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Moderadora de Traducción
Merlu

Traductoras
Axcia Valalele Kyda

Nicki2 fmaryd bluedelacour

Pachi15 Elizabeth vivi

Mir Agus901 Merlu 3

Recopilación y Revisión
Merlu

Correctoras
JustJen Osma MissEvans

Khira patriiiluciii Merlu

Jane viriviri

Diseño
Móninik
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
4
Capítulo 6
Capítulo 7
Nota del autor
Sobre el autor
Un chico. Una chica. Un insignificante momento que cambia sus vidas para
siempre.

Bella y Clark, son dos veinteañeros envueltos en un caótico y loco mundo.


Uno anhela el amor, el otro lo evita. ¿Se encontrarán el uno al otro? ¿O un sencillo
"y si" separará sus caminos?

Igual que Living Dorso, Uncertainty y Smoking/No Smoking, Beyond Parallel


se mueve entre dos historias paralelas. Una sigue a Bella y Clark como pareja, y la
otra los sigue como si nunca se hubieran conocido.

Amistad, carreras, sueños, fantasías... sus vidas, no son diferentes a la tuya o


la mía. Es increíble cómo pequeñas decisiones cotidianas pueden afectar la manera
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en que te ves, dónde vives, las personas a las que amas y en quién te transformas.
Podríamos vivir un billón de vidas, pero sólo se nos da una.

¿Se trata todo de un juego de azar? ¿O Bella y Clark realmente están


destinados el uno para el otro?
Cuatro personas sentadas en un oscuro y casi vacío
restaurante. Cada persona tiene su propia historia con el
potencial de vivir infinitas vidas. Cada decisión que ella o él
tome, creará un nuevo giro en su historia, cada uno cargando
con una infinidad de posibilidades. Aun así, cada decisión es
desconocida, y muchas parecen insignificantes.
Cada persona puede vivir un billón de vidas diferentes, pero
sólo se nos da una. ¿Es eso justo? ¿Es la vida un mero juego de
azar, o algunas cosas son un poco más certeras?
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SIN LA MENOR IDEA DE LO QUE SIEMPRE HA SIDO
El sol se escurría por entre las cortinas iluminando el viejo y polvoriento
cuarto. Los haces de luz, reflejaban las danzantes motas de polvo que giraban y
ondeaban a través del vacío hasta el desgastado piso de madera.
Clark yacía en su cama, su respiración tranquila y constante. Se giró sobre su
espalda, y un apagado crujido perturbó su sueño devolviéndolo a la vida. Extendió
la mano hacia atrás buscando el objeto desconocido, y lo llevó hacia sus 7
enrojecidos y cansados ojos. Abriéndolos, se enfocó en el arrugado papel y leyó las
palabras.
Clark
Eres mi más viejo amigo, y de cierta manera me siento mal yéndome así sin
despedirme. Pero nosotros no hacemos eso, así que vas a tener que superarlo,
porque ha llegado la hora de irme. Para cuando leas esto, seguramente me habré
ido hace mucho (o más posiblemente esté a la espera de algún barco) pero quiero
que sepas que siempre estaré aquí para ti.
Somos trotamundos, y esto es lo que los trotamundos hacemos. ¡Viajamos, maldita
sea! Tú ya has hecho tu parte, pero a mí me queda más por hacer. Es hora de que
vayas a casa, consigas un trabajo real y le pagues a tu papá (ja, sí, como si eso
fuera a pasar). Como sea, sé que vas a estar enojado ahora (y con resaca. Estabas
súper ebrio anoche, debilucho) pero supéralo. Oh, y sigue buscando por ese algo
especial. Lo vas a encontrar, hermano. Confía en mí.
Tu mejor amigo,
Sam

Clark intentó aclararse la vista, pero la evidente culpa que acompañaba el


texto, letra demasiado pequeña y poco clara, hacía difícil leer bien las palabras, un
claro signo de que pertenecía a Sam.
Lanzó el papel hacia atrás y se dejó caer sobre su almohada, mirando el techo
e intentando concentrarse. Sentía la piel apretada y sudorosa mientras los
recuerdos de la noche anterior regresaban a él.
Gimió al darse cuenta de que estaba solo de nuevo. Eso no solía molestarlo,
pero hacía mucho desde la última vez que fue así. Sam se había vuelvo su fiel
compañero del crimen. Ahora estaba por su cuenta en una pequeña isla en
Tailandia, y la idea de salir de la cama y enfrentar el apabullante calor lo hizo
estremecerse.
Agarrando la almohada, la aplastó contra su cara. La sucia tela blanca atrapó
su aliento y el hedor a sudor rancio y cerveza lo hizo sentir ligero y sin vida. Sabía
que el mundo estaba ahí pero, por unos segundos, fue sólo él en un espacio vacío.
Sin preocupaciones, ni necesidad de levantarse. La simple idea de quedarse
envuelto así por siempre y dejar que la vida se arregle sin él, en el distante futuro.
Sabiendo que no se podía ocultar más, se giró hacia un costado y,
sobrevalorando el tamaño de la cama, cayó al suelo, con su cabeza y sus rodillas
estrellándose contra la madera. Otro quejido, de mayor agudeza esta vez, se
escapó de su boca. Tambaleándose sobre sus pies, se arrastró hacia la pequeña
mesa de madera. Sobre ésta estaba colgado un espejo con su pálido reflejo
llenándolo.
En busca de inspiración, comenzó a estudiar los folletos con brillantes colores 8
dispersados sobre la ya mencionada mesa, cada uno con una historia para contar y
el potencial de sacarle de la cabeza su soledad. Entre ellos, un brillante papel verde
con árboles y un cielo azul detrás de sus largas y frondosas formas, llamó su
atención.

Se miró de nuevo al espejo, enojado con el extraño que pretendía ser él y


exhaló con fuerza. Necesitaba olvidar, seguir adelante y ponerse sobrio. Salir a
caminar en busca de inspiración, decidió, no sólo era una idea genial, sino la única
opción que tenía.

***
La última parte de los cien metro fue energizante y vigorosa. La adrenalina
corría por sus piernas, pero sus pulmones luchaban con el húmedo y caliente aire.
Bella alcanzó a ver al último par de pasajeros desaparecer en el autobús,
comprendiendo que estaban por perderse el viaje. Afortunadamente, Alex iba un
par de pasos más adelante que ella, y sus largas zancadas lo guiaron con
determinación hasta alcanzar las puertas a último minuto.
Se aferró a los costados del viejo y maltratado autobús, y tiró de su cuerpo
hacia arriba para subir los para nada confiables escalones. Respiró hondo aliviada,
mientras veía a Alex apoyado contra el asiento del conductor haciéndole un gesto
con dos dedos. Ella pudo ver que el conductor fruncía el ceño, pero era difícil
distinguir si por enojo o de confusión.
―Dos boletos ―le oyó decir a Alex, en voz clara y lenta―. Por favor.
El conductor tomó el dinero de la mano de Alex y les indicó que pasaran con
un gesto. Ella se movió cerca de Alex, resguardándose detrás de su delgada y alta
figura para que la protegiera de la mirada del hombre.
―¿Qué le dijiste? ―quiso saber en tono aprensivo.
―Nada. Le pedí dos boletos, y sólo me miró. Quiero decir, vamos, ¿qué otra
cosa podría querer de él además de los boletos?
Ella comenzó a responderle, pero el suelo bajo sus pies empezó a moverse.
Cayéndose sobre Alex, se aferró a él tirando de su camiseta y casi pegándose a su
sudada espalda.
―Típico. Ya no quedan asientos de a dos. Odio sentarme sola ―se quejó con
un puchero.
El autobús se sacudió, con el violento arranque arrastrándola esta vez hacia
adelante. Estaba a punto de rendirse en esperar poder sentarse juntos, cuando una
mujer mayor se puso de pie y les señaló que se sentaran. Las arrugas
prácticamente enterraban el viejo rostro, cada pliegue sugiriendo una historia que 9
valía la pena ser escuchada.
Bella le ofreció sus palmas, tanto en gratitud como para ayudarla a moverse
por el inestable autobús.
―Muchísimas gracias ―dijo Bella, mientras la anciana se acomodaba en el
asiento detrás y se unía a un hombre con enormes auriculares engullendo la mitad
de su cabeza―. Al menos podemos sentarnos juntos. Aún si este autobús se ve
más viejo que los dos juntos ―continuó, esta vez hacia Alex.
―Lo sé, ¿cierto? Esto es malo, incluso para los estándares Tailandeses.
Echó un vistazo al resto del vehículo, y a las demás personas en él, quienes no
dejaban de sacudir sus manos en un intento de darse aire. Sabía que era inútil. La
humedad resultaría siempre victoriosa sin importar cuanto movieran su mano de
lado a lado.
Regresó su mirada a Alex. Hoy llevaba su oscuro cabello desarreglado, y tenía
la piel mucho más oscura que lo normal. Ella había crecido con sus pálidas
características, pero el nuevo bronceado lo hacía parecer exótico e intrigante.
Bajó la mirada por su cuello, enfocándose en la distintiva línea donde el
marrón encontraba la palidez. Ella se sentía cómoda con él, pero de alguna manera
parecía distraído. Un nuevo Alex, uno que no conocía del todo.
―Así que… ¿adónde vamos? ―preguntó ella, saliéndose de sus cavilaciones.
―Es una caminata por los cerros y, si el panfleto decía la verdad, la vista será
impresionante.
―Qué romántico ―comentó―. Es una pena que sea contigo, ¿no? ¿No era
que nos encontraríamos un par de extraños exóticos con los cuales hacer cosas
así?
Él sonrió, aunque parecía forzado.
―Bueno, supongo que te tendrás que conformar conmigo ―bromeó,
esperando que respondiera. Por el contrario, él se volvió hacia la ventana, su seria
mirada reflejándose en el vidrio de la ventana―. Hey, ¿estás bien?
―Sí, estoy bien.
―¿Estás seguro? Porque has estado callado, igual que anoche.
―Nop. Estoy bien. Sólo con calor, supongo. Deben hacer unos… ¿Qué? ¿Cien
grados aquí?
Ella sentía que le estaba ocultado algo igual que la noche anterior. Su
atención permanecía en otra parte, y su silencio la intrigaba. Los huecos en la
conversación nunca fueron su punto fuerte. Un período de más de dos segundos lo
harían tartamudear lo que fuera con tal de llenar el momento incómodo. El último
par de días había visto estos vacíos cada vez más frecuentes, su amor por charlar
pareciendo desvanecido.
Dejando a un lado el misterio de su comportamiento, se reclinó en su asiento
y pensó en el potencialmente impresionante paisaje que la esperaba. 10
Sentada en el avión en el viaje desde América, casi seis meses atrás, ella había
fantaseado con románticos paseos con extraños y celestiales primeros besos al
atardecer. La mayoría de sus primeras veces siempre fueron insulsas y comunes,
aunque siempre estuvo muy orgullosa de su muy primera vez ―un atolondrado
romance de brazos torpes y labios inseguros en un solitario bote mientras sus
amigos nadaban a unos cuantos metros de distancia.
Ella no sabía en ese entonces que su vida amorosa estaba en un punto
culmine, y que esos anticlimáticos momentos se volverían la única cosa consistente
que seguir. Relaciones enteras se construían por semanas de esperanza y lujuria,
sólo para que se estrellaran de pronto y le trajeran nada más que dolor. La única
constante que siempre había conocido eran las lágrimas y Alex.
Él siempre estaba ahí, para sostenerla mientras el dolor y el trauma se
escurrían por sus mejillas al vaso medio lleno de vodka.
CON LA ESPERANZA DE ALGO NUEVO
Un fuerte chasquido la despertó, haciendo que el miedo sacara sus piernas de
la cama en busca de una respuesta. Ella giró sobre sí misma, aún sin entender
nada, y entonces notó la cama vacía junto a ella ―la misma cama que se suponía
Alex debía estar ocupando.
Se giró de nuevo, continuando su búsqueda, deteniéndose en la puerta del
baño con la comprensión al fin dándole un respiro.
―Alex, ¿qué pasa? ¿Estás bien? ―dijo, y sin esperar respuesta directamente
entró para encontrarse con Alex colgado sobre el inodoro.
Él levantó su rostro de la taza con un débil temblor recorriendo su cuerpo.
―No me siento bien. Creo que fue el curry de anoche.
Ella se acercó, no segura de si agarrarlo del brazo o no.
―Sí, creo que ese curry no fue tan buena idea.
―¿Te lo parece? ―Le acarició la espalda.
―¿Necesitas algo? Agua, comida…
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―¡Comida no! ―se espantó, agarrándose la boca y poniendo su cabeza de
nuevo en el inodoro.
―De acuerdo, comida no. Lo entendí. Bueno, voy a ver si te consigo agua y te
ayudo a volver a la cama.
―No, yo estaré bien ―dijo tosiendo―. Tienes una caminata a la cual ir.
―No voy a ir a eso. ¿Cómo podría dejarte cuando estás…? Bueno, no te
puedo dejar así, ¿de acuerdo?
―Estaré bien, y ¿qué podrías hacer, exactamente? Todo lo que voy a hacer es
dormir y vomitar mis pulmones. ¿Realmente necesitas estar aquí para eso?
Varios puntos de sus palabras cruzaron su mente. La idea de quedarse en el
caliente y pequeño apartamento era espantosa. Jugar a la enfermera y ayudarlo en
el baño tampoco sonaba nada bien, pero dejarlo a su propia merced no se sentía
correcto.
Se debatió de ida y vuelta con ambas opciones, atrapada entre la espada y la
pared.
―Está bien, puede que no sea realmente de utilidad, pero ¿para qué son los
amigos, sino? Puede que me equivoque, pero ¿no se supone que estemos ahí para
cuando el otro nos necesite?
Levantó una vez más la cabeza de la taza; una línea de baba colgaba de su
barbilla.
―Sí, en lo general y lo aprecio. Pero lo digo en serio. Quiero que salgas y la
pases bien, y tomes algunas fotos para que al menos pueda más o menos imaginar
la experiencia. Con algo de suerte, estaré mejor cuando vuelvas y saldremos a
cenar.
Todo el asunto se sentía como un mal truco y, aunque su decisión parecía la
correcta, al menos para ella la sensación de que más tarde se arrepentiría se
trenzaba con la palabra ―Traición‖ en letras neón
―De acuerdo. Iré… Pero no harás nada más que dormir y beber agua. Espero
que te sientas mejor más tarde y te prometo volver pronto. Iré a esa estúpida
caminada, la cual fue tu idea en primer lugar, de paso, y volveré directo a casa.
―Suena como todo un plan ―dijo, antes de regresar la cabeza a la taza y
hacer unos sonidos que Bella pasaría el resto de la mañana tratando de olvidar.

***
Ella esperaba tener algo de tiempo para un paseo tranquilo por el pequeño
pueblo tailandés, y llegar hasta el autobús con algunos minutos de ventaja. Salir
del apartamento y mirar su reloj aplastó esa idea y la reemplazó con la urgencia de
correr los últimos cincuenta metros y colgarse del autobús antes de que las puertas
empezaran a cerrarse.
Subir los escalones fue difícil, más de lo que hubiera anticipado, y el 12
desaprobador ceño fruncido con el que se encontró una vez arriba la hizo
reconsiderar sus planes y querer volver a casa.
―Un boleto, por favor ―pidió con cuidado, dirigiendo la mirada a su
alrededor en un vano intento por evitar la mirada del conductor.
El hombre no dijo nada, pero su bronceado y curtido rostro no le ofreció
misericordia y parecía demandar respeto de todos en el mundo entero. La miró de
arriba abajo, haciendo que Bella sintiera como si el entrar al autobús fuera todo un
privilegio, a pesar de que la oxidada chatarra parecía más vieja que su abuelo.
―¿Un boleto? ―repitió, esta vez usando su dedo para señalar el número.
Él tiró de una palanca y de su boca salieron un montón de murmullos
inteligibles, antes de, inesperadamente, arrancarle de las manos el montón de
dinero. Ella dejó escapar una risa nerviosa, que se asemejó más a un chillido, y se
apresuró hacia el pasillo. El conductor desapareció detrás del asiento para
encender el viejo motor.
El autobús despertó a la vida, con las pesadas vibraciones haciendo que las
piernas de Bella temblaran y se sintieran inestables. Se tambaleó hacia adelante,
colgándose del primer caño que encontró, y sosteniéndose fuerte para impulsarse
hacia el asiento más cercano, con el tardío propósito de mantener algo de su
dignidad. Respiró hondo y enderezó la espalda, su postura de pronto siendo
conscientemente forzada.
―¿Estás bien? ―le preguntó el hombre sentado junto a ella, sacándose unos
enormes auriculares.
Bella pudo sentir que el rubor en sus mejillas se profundizaba. Debía haberlas
tenido rosa, más que nada por el repentino ejercicio, pero sabía que un profundo
carmesí debía estar cubriéndola ahora.
―Bien, gracias. Es sólo una de esas mañana.
El extraño hizo una mueca con los labios y enfrentó el asiento frente a él, el
sol atrapando y reflejando sus ojos azules.
―Sé a lo que te refieres. Yo me desperté esta mañana, y mi mejor amigo se
había largado.
―¿En serio? Mataría a Alex si me hiciera eso… Él es la razón de que esté sola
ahora, por cierto, pero no porque se fuera sino que está enfermo. Pero estar solo
por aquí nunca es bueno. De hecho creo que es la primera vez que me encuentro
sola ―dijo con lo que le quedaba de aliento, recordándose a sí misma pausar y
respirar en el futuro.
―¿Es tu novio?
―¿Quién?
―El tipo enfermo… ¿Alex?
―Oh, no. Es sólo un amigo. Bueno, no sólo un amigo. Mi mejor amigo. Pero
aun así… 13
Bella empezó a perderse en su sonrisa, casi olvidando cómo actuar en
presencia de un desconocido.
―Supongo que podríamos cuidarnos el uno al otro. Tú sabes, con ambos
estando solos y eso. Soy Clark.
―Bella ―se presentó ofreciéndole la mano―. Me gusta tu acento. Inglés,
¿verdad? ―continuó, avergonzada por su falta de compostura.
―Así es, y tú debes ser estadounidense, aunque si eres de Canadá me
disculpo porque me he equivocado antes.
Su ansiedad empezó a dispersarse mientras la miraba. Sus ojos azules, junto
con su acento, eran suficientes como para escucharlo y olvidarse de la mañana que
había tenido.
Recuerdo de otros chicos ingleses en su vida asaltaron su mente. El olvidado
estudiante de intercambio que había besado a los 16; el barman en el sindicato de
estudiantes que no le ofreció afecto de ninguna manera, y el profesor que ella
decidió le estaba coqueteando, a pesar de que la llamó Emma en varias ocasiones.
Cada uno de ellos la regresó a las fantasías de su juventud, escuchando a The
Smiths, e imaginándose algún día como la esposa de una estrella de rock que le
dedicara canciones y la llevara por el mundo.
―Soy una gran fan de los acentos. Estoy segura que te lo dicen mucho, sin
embargo. Todas mis amigas están obsesionadas con―dijo esperando mejorar la
charla trivial.
―Y ¿estás tú obsesionada?
Se dio cuenta de que no. ―Bueno, no… Obviamente no…
―Estoy bromeando. También me gusta tu acento. No soy experto pero, si
debo adivinar… ¿del este?
―Vaya, sí. Dayton, Ohio… No sé si habrás oído sobre ese lugar.
―No, me temo que no.
―Sí, eso pensé. ―Ella notó los hoyuelos que decoraban cada esquina de su
boca creando suaves arrugas que alcanzaban sus mejillas.
Estaba considerando su siguiente movimiento cuando, de repente, un
abrupto salto del autobús la obligó a tocarle la rodilla. Se hizo consciente de la
atracción que tenía por él, y odiaba cómo su corazón siempre se interponía a la
razón. Al mismo tiempo, extrañaba ese aleteo en su pecho que sólo un nuevo
romance podía producirle. No sabía qué sucedería, pero sospechaba que la tarde
se pondría calurosa, con charlas íntimas y cosas de las que no tenía duda se iba a
arrepentir después.

14
SIN OJOS QUE VEAN
Al viejo autobús le tomó una hora de incesantes rebotes llegar al pie de la
ladera, con cada curva augurando su inminente destartalamiento. Una suave ráfaga
de aire entraba por las ventanillas, pero no servía de nada para aliviar las
asfixiantes condiciones por las que estaban pasando. El aire caliente y húmedo, se
aferraba como una segunda piel a las personas atrapadas en el interior, quiénes
sacudían sus sombreros y trozos de papel para tratar de controlar el constante
flujo de sudor que se formaba en sus frentes.
El oxidado cacharro finalmente se deslizó hacia el estacionamiento, y
continuó vibrando un poco más antes de detenerse por completo. Las puertas
comenzaron a abrirse, con cierto esfuerzo, y les dieron un escape hacia un mundo
de aire fresco y vida. Todo el mundo parecía deseoso de aceptar la oferta mientras
el pasillo se llenaba de cuerpos. Bella y Alex estaban entre la multitud, con la
urgencia de salir de allí llevándolos hacia la salida celestial.
—Gracias a Dios ha terminado —dijo Bella, respirando profundamente el aire
húmedo—. Eso fue demasiado. Será mejor que valga la pena, señor. —Se giró
hacia Alex quien sacaba algo de su bolsillo trasero—. ¿Qué camino tomamos?
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Él extendió un mapa —el papel estaba arrugado y rasgado en los bordes.
—Creo que podríamos ir por esta ruta —dijo, señalando una línea roja—. ¿Me
estás diciendo que eso no vale la pena?
El brazo le indicaba hacia un área opuesta a desde donde había venido el
autobús. Árboles verdes se erguían hasta el cielo, con toques de un azul profundo
haciéndose visibles por entre las ramas. Una sugerencia del paraíso se escondía
detrás de ellos y les daba un indicio del potencial que les esperaba cuando
ascendieran. Dorados haces de luz se colaban por los huecos entre las copas e
iluminaban el polvoriento aire; pequeñas partículas de todo bailando entre sí,
chocando y moliéndose y haciendo que el aire pareciera vivo.
—Sí, supongo que por una vez has acertado —concedió, dándole a Alex un
guiño.

Les tomó una hora conquistar la suave pendiente, y Bella mantuvo el ritmo de
las largas piernas de Alex. El aire húmedo se le quedaba pegado a la garganta con
cada inhalación. Cada entrada de oxígeno caliente era más difícil de tragar, cómo si
el aire a su alrededor se estuviera convirtiendo en sopa, la consistencia cada vez
más pesada a medida que más subían la pendiente. Ella se aferró a la idea del
paisaje mágico que les esperaba más adelante, a pesar de las condiciones difíciles
que hacían todo lo posible por distraerla.
—¿Falta mucho? —preguntó—. Parece que hemos estado caminando durante
horas... y ¿dónde está todo el mundo? ¿Por qué somos las únicas personas
caminando por aquí? ¿Estamos perdidos?
Alex continuó con calma.
—Casi llegamos, creo.
—¿No te parece extraño que estemos solos aquí? Había un montón de gente
en el autobús. ¿Dónde se han ido todos?
—No estoy seguro.
Bella se detuvo; podía sentir el sudor goteando de su cuello hacia su espalda.
Incómoda e irritada, se cruzó de brazos. La ausencia de conversación por parte de
Alex era lo último que le faltaba.
—Para, detente. ¿Me vas a decir qué te pasa? Estás callado otra vez, igual que
anoche. Y, si hay una cosa en la que eres bueno, es en nunca callarte. Quiero decir,
¿cuándo alguna vez te has sentido bien estando en silencio?
En un movimiento rápido la miró, pero continuó cuesta arriba.
—Estoy bien. Sólo quiero llegar a la cima.
—No, estás mintiendo. Hay algo mal y no me lo dices.
Deteniéndose y volviéndose a ella, suspiró. 16
—¿Por qué tiene que haber algo mal? ¿No puede un hombre disfrutar del
silencio?
—Tú no puedes, no. ¿Olvidas que soy tu mejor amiga? Estuviste igual anoche.
Te quedaste allí sentado comiendo tu Pad Thai y no dijiste nada. Fui la única que
sacó temas de conversación, y sabes lo mucho que odio las charlas sin sentido.
Su inexpresivo rostro no le revelaba nada. Estaba severo y serio. Lo había
llegado a conocer tan bien en los últimos cuatro años... Era el mismo rostro que
había conocido en una fiesta en su primer año. Uno que había mantenido cerca
desde entonces.
—Mira, no hay nada malo, así que… Sólo déjalo.
Le sostuvo la mirada, esperando que su postura cambiara. Se mantuvo firme.
La idea de que él le ocultara algo le revolvía el estómago.
—De todos modos, creo que estamos en la cima... ¿Ves? —dijo señalando
hacia una apertura en los árboles de adelante.
Dando un paso al frente, un nuevo mundo se abrió para ellos. Los
alrededores misteriosamente oscuros desaparecieron, siendo sustituidos con
colores brillantes y vivos en su lugar. Cruzar la barrera invisible fue como entrar en
una nueva vida, los verdes oscuros volviéndose rojos y amarillos y todos los
matices de azul imaginables. La luz y el pálido cielo se enlazaban con el mar; el
horizonte se volvía una línea difícil de ubicar en la densa neblina de muchos
colores que parecía avanzar lentamente, con toques blancos que salpicaban el
paisaje aquí y allá antes de convertirse en una brillante corriente de arena más
abajo. La vista continuaba un poco más hacia dentro, desapareciendo justo bajo
sus pies hasta donde el borde del acantilado les permitía apreciar.
—Vaya, esto es increíble.
Él no dijo nada y se dejó caer al suelo, sosteniendo su cabeza con sus manos
mirando hacia el mar. Dio un paso bajando la mirada hacia él, mientras el suave
murmullo de la brisa se convertía en el único sonido entre ellos Devolvió su
atención a la conversación que habían estado teniendo. Su enojo y molestia habían
sido interrumpidos por el hermoso entorno, pero necesitaba inquirir más sobre su
comportamiento. Sin embargo, sabía que, si lo hacía, el increíble momento se
perdería y este paseo terminaría en una discusión venenosa. Renunciando al
asunto, también se echó al suelo y apoyó la cabeza en su cadera.
—Lo siento —dijo él, rompiendo el silencio—. Sé que he estado un poco raro
en estos últimos días. Es sólo que... Bueno...
Esperó a que siguiera hablando, pero una vez más se sumieron en el silencio.
—¿Si?
—Es un poco difícil contártelo, porque... es algo importante. Es importante
para mí, al menos y… Bueno… Quería decírtelo anoche, pero simplemente no me
pareció correcto. Quiero decir, el restaurante era pequeño y estaba oscuro y no en
el buen sentido, pero… 17
—Alex, ¿qué demonios te pasa?
—Estoy intentándolo… De acuerdo… Sólo quería decirte que... te amo y…
Bueno, sí... Eso es todo —dijo, su trastabillante discurso deteniéndose
abruptamente.
Confundida sobre lo que estaba pasando, Bella esperó que continuara. Al
darse cuenta de que eso no iba a pasar, habló.
—Sí, también te amo. Eres mi mejor amigo. Pensé que era un hecho…
—No, quiero decir que te amo. Algo… como más que amigos.
Sus palabras finalmente se hundieron en la comprensión. Quiso responder,
pero un sonido vacío fue la única cosa que le salió. Lo intentó de nuevo.
Nada.
Su mente estaba perdida, como si cada palabra que hubiera aprendido
desapareciera de su memoria. Se sentía igual que una bebita intentando formar las
palabras, pero sin éxito de lograrlo.
—¿Más que amigos?
—Sí.
—¿Como enamorado? ¿Como el tipo de amor que tengo por los
panqueques?
—No, como la clase de amor que sientes por alguien que, bueno, amas.
Como novios, esposos. Ya sabes, ese tipo de cosas.
—Bien, simplemente estaba comprobando.
Estaba desesperada por saber qué respuesta darle; seguro debía existir algo
en el fondo de su mente. Hizo memoria y luego aún más, pero seguía en blanco.
Sentía un bloqueo en la garganta. Las palabras no encontraban la salida, aun
sabiendo que los próximos minutos podrían poner fin a su amistad.
—Bueno, esto es extraño. Somos mejores amigos. Todo lo que hemos sido es
amigos, así que ¿de dónde demonios ha salido esto? ¿Cuándo esto se convirtió
en... esto?
—He querido decírtelo desde hace tiempo…
—¿Cuánto tiempo?
—Roma. He querido decírtelo desde Roma. Al menos ahí es cuando pensé tal
vez decir algo.
—¿Roma? —dijo, su voz tomando tono de súplica—. ¡Eso fue hace dos
meses! ¿Has estado despertando en la cama junto a mí durante dos meses sin
decir nada?
Sus ojos seguían bailando, centrándose en todo menos ella.
—No exactamente, no. 18
—¿Qué?
—Bueno, creo que siempre me he sentido así. Desde el día que te conocí.
Sus palabras la golpearon una vez más, sus pulmones teniéndolo cada vez
más difícil el poder respirar.
—Nos conocimos hace cuatro años, Alex. ¿Estás tratando de decir que me has
amado durante cuatro años y no dijiste nada?
—Tardé un par de meses en enamorarme, pero sí, más o menos.
Se levantó y retrocedió tres pasos mirándolo, su rostro de cachorro parecía
suplicarle que sintiera lo mismo. Un laberinto de preguntas y preocupaciones y
confusión se estaba tejiendo en su interior.
—Esto es una locura. De hecho, no. Esto es una estupidez. No me amas.
Somos amigos. Los mejores amigos, de hecho, así que no hay manera que me
ames. No así.
—No me digas lo que siento. Eres todo en lo que he sido capaz de pensar por
años, por lo que créeme, esto es real.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué no hace dos meses en Roma? ¿O el año pasado
en la graduación? O bien… ¿qué te parece?, ¿hace cuatro años en la fiesta cuando
nos conocimos?
—No es tan fácil. ¿Crees que esto me gusta? Vamos, es de ti de quien
estamos hablando. Te pasas de una relación a otra, y adivina quién está ahí para
arreglar las cosas. ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué te lo dijera cuando tenías un
novio, o mientras llorabas en mi hombro?
Le quería responder, pero una vez más el bloqueo en su garganta se lo
impidió. Por un segundo, lo odió.
—Bien, ¿qué hacemos al respecto? No podemos ser pareja, ¿verdad? ¿Qué
quieres que diga?
—No sé, qué tal un ¿sí?
—No puedo…
—¿Por qué? ¿Por qué es tan loco pensar que podríamos funcionar? Somos
mejores amigos, tú misma lo has dicho. Nos llevamos bien y estamos cómodos
juntos y nos conocemos mejor que nadie. ¿No crees que sea esa la base perfecta
para algo más?
—No es tan fácil… No así…
—¿Por qué?
—Primero, porque tengo miedo y ¿qué pasa si las cosas no salen bien? Eres
mi roca y soy completamente inútil con este tipo de cosas. Es una idea terrible y
creo que lo sabes. 19
Su rostro suplicante se endureció de nuevo a la mirada seria de antes. Sabía
que él se había rendido, que había ganado, pero no estaba segura de si era la
victoria que quería.
—Está bien, está bien. Te dije lo que tenía que decir y ahora podemos seguir
adelante. Se acabó.
—Alex…
—No, está bien. Vamos a dejarlo así.
Comprendió la agonía de la situación y supo que su mejor amigo se había
ido. Las cosas nunca serían iguales otra vez y el recuerdo de este momento, en este
mismo paraíso, duraría para siempre.

***
La playa de arenas blancas se extendía muy por debajo de los pies de Clark;
su cuerpo colgaba sobre la barandilla y estaba tratando de ver donde terminaba la
arena y empezaba el bosque. Con un profundo suspiro, se apartó y dejó que el
cielo una vez más tomara el relevo. Un montaje de azules llenaba el horizonte, con
rastros de color blanco danzando entre medio.
Su esperanza de distraerse de sus problemas llegó a su fin, ya que cada paso
que daba sólo traía más confusión. Recordó los tiempos en los que se las pasaba
solo, momentos en los que estaba feliz y a gusto con su propia compañía. Le
enfurecía tener tales pensamientos y compararlos con su estado actual. ¿Por qué
no podía ser feliz? ¿Por qué ya no estaba a gusto con su propia mente?
La llegada de Sam hacía muchos meses había creado un equipo. Había
crecido como un niño solitario sin problemas, pero ahora necesitaba del
compañerismo; no sabía si estar solo alguna vez se sentiría igual. Regresaría a
Inglaterra, a su antigua vida y a la posibilidad de algo nuevo. Estaba en camino y
cada día más cerca.
La noche anterior, en la oscuridad del pequeño restaurante, habían hablado
sobre lo que sucedería a continuación. La pequeña mesa había estado llena con
botellas y vasos vacíos, y con un Clark en trance mientras Sam despotricaba sobre
su deseo de seguir adelante. Él se resistía aunque, mirando hacia atrás, no estaba
muy seguro de por qué.
A pesar que lo había dicho, Clark nunca pensó que Sam lo dejaría.
Deshilachados recuerdos de la noche anterior se correteaban en su mente: la
borrosa visión de ellos regresando al apartamento, Clark acostándose en la cama y
Sam parado sobre él diciéndole buenas noches.
Clark sonrió por primera vez en todo el día, divertido con la ironía de la
situación y el sentido del humor de su mejor amigo.

20
CON TEMOR Y TENTACIÓN
El autobús, abarrotado en su capacidad, estaba lleno de rostros chorreando
sudor. Bella sabía que debía estar sintiéndose incómoda, que el calor estaba
haciendo cosas impensables en su cabello y ciertas partes de su camisa, pero toda
su atención estaba en Clark y sus historias del pasado. Lo había conocido hace una
hora y ya sabía acerca de sus viajes por Europa, América, Australia y toda una serie
de países de los que nunca había escuchado hablar. Cada una de sus historias la
ayudaron a relajarse y descubrir una nueva facilidad para contar sus historias de
viaje.
—Parece un poco extraño, eso es todo —opinó ella, jugando con un rizo de
su cabello—. ¿Por qué se iría así? Estaría tan enojada si Alex alguna vez me hiciera
eso.
—Sé que suena extraño, pero es cómo somos. Debería haberlo imaginado
anoche, de verdad. Él puede ser verdaderamente jodido a veces.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, los dos odiamos las despedidas; siempre lo hemos hecho. Cuando
me fui, no quería a nadie en el aeropuerto. Me imaginé que sería demasiado difícil 21
y sólo quería seguir adelante…
—Espera, ¿tus padres no fueron contigo?
—No, no los dejé. No les gustó nada, puedo decirte eso. De todos modos, no
quería que Sam viniera, tampoco, pero habíamos salido la noche anterior a
tomarnos unos tragos de despedida y le dije ―¿No podemos decir buenas noches
en vez de adiós?‖
Ella no tenía ni idea de cómo esto podía ser relevante, pero estaba feliz de
sentarse y escuchar a pesar de todo.
—¿Y?
—Ayer, fuimos a cenar a este oscuro y pequeño restaurante de mierda…
—Sí, sé a cuál te refieres. Creo que estaba allí.
—Oh. Lo sé.
—¿En serio? —dijo ella, acariciando la parte posterior de su cuello.
—Sí, me acuerdo de ti. Nunca olvido un rostro bonito. —Sus ojos azules se
clavaron sobre ella; Bella se ruborizó y se agarró el cuello con más fuerza.
—De todos modos, no sé si te habrás dado cuenta, estábamos bastante
borrachos. Sam mencionó algo acerca de aprender a volar y dejar Tailandia, pero
yo no tenía ganas de hablar de ello. No recuerdo mucho después de eso, pero sí
recuerdo ir a la cama y escucharlo decirme ―Buenas noches‖. Nunca dice buenas
noches, debería haber sabido lo que estaba planeando.
Aún avergonzada, comenzó a responder, pero fue arrojada contra el asiento
de adelante cuándo el autobús se detuvo de golpe. El paisaje detrás de la ventana
de pronto quedó tapado por una cortina de polvo, el viaje aparentemente llegando
a su fin de una manera menos que digna.
—¿Estás bien? —preguntó Clark, ofreciendo su mano.
—Sí, estoy bien, gracias. —Se llevó la mano al hombro, tratando de frotar el
dolor—. Vamos a salir de este autobús… —sugirió, impulsándose para salir de su
asiento al pasillo, sólo para encontrarse con un bolso que se estrelló contra su
cabeza, enviándola directo a los brazos de Clark—. Gracias... y lo siento por eso.
Saltó del autobús, frotándose la mejilla y fue recibida por una ráfaga de aire
fresco. No se había dado cuenta del calor que hacía en el asfixiante autobús, pero
la nueva sensación era un alivio.
Un despliegue de verdes llenaban todo a su alrededor, brillantes haces de luz
escabulléndose por entre las ramas de los árboles. Un aleteo bailó bajo su piel y se
preguntó si su viaje soñado estaba a punto de hacerse realidad.
—Esto es maravilloso —dijo, girando y observando lo que estaba a su
alrededor—. Entonces, ¿adónde me llevas, británico?
Clark escudriñó el mapa, cambiando de un ángulo a otro.
—Éste parece bueno —dijo, señalando una línea roja—. Es largo, pero al 22
parecer tiene las mejores vistas de la isla.

***
El aire debajo de la cubierta de los árboles era soportable y Bella disfrutó del
agradable paseo junto a un personaje nuevo y fascinante.
Tras otra hora de dar vueltas, la conversación se centró en música, libros y
películas. El constante y suave zumbido de un millón de insectos rodeándolos
creaba el escenario perfecto y puso fin a las incómodas pausas de la conversación.
—Y bien, Clark, ¿por qué exactamente te fuiste en primer lugar? Dos años
viajando es increíble, pero ¿por qué lo hiciste?
Pareció observar el cielo en busca de una respuesta, aunque sospechaba que
sabía exacto lo que iba a decir después de haber discutido el tema, sin duda, en
innumerables ocasiones con chicas seducidas por su acento.
—No hubo un plan. Sólo tenía que salir y ver el mundo. Siempre he sentido
que me estaba perdiendo de algo, pero nunca supe lo que era. Me imaginé que
viajar podría ayudar, y no estoy diciendo que lo haya encontrado, pero estoy en un
lugar mejor... Al menos eso creo. —La miró—. ¿Qué hay contigo? ¿Por qué estás
aquí?
—Es una larga historia, me temo.
—Tenemos tiempo.
Dudando si tendría suficiente tiempo para compartir su historia, respiró
hondo y se preparó para ahondar en su pasado.
—Bien, pero sólo te cuento la versión corta. Básicamente rompí con el novio
que tenía, de nuevo. Lloré en el hombro de Alex, de nuevo, y esta vez él me ofreció
una salida y me pidió que lo acompañara. Él ya estaba viajando, así que supongo
que tenía sentido y me sorprendí cuándo dije que sí.
Los pasos tomados durante los últimos cinco meses la asombraban. Cuando
se sentó en el aeropuerto, a punto de comenzar su aventura, había mirado hacia
atrás en su vida. Años de relaciones inestables la habían dejado rota. Estaba
cansada y lista para empezar de nuevo, pero no sabía si viajar la ayudaría. Había
esperado encontrar un nuevo objetivo, pero era consciente que la vieja Bella se
aferraría con fuerza. A pesar de las luchas mentales, viajar por tierras extranjeras le
trajo una nueva perspectiva. La vieja Bella todavía estaba allí, pero perdía su agarre
más y más cada día.
Mientras vagaba en sus pensamientos, un pintoresco paisaje la devolvió al
presente. Se introdujeron en un escenario que tenía más colores que la vida real y
relucientes playas blancas extendiéndose muy por debajo de sus pies. El mar
besaba la arena blanca y se extendía lejos en el horizonte. Era imposible decir
dónde se encontraban el azul del cielo y el del mar, y una finísima línea blanca era
la única pista en cuanto a la separación entre los dos. Girando su rostro hacia el
cielo, dejó que el sol colmara su piel y, por primera vez en horas, su frecuencia 23
cardíaca se redujo. El aire traía consigo el olor de las hojas, la sal y el perfume
natural de las flores. Era mágico, igual que en su fantasía, y luego algo extraño le
tocó la piel y el sueño llegó a otro punto.
Una chispa se disparó por su brazo y los cabellos de su nuca se erizaron. El
escalofrío vibró por su piel a pesar del sudor que la cubría, y sintió lo que estaba a
punto de suceder. Bajó la barbilla; Clark estaba a centímetros de sus labios.
Aquí vamos otra vez, pensó. Me pasé cinco meses madurando y adoptando
medidas adultas para que de pronto llegue un chico británico y lo desmorone
todo. Quiero decir, en serio, ¿a dónde diablos lleva esto? Me despertaré mañana y
estaré lista para irme a otro país. Él ha pasado dos años viajando, por el amor de
Dios, ¿qué estoy esperando que vaya suceder? ¿Enamorarme, verlo irse y luego
llorar con helado en una mano y vodka en la otra? Lo que debería hacer es
empujarlo. Poner fin a este beso en este momento y plantar mi mano en su firme,
duro pecho y decir ―NO‖. Por otra parte, ¿y si esta vez es diferente? Nunca voy a
saberlo si no lo intento, y en serio mi suerte tiene que cambiar en algún momento,
¿verdad? Tal vez esto es… Tal vez estoy mirando el cielo con un hombre que puede
ser mi novio soñado. Tal vez este es el cambio por el que vine. Tal vez esta vez las
cosas sean diferentes. Tal vez...
Y su mente simplemente se perdió en el momento que los labios de una
chica americana y un chico inglés se encontraron.
SIN RETROSPECTIVA
La silueta de árboles y edificios se iban quedando atrás mientras la oscuridad
caía; los detalles finos del mundo exterior perdiéndose en la luz mortecina. El dolor
de estómago de Bella continuaba. No dejaba de mirar a Alex para ver si reconocía
su presencia, pero estaba tieso en el asiento de delante. Había temido que el
camino de regreso al autobús resultase incómodo y, a pesar de que Alex insistiera
24
en lo contrario, un extraño silencio los había acompañado en cada paso.
Le volvió a mirar, pero sus ojos seguían clavados frente a él.
—Mira, esto no está bien. Eres mi mejor amigo y no puedo soportar esto.
Sólo ha pasado una hora y ya me está volviendo loca.
—Lo siento. Sé que estoy siendo estúpido. Es sólo duele, eso es todo. Me abrí
y fui rechazado. Por lo general, cuando eso sucede, no tienes que pasar tiempo con
esa persona.
—¿Así que no quieres pasar tiempo conmigo?
—No he dicho eso…
—¡De alguna manera lo hiciste!
—Mira, todo lo que digo es que todo esto está en carne viva. Estaré bien en
un par de horas. Sólo relájate, ¿de acuerdo?
Apretó los puños. La ira se arremolinaba en su interior, molesta por tener que
asumir el papel del villano y sintiéndose presionada a sentir lo mismo que él. Sin
embargo, también se preguntaba por qué estaba tan en contra de la idea de que
fueran algo. Confiaba en él más que en nadie y, aunque platónico, siempre lo
había encontrado atractivo.
—Dijiste que podíamos hablar de esto más tarde. Bueno, es más tarde y esto
no es hablar.
Se removió en su asiento para mirarla.
—Está bien. ¿Qué deseas saber?
—Primero, ¿por qué ahora? ¿Por qué me revelas esto de golpe ahora?
—Yo no diría que esperar cuatro años sea revelártelo de golpe. Sé que no soy
un buen orador, pero vamos. Seguramente debes haber sospechado tal vez, sólo
tal vez, que me gustabas más que como una amiga.
—No, no lo sospechaba. Tal vez si lo hiciera, habría hecho algo al respecto.
Se movió para hablar pero se mordió el labio en su lugar.
—¿Qué estás diciendo?
—Bueno, eres un chico atractivo. Además, sucede que tenemos todo en
común. ¿No crees que sentiría algo por ti, también?
Él se encorvó en su asiento y levantó las palmas.
—Pero acabas de decirme que no. Te pregunté y dijiste que no.
—Porque es cuatro años más tarde y eres mi mejor amigo. Ahora es como
algo muy complicado, idiota.
Bella parpadeó, su atención capturada por las brillantes luces de fuera cuando
el autobús entró de nuevo en la ciudad que habían dejado ese mismo día. A pesar
de ser todavía temprano, los jóvenes y los jóvenes de corazón salían ya a las calles,
mostrando un lado diferente de la pequeña ciudad de Tailandia. 25
El autobús se detuvo repentinamente, haciendo que la cabeza de Bella se
estrellara contra la ventana y rebotara con fuerza. Apretando los ojos, se frotó la
frente y un laberinto de emociones se cruzó con el dolor, antes de extender la
mano en busca de la de Alex y encontrarse con nada más que aire vacío. Hizo a un
lado el dolor y buscó a su amigo. Estaba a mitad de camino por el pasillo y se
dirigía a la puerta. La llegada del autobús le había ofrecido el escape que
claramente estaba esperando.
—¿Adónde vas? —gritó, saltando del autobús.
Él se detuvo, pero no se volvió.
—Oye, vamos, por favor…
—Estoy confundido, eso es todo. Primero dices que no, entonces dices que te
gusto, y luego acabas diciendo que llegué demasiado tarde. ¿Qué se supone que
deba pensar? ¿Qué debo decir?
—No lo sé. Hablar conmigo es un comienzo.
Se encogió de hombros metiendo las manos en los bolsillos.
—Vamos. Vayamos a comer y hablemos de esto más tranquilos —aconsejó
Bella, ofreciéndole su mano.
Alex dio un paso adelante pero vaciló, actuando como un niño tímido con
una tía o un tío. Bella tomó esto como su señal para tomar el control y entrelazó
sus dedos en los de él. Lo arrastró hacia otro lado de la calle a un restaurante que
nunca había visto antes. No le importaba lo que hubiera dentro. Todo lo que
quería era que su mejor amigo la dejara entrar de nuevo.
Sólo habían pasado unas horas. Sin embargo, ya podía sentir a la vieja Bella
gritando por escapar. Ella no quería verla, pero sabía que la siguiente hora
determinaría mucho.

***
Al otro lado de la calle, Clark estaba sentado junto a la barra quitándole la
etiqueta a su botella de cerveza. Desde una esquina de la habitación brillantes
luces parpadeaban, cambiando de un color a otro de manera predecible y
perpetuas. Las fuertes vibraciones producidas por los altavoces agitaban su mano y
el olor a sudor era suficiente para reconsiderar su permanencia.
Cuando entró por primera vez al bar fue envuelto por un torbellino de
desconcierto. Un minuto había estado en el autobús, con los auriculares envueltos
alrededor de su cabeza, con la única intención de regresar a la cama con una
botella de whisky, y al siguiente estaba parado frente a la barra entregando su
dinero. Recuerdos nebulosos de una atractiva chica dejándole un pedazo de papel
en su mano y dirigiéndolo a través de la puerta también se asomaban desde algún
rincón de su mente. 26
No quería estar aquí, sin embargo; no tenía ganas de estar en ningún otro
lugar tampoco. Miró alrededor de la pista de baile con ningún objetivo, mirando
cuerpos que se movían con torpeza entre sí. Empezó a levantar la copa hacia su
boca pero se detuvo a mitad de camino cuando un par de piernas largas le llamó la
atención. Se movían con elegancia, su forma hipnótica atrapando a Clark, pero
luego levantó la vista y se dio cuenta que la chica lo miraba también.
Miró detrás de su hombro, seguro de que debía estar mirando a otra persona.
Sin embargo, la única cosa detrás de él era un hombre calvo con la cara apoyada
contra su vaso.
La ansiedad lo golpeó y un nudo seco se formó en su garganta. Se volvió
para explorar una vez más, pero ella ya no estaba en la pista de baile. En su lugar
estaba a pocos metros de distancia.
—¿Hay alguien sentado aquí? —preguntó, su exótico acento apenas
distinguiéndose por encima de la música.
—No. Es todo tuyo.
—Bien. ¿Puedo comprarte una bebida, entonces?
CON PROMESAS DEL PASADO
Clark acunó su mano alrededor de la de Bella, su pulgar jugando con el de
ella. El aire húmedo se pegaba a su piel con cada paso que daban, pero la única
cosa en su mente era la chica caminando a su lado.
Dios… Es bonita, pensó. Tiene esa clase de elegancia sencilla. El tipo de
belleza que siempre está ahí, incluso a primera hora de la mañana. Y esos ojos…
¿Cómo puede alguien tener ojos así? Jesús, vamos hombre, tú no eres así.
Contrólate.
Recordó su promesa de viaje y cómo se suponía debía negarse a sí mismo el
privilegio de enamorarse. El sostener su mano era una amenaza para esa promesa.
De niño, solía sentarse a solas en su habitación mientras el resto de su familia
socializaba abajo. Nunca entendió por qué se sentía tan incómodo alrededor de
ellos, o de la gente en general. Soñar despierto siempre le parecía una opción más
emocionante: pensar en tierras muy lejanas y reinventarse a sí mismo.
Sólo Sam pudo sacarlo de eso, y ahora incluso él no estaba.
Tal vez sea hora de dejar entrar a alguien. Tal vez la partida de Sam sea una
señal. Quiero decir, en serio, ¿adónde me han llevado todas estas relaciones 27
casuales y citas de una sola noche? ¿Qué es lo que he cosechado?
Notó el autobús a pocos pasos y se volvió hacia Bella, preguntándose qué
pasaría después. Le encantaba el café, y lo único que podía pensar era en cómo sus
ojos parecían dos tazas blancas llenas de la mezcla más oscura y pura imaginable.
Oscura y más oscura mientras más se acercaban al centro hasta finalmente
encontrase con sus brillantes pupilas.
Sus ojos contrastaban con el resto de su rostro: pálido con ligeras pecas
salpicándolo aquí y allá que habían sido expuestas por el fuerte sol. Finalmente se
centró en sus labios, el suave rosa desvanecido asemejándose a una camiseta
puesta a lavar demasiadas veces. Labios de época, pensó y luego, de repente, se
dio cuenta de que la estaba mirando fijo y que debía decir algo.
—Después de usted, señorita.
—Gracias —respondió, luciendo un poco perpleja.

Una vez que el autobús llegó de regreso a la ciudad, la oscuridad se tornó luz.
Clark empujó suavemente a Bella y le susurró al oído:
—Ya casi llegamos.
Ella se removió y dejó escapar un bostezo.
—¿Qué? ¿Me dormí?
—Sí, esos cerros realmente debieron dejarte exhausta. No voy a mentir, fue
bastante agradable tener la cabeza de una linda chica norteamericana en mi
hombro.
—Lo siento. Dios, no soy la mejor compañía, ¿verdad? —se disculpó dejando
escapar otro bostezo.
—Está bien —dijo él, poniéndose de pie—. De todos modos, ¿por qué no
vamos a comer algo? No sé tú, pero me muero de hambre. Hay un lugar al otro
lado de la calle bastante decente.
La pareja salió del autobús y cruzó la calle hacia el viejo edificio de estilo
rústico. Clark había estado aquí un par de días antes, y recordaba al impaciente
camarero anticipando su encuentro. Tan pronto como cruzaron la puerta, ahí
estaba él.
—Sólo dos, por favor —indicó Clark.
Siguió al camarero alrededor de mesas y sillas hasta que ser ubicados en un
rincón tranquilo rodeados por un gran marco con palabras que Clark no entendía.
—Esto se ve bien —apreció Bella—. ¿Dices que has estado aquí antes?
—Sí, Sam y yo vinimos aquí hace un par de noches. Tienen una pasta épica.
—Puso las palmas de sus manos sobre la mesa y se inclinó hacia delante—. Así
que... Me contaste que eres ¿escritora? 28
—Me gusta escribir. No diría que eso me haga escritora.
—¿Cuál es la diferencia?
—Escritora sugiere que soy buena y que tengo algo que vale la pena contar.
Clark sacudió la cabeza.
—No, no, ¿eh? No quiero nada de eso. ¿Qué te gustaría hacer con tu pequeña
vida, señorita autora?
—Esa es una pregunta de primera cita.
—¿Estamos en una cita?
Ella arqueó la ceja.
—Si tienes suerte… Y se podría decir que estoy entre dos cosas. Me encantaría
ser escritora, pero es difícil de conseguir. Para ser honesta, no estoy segura de
tener la energía para eso. Así que recientemente he estado pensando en enseñar.
—Bueno, ¿y qué clase de maestra serías?
—Curiosamente, una de inglés. Tuve un profesor increíble en la universidad,
el Sr. Hide, que me mostró el lado bueno de la enseñanza y lo que puede significar
cambiar la vida de una persona joven.
—¿Así que eso es todo? ¿El sueño de ser escritora, muerto?
—No diría muerto. Siempre soñamos con algo ¿no? Voy a seguir escribiendo,
sin embargo. Mientras haya una historia que contar, voy a escribirla. Si un día lleva
a algo, ¡genial!, pero si nunca sucede está bien también. Me encanta escribir y eso
nunca va a cambiar. Pero, ¿hacer una carrera de ello? Supongo que todo se reduce
a las circunstancias.
—Es cierto, pero ¿no crees que vale la pena trabajar duro por las cosas
realmente importantes? —dijo, frotándose el cuello con dos dedos.
—Sí por supuesto, pero la escritura en sí es lo importante. Ya sea que esté
escribiendo un libro o enseñando sobre eso, está bien por mí. Mientras esté
involucrada, eso es todo lo que importa. Al menos esos han sido mis pensamientos
últimamente.
—Bueno, suena como una buena respuesta para mí. Así que, ¿cuál es el plan?
Ella se rio y tomó su menú.
—Volver a casa y hacer que todo encaje en su lugar, supongo. Tengo todas
las calificaciones que necesito para empezar. Sólo necesito que alguien me dé una
oportunidad.
—Así que no vas a seguir viajando.
—No estoy segura. No me malinterpretes, este viaje ha sido lo mejor que he
hecho. Me ha ayudado a crecer y a concentrarme en las cosas. Antes de venir, no
tenía idea de lo que quería hacer. Todo era un desastre. Está comenzando a
acomodarse y a tener sentido ahora. Me encantaría seguir adelante, pero no puedo 29
viajar para siempre, ¿no?
—Creo que yo podría ser la excepción a esa regla en particular.
—Ah sí, por supuesto. El hombre que sólo sabe cómo viajar. ¿Cuál es tu plan?
—Tengo uno... Bueno, solía tenerlo, creo. Viajar ha sido increíble y como a ti,
ha…
—¡Mierda! —Bella sacudió la mesa y volcó su vaso.
—¿Qué…? ¿Qué pasa?
—¡Alex! Me olvidé de él —dijo ella, tratando de secar el desastre con una
servilleta.
Trató de retenerla, pero una ligera risa se le escapó.
—Estoy seguro de que está bien —dijo, tendiéndole la mano—. Apuesto a
que ha estado durmiendo todo el día. Por lo que me cuentas está bastante
enfermo.
Levantó la cabeza, pero rehuyéndole la mirada.
—Mira, comemos algo y te acompaño en tu regreso. ¿Qué te parece?
Sonrió, sus mejillas mostraban su vergüenza.
—Sí, probablemente tengas razón. Lo siento por volcar el vaso. Puedo
dejarme llevar un poco a veces.
—¿En serio? Nunca lo hubiera imaginado.
Ella arqueó la ceja de nuevo.
Trató de contener otra carcajada y escondió su rostro detrás del menú, las
palabras en la página volviéndose borrosas en una mancha mientras se
concentraba en la pregunta de Bella sobre lo que deparaba el futuro. Él había
tenido un plan una vez, pero no estaba seguro de si todavía estaba allí. Había
pasado incontables noches caminando solo a través de ciudades y a lo largo de
playas, imaginando en qué se convertiría algún día.
Había malgastado su tiempo. De repente se dio cuenta de que después de
todo sus viajes, seguía sin tener idea de lo que quería. Las palabras en la carta de
Sam resonaron en su cabeza, sobre cómo decía que debía seguir buscando lo que
le faltaba, pero que el final de su viaje estaba cerca. Su garganta se secó de
repente, más seca de lo que nunca había estado antes. Se dio cuenta en ese
momento, que no tenía idea de lo que quería. Estaba atrapado en un limbo entre
el inevitable final y un comienzo desconocido.

30
SIN COMPLETA COMPRENSIÓN
Clark se dejó caer en el sofá, manteniendo toda su atención en la chica
misteriosa que prácticamente se cernía sobre él moviendo sus labios muy cerca de
su oído.
—Beki —susurró ella por encima de la música—. Encantada de conocerte...
Le ofreció su mano. Él sabía que debía tomarla y decir algo genial, pero
estaba falto de inspiración.
—Clark… —balbuceó—. Encantado de conocerte también.
Trató de calmar su estómago y procesar los últimos minutos. Se trataba de
una operación que conocía bien: saludar, charlar un poco y dejar que la
conversación se desarrollara. Sin embargo, la rubia desconocida lo estaba tomando
totalmente por sorpresa y su cuerpo no estaba ofreciendo ninguna ayuda.
—Bueno, Clark, ¿de dónde eres?
Un momento de claridad lo espabiló y un montón de respuestas y preguntas
se agolparon en su lengua.
—Oh, soy de Inglaterra. ¿Y tú? Tu acento es familiar. 31
—¿En serio?¿Inglaterra? Qué lindo. Yo soy de Estocolmo, Suecia.
La tensión en su estómago se alivió.
—Oh, encantadora ciudad…
—¿Has ido?
—Sí, hace un par de años. Conocí gente muy agradable. De hecho viajé con
un chico sueco por un tiempo. Él era... bastante salvaje.
—Suena bastante sueco —bromeó ella, acercándose—. Tienes buen gusto,
inglés. Creo que eres la primera persona que conozco que ha estado en Suecia. Por
lo general está en la lista de todo el mundo pero, en algún lugar del camino, la
dejan de lado.
Clark se rio y recordó al hombre con el que había compartido viaje, Andreas.
También sueco, solía decir algo similar.
—Bueno, no saben lo que se pierden.
Ella tomó su botella y jugueteó con el delgado cuello, inspirándole a Clark
pensamientos que sabía que no debería estar pensando.
—Así que... —dijo, tratando de recuperar la concentración—. Tu inglés es
increíble. ¿Ha vivido allí en algún momento?
—No, nunca viví allí. He ido un par de veces, sin embargo. Supongo que lo
aprendí de mi padre. Trabaja para el gobierno, así que es… ¿Cómo se dice?... Bueno
con los idiomas.
—Ya veo; bueno sin duda te ha contagiado. —La tentación de fijar la mirada
en determinadas partes de su cuerpo ganaba fuerzas a cada segundo, pero tenía
miedo de cómo iba a reaccionar.
—Gracias. Iré al baño de chicas. ¿Pido otra bebida cuando regrese?
—No, no. Es mi turno. Me siento bastante mal por dejar que pagaras las
primeras.
—Si insistes —dijo ella, colocando su mano sobre su hombro—. Quiero un
vodka con limonada. Y que sea doble.
Y con eso, se volvió hacia el cuarto de baño, con las piernas deslizándose
sensualmente por el suelo y las caderas sacudiéndose de lado a lado.
—Jesucristo —murmuró bajo su aliento.
Se puso de pie y caminó hacia la larga barra de madera, evitando el contacto
de los demás en el camino. Puso sus manos sobre la superficie fría —en la cual se
encontró con un residuo pegajoso—, y comenzó a buscar su reflejo en el gran
espejo opuesto. Consideró los últimos minutos, tratando de averiguar lo que
estaba pasando y pensó en las muchas chicas con las que había hablado en sus 32
viajes. Había habido muchas, pero Clark no podía recordar un momento en que
una se hubiera acercado a él así, y mucho menos que le comprara una bebida.
Mirando fijamente su reflejo, analizó su apariencia en busca de evidentes
signos de atracción. Movió la cabeza de izquierda a derecha presionando su
barbilla contra su pecho, y siguió su reflejo todo el tiempo. La confusión persistía;
su enredado cabello grasiento estaba lejos de exhibir su mejor aspecto. Colgaba
sobre su frente y mechones mojados de transpiración caían a los lados sin nada de
vida. Su piel brillaba con lo que sólo podía asumir era sudor seco.
—¿Qué te doy, hermano? —preguntó el alto barman, con su duro acento
irlandés sintiéndose áspero contra la cultura tailandesa.
—¿Qué? —dijo Clark.
—¿Un trago? Supongo que quieres algo de beber.
—Ah, sí. Dame una botella de cerveza... y un vodka doble con limonada. —Él
miró por encima de su hombro hacia el baño y luego de nuevo al camarero—. Oye,
¿viste a la chica con la que estoy por allá?
—Sí.
—¿La has visto antes?
—No, desearía haberlo hecho, sin embargo. Te has encontrado con un gran
espécimen, ¿eh, hermano?
—Sí, lo sé. No lo entiendo.
—Yo tampoco. Pero, si fuera tú, no me lo preguntaría.
—Sí, tal vez tengas razón.
—Sí, estoy seguro. De todos modos, son 200 baht.
Clark entregó el dinero y se dirigió de nuevo a la mesa, justo en el momento
en que Beki regresaba del baño. Su vestido se en lo alto de su muslo cuando se
sentó y cruzó las piernas, chasqueando sus talones ligeramente.
No lo entiendo, pensó, pero bien puedo ir con la corriente. Mantenerme
relajado, encender el encanto, y por el amor de dios, no emborracharme.

***
Bella sacudió su tenedor en la maraña de fideos en su plato, la idea de
ponerlos en su boca resultando repulsiva.
—Lo siento, tengo miedo…
—¿Qué quieres decir? —dijo Alex.
—Lo siento, tengo miedo. Significas mucho para mí y a una parte de mí le
encanta la idea, pero... tengo miedo.
—¿De qué?
—De perderte. Estoy loca Alex, y cada chico con el que he estado lo sabe. 33
Siempre creen que pueden manejarlo, pero nunca pueden. Siempre se van y todo
lo que queda es odio. Tú lo sabes mejor que nadie.
Él le tocó el codo, como queriendo calmarla.
—Sé cuáles son los riesgos, pero, Bella, ¿no te parece que ya sé en dónde me
estoy metiendo? ¿No crees que tal vez he pensado mucho sobre esto? Como dices,
lo he visto todo. Lo bueno, lo malo, todo.
—Sí, supongo. Supongo que en realidad no pensé en eso.
—Ahí lo tienes. Mira, sé que esto es repentino y no quiero que nos afecte.
Pero ya está dicho. He querido decirlo desde hace años y sabía que lo haría con el
tiempo. No tengo idea de lo que pasará, pero no me arrepiento de decírtelo.
—No, me alegra de que lo hayas hecho —dijo ella, apretando su mano.
Sus palabras fueron tranquilizantes y sus preocupaciones se aliviaron con
ellas. Era como si su mejor amigo estuviera con ella de nuevo, aunque sabía que
nunca sería lo mismo. Consideró la posibilidad de algo más, cómo sería tenerlo
como algo más que un amigo.
A una parte de ella le encantaba la idea, pero otra lo odiaba. Estaba llena de
dudas y su estómago no le permitía olvidar. Se retorcía, estrujaba y volcaba desde
dentro hacia fuera. Miró a su mejor amigo a los ojos, pero supo que nunca sería su
mejor amigo de nuevo. O se convertiría en algo más o simplemente sería otro
chico que la llenaría con pesar.
CON OTRA OPORTUNIDAD PÉRDIDA
Bella observó las pequeñas burbujas en su botella de cerveza flotando,
chocando y elevándose elegantemente en un suave trance.
—Estás preocupada por Alex, ¿no es así? —preguntó Clark.
—Tal vez…
—Está bien, ¿sabes? Puedes preocuparte por tu amigo.
—Es sólo que ha estado solo todo el día, y estaba realmente enfermo esta
mañana. Estaría buscándome si fuera…
—Está bien, de verdad. Yo ya estoy terminando. ¿Qué tal si te acompaño a
casa?
Dejó de mirar las burbujas y sonrió.
—Sí, eso sería genial. Gracias.
Él se puso de pie y caminó hacia la barra. Su cabello medio largo se sacudía
de un lado a otro con cada paso que daba. Se centró en el color: una mezcla de
varios castaños, que parecían aclararse desde la raíz a las puntas, y se preguntó si
sería natural o no. 34
De repente se dio cuenta de lo poco que sabía de él, pero que quería saber
más. Bloqueó el mundo exterior y visualizó su rostro, ese rostro junto al que había
pasado la mayor parte del día. A pesar de que fue su acento y seductores gestos lo
que más le despertó su curiosidad, su rostro definitivamente era algo digno de ver.
Sus mejillas pronunciadas permitían que su boca, sus ojos y su nariz parecieran
llegar a ella.
Y luego su sonrisa: una boca que se ensanchaba creando un par de hoyuelos
a cada lado. Se hundían profundamente y producían sombras en sus mejillas sin
afeitar. La dejaban pensando en esos hombres de ensueño que ella deseaba la
derribaran de sus pies.
¿Podrá ser este chico?, pensó. ¿Podría ser lo que he estado buscando?
Dejó que la realidad la absorbiera de nuevo, justo a tiempo para recibir al
rostro en el que había estado pensando.
—Todo listo. ¿Nos vamos? —dijo.

Vagaron por las calles oscuras, con los sombríos caminos encerrándolos entre
los edificios. Bella estaba recelosa de dejar el momento. Quería darse prisa y ver si
Alex estaba bien, pero temía nunca volver a ver de nuevo a Clark.
Seguramente te invitará a una segunda cita, pensó. Hoy ha sido genial. ¿Por
qué no querría volver a verme?
Iba y venía entre pensamientos racionales, incapaz de decidir sobre el
resultado más probable. Sentía una conexión, pero también conocía los
comportamientos impredecibles de la especie masculina.
Cómo una vez, hace tres años, cuando conoció, besó, y se enamoró de un
hombre vestido como Elmo en una fiesta de Halloween. La noche terminó con un
beso perfecto, y con Bella segura de que la llamaría. Sin embargo, el teléfono
nunca sonó y una vez más se quedó vulnerable y por los suelos durante semanas.
—Bueno, aquí es —indicó ella, deteniéndose y volviéndose hacia Clark.
—Me he divertido mucho hoy. En serio, no esperaba conocer una chica como
tú esta mañana —comentó él.
—Sí, ha sido un placer. Gracias por hacerme compañía. —Apartó un mechón
de cabello de su mejilla.
—Supongo que deberías levantar a tu amigo y asegurarte de que sigue vivo.
—Sí…
Hizo un gesto de alejarse, pero se detuvo cuando la mano de él se estiró
hacia su cintura. Su boca cayó sobre la de ella, envolviendo sus brazos alrededor
de su cuello. Empujó sus muslos contra sus piernas y con sus manos recorrió toda
su espalda, agarrando, arañando y anhelando más.
—Yo creo que… sería una vergüenza si esto fuera el adiós —dijo él con la 35
respiración entrecortada, alejándose de sus labios.
—Seguro que lo sería.
—Tal vez podríamos vernos mañana. Digamos a las diez, junto a esa gran
estatua en el centro de la ciudad.
—Definitivamente. Esa es una gran idea —estuvo de acuerdo ella,
inclinándose de nuevo—. Ah, pero ¿qué pasa con Alex? No puedo dejarlo solo, no
si sigue enfermo.
—Tráelo. Me encantaría conocerlo. Si está lo suficientemente bien, por
supuesto.
—Eso sería agradable. Bueno, te veré a las diez. Espero llevar a mi amigo
conmigo. —Dando un paso hacia adelante acarició su mejilla, resistiendo el
impulso de más, y apretó los labios en su piel sin afeitar—. Nos vemos mañana —
susurró, girando bruscamente y apresurándose hacia la puerta.

Cuando la mañana llegó, Bella salió de la ducha lista para despertar a Alex y
comenzar su emocionante día. Abrió la puerta del baño, esperando que Alex
siguiera dormido, pero lo encontró encorvado frente al espejo.
—Oh, estás levantado.
—Sí, el agua me despertó.
—¿Te sientes bien?
—Mucho mejor, gracias, pero estoy seguro que no lo parece —dijo, tirando
de sus mejillas y enrojeciendo su piel—. Cristo, mírame. Sólo estuve en la cama un
día.
—No seas tonto, te ves maravilloso, mi querido amigo.
Él detuvo el análisis de su rostro.
—Veamos, ¿qué pasó?
—¿Qué quieres decir?
—Estás de muy buen humor y son sólo las nueve. ¿Acaso algún extraterrestre
te cambió?
—Tomaré eso como una ofensa a eso, y… cállate. —Se dio la vuelta,
dejándose caer a la cama.
—En serio. ¿Qué pasó ayer?
—Nada... Bueno, una especie de nada. Bueno, definitivamente algo.
—Déjame adivinar, ¿conociste a un chico? —Él se desplomó sobre las mantas.
—Hmmm, tal vez. Se llama Clark y es de Inglaterra. Tiene un acento
realmente increíble y es muy lindo. Me refiero a la clase de lindo de hombre de mis
sueños.
—Oh, genial. Te dejo sola por un día y te creas toda una aventura por ti sola. 36
En serio, una gran noticia.
—Lo sé. No me malinterpretes, no fue lo mismo sin ti. El paseo fue increíble
por cierto, pero simplemente nos caímos bien. Hablamos durante horas y todo.
Luego llegó el beso. Fue tan agradable y…
—Eso es genial —la cortó Alex, poniéndose de pie y caminando hacia el
baño.
Ella lo agarró del brazo.
—Eso no es todo. Quedé en que nos lo encontraríamos más tarde. En
aproximadamente una hora, por lo que debes ir a prepararte dentro de… ahora.
—Oh, no lo sé. Todavía me siento un poco frágil. Tal vez debería…
—Pero dijiste que te sentías mejor.
—Sí, pero…
—Tonterías. No te dejaré solo otra vez. Además, necesitas un poco de sol,
luces horrible —dijo ella, empujándolo hacia la puerta del baño—. Ve a tomar una
ducha y podremos comenzar con este gran día.
Cerró la puerta detrás de él y dio un emocionado giro sobre sí misma.
—Bien, bien. Tranquila —se dijo para sí—. Voy a comportarme
completamente indiferente. No la loca Bella y nada de hablar, hablar y hablar. Nos
vamos a divertir, lo vamos a conocer mejor, y que pase lo que tenga que pasar.
SIN DUDAR
—Probablemente deberíamos irnos —dijo Alex, poniéndose de pie y
empujando la silla.
Bella permaneció sentada mientras la alta y delgada figura de Alex se alejaba.
Su cabello negro oscuro brillaba a la luz, con mechones descuidados y caóticos
sobresaliendo de su nuca. A pesar de que él no la enfrentaba, Bella conocía cada
aspecto de su rostro. Conocía rasgos que sólo ella notaba. Era un rostro que la
mantenía cuerda, consolándola en momentos en que nadie más lo haría. Sus ojos
marrones siempre le habían mostrado compasión, nunca juzgándola, y
simplemente estando ahí para ayudar y guiarla.
Ahora los veía en una nueva luz. No sólo le ofrecían ayuda, sino que
deseaban mucho más. Cada día él había estado allí para ella; con cada ruptura y
fracaso. Estuvo allí para ponerla en primer lugar, dejando sus propios sentimientos
en segundo.
—Oye, espera —lo detuvo ella, corriendo hacia la puerta y agarrándola antes
37
de que se cerrara de golpe.
—¿Sí?
Agarró su pecho y se aferró a su camiseta, forzando su boca hacia sus labios y
pasando las manos por su torso rígido.
—¿Qué demonios fue eso? —dijo él, apartándola por los hombros.
—Quería besarte.
—Eso no es justo. No quiero tu lástima.
—¿Quién dijo que fuera lástima? Es todo en lo que he estado pensado.
—Pero dijiste que no estabas…
—Tal vez cambié de opinión. Tal vez comencé a pensar en todas las veces
que has estado allí para mí y, tal vez, me empezó a gustar la idea de algo más.
—No me iré a ninguna parte; no hacía falta que me besaras. No te presionaría
para que sintieras cosas por…
—Deja de hablar, por favor. —Ella se inclinó hacia él y alcanzó sus brazos,
haciendo que sus labios se encontraran de nuevo. Esta vez, él respondió,
envolviendo los brazos alrededor de su cintura y acercando su cuerpo al suyo.
—¿Estás segura de esto? —Se alejó de nuevo—. Parecías totalmente en
contra de la idea. De repente, estamos besándonos. Es sólo que parece como si te
sintieras mal y esta es la manera más fácil de hacerlo desaparecer.
Ella levantó la barbilla y entrecerró los ojos.
—No haría eso. No crees que haría eso, ¿verdad?
—No… Supongo que no.
—Bien. Entonces, ¿por qué no dejas de hablar por una vez?

***
—Así que, ¿dónde está tu hermana ahora? —preguntó Clark.
—Estaba en Washington hace dos días, supongo que sigue allí.
—Genial, es una ciudad interesante.
A Clark le encantaba escuchar su suave acento extranjero. Aún tenía lapsus
momentáneos para entender las cosas que decía a veces, así que probaba con
preguntas y comentarios perspicaces hasta que finalmente terminaba de
entenderla. 38
—Debe ser difícil, sin embargo, separarte de tu gemela. —Él bajó la mirada a
sus piernas desnudas, mordiéndose el labio inferior.
—Fue difícil. La verdad es que todavía lo es. Pero ella quería una cosa y yo
quería otra. No hay nada de malo en eso.
—Sí, es una buena manera de ver las cosas. Además, aún pueden seguir
visitándose entre sí. No olvidarás esos recuerdos —dijo, probando su bebida—.
¿Cuál es tu plan ahora?
—Creo que volveré a casa pronto. Ha sido una aventura increíble pero, para
ser honesta, extraño un poco la universidad… Eso suena realmente extraño, ¿no?
—No… No.
—Sí, lo es. Pero, ¿qué puedo decir? Soy una nerd y estoy orgullosa de eso.
—Mientras estés orgullosa… Y para ser honesto creo que ser un prodigio te
obliga a ser nerd.
—No soy un prodigio —respondió con una sonrisa—. Sólo soy buena
recordando cosas. Así que deja que sea una lección para ti. Nunca trates de
mentirme. Lo recuerdo todo.
—Lo tendré en cuenta —dijo él, riendo—. Así que, ¿vas a ir a la escuela de
leyes? ¿En Suecia?
—Sí, definitivamente la escuela de leyes. No he venido hasta aquí para darle
la espalda ahora. Aunque no estoy segura de dónde. Me gusta la idea de estudiar
en Estados Unidos. Obtener una pasantía en un gran despacho de abogados,
caminar por Central Park… Ir a los espectáculos de Broadway. Sí, me gustaría esa
vida por un tiempo.
Clark asintió a cada palabra que salió de sus labios. El acento era como
música para sus oídos, y sus brillantes ojos azules lo hipnotizaban en sumisión. Se
sentía ligero y vacío, como si estuviera borracho, a pesar de que sólo un par de
tragos habían pasado por sus labios.
—Suena increíble.
—Sin embargo, no sé si vaya a suceder. Las posibilidades de que estudie y
envejezca en Estocolmo son mucho más probables.
—Las cosas difíciles siempre son en las que debes esforzarte más por lograr.
Piensa en lo bien que se sentirá cuando todo pase. Como dices, dejar a tu hermana
fue duro, pero te sientes orgullosa debido a eso.
39
Ella mordió la pajilla, su mirada fija en él por sobre el borde del vaso.
—¿Qué hay de ti, inglés? Sé que viajas, pero tiene que llegar a su fin en algún
momento. ¿Qué te depara el futuro?
Su boca se abrió para preparar las palabras, pero no se le ocurrió nada que
decir. El futuro había sido tema constante en su mente, antes de que Sam se uniera
a sus viajes. Había pasado tanto tiempo desde entonces… Por lo menos así lo
parecía. ¿Realmente llegaron a su fin sus sueños del futuro?
—No estoy seguro, creo. Todo solía tener sentido, pero esos días…
—¿Qué solías soñar hacer?
—Supongo que siempre me ha gustado la idea de volver a la universidad en
algún momento. Ahora que lo pienso, estudiar en Estados Unidos suena divertido.
—¿Lo ves? Eso no fue difícil, ¿verdad? Además, quién sabe, tal vez
terminemos estudiando juntos.
La idea de esto lo llenó de algo que no sabía qué era; conversar con ella
había reavivado ideas que pensaba olvidadas. La miró a los ojos y supo lo que
tenía que hacer.
—¿Sabes, Beki? me alegro de que te hayas acercado a hablar conmigo esta
noche —dijo, deslizándose más cerca de sus muslos desnudos.
Ella bajó el vaso.
—También yo. Solo piénsalo. Fácilmente podríamos no habernos cruzado en
el camino. Eso habría sido una vergüenza.
—Absolutamente. —Él se detuvo justo antes de sus labios—. Una verdadera
tragedia.
Se deslizó unos centímetros más antes de agarrarla por la barbilla. Su piel era
firme, pero suave, y Clark se preguntó cómo podía ser eso. Haciendo a un lado las
preguntas, profundizó un poco más el beso y le acarició la pierna con su otra
mano, desde la rodilla y deteniéndose a un centímetro de su falda.
—¿Qué tal si vamos a un lugar un poco más privado? —propuso ella,
deslizando un dedo por su cuello.

40
CON SOL, ARENA & LA EVIDENTE VERDAD
Clark estaba sentado a los pies de la estatua, arañando la botella de agua.
Estaba ansioso, un sentimiento que no esperaba. Había regresado a su vacía
habitación de hotel la noche anterior con el ánimo por las nubes, muy exaltado por
su encuentro con Bella. Se había despertado de una manera frenética, corriendo
por todas partes para prepararse. No hacía falta que dejara su habitación hasta
poco antes de las diez, ya que sólo tomaba unos minutos de caminata llegar al
punto de encuentro. Sin embargo, llegó más de una hora antes y se sentó a la
sombra de la gran estatua.
—Ella aparecerá —susurró—. Sí, por supuesto que lo hará. De todos modos,
¿qué diablos me importa? ¿Desde cuándo me emociono tanto por una mujer?
Se puso de pie y dio una patada en el escalón de piedra, rememorando
partes de la noche anterior en su cabeza. Su primer beso con ella, la sensación de
su piel, y la forma en que las horas pasaron. Su estómago rugió como si tuviera
hambre, pero no era comida lo que tenía en mente.
41
Jesús, ¿qué tiene que la hace tan diferente? Es sólo otra chica que vendrá y se
irá, pensó.
Se alejó de los escalones y fue entonces que, al reconocer el rostro que se
acercaba a él, una descarga de adrenalina se disparó por sus venas. Clark sentía
que algo andaba mal. Salió de entre las sombras hacia el fuerte sol. Los nervios
seguían causándole escalofríos pero no entendía por qué.
—Buenos días —dijo, protegiéndose los ojos con la mano—. Empezaba a
pensar que no aparecerías.
—Sólo llegamos unos minutos tarde. Eso está bastante bien para ser una
chica y un moribundo.
—Está bien, te lo dejaré pasar.
Bella se detuvo frente a Clark y lo besó en la mejilla.
—Hola —susurró—. Este es mi buen amigo, Alex —continuó, alzando la voz y
retrocediendo.
—Es un placer conocerte, Alex. Bella me contó todo sobre ti anoche. —Clark
le tendió la mano. Alex sólo se la miró fijamente.
—También es un placer conocerte.
La mirada de Bella revoloteaba entre los dos hombres.
—Así que… estoy pensando que podríamos volver a la playa que fuimos el
otro día. ¿Qué te parece, Alex?
—Sí, eso está bien. Mira, voy a ir a la tienda. Necesito una aspirina
—No hay problema pero… —Alex se alejó antes de que ella tuviera la
oportunidad de terminar la frase.
Mientras Alex se iba, con los hombros encorvados y las manos en los bolsillos,
Clark se giró hacia Bella.
—No creo que le agrade.
—No seas tonto; acaba de conocerte. ¿Cómo podrías no agradarle?
—No estoy seguro, ¿pero lo viste mirar mi mano? Te lo digo, no le agrado. Es
una cosa de hombres.
—Bueno, a mí me agradas, si eso te hace sentir mejor —dijo ella, empujando
su brazo.

***
El sol pegaba fuerte contra el cuello de Clark, quien arrastraba sus pesados
42
pies por el largo camino de tierra polvorienta. Pequeñas gotas de sudor se
formaban en su frente y rodaban por sus mejillas, mojando sus labios y
haciéndolos relucir en la luz brillante.
—Estamos cerca —dijo Bella.
—Qué bueno. No creo que me quede mucho sudor. —Clark miró sobre su
hombro para comprobar a Alex, preparándose para una reacción, pero no recibió
ninguna; él tenía la mirada en el suelo y arrastraba los pies por la suciedad.
—Aquí estamos —dijo ella, señalando un montículo de arena a pocos metros
de distancia.
Clark se asomó sobre la pequeña colina y pudo contemplar la enorme playa
que se extendía en bajada ante ellos
—Esto es hermoso. ¿Cómo encontraste este lugar?
—La pareja de la habitación de al lado nos contó sobre esto. Llegamos hace
unos días y pasamos todo el día aquí. Fue perfecto.
—No está mal, Señorita americana. No está nada mal.
Ella se puso frente a él y agarró su camiseta.
—Sabes que sólo hay una manera de entrar en una playa así, ¿verdad?
Clark no entendía la pregunta, pero se perdió en su sonrisa juguetona.
—Corriendo. —Partió y se tambaleó por la pendiente, levantando arena con
cada zancada.
Clark se rio y se agachó para quitarse los zapatos notando la figura de Alex en
su periferia.
—Supongo que deberíamos bajar y unirnos a ella.
—Sí, supongo que sí.
—Así que… ¿te sientes mejor hoy? Suena como si estuvieras en mal estado.
—Sí, estoy bien. De todos modos, te veré ahí abajo.
Clark lo vio resbalarse cuidadosamente por la pendiente, con las manos aún
en los bolsillos, y apretó los puños para mantener su ira por dentro.
—Sí, también es bueno hablar contigo, amigo.

***
Clark yacía sobre la toalla y se enfocó en el horizonte. Deseó haber traído sus
gafas de sol, molesto por haber olvidado un objeto tan simple, sobre todo porque 43
había pasado tanto tiempo preparándose. El encandilante paisaje y la paleta de
azules extendiéndose a lo lejos, le hacía entrecerrar los ojos para protegerlos
contra el resplandor. Se concentró en el extremo del mar y el cielo, pero toda la
vista era borrosa y distorsionada. Renunciando, giró la cabeza hacia la de Bella
descansando a centímetros de su pecho, su estómago subiendo con cada
respiración.
Llevaba un par de pantalones cortos de color azul y una camiseta blanca.
Sabía que por debajo residía un cuerpo que anhelaba, pero el atuendo dejaba
poco a la imaginación. Continuó su análisis, tratando de descifrar cada bache y
ranura, esperando poder acercarse en algún momento.
—Oye, tú —dijo Bella—. ¿Algo que te guste?
—Sí, algo precioso.
—¿Y qué sería ese algo?
—Todo. El sol… Las olas… la playa… Tú.
Se incorporó y se quitó las gafas de sol.
—Ahí está ese encanto inglés. —Se inclinó hacia él a escasos centímetros de
su pecho ahora—. Voy a ir a nadar. Los dejaré para que lleguen a conocerse un
poco mejor. —Se puso de pie, rozando la mejilla de Clark al hacerlo, y se sacó la
camiseta por la cabeza.
Su pálido cuerpo brillaba a la luz del sol, con blancos rastros de protector
solar cubriendo su piel. Levantó su toalla sin decir una palabra, pero se detuvo a
pocos centímetros.
—Ah, y sus miradas pervertidas dejan mucho que desear, señor. —Clark se
rio, feliz de ser atrapado, pero recordó una vez más que no estaba solo.
—Bella es genial —dijo él, volviendo su atención a Alex—. Apuesto a que
ustedes dos se divierten juntos.
Alex mantuvo su atención en el libro.
—Sí, mucho.
Clark estaba seguro de que no le gustaba a Alex y, aunque no entendía por
qué, sabía que tenía que hacer un esfuerzo. Si quería acercarse a Bella tendría que
ganarse a su mejor amigo.
—Háblame de ti, Alex. ¿Cuál es tu historia?
—¿A qué te refieres?
44
—Todos los viajeros tienen una historia que contar. ¿Cuál es la tuya?
—Pensé que Bella te había contado todo sobre mí —dijo, poniendo su libro
en la arena. Clark sonrió, girándose de nuevo hacia el horizonte.
—No me lo contó todo.
—No hay mucho que decir, en realidad. Fui a la universidad, conseguí un
trabajo, lo odiaba, y decidí huir. Ya sabes, ampliar mis horizontes o algo.
—¿Y le pediste a Bella que viniera?
—Sí, ella acababa de romper con su novio y se encontraba mal; me imaginé
que podría hacerle bien. No tenía la irme con nadie más, pero pensé que viajar con
mi mejor amiga podría ser divertido —dijo, poniendo mayor énfasis en la
palabra mejor.
Clark ahogó una risa. La manera muy poco sutil de Alex le divertía.
—Se necesita ser muy valiente para viajar solo.
—¿Sí?
—Definitivamente. Aprendes mucho sobre ti mismo.
Alex dejó que el silencio llenara el ambiente, con sólo el suave zumbido
ensordecedor de la brisa del mar rodeándolos.
—¿Qué hay de ti? ¿Viajaste con alguien?
—Recientemente lo hice, pero estuve por mi cuenta un tiempo.
—¿Te consideras valiente?
Clark apretó los dientes, deseando poder decir las cosas que nunca diría en
voz alta.
—¿Yo? No… No soy valiente. Simplemente estaba perdido y no tenía idea de
dónde buscar. No importa mucho donde comienzas cuando no sabes cuál es el
problema.
Alex dejó caer el brazo que sostenía su cuerpo y cayó al suelo.
—Entonces, ¿cómo te está tratando el viaje? —preguntó Clark.
—Bien, supongo. No estoy seguro de haber logrado nada, pero supongo que
no es eso lo importante.
—¿Qué es lo que quieres lograr?
—Como dices, todos tenemos una historia.
Clark asintió, sabiendo que Alex permanecería distante. Observó otra ola
chocar en la playa, y notó una borrosa figura irguiéndose de la nada y corriendo 45
hacia él. El agua chorreaba de la figura. Él ya sabía que era Bella, pero no fue hasta
que estuvo a unos pocos metros de distancia que pudo distinguir bien su rostro.
—¿De qué están hablando, chicos? —preguntó, dejando caer su toalla.
—Oh, ya sabes, lo usual. Por qué viajamos, donde viajamos… Ese tipo de
cosas. ¿No es así, Alex? —Esperó unos segundos por su respuesta, pero sabía que
no llegaría—. Hablando de eso, ¿qué sigue?
La pregunta pareció llamar la atención de Alex.
—¿Qué sigue? Bueno, la razón por la que vine fue para ver Australia, así que
definitivamente es lo siguiente en mi lista.
El corazón de Clark se aceleró frenético igual que antes junto a la estatua, y
comprendió a qué se debía su ansiedad.
—Es un país hermoso. Te va a encantar. —Se giró hacia Bella y le acarició la
mano—. A ti también te encantará.
Ella permaneció en silencio, jugando con la arena que cubría sus pies, y Clark
supo que se enfrentaba a una batalla que estaba destinado a perder.
Es por eso que no nos enamoramos, pensó. Ella se dirige a un lugar y
nosotros vamos por el otro. Siempre es lo mismo y nunca cambiará. Por Cristo,
pronto volveré a casa.
Se echó sobre su espalda y permitió que el sonido de las olas lo engullera.
Una mezcla de frustración y molestia lo inundaba por dentro. No sólo por la
situación, sino por bajar la guardia. Vio a Alex a pocos centímetros de distancia y lo
odió. No sería capaz de ganar. La amistad saldría victoriosa, y conocía el inevitable
final que le esperaba.

46
SIN NINGUNA ESPERANZA EN EL INFIERNO
La luz se deslizaba a través de la rendija de las cortinas e iluminaba el brazo
de Bella. Ella lo miró fijamente, observando la danza del sol en sus delicados vellos.
Apretando el puño, meditó sobre las últimas 12 horas. Quería llorar, plenamente
consciente de la persona desnuda a centímetros de distancia, y sus ojos se cerraron
con la esperanza de retrasar lo inevitable.
Su aliento le acarició el cuello, haciendo que un hormigueo le recorriera la
espalda. Ella estaba vulnerable bajo las sábanas, sosteniéndolas con fuerza y
cubriendo cada parte de su piel.
—Buenos días. —Alex bostezó—. ¿Cómo te sientes? —dijo, envolviendo su
pierna alrededor de su cuerpo. Bella se mordió el labio y apretó las sábanas con
más fuerza. El silencio colgaba esperando por su respuesta.
—Buenos… días.
Él se levantó y se arqueó sobre su columna retorcida. Entró en su línea de
visión, sonriendo de nuevo y frotando su brazo. 47
—¿Qué te gustaría hacer hoy?
Con sus piernas a horcajadas sobre ella, los vellos cosquilleaban en su muslo.
Se le formó un nudo en la garganta, paralizada por el momento. Su sonrisa se fue
desvaneciendo.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Sólo un poco cansada.
—Está bien… Bueno, voy a ir a tomar una ducha. ¿Tal vez después podamos
hablar?
Ella no parpadeó, mirando su pecho desnudo, un pecho que significaba algo
nuevo.
—Está bien, seguro.
Se levantó y se dirigió al baño, Bella se aferró a las sábanas con más fuerza y
se obligó a volver a quedarse dormida.
—¿Qué hemos hecho? —susurró—. Esto se siente tan mal.
Consideró lo último que le había dicho y lo mucho que no quería hablar.
Quería huir y esconderse, no enfrentar el problema. Se preguntó si las cosas
podrían deshacerse, pero sabía que no lo harían. No era una opción. Ahora eran
algo más o, si ella lo escogía, nada en absoluto.
Oyó el agua de la ducha aterrizar contra el suelo y aprovechó la oportunidad
para salir corriendo de la cama y ponerse algo de ropa.
—¿Qué he hecho? —dijo ella, mirándose en el espejo, a segundos de romper
en lágrimas—. Anoche, parecía buena idea. Necesito tiempo para acostumbrarme a
esto.
Sus labios se destacaban sobre el resto de su rostro. Veinticuatro horas antes,
habían sido suyos, pero ahora eran extranjeros. Sabía que tenía que enfrentarlo,
que en pocos minutos Alex volvería y querría hablar. No estaba preparada. No
sabía lo que sentía. Necesitaba más tiempo.
Buscó en la pequeña mesa debajo del espejo por algo que le diera
inspiración. Rebuscó entre todos los folletos que tenían ahí, sin que nada le
gustara, hasta que sus ojos captaron algo: una imagen de un barco. No tuvo
tiempo de leer completo lo que decía antes de la puerta del baño se abriera de
golpe. Se apresuró hacia Alex y empujó el folleto en sus manos aún húmedas.
—Creo que deberíamos hacer esto hoy.
48
—¿Un viaje en barco?
—Sí, va a ser perfecto. Sólo tú y yo… una oportunidad para hablar… y cosas.
—Está bien… Suena bien.

***
Clark se había quedado despierto contemplando el movimiento del pecho de
Beki con cada respiración. Ella estaba tranquila y relajada, y también él. Vagó por
su cuerpo desnudo; partes de las sábanas se aferraban a su piel, pero revelaban lo
suficiente para permitirle explorar.
—¿Siempre miras dormir a las chicas?
Sobresaltado, devolvió sus ojos errantes de regreso a su cara.
—Sólo a las lindas.
—Oh, ya veo. ¿Así que tengo suerte?
—Estoy seguro que la tienes —dijo, frotando su firme vientre—. ¿Qué vamos
a hacer hoy?
—Planeaba ir a un paseo en barco. Puedes unirte a mí, ¿si quieres?
Se asomó más a su rostro, empujando su mano más arriba por su cuerpo.
—Me encantaría hacerlo.
—No lo creo —respondió ella, deteniendo su mano—. Me voy a la ducha, así
que tendrás que entretenerte solo. —Mantuvo su mirada en la suya mientras ella
salía de la cama y caminaba hacia el baño, deteniéndose y arqueando la espalda—.
¿Ves algo que te guste?
Clark se rascó las palmas, aclarándose la garganta y tosiendo.
La vio desaparecer por la puerta y pensó en la noche anterior. Era más un
sueño que una realidad. ¿Cómo una chica llegó a él, le compró una bebida, y dejó
que la noche se desarrollara de la forma en que lo hizo? De todas las personas que
había conocido en sus viajes, Beki sería un recuerdo que destacaría del resto.

***
Clark y Beki se aproximaban al gran barco blanco. Cuanto más se acercaban,
más aceleraba sus pasos Beki.
—Esto luce fantástico —dijo—. Rápido, consigámonos asiento en un lado.
Quiero verlo todo
Ella tomó su mano, su piel suave recordándole la noche anterior y cómo
49
quería más, y lo guió entre las hileras de bolsos apoyados en el suelo. Divisando
dos puestos vacíos, se deslizó por la cubierta. El día, aunque nuevo, estaba lleno de
color y esperanza. El sol se reflejaba en el mar, y todos los colores se ampliaban en
intensidad. Beki buscó en sus alrededores, apretando los dedos de Clark con cada
nuevo descubrimiento.
Clark siguió su ejemplo, pero se detuvo cuando encontró un rostro familiar.
Una delgada figura sentada al lado de un hombre, con las manos entrelazadas. Ella
parecía familiar, pero no podía pensar de dónde. No tenía motivos para mirar, pero
no podía apartar la mirada. La chica misteriosa, pero familiar, había captado toda
su atención.
Entonces se dio cuenta de quién era. La chica del restaurante de hacía sólo
unas pocas noches atrás. La chica que había atrapado su mirada igual que ahora.
Sólo que esta vez era diferente. Esta vez él no tenía ninguna razón para desear
más.
CON UNA CHARLA INCÓMODA
La mano de Bella se balanceaba, sus dedos enredados con los de Clark. El
movimiento de vaivén era hipnótico y su mente estaba como perdida y vacía. El día
le había pasado factura, resultando en un dolor de cabeza, y cada paso enfatizaba
más el dolor en su sien izquierda.
Sostener la mano de Clark ayudaba, a pesar de que no debería sentir nada. Lo
había conocido por un día y, aunque se sentía como si fuera más tiempo, el camino
que estaba siguiendo terminaría en angustia. Su pasado era un montaje de amores
apresurados pero pocos se habían sentido así. Era diferente a los demás… Clark era
diferente.
Volvió su atención a Alex, el otro chico en su vida. Quería que él la mirara,
para arreglar las cosas como siempre lo hacían. Sin embargo, permanecía en
silencio y ella lo odió por ello. Odiaba que no ayudara, y cómo parecía provocar la
inevitable verdad. Se preguntó si era ese el propósito. Que podría estar
protegiéndola. No quería protección, sin embargo, quería ayuda.
50
—No sé ustedes, pero me muero de hambre —anunció Clark, deteniéndose
repentinamente—. Vine aquí hace unos días, fue bastante agradable.
Bella miró el edificio y suspiró, deprimida al pensar que podría ser su última
comida juntos.
—Suena bien. ¿Alex?
—¿Qué?
—¿Te parece comer aquí? —preguntó. Su comportamiento ausente la ponía
de los pelos.
—Claro.
Bella siguió a Clark mientras la conducía a través de la puerta y hacia una
enorme pero casi vacía sala. Una pequeña mujer cojeó hacia ellos con el brazo
derecho lleno de menús. No dijo nada, simplemente los hizo seguirla mientras los
llevaba a su mesa.
Bella se sentó frente a Clark y se inclinó más cerca, con el olor de su piel
estimulando sus sentidos. Había esperado conseguir respuestas, pero se encontró
con una expresión tan impotente como la suya. El sol brillaba a través de la parte
superior de la ventana, iluminando la mitad de la mesa y dejando el resto de ella
en las sombras. La noche se acercaba con el sol apenas asomándose ya sobre los
tejados.
Bella pensó en su incómoda tarde, y cómo la emoción de la mañana se había
desvanecido junto con el sol. Odiaba la situación en la que se había metido. El
cómo había pasado meses convirtiéndose en alguien nueva, únicamente para
volver a caer en viejos hábitos con tanta facilidad. No debería sentir nada por Clark;
no existía ningún futuro entre ellos. Se enfrentaban a un escenario imposible, pero
no podía dejar de preguntárselo. No cambiaría, a pesar de que su mente estuviera
en constante riña con su corazón.
El agotamiento pesaba sobre su cuerpo, mientras su mente seguía tratando
de procesar una respuesta coherente.
—Todo se ve delicioso —soltó ella—. En serio, no sé qué tiene. ¿Qué me
recomiendas, Clark?
Él entrecerró los ojos mientras leía el menú.
—No tengo idea, para ser honesto. Cuando vine aquí antes estaba borracho.
Aunque recuerdo que los fideos estaban buenos.
—Genial —dijo Alex—. Comida para borrachos. Justo lo que necesito. 51
—Estoy segura de que no quiso decirlo de esa manera —dijo ella, jugando
con los dedos de Clark y alentando su atención—. Gracias por hoy. Ha sido
divertido. Lo siento si he estado un poco… cansada.
—Está bien. También me divertí. Aunque esto no ha terminado todavía.
—Es verdad. Así que, ¿qué les parece si ordenamos algo de comida, tomamos
un par de copas, y vemos adónde nos lleva la noche?
—Un brindis por eso —dijo Clark, levantando su copa y chocándola con la de
Bella—. Entonces —continuó—, ¿cuándo planean irse a Australia?
Bella tosió, tratando de evitar que el agua se derramara de su boca.
—Oh, no lo sé. No hemos decidido lo que vamos a hacer todavía. Quiero
decir, podríamos no ir.
—¿Cómo que podríamos no ir? Yo voy y es definitivo —la contrarió Alex. Un
baldazo de ira lo empapó.
—A lo que me refiero es a que no hemos discutido bien las cosas.
—Bueno, lo hemos… Quiero decir, siempre ha sido ese el plan. Recorrer Asia y
terminar en Australia. Esa es nuestra próxima parada. Nada ha cambiado para mí.
No podía creer lo que estaba oyendo. Ella esperaba que su amigo la ayudara,
incluso si eso significaba no dar todo tan por sentado.
—Bueno, ¿y qué pasa si no quiero ir?
—Entonces no vayas. No tienes que venir conmigo.
Ella luchó contra las repentinas ganas de llorar.
—¿Y tú, Clark? ¿Cuál es tu próximo movimiento? —continuó Alex, su rostro
mostrando fingido interés.
—Yo… no lo sé. Quiero decir, me voy a casa pronto, creo.
—¿Así que no hay Australia para ti?
Clark ladeó la cabeza, incapaz de mirar a ninguno de ellos a los ojos.
—No, lamentablemente no.
—Lo siento. Déjame que te pregunte de nuevo —los interrumpió Bella,
apretando los dientes—. ¿Cuándo discutimos a dónde íbamos? Sé que había un
plan, pero las cosas pueden cambiarse.
—No para mí, y ni las voy a cambiar —dijo Alex, bajando su menú con
cuidada precisión—. Mi sueño es conocer Australia, iremos en esa dirección, y es la 52
próxima parada más obvia. Ese ha sido mi plan desde mucho antes de que
hubieras decidido venir, así que no, nada ha cambiado. No para mí.
Bella no podía decidir si estaba llena de rabia o aturdida por la conmoción. Su
piel y todo dentro de ella ardía. Las lágrimas se agolparon en sus ojos, pero las
mantuvo a raya. No quería llorar, no aquí.
—¿Puedo hablar contigo afuera por unos minutos, por favor? —dijo ella, con
su voz tan tranquila como pudo.
—Vamos, chicos —dijo Clark—. No pretendía nada con eso. Estaba llenando
el silencio, nada más. Pidamos la comida, ¿quieren?
—No, está bien, de verdad. Sólo tengo que hablar con mi mejor amigo. No
nos demoraremos.
Ella se inclinó y lo besó firmemente en los labios antes de ponerse de pie y
mirar a la persona que había conocido durante cuatro años —la persona que
conocía todo lo que había que saber sobre ella. Luego, con un movimiento
repentino, apartó la mirada y pasó junto a él, transformando la puerta en lo único
frente a ella.
SIN PENSAMIENTO RACIONAL
El sol se cernía sobre el agua, su reflejo rebotando sobre la neblina blanca
dejada por el barco. Los dedos de Beki descansaban en los de Clark, jugando con
los de ella, frotándolos de arriba abajo y moviendo el anillo que adornaba en su
dedo índice.
—Me divertí mucho hoy ―dijo él, besando su hombro expuesto.
—Lo sé, ¿no es hermoso?
—Es una pena que se tenga que terminar.
Beki sonrió.
—Lo sabes, ¿no?
—¿Qué?
—Que esto termina. Ha sido un gran día, pero… ya sabes.
—¿Lo sé? ―preguntó ella, acariciando su mejilla.
—Oh, vamos. No hagas esto más difícil de lo que ya es. ¿Crees que me gusta
esto? 53
Ella rio.
—¿Qué es lo que te preocupa?
—Bueno, esto tiene que terminar, ¿o no? Pronto, me iré por mi camino y tú
por el tuyo. Es la tortura de viajar. Es por lo que evito este tipo de cosas.
—Espera, ¿tratas de evitar conocer personas? ¿Por si te llegan a gustar?
—Cuando lo dices así…
Se acercó más a él.
—Déjame preguntarte esto. ¿Planeas ir a algún lado en los próximos días?
—No, pero…
—Y cuando te vayas, ¿has decidido qué vas a hacer?
—Bueno… no, pero…
—Entonces, ¿por qué preocuparte? ―dijo, enrollando un mechón de cabello
rubio entre sus dedos—. Lo que tenga que pasar, pasará.
Clark iba a hablar pero tartamudeó, sus palabras recordándole a Sam y cómo
siempre decía lo mismo.
—Tú lo dices porque no tienes una preocupación alguna en el mundo,
¿verdad?
—Claro que me preocupo, pero no por cosas como esas. ¿Por qué lo haces?
—¿Qué? ¿Enloquecer?
—No, evitar conocer a alguien. ¿Cómo es que un hombre que basa su vida en
viajar, se distancia a sí mismo de incluso conocer a las personas?
Él comenzó a frotarse el cuello, el tema poniéndolo un poco al borde.
—No lo sé. Es más fácil conocer que comprometerse. Jamás he sido bueno
confiando en la gente.
Ella se removió en su lugar y negó con la cabeza.
—Eso es triste. Todos luchamos con la confianza, pero no deberías dejar que
te detenga de vivir.
—Es más fácil decirlo que hacerlo.
—¿Qué, no crees que lucho contra eso? No es fácil, pero, hasta que bajes la
guardia, nunca sabrás qué va a pasar.
—Sí, lo sé. De todos modos, cambiemos de tema.
—No te gusta hablar de eso, ¿verdad?
—Claro que no. Es parte de tener problemas de confianza.
—¿Siempre te has sentido así?
—Sí, supongo.
54
—¿Por qué?
Pensó la pregunta, una que se había hecho él mismo muchas veces en el
pasado.
—No lo sé. Simplemente siempre me he sentido así. Supongo que es una de
las razones por las que viajo. La idea de sentar cabeza y entregarme a alguien
siempre me ha vuelto loco. Mi pecho se tensa, ¿sabes? Imagino que lo querré, al
final, pero… no lo sé. No se siente bien.
Ella descansó su cabeza en su hombro y dejó que el silencio se asentara. Él
necesitaba el silencio, pero también le aliviaba que ella lo presionara para obtener
respuestas. Hablar de tales cosas jamás había sido fácil, pero la liberación se
acercaba de a poco. Se sentía aliviado, ahora, y no podía dejar de pensar que era la
forma perfecta de ver al sol caer sobre el mar.

***
Unos cuantos asientos más allá, Bella estaba acurrucada con Alex e inhalaba
profundamente el aire fresco de mar. Estaba tranquila, mucho más que cuando se
despertó. Durante las horas de la mañana, su estómago había estado hecho un
manojo de nervios pero, a medida de que el día había ido pasando, también lo
hizo el sentimiento de arrepentimiento.
Fue un día relajante; uno en que Alex no la presionó. Las cosas eran como
siempre habían sido. Se sentaban, hablaban y contemplaban la belleza que los
rodeaba. Fue después del almuerzo cuando finalmente soltó la pesada carga sobre
ella. Mientras Alex comenzaba a hablar sobre sus bandas favoritas, se dio cuenta
que su mejor amigo aún estaba ahí. No la había dejado; su papel simplemente
había cambiado. Había sido promovido de amigo a amante y ese pensamiento
sirvió para desterrar toda su desazón.
—¿Estás bien? ―preguntó Alex, regresándola al presente. Giró su cuello para
mirarlo mejor.
—Sí, hoy ha sido perfecto. Gracias por ponérmelo fácil.
—Sé que aún estás preocupada por eso, pero se hará más fácil.
—¿Te parece?
—Sí, en serio. ―La besó en la frente y tensó su agarre. Bella se sentía segura,
como si esto siempre debiera haber sido así.
—¿Alex?
—¿Sí?
—¿Por qué ahora? ¿Por qué escogiste decírmelo ahora?
Le levantó la cabeza para que sus miradas estuvieran a la misma altura.
—No podía seguir sin decírtelo. Sabía que en algún momento encontrarías a
alguien más, y no iba a soportar pasar por eso de nuevo. Sé que no hubiera sido 55
capaz. Tenía que hacerme hombre y decírtelo de una vez o dejarte ir para siempre.
—¿Te refieres a no ser amigos?
—Sí. Sé que eso es malo, pero no tienes idea de lo difícil que ha sido. Sé que
siempre me has visto como un amigo, pero yo nunca te he visto así. Decidí que
este viaje nos juntaría o nos destrozaría. Mejor te lo decía o jamás lo sabría.
Se dispuso a hablar, pero no sabía que decir. Fue sacudida por la cantidad de
dolor él había tenido soportar. Todas las relaciones, los rompimientos, todo el
tiempo amándola y no haciendo nada al respecto. Sabía que enfrentaban mucha
presión. Que jamás nada sería igual.
Aun así se sentía cómoda. Como si esto era como debía ser.
—Me alegra que me lo dijeras.
CON LÁGRIMAS Y ENOJO
El rostro de Alex la hacía sentir enferma. Era la persona a la que siempre
recurría, pero ahora estaba ahí parado, en silencio, ausente, y todo lo que podía
sentir era resentimiento.
—¿Qué demonios, Alex? ¿Qué fue todo eso?
Se quedó en silencio.
—En serio, quiero saber.
—¿Qué? Lo único que dije es que me voy a Australia. Esto no es nuevo.
—Sé que no es nuevo, pero vamos… ¿Cómo puedes ser tan directo? Y
diciendo que puedo hacer lo que quiera. ¿Desde cuándo era eso parte del plan?
Una sonrisa irónica se extendió por su cara.
—¿Estás tratando de decir que estás enojada porque te estoy dejando hacer
lo que quieras? Porque la mayoría de las personas apreciarían eso.
—Sabes a lo que me refiero. Sabes que no puedo viajar sola. Me diste un
ultimátum con sólo una opción.―Levantó la cabeza al cielo. Un brillo naranja
colgaba sobre el techo, la noche a punto de cerrarse. 56
—Demonios que no es así. Tienes una opción, Bella. O vienes conmigo o te
quedas con él. ¿Qué quieres que haga? ¿Quedarme aquí mientras ustedes juegan a
la casita?
Eso la pasmó.
—No, por supuesto que no. Apenas lo conocí ayer. ¿Cómo voy a saber qué es
lo que quiero?
—Un día en la vida de Bella es toda una vida.
—Oye, eso no es justo. No creo que sea demasiado pedirle a mi mejor amigo
estar ahí para mí. No que me haga sentir mal.
Rodó los ojos, lo cual sólo hizo que el enojo de Bella aumentara.
—Bien, quizás no debí de haberlo dicho así. Sin embargo, el punto sigue
siendo el mismo. Quiero ir a Australia. ¿Me gustaría que vinieras conmigo? Claro,
por supuesto que quiero. Pero te conozco. Veo cómo lo miras y sé que no importa
si lo conoces desde hace un día o una semana o un mes. Quieres ver qué pasará, y
no me puedes incluir esta vez.
—¿Entonces sólo me dejarás sola con un extraño?
—Me encanta cómo terminas haciéndome ver como el culpable ―dijo,
negando con la cabeza—. ¿Y si me quedo? Digamos que me quedo por unos
cuantos días mientras te decides. Aun terminarías escogiéndolo a él. ¿Y qué pasa
conmigo? Ah sí, cierto. Terminaría viajando completamente solo por Australia, unas
semanas más tarde de lo que debería haberlo hecho.
—Desearía saber qué depara el futuro, igual que tú.
—Te conozco, Bella. Te conozco mejor que tú misma. El viajar te ha hecho
fuerte, pero aun eres tú. Te encanta amar. En algún momento, siempre regresarás a
ello.
El llanto contenido secó su garganta.
—No quiero ser esa chica; sobre todo ahora. ¿Quién estará aquí para
protegerme? Sólo te tengo a ti. Tengo miedo.
—¿De qué? ¿De la vida?
—¿Me lo dices en serio? Me conoces mejor que nadie. Sabes mi historia y
cómo siempre termina. Sí, empieza bien, pero no mucho tiempo hasta que
cambian de opinión.
Él volvió a sonreír.
—Eres más fuerte ahora. No debes tener miedo, pero eres quien eres. Estás
enamorada del amor y sólo puedes luchar contra eso por un tiempo. ¿Quieres
convertirte en una persona que ni siquiera lo intente?
Lágrimas corrían por sus mejillas. Escuchó sus palabras y consideró cada una
de ellas. Sabía que había madurado. Lo que le decía era cierto. Sin embargo, no 57
podía cambiar los recuerdos de su pasado. Cómo su corazón había sido apuñalado
muchas veces y que la única persona que estuvo ahí para arreglarlo fue Alex.
—Mira, la elección es tuya ―dijo—. Eres bienvenida a venir conmigo, pero
esta vez tengo que hacer lo que sea mejor para mí. Iba a ir lo eligieras o no,
¿recuerdas? Voy a ir… y me voy a ir muy pronto.
—Pero tengo miedo. Te necesito…
—Siempre estaré ahí para ti, pero tengo que hacer esto por mí, justo como tú
tienes que hacer lo mejor para ti. Si vienes conmigo, siempre te preguntarás ―¿qué
hubiera pasado si…?‖ Te conozco. No quiero que estés resentida conmigo.
—Jamás podría…
—Pero lo estarás. Mira, necesitas averiguar si este tipo vale la pena. No te
puedo ayudar con eso. No esta vez.
Sus palabras le dieron como balas. Todo su cuerpo dolía. Sus piernas estaban
temblorosas y listas para colapsar. La conversación la había drenado, dejando
solamente confusión.
—Entonces, ¿esto es todo? ¿Lo has decidido?
La tomó de la mano.
—Sí. Voy a reservar mi boleto mañana. Creo que es lo mejor.
Se alejó, con lágrimas finalmente derramándose por sus mejillas. El abandono
y la hipocresía la llenaban mientras las palabras ―Siempre estaré ahí para ti‖ hacían
eco en sus oídos. Había escuchado cada sílaba, pero no significaban nada.
—Lo siento. Sé que estás enojada, pero tengo que hacer esto. No sólo por mí,
también por ti.
Se frotó los ojos.
—No te atrevas a decir que esto es por mí. Esto es por ti.
Negó con la cabeza y se dio la vuelta, alejándose en la oscura calle. Otra
nueva capa de lágrimas corrían por sus mejillas ahora mientras su relación se
escurría con ellas.

58
SIN DEJAR QUE SE VAYA POR COMPLETO
Las pupilas de Clark estaban dilatadas y negras reflejando la pantalla brillante
de la computadora.
—No me jodas… ―dijo, saltando de su asiento y paseando impaciente hacia
la puerta. Se detuvo y le sonrió ladeado a la madera pintada de blanco, antes de
dar la vuelta y caminar de regreso a la computadora—. No es posible. No lo puedo 59
creer.
Comenzó a mover las cosas alrededor de su escritorio, buscando algo pero
sin ser capaz de encontrarlo. Encontró el objeto que deseaba y lo recogió,
llevándoselo al oído. Sonó tres veces, cada tono haciéndosele eterno.
—¿Beki?
—Hola, eres tú. Estoy justo en el súper, ¿quieres…?
—Sí, genial. No creerás lo que acaba de pasar… Sam viene para Año Nuevo.
—Oh vaya, eso es genial. ¿Por cuánto tiempo?
Clark estaba lleno de energía. Quería correr o bailar o brincar.
—No, no entiendes. No viene de visita, se viene a vivir aquí.
—No…
—Sí, consiguió trabajo en una compañía discográfica, de ese tipo con el que
viajó en Australia. Llega la semana que viene. No lo puedo creer. ¿Cuáles son las
posibilidades?
―Eso suena maravilloso, cariño. Estoy muy contenta por ti. Oye, voy para allá
ahora para que podamos salir y celebrar.
—Sí, suena bien. Adiós.
Lanzó su teléfono y se desplomó en el sofá. A pesar de que habían pasado
sólo unas cuantas semanas desde la última vez que lo había visto, reunirse con su
amigo era motivo de celebración.
—¡Mierda! ―exclamó—. Esto es una locura. Sam y yo juntos de nuevo, en la
puta Ciudad de Nueva York. Esto va a ser la mejor cosa del mundo.
Recordó la última vez que lo vio en un bar de su ciudad natal, a tan sólo a
unas cuantas horas de embarcarse hacia su nueva aventura. La breve visita, la
primera desde que Sam lo había dejado solo en Tailandia, fue una sorpresa. Sam
había acortando su viaje y regresando a casa justo a tiempo para ofrecer su
despedida. Había pensado que sería la última vez que vería a su mejor amigo.
Justo cuando iba a regresar a la computadora y leer el correo de nuevo,
escuchó un crujido de llaves desde atrás. Se levantó y corrió a la puerta. Tan pronto
como Beki entró, la envolvió en sus brazos.
—Alguien está emocionado ―se rio, tirando las bolsas y alejándolo de su
rostro.
—Es una locura, ¿no? Pensé que no lo vería en mucho tiempo y ahora se
viene a vivir aquí. Estoy tan contento de que vayas a poder conocerlo. Me refiero a
que fue agradable…
—Está bien, tranquilízate. Siéntate y dime lo que dijo.
60
Tomó una profunda respiración.
—Lo siento, es sólo que no puedo ni conmigo mismo. De acuerdo, comenzó
como cualquier otro correo. Diciéndome lo que ha estado haciendo, preguntando
sobre Nueva York, etc.,… después escribió las palabras mágicas: ―Voy a ir a Nueva
York. Sólo para que lo sepas‖.―La tomó por la cintura y la levantó del suelo,
jalándola a su pecho y dándole vueltas—. ¿Puedes creerlo? ¿Sólo para que lo
sepas? Pensarías que lo mencionaría primero, ¿no?
—No entiendo. ¿Cómo sucedió? ―preguntó.
—¿Te acuerdas del tipo que conoció en Australia, Danny? Bueno, él trabaja en
una compañía discográfica aquí en Nueva York. Debieron de haber estado
hablando y Sam de alguna manera consiguió una oferta de trabajo.
—Increíble. No puedo creer que lo obtuviera tan fácilmente. Sobre todo
después de todo lo que hemos pasado.
—Ni me lo digas. Sólo Sam podría hacer que mudarse a Estados Unidos fuera
tan sencillo.
—Estoy muy feliz por ti. Es justo lo que necesitas ―dijo, pasándole
gentilmente la mano por su pecho.
—Sí, lo siento si he estado recientemente un poco distante. Todo este
movimiento ha sido estresante. Supongo que lo he encontrado más difícil de lo
que predije.
—Lo sé, pero no te preocupes. Dale un poco de tiempo y todo estará bien.
Además, una vez que empezamos la universidad las cosas serán más fáciles.
Se acercó y la tomó de nuevo por la cintura, su rostro a unos centímetros del
suyo.
—Lo sé. ¿Puedes creer que hace seis meses cavilábamos sobre cómo sería
Nueva York? Y aquí estamos ahora, viviendo en la mejor cuidad del mundo. Es
irreal.
—Este último par de meses sí que nos han sacado de nuestro molde, ¿no?
Sólo asegúrate de no pasar todo tu tiempo con Sam, ¿sí? ―le pidió en su delicado
tono extranjero, tocándolo con la nariz—. También quiero verte.
—No lo haré pero, no te ofendas, será agradable tener de nuevo a mi
compañero en el crimen. Eres malditamente demasiado tranquila para mi gusto.
—Alguien necesita serlo. ―Lo empujó juguetonamente—. Obviamente no
eres el hombre para el trabajo.
—Touché. En cuanto a esa cena ¿tiene que ser esta noche? Estaba pensando
en que una noche especial sería más apropiada.
Beki se acarició el brazo con su dedo índice. Dejó su propia piel y luego
brincó elegantemente en el de Clark, el simple roce mandando hormigueo a través
de todo su cuerpo. 61
—Mmmm, supongo que esta puede ser una opción.

***
El sonido suave de los pájaros despertó a Bella de su profundo sueño.
Rodando, acarició el pecho de Alex y dejó salir un bostezo, obligando a sus ojos
doloridos a abrirse y empujando a su cuerpo cansado a levantarse de las sabanas.
Estudió su habitación hasta detenerse en el sol brillando a través de la ventana e
iluminando su antebrazo; otro bostezo se le escapó.
—Buenos días ―dijo Alex, acariciándole la espalda.
—Buenos días. ―Tercer bostezo—. Necesitas levantarte e ir a trabajar. Uno
de nosotros se tiene que ganar la vida.
—Tú también tienes un trabajo ―dijo, escondiéndose debajo de la
almohada—, y uno bueno, además. Sólo que no tienes que ir hasta después del
almuerzo.
—Cierto, pero también casi no me pagan nada.
Descubrió su cabeza. Tenía el rostro pálido de recién despertado.
—Mejorará. Deja de preocuparte. Lo estamos haciendo bien.
—Lo sé. Sólo tengo lástima de mí misma. ―Miró de nuevo a la ventana,
dejando que el sol llenara su rostro—. Parece una mañana hermosa en Sídney, así
que ¿por qué no te levantas y lo disfrutas? Éste es tu viaje de ensueño, ¿recuerdas?

62
CON UNA MADRE A SU LADO
Bella siguió el texto mientras cambiaba de página, su dedo acariciando el
mouse y dictando lo que aparecía ante ella. Leyó el correo, pero sólo
superficialmente. Era otro recuento de las aventuras de Alex sin ella. Habían sido
regulares pero, a pesar de que documentaba todo lo que hacía, era como si ya no
lo conociera más. No como solía hacerlo.
—Seis meses ―dijo—. No puedo creer que haya pasado tanto tiempo.
Rememoró su último adiós. Había llorado, igual que él, pero no sentía como
si hubiera pasado. Sintió sus ojos humedecerse, así que cerró de golpe la laptop y
se dirigió a la puerta, dejando una vez más a su mejor amigo atrás.
Caminó hacia la oscura y silenciosa habitación de al lado. Una sola figura
descansaba en posición fetal en la pequeña cama individual. Se acercó y se sentó a
su lado.
—La siesta ya terminó ―susurró, acariciando con su nariz el oído de Clark—.
Vamos. No te querrás perder una cena norteamericana, ¿o sí?
—¿Hamburguesas con queso? ―bostezó.
63
—Quizás. Mamá prepara unas hamburguesas deliciosas. ―Lo tomó por el
brazo y jaló hasta que sus piernas se plantaron en el suelo, llevándolo por el
oscuro pasillo de su hogar de niña—. Huele bien, mamá ―dijo, entrando en la
cocina.
—Eso espero ―respondió su madre—. He estado de esclava en este horno
por una hora. ―Miró a Clark—. ¿Cómo estuvo tu siesta? ¿Ya acostumbrado al
ajetreo de Dayton?
—Bien, gracias. Creo que estoy así por el cambio de horario.
—Sabes que no puedes usar esa excusa por siempre, ¿verdad?
—Lo sé, lo sé. No sé qué me pasa. De todos modos, esto huele delicioso.
Gracias por cocinar otra vez. Me siento mal viniendo y no aportando nada.
—Sí, mamá. Pronto nos iremos de tu casa.
—Tómense su tiempo. Apenas te tengo de regreso ―dijo con una sonrisa
cálida y confortante. Bella no se había dado cuenta de cuánto la había extrañado
hasta que le vio en el aeropuerto hace unos días. A pesar de la comodidad,
también parecía albergar cierto miedo.
—¿Dónde está Claire?
—Buena pregunta. Ya no sé dónde está. Me recuerda a su hermana mayor.
—Hey, no era así de mala.
Su madre la miró con las cejas levantadas. Clark no agregó nada.
—¿Alguien quiere algo de tomar? —Cambió de tema.
—No era así de mala ―argumentó Bella, esta vez a Clark.
—Por supuesto que no, dulzura.
Bella se recargó en su mano y reflexionó sobre la decaída sonrisa de su
madre. Sabía que pronto se iría, como también lo haría su hermana. Se percató de
lo sola que estaba su madre.
—Estoy preocupada por ella ―le susurró a Clark.
—¿Por tu mamá? ¿Por qué?
—No ha estado sola por más de 20 años. Primero se fue mi papá, después yo,
y ahora es el turno de Claire. No sé qué hará cuando nos vayamos.
—Probablemente disfrutará de la paz y tranquilidad…
—En serio. Es frágil. Sé que se ve fuerte, pero no la conoces como yo. Quizás
debamos quedarnos un tiempo. Además, te dará tiempo de acostumbrarte.
—Si es lo que quieres…
—Sé que te sientes estresado. Mudarse a un nuevo país y empezar un trabajo
es suficiente para poner a alguien bajo mucha presión. Un tiempo para
acostumbrarte te hará bien. 64
—Como dije, lo que tú creas es lo mejor. De todos modos, lo estoy haciendo
bien, ¿no?
—Sí, claro que sí. Pero me preocupo por ti.
Clark se rascó la incipiente barba en su barbilla.
—Eso es dulce, pero no tienes que hacerlo. Además, Sam también va a venir.
Se asegurará de que esté bien. Sólo prométeme que no te olvidarás de
preocuparte también por ti.
Pensó en eso y se dio cuenta de lo poco que había pensado en ella. Clark y su
mamá habían tomado el lugar principal, pero ahora pensaba sobre su propio caos.
Su nuevo trabajo, regresar a su viejo pueblo, y vivir con un chico al que sólo había
conocido por 6 meses.
—Supongo que los siguientes meses van a ser todo un atropello, ¿no?
—Sí… pero no te preocupes. Pasaremos por esto juntos. Y es dulce que te
preocupes por tu mamá, pero creo que no deberías. Quiere lo mejor para ti.
—Lo sé, pero no hay razón para que nos vayamos tan rápido. Quiero
asegurarme que esté bien.
—Entonces eso haremos.
Terminada la conversación, el miedo tiró de sus riendas una vez más. El olor a
carne cocinándose, la cual hace un momento olía genial, ahora removía su
estómago. Las luces se veían más brillantes y su piel se sentía pesada. Estaba
preocupada por Clark. Le preocupaba su mamá. Y ahora, se preocupada por ella
misma y lo que le esperaba.

65
SIN PALABRAS
Bella buscó por títulos familiares en la pared de libros, las estanterías llenas
de carpetas viejas y polvorientas. Los clásicos parecían devolverla a épocas más
simples. Detuvo su búsqueda, localizando su objetivo y alcanzando su arrugado
lomo.
—Oh, me encanta este libro —dijo en voz baja.
—¿Cómo dices? —preguntó una voz desde atrás.
Bella se dio la vuelta para encontrar al viejo vendedor apoyado en el
mostrador.
—Oh, nada, Bill. Simplemente hablo conmigo misma. Me encanta este libro.
Debo haberlo leído unas diez veces.
El hombre de aspecto frágil alcanzó la portada hecha jirones con el rostro
iluminado con deleite.
—Ah, sí, uno de mis favoritos, también. Era bastante talentoso, el Sr. Adams.
Un poco antes de tu generación, ¿cierto?
—Eso es lo bueno de los libros. Envejecen bien. 66
—En efecto. Eres una de mis clientas habituales en estos días, Bella. Ya no
viene mucha gente. Es agradable ver una cara familiar.
Bella tomó el libro de las manos arrugadas.
—Es un lugar encantador. Me recuerda a una tienda cerca de casa. Si sigues
abriendo, voy a seguir viniendo, ¿trato?
Él asintió.
Con paso lento siguió recorriendo la librería, pensando en cómo había
encontrado su nuevo hogar en un sitio tan lejos de casa. Después de meses de
viajes y emociones, el paso por Sídney los llevó a una parada brusca. Alex encontró
un trabajo y se dispusieron en una rutina diaria. Bella se alegraba de verlo feliz,
pero la dejaba con demasiado tiempo libre.
Llenar sus largos días de aventuras la llevó a esta pequeña tienda. El olor de
los libros viejos la llenó en un instante; a mezcla de cuero y tinta la seducía.
Decidió que este sería un lugar al cual volvería una y otra vez.
—¿Creo recordar que dijiste que eres escritora? —preguntó el dueño,
aventurándose de detrás de su mostrador.
—Dije que escribo, no que sea una escritora.
—¿Hay una diferencia?
—Ser una escritora sugiere que me pagan por hacerlo, mientras que yo lo
hago porque me mantiene cuerda.
—Ah, sí, el sueño de llegar a ser publicada. A mi modo de ver, sin embargo —
y es sólo la opinión de un viejo hombre, fíjate—, si escribes, eres un escritor.
Mientras te guste el producto final, ¿a quién le importa lo que piensen los demás?
Si se publica... genial. Si eres la única persona a la que alguna vez le gusta la
maldita cosa, bueno, yo todavía lo llamo un éxito.
—Me gusta su forma de pensar —dijo riendo—. No estoy segura de que
mucha gente esté de acuerdo con usted, sin embargo.
—Nunca lo hacen. Como digo, sólo soy un viejo loco.
Su actitud vivaracha le inspiraba comodidad. No podía precisar con exactitud
cómo, pero intuía que su sabiduría lo hacía parecer tan loable.
—Se siente bien estar escribiendo de nuevo. Parece mucho tiempo desde la
última vez que lo hice.
—Hmmm, hay algo acerca de la escritura que alivia el alma. ¿Por qué lo
dejaste?
—La vida, supongo —dijo, tomando asiento en una vieja escalera de
madera—. Se convirtió en una tarea en la universidad. Digamos que me
desilusioné con todo. No tanto de la escritura, más bien, del proceso. Es tan
despiadado.
—Bueno, no he leído tu trabajo, pero tengo la sensación de que eres buena. 67
He conocido a un montón de autores en los últimos años y algo me dice que
tienes talento.
Esa simple frase infló de optimismo sus venas, con recuerdos de la
universidad atizándola. Esas épocas de esperanza, sueños y ambición por escribir
algo importante habían disminuido con el pasar de los años, pero los últimos
meses se la habían traído de vuelta. Se sentía limpia. Como si una parte de su alma
hubiese sido redescubierta.
—¿Por qué empezaste otra vez? —preguntó el anciano.
—Aburrimiento, supongo. Me encanta Sídney, es hermoso, pero no tengo
nada que hacer. Alex, mi novio, por cierto, trabaja todo el día y todo lo que hago
yo es pasear y explorar. Al principio era increíble, pero ahora me siento perezosa.
—Para eso están los trabajos, jovencita.
Ella arqueó la ceja y se burló con una sonrisa.
—Tengo uno... algo así. Apenas glamoroso, sólo un pequeño café bajando
por la calle, pero mantiene a esta escritora muerta de hambre con ropa.
—Bien por ti. Es bueno ver a una persona joven con ética de trabajo.
—Sí... creo que difícilmente se constituye como trabajo duro. Todo lo que
hago es estar allí y verter café. No es lo esperaba hacer después de la universidad,
eso es seguro.
—Tal vez sea así, pero podría ser lo que necesitas en este momento. Después
de todo, has empezado a escribir de nuevo. Quién sabe, un día podría vender tu
libro aquí. Sería bueno tener uno nuevo por una vez.
—Tenemos un trato. —Giró el libro en sus manos, la tapa agrietada surcando
en su piel—. De todos modos, gracias, Bill. No pensé que necesitara animarme,
pero supongo que lo hacía. —Le dio el libro—. Y con eso, me quedo con este libro,
por favor. Puede ser que aleje mi mente del mundo aburrido del café y leche
descremada.

***
El estómago de Clark se sentía como si estuviera tratando de subir y escapar
de su garganta. No era algo que comió o un virus contraído en las calles de Nueva
York, sino una larga lista de ítems faltantes, o —como en el caso de Clark, el exceso
de ítems faltantes, que le causaban la desesperación.
—Me estoy olvidando de algo, estoy seguro.
—¿Conseguiste ese libro que necesitabas? —dijo Beki, manteniendo su
atención en el televisor.
Sus hombros se hundieron ante el sonido de su voz.
—¡Maldita sea! Vuelvo pronto. 68
—Está bien, consíguete algunos aperitivos.
Salió por la puerta y echó a andar, con un ítem tras otro de lo que tenía que
hacer. En dos días, comenzaría su nuevo curso de la universidad y en tres su nueva
pasantía en una ocupada agencia de publicidad.
Un sueño hecho realidad, pensó.
Meses de trabajo duro y llenar formularios lo habían llevado a este momento.
Un sinfín de correos electrónicos fueron enviados e incontables llamadas
telefónicas se hicieron para entrar en este nuevo curso... en esta nueva pasantía...
en esta nueva vida. Era un sueño. Era una delgada fantasía difuminándose. Sin
embargo, ahora era una realidad y su pecho se apretó con tales pensamientos.
CON UN POCO DE AYUDA
Un fuerte destello de luz perturbó el estado de calma oscuridad de la sala,
con violentos flashes de color llenando la pantalla y encandilando a Clark. Se sentó,
y con los ojos algo irritados observó a Bella acurrucada en sus brazos, con los ojos
cerrados y su respiración tranquila. Una serie de confusos sentimientos lo llenaba,
con la idea de compromiso parecía mucho más asequible que nunca. Reflexionó
sobre los últimos meses y su drástico cambio de mentalidad.
Seis meses antes, había vagado solo y libre, impulsado por el conocimiento
de hacer y de ir a donde quisiera. Ahora, una relación comprometida se había
interpuesto en su camino. Había esperado sufrir de una avalancha de miedo y de
inseguridad por ser dejado, más eso nunca llegó. Sorprendentemente, el
optimismo y la claridad mental lo habían mantenido firme.
Besó la frente de Bella mientras dormía, acariciándole el pelo e inhalando su
aroma. El olor a miel y Ylang-Ylang le hizo cosquillas en la nariz. Era un olor que se
había vuelto tan familiar como el suyo propio. Seis meses antes, no le habría
importado un simple olor, pero ahora que no podía vivir sin él.
—¿Qué tal está la película?
69
Clark torció el cuello para ver una silueta cerniéndose por encima de ellos. Se
arrodilló, revelando su familiar rostro.
—Hola, sí, está bien. En realidad no he prestado mucha atención. Como
puedes ver, a tu hija le encanta.
—Siempre se ha dormido en las películas. Solía odiar llevarla a verlas.
Básicamente pagaba diez dólares para verla dormir.
—Gracias por el consejo —dijo, acariciando su cabeza una vez más.
—Tengo un montón de ellos —respondió—. Quédate conmigo chico y me
aseguraré de mantenerte un paso por delante. —Se acercó más—. Entonces, ¿qué
tal te estás adaptando? Mudarte a un nuevo país debe ser estresante.
—Ha estado bien. Para ser honesto, me he sorprendido a mí mismo. Podría
ser diferente una vez que tengamos nuestro propio techo. Oí que convertirse en
adulto es aburrido.
—Desafortunadamente, lo es —dijo ella con una sonrisa suave—. Hablando
de mudarse, no es que los esté echando ni nada, pero esperaba que lo primero
que hicieran fuera alejarse de mí.
—Oh, vamos, ¿cómo podríamos hacer eso? —bromeó, su sonrisa juguetona—
. La verdad aún creo que falta. Yo estoy listo para empezar a buscar casa, pero creo
que esta chica de aquí está un poco aprensiva.
—¿En serio?
—Sí. Creo que le gusta estar en casa con su mamá.
—Bueno, eso es toda una sorpresa. No podía esperar a irse cuando era más
joven. Nunca pensé que iba a verla de nuevo y mucho menos volver a cocinar y
limpiar para ella.
Aspiró otra profundo soplo de miel y Ylang-Ylang.
—Estoy seguro de que vamos a resolverlo pronto.
—¿Y cómo te sientes al respecto? Apuesto a que no esperabas que tu sueño
americano involucrara vivir conmigo.
—Estás siendo demasiado dura contigo misma. Me encanta estar aquí…
—Pero quieres hacer las cosas a tu manera —terminó ella.
Sonrió dándole la razón.
—Exactamente. Como digo, estoy seguro de que vamos a resolverlo pronto.
Es difícil. Me refiero a que sólo nos conocimos hace unos meses y ya nos estamos
mudando juntos. Es apenas normal, ¿verdad?
—Es cierto, como que has sido obligado a que sea serio. Pero me gusta
pensar que conozco a quién hace que mi hija sea feliz. Sigue así y todo estará bien.
—Gracias. Voy a hacer mi mejor esfuerzo.
Bella se dio la vuelta, despertándose. 70
—Oh, hola, mamá. ¿Cuánto tiempo has estado allí? —preguntó, bostezando y
tapándose la boca.
—No mucho. Estaba teniendo una pequeña charla con tu novio.
—¿Interrogándolo?
—Por supuesto. Tengo que asegurarme de que sea bueno para mi niña.
—¿Y? ¿Pasó?
—Hmmm, no lo he decidido. Lo decidiré por sus habilidades para hacer té.
—Vamos, soy británico... y supongo que me lo tomaré como una indirecta —
dijo Clark.
Sacando su brazo debajo de la cabeza de Bella, sacó las piernas del sofá y se
puso de pie. Se quedó ahí por un instante, asimilando la imagen de Bella y su
madre, de las dos generaciones juntas. Se preocupaba por Bella, pero estaba
agradecido por su madre. Sentía que ella quería lo mismo que él: que su hija fuera
feliz y siguiera adelante, que no se aferrara al pasado. Pero también había algo
diciéndole que se enfrentaba un reto: Un sentimiento cauteloso de que Bella no
tenía lo mismo en mente.
SIN AMOR, ABOGADOS Y WOODY ALLEN
Las apretadas condiciones del metro de Nueva York estaban poniendo
histérico a Clark. El sabor rancio del subterráneo, una mezcla de muchas personas,
noche y humedad, prácticamente se había aferrado a su lengua. El aire se cerraba
en todo su alrededor y no podía esperar para escapar.
En cuanto se vio cerca de la estación, se disparó directo a la abertura de
adelante, dejando atrás las apretadas e incómodas condiciones. Esperaba que fuera
algo a lo que se aclimatara, aunque la mera idea de tener que pasar por tales
ansiedades a diario lo alteraba aún más.
Finalmente, después de subir a la superficie1, se encontró con una ráfaga de
aire un poco más limpio. Una sensación calmante cubrió su piel y limpió sus
pulmones. Echó un vistazo a la zona a su alrededor y ubicó el letrero de neón.
Haciendo a un lado el pensamiento de todos a su alrededor se dirigió hacia el
edificio.
—Siento llegar tarde, cariño. Todavía me estoy acostumbrando a estas cosas
del metro —dijo, recuperando el aliento y sentándose en el asiento de enfrente.
—Está bien. ¿Cómo fue? —preguntó Beki. 71
—Increíble. Todos en la oficina son geniales. Ah, ya me pusieron en un
proyecto. Directo al grano.
—Mírate. Parece que estarás ocupado, ¿no es así? —Ella le lanzó un beso
sobre la mesa—. Oh, te compré un café. Imaginé que necesitarías uno.
Alcanzó los dedos de ella y en broma los pellizcó.
—Gracias, no sólo para el café. Si no fuera por ti, esto no habría sucedido.
—Lo sé, ¿no es genial? Hoy por la mañana fui al supermercado, y estoy
bastante segura de que vi a Woody Allen.
—Vaya. ¿Qué estaba comprando?
—Bueno, sólo pasé por su lado, pero estaba en el pasillo de los cereales.
—Así que come cereal. Interesante. —Tomó un sorbo de su café humeante—.
Es bueno tener las cosas en marcha. No vas a creer el alivio que se siente.
—No es justo. Yo tengo que esperar otros tres días. Voy a estar tan aburrida,
sobre todo contigo ocupado todo el día.
—¿Qué puedo decir? Nosotros, la gente de marketing, trabajamos más duro
que los abogados. Es un hecho bien conocido. —Se echó hacia atrás en su silla,
esperando una reacción.
Una mirada fruncida fue todo lo que le ofreció.
1
Los metros en Nueva York son subterráneos.
No pudo evitar sonreír. No sólo por sus seductores ojos, sino por su espíritu
libre que los había mantenido en marcha. Si hubiera sido por su cuenta, sabía que
se habría dado por vencido. Beki los mantenía enfocados. Sabía lo que quería y
hacía lo que tenía que hacer para que sucediera.
—¿Sabes una cosa? Realmente eres especial —dijo él, frotándose la barbilla.
—Oh, lo sé.
—Lo digo en serio. Nunca habría hecho esto sin ti y, bueno... como que me
he enamorado de ti.
Su mirada se amplió y su agarre se apretó.
—Te amo, también…
—Sé que debería haberlo dicho meses atrás, pero me resulta difícil, ya sabes…
—Lo sé, está bien…
—Siento que ahora es el momento adecuado, sin embargo. Estamos en una
ciudad increíble, empezando increíbles nuevas vidas y…
—¿Qué tal si dejas de hablar para que no arruines este hermoso momento —
dijo ella, sacudiendo la cabeza.
—Sí, eso probablemente sea una buena idea. Lo siento.
Una ansiedad de la que no era consciente se descolgó de sus hombros. Su 72
búsqueda para rellenar el vacío en su alma había sido larga, pero por primera vez
se sentía como si lo hubiera encontrado. Tres simples palabras eran todo lo que
había necesitado para confirmar sus sospechas de que Beki era especial.

***
Bella tecleaba furiosamente, con la piel alrededor de sus mejillas doliendo por
el esfuerzo de sonreír. Sabía que debía ceder a la presión e irse a dormir, pero su
mente estaba llena de ideas. Había entrado a ―La zona‖, con epifanías espontáneas
apareciendo de la nada y creando mini obras de arte.
—¿Qué tal va la escritura? —preguntó Alex, acercándose por detrás y
ahuecando su cabeza con la mano.
—Muy bien.
—Me alegro, pero son las tres de la mañana.
—Lo sé, pero tengo que terminar este capítulo. Hay demasiados momentos
de nada; cuando el genio llama, tienes que prestarle atención. —Giró en su silla—.
Regresa a la cama. Tú sí tienes algo por lo cual levantarte temprano, mientras que
yo tengo esto y... sí, nada más.
—Me tienes a mí —le recordó, tratando de sonreír.
—Sé que es así —respondió, frotándose la pierna—. Pero ya encontraste tu
propósito de estar aquí. Ahora me toca a mí.
—Siempre y cuando recuerdes que aún estoy aquí. —Se inclinó hacia la
mejilla y apoyó sus labios sobre su piel pálida—. Me encanta que hayas vuelto a
escribir. Echaba de menos tu pasión.
—¿Pasión?
—Sí, escribir saca a relucir algo de ti. Nada más se compara a ello. Es muy
atractivo. —Esta vez se trasladó a sus labios—. Me voy a la cama, pero no puedo
esperar a leer tu obra maestra.
Ella esperó a que él se perdiera en la oscuridad para volver a la pantalla.
Respirando profundamente, puso sus manos sobre el teclado pensando en lo que
Alex había dicho. Pasión, pensó. Eso tiene que ser una buena señal.

73
CON UNA ZANAHORIA EN MANO
Bella estaba cortando una larga zanahoria, con cada movimiento de la hoja
formando una nueva rodaja. Observó su reflejo en la puerta del armario de vidrio,
pero no se centró en nada en particular. Su mente pululaba de una idea a otra,
incapaz de enfocarse en una sola cosa.
—No creo que esas rodajas de zanahoria puedan ser más delgadas —dijo una
voz por encima del hombro.
Bella sonrió y detuvo su mano a media rebanada.
—Sabes que me gusta comer las verduras bien cortadas.
—¿Has sabido algo de Clark?
—Todavía no. Debe llegar pronto. Me muero por escuchar cómo fue su
primer día. Debe tener mucho por contar.
—Sí, había querido preguntarle cómo consiguió este trabajo —mencionó su
madre, recogiendo un pequeño trozo de zanahoria y llevándoselo a la boca.
—Es una larga historia —dijo, volviéndose hacia su madre y recostándose
sobre la mesada—. Tan pronto como decidimos venir a Dayton, comenzamos a 74
buscar trabajo. No pensamos acerca de mí en un principio; sólo queríamos
concentrarnos en él. Sabíamos que iba a ser difícil para Clark encontrar un trabajo.
Es mucho papeleo y rara vez las empresas están dispuestas a darle una
oportunidad.
—Se las arreglaron al final…
—Apenas. Habíamos aplicado para todo, pero sólo unas pocas personas
respondieron, e incluso cuando lo hicieron, fue horrible.
—¿Por qué? ¿Qué dijeron?
—Que era demasiado caro. Nadie estaba dispuesto a patrocinarlo y darle una
oportunidad; luego encontré mi trabajo y eso empeoró las cosas.
Los recuerdos de los temores de Clark la asaltaron. Había visto la inseguridad
en sus ojos, y el desgaste de sus uñas por tanto mordérselas. Negó a la idea.
—Odiaba verlo así. Fue horrible.
Su madre dio un paso adelante y puso una mano en su hombro.
—Bueno, acabó bien. Eso es todo lo que importa.
—Sí, lo sé. Hubo momentos en que pensé que iba a tener que venirme sola,
sin embargo. Fue malo, mamá, muy malo.
—¿Cómo es que terminó con este trabajo, entonces?
—Ese fue un buen día —se animó Bella, evocando el momento en que el
correo electrónico llegó. Clark levantándola y haciéndola girar en el aire. No quería
que terminara nunca—. Una de las empresas se puso en contacto y dijeron que
querían entrevistarlo. No podía creerlo, pero luego, cuando hizo la entrevista, todo
tuvo sentido. El tipo que lo contrató también es de Inglaterra. Recordaba lo difícil
que fue conseguir un trabajo, por lo que Clark le causó simpatía. El resto, como
dicen, es historia.
—Vaya, eso es lo que se conoce como destino —opinó su madre sentándose
en el borde de la mesa—. Esperemos que le fuera bien en su primer día… Y
hablando de los primeros días, el tuyo, ¿qué? Es sólo dentro de tres días, ¿no?
Bella sonrió y negó.
—Sí, mamá. Es en tres días y antes de que digas algo, sí, estoy lista.
—No dije…
—Sé que estabas a punto. Hemos tenido la charla de primer día antes,
¿recuerdas?
—Oh, crees que me conoces tan bien... En fin, quiero suponer que va a ser el
momento para otro primer día pronto, ¿o me equivoco?
—Y me estás hablando de...
—Su nuevo apartamento, por supuesto. No debe faltar mucho para que 75
comiencen a buscar.
—¿Nos estás echando?
—Por supuesto que no, yo sólo supuse…
—No estamos en ninguna apuro. Han sido unos meses estresantes. Lo último
que necesitamos ahora es otra mudanza.
—¿Clark está de acuerdo con…?
—¡Por supuesto que sí! ¿Crees que no hablamos?
—Oye, señorita, cálmate. Sólo te estoy preguntando. No hace falta que me
saltes a la garganta. Me resulta un poco extraño, eso es todo. Sé que si me mudara
al otro lado del mundo, vivir en una casa conmigo es la última cosa que me
gustaría hacer.
—Mamá. No lo hagas, ¿de acuerdo? Estoy bien. Clark está bien. Estamos bien.
—Se giró de nuevo hacia la mesada y siguió cortando la zanahoria—. Sé que estás
preocupada por mí, pero no tienes que hacerlo.
—Eso es todo lo que necesitaba escuchar. De todos modos, voy a tomar una
siesta. Si necesitas cualquier ayuda con la cena, házmelo saber.
Dejó a Bella sola junto a la mesada. Su color blanco brillante reflejaba la luz
de arriba, desorientando la visión de Bella. Una repentina oleada de agotamiento la
golpeó. Se frotó las sienes, su propio toque distante e inútil. Oyó el tono
condescendiente de su madre, sabiendo que debería enfrentar el problema, pero
lo empujó a un lado.
Buscó un reloj, desesperada por Clark para que volviera y la consolara. Su
presencia serviría para enviar el regaño de su madre al fondo de su mente. Se daba
cuenta de que había un problema, pero no quería enfrentarlo. No ahora. No
cuando estaban cambiando tantas cosas a su alrededor. Miró de nuevo a la
zanahoria picada y dejó escapar un profundo suspiro.

76
SIN OBJETIVO ES SIN ESPERANZA
Bella alcanzó su café, arrastrándolo hasta ella pero sin quietar sus ojos de las
manchas desplazándose hacia arriba en la pantalla. Leía sólo por encima los
decepcionantes resultados, pulsando cada vez más fuerte las teclas con cada
página que pasaba.
—Tú y ese portátil —se quejó una voz a su derecha—. Más vale que ese libro
tuyo valga la pena.
La voz la sacudió de su concentración, la sorpresiva presencia causando que
girara en busca del culpable. La joven rubia se sentó en el asiento de enfrente, su
piel bañada por el sol brillaba en la luz, sus ojos azules oscuros como lagunas
exóticas. Bella analizó su rostro en busca de signos de imperfección, pero no
encontró ninguna.
—Hola, Megan. No estoy trabajando en mi libro, sin embargo. Sorprendente,
¿verdad?
—Por Dios, ¿te sientes bien? ¿Qué puede ser más importante que tu propio
escrito? Deben ser cosas súper secretas.
Bella sonrió. 77
—Bueno, para ciertas personas lo es. Supongo que puedo darte algunos
detalles a ti, sin embargo.
—Oh, esto es bueno, dime rápido —dijo ella, pasando rápidamente de su silla
a la mesa.
—Bueno... estoy buscando trabajo.
—¿Eso es todo? —resopló con marcado acento australiano—. Difícilmente
una gran noticia, Bella.
—Hey, esto es grande. Lo único que he hecho es quejarme de cómo Alex
tiene todo y pobre de mí que estoy sufriendo. Bueno, me desperté esta mañana y
me di cuenta que no he hecho nada al respecto. Tomé el primer trabajo que
encontré y no he hecho nada desde entonces. —Estiró su cuello y se enderezó—.
Así que decidí que ya es suficiente. Mi escritura va bien, ¿por qué no puedo
empezar a buscar algo más permanente?
—¿Y?
—Digamos que no hay nada. Pero si quiero ser vendedora por teléfono,
tengo un montón de opciones.
—Supongo que eso no es lo que estás buscando.
Bella puso los ojos en blanco.
—No, lamentablemente no. Quiero entrar en la escritura. Un trabajo en una
editorial o con un agente o cualquier cosa que involucre libros. —Hizo una pausa y
se humedeció los labios con la punta de la lengua, a continuación se quejó—: El
único problema es que entrar es más difícil que cascar nueces con los dientes. —
Volvió su atención al portátil y estudió la pantalla durante un minuto. Tomando
una respiración profunda, agregó con más entusiasmo que antes—: Tiempo es
algo que tengo, sin embargo. De ahí por qué esto sea súper secreto.
—Ah, ya veo; es necesario que guarde silencio y no le diga al jefe lo que estás
haciendo.
—Exactamente.
—Supongo que puedo hacer eso.
—Bueno. Me imagino que este trabajo será soportable si realmente tengo
algo a lo que aspirar.
—Oye, me ofendes. Y pensé que ya aspirabas a ser escritora.
—Sí, claro —resopló—. Eso es aún más difícil que conseguir sitio en el mundo
de la literatura. Y cállate. Ya sabes que me caes, pero me gustaría no tener que
estar junto a ti sirviéndole café a pendejos idiotas en trajes.
—¿Gente como tu novio entonces?
Bella sonrió pero no dijo nada. 78
—Bueno, buena suerte con todo, aunque no voy a mentir: como que quiero
que falles y te quedes aquí conmigo. Si te vas, me quedo con el espeluznante de
Dave, el mandón de Tony y la estúpida vaca de Karen. Quiero decir, vamos, ¿has
pensado en mí siquiera?
—¿Honestamente? No... pero no te preocupes, ya te digo, va a pasar
bastante tiempo antes de que algo de esto suceda. —Dejó escapar un profundo
suspiro y se recostó en la incómoda silla de plástico—. De hecho, tal vez para
siempre. —Dejó escapar otro suspiro, esta vez aún más pesado—. Y con eso,
mejor regreso a atender a los idiotas en trajes por otras tres horas. ¿Cuánto tiempo
te queda?
—Nada —dijo Megan—. He terminado por el día. Me voy a casa, me pondré
algo cómodo y veré un poco de tele. Puedes odiar tu vida, pero me parece que la
mía es bastante apasionante.

***
Una multitud de cuerpos se apresuraban a través de la puerta de salida, y se
disgregaban en un montón de direcciones. Cada rostro parecía cansado, aunque
algunos más que otros. Clark analizó cada uno, con los ojos como dardos de lado a
lado. De repente, el que estaba buscando apareció, el cuerpo cansado unido a él
caminando sin rumbo por la concurrida sala de llegadas.
Clark se abrió paso entre la gente y se lanzó hacia el desprevenido hombre.
—Ven aquí —dijo, estrellándose contra el tan esperado pasajero.
—Cristo, Jesús. ¿Así de entusiasta? ¿Cuánto tiempo pasó desde la última vez
que nos vimos el uno al otro? Unas pocas semanas, ¿verdad?
Clark dio un paso atrás y agarró la cara de Sam.
—No me importa. Es bueno verte.
—¿No tienes una novia por aquí? Ya sabes, ¿la chica por la que dejaste todo y
cambiaste toda tu vida para estar con ella?
—Sí... pero es una chica, no puedo pasar el rato con mi mujer todo el tiempo.
Necesito un compañero, un socio en el crimen, un Robin para mi impresionante
Batman.
Sam lanzó una de sus maletas hacia Clark.
—Si piensas por un segundo que soy Robin, te lanzaré otra cosa. Claramente
yo soy Batman. —Se dio la vuelta al punto de partida—. Está bien, no tengo ni idea
de adónde vamos. ¿Qué tal si me llevas a un bar? Me muero por una copa.
Una sonrisa se extendió por las mejillas de Clark.
—Ahora, eso puedo hacerlo... y conozco el lugar perfecto.

79
CON VOCES FAMILIARES
Una serie de vibraciones sacudió casi imperceptiblemente la mesa,
provocando ondas en el agua en su vaso. Clark corrió hacia la habitación, tratando
de alcanzar el teléfono antes de que se quedara en silencio.
—¿Hola?
—Hola, quisiera comunicarme con un tal ¿Clark? Nos conocimos hace mucho
tiempo, pero se trasladó al otro lado del mundo con una chica que conoció
durante cinco minutos. ¿Lo conoces?
—Ja. Qué gracioso. Supongo que ya debes estar en Nueva York. Ah y antes
que me olvide... te odio. —Una risa ahogada se hizo eco en el auricular.
—Siip, señor. Estoy aquí en la Gran Manzana y se me ocurrió avisarte que tu
mejor amigo en todo el mundo está aquí para pasarlo en grande. Una pena que
vivas en Knoxville.
—Se llama Dayton y, sí, es una pena. Voy a ir y visitarte pronto, no te
preocupes. Ah, ¿cuándo vienes aquí? Tienes que conocer a la chica que me robó de
ti. Después de todo, me lo debes, no te creas que me olvidé de lo que me hiciste
en Tailandia. 80
—Deberías darme las gracias entonces. Si no me hubiera ido como lo hice, no
habrías conocido a la chica de tus sueños. Y ¿por qué iba a ir a Daytona cuando
tengo la mejor ciudad del mundo a mis pies? Debes venir aquí... y de forma
permanente, puedo añadir.
Clark negó.
—Dayton. Vivo en Dayton. No Knoxville o Daytona o cualquier otra ciudad
americana estúpida que se te venga a la mente. Dayton, ¿de acuerdo?
—Mmmm...
—De todos modos, ¿qué tal es? ¿Has visto a alguien famoso? ¿Qué tal estuvo
el vuelo? Vamos, hombre, cuéntame.
El silencio colgó por unos pocos segundos.
—Todo bien hasta ahora, aunque sólo he estado aquí un par de horas. No he
visto a nadie famoso todavía, pero estoy seguro de que me los voy a encontrar. En
cuanto al vuelo, fue horrible. Tuve a un maldito niño detrás de mí todo el viaje,
aunque un par de azafatas me ayudaron a acelerar las cosas, si sabes a lo que me
refiero.
—Genial…
—¿Que pasa contigo? ¿Cómo es Day... ton? ¿Ya empezaste en el nuevo
trabajo?
Clark se dejó caer al sofá reposicionando el teléfono en su mano.
—Sí, empecé ayer. Sólo he estado un día, pero hasta ahora va muy bien. Todo
el mundo parece muy agradable y es un trabajo en marketing.
—Todo lo que siempre quisiste, ¿no? —dijo Sam, aunque Clark notó su
sarcasmo.
—Es un trabajo en marketing, dejémoslo así.
Sam se rió de nuevo.
—No suena muy prometedor, hermano.
—Bueno, difícilmente se asemeja a la agencia de publicidad de ritmo rápido
en que imaginaba trabajar. Es algo así como unas relajante nueve horas en un
escritorio, estudiando datos y llenando formularios. Pero un trabajo es un trabajo y
hay cosas peores que podría estar haciendo.
—Ya veo. Es un todo un cambio de ritmo. Si mi memoria recuerda bien, ¿no
se suponía que nunca ibas a conformarte con nada? ¿No ibas a aspirar siempre a
algo fuera de tu alcance y estabas dispuesto a viajar durante años para
encontrarlo? Sin embargo, aquí estás, acomodándote en una vida normal.
—Me alegra ver que el cambio de horario no te impida molestarme. Y es
verdad, tengo a Bella y es todo lo que necesito.
—Aaah y ahí está. Tienes a Bella. Ese es el cambio que estoy hablando. No te 81
ofendas, pero no habías sido muy pro-pareja en el pasado. Estás creciendo, amigo.
Estás viviendo el sueño.
Clark puso los ojos en blanco.
—Sí, sí, ¿qué hay de ti? ¿Supongo que vas a permanecer joven y libre para
siempre?
—Oye, yo siempre he estado bien con lo de madurar. Nunca he sido de esos
que evitan cosas. Qué puedo decir, creo que estoy orgulloso de ti.
—Gracias. —Tomó un sorbo de su vaso y pensó en su cambio de
perspectiva—. Es Bella. Es… difícil de explicar, pero hay algo en ella. Me hace feliz.
Hubiera sido fácil dejarla ir en Tailandia. Decirle adiós y sólo dejar que fuese otro
romance. No pude hacerlo, sin embargo. —Respiró hondo, dudando antes de sus
siguientes palabras—. La amo.
El sonido hueco de aplausos lo aturdió por el teléfono.
—Damas y caballeros, tenemos un ganador. La palabra con A ha hecho acto
de presencia. Lo hemos perdido para siempre en las oscuras profundidades de
Mesoamérica. Te echaremos de menos, amigo mío, pero siempre recordaré los
buenos tiempos.
Clark se rió y se puso de pie.
—Cállate, perdedor. Sigo siendo yo, tan impresionante como siempre. Sólo
que ahora tengo un cómplice y no es un tipo llamado Sam. Sé que esto puede
doler, pero he seguido adelante.
Al parecer esto también le causó gracia a Sam, porque se rio.
—Lo que sea. Todavía tienes espacio para mí en tu corazón. No te engañes a
ti mismo. —Un momento de reflexión colgó entre ellos—. Y con eso dicho, me
tengo que ir. Tengo una dulce fiesta la cual asistir. Que sigas de tu encantadora
nueva vida. —El teléfono volvió a crepitar—. Ah, y trata de hacer algunos nuevos
amigos. No quiero que termines como esos tipos que sólo andan con su novia y su
madre. Dios, apuesto a que tiene un gato también, ¿no? No te conviertas en esa
clase, compañero.
—Lo prometo. Ve... saluda a Nueva York por mí y resérvame un vuelo lo antes
posible. —El silencio sustituyó a la estática en su oído. Sostuvo el teléfono en su
pecho y pensó en lo último que dijo Sam.
Puedo haber cambiado un poco, pero de ninguna manera me estoy
convirtiendo en uno de esos tipos.
Se mordió el labio, considerando su vida ahora.
Bien, mañana haré algunos amigos. Primera parada, los chicos de la oficina:
parecen hombres de deportes-y-cerveza.
82
SIN WHISKY, CERVEZA Y TEQUILA.
La luz del sol se colaba por una pequeña ventana, e iluminada el oscuro
cuarto, proyectando sombras a través del bar. Clark estaba sentado frente a Sam
con un vaso medio vacío, con gotas de agua deslizándose por la parte de afuera
del vidrio.
—Necesitaba esto —declaró Sam—. Volar sería mucho más fácil si no
involucrara seis horas de sentarse adelante de un niño de ocho años, con lo que
puedo solamente describir como una pierna con Tourette2.
—Por eso Dios inventó el whisky, la cerveza y el tequila. Preferentemente en
ese orden, también.
Las gotas de condensación seguían deslizándose por el vaso de Clark,
enfriando sus dedos con el contacto. Tener a Sam frente a él se sentía bien.
Mudarse había sido una aventura excitante, pero perder a Sam era algo que le
provocaba mucha ansiedad.
—No puedo creer que estés aquí. Pensé que nuestra era se había terminado.
Sam se echó hacia atrás, sonriendo de la forma presumida que Clark odiaba.
—No podía dejarte aquí por tu cuenta. Quiero decir, claro, tienes a esta chica
83
Beki, por ahora, pero apenas puedes confiar en ella. Especialmente con tu historial.
—No, hombre. Al fin lo tengo. Ella es especial. No me mudaría desde tan lejos
hasta aquí por nadie.
—¿Sí? Debe tener algo espectacular como para tirarte de las riendas. Sin
ofender, compañero, pero nunca te había visto tan a favor de una mujer —
exclamó, señalando con ambos dedos índices a Clark.
—Siempre he amado a las mujeres…
—No, no. Tú amas hacer el amor con las mujeres, pero nunca has ido detrás
de algo más.
Clark se rió.
—¿Qué puedo decir? Ella me ha cambiado. Soy un hombre comprometido
ahora. Quiero decir, vamos: ella es súper sexy, aventurera y un espíritu libre. Oh, ¿Y
mencioné que es súper sexy?
—Sí, una o dos veces. ¿Tiene que haber algo más? Te mudaste aquí,
empezaste un curso que nunca habías mencionado antes, en una universidad a la
que nunca habías oído nombrar… todo por ella. Eso sin tomar en cuenta el

2
Tourette: Trastorno neuropsiquiátrico que inicia en la infancia, caracterizado por múltiples tics
físicos y vocales.
soborno financiero que tiene tu padre sobre ti ahora. No lo creo. Tiene que haber
algo más.
—Nop. Ella es excitante, eso es todo. ¿Cuántas chicas conociste que son
inteligentes, hermosas y tiene hambre por vivir? ¿Me estás diciendo que no
dejarías todo por alguien así?
—Yo soy ese alguien así... ¡Estás saliendo conmigo! Bueno, con piernas más
largas y pechos.
El estómago de Clark se hundió.
—Nunca digas algo como eso otra vez. ¿Estás tratando de hacer que vomite?
—increpó, frotando su torso—. No lo sé, nosotros tenemos algo bueno. Es lo que
he estado buscando.
Sam rodó sus ojos.
—¿Qué? Lo dijiste tú mismo. Sigue buscando por ese algo especial. ¿No es
eso lo que pusiste en tú nota?
—Lo sé, lo sé, no te preocupes. Me alegro por ti. Te ves radiante, amigo —
declaró, haciendo círculos con su dedo.
—Además, esto es toda tu culpa. Si no me hubieses dejado en Tailandia,
nunca la hubiera encontrado.
—Eso es verdad, así que lo que estás diciendo es que estás en deuda 84
conmigo. Me cobraré el pago con una botella de whisky escocés de malta, muchas
gracias. —No le causó gracia—. De cualquier modo, basta de charla de chicas.
Cuéntame sobre esa pasantía y la universidad.
—Hermano, está buenísimo. Ya me tienen haciendo un montón de cosas.
Pensé que sería un oficinista de poca categoría, pero creo que realmente voy a
llegar a hacer cosas. Y en la universidad sólo han sido unos pocos días, pero hasta
ahora ha ido bien.
—Bueno, brindo por ti —dijo levantando su vaso—. Parece que todo se está
encajando. Con suerte, algo de esta buena fortuna vendrá en mi dirección,
también.
—Así. Tengo un buen presentimiento —aseveró Clark, chocando su vaso con
el de Sam—. Estamos en una ciudad maravillosa, tenemos trabajos asombrosos y
una chica, que pienso pronto serán dos, rockeando nuestros mundos. El momento
de nuestras vidas, hermano. El momento de nuestras vidas.
—Esperemos eso… de cualquier modo, terminemos esto aquí. Necesito
registrarme en el hotel y alistarme para una fiesta. ¿Qué ―cuánto tiempo he estado
aquí,‖ te escuché preguntar? Sí, es verdad, acabo de aterrizar y ya me estoy
dirigiendo hacia una fiesta con celebridades invitadas. Oh vaya estoy tan
celoso…Te escucho hermano, pero no te preocupes porque tengo una segunda
entrada.
Clark trató de luchar contra su sonrisa. Realmente odiaba la arrogante sonrisa
de Sam, pero el regreso de su amigo y una fiesta a la que ir, superó a su fuerza de
voluntad.
—Eres un verdadero idiota, ¿lo sabías? ¿Y a qué hora es esa fiesta?
—En aproximadamente tres horas, así que terminemos con estos chicos
malos y empecemos a movernos.
Los dos amigos bajaron sus vasos y los deslizaron en la mesa. Dejaron el
oscurecido salón en fila, desapareciendo por los empinados escalones y
adentrándose en la desvanecida luz de la ciudad.

***
Bella estaba recostada en la cama con el pecho de Alex subiendo y bajando
suavemente a su lado. Sabía que debía dormir, o de lo contrario se levantaría
exhausta e incapaz de operar apropiadamente al día siguiente. Sin embargo, el un
arrebatamiento se removía por su pecho. La sensación de frustración y apatía de
las últimas semanas se había ido. Ahora veía su escritura con un nuevo significado.
Escribir había sido su vida de joven. El tiempo la había alejado de hacerlo,
pero la agitaba la idea de tenerla de regreso. No como una aventura ocasional,
sino como un proyecto real consumiendo su tiempo.
85
Ya no veía el éxito de Alex como algo que envidiar, sino como una roca
estable en la que podía apoyarse mientras descubría su propio camino hacia su
destino. Escribiendo, trabajando para una editorial, volviéndose editora o maestra…
Tenía el mundo a sus pies, todo lo que tenía que hacer era elegir el camino
correcto.
El saber que tenía un hombre que la amaba al lado ayudaba muchísimo.
Podía sentir cómo su amor crecía cada día. Su mejor amigo aún estaba allí, pero
ahora en una versión extrema. El potencial de tener más ya no se asentaba en el
horizonte, sino que era su presente. Estaba con ella cada hora de cada día; incluso
si se recostaba exhausta e incapaz de dormir.
CON ESTRÉS Y UN PEQUEÑO GLOBO ROJO
Suave música salía del altavoz. Bella iba prácticamente aferrada al volante y
con la mirada fija en la calle frente a ella. Una combinación de enojo y frustración
la llenaba y echaba humo por cómo habían salido sus primeros pocos días como
profesora de inglés. Había empezado a trabajar en su vieja secundaria con la
esperanza de hacer una diferencia en las mentes jóvenes. Sin embargo, el sueño
terminó tan rápido como empezó. Esperaba entablar una buena relación… Con
respeto. En su lugar, sólo consiguió un grupo de adolescentes sin voluntad de
escuchar nada de lo que dijera.
Algo vibró encima de su pierna. Palpó alrededor del área, encontrando al
responsable en su bolsillo. Recogiendo el frío teléfono, lo levantó hasta su oído y
estiró el brazo para bajar el volumen de la música.
—¿Hola?
—Hola cariño, estoy en el supermercado. ¿Te gustaría algo?
—No, estoy bien gracias. ¡Trae lo que sea!
—De acuerdo, ¿está todo bien? Suenas un poco…
—Estoy bien. Encantada de que finalmente sea fin de semana. Si tuviera que
enfrentarme a esos niños mañana, creo que mataría a alguno. 86
—Oh, lo entiendo, ¿las cosas no mejoran?
—¡No! Fueron horribles. Todos. No importa si son de primer o del último año,
son unos completos maleducados. ¿Cómo se supone que les enseñe si no me
escuchan? —El teléfono crujió un poco al pasar por debajo de un puente.
—Mejorará, cariño. No eres más que carne de cañón por el momento. Sabes
cómo son los niños: van tras todo lo nuevo y lo que se vea débil.
—Así que ahora soy débil.
—Oh, vamos, no seas así. Sabes a lo que me refiero. Sienten que eres alguien
de quien pueden aprovecharse. Se ablandarán.
Su tono fue suave, arrullador, pero a Bella no le importaba. El enojo se seguía
construyendo dentro de ella.
—Lo que sea. De cualquier modo, te veo luego.
—De acuerdo, pero no seas…
Cerró el teléfono y lo tiró en el asiento del pasajero. Las emociones se
colisionaron dentro de ella, deseando no habérselas agarrado contra Clark.
Durante sus viajes había extrañado estar donde había crecido. Pensó que
volver a Dayton le traería felicidad y una sensación de pertenencia. En su lugar,
todo lo que hacía era cuestionarse. No sólo el haber vuelto, sino haber traído a
Clark con ella, también. ¿Fue demasiado pronto? ¿Era mucho que manejar? No se
podía concentrar apropiadamente y la idea de iniciar su nuevo trabajo fue lo único
que la mantuvo cuerda. Ahora incluso eso la estaba llevando a la desesperación.
Lágrimas corrían por sus mejillas y arremetió contra el volante de dura goma.
—¡Maldición! ¿Por qué todo no puede ser más fácil? —gritó—. ¿Por qué las
cosas no pueden funcionar como quieres? ¿Por qué tiene que ser siempre difícil?
—De repente, la luz cambió y la forzó a frenar el auto en seco.
Tomó un profundo suspiro en un intento de controlar su respiración.
—Bien, sácate el enojo. Necesitas calmarte —se propuso a sí misma en un
tono más suave—. Ha sido una semana dura, eso es todo. Clark está bien, se
volverá más fácil. Sólo tratan hacerte caer y estás dejando que suceda. Enséñales
eso que tanto amas y eventualmente te van a dejar entrar. Después de todo, tú
misma nunca fuiste un ángel.
Ella infló sus mejillas, soplando hacia arriba en un intento por enfriar su piel.
—Y, cuando llegues a casa, necesitas disculparte —aconsejó, mirándose por
el espejo—. Él ha sido genial, como siempre, y todo lo que haces es alejarlo.
Vamos, ¿por qué no buscamos un lugar que sea nuestro? Él viajó hasta aquí,
camino y se lo devuelves siendo una completa perra. —El enojo endureció su voz
de nuevo—. Bien, eso es todo. No más de esto. No más sentir lástima por mí
misma. He estado esperando por un chico así mi vida entera.
87
Regresó su atención a la ruta cuando el semáforo cambió a verde. Esta vez
fue la tristeza la que se entrometió en sus pensamientos. Sentía los párpados
pesados, instándola a derramar lágrimas para liberar el dolor. Ella se lo negó,
conteniéndolo y no dejando que se le escapara. Su mente seguía buscando por
respuestas, pero no pudo encontrar ninguna. Algún tipo de miedo mantenía un
férreo control sobre su vida diaria. Lo había etiquetado como los nervios de
empezar una nueva vida, pero sospechaba que había más.
Otra luz roja destelló delante de ella. Esta vez, la vio antes y desaceleró de a
poco hasta detenerse. Miró fuera de la ventana del pasajero y vio a una madre
joven sosteniendo a una pequeña niña de la mano. La saltarina niña llevaba un
globo rojo flotando sobre su mano. Su mundo parecía perfecto. Uno que Bella
envidiaba.
Entonces volvió su atención hacia la madre. Se veía joven, apenas mayor de lo
que era Bella. Estaba encantada de no tener sus preocupaciones, pero también
verde de envidia. Se veía feliz y contenta. Con un momento de claridad, Bella se
dio cuenta de cuán poco importantes eran sus propios problemas.
Una fuerte bocina detrás de ella la hizo saltar en su asiento. Su cabeza voló
de un lado a otro lado, tratando de ver al animal que la había asustado, y notó la
luz verde frente a ella. Pisando el acelerador, hizo que sus ruedas chirriaran
dejando atrás al hostil conductor, y con el camino adelante mucho más claro de lo
que había estado unos momentos antes.
88
SIN NECESIDAD DE UNA SEMANA LENTA
Las coloridas bolas brillaban contra el verde oscuro del árbol de Navidad, y
un arco iris de luz iluminaba la mesa desde abajo. Bella siguió la danza de las
lucecitas y torció el lápiz entre sus dedos. Echó un vistazo al reloj y frunció el ceño,
poco impresionada por la forma en la que el tiempo parecía detenido.
—Bella, ¿tienes ese manuscrito del que me hablaste antes? Pienso que lo voy 89
a empezar luego del almuerzo —comentó una voz masculina detrás de ella.
La voz la sobresaltó obligándola a levantarse, su mano alargándose por los
papeles en el escritorio.
—Oh, sí, déjame encontrarlo. —Inclinándose hacia ellos, divisó la carpeta
marrón, tomándola y sosteniéndola por encima de su cabeza—. Aquí tienes. Leí el
segundo capítulo también. Se veía bien.
—Creo que pronto lo veremos, ¿verdad? Casi no voy a aguantar mi
respiración. Todo en esta semana ha sido horrible. —Miró el garabato que cubría el
papel—. Hablando sobre semanas desagradables, parece que estás lista para que
termine también.
—Ha sido un poco lenta, ¿no? Pero no me malentiendas: una semana lenta
aquí, es aún una buena semana.
—No inventes.
—Lo digo en serio. Si hubieras tenido mi antiguo trabajo sabrías a lo que me
refiero. De veras que el tiempo ahí parecía estar arrastrándose con muletas.
Brian, su jefe, se sentó en el borde del escritorio de Bella causando que su
pantalón se levantase y descubriera sus tobillos. Después de dos meses, Bella aún
se encontraba tartamudeando y jugueteando de una forma nerviosa alrededor de
él.
—Así que, ¿qué planeas? —inquirió, ojeando la carpeta marrón—. Sólo a
unos pocos días de Navidad, un viernes por la noche que se aproxima y un hombre
esperando. Seguramente tienes algo de lo que un hombre viejo pueda estar
celoso.
—En realidad, tenemos planes. Por primera vez en años saldremos en una
cita. Eso es, si Alex no se ha olvidado.
—Uh oh, suena como que el hombre no se está portando como debería.
¿Supongo que no te ha estado prestando suficiente atención? No te digo yo que
las chicas son como cachorros. No les das nada más que amor, pero nunca alcanza.
Dennos a estos pobres chicos un descanso, ¿quieren? —parloteó, su acento
australiano aún difícil de entender, después de meses.
—Pero si soy de muy bajo mantenimiento… Más o menos. Es sólo que
estamos cerca de cumplir un año y las cosas se están volviendo un poco...
—¿Obsoletas?
—No, no obsoletas. Es sólo que empezamos a salir en medio de una
aventura, por lo que una vida normal es un poco diferente, eso es todo —
manifestó más a gusto, pero por muy poco.
—¿Se ha vuelto aburrido? Ouch.
Ella apretó sus labios y frunció el ceño, aunque esperaba que él notara el 90
humor detrás de ese gesto.
—Es agradable salir y comer algo de vez en cuando. De ahí por qué el tiempo
parece haberse detenido.
—Sí, siempre es el caso, me temo. Mejor acostumbrarse a ello. —Tomó tres
pasos lejos del escritorio antes de detenerse y agitar las hojas de papel—. Oh,
¿cómo está quedando tu libro?
Ella se movió nerviosamente y se sentó sobre el filo de la silla.
—Bien, gracias. En realidad estoy casi terminando, creo, pero ¿qué puedo
decir? Difícilmente sea publicado, ¿verdad?
—Envidio tu auto-confianza.
—Tú mejor que nadie sabes que mis oportunidades son escasas. Discúlpame
por no poner mis expectativas demasiado altas.
—Es verdad, pero has estado aquí por un par de meses y, por lejos, las cosas
que me has dado son bastante buenas. Eres persistente. Si tu escritura es algo que
trascienda, tal vez tengas oportunidad. —Su sonrisa le recordó a Alex. Eso la hacía
cómoda y, de repente, un aleteo suave recorrió su estómago—. De cualquier
manera, voy a echar un vistazo a este manuscrito y ver si tus talentos aún siguen
allí. Como dije, no me has dado nada más que chorradas toda la semana.
Bella contuvo el aliento hasta que él giró por una esquina, empujando
cualquier pensamiento de su jefe hacia un lado. Visualizó a Alex y respiró
pesadamente. Se preguntó si el también pensaría en sus planes. ¿Estaría mirando
el reloj como ella lo hacía? ¿Estaría ansioso por verla?
Sacudió la cabeza y empezó a organizar sus papeles en su escritorio. Ya no
tenía que usar un contador de café, sino una mesa real, en una oficina del mundo
real, con editores profesionales que entregaban sus manuscritos y libros.
Era una editora y, a pesar del hecho que estaba en el grado de pago más bajo
con la mínima responsabilidad, era una editora. Estaba rodeada de libros,
escritores y el mundo de la literatura. Se permitió una sonrisa egoísta antes de
volver a la pantalla de la computadora, esperando que el reloj se moviera más
rápido.

***
Clark presionó un botón y un pitido seguido de un par de sonidos mecánicos
llenó la habitación. La oscuridad lo envolvía, con sólo el brillo del monitor
alumbrando su rostro. Le escocían los ojos y sus mejillas estaban pesadas. Estaba
exhausto, pero cuando la última hoja cayó de la impresora a su derecha, la carga
en su pecho comenzó a ceder.
—¿Terminaste? —preguntó Beki aproximándose, con nada más que una
remera larga blanca. 91
—Sí, gracias a Dios. Él último reporte antes de Navidad. Bueno, sin incluir
todo el estudio aún que queda por analizar, y a que tengo que ir a la oficina. Pero
uno menos es uno menos.
—Buen trabajo —lo felicitó, envolviendo sus brazos alrededor del pecho de
él.
—¿Qué tal tú? ¿Cómo llevas tu trabajo?
—Sobre ruedas. Sólo unos toques finales mañana y ya podré relajarme. De
hecho, podremos relajarnos que, si mal no recuerdo, es bastante inusual.
Clark cerró sus ojos, posando su cabeza en los brazos de ella.
—Mucho tiempo desde la última vez, ¿cierto? —Se imaginó tiempo a solas
con ella. Cómo podrían estirarse en el sofá y mirar películas navideñas. Nadie
molestándolos y nada ocupando sus mentes.
—Síp, pero justo ahora creo que deberías venir a la cama.
—¿Sí?
—No te emociones. Estoy muy cansada para hacer algo más que dormir.
Puedes darme un masaje en la espalda y besar mi cuello hasta que me quede
dormida, si quieres.
—¡Vaya! Mucho mejor que el sexo. Realmente sabes cómo satisfacer a un
hombre —bromeó, jalándola más cerca y besando el hoyuelo donde sus labios se
encontraron.
CON RESPUESTAS AGRESIVA-PASIVA.
Una burbuja roja creció y explotó. Se derramó por la orilla y goteó por el
borde de la sartén. Clark agitó la espesa salsa, mirando hacia la distancia y nada en
particular. Una segunda burbuja se formó y explotó, esta vez salpicando sobre el
dedo de Clark. Fue de repente y sin misericordia. Lo empujó dentro de su boca y
chupó la tierna piel, cambiando de mano la cuchara y siguió revolviendo.
Justo cuando el dolor se empezó a sosegarse, el teléfono sonó a través de la
otra punta de la cocina.
—¿Hola? —respondió Clark, tomándolo y corriendo de regreso a la
burbujeante sartén.
—¡Hey, compañero! Me preguntaba si tú y Bella aún se apuntan para el
domingo.
—Hola Mark. Sí, eso creo. ¿Necesitas que llevemos algo?
—Nop, sólo traigan sus voces. ¡Tengo el presentimiento de que vamos a
vencer a esos malditos Steelers3!
Clark rió, el dolor en su dedo casi olvidado.
92
—Espero. Odio esas estúpidas toallas amarillas. De todos modos, ¿con qué
era que estabas tan apurado hoy? Te veías como un hombre en una misión.
—Sólo la misma basura de siempre que todos dejan para el final de un
proyecto. Todos dicen que es pan comido y luego, en el último minuto, deciden
que es una tarta cruda.
—Típico. ¿Pudiste dejar todo en orden?
—Todo bajo control, amigo, todo bajo control.
—Genial. Escucha, me tengo que ir. Estoy cocinando la cena y tratando de no
prender fuego la casa.
—Ningún problema, te veo luego —lo despidió riendo.
De la misma manera que el teléfono había quebrado el silencio, lo devolvió.
La habitación quedó otra vez serena, con el suave pop de la sartén como único
murmullo. Clark volvió a su tarea, su mirada vagando alrededor de la familiar
cocina. El aspecto de esta le resultaba frustrante
Recordó cómo sonrió al verla por primera vez como la típica cocina
americana. Había pensado en cómo se sentiría ser dueño de su propia cocina,
dueño de su propio pedazo del sueño americano. Había viajado por el mundo y
evitó regresar a Inglaterra. Había estaba agitado, nervioso y vivo con energía.

3
Steelers: Equipo profesional estadounidense de fútbol americano de la ciudad de Pittsburgh,
Pennsylvania.
Sin embargo, no era el dueño de esta parte del sueño americano. Vivía en la
casa alguien más y, la cocina que una vez le había traído anhelos, ahora sólo le
ofrecía un fiasco de realidad. La crisis nerviosa de Bella tres meses atrás había sido
un punto de inflexión. Se había disculpado, había llorado y dicho que empezarían a
buscar su propio sitio. Lo besó, lo acarició y se disculpó una y otra vez. Estaba
asustada y preocupada, pero se había dado cuenta de que las cosas tenían que ser
diferentes, y Clark pensó que por fin habían dado un vuelco…
Sin embargo, las semanas pasaban y la promesa de avanzar se iba con ellas.
La molestia era todo lo que permanecía. Él se levantaba cada día, iba a estudiar y
luchaba duro por guardarse sus sentimientos para sí.
Estas ideas lo hicieron apretar más y más la cuchara, hasta que con un
estruendo repentino, Bella atravesó la puerta y dejó caer los brazos llenos de
bolsas en el suelo blanco y negro.
—Hola, hermoso. ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó, moviéndose hasta
donde él estaba parado.
Dejó la cuchara en la sartén y le permitió que envolviera sus brazos alrededor
de él. Sabía que debía corresponder, pero no pudo reunir la fuerza, o más
preocupante, las ganas de hacerlo.
—Bien, gracias. Un par de días más y se termina.
—Lo sé. No puedo esperar a tener algo de tiempo contigo. 93
Él sonrió. Quería estar enojado y confrontarla, pero siempre parecía poder
sacarle una sonrisa. No podía pelear contra eso; no por mucho, al menos.
—Será agradable, ¿verdad? Incluso tendríamos que convencer a tu madre y a
tu hermana de desaparecer más seguido.
—Lo sé —aseveró mordiéndose el labio—. No te preocupes, estaremos fuera
de aquí pronto —continuó, besando su mejilla.
Se retorció de sus brazos y volvió a la sartén, su contenido burbujeante sobre
el borde una vez más.
—Sí, claro…
—Huele bien, a propósito. ¿Qué estamos cenando?
—Algo de pasta, nada especial. Pensé que mejor hacía suficiente para tu
hermana y tu madre. Por si acaso —agregó, tratando de mantener su voz
calmada—. Ah, todavía estamos apuntados para el domingo, ¿verdad?
—Oh sí, domingo. ¿Dónde es esta semana?
—En la casa de Mark
—Genial. Supongo que tendremos que empezar a ser anfitriones de esos
domingos de fútbol pronto.
—Sí, supongo… —articuló, la frustración mellando su compostura—. Tal vez a
tiempo para la próxima temporada —prosiguió en voz baja.
—¿Disculpa?
—Nada, sólo decía que tendremos que estar saliendo alrededor del
mediodía.
—Oh, de acuerdo.
Ella se sacó los zapatos y empezó a caminar hacia la sala de estar, su falda
hasta la rodilla levantándose con cada paso. Quería estar enojado con ella.
Sentarla, gritarle y chillar. Finalmente dejar de contenerse y compartir sus
sentimientos con ella. Sin embargo, nunca podría hacer eso.
Sus incertidumbres y su corazón estaban en batalla. Podía sentirlo pasar.
Comentarios sarcásticos escapándosele de vez en cuando, pero seguidos entonces
por la repentina urgencia de besarla. Se frotó el cuello y lo estiró de un lado al
otro.
Sólo déjalo pasar pensó él, apretando su agarre. Mantén la calma y sé
paciente. Tenemos algunos apartamentos más para ver antes de Navidad, y quién
sabe, tal vez a ella le guste uno. Tal vez todo estará bien.

94
SIN FESTIVIDAD
Un laberinto de gente se interponía en su camino. Esquivando lo mejor que
pudo a la multitud, se sumergió entre bolsas y hombros tratando de superar a las
frías calles de Nueva York que hacían estragos en el caminar de sus víctimas. Al ver
una brecha, se las arregló para pasar entre dos altos hombres, saltando a la acera y
alcanzando la pesada puerta. Una ráfaga de aire caliente golpeó su rostro y con
eso le sobrevino una calma sensación que le alivió los nervios.
—Maldito infierno —murmuró para sí mismo, sacudiendo su bufanda y
metiéndola dentro de su bolsillo. Buscó por una mesa vacía en medio del caos,
encontró una a su izquierda y caminó hacia allí, deseosos de reclamar su premio y
descansar sus cansadas pantorrillas.
—¿Puedo ofrecerle algo para beber? —preguntó un camarero,
manifestándose de la nada tan pronto como Clark se quitó la chaqueta.
—Oh, sí. Puede ser un café negro, por favor.
—Ningún problema. Si quiere algo más, hágamelo saber.
Clark escaneó el área pero, a mitad de camino de su búsqueda, una vibración
cosquilleó en su muslo. Metió la mano en su bolsillo, la sacó y puso su teléfono en 95
la oreja.
—¿Hola?
—Hola cariño, ¿dónde estás? —curioseó Beki.
—Justo en la cafetería. Ninguna señal de Sam aún. ¿Qué pasa?
—No podré ir esta noche. Estoy tapada con trabajo, y no llegaré hasta tarde.
Clark se desplomó en su silla.
—¿En serio? No otra vez.
—Lo sé. ¿Pero qué puedo hacer? Es una muy buena oportunidad.
—Lo sé, lo sé. Es frustrante, eso es todo. Es víspera de navidad. Estaba
esperando que pudiéramos pasar algo de tiempo juntos.
—Tenemos todo el día mañana. —Otras voces se escucharon al fondo del
teléfono y Clark supo lo que se venía—. Mira, me tengo que ir. Realmente lo siento.
Hablaré contigo luego. Adiós…
Clark iba a hablar, pero se detuvo a mitad de la respiración. El tono de
colgado llenó sus oídos de pronto, haciendo que su frustración le calentara la
cabeza. Clark quería arrojar su teléfono, gritarle a alguien o empujar su silla a un
total desconocido. Sabiendo que no podía hacer ninguna de esas cosas, tiró su
teléfono en la mesa, cuidadoso de hacerlo desde una altura segura.
—Muy bien, amigo. Perdón, llego tarde —se excusó Sam, sentándose y
colgando su chaqueta sobre la silla—. ¿Estás bien? Te ves un poco…
—¡Estoy bien! Sólo cansado.
—¿Cansado? ¿Es así como estamos llamando a Beki estos días?
Clark odiaba eso, cómo Sam siempre pensaba que sabía lo que estaba
pasando.
—Sí, algo como eso.
—Bueno… —empezó Sam suavemente, deteniéndose al buscar la atención de
un mesero—. Feliz Navidad, por cierto.
—Sí, igualmente.
Tomó su taza de café, que debía haber llegado en algún momento sin que se
diera cuenta, y permitió que el calor confortara sus manos.
—Lo siento. Supuestamente iba a pasar algo de tiempo con Beki más tarde,
pero está atorada en el trabajo.
—¿En vísperas de Navidad?
—Sí, es esa nueva pasantía
—Sólo café para mí —pidió Sam al mesero sobre su hombro—. Eso no es
bueno, amigo —continuó, volviendo su atención a Clark—. Suena como una buena 96
oportunidad, pero el tiempo no es el más propicio. Ella sólo lo tomó a principios
de esta semana. La están reteniendo de más, ¿verdad?
—Ni que lo digas. Es una buena oportunidad y estoy feliz por ella, en serio,
pero este pequeño bache era el único momento que podríamos pasar juntos.
Ahora no tenemos ni siquiera eso. En serio, vivimos juntos, pero no nos vemos. Es
tan frustrante.
Sam no respondió nada.
—Lo siento, me estoy quejando demasiado.
—Inhala… y… exhala. Bueno, es una mierda, pero tú sabías que este año iba a
ser duro.
—Lo sé, pero después de este a ella le quedan dos más. —Sacudió la cabeza
y tomó un sorbo de café—. De cualquier modo, no quiero hablar sobre eso. Me
hará enojar. Cuéntame sobre ti. ¿Cómo está Keira?
—Biieen —contestó—. Me encontraré con ella luego de esto, de hecho.
Supongo que tengo una novia a la que le gusto.
—¡Viva!
—Tranquilo muchacho, estoy bromeando. En un tono más serio y mucho más
feliz, hay una pequeña fiesta en un club nuevo la próxima semana. La inauguración
oficial es en la víspera de Año Nuevo, pero va a haber una reunión especial el
veintinueve. ¿Les gustaría a ti y a Beki venir?
—Suena genial para mí, pero supongo que tendremos que ver que la señorita
abogada pueda. Probablemente dirá que puede y lo cancelará a último minuto.
—De acuerdo… —El camarero se aproximó y puso una humeante taza de café
frente de Sam, quién la recibió cerrando sus ojos e inhalando profundamente el
aroma—. Me encanta el olor a café en un día invernal.
—¿Esa es tu idea de cambio de tema?
—Ciertamente, lo es.

***
El texto en la pantalla permanecía quieto, pero Bella movía su cabeza de lado
a lado mientras seguía cada frase. Con una repentina sacudida, se detuvo. Se puso
de pie, empujando su silla hacia atrás y levantó sus manos en el aire.
—¡Está listo! ¡Está listo! —gritó.
Alex corrió y levantó la silla caída.
—¿Puedo entender que tienes buenas noticias?
—Está listo. ¡En verdad creo que está listo!
—Quieres decir listo, listo como en… ¿todo?
Ella se inclinó y empujó su rostro hacia la pantalla. Estaba a una pulgada de 97
distancia y, a pesar de la luz casi cegándola, escaneó el final de la frase de la
historia que había dado vuelta su mundo por meses.
—Sí, eso creo.
—Eso es genial —contestó, tomando su cintura y masajeando sus costados
Su toque fue suave, pero ella no lo quería. No le apetecía la calma justo
ahora. Deseaba emoción y autos de carrera.
—¡Hagamos algo! Salgamos a celebrar —propuso ella, casi gritando, su voz
quebrándose en un chillido.
—Es Navidad.
—Oh… sí. —Miró a su reloj y se dio cuenta de lo que había hecho—. Oh Dios.
Lo siento Alex.
—Está bien…
—No, no lo está. He gastado todo mi día escribiendo. Lo siento, esto es
Navidad, nuestra primera…
La besó y, a pesar de su intento por seguir hablado, él presionó más duro
hasta que la boca de ella se rindió. La culpa burbujeaba bajo la superficie en
alguna parte, pero también lo hacía el júbilo. El día de Navidad estaba casi por
terminar, pero aún le quedaba algo de tiempo para dedicarle a su novio.
Profundizando aún más el beso, el hombre exploró su cuerpo con los dedos y
finalmente la levantó por los muslos.
CON LÁGRIMAS Y PELEAS
El cojín detrás de la cabeza de Bella era suave y confortable. Olía a su infancia:
una mezcla de roble del otoño y su madre. Era una combinación extraña, pero la
calmaba. Después de un largo día de caminar de un apartamento a otro, era una
sensación bienvenida.
Ella apretó los párpados cerrándolos y bloqueando la luz que la rodeaba. Un
rojo suave era todo lo que podía ver, pero luego se puso más oscuro y pudo sentir
que alguien estaba cerca.
—¿Y? —preguntó Clark.
—Es agradable.
—¿Pero?
—¿Quién dice que hay un pero? —dijo ella, empujándose a una posición
vertical. Él no dijo nada—. Está bien... es sólo que... ya sabes, un poco…
—¿Me estás tomando el pelo? ¿Qué hay de malo con este? —Le frunció el
ceño arrodillándose con una pierna a su lado.
—No lo sé. Es sólo que... ¿sabes? 98
—No, no sé. Cumplía todos los requisitos. Buena ubicación. Más que lo
suficientemente grande. Buen precio, con todo incluido. Vamos, ¿qué más se
puede pedir? Sólo estamos buscando un lugar para alquilar.
—Lo sé, pero aun así tiene que ser agradable. Vamos a vivir allí, después de
todo. No quieres sentirte miserable cada día que despiertes, ¿verdad?
—No, no. Te aclaro que porque tú estés deprimida no significa que yo lo esté.
Estoy bastante contento con mi vida. Por lo menos, lo estaría si estuviéramos en
nuestra propia casa.
—Oye eso no es justo, vamos…
—¡Lo digo en serio, Bella! Hemos estado aquí durante seis meses. Me mudé
desde la otra mitad del mundo por ti, para empezar una nueva vida, no revivir una
vieja. He tratado de ser de apoyo, y he tratado de ser paciente. Pero esto se está
volviendo ridículo. ¡¿Por qué seguimos aquí?!
—No me grites —Se encogió cruzándose de brazos—. Sabes que estoy
preocupada por mamá, y…
—Tu madre está bien. Este es tu problema, no el de ella. ¿Qué es? ¿No
quieres vivir más conmigo?
Las luces parecieron volverse mucho más brillantes. La habitación empezó a
desdibujarse y distorsionarse, y las lágrimas empezaron a picar. Se formaron justo
debajo de la superficie y pronto serían parte la discusión.
—Por supuesto que quiero; ¿cómo puedes siquiera cuestionarlo? Y ya vivimos
juntos, no sé de lo que estás hablando…
—No, estamos viviendo con tu madre. Hay una gran diferencia. Vinimos a
este país para iniciar una nueva vida juntos. No volver a vivir tu adolescencia. Me
vine a vivir contigo, no a sentarme, esperando para que decidas qué demonios
quieres. ¿Debería molestarme, o es esta tu manera de forzarme a que me vaya?
—¡No! Te amo, pero es difícil. Los dos hemos empezado nuevos puestos de
trabajo y mamá…
—Eso es una mierda. Son todas excusas. Estás usando el trabajo y a tu madre,
pero es más que eso. Tiene que ver conmigo. Me estás apartando y no tengo ni
idea de qué hacer.
—Por favor, sólo siéntate…
—No, estoy cansado. Estoy cansado de sentarme y mantener la boca cerrada.
Creo que los dos tenemos que pensar un poco.
En un segundo, sus palabras estaban allí, y al siguiente, no lo estaban. Bella
estaba sola en el sofá, la puerta de entrada a la casa se cerró con un chasquido,
empujando aire frío en su cara. La fría brisa amarga... el silencio, la nada
ensordecedora... las húmedas lágrimas dolorosas... todos trabajaban juntos, y Bella
se hundía en los cojines. Era pequeña y sin vida y ya no formaba parte de la
habitación. 99
—¿Estás bien? —preguntó su madre, apareciendo desde la cocina.
—Mamá, ¿has oído eso? —balbuceó Bella.
—Claro que sí.
—Esto está muy mal. Nunca lo había visto así antes.
Su madre se inclinó sobre sus hombros.
—¿Te sorprende?
Bella se secó las lágrimas de sus mejillas.
—¿Qué quieres decir?
—¿Puedes culparlo? Él vino hasta aquí para comenzar una nueva vida
contigo. No conmigo o tu hermana, o nada de tu antigua vida. Una nueva.
—Lo sé, pero no he encontrado algo que me guste aún…
—Bella, soy yo con la que estás hablando.
—Estás tú, también. Estoy preocupada por dejarte…
—Vamos, sabes que estaré bien. No me utilices como excusa.
Bella se dejó caer al sofá. Su madre era un borrón, las lágrimas se unían unas
con otras y formaban una película que distorsionaba su visión.
—No sé lo que pasa. He estado tratando de averiguarlo por meses, pero no
lo sé. Tengo miedo.
Su madre se sentó junto a ella y colgó un brazo por encima de su hombro.
—Sé que tienes miedo, pero tienes que averiguarlo. Ustedes dos son buenos
el uno para el otro, pero si continúas así, lo perderás.
—Lo sé...
Su madre sacó su brazo.
—Nunca le has tenido miedo al compromiso antes, y aquí estás con este gran
hombre que te ama... tanto. Este es tu sueño, Bella. Sé que la vida da miedo, pero
déjalo entrar. Déjate ser feliz.
—No sé qué hacer.
—Lo sé cariño, pero lo averiguarás. Sé que duele en este momento, pero será
bueno para ti… para los dos. Las cosas tenían que decirse. Ahora que ya está todo
fuera, pueden arreglarlo, juntos. Ve a dar un paseo y despeja tu cabeza, y cuando
llegues a casa, habla con él. No dejes que la vida se te haga un enredo más de lo
que ya es.
Su madre se marchó sin decir una palabra más. Bella se quedó sola una vez
más, sus pensamientos como su única compañía. Su estómago rugía y su piel se
sentía demasiado caliente. Sentía palpitaciones, y le dolía la cabeza por llorar. Se
sentía horrible por todas partes, no sólo por la nariz tapada y los párpados
pesados, sino por la culpa y el miedo, también. Se sentía contaminada, como si 100
fuera veneno lo que estuviera pulsando a través de sus venas en lugar de sangre.
Era una sensación que había tenido muchas veces en el pasado. Era el dolor
adormecedor de una ruptura. Por lo general era algo que compartía con Alex, pero
él estaba a miles de kilómetros de distancia y viviendo una vida que era la suya.
Durante años había soñado con un chico como Clark. Había anhelado que un
hombre apareciera y tomara su alma, alguien diferente de su padre, alguien que la
amara y nunca la dejara. Ella quería la cerca blanca y los niños jugando en el jardín.
Sus sueños estaban llenos de momentos felices, momentos en familia y de una
vida que sus padres nunca habían entendido.
Por primera vez tenía un hombre que la deseaba y necesitaba. Él deseaba
llevársela, pero era ella quien se mantenía terca y no lo seguía. El veneno seguía
ahí, llenándola de preocupaciones de otro amor perdido. Era diferente esta vez, sin
embargo. Era diferente a todas esas veces en el pasado cuando en el fondo ya
había tenido la certeza de que todo había terminado. Esta vez se trataba de Clark.
Él no se iba a ir. Nunca la dejaría y ella lo sabía. .
Se puso de pie y corrió hacia la puerta.
SIN EL DESCARO DE LLAMAR
Bella estaba de pie junto al teléfono, amagando por tercera vez a agarrarlo
sólo para retirar la mano a último momento. Se mordió el labio y dio un paso atrás.
—Sólo llámalo —dijo Alex.
—No, no estoy segura. Sólo he estado allí un par de meses, y todo el mundo
es escritor. Además, son días de fiesta. Lo último que necesita es otro manuscrito
que leer. No es justo para él.
—Bien... bueno, si sirve de algo, creo que deberías llamarlo. ¿Qué es lo peor
que podría pasar? —Él la besó en la mejilla antes de desaparecer en la sala de
estar.
¿Qué es lo peor que le podría pasar?, pensó, y se estremeció. Él podría
enojarse o colgar, o peor, podía leerlo... y odiar la maldita cosa.
Había estado toda la noche, desde que terminó, pensando en cómo se
desarrollaría la conversación. Ella bailaba entre las indecisiones de un minuto
encontrarse emocionada por llamar, y el siguiente estar tan asustada que no podía
moverse.
Se odiaba a sí misma. Odiaba lo asustada que estaba. Si ella era escritora, una
101
escritora de verdad, tenía que ser fuerte y dejarse llevar. Tomando el teléfono, lo
levantó a su oreja y marcó el número, con sus dedos temblando y equivocándose
un par de veces en el proceso. Consiguió tono. Aguantó la respiración.
Volvió a sonar.
Alejándolo de su oído, consideró cortar.
Sonó por tercera vez.
Un gritito ahogado se escapó de su boca, cambiando el teléfono de una
mano a la otra. Sonó una cuarta vez antes de que lo levantaran.
—¿Hola? —dijo la voz. Bella buscó las palabras, pero se sentía enferma.
Decidió ir con la corriente.
—¿Hola? ¿Brian? Hola, Brian, soy Bella... del trabajo. Ya sabes... Bella.
—Hola, Bella. ¿Qué tal tu Navidad?
—Bien... bien, gracias. Bien. ¿Tú?
—Genial. Comí demasiado, ya sabes cómo es. La sentiré durante semanas. Así
que, ¿qué puedo hacer por ti? No te lo tomes a mal, pero no me esperaba una
llamada tuya hasta el día del aguinaldo.
Ella se echó a reír, pero de inmediato se preguntó por qué.
—Sí, lo siento por llamar. Sólo quería decirte que terminé mi libro. Bueno...
digo terminé, está casi terminado. Tengo que hacer un par de cosas y…
—Eso es genial. Felicitaciones. Se siente bien, ¿no es así? Finalmente
escribir el final.
—Realmente es así —dijo ella, alivianándose su tensión al recordar con
claridad el momento.
—Así que, ¿cómo puedo ayudar?
—Bueno, sé que estás ocupado y todo, y me siento mal por preguntar, pero
esperaba que pudieras mirarlo y me dieras alguna crítica. Sé que tienes mucho que
hacer, pero para alguien como tú, leer es una oportunidad increíble. No espero
nada, sólo una rápida lectura y…
—Bella, respira... me encantaría leerlo. ¿Está listo?
—Casi, yo sólo... pero sí... lo está. Está listo. Así que ¿lo harás?
—Sí, por supuesto que lo haré. Debo advertirte, sin embargo, que voy a ser
sincero. Estoy seguro de que es genial, pero incluso si hay un pequeño error, voy a
marcarlo. ¿Estás de acuerdo con eso?
Bella saltó sobre el terreno, cambiando el teléfono de oreja de nuevo.
—Sí, por supuesto que sí. No esperaba nada más. Está bien, entonces voy a
enviártelo por correo electrónico ahora. ¿Está bien?
—Vaya, estás ansiosa, pero sí, eso está bien.
102
—Genial. Muchas gracias. Bueno, voy a dejar que vuelvas a tu familia. Gracias
de nuevo.
—No te preocup…
Ella colgó el teléfono antes de que él tuviera la oportunidad de terminar. La
emoción finalmente la desbordó y empezó a chillar como loca. Saltó de un pie al
otro y giró en el lugar. En su tercera vuelta, encontró a Alex inclinado contra el
marco de la puerta.
—Sabía que saldría bien —dijo.
—¿No es asombroso? Él fue tan bueno sobre ello —dijo ella, corriendo hacia
él y saltando a sus brazos—. Es un editor tan increíble. No puedo creer que alguien
como él vaya a leer mi libro.
—Es el comienzo de algo grande, lo sé.
Ella apoyó su cabeza en su pecho y cerró los ojos. Tomó dos respiraciones
profundas y permitió que su perfume la envolviera. Era diferente y se preguntó si
habría cambiado de jabón líquido corporal. Entonces dejó de pensar en eso, y en
su lugar sospesó el hecho de que historia sería leída por un editor experimentado.
El comienzo de algo grande... Dejó que las palabras jugaran en su memoria, y
luego, con una prisa repentina, un montón de nervios subieron por sus piernas y le
dio una patada en el estómago.
***
Clark estaba encorvado en su asiento, con una botella de cerveza en una
mano y un puñado de pretzels en la otra. El olor a pavo flotaba a través de la
habitación, y el zumbido de las canciones de Navidad los alcanzaba desde la
cocina.
—Qué gran explosión —dijo Sam, también encorvado en su asiento, y
apuntando a la pantalla del televisor.
—Estoy tan lleno —respondió Clark.
—Sabes lo que puedes hacer para ayudar a asentar tu estómago, ¿verdad? —
dijo Beki, cerniéndose sobre él, con los brazos cruzados.
—¿Qué, cariño?
—Puedes levantarte y ayudarme —dijo ella, su acento menos marcado que
habitualmente.
Clark frunció el ceño. No tenía ninguna intención de hacer nada; después de
todo, era Navidad.
—Supongo que podría, pero es un riesgo, ¿no? Supongamos que intento
levantarme, pero luego caigo. ¿Realmente vale la pena? —Mordió un pretzel—.
Además, están dando Duro de Matar. 103
Ella sacudió la cabeza y respiró hondo, marchando hacia la cocina y
murmurando una mezcla de inglés y sueco.
—Eso significa que está loca —dijo, tomando otro bocado del pretzel.
—¿Te parece? —Sam se retorció en su silla y en tono de complicidad
agregó—: Me gusta la barba, por cierto —dijo, analizando la barbilla de Clark—.
¿Vas a dejarla crecer?
—Estaba pensando en eso, sí. Siempre pensé que me quedaría bien la barba
—dijo, asintiendo hacia otra explosión en la pantalla.
CON PERDÓN Y CAFÉ
Clark se despertó con el olor a café, medio abriendo los ojos antes de darse
por vencido. Intentándolo de nuevo, les obligó a abrirse encontrándose con una
taza blanca flotando a unos centímetros por encima de su nariz. El rico aroma
jugaba con sus papilas gustativas y agitaba su mente. Podía ver a Bella justo por
encima del borde. Ella no dijo nada, pero su rostro parecía suplicar ―lo siento‖.
—Buenos días —dijo ella, con voz tranquila—. Pensé que te gustaría un poco
de café. —Puso la taza sobre la mesa al lado de su cabeza y se sentó junto a él
—Gracias.
—No viniste a la cama anoche. Estaba preocupada.
—Lo siento. Necesitaba despejar mi cabeza. No llegué hasta tarde.
—Está bien —dijo ella, manteniendo la cabeza hacia abajo, pero alcanzando
su brazo—. Lo siento mucho. Fui detrás de ti pero ya te habías ido. Es todo en lo
que pude pensar anoche, y tienes razón, hay algo que está mal. No tiene nada que
ver contigo, sin embargo.
Clark luchó para sentarse. Su rostro sin vida le preocupaba. Estaba letárgico y
vacío. Se había pasado toda la noche enfadado con ella. Quería odiarla, pero al ver
104
su cara, sabía que nunca podría. Ella agarró la otra mano.
—Voy a trabajar en ello. Te quiero, y quiero hacer lo correcto.
—¿Crees que tal vez es porque has cambiado de opinión?
—¿Sobre qué?
—Sobre mí. Tal vez piensas que todo esto es un error —dijo, haciendo un
gesto con los brazos alrededor de la habitación.
—¿Es así como te sientes?
—No, ni mucho menos. Pero sí quiero que seamos nosotros. Tu mamá es
genial, pero quiero verla los fines de semana. No cada vez que nos sentamos en la
mesa de la cena. Quiero que venga a nosotros, a nuestra casa. Algo que podemos
llamar nuestro.
—Es lo que quiero, también —dijo ella, arrastrándose más cerca—. No sé lo
que está pasando dentro de mi cabeza. Ha habido tanto cambio… supongo que
me asusté. Pero cuando no viniste a casa ayer por la noche me preocupé mucho.
Te amo, Clark.
Sus palabras le produjeron un subidón instantáneo. Se sentía cálido de nuevo,
a pesar de que ciertas aprensiones se mantenían. Había oído esas palabras antes.
Ella había hecho esas promesas en el pasado, y nada había cambiado. No quería
vivir en un ciclo interminable de pesar y preguntas.
—Yo también te amo, pero Bella, has dicho esto antes. ¿Por qué será
diferente esta vez?
—Sé que lo he hecho, y lo siento, pero las cosas van a cambiar. He estado
culpando de todo al trabajo, a mamá y a que las cosas se están moviendo
demasiado rápido. Ayer por la noche me di cuenta de que no es nada de eso. Soy
yo. Yo soy la razón por la que todavía estamos aquí. Por tanto tiempo como puedo
recordar, he soñado con tener lo que tenemos. Ayer por la noche, cuando no
regresaste a casa, me di cuenta de eso. Te amo demasiado y no voy a dejarte ir. No
voy a alejarte más, te lo prometo.
Clark se sorprendió. Él no sabía lo que estaba esperando, pero esas palabras
no lo eran. Eran nuevas, y la forma en que las dijo lo era, también.
—Está bien. —Le tomó la mano y frotó la piel entre sus dedos. Era suave y
cálida al tacto—. Vamos a resolverlo juntos.
Ella rodó en sus brazos. La sensación de calor de antes se convirtió en un
incendio, un infierno de esperanza y emoción reencendidas. Era como estar de
vuelta en el aeropuerto con una nueva aventura americana esperándolo.
—Y creo que deberíamos quedarnos con ese apartamento que vimos ayer —
agregó ella, con la cabeza metida bajo el brazo torcido—. Como dijiste, es
perfecto, y con un poco de suerte, vamos a estar mudados para cuando la escuela
comience de nuevo. 105
—¿Segura? Pensé que habías dicho…
—Sé lo que dije, pero eso fue ayer.
Alcanzando su barbilla, la llevó hacia sus labios.
—Feliz Navidad.
—Feliz Navidad.
Él la puso en sus brazos y cayeron de nuevo sobre la almohada, tirando de la
manta sobre ellos y mirando al árbol y sus luces danzantes. Podía sentir el estrés
drenándose por sus poros, junto con el miedo y la ansiedad de las últimas semanas
evaporándose también. Cada respiración profunda que tomaba era el paraíso. El
día anterior, sus pulmones habían estado llenos de tensión y odio. Era doloroso e
incómodo respirar así. Hoy, era perfecto.
SIN ALGUIEN CON QUIEN BAILAR
La música llenaba la habitación. Clark podía sentir físicamente el bajo sacudir
su cuerpo; comenzaba con un latido, pero le hacía cosquillas cuanto más se
elevaba por sus piernas. Para cuando alcanzaba su pecho, sus manos estaban
inquietas y arañando su piel.
La habitación estaba a oscuras. Las dos parejas, Clark y Beki, Sam y Keira, se
encontraban arrinconados en alguna clase almacén, cuya pintura descascarada y el
suelo manchado de aceite lo hacía más obvio. A pesar de las precarias condiciones,
el lugar estaba lleno de gente. Algunos estaban inclinados contras las vigas de
acero, mientras que otros se bamboleaban en el frío piso de concreto.
—Así que... somos del tipo minoría aquí —comentó Clark, dirigiendo sus
palabras a Sam. Sam acunó su oreja en un intento por oír mejor.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, somos las únicas personas blancas. ¿Seguro que era este el lugar?
—Eso es racista, y por supuesto que es aquí. Vamos, este soy yo del que
estamos hablando. Muy pronto, cada hipster en la ciudad va a venir a este lugar.
Esta noche es sólo con invitación, por lo que considérate afortunado. 106
—Muy bien, compañero. Mientras estés seguro…
Una nueva canción cobró vida y sacudió la mesa.
—¡Oh demonios, sí! ¡Me encanta esta canción! Vamos Keira, ven a bailar —
dijo Sam, tratando de alcanzar su mano. Retirándola, ella se mantuvo firme:
—No estoy ni de cerca tan ebria como para convertirme en la extraña chica
blanca. Estás solo.
Sam chasqueó la lengua restándole importancia y se fue a la pista de baile,
saltando en medio de tres hombres altos y dos mujeres pequeñas, agitando los
brazos y creando formas en el aire. Clark sacudió la cabeza antes de volverse hacia
Beki y Keira.
—Tengo la sensación de que va a meternos en problemas esta noche.
Beki asintió y metió la mano en su bolso. Clark la miró, receloso de su
objetivo, y tan pronto como vio el teléfono lo alcanzó por ella.
—No, no lo hagas. Nada de trabajo de esta noche, lo prometiste.
—Lo sé. Sólo estoy esperando un correo electrónico, eso es todo.
—Eso es trabajo.
—De acuerdo —dijo ella, colocando el teléfono en el bolso—. Ahí lo tienes de
regreso a su lugar. —Ella dio un vistazo por encima de su hombro—. Así que...
necesito ir al baño. Estaré de vuelta en un minuto —dijo antes de desaparecer en la
multitud.
—Ese es el código para, ―No voy a hacerte caso, pero me iré hasta donde no me
veas, así no me juzgas‖ —le dijo Clark a Keira.
Era alta, más alta que Beki, y sus largas piernas desnudas parecían sostener su
cuerpo infinitamente en alto. Era atractiva, pero teniendo en cuenta que era la
novia de Sam, Clark no sentía nada por ella. Un rostro bien parecido perdería todo
el encanto tan pronto como Sam pusiera sus labios sobre ello
—A veces me pregunto por qué estoy con él —dijo, señalando hacia Sam.
Bailaba y contoneaba demasiado cerca de un hombre por lo menos un pie más
alto que él.
—Considérate con suerte. Sólo lo has conocido por unos meses, yo lo he
bancado por casi diez años.
—He oído eso —respondió ella, su acento neoyorquino chillón y fuerte—.
Míralo. ¿Es que no entiende la diferencia entre las personas que se ríen con él y las
que se ríen de él?
—Dices eso, pero es así que nos hicimos amigos. Recuerdo cuando llegó por
primera vez a nuestra escuela. Nos tocó jugar al fútbol… quiero decir soccer, y él
era pésimo. Empezó a dar giros y a bailar por todo el campo. Pensamos que estaba
loco. Honestamente pensé que debía tener algo grave, pero muy pronto todos lo
estábamos imitando. No estoy seguro de cómo sucedió, pero hemos sido amigos 107
desde entonces.
Keira sonrió. Su cabello rubio estaba acomodado sobre su hombro izquierdo,
y llevaba un flequillo que en capas enmarcaba su rostro.
—De todas maneras parece estar yéndoles bien —dijo Clark.
—Los primeros meses son siempre lo mejor, ¿no?
—Sí, pero aun así. En general después de sólo unos meses sabes si es bueno
o no.
—Sí, es agradable. Es un buen tipo, incluso si es un poco... extraño. —Ella
tomó un trago de su botella—. Tú y Beki parecen felices, también.
—Sí, estamos bien. Cuando llegamos a vernos, es decir.
—Ya veo —dijo ella—. Esperemos que el año nuevo le traiga un poco más de
tiempo para ti.
De repente, Sam estaba a su lado; el sudor corría por su rostro y su gran
sonrisa blanca era lo único distinguible en la penumbra.
—Me encanta esa canción —afirmó, apoyándose contra la mesa—. Esos tipos
son geniales. Dijeron que deberíamos unirnos a ellos y tomar algunos shots4. Les
dije que lo haríamos.

4
Shots: Tragos de tequilas. Se consumen con limón y sal.
—¿Cómo diablos hiciste para impresionar a la gente bailando de esa manera?
—preguntó Clark.
—No te entiendo.
—Te veías como un perro con rabia —explicó Keira.
—Eso es porque ustedes no aprecian mis habilidades. Algunas personas lo
tienen, y otras no. ¡Aguántensela! —dijo Sam, tomando un trago de su botella y
estampándola sobre la mesa—. Vamos, vamos —continuó, señalando hacia un
grupo en el otro extremo del depósito.
Clark se encogió de hombros y, al ver que Beki ya estaba regresando decidió
recibirla con un ceño fruncido.
—¿Larga cola en el baño?
—Sí —respondió, vacilando por unos segundos.
—Sí, claro. Vamos, Sam ha hecho nuevos amigos.
—No le toma mucho tiempo, ¿verdad?
Clark le tomó la mano, pero mantuvo sus ojos en Sam y Keira. Pudo notar la
forma en que la sostenía, era suave pero firme, y sus dedos bailaban sobre su
palma mientras caminaban. En ese momento sintió celos. Recordaba sostener a
Beki así, sin frustración y desprecio. Consideró como era su vida antes de que los
horarios apretados fueran un problema, y suspiró. 108

***
Fila tras fila de colorida ropa rodeaba a Bella, pero su atención estaba en su
teléfono. Su falta de actividad la estaba volviendo loca, y se lo dejó saber a Alex
apretando su mano.
—Todavía nada.
—Han pasado tres días. ¿Qué esperabas?
—Tres días y medio, en realidad.
—Oh, lo siento. Sí, estoy seguro de que ha hecho un gran avance con el
medio día extra. Mira, realmente dudo que tenga algo para ti hasta que regreses a
trabajar. Es Navidad, después de todo; estoy suponiendo que le gusta relajarse de
vez en cuando —dijo Alex, empujando una camisa en sus manos—. ¿Qué piensas
de esta?
Tomándola, ella pasó las manos por el material.
—Me gusta. —Ella se acercó a otro carril y acarició el material que colgaba de
él—. No pensé que sería así de difícil, entregárselo. Me está matando. ¿Y si lo odia?
—No lo va…
—Podría hacerlo, y ese podría ser el por qué no ha llamado. Porque lo odia.
—Deja de hacerte esto por…
—Siempre ha sido mío, pero ahora está en manos de otra persona. Al menos
antes, podía vivir en la felicidad de la ignorancia. Pronto, voy a saber lo mala que
soy.
—O lo buena que eres.
Ella se aferró más fuerte a la camisa en su mano y la soltó rápidamente. Su
mente daba vueltas. Tenía un tornado errante en su interior, empujando y
golpeando contra su cráneo. No era dolor de cabeza lo que le producía, sino
preguntas y dudas que la hacían morderse las uñas y la lengua, desesperada por
respuestas.

109
CON CORREOS, ESPERANZA Y NIÑOS
Bella entró a la habitación dirigiéndose a su escritorio, y tomó asiento en el
viejo y maltrecho trozo de madera. Tocó el teclado y la pantalla volvió a la vida,
con un montón de colores apareciendo de pronto.
Reflexionó sobre los últimos días y su cuerpo revitalizado. La ansiedad aun
palpitaba en su piel, pero ahora era manejable. Aún luchaba contra ella misma,
pero se había sacado un peso de encima. Estaba más ligera, y aquellos a su
alrededor lo habían notado. Fue de inmediato, como un cambio de aire, y estaba
agradecida por las festividades y la felicidad.
Incluso le había llegado un correo de Alex, después de seis semanas de
silencio, lo cual era como si su distante y apagado amigo hubiese percibido su
cambio.
El escudo de su escuela apareció en la pantalla, seguido por una lista con
nombres y materias. Cuatro renglones estaban resaltados en negritas
distinguiéndose del resto.
Había pasado la mañana hablando con Clark y su madre y después, de la
nada, recordó su último día en la escuela. Había pedido en una de sus clases un 110
proyecto voluntario, y a pesar de que había dudado de que algo saliera de eso,
había prometido que revisar su correo y responder las preguntas.
De los cuatro reglones en negrita, tres nombres resaltaban. Le dio click al
primero, Davey Bezold, y le echó un vistazo a las líneas del texto. Jadeó,
conmocionada por lo que estaba leyendo. Minimizó la página y fue al siguiente
nombre en la lista, Hannah Radamacher.
Nuevamente se sorprendió. Sus ojos se agrandaron. La minimizó otra vez y le
dio clic en el último nombre, Saunie Dennig. Asimilando las palabras, jadeó,
parándose y corriendo fuera de la habitación, llamando a Clark mientras lo hacía.
Salió del baño, con el rostro lleno de preocupación.
—¿Qué, qué pasa? ¿Estás bien?
—No lo vas a creer.
—¿Creer qué? ¿Qué paso?
—¿Te acuerdas del proyecto que le pedí a mi clase de primer año por
Navidad? Ya sabes, ¿el que no esperé que nadie hiciera?
—Sí, creo recordar quejándote sobre lo inútiles que todos eran.
—Me equivoqué —dijo, arrojándole sus brazos al cuello—. Acabo de revisar
mi correo y tres de ellos lo han hecho. No lo puedo creer.
—¿Ves?, te dije que se animarían contigo —dijo, besando su frente—. A
veces, los adolescentes necesitan tiempo. Eres una gran maestra, y pronto te lo
demostrarás.
Se puso a saltar con los dos pies juntos, y a aplaudir. Era consciente de que
esto no era algo por lo que se tuviera que emocionar, pero no lo podía evitar. No
sólo quería ser maestra, sino ser una que marcara la diferencia. Por primera vez
sentía como si pudiera hacerlo.
—Mírate, eres tan linda. Estoy feliz por ti, dulzura. En verdad lo estoy.
—Es perfecto. ¿Te has dado cuenta lo mucho que han mejorado los últimos
días? De hecho ahora estoy esperando regresar. Tengo algo con lo que trabajar.
—Lo sé, pero ten cuidado. Sólo son tres niños.
—Sí, pero es algo. Muestra que hay quienes están dispuestos a aprender.
Tratar de enseñarle a nadie es difícil. Tres personas… bueno, es un comienzo.
—Me encanta —dijo él—. Y no te preocupes. También llegarás a otros. Puede
tomar algo de tiempo, pero el resto de ellos verán lo maravillosa que eres. Cuando
lo hagan será cuando la verdadera Bella salga a la luz.
Ella lo tiró de la camisa y lo acercó. Se precipitaron al suelo, con su pesado
pecho sobre el de ella, pero no opuso resistencia y no trató de escapar. Su
respiración era pesada, la adrenalina corría por sus venas y sus manos no podían 111
tener suficiente de él.
Justo entonces toda la ansiedad que no se había ido, se fue. Clark tomó su
lugar, llenándolo con su amor y el dulce sabor de su piel. Él era uno con ella… era
parte de ella. Ya no le temía más ni a él, ni a lo que tenían juntos. El futuro y todo
lo que le deparaba no podían llegar lo suficientemente rápido. Lo necesitaba. Lo
necesitaba a él.
SIN CREENCIA.
Bella enfrentó la puerta de madera y suspiró. Puso su mano sobre el
picaporte, con un feroz debate sobre si entrar o acobardarse y huir sonando en sus
oídos. Respiró hondo y giró el picaporte. Lo sintió más pesado de lo que debía ser,
y la puerta se abrió a un mundo de luz, con la silueta de un escritorio y una
persona detrás de él contrastando en tonos oscuros.
—Ah, Bella, pasa y toma asiento —dijo Brian.
Apurándose, se sentó y suspiró.
—Está bien, dímelo.
—¿Qué te diga qué?
—Vamos, ya lo leíste. Dime, qué tan malo es.
Él se recostó en su silla, mirándola aburrido.
—¿Y bien…?
Él respiró profundo y puso sus manos en la mesa.
—Está bien. Si eso es lo que quieres. Bueno…a pesar de que mi teléfono
estuvo sonando demasiadas veces en las festividades, por cierto, gracias, pude
112
lograr leerlo.
—¿Y?
Otra vez respiró hondo.
—Me encantó.
Todo le empezó a dar vueltas mientras digería la palabra encantó. Se puso
rígida, con las manos temblando sobre su regazo.
—Usualmente, aquí es donde tú haces preguntas. Sé que eres nueva en esto,
pero se trata de meros trámites en este punto.
Trató de parpadear, pero sus ojos se negaron.
—No esperaba…
—Es algo grato, sin embargo.
—Sí, es genial. Sólo no lo estaba esperando. Esperaba que fueras amable, y
positivo, pero que necesitaría una larga lista de mejoras.
—No me malinterpretes. Necesita arreglos.
—Oh, ¿entonces estas siendo amable?
—No. Yo no dije eso. Como dije, me encantó. Es una gran historia —dijo,
poniéndose de pie y paseándose por detrás de ella—. Es por mucho lo mejor me
han entregado en las últimas semanas, y no lo digo por ser amable —continuó,
colocando sus manos en la parte posterior de su silla. Se detuvo justo detrás de
ella—. La trama es sólida, los personajes son grandiosos. La corriente, el estilo,
todo se mueve muy bien. —Podía escuchar sus palabras detrás de ella—. Sin
embargo, es crudo. Hay muchas cosas que arreglar y no estoy seguro de algunos
de los lugares. Sin embargo, me gustaría trabajar en ello.
—¿Quieres trabajar en ello? ¿A qué te refieres?
—Quiero publicarlo —le anunció, regresando a su silla.
Se llevó sus temblorosas manos al pecho. Ya nada parecía ser parte de ella.
—Necesita una revisión o dos y tienes mucho trabajo por delante, pero…
—Espera, déjame entender esto. Mi libro, el que te di a leer hace un par de
semanas, ¿va a ser publicado?
—En teoría, sí.
—Sólo así.
—Pues sí, ajam.
Sacudió la cabeza y se puso de pie.
—Esto es una broma, ¿verdad? Vamos, este tipo de cosas no pasan.
El arqueó su ceja.
—¿Libros siendo publicados? Como que eso pasa, de hecho, cada día. Al 113
trabajar en una editorial, bueno, deberías de saber eso.
—Lo sé, pero no a personas como yo. ¿Quién diablos soy? No soy nadie, solo
soy…
—Bella, siéntate —dijo, señalando su asiento—. La cosa más difícil en este
proceso es que alguien te note. Trabajar aquí y tener a alguien como yo echándole
una mirada es un comienzo. No te lo diría si no fuese bueno. Como dije, necesita
mejoras. Tendrás un par de semanas ocupadas haciéndole revisiones, pero
asumiendo que puedas hacerlo, no veo razón alguna de porque no publicarlo. —
Se puso de pie una vez más—. Tú haces dinero… yo hago dinero… todos hacemos
dinero.
Bella exhaló, pero no fue sólo aire lo que salió, fueron las dos semanas de
anticipación.
—Está bien, necesito que regreses a tu escritorio y termines lo que estabas
haciendo. Haz lo que sea más urgente y deja lo demás. Después, quiero que te
vayas a casa, asimiles todo esto, y lo festejes con ese novio tuyo. Tenemos una
reunión en miércoles al mediodía, así que no hagas nada hasta entonces.
¿Entendiste todo?
Ella asintió.
—Genial.
Aún estaba quieta, sus manos de regreso en su regazo.
—Esta es tu señal para irte.
—Oh, cierto, claro… lo siento. —Se levantó, pero casi se cayó para atrás. Sus
piernas eran como de goma, y dudaba si aún funcionaban bien. Se levantó un poco
más y movió sus pies lejos de la silla. Se estaba moviendo, pero sólo lo necesario.
—Oh, ¿y Bella? —dijo Brian, justo cuando llegaba a la puerta.
—¿Si?
—Felicitaciones.
No dijo nada, asintiendo lentamente con su cabeza y alcanzando el picaporte.
El proceso de bajarlo había sido difícil antes, pero ahora era imposible. Parecía
estar atorada, pero lentamente logró que sus extremidades le hicieran caso y se
movió. Pronto estaba del otro lado, sola e inhalando profundas bocanadas de aire.
No era suficiente. Sin importar lo mucho que jadeara, sus pulmones le pedían más.
—Oh mi Dios —dijo, pellizcándose para asegurarse de que no era un sueño.

***
Una taza grande y blanca estaba enfrente de Clark, con una densa neblina de
vapor elevando los aromas de su contenido. Bajo esta, se encontraba la mezcla
más oscura de café que Clark hubiera encontrado en Nueva York. No solo era 114
oscuro, sino lleno. El negro no lo describía por completo. Deseaba acércalo a sus
labios y probar su amargo sabor, pero no todavía. Presionar demasiado pronto
podría resultar en dolor. Justo como con una mujer, tenía que ser paciente y
esperar lo suficiente antes lanzarse en una aventura caliente y apasionada.
Clark suspiró con tales pensamientos. El café estaba bueno, pero no merecía
tanta atención. Tal imaginación debía ser reservada para una mujer, y no cualquier
mujer, sino Beki.
Extrañaba su toque, su olor y su presencia. Ansiaba sus piernas, sus labios y
sus besos. Ella estaba con él, pero no. Estaban juntos, pero nunca en el sentido
completo. Eran una pareja, por nombre, pero se preguntaba si eran más que
tecnicismos que otra cosa.
El café comenzaba a enfriarse y se sintió seguro de poder probarlo. Lo acercó
a sus labios y lamió el borde la superficie blanca. Estaba caliente, pero no
quemaba. Cuidadosamente, inclino la taza un poco más hasta que unas cuantas
gotas de oro negro cayeron en su lengua.
Aún no.
Beki estaba de regreso en la universidad, como él, y sus vidas habían vuelto a
la normalidad. Sin embargo, nunca habían dejado lo normal, en primer lugar. La
temporada de festividades se suponía que sería para ellos dos, pero se había
transformado en una época clave para el futuro de ella. Una pasantía que
implicaba demasiados ―¿qué tal si…?‖ como para rechazarla.
Clark miró su reloj. Diez minutos tarde.
Jugó con las posibilidades en su cabeza preguntándose cuando llegaría la
llamada telefónica… si es que llegaba.
Acercó su taza de nuevo con decisión y la tocó con su lengua. Aún estaba
caliente pero más fría que antes. Esta vez la inclinó más, bordeando la zona de
peligro de no retorno.
¡Victoria!
Finalmente tragó y dejó que ese café perfecto que había encontrado llenara
su garganta, odiando como esto era la parte más agradable de su noche.

115
CON UN CORAZÓN Y UN HOGAR
La espalda adolorida de Clark se fundió en el sillón. Sus músculos cantaban.
Los podía escuchar, pulsando y vibrando por sus oídos. Aún tenía trabajo que
hacer, pero por ahora podía descansar. Por unos cuantos minutos, podía cerrar sus
ojos y dejar que su mente divagara.
A pesar de su cansancio, estaba lleno de energía. Descansaba en su propio
departamento, en su propio sillón, en su propio mundo. Todos los problemas de
antes de las festividades eran historia y estaban extintos. Su sueño había
comenzado. Esto era su sueño. Esta era su vida, y pronto Bella regresaría y lo
compartiría con él.
El pensar en ella le trajo una sonrisa a sus labios cansados. Podía imaginar su
rostro, y esos mechones de cabello sueltos colgando sobre sus ojos; le sonreía sin
decir nada. No necesitaban palabras, ya no. Tenían su propio mundo, y nada más
importaba. Era de ellos.
Abrió los ojos y dejó que el mundo lo rodeara de nuevo. Una sombra cruzó la
ventana cerca de la puerta, y supo que había llegado. Se levantó, sus músculos no
apreciando el movimiento, y luchó por ponerse de pie. El piso parecía tambalearse,
pero enderezó la espalda y se dirigió a la puerta justo a tiempo para recibir a Bella.
116
—¿Qué tal estuvo? —preguntó, apoyando un hombro contra la pared.
—Muy bien —dijo ella, abrazándolo.
—¿Sí?
—Fueron geniales. Me refiero a que, no todos; a algunos de ellos aún no les
importa. Pero a unos cuantos sí, y no sólo los que me mandaron el correo. Otros
cinco hicieron la tarea. —Sus ojos recorrieron la habitación. Su mirada brillaba con
emoción.
—Fantástico. Estoy tan orgulloso de ti. —La tomó de la cintura y plantó sus
labios en los de ella. Su mero toque era capaz de desvanecer sus molestias y dolor.
—Lo sé… —Se separó, empujando más allá de sus hombros y revisando la
habitación—. Mira este lugar.
—¿Qué te dije? Te dije que tendría todo listo para cuando regresaras. Los
británicos jamás mentimos.
—Sí, es cierto —dijo, deteniéndose en el librero e inspeccionando la
madera—. Ni siquiera se ve como si hubieras dañado algo. Buen trabajo.
—¿Qué esperabas? ¿Qué arruinara nuestra nueva casa?
—Bueno…
—Hey, hey, hey…
—Chiste, chiste. Se ve genial, y eres un novio muy especial. Tan especial, que
de hecho, puede que te de una pequeña sorpresa más tarde.
—¿Sorpresa?
Asintió, dirigiéndose a la cocina.
—¿Qué tipo de sorpresa?
—No sería una sorpresa si te lo dijera.
—Lo sé, pero no importa. No me molestan las sorpresas, así que puedes…
—Espera… ¿no quieres tu sorpresa? —preguntó, mordiéndose su labio
inferior.
—No dije que ahora, ¿o sí? Sólo…
—Sólo…sólo… —Se burló, sonriendo y pasando su mano por su pecho—. Lo
hiciste bien hoy, caballero, y estoy de muy buen humor. Así que te tomarás un
buen merecido descanso y yo prepararé la cena. Oh, y antes de que preguntes, eso
también es una sorpresa.
Clark alzó sus brazos en derrota y regresó a la sala en la cual había pasado
toda la mañana moviéndose. Se dejó caer en el sillón y trató de acomodar unos
cojines bajo su cabeza. Tan pronto como lo hizo, suspiró profundamente. Sus
músculos se relajaron y respiró por primera vez en horas.
117
La televisión proporcionaba algo de ambiente, pero no le importaba lo que
estaban dando. Había disfrutado de su día productivo. Había comenzado con una
habitación llena de cajas y muebles auto montables empacados en cajas. Ahora
todo se sentía completo y hogareño. No era su hogar, aún no, pero lo sería muy
pronto. Se imaginó la noche que pasarían juntos y los recuerdos que crearían aquí.
Su primera Navidad se había terminado, pero la siguiente sucedería justo
aquí. Sin embargo, no sería solamente la Navidad, sino todo; se dio cuenta de
todas las primeras veces que aún les quedaban por compartir. Un año atrás, el
mismo pensamiento habría hecho que le diera claustrofobia, pero ahora no podía
vivir sin ella. Bella lo confortaba y lo completaba. No sabía qué la hacía especial,
pero había algo. Su futuro seguía confuso pero, por primera vez en su vida, estaba
bien con ello.
Ya no estaba buscando o corriendo tras algo. Ya no le temía a la idea del
compromiso o de sentar cabeza. Era una nueva aventura, con la misma
incertidumbre que traía el viajar, pero diferente.
SIN ASIGNACIONES O MONOS.
La cálida brisa danzó a través del pasto y por la pierna de Clark. Se estaba
dirigiendo hacia el viejo edificio de ladrillos, pero se detuvo en seco. El hombre
que había estado evitando toda la semana estaba ahí, y afortunadamente no lo
había alcanzado a ver. Clark se giró lentamente, dirigiéndose hacia atrás mientras
lo hacía, pero, justo cuando pensaba que saldría librado, la conocida voz lo llamó.
—Clark, justo la persona que estaba esperando encontrarme —dijo el
118
hombre.
—Profesor Lythe, ¿cómo está? —replicó Clark, forzando una sonrisa.
—Tengo entendido que tenías una asignación que entregarme.
—Sí, bueno, algo así. En realidad, estoy en mi camino a hacerla. Verá —dijo,
apuntando detrás del profesor—, estoy a punto de ir a la biblioteca.
El hombre puso sus manos en el bolsillo, sacando pecho mientras lo hacía.
—Aunque estoy encantado con que sepa dónde está la biblioteca, eso no
sirve de mucho, me parece. Dije que lo quería en mi escritorio a la hora del
almuerzo, y ya son las cuatro. No estoy seguro de cuales sean tus hábitos
alimenticios de dónde vienes, pero aquí es alrededor del mediodía.
—Lo sé, señor, realmente lo siento. Es a causa de esta pasantía… Verá, he
comenzado un nuevo proyecto… y con todo el otro trabajo que tengo…bueno…lo
siento.
El profesor lo miró con prepotencia. Dio un paso hacia delante y sacó sus
manos de los bolsillos. Clark sintió que estaba en problemas, pero Lythe no dejó
entrever lo que pensaba.
—―Lo siento‖… Una frase usada en exceso, en mi opinión. Todos la usan con
total libertad, ¿pero cuan a menudo lo sienten realmente? —Miró a Clark con
severidad—. Escúchame cuidadosamente, Clark. Quiero la asignación en mi
escritorio a las nueve, mañana en la mañana. Y es mañana, no el día después, o en
algún momento la semana que viene. Me has atrapado de buen humor,
considérate afortunado. No confundas mi amabilidad con debilidad.
—En absoluto. Lo aprecio, señor. Voy a terminarlo justo ahora, no se
preocupe, no dejaré este edificio hasta que esté terminada —dijo, forzando otra
sonrisa.
Odiaba a este profesor, su tono petulante, condescendiente y pretencioso
siempre hostigándolo. Odiaba su chaqueta de lana y sus brillantes mocasines
marrones. Incluso odiaba los anteojos, cuyos bordes delgados hacían más grandes
su mirada. A pesar de esto, también apreciaba su indulgencia. Por alguna razón, su
humor era brillante, y Clark estaba agradecido de ello.
Justo mientras alcanzaba la puerta de la biblioteca, su teléfono sonó; sin
siquiera mirarlo supo de quien se trataba.
—Hola Sam.
—Hermano, tú y yo, esta noche, en ese bar nuevo. Tienen monos que hacen
trucos.
—No pued… Espera, ¿monos? ¿Dónde escuchaste eso?
—De un tipo que conocí en un concierto anoche, creo que su nombre era
Jeff, pero parecía de fiar. ¿Y qué quieres decir con que no puedes? Monos que
hacen trucos… ¡MONOS! 119
—Claramente ese tipo hablaba idioteces. Vivimos en Nueva York, amigo. ¿Por
qué un bar en Nueva York tendría monos?
—Nueva York tiene monos.
—¿Dónde?
—En el zoológico… tienen un montón de monos.
—Bien, de acuerdo, el zoológico tiene monos. Realmente dudo que los dejen
salir a un bar por la noche, sin embargo.
—Quizás, ¿pero no quieres aprovechar la oportunidad?
Clark pateó en escalón de piedra estando a apenas un metro de la puerta de
la biblioteca. Sabía que debía decirle a Sam que se perdiera entrar y entrar. Que un
viejo escritorio lo esperaba, listo convertirse en su nuevo mejor amigo durante el
futuro cercano.
—No puedo. Acabo de recibir un sermón de uno de mis profesores. Necesito
terminar esta asignación. Ya me he pasado dos fechas de entrega, y el tipo me
asusta como la mierda. Usa chaqueta de lana.
—Hmmm.
—Además, tengo que preparar una presentación y espero cenar con Beki en
algún momento.
—Bien, estás ocupado, lo entiendo. Igual creo que deberías venir y jugar con
los monos, sin embargo.
—Te diré qué, iremos a ver los monos cuando termine mi curso. Quiero decir,
en un zoológico. No a un bar falso que no existe.
—¿Cuándo sería eso?
Clark tuvo que pensar. Los días habían comenzado a enredarse, y ya no sabía
dónde empezaba la escuela, o terminaba el trabajo.
—No lo sé, un mes…creo. Te digo, no puedo esperar a terminar este curso. Ha
sido genial, pero es demasiado. Prefiero concentrarme en el trabajo.
Sam no respondió. Clark podía decir que estaba perdiendo la atención de su
mejor amigo.
—Sí… ¿ya han hablado de mantenerte?
—No, pero creo que quizás de eso se trata esta presentación. Una especie de
examen final. —Miró hacia el interior de la biblioteca, sabiendo que tendría que
aventurarse dentro en algún momento—. De todos modos, tengo que irme.
Diviértete con los monos falsos.
—Lo lamentarás… —comenzó Sam, pero Clark cortó su respuesta.
Miró a través de la ventana y contempló las filas tras filas de mesas. Docenas
de personas estaban sentadas frente a ellas, pero su propio reflejo bloqueaba todo
detalle. Miró al hombre en la ventana y se dio cuenta de lo diferente que era
comparado con la persona que una vez conoció. 120
Tenía la barba espesa, y cubría la mitad de su rostro. Encontraba difícil creer
que la misma piel una vez hubiera estado limpia y afeitada. Pero no era sólo su
cara, sino su cabello también. Era como si no se hubiera mirado apropiadamente
en meses. Un día era Clark, y aquí, frente a él, era alguien más.
New York se había apoderado de él. Su barbilla y mejillas estaban pobladas y
su cabello estaba largo y terminaba por debajo de su cuello. Lo que una vez llevó
colgado sobre sus ojos ahora estaba metido detrás de sus orejas. Fue un cambio
consiente y uno que había deseado, pero no podía recordar hacerlo.
Se re-enfoco y miró más allá del desconocido a las personas dentro. No podía
ver quiénes eran, pero sabían que sentían lo mismo que él: una mezcla de pánico,
desilusión y aburrimiento.
Empujó la puerta y entró, encontrándose inmediatamente con el olor a cuero
viejo y miedo de estudiantes… pasado… presente…y futuro.

***
Solamente una esquina de la habitación permanecía iluminada. Bella estaba
sentada allí, su rostro resplandeciente y mente ocupada.
—Te juro que cada vez te levantas más temprano —dijo Alex.
—Buenos días —replicó, sus ojos fijos en la pantalla—. Realmente espero
terminar esta mañana.
—¿En serio? —preguntó, descansando su barbilla en el hombro de ella.
—Sí, he trabajado en todo lo que Brian solicitó. Creo que quizás finalmente
esté hecho.
—Eso es genial. ¿Entonces qué sigue?
—No tengo idea.
—¿Quieres decir que no te lo han dicho?
Bella alejó su mirada de la pantalla por primera vez en horas.
—Bueno… creo que él también está cansado, pero tan pronto como empieza
a hablar de marketing y ventas…bueno…como que me quedo dormida.
Puso los ojos en blanco, y suspiró. Era como estar de regreso en la
universidad, cuando Bella dejaba todas las asignaciones para último minuto, y Alex
tenía que sermonearla.
—Lo sé, lo sé. Debería escuchar. No tienes que decir nada.
—No dije…
—Conozco esa mirada. Estoy tratando de concentrarme lo más que puedo
para en realidad terminar el libro. No tengo tiempo para nada más.
—Está bien, siempre que sepas donde te estás metiendo. Ven a buscarme
cuando termines —dijo, poniendo su mano en su hombro y besando su cuello. 121
Bella se quedó sola en la oscuridad una vez más, y la realidad de lo que se
avecinaba le cosquilleó el estómago. Escribir era algo que conocía… algo que
amaba. Todo lo demás representaba un misterio para ella. Se mordió las uñas, y
miró la pantalla. Estaba desesperada por terminar, pero aterrorizada de dejarlo ir.
CON SOMBRA DE UN ROBLE DE VERANO
La corteza del roble pinchaba el cuello de Bella. Era áspero, pero le gustaba.
Le recordaba al pasado cuando solía acostarse contra grandes árboles que hacían
de sombra mientras devoraba un clásico tras otro. Fue ahí donde su amor por la
literatura comenzó: observando la naturaleza para escribir sobre ella. Siempre
estaba orgullosa de cuán fácilmente captaba la belleza del mundo natural y lo
manifestaba en algo hermoso y oscuro.
Ahora se sentía como en casa. Este era su mundo. El sonido de la brisa
cosquilleando las hojas. El olor a madera y hierba fresca emanando a través de la
tierra. La sensación del sol abriendo abriéndose camino entre las nubes y
entibiando sus piernas. El sabor del aire, fresco y limpio. Era verano, algo que Bella
atesoraba. Este era un mundo con el que estaba a gusto, y mientras leía a través de
las hojas se dio cuenta de lo afortunada que era.
Levantó la cabeza y dejó que la brisa jugueteara por su cabello, y el sonido de
alguien acercándose llamó su atención. Miró a su alrededor y supo enseguida que
eran ellos. 122
—¡Hola, profe! —exclamó una chica del grupo. Bella dejó que su sonrisa
respondiera. La chica se acercó con el resto del grupo siguiéndola de cerca.
—¿Qué está haciendo?
—Calificando algunos trabajos. De hecho, creo que el tuyo está por aquí en
algún lado. ¿Y ustedes?
—Estábamos yendo por helado —respondió la chica rubia.
—Sí, debería acompañarnos —propuso un chico detrás de ella, con el cabello
ocultando parte de su rostro.
Bella se rió, negándose al ofrecimiento.
—Gracias y, aunque ame el helado, me temo que no puedo. Tengo trabajo
que hacer. Disfruten su juventud, chicos —dijo, levantando la pila de papeles.
—De ninguna manera, no puedo esperar a tener su edad —afirmó la chica
rubia—. ¡No más padres diciéndome lo que puedo o no hacer!
Bella no pudo evitar sonreír a la soñadora de trece años de edad.
—Confía en mí, no es tan bueno como parece.
—Sí, creo que significa que vamos por el helado. Como sea, diviértase
calificando. Ah y si encuentra algunos de mis trabajos, asegúrese de ponerme una
A.
Bella dejó que su ceja levantada y una sonrisa socarrona hablaran por ella, y
el grupo se alejó de las sombras caminando hacia el sol. Miró la pila de trabajos y
se dispuso a trabajar, pero entonces su teléfono sonó, y decidió postergarlo un
poquitito más.
—Hola, hermoso.
—Hola, estoy yendo al supermercado, ¿te llevo algo? —dijo Clark.
—Nop, estoy bien. ¿Eso significa que me estarás haciendo la cena?
—Estaba considerándolo.
—¿Sólo considerándolo?
—Sí, depende de si estás lista para algunas buenas noticias.
—¿Buenas noticias? Dime…
—Cuando llegues a casa.
—No, no estaré en casa por otra hora. Dime ahora, sabes que odio los
secretos —dijo, en un tono más alto. 123
—Está bien, pero no deberías usar tu voz linda así en mi contra. No es justo.
En fin, recibí una llamada de cierto amigo mío. Viene a quedarse la semana que
viene.
—¡Qué dulce! tu noviecito viene a la ciudad. ¿No estás emocionado?
—Eres graciosísima… pero sí, lo estoy. Y tú deberías estarlo también, porque
traerá a la misteriosa Keira.
—¿En serio? ¡Sensacional! —se alegró retorciendo un poco de hierba entre su
pulgar y el índice imaginándose como podría ser Keira—. Estoy interesada en ver
qué clase de chica puede soportar a Sam.
—Sí, también estoy bastante intrigado.
—Bueno, mejor continúo con estos trabajos. Hablaremos cuando llegue a
casa, ¿está bien?
—No te preocupes. Diviértete.
Bella dejó caer el teléfono en un parche de césped e inmediatamente centró
su atención en las asignaciones. Empezó leyendo la primera hoja y pensó en el
progreso que muchos de sus estudiantes habían hecho.
Se despertaba apasionada por ir a trabajar. Lo que una vez fue la peor parte
del día ahora era la mejor. Las dificultades aún existían y no había decidido si
enseñar le ofrecía todo lo que esperaba, pero era feliz. Estaba contenta con su vida
y lo que el futuro deparaba.
También comprendió que se estaba terminando.
El verano estaba llegando y pronto empezarían las vacaciones. El
pensamiento la sobrecogía y la animaba. La idea de pasar más tiempo con Clark le
hacía dar ganas de bailar, pero dejar a sus estudiantes le generaba recelo. ¿La
nueva clase sería mejor… peor… algo totalmente diferente?
Finalmente había encontrado un lugar dónde era feliz. No podía imaginar
volver a cómo eran las cosas unos meses antes. Sin embargo, podría suceder.
¿Había crecido lo suficiente para manejar una nueva clase y tenerlos a bordo desde
el principio? ¿Se quebraría ante la presión y volvería a ser como era?
La preocupación estaba siempre ahí, para derribarla, pero se aferraba a la fe
que había hallado recientemente. Era más fuerte de lo que había sido nunca y
juntos con Clark lo eran aún más. Con él a su lado, estaba lista para lo que fuera
que viniera.

124
SIN SITIO PARA CELEBRAR
Un extraño sentimiento colmaba a Bella. Era emoción, pero no como lo había
sentido antes. Quería correr, saltar y comportarse como una niña. No era
solamente adrenalina, sino energía desenfrenada. Sólo un niño en la mañana de
navidad podría entender lo que estaba sintiendo y el hecho de estar sola la
irritaba.
Necesitaba compañía. Necesitaba a alguien para hablar, celebrar, bailar y reír.
La sonrisa en su rostro necesitaba ser compartida con alguien. Sin embargo se
encontraba sola, rodeadas de ollas, sartenes y recipientes llenos de comida.
Era consciente que había hecho demasiado. Había más comida más de lo que
Alex y ella iban a necesitar en semanas. No le importaba. Necesitaba mantener sus
manos ocupadas.
Al sentir el tintineo de llaves, Bella se giró para encontrarse con Alex, que
acaba de entrar, su abrigo goteando agua y su cabello ligeramente desarreglado.
—¿Qué es todo esto? ―preguntó.
—Se me ocurrió que sería buena idea cocinarle a mi hombre. Además,
tenemos algo que celebrar —dijo, tratando de contener su emoción bajo control. 125
―¿Qué cosa?
—Tuve una reunión con Brian hoy.
—Y…
Mantuvo su rostro tan serio como le fue posible.
—¡Le encantó! —Saltó hacia sus brazos—. Él está feliz. Dijo que quiere dejarlo
ser.
Él enterró su rostro en su cuello.
—Estoy tan orgulloso de ti.
—Lo sé, ¿no es asombroso? Voy a ser una autora publicada.
Alex no dijo nada, manteniendo sus brazos apretados alrededor de su cintura.
—Y dijo que empezaríamos a planear el lanzamiento el lunes. Sabremos
cuando será publicado en una semana o dos más o menos.
Alex soltó su agarre y la bajó al piso.
—Bueno… no puedo esperar por eso —dijo mirando sobre el hombro de ella.
—Para eso es esta comida. Espero que tengas apetito —canturreó, girándose
hacia la cocina.
—Sí… eso es genial.
Ella vaciló en su paso por el tono aprensivo en la voz de su novio.
—¿Qué problema hay?
—Nada… es que ya había hecho planes para salir. No te preocupes, los
cancelaré. Tenemos celebrar.
Todo su entusiasmo se esfumó, y el extraño sentimiento infantil dejó de
cosquillear por su piel.
—Oh… No, deberías ir. Si ya te comprometiste…
—Lo siento, asumí que estarías ocupada esta noche. Es que has estado tan
centrada en tus cosas últimamente… Y algunas personas en el trabajo quedaron en
salir a tomar unos tragos, pero bueno. No llegaré tarde. Lo prometo.
—Lo entiendo. De verdad —dijo, forzando una sonrisa en los mismos labios
que minutos antes había sido imposible ocultarla.
—¿Estás segura?
—Claro, ve. Podemos celebrar mañana. No te preocupes.
Él suspiró, sus ojos enfocándose en lo que fuera menos en los de ella. Podía
ver la culpa que sentía, pero no la quería. Lo quería a él. Quería que él se quedara y
fuera una parte de su sueño convirtiéndose en realidad.
Luego él se inclinó, besó su mejilla y salió de la cocina.
—Bien, si lo dices así... Me voy a dar una ducha rápida. 126
Bella asintió, su cuerpo ahora tenso. Todo el entusiasmo que había tenido
hacía momentos se había transformado en agotamiento. Sus días habían sido
largos y sus noches cortas. El escribir se la había acaparado por completo, y ahora
se daba cuenta de lo que había dejado escapar. No sólo había permitido que Alex
se alejara, sino que de cierta manera lo había empujado a eso.
Las citas canceladas.
Los silencios cada vez más frecuentes.
La falta de sexo, de la que llevaban más de un mes y contando.
Era ahora su propia culpa la que no quería. Él había sido maravilloso y un
gran apoyo y ella se había aprovechado. Él era la razón por la cual había
empezado a escribir de nuevo y se lo pagó alejándolo. Todo esto se había robado
su atención, su mente y, como tal, su corazón.
Se apoyó contra la mesada de la cocina y suspiró. Se sentía pesada por los
restos de adrenalina y emoción. Su humor estaba ahora manchado y le dejaba una
extraña sensación en la garganta. La que debió haber sido una de sus noches más
felices, se estaba convirtiendo en una agonía cuya única solución podía ser dormir.

***
—No puedo creerlo. Estabas diciendo la verdad —dijo Clark mirando a un
mono balancear una pelota en su nariz—. Siento como si debiera estar reportando
esto, sin embargo, seguramente es ilegal.
—¡No te atrevas! —exigió Sam con espanto—. Míralos, son una maravilla. No
prives al mundo de estos pequeños ángeles asombrosos.
—Veo lo mucho que esto significa para ti.
Sam asintió.
—Está bien, así que, ¿qué tal va el negocio de la música? —preguntó Clark
intentando distraerse.
—Maravilloso. ¿Qué hay de ti? ¿Te han considerado para el trabajo?
—Nop y está empezando a preocuparme. De verdad quiero esto; me haría las
cosas mucho más fáciles.
—Tienen que dártelo a ti. Tú apareciste, trabajaste, les haces caso. Por lo que
me dices, ¿cómo es que no se deciden?
Clark fijó la mirada hacia el mono que ahora se dedicaba a balancear una
pelota más grande en su cabeza.
—Deberías dedicarte a dar discursos motivacionales.
—Sabes que siempre tendrás mi apoyo, pero no creo que lo necesites. Te lo 127
van a ofrecer, solamente espera.
Clark le dio una palmada a Sam en el hombro y volvió a mirar al mono. Ahora
prendía un encendedor y lo apagaba.
—Este lugar es espeluznante, compañero. En serio que deberíamos reportar
esto.
CON EL PÁNICO DE LO QUE PODRÍA SER
Clark y Sam estaban sentados en una mesa, simultáneamente llevándose un
vaso de cerveza a la boca, con la blanca espuma enmarcando sus labios y
chorreando por su barbilla.
—¿Qué te pareció? —preguntó Sam.
—¿Qué cosa?
—Vamos. Tú sabes.
Clark respiró hondo y saboreó otro trago de cerveza. Refrescó su garganta y
le causó un cosquilleó mientras tragaba. Permaneció en silencio durante unos
segundos, más para crear una sensación de expectativa, que molestar a Sam.
Finalmente, suspiró de nuevo y dijo:
—Me gusta. Parece demasiado buena para ti.
—Ella es genial, ¿verdad? Sabía que te gustaría. Es una lástima, de todas
formas.
128
—¿Por qué es eso?
—Nueva York nunca pudo ver al verdadero Sam. No me malinterpretes, estoy
contento de haberla conocido, pero podría haber esperado un par de semanas
para aparecer. Privé a una gran ciudad de Sam el Hombre.
—Oh Dios, no vas a empezar a llamarte así de nuevo, ¿verdad?
—No, Sam el Hombre es un tipo soltero. Soy simplemente Sam por estos
días. Es bastante triste cuando lo pienso.
—Sí… seguro. En fin, ¿qué piensas de la mía?
—¿Quién, Bella? Ya la conocía.
—Por alrededor de una hora.
Sam bajó su vaso.
—Bueno —dice, aclarando su garganta—, ella parece buena… demasiado
buena de hecho. Tú nunca habías sido uno de chicas buenas.
—Lo sé —respondí con una sonrisa—. Ella es increíble.
Sam se movió acercándose más a la mesa, y con un gesto procedió a
explicarle a Clark.
—Pero, ¿no te parece preocupante? Estoy feliz por ti, pero estás viviendo en
Dayton, con un trabajo de hombre viejo y, bueno, no iba a decir nada, ¿pero has
visto tu cabello?
—¿Qué tiene mi cabello?
—Está todo peinado hacia atrás y… normal. No tiene estilo…
—¿Tenía estilo antes?
—No, en ese momento estábamos viajando. A lo máximo que podías aspirar
era a mantenerte aseado. Estamos en el mundo real ahora. Este es tu tiempo de
brillar y… bueno, pareces un vendedor de autos de los años setentas.
Clark rió y se peinó el cabello. Estaba engominado y duro al toque. No lo
había pensado, pero sí que ahora prefería más llevar el cabello corto.
—Uhm, no lo sé. Supongo que las cosas cambian. Soy feliz, compañero.
Créeme, no imaginé mudándome a un pueblo como este, pero mientras al volver a
casa tenga a Bella, eso es todo lo que importa.
—Por Cristo, te le vas a proponer, ¿verdad?
—¿Qué?
—Lo harás. Ese es el tipo de cosas que una persona al borde del matrimonio 129
dice.
—Cállate, quién dijo algo acerca de…
—Lo harás; haz aceptado la vida. Nos enseñan de niño que todo lo que
necesitamos es amor, una casa y un trabajo que pague suficiente dinero para que
puedas comprar una minivan. Intentamos luchar contra ello, pero nuestras mentes
quedaron lavadas después de nuestra primera película de Disney. Finalmente te
has rendido. Ya no quieres viajar o trabajar en una gran empresa…
—Cállate. Nunca dije nada sobre no tener ambición. Lo haces sonar como si
tuviera cuarenta y cinco. Todavía soy joven… Aún puedo tener mi trabajo soñado
en una ciudad de ensueño.
—Sí… si Bella también lo quiere.
—Bueno, sí.
—Exactamente. A eso es a lo que me refiero. Ya no es tu vida, es la de ambos.
Tienes que pensar en ella. Enfréntalo, sí se quiere quedar en Dayton y tener una
familia, aquí es dónde te quedarás.
El cuerpo de Clark se había crispado, listo para pelear y discutir. Aunque su
mente no obedeciera.
—No me malinterpretes, estoy feliz por ti pero las cosas por su nombre.
Clark levantó su cerveza bebió la mitad de su contenido.
―Mierda, tal vez tengas razón. No estoy seguro si estoy listo para eso.
—―Listo para eso‖. —Sam se rió—. Ya lo estás viviendo, hermano. No puedes
asustarte algo que ya está sucediendo. —Sam bajó su vaso con cuidado. Su
respiración era estable y su rostro mostraba seriedad. Clark odiaba ambas—. Mira,
todo el tiempo que estuvimos viajando hablaste de un vacío que tenías que llenar.
Ese algo especial que estabas buscando. Bueno… esto es. Sé que lo dijiste en el
teléfono, pero no lo creí hasta ahora. Lo has encontrado, amigo. Bien por ti.
—¿Y si esto no es lo que quiero? —gimoteó Clark removiéndose en su
asiento—. ¿Y si quiero lo que tú tienes? Has encontrado una chica, pero aún estás
en Nueva York con el trabajo que siempre soñaste.
—Este…
—Hablo en serio. Seguro, Bella es genial, pero ¿y si eso no es suficiente? ¿Y si
los tiempos no son los correctos? No sé si puedo vivir en Dayton para siempre con
este trabajo, por los siguientes treinta años.
—Está bien, tal vez me pasé de la raya, estás medio teniendo una crisis. Eres 130
feliz, ¿no?
—Sí, pero…
—No, eres feliz. Eso es lo que importa. ¿Y amas a Bella?
—Sí, claro que sí. Ella es…
—Ahí lo tienes. La verdad es que no sabemos lo que va a pasar en el futuro.
Clark no podía estarse quieto. Tenía ganas de caminar por todas partes, y le
sudaban mucho las manos. Miró frenéticamente a su alrededor sin dejar quieto los
ojos en nada, tratando de encontrar el no sé qué. Entonces en su mente dibujó a
Bella y se calmó. Vio sus ojos y su ritmo cardiaco disminuyó. Pensó en sus besos y
cómo se sentían sus labios en su cuello por la mañana.
El ensordecedor pitido en sus oídos fue reemplazado por un gentil zumbido.
La sonrisa de ella, su presencia, su olor lo trajeron de vuelta. Fue más consiente que
nunca de lo mucho que la amaba.
—Hermano, necesitamos empezar a beber shots… ¡ahora mismo!
SIN TIEMPO PARA RELAJARSE
Clark tomó el bocado de su tenedor y dejó que su boca se llenara con el
sabor. La primera cosa que notó fue el tomate, ligera, una suave salsa mezclándose
con su lengua. Mordió de nuevo y saboreó el pollo, la distintiva sensación y textura
haciéndolo sobresalir del resto. Después de unos pocos segundos, su boca se
calentó. Las especias atacaron, arremolinándose y picando su lengua.
Era fuerte, pero no intenso. Le daba vida al resto del plato, y aseguraba que
no fuera fácil de olvidar.
—Esto está demasiado bueno —dijo, con su boca aún llena—. ¿Quieres
probar un poco?
—No, gracias —contestó Beki, ocupada con su propio montículo de comida.
—Esto es lo que llamo la buena vida. Buena comida, clima hermoso y una
atractiva chica sueca. Síp, esto es por lo qué firmé.
Beki sonrió, masticando y limpiando su barbilla.
131
—¿Qué quieres hacer este fin de semana? —preguntó él, inclinándose sobre
la mesa—. ¿Tienes algo de tiempo para mí?
—No empieces —dijo riéndose—. Tú eres el que ha estado demasiado
ocupado últimamente.
—Touché. Así que… ¿puedo tomar eso como un sí o como un no?
—¿Te refieres a que no tienes planes con Sam y Keira? Porque eso sería una
rareza.
—Estás graciosa hoy, ¿verdad? Y nop, ellos están haciendo cosas de pareja.
Eso significa que todo mi tiempo estará dedicado a ti.
Todo lo que él decía era en tono juguetón, pero ocultaba la incomodidad que
sentía por tener que preguntárselo. Deseaba estar a su alrededor no por un
momento fugaz, sino por una cantidad considerable de tiempo. A pesar de que su
mundo estaba empezando a aliviarse, tenía poca fe de que el de Beki lo hiciera.
—Estoy bastante ocupada, pero seguro podemos hacer algo. ¿Qué tal cena y
una película el domingo?
—Perfecto —dijo, soltando un profundo suspiro de alivio.
—Oh, hay otra cosa, también, pero no puedes enojarte.
—¿Por qué, qué has hecho?
—No he hecho nada. Tengo noticias, eso es todo.
—Continúa…
—Bueno. Cómo sabes, he estado buscando hacer una pasantía de verano,
¿recuerdas?
—Lo recuerdo, sí.
—Me aceptaron en una.
Clark soltó su tenedor y levantó sus manos.
—Eso es genial. Felicitaciones. Oh, necesitamos vino o algo para celebrar. Eso
es lo que hace la gente, ¿no?
—¿Quieres decir que no estás molesto?
—Claro que no, ¿por qué lo estaría?
—Porque empieza el día después que mis clases terminan. Significa que no
podremos hacer el viaje que planeamos.
—Oh, no importa. Podremos hacerlo en otro momento. Estoy contento de
que te hayan aceptado en algún lado. Lo mereces.
Ella pareció relajarse en su asiento. 132
—Gracias. Significa mucho tener tu apoyo.
—Por supuesto.
Clark regresó su concentración a la comida y consideró sus sentimientos.
Estaba contento por Beki. Ella trabajaba duro y, a pesar de que se mostraba fuerte,
sospechaba que ella se preocupaba por el futuro. Sin embargo, parte de él quería
que se lo perdiera y poder pasar el verano juntos y dejar que sus mundos se
volvieran a conectar.
Se sentía culpable por querer que la chica que amaba fracasara. Pero
también la extrañaba; extrañaba su toque y su compañía. Odiaba cómo vivían
porque raramente se veían.
—¿Puedes creer que hemos estado juntos por dieciocho meses? ―dijo,
tomando su mano.
—Es una locura ¿no? Sólo piénsalo, pronto serás un hombre trabajador
totalmente hecho y derecho.
—Tal vez…
—Lo conseguirás. Has trabajado tan duro; están obligados a darte el trabajo.
—Apretó su mano con la suya. Ese toque aún hacía que se le pusieran los pelos de
punta.
—No estaría tan seguro. Creo que ya me lo habrían dicho.
—Pero te dijeron que recién en junio tendrían noticias. No es junio todavía.
—Lo sé, pero no tengo un buen presentimiento. Lo quiero tanto.
—Va a suceder.
No dijo nada.
—De todas formas, aún quedan unas pocas semanas de clases. Disfrútalo
mientras dure.
Agradecía su tranquilidad. Sabía qué ella tenía muchas dudas, pero siempre
las ocultaba. No sabía cómo lo hacía. A pesar de todo lo que habían vivido,
siempre permanecía calmada.
Pero sabía que aún estaba ahí. De vez en cuando, ella mostraba su lado
vulnerable. Era algo breve y raro, pero estaba ahí. Recordó cuando unas semanas
atrás había quedado abatida tras pasar horas preparando solicitudes para varias
pasantías. La abrazó y la presionó contra su pecho. Demostraba estar tranquila en 133
el exterior, pero no podía calmar su corazón.
Una sonrisa se formó; era al único que dejaba alcanzarla en momentos así.
—Sí, será bueno terminar la carrera. Ha sido grandioso, pero estoy listo para
el mundo real —dijo Clark.

***
Bella se sentó y observó a Alex a su lado. Su cabeza apenas sobresalía de las
sábanas exponiendo su cuello. Le acarició la espalda, pensando en su relación y a
donde el último año los había llevado.
Había pensado que terminar su libro le traería felicidad y alivio. Hasta ahora
sólo tenía ansiedad y preocupación. El hombre que más le importaba en el mundo
dormía a centímetros de ella, pero era como un extraño. Se lamentaba por
apartarlo y vivir tan dentro de su imaginación. Lamentaba lo mucho que lo había
descuidado.
También le preocupaba si a él le inquietaba todo esto. ¿Compartía las mismas
preocupaciones? Lo habían hecho una vez, pero ¿seguiría siendo igual?
Debería despertarlo y enfrentar sus problemas. No tomaría mucho tiempo y,
luego de eso, podían quedarse tendidos y hablar por horas. Podrían redescubrirse
y hacer el amor al ritmo del sol despertándose en un nuevo día.
Sin embargo, el miedo no la dejaba. Mientras se quedara acostada, él aún
sería suyo. Aún serían pareja. Si lo confrontaba, podría perderlo todo. Le dolía la
garganta y su visión se volvió borrosa a medida que las lágrimas empezaron a
formarse.
Enterró su rostro en el cuello de él y apoyó la mano sobre su pecho. Fue
cuidadosa de no despertarlo, pero quería sentirse cerca.
—Te amo —susurró.

134
CON UN COMETA DANZANTE & UNA CHICA
PELIRROJA
Una cometa bailaba con el viento, sus cintas amarillas y rosadas enredándose
contra el cielo azul. La pequeña chica pelirroja corría, halando de la cuerda larga
con su mano y casi cayéndose sobre sus pies. Bella la observaba, sosteniendo una
taza delicada entre sus dedos y bebiendo su contenido caliente.
—Así que… esto es lo que haces en Dayton, ¿no? —preguntó Keira, señalando
alrededor con su taza de té.
—Eso me temo. Difícilmente se compara con el ritmo de Nueva York, ¿cierto?
—Quizás no, pero me gusta. Es pintoresco, aunque no estoy segura si podría
soportarlo mucho tiempo. Estoy demasiado acostumbrada a poder ordenar comida
china a las cuatro de la mañana.
Bella amagó a juguetear con un mechón de cabello suelto, pero no lo
encontró, seguía sin acostumbrarse a su nueva apariencia. 135
—Sí, no creo que consigas eso por aquí.
Bella había estado esperando conocer a Keira, pero le preocupaba que se
hubiera emocionado demasiado. Veía las fotos de Keira en línea y parecía ser de la
clase de chica que disfrutaba de la apariencia a la moda e individual de la mujer.
Keira era Nueva York y Bella no lo era. No sólo le preocupaba que el encuentro con
Keira no llenara sus expectativas, también dudaba que pudiera coincidir en algo
con ella.
—Bueno, este lugar parece funcionar para ti. Clark y tú se ven juntos —dijo
Keira.
—Gracias. Sí, las cosas están bien. Ha tomado su tiempo, pero ahora todo es
perfecto.
—Eso es bueno. Nunca es fácil, dejar entrar a alguien, pero es magnífico
cuando lo logras. Hace que todo valga la pena.
Bella se llevó la mano al cabello de nuevo, pero nuevamente no encontró
mechones con los que jugar.
—Sí, así es. ¿Qué hay de ti y Sam? ¿Cómo lo soportas?
—No tengo idea. Él es una pesadilla, te lo juro. Pero qué puedo decir. Lo amo.
Como mi mamá siempre dijo, no puedes elegir de quién te enamoras.
—Muy cierto. Bueno, por lo que dice Clark, es un gran tipo. Es lindo que haya
encontrado a alguien.
Keira levantó la taza de porcelana y asintió.
—Así que, ¿cuándo cambiaste tu cabello? Está diferente a las fotografías que
Sam me mostró.
Bella inmediatamente se llevó la mano al cuello y pasó los dedos por la corta
longitud del pelo.
—Hace unas semanas. Aún no me siento cómoda.
—Se ve grandioso. Apuesto que te puso nerviosa hacer el cambio, ¿verdad?
—No creo que alguna vez haya estado tan nerviosa en mi vida —dijo Bella
riendo—. Es estúpido lo loca que nos volvemos por el cabello, ¿verdad? Pero,
necesitaba un cambio. Mi vida es fenomenal en estos momentos, supongo que
quería darle la bienvenida con un nuevo aspecto.
—Te queda bien —dijo Keira, señalando con su taza hacia Bella—. Es bueno
agitar algunas plumas de vez en cuando. 136
Bella recordó el rostro de Clark cuando la vio por primera vez. Su reacción la
preocupó, pero luego de los segundos iniciales, la levantó en brazos y la cargó
hacia la habitación.
—Estoy de acuerdo —dijo ella, evitando sus ojos y sintiéndose un poco
sonrojada.
—Está bien —dijo Keira, juntando las manos—. ¿Cuáles son las posibilidades
para convencerte de mudarte a Nueva York algún día? Sam seguramente amaría
estar con Clark y sería lindo tener a alguien que entiende cómo es ser la otra.
—Esos dos realmente son como una pareja de casados ¿cierto?
―¡Me vuelve loca! Cada día es Clark esto y Clark lo otro.
Bella asintió en comprensión.
—Sé a lo que te refieres, pero no creo que pueda vivir en una ciudad grande
algún día. No estoy diciendo que siempre nos quedaremos en Dayton, pero no
puedo imaginarme mudándome, para ser honesta. Este es mi hogar.
—No puedes culpar a una chica por intentarlo —dijo ella, mordiéndose el
labio.
—Lo siento. Tal vez ustedes puedan mudarse ustedes aquí cuando se cansen
del ajetreo y el ruido.
—Sí, quizás… ¿Así que piensas que esto podría ser lo definitivo, entonces?
—¿A qué te refieres?
—Aquí… en esta ciudad… con Clark. ¿Por el resto de tu vida?
A Bella le sorprendió la pregunta. Se removió incómoda en su silla.
—No lo sé. No he pensado en eso realmente.
—Lo siento, no era mi intención entrometerme…
—No, no, está bien. Solamente no lo he pensado. Paso tanto tiempo
intentando aclarar mi cabeza con el presente, que ni siquiera se me ha cruzado por
la mente el futuro.
―Y…
Hizo una mueca con la boca.
—Me gusta mi vida aquí. ¿Es eso malo? ¿Estar conforme a nuestra edad?
—Por supuesto que no. Mientras más rápido encuentres la felicidad, mejor.
137
—Lo sé, pero es muy pronto, ¿no lo crees? Estar feliz porque vayamos
envejecer en la ciudad en la cual crecí. Ser maestra. Tener una pequeña casa con un
jardín trasero bonito. Es todo un poco… de los cincuentas, ¿no crees?
Keira se rió y se lamió los labios.
—Tal vez lo sea, pero si eso es lo que quieres ve por ello.
—¿Y si Clark no lo quiere?
—Creo que Clark querrá lo que sea que tú quieras.
Bella suspiró y se apoyó en la mesa. Había pasado meses intentando
averiguar el ahora. El futuro era sólo eso. Se tendía delante de ellos. Aunque quizás
estaba más cerca de lo que pensaba. Quizás era algo que debería pensar… o, peor
aún, discutir con Clark.
¿Estaban ellos listos? ¿Querrían la misma cosa? ¿Era esto donde las parejas se
daban cuenta cuán compatibles eran? ¿Era aquí donde el declive entre sus padres
comenzó?
—Hey, no te preocupes por eso —dijo Keira, acercándose—. No pretendía
asustarte. ¿Qué tal si hacemos algo un poco menos serio? Estoy pensando en
cócteles y hombres sexys ofreciéndonos pagarlos.
—No podemos hacer eso.
—Oh, ¿y por qué es eso?
—Es de tarde. Además, ambas tenemos novios…
—Primero que nada, siempre es hora de beber en algún lugar del mundo.
Simplemente tenemos que guiarnos por la zona horaria que nos convenga. Y por
lo de los novios, bueno, eso es lo bueno de ser jóvenes y atractivas. No tenemos
que dar nada a cambio por nuestro encanto. Aparte, un poco de coqueteo ayuda a
mantener la imaginación viva. Clark te lo agradecerá, créeme.
Una avalancha se agitó en el interior de Bella. Era energética y rebelde. Se dio
cuenta qué era lo que esperaba que Keira trajera: un elemento de ciudad a un
pueblo adormecido. Una versión de Sam, sólo para ella. No quería escuchar
historias, sino ser parte de ellas. Sus palabras le habían despertado las ganas de
algo diferente, y, antes de darse cuenta, ya estaba asintiendo de acuerdo a lo que
sea que Keira dijera.

138
SIN UN CALABACÍN PARA SOSTENER
Las cajas de frutas y verduras estaban todas mezcladas entre sí. Era un lienzo
de color y olores. El aire era fresco y húmedo pero estaba contaminado con una
gran variedad de esencias. Bella nunca podía concentrarse en los grandes
supermercados; había demasiadas cosas sucediendo en un solo lugar.
Reconocía muchas de las ofrendas, pero había otras de las cuales no tenía
idea qué eran. Sacó su teléfono y marcó, manteniendo su mirada en las montañas
de verduras todo el tiempo.
—¿Te gusta el calabacín? —preguntó.
—¿Bella? No estoy seguro de haber probado uno antes, ¿por qué? —dijo
Alex.
—Voy a cocinar una cena romántica y estoy en el supermercado escogiendo
ingredientes. Por el momento, he decidido que incluirá verduras.
—Oh, está bien...
—¿Por qué? No tenías nada planeado, ¿verdad?
—No, no. Bueno, nada que no pueda cancelar. 139
Ella se desplomó contra el carro de compras. Momentos antes, se había
sentido confiada y altiva, pero de pronto se sintió desanimada y pesada.
—Lo siento, debería haberte dicho algo esta mañana. Quería que fuera una
sorpresa.
—No, está bien. Es encantador, de hecho.
—¿Estás seguro?
—Estoy más que seguro —dijo, aclarándose la garganta, su tono pareciendo
contradecir sus palabras.
—Está bien... muy bien —dijo ella, tratando de serenarse—. Vuelve de trabajar
y voy a tener la comida hecha. Sólo asegúrate de traer apetito, porque todo lo que
haga será en grande.
Colgó tan rápido como pudo y trató de olvidar partes de la conversación.
Su día había comenzado con esperanza; una confianza sorprendente se
apoderó de ella mientras se duchaba y planeaba su día. Había dejado que Alex se
alejara, pero lo recuperaría. Volvería a conectarse con él, y nunca lo dejaría ir. Se
aseguraría que su libro no fuera la razón del fin de su relación.
Se había movido con vigor, entusiasmo y voluntad durante la tarde, y no
podía esperar por colocar sus brazos alrededor de Alex y susurrar cómo se sentía;
el cómo lo lamentaba, y recuperar su vida. Lo imaginó besándola apasionadamente
y aferrándose a su cuerpo. Él la perdonaría y todo volvería a la normalidad.
Pero la llamada telefónica le dejó pensativa. Su mente no dejaba de irse por
sombríos caminos, a pesar de su insistencia de no hacerlo. ¿Era mucho pedir que
todo volviera a la normalidad? Una comida... ¿qué mal podría hacer?
Vamos, pensó. Deja de preocuparte tanto. Simplemente disfruta de esta
noche. Se trata de Alex. Él no es como los demás. No hay nada de qué
preocuparse.
Sus fracasos amorosos del pasado seguían atormentándola. Quería olvidarse
de todo eso, y concentrarse en el futuro. ¿Podría alguien verdaderamente olvidar el
dolor de años?
Ella había permitido que sus relaciones se deshicieran antes, pero ninguna de
ellas había sido con Alex. Esto no era una aventura de verano o un romance fugaz,
era importante y real.
Este era su libro... su sueño... la pasión que alimentaba todas sus pasiones.
Alex la entendía, ¿no? La apoyaría y también querría que todo volviera a la
normalidad. En el pasado siempre dejaba que estas preocupaciones la dominaran y
se salieran de control. No esta vez. Ella era diferente a la chica que una vez fue.
Ahora era una mujer con un sueño y un destino.
No estaba sola, tampoco. Estaba con un hombre que la amaba, un hombre
que era su mejor amigo, un hombre que la anheló durante cuatro años, y no
renunció a ella igual que el resto. 140

***
—Hermano, estaba pensando —empezó Sam, apuntando con su tenedor
hacia Clark.
—Esto debería ser interesante.
—Lo es en realidad. Quiero que imagines que soy una ballena.
—¿Una ballena?
—Sí, sólo sígueme la corriente —continuó—. Y tú eres humano…
—Es bueno saberlo.
—Y tú vienes a mí y me preguntas: Hola, señor Ballena, ¿disfrutas de nadar
durante todo el día? —Clark suspiró—. ¿Qué crees que diría...? Es decir, como
ballena.
—¿Como ballena?
—Sí.
—Bueno, visto que eres una ballena y todo, ¡nada... porque eres una jodida
ballena!
—Pues, no estoy de acuerdo.
—Asombroso.
—Creo que diría: ¿Qué es esto de nadar de lo que estás hablando?
—¿Qué?
—¿Piensa en ello?
—Preferiría no hacerlo.
—En serio, piensa en ello. No es nadar para una ballena; es simplemente una
forma de vida. El hecho de que la clasifiquemos como algo no significa que la
ballena considere lo mismo. Demonios, podríamos ser nosotros los que nadan a
ojos de ellas. Interesante, ¿no?
—No.
—Sí que lo es.
—Sólo cómete tu maldita pizza.
Sam sacudió la cabeza.
—Lo siento por ti, de verdad. Debe ser triste no imaginar lo fantástico. Muy
triste.

141
CON NUEVOS OJOS
El reflejo de Clark le devolvía la mirada. Estaba lleno de terror y aprensión. Se
burlaba de él y mostraba compasión. Sabía por qué, también. Detrás del hombre
en el resplandor de la ventana, en la vitrina habían acomodado una variedad de
anillos. Brillaban y resplandecían y bailaban. Cualquier otro día, serían hermosos,
pero en este momento, eran aterradores.
Era la imagen de compromiso y de lo que deparaba el futuro. Su corazón se
aceleró y algo se apretó en sus pulmones. Era como una plaga, que viene de la
nada y mata todo lo encuentra.
El mundo a su alrededor giraba, y sus pies luchaban para mantenerlo en
posición vertical. Sus ojos se nublaron y se aferró a la ventana, presionando sus
palmas contra el vidrio. Sacó su teléfono.
—¿Qué me has hecho? —dijo, un poco demasiado fuerte—. Estoy perdiendo
la cabeza.
—¿De qué diablos estás hablando? —preguntó Sam.
—¡Tú! Tú y tu estúpida palabrería sobre el matrimonio…
—Ya hablamos de esto. Todo está en el pasado, sólo sigue adelante.
142
—No puedo seguir adelante. Estoy frente a una joyería mirando anillos de
compromiso —dijo, levantando su voz de nuevo y apuntando a la ventana.
—¿En serio?
—Sí.
—Eso es genial.
—¿Cómo que es genial? Está súper lejos de ser genial, es malditamente irreal.
—Bueno, sí, obviamente, cuando lo dices así. Pero nadie te obligó a ir allí, ¿o
no? Esto significa que una parte de ti lo quiere.
Clark se movió para hablar, pero su boca se negó a cooperar.
—Bueno, sí... tal vez… ¡pero ese no es el punto! La semana pasada esto no era
ni siquiera una posibilidad, y entonces hablaste. ¡Eres el diablo!
—No inventé el matrimonio. Simplemente lo traje a colación.
—Exactamente. Envenenaste mi mente.
—Dios Santo, te dejo en paz durante dos días… ¿qué dos días? ¡Un día y
medio! y ya te me desmoronas. Sabía que volver a Nueva York era una mala idea.
Bien, ¿qué es lo que quieres hacer?
Clark tocó su pecho y brazos en la esperanza de encontrar una respuesta.
—No lo sé.
—Perfecto... ¿amas a Bella?
—Por supuesto que sí.
—¿Y puedes imaginar pasar el resto de tu vida con ella?
—No sé... tal vez... creo que sí.
—Correcto, y ¿puedes darte el lujo de comprar los anillos frente a ti?
—Supongo que sí.
—Entonces me suena como si estuvieras listo para casarte.
Clark apretó la punta de los dedos de sus pies, casi rompiendo el teléfono en
su mano.
—No. ¿Cómo puede ser así de simple? No es así de simple. ¡Estás
simplificando las cosas!
—¿Qué es exactamente lo que esperabas? ¡No es física cuántica! Es amor.
—Tiene que haber algo más. Tiene que ser una señal o algo así.
—¿Me hablas en serio? ¿Una señal? —Sam se echó a reír—. Este no es uno de
esos libros que lees para impresionar a las chicas. Esta es la vida real. No hay
ninguna señal. Vives, amas, y luego decides lo que quieres. ¿Se trata de un disparo
en la oscuridad? Claro, por supuesto que lo es. ¿Vas a ser definitivamente feliz? No,
probablemente terminarás desgraciado. 143
—¿En serio? ¿Así es como me ayudas?
—Déjame terminar. Tienes que preguntarte si te parece que estás listo, y si es
así, a por ello.
Clark observó su reflejo de nuevo. Sus ojos estaban llenos de pánico.
Entonces se enfocó en los anillos y su tensión disminuyó. No estaba preparado, lo
sabía, pero también amaba a Bella y en cierto modo estaba más listo que nunca.
Los anillos estaban puestos sobre un fondo púrpura oscuro, lo que los hacía
brillar como estrellas en una noche clara. Un anillo en particular llamó su atención
y se acercó más, tratando de llegar a él, pero siendo detenido por el vidrio en su
lugar.
—¿Sigues ahí? —preguntó Sam.
—Sí.
—¿Cómo te sientes?
—Monstruosamente calmado. Bueno, algo así. Mi corazón todavía se siente
como si fuera a quebrarme la caja torácica, pero ya no quiero matarte, así que eso
es una mejora.
—Muy bien, ¿cuál es el plan?
Alejó el teléfono de su oreja y miró la foto de Bella en su pantalla. Miró de su
teléfono a los anillos, y de los anillos al teléfono
—No lo sé.
—Simplemente tómate tu tiempo. No hay prisa, recuerda.
—Supongo que no.
—Ahí lo tienes. Mantenme informado, ¿sí?
—Claro, hombre.
Colgó y dejó caer el teléfono en el bolsillo. Podía sentirlo tibio contra su
muslo, pero no se sentía real. Era distante y onírico. Su mundo estaba brumoso y
saliéndose de contexto, pero su corazón estaba en calma. Sus ojos seguían fijos en
la delicada, agraciada y perfecta forma del anillo.
No quería estar aquí en la tienda, quería estar en casa con Bella acostada
sobre su hombro. Quería oír su suave respiración mientras ella dormía a su lado. Él
le acariciaría el pelo y besaría su cuello, y luego, cuando se despertara lentamente,
la miraría a los ojos y se entregaría a ella. Ella lo protegería y se fortalecerían
juntos.
Pero él no estaba con Bella. Estaba de pie fuera de la joyería. Su corazón, sin
embargo, estaba firme. No latía fuera de control y no sentía pánico, no como hace
unos minutos. Pero debería. Él debería querer huir.
Su vida se había convertido en la única cosa que estuvo evitando por años.
Era predecible y fácil. Se despertaba, salía y volvía a casa. Era lo mismo cada día... 144
cada semana... y cada mes. No era lo que quería, pero tal vez sí lo era. ¿Por qué
sino no podía dejar de mirar el anillo?
¿Por qué querría entrar a la tienda y entregar su tarjeta de crédito?
¿Por qué quería ir a casa a besar a Bella y ofrecerle su alma?
SIN ESPERAR
Las diminutas letras negras desaparecían bajo los dedos de Clark mientras
tecleaba y presionaba. Su atención era firme como roca y nada podía impedir que
escribiera. Estaba totalmente metido en eso, e inspirado para terminar. Nada
podría interrumpir su trance, pero entonces, sin previo aviso, su teléfono sonó y lo
hizo saltar de sus cavilaciones.
—¿Hola? —preguntó saliéndose del trance.
—Clark, ¿puedo verte en mi oficina, por favor?
—Oh, señor Thwaite, sí. ¿Cuándo?
—Ahora, por favor. Gracias.
El teléfono se cortó. Clark no se movió durante un segundo, mientras trataba
de descifrar la conversación. Pensó en lo que podía haber hecho.
Se puso de pie y recorrió el corto camino a la oficina de su jefe. Era una habitación
que había temido desde el primer momento en que entró en ella. El poderoso
hombre era agradable, pero Clark sentía que había más en él. Que debía ser
cauteloso, temeroso y evitarlo siempre que fuera posible.
De repente tenía la puerta frente a él y su tiempo para pensar, terminó. Respiró 145
hondo y se aventuró dentro.
—Ah, Clark, toma asiento.
—Gracias, señor.
—Por favor, no tienes que llamarme señor, o señor Thwaite. Llevas mucho
tiempo aquí, lo suficiente como para llamarme Bill.
—Oh, lo siento.
—¿Cómo va todo? Casi has terminado tu curso, ¿verdad?
—Sí, señor... quiero decir, Bill, sólo un examen más y entonces mi tesis.
—Así es, estás basándote en tu proyecto actual, ¿no? Inteligente, matar dos
pájaros de un tiro.
—Eso es lo que pensé —dijo Clark, sus nervios suavizados.
—Supongo que esto significa que nuestro tiempo juntos está llegando a su
fin.
Los hombros de Clark se hundieron al darse cuenta de lo que se trataba la
discusión.
—Sí, me temo que sí —dijo, usando sus brazos para sostenerse a sí mismo—.
Ha sido increíble, sin embargo, gracias por…
—Bueno, no tiene por qué terminar.
—¿En serio?
—Clark, has sido un buen trabajador y te ambientaste más rápido que la
mayoría. Estaríamos locos si te dejáramos ir.
—Gracias, señor.
—Así que, ¿qué dices? ¿Te gustaría trabajar aquí a tiempo completo?
Cuando te hayas graduado, por supuesto.
—Me encantaría. Eso sería genial, gracias, y sí, me encantaría.
—Bueno, bueno —dijo—. Me gustaría que empezaras como Ejecutivo Junior,
pero estoy esperando grandes cosas de ti. Esta compañía es un buen lugar para un
hombre joven con ambición. En el plazo de un año, podrías estar aquí de nuevo, y
yo estar ofreciéndote una promoción. Si no, bueno, esperemos que no llegue a
eso.
—Por supuesto, señor —dijo, recordando por qué su nuevo jefe le había
causado aprensión en su primer día. Tenía una manera de ser a la vez
tranquilizador y exigente. Le daba la bienvenida a su mundo, pero mantenía las
distancias.
—Genial, te sugiero que vayas a ver a Linda en Recursos Humanos. Ella se va
a encargar de los papeles de la visa contigo. Todos esos trámites... no son para mí.
Clark oyó las palabras, pero no lo escuchó totalmente. 146
—Está bien, entonces, voy a dejar que vuelvas a ese proyecto tuyo.
Bienvenido a la empresa.
—Encantado, estoy en ello. Y gracias de nuevo, señor, quiero decir, Bill. —Él
se puso de pie y con paso seguro dejó la oficina. Tan pronto como salió al pasillo,
tomó su teléfono y llamó—. No vas a creer lo que acaba de suceder —dijo, sin
dejar que la persona en el otro extremo hablara.
—¿Saliste del closet?
—Me dieron el trabajo.
—¡Qué bárbaro! Eso es increíble. ¿Cuándo sucedió? —preguntó Sam.
—En este momento. Bill me llamó a su oficina y directamente me lo dijo.
—¿Bill?
—Sí, es un buen tipo. No tengo ni idea de por qué le tenía tanto miedo.
—Sí, estabas aterrorizado. Es formidable. ¿Qué dijo Beki?
—No le he dicho todavía.
—Espera, ¿me estás diciendo que saliste de la oficina y me llamaste a mí?
—Sí...
—Me siento halagado, pero ¿no crees que debería estar diciéndole esto a tu
novia primero?
—Vaya, eso es malo, ¿no? Cristo, ¿por qué demonios te llamé?
—Un poco retrasado, pero no importa. De todos modos, ¿cómo vamos a
celebrar? ¿Concierto? ¿Bar? ¿Strip Club?
—Debería llamar a Beki.
—Está bien, que sea así. Llámame más tarde. Tenemos que brindar por esto
como verdaderos caballeros.
Clark colgó y miró la pantalla en negro frente a él.
¿Por qué diablos llamaría a Sam antes que a Beki? pensó.
La idea era inquietante. Aunque era una discusión evitada más que
confrontada, significaba que no tenía que preocuparse de volver a casa. Su relación
con Beki era algo seguro, pero un reloj en cuenta regresiva para Clark. Esa bomba
ahora se ha reiniciado, sin embargo, y ella no estaba en la cima de su lista.
¿Qué carajos está mal conmigo? pensó de nuevo, una preocupación
incómoda comenzaba en su interior.

***
—¿Hoolaaa? —preguntó Brian, chasqueando los dedos—. Por lo general,
cuando le doy a la gente su fecha de publicación, me abrazan. Algunos incluso me 147
invitan a un trago.
—Lo siento, es todo un poco surrealista —se excusó Bella.
—¿Estás tratando de decirme que los últimos meses no lo han sido?
—Un poco, pero no de esta manera.
—Vamos, ¿qué pasa?
—Nada, es sólo mucha presión, ¿no? Sé cómo escribir un libro, algo así, pero
vender uno...
—Hmmmm, no lo creo. Es algo más. Vamos, dime.
Ella se movió en su asiento y se acomodó más al borde.
—Voy a tener que viajar, ¿no?
—Un poco, sí. Para empezar sólo será algo local. Pero, si todo va bien,
entonces sí, tendrás que viajar.
—Eso es lo que me imaginé. He descuidado a Alex tanto en los últimos
meses… Bueno, no todo puede ser perfecto ¿verdad?
Brian se rió y se sirvió un vaso de agua.
—¿Supongo que te ha estado reclamando?
—¡No! —prácticamente espetó—. De eso se trata: a él no parece importarle.
Él sólo pasa tiempo con sus amigos del trabajo.
—Jesús…
—El otro día preparé una cena romántica. Realmente traté, y ¿qué sucedió? Él
llega tarde a casa porque estaba ayudando a Charlie a terminar algún trabajo.
—¿Quién es Charlie?
—No sé, un chico de su oficina. Nunca me habla mucho sobre su trabajo. —
Ella se hundió en su silla y se cruzó de brazos—. Así de increíble como es una gira
de promoción, no me va a facilitar mucho las cosas.
—Bella, dentro de dos meses tu libro ocupará sitio en estanterías reales.
Gente que nunca has conocido leerá tu obra maestra y se enamorará de ti. Este es
tu sueño. Demonios, es el sueño de todos. ¿Qué tal si dejas de poner mala cara
como un niño pequeño y sonríes?
Se hundió en su asiento aún más con recuerdos de visitas a la oficina del
director martillando sus sesos.
—Lo siento.
Se sentó y puso las palmas de las manos sobre el escritorio.
—Entiendo de dónde vienes, pero este no es el mejor momento para echarte
para atrás. Sólo hay una oportunidad en esto. No querrás estar preguntándote
dentro de unos años ―qué hubiera sido si…‖
Ella negó con la cabeza. 148
—Me lo parecía. —Él se puso de pie y se acercó a su silla—. Mira, vete a casa
y habla con él. Dile acerca de todo, incluyendo todas esas inseguridades que
tienes. Lo más probable es que sienta lo mismo.
Ella levantó la barbilla y sonrió. No era grande, pero fue suficiente.
—Está bien, voy a intentar.
CON EL MÁS GRANDE “QUÉ TAL SI…”
Cuando Bella abrió la puerta, Clark la estaba esperando del otro lado. Fue
sorprendida por el inesperado recibimiento, pero sonrió cálidamente al tener al
hombre que amaba a sólo centímetros.
—Eh, tú. ¿Qué estás haciendo?
—Nada. ¿Qué hay de ti?
—Oh, ya sabes, sólo pasar por la puerta.
—Genial.
—De acuerdo, ¿qué pasa contigo? Estás actuando un poco extraño.
Él se mordió los labios y sonrió ladeado.
—No vas a decir eso cuando hayas visto lo que he hecho.
Bella entrecerró los ojos e inclinó la cabeza hacia un lado. No podía decidirse
si animarse o llamar a los bomberos.
—Hmmm, ¿qué?
—Huele. 149
—¿Qué?
—¿No lo hueles?
Inspiró por la nariz y al instante lo comprendió. Pollo asado y verduras. Podía
hasta saborearlo en su lengua.
—Vaya, vaya. Has hecho mi favorito.
Él asintió, la seductora sonrisa socarrona aún ahí. Se puso de puntitas y lo
besó en la mejilla, apretando su puño alrededor de su camisa.
—Está bien, quiero que te cambies y te relajes hasta que esté listo. Me he
ocupado de todo, así que no tienes nada de qué preocuparte. ¿Suena bien?
—Suena muy bien.

***
Bella se dejó caer encima de Clark y le acarició el cuello.
—Estoy tan llena. Gracias por la cena, amor.
—De nada. ¿Qué tal una película para terminar la noche?
—Suena perfecto. Mientras no tenga que moverme.
—Hmmm, a menos que sepas cómo desafiar la física vas a tener que hacerlo.
Estoy medio atascado.
—Pero estoy tan cómoda…
—¿Qué tal un trato? Yo pongo el DVD y tú buscas las bebidas.
—O —respondió ella, con la cabeza aún presionada contra su mejilla—,
¿pones el DVD y también consigues las bebidas?
—No hay trato.
—Bien. Pero más te vale que aprecies lo mucho que hago por ti —dijo ella,
sonriendo y frotando su nariz contra la suya—. Te amo.
Se levantó y se tambaleó hacia la cocina. Su estómago se sacudía con cada
paso, pero la idea de una noche acurrucada con Clark la hacía sonreír. Rodeó la
esquina y se dirigió hacia el refrigerador, pero un destello rojo le llamó la atención.
Había un paquete de rosas apoyado contra la tostadora. Una cálida sensación le
revoloteó en su pecho.
—Eres una gran blandengue —se dijo en voz baja.
Recogió las flores y las acercó hasta su nariz, el olor fresco jugando con sus
sentidos. Respiró hondo una vez más, pero se percató entonces de una pequeña
caja negra posada allí. Devolviendo cuidadosamente las flores a la mesada, la
alcanzó; era ligera, aterciopelada y suave al tacto. El cierre estaba rígido, y necesitó
de más fuerza de lo que hubiera pensado.
Con un chasquido suave, se abrió y descubrió el brillo característico de una 150
joya. No pudo determinar de inmediato qué era, pero entonces lo entendió. Su
primera reacción fue abrir los ojos, negándose a parpadear.
Entonces su corazón empezó a latir como si hubiera corrido cien metros.
Martilleaba y golpeaba, pataleaba y bailaba. Por último, le empezaron a temblar las
manos casi perdiendo el agarre de la caja. Estaba perdida en su propio mundo, y el
tiempo parecía haberse paralizado. Era suyo y de nadie más.
—Te amo, Bella —oyó desde atrás. La familiar voz la regresó al mundo real,
pero su mano seguía temblando. Se giró hacia él—. He pasado toda mi vida
buscando algo, un algo que faltaba, un algo que no entiendo. Entonces, un día,
una chica se sentó a mi lado en un autobús y todo cambió. Ya no necesito buscar
ese algo. Tú eres lo que he estado buscando por mucho tiempo, y me siento muy
afortunado de haberte encontrado. ¿Querrías casarte conmigo y completar mi
búsqueda? ¿Dirías que sí, y me terminarías de completar?
Oyó las palabras, pero sonaba como si estuviera bajo el agua. Era como un
sueño, y su mano siguió temblando. Movió sus labios. Nunca los había sentido tan
pesados y secos. No podía parpadear. Todo lo que podía ver eran los ojos de Clark,
y esperar nunca perderlos de vista de nuevo.
Había pasado incontables noches imaginando lo que esto se sentiría. Cómo
su corazón reaccionaría a las palabras más hermosas que ella pudiera oír. Un
hombre, un hombre que amaba, que quería darle su vida. No sólo la quería, la
necesitaba.
¿Era suficiente? Un sí era la palabra más fácil de decir, pero ¿sería la correcta?
¿Era esto lo que quería?
Rápidamente pensó en Keira y en el día que pasaron sin preocupaciones
juntas. Había sido diferente a todo lo que alguna vez hizo, y decir que sí, ahora
mismo, haría sus futuras aventuras todo menos imposible.
Pensó en sus padres y la forma en que una vez se habían amado. Cómo su
padre había pronunciado las mismas palabras que Clark, pero luego hizo a un lado
su fidelidad y le rompió el alma a su madre.
Entonces imaginó una vida sin Clark. Pudo ver su rostro cuando dijera que no
y se preguntó si alguna vez podrían recuperarse. No podía causarle ese tipo de
dolor. No sólo él, sino a ella misma también.
Movió su mirada hacia el anillo, su mano aun temblando y perdiendo agarre.
Apretó sus dedos alrededor de la caja y se perdió en el brillo. Era hermoso y
fantástico. Apartó su mirada y volvió sus ojos a Clark. Sabía. Sabía cuál era su
respuesta y la que siempre sería.
—Sí —susurró.
Clark dio un paso, y le sacó la caja de las manos. El temblor en sus
extremidades era menos severo ahora. Él le tomó la mano y delicadamente deslizó
el anillo en su dedo. Apenas tuvo tiempo de ver qué tal le quedaba contra su piel, 151
antes de que la besara. Cerró los ojos y se olvidó del mundo; el contacto de sus
labios era todo lo que necesitaba.
SIN ALAS PARA VOLAR LIBREMENTE
Hileras de nubes bailaban por el cielo, mezclándose unas con otras,
deshaciéndose y volviéndose a formar, encontrándose y esquivándose. Bella las
seguía en cada movimiento con la cabeza apoyada en la áspera almohadilla. Ella
suspiró y jugueteó con sus pulgares. Un ansioso e irritable sentimiento la
embargaba. Quería salir y ser libre, al mismo tiempo que se alegraba de lugar en el
que se encontraba.
152
Cerró los ojos y trató de tapar el hecho de que se encontraba treinta y tantos
mil pies en el aire y sin tener ningún tipo de control. Siempre había podido
sobrellevar su inquietud a volar con Alex a su lado y calmando sus nervios. Sin
embargo, ahora se encontraba sola.
Apretó los párpados cerrados y consideró lo que le esperaba. Aterrizaría y
estaría siendo esperada por un encantador chofer con un sombrero de chofer en
una mano, y un cartel con su nombre en la otra. Sería llevada a un prestigioso
hotel donde sería recibida con sonrisas y admiración. Comería sola y disfrutaría de
un buen vino gratis. Al menos eso es lo que se imaginaba era la vida de una
escritora en promoción. El persistente pensamiento de bajar a tierra le tocaba el
hombro a cada rato, pero por ahora sus fantasías eran las únicas compañeras que
recibiría.
Al abrir los ojos, abrió su portátil y esperó a que iniciara. Abrió la colorida
hoja de cálculo que contenía su mundo entero, con notas de adónde ir, cuando
estar allí, y qué tomar. Había guardado nombres que nunca había oído y tareas
que no le importaban. Escribir, en lo que a ella se refería, implicaba pluma y papel
o dedos al teclado.
La realidad, sin embargo, tenía otras ideas.
Tipeó algunas teclas y retrocedió en el tiempo. Una enorme celda roja
destacaba del resto. Decía: Un nuevo comienzo-El viaje de Su Vida, por el día que
Brian le había dicho que su vida nunca sería la misma de nuevo.
Antes de ese cuadro rojo, su calendario había sido relativamente simple y
vacío. Después, todo un caos. Reuniones, encuentros y sesiones de lluvia de ideas.
Se estremeció al recordarse sentada en las mesas con la gente de marketing y
personal de ventas, todos hablando y usando términos que no entendía. Su libro,
que anteriormente había sido suyo, de repente se convirtió en el de ellos. No era
más que parte de un equipo. Apenas una de las tuercas de una máquina mucho
más grande.
Un escalofrío la recorrió al pensar en las numerosas averías y los ataques de
llanto. Cuanto más se acercaba el lanzamiento, menos comía, dormía, y hablaba.
—¿Desea algo de beber, señorita? —preguntó la azafata, tocando la espalda
de Bella.
—Oh, no, gracias —dijo ella, frotando su cuello—. ¿Cuánto tiempo falta hasta
que aterricemos?
—Alrededor de una hora —respondió la azafata en un suave acento
australiano.
Bella asintió y volvió su atención a la pantalla. Otra celda roja sobresalía de
las otras: ―Día del Lanzamiento de El Viaje de Su vida‖
Su libro —su vida, en la medida de lo que ella se refería—, había sido
presentado al mundo para que lo odiara o lo amara o les diera igual.
153
¿Cómo pasa tan rápido el tiempo? Todavía era junio, sin duda, pero su
horario decía lo contrario. Encontró un tercer cuadro rojo, pero en este había un
número en vez de palabras: 10000 en fuente grande, y negrita. Recordó el
momento en que Brian la había arrastrado hacia un lado para darle la noticia. Tenía
el rostro colorado y vivo. Nunca había visto tanta emoción de su parte mientras
decía:
—¡Aquí es! Este es el momento en que tu vida cambia.
Los números, al parecer, significaban mucho. Ella no entendía entonces, ni
tampoco comprendía mucho ahora, pero simplemente así era. Era consciente de
que a su libro le iba bien. Había recibido críticas muy favorables y capturado la
imaginación de aquellos que lo leían, pero no tenía nada con qué compararlo.
Su vida se volvió cada vez más agitada. Los días se corrían unos a los otros, y
luego fueron las semanas las que pasaban y pasaba. Seguía en junio, sin duda,
pero si ese era el caso, ¿por qué su calendario decía octubre? Las ocasionales
firmas de libros se convirtieron en muchas. Fue conquistando el mercado local, con
cada viaje arrastrándola más lejos de su casa. Se le pidió que diera conferencias,
que leyera fragmentos del libro y asistiera a entrevistas.
Y ahora, un nuevo hito se había fijado. Un nuevo país... tierra extranjera... un
lugar en el que nunca había estado antes.
—Señoras y señores. —Los altavoces alrededor rechinaron—. Vamos a llegar
a Wellington sin retrasos en una hora. El clima…
Bella bloqueó las robóticas palabras y trató de concentrarse en su pantalla
una vez más. El salvapantallas había reemplazado la hoja de cálculo, y se trataba de
Alex, con su brazo extendido frente a su rostro cubriendo la mitad de su cara. Los
dos sonreían, y ella trató de recordar cuando fue tomada. Semanas... meses...
¿años?
Echaba de menos lo que fue, pero ¿lo extrañaba realmente? El viaje sería
agitado y atemorizante, y todavía no entendía cómo había acabado aquí, en un
avión y al borde de una ruptura. Era su sueño hecho realidad el que las personas
leyeran sus palabras. No necesitaba de editar o leer el trabajo de otras personas,
sino crear el suyo por su propia cuenta.
Alex era su vida, y ella lo amaba, ¿no? Su libro se había convertido en su
mundo, y lo amaba también, ¿cierto? Suspiró, con la esperanza de que los dos
algún día pudieran alinearse.

***
Clark analizó el cartel, girándolo de un ángulo al siguiente. Examinó cada
palabra, cada sección de color, cada pulgada de papel. Dio un paso atrás y asintió
con la cabeza.
—Se ve bien. Mándalo a mi correo y se lo paso al cliente —dijo,
devolviéndoselo a la terriblemente alta pasante. 154
Se sentó en su escritorio y sonrió con orgullo. Estaba flotando en papeles y
archivos. Era su mundo, y por primera vez, giraba en torno a un proyecto del que él
estaba a cargo, no simplemente siendo una parte.
Disfrutaba de dónde estaba. Era la misma mesa en la que se había sentado en
el año anterior, pero ahora con más autoridad. Era como si la madera hubiera
envejecido y crecido con él. Anillos de café rancio estaban marcados a la derecha, y
justo debajo había marcas azules de la escritura a mano. Algunos podrían decir
que tenía cero estética, pero Clark lo consideraba hogareña y, más importante,
suyo.
Parecían que habían pasado meros minutos desde que el Sr. Thwaite le había
sentado y dado la bienvenida al equipo, pero el verano vino y se fue. Ahora llegaba
a la oficina en plena oscuridad. El aire era frío y tenía un sabor fresco. El invierno se
avecinaba y pronto cubriría todo de nieve. A Clark no le importaba.
Las cosas con Beki estaban mejorando y, a pesar de sus preocupaciones de
que el verano ocupado los separaría, pareció tener el efecto contrario. Las peleas
se desvanecieron a meros desacuerdos. La frustración continua dejó de molestarlo
y se aligeró con el sol. Su mundo se volvió simple y fácil, y por primera vez desde
sus viajes Clark consideraba que estaba en el mismo lugar emocional que Beki.
Contempló su escritorio, su trabajo, su proyecto. Este era su mundo.
CON UNA MESA LLENA DE REVISTAS DE MODA
Clark estaba parado junto a una mesa llena de revistas de moda. Cogió una
de estas; su portada estaba cubierta por un vestido blanco grande y mullido, y
sacudió su cabeza. Pasó a través de las páginas y al llegar al final, lo dejó caer
sobre la mesa. Un gran ruido sordo resonó en sus oídos cuando las más de cien
páginas conectaron con la madera.
Dándose la vuelta y aun sacudiendo la cabeza, se encontró con la mujer que
amaba.
—¿Qué opinas? —preguntó ella, sosteniendo una flor en cada mano.
—Son muy bonitas —dijo Clark.
—Ya lo sé pero, ¿cuál te gusta más? ¿Blanco o amarillo?
Entrecerró sus ojos analizando de cada uno.
—No tengo ni idea —dijo después de unos segundos de silencio—. Me gusta
el que tú quieras. —Se acercó a ella y la besó en la mejilla.
—Creo que me gusta la amarilla —dijo—: Sí, definitivamente la amarilla.
Vamos a ir con el amarillo. 155
Clark respondió con una sonrisa vacilante, inseguro sobre qué responder.
—¿Todo bien?
—Sí, estoy bien, es que...
—¿Sí?
—Bueno, es sólo que está pasando todo demasiado rápido, ¿no? La boda
está a sólo dos meses. ¿La gente no suele tardar años para hacer todo esto?
—¿Estás diciendo que quieres que sea así durante dos años?
Clark consideró esto.
—Bueno, no en realidad, eso sería tortura. Pero sabes a lo que me refiero,
¿verdad? ¿No crees que tal vez estemos apresurando las cosas?
—Clark, ¿qué estás tratando de decir? —dijo, su labio inferior empezando a
temblar.
—No, no —dijo, agarrando su brazo—. No te preocupes. No estoy
confundido ni nada de eso. Sólo pensé que tendríamos más tiempo para disfrutar
de... nosotros.
Bella tomó su mano en la suya.
—Lo sé, pero no veo el punto de tener un noviazgo largo. Cuando me pediste
casarme contigo quería pasar de ser tu novia a tu esposa en esa misma noche. ¿Por
qué deberíamos esperar? —Apretó su agarre—. Además, sabes que siempre he
soñado con una boda en diciembre. Imagínate lo romántico que va a ser. —Sus
ojos se perdieron en la distancia, mirando más allá de Clark, una sonrisa
extendiéndose a través de sus mejillas.
—Lo sé. Supongo que voy a enloquecer de vez en cuando. Todo esto —dijo
señalando a las flores—, me supera.
Bella se rió, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.
—Lo sé, pero no te preocupes. Voy a encargarme de que sea perfecto. Todo
lo que tienes que hacer es llegar y lucir bonito.
Clark tosió.
—Lo siento, guapo. Y si no quieres que te involucre en estas decisiones, no lo
haré. Es sólo que no quiero que te sientas excluido. Es tu boda, también.
—¿Lo es?
Bella golpeó su oreja, ofendida.
—No empieces.
—Es broma, broma. No, quiero que me incluyas sólo... un poco, como tal vez
enviarme un correo electrónico para mantenerme al tanto o algo así —dijo
sonriendo—. Sé que va a ser un gran día y no puedo esperar a verte con un vestido
sexy.
156
—Un vestido de novia no es sexy, es hermoso. Y no te preocupes, te
acompañaré en cada una de tus enloquecimientos. —Lo besó en los labios—. Está
bien, me tengo que ir. He quedado de encontrarme con mamá en media hora.
Sigue sonriendo, caballero.
Salió corriendo de la habitación y lo dejó a solas con sus pensamientos. Trató
de calmarlos, pero se defendían con vigor. Hacían cuatro meses era un hombre en
una relación, y luego, de la noche a la mañana, era mucho más que eso. Ahora era
un hombre reservando iglesias y ayudando a elegir vestidos y flores. Quería que le
importase todo eso, pero no lo hacía. Quería estar en el mismo lugar que Bella,
pero no lo estaba.
Donde ella mostraba entusiasmo, él le ofrecía ansiedad. Donde ella estaba
segura, él estaba perdido, nervioso y cuestionando todo lo que estaba a su
alrededor. Quería cortar con todo eso. Sin embargo no podía, y cuanto más lo
intentaba, mayor era la sensación de náuseas en su estómago.
Miró el montón de revistas y suspiró. Su vida por los próximos dos meses
estaba escrita en piedra. Su vida no dejaba de cambiar. Esto es lo que había pasado
años evitando: la inevitable verdad de lo que su vida estaba destinada a ser.
Cuando le pidió a Bella que se casara con él, pensó que había dado un vuelco.
Cada ataque de ansiedad le hacía cuestionar eso, ya que seguramente no
debería ser tan difícil.
SIN UNA MEJILLA QUE SEA SUYA
Cuerpos llenaban cada centímetro del pequeño y claustrofóbico metro. Se
balanceaban y chocaban contra los otros. El aire era tenso y difícil de respirar, y
Clark mantenía su mirada fija en un único punto en el suelo.
Iba agarrado del poste de metal largo, su superficie grasienta creando tanta
preocupación como intriga. ¿Por qué es tan viscosa? Pensó.
Su mejilla, algo que consideraba suyo, estaba siendo agredida en el embrollo
de personas por el codo de un enorme tipo, con su áspera chaqueta de algodón
frotando y pellizcando cada vello de la insipiente barba de la cual Clark tan
orgulloso se sentía.
Deseaba estar en cualquier lugar menos aquí. Y justo pensaba que no podía
sentirse más hastiado, una pared invisible lo empujó hacia adelante. Cayó contra el
viscoso palo y su mejilla pasó pasando de la chaqueta al metal y luego, con una
fuerza repentina, fue arrojado de nuevo hacia el gigante hombre.
Por un breve instante, su mundo estaba tranquilo, pero rápidamente se
transformó en un caos con brazos y hombros, piernas y muslos empujándolo
mientras el gentío pasaba junto a él y salía hacia el mundo semi-abierto del metro 157
de Nueva York.
El vagón era ahora un lugar mucho más tranquilo y Clark respiró hondo,
saboreando su ligeramente mejorado estado. Levantó su manga para revelar la
hora, preguntándose si tendría una noche de compañía o soledad. Sospechaba que
la primera, pero esperaba que fuera el segundo. De cualquier manera, quería sacar
provecho de lo que fuera que la noche llegara a ser.
Su frustración alcanzó un nivel completamente nuevo cuando una mano se
posó firmemente en su hombro.
—Hey Clark —lo llamó una voz vagamente familiar.
Se dio la vuelta en el acto, con ganas de sacar la mano de encima de
quienquiera que fuese, y se encontró con un rostro que conocía bien.
—Jerry, qué alegría verte. ¿Cómo van las cosas?
—Mejor, ahora que estoy fuera de ese loquero. Hoy ha sido una locura. ¿Qué
tal anda mi británico favorito? —dijo Jerry.
—Bien. Acabo de comenzar mi primer proyecto.
—Sí, y, ¿cómo va eso?
—Increíble.
—Se pasa rápido, confía en mí. En poco tiempo, mirarás hacia atrás y te
preguntarás a dónde se han ido los años.
Clark puso los ojos en blanco, las palabras resultándole familiarmente
tediosas. A Clark le agradaba Jerry, pero estaba cansado de sus colegas mayores
siempre desanimándolo.
Jesús, pensó, ¿éste seré yo dentro de diez años?
Pelo con gel... la misma corbata todos los días... una mirada de pesar en un
ojo y asombro en el otro.
Le gustaba su trabajo y su vida en general. No que todo fuera perfecto, pero
no podía imaginarse vivir en un pueblo tranquilo y luchando por la mera
satisfacción. Deseaba grandeza y hacer una diferencia en el mundo.
—Así que... —comenzó Clark, con ganas de cambiar de tema—. Estás
trabajando con Jim, ¿no? Me gusta Jim. Es un buen tipo.
—Sí, hace todo el trabajo. No puedo pedir nada más, en realidad. Así que,
¿qué estás haciendo esta noche? Joven, soltero y atractivo en Nueva York.
—Bueno, no sé sobre la parte de soltero, o la de atractivo en Nueva York, o
ninguno... De hecho, creo que puedes tachar joven de esa lista, también.
—Ah, sí, se me olvidaba, tienes a una pequeña parte de Suecia, ¿no? Has
hecho bien, mi amigo. Ella es... bastante atractiva, si no te importa que lo diga.
Clark se rió.
—Sí, está bien. 158
—Bien, porque ese era yo siendo respetuoso. —Su rostro se iluminó,
emocionado por sus palabras—. ¿Qué tienen tú y la señorita planeado para hoy?
—continuó en un burlón acento Inglés.
—No tengo idea, amigo. Primero tengo que ver si está en casa.
—¿Problemas en el paraíso?
—No, no, nada de eso. Está estudiando abogacía. Además, el lugar donde se
internó durante el verano decidió extenderle la pasantía. Como podrás imaginar, es
una chica ocupada.
—Te entiendo. ¿Aún en la universidad, asumo?
—Sí, le quedan un par de años. ¿Qué hay contigo? ¿Cómo es tu vida fuera de
la oficina?
—Increíble —dijo. Clark se mostró sorprendido por la respuesta, esperando
una respuesta más solemne—. Mary está embarazada.
—Oh, vaya. Esa es una gran noticia. Enhorabuena, compadre.
—Gracias. Oye, deberían venir a cenar alguna vez. Mi esposa hace un filete a
la parrilla para chuparse los dedos.
—Sí, tal vez. Como digo, todo está agitado por el momento, pero tal vez en
algún momento pronto, ¿de acuerdo?
—Eso está bien. Avísame cuando puedan. Que sea antes de marzo, sin
embargo. Mi vida será un poco diferente para entonces.
Los pies de Clark se plantaron firmemente en el suelo, pero aun así el
movimiento lo impulsó a chocarse contra el poste.
—Está bien, aquí bajo yo. Nos vemos mañana —dijo Jerry antes de salir
apurado por las puertas del tren.
—Sí, nos vemos mañana —contestó Clark, mirándolo desaparecer en el
amontonadero de hombros y cabeza. Comparó al hombre con quien comenzó
hablando, con el que se acababa de ir.
Se preguntó si él y Beki no estarían haciendo todo al revés, en vista de cómo
Jerry era el giro reverso de sí mismo. Su vida en el hogar era estática, pero su
mundo laboral no. Seguro, la vida era para ser vivida. Eso era lo que Clark había
pasado años haciendo, y el trabajo era un simple medio para disfrutar de lo que le
esperaba.
Una chispa repentina se encendió e iluminó una epifanía.
Borboteó claridad y obviedad cuando Clark se dio cuenta de que su felicidad
era, de hecho, mera satisfacción. Las cosas entre ellos no habían mejorado;
simplemente se habían vuelto tan ocupados que ya no esperaban nada el uno del
otro.
159
La falta de discusiones no eran una señal positiva, sino la indicación de que ya
ni siquiera les importaba.
—Oh, no —dijo, murmurando entre dientes. Y aunque su mano todavía
estaba conectada al viscoso y repugnante caño, ya no parecía ser importante.

***
Bella estaba sentada en el vacío bar con un libro en su mano y un vaso de
vino tocando sus labios. Su única compañía era el barman, su cuerpo robusto
limpiando el extremo opuesto de la elegante barra de metal. Quitó sus ojos de la
página y escudriñó el cuarto, revisando para ver si todavía estaba sola.
Agradecía la calma. Sus días se componían de hablar, escuchar y agitar las
manos. Era una experiencia agotadora, pero la amaba más cada día. Este era su
sueño. Gente que nunca había conocido estaba leyendo su corazón y alma y
acercándose para conocerla. Deseaban hacerle preguntas y tomar fotos o que con
su pluma le firmara sus libros.
No sabía por qué, pero se sentía más real que nunca en Nueva Zelanda, como
si todo su paso por Australia no hubiera sido la gran cosa. Tal vez fue que tuvo que
subir a un avión, o que los hoteles en los que se alojaba eran ligeramente mejores
para realmente sentirlo. Su fantasía no se había cumplido del todo; no fue recibida
por un chofer con un sombrero de chofer en una mano, y un cartel con su nombre
en la otra, pero definitivamente era algo surrealista.
Estiró el cuello deseosa de librarse de los nudos que le acalambraban los
hombros. Dándole un vistazo al enorme reloj colgado encima de la barra, supo que
debía llamar a Alex. Lo debería haber hecho antes, pero se olvidó; hacerlo ahora al
menos la libraría de la culpa a la hora de acostarse.
Sin embargo, él también podría haberla llamado. ¿Por qué siempre dependía
de ella ser la que llame? ¿Por qué debía ella ser la que tenía que tomar la iniciativa
para mantenerse en contacto?
Estaba cansada y no se sentía con ganas de intercambiar conversaciones
sobre qué había comido cada uno. Se suponía que estando lejos, sus charlas
deberían estar llenas de las historias que el otro se había perdido. Sin embargo, no
era así, y aunque ella lo echaba de menos temía que ser la que extrañara más. Que
fuera ella la único que pasara sus momentos de vigilia anhelando sus labios y
llorando hasta quedarse dormida. El hecho de que estuviera contenta, le
repugnaba.
Dejando escapar un suspiro de auto-odio, cogió su libro, deseosa de escapar
de su propio mundo y aventurarse en otro, hacia una imaginación que no fuera la
suya.

160
CON CUADERNOS VIEJOS Y CHIRRIANTES LOMOS
Montones de papel volaban por el aire, zigzagueando contra la gravedad, y
finalmente aterrizando en el suelo de moqueta.
Bella estaba agachada con la cabeza escondida debajo de la cama, sacando
objetos al azar, y lanzándolos tras ella cuando veía que no eran lo que estaba
buscando.
—¡Te encontré! —exclamó con voz ahogada.
Arrastró la caja por la alfombra dejando una raya de polvo a su paso, y
recogiendo un viejo cuaderno amarillo del interior, comenzó a hojear las páginas,
cada una devolviéndola atrás en el tiempo.
—Oh, vaya, ¿en qué estaba pensando? —dijo, riéndose de lo que alguna vez
había escrito.
La página estaba llena de bocetos y notas subrayadas, una matriz multicolor
de plumas y marcadores predicando acerca de sus especificaciones para una boda
perfecta. Un torpe dibujo de un vestido de novia llenaba la esquina superior
izquierda. Era corto y estrecho, lejos del diseño estándar para tal ocasión. Recordó
su postura sobre hacer todo igual que el resto. ¡Cómo deseaba tener un vestido 161
que fuera en contra de lo estándar!
Sus gustos actuales no parecían estar de acuerdo con los de su adolescencia.
Hojeó varias páginas; secciones llenas de un plan de etapas, una lista de
bandas potenciales y viñetas con comida y bebida. Llegó a la última página y se
encontró el dibujo de un ramo de flores amarillo brillante, y un entramado de
nombres de flores saliendo de debajo de ella.
—Aquí vamos —dijo, sentándose y apoyando su espalda en la cama que
creció—. Al menos hay una cosa en que mi yo de ahora y el quince años, están de
acuerdo.
Miró las flores, imaginando cada tipo de ellas clavadas en bancos y sillas
agregando un toque fresco y vivo a la ceremonia No le ayudaron a aclararse, sin
embargo, y se quedó tan confundida como estaba hacía un par de horas antes.
Suspiró, dejando caer el cuaderno y alcanzando una versión aún más antigua.
—No me lo creo. Mi viejo diario.
Abrió la envejecida tapa, su lomo crujiendo y chirriando. Las familiares
palabras la alcanzaron y sacudieron su memoria. Estas eran las palabras que había
escrito cuando todo lo que tenía era escribir. Estos habían sido sus pensamientos,
sus sueños… su forma de sobrevivir. Una mezcla de esperanza y dolor florecieron
en su pecho, y de repente de la nada las lágrimas empezaron a correr.
Sus deseos de tiempos pasados estaban claramente expresados, pero no
había cumplido con ninguno. La nostalgia la hizo ponerse sentimental, pero no
trajo pánico. La versión de dieciséis años de edad, la odiaría. La llamaría vendida y
cobarde. Bella no debería enseñarle a la gente cómo escribir, sino ser ella la que
manifestara sus propias creaciones. Las personas que enseñaban cuando no
podían hacerlo, y su gran sueño era hacer y ser algo inolvidable.
Sus ojos estaban húmedos, pero su estómago en calma. Llevó la mano a su
pecho, esperando sentir un corazón fuera de control, pero todo latía normal.
—¿Por qué demonios estás llorando? —se dijo, secándose las lágrimas de su
mejilla.
No entendía. Si estuviera nerviosa y confundida, las lágrimas tendrían sentido.
Estaba feliz, y no tenía dudas de donde estaba parada. La comprensión de porqué
lloraba le dio alivio; con esas lágrimas derramaba también viejos sueños, sabiendo
que el mundo que se había creado de joven se había acabado. Se terminó antes de
que hubiera tenido la oportunidad de comenzar. Pero no lo quería. No le
importaba y, a su propia manera, eso era muy triste.
Una parte de ella murió en ese mismo momento. La joven, soñadora y
maravillosa adolescente que le provocaba aplomo y angustia. Debería haberse
permitido extender sus alas y cambiar el mundo, pero su tiempo nunca llegó. Bella
estaba de acuerdo con esto. A pesar de que su yo más joven la odiaría, sabía que 162
su versión futura diría gracias miles de veces.
Se subió a su antigua cama un instante y se salió de la misma, caminando
hacia el espejo que la había visto crecer. Analizó la mujer que le devolvía la mirada
y comprendió que este espejo sólo había conocido a una joven, y que esa joven
estaba ahora muerta.
—Creo que podemos seguir adelante —dijo, dándole a su reflejo un guiño.
Era una mujer que tenía una vida que necesitaba vivir. La chica había sido un
potencial y nada más. Era un érase-hace-una-vez-un-sueño que nunca se hizo
realidad.
Las cosas cambian, y sus sueños se habían convertido en una víctima. No los
lloraba o se arrepentía de donde estaba. Su tiempo trataría sobre enseñar a otros
cómo escribir y ayudarles a encontrar su propia pasión. Sus días ahora se gastarían
en ser una buena esposa y, finalmente, una gran madre.
Lloraba por la chica, sin embargo. Nunca olvidaría a la joven, preocupada,
confundida y exigente niña. La niña que lloraba a su padre, reflejaba su madre, y se
imaginaba un mundo de todo.
Con eso, se salió de la habitación, dejando atrás sus papeles y diarios
esparcidos por el suelo.
SIN FUERZA PARA UN VENDEDOR
Las burbujas de color de rosa chocaban y saltaban al llegar a la superficie.
Bella las observaba con cuidadosa concentración, su rostro apenas un centímetro
por encima del borde del vaso. Estaba en otro bar, a pesar de su insistencia de
hacer lo contrario.
Cada día traía una nueva ciudad, una nueva librería, un nuevo hotel, y en
última instancia, un nuevo bar. La intención siempre era mantenerse alejada de
este último. Lo veía al entrar en el hotel e insistía en evitarlo. Que iba a quedarse
en su habitación y leer. Que iba a empezar a escribir de nuevo y asegurarse de que
su primer libro no fuera el último.
Sin embargo, llegaba a una hora determinada de la noche, un momento en
que su estómago estaba vacío y con hambre, y toda disciplina se desvanecía. Sin
darse cuenta, terminaba en el bar con una copa de vino en la mano.
A pesar de que su nueva vida se basaba en estar sola, cansada y llena de
alcohol, era una sin la cual no podía imaginar vivir. Su mundo era más claro que
nunca. Cada día era una oportunidad para dar un paso hacia atrás y evaluar cada
momento. Alex... escribir... el futuro... el pasado. Estaba todo a su alcance mientras
viajaba de una ciudad desconocida a la siguiente. Fue unos días atrás, cuando se
163
había dado cuenta de que esto es lo que había esperado que viajar con Alex le
diera en primer lugar.
Las burbujas en el vidrio comenzaban a disminuir y con ello, Bella levantó la
cabeza, sintiendo una presencia cercana.
—¿Qué bebes? —preguntó el hombre.
Bella miró sobre su hombro, sus ojos cansados luchando por crear una
imagen clara. En su periferia, pudo ver un corte de pelo con raya al medio, y una
camisa a rayas. Un vendedor, pensó. Justo lo que necesito.
—¿Me escuchaste? —preguntó de nuevo.
—Vino blanco. Por el precio habría pensado que la copa fue un regalo.
—Una compatriota estadounidense —se animó el hombre, apoyándose en el
taburete a su lado—. No te importa, ¿verdad?
Suspiró.
—En realidad...
—Martin, por cierto. Encantado de conocerte...
—Bella. Encantada de conocerte también, pero me temo que no voy a ser
buena compañía. Han sido unas semanas agotadoras.
—Dímelo a mí. Este es mi tercer viaje en dos semanas. Mi cuerpo no sabe en
qué zona horaria se encuentra. Suenas como si fueras del medio oeste, ¿verdad?
—Sí.
—Eso pensé yo, que soy de Nueva Jersey, pero no la parte pegajosa. No, soy
de la parte agradable de Nueva Jersey. Aunque vivo en Nueva York en estos días.
Eso sí que es una ciudad. Es una pena que siempre esté viajando.
—Apuesto que sí.
—Sí, en viajes de negocios todo el tiempo, pero las reuniones tienen que
hacerse y los clientes necesitan ser visitados. Eso es lo que tiene que hacer todo
hombre: ganar dólares y vivir la vida, ¿no?
Bella ya se estaba agotando de la conversación.
—Y qué hay de ti, ¿qué te trae a Nueva Zelanda? —continuó.
—Soy escritora. Mi libro…
—¿Escritora? Vaya, eso es impresionante. ¿Qué has escrito?
—Dudo de que lo hayas oído…
—Pruébame, me encanta leer. Acabo de terminar la autobiografía de un
boxeador de los años ochenta. No recuerdo su nombre, pero era bueno. Un poco
de escritura fuerte, ¿sabes? Por lo tanto, ¿andas de promoción? Debes de haberlo
hecho bien para que te tocara una gira. El mundo editorial está en las últimas.
¿Cómo se llama?
164
—El viaje de su vida —tartamudeó, toda su existencia puesta al borde.
—No, no he oído hablar de él. ¿Es bueno?
—Uhmm... supongo. Quiero decir, espero que lo sea.
—Estoy seguro de que es genial, te ves como una buena escritora. ¿Qué
piensas? ¿Te gusta?
—Bueno, sí —dijo ella, poniendo los ojos en blanco—. No lo hubiera escrito si
no me gustara.
—Apuesto que sí. Siempre he pensado que sería un buen escritor, no como si
tuviera el tiempo para escribir, pero sí me gustaría, ¿verdad?
—¿Sí?
—Sí, no es el momento. Así que, ¿te gustaría comer algo? Hay un restaurante
chino al otro lado de la calle.
—Oh, no, no puedo. Lo siento.
—Oh, vamos. Déjame comprarte la cena. No puedo dejarte por tu cuenta.
—No, no puedo. Tengo novio.
—Oh, ya veo. Vaya, eso debe ser duro, así que ¿dónde está el novio? ¿Lo
dejaste atrás en Estados Unidos?
—Mmm, no. Vivimos en Sídney.
—Qué bonito, he escuchado sobre ese lugar. Debe ser agradable. Pero no te
preocupes, no voy intentar nada contigo o cualquier cosa. Sólo sé lo que se siente,
estar solo en un bar. Lo odio, así que hablo con la gente, ¿entiendes?
—Sí, eso es agradable de tu parte, pero paso.
—Como quieras, supongo que seguiré tomando entonces. Como ya dije, no
puedo dejarte bebiendo sola.
Bella suspiró. ¿Debería levantarme e irme? Pensó.
—Así que, Bella, ¿qué se siente? Lo de larga distancia, quiero decir —dijo,
cortando sus pensamientos.
—No es de larga distancia —dijo un poco demasiado a la defensiva—. Sólo
estoy de gira.
—Sí, pero él está en otro país. ¿Confías en él? ¿Él confía en ti?
—¡Por supuesto!
—Eso es bueno. La confianza los es todo. Y, ¿se hablan todos los días?
—Haces un montón de preguntas, ¿no?
—Como digo, me gusta hacer amigos. Continúa, ¿hablas con él?
—Sí, por supuesto. Se supone que me debe llamar pronto, en realidad.
—Eso es genial. Es bueno que se preocupe y es bueno que te preocupes 165
también. Hay demasiada desconfianza en estos días. ¿Desconfianza es una
palabra? De todos modos, ya sabes a qué me refiero. Es agradable conocer a
personas que no engañan a sus parejas. No te imaginas la cantidad de mujeres
casadas con las que me acuesto. Es una locura.
—Sí, eso es genial... Espera, ¿en serio?
—Oh sí, es impactante. No hay personas de confianza en estos días. Bueno,
aparte de ti y tu novio. ¿Cómo se llama?
—Alex...
—¿Lo extrañas?
—Sí —le espetó.
—¿Crees que te echa de menos?
—¡Por supuesto! De todos modos, no creo que deba hablar contigo acerca de
esto.
—¿Por qué?
—Porque no te conozco.
—A veces esa es la mejor manera.
—Tal vez sea así, pero no es el punto. Es privado —le aclaró, inquieta en su
asiento.
—Está bien, está bien. No tienes que arrancarme la cabeza. ¿No quieres saber
lo que hago?
—No realmente…
—Bueno, soy un vendedor...
Empezó a hablar de sí mismo; Bella se preguntaba si alguna vez volvería a
parar, deseando haber tomado la oportunidad de irse antes.

***
Clark se dio la vuelta esperando sentir el calor de Beki, sin embargo, no
estaba allí. Aparte de su lado revuelto, el resto de la cama estaba como antes de
dormirse.
Se frotó los ojos, entrecerrándolos por la luz del reloj y viendo sólo lo
suficiente para distinguir el número tres. Se había acostumbrado a irse a dormir
solo, pero por lo general ella se despertaba a su lado. Un pánico repentino lo
golpeó, con innumerables posibles percances alertando su mente cansada.
Cogió el teléfono con su brazo torpe y buscó un mensaje o una llamada
perdida. Estaba tan vacío como la sección de la cama junto a él. Presionó algunos
botones. 166
—Beki. ¿Estás bien? ¿Dónde estás? —preguntó en cuanto contestaron.
—Sí, por supuesto que sí. Estoy en la oficina. Te dije que trabajaría hasta
tarde.
—Son las tres de la mañana.
—¿De veras? Vaya, lo siento, no me di cuenta que era tan tarde. Lo siento,
debería haberte enviado un mensaje.
La ira reemplazó el miedo.
—No te preocupes —gruñó, mordiéndose los labios tratando de contener su
frustración—. Menos mal que estás a salvo. Hazme un favor, sin embargo, vuelve a
casa... por favor.
—Lo haré. Realmente lo lamento…
—Sí, claro.
Colgó y dejó caer el teléfono al suelo, poniendo su cabeza en la almohada y
respirando profundamente. Apretó sus puños y pateó la manta. Pero su enojo fue
momentáneo, volviéndose rápidamente preocupación. Ya no era por su seguridad,
sino por ellos. Las inquietudes que había estado tratando de ignorar, ahora eran
confirmadas, y la cama en la que dormía se había vuelto grande que lo habitual.
CON UNA LLAMADA DE PÁNICO PURO
El teléfono estaba pegado a la oreja de Clark. Su mano estaba allí para
apoyarlo, pero sospechaba que su sudor, que no sólo se estaba formando
alrededor de la oreja sino también en su rostro, sería capaz de mantenerlo firme y
en su lugar si la quitara. Sudaba frío y temblaba. Él no estaba enfermo, no en el
sentido tradicional, pero sí que empezaba a preguntarse si algo estaba mal con él.
—Me estoy volviendo loco, hermano —le dijo a Sam—. Lo he intentado todo,
pero no puedo calmarme. Nunca me sentí así antes. Siento que voy a quebrarme
en cualquier momento.
Unos segundos pasaron antes de que Sam respondiera:
—Simplemente estás experimentando los buenos y clásicos nervios antes de
la boda, eso es todo.
—No, es más que eso. No puedo hacer esto. Es demasiado. Todavía faltan
otros dos meses hasta la boda. ¿Te imaginas lo mal que voy a estar para entonces?
—Vas a estar bien. No te preocupes. La gente atraviesa este tipo de cosas.
Simplemente lo hacen en diferentes etapas. ¿Qué? ¿No crees que Bella se asustará
en algún momento? Es natural, macho. No te preocupes. 167
—¿Tú crees?
—Por supuesto. Vas a estar bien. Sólo trata de relajarte. Tú mismo te estás
poniendo en ese estado.
—Sí, tal vez tengas razón…
—Por supuesto que tengo razón. Sólo escucha un CD y relájate con algunas
melodías. ¿Recibiste esa mezcla que te envié?
La respiración de Clark se calmó y el sudor de su frente se detuvo. Su pánico,
al menos por ahora, quedó aplacado.
—Sí. Gracias.
—¿Y? —dijo Sam, la emoción fluyendo a través de su tono—. ¿Qué te parece?
—Está bien, supongo.
—¿Sólo bien? —tartamudeó en el teléfono, con pequeños picos de sarcasmo
crepitando a través del auricular—. ¿Qué quieres decir con bien? Esto es lo mejor
de lo mejor. ¿Tienes alguna idea de lo grande que algunas de esas bandas van a
ser?
Clark suspiró, no estando con el estado de ánimo para un discurso
pretencioso de esnobismo musical.
—Es sólo que, ya sabes… no es mi estilo…
—¿Desde cuándo?
—Desde siempre. Prefiero la playlist —afirmó Clark.
—Compañero, tienes que dejar eso atrás. Sí, estoy de acuerdo, hay algunas
canciones impresionantes allí. Pero el tiempo cambia, mi amigo. No puedes
escuchar eso por siempre.
—¿Quién lo dice?
—Yo lo digo. Santo Dios, te estás pudriendo en Dayton. Corte de cabello
horrible, trabajo aburrido y ahora tu gusto por la música se fue en picada.
Y con esas palabras, los nervios se le atenazaron de nuevo.
—Esto es a lo que me refiero. No son nervios. Es más que eso. Me estoy
consumiendo aquí y…
—Bueno, bueno, detente. No quise decir que estés cometiendo un error. Yo
sólo creo que es importante que sepas que ya no eres cool… y que voy a tener que
desheredarte.
—Sí, lo que sea, pero escúchame un minuto. Si sigo adelante con todo esto
de la boda, eso es todo. Tú mismo lo dijiste. Vamos a tener hijos y voy a vivir y
morir en Dayton. Este trabajo de mierda se convertirá en mi vida.
—Entonces ¿por qué demonios le pediste que se casara contigo?
—Porque la amo.
168
—¡Exactamente! —escupió Sam—. La amas. Mira, tu vida puede que no
resultara de la manera que esperabas, pero eso no quiere decir que vaya a ser
mala. Amas a Bella. Ella te ama. Se aman el uno al otro. Eso es lo que importa. Lo
que estás sintiendo ahora pasará. Estás con nervios, pero vas a entrar en calor. Tu
mente está alterándose, pero pronto se acostumbrará a la idea. Te casarás… Serás
feliz… Comenzarás a escuchar la buena música que te enviaré.
—¿Cómo lo sabes?
Unos pocos segundos pasaron en silencio y luego Sam habló:
—Porque soy Sam. Lo sé todo. Soy un maldito genio.
—¿Sabes algo…? ¿Sabes qué…?
—¿Qué?
—Te odio a veces.
—Sí, también te amo. Mira, tengo que ir y ser un encantador y divertido niño.
Pero, por favor, por el amor de Dios, deja de preocuparte tanto. Todo va a estar
bien.
Clark echó la cabeza hacia atrás y estiró su cuello de izquierda a derecha.
—Está bien, voy a intentarlo.
Luego se hizo el silencio, y Clark siguió estirándose. Una sensación pulsátil
tensa cubrió sus hombros. El estrés parecía estar devorando toda la parte superior
de su cuerpo, como si su espalda nunca hubiera tocado una superficie suave antes.
Respiró profundamente tres veces para calmar su mente, pero su cabeza no
dejaba de maquinar, alterarse y de hacer cualquier cosa menos calmarse. Se centró
en las palabras de Sam y supo que tenía razón. Debía dejar de preocuparse y
disfrutar de la vida.
—Es una buena vida —dijo con autoridad—. Es una muy buena vida.
Pero seguían ahí. Las empujó al fondo de su mente y se convenció de que
podría casi borrarlas si se esforzaba lo suficiente, sobre todo alrededor de Bella.
Seguramente esto empeoraría las cosas…
Algún día, algún día lejano en el futuro imprevisto.
La solución madura era confrontar el problema. Sentarse con Bella y hablar.
Debía compartir todo con ella y dejar que lo que tuviera que pasar… pasara.
Discutirían, llorarían, se besarían y se reirían. Sólo que no podía hacerlo. El
miedo era demasiado fuerte. El miedo a perderla, de retenerla, de no ser un
hombre del que cualquiera de ellos pudiera estar orgulloso.
Felicidad, pensó. ¿Qué carajo es eso?

169
SIN ÉXITO ROMÁNTICO
Clark observó la danza de la llama en el aire, una ráfaga hipnotizaste yendo
de un lado al otro. La cera goteaba por el borde del candelabro, una desgastaba
perilla que alguna vez estuvo parada en alto. Clark siguió observando, con el brazo
cruzado sobre la mesa y la mejilla apoyada en un puño flojo.
Un sonido de repente llegó desde el otro lado de la habitación. Beki irrumpió
por la puerta, encontrando la mirada de Clark y parecía suplicar perdón.
—Lo siento, lo siento. Me vi envuelta en el trabajo.
Clark no dijo nada, se puso de pie y caminó al horno en silencio. Aunque el
calentador mantuvo la comida en perfectas condiciones, sospechaba que estaban
muy lejos de la perfección ahora mismo. Inclinándose, abrió la puerta y miró
dentro recibiendo una bocanada de calor en su rostro de inmediato.
—Lo siento mucho. Sé que debes haberte tomado muchas molestias —dijo
ella, agarrando su cintura.
—Está bien, aunque podría estar un poco seco. Dudo de que sepa bien.
—No, no está bien. Te dije que estaría en casa y no cumplí. Es sólo que, ya
sabes…
170
—¿Qué?
—Es difícil alejarse. Tú lo sabes mejor que nadie.
—Sí, lo sé. Sin embargo, a veces hay que hacerlo.
Sus ojos mostraban un poco de su verdadero ser, ahora. Clark sospechaba
que era a causa de la culpa, pero podía ser algo mayor.
—Mira, no estoy enojado. Ya volviste. Disfrutemos del resto de la noche..
—Bueno. Gracias.
Se sentaron a la mesa en silencio, comiendo el alimento seco y duro. Clark
trató de mantener su sonrisa, pero cada momento de silencio lo hacía más difícil.
Otra noche arruinada, sólo que esta vez, en lugar de ser culpa de los dos, era
exclusivamente de Beki.
Clark había hecho un esfuerzo. Había salido temprano del trabajo para
preparar una velada romántica, pero no parecía ser suficiente. Otra noche perdida
y no podía dejar de sentir que otra parte de ellos se estaba perdiendo también.
—Entonces, ¿cómo fue el trabajo? —preguntó, agobiado del silencio—. Ha
sido un largo día, ¿no?
—Realmente largo. Me levanté a las seis sólo para obtener algunos estudios.
—¿Sí?
—Sí. ¿Y qué tal tú? ¿Te tocó buen día? —Su leve sonrisa todavía parecía
suplicar perdón.
—Bien, gracias. Mi proyecto está yendo sobre ruedas. Así que… —dijo
tratando de continuar la conversación—. ¿Día ocupado mañana?
—Sí, bastante ocupado.
Era agonizante sentirse así. Clark imaginó verlos desde lejos. Desde la
distancia, se verían como cualquier otra pareja, pero mientras más cerca se
deslizaran más evidente se volvería el distanciamiento. Sabían todo sobre el otro,
pero no entendían nada. Vivían juntos como extraños, compartían la cama, las
comidas, bebidas y un lavabo.
—Creo que deberíamos hacer algo este fin de semana, sólo los dos. Ningún
trabajo o teléfonos ni nada de eso —dijo él con esperanza. Con una mueca
respondió:
—No puedo, lo siento.
—Está bien, no te preocupes.
—Lo siento, pero me han asignado un trabajo específico. Tomará la mayor
parte del fin de semana.
—No pasa nada, tienes que mantenerte en la cima. Voy a salir con Sam,
supongo. 171
La desesperación se unió a la mirada cargada de culpa en sus ojos. Quería
odiarla, pero no podía. Los dos habían formado clase de este agotador y
moribundo baile.
—Soy una mierda, ¿no? —dijo ella, sus ojos rehuyéndole y mirando la mesa.
Esbozó una sonrisa genuina y divertida por su intento de blasfemia.
—No, no lo eres. Los dos hemos estado muy ocupados últimamente. No es tu
culpa que las cosas se están relajando para mí. Es frustrante, pero no debes
culparte a ti.
Tenía la barbilla levantada, y la luz capturaba todo los detalles de ese rostro
que tanto amaba.
—Sin embargo deberíamos poner un poco más de nuestra parte. Te amo. No
quiero que nos alejemos. Tenemos que encontrar un equilibrio de alguna manera.
—Lo sé, lo haremos. Lo resolveremos juntos —dijo ella, acariciando su brazo.
El silencio volvió, sólo que esta vez no era incómodo sino agradable. Era un
silencio construido con esperanza y recuerdos de los buenos tiempos. Se formó
con sonrisas y un ligero toque de su mano en el brazo. Estaba hecho de dos
personas que se conocían entre sí, pero que podrían conocerse mejor.

***
El teléfono crepitaba y sonaba distorsionado. Las dos voces estaban de mil
kilómetros de distancia y eso hacía que la recepción fuera un desastre.
—Y, ¿tuviste un día ocupado? —preguntó Alex.
—No estuvo mal. Una treintena de personas se presentaron —contestó
Bella—. Todavía no puedo lograr que mi cabeza asimile eso. Hay personas que
vienen a oírme leer mi libro, o a pedirme que les firme una copia o a estrechar mi
mano. Es muy raro.
—Eres una gran estrella, es por eso.
—Oh, vamos, soy apenas una estrella.
—Lo eres. Mi novia famosa. —Ambos se quedaron callados por un
momento—. Así que… ¿Qué más hay de nuevo?
Ella chasqueó la lengua, tratando de evocar algo para compartir. Debería ser
más fácil que esto. Cada día debía ofrecer una selección de cuentos para su novio
lejano. Sin embargo, cada conversación se hacía más difícil, y en última instancia
más corta.
—Nada, en realidad. He quedado con Brian en el aeropuerto. Dice que una
editorial americana está interesada.
—Eso es emocionante. ¿Qué significa eso?
—No tengo ni idea, pero parecía muy feliz. 172
—¿Crees que tengas que viajar a Estados Unidos?
—Dios, espero que no. Y realmente lo dudo. Sólo los autores grandes hacen
ese tipo de cosas.
Otro silencio.
—Bueno, suena como un momento emocionante.
—Sí, lo es. Es divertido, pero echo de menos dormir a tu lado. Tengo muchas
ganas de volver.
—Sí, yo también. Ha sido mucho tiempo desde que llegué a abrazarte. En
fin… Me tengo que ir. Lo siento.
—¿En serio? —dijo sorprendida. Sus charlas se habían vuelto más cortas, pero
esto era un nuevo récord.
—Sí, me voy a encontrar con algunas personas del trabajo.
—Oh, está bien. Bueno, ¿podemos tener una charla más larga mañana? Estos
pequeños esfuerzos de dos minutos no son suficientes para mí —dijo ella, tratando
de mantener un tono alegre y juguetón.
—Es un trato. Bueno, te llamo pronto. Te amo.
Bella guardó su teléfono en el bolsillo, mientras consideraba sus
pensamientos. Ella le había dicho cuanto lo echaba de menos y cómo estaba
cansada de las giras. Ambas eran verdad, en parte, sin embargo, ambas tenían un
lado más oscuro; un lado que no podía compartir con él.
No lo echaba de menos, no tanto como debería. La gira era agotadora, pero
también era la cosa más estimulante que hubiera hecho alguna vez. Echaba de
menos su toque, pero su compañía mucho más. Cada día parecía costarle más
tener lo que una vez compartieron.
—Necesito un trago —dijo ella, ya agotado por la danza confusa de su
mente—. Me pregunto si este lugar tendrá bar.

173
CON UNA ATRASADA CHARLA CORAZÓN A
CORAZÓN.
Las frías páginas de plástico se deslizaban entre sus dedos, luego otra y otra y
otra…
Bella se movía a través de la revista de boda, eliminando sin piedad una
opción tras otra. Era una guerra y una que planeaba ganar. No podía dejar que su
concentración le fallara y la hiciera obviar el trate perfecto.
Su madre, quien estaba sentada cerca a la izquierda de Bella, se echó a reír y
se levantó.
—¿Qué? —quiso saber Bella, sus ojos permaneciendo en la página—. ¿Qué es
gracioso?
—Tú. No has parpadeado en tres minutos.
—Me alegró de que mis inquietudes por la boda te diviertan.
—Oh, vamos, no podrías tener todo más bajo control si lo intentaras.
Finalmente levantó su cabeza.
174
—¿Estas bromeando? Sólo faltan un par de meses y queda mucho que hacer.
—Tú insististe en que fuera en diciembre.
—Lo sé, mamá. Sé que lo hice. —Frunció el ceño y se devoró la página que
tenía frente.
Su madre respondió sentándose y acercándose a su hija.
—¿Por qué lo hiciste?
—¿Hacer qué?
—Elegir diciembre. A la mayoría de las parejas les gusta dejar que se asiente.
—Nosotros no somos como las otras parejas.
—No, definitivamente no lo son. —Se acercó aún más—. Sin embargo, tiene
que haber una razón. Ni siquiera Alex puede venir para esa fecha, así que tiene que
ser importante.
Bella ocultó un poco más la mirada en rendición, dejó la revista a un lado y
respiró profundamente.
—Primero que nada, gracias por recordármelo —dijo, recordando el
predecible correo electrónico de Alex y como era a demasiado corto plazo. Se
podía imaginar a él leyéndolo, negando y poniendo sus ojos en blanco, pero
sonriendo al mismo tiempo—. Segundo, sé que es un poco loco. Sé que tendría
más sentido tomarnos nuestro tiempo. Pero odio la idea de un compromiso largo.
¿Qué está esperando la gente? Suena como otra excusa para mí.
—Se llama estar seguros…
—¿De qué? ¿Cómo puedes alguna vez estar seguro de algo así?
—Entonces ¿por qué diciembre? ¿Por qué no durante el verano?
—Siempre he querido una boda en diciembre —confesó con un
encogimiento de hombros
—¿En serio?
Bella apretó los labios y enfrentó a su madre con la cabeza en alto.
—Sí, en serio. He querido una boda en diciembre desde que tengo siete años.
¿Estás feliz? Soy una loca. He estado planeando esto por quince años.
—Oh cariño, ya sabía eso. ¿Qué, pensabas que no sabía acerca de los diarios?
Vamos, dame algo de crédito.
—¿Leíste mis diarios?
—Tenía que hacerlo. Eres mi hija. Tenía que asegurarme que no estuvieras
loca. No es como si tú me contaras algo.
Bella activó de nuevo el modo adolecente, poniendo sus ojos en blanco y
cruzándose de brazos. 175
—Loca no… sólo una niñita estúpida con tontas fantasías de boda.
—Nunca creí que fueran tontas. Sólo que nunca entendí de donde se te
ocurrieron, o cuándo.
—¿Recuerdas esa vez que visitamos a la abuela antes de Navidad?
Su madre asintió.
—Bueno, pasamos por una boda y vi a la novia mientras salía de la iglesia. La
nieve estaba fresca y casi podías ver el aire. Recuerdo escuchar risas ahogadas y su
sonrisa era tan grande. Era como un cuento de hadas. Era como si estuviera
leyendo Blancanieves, pero viéndolo con mis propios ojos. Me enamoré. Supe que
necesitaba tener una boda blanca. Nunca he olvidado ese día. No sé por qué.
Su madre se quedó en silencio, una lágrima solitaria bajando su mejilla
derecha. Bella la vio y se acercó a su madre de inmediato.
—Oye, ¿qué sucede?
—Nada. Es… Eso es hermoso, Bella. No tenía idea.
—Nadie lo sabe. Sólo a Clark se lo he contado, creo. No sé porque siempre lo
he recordado y no sé por qué lo he mantenido en secreto. Pero todos los chicos
que he conocido han tenido que estar a la altura de ese momento. Mi pico
romántico fue a los siete años. ¿Cuán triste es eso?
—No es triste en lo absoluto —dijo su madre apresuradamente—. No es
triste en lo absoluto. Y fue tu pico. Sólo espera hasta diciembre. Tu vida cambiará
para siempre.
Bella sonrió, poco dispuesta a dejar que sus palabras arruinaran el momento.
Había pasado toda su vida ocultándole información a su madre. Tantos
secretos… Tantas preocupaciones y miedos… Tanto de la vida. Siempre había
temido que su madre no pudiera manejarlo. Que su propio mundo tuviera
demasiado con qué lidiar, y que la última cosa que necesitara fueran las tontas
inseguridades de Bella.
—Lo siento, mamá.
—¿Por qué?
—Por no dejarte entrar. Debía haberlo hecho. Debí haber sido más fácil.
El rostro de su madre se transformó de súbita ira a clara frustración.
—Nunca lamentes eso. —Con eso, su madre se puso de pie y dejó la
habitación.
Sorpresa… tristeza… entendimiento. Esas eran las emociones que Bella
atravesó. No tomó mucho para que las tres siguieran su curso. Ella creyó que sus
palabras quizás traerían alguna conversación emocional entre ambas. Una que
deberían haber compartido años atrás. Entendía, sin embargo. 176
Entendía la dificultad de enfrentarse a lo que una vez fue.
SIN BUEN CAFÉ
La cafetería parecía cualquier otra cafetería que existiría en cualquier otra
ciudad. Era un lugar de reunión corporativa igual que muchos otros. No tenía
personalidad, tampoco individualidad. Lo que si tenía era café, pasteles caros y a
Bella y a Brian, quienes estaban sentados en una tambaleante mesa barata sin
personalidad.
Bella recordaba las cafeterías de Europa. Como solía sentarse allí con un libro
y escuchar a Alex parlotear sin parar un segundo. Era un mundo diferente, con
inspiración e invención. Brian no podía comprender esto. Él necesitaba su rutina. Él
deseaba el mismo café del día anterior y, si era posible, la misma mesa.
—Está bien, como te dije el otro día —empezó él con una gran taza a
centímetros de su labios—. Este editor estadounidense está interesado. Trabajamos
con ellos antes y son geniales. Es demasiado bueno para ignorarlo. Si la rompes en
Estados Unidos, tu vida cambiará para siempre.
—Mi vida ya ha cambiado para siempre.
—Lo sé, pero esto es grande. Y fueron ellos los que se acercaron primero.
Nunca antes vinieron a nosotros. 177
—Está bien, pero ¿qué significa? —preguntó Bella, ya exhausta.
—Significa que tu libro será vendido en América. Y no sólo en unas pocas
tiendas, significa un lanzamiento mundial. Son malditamente grandes.
Ella no entendía por completo la implicación de sus palabras, pero sí su
expresión de completo éxtasis. Por experiencias pasadas, significaba algo gigante.
—Suena genial. Me anoto.
—Oh, no te preocupes por eso. Ya estás dentro. —Su emoción crecía con
cada palabra—. Y también tienen algunos vínculos en Europa. En serio, Bella, no
creo que entiendas cuán grande puede ser esto.
—Sí, probablemente no.
—Deberías estar un poco más emocionada. ¿Podrías sonreír un poco?
—Hmmm.
Se rió y levantó su tasa demasiado rápido haciendo que un chorrito de
líquido marrón chorreara por el borde.
—Bien, estamos buscando llevarte allí tan pronto como podamos.
—Espera, ¿allí?
—Sí, América del Norte.
—Oh…
—¿Por qué?
Se movió en su asiento, la parte posterior de la frágil silla barata sintiéndose
como si pudiera romperse en cualquier momento.
—Bueno, acabo de volver de Nueva Zelanda. Quiero decir, literalmente acabo
de aterrizar.
—Sí, y…
—Es algo grande. Tengo una vida, Brian.
Respiró hondo, y sus hombros se pusieron firmes.
—¿En serio? ¿Una vida, dices? Bella… ¿tienes alguna idea de a cuantas
personas les sucede esto?
—No, pero…
—A casi ninguna. Especialmente en este país. —Su acento australiano se
volvía más impetuoso con cada palabra—. Necesito que dejes de actuar como una
niña y tomes esta increíble noticia como lo que es.
—Yo…yo…yo…
Sus hombros cayeron y su pecho se desinfló.
—Lo siento. ¿Demasiado?
Ella asintió. 178
—Probemos de nuevo. Entonces, Bella, ¿qué está mal?
—Yo… yo… yo… bueno, las cosas no han cambiado, ¿o sí? Esta última gira fue
difícil para Alex y para mí. No creo que pueda irme otra vez. No sin…
—Oye, no estoy diciendo que no debas hablar con él sobre esto. Y no te
preocupes, no es algo que vaya a pasar de la noche a la mañana. Estamos
pensando en un par de semanas, por lo menos.
—Eso está bien. Pero ¿y si él no quiere que vaya?
—Él querrá que vayas.
—¿Y si no?
—Bella, este es tu sueño. ¡Estas cosas pasan una vez en la vida! No habrá una
segunda oportunidad. Si Alex te ama, lo cual hace, te apoyará.
—¿Y si no? —preguntó, su tono rayando en lo patético.
—Entonces necesitas decidir qué es lo mejor para ti. —Le tocó el brazo y le
dio una palmaditas un par de veces. Se dio cuenta que era la primera vez que un
hombre la tocaba en semanas.
—Sí, supongo que tienes razón. De todos modos, no tiene sentido pensar en
eso ahora. Necesito hablar con él, pero todavía no. Por favor, necesito un par de
días en los que no hablemos de esto.
—Bella…
—Brian, por favor. Haz lo que tengas que hacer, pero déjame en paz para
poder seguir con mi vida unos días. Por favor.
Él asintió y retiró su mano. Era una pequeña victoria, pero una que Bella
estaba feliz de conseguir. Se negaba a considerar Norteamérica o lo que eso
podría significar. Ahora mismo, deseaba dormir y escuchar reconfortante voz de su
novio.
Aunque le encantó viajar, lo extrañaba. Y, aunque no pensaba que lo
extrañaba lo suficiente, quería verlo. Por ahora, eso es lo que necesitaba. Todo lo
demás, su libro, su carrera, su vida de mañana y de después, podía esperar.

***
Mientras Sam se metía grandes bocados de comida en la boca, Clark sintió
repulsión y vergüenza.
—Eres un cerdo.
Sam asintió con entusiasmo, con los ojos cada vez más grandes mientras
seguía metiéndose la comida.
—De todos modos, ¿qué te parece? 179
—¿Qué? —respondió, aclarándose la garganta.
—¿Escuchas algo de lo que digo? Sobre Beki y mí.
—Para ser honestos, si escuchara todo lo que dices sobre Beki y tú, bueno,
me quedaría sin tiempo para respirar.
—Es curioso, pero ¿qué piensas de la idea de un viaje romántico?
Sam continuó masticando, su boca ahora casi vacía.
—Sí, suena bien. ¿Dónde estabas pensando? Oh y quisiste decir tú y yo, ¿no?
—No, ya he viajado contigo antes. Sé cómo termina esa historia. Huyes.
—Lindo.
—Y en algún lugar caliente, donde nunca antes hayamos ido. Sólo nosotros
dos, una oportunidad para reavivar algunos, ya sabes…
—Sí, y por favor no entres en detalles. La última cosa que necesito es que
arruines mi apetito; estoy jodidamente hambriento. —Le dio otra mordida a su
plato de pasta a medio terminar, pero dejó caer su tenedor—. De hecho, creo que
podría ayudar. Hay un tipo en el trabajo que tiene un hermano que está casado
con una gurú de viajes o algo así. Aparentemente la tipa puede conseguirles
ofertas increíbles. Creo que la conocí una vez y podría haber accidentalmente
escupido tequila sobre ella. De todos modos, podría hablar con él… para que hable
con ella… para que hable contigo.
Clark trató de seguirle la pista.
—Está bien, suena bien, creo. Bien, bueno tenemos un plan. Tú hablas con él
o ella o lo que sea, y luego nos escaparemos. Me gusta la idea. Es una buena idea,
lo sé.
Una emoción que no había estado ahí por mucho tiempo retornó a él.
Era esperanzadora y enérgica y bailaba con ella. Mañana sería un nuevo día y
de repente, Clark tenía un propósito otra vez.

180
CON ARREPENTIMIENTO.
Clark estaba recargado en su silla, con los pies enganchados alrededor de la
pata de metal del escritorio en un intento por evitar caerse para atrás. Su pantalla
no dejaba de pasar imágenes, enlaces y palabras. Su imaginación estaba a toda
marcha, cuando una foto de él y Sam en un bar de Nueva York apareció.
Comparó su vida con aquella realidad. En la pantalla estaba Central Park y la
aventura. En su escritorio tenía un montón de reportes y carpetas color café.
Suspiró. Sabía lo que estaba dentro de cada carpeta café sin mirar. Era lo mismo
hoy como lo fue ayer y como sería mañana.
Esta era su vida en Dayton y podría permanecer de esta forma para siempre.
Estaba en una encrucijada. Dos direcciones que llevaban a caminos largos y
sinuosos. Una señal decía esto, y la otra, lo que podría ser. Se encontraba
peligrosamente cerca de esto y si no cambiaba pronto de rumbo, la otra señal
podría desaparecer para siempre.
—Oye, Clark, ¿podrías echarle un vistazo a esto por mí?
La voz del compañero de Clark lo sobresaltó, y miró por encima de su
hombro para identificar al culpable. 181
—Oh, Justin. Sí, seguro. —Tomó los papeles y los colocó en el montón que
crecía cada vez más. Justin arqueó su espalda, rompiendo la burbuja personal de
Clark, su barbilla a pocos centímetros de su cuello.
—Espera. ¿Estás pensando en irte? —dijo Justin, con el vaho a café llenando
su aliento.
Clark vio de nuevo la pantalla, deseando haber tenido la precaución de
cerrarla y se encogió de hombros.
—No, no te preocupes. No me voy a ir ninguna parte.
—¿Entonces por qué la página de internet?
—Un hombre puede soñar, ¿no? —dijo Clark, sonriendo—. Tengo un amigo
en Nueva York, eso es todo. Creo que estoy un poco celoso.
—Ah, ya sé qué es. Estás enloqueciendo sobre, bueno, ya sabes… —dijo
Justin, acercándose—. La boda.
—Sí, a lo mejor. En verdad, no lo sé.
Justin acercó una silla y se sentó, acomodándose tan cerca de Clark que sus
rodillas se tocaban.
—No te preocupes, amigo, si te hace sentir mejor, todos pasamos por eso.
Pasé por eso y te apuesto a que si le preguntas a cualquier hombre casado en esta
oficina, te dirá lo mismo.
—¿En serio?
—Sí —dijo con entusiasmo—. No importa lo mucho que ames a tu mujer, la
idea de renunciar a la libertad es difícil.
—Es bueno saber que no estoy solo.
—Por supuesto, hombre. Todos pasamos por eso. Simplemente no estamos
hechos de esa manera. No como las mujeres. Pasará; no te preocupes. El día en sí
es estresante, pero después de eso las cosas mejoran.
—¿Sí?
—Sí. Lo mejor que he hecho es casarme con Zoe. Me vuelve loco, pero es una
buena chica. Sería un desastre sin ella.
—Eso es bueno, hombre, eso es bueno. —Su ánimo mejoró y el deseo de huir
a Nueva York, se hizo menos intenso—. ¿Algún consejo?
—¡Whisky! En el día de la boda, no todo el tiempo. Sí, consíguete un buen
frasco y llénalo.
—Voy a recordarlo, gracias.
—Haz eso y no te preocupes por esos papeles. Regrésamelos cuando puedas.
No hay prisa —aclaró Justin, poniéndose de pie y dándole una palmada en el
hombro.
182
Mientras se iba, Clark regresó a su monitor y minimizó la pantalla.
Soñar y anhelar Nueva York no era la respuesta. Un dejo de ansiedad aún
rondaba en su pecho, pero la solución no radicaba en un pequeño tonto sueño.
Todos le estaban diciendo la misma cosa. Arrepentimiento… ansiedad…
pasarían… A Clark se le hacía difícil creer que las palabras fueran ciertas, pero
seguro debían serlo; ¿por qué todo el mundo iba a estar contando la misma
historia, sino? Era un alivio que todos sus conocidos lo guiaran a la misma
dirección. La encrucijada estaba ahí, pero seguía dudando qué dirección tomar.
Entonces vio la foto de Bella en su escritorio y sus labios se abrieron en una
sonrisa. Sólo un camino llevaba a Bella. Sólo uno le prometía a los dos
envejeciendo juntos. Sabía muy en el fondo, que no podía huir… No quería. Pero,
¿era suficiente? ¿El no querer era lo mismo que no hacer?
La gente seguía diciendo que se tranquilizara y que pasaría, pero no podía. Lo
intentaba. Trataba de respirar profundamente, de meditar y hablar consigo mismo
en el espejo. Bebió alcohol, y luego no tomaba nada. Hacía ejercicios, y descansaba
mucho.
La ansiedad no dejaba de acosarlo, pero cuando veía a Bella, tampoco su
amor. Entonces hablaría con personas como Justin y dirían que casarse era la mejor
cosa que habían hecho. Que no podían vivir sin su esposa y que el día era una
mezcla perfecta de nervios y éxtasis.
Así que se tranquilizaría, por momentos, pero después perdería el control
otra vez. Un ciclo interminable de subir y bajar, subir y bajar.
Clark sabía que no se iría… que no quería. Sin embargo, tal vez lo haría y tal
vez tenía que hacerlo. ¿Casarse con tantas dudas era lo correcto? ¿No eso era
mentirle a Bella y darle falsas esperanzas? ¿No sería irse ahora lo más honesto que
podía hacer?

183
SIN ADVERTENCIA
Era poco confiable transitar por las heladas calles de Nueva York, por las
cuales Clark se movía con pasos rápidos y firmes. Llevaba una botella de vino en
una mano y un libro bajo el otro brazo, esperando que ambos sobrevivieran la
travesía. Al ubicar el familiar bloque de apartamentos, apresuró el paso,
emocionado por aventurarse dentro y sorprender a Beki.
Su plan había comenzado meses atrás, pero no era hasta ahora que la
184
ejecución podía llevarse a cabo. Empujó la fría puerta y entró en el calor del
edificio. Su piel cosquilleó ante la sensación del frío encontrándose con el calor, y
un extraño estremecimiento recorrió sus brazos. Rápidamente subió al ascensor y
se elevó por el edificio a gran velocidad.
Al llegar a la puerta que se había vuelto tan propia como la suya, se detuvo
por un segundo y tomó aire en un intento de serenarse. Inhaló una vez más y se
deslizó lo más silenciosamente que pudo. Era un ninja y su misión era simple: no
advertir a Beki.
Dejó la botella de vino en la mesa con cuidado y precisión y se acercó de
puntillas hacia Beki, quien estaba absorta en su portátil. Se le escapó un chillido
entonces cuando el libro aterrizó en su regazo.
—¡Clark! ¡No hagas eso! —exclamó con un jadeo—. ¿‖Un viaje muy
oportuno‖? ¿Qué es esto?
—Un libro.
—Lo noté. ¿Por qué me lo estás dando?
Clark se balanceó sobre sus pies, una sonrisa pícara extendiéndose desde la
esquina de su boca.
—Una chica del trabajo me lo recomendó. Al parecer es uno de esos libros
que ―tienes que leer‖
—Oh, bien, gracias.
—Además, todos necesitan un libro para viajar.
—Sí, gracias… Espera, ¿qué quieres decir?
—Mira la página 22 —él dijo, saltando de un pie al otro.
Ella hojeó las páginas hasta que dos tarjetas de viajes se salieron de entre
medio y las levantó. Pasó sus dedos sobre ellas, las volteó, giró y analizó el texto.
—Oh, vaya, Clark. Esto se ve muy bien... pero son para dentro de dos días.
—Lo sé, lo sé. Quería que fuera una sorpresa. Lo he estado planeando
durante meses y…
—Clark…
—Mira —dijo, sacando un folleto de su bolsillo—. ¿No se ve increíble?
—Por supuesto que sí. Es hermoso.
—Pero… —comenzó, su euforia decayendo.
—Es bastante repentino.
—Sí, pero la universidad termina mañana y difícilmente te pierdas algo de
clases. Es sólo por una semana.
—Lo sé, pero…
Su euforia, ahora desaparecida por completo, se convirtió en una mezcla de 185
frustración y enojo.
—¡Jesús, Beki! No puedo creer esto. Honestamente pensé que por una vez
podrías seguirme la corriente.
—No te pongas así…
—¿Así cómo? ¿Que no me enoje conmigo mismo? ¿Que no me enoje con mi
novia porque le importo una mierda… o nuestra relación?
—Oye, no me culpes de esto a mí. Eres tú el que fue y reservó unas
vacaciones sin preguntar.
—Se llama ser romántico…
—Ya sé que lo es, pero vamos…
Negó con la cabeza, la frustración finalmente haciéndolo explotar.
—Es como si ya no te preocupara más —dijo, hundiéndose en el sofá y
sosteniendo su cabeza entre las manos. Un extraño silencio colgó del aire.
—No estoy segura de que lo haga… más.
El mundo pareció detenerse mientras trataba de procesar las palabras que
habían salido de su boca. Al principio, pensó que había oído mal, pero luego,
repitiéndolo, se dio cuenta que no era así. Lentamente levantó la cabeza,
manteniendo sus ojos en el suelo.
—¿Qué quieres decir?
—Nosotros. No estoy segura de poder seguir preocupándome por nosotros.
Una extraña y súbita sensación se formó en la parte inferior de su estómago.
Pudo sentirla creciendo, cobrando vida, moviéndose. Rápidamente empezó a
carcomerlo por dentro y a controlarlo.
—Oh.
—Clark…
—¿Desde cuándo? —susurró.
—No estoy segura.
—¡¿Desde cuándo?! —demandó.
Beki se puso de pie y pasó sus manos por el pelo.
—Unos pocos meses.
—Unos pocos meses… —murmuró—. ¿Y no pensaste mencionarlo acaso?
—¿Y decir qué? —Se sentó de nuevo—.Vamos, Clark, hemos estado mal
desde hace un buen tiempo.
—Tal vez tú quizás, yo he tratado.
—Eso no es justo. Esto no es completamente mi culpa.
—¿Oh, no? 186
—¡No! —dijo, su tono firme—. ¡No! Estuviste tan ocupado como yo durante
el verano. Los dos nos distanciamos y los dos lo dejamos pasar. La única diferencia
es que sigo estando ocupada.
Sus ojos azules, los mismos que lo habían seducido hace tantos meses, eran
ahora repulsivos. Contenían culpa, secretos y amor corrompido. Alojaban
incontables noches de dormir juntos, tener sexo y no sentir nada. Estaban llenos de
mentiras y engaños.
—Estas cosas pasan —dijo ella, tendiéndole la mano—. También debes
haberlo sentido.
Se puso de pie y se empujó más allá de ella.
—Por supuesto que lo sabía, ¿por qué crees que me he esforzado tanto? No
quiero renunciar a nosotros. Te amo. Nunca he amado a nadie antes. No quería
renunciar a ti. Hubiera luchado hasta el final. Pensé que valía la pena luchar por ti.
—Clark…
—No, creo que has dicho todo lo que necesitabas decir.
—Hey, lo siento, pero vine a Nueva York para cumplir un sueño de toda una
vida. Eso es lo que estoy haciendo y no voy a dejar que nada se interponga en ese
camino.
De repente, el huracán dentro de su pecho se paralizó dolorosamente.
—Vaya, me equivoqué. Ahora lo sí que has dicho todo.
—No quise decirlo así…
Pero Clark ya se dirigía hacia la puerta, listo para escapar hacia el amargo frío
de la noche de Nueva York. Sabía lo que le esperaba fuera: un ajetreado y frío
ambiente. No le importaba. Nada se compararía a lo que acababa de pasar. Cerró
la puerta detrás de él y se quedó solo en el pasillo, en el silencio del inquietante
corredor oscuro.

Bella estaba dentro de un avión una vez más, su mundo en estos días girando
alrededor de millas aéreas y mini botellas de vino. El fuerte zumbido del aire
acondicionado vibraba contra su cuello mientras se apoyaba en la helada ventana
de plástico.
A pesar de la sensación de entumecimiento en la mejilla, no podía contener
su emoción. Los últimos dos meses habían estado llenos de historias y aventuras y,
aunque la mayoría la emocionaron, nada se comparaba con su estado actual.
Su gira americana fue todo lo que Brian había dicho que sería. Fue sofisticada
e intensa, sus días llenos de intriga y viaje. Sin embargo, fue el regreso a su casa, a
la pequeña y tranquila ciudad de Dayton, lo cual le provocó un pensamiento.
Ese pensamiento creció y floreció convirtiéndose en un plan. Ese plan ya
estaba llegando a su punto culmine mientras aún le quedaba una hora hasta 187
Sídney: su gira americana debía tener un final repentino.
Mientras miraba una foto de Alex en su teléfono imaginó la sorpresa en sus
ojos cuando atravesara la puerta. Cómo su sorpresa se volvería felicidad y la
felicidad en algo más.
El hormigueo de lo que podría ser estaba vivo dentro y ni siquiera el zumbido
monótono del avión o una mejilla helada lo podía quitar.
CON UNA EXTRAÑA DEVOLVIÉNDOLE LA MIRADA
Una mujer en un esbelto vestido blanco posaba delante del espejo, con
adornos de lentejuelas reflejando la luz del sol que se filtraba por la ventana. Bella
la miró y se preguntó si su mente le estaría jugando una mala pasada. Se retorció
un poco y movió su mano contra la tela. Era ella. La mujer, en todo su esplendor,
era ella.
Su maquillaje, por lo general escaso y desigual, era perfecto. Su cabello,
generalmente colgando de una manera natural y suelto, ahora tenía volumen. Se
ondulaba por sí mismo y con cuidado se extendía por partes de su mejilla y frente.
Disfrutaba de la luz del sol como imaginó que los ángeles harían. La apariencia de
perfecta blancura fue demasiado, y le dieron ganas de llorar.
—Mamá, ¿cómo está Clark? —dijo, con ganas de ocupar su mente y mantener
las lágrimas a raya.
—Está bien. Lo comprobé hace unos minutos.
Bella entrecerró los ojos, insatisfecha con la respuesta.
—Está bien —suspiró—. Pero, ¿podrías comprobarlo otra vez, por favor?
—No.
188
—¿No? ¿Por qué? ¿Dijo algo?
Su madre se acercó por detrás, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura
de su hija y sonriendo con orgullo.
—No, no lo hizo, pero ¿de verdad crees que quiera que su suegra le
interrumpa cada dos minutos?
—No, pero ya sabes cómo es. Está destinado a andar enloqueciendo, quiero
asegurarme de que está bien, no puedo entrar ahí ahora. Quiero decir… Vamos,
mamá, necesito que sólo…
—De acuerdo, cálmate —respondió. Imitó el gesto de inhalar—. Debes
recordar respirar, incluso en el día de tu boda. De todos modos, Sam está ahí. Estoy
segura de que está bien.
—¡Sam! ¿Me estás tomando el pelo? ¡Sam! No va a ayudar. Va a empeorar las
cosas.
—Es el padrino. Su trabajo es asegurarse que todo está bien.
—Tendré suerte si termina sobrio. En serio, anda y ve cómo está.
—No.
—Pero mamá…
—Pero nada. Sólo mira tu lindo reflejo el espejo. Pronto toda esta locura
terminará y el mejor día de tu vida estará en su apogeo. —Besó la mejilla de Bella,
limpiando cuidadosamente cualquier marca de labial y se alejó.
Bella se volvió al espejo para comprobar que todo estaba perfecto y,
satisfecha, dio una vuelta completa y tomó su vestido rápidamente y salió.
—¿Mamá?
—¿Si?
—¿Podrías ir a buscar a Claire por mí, por favor?
—¿Por qué?
Bella inclinó su cabeza hacia la derecha, en un ángulo de una forma que
generalmente hacía sucumbir a Clark ante cualquier petición.
—Así puedo hacerle una pregunta.
—¿Qué clase de pregunta? —respondió su madre, cruzando los brazos y
dando un paso hacia Bella.
—Sólo quiero sacarme una duda…
—¿Sobre cómo está Clark por casualidad?
Bella infló sus mejillas, sintiendo que lo que funcionaba en Clark, no
funcionaría en su madre. 189
—Puede ser…
—¡No!
—Pero mamá…
—Nada de ―mamá‖. Te ves increíble y estoy muy orgullosa. Por favor no lo
estropees actuando como una niña de dos años de edad.
Bella se movió, lista para replicar, pero, al darse cuenta de su comportamiento
de diva, decidió no hacerlo.
—Está bien.
Su madre echó los brazos alrededor de la cintura de Bella, una vez más,
dando un par de respiraciones profundas, calmantes.
—Va a salir perfecto, te lo prometo. Todo está en su lugar... Él está perfecto...
Todo este día es perfecto.
—¿Tú crees?
—Por supuesto. Y déjame decirte algo ahora antes de que empiece a llorar...
Eres tan hermosa. No puedo decir cuan orgullosa estoy.
Las lágrimas amenazaron con escapársele de nuevo y Bella alzó sus manos en
un intento por mantenerlas a raya.
—Mamá, por favor, no lo hagas. No quiero llorar.
—Lo sé, lo sé. Voy a tratar de no perder la cabeza. Es tan increíble, verte así.
Mi hermosa hija... mira... como... —Sin terminar la frase, corrió hacia la esquina de
la habitación y hurgó en una caja de pañuelos.
Bella sacudió la cabeza y continuó agitando su mano delante de sus ojos. La
sensación refrescante fue bienvenida y con ella se calmó, aunque no podía estarse
quieta. Su cuerpo necesitaba movimiento, no importaba lo pequeño que fuera.
Movió sus pies, manos y dedos. Arrastró sus pies de un lado al otro. No
paraba de levantar el brazo para recoger algún pelo rebelde pero, recordando el
desastroso potencial de incluso el más pequeño de los cambios, se lo negó a sí
misma. No importaba lo mucho que se moviera, la necesidad de no estar quieta no
cedió.
Cerró los ojos y comenzó a tomar largas y profundas bocanadas de aire. Trató
de imaginar a Clark, pero no pudo. Su mente no se tranquilizaría lo suficiente para
evocar la imagen, pero sabía que pronto no tendría que hacerlo. Pronto, se pondría
de pie ante ella y sostendría sus manos. Pronto, besaría su mejilla, labios y diría
acepto.
Pronto, su vida cambiaría para siempre. Dejaría un nombre detrás y daría la
bienvenida a otro. Ya no sería Bella, sino que formaría parte de algo superior.

190
SIN ADVERTENCIA CON DOLOR
El avión de Bella ya se estaba precipitando por la pista, con encandilantes
destellos de luz atravesando su ventana mientras la nave alcanzaba tierra firme.
Había pasado todo el vuelo animada y despierta pero, ahora, cuando finalmente
aterrizó, el agotamiento se sumió sobre ella instándola a dormir. Pesaba sobre sus
hombros y el incómodo asiento de repente se veía atractivo.
Sin embargo, no podía. El momento de abrazar a Alex estaba cerca, la imagen
de su sonrisa y ojos siendo suficientes para mantenerla moviéndose hacia delante.
Tres meses atrás, cuando se había embarcado en esta nueva aventura, se habían
dado un abrazo en despedida que se sintió falso y forzado, igual que las llamadas
telefónicas que tenían desde Nueva Zelanda.
Mientras la gira continuaba, las llamadas se hicieron menos frecuentes. Estaba
ocupada y disfrutaba del mundo a su alrededor. Era agotador pero estimulante,
aburrido pero apasionante. Era todo y nada de lo que había llegado a imaginar. Era
una verdadera escritora viviendo una existencia real.
Sólo algo impedía su regreso y fue durante su tiempo en Dayton cuando se
hizo evidente. Reavivó amistades y pasó un tiempo con su familia. Se dejó caer por
viejos lugares y revivió una vida que había pensado había terminado. Faltaba algo...
191
o alguien.
Fue allí donde comenzaron los pensamientos. Fue allí donde un plan se
formó. Fue allí donde fingió una enfermedad y se escapó hacia el aeropuerto.

Bella iba sentada en el taxi, su forma pulcra de metal acelerando a toda


velocidad por la carretera. El agotamiento la instaba a entregarse al sueño, pero
estaba emocionada y el latido de su corazón se negaba a la solicitud. Cuando el
taxi se estacionó frente a su edificio, miró hacia arriba, a la ventana de su
dormitorio en el sexto piso, esperando que estuviera oscuro, pero la encontró
radiante.
—Está despierto —dijo—. Perfecto.
Le dio un poco de dinero al taxista y salió. A pesar de que era de noche, el
aire era cálido y húmedo. El día anterior, había estado experimentando un invierno
típico de diciembre, pero ahora, de regreso a su hogar, el calor del verano la
sorprendía.
Escapó de la calidez y entró al fresco edificio, moviéndose deprisa hacia el
ascensor, con ganas de subir.
—Está bien, vamos —dijo, animándose a sí misma—. No dejes que las cosas
sean raras. Sólo tienes que ir, darle un gran abrazo de oso y decirle todo.
Al salir del ascensor y enfrentarse a su puerta de entrada, una sensación de
zumbido corrió por su pierna. Sacó su teléfono y miró el nombre.
—Lo siento Brian, vas a tener que esperar.
Con una respiración profunda final, abrió la puerta y entró en el cuarto
oscuro. Estaba tranquilo y vacío, toda el área estaba oscura a excepción de una
franja de luz que escapaba debajo de la puerta de su dormitorio. Sonrió,
imaginando su entrada y la conmoción en el rostro de Alex.
Avanzó, pero se detuvo cuando su pie aterrizó en algo voluminoso y
puntiagudo. Se inclinó, lo recogió y lo retorció en sus dedos.
—¿Charlie? —leyó suavemente, girando la placa de metal con el nombre, de
adelante hacia atrás.
No podía darle sentido, pero luego, al ver una pieza de tela a unos metros de
distancia, su mundo se derrumbó. Se puso de pie frente al top de seda amarilla,
bajó su mano pero se resistió al impulso de recogerlo. No hacía falta; sabía lo que
era.
Un nudo se formó en su garganta, con una amenazadora parálisis lentamente
extendiéndose por su cuerpo, y entonces oyó un repentino sonido que venía del
otro lado de la pared que reactivó su mente y la instó a moverse de nuevo. El
suave resplandor deslizándose debajo de su puerta, ahora se burlaba de ella. Sabía
lo que había al otro lado, pero suplicó equivocarse. 192
No, no, no, pensó, dando pasos titubeantes hacia delante hasta que se
detuvo a centímetros de la rendija de luz.
No haría esto.
Nunca haría esto.
No es lo que piensas.
Se trata de Alex.
Te ama.
Nunca haría esto.
No era suficiente. Necesitaba saber y, mientras empujaba suavemente la
manija, un leve crujido llenó la habitación. Ya no estaba oscuro, la luz prominente
iluminaba a dos personas, una encima de la otra, a pocos metros delante de Bella.
Se habían quedado quietos en la cama; sus ojos vislumbraban a Bella
mientras el silencio flotaba en el aire, el débil olor de su habitación aún allí, pero
contaminado por uno extraño. Luego el silencio terminó. El sordo ruido de choque
lo rompió, cuando la pequeña placa de metal cayó sobre el duro suelo de madera.

***
Cuatro vasos pequeños estaban delante de Clark, dos llenos hasta el borde
con una mezcla de color marrón y dos casi vacíos. Su cabeza daba vueltas, en parte
debido al alcohol, pero principalmente por la conversación tan trascendental que
acaba de tener. Las lágrimas estaban en puerta, aguardando pacientemente el
momento en que pudieran salir. Por ahora, permanecían encerradas y ocultas.
El camarero se acercó, deteniéndose frente a él.
—¿Estás bien, Clark?
—Va a estar bien —dijo Sam, atravesando la puerta y dirigiéndose hacia la
barra—. Sólo tienes que traer más de una botella de whisky y cada vaso de chupito
que tengas.
Se sentó en el taburete junto a Clark, silencioso e inmóvil al principio, pero
luego colocó firmemente la mano en el hombro de su amigo.
—Está bien, amigo. Sam está aquí para salvar el día.
Clark levantó la cabeza y se volvió hacia él. La luz que los rodeaba lastimaba y
dolía, el mundo cercano a la barra superior era más atractivo. Su amigo estaba allí
para ayudar, pero el pensamiento de interacción humana —de cualquier tipo, de
cualquier persona—, era inquietante. Apartó su hombro del agarre de Sam.
—El día puede irse a la mierda.

193
CON LA ETAPA FINAL
Clark estaba firme frente al altar de la iglesia, mientras un bulto continuaba
tratando de controlar su garganta seca. Le habían dicho que sólo tendría que estar
allí por unos pocos minutos hasta que Bella llegara, pero el tiempo parecía estar
envejeciéndolo minuto a minuto.
Su frecuencia cardiaca iba en aumento y su respiración entraba en pequeñas
e insuficientes ráfagas. Podía sentir el sudor formándose y rodando por su frente y,
dándole un vistazo Sam, no lo sintió mejorar.
—¿A quién estás saludando? —preguntó.
—No sé… A todo el mundo... Es una boda y soy el padrino. Es mi deber
asegurarme que todos la pasen bien.
—¡No, tu deber es impedir que me vuelva loco! Y, ¿sabes qué? Estás fallando.
—Miró alrededor de la pequeña y acogedora iglesia, mientras un mar de gente se
centraba en él. Se suponía que sería pequeño y pintoresco, pero Clark se sentía
como un orquestista en medio de un teatro a la espera de ser señalado para
empezar.
—Lo estás haciendo bien, amigo. Sólo relájate. 194
—No puedo parar de sudar. Mírame, ¿me veo como un desastre?
—Te ves bien. Bueno, casi. Y ¿qué quieres que haga? Te ofrecí whisky y lo
rechazaste.
Clark sacudió su cabeza.
—No lo sé. ¿No se supone que deberías tener algún tipo de charla conmigo?
—Lo hice. Fue en forma de whisky.
—Cristo, eres un inútil. —Cambió su peso de una pierna a la otra—. ¿Lo
tienes?
—¿Qué? —dijo Sam. Todavía mirando el océano de rostros.
—El whisky.
—Nah, me lo bebí.
Clark no dijo nada, mirándolo hasta que Sam movió su cabeza.
—¿Qué? No iba a dejar que se desperdiciara.
Clark sacudió su cabeza una vez más y dejó escapar un pequeño suspiro. No
sólo liberó aire, sino una fracción del estrés y el pánico detrás de sus ojos. Sin
embargo, no se liberó de la carga completamente. Forzó una sonrisa, esperando
que su rostro no demostrara ninguna preocupación a la multitud.
—¿Estás seguro de que luzco bien? Quiero decir, no parezco… tú sabes, como
que voy echar a correr, ¿cierto?
Sam no dijo nada. Clark, había pasado semanas tratando de calmar sus
nervios y prepararse para el gran día. Unos días fueron mejores que otros, pero
cada uno provisto de miedo y duda. Sabía, en el fondo, que nunca se iría. Amaba a
Bella… Sabía que amaba a Bella y no podía decepcionarla o dejar que la duda
mancillara sus decisiones. Pero estaba allí y, a pesar de su esperanza y de mucho
suplicar, lo agarró con todo la mañana de la ceremonia.
—No estoy seguro de poder hacer esto ―dijo, volviéndose a Sam una vez
más.
—No seas bobo. Claro que puedes.
—No estoy seguro. No puedo relajarme. Me estoy volviendo loco.
—Entonces escapa.
—¿Qué?
—Sólo corre, distraeré a todo el mundo.
—No puedo hacer eso.
—Oh, ¿por qué? —Sam preguntó,
—Bueno, amo a Bella, ¿no? Me quiero casar con ella. 195
—Exacto, mantén eso en mente ―dijo Sam, regresando a su postura, recto y
con mayor seguridad, con una mano en su espalda y otra sosteniendo el borde de
su saco.
Clark bajó su cabeza, listo para calmarse una vez más, pero no pudo: la
habitación entera cobró vida con música y gente poniéndose de pies. Levantó su
mirada por el pasillo y vio la figura blanca que se deslizaba lentamente hacia él.
Tan pronto como sus ojos se encontraron con los de Bella, todo cambio.
No más nervios.
No más dudas.
No más preguntas o qué pasaría si...
—Se ve grandiosa, amigo —dijo Sam, inclinándose de nuevo.
—Yo… yo… sí, vaya. Realmente es así, ¿no?
—¿Sigues nervioso?
—Nope.
Continuó caminando por el pasillo, aparentando deslizarse por la superficie.
Clark no podía apartar la mirada de la de ella, los perfectos ojos café medio
cubiertos por su cabello. El mundo alrededor era una mancha, los invitados se
volvieron no más que una paleta de colores. Todo lo que podía ver era a ella.
Consideró los pasados meses y la forma en que todo valió la pena. Todo el dolor,
la preocupación, el estrés, todo lo llevó aquí y en una extraña y loca forma eso
hacía todo más asombroso. Tuvo que luchar por ella, no con otro, sino desde
adentro. Él fue su propio villano, pero permaneció en alto y no cedería. Ahora
estaba de pie, no más nervios en sus piernas, esperando por su amor para dar los
últimos pasos.
No quería que terminara, no quería que se detuviera, quería que siguiera
flotando por el pasillo, hasta los pocos centímetros que estaba de él. Quería
mantener este momento para siempre: su delgada, blanca figura, su elegante y
esbelta forma. Lo estaba compartiendo con docenas de otras personas pero era
sólo para él. Esa era su forma de ofrecerse a sí misma, para finalmente entregar su
mano y cambiar sus vidas para siempre.
Entonces estaba junto a él, Clark cerrando sus ojos y capturando este
momento eternamente. Cuando abrió los ojos, estaba ahí, su sonrisa iluminando su
rostro. Quiso besarla, agarrarla, estar con ella, en cambio, sonrió a sabiendas de
que permanecería a su lado durante el resto de su vida.

196
SIN SUFICIENTE ALCOHOL
Clark estaba aferrado a la barra, con la cabeza tan sólo unos centímetros por
encima de ella. La mezcla de alcohol y la necesidad de olvidar lo perseguía, con
una sensación de aturdimiento latiéndole en la cabeza. Le gustaba el sentimiento.
Significaba que estaba vivo y, cuanto más bebiera, más posibilidades tenía de
olvidar las últimas horas.
—No lo entiendo —dijo, pronunciando mal las palabras—. Sé que tenemos
nuestros problemas, pero vamos. Esas cosas se pueden resolver.
Sam se sentó de golpe tomando un chupito en cada mano.
—Lo sé, es estúpido, amigo. Pero como dices, tenían problemas —dijo,
pasándole uno de los vasos a Clark.
—¿Quién no tiene problemas?
—Verdad… cierto… De acuerdo, déjame explicarlo de esta forma.
Alineó cinco vasos de chupito en una fila, vertió whisky en cada uno y se
dispuso para un largo discurso.
—Este… lo que estoy a punto de hacer es una mala idea. 197
Tomó el primer chupito echando la cabeza hacia atrás y haciendo una mueca
mientras el whisky raspaba su garganta. Tomó un respiro, se tragó el siguiente,
volvió a respirar y colocó el siguiente. Haciendo una mueca de nuevo, termino con
el cuarto, no, con el quinto chupito.
—¿Qué diablos estás haciendo?
Con los ojos achinados, tomó dos profundas respiraciones antes de
estabilizarse.
—De acuerdo, eso fue una mala idea.
—¿En serio? ¿Te parece?
—Absolutamente. Empezaré a vomitar en, tal vez, 10 minutos… tal vez sea
una hora, pero sucederá, ¿Cierto?
—Sí, eres un idiota.
—Hey, escucha. Ya había dicho que sería una mala idea, ¿me sigues?
—Sí.
—Aquí está la cosa. Esto me va a causar un montón de gracia, pronto estaré
bailando y divirtiéndome como un loco. Me sentiré horrible en la mañana, pero no
antes de tener una gran noche.
—Sí, ¿cuál es el punto?
—¿No lo ves? Eso es lo que tú y Beki estuvieron haciendo… tal vez. Se
conocieron durante una aventura y fue genial. Vinieron a New York y fue
emocionante. Pero su relación fue algo construido en un mundo que no podría
existir. Fue muy divertido y ambicioso y estuvo lleno de fantasía.
Clark no podía creer lo que estaba escuchando. Levantó su cabeza y se giró
hacia Sam, sacando pecho y listo para defender la relación que acababa de perder.
—¿Qué clases de cosas dices? ¿Cuál es tu problema?
—Cálmate —dijo Sam contraatacando y haciendo un gesto con sus manos—.
Sabías cuan ocupado ibas a estar. Mudarte a New York no se trató sobre de ella,
fue sobre ti.
Clark no podía decidir cuán furioso estaba, o si lo estaba en absoluto. De
repente deseó que su cerebro fuera capaz de formar un pensamiento más
coherente.
—Pero nos amábamos. Lo estás haciendo sonar como que no fue… o es así…
—Claro que la amaste y ella te amó también. Pero se necesita más que eso. Es
el sitio en el que los dos se encuentran en este momento; ambos están demasiado
enfocados en sus carreras. Es difícil equilibrar amor y ambición. No digo que no te
preocuparas por ella, o ella por ti, pero el momento no es el adecuado.
—Nunca habría venido aquí sin ella... 198
—Exacto, se trataba de una emocionante y sexy sueva rubia que quería vivir
en Nueva York, y disfrutar de la gran vida. Quien no amaría eso.
La lucha interna de Clark se acalló y se dejó caer sobre su taburete de la barra
una vez más. Puso sus brazos en la barra y su cabeza en sus manos. Esto lo hacía
sentir demasiado alto, deseaba encontrarse en algún lugar inferior, como debajo
de los tablones del piso donde estaba oscuro y sin esperanza.
—Mira —dijo Sam, colocando sus manos en los hombros de Clark—. Sé que
duele en este momento, pero pronto mirarás atrás y te darás cuenta que Beki es
una de las mejores personas que jamás has conocido. Mira lo que ella representa
—dijo, dirigiendo sus brazos alrededor de la habitación—. Te trajo a Nueva York.
Tienes una gran carrera por delante y, quien sabe, tal vez en el futuro los dos
puedan volver juntos. Sólo porque el momento no es bueno ahora, no significa
que siempre será así. Pero el tiempo lo es todo. Es la diferencia entre lo que es y lo
que no.
Clark no quería estar de acuerdo, pero su amigo había atinado. Trató de
encontrar un argumento alternativo, uno que pateara el razonamiento de Sam a la
cuneta.
—¡No quiero amarla! ¡Quiero odiarla!
—Entonces ódiala. Puedes hacer lo que te dé la gana. De eso se trata el
futuro. No sabemos qué pasará más adelante pero, ahora mismo, sí, deberías
odiarla. Deberías gritar su nombre y maldecirla.
Clark asintió feliz con esa imagen mental. Se levantó y parpadeó rápidamente,
listo para adueñarse de la noche y dejar atrás su desesperación.
—Nunca has estado tan acertado.
Sam ya no estaba con él. Se había ido dejando el taburete y corriendo hacia
la puerta, deteniéndose de pronto junto a una planta a la altura de la rodilla,
encorvándose y vomitando sonoramente.
—Oh, amigo. —Clark dijo, tapándose la nariz—. ¿A cuántos bares más vas a
hacer que nos prohíban la entrada?

***
Sus pies no eran suyos, y cada paso le resultaba extraño, desconocido, como
si un vacío se la estuviera tragando lentamente. Las luces brillantes la sacaron de la
oscuridad, pero iluminaron su tristeza para que fuera vista por el mundo.
Podía sentir a las personas a su lado, la vida en la ciudad negándose a
detenerse a pesar de su propia desesperación que la destrozaba. Estaba distante y
no del todo en sintonía con la realidad.
Estaba sonámbula o caminado despierta, o aturdida por la vida. Podía
escuchar su familiar timbre de llamada. Estaba tan cerca pero lejos, produciéndole 199
una sensación de zumbido. Podía sentirlo en sus piernas, pero eso también estaba
entumecido y distante.
Entonces se dio cuenta de lo que debía de ser, llevándose la mano al bolsillo
y sacando su teléfono.
—¿Bella? ¡Bella! ¿Estás ahí? ―dijo Bryan.
—Sí.
—Bien. Ahora, ¿dónde estás? Recibí una llamada diciendo que te fuiste SIN
PERMISO. ¿Qué diablos piensas que estás haciendo?
—Encontré a Alex engañándome.
—No puedes hacer esta mierda. Hay mucho en juego ahora y… espera, ¿qué
fue lo que dijiste?
—Encontré a mi novio teniendo sexo con Charlie.
—Pero… Pero… pensé que Charlie era un tío.
—Yo también.
—Está bien. ¿Dónde estás? Estoy yendo a buscarte.
—Estoy bien. Quiero estar…
—No, Bella. Insisto. ¿Dónde estás?
CON NOMBRE NUEVO Y UN ANILLO SENCILLO.
Bella había dejado atrás a sus admiradores y ahora estaba de pie,
momentáneamente sola, ante un viejo escritorio de madera en un cuarto con
apenas un puñado de personas. Acarició la pieza de papel que descansaba sobre la
superficie con un dedo, y admiró la simple elegancia del nuevo anillo descansado
contra el viejo, un delgado cintillo que le recordaría para siempre su propio ser.
El anillo más grande representaba todo lo que era ahora, en su vestido de
novia, pero la sencilla banda de oro mostraba quién era cada día; simple, elegante
y verdadera… la versión de la que Clark se enamoró.
En aquel momento, necesitaba sostenerlo, adherírselo a su mano y tenerlo
cerca. Lo buscó, encontrando su familiar silueta a poca distancia dándose la mano
con el vicario. Se veía tranquilo y confortable, un estado en el que no lo había visto
por meses. Había permitido que pensara que se mostraba fuerte, y que su
desesperación era un secreto que ella jamás sabría. Aun así lo supo; pudo verlo en
sus ojos y notarlo sobre sus hombros. Había sido un peso muy grande, pero
mantuvo su fe en él… en ella… en ellos.
Cerró sus ojos, permitiendo que los recuerdos del último par de horas se
acercaran y jugaran en su cabeza: El toque de los labios de Clark, cuando el
200
público alrededor aplaudió y silbó. Las palabras, Acepto; la esperada bendición del
vicario, que pareció tomarse toda una vida en llegar; caminar brazo a brazo con su
padre, por primera vez en su memoria sintiendo amor y compasión hacia él.
Este era su día y había sido perfecto… por ahora. Todavía tenía razones para
preocuparse, numerosas cosas podrían salir mal, pero no importaban. El nuevo
anillo en su dedo le recordaba que la importancia de este día había terminado y
todo desde aquí hacia delante sería una mera celebración de su amor.
—Oye, esposa —dijo Clark extendiendo su brazo mientras se acercaba—. ¿Te
he dicho lo grandiosa que te ves?
—Una o dos y luego otra vez, pero pienso que no me cansaré de eso.
Él la tomó de las manos y las acomodó sobre sus hombros.
—No puedo creer la plenitud que siento. Me había puesto un poco loco.
—¿En serio? —respondió con el sarcasmo rayando su voz.
—¿Lo sabías? Demonios, en serio traté de que no te dieras cuentas.
—Cariño, sé que lo hiciste, pero eres terrible. Creo en ti y adivina qué. Lo
superaste.
—No lo puedo creer, rompiste mi código. Yo era un ninja.
—Hmmmmm.
—Ya basta, ustedes dos —los interrumpió la madre de Bella—. Es hora de que
sean buenos anfitriones y conversen con otras personas.
—Madre, ¿puedes creer que lo hicimos? Finalmente tienes un hijo.
—Lo sé, no pude haber encontrado uno mejor —dijo pellizcando sus mejillas
con el dedo índice y el pulgar.
—Bueno, bueno. Muchas Gracias. Tienen la vida entera para torturarme —dijo
Clark mirando entre madre e hija—. Primero tenemos que pasar el día de hoy, y
entonces grandes cosas vendrán.
—Lo cual sería… —preguntó Bella, apoyando su cabeza en su hombro.
—El discurso de Sam. Tú sabes, será épico.
Bella movió la cabeza y lo miró directamente.
—Sí, sobre eso. Si arruina mi boda, lo mataré.
—¿Qué podría hacer?
—Demasiado, Clark, podría hacer demasiado.
—Todo estará bien. No te preocupes. —Miró sobre su hombro—. Bueno, iré a
hablar con mis padres y luego deberíamos ponernos en marcha. Hemos firmado
todo, ¿cierto?
—Sí, eso creo —dijo Bella—. No tienes permitido dejar esta habitación sin mí. 201
Estamos unidos a la cadera por las siguientes seis horas, ¿entendido?
—No tan solo seis horas, si entiendes lo que digo —dijo haciéndole un guiño,
y caminando hacia atrás.
Ella sacudió su cabeza y rodó los ojos, volteándose hacia su madre.
—Gracias por este día, madre. Estuviste genial y lo siento por lo de antes, me
comporté como una maleducada.
—Está bien, todo el mundo se pone igual en el día de su boda. Es un
momento de tensión, pero a la vez grandioso. Vagamente recuerdo la mía y sé que
es difícil de creer, pero tu padre y yo lo pasamos grandioso.
—Todavía no puedo creer que esté casada —dijo Bella. Ansiosa por desviar el
tema de su padre.
—Lo sé, estoy muy orgullosa de ti. Serán felices juntos.
—¿Lo crees?
—¡Claro!
—Apuesto que tú y papá pensaron eso alguna vez… —dijo,
instantáneamente lamentándolo y odiando como tales pensamientos pudieron
entrar en su mente en un día tan increíble.
—No digas eso, tú y Clark estarán bien. No te atrevas a dejar que lo de tu
padre y yo te haga dudar por un segundo. Ustedes tienen algo que nosotros nunca
tuvimos, ¿sí? Claro. Nos amamos, una vez, pero nunca tuvimos esa chispa. No
como la que tienen ustedes. Tú vas a envejecer con ese chico. Estoy celosa.
Bella tomó a su madre y la acercó hacia sí, presionando su mejilla en su
pecho.
—Gracias mami, tengo suerte de tenerte. Espero ser como tú algún día.
—Oh cariño —dijo su madre susurrando en su oído—. Serás mucho mejor.
Además, estas comenzando con estilo. Desearía haber ido a Hawái en mi luna de
miel —continuó.
—Sí, no puedo esperar. Será un fin de semana romántico.
—Estoy celosa, pero, muy, muy feliz. —Su madre movió la mano hacia la
mejilla de Bella, frotando la piel con delicadeza—. Bueno, iré a encontrar a tu
padre, pienso que deberíamos tomar una foto familiar.
—No hace falta. ¿Estás segura? —preguntó Bella preocupada por tal
propuesta.
—Sí, estoy segura. Ya ha pasado demasiado tiempo.
Bella no dijo nada, insegura de cómo reaccionar y dio un último vistazo a la
hoja de papel en el escritorio. El apellido de Clark junto a su nombre era algo
nuevo y diferente y difícil de comprender.
Un nuevo nombre, ella pensó. Un nuevo comienzo. 202
SIN EL DESEO DE CONTINUAR
Pequeñas de gotas agua se aferraban unos a otros en la superficie de cristal
en la mesa, formando charquitos diminutos en patrones descoordinados, con
partes de la obra ya secándose y desvaneciéndose. Bella estaba sentada justo
encima, la piel alrededor de sus ojos teñida con rímel negro corrido. Finalmente
había dejado de llorar, por ahora, pero era más bien como un intervalo que el
punto final del show.
Brian estaba sentado junto a ella, con su mano en su espalda, frotando
pequeños círculos en sentido del reloj. Podía sentir su toque, sólo que era distante.
Su cuerpo estaba entumecido y vacío; extraño y suyo, como si alguien se lo hubiera
rentado y aún tuviera que regresarlo.
Todo a su alrededor eran recuerdos de Alex: La botella de whisky medio
vacía, la misma marca que solían beber en la universidad. El olor persistente de
Brian, quien utilizaba el mismo champú. Y, justo unos cuantos minutos antes, una
canción que sonó en la radio, una con la que habían hecho el amor en algún
momento en el pasado. El mundo era un recordatorio de su dolor y lo que le había
hecho a ella. No le permitía olvidar.
—¿Quieres otra copa? —preguntó Brian.
203
—Estoy bien. Gracias. De todos modos, ¿dónde está Lucy?
—Está fuera por un par de días. De todos modos, eso no importa. ¿Cómo te
sientes?
—Voy a estar bien. Sólo otra esquirla de dolor en el poste de mi cama. Te juro
que esta es la última vez. Esta es la última vez que le entrego mi corazón a alguien.
Y pensar que estaba considerando... —Dudó—. No importa.
—¿Qué?
—No es nada. Olvídalo.
—Bella.
—Bueno, estaba pensando en renunciar.
—¿Renunciar a qué?
—A Escribir
—¿Estás bromeando?
—Nop. Iba a regresar y estar con él. Mientras escribo, siempre me alejo de las
personas que me rodean. No quería hacerlo más. Quería estar con él. Extrañaba lo
que teníamos. Extrañaba a mi mejor amigo.
—Pero eso es…
—Lo sé... No importa ahora, ¿no?
—¿Es por eso que no me has entregado ningún capítulo nuevo?
—No sé, tal vez. Traté de escribir, pero no había nada ahí. Supongo que lo
tomé como una señal —Sacudió la cabeza con ahínco, con otra ráfaga de lágrimas
desbordándose de sus ojos ante tal pensamiento—. ¿Cómo pudo hacerme esto?
Brian sacó su brazo y la atrajo hacia él, envolviéndola.
—No sé, Bella. Te mereces a alguien mejor.
—No, no me lo merezco.
—Sí, te lo mereces. Cristo, si no estuviera casado, no…
Ella levantó la vista, sorprendida por sus palabras.
—Lo siento, no, eso no era lo que debía decir. Lo que quiero decir es... que
eres maravillosa y talentosa, y cualquier hombre sería afortunado de tenerte.
Se liberó de su agarre y se dejó caer en el sofá.
—No lo sé. Tal vez me lo merezco. Después de todo, yo fui quien se fue y lo
dejó.
—Eso es una locura. Lo único que hiciste fue vivir tu sueño.
—Sí, pero también soñaba con el hombre perfecto.
—Tal vez él no lo era. Encontrarás el amor, Bella, te lo prometo.
204
—No hagas promesas que no puedes cumplir.
Se levantó y caminó hacia la botella de whisky.
—Sé que ahora mismo duele, pero confía en mí, estarás contenta de que no
te detuviera de escribir. Un sueño fallido no es algo para tomarse a la ligera.
Ella no dijo nada, frotando sus dedos a lo largo de su pierna en un intento de
sentir algo... cualquier cosa.
—Mira, creo que debes salir. Los últimos meses han sido difíciles para ti y una
semana holgazaneando en una playa te ayudará a despejar la cabeza.
—Brian, eso no es lo que necesito ahora.
—¡Por mi madre que lo es! No te preocupes; arreglaremos todo para ti. Te lo
digo, una semana fuera de todo te ayudará.
—No sé…
—Vas. No te dejo opción. —Volvió a sentarse, sólo unos cuantos centímetros
separándolos—. Tampoco escribir. Lee un montón de libros y libera tu mente.
Asintió en silencio. Dudaba que una semana al sol o en cualquier otra parte
pudiera servirle. Este era su mundo y no tenía como escapar. Levantó la mirada
hacia Brian, percatándose de que su rodilla izquierda estaba a punto de tocar la
suya. Sus palabras la habían puesto en el borde, pero quizás no debieron de
haberlo hecho.
Alcanzó su trago e inclinó el vaso a sus labios, el líquido llenando su boca y
aliviando sus preocupaciones temporalmente. Debería irse y estar sola. Estar aquí,
con Brian, no ayudaría en nada. Estaba vulnerable y era un desastre a punto de
cometer una racha de estúpidas elecciones. Sin embargo, el calor era reconfortante
y también su compañía. Solía ser el trabajo de Alex, pero ahora era el de Brian.

***
El olor de carne cocinándose flotaba en el aire frio justo a las afueras de la
discoteca. Era un asunto desastroso y sudoroso y Clark ya había empezado a
olvidar gran parte de la noche. Se puso de pie, balanceándose incontrolablemente
de un lado a otro, esperando que Sam regresara con la comida. Se levantó
tambaleante sobre su pie derecho lo suficiente para verlo entregarle al peludo
cocinero de hot dogs el dinero y arrastrarse de regreso, con un trozo de pan
aplastado en cada puño.
—Ten —dijo entregándole uno de los tan llamados hot dogs a Clark.
—¿Sabes algo? —dijo Clark, tendiéndole la mano—. Voy a ir a Hawái, con o
sin esa perra.
—¿Sí? 205
—Demonios que sí. ¿Por qué no? Todo está pagado, sería una locura no ir. De
hecho, puedes venir. Tú y yo, bailando con algunas chicas hula hula.
—No puedo ir.
—Está bien, quemaré el segundo boleto. Puede ser una ceremonia de
despedida de lo que solía ser. Puede que no sea capaz de prenderle fuego a ella, o
a los recuerdos que ha puesto en mi maldita mente, pero puedo quemar el boleto.
¡Va a ser épico! —continuó balanceándose, su nuevo plan teniendo el mayor
sentido del mundo.
—Me encanta, hombre. En serio debes hacerlo.
—Sí, definitivamente. Sé que estoy borracho ahora, pero esta es una buena
idea. De hecho, tengo una mejor —dijo, metiendo la mano en su bolsillo.
Miró fijamente su teléfono hasta que los botones finalmente se quedaron
quiero, y luego de pulsar unos cuantos recitó:
—Clark del futuro, habla Clark del pasado —empezó arrastrando las palabras,
riendo y casi tirando el teléfono—. Estoy dejando este mensaje para exigirte que
vayas a Hawái. No dejes que esa perra sueca, rubia, que te chupó toda la alegría te
evite pasar un buen rato. Y si me levanto y decido que esto es una mala idea,
entonces... entonces... —Se dio la vuelta y buscó a Sam, agarrándolo del hombro—.
Entonces Sam puede golpearme hasta que acceda a ir.
Sam se enderezó a su lado, asintiendo y pareciendo complacido con el trato
que le había pedido.
—Ahí lo tienes —dijo Clark, trastabillando un poco demasiado lejos y
chocando contra la pared—. No hay excusas. Voy a ir a Hawái y conoceré a una
ardiente chica hula que pueda enseñarme a surfear y bailar.
—Me encanta, amigo. Y no te preocupes, me aseguraré completamente de
que lo hagas. Te lo prometo —dijo Sam, abriendo los brazos tanto como pudo.
Clark le dio un mordisco a su hot dog e hizo una mueca cuando la carne llenó
su boca, inseguro de si era la comida, las ridículas cantidades de alcohol o su
corazón sensible y roto lo que le daba ganas de vomitar.

206
CON HUMO DE CIGARRO Y SOFISTICADO OPORTO.
Clark cruzó los brazos sobre su pecho, aferrándose a su chaqueta y
balanceándose de un pie a otro. El aire fresco le daba escalofríos, pero la oscuridad
era relajante, y por primera vez en semanas su sonrisa era real. El viento de
invierno lo tenía sumergido en el pintoresco patio, mientras que la multitud de
invitados estaban al otro lado de la ventana protegiéndose del frío.
Estaba feliz de ver que tantos hubieran asistido aquí para festejar a Bella y a
él. Unos cuantos minutos de aislamiento, sin embargo, eran igual de atractivos.
—Aquí tienes amigo —dijo Sam, dándole a Clark un cigarro robusto y media
copa llena de licor.
Clark descruzó sus brazos y enterró la nariz en el vaso.
—Salud. ¿Qué es esto?
—Oporto.
—Oh, qué elegante. —Clark movió su vaso hacia el de Sam, con el agudo
tintineo del brindis contrastando contra el suave murmullo del viento—. Esto es
perfecto.
207
—Sí, aunque el frío está que pela.
—Me gusta.
—¿Desde cuándo? Odias el frío.
—Sí, pero es un frío agradable. Es como de un libro o algo así.
Sam levantó la ceja, pareciendo cuestionar la declaración.
—¿De qué demonios estás hablando? No me digas que te vas a convertir en
uno de esos tipos sólo porque estás casado.
—¿Qué tipo?
—El tipo sentimental que mira con cariño las flores y las ardillas. No está en
nuestra naturaleza, amigo. Somos hombres de verdad.
Clark se rió.
—Que tengamos un cigarro no nos hace hombres fornidos.
—Tal vez no a ti, pero a mi sí. Soy una gran macho que fuma cigarros —dijo
Sam, tratando de prender su cigarro con un encendedor, la flama bailando para
todas partes.
Clark no dijo nada; en lugar de eso le dio una palmada a Sam en el hombro.
No podía dejar de pensar que una época se estaba terminando. Su boda era sobre
empezar de nuevo, pero al hacerlo, dejaba ir lo que solía ser. El cigarro
representaba algo más. Era un brindis por el fin de una era.
—Me alegro que estés aquí, amigo —dijo, quitándole el encendedor a Sam y
sacándolo de su miseria.
—No me iba a perder tu boda, ¿o sí?
—Bueno, no, supongo no, pero aun así. Sé que no nos vemos mucho, pero
aun así significa mucho.
Sam miró alrededor del jardín.
—Mira, lo entiendo. No vamos a vernos muy a menudo y es probable que
también vayamos a dejar de hablarnos. Muy pronto vamos a tener hijos y ser
demasiado viejos para esta mierda. Sin embargo, siempre seremos
amigos. Siempre serás mi mejor amigo. Y verte en un día como este... bueno... es
malditamente genial.
Clark siguió la mirada de Sam hacia el jardín.
—Sí, siempre vamos a ser nosotros. Trotamundos por siempre, ¿recuerdas?
Sam asintió, tomando una bocanada de su cigarro.
—Supongo que es tu turno —dijo Clark.
—Nah, Keira y yo aún no estamos para eso. La amo, pero no tenemos lo que
Bella y tú tienen. Estoy orgulloso de ti, hombre. Encontraste lo que estabas
buscando. Para ser honesto, estoy un poco celoso.
208
Clark fue tomado por sorpresa con sus palabras, nunca antes habiendo
escuchado este lado de Sam. Él siempre lo había admirado. Para sus ojos, Sam era
quien aspiraba ser. Él personificaba a la persona que deseaba ser. Un tipo que
podía ser feliz con lo que era, pero aún presionaba para ser más.
Siempre era la persona a la que recurría, un hombre que era seguido en vez
de seguir. Jamás le importaba lo que pensaran otras personas o dijeran, siempre y
cuando estuviera contento con lo que estaba haciendo. Un punto de inflexión
estaba ahora delante de ellos, y con él, Clark vio un inicio, no un fin.
Clark con Bella... Sam con Keira.
Clark en Dayton... Sam en Nueva York.
Una nueva vida les esperaba, pero su viaje era seguiría unido y vinculado. No
era el viajar o buscar, sino el vivir y disfrutar. Tiempo... Distancia... Cambio... No
destruiría quienes eran.
—No tienes que estar celoso de nada, amigo. También estoy orgulloso de ti
—dijo Clark—. Estás haciendo lo que siempre dijiste que harías. Y has logrado
hacerlo con una chica a tu lado. No estoy seguro de donde están Keira y tú, pero
sé dónde van a terminar.
Sam no se movió, su mirada aún en el jardín y el humo fluyendo de él.
—De cualquier modo —dijo Clark, aclarándose su garganta—. Ya basta de
esta mierda. ¿Qué tal si brindamos por este nuevo comienzo?
—¿Un nuevo comienzo? —preguntó Sam, inclinando la cabeza.
—Sí, un nuevo comienzo. Cuando termina una cosa, otra tiene que empezar,
¿no? Además, no nos decimos adiós, ¿recuerdas?
Sam levantó su copa, con la barbilla en alto.
—Por los nuevos comienzos.
—Por los nuevos comienzos.
El choque de las copas volvió a tintinear en el frío aire de invierno.

209
SIN ACOMPAÑANTE
El gran espacio abierto estaba lleno de bulla y sonidos alegres de personas
felices. El paraíso les esperaba a sólo unos pasos a través de las puertas de cristal
gigantes, completamente a su disposición y dejando que el mundo mágico se
fundiera con el real. Brillantes rayos de sol traspasaban la enorme entrada,
haciendo que la mitad del elegante piso de mármol resplandeciera con luz. Más
allá de eso, había playas y piscinas y bellezas en trajes baño. El aire era caliente y
relajante, la tentación ideal para aventurarse en medio de todo.
Para Clark era un simple recordatorio de la vida. Una vida que otras personas
felices vivían y que lo forzaba ser parte de ella. Se enfiló frente al mostrador de
recepción revisando de principio a fin su pasaporte. No le importaba lo que
hubiera en las páginas, pero esperaba que ocuparan su mente y evitaran que la
gente tratara de llamar su atención.
La idea huir sonó brillante cuando estaba borracho, pero mientras el tiempo
pasó, también lo hizo su momento de inspiración. Sam había insistido en seguir
adelante con el plan y, aunque Clark había mantenido una mente abierta, el vuelo
de diez horas resultó ser decisivo. El número dos se dedicó a acosarlo todo el
viaje. 210
Dos personas se sentaron junto a él, una a cada lado.
Dos parejas, una delante y otra detrás.
Dos paquetes de bienvenida le esperarían.
Dos albornoces... dos pastillas de menta en la almohada... pero solo una cama
grande, irónicamente, diseñada para dos personas.
—Aloha, señor. ¿Cómo está esta tarde? —preguntó la delgada y bronceada
recepcionista. Su sonrisa grande y orgullosa.
Él dejó de jugar con su pasaporte, con ganas terminar con el proceso.
—Sí, bueno. Necesito registrarme.
—Por supuesto, déjeme encargarme de eso. —Ella tomó su pasaporte y se
concentró en el teclado sin sacarse la sonrisa de la boca. Él sabía las siguientes
palabras que saldrían de esa boca—. Está bien, todo parece estar bien, señor, pero
¿tenemos una reservación para dos?
¡Lo sabía! Clark pensó.
—¿Hay una Beki...?
—No, ¡sólo yo! Hubo un cambio de planes —dijo, plantando su rígida palma
sobre el escritorio.
La recepcionista miró su mano, con su sonrisa desvaneciéndose, dejando su
rostro en blanco por completo hasta que su sonrisa resucitó a último minuto.
—Eso está bien, señor. No hay problema en absoluto. —Ella agitó su brazo,
haciendo un gesto hacia alguien detrás de Clark.
—Muy bien señor, aquí está su paquete de bienvenida y todo lo que necesita
saber. Si necesita algo más, por favor no dude en llamar.
Clark odiaba su sonrisa. Trató de pensar en algo que odiara más, pero no
pudo. Su brillante, burlona y grande forma le recordaba lo feliz que una vez fue. Un
tiempo feliz, antes de Beki. Una agradable estancia en cualquier lugar excepto aquí.
—Gracias.
Se apartó del mostrador, listo para aislarse en su habitación y nunca salir de
ella, pero se encontró de inmediato con un hombre de su propia altura, sus rostros
a menos de medio metro de distancia.
—Aloha, señor, ¿puedo tomar sus maletas?
—Oh, seguro…
—Mi nombre es Gary, señor. Si me sigue, lo llevaré a su…
Gary continuó hablando, pero Clark se alejó. Sus ojos vagaron alrededor de la
gran sala con gigantes paneles de vidrio que formaban parte de la pared y se
extendían hasta el techo. Era tal como el folleto había prometido y, unos días
antes, una vista que Clark había ansiado. No había podido esperar a caminar de la
mano con Beki, buscando y redescubriéndose el uno al otro. Se suponía que sería 211
un viaje romántico, pero la realidad tuvo otros planes, torciendo la fantasía de
Clark en una pesadilla.
—¿Señor? —dijo Gary, de pie delante de las puertas del ascensor.
—¿Sí?
—¿Está aquí por negocios?
—Oh, no, estoy aquí por las festividades, digo, vacaciones. Estoy aquí de
vacaciones.
—¿En serio? Eso es impresionante, señor.
—Claro.
—Y, ¿espera conocer a una chica? Hawái es ideal para conocer mujeres.
Clark suspiró.
—No, la última cosa que quiero ahora mismo es otra chica.
—Oh, ya veo. Está solo por su cuenta y la mayoría de la gente viene aquí
con…
—Sí, Gary, lo sé. Gracias.
Por primera vez, los ojos de Gary se despegaron de Clark. Las puertas del
ascensor se abrieron y una vez dentro, llegaron rápido hasta el sexto piso.
—Por aquí, señor —dijo Gary, dirigiendo a Clark con su único brazo libre.
Clark no dijo nada, lo siguió de cerca y luego, con un repentino destello, el
pasillo se hizo más ligero cuando la puerta de su habitación se abrió.
—Muy bien, aquí está tu habitación —dijo Gary, posando el bolso de Clark en
el suelo y corriendo de una zona de la sala a la siguiente—. Es una habitación tan
bonita. Como puede ver, hay un gran cuarto de baño, una gran televisión, cama
grande y…
—Sí, sí, grande. Lo entiendo.
—Y aquí está la vista, con panorama a la piscina, que es muy agradable. Y…
eso es todo. ¿Puedo conseguirle algo más?
—No, no, estoy bien. Gracias —dijo Clark, entregándole unos cuantos billetes
arrugados.
Gary chasqueó los dedos y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de
él y dejando Clark solo.
—¡Lo sabía! —dijo Clark, frotándose la mejilla—. Dos de todo. ¡Bastardos!

***
Bella se sentó en el borde de la cama alta, sus pies no pudiendo tocar el
suelo. La luz del sol entraba por la ventana abierta a su derecha, burlándose y 212
provocándole a que saliera al exterior. Era demasiado feliz. Era un lugar para
mentes felices y despreocupadas. No para Bella... No ahora.
Se agarró el estómago, que seguía igual de cerrado que hace días, y lo frotó
en círculos pequeños.
¿Por qué estoy aquí? pensó, aún indecisa sobre cómo había ocurrido.
Apenas unas horas antes, se había sentado en otro avión, yendo sola a un
paraíso diseñado para parejas. Siempre se había imaginado llegar a Hawái, tal vez
en una luna de miel o algún aniversario romántico. Esto no es lo que había
planeado; sola en su habitación de hotel, demasiado miedosa para aventurarse
fuera.
En el avión, pensó en Alex, en su escritura y, sobre todo, en Brian. Mantuvo
reviviendo su tropiezo y su torpe consuelo. ¿Fue una confesión? ¿Fue un mero
cumplido?
Había pensado en entrar en su habitación y hacer algo de lo que más tarde se
arrepentiría. Sería lo mejor y lo peor que podía hacer y la idea jugó con ella
durante horas. A pesar de la tentación, había permanecido inmóvil durante toda la
noche, reteniéndose y haciendo lo correcto… o lo más sensato… o lo más
estúpido… No podía decidir.
No quería pensar en Brian así, no podía pensar en nadie así; no ahora.
Quería escribir. Quería inspirarse y atacar de nuevo su teclado con una lluvia
de ideas. Quería un nuevo libro, un nuevo proyecto, un nuevo mundo al cual
escapar.
Sin embargo, su musa, su genio, su significado para crear se había extraviado,
y, lo más preocupante de todo, no sabía si alguna vez volvería a ella. Su único libro
fue inspirado por una aventura con Alex, y ahora él ya no estaba en su vida. Temía
que nunca le volviera a importar algo lo suficiente como para redescubrir esa
chispa.

213
CON NUEVOS COMIENZOS
—Aloha, señor —saludó la recepcionista con una enorme sonrisa—.
Bienvenido al Fairmont Orchard. ¿Cómo está hoy?
Bella descansó su cabeza en el pecho de Clark, y envolvió su cuerpo con los
brazos. La sonrisa de la recepcionista podrá haber sido enorme, pero no era ni de
cerca competencia para la de Bella.
—Estamos de luna de miel —prácticamente chilló con entusiasmo.
Clark se rio, tensando su agarre y hundiéndola más en su pecho.
—Así es. Necesitamos registrarnos, por favor.
—Lo siento, estoy un poco emocionada —dijo Bella—. Siempre he soñado
con venir aquí.
—Bueno, estoy segura de que les encantará. Este lugar es increíble.
Definitivamente les recomiendo que cenen en el salón principal, y, si están libres
esta noche, tendremos a Jono en el piano. —Dejó de tintinear las llaves, y se
inclinó hacia Bella—. Es el mejor pianista del mundo. Taaaaan romántico.
—Tenemos que hacer eso —decidió Bella, sacando la cabeza del pecho y 214
Clark reemplazándola con una mano—. Sólo imagínatelo, nuestra primera noche
como pareja casada, comiendo una romántica cena junto al océano con un famoso
pianista tocando de fondo.
—¿Primera noche? ¿Y qué hay de las últimas dos?
—Sabes a lo que me refiero; esto es diferente. Esta es nuestra luna de miel. —
Volvió a apoyar la cabeza en su pecho, y se imaginó bailando a la luz de la luna
mientras Jono delicadamente llenaba el ambiente con su melodía.
—Lo que tú quieras, mi amor. Si tú eres feliz, yo soy feliz.
—De acuerdo, ya está todo listo para ustedes y, ¿puedo decir lo adorables
que son? Ver parejas tan felices como ustedes es la mejor parte de mi trabajo —
dijo la recepcionista, ensanchando su contagiosa sonrisa.
Bella asintió vigorosamente.
—¿Podemos ir a reservar una mesa ahora? —dijo volviéndose hacia Clark—.
Quiero una mesa bien linda. Una cerca del mar, así podemos ver el atardecer.
Él se rio dulce y juguetonamente.
—Nunca te he visto tan emocionada antes. Estás tan… niñita.
—¡Cállate! Tengo permitido ponerme así. Estoy viviendo mi sueño, después
de todo. —Alcanzó su mejilla y plantó un beso en su áspera piel—. Supongo que
tengo agradecerte por eso.
Él no dijo nada, tomándola de la mano mientras caminaban lado a lado hacia
el gran y espacioso comedor. Un laberinto de mesas cuidadosamente decoradas se
extendía ante ellos. Cada una era elegante e impecablemente idéntica a las otras.
Era un día hawaiano normal, pero con mucho esplendor y magia. Bella apretó
su agarre de la mano de Clark, con la visión frente a ella encendiendo aún más sus
ansias.
—Este lugar es perfecto.
El brillante sol resplandecía a través de la ventana iluminando todo el cuarto,
y un balcón invitaba a la naturaleza a entrar y a volver borrosa la idea de dónde
comenzaba una y terminaba la otra. El enorme piano se encontraba ubicado justo
en el interior, bordeando los rayos de luz, pero manteniéndose confortablemente
en las sombras. Su grande y negra figura demandaba respecto, la sola imagen
siendo algo impagable. Bella lo comparó al de las películas viejas y se imaginó a
Jono, una vez más, tocándolo y completando su perfección.
—Prométeme que vamos a bailar en el balcón después de la cena —dijo
deseando que ese momento fuera ahora.
—Por supuesto que…
—Yo te conozco: te vas a acobardar si nadie sale primero.
—Te lo prometo amor. —Sus ojos dejaron los suyos, y se dirigieron hacia la 215
barra, justo a su izquierda.
—A eso me refiero. No tienes permitido embriagarte, ¿de acuerdo?
—No iba a…
—Mmm, te conozco, señor. Te cruzas con un buen whisky, y ya está.
Él movió la cabeza hacia la de ella, deteniéndose e inclinándose un poco para
tentarla a que lo besara.
—Me portaré bien, lo prometo.
Cuando sus labios se encontraron, ella apretó más su mano otra vez. La cálida
brisa corría por el cuarto y le hizo cosquillas en su expuesto cuello, tentándola a
salir y continuar su exploración.
Sin embargo, no había terminado de admirar el interior. Se soltó de Clark y se
movió hacia la barra, ansiosa por celebrar su llegada.
—Hola, ¿estás sirviendo? —le preguntó al barman, quien estaba secando una
copa de vino.
—Aloha, ¿cómo andan? Y por supuesto, ¿qué puedo ofrecerles?
Bella analizó las opciones, fila tras fila de botellas ofreciéndoles demasiadas
alternativas.
—¿Te parece un coctel? —le preguntó a Clark.
—Pensé que dijiste...
—Dije que nada de embriagarte, no que no podíamos tomar nada en
absoluto. Es nuestra luna de miel, después de todo.
—¿Están de luna de miel? —preguntó el barman, bajando dos copas y
moviéndolas con destreza—. Les prepararé mi trago especial. Justo lo que un par
de recién casados necesitan.
—Suena perfecto —dijo Bella sentándose en el banquillo más cercano—.
¿Hará falta que reservemos para cenar hoy?
El barman se estiró alto para alcanzar una botella, analizando la etiqueta y
sonriendo.
—Pueden hacerlo, si quieren, pero hay varios restaurantes en el complejo, así
que es raro que se llenen por completo. Este lugar es de lejos el mejor, sin
embargo. ¿Les gustan los mariscos?
—¡Síí! —respondió.
—Este es el lugar justo, entonces. Los mejores mariscos de la isla.
Bella se levantó de nuevo y agarró a Clark de la cintura.
—De acuerdo, este es el plan. Bajamos acá a las siete, disfrutamos de unos
increíbles mariscos, probamos una copa de vino o dos y terminamos con un baile
en el balcón —dijo señalando hacia las puertas de cristal.
—Me encanta tu espontaneidad.. 216
—¡Cállate! —lo retó con una sonrisa—. Quiero que sea perfecto.
—Lo será. Estoy contigo, ¿o no? —Él la abrazó más fuerte, con el olor de su
colonia volviendo locos sus sentidos—. La verdadera pregunta es: ¿qué hacemos
hasta entonces?
—Mmm, que será qué sería... —dijo poniéndose de puntitas y deteniéndose
justo frente a sus labios—. Te apuesto a que la cama es gigante, ¿no?
—Oh, estoy seguro. —Él dio un paso al frente, pero ella retrocedió.
—Perfecta para una emocionante... y venturosa... —Se mordió el labio,
moviendo su boca hacia su oreja—, siesta.
CON Y SIN
Bella respiró profundamente, abrió la puerta y salió hacia el elevador. Apretó
el botón y mantuvo los ojos al frente, con la esperanza de evitar el contacto con
otro ser humano. Sabía que era inútil, que en algún momento alguien le hablaría,
preguntaría cómo estaba, o alguna otra cosa para romper el mediocre hielo. Era
algo que tenía la esperanza de evitar el mayor tiempo posible, al menos hasta que
llegara al bar para disfrutar de la primera de muchas bebidas.
Las puertas del elevador se abrieron, y sintió alivio al encontrarse el pequeño
espacio vacío. Se metió dentro y presionó el botón, recargándose en la pared del
fondo y suplicando que las puertas se cerraran. Lo hicieron, juntándose más, pero
entonces, en el último minuto, una mano las detuvo e hizo que se abrieran de
nuevo..
Un hombre entró, con sus ojos azules atrapando la luz fluorescente, una
barba fuerte en el centro de su rostro. Le sonrió a Bella, asintiendo, y
sosteniéndose a una mujer que lo seguía de cerca.
—Hola —dijo la pequeña rubia con voz chillona.
—Hola —continúo el hombre. 217
Bella fingió una sonrisa y asintió, volteándose de lado en un intento por evitar
la conversación.
—¿Has estado mucho tiempo en Hawái? —preguntó la mujer chillona,
aunque muchacha era una descripción más apropiada.
—Un par de horas —dijo Bella, aun viendo la pared.
—Oh, wow, te va a encantar. Hemos estado aquí por cuatro días, es increíble.
Es nuestra primera vez juntos.
—Claro —dijo Bella, fingiendo otra sonrisa.
—Entonces ¿estás aquí por negocios? —continuó la chica.
Bella consideró esto, preguntándose si el viaje podría pasar como uno de
negocios.
—Algo así.
—¿En serio? ¿Qué haces?
—Soy escritora... escribo.
—Oh, vaya, eso es… —Un fuerte tintineo interrumpió a la chica rubia a media
frase y las puertas se abrieron.
—Bueno, fue un placer conocerlos a ambos —dijo Bella, apresurándose al
salir.
Rodeó la zona, tomando rutas interminables en busca de algún lugar para
sentarse y tomar un trago. Después de unos cuantos metros serpenteando y
girando, ubicó una barra con una gran estantería detrás. Apresurándose, se sentó
en el primer taburete que encontró y escondió su rostro detrás de un menú largo y
delgado.
—Hola, ahí. ¿Qué puedo darte? —pregunto el barman.
—Una copa de chardonnay y un Cosmo, por favor. Oh, y que el vino sea
grande y el Cosmo fuerte.
—Está bien, no hay problema.
Bella dejó caer el menú y se miró en el espejo frente a ella. Estaba feliz con su
apariencia, a pesar de haber cambiado su ropa y peinarse varias veces al día.
Quería que los hombres la quisieran. No los quería, pero deseaba ser deseada. No
tenía ninguna intención de hablar, sólo que la admiraran desde lejos.
El barman colocó sus dos bebidas frente a ella, dejándola en paz. Antes de
que él se fuera, ya tenía tomada la mitad del vino, bajando la copa de nuevo a la
mesa mientras su cabeza giraba un poco.
—Por fin —dijo una voz a su derecha—. Alguien en mi onda. Sólo un alma
perdida puede tomarse un trago de esa manera.
Movió sus ojos y dejó que la figura entrara en su visión. A pesar de que su 218
deseada soledad duró solo unos segundos, el auto-odio era intrigante.
—Todo el mundo es tan feliz aquí. Es repugnante.
—¡Exactamente!
—Creí que sería el único caso triste en este lugar.
El hombre se levantó de su banco y se acercó más, apoyándose en la barra
con un vaso grande de algo en la mano.
—Igual, aunque me gusta creer que ellos son los casos tristes.
Bella asintió, viéndolo de frente, indecisa sobre el grado de compromiso que
deseaba tener en la conversación.
—Británico, ¿no?
—Síp —dijo, tomando un sorbo de su vaso grande de licor.
—Eso pensé.
—¿Te importa? —se movió, señalando el asiento a lado de ella.
Bella lo vio correctamente por primera vez, una rápida decisión se requería.
Sus ojos azules se apoderaron de ella, brillando en la luz de arriba del bar. Quería
decir que no y seguir con el plan de pensamientos solitarios. Sin embargo, sus ojos
eran intrigantes, una mezcla de esperanza azul y desesperación sucia y blanca.
—Supongo, pero te advierto, que no seré divertida. Mi plan era una noche de
autocompasión.
—Yo también. Supongo que podemos ahogar nuestras penas juntos. Por
cierto, soy Clark —dijo, estirando la mano.
—Bella.
—Entonces, Bella, ¿Qué te da desesperanza?
—Oh, ya sabes, problemas con chicos. Cuando ves a una chica en este estado
—dijo, señalando a sí misma—, puedes asumir que es por un chico como tú. —
Señaló a Clark.
Él sonrió por primera vez, sus encantadores hoyuelos escondidos en la espesa
barba haciéndose notar.
Maldito, pensó. ¡Maldito seas, encantador chico británico!
—Te entiendo, pero no te preocupes. Las chicas como tú son tan malas. –
Tomó un sorbo de su trago, haciendo una mueca al tragar—. Si no es que más.
Bella se movió en su asiento, sin ánimo de ser superada.
—Entonces, ¿tu novia también te engañó?
—Ouch... No, sólo me dejó. Aunque ahora que lo pienso...
—¿No estás seguro?
—No.
—Mmmmmm. 219
Su mirada recayó; sus palabras o la falta de ellas dándole un golpe mortal.
—Oye, lo siento. Estoy segura de que no lo hacía. Ahora mismo solo estoy en
un mal lugar.
Levantó la cabeza, con los hoyuelos llamándola una vez más.
—Está bien. Prefiero eso a todas esas malditas sonrisas.
Bella brindó por eso y tomó otro sorbo.
—¿Por qué viniste aquí? Debiste haber sabido que iba a ser así.
Se retorció en su banco para que las dos almas heridas quedaran cara a cara.
—Se suponía que debía estar aquí conmigo. Compré los boletos, los escondí
en un libro, se lo di a ella, y me dejó. Pensé en venir aquí solo, ya sabes, una
especie de ―jódete perra‖, pero a la única persona que parece que jodí fue a mí.
—Vaya, lo siento. Eso debe haber sido difícil —dijo Bella, sintiendo empatía
hacia su compañero de batalla.
—Sí, así es la vida. ¿Qué hay de ti?
Ella tomó una profunda respiración; la idea de repetir los últimos días era
agonizante.
—Bueno, te voy a contar la versión corta porque la larga me hace llorar.
Llegué a casa y lo atrapé teniendo sexo con una puta perra llamada Charlie. Lloré
mucho, fui a casa de mi jefe, y creo que casi dormimos juntos... a lo mejor. Después
vine a Hawái porque me dijo que tenía que hacerlo.
—¿Quién?
—Mi jefe, bueno, mi editor. En serio es la misma cosa.
Clark asintió junto con las palabras, pareciendo entender su dolor.
—¿Eres escritora?
—Sí.
—Eso es genial. ¿Algo de lo que haya escuchado hablar?
—Probablemente no... Es más como un libro de chicas. Chick list5, ya sabes.
—Pruébame.
—Está bien. Se llama El Viaje de su Vida.
Clark empezó a reírse a carcajadas, doblándose tanto sobre sí mismo que su
cabeza casi se da contra la barra.
—¿Qué, qué es tan gracioso?
—No me lo vas a creer.
Bella se reía también, ahora, a pesar de que no sabía por qué.
—Pruébame 220
—¿Viste que dije que le di los boletos en un libro?
—¿A tu novia?
— ¡Ex-novia!
—Ex novia. Lo siento.
Respiró profundo.
—El libro se llamaba El Viaje de Su Vida.
Bella se quedó boquiabierta, incapaz de decidir entre reírse o llorar. Su libro
no sólo había terminado con su propia relación, también estaba destruyendo la de
otros.

***
El suave toque de las teclas del piano llenaba la habitación, danzando y
girando por entre el laberinto de mesas y sillas.
Bella estaba sentada frente a Clark, sus ojos azules seduciendo su odio en
sumisión. Ella seguía intentando pelear contra ello, seguir sintiéndose miserable y

5
Chick list: género dentro de la novela romántica, que actualmente está en auge, escrito y dirigido
para mujeres jóvenes, especialmente solteras, que trabajan y están entre los veinte y los treinta
años.
llorar por su pérdida. Sin embargo, cada minuto que pasaba le producía una
sensación más ligera, y parecía hacer lo mismo con Clark; la miseria en sus ojos
lentamente desaparecía, siendo reemplazada por un azul más brillante. Su
felicidad, o lo que fuera este sentimiento, era pasajero. Su burlesco e inquietante
dolor la iba a acompañar durante un tiempo, pero por ahora estaba dormido.
—Y ¿cómo comenzaste a escribir? —preguntó Clark, con un bocado de
comida a cm de su boca.
—Para ser honesta, creo que nací con ello. Era una de esas chicas tranquilas
que siempre andaba leyendo y, tan pronto como cumplí 16, empecé a escribir
historias y a dibujar, y generalmente me desconectaba a otro mundo.
—Eso es genial. Me gustaría haber sido así. Todo lo que hice fue andar en
bicicleta y jugar fútbol.
—Me temo que no era algo tan glamoroso. Simplemente era más fácil vivir en
una realidad diferente. Mis padres se divorciaron cuando era joven, y prácticamente
no podían verse después de eso, así que escribir siempre ha sido una vía de
escape.
—Lamento escuchar eso.
—Está bien —dijo, dándole una mordida al pollo—. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo
terminaste en Nueva York?
221
—Todo termina en Beki. Nos conocimos en Tailandia
—¿En serio?
—Sí, ¿por qué? ¿Has estado ahí?
—Sí, de hecho fue donde Alex y yo nos convertimos en… más que amigos.
—¿Estás bromeando? Estoy empezando a creer que el conocernos no ha sido
una coincidencia —dijo, dando golpecitos con el dedo hacia Bella; sus hoyuelos
una vez más saludándola—. En fin, os conocimos, viajamos y hablamos del futuro.
Nunca se sintió real, y entonces, un día, nos despertamos y ya estábamos en Nueva
York.
—¿Cómo es ella?
—¿Beki? Ella es genial… Bueno, lo era, creo. El problema es que nunca
cambió; es egoísta y donde pone el ojo, pone la bala. No tengo problema con la
gente siendo egoísta, después de todo no soy un santo, pero necesitas hacer
sacrificios a veces, ¿sabes?
—Sí. Sé a qué te refieres. Creo que el problema con Alex y conmigo fue que
cambiamos demasiado. Como que nos distanciamos. Supongo que irme de gira no
ayudó en nada.
—Aunque, no es tan sencillo, ¿o sí? —dijo, bajando el tenedor y aclarándose
su garganta—. Estabas viviendo tu sueño, él tenía que respetar eso.
—¿Respetaste a Beki con eso?
El silencio colgó entre ellos un momento.
—Creo que ambos somos tan malos como los demás, ¿no?
Bella asintió, una sensación triste, extraña y feliz cubriéndola sobre ella. Era
patético, pero al mismo tiempo, bueno saber que no estaba sola en el mundo de
las vidas arruinadas.
—Esto es extraño. Esto... tú... todo se ve familiar. Sé que probablemente suena
extraño, ¿no?
—No, no lo es —dijo—. Sé a lo que te refieres. Supongo que es agradable
estar cerca de alguien que entiende. Es agradable... en una forma extraña que te
destroza el alma
Ella suspiró, una extraña mezcla de emociones cuestionando lo que estaba
haciendo. Quería compañía, justo como con Brian. Pero estaba mal estar sintiendo
algo... por alguien. Era demasiado pronto y el tipo de cosa que la antigua Bella
haría: un momento que le destroza el alma, seguido de un puñado de lágrimas, y
finalmente un enamoramiento nuevo, que como siempre termina mal.
—Entonces… este tipo es increíble —dijo Clark.
—¿Qué tipo?
—El pianista. Muy romántico... Es una pena, en serio.
—¿Sí? 222
—Sí, Habría sido un lindo lugar para pasar con esa persona especial. Es una
pena que no resultaran ser tan especiales.
—Mmmmm, supongo.
Clark bajó otra vez su tenedor, moviéndose en su asiento e inclinándose
sobre la mesa.
—Ahora tú. ¿Cómo es Alex? Además de ser un completo idiota y haberte roto
el corazón.
El sonido de su nombre era devastador.
—Es mi mejor amigo. Siempre ha estado ahí para mí. Siempre fue la única
persona en quien pude confiar. Es triste, pero yo estaba indecisa al principio
cuando que nos juntamos. Sabía que si alguna vez terminábamos no sólo perdería
un novio, sino a mi mejor amigo —dijo, descubriendo lo mucho que lo extrañaba.
—Bella, lo siento. Eso es horrible.
Espantó las lágrimas, no dispuesta a dejar que mancharan este momento.
—¿Qué estamos haciendo aquí? Me refiero a que, míranos. Somos dos
corazones rotos, ¿haciendo qué? ¿Tratando de coquetear o encontrar la felicidad?
¿Es eso siquiera posible cuando te acaban de romper el corazón?
—Yo... yo... no tengo la menor idea. Todo es un poco raro, ¿no? Te conozco
desde hace… —Jaló de su manga, descubriendo un reloj debajo—. Dos horas y ya
te estoy desnudando mi alma. Es una locura, pero, como dijiste, somos dos
corazones rotos.
Extrañaba a Alex. Extrañaba su toque. Extrañaba a su mejor amigo y
compañero de alma. Él era el que se suponía que la consolaría, no un extraño. No
un chico llamado Clark de Inglaterra.
La culpa seguía atormentado su mente. Encontraba al chico frente a ella
atractivo pero, ¿por qué… cómo?
Aunque, ¿por qué debería sentirse culpable? ¿Acaso Alex se sintió culpable
mientras estaba encima de otra chica? ¿Acaso se sintió culpable mientras la
traicionaba y mentía y engañaba y conspiraba?
—Mira —dijo Clark—. Esto es raro. No tengo ni la menor idea de qué estamos
haciendo, o lo qué va a pasar, o lo qué debería pasar. Para ser honesto, en realidad
no me importa. Lo único que sé es que es agradable. Por primera vez en varios
días, he sonreído, y no sólo eso, sino que ya no me siento completamente
destrozado. Es raro, pero bueno. A lo mejor necesitamos un poco de compañía. A
lo mejor necesitamos sentirnos como la mierda y reírnos de ello. A lo mejor somos
las únicas dos personas en el mundo entero que pueden entenderse ahora mismo.
—Sí…. a lo mejor —dijo Bella, riendo en su mano y pasando la otra por su
cabello—. Lo siento, no debería haber dicho nada. Mi mente sólo se siente como si
fuera a explotar. Nada tiene sentido ahora. ¡Nada! 223
Clark se reclinó en su silla, tomando su bebida y acercándola.
—Sí, la gente dice que la adolescencia es difícil. Yo digo que es una brisa de
verano en comparación con los veintes. En serio, ¿cuántas decisiones importantes
se supone que debemos tomar? Carreras, escuela, mudarse, vivir la vida, encontrar
el amor, y todos esos planes ¿para qué?... Una casa, niños, hipotecas y pensiones.
¿Cómo diablos se supone que vamos a manejar todo esto?
Bella se sorprendió por sus palabras. Parecían fluir de él como si hubieran
necesitado ser dichas desde hace años. Ella siempre pensó que sus años de
adolescencia habían sido los más difíciles, pero tal vez Clark tenía razón. A lo mejor
ahora era su momento para brillar y caer. Un tiempo para cumplir algunos sueños,
pero destruir otros.
—Por Cristo, hablemos de otra cosa —dijo, frotándose la cara.
—De acuerdo.
—De hecho, vamos a bailar. ¿Quieres bailar?
Ella se echó hacia atrás un poco, esperando que su respuesta fuera un no,
pero se encontró asintiendo y accediendo a la propuesta. Él se puso de pie y se
acercó a su silla, estirando su brazo y ayudándola a ponerse de pie. Se acercó a su
lado mientras él los guiaba fuera del restaurante y hacia el balcón, los tonos
seductores del piano envolviéndolos.
El frío aire se encontró con su piel tan pronto como ella salió al espacio
abierto. El balcón estaba lleno de un brillo naranja suave, el sol ocultándose y
cerniéndose justo encima de la orilla del océano.
Bella no podía apartar los ojos del cielo, las nubes proyectando sombras una
sobre otra. Le tomó días garabatear en su cuaderno sobre la boda perfecta. Había
pasado innumerables noches imaginando el escenario perfecto, sosteniéndose del
hombre perfecto, escuchando la canción perfecta.
—Wow, esto es malditamente maravilloso —dijo Clark, extendiendo ambas
manos.
Bella tomó una y él envolvió su brazo libre alrededor de su cintura.
—En verdad lo es.
La suave música del piano se mezclaba con el atardecer. El aire fresco
acariciaba su piel, y el susurrante sonido de las olas jugueteaba con sus oídos. Los
últimos rayos del sol calentaban su frente y ella fijó la vista al horizonte, notando lo
cerca que estaban el océano y el sol aquí.
La confusión seguía nublando su mente, una mezcla de culpa y emoción, de
miedo y esperanza. Se aferró a Clark y movió su cuerpo más cerca.
Liberando su mano, la envolvió alrededor de su cuello, moviendo la otra hacia
su cintura deslizándola hacia arriba. Él respondió con un delicado agarre de su 224
cintura, y descansando la barbilla en su cabeza.
Esto estaba mal. Debería cortar el abrazo y correr. Clark era un extraño, pero
parte de ella se sentía más conectada a él, que a cualquier otra persona. Se sentía
vulnerable y perdida y en busca de algo que curara su alma rota.
Su suave toque seducía sus sentidos, y antes de darse cuenta, ya descansaba
su cabeza en su pecho. Ella deseaba que fuera el de Alex, pero entonces, tal vez no.
El enredado par se movía en círculos, lentos, con titubeantes pasos que iban al
compás del piano.
El sol naranja oscuro colgaba en el cielo, clavado en el horizonte y
rehusándose a irse. Un pequeño bote estaba anclado justo a la derecha, con la
silueta de su mástil y el reflejo contra su cubierta siendo la única señal de su
existencia.
La noche ya estaba cerca, pero el día no estaba listo para terminar... no aún.
Una paleta de naranjas y púrpuras se mezclaban entre sí, el cielo lleno de
vida, y la luz danzando y cantando una última canción. El cielo seguía colgando en
el horizonte, cada vez más débil a medida que la luz se desvanecía y se ocultaba
tras la tierra. El día se rehusaba a irse, luchando y agarrándose con todas sus
fuerzas.
Con un último resplandor, cayó. El naranja oscuro aún llenaba el cielo, pero su
fuente ya había desaparecido. Se dejó ir, y finalmente se rindió, dejando que la
noche tomara su lugar y abrazara al mundo con su misterioso agarre.
El final de uno, trajo el comienzo de otro, y con esto, la danzante pareja
continuó moviéndose, esperando y abrazando lo que podría ser.

225
NOTA DEL AUTOR
Gracias por leer Beyond Parallels. No puedo expresar lo mucho que significa
para mí que otras personas lean mis palabras. Sólo puedo esperar que las horas
que hayan pasado conmigo hayan valido la pena, y espero haber iluminado su día,
haberles despertado una chispa de inspiración, o al menos llenar algún vacío de
alguna clase.
El viaje no ha terminado, sin embargo. Esta es sólo mi primer novela, y hay
mucho más para ver de este joven escritor. Espero que se unan a mí en esta gran
aventura.
Me gustaría compartirle parte de mi alma, y que lean sobre un momento ―Y
sí…‖
Pueden tener curiosidad sobre qué es un momento ―Y sí…‖ Para simplificarlo,
es un momento en el cual una sencilla e insignificante decisión, es tomada. Esa
decisión, cual sea, pone en marcha una cadena, y esa cadena se expande y crece
hasta que da vuelta tu mundo. Como espero hayan notado, Beyond Parallels está
construido alrededor de la noción del ―Y sí…‖
Déjenme compartir mi propio momento, y después espero que en un acto de 226
retribución me envíen su propio momento ―Y sí…‖

Mi Propio Momento Y sí…


Soy un soñador, un tonto romántico con tontas ideas. No siempre he sido así.
Hubo una vez cuando era serio, y racional más allá de lo posible. Era la clase de
tipo que no se arriesga y que era feliz con seguir las indicaciones de los demás.
Eso cambió durante un verano. Tuve la oportunidad de ser parte de una
relación a larga distancia. Era con una chica que amaba, y con la cual tenía una
fantástica conexión, y una que bien podría haber sido La elegida. Si se me diera la
oportunidad ahora, trabajaría muy duro para hacerlo funcionar. Después de todo,
eso es lo que hace un tonto romántico, ¿cierto? Un romántico ignora cualquier
sentido común, y va tras lo imposible. Vive, aún si eso significa que duela.
No lo era en ese entonces. Estaba totalmente en contra de la idea y me
rehusé a considerarlo. Era terco y racional y siempre hacía lo correcto. Oh, qué
aburrido que era en aquel entonces.
Un par de semanas después ella empezó a ver a alguien más y me di cuenta
de lo que había perdido. De la noche a la mañana me transformé de un racional y
terco desastre, a ser uno romántico y optimista. Era muy tarde. Había dejado pasar
la oportunidad, y lo que podría haber sido, o el potencial de lo que podría haber
sido se perdió en los archivos de mi mente.
¿Qué hubiera pasado si hubiese dicho que sí? ¿Nos hubiéramos casado?
¿Habríamos terminado? ¿Nos odiaríamos? ¿Amaríamos a alguien más?
¡¿Quién sabe?! Eso es lo brillante del ―¿Y sí…?‖ Podemos soñar con lo que
podría haber sido, pero nunca sabremos.
La única cosa que puedo decir con certeza es que mi vida hubiera sido
distinta. No sé cuánto, pero te aseguro que no hubiera sido lo mismo. No estaría
sentado aquí, en este mismo momento, escribiendo esta mismísima oración. Fue
esta relación la que me guió al teclado para crear Beyond Parallels. No estoy
diciendo que no me hubiera hecho escritor, pero no hubiera escrito este libro.
Ese momento inspiró mis palabras, pero lo que podría haber sido me
atormenta. Es difícil arrepentirse en un mundo con tantas posibilidades. No me
arrepiento de decir No, pero me pregunto qué hubiera pasado.
Ese momento ―Y sí…‖ inspiró Beyond Parallels y alteró mi manera de ver la
vida.

227
Matthew Turner
Es un escritor, soñador amante del café.
Beyond Parallels es su novela debut.
Como escritor de Ficción No-ficción,
Matthew tiene gustos muy eléctricos: se pasa
sus días dividido entre varios proyectos.
Pueden saber más sobre él en
http://turndog.co/
Nacido en Inglaterra, Matthew maneja
Turndog Millionaire, cuida de su hijo y
escribe en una variedad de cafeterías locales. 228
También puedes encontrártelo en Leedd,
mientras trata de redescubrir sus días en la
universidad, donde pasa su tiempo en los
dos establecimientos de la ciudad.
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