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La liturgia es, por sí misma, oración; la confesión de fe tiene su justo lugar en la celebración del

culto. La gracia, fruto de los sacramentos, es la condición insustituible del obrar cristiano, igual que
la participación en la liturgia de la Iglesia requiere la fe. Si la fe no se concreta en obras permanece
muerta (cf. St 2, 14-26). Y no puede dar frutos de vida eterna.

Que la luz de la fe verdadera libre a los hombres de la ignorancia y de la esclavitud del pecado,
para conducirlos a la única libertad digna de este nombre (cf. Jn 8, 32):

La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una
luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida.

El mundo y el hombre atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin
último(Santo Tomás de Aquino, S.Th. 1, q. 2 a. 3, c.

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