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El Uso de La Entrevista
El Uso de La Entrevista
En sentido general resulta válido afirmar que los propósitos fundamentales que
cumple una entrevista una entrevista son:
Así por ejemplo, no se procede igual en una entrevista inicial, concertada con
anticipación y en la que la persona ha madurado durante tiempo su decisión de
acudir a un especialista que a su vez tiene poca o ninguna información sobre esta
persona, a la cual necesita conocer y para lo cual dispone de tiempo suficiente,
que una entrevista de intervención en crisis en que la persona ha llegado a una
“situación existencial límite” y esta abocada a una situación de daño o riesgo para
su vida o para terceros... ¡irresponsable el especialista que se dedique en este
caso a tratar de conocer las razones que lo llevaron a este estado o trate,
filosóficamente, de explicarle que las crisis ayudan al crecimiento humano....!
Una vez tomado partido con el hecho de que no es posible fraccionar las
funciones de la entrevista, resulta pertinente señalar que si nos atenemos a los
fines del presente epígrafe, enmarcado en las funciones de diagnóstico y
evaluación psicológica, resulta evidente que el peso máximo recae sobre la
función relacionada con la búsqueda de información, que es el propósito
fundamental del diagnóstico psicológico. Para la búsqueda de información la
entrevista asume una determinada estructura, que va desde una entrevista de
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Es válido aquí recordar que muchas veces las personas confrontan dificultades en sus
vidas, no porque no tengan habilidades, sino porque no saben como usarlas... y en
ocasiones ¡ni siquiera saben que las tienen!.
máxima estructuración regularmente conocida como entrevista cerrada o dirigida
con formato muy parecido al de los cuestionarios cerrados, donde todo esta
pautado y preestablecido, hasta una entrevista abierta, sumamente flexible, con
frecuencia conocida como entrevista no directiva cuyo curso se determina por la
propia naturaleza de la información que va apareciendo sin haber preestablecido
ningún propósito, pasando por un formato semiestructurado, que ofrece una
guía flexible que le permite al entrevistador, seguir un plan preestablecido pero a
la par introducir las posibles variaciones que se deriven del curso de la entrevista.
Y mas adelante:
“ Sin embargo, estas diferencias son muy generales..... Por esto no se debería
sorprender el hecho de que a menudo hay una gran semejanza en la manera en
que llevan a cabo las entrevistas varios clínicos experimentados de diferentes
orientaciones teóricas”
Por lo general, casi todos los procesos en que están implicados las interacciones
entre personas han tratado de reducirse a un “modelo de tres etapas” que incluye
una introducción, un desarrollo y unas conclusiones y que implícitamente asumen
una duración e intensidad similar a una curva estadística de distribución normal,
donde el desarrollo sería la parte mas productiva del proceso. Esta concepción
puede resultar útil desde un punto de vista didáctico, pero en el “mundo real” rara
vez transcurre de esta manera homogénea y por el contrario pasa por
multiplicidad de requerimientos contextuales del proceso en cuestión que pueden
varias sensiblemente tanto la presencia como la duración e intensidad de cada
una de las etapas .
Resulta claro que las primeras entrevistas implican trabajar intensamente en esta
dirección lo que puede no solo alargar la duración de la etapa inicial, sino incluso
cultivar y fortalecer la relación durante otras etapas en aras de vencer el recelo y
malestar que pueda tener la persona al ver atacada su autoestima por el hecho
de acudir a un especialista que, según el prejuicio popular, “¡atiende locos!” o
personas con problemas lo que hace sentirse en una desventajosa posición.
Aceptar a esta persona, implicarse con ella en una cálida –a la par que
profesional- relación humana, permite vencer muchos obstáculos en el proceso de
entrevista.
Resulta claro que en las entrevistas posteriores, una vez que se ha logrado una
cálida relación humana en que el psicólogo clínico es visto no como un extraño,
sino como otra persona cuya función no es juzgar, censurar o condenar y ni
siquiera asumir una comprensiva posición paternalista (no por ello menos dañina
para la autoestima), sino como alguien capaz de ayudar sin lacerar el amor
propio, esta etapa se abrevia y sólo es necesario un breve preámbulo en cada
entrevista para dedicar un mayor tiempo a otros propósitos, esencialmente el
abordaje de la problemática concreta que condujo al individuo a buscar los
servicios del psicólogo clínico.
Por último, la forma en que esta sea conducida la entrevista estará en estrecha
dependencia de las características personales del entrevistador, pero en cualquier
caso su efectividad estará en gran parte condicionada por la efectividad de la
etapa anterior, es decir, haber logrado un clima de colaboración en que el
entrevistado se sienta tan cómodo, y en disposición de colaborar, que el mismo
sea un eficiente proveedor de información relevante.
Es por ello que el psicólogo clínico calificado debe tener habilidades no sólo para
una correcta conducción de la entrevista –que le permita tanto conocer a la
persona como ayudarla a alcanzar el bienestar que desea-, sino que debe tener
habilidades para la conclusión o cierre de la misma, pues este momento, a
pesar de su aparente brevedad puede resultar decisivo tanto para comprobar y
consolidar lo logrado previamente, como para comprometer al individuo en las
tareas que debe cumplimentar para el logro de su bienestar, a la par que no se
sienta angustiado por la culminación de la relación con el profesional. Esta etapa
puede, inclusive, ser el momento en que, sin preverlo el psicólogo clínico,
aparezcan nuevas y esenciales informaciones que resulten decisivas para el
curso de la intervención psicológica y que no habían sido abordadas previamente,
lo que hace que sea necesario plantearse nuevas estrategias de abordaje.