siendo, una potencia cada vez más
fuerte e influyente en la región. Turquía, una potencia regional en crecimiento, actúa
cada vez con más independencia de los deseos de EEUU, su aliado en la OTAN, y
juega su propio papel en el contexto de poder de la región.
Japón ha eliminado los límites de gasto en defensa para promover el desarrollo de su
ejército frente al creciente poder de China. Corea del Norte actúa cada vez más como
una potencia regional y la perspectiva de una Corea unificada crearía otro importante
centro de poder regional en el Pacífico Norte. Otros países, como Filipinas y Australia,
invierten sobre seguro al mejorar sus relaciones bilaterales con China. Por su parte, la
India tiene una creciente presencia económica y militar en el océano Índico y en el
Sudeste Asiático. (Adams, 2018).
Wallerstein (2003) describe a Estados Unidos como “una superpotencia solitaria que
carece de verdadero poder, un dirigente mundial al que nadie sigue ni respeta y una
nación peligrosamente a la deriva en medio de un caos global que no puede controlar”
(p.18).
Estados Unidos deberá aprender las nuevas normas y participar de una forma diferente
en un mundo que va hacia un nuevo equilibrio de poder, en el que otros países tienen
recursos y planes que EEUU ni controla ni puede controlar. (Adams, 2018).
En síntesis, el orden internacional necesita actualizarse, el sistema de Naciones Unidas
no responde ni se acomoda eficazmente al desarrollo político del siglo XXI, nuevos
asuntos presentados a continuación surgen en la agenda internacional, para las cuales
será insuficiente el orden post Segunda Guerra Mundial de 1945.

Globalización

Cambio climático

Sociedad y tecnología

Terrorismo transnacional:
ciberguerra

Asia central; eje económico


internacional

Fin hegemonía estadounidense;


mundo multipolar
REFERENCIAS.
Adams, G. (28 de junio del 2018). Un nuevo mundo nace y EE. UU. ya no es
su líder. The conversation. Recuperado de http://theconversation.com
Anguiano, R. (2008) China como potencia mundial: presente y futuro.
Recuperado de https://www.jstor.org/stable/pdf/j.ctv3dnrbc.4.pdf
Meyer, L. (1 de abril del 2018) China: 3 claves para entender a la futura primera
potencia mundial. Ayatalar. Recuperado de http://atalayar.com
Pardo, J. (2018). Consideraciones estratégicas de la reforma militar rusa.
Recuperado de http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2018/DIEEEA28-
2018_Reforma_Militar_Rusa_JMPSGO.pdf
Patiño, C. P. (2017) Imperios contra Estados. Bogotá, Colombia: Penguin
Random House Grupo Editorial S.A.S.
Wallerstein, I. (2003) La decadencia del imperio. Estados Unidos en un mundo
caótico. Recuperado de http://geopolitica.iiec.unam.mx/sites/default/files/2017-
08/Wallerstein-la-decadencia-del-imperio.pdf

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