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México y la Profecía Pendiente.

Mística, Historia y Prospectiva


Luis Eduardo López Padilla
Profecía
07 Enero 2020
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Las profecías anunciadas en la Sagrada Escritura para el final de los tiempos se han venido
cumpliendo, particularmente a partir del siglo XX: las dos guerras mundiales, armas de destrucción
masiva, cultura de la muerte, epidemias, pestes y enfermedades; catástrofes naturales, desarrollo
científico y tecnológico; confusión intra eclesial y falta de fe generalizada con tintes de apostasía.
El mensaje mariano contenido en revelaciones privadas ocurridas en los últimos 200 años ha
puntualizado sucesos concretos que ya han ocurrido y otros más que están a las puertas. Todas estas
profecías privadas se apoyan asertivamente en la revelación contenida en la Sagrada Escritura.
Y dentro del cúmulo de profecías genéricas para el mundo y para la Iglesia, hay algunas
particularmente referidas a ciertas naciones en específico, y esto debido al plan que Dios le ha señalado
para este momento decisivo de la Historia. Así, por ejemplo, Francia, Polonia, Portugal, España y Rusia
son naciones que han tenido, tienen y tendrán una función que cumplir.
Pero si se trata de naciones especialmente escogidas para una misión concreta en el triunfo del Corazón
Inmaculado de María, México está a la cabeza. En efecto, el lugar de lo que ahora es México tiene en
su historia milenaria la vida de hombres que habiendo puesto a Dios como prioridad alcanzaron
un nivel tan alto de unión con Dios que logró un enorme acervo espiritual, causa para que el
Cielo mandara a esta tierra a la misma Madre de Dios bajo la advocación de la Virgen de
Guadalupe, pues lo que comenzó aquí, aquí terminará.
En efecto, la presencia de la Virgen de Guadalupe en México desde hace casi 500 años es, sin embargo,
muy actual y profundamente escatológica, pues Guadalupe representa con sus 46 estrellas en el
manto el simbolismo del Nuevo Templo, pues recordemos que fueron 46 los años que tardó en
construirse el Templo de Jerusalén (Jn 2,19-20). Además, la Virgen de Guadalupe está encinta; es
decir, no aparece con el niño en brazos, sino que al estar preñada inmediatamente nos remite al
Apocalipsis capítulo XII que señala a la “Mujer vestida del Sol, la Luna bajo sus pies y que gime
dolores de parto, y que se ve obligada a huir al desierto llevada por las alas del águila, pues el
Dragón le acecha y le hace la guerra para derrotarla y poder devorar a su hijo cuando nazca”.
Pero este hijo no es Jesús, ni la Mujer en sentido estricto es María – quien no tuvo dolores de parto -
sino que representa a la Iglesia Verdadera del Final de los Tiempos, Iglesia que será perseguida por el
Dragón, y que dará a luz por medio de María a una Nueva Estirpe, es decir, a una clase de hombres que
serán señores y reyes del Señor y Rey, que es Cristo, y que al servicio de la Mujer le darán el trono y
el señorío al Rey de Reyes, para reinar con Él en este Tierra y continuar el Reino en la vida eterna para
siempre. O sea, México es tierra de fidelidad, donde se edificará el Nuevo Templo donde morará Dios
con los hombres y donde surgirá, no exclusivamente, una Nueva Estirpe que poblará la tierra y amará a
Dios por sobre todas las cosas en espíritu y en verdad. 
Todo esto se refiere a México, nación místicamente envuelta en este llamado que tiene que cumplir
para el final de los tiempos. Pero ahora México está muy lejos de esa meta y por eso Dios le
prepara una particular y sufriente purificación, al margen de la que vendrá pronto para el mundo
completo. 
Pero recapitulemos su Historia. México, no se nos olvide, fue la primera nación en el mundo que
proclamó a Cristo como Rey. Recordemos que el Papa Pío XI proclamó en la encíclica Quas Primas
del 11 de diciembre de 1925 la fiesta litúrgica de Cristo Rey, consolidando la doctrina social cristiana y
manifestando la voluntad divina de alentar la Civilización del Amor. Pocos días después, el grito de
¡Viva Cristo Rey! se oye en el mundo, lanzado por primera vez por las gargantas del pueblo católico
mexicano, del que no pocos derramaron su sangre para defender su religión y su fe en la promesa:
¡Reinaré! 
La heroicidad del católico mexicano se agigantó al verlo luchar por la promesa del reino de Cristo, y
por esta misma razón México ha sido especialmente acechado por el demonio desde los tiempos
prehispánicos con los sacrificios humanos; luego a partir de su Independencia con la impronta y furia
masónica traidora a su patria y servil obediente al gobierno anticristiano y masónico de los Estados
Unidos, la Revolución Mexicana, la Guerra Cristera y el Estado laico.
Masonería en México
La influencia de la Masonería en la Revolución Francesa de 1789 constituye uno de los principales
puntos de polémica en la historia contemporánea. La Revolución Francesa nació de una conspiración
masónica alimentada por los enciclopedistas y los ilustrados radicales por medio de las logias
francesas. La línea masónica francesa atea fue heredada en gran medida en América donde la influencia
política y social dejó una huella muy clara a través de los partidos y regímenes liberales, que casi
siempre fueron radicales y anticlericales. Pero ninguna Masonería en Iberoamérica fue tan hostil a la
Iglesia como la de México. Los libros Historia de México y Episodios de la Revolución Mexicana de
Carlos Alvear editados por Jus, así como La Cristiada de Jean Meyer en su trilogía editada por Siglo
XXI, hablan de estos embates de la Masonería en México. 
Así, una vez que se consumó la Independencia en manos de Agustín de Iturbide y habiéndose
proclamado Emperador de México, fue destituido por el embajador en México Poinsett, con el apoyo
de la Masonería del rito de York que él mismo había trasplantado a México desde los Estados Unidos.
Después de expulsar del poder a Santa Ana, se inauguró en México el régimen liberal radical que sirvió
como plataforma para el lanzamiento político al ministro de justicia don Benito Juárez, masón y
anticlerical que consiguió el apoyo de los Estados Unidos contra sus rivales conservadores. Juárez
desencadenó la guerra civil contra los conservadores y llevó como bandera definitiva las Leyes de
Reforma que prácticamente dejaban a la Iglesia Católica fuera de la ley.
Juárez prorrogó su mandato hasta su muerte en 1872. México fue así sujeto de una férrea dictadura
liberal que se prolongó hasta entrado el siglo XX. Durante este largo período se mantuvo la separación
hostil de liberales y la Iglesia Católica. La corrupción fue en aumento aun cuando el orden público
mantenía cierta estabilidad y progreso material. Luego, en 1910, se inició la Revolución Mexicana que
expulsó a Porfirio Díaz. El promotor de esta revuelta fue Madero, quien también era masón. Madero
fue expulsado del poder y asesinado, tras lo cual la Revolución Mexicana se radicalizó en sentido
anticlerical y masónico bajo la dirección de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. Este último
desencadenó una feroz persecución contra la Iglesia y promulgó la Constitución Revolucionaria de
1917. El sindicalismo revolucionario se manifestó con un sello marxista y comunista; la Revolución
Mexicana se inclinaba cada vez más a la extrema izquierda. En 1924 subió a la presidencia de la
mano de Obregón un masón fanático, el General Plutarco Elías Calles, que se propuso con
verdadero odio masónico completar la aniquilación, incluso física de la Iglesia Católica a la que
consideraba responsable de todos los males de México. Como justa reacción surgió la rebelión
cristera que duró de 1926 a 1929, dándole a México el honor de ser la primera nación que reconoció a
Cristo como Rey.
Por fin, en 1929 se dieron los famosos Arreglos, contra los que protestaron muchos masones. Para
convencerles, el entonces presidente de México, Emilio Portes Gil, alto grado de la Masonería,
convocó una conferencia masónica ante la que pronunció las siguientes palabras reveladoras:
“Venerables hermanos: mientras el clero fue rebelde a las instituciones y leyes del Gobierno de la
República, estuve en el deber de combatirlo como se hiciese necesario... ahora, queridos
hermanos, el clero ha reconocido plenamente al Estado y ha declarado sin tapujos que se somete
estrictamente a las leyes. La lucha no se inicia, la lucha es eterna. La lucha se inició hace veinte
siglos... En México el Estado y la Masonería en los últimos años han sido una misma cosa: dos
entidades que marchan aparejadas, porque los hombres que en los últimos años han estado en el
poder han sabido solidarizarse con los principios revolucionarios de la Masonería.” (Discurso del
presidente de los Estados Unidos Mexicanos Emilio Portes Gil el 27 de julio de 1929 a los dirigentes de
la Masonería de México. Texto en Carlos Alvear, Episodios de la Revolución Mexicana, México,
Editorial Jus, 1988 p. 330 y siguientes.)
La identificación del gobierno mexicano con la Masonería queda así reconocida palmariamente. En
efecto, prácticamente todos los presidentes de México han sido masones. Sin embargo, lo que más
sobrecoge de este texto es el reconocimiento de que la lucha es eterna, que la lucha empezó hace
veinte siglos.
Finalmente, en 1929 tomó cuerpo el Partido Nacional Revolucionario que pronto cambió su nombre al
de Partido Revolucionario Institucional, PRI. Este partido fue uno de los de mayor corrupción que la
historia moderna haya conocido. Partido arbitrario y antidemocrático que detentó el poder casi
durante 70 años y que se vio obligado a entregarlo durante 12 años al Partido Acción Nacional (PAN),
para volver a recuperarlo del 2012 al 2018 en medio de una corrupción rampante y violencia
generalizada por luchas entre carteles de droga y ciudadanos comunes de a pie. México es el país, que
no estando en guerra contra ninguna nación, más muertes sufre al año. En el último sexenio se
contabilizaron más de 175,000 muertos.  
México hoy
El presente ensayo no pretende hacer un análisis político de los últimos sexenios de los gobiernos del
PRI, el PAN y particularmente del actual gobierno de MORENA. Lo que se pretende es que a la luz de
la profecía en relación con México y a los eventos que han venido ocurriendo en los últimos años, el
lector esté atento a que nos acercamos con más celeridad al cumplimiento de la profecía pendiente
que pronto habrá de sufrir el país completo.
Es una realidad que el actual líder del Poder Ejecutivo de la Nación enarbola una mentalidad populista.
Populismo
“El populismo ha sido un mal endémico en América Latina. El líder populista arenga al pueblo
contra “el no pueblo”, anuncia el amanecer de la historia, promete el cielo en la tierra. Cuando
llega al poder, micrófono en mano, decreta la verdad oficial, desquicia la economía, azuza el odio
de clases, mantiene a las masas en continua movilización, desdeña a los parlamentos, manipula
las elecciones y acota las libertades” (Enrique Krauze, El Pueblo soy Yo, Debate, 2018).
En efecto, podemos ubicar cinco desviaciones que configuran la mentalidad populista: 1. Desprecio
por la libertad individual y una correspondiente idolatría por el Estado; 2. El complejo de víctima,
según el cual todos nuestros males han sido siempre culpa de otros; 3. La paranoia anti “neoliberal”,
según la cual el “neoliberalismo – o cualquier cosa relacionada con el libre mercado – es el origen
último de nuestra miseria; 4. La pretensión democrática con la que se reviste para intentar dar
legitimidad a su proyecto de concentración de poder; y 5. La obsesión igualitarista que se utiliza como
pretexto para incrementar el poder del Estado, y así, enriquecer al grupo político en el poder a expensas
de la población, beneficiando amigos del populista y abriendo puertas de par en par a una rampante
corrupción.
Políticamente el populismo suele encarnarse en un líder carismático, un redentor, un tipo mesías que
viene a rescatar a los sufrientes y a asegurarles un espacio de dignidad en el nuevo paraíso que él va a
crear. Esta es una característica de lo que hoy se conoce como el “socialismo del siglo XXI”.
El término socialismo del siglo XXI fue acuñado por el alemán Heinz Dieterich, uno de los principales
asesores del entonces presidente Chávez y que sostenía que las peores miserias de la humanidad
como la guerra, la pobreza y la dominación son culpa de la institucionalidad capitalista. Por eso
fue el finado presidente Chávez quien llamó socialista a esta sociedad alternativa al capitalismo, y la
llamó “socialismo del Siglo XXI” “reivindicando con la palabra “socialismo” los valores siempre
vigentes del “amor, solidaridad, igualdad entre los hombres y las mujeres, y agregándole el
adjetivo “siglo XXI” para diferenciar al nuevo socialismo de los errores y desviaciones
implementado durante el siglo XX en la Unión Soviética y los países del este europeo” (Marta
Harnecker en Cinco Reflexiones sobre el Socialismo del Siglo XXI. 2012).
El populista lleva a cabo un programa utilizando las categorías de “pueblo” y “anti-pueblo”. Él dice
encarnar al “pueblo” y, por tanto, quien esté en contra de sus pretensiones está siempre en contra del
“pueblo” y del lado del “anti-pueblo”, lo que significa que debe ser marginado o eliminado.
Antonio Gramsci
Para comprender mejor este “Socialismo del siglo XXI”, tenemos a una de las principales figuras e
intelectuales más influyentes que ha producido el marxismo, el teórico italiano Antonio Gramsci, quien
fue presidente y fundador del Partido Comunista Italiano. Su trabajo fundamental más conocido es la
idea de la Hegemonía Cultural. Según Gramsci, la mejor forma de construir un orden socialista no era
por la vía revolucionaria violenta que promovían los marxistas leninistas, sino dentro de una gradual y
persistente transformación de las diversas instituciones, ideas y valores que predominaban en una
sociedad.
De este modo, a diferencia de Marx, quien pensaba que las ideologías dominantes en una sociedad no
eran más que el reflejo de la infraestructura económica y que por tanto debía cambiarse
violentamente para cambiar la ideología, Gramsci creía que la lógica era a la inversa: si se
cambiaban las ideas y la cultura dominantes en una sociedad, terminarían por transformarse las
instituciones sobre las que descansaba el capitalismo, dando legitimidad a una nueva clase
dirigente y a un nuevo sistema. Mientras para Marx la batalla era una de tipo revolucionaria
armada, para Gramsci era sobre todo una intelectual y cultural.
En resumen, “el socialismo del Siglo XXI no es más que la misma mitología anti - imperialista,
antiliberal y marxista que llevó a América Latina a la miseria y al conflicto durante buena parte
del Siglo XX” (El Engaño Populista de Axel Kaiser y Gloria Álvarez. Ariel 2016).
El Foro de Sao Paulo
Auspiciado por el Partido Comunista de Cuba y el Partido de los Trabajadores de Brasil en 1990, surge
el famoso Foro de Sao Paulo que reunió a cerca de 50 partidos políticos y organizaciones de izquierda
de 14 países de la región. El objetivo era revivir el comunismo en América Latina con el propósito de
proyectarlo tras el fin de la Guerra Fría y particularmente a partir de la caída del Muro de Berlín. Las
conclusiones de este encuentro trazaron la ruta en los movimientos de izquierda latinoamericanos en las
décadas siguientes (texto disponible en: http://forodesaopaulo.org).
Lo alarmante de la historia del Foro de Sao Paulo es el éxito que ha tenido en el propósito que se dio
desde 1990, cuando el socialismo parecía totalmente sepultado. Así, el fundador del Foro de Sao Paulo,
Lula da Silva (Brasil), llegó a la Presidencia en el año 2002, seguido de Néstor Kirchner (Argentina) en
el 2003. Tabaré Vásquez (Uruguay) y Leonel Fernández (República Dominicana) en el 2004. Evo
Morales (Bolivia) en el 2005. En el 2006 llegaron cuatro más: Michelle Bachelet (Chile), Rafael Correa
(Ecuador), y Daniel Ortega (Nicaragua). En el año 2008 fue elegido Fernando Lugo (Paraguay),
mientras que Mauricio Funes (El Salvador) alcanzó la Presidencia en el 2009. Venezuela y Cuba siguen
a la cabeza enraizados en el poder dictatorial. En México, llegó hace un año el presidente López
Obrador.
Hoy en día, después de casi 30 años, las contradicciones de los principios del Foro demuestran que el
principal objetivo es mantenerse en el poder, no para resolver los problemas de los marginados, cuya
representación exclusiva se atribuyen, sino para usufructuarlos ellos mismos. Irónicamente los más
perjudicados han sido los pobres, pues además de sufrir un nuevo desengaño, continúan
experimentando subdesarrollo, pierden su libertad y se sufre la dictadura del poder y preceptos
comunistas, cerrando medios de comunicación, expropiando empresas y encarcelando a ciudadanos por
el simple hecho de disentir con el oficialismo.
Si revisamos el primer año de gobierno del presidente de México, puntualmente ha seguido una
agenda que responde a estos principios socialistas del Foro de Sao Paulo, expresión del llamado
“Socialismo del Siglo XXI”. Cada uno juzgue qué camino podrá transitar nuestro país en los próximos
años venideros, pero la profecía aún pendiente se cumplirá:
Un evento ocurrirá en la Ciudad de México que provocará se detonen otros sucesos a lo largo y
ancho de la República Mexicana. Habrá dolor, sangre y mucho sufrimiento. Muchos querrán
salir del país y no podrán. Será una prueba no vivida en los últimos 200 años…y México se
vestirá de amarillo.
Así será purificado nuestro país. El que esto escribe no sabe la fecha, pero nos acercamos más y más a
pasos agigantados. Entonces México podrá cumplir la misión a la que el Cielo le ha encomendado,
confirmando lo anterior el mensaje que la Santísima Virgen le transmitió al padre Esteban Gobbi el 5
de diciembre de 1994, en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe: “Te confirmo hijo mío que,
de esta nación, de México, empezará el triunfo de mi Corazón Inmaculado hacia todo el mundo.
Como en mis ojos permanece impresa la imagen del pequeño Juan Diego, a quien me aparecí, así
también vosotros estáis impresos en los ojos y en el corazón de vuestra Madre Celestial. México,
tierra especialmente protegida y bendecida por mí…Por eso comenzará desde aquí mi gran
victoria contra todas las fuerzas masónicas, para el mayor triunfo de mi hijo Jesús…” 
Dios nos proteja. María nos cubra con Su Manto. Pero preparémonos para esta prueba particular y
exclusiva para México en el contexto mundial de la grande purificación y tribulación que están por
enfrentar el mundo entero y la Iglesia.  
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Eduardo López Padilla, y la página donde fue originalmente publicado,
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